Historia Del Cine
Historia Del Cine
Historia Del Cine
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_cine
Proyector
El cine fue oficialmente inaugurado como espectáculo en París, el 28 de diciembre
de 1895. Desde entonces ha experimentado una serie de cambios en varios
sentidos. Por un lado, la tecnología del cine ha evolucionado mucho, desde el
primitivo cinematógrafo mudo de los hermanos Lumière, hasta el cine digital del
siglo XXI. Por otro lado, ha evolucionado el lenguaje cinematográfico, incluyendo
las convenciones del género, creando así los géneros cinematográficos. En tercer
lugar, ha evolucionado con la sociedad, surgiendo así distintos movimientos
cinematográficos, cinematografías nacionales, etc.
Contenido
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• 1 Inicio del cine y fundación de la industria fílmica
○ 1.1 Primeros pasos del cinematógrafo
○ 1.2 Hollywood y el Star System
1.2.1 Cine Mudo
○ 1.3 El cine mudo europeo
○ 1.4 La creación del lenguaje cinematográfico
• 2 La edad dorada de Hollywood
○ 2.1 El cine sonoro
○ 2.2 Los géneros cinematográficos
1
○ 2.3 Distribución de las películas
○ 2.4 Cine fuera de Estados Unidos
• 3 Crisis de Hollywood y nuevos rumbos del cine
○ 3.1 Hollywood entra en crisis
○ 3.2 Cine de autor contra cine de productor
○ 3.3 La renovación del cine en Estados Unidos
• 4 El cine reciente
○ 4.1 La llegada de los blockbuster
○ 4.2 Cine comercial contra cine arte
○ 4.3 Cine y Postmodernidad
○ 4.4 El cine e Internet
• 5 Anexos
○ 5.1 Referencias
• 6 Véase también
• 7 Enlaces externos
Inicio del cine y fundación de la industria fílmica
Primeros pasos del cinematógrafo
Artículo principal: Cine mudo
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Gracias a ellos, y a los expresionistas alemanes ya mencionados, el lenguaje
fílmico alcanza su madurez en la década de 1920.
La edad dorada de Hollywood
El cine sonoro
La siguiente gran barrera era incorporar sonido a las películas. En 1927, los
estudios Warner Bros, que se encontraban en una muy delicada situación
financiera, apostaron por integrar un nuevo sistema de sonido. El resultado fue El
cantante de jazz, la primera película sonora de la historia, en la que Al Jolson se
inmortalizó pronunciando las palabras inaugurales: «ustedes aún no han
escuchado nada». Ante el éxito, pronto todos los grandes estudios montaron sus
propias películas sonoras, y pronto el cine mudo pasó a ser algo del pasado.
La aparición del cine sonoro originó un terremoto de proporciones entre los
actores, pocos de los cuales pudieron dar el salto desde el cine mudo al sonoro.
Viejas glorias fílmicas vieron naufragar sus carreras ante su mala dicción o su
pésima voz, y nuevas surgieron en su reemplazo. Quizás el único de los grandes
del cine mudo que siguió tozudamente haciendo filmes mudos fue Charles
Chaplin, con Tiempos modernos (1936) y El gran dictador (1940).
El surgimiento del cine sonoro llevó al desarrollo del concepto de banda sonora. El
antiguo pianista que acompañaba las funciones fue dejado en el olvido. La primera
gran banda sonora digna de ese nombre es la que Max Steiner compuso para el
King Kong de 1933.
Los géneros cinematográficos [editar]
La industrialización del cine hizo nacer también las llamadas convenciones de
género, y por ende, los géneros cinematográficos propiamente tales.
El primer cine era documental: escenas de obreros saliendo de las fábricas y
cosas así. Pero el cine documental en cuanto tal, recién vino a nacer en 1922, con
el filme Nanuk el esquimal. Aunque nunca demasiado popular, de tarde en tarde
se rodarían algunos clásicos, como por ejemplo El mundo sumergido, de Jacques
Cousteau.
El cine histórico y bíblico, por su parte, caminarían de la mano, en la búsqueda de
la espectacularidad. Desde antiguo se habían rodado películas sobre la vida de
Cristo (por ejemplo, Del pesebre a la cruz (1912). Sin embargo, el cineasta que le
dio verdadera carta de naturaleza al cine histórico o bíblico fue Cecil B. DeMille,
con hitos como Los diez mandamientos (versión original de 1923 y remake de
1956), Rey de reyes (1927) o Cleopatra (1934). Otro clásico de época es Lo que
el viento se llevó, estrenada tras varias peripecias en 1939.
En la década de 1930 surgen también, estrechamente hermanados, el cine de
gángsters y el cine negro. Hitos claves del cine gangsteril fueron el Scarface de
1932 o Hampa dorada, y un director clave fue Howard Hawks. Su éxito se explica
por la dosis de crítica social que dichos filmes envolvían, sobre la situación
posterior a la Gran Depresión de 1929. Además, fueron campo de experimentos
formales con la iluminación, con fuerte influencia de los cineastas europeos
herederos del Expresionismo, muchos de los cuales habían llegado a Hollywood
huyendo del Tercer Reich, por ese entonces ascendente. Quizás el actor más
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asociado con el género es Humphrey Bogart, con clásicos como Casablanca, El
halcón maltés o El sueño eterno.
El cine fantástico y de ciencia ficción había también experimentado su propio
desarrollo, paralelo a un elemento que le era indispensable: el desarrollo de los
efectos especiales. Ya Méliès había diseñado una curiosa fantasía llamada De la
Tierra a la Luna, vagamente basada en la novela de Julio Verne. La gran película
del cine mudo de ciencia ficción fue Metrópolis, de Fritz Lang (1927), la cual marcó
estéticamente a muchos cineastas posteriores, pero que en su tiempo fue un
fracaso de taquilla, costoso para los cánones de la época, y que por lo tanto,
relegó a la ciencia ficción fílmica al plano de mero entretenimiento, sin mayor
trascendencia intelectual, estigma que pesaría sobre el género hasta 2001:
Odisea del espacio (1968). En la década de 1930, coincidiendo con la Gran
Depresión y el Nazismo, se puso de moda el cine de terror, con clásicos como
Drácula (con Bela Lugosi, dirigida por Tod Browning, en 1931), o el Frankenstein
de James Whale, con Boris Karloff (1931). Con éstos y otros filmes, los Estudios
Universal crearon la imagen moderna de los clásicos monstruos de la literatura de
terror.
La llegada del sonido permitió también el desarrollo de la comedia musical, género
harto más amable, incluso de evasión, en donde primaba el peso de los números
musicales y canciones por sobre la historia, y que fue el vehículo de lucimiento
para diversos bailarines. Los más importantes fueron la dupla conformada por
Ginger Rogers y Fred Astaire. El gran clásico del género es Cantando bajo la
lluvia (1952).
Un género típicamente norteamericano que se desarrolló en aquellos años, fue el
Western, en particular gracias al trabajo de cineastas como John Ford. El gran
actor de westerns de la época fue John Wayne. El género fue muy exitoso en
Estados Unidos, por construir una mitología fílmica de carácter nacionalista.
Su importancia tuvieron también los filmes de aventuras y de capa y espada. Muy
exitoso en ese tiempo fue el cine de piratas. Quizás el más recordado héroe
posterior a Douglas Fairbanks sea Errol Flynn (Capitán Blood, 1935), quien más o
menos tomó su relevo en la década de 1930.
En cuanto a la comedia, su edad de oro comenzó con los Keystone Cops, los
alocados cortos con policías de Mack Sennett, que inventaron el concepto de gag,
incluyendo uno clásico: lanzarle pasteles de crema a la cara de la gente. Pero el
primer gran personaje cómico fue el vagabundo sin nombre que Charles Chaplin
interpretara en numerosos cortos, y más tarde en largometrajes como The Kid
(1921) o Luces de la ciudad (1927). Otro cómico importante fue Buster Keaton.
Más tarde llegaron El gordo y el flaco, Los Tres Chiflados, y Jerry Lewis.
Por último se debe mencionar que con los largometrajes Blancanieves y los siete
enanitos (1937) y Fantasía (1940), Walt Disney impulsó definitivamente la industria
del cine de animación, aunque la primera película del género es El Apóstol (1917),
producida en Argentina por Quirino Cristiani.
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El director Orson Welles
Posiblemente la cúspide de las posibilidades del cine de la época, en términos de
lenguaje cinematográfico, haya sido alcanzada por el filme Ciudadano Kane, de
Orson Welles, en 1941. Película polémica en su época, ha sido reconocida en
retrospectiva como uno de los grandes hitos fílmicos de todos los tiempos, y sumó
todos los experimentos conceptuales de la época, cerrando caminos y abriendo
otros, razón por la cual figura regularmente como una de las mejores películas de
todos los tiempos, en listados y reseñas críticas.
Distribución de las películas [editar]
Siendo el cine el único multimedia de la época, y estando su producción bien
controlada por los grandes estudios, se desarrolló todo un mecanismo de
producción industrial de películas. Así, se programaba no la exhibición de una
película pura, sino de verdaderos rotativos que ofrecían, por el mismo precio, una
serial y dos películas. A la película principal se sumaba una de menor costo, y
producción barata y apresurada, que por su condición de relleno, pasó a ser
llamada serie B. Posteriormente la serie B evolucionaría hasta ser un género por
derecho propio, pero en aquel tiempo, iba adosada al cine normal.
Las llamadas seriales dominicales eran historias dirigidas al público infantil o
juvenil, y que por ende, ofrecían historias de vaqueros, de aventuras o de ciencia
ficción. Constaban de una docena de capítulos, de algunos minutos de extensión
cada uno, y terminaban en cliffhangers que obligaban al espectador a acudir al
cine el domingo siguiente, para saber cómo el protagonista saldría del peligro de
muerte. Historias dominicales de matinée como por ejemplo Flash Gordon contra
el universo no sólo le dieron carta de naturaleza en el cine a personajes por
entonces recientes como Flash Gordon, Superman o Batman, sino que son la
evidente fuente de inspiración para hitos fílmicos posteriores como Star Wars o
Indiana Jones.
En la época comenzó también la relación entre el negocio del cine y el de la
música. Personajes tan disímiles como Mario Lanza, Frank Sinatra, Marlene
Dietrich, Jorge Negrete o Carmen Miranda, por mencionar unos pocos ejemplos
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casi al azar, desarrollaron carreras paralelas como cantantes y actores, con éxito
variable según la época y el país.
Cine fuera de Estados Unidos
Fuera de Estados Unidos, florecieron varias cinematografías nacionales. Las más
pujantes quizás correspondieran a los regímenes totalitarios, quienes
comprendieron el enorme poder propagandístico que había en el cine. Así, la
Unión Soviética fomentó un tipo de cine que ensalzaba la patria soviética y la
Revolución de 1917, sea contra la antigua burguesía zarista, sea contra el invasor
alemán durante la Segunda Guerra Mundial (por ejemplo, Alexander Nevski, de
Eisenstein). En Italia, el régimen fascista de Mussolini ordenó a los estudios
Cinecittà crear una serie de películas fastuosas, en la tradición del colossal italiano
de la década de 1910, que sirvieran para ensalzar la antigua grandeza romana, de
la que Mussolini se sentía heredero; el representante más fiel de este cine fascista
es probablemente el Escipión el Africano rodado en 1937. En Alemania, si bien no
hubo un fuerte control sobre el cine, sí se rodaron numerosos documentales
ensalzando a los nazis, como por ejemplo El triunfo de la voluntad; varios
cineastas contrarios al régimen, por su parte, prefirieron marchar al exilio, como
por ejemplo Fritz Lang.
