FPH - Lect1. Un Hecho Social Total
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ESTUDIOS GENERALES
Asignatura:
Formación Personal Humanística
Estimados alumn@s:
ANTE LO DESCONOCIDO...
La pandemia y el sistema-Mundo
Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal
magnitud. Surgido hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha
recorrido ya todo el planeta, y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de
millones de personas. ...Nadie ignora que no es sólo una crisis sanitaria.
Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos -como
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La economía mundial se encuentra paralizada, una peor tragedia económica que la Gran
Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se preguntan si morirán
del virus o de la quiebra y del paro. David Beasley, Director ejecutivo del Programa
Alimentario Mundial (PAM), ha alertado sobre la situación catastrófica que se avecina:
Estamos al borde de una ‘pandemia de desnutrición’. El número de personas que sufren
de hambre severa podría duplicarse de aquí a final de año, superando la cifra de 250
millones de personas. La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo
pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación
más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica
que cada año mata a millones de personas.
El Coronavirus
Hay controversia, al más alto nivel sobre el origen de este virus aparecido en Wuhan
(Hubei, China). Como no se ha identificado todavía al ‘paciente cero, o sea el primer
contagio de animal a humano, varias especulaciones circulan. Pero estudios científicos
solventes descartan que el nuevo coronavirus sea un arma biológica de diseño liberada
intencionadamente o por accidente: « Nuestros análisis demuestran claramente que el
SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni un virus deliberadamente
manipulado. » afirmó tajantemente el profesor de la Universidad de Sydney (Australia)
Edward C. Holmes, el mejor experto mundial del nuevo patógeno.
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Ignoramos aún muchas cosas de este agente infeccioso: no sabemos, por ejemplo, si ya
ha mutado o si va a mutar. Ni por qué infecta más a los hombres que a las mujeres. Ni
cuáles son los determinantes que hacen que dos personas de características semejantes
-jóvenes, sanas, sin patologías asociadas-desarrollan formas opuestas de la enfermedad,
leve una, grave o mortal la otra. Ni por qué los niños casi nunca tienen formas graves de
la infección. Ni si los enfermos curados siguen transmitiendo la plaga, ni si quedan
realmente inmunizados. Pero existe un amplio acuerdo entre los investigadores
internacionales para reconocer que este nuevo germen ha surgido del mismo modo que
otros anteriormente: saltando de un animal a los seres humanos.
Lo que no se acaba de entender es ¿por qué, si ya convivimos con otros seis coronavirus
y los tenemos globalmente controlados, este nuevo patógeno ha provocado tal colosal
pandemia? ¿Qué tiene de particular este germen? ¿Por qué su rapidez de infectación ha
desbordado las previsiones de las mejores autoridades sanitarias del mundo?
Sin duda, como se ha repetido mucho, condiciones ajenas al virus como la velocidad
actual de las comunicaciones, la hipermovilidad y la intensidad de los intercambios en la
era de la globalización han favorecido su propagación. Obvio.
Pero entonces ¿por qué el SARS en 2002 o el MERS en 2012, también causados por
nuevos coronavirus, no se ‘globalizaron’ de igual manera en todo el planeta?
Para responder a estas preguntas, lo primero que hay que recordar es que « los virus son
inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están vivos porque no pueden
reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células,
secuestrar su maquinaria y replicarse. Y en eso son eficaces y sofisticados porque llevan
millones de años desarrollando nuevas maneras de burlar nuestro sistema inmune. »
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Ignoramos con certeza por qué el virus viaja tan rápidamente, pero lo que sabemos es
que, desde el momento en que penetra -por los ojos, la nariz o la boca- en el cuerpo de
su víctima ya comienzan a replicarse de modo exponencial... Según la investigadora
Isabel Sola, del Centro Nacional de Biotecnología de España: « Una vez dentro de la
primera célula humana, cada coronavirus genera hasta 100.000 copias de sí mismo en
menos de 24 horas ». Pero además, otro rasgo singular y astuto de este patógeno es que,
al invadir un cuerpo humano, concentra su primer ataque, cuando aún es indetectable,
en el tracto respiratorio superior de la persona infectada, desde la nariz a la garganta,
donde se replica con frenética intensidad. Desde ese momento, ya esa persona -que no
siente nada- se convierte en una potente bomba bacteriológica y empieza a diseminar
masivamente en su entorno -simplemente al hablar o al respirar- el virus letal.
En China, hasta el 86% de los contagios se debieron a personas asintomáticas, sin signos
detectables de la infección. En la Universidad de Oxford, un grupo de investigadores
demostró que hasta la mitad de los contagios por e SARS-CoV-2 se debe a individuos no
diagnosticados y sin síntomas aparentes.
Sólo una minoría de contagiados padece el segundo ataque del germen, concentrado
esta vez en los pulmones, de manera similar al SARS de 2002 (aunque la carga viral del
nuevo coronavirus es mil veces superior a la del SARS), provocando neumonías que
pueden llegar a ser letales, sobre todo en personas mayores de 65 años con
enfermedades crónicas.
En Wuhan, Teherán, Milán, Madrid, París, Londres o Nueva York, médicos y enfermeros
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Cambio Climático
Aunque el origen de todo, como dice David Quammen, reside en los comportamientos
ecodepredadores que nos condenan, si no lo impedimos, a la fatalidad del cambio
climático. Lo que está realmente en causa es el modelo de producción que lleva decenios
saqueando la naturaleza y modificando el clima.
Desde hace lustros, los militantes ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción
humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus
y nuevas enfermedades aparezcan: « La deforestación, la apertura de nuevas carreteras,
la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes
epidemias -explica, por ejemplo, Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en
cambio climático- Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales
salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un
patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar de nuevo a los
humanos; o directamente de un animal salvaje a los humanos... Murciélagos, primates e
incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando
alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos.
Ciber-vigilancia Sanitaria
En Corea del Sur, las autoridades crearon una aplicación para smartphones pensada para
tener un mayor control sobre la expansión del coronavirus mediante el seguimiento
digital de los ciudadanos presentes en zonas de contagio o que padecen la enfermedad.
Esa app se llama "Self-Quarantine Safety Protection", y ha sido desarrollada por el
Ministerio del Interior y Seguridad. La app descubre si un ciudadano ha estado en zonas
de riesgo. Sabe si su test es o no positivo. Si es positivo le ordena confinarse en
cuarentena. También rastrea los movimientos de todos los infectados y localiza los
contactos de cada uno de ellos.
Los lugares por los que anduvieron los contagiados se dan a conocer a los teléfonos
móviles de aquellas personas que se encontraban cerca. Y todas ellas son enviadas en
cuarentena. Cuando los ciudadanos reciben la orden de confinamiento de su centro
médico local, se les prohíbe legalmente abandonar su zona de cuarentena -generalmente
sus hogares- y se les obliga a mantener una separación estricta de las demás personas,
familiares incluidos.
La app también permite realizar un seguimiento por dispositivo vía satélite GPS (Global
Positioning System) de cada persona sospechosa. Si ésta sale de su área de
confinamiento asignada, la app lo sabe inmediatamente y envía una alerta tanto al
sospechoso como al oficial que controla su zona. La multa por desobediencia puede
alcanzar hasta 8 000 dólares. La app también envía avisos de nuevos casos de coronavirus
al vecindario o a zonas cercanas. El objetivo es garantizar un mayor control del virus al
saber, en todo momento, dónde se encuentran tanto los ciudadanos infectados como
los que se hallan en cuarentena.
Contra esos dos nuevos coronavirus, las naciones asiáticas no perdieron tiempo
experimentando tecnologías digitales para frenar los contagios. Echaron mano de
disposiciones de salud pública del pasado que los epidemiólogos conocían bien porque,
frente a numerosas epidemias, como ya lo dijimos, desde la Edad Media, se habían
empleado con eficacia. Perfeccionadas y afinadas desde el siglo XIV, medidas como la
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Todos los infectados se curaron. No murió ni un solo paciente. Todo esto demuestra
que, a pesar de su importancia, las tecnologías digitales de localización e identificación
no son suficientes para contener al coronavirus.
En tan tenebroso contexto, lo más previsible es que, cuando pase la pandemia, varios
de estos Estados, fragilizados, arruinados, endeudados, conozcan fuertes sacudidas
sociales. Ahí también podría haber baños de sangre. También es probable que
asistamos, en ciertas regiones, a una desesperada estampida de emigración salvaje
hacia el Norte, cuyos países estarán, en ese preciso momento, lidiando ellos mismos
con las dolorosas consecuencias de la peor crisis de su historia. Inútil decir que los
nuevos emigrantes, convertidos en chivos expiatorios, no serán bien recibidos.
Alimentarán la xenofobia y los odios de los grupos de extrema derecha en ascenso tanto
en Europa como en Estados Unidos. La historia advierte que los desastres incentivan
los chauvinismos y los racismos.
Para evitar semejantes escenarios de pesadilla, se están alzando muchas voces que
reclaman la adopción de varias disposiciones urgentes. Entre ellas, la condonación de
la deuda de los países en desarrollo que, antes de la crisis, ya tenían una deuda externa
altísima. Y debían pagar, de aquí a final de 2021, según la ONU, unos 2,7 mil millones
de dólares de intereses de su deuda. Muchas personalidades e instituciones están
exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones más afectadas.
El propio Papa Francisco ha reclamado que, « considerando las circunstancias, se
afronten, por parte de todos los países, las grandes necesidades del momento,
reduciendo o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos
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Desglobalizar?
Convertida en la « fábrica del mundo », este país es hoy la única superpotencia capaz
de hacer contrapeso, en el tablero mundial, a Estados Unidos. Junto con la Unión
Europea, Japón y Corea del Sur, Pekín sigue siendo uno de los mayores defensores de
la globalización. Sobre todo desde su adhesión, en 2001, a la Organización Mundial de
Comercio (OMC). Las autoridades chinas estiman que la antimundialización no
resolverá nada y que el proteccionismo es un callejón sin salida porque, en definitiva,
nadie puede exportar y todos quedan bloqueados. Lo que el presidente Xi-Jin Ping ha
expresado con las siguientes palabras: « Querer repartir el océano de la economía
mundial en una serie de pequeños lagos bien separados unos de otros, no sólo es
imposible sino que, además, va a contracorriente de la historia. »
Liderazgos
Si es cierto que en los malos tiempos es cuando surgen los grandes líderes históricos,
este momento pandémico de estrés, confusión y descontrol se ha caracterizado, al
contrario, por la ausencia de grandes liderazgos a la cabeza de las principales potencias
occidentales. El zafarrancho ha puesto particularmente a prueba el temple de algunos
de ellos. En particular, ya lo hemos subrayado, Donald Trump que se ha ganado, por su
pésima gestión, la distinción de « peor presidente estadounidense de todos los tiempos
». Para él y para unos cuantos más, el nuevo coronavirus ha actuado como una suerte de
Principio de Peter, despojándolos de sus máscaras, dejando al desnudo su impostura y
su estrepitoso nivel de incompetencia.
En este escenario volátil, otros líderes en cambio han mostrado visión a largo plazo,
anticipación a los hechos y decisión para actúar rápido. Dos son mujeres, y ambas
progresistas: la primera ministra de Islandia, Katrin Jakobsdottir, feminista y
ambientalista del Partido Verde; y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern,
líder del Partido Laborista.
Todos los países del planeta siguen enfrentando -al mismo tiempo y por primera vez- la
embestida de una suerte de alienígena. La pandemia va para largo. Y es posible que el
virus, después de mutar, regrese. Tal vez el próximo invierno.
Dada la enormidad de lo que está ocurriendo, se avecinan cambios. Aunque nadie sabe
cuáles serán los posibles escenarios que se impondrán. Las incertidumbres son
numerosas. Pero está claro que puede ser un momento de rotunda transformación.
Las cosas no podrán continuar como estaban. Un gran parte de la humanidad no puede
seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan desigual y tan ecocida. Como dice uno de
los memes que más han circulado durante la cuarentena: « No queremos volver a la
normalidad, porque la normalidad es el problema ». La ‘normalidad’ nos trajo la
pandemia.
Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato social y
avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social. En
todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas
más redistributivas, más feministas y una mayor preocupación por los marginados
sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos. Cualquier respuesta post-
pandémica debería apoyarse, como sugiere Edgar Morin, en « los principios de una
economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación ».
Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber gestionado los hospitales
como empresas ha conducido a tratar a los pacientes como mercancía.
Resultado: un desastre tanto humano como sanitario. En todo caso, hay unanimidad para
pedir que la vacuna contra la covid-19, cuando se descubra, sea considerada un ‘bien
público mundial’, y sea gratuita y accesible para toda la humanidad. El nuevo coronavirus
nos ha demostrado que, a la hora de la verdad, médicos, enfermeras y personal sanitario
son infinitamente más valiosos que los brokers o los especuladores financieros.
Sería inteligente anticipar también la próxima crisis climática, que podría sorprendernos
pronto igual que lo hizo el SARS-CoV-2. Detener el consumismo furioso y acabar con la
idea del crecimiento infinito. Nuestro planeta no puede más. Agoniza. Se nos está
muriendo en los brazos. Es imperativo acelerar la transición energética no contaminante
y apresurarse en implementar lo que los ecologistas reclaman desde hace tiempo, un
«Green New Deal», un ambicioso Acuerdo Verde que constituya la nueva alternativa
económica mundial al capitalismo depredador.
¿Y qué pasó después? ¿Europa y Estados Unidos construyeron acaso la ‘sociedad justa’?.
La respuesta es: no. Las promesas se desvanecieron. La mayoría de los supervivientes de
la mortal gripe se apresuraron en olvidar. Un manto de amnesia recubrió el recuerdo. La
gente prefirió lanzarse a vivir la vida con un apetito desenfrenado en lo que se llamó los
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«felices años veinte» (the roaring twenties). Fue la época del jazz, del tango, del
charlestón, del triunfo de Hollywood y de la cultura de masas. Una euforia artificial y
alienante que acabaría estrellándose, diez años después, contra el crack bursátil de 1929
y la Gran Depresión.
En aquel mismo momento, en Italia, una doctrina nueva llegaba al poder. Estaba
destinada a tener mucho éxito. Su nombre: el fascismo. ¿Se repetirá la historia?