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Copia de VENGA TU REINO, Del 7 Al 13 de Mayo 2023

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Comunidad Apostólica Hosanna

Redes de Discipulado
Lección del 7 al 13 de Mayo de 2022
Apóstol Edwin Álvarez
Página Web: www.edwinalvarez.org

VENGA TU REINO

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu
reino”. (Mateo 6:9-10a)

Haciendo recorderis de la lección anterior, en la que nos trasladamos a estudiar la petición


de Jesús “Venga tu Reino”, le hemos dado una mirada a el reino de Dios desde la
perspectiva de la oración, estudiando la naturaleza del Reino, los misterios del Reino, y la
oración del Reino. 

A fin de profundizar nuestro conocimiento, sobre la relación entre la oración y el reino de


Dios (y. consecuentemente llevar a la práctica) consideraremos ahora algunos aspectos
fundamentales que se aplican a la petición: “Venga  tu Reino”.

LA PALABRA DEL REINO.

La oración eficaz se sustenta en la palabra de Dios. Jesús reveló el reino de Dios o reino de
los cielos en sus sermones, enseñanzas y parábolas, siendo esta última la figura literaria
predilecta en la pedagogía del Señor. 

Se puede definir una parábola como una narración de un hecho, generalmente ficticio, para
deducir, por vía de la comparación, lecciones espirituales y morales. Una parábola es una
narración relativamente corta, en la que su contenido nos induce a desprender enseñanzas
útiles para la vida. 

Los evangelios registran unas cuarenta y dos parábolas de Jesús, la mayoría de las cuales se
refieren al reino.  Los Sinópticos concuerdan en presentar la “Parábola del Sembrador”
como la primera en los labios de Jesús. Leamos: “Y les habló muchas cosas por parábolas,
diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la
semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en
pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad
de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio
fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír,
oiga”. (Mateo 13:3-9)

Cómo los mismos discípulos de Jesús no entendían el significado de esta parábola, le


pidieron al Señor que se las explicara. De la explicación de Jesús desprendemos que cuando
oramos pidiendo “Venga tu reino” estamos clamando, consecuentemente, por la palabra
del reino. “Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra
del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.
Este es el que fue sembrado junto al camino”. (Mateo 13:18-19). Jesús nos indica
claramente que el reino tiene su propia palabra.

La lógica nos conduce a concluir que cuando pedimos “Venga tu Reino“, estamos orando
para que se cumpla, se aplique extienda la palabra del reino

Cómo no disponemos ni de espacio ni de tiempo para toda la parábola del reino, de las que
sólo en el capítulo 13 de Mateo encontramos ocho, ocuparemos de lo más relevante de la
“Parábola del Sembrador”, siempre con el prisma de la oración en el fondo. Para quienes
les interesa conocer un poco más de las parábolas del reino de Mateo 13, les anunció la
lista: 
Parábola del grano de mostaza. Mateo 13:31 32
Parábola del reino de la levadura. Mateo 13 2.33
Parábola del tesoro escondido. Mateo 13:44
Parábola de la Perla de gran precio. Mateo 13:45
Parábola de la Red. Mateo 13:47 49
Parábola de los tesoros. Mateo 13 51-52

LA SEMILLA DEL REINO.

No necesitamos de un profundo discernimiento espiritual para comprender que la


SEMILLA DEL REINO es la Palabra de Dios. Jesús dijo que: “el sembrador salió a
sembrar”, para luego explicar “cuando alguno oye la palabra del reino”. “Este es el que
fue sembrado junto al camino”. Al concluir su explicación sobre la Parábola del
Sembrador Jesús enseña: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. (Mateo
13:23) La diferencia entre la semilla del camino, y la semilla de la buena tierra radica
exclusivamente en la manera en la que cada uno recibió, entendió y aplicó la semilla, esto
es, la Palabra de Dios.  

De allí  la importancia que tiene la oración para suplicar al Señor  que haga de nuestros
corazones la buena tierra en donde la palabra recibida, ya sea por la lectura personal de las
Escrituras, o por la exposición por los ministros del Evangelio, produzca el fruto esperado;
así como también, que los corazones a quienes les exponemos la Palabra de Dios sean
transformados en buena tierra, de manera que evidencien los frutos del reino la oración es
fundamental en el proceso de sembrar la semilla, esto es, la Palabra de Dios.

Consideremos ahora algunas verdades intrínsecas a la semilla del reino, en la intención de


iluminar nuestro corazón en inspirarnos a orar con discernimiento y entendimiento.

EL PODER DE LA SEMILLA
VIDA

La palabra del reino tiene vida en sí misma. Jesús fue intencional al indicar que “la semilla
es la Palabra de Dios” al explicar la Parábola del Sembrador en el evangelio de Lucas,
específicamente en Lucas 8:11 “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de
Dios”. 

Las semillas tienen vida en sí mismas y por sí mismas, por tanto, poseen el poder de la
reproducción. Esta es la razón por la que la semilla debe ser sembrada, para que se active su
poder reproductivo. La palabra del reino, la semilla de Dios, tiene vida en sí misma y
potencia para la reproducción y la multiplicación. “Las palabras que yo he hablado son
espíritu y son vida” fue la respuesta de Jesús cuando los judíos se ofendieron por lo que
entendieron como dura palabra por parte del Señor. “Al oírlas, muchos de sus discípulos
dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus
discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del
Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada
aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.  (Juan 6:60-63)

PROCLAMACIÓN.

El poder de la semilla respalda su proclamación. “Y les dijo: Id por todo el mundo y


predicad el evangelio a toda criatura. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi
nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán
sus manos, y sanarán. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el
Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”. (Marcos
16:15,17-18 y20)

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y
no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”. (Juan 5:24) “Porque la palabra
de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y
las intenciones del corazón”.  (Hebreos 4:12) “Así será mi palabra que sale de mi boca;
no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para
que la envié”.  (Isaías 55:11)

La proclamación de la Palabra de Dios confirmará el poder de la vida que hay en la semilla.


La Palabra de Dios tiene el poder para transformar las vidas, tiene el poder de permanecer
por la eternidad, tiene el poder para cumplir el propósito de Dios, tiene el poder para dar
frutos para la gloria de Dios. 

TRANSFORMACIÓN.

La semilla, esto es, la Palabra de Dios, tiene en sí misma el poder para transformar, tanto
los corazones de los hombres, como las circunstancias de la vida. La palabra predicaba por
Pedro el día de Pentecostés tuvo el poder para transformar el corazón de tres mil enemigos
del mensaje de Jesucristo, al punto que se arrepintieron y nacieron de nuevo. Ese mismo
poder transformador les da a los corazones de buena tierra el poder para vivir en un nuevo
estilo de vida, según “la justicia y santidad de la verdad”.
Oremos que el poder transformador de la Palabra produzca verdaderos discípulos de
Jesucristo, dispuestos a vivir sus vidas “sobria, justa y piadosamente”. (Tito 2:12) La
Palabra tiene el poder para darnos el nuevo nacimiento, y también un nuevo estilo de vida
que procura continuamente agradar a Dios.

PASIÓN.

Cuando el ángel sacó a los apóstoles de la cárcel, les dio este mandato de parte de Dios.
“Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida”. 
(Hechos 5:20) ¿Cómo pueden dos hombres que han sido ya dos veces encarcelados y
amenazados de muerte, volver al templo a predicar la palabra por la cual han sido
perseguidos? La respuesta es sencilla, pero a la vez compleja: por la pasión que produce la
Palabra de Dios. Al pedir “Venga tu Reino”, estamos suplicando que la pasión por
predicar la Palabra del reino consuma nuestros corazones.

Esta es la pasión que ardió en todos los hombres y mujeres de la Biblia que recibieron
como buena tierra la Palabra de Dios. “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más
fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de
mí.  Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la
palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré
más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un
fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.   (Jeremías 20:7-9)
“Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la
sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”.  (1ª
Corintios 1:21)

Pedro y Juan le respondieron a las autoridades que les prohibían predicar a Jesús . “Porque
no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.  (Hechos 4:20)

Las palabras de Pablo a Timoteo, el último registro que tenemos de las instrucciones del
apóstol antes de su martirio expresa el deseo y el mandato de un padre a un hijo espiritual:
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo
y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.  Pero tú
sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. 
(2ª Timoteo 4:1,2, 5) 

La Palabra de Dios es un fuego que arde en el corazón. Debemos orar para mantener
ardiendo continuamente el juego de Dios. “Aviva el Fuego del don de Dios que está en ti”.
(2ª Timoteo 1:6)

“Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento”. Estas palabras de Pablo
me animan a escudriñar las Escrituras para encontrar secretos de la oración. La palabra del
reino es un faro que ilumina nuestro sendero en el ascenso hacia la cúspide de la bendición
que nos da la oración. Oremos por el poder de la vida de la Palabra, por el poder de los
frutos que deben seguir a la proclamación de la Palabra, por la transformación que produce
la Palabra y por la pasión, el fuego de Dios, que debe llenar nuestros corazones para
proclamar la Palabra de Dios. Amén 

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