A la vez, en Latinoamérica habían algunos intentos por crear una industria fílmica
nacional en cada uno de los países independientes, frecuentemente con apoyo y
subsidios del Estado. Sin embargo, con la probable excepción de México, en
donde surgieron figuras como Jorge Negrete, María Félix o Cantinflas, estos
esfuerzos tendieron a ser más bien infructuosos. Muchas de estas estrellas,
apenas podían, tentaban hacer carrera en el extranjero, en particular en
Hollywood, como fue el caso de Carmen Miranda, reina de las banana movies.
Mención aparte merece el surgimiento de Bollywood en la India. Ya en 1913 se
había fundado un estudio dirigido por Dadahaseb Phalké, que produjo unas treinta
películas en diez años. Sin embargo, fue con Alam Ara (1931), la primera película
sonora de la India, la que marcó un antes y un después, al crear una de las más
características tradiciones de Bollywood: el peso de los números musicales dentro
de los filmes. A partir de entonces se diseminaron por la India varios centros de
producción que se especializaron: cine histórico y superproducciones en Bombay,
dramas románticos en Poona, fantasía en Calcuta. La barrera idiomática en un
subcontinente con centenares de lenguas hizo que el cine occidental apenas
llegara a dichas tierras, pero la gran población le permitió a este mercado
cinematográfico ser prácticamente autosuficiente, de modo que Bollywood creció
de manera paralela y autónoma al cine hollywoodense, europeo o soviético,
desarrollando sus propios códigos y cánones, a veces sumamente extraños para
el espectador occidental, pero que le confieren un sabor único dentro de la
cinematografía mundial.1
Crisis de Hollywood y nuevos rumbos del cine
Hollywood entra en crisis
Para la Segunda Guerra Mundial, la maquinaria productiva de Hollywood estaba
tan bien engrasada, que muchos estudios, controlados por judíos, pudieron prestar
activos servicios creando filmes más o menos propagandísticos de apoyo a los
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Aliados, y en contra del Eje. Pero una vez terminada la conflagración, Hollywood
experimentó problemas.
En primer lugar, hubo juicios contra los estudios por el monopolio que ejercían. En
1948, los tribunales de justicia les obligaron a desprenderse de las cadenas de
cine, debiendo limitarse a la producción de las películas, perdiendo la distribución.
Al mismo tiempo, los artistas, cada vez más célebres, empezaron a rebelarse
contra las imposiciones de los estudios. Olivia de Havilland llevó su contrato a
juicio, y tras un largo tiempo litigando, ganó. Con esto, el control que los estudios
ejercían sobre actores y directores, se resquebrajó.
Para colmo, Hollywood debió afrontar un nuevo enemigo: la popularización de la
televisión. Las series de televisión barrieron con las series de matinée, y los
noticiarios televisivos reemplazaron a los cinematográficos. En un tiempo, se
pensó que la televisión acabaría con el cine.
Hollywood respondió reforzando los aspectos en los cuales la televisión no podía
competir, concretamente la espectacularidad. Así, el género épico experimentó un
nuevo auge, con filmes como El manto sagrado, Sinuhé el egipcio o Ben-Hur.
Todos ellos se beneficiaron de avances técnicos como la pantalla panorámica,
gracias a innovaciones como el cinerama o el cinemascope.
En este tiempo apareció también el cine a color. Aunque existía un procedimiento
llamado Autochrome, y ya en tiempos de El mago de Oz (1939) se había tentado
el sistema, pero en general el cine siguió siendo en blanco y negro una década y
media más. Pero la aparición del Technicolor estandarizó el cine en torno al color,
y ya el blanco y negro quedó relegado a aquellas películas que lo utilizaran debido
a su bajísimo presupuesto, o por razones exclusivamente artísticas.
Cine de autor contra cine de productor
Mientras Hollywood bregaba por superar la crisis, en el resto del mundo se
imponían nuevas ideas fílmicas. Impregnados del espíritu de las vanguardias
artísticas de la primera mitad del XX, en Europa comenzó la experimentación
formal, que llevó a la creación de nuevas formas fílmicas.
La primera de ellas, en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, fue el
Neorrealismo. Nació en Italia, como reacción al cine fascista del régimen de
Mussolini, y buscaba la máxima naturalidad, con actores no profesionales,
iluminación natural, etcétera, y con un cine de fuerte crítica social. Se considera
inaugurado el género con Roma, ciudad abierta (1945), aunque suele
considerarse como su mayor representante el Ladrón de bicicletas de Vittorio de
Sica (1948). El Neorrealismo se agotó pronto, pero muchos cineastas formados o
desarrollados en éste, siguieron rodando después (Federico Fellini, Luchino
Visconti, Roberto Rossellini, etcétera).
Esta tendencia hacia un cine más realista y menos espectacular fue recogida en
otros lugares de Europa. En Francia, François Truffaut le dio el definitivo empuje a
la nouvelle vague, con filmes como Los cuatrocientos golpes; los cineastas se
agruparon en torno a la revista Cahiers du Cinema, que utilizaron como vehículo
de sus ideas sobre el cine. Destaca, aparte de Truffaut, J. L. Godard (Al final de la
escapada). Este fenómeno encontró paralelo en el free cinema inglés, y después
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se proyectó en Latinoamérica, muy en particular en el cinema novo de Brasil, con
filmes como Dios y el diablo en la tierra del sol.
Gran parte de la actividad intelectual en torno al cine se desarrollaba no en los
estudios de productores, sino en los foros, en donde se proyectaban filmes, y se
discutía sobre ellos entre el público interesado. Cahiers du Cinema definió su
propio cine como un cine de autor, o sea del director, frente al cine hollywoodense,
el cual era considerado cine de productor, y por ende, reivindicaba la mirada
artística y personal del director, por encima de las exigencias comerciales. Esto le
abrió las puertas a cineastas con propuestas tan personales como Ingmar
Bergman (El séptimo sello), Luis Buñuel (Los olvidados, Viridiana, Belle de jour),
Stanley Kubrick (2001: Odisea del Espacio o La naranja mecánica), Pier Paolo
Pasolini (Salò o los 120 días de Sodoma), Werner Herzog (Aguirre, la cólera de
Dios ), o Andrei Tarkovski (Stalker), por ejemplo, además de allanar el camino para
cineastas no europeos, como por ejemplo el japonés Akira Kurosawa (Rashomon).
También hubo filmes que trataron géneros considerados como típicamente
hollywoodenses y los plantearon en sus propios términos, como por ejemplo
Barbarella (la ciencia ficción), Los paraguas de Cherburgo (la comedia musical), El
Evangelio según San Mateo (el cine bíblico) o El bueno, el malo y el feo (el
western).
La ironía es que muchos actores y actrices de estos movimientos, con el tiempo se
convirtieron en estrellas tan rutilantes como las hollywoodenses: fue el caso de
Brigitte Bardot, Catherine Deneuve, Isabelle Adjani, Jean-Paul Belmondo, etcétera.
Parte de su encanto radicaba en que se permitían muchas libertades sexuales que
las estrellas de Estados Unidos no podían o no querían por la censura imperante
en Hollywood.
Tampoco desapareció en Europa el cine comercial. El despliegue de colosalismo
por parte de Hollywood encontró respuesta en el desarrollo del peplum primero, y
cuando éste se agotó, en el spaghetti western. Fuera de Europa también hubo
otras manifestaciones fílmicas que se hicieron prontamente comerciales, como por
ejemplo el cine de artes marciales procedente de Hong Kong. Todas estas
productoras trabajaban artesanalmente, y no podían competir con la alta calidad
técnica de Hollywood, por lo que se esforzaron en la cantidad, redefiniendo así el
cine de serie B.
La renovación del cine en Estados Unidos
Artículo principal: Nuevo cine estadounidense
Todos estos cambios en el cine, que seguían de cerca a la sociedad, iban a
golpear al cine de Estados Unidos. Así es como en las décadas de 1960 y 1970 se
formaron una serie de nuevos cineastas, que redefinieron la noción de cine
hollywoodense. A pesar de sus muy dispares temáticas y preocupaciones, o
quizás por eso mismo, todos tenían en común el privilegiar una mirada personal o
autoral de sus películas, por sobre el cine comercial. Se suele considerar como el
pionero de este movimiento a John Cassavetes, junto a otros nombres como
Shirley Clarke, Barbara Loden, Paul Morrissey, Elaine May, Mark Rappaport y
Robert Kramer. Directores como Woody Allen, Martin Scorsese, Francis Ford
Coppola, Robert Altman o Peter Bogdanovich también contribuyeron a ese paso
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del cine americano, pero siempre más amparados por la industria y sin alcanzar
los extremos de marginalidad que caracterizaron al grupo de Cassavetes.
Los nombres de Steven Spielberg y George Lucas son asociados con frecuencia
al cine comercial que imperó desde la década de 1980 en adelante, pero no
siempre se recuerda que en sus inicios, eran cineastas independientes cuyas
propuestas (American Graffiti en el caso de Lucas, o Tiburón en el de Spielberg)
eran consideradas como excéntricas.
También prendió con fuerza, en la serie B, el cine explotation, en respuesta al cine
de bajo presupuesto que llegaba desde el extranjero. El género más autóctono en
la serie B estadounidense de la época fue el Blaxploitation, que trataba historias
de pandillas y maleantes negros, con altas dosis de violencia y sexo para la
censura de la época.
El cine reciente [
La llegada de los blockbuster [
Marcado en parte por los sucesos de la década de 1970 (Watergate, Vietnam, el
fin del movimiento hippie), el cine de ese tiempo se había vuelto más oscuro, con
filmes como El padrino, Apocalipsis now o Cabaret, por mencionar ejemplos
dispersos. En cuanto a películas de simple entretenimiento, se pusieron de moda
las de catástrofes, como por ejemplo Aeropuerto e Infierno en la torre, con el
productor Irwin Allen explotando el género hasta el agotamiento.
Sin embargo, en 1977, el cineasta George Lucas, con su película La guerra de las
galaxias, cambió esto para siempre. Lucas hizo un trato con Fox, que los
ejecutivos del estudio consideraron muy ventajoso, por el cual la Fox se llevaba
las ganancias por la película, y Lucas por la mercadotecnia; por los resultados
posteriores, mucho mejores para Lucas que para la Fox, los estudios entendieron
que las películas podían ser explotadas económicamente de manera mucho más
amplia que hasta la fecha. Surgió así el concepto moderno de blockbuster, una
película que se vende como "estreno de la temporada", que supondrá un gran
golpe de taquilla, y que será el vehículo principal para la venta de una extensa
mercadotecnia, a través de la concesión de una franquicia sobre la película y sus
personajes, a jugueterías que venderán figuras con el personaje, cadenas de
comida rápida que harán promociones, etcétera. Algunos de estas primeras
películas explotadas con mayor o menor habilidad como modernos blockbuster
fueron Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg o Superman de Richard
Donner; en 1981 George Lucas y Steven Spielberg unieron fuerzas para una
nueva franquicia, la de Indiana Jones.
El concepto de la película como una franquicia desarrolló también el concepto de
secuela. Existían algunas previamente (El Padrino II, La novia de Frankenstein,
etcétera), e incluso una franquicia fílmica como James Bond había acumulado la
respetable cantidad de una decena de entregas, pero con secuelas como
Superman II, Rocky II o El imperio contraataca, el pensar las películas como
eventos con posible continuación para explotar la franquicia dejó de ser algo
excepcional, para pasar a ser la norma.
Una consecuencia de lo anterior es que el cine se hizo más liviano, perdiendo
profundidad temática. Esto se debía a que el mayor público consumidor de cine
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eran los adolescentes, y por ende, las películas comerciales tendieron a volverse
más banales con el paso del tiempo.
Cine comercial contra cine arte
A medida que las películas de Hollywood se hacían cada vez más gigantes en
forma, y más escasas de contenido, el cine de otras regiones fue reaccionando a
su vez. Así, se profundizó la grieta entre el llamado cine comercial, cuya principal
factoría siguió siendo Estados Unidos, y el cine arte, elaborado en mayor
abundancia en otras regiones del mundo. Esto se debió a varias razones. Por una
parte, el cine comercial se hizo cada vez más caro de producir, y por ende, menos
productoras podían incursionar en él (fundamentalmente de Estados Unidos);
aunque esta tendencia se revirtió en parte con el auge de la computación, como lo
prueban filmes europeos comerciales como los manufacturados por Luc Besson
(Nikita, El quinto elemento), por ejemplo. En segundo lugar, realizar películas con
contenido artístico se transformó para los círculos culturales europeos,
latinoamericanos o asiáticos en una especie de estandarte cultural, para oponerse
a la cultura de los Estados Unidos. De todas maneras, esta línea divisoria, muy
marcada en las décadas de 1980 y 1990, se fue diluyendo entrado el siglo XXI,
porque las nuevas posibilidades de los efectos especiales por computadora y el
cine digital permitieron abaratar los costos de las películas comerciales. Además,
el cine arte nunca desapareció por completo de Estados Unidos, como lo prueba
un cineasta como David Lynch (Terciopelo azul, Twin Peaks), el cual, de todas
maneras, para muchas de sus películas debió recurrir a capitales europeos.
Esta línea divisoria se observó en particular en el ámbito de los premios. Las
películas "comerciales" aspiraban a ganar principalmente el Oscar, mientras que
aquellas realizadas con vocación de "cine arte" tendían a buscar reconocimiento
en Cannes, Berlín, o Venecia. Aunque esto sigue sin ser una regla absoluta, ya
que hubo películas "comerciales" que buscaron reconocimiento artístico en
Cannes (por ejemplo, Shakespeare in Love), y cineastas "artísticos" que buscaron
publicidad en Hollywood (por ejemplo, Pedro Almodóvar).
El movimiento más importante relacionado con el cine europeo de la época fue el
movimiento Dogma 95. Planteándose como reacción al cine comercial, postulaban
un cine naturalista, sin efectos de sonido ni banda sonora, con actuaciones más
bien espontáneas, y filmadas con iluminación natural. Esto fue posible en buena
medida gracias a la aparición de la cámara digital. Ideológicamente, Dogma 95 se
inscribía en la línea intelectual de la crítica a la burguesía, tan cara al cine europeo
posterior a la Segunda Guerra Mundial. Nada de esto era nuevo, porque en su
tiempo, el Neorrealismo había adoptado presupuestos muy parecidos, y por
análogas razones. Y por similares motivos también, Dogma 95 tuvo una muy corta
vida, y sus cultores volvieron lentamente a los usos del cine de siempre, aunque
los cineastas formados a su alero ejercieron una marcada influencia cultural. El
más conocido de ellos es Lars von Trier, quien de todos modos después se
desmarcó del movimiento.
Cine y Postmodernidad
Para cierto sector de la crítica, el cine ingresó hacia la década de 1980 en el
Postmodernismo. De ahí que se hablara del agotamiento de las vanguardias, de la
imposición del concepto de simultaneidad por sobre el de continuidad, del reciclaje
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de viejos materiales. Hitos de este cine postmoderno serían filmes como Blade
Runner (1982) o Pulp Fiction (1994), filmes armados a partir de la recreación de
viejos códigos fílmicos y literarios que han perdido vigencia como tales, como por
ejemplo el cine noir o el pulp. Contribuye a esta impresión, la dilución que las
películas han ido experimentando debido al fenómeno del blockbuster, en el cual
éstas se venden como parte de un gran paquete promocional de otros productos
relacionados, como por ejemplo la banda sonora, la novela o el videojuego de la
película. Estos ensamblajes multimedia han sido particularmente visibles en
fenómenos como El proyecto de la bruja de Blair o Matrix, que buscaban ser no
sólo películas, sino experiencias totales que abarcaran también Internet. Se
considere al "cine postmoderno" como una categoría nueva de cine o no, el caso
es que la experiencia de ver un filme a finales del siglo XX y comienzos del XXI,
era radicalmente diferente a la de las generaciones anteriores.
El cine e Internet
La generalización de las tecnologías relacionadas con el ordenador cambió al cine
para siempre. Los antiguos efectos especiales a base de maquetas y
sobreimpresiones pasaron a ser desarrollados mediante computadoras. La
primera película con efectos digitales fue Tron (1982), pero desde ahí el desarrollo
fue fulminante, hasta el punto que en 1995 la compañía Pixar pudo realizar el
primer largometraje íntegramente realizado por computadora (Toy Story), y en
2004, la película Sky Captain y el mundo del mañana era completamente virtual,
siendo reales sólo los actores protagónicos, quienes rodaron íntegramente frente a
una pantalla azul. Un paso muy simbólico lo dieron los Estudios Disney, cuando
después del fracaso de sus filmes en animación tradicional El planeta del tesoro y
Vacas vaqueras, cerraron esta división y se concentraron en el mercado de la
animación por computadora.
Internet supuso también un desafío mayúsculo para los grandes estudios, debido
a que el brutal crecimiento de la capacidad de almacenaje en discos duros y
portátiles (CD-ROM y DVD entre otros) llevó a que por primera vez se pudiera
reproducir de manera virtualmente ilimitada una película íntegra, sin pérdida
significativa de calidad. El siguiente paso vino con el surgimiento de las redes P2P
("peer to peer"), que permiten intercambiar información de todo tipo sin un servidor
central, y que muchos usuarios empezaron a emplear para descargar películas
gratuitamente desde la red, compartiéndolas entre ellos.
Todo lo anterior abrió un intenso debate, que aún no termina, en torno al problema
de la propiedad intelectual en Internet. Los grandes estudios se quejan de las
pérdidas que este intercambio origina, y los usuarios por su parte contraatacan
esgrimiendo el principio de democracia en la red. Esta democratización, por su
parte, ha llevado a que muchos realizadores independientes hayan optado por el
cine digital, grabando sus películas y editándolas por ordenador, para luego
colgarlas en sitios de intercambio de información, como por ejemplo YouTube.
También se ha simplificado el proceso de convocatoria a festivales de cine, con lo
cual el cine independiente, realizado al margen de los grandes estudios, se ha
visto fuertemente potenciado. Todo lo anterior ha llevado a una fuerte
democratización del cine. Todas estas tendencias son incipientes, y aún es
demasiado pronto para determinar cómo será el nuevo mercado del cine que
emergerá en un futuro cercano.
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También Internet ha servido para la difusión del cine clásico. Una colección de
películas de dominio público se encuentran en el Internet Archive, una completa
base de datos para la preservación de la historia de Internet. Prelinger Archives
contenía, en 2005, 1.969 películas, todas ellas de libre uso, ya sea personal o
comercial.
Anexos
Referencias ↑ Ver artículo "El cine de Bollywood", firmado por Darío Lavia, en
Televicio Webzine.
Véase también Surgimiento de las industrias nacionales de cine. Años veinte y
treinta
• Estudios cinematograficos
• Corrientes cinematográficas
Enlaces externos Internet Movie Data Base
• Desde la invención del cine al asentamiento en Hollywood, con vídeos de
las más míticas primeras películas
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Unas palabras sobre el cine
El Cine se desarrolló hacia 1890 de la unión de la fotografía, la que registra la realidad
física, con el juego de persistencia retiniana. que hacía parecer que los dibujos se movían.
Cuatro principales tradiciones fílmicas se han desarrollado desde entonces
• La Película narrativa de ficción, que cuenta historias sobre gente con las que la
platea se puede identificar porque su mundo parece familiar;
• Películas documentales, no de ficción, que se enfocan en el mundo real en vez de
instruir o revelar algún tipo de verdad sobre este;
• Los dibujos animados, que hacen parecer que figuras dibujadas o esculpidas se
mueven y hablan; y
• El cine experimental, que explota la habilidad del cine de crear mundos puramente
abstractos, irreales como nunca antes se vió.
El Cine se considera como la más joven de las formas artísticas y ha heredado mucho de las
artes más antiguas y tradicionales. Como la novela, puede contar historias; como el drama,
puede reflejar conflicto entre personajes vivos; como la pintura, compone el espacio con
luz, color, sombra, forma y textura; como la música, se mueve en el tiempo de acuerdo a
principios de ritmo y tono; como la danza, representa el movimiento de figuras en el
espacio y es frecuentmente secundado por música; y como la fotografía, presenta una
versión bidimensional de lo que parece ser una realidad tridimensional, usando la
perspectiva, la profundidad y la sombra.
El cine, sin embargo es una de las pocas artes que es tanto espacial como temporal, que
manipula intencionalmente tanto el tiempo como el espacio. Esta síntesis ha generado dos
teorías conflictivas sobre el cine y su desarrollo histórico. Algunos teóricos, como Sergei
M. Eisenstein y Rudolf Arnheim, arguyen que el cine debe tomar el camino de las otras
artes modernas y concentrarse no en contar historias y representar la realidad, sino en
investigar el tiempo y el espacio de una manera pura y concientemente abstracta. Otros,
como André Bazin y Siegfried Kracauer, sostienen que el cine debe por completo y
cuidadosamente desarrollar sus conexiones con la naturaleza de modo que pueda retratar
los sucesos humanos tan reveladora y excitantemente como sea posible.
El invento
Debido a su fama, su éxito en difundir sus actividades, y su hábito de patentar máquinas
antes en verdad de inventarlas, Thomas Alva Edison recibió buena parte del crédito de
haber inventado el cine; allá tan temprano como en 1887, el patentó una cámara de
imágenes en movimiento, pero esta no podía producir imágenes. En verdad, muchos
inventores contribuyeron al desarrollo de la imagen animada. Quizás la primera
contribución importante fué una serie de fotos en movimiento hechas por Eadweard
Muybridge entre 1872 y 1877. Contratado por el gobernador de California, Leland
Stanford, para capturar en película el movimiento de un caballo a la carrerra, Muybridge
unió una serie de cables a lo largo de una pista y conectó cada uno al disparador de una
cámara fija. El caballo, mientras corría, jaló los cables y logró una serie de fotos, que
Muybridge entonces montó en un disco estroboscópico y proyectó con una linterna mágica
para reproducir la imagen del caballo en movimiento. Muybridge tomó cientos de estos
estudios y dió una conferencia en Europa, donde su trabajo interesó al científico francés E.
16
J. Marey. Marey ideó un medio de disparar fotos en movimiento con lo que llamó una
pistola fotográfica.
Edison se interesó en las posibilidades de la fotografía en movimiento después de oír la
conferencia de Muybridge in West Orange, Nueva Jersey. Los experimentos de Edison con
fotos en movimiento, bajo la dirección de William Kennedy Laurie Dickson, se iniciaron en
1888 con un intento de grabar las fotografías en cilindros de cera similares a los usados
para hacer las primeras grabaciones fonográficas. Dickson hizo un avance mucho mayor
cuando decidió usar en cambio la película de celuloide de George Eastman. El celuloide era
recio pero flexible y podía fabricarse en largos rollos, haciéndolo un medio excelente para
la fotografía en movimiento que requería grandes longitudes de película. entre 1891 y 1895,
Dickson tomó muchas películas de 15 segundos usando la cámara de Edison, o
Kinetógrafo, pero Edison decidió en contra de proyectar las películas al público--en parte
porque los resultados visuales eran inadecuados y en parte porque pensó que las imágenes
en movimiento tendrían poco aprecio del público. En cambio, Edison difundió una máquina
impulsada por electricidad que jalaba agujeros (el Kinetoscopio) y mostraba las maravillas
registradas a un espectador a la vez.
Edison pensó tan poco del Kinetoscopio que declinó extender sus derechos de patente a
Inglaterra y Europa, una miopía que permitió a dos franceses, Louis y Auguste Lumiere,
fabricar una cámara más portatil y un proyector funcional, el Cinematógrafo, basado en la
máquina de Edison. La era del cine se puede decir que empezó oficialmente el 28 de
diciembre de 1895, cuando los Lumiere presentaron un programa de breves películas a un
público pagante en el sótano de un café de París. inventores ingleses y alemanes también
copiaron y mejoraron basados en las máquinas de Edison, Tal como muchos
experimentadores en los Estados Unidos. A finales del siglo XIX un amplio número de
personas, tanto en Europa como en Los Estados Unidos habían visto algún tipo de
imágenes en movimiento.
Las películas más antiguas presentan vistazos de 15 a 60 de escenas reales filmadas en
exteriores (trabajadores, trenes, carros de bombero, botes, paradas militares, soldados) o
representaciones escenificadas filmadas en interiores. Estas dos tendencias iniciales --
grabar la vida tal como es y dramatizar la vida para efectos artísticos-- pueden verse como
los dos caminos dominantes en la historia del cine.
Georges Melies fué el más importante de los primeros cineastas dramáticos. Mago de
oficio, Melies mostró en películas como "El viaje a la Luna" (1902), cómo el cine podía
realizar el más maravilloso truco de magia de todos: simplemente parando la cámara,
añadiendo algo a la escena o quitando algo de ella, y luego arrancando la cámara de nuevo,
hizo que las cosas simularan aparecer y desaparecer. Los primeros cineastas ingleses y
franceses como Cecil Hepworth, James Williamson, y Ferdinand Zecca también
descubrieron como el movimiento rítmico (la persecución) y la edición rítmica podían
hacer el tratamiento de espacio y tiempo del cine más emocionante.
20
imagen con un disco fonográfico separado, en vez de usar el método más seguro de grabar
una pista de sonido en la película misma (basado en el principio del OSCILOSCOPIO).
Warners originalmente usó el Vitaphone para hacer cortos musicales presentando tanto
ejecutantes clásicos como popularesy para grabar pistas musicales para pelìculas de otra
forma mudas (Don Juan, 1926). Para El cantante de Jazz The Jazz Singer, Warners añadió
cuatro secuencias musicales sincronizadas a la película muda. Cuando Al JOLSON cantaba
y luego soltaba varias líneas de diálogo, la audiencia quedaba electrizada. El cine mudo
moriría en un año.
La conversión a sonido sincronizado ocasionó serios problemas a la industria del cine. La
grabación de sonido era difícil, las cámaras tenían que grabar desde dentro de cabinas de
vidrio; los estudios tenían que construir escenarios especiales a prueba de sonido; las salas
requerían de costoso nuevo equipo; se tenía que contratar escritores que tuvieran buen oído
para el diálogo; y se debía encontrar actores cuyas voces pudieran reproducirlos. Muchos
de los primeros diálogos fueron feos y estáticos, las imágenes visuales servían meramente
como un acompañamiento para un diálogo interminable, efectos de sonido y números
musicales. Los criticos serios de cine enlutaron por la muerte de la imagen en movimiento
que no parecía tener más ni imagen ni movimiento.
Las más efectivas primeras películas sonoras fueron las que jugaron más aventureramente
con la unión de imagen y banda sonora. Walt DISNEY en sus dibujos animados combinó
sorprendentes imágenes con sonidos inventivos, orquestando cuidadosamente el
movimiento animado y el ritmo musical. Ernst Lubitsch también jugó muy sabiamente con
el sonido, contrastando la acción representada visualmente con la información en la banda
sonora en formas sorprendentes o divertidas. Hacia 1930 la industria cinematográfica
norteamericana había conquistado tanto los problemas artísticos como técnicos
relacionados con usar la vista y el sonido armoniosamente, la industria europea fue rápida
en seguirla.
21
The conflict between artistic freedom and censorship rose again with the talking picture.
Spurred by the depression that hit the industry in 1933 and by the threat of an economic
boycott by the newly formed Catholic Legion of Decency, the motion picture industry
adopted an official Production Code in 1934. Written in 1930 by Daniel Lord, S.J., and
Martin Quigley, a Catholic layman who was publisher of The Motion Picture Herald, the
code explicitly prohibited certain acts, themes, words, and implications. Will Hays
appointed Joseph I. Breen, the Catholic layman most instrumental in founding the Legion
of Decency, head of the Production Code Administration, and this awarded the industry's
seal of approval to films that met the code's moral standards. The result was the curtailment
of explicit violence and sexual innuendo, and also of much of the flavor that had
characterized films earlier in the decade.
22
documentaries about important battles. Among the new American directors to make
remarkable narrative films at home were three former screenwriters, Preston STURGES,
Billy WILDER, and John Huston. Orson WELLES, the boy genius of theater and radio
fame, also came to Hollywood to shoot Citizen Kane (1941), the strange story of a
newspaper magnate whose American dream turns into a loveless nightmare.
LA CRISIS DE POST-GUERRA
Between 1946 and 1953 the movie industry was attacked from many sides. As a result, the
Hollywood studio system totally collapsed. First, the U.S. House of Representatives'
Committee on Un-American Activities investigated alleged Communist infiltration of the
motion picture industry in two separate sets of hearings. In 1948, The HOLLYWOOD
TEN, 10 screenwriters and directors who refused to answer the questions of the committee,
went to jail for contempt of Congress. Then, from 1951 to 1954, in mass hearings,
Hollywood celebrities were forced either to name their associates as fellow Communists or
to refuse to answer all questions on the grounds of the 5th Amendment, protecting
themselves against self-incrimination. These hearings led the industry to blacklist many of
its most talented workers and also weakened its image in the eyes of America and the
world.
In 1948 the United States Supreme Court, ruling in United States v. Paramount that the
vertical integration of the movie industry was monopolistic, required the movie studios to
divest themselves of the theaters that showed their pictures and thereafter to cease all unfair
or discriminatory distribution practices. At the same time, movie attendance started a steady
decline; the film industry's gross revenues fell every year from 1947 to 1963. The most
obvious cause was the rise of TELEVISION, as more and more Americans each year stayed
home to watch the entertainment they could get most comfortably and inexpensively. In
addition, European quotas against American films bit into Hollywood's foreign revenues.
While major American movies lost money, foreign art films were attracting an enthusiastic
and increasingly large audience, and these foreign films created social as well as
commercial difficulties for the industry. In 1951, The Miracle, a 40-minute film by Roberto
ROSSELLINI, was attacked by the New York Catholic Diocese as sacrilegious and was
banned by New York City's commissioner of licenses. The 1952 Supreme Court ruling in
the Miracle case officially granted motion pictures the right to free speech as guaranteed in
the Constitution, reversing a 1915 ruling by the Court that movies were not equivalent to
speech. Although the ruling permitted more freedom of expression in films, it also
provoked public boycotts and repeated legal tests of the definition of obscenity.
Hollywood attempted to counter the effects of television with a series of technological
gimmicks in the early 1950s: 3-D, Cinerama, and Cinemascope. The industry converted
almost exclusively to color filming during the decade, aided by the cheapness and
flexibility of the new Eastman color monopack, which came to challenge the monopoly of
Technicolor. The content of postwar films also began to change as Hollywood searched for
a new audience and a new style. There were more socially conscious films--such as Fred
ZINNEMANN's The Men (1950) and Elia KAZAN's On The Waterfront (1954); more
adaptations of popular novels and plays; more independent (as opposed to studio)
production; and a greater concentration on FILM NOIR--grim detective stories in brutal
urban settings. Older genres such as the Western still flourished, and MGM brought the
musical to what many consider its pinnacle in a series of films produced by Arthur Freed
and directed by Vincente MINNELLI, Gene KELLY, and Stanley Donen.
23
EL CINE EUROPEO EN EL MUNDO DE POST-GUERRA
The stimulus for defining a new film content and style came to the United States from
abroad, where many previously dormant film industries sprang to life in the postwar years.
The defection of mass American audiences to television, their replacement by those willing
to experience more unsettling film entertainment, film festivals where international films
competed for commercial distribution, and foreign government support of film production
all contributed to the growth of non-American film industries in the postwar years.
• Italia
The European film renaissance can be said to have started in Italy with such masters of
NEOREALISM as Roberto Rossellini, in Open City (1945), Vittorio DE SICA, in The
Bicycle Thief (1948) and Umberto D (1952), and Luchino VISCONTI, in La Terra Trema
(1948). Federico FELLINI broke with the tradition to make films of a more poetic and
personal nature such as I Vitelloni (1953) and La Strada (1954) and then shifted to a more
sensational style in the 1960s with La Dolce Vita (1960) and the intellectual 8 1/2 (1963).
Visconti in the 1960s and '70s adopted a more flamboyant approach and subject matter in
lush treatments of corruption and decadence such as The Damned (1970). A new
departure--both artistic and thematic--was evidenced by Michelangelo ANTONIONI in his
subtle psychosocial trilogy of films that began with L'Aventura (1960). The vitality of
Italian filmmaking continued throughout the 1970s and 1980s with the political and sexual
allegories of Pier-Paolo PASOLINI (The Gospel According to St. Matthew, 1964; Teorema,
1968; Salo, 1977); with Bernardo BERTOLUCCI's fusing a radical political consciousness
with a stunning visual style (The Conformist, 1970; Last Tango in Paris, 1972; 1900, 1977);
and with retrospective glimpses of Italian history and cinema by Paolo and Vittorio Taviani
(Padre Padrone, 1977; The Night of the Shooting Stars, 1983).
• Francia
With the coming of NEW WAVE films in the late 1950s, the French cinema reasserted the
artistic primacy it had enjoyed in the prewar period. Applying a personal style to radically
different forms of film narrative, New Wave directors included Claude CHABROL (The
Cousins, 1959), Francois TRUFFAUT (The 400 Blows, 1959; Jules and Jim, 1961), Alain
RESNAIS (Hiroshima Mon Amour, 1959), and Jean-Luc GODARD, who, following the
success of his offbeat Breathless (1960), became progressively more committed to a
Marxist interpretation of society, as seen in Two or Three Things I Know About Her (1966),
Weekend (1967), and La Chinoise (1967). While Truffaut became obsessively concerned
with the value of cinema as art, education, and communication (The Wild Child, 1969; Day
for Night, 1973; The Last Metro, 1980), Godard became obsessively concerned with the
way cinema--like all media of popular culture--masks the covert operations of ideology in
bourgeoisie society (Tout va bien, 1972; Sauve qui peut, 1980; First Name: Carmen, 1983).
Eric ROHMER, mining a more traditional vein, produced sophisticated "moral tales" in My
Night at Maud's (1968), Claire's Knee (1970), Chloe in the Afternoon (1972), and Summer
(1986). Louis MALLE audaciously explored such charged subjects as incest and
collaborationism in Murmur of the Heart (1971) and Lacombe Lucien (1974).
• Suecia
From Sweden Ingmar BERGMAN emerged in the 1950s as the master of introspective,
often death-obsessed studies of complex human relationships. Although capable of comedy,
24
as in Smiles of a Summer Night (1955), Bergman was at his most impressive in more
despairing, existentialist dramas such as The Seventh Seal (1957), Wild Strawberries
(1957), Persona (1966), and Cries and Whispers (1972), in all of these aided by a first-rate
acting ensemble and brilliant cinematography. In later color films, such as The Magic Flute
(1974) and Fanny and Alexander (1982), Bergman cast off his fatalistic obsessions to
reaffirm the magic of theater and cinema.
• Gran Bretaña
The British cinema, struggling in the shadow of Hollywood's English-language domination,
had been largely reduced to a spate of Alec GUINNESS comedies by the early 1950s. Over
the next decade, however, English directors produced compelling cinematic translations of
the "angry young man" novelists and playwrights, of Harold PINTER's existentialist
dramas, and of the traditional great British novels. Britain regained a healthy share of the
market with films such as Jack Clayton's Room at the Top (1958); Tony Richardson's Look
Back in Anger (1959), The Entertainer (1960), A Taste of Honey (1961), and Tom Jones
(1963); Karel Reisz's Saturday Night and Sunday Morning (1960) and Morgan (1966);
Lindsay Anderson's This Sporting Life (1963); Joseph LOSEY's The Servant (1963) and
Accident (1967); Ken RUSSELL's Women in Love (1969); and John Schlesinger's Sunday,
Bloody Sunday (1971). The popularity of the James Bond spy series, which began in 1962,
gave the industry an added boost.
• Europa Oriental y la Unión Soviética
The postwar cinemas of Eastern Europe walked a tightrope between their rich artistic
tradition and official Soviet policies of artistic suppression. The Polish cinema enjoyed two
major periods of creative freedom--in the late 1950s and early 1960s, and two decades later,
in the late 1970s and early 1980s, which saw the rise of the Solidarity worker's movement.
Roman POLANSKI began with psychological studies of obsessed or neurotic characters
(Knife in the Water, 1962; Repulsion, 1965), only to leave Poland for both American genre
films and European literary adaptations (Rosemary's Baby, 1968; Macbeth, 1971;
Chinatown, 1974; Tess, 1979). Andrzej WAJDA remained in Poland to direct films in both
periods of expressive freedom (Kanal, 1957; Ashes and Diamonds, 1958; Man of Marble,
1977; Man of Iron, 1981).
With sketches of Czech life, films from Czechoslovakia dominated the international
festivals for much of the 1960s. The major directors either remained silently in
Czechoslovakia after the 1968 Soviet invasion (Jiri Menzel, Closely Watched Trains, 1966)
or emigrated to the West (Jan KADAR, The Shop on Main Street, 1965). Most successful
of Czech emigres has been Milos FORMAN (Loves of a Blonde, 1965; The Firemen's Ball,
1967), who found a home in Hollywood with his off-beat sketches of oddballs and loners
(One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975; Amadeus, 1984; Valmont, 1989).
Soviet films have never since equaled the international reputation of the silent classics by
Eisenstein and Pudovkin. During the era of repression that ended only in the late 1980s, the
few films to make an impact beyond the Soviet sphere of influence were sentimental
recollections of the struggle against the Nazis (The Cranes Are Flying, 1959; Ballad of a
Soldier, 1960) or the Boris Pasternak translations of Shakespeare classics, directed by
Grigory KOZINTSEV (Hamlet, 1963; King Lear, 1971). The most adventurous Soviet
directors made films with difficulty (Andrei Tarkovsky: Andrei Rublev, 1966; Solaris,
1971); or, once made, their work was locked up and forgotten. With the era of GLASNOST,
however, many of these films began to surface. Audiences in the USSR and elsewhere can
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now see Aleksandr Askoldov's The Commissar (1967), or Tengiz Abuladze's epic satire of
Stalin, Repentance, (made in 1982, released finally in 1986). Some of the new Soviet films
bear unsettling resemblances to Hollywood films: the adolescent characters in Little Vera
(1989), for example, behave exactly like their counterparts in the West.
• Alemania
The rise of a postwar generation of German filmmakers, nurtured almost exclusively on
American films and actively supported by the German government, produced the most
impressive national cinema of the 1970s--rich in its output and diverse in its styles. Volker
Schlondorf specialized in literary adaptations (Young Torless, 1966; the Tin Drum, 1981)
while Wim Wenders made German echoes of the American genre films that shaped his own
view of both film and the world (Kings of the Road, 1976; The American Friend, 1977;
Paris, Texas, 1984; Wings of Desire; 1988). Werner HERZOG directed psychological
studies of obsessed characters who try to dominate their landscapes but are instead
dominated by them (Aguirre, the Wrath of God, 1972; Kaspar Hauser, 1974; Fitzcarraldo,
1982). Rainer Werner FASSBINDER was the most eclectic of the new German group,
specializing in political allegories that mixed a radical critique of bourgeois society, a
sadomasochistic view of sexual power relationships, and references to the Hollywood
cinema that he both loved and mistrusted (Ali, Fear Eats the Soul, 1972; Fox and His
Friends, 1974; The Marriage of Maria Brown, 1978; Berlin Alexanderplatz, which was
made for television, 1980). The death (1982) of Fassbinder ended an extraordinary and
prolific career, but his absence has yet to be felt--particularly in the United States, where
many of his earlier films are being shown for the first time. Among other German films to
attract international attention were the operatic epics of Hans Jurgen Syberberg (Our Hitler,
1977; Parsifal, 1981) and, at the opposite extreme, the minimalist and Marxist critiques of
cinema illusion by Jean-Marie Straub and Daniele Huillet (The Chronicle of Anna
Magdalena Bach, 1968; Moses and Aaron, 1975).
• España
A promising national cinema emerged in Spain where, until the late 1970s, the regime of
Generalissimo Francisco Franco had restricted expression in all the arts. The most
distinguished Spanish filmmaker, Luis BUNUEL, rarely worked in Spain but produced his
films largely in Mexico and France. Bunuel broke new ground with ironic examinations of
the internal contradictions of religious dogma (Nazarin, 1958; Viridiana, 1961; The Milky
Way, 1969) and middle-class life (The Discreet Charm of the Bourgoisie, 1972; That
Obscure Object of Desire, 1977). Succeeding generations of Spanish filmmakers have been
greatly influenced by Bunuel. They include Carlos Saura (Cria, 1976; Carmen, 1983; Ay,
Carmela, 1990) and Pedro Almodovar (Women on the Verge of a Nervous Breakdown,
1987; Tie Me Up! Tie Me Down! 1990).
EL CINE NO OCCIDENTAL
In the postwar era, directors outside the Western tradition for the first time brought their
regional perceptions and concerns to an international audience.
• Japón
From Japan came Akira KUROSAWA, who opened a door to the West with his widely
acclaimed Rashomon (1950), an investigation into the elusive nature of truth. His samurai
dramas, such as The Seven Samurai (1954), Throne of Blood (1957), Yojimbo (1961),
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Kagemusha (1980), and Ran (1985) were ironic adventure tales that far transcended the
usual Japanese sword movies, a genre akin to U.S. westerns. Kenzi MIZOGUCHI is known
for his stately period films Ugetsu (1953) and Sansho the Bailiff (1955). Yoshiro OZU's
poetic studies of modern domestic relations (Tokyo Story, 1953; An Autumn Afternoon,
1962) introduced Western audiences to a personal sensitivity that was both intensely
national and universal. Younger directors, whose careers date from the postwar burgeoning
of the Japanese film, include Teinosuke Kinugasa (Gate of Hell, 1953), Hiroshi Teshigahara
(Woman of the Dunes, 1964, from a script by the novelist ABE KOBO), Masahiro Shinoda
(Under the Cherry Blossoms, 1975), and Musaki Kobayashi, best known for his nine-hour
trilogy on the Japanese occupation of Manchuria, The Human Condition (1959-61), and
Harakiri (1962), a deglamorization of the samurai tradition. An outstanding figure in the
new generation of Japanese filmmakers is Nagisa Oshima (Death by Hanging, 1965; In the
Realm of the Senses, 1976), who shares many of the political and stylistic concerns of Jean
Luc Godard. Juzo Itami makes comic movies that place the Japanese squarely between the
horns of a tradition vs. modernism dilemma. They include Tampopo (1987) and Taxing
Woman (1988)--both films that were as popular in the United States as in Japan.
• India
The Indian film industry produces more feature films than any other nation in the world for
a vast population of movie goers. While most of these films follow clear and cheap
formulas, the problems of an India in transition have been vividly brought to life in the
quiet and reflective films of Satyajit RAY, particularly in the trilogy Pather Panchali (1955),
Aparajito (1956), and The World of Apu (1958).
• El Tercer Mundo
Many other nations of Asia, Africa, and Latin America have begun to produce films,
primarily for their own regions but occasionally for the international market. Cuba
dominates the Latin American cinema, with a vast government-funded film school and
studio. Its most distinguished director has been Tomas Gutierrez Alea (Memories of
Underdevelopment, 1968). With the loosening of political restrictions, the Brazilian and
Argentinian cinemas emerged in the 1980s with such films as Hector Babenco's Pixote
(1981) and Kiss of the Spider Woman, (1985), and--among many others--Fernando
Solanas's Tango (1986).
In the 1980s, films from the People's Republic of China began to circulate throughout the
West. Other East Asian films include those from Hong Kong, most of them of the kung fu
variety.
• Australia
Although essentially Western, the Australian cinema shares many thematic concerns with
nations that see themselves as historically colonized and economically exploited by the
West. After a series of successes directed by Peter WEIR (The Last Wave, 1977; The Year
of Living Dangerously, 1982), Gillian Armstrong (My Brilliant Career, 1979; and Star
Struck, 1982), Fred Schepisi (The Devil's Playground and The Chant of Jimmy Blacksmith,
1978), Bruce Beresford (Breaker Morant, 1980) and George Miller (Mad Max, 1979; The
Road Warrior, 1981), many directors and stars (Judy Davis, Mel Gibson) left Australia for
Hollywood.
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Revisado: .
31
Historia del cine
http://www.monografias.com/trabajos14/cinehistor/cinehistor.shtml
1. Orígenes
2. Las películas mudas
3. El cine sonoro
4. Películas fantásticas
5. El cine artístico
6. La producción europea
7. Desarrollo del cine en color
8. El cine comercial después de la ii guerra mundial
9. El formato panorámico
10.Cine latinoamericano
11.Los nuevos cineastas estadounidenses
1. ORÍGENES
El cine se desarrolló desde el punto de vista científico antes de que sus posibilidades
artísticas o comerciales fueran conocidas y exploradas. Uno de los primeros avances
científicos que llevó directamente al desarrollo del cine fueron las observaciones de Peter
Mark Roget, secretario de la Real Sociedad de Londres, que en 1824 publicó un importante
trabajo científico con el título de Persistencia de la visión en lo que afecta a los objetos en
movimiento, en el que establecía que el ojo humano retiene las imágenes durante una
fracción de segundo después de que el sujeto deja de tenerlas delante. Este descubrimiento
estimuló a varios científicos a investigar para demostrar el principio.
Tanto en Estados Unidos como en Europa, se animaban imágenes dibujadas a mano como
forma de diversión, empleando dispositivos que se hicieron populares en los salones de la
32
clase media. Concretamente, se descubrió que si 16 imágenes de un movimiento que
transcurre en un segundo se hacen pasar sucesivamente también en un segundo, la
persistencia de la visión las une y hace que se vean como una sola imagen en movimiento.
El zoótropo que ha llegado hasta nuestros días consta de una serie de dibujos impresos en
sentido horizontal en bandas de papel colocadas en el interior de un tambor giratorio
montado sobre un eje; en la mitad del cilindro, una serie de ranuras verticales, por las
cuales se mira, permiten que, al girar el aparato, se perciban las imágenes en movimiento.
Un ingenio algo más elaborado era el praxinoscopio, del inventor francés Charles Émile
Reynaud, que consistía en un tambor giratorio con un anillo de espejos colocado en el
centro y los dibujos colocados en la pared interior del tambor. Según giraba el tambor, los
dibujos parecían cobrar vida.
En aquellos mismos años, William Henry Fox Talbot en el Reino Unido y Louis Daguerre
en Francia trabajaban en un nuevo descubrimiento que posibilitaría el desarrollo del
cinematógrafo: la fotografía, ya que sin este invento previo no existiría el cine. Hacia 1852,
las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los artilugios para ver imágenes
animadas. A medida que la velocidad de las emulsiones fotográficas aumentó, fue posible
fotografiar un movimiento real en vez de poses fijas de ese movimiento. En 1877 el
fotógrafo angloestadounidense Eadweard Muybridge empleó una batería de 24 cámaras
para grabar el ciclo de movimientos del galope de un caballo.
En 1896 el ilusionista francés Georges Méliès demostró que el cine no sólo servía para
grabar la realidad, sino que también podía recrearla o falsearla. Con estas imaginativas
premisas, hizo una serie de películas que exploraban el potencial narrativo del nuevo
medio, dando inicio al cine de una sola bobina. En un estudio en las afueras de París,
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Méliès rodó el primer gran filme puesto en escena cuya proyección duró cerca de quince
minutos: L’Affaire Dreyfus (El caso Dreyfus, 1899) y filmó Cendrillas (Cenicienta, 1900) en
20 escenas. Pero sobre todo a Méliès se le recuerda por sus ingeniosas fantasías como Viaje
a la luna (1902) y Alucinaciones del barón de Münchhausen, en las que experimentaba las
posibilidades de los trucajes con la cámara de cine. Méliès descubrió que deteniendo la
cámara en mitad de una toma y recolocando entonces los elementos de la escena antes de
continuar podía, por ejemplo, hacer desaparecer objetos. Del mismo modo, retrocediendo
la película unos cuantos centímetros y comenzando la siguiente toma encima de lo ya
filmado, lograba superposiciones, exposiciones dobles y disoluciones (fundidos y
encadenados, como elemento de transición entre distintas escenas). Sus cortometrajes
fueron un éxito inmediato de público y pronto se difundieron por todo el mundo. Aunque
hoy en día parecen poco más que curiosidades, son precursores significativos de las
técnicas y los estilos de un arte entonces balbuceante.
Asalto y robo de un tren tuvo un gran éxito y contribuyó de forma notable a que el cine se
convirtiera en un espectáculo masivo. Las pequeñas salas de cine, conocidas como
nickelodeones, se extendieron por Estados Unidos, y el cine comenzó a surgir como
industria. La mayoría de las películas, de una sola bobina, de la época eran comedias
breves, historias de aventuras o grabaciones de actuaciones de los actores teatrales más
famosos del momento.
Entre 1909 y 1912 todos los aspectos de la naciente industria estuvieron bajo el control de
un trust estadounidense, la MPPC (Motion Pictures Patents Company), formado por los
principales productores. Este grupo limitó la duración de las películas a una o dos bobinas
y rechazó la petición de los actores de aparecer en los títulos de crédito. El trust fue
desmontado con éxito en 1912 por la ley antitrust del gobierno, que permitió a los
productores independientes formar sus propias compañías de distribución y exhibición,
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por lo que pudieron llegar hasta el público estadounidense obras europeas de calidad,
como Quo vadis? (1912, de Enrico Guazzoni), de Italia, o La reina Isabel (1912), de Francia,
protagonizada por la actriz Sarah Bernhardt.
El ejemplo, sobre todo de Italia, que en 1912 con 717 producciones era el cine más potente
del mundo, llevó a los productores estadounidenses a la acción, viéndose obligados a hacer
películas más largas, en las que los directores tuvieran también una mayor libertad
artística, y los actores figuraran en los títulos de crédito, lo que hizo indefectiblemente que
algunos de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, siguió un
periodo de expansión económica y artística en el cine de este país.
Entre 1915 y 1920 las grandes salas de cine proliferaron por todo el territorio de Estados
Unidos, mientras la industria se trasladaba de los alrededores de Nueva York a Hollywood,
pequeña localidad californiana junto a Los Ángeles donde los productores independientes,
como Thomas Harper Ince, Cecil B. De Mille y Mack Sennett, construyeron sus propios
estudios. Ince introdujo el sistema de unidades, en el que la producción de cada película
estaba descentralizada —se trabajaba por obra—, con lo que se podían hacer
simultáneamente varias películas, cada una de ellas supervisada de principio a fin por un
jefe de unidad —un productor ejecutivo— que dependía a su vez del jefe del estudio. Se
produjeron así cientos de películas al año como respuesta a la creciente demanda de las
salas. La inmensa mayoría eran westerns, comedias de tortazos y resbalones y elegantes
melodramas, como el de Cecil B. De Mille Macho y hembra (1919) protagonizado por
Gloria Swanson. Ince, por su parte, se especializó en la Guerra Civil estadounidense y el
lejano Oeste, sin concesiones al sentimentalismo, en los que destacó el entonces popular
vaquero William S. Hart.
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las que combinó un rostro impasible y un cuerpo capaz de hacer cualquier acrobacia,
realizando así situaciones divertidas, alocadas y a menudo absurdas.
Buster Keaton es uno de los tres grandes maestros del slapstick, junto a Charlie Chaplin y a
Harold Lloyd. Pero cuando alguien le planteaba esta situación, él simplemente respondía:
"¿cómo se puede ser un genio con un sombrero plano y unos enormes zapatos?" Lo cierto
es que algunas de sus películas son verdaderas obras maestras, como El maquinista de la
General (The General, 1927), que consiguió entrar en la lista de las diez mejores comedias,
elaborada por una serie de especialistas en el séptimo arte. Además, la prestigiosa revista
Sight and Sound la escogió en 1972 como la octava mejor película de la historia del cine.
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Douglas Fairbanks (1883-1939), actor y productor estadounidense, celebre por sus
habilidades acrobáticas y como espadachín, que constituían la principal atracción de sus
películas. Su verdadero nombre era Douglas Elton Ulman, nació en Denver, Colorado;
después de trabajar una breve temporada para una compañía de operaciones bursátiles en
Wall Street, se decidió por los escenarios en 1901. En los 14 años siguientes en los que
interpretó papeles muy variados, llegó al estrellato. En 1915 comenzó en el cine, formando
poco tiempo después —en 1919— su propia productora, la United Artists, junto con el
genial director D.W. Griffith y los no menos geniales Mary Pickford, su segunda mujer y
Charles Chaplin por aquel entonces los artistas más populares entre el público. Entre las
películas más famosas de Fairbanks están La marca del zorro (1920, Fred Niblo), Robín de
los bosques (1922, Allan Dwan), El ladrón de Bagdad (1924, Naoul Walsh), Don Q, hijo del
zorro (1925, Donald Crisp), El pirata negro (1926, A. Parker), El gaucho (1927, F. Richard
Joles), La máscara de hierro (1929, Allan Dwan) y La fierecilla domada (1929, Sam Taylor),
junto a Mary Pickford. Su última película fue La vida privada de Don Juan, en 1934,
dirigida por Alexander Korda. Su hijo, Douglas Fairbanks, también destacado actor, fue
una figura importante en la producción cinematográfica y televisiva.
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La producción cinematográfica en el Reino Unido, Italia y los países nórdicos decayó de
forma drástica tras el fin de la I Guerra Mundial debido al aumento de los costes de
producción y a una incapacidad comercial para competir en un mercado mundial
creciente. Sin embargo, en Alemania, en la recién creada Unión Soviética y en Francia, las
películas alcanzaron una nueva significación artística, marcando el inicio de un periodo
que sería muy influyente en el desarrollo del medio.
El impactante e innovador cine mudo alemán tomó del expresionismo y las técnicas del
teatro clásico de la época sus principales fuentes de inspiración, como muestra el ejemplo
más conocido de película expresionista de la época, El gabinete del doctor Caligari (1919),
de Robert Wiene, en la que los estilizados vestuarios y decorados se utilizaban para contar
una terrorífica historia que identifica la autoridad con la demencia y la criminalidad. Una
preocupación similar por la estilización formal y por lo sobrenatural en los temas (frente al
prosaico realismo del cine estadounidense, que ha predominado como el único estándar
debido a su éxito comercial) se evidencia en películas como El Golem (1920), de Paul
Wegener y Henrik Galeen, Nosferatu, el vampiro (1922), de F. W. Murnau, y Metrópolis
(1927) de Fritz Lang, que trata de una sociedad robótica controlada por un gran poder
industrial en la que los obreros están reducidos a la condición de esclavos. Cualquiera de
estas películas, y en especial las dos últimas, crearon escuela en el cine comercial
estadounidense con su temática, decorados e incluso estilo de realización, como prueba el
que los dos directores fueran contratados por la industria de Hollywood para continuar su
trabajo en aquel país.
Entre 1925 y 1930 apareció una serie de grandes películas soviéticas, revolucionarias tanto
en su temática como en su fuerza visual y los métodos de realización empleados. La
industria del cine soviética fue nacionalizada en 1919 y puesta bajo el control del
Comisariado del Pueblo para la Propaganda y la Educación. Las películas de este periodo
mostraban la reciente historia soviética con una fuerza, realismo y visión que era la
antítesis del espíritu introspectivo alemán. Los dos principales directores soviéticos,
Serguéi Mijáilovich Eisenstein y Vsiévolod Ilariónovich Pudovkin, recibieron una fuerte
influencia de la obra de Griffith, sobre todo de Intolerancia y su montaje, aspecto del nuevo
arte que analizaron en detalle, formularon teorías, depuraron y aplicaron hasta conseguir
los más brillantes logros en este campo de la historia del cine, con la concatenación rápida
de tomas separadas de gran fuerza visual capaces de dejar una fuerte impresión en el
espectador.
2.6.3 Francia
En 1895 Méliès asistió a una de las primeras exhibiciones de Antoine Lumière. Percibió de
inmediato las posibilidades de la nueva técnica, y así, mientras los operadores de Lumière
recorrían el mundo en busca de nuevas imágenes documentales, Méliès concebía el cine
como una fábrica de ilusiones. Adquirió un proyector en Londres y creó su propia
productora, la Star Film, nombre fortuito sin conexión alguna con los significados
universales que ambas palabras llegarían a adquirir. En su casa de Montreuil, cerca de
París, construyó el primer estudio cinematográfico; transformó su teatro en una sala de
cine; se hizo director, productor, guionista, escenógrafo y actor ocasional y, entre 1896 y
1914, realizó 503 "viajes a través de lo imposible", hechizantes películas de extraordinaria
belleza poética y misterio. Su primer largometraje fue L'Affaire Dreyfus (El caso Dreyfus,
1899), en la que mostraba su preocupación por la realidad política, tras la que ganaría el
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reconocimiento universal por Viaje a la luna (1902), obra maestra del trucaje fotográfico y
la innovación técnica. Desafortunadamente, Méliès fue incapaz de competir con las
grandes productoras nacientes y se arruinó en la I Guerra Mundial, con lo que sus
pertenencias se destruyeron o se vendieron. Después de la guerra era un hombre olvidado,
que tuvo que recurrir a la venta de pasteles para sobrevivir. Antes de su muerte en un asilo,
Henri Langlois, creador de la cinemateca francesa en 1934, salvó la mayoría de las
películas de Méliès, que habían sobrevivido milagrosamente, y supervisó su restauración.
D.W. Griffith dijo de Méliès "le debo todo".
En los años veinte las películas estadounidenses comenzaron a tener una sofisticación y
una suavidad de estilo que sintetizaba lo que se había aprendido de la experiencia. Los
majestuosos westerns románticos, como El caballo de hierro (1924), de John Ford,
mostraban la economía y maestría narrativas que marcarían la trayectoria de los directores
clásicos Frank Capra, William Wyler o George Stevens. Mientras, Cecil B. De Mille trataba
de enmascarar el erotismo de sus primeras comedias sexuales, como El señorito Primavera
(1921), tras la fachada bíblica de espectáculos como Los diez mandamientos (1923) o El rey
de reyes (1927) en los que de hecho aparecían orgías y escenas de baño con el menor
pretexto.
Dos de los directores más populares de la época, Ernst Lubitsch y Erich von Stroheim,
alemán el primero y austriaco el segundo, revelaron sus sofisticados y diferentes
comportamientos en la pantalla con sus primeras obras en Hollywood. El primero
abandonó los espectáculos que había dirigido en su país para hacer comedias ligeras,
románticas, caracterizadas por la sencillez de sus decorados, elegancia de su técnica y
encanto personal. En Los peligros del flirt (1924) o La locura del charlestón (1926) manejó
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con tanta habilidad el tema sexual que lograba al mismo tiempo mostrarlo plenamente y
resultar aceptable para los censores. El trabajo de Von Stroheim, por su parte, más duro y
más europeo en su tono, es de una riqueza extravagante e incluso en ocasiones
melancólico, como en Esposas frívolas (1922), en la que contrasta la inocencia
estadounidense con la decadencia europea. Su obra maestra sobre la codicia en la sociedad
estadounidense, Avaricia (1923), fue reducida por los ejecutivos del estudio de diez a dos
horas. La mayoría de lo cortado entonces se ha perdido, pero incluso en su forma
abreviada es considerada como una de las obras maestras del realismo cinematográfico.
Las películas cómicas conocieron una época dorada en los años veinte. A Chaplin se
unieron otros dos cómicos, Harold Lloyd y Buster Keaton, a la cabeza del género, ambos
continuadores de la tradición de las películas cómicas de payasadas, de una sola bobina.
Durante este periodo, cada uno de estos cómicos dispuso del tiempo y del apoyo
económico necesarios para desarrollar su estilo personal. Keaton nunca sonreía, y en
películas como El moderno Sherlock Holmes (1924), dirigida por él, hizo contrastar su
gesto impasible con los gags visuales basados en sus increíbles facultades físicas. Harold
Lloyd era un cómico temerario que jugaba a menudo con la ley de la gravedad desde
grandes alturas. Encarnaba al chico ingenuo típicamente estadounidense, como en El
estudiante novato (1925), de Sam Taylor y Fred Newmeyer, en el que interpreta al
personaje débil que demuestra su valentía.
3. EL CINE SONORO
La transición del cine mudo al sonoro fue tan rápida que muchas películas distribuidas
entre 1928 y 1929, que habían comenzado su proceso de producción como mudas, fueron
sonorizadas después para adecuarse a una demanda apremiante. Los dueños de las salas se
apresuraron también a convertirlas en salas aptas para el sonoro, mientras se rodaban
películas en las que el sonoro se exhibía como novedad, adaptando obras literarias e
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introduciendo extraños efectos sonoros a la primera oportunidad. El público pronto se
cansó de los diálogos monótonos y de las situaciones estáticas de estas películas, en las que
un grupo de actores se situaba cerca de un micrófono fijo.
Los guionistas Ben Hecht, Dudley Nichols y Robert Riskin comenzaron a inventarse
diálogos especialmente elaborados para la pantalla, a los que se despojaba de todo lo que
no fuera esencial para que sirvieran a la acción en vez de estorbarla. El estilo periodístico
rapidísimo que Hecht preparó para Un gran reportaje (1931), de Lewis Milestone,
contrasta con las ingeniosas réplicas que escribiría para la obra de Lubitsch Una mujer
para dos (1933). Nichols, por su parte, destacó por sus diálogos claros, sin ambigüedades,
en películas como María Estuardo (1936), de John Ford. Riskin se hizo famoso por sus
personajes familiares en las películas de Frank Capra, entre ellas Sucedió una noche
(1934), protagonizada por Claudette Colbert y Clark Gable.
4. PELÍCULAS FANTÁSTICAS
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5. EL CINE ARTÍSTICO
6. LA PRODUCCIÓN EUROPEA
La producción del centro y del este de Europa fue esporádica en el periodo previo a la
II Guerra Mundial, reduciéndose en Alemania a películas de propaganda nazi como el
documental Triumph des Willens (Triunfo de la voluntad, 1934), de Leni Riefenstahl,
celebración de la concentración anual del partido nacionalsocialista alemán en la ciudad de
Nuremberg. En la Unión Soviética, el documental se centró en recreaciones de ópera y
ballets demasiado estáticas y elaboradas, con la excepción de dos excelentes películas de
Eisenstein por su montaje y por sus innovaciones visuales: Alejandro Nevski (1938) e Iván
el Terrible (1944-1948). En Francia, sin embargo, el cine alcanzó uno de sus mejores
momentos con el realismo poético de Marcel Carné y las películas de Jean Renoir. Jean
Vigo insufló de una enorme fuerza poética a la imagen con ejemplos como Cero en
conducta (1933) o L’Atalante (1934). A pesar de la caótica industria francesa,
especialmente durante la guerra, la actividad creadora no cesó y Marcel Carné, incluso
durante la ocupación nazi, realizaría la obra maestra Les enfants du paradis (Los niños del
paraíso, 1945), de más de tres horas de duración, empleando cientos de extras en una
alegoría teatral estilizada del amor y la muerte.
Los experimentos con película de color habían comenzado ya en 1906, pero sólo se había
usado como curiosidad. Los sistemas ensayados, como el Technicolor de dos colores,
fueron decepcionantes y fracasaban en el intento de entusiasmar al público. Pero hacia
1933 el Technicolor se había perfeccionado, con un sistema de tres colores comercializable,
empleado por vez primera en la película La feria de la vanidad (1935), de Rouben
Mamoulian, adaptación de la novela de William Makepeace Thackeray. La popularidad del
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color aumentó, y durante los años cuarenta se empleó sobre todo en una serie de musicales
clásicos de la MGM (Metro Goldwyn Mayer), entre los que destaca Easter Parade (Desfile
de Pascua, 1948), de Charles Walters. En la década de 1950 el uso del color se generalizó
tanto que prácticamente el blanco y negro quedó relegado para películas de bajo
presupuesto que buscaban un realismo sereno, como Marty (1955) de Delbert Mann, sobre
las aspiraciones de un carnicero del Bronx, o El hombre del brazo de oro (1955), de Otto
Preminger, en la que se contaba la historia de un drogadicto. A partir de los años sesenta,
el blanco y negro quedó para crear efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de
Hitchcock, o La última película (1971), de Peter Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos
podido ver casi siempre en películas con pretensiones artísticas, como El hombre elefante
(1980), de David Lynch, Toro salvaje (1980), de Martin Scorsese, La ley de la calle (1983),
de Francis Ford Coppola, o Zelig (1983), de Woody Allen.
En la posguerra, la llegada de la televisión supuso un desafío a la industria del cine que aún
hoy perdura, cayendo la audiencia de unos 85 millones de espectadores anuales en Estados
Unidos durante la guerra a apenas 45 millones a finales de la década de 1950. La industria
respondió ofreciendo más espectáculo, que se concretó en el mayor tamaño de las
pantallas.
9. EL FORMATO PANORÁMICO
En 1953, la Twentieth Century Fox estrenó su película bíblica La túnica sagrada, de Henry
Koster, en un sistema nuevo denominado CinemaScope, que inició la revolución de los
formatos panorámicos. En una sucesión rápida, todos los estudios lanzaron sus sistemas
panorámicos, tales como el Vistavisión, Todd-AO, Panavisión, SuperScope y Technirama.
De todos ellos sólo el Todd-AO y el Panavisión sobrevivirían, ya que suponían el uso de una
sola cámara, un solo proyector y película estándar de 35 mm, adaptándose más fácilmente
a todos los sistemas; su éxito cambió definitivamente la forma de las pantallas de cine.
Musicales a todo color, en pantallas anchas y plagados de estrellas, como Ha nacido una
estrella (1954), de George Cukor, u Oklahoma (1955), de Fred Zinnemann,
superproducciones históricas como Ben-Hur (1959), de William Wyler, y películas de
aventuras como Rebelión a bordo (1962), de Lewis Milestone, o Doctor Zhivago (1965), de
David Lean, llenarían las pantallas de cine.
Los dos países latinoamericanos que poseen una industria cinematográfica más sólida y
con mayor tradición son México y Argentina.
10.1 Mexico
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En 1920 se crean en México los estudios Camus y, ocho años más tarde, Cándida Beltrán,
pionera de las realizadoras mexicanas, dirige El secreto de la abuela. Más fuerte que el
deber (1930), de Rafael J. Sevilla, inaugura formalmente el cine sonoro mexicano, con
técnicos que se habían formado en Hollywood. En 1931 Eisenstein rueda su inacabada
¡Que viva México! Fernando de Fuentes realiza dos obras fundamentales llenas de
madurez cinematográfica: El compadre Mendoza (1933) y el relato épico de la Revolución
Mexicana Vámonos con Pancho Villa (1935). En 1940 se consagra Mario Moreno,
Cantinflas, con la película Ahí está el detalle, de Juan Bustillo Oro. En esta década se
producen películas cuya calidad sería reconocida en todo el mundo, como María
Candelaria (1943), de Emilio Fernández; Doña Bárbara (1943), de Fernando de Fuentes, o
Distinto amanecer (1943), de Julio Bracho. Es también la década de los grandes actores
mexicanos, como Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendáriz y Jorge Negrete. En 1942
se crea el Banco Cinematográfico como aval para la producción de películas, pero sólo
beneficia a las productoras más fuertes como Grovas, Filmex, Films Mundiales y Posa
Films (de Cantinflas). En 1944 se fundan los estudios Churubusco, de donde saldrá la
abundante producción mexicana de películas de todos los géneros que invadirá el resto de
países latinoamericanos. Juan Orol cultivó un peculiar cine negro mexicano con películas
como Misterios del hampa (1944). En 1950 se producen 122 películas, el año más
fructífero. Aquel año Luis Buñuel realiza su obra maestra mexicana Los olvidados,
premiada en el Festival de Cannes, sobre los jóvenes marginados de las grandes ciudades.
10.2 Argentina
En 1955 fue invitado Emilio Fernández, el gran director mexicano, para realizar La Tierra
del Fuego se apaga. En los años sesenta apareció lo que se llamó nuevo cine argentino, con
películas como Alias Gardelito (1961), de Lautaro Murúa. El gran cineasta argentino Torre
Nilsson realiza una nueva versión de Martín Fierro en 1968. En la década de 1970 hay un
leve repunte de la industria argentina del cine encarnada por producciones independientes
y con temáticas distintas a las tradicionales de tangos y gauchos, como La fidelidad (1970),
de Juan José Jusid, con el actor Héctor Alterio, que después ha trabajado en el cine
español; La Patagonia rebelde (1974), de Héctor Olivera; La Raulito (1975), de Lautaro
Murúa; La parte del león (1978), de Adolfo Aristarain, que dirigiría también Tiempo de
revancha (1981), con el actor Federico Luppi; Momentos (1980), de María Luisa Bemberg,
y El arreglo (1983), de Fernando Ayala. Después de un periodo de cierto estancamiento, en
los últimos años el cine argentino ha experimentado un renacer con autores como Eliseo
Subiela (No te mueras sin decirme a dónde vas, 1995).
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1916 – Primera película de larga ficción. Se realiza en Caracas La Dama de las Cayenas de
Enrique Zimmermann.
1918 – Se rueda Don Leandro, el inefable, de Lucas Manzano, escrita por Rafael Otazo.
1925 – Primera Gran sala de Cine. Se inaugura el Cine Ayacucho, diseñado por Alejandro
Chataing, con capacidad para más de 1.300 localidades.
1927 – Se crean los Laboratorios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, primer
establecimiento moderno y completamente equipado para la producción cinematográfica.
1932 – Primer filme con sonido incorporado: La Venus de Nácar, ficción musicalizada,
realizada en los Laboratorios Nacionales.
1938 – Primer filme con sonido sincrónico: Taboga, un cortometraje con diálogos y
musicalización.
Rómulo Gallegos funda Estudios Avila, empresa que absorbe los recursos de los
Laboratorios Nacionales.
Se inicia el auge del cine mexicano en Venezuela con la exitosa proyección en el país de Allá
en el Rancho Grande, de Fernando de Fuentes.
1941 – Se realiza Juan de la Calle, uno de los primeros intentos de cine social, con guión y
producción de Rómulo Gallegos, bajo la dirección de Rafael Rivero.
1945 – Se realiza Alma Llanera, de Manuel Pelufo, Las Aventuras de Frijolito y Robustiana,
de José María Galofré y Dos Hombres en la Tormenta, de Rafael Rivero, intentos
significativos de crear una dramaturgia de perfil netamente nacional.
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1949 – Bolívar Films se lanza a producir largometrajes dentro de un esquema industrial,
contratando actores, directores y técnicos mexicanos y argentinos. Se inicia el rodaje de El
Demonio es un Angel y La Balandra Isabel llegó esta Tarde, de Carlos Hugo Christensen.
1959 – Se abre el Teatro Altamira, con un aforo de 1.600 butacas, la sala de más grande
inaugurada en la ciudad capital.
1962 – Se filma La Paga de Ciro Durán, filme excepcional que aborda la temática rural
desde un punto de vista político.
1965 – Jesús Enrique Guédez rueda La Ciudad que nos ve, documental ficcionado que
inicia un movimiento documentalista de compromiso social.
1975 – Por primera vez el Estado venezolano a través del convenio entre Corpoturismo y
Corpoindustria, financia el cine otorgando cinco millones de bolívares para la realización
de nueve largometrajes. Compañero Augusto, Los Muertos si salen, Fiebre, Soy un
Delincuente, Sagrado y Obsceno, Canción Mansa para un Pueblo Bravo, La Ruta del
Triunfo, 300.000 Héroes, la Invasión.
El Pez que Fuma, de Román Chalbaud, se convierte en la película más taquillera del año y
en una de las grandes obras de este autor que, junto a Soy un Delincuente y Cuando Quiero
Llorar no Lloro caracterizan al cine nacional del período.
1978 – Por primera vez, se estrenan 16 títulos venezolanos en un solo año. El Domador de
Joaquín Cortés obtiene premio en el Festival de Lille, Francia; Yo Hablo a Caracas, de
Carlos Azpurua, en el Festival de Leipzing y en el festival de Huelva; La Empresa perdona
un momento de locura, de Walerstein, en la Semana del Cine Iberoamericano.
1983 – Foncine asigna 29 millones de bolívares para la realización de los filmes: Adiós
Miami; Cóctel de Camarones; Cubagua; Diles que no me maten; Doctor Bebé; Tiznao;
Reinaldo Solar; La graduación de un delincuente; La muerte insiste; La casa de agua; La
Gata borracha; Orinoco, Nuevo Mundo; Retén de Catia; Relatos de Tierra seca; El
Iluminado; Oriana; Profesión Vivir.
1984 – Homicidio Culposo, de Cesar Bolívar, se convierte en el filme venezolano más visto
en salas de cine con un total de espectadores que alcanzó la cifra de 1.335.085.
1987 – Macu, la mujer del policía, de Solveig Hoogesteijn, establece un nuevo récord de
taquilla al recaudar 19.189.350 bolívares en todo el territorio nacional.
1991- Por primera vez se incluye el Premio Nacional de Cine entre los Premios Nacionales
de Cultura, siendo el ganador el cineasta Román Chalbaud.
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1993 – Aprobada la Ley de Cinematografía Nacional
1995 – Se filma Mecánicas Celestes, de Fina Torres y Desnudo con naranjas de Luis
Alberto Lamata.
1996 – Se producen los filmes Tokyo Paraguaipoa de Leonardo Henriquez y Una Vida y
dos Mandados de Alberto Arvelo.
Cuchillos de Fuego. Venezuela 1990. 100 minutos. Director Román Chalbaud. Con Miguel
Angel Landa.
Macu la mujer del Policía. Venezuela 1987. 92 minutos. Directora: Solveig Hoogesteijn.
Con Daniel Alvarado
Amazonas, el negocio del mundo. Venezuela 1986. 65 minutos. Director: Carlos Azpurua.
El misterio de los ojos escarlata. Venezuela 1993. 78 minutos. Director: Alfredo J. Anzola.
Al mismo tiempo surgió una nueva generación de realizadores bajo la influencia de las
tendencias europeas y con el deseo de trabajar con diferentes distribuidores, tomando cada
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película como una unidad por separado. Muchos de ellos realizaron películas de gran
calidad, tanto fuera de la recién descentralizada industria como dentro de sus límites.
Algunos de ellos, como Stanley Kubrick, Woody Allen, Arthur Penn, Francis Ford Coppola
o Martin Scorsese, han tratado en numerosas ocasiones de trabajar con el respaldo de una
compañía financiera, buscando la distribución de sus obras a través de un estudio distinto
para cada proyecto, o manteniendo una relación relativamente estable con uno de ellos.
Otros directores, como Robert Altman, John Cassavetes o John Sayles, han tratado de
eludir los canales establecidos, pero eso les ha supuesto que sólo ocasionalmente hayan
conseguido un éxito comercial suficientemente amplio como para financiarse sus
siguientes proyectos.
Stanley Kubrick produjo durante unos años una serie de obras interesantes, desde la sátira
política de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1963), hasta el desafío técnico de 2001:
una odisea del espacio (1968), la meticulosa adaptación del siglo XVIII de Barry Lyndon
(1975) o el horror gótico de El resplandor (1980), aunque sus mejores películas siguen
siendo las primeras: Atraco perfecto (1956), hermosa síntesis del género policiaco, de un
fatalismo poético; Senderos de gloria (1957), una de las mejores películas antibélicas de la
historia; Espartaco (1960), sobre la revuelta de los esclavos romanos, y Lolita (1962), todas
ellas además magistralmente interpretadas. Arthur Penn, más complaciente, con Bonnie y
Clyde (1967) conmovió a los espectadores de las salas de arte y ensayo y a los aficionados al
cine de violencia y de aventuras, y sirvió de punto de partida para el gusto de nuevas
generaciones de espectadores, que marcaron también Mike Nichols con El graduado
(1967), o Dennis Hopper con Buscando mi destino (1969). Penn continuó con el cine
‘contracultural’ de los sesenta con El restaurante de Alicia (1969) y Pequeño gran hombre
(1970). Por su parte, Woody Allen dirigió y protagonizó una serie de películas formalmente
semejantes a las de los cómicos clásicos estadounidenses, algo entre sus admirados Bob
Hope y Groucho Marx, pero con un mensaje y unas actitudes peculiares, propias de la
sensibilidad de la ciudad de Nueva York. Entre ellas son buenos ejemplos Toma el dinero y
corre (1969), Bananas (1971) y El dormilón (1973). Más tarde, Woody Allen ha alcanzado
una madurez indudable, alejado ya de la payasada, más reflexivo y al mismo tiempo más
amargo, preguntándose permanentemente sobre el sexo, el amor, la muerte y la
responsabilidad personal. Aquí cabe citar Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Hannah y
sus hermanas (1986), Días de radio (1987), Delitos y faltas (1989) y Desmontando a Harry
(1997).
En otro estilo totalmente distinto, Francis Ford Coppola aparece como un director de
grandes producciones y arriesgados experimentos, no siempre fructíferos comercialmente.
Aunque esto no le ha impedido continuar una obra tan personal como la de los autores
europeos, ajeno a las conveniencias y a las modas. De sus primeros fracasos económicos se
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repone con El padrino (1972), un éxito comercial de tal magnitud que le permite hacer la
personal La conversación (1973), a la que sigue la producción de American Graffiti (1973),
de George Lucas. Con los beneficios obtenidos con esta película realiza El padrino II (1974)
y Apocalypse now (1979), adaptación del relato corto de Joseph Conrad "El corazón de las
tinieblas". Ésta resulta una gran obra aclamada por la crítica pero con un irregular
resultado de público. Corazonada (1981) fue un fracaso comercial, lo que no le impide
hacer poco después otra de sus mejores obras, La ley de la calle (1983). Vuelve a conseguir
el éxito con Tucker: un hombre y su sueño (1988), otra obra maestra. Cierra el ciclo de la
familia Corleone con El padrino III (1990). De nuevo obtuvo gran éxito de público en todo
el mundo con su particular Drácula (1992). Más clásico, aunque con un estilo personal
indiscutible es el también italoamericano Martin Scorsese, autor de Malas calles (1973),
Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980), Uno de los nuestros (1990), La edad de la
inocencia (1993) o Casino (1995).
Robert Altman, tras un enorme éxito comercial con M*A*S*H* (1970), que se convirtió
posteriormente en una larga y popular serie de televisión, hace una serie de películas, por
lo general complejas para el gran público, exceptuando el musical Nashville (1975), en el
que intervienen 26 personajes principales formando un gran tapiz de la política, la música,
el teatro y la religión. En sus obras más recientes vuelve a recuperar el contacto con el
espectador, como en El juego de Hollywood (1991), una comedia negra sobre las intrigas de
la producción cinematográfica hollywoodiense, Vidas cruzadas (1993) y Prêt-à-porter
(1994) y Kansas City (1996). Cassavetes, actor-director cuyo primer largometraje fue el
documental experimental Sombras (1960), se sumó a la producción convencional tras su
éxito comercial con Faces (1968), que repetiría con Una mujer bajo la influencia (1974),
protagonizada por su mujer, Gena Rowlands. John Sayles, escritor-director-actor
independiente, consiguió el aplauso de la crítica por películas como Return of the Secaucus
Seven (1980), Matewan (1987) y Passion Fish (Peces de pasión, 1992). Spike Lee, que
escribió, dirigió, produjo y protagonizó películas tan alabadas por la crítica y por el público
como Nola Darling (1986), Haz lo que debas (1989) o Malcolm X (1992), en la actualidad
parece empeñado en crear un nuevo tipo de cine, centrado casi exclusivamente en la
problemática de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Frente al cine que representan los anteriores realizadores de cine de autor, pese a ser
estadounidense y en ocasiones ligado a la industria de Hollywood, ésta ha continuado otras
líneas de producción para el consumo masivo, especialmente de niños y adolescentes. Se
basan principalmente en el efectismo que las nuevas tecnologías y los grandes
presupuestos permiten. Dentro de esta categoría figuran las películas de catástrofes, como
La aventura del Poