El Método Kaizen (Resumen) - Robert Maurer
El Método Kaizen (Resumen) - Robert Maurer
El Método Kaizen (Resumen) - Robert Maurer
El método Kaizen
por Robert Maurer
Fuente: h ttp://www.leadersummaries.com
Compilado por @MauroStrione
https://www.linkedin.com/in/maurostrione/
Introducción
El kaizen es una antigua filosofía encerrada en esta poderosa afirmación: “Un viaje de
mil millas comienza con un pequeño paso”. Pese a estar enraizado en esa antigua
filosofía, es igualmente práctico y efectivo cuando se aplica a nuestras agitadas vidas
modernas. Este libro te mostrará cómo aprovechar el poder del kaizen: utilizando
pequeños pasos para alcanzar objetivos importantes.
El kaizen puede definirse de dos maneras:
Un pequeño paso
Hay muchas maneras de lograr el éxito, pero a lo largo de más de treinta y dos años de
práctica, he tenido la satisfacción de observar que innumerables clientes utilizan un
método inusual para crear cambios duraderos.
Si a ti te gustaría hacer un cambio —uno de los permanentes— tengo la esperanza de
que sigas leyendo. Este método es una especie de secreto a voces, uno que ha
circulado entre las compañías japonesas durante décadas y que utilizan a diario
ciudadanos particulares de todo el mundo. Es una técnica natural y refinada para
alcanzar objetivos y mantener la excelencia. Puede incluirse incluso en las agendas
más apretadas.
Cuando la gente quiere cambiar, se suele orientar hacia la estrategia de la innovación.
La innovación es un proceso de cambio drástico. Idealmente sucede en un muy breve
período de tiempo, produciendo un cambio espectacular. En el mundo corporativo, los
ejemplos de innovación incluyen estrategias enormemente desagradables, tales como
despidos masivos para incrementar los resultados financieros, al igual que enfoques
más positivos, como pueden ser las grandes inversiones en costosas nuevas
tecnologías. Los cambios radicales de la innovación también son la estrategia preferida
para el cambio personal.
Yo aplaudo la innovación como vía para hacer cambios… cuando funciona. Dar un giro a
nuestras vidas en un santiamén puede ser motivo de confianza y autorrespeto. Pero yo
he observado que mucha gente está paralizada en la creencia de que la innovación es
la única manera de cambiar.
Aunque seas una persona altamente disciplinada y exitosa, apuesto a que puedes
recordar muchas veces en las que has probado la innovación y has fracasado, tanto si
se trataba de una dieta extrema en la que te estrellaste o un caro “remedio” para curar
una relación (quizás un viaje improvisado a París) que dejó tu romance en el mismo
estado de mala salud. Ese es el problema de la innovación. Demasiado a menudo hallas
el éxito en el corto plazo, solo para descubrir que vuelves a caer en tus antiguas
maneras de actuar, cuando tu estallido inicial de entusiasmo se desvanece. El cambio
radical es como acometer cuesta arriba una empinada colina: puedes agotarte antes de
alcanzar la cima o, si te pones a pensar en todo el trabajo que tienes por delante,
renuncias antes de haber empezado.
Hay una alternativa a la innovación. Es un camino completamente distinto, uno que te
eleva tan suavemente hacia arriba de la colina que apenas te das cuenta de que estás
subiendo. Esta estrategia alternativa para el cambio se llama kaizen. El kaizen se
resume en este familiar pero poderoso refrán: “Un viaje de mil millas comienza con un
primer paso”.
Pese al nombre extranjero, el kaizen —pequeños pasos para la mejora continua— fue
inicialmente aplicado de forma sistemática en la época de la Gran Depresión
estadounidense. Cuando Francia cayó en manos de la Alemania nazi en 1940, los
líderes estadounidenses se dieron cuenta de la urgencia con la que los aliados
necesitaban que les enviaran equipamiento militar. Además, se vieron obligados a
reconocer que también los soldados estadounidenses podían ser enviados pronto al
extranjero, y que necesitaban sus propios tanques, armas y suministros. Los
fabricantes estadounidenses deberían profundizar en la calidad y la cantidad de
producción de equipamiento, y rápido.
Para superar la escasez de tiempo y las restricciones de personal, el gobierno de
Estados Unidos creó unos cursos de dirección denominados Training Within Industry
(TWI, “formación en la industria”), que ofreció a las corporaciones de todo Estados
Unidos. Uno de esos cursos contenía las semillas de lo que, en otro momento y lugar,
se dio a conocer como el kaizen. En vez de animar al cambio radical, más innovador,
para producir los resultados requeridos, el curso TWI exhortaba a los directivos a
perseguir lo que se denomina “mejora continua”. El manual del curso instaba a los
supervisores a “buscar cientos de pequeñas cosas que tú puedas mejorar. No intentes
planificar una estructura departamental completamente nueva o ir a por una gran
instalación de nuevo equipamiento. No hay tiempo para esos grandes asuntos. Busca
mejoras en las tareas ya existentes con tu equipamiento actual”.
Uno de los más elocuentes abogados de la mejora continua en esa época fue el doctor
W. Edwards Deming, un estadístico que trabajaba en un equipo de control de calidad
que ayudaba a los fabricantes estadounidenses cuando trataban de pisar terreno firme
en tiempos de guerra. El doctor Deming instruyó a los directivos para que implicaran a
cada uno de los empleados en el proceso de mejora. Todos, desde aquellos que
ocupaban los puestos más bajos hasta los hombres que ocupaban puestos relevantes,
fueron animados a hallar pequeñas maneras de incrementar la calidad de sus
productos y la eficiencia en su creación.
Al principio, esta filosofía debió de chocar y parecer inadecuada dadas las
circunstancias, pero de algún modo esos pequeños pasos imprimieron una importante
aceleración a la capacidad productiva de Estados Unidos. La calidad del equipamiento
estadounidense y la velocidad de su producción fueron dos de los más importantes
factores de la victoria aliada.
Esta filosofía de los pequeños pasos hacia la mejora fue introducida en Japón después
de la guerra, cuando las fuerzas de ocupación del general Douglas MacArthur
comenzaron a reconstruir aquel país devastado. Si estás familiarizado con la
superioridad corporativa japonesa de finales del siglo XX, puede que te sorprenda saber
que muchas de sus empresas de posguerra estaban pobremente organizadas, con
escasas prácticas de gestión y baja moral entre los empleados. El general MacArthur
vio la necesidad de mejorar la eficiencia japonesa y elevar los estándares
empresariales. Una economía japonesa próspera era del mayor interés para MacArthur,
porque una sociedad fuerte podía representar un baluarte contra una posible amenaza
de Corea del Norte y mantener a sus tropas permanentemente abastecidas. De modo
que trajo a los expertos del TWI del gobierno de Estados Unidos, incluyendo a los que
enfatizaban la importancia de dar pequeños pasos cotidianos hacia el cambio. Y al
mismo tiempo que MacArthur seguía adelante con los pequeños pasos, la Fuerza Aérea
de Estados Unidos impartía un curso de dirección y supervisión para empresarios
japoneses, cerca de una de sus bases locales. El curso se llamaba Management
Training Program (MTP, “programa de formación para directivos”) y sus principios eran
casi idénticos a los desarrollados por el doctor Deming y sus colegas al inicio de la
guerra. Se inscribieron miles de directivos de empresas japonesas.
Los japoneses fueron extraordinariamente receptivos a esa idea. Su base industrial
estaba destruida, carecían de los recursos necesarios para realizar una reorganización
profunda. Ver a los empleados como un recurso para la creatividad y la mejora, y
aprender a ser receptivos a las ideas de los subordinados era una noción desconocida
(como lo había sido para los estadounidenses), pero los que se graduaron en estos
programas le dieron una oportunidad. Los pequeños pasos fueron tan exitosos que los
japoneses le pusieron un nombre propio: kaizen.
A lo largo de décadas de trabajo con gente de todas clases, con fortalezas y
necesidades singulares, he desarrollado una teoría sobre por qué el kaizen funciona
cuando cualquier otra cosa falla. Los capítulos siguientes están dedicados a la
aplicación personal del kaizen y engloban cinco herramientas diferentes:
● hacer preguntas pequeñas para disipar temores e inspirar creatividad;
● tener pensamientos pequeños para desarrollar nuevas habilidades y hábitos, sin
mover un músculo;
● realizar acciones pequeñas que garanticen el éxito;
● resolver problemas pequeños, incluso cuando te enfrentes a una crisis
abrumadora;u
● reconocer los pequeños pero cruciales momentos que los demás ignoran.
Estas preguntas también tienen el poder de involucrar al cerebro, haciendo relucir una
brillante e implacable luz incandescente sobre los fallos y errores, tanto reales como
imaginarios o exagerados. Ellas hacen que brote la chispa de la energía intelectual, muy
bien, pero esa energía se utiliza para producir debilidades y enfatizar deficiencias.
Cuando oigo a los clientes —sobre todo a aquellos que están perdiendo claramente su
autoestima— haciéndose daño a sí mismos de esa manera, les pido que empleen otra
técnica kaizen. Si tiendes a hacerte reproches utilizando preguntas negativas (“¿Por
qué estoy tan gorda?”), intenta preguntarte: “¿Qué es lo que me gusta hoy de mí?”.
Hazte esta pregunta todos los días, escribiendo la respuesta en un diario o en una hoja
de papel que guardes en un lugar especialmente destinado para eso.
Tengo la esperanza de que desarrolles el hábito kaizen de hacerte preguntas pequeñas
(¡y positivas!). Cuando comiences a hacerlo, recuerda que estás programando tu
cerebro para la creatividad, de modo que escoge una pregunta y repítela durante el
transcurso de varios días o semanas. En lugar de congelar a tu cerebro con ingentes y
airadas demandas, experimentarás el productivo rendimiento de un cerebro que está
siendo gratamente desafiado.
● Dejar de excederte: quita algo del carrito de la compra antes de dirigirte a la caja.
● Iniciar un programa de ejercicios: ponte de pie —sí, simplemente ponte— en la
cinta de correr durante unos minutos por la mañana.
● Controlar el estrés: una vez al día, localiza qué parte de tu cuerpo está tensa (¿el
cuello?, ¿la parte inferior de la espalda?, ¿los hombros?). Después, respira hondo.
● Mantener limpia la casa: elige una zona de la casa, programa cinco minutos en
un cronómetro y ordénala. Detente cuando el tiempo acabe.
Estas acciones pequeñas, habitualmente les suenan extrañas a los no iniciados. Pero si
has estado luchando para hacer un gran cambio —perder 10 kilos, cambiar de profesión
o estabilizar una relación amorosa que se está hundiendo— y has fracasado, entonces
puede que aprecies cómo los pequeños cambios pueden ser de utilidad. Recuerda que
los grandes y audaces esfuerzos para hacer un cambio pueden ser contraproducentes.
Muchos de esos esfuerzos no tienen en cuenta los pesados obstáculos que puede
haber en el camino: la falta de tiempo, los presupuestos ajustados o una
profundamente arraigada resistencia al cambio. Tal como hemos aprendido, los
programas radicales de cambio pueden hacer surgir tus ocultas o no tan ocultas dudas
y temores (“¿Y si fracaso?”, “¿Y si logro mi objetivo y sigo siendo infeliz?”), activando las
alarmas de la amígdala. El cerebro responde a este miedo con niveles hormonales
disparados y bajos niveles de creatividad, en lugar de con la positiva y consistente
energía que necesitas para lograr tus metas a largo plazo.
Las acciones pequeñas llevan muy poco tiempo o dinero y son agradables incluso para
aquellos de nosotros que no tienen acumulado un gran volumen de voluntad. Las
acciones pequeñas engañan al cerebro, que piensa: “Ah, este cambio es tan pequeño
que no es gran cosa. No hay motivo para ponerse nervioso. En esto no hay riesgo de
fallar o de ser infeliz”. Al sortear la respuesta al miedo, las acciones pequeñas le
permiten al cerebro crear nuevos hábitos permanentes, a un ritmo que puede ser
sorprendentemente rápido.
El kaizen elimina el hábito. Cuando la gente está tratando de abandonar una adicción
insana, uno de sus mayores temores es la posibilidad de que a un corto período de
éxito siga una larga recaída en ese mal hábito. No importa si la adicción es a los
cigarrillos, la comida basura, el alcohol, las drogas o a cualquier otra cosa: incluso
manteniéndose libre de la adicción durante muchos meses, la gente en muchas
ocasiones recae y vuelve a su antigua costumbre. No obstante, hay esperanza. He visto
a mucha gente abandonar adicciones permanentemente dando pasos pequeños.
Yo comencé recomendando esta particular modalidad de pasos kaizen para las
adicciones cuando advertí que entre los fumadores que habían dejado el hábito, pero
habían vuelto a él, se repetía la frase “Los cigarrillos son mis amigos”. A veces se reían
cuando la decían, pero su sentimiento era auténtico. Descubrí que muchos de esos
fumadores se habían criado en familias con padres incapaces de prestar una atención
adecuada. Siendo niños, habían aprendido rápidamente a guardarse los problemas para
sí mismos y a no confiar en nadie cuando se sentían mal. Si una persona como esta
trata de abandonar la adicción, sin aprender a pedir ayuda a los demás, es poco
probable que tenga éxito. Vivir sin su “amigo” es sencillamente demasiado aterrador.
Una clienta, Rachel, era una mujer en la mitad de la cuarentena, cuya vida encajaba en el
modelo que acabo de describir: siendo niña, Rachel decidió que nunca se apoyaría en
nadie. Y no lo hizo. Aprendió a ser económicamente independiente, y era capaz de
llevar su casa y desempeñarse en su profesión sin ayuda. Pero no había desarrollado la
capacidad de recibir apoyo de los demás. Rachel podía contar con varios amigos de
cuya camaradería disfrutaba, pero nunca se confiaba a ellos o se daba a conocer de
manera íntima. Sus relaciones sentimentales eran con hombres siempre distantes.
Pero todos nosotros necesitamos alguna forma de apoyo externo, y la de Rachel eran
los cigarrillos. Cuando las cosas se ponían difíciles, ella sacaba a su “mejor amigo” y
fumaba. La nicotina la animaba cuando estaba deprimida y la calmaba cuando estaba
ansiosa.
Rachel vino a verme porque sabía que necesitaba abandonar de forma permanente el
hábito. Sus frecuentes problemas respiratorios lo habían convertido en algo
terriblemente inquietante. En ocasiones, ella lo había dejado durante un mes o dos cada
vez, pero —lo has adivinado— siempre volvía a recaer.
Uno de los más sólidos factores de éxito en la vida es que una persona se dirija a otro
ser humano en busca de apoyo en momentos en que tiene problemas o miedo. Para
que Rachel realmente consiguiera tener éxito, tenía que aprender a confiar, a hallar un
compañero y un confidente humano que pudiera reemplazar a los cigarrillos.
Entonces le pedí a Rachel que escribiese sus sentimientos en un diario. Las
investigaciones demuestran que las personas que utilizan un diario para expresar sus
emociones reciben muchos de los mismos beneficios físicos y psicológicos que
aquellas que hablan con un médico, un religioso o un amigo. Yo creo que la razón por la
que escribir en un diario es tan eficaz es que, para muchas personas, es realmente
importante decidir que tu vida emocional es lo suficientemente valiosa como para
comprometerte con un libro que nadie verá jamás. Las investigaciones psicológicas
sugieren que los clientes deben escribir en sus diarios, por lo menos, entre quince y
veinte minutos al día para obtener beneficios de esta actividad, pero no había manera
de que Rachel dedicara todo ese tiempo a su vida interior. De modo que comenzamos
con ella escribiendo solamente durante dos minutos al día. El cerebro de Rachel
comenzó a pensar en su diario siempre que se sentía alterada. Al final de ese período,
Rachel se sorprendió al descubrir que su consumo de cigarrillos había disminuido en un
30 por ciento, sin ningún esfuerzo por su parte.
Pronto Rachel comenzó a llamar a personas reales, a aquellos amigos que parecían
dignos de correr el riesgo, y empezó a tener experiencias positivas cuando se dirigió a
ellos de maneras pequeñas. En el transcurso de un mes dejó de fumar. Y esta vez no lo
hizo durante un pequeño intervalo. Rachel no volvió a fumar un cigarrillo en dos años.
● Usar un tono de voz agradable cuando se recibe una llamada telefónica de la
pareja, en oposición a un tono exasperado o un ritmo apresurado que implica
que esa llamada está interrumpiendo tareas importantes.
● Preguntar por las citas con el dentista u otros detalles del día de la otra persona.
● Dejar el mando a distancia, el periódico o el teléfono cuando la pareja entra.
● Llegar a casa a la hora prometida o al menos telefonear si se va a llegar más
tarde.
Estos pequeños momentos resultaron ser un elemento más predictivo de una relación
amorosa plena que unas vacaciones románticas y regalos costosos. Es posible que ello
se deba a que los pequeños momentos proporcionan mayor satisfacción.
Otra aplicación del kaizen a las relaciones es permitirnos estar interesados en los
pequeños detalles de la vida de nuestras parejas. En lugar de esperar que nuestros
compañeros nos entretengan con gestos e historias dramáticas, podemos intentar
apreciar sus cualidades y actos cotidianos. Cuando la gente me dice que está aburrida
en sus actuales relaciones, les sugiero que intenten el kaizen. Puede que también tú
desees hacer eso. Entrénate para concentrarte en los pequeños aspectos positivos de
tu pareja. En lugar de concentrarte en los grandes fallos o esperar un paseo en un
carruaje tirado por caballos o un viaje a París, aprecia sus pequeños gestos, un tono
agradable de voz o una caricia cariñosa.
Conclusión
Tengo la esperanza de haberte convencido de que el kaizen es un poderoso método
para alcanzar objetivos independientes y claros o para resolver comportamientos
problemáticos. La belleza y el desafío del kaizen es que requiere fe. No necesariamente
fe religiosa, o un rígido e irreflexivo compromiso, pero sí la creencia en el poder de tu
cuerpo y tu cerebro para llevarte a donde necesitas ir. Dando pasos pequeños, orientas
tu brújula mental hacia una nueva dirección, permitiendo que tu mente haga el resto.
Esta fe, a menudo, toma la forma de una apacible, paciente actitud ante los retos.
Pese a que el kaizen es una poderosa fuerza para el avance profesional, perder peso o
mejorar la salud, así como para otros objetivos, es algo más profundo que una simple
herramienta para cruzar la línea de meta. Trata de ver al kaizen como un proceso que
nunca se acaba. No lo olvides en un cajón una vez que hayas alcanzado tu objetivo. El
kaizen nos invita a ver la vida como una oportunidad de mejora continua, para buscar
siempre estándares más elevados y ampliar las posibilidades.
¿Qué es más importante en esta vida que aprovechar la posibilidad de cada momento?
Fin del resumen ejecutivo
Biografía del autor
Robert Maurer es psicólogo clínico, director del programa de Ciencias del
Comportamiento en el Centro Médico de UCLA Santa Mónica y miembro del claustro de
la Facultad de Medicina de UCLA. Viaja por todo el mundo impartiendo seminarios y
ayudando a implantar la técnica del kaizen en organizaciones diversas.