Terigi
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Por la pandemia COVID-19 los gobiernos de los más diversos países determinaron la suspensión del
dictado de clases presenciales en todas las instituciones escolares, lo que produjo una desescalada
inédita en la concurrencia a las escuelas.
Las escuelas “de un nuevo tipo” (Vincent, Lahire y in, 2001:13) se relacionan con la instauración de
un nuevo orden urbano: colocar a todxs lxs niñxs en escuelas aparece como un vasto emprendimiento
de orden público, con el objeto de obtener una nueva forma de sujeción.
Hace tiempo se ha señalado que los procesos educativos escolares están siendo interpelados no sólo
por la enorme cantidad de contenidos disponibles dislocados y diseminados, sino también por los
modos en que se transmite, se legitima y se produce el conocimiento (Da Porta, 2018). Sin embargo,
la pandemia, con su cierre de las escuelas y su reapertura parcial y condicionada, ha planteado un
escenario impensado; no parece que se hayan acelerado procesos que habrían tomado la misma forma
con otro ritmo (como la transición hacia formas híbridas de educación o hacia la paulatina
desescolarización de las sociedades), sino que, al menos por un tiempo, el vínculo con la escuela, que
sigue siendo indispensable a escala de las poblaciones, se ha hecho más dependiente de la disposición
de dispositivos tecnológicos y de la conectividad a Internet de lo que habíamos sido capaces de
imaginar.
En lo que se refiere al impacto y los efectos de las tecnicidades en la educación escolar, no estamos en
una situación de mera incorporación de tecnologías y dispositivos a un proceso que sería posible sin
ellos, sino en una enteramente novedosa en la que las tecnicidades, constitutivas de las culturas
contemporáneas, atraviesan, constituyen y desafían las prácticas escolares. La pregunta por cuánto se
alteran los procesos educativos atravesados por las tecnicidades requiere un nuevo abordaje en este
contexto.
Para que la especificidad de la escolarización pueda comprenderse, es necesario pasar revista a los
supuestos pedagógicos en los que se apoya la forma escolar de educar:
Supuestos alterados
Se identifica sin dificultad que el primer supuesto alterado es la presencialidad, a partir de las normas
que determinaron la imposibilidad de concurrir a las escuelas, o que habilitaron luego retornos
segmentados. Esta imposibilidad planteó el problema de cómo sostener la enseñanza sin copresencia
de quienes enseñan y quienes aprenden. Al comienzo del proceso, las instituciones educativas
(incluyendo las universidades) se lanzaron a minimizar la pérdida de clases, tratando de reproducir las
formas de enseñanza conocidas. El proceso no se desarrolla sin obstáculos. En la fase inicial de la
pandemia, se han verificado resistencias a la educación en línea. La alteración de la presencialidad
arrastra consecuencias hacia los otros supuestos, precisamente porque la forma escolar es una
combinación determinada de condiciones, y no un mero agregado.
Proponemos que alumnxs y docentes no se encuentran en la virtualidad sino en los hogares, que la
conexión con lo escolar se ha vuelto en buena medida dependiente de la conectividad, y preferimos
hablar de educación comandada por la escuela y concretada en el hogar, con la mayor o menor
colaboración, cuando corresponde, de lxs adultxs responsables de la crianza de lxs alumnxs. El
contexto escolar permite ciertas prácticas que no son posibles en el contexto de aprendizaje en el
hogar comandado por la escuela.
Afirmamos que las grandes diferencias que se señalan hoy son la explosión de las diferencias de ayer.
La repentina migración de la actividad docente del modelo presencial a la mediación por tecnologías
ha puesto de manifiesto la existencia de tres brechas en relación con las tecnologías: una de acceso,
referida a tener o no tener conectividad y dispositivos tecnológicos; otra de uso, referida al tiempo de
conectividad y uso de los dispositivos y a la calidad del uso; y la brecha escolar, referida a las
habilidades de lxs docentes, la disponibilidad de recursos y la adecuación de plataformas on line de
apoyo a la enseñanza.
En relación con la brecha de uso, a comienzos del siglo las encuestas de acceso a los dispositivos y a
la red comenzaron a indicar que los alumnos de familias de menos recursos económicos pasaban más
tiempo ante los dispositivos y en la red que sus compañeros de clase media y alta. Se comenzó a
hablar entonces de la brecha de segundo orden, en el uso, entre un uso más variado, selectivo y
formativo y otro más indiferenciado, consuntivo, pasivo
Mayor acceso a internet y a dispositivos y, posiblemente, una intervención parental hacia usos más
orientados de las tecnologías configurarán la brecha de segundo orden: el nivel educativo alcanzado
por las personas adultas del grupo familiar opera estructuralmente sobre la dinámica de uso de las
tecnologías, en una situación en la que el vínculo restringido con las tecnologías (no acceder o no
utilizarlas) se acentúa si el perfil educacional de los adultos decrece.
Agreguemos que las brechas de segundo orden tienen una relación reconocible con las de primer
orden.
Qué usos se puedan hacer de las tecnologías y, sobre todo, cuán pertinentes sean esos usos para tareas
educativas, depende de la calidad de los dispositivos y la conectividad.
Aun sin entrar en el análisis de la tercera brecha, podemos afirmar que la educación en los hogares a
la que nos ha empujado la pandemia se realiza en condiciones de desigualdad en el acceso y uso de las
tecnologías, que propician desigualdades educativas.
Educación y plataformas
En las plataformas, la conectividad es un valor cuantificable y los datos de los usuarios se utilizan
para influir en el tráfico y monetizar flujos de información. Ahora bien, en la pandemia, la migración
forzada ha empujado a la actividad en las plataformas a numerosos docentes y estudiantes que, hasta
ese momento, no participaban o lo hacían de manera acotada. La actividad en la web previa a la
pandemia de -digamos- un alumno de primer grado de primaria, cuando existía, probablemente se
limitaba a los juegos, las películas y, en general, el esparcimiento (Moyano, 2020). El desarrollo de la
actividad escolar por medio de plataformas modificó esta situación... para todxs lxs que cuentan con
conectividad, que ha sido una condición indispensable para mantener la vinculación con la escuela.
Esta pregunta –siempre interesante- se actualiza a propósito de una educación escolar mediada por
plataformas; cabe sostener la pregunta por la restricción o amplitud de las formas de humanidad que
se promueven, considerando la utilización de los datos en que se convierte la actividad de los sujetos
para alimentar plataformas que acaban moldeando ciertas formas de actividad, ciertas preferencias,
ciertos consumos. En lo inmediato, será necesario estudiar las formas de enseñanza y de aprendizaje
que las plataformas inhiben o estimulan, así como los forzamientos que introducen los usuarios, en
especial cuando componen combinaciones propias de plataformas, aplicaciones y recursos digitales.
Cuando sea que se produzca la vuelta a la presencialidad, habrá que combinar más premeditadamente
la educación que sabemos hacer bien, que es en presencia, con las propuestas sin presencia, con apoyo
en tecnologías clásicas como los libros o los videos y con aprendizaje sistemático, por parte de lxs
docentes, de la integración de otras tecnologías.
Los diagnósticos desarrollados en países que afrontaron más tempranamente el cierre de las escuelas
enfatizaron hace meses la necesidad de invertir en equipamiento pero, sobre todo, en conectividad
(Zubillaga y Gortazar, 2020).
Queda, sin embargo, un recurso tangible: el saber pedagógico. Lxs docentes cuentan con un saber
especializado; en estos meses, esto se ha hecho más claro al menos para quienes están a cargo de la
educación doméstica de lxs alumnxs, quienes parecen haber comprendido que enseñar es una tarea
especializada y que, sin esa especialidad, enseñar no solo es difícil sino, muchas veces, improbable.
Eso no significa que lxs docentes tengan un saber inmediatamente disponible para resolver la
enseñanza en esta interfaz escuela/ familia, o en una eventual vuelta parcial a las escuelas. Pero tienen
una base de conocimiento profesional que les permite pensar la enseñanza en otras condiciones.