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ENSAYO Filosofía

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ATENEO EDUCATIVO DE FORMACIÓN

INTEGRAL.
INCORPORADO A LA SECRETARIA DE EDUCACIÓN DE
GUANAJUATO. Acuerdo 148/99.
De fecha 18 de octubre de 1999 CCT. IIPSU052X.

FACULTAD DE FILOSOFÍA.

Los tres estadios de la existencia en Kierkegaard

Introducción a la Filosofía

DR. NICOLÁS GERARDO CONTRERAS RUIZ

P R E S E N TA

Rodrigo Badillo Lárraga

CELAYA, GTO. 9 DE DICIEMBRE DE 2021


Introducción
La vida humana es una vida dinámica. Siempre vamos cambiando según las circunstancias:
a veces somos llevados por los sentidos, a veces por la razón, a veces por la fe. Ese es el
motivo por el que es posible dividirla en diferentes etapas o estadios, los cuales suelen ser de
forma individual.

El presente trabajo se abordará desde el punto de vista de Kierkegaard sobre su visión


existencialista. El existencialismo, como corriente propuesta que intenta explicar la filosofía
por medio de la existencia, tiene determinadas propuestas que nos permiten ver como la
persona va alcanzando la libertad a lo largo de su vida, ya que, todos estamos atados por algo
que no nos permite ser libres, mediante un acontecimiento conocido como angustia. Ese
acontecimiento es, por lo general causado por dejarnos llevar por nuestros meros impulsos.
Lo que busca el existencialista es el trascender, al menos en esta vida. Dejar esa angustia para
ser libres.

Kierkegaard nos propone una división de la vida del individuo, conocida como los estadios.
Su visión cristiana protestante da a entender que dichos estadios que atraviesa la persona, van
enfocados a la paradoja cristiana que consiste en que nuestra libertad va guiada por el mismo
Dios, algo que puede ser contrario al modo de pensar de las demás personas guiadas por otros
motivos. He aquí el motivo por el que se divide en estadios, ya que cada uno tiene su modo
de percibir el mundo y es necesario llegar a una antítesis para darse cuenta de que, a lo mejor,
no es un buen camino de vida, sino que es necesaria la trascendencia.

El trabajo que nos convoca intentará explicar los tres estadios de la vida que nos propone el
autor Kierkegaard, cuya manera de ver el progreso de la persona es interesante, ya que
permite ver, bajo su punto de vista, la realidad de la sociedad actual, en términos de dejar a
un lado la parte espiritual para basarse más en una vida más hedonista; siendo que, lo que
realmente importa es dar un gran salto entre lo meramente estético a lo puramente religioso
y completo, pasando por un intermedio ético.

1
1. Estadio estético
Podemos definir al hombre estético como el que vive de las sensaciones sin pensar en ellas.
Ramón Xirau lo describe en la figura de don Juan, quien, “vive tan solo de sus sensaciones,
va de una cosa a otra, trata simple y sencillamente de satisfacerse pasando de sensación en
sensación”.1 Está dominado por lo sensible, lo impulsivo y la emoción.

Algunas características principales que lo definen, según Copleston, son: ausencia de


principios morales, ausencia de fe y la presencia del deseo de gozar toda experiencia emotiva
y sensual.2 Este hombre busca no limitarse, sino ir más allá de lo que un gusto le ofrece,
porque nada le satisface. Cabe destacar, que, puede fácilmente definir al hombre de hoy, el
cual solo busca la satisfacción de los deseos. “Su forma de vida es la ausencia de toda forma,
una auto dispersión al nivel de las sensaciones”.3 No anuda amistades ni busca una forma de
vida que lo oriente ya que de hacerlo sería una limitante ante su búsqueda del placer y niega
los momentos sucesivos de la vida. Es como una relación basada meramente en lo superficial.
Menciona Kierkegaard: “Ya nada tiene que negarme. El amor es hermoso, sólo mientras
duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre”.4 De quedarnos en un
estadio estético, inclusive el amor de pareja se vuelve pesado (parafraseando su relación con
Regina Olsen).

De hecho, aunque el influenciado por el estadio estético cree que su existencia es expresión
de la libertad5, niega que haya algo más allá. “Todos somos una síntesis con destino
espiritual; esa a nuestra estructura; pero ¿quién no quiere habitar el subsuelo, las categorías
de lo sensual? El hombre no sólo gusta vivir allí de la mejor manera posible; gusta de ello a
tal punto, que se enoja cuando se le propone el primer piso, el piso de los amos, siempre

1
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, México: UNAM, 2016, p. 380.
2
Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, Barcelona: Editorial Ariel, 1996,
p. 268.
3
Ibidem
4
Soren Kierkegaard, Diario de un seductor, Republica Dominicana: Biblioteca Digital MInerd-Dominicana
Lee, 2021, p. 118.
5
Podemos definir la libertad de Kierkegaard como una capacidad de escoger o no escoger, que se puede
inclinar, por una parte, a cosas externas y, por otra, a Dios. Individualizamos nuestra historia, particularizamos
nuestra existencia mediante lo que favorece la realización de las diversas concreciones de la existencia
humana. Más información en: Juan Fernando Sellés, La libertad según Sören Kierkegaard, Navarra, Intus-
Legere Filosofía, 2012, vol. 6, No. 1, pp. 33.

2
vacío y que le aguarda, pues después de toda la casa entera es suya”.6 Por lo tanto, el hombre
no tiene una actitud de certeza ante la vida ya que, dado que busca cada vez un placer mayor,
va cayendo en la desesperación cuanto más consciente sea de estar viviendo en ese sótano.
Ahí no hay salvación. Es como si vendiéramos nuestra alma al diablo en busca de placeres
(como el Fausto de Goethe) y vivir errante, huyendo de las decisiones malas que tomemos
(igual que el judío errante).

Ante la desesperación, existen dos alternativas. Ya sea seguir en ese nivel o pasar al siguiente
nivel por decisión y compromiso. “O lo uno o lo otro”.7 Saber sufrir de esa desesperación
permite al hombre salir de ese estadio hedonista y así tratar de encontrar un modo de vida
superior.

2. Estadio ético
“La moral resulta un paliativo para la desesperación”.8 Cuando uno pasa a este nivel se
somete a un orden regido por reglas universales y necesarios. Es una moral de orden interno,
fundada en la moral social. Su principal ejemplo es el matrimonio, que uno asume cuando,
parafraseando a Copleston, renunciando a la satisfacción de los impulsos sexuales por el
hecho de ser pasajeros, prefiriendo llevar una vida matrimonial, aceptando todo lo que ello
implica, siendo, por tanto, una institución ética, expresión de la ley universal de la razón.
Frente a lo anterior, esta moral es una moral racional.

Implica una renuncia a sí mismo, al estilo de un héroe trágico: “El héroe trágico renuncia a
sí mismo para expresar lo general”.9 Esto al estilo de Sócrates, principal ejemplo de lo
anterior.

Sin embargo, este estadio no comprende el pecado. Pues para el moralista “acaban por contar
más el deber que el amor, la ley moral que la religión, la existencia social que la divinidad”.10
El hombre, si bien cuenta con la debilidad humana, piensa que se puede superar por medio

6
Soren Kierkegaard, La enfermedad mortal, p.29. Recuperado de
https://onemorelibrary.com/index.php/es/libros/religion-spanish/book/filosofia-y-teoria-de-la-religion-
253/la-enfermedad-mortal-tratado-de-la-desesperacion-1294 (consultado el 29/11/2021).
7
Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, op. cit., p.268
8
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, op. cit., p.381
9
Soren Kierkegaard, Temor y temblor, Buenos Aires: Editorial Losada, 1958, p. 65.
10
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, op. cit., pp. 381-382

3
de la fuerza de voluntad, siendo una autosuficiencia moral, iluminada por ideas claras. Pero
esto es insuficiente por no ser el verdadero modelo que nos acerque a Cristo.

Aun así, es posible que el hombre llegue a ser consciente de su incapacidad para cumplir la
ley moral y llegar a la perfección de la virtud, siendo consciente de su falta de autosuficiencia
y de su pecado.

Es aquí donde se llega a una decisión similar a la del estadio anterior: la elección o rechazo
del punto de vista de la fe, “antítesis que únicamente el acto de fe puede superar al relacionar
el hombre mismo con Dios”.11

3. Estadio religioso
La última etapa es la más importante de la vida del hombre, porque vivimos “como
contemporáneos de Cristo”12; es decir, en presencia de Dios. “Afirmar la relación del hombre
con Dios, Absoluto personal y trascendente, equivale a afirmarse uno mismo en cuanto
espíritu”.13 Este camino tendemos a rechazar por su dificultad, pues produce angustia y deja
a un lado la razón para así llegar a la fe. “El hombre que realiza y afirma su relación con Dios
en la fe deviene lo que realmente es: un individuo ante Dios”.14

Un ejemplo clásico que representa el tercer estadio es la voluntariedad de Abraham que


sacrifica a su hijo Isaac porque así lo ordena Dios, lo cual sería absurdo en términos
racionales pues no está defendiendo nada universal. “Estamos entonces en presencia de la
paradoja. O bien el Individuo puede como tal estar en una relación absoluta con lo absoluto,
y en este caso lo moral no es lo supremo, o bien Abraham está perdido; no es un héroe, ni
trágico ni estético”.15 Para mantener una relación con Dios se debe sacrificar la razón ya que,
ante Dios es absurda. El hombre de fe está en relación directa con un Dios personal cuyas
exigencias son absolutas y por tanto no se pueden medir en términos de razón humana”.16

La fe es un salto, una aventura, un riesgo, un compromiso con una incertidumbre objetiva. Dios es el
Absoluto trascendente, el tú absoluto; no es un objeto cuya existencia pueda ser demostrada. Dios se

11
Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, op. cit., p. 269.
12
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, op. cit., p. 382
13
Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, op. cit., p. 269.
14
Ibidem
15
Soren Kierkegaard, Temor y temblor, op. cit., p. 99.
16
Frederick Copleston, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, op. cit., p. 269

4
revela a la conciencia humana, en tanto que el hombre tiene la posibilidad de tomar conciencia de su
pecado y su alienación a la vez que de su necesidad de Dios. La respuesta del hombre es un riesgo, un
acto de fe en un ser que está fuera del alcance de la filosofía especulativa. Este acto de fe no es algo
que se pueda realizar una vez por todas, sino que ha de ser repetido constantemente. Dios se ha revelado
al hombre en Cristo, en el Dios-Hombre. Cristo es la paradoja; para los judíos escándalo y para los
griegos locura. La fe es un riesgo, un salto. 17

Pero lo anterior es personal. La fe, por tanto, es un acto de voluntad y no consecuencia de un


argumento demostrativo, como los teólogos católicos pretenden. Esto da lugar a una
subjetividad de la verdad, pues uno solo puede arriesgarse por algo que es dudoso, pero tan
importante para mí.

Debido a las exigencias del salto de fe, es posible caer en la angustia. “En este estado hay
paz y reposo; pero hay al mismo tiempo otra cosa, que, sin embargo, no es guerra ni agitación,
pues no hay nada con que guerrear. ¿Qué es ello? Nada. Pero ¿Qué efecto ejerce? Nada.
Engendra angustia. Este es el profundo misterio de la inocencia, que es al mismo tiempo
angustia”.18 Esa angustia es fruto del pecado original, donde perdimos la libertad. Esa
angustia es realmente una impaciencia de acercarnos a Dios, pues parece que nunca vamos a
llegar a él. Pero si la entendemos bien es la que nos lleva a darnos cuenta de nuestra naturaleza
limitada, la cual solo podemos llegar mediante la fe. Y esa es la solución del problema de la
angustia, que nos permite llegar a la verdadera libertad, pues hemos llegado a Dios, a vivir
según su voluntad, lo que conocemos como el caballero de la fe. Aquel que se ha dejado
llevar por Dios, que se transforma en individuo, que es testigo, a la manera de Abraham.

¿Qué hizo Abraham, sin embargo? No llegó ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Enjaezó su asno
y lentamente emprendió la ruta. Durante todo ese tiempo tuvo fe, creyó que Dios no habría de exigirle
a Isaac, aunque, si era necesario, estaba dispuesto a sacrificarlo. Creyó en virtud del absurdo, porque
aquello no era cosa de cálculos humanos; y el absurdo consiste en que Dios, que era quien ordenaba
ese sacrificio, al instante siguiente debía revocar su exigencia. Ascendió por la montaña; y en el
momento mismo en que todavía centelleaba el cuchillo, creyó que Dios no exigiría de él a Isaac.
Entonces seguramente lo sorprendió el desenlace, pero ya había recobrado su estado primitivo
mediante un doble movimiento, y por eso recibió a Isaac con mayor alegría que la vez primera. 19

17
Ibid. p. 270
18
Soren Kierkegaard, El concepto de la angustia, Madrid: Epasa-Calpe, 1982, p. 59.
19
Soren Kierkegaard, Temor y temblor, op. cit., p. 27.

5
Conclusión
Hemos explorado uno de los puntos más importantes en el pensamiento existencialista de
Kierkegaard. Cabe destacar que, dan a entender un punto más religioso del que darían sus
sucesores, como Sartre.

Haciendo un análisis de la sociedad actual en la que nos encontramos, el estadio estético


vendría siendo el estado de hoy en día. Nos caracterizamos por ser hedonistas, utilitarios,
egoístas, que solo buscamos la libertad individual, inclusive a costa de los demás. Esto genera
que pasar a los demás estadios propuestos es realmente complicado y puede generar la
angustia de la que habla Kierkegaard. El problema es que, llevar un estado ético (bastante
propuesto en la actualidad por diversos autores como Adela Cortina) sí supone la presencia
del bien y el mal, aunque no se le conozca como pecado. Esto es porque lo malo vendría
siendo un pecado ante la ley. Además, también puede haber una fe implícita, en este caso
hacia las leyes, ya que no solemos cuestionarlas y le damos un “salto de fe”.

Tal vez, sea necesario ir más allá del estadio ético, el cual tiene buenas ideas, pero no busca
la trascendencia del individuo, sino más bien, busca que todos seamos una serie de personas
que hacen cosas buenas, pero una serie, al fin y al cabo. Si diéramos impulso a la vida
espiritual propuesta por el estadio religioso (tal vez no sea necesaria la radicalización), es
posible que la humanidad deje de perderse por el egoísmo y se abra a perspectivas nuevas.
Si se da la oportunidad de conocer a Dios, si perdemos el miedo a dar el “salto de fe”
propuesto por Kierkegaard, tal vez las cosas podrían ir mejor, al tener un verdadero sustento
que no destruya lo que nos permita trascender y vivir en libertad, inclusive en relación con
el otro.

Finalmente, todo esto se da a entender desde la manera como el individuo vive su existencia.
Claro que el crecimiento es personal, pero involucra también una experiencia comunitaria, la
cual nos permite ver en que fallamos y en que vamos bien. Es claro que pueden estar bajo el
influjo de alguno de los estadios, pero, incluso de esa manera podemos generar un criterio
propio, al no querer replicar lo malo de la sociedad. Por tanto, podemos decir que existe al
menos cosas universales que afectan a todos, y no necesariamente la verdad es construida
por la propia persona. Para tener voluntad, hay que saberla fundamentar en algo. Uno no

6
debería actuar sin saber lo que hace, aunque esté convencido. Siempre hay razones detrás
que le permiten evitar un destino funesto en caso de fallar. Una especie de plan b.

Sin embargo, es interesante conocer los diferentes puntos de vista sobre el crecimiento, en
este caso espiritual, de la persona, para poder confrontarlos con nuestra propia vida y hacer
un examen de conciencia sobre si nos dejamos guiar por un fideísmo o meramente por un
hedonismo.

Concluimos mencionando que, no hay problema si una persona actúa con una fe ciega o
pensando que lo puede todo sola. Pero lo ideal sería tener un criterio propio para poder
discernir de mejor manera que es lo bueno, lo mejor y lo que deberíamos dejar de hacer.

7
Bibliografía
XIRAU, Ramón, Introducción a la historia de la filosofía, México: UNAM, 2016, pp. 380-
383.

COPLESTON, Frederick, Historia de la Filosofía, Vol. VII de Fichte a Nietzsche, Barcelona:


Editorial Ariel, 1996, pp. 268-271.

KIERKEGAARD, Soren, Diario de un seductor, Republica Dominicana: Biblioteca Digital


MInerd-Dominicana Lee, 2021, p. 118.

SELLÉS, Juan Fernando, La libertad según Sören Kierkegaard, Navarra: Intus-Legere


Filosofía, 2012, vol. 6, No. 1, pp. 33.

KIERKEGAARD, Soren, La enfermedad mortal, p.29. Recuperado de


https://onemorelibrary.com/index.php/es/libros/religion-spanish/book/filosofia-y-teoria-de-
la-religion-253/la-enfermedad-mortal-tratado-de-la-desesperacion-1294 (consultado el
29/11/2021).

KIERKEGAARD, Soren, Temor y temblor, Buenos Aires: Editorial Losada, 1958, pp. 27, 65,
99.

KIERKEGAARD, Soren, El concepto de la angustia, Madrid: Epasa-Calpe, 1982, p. 59.

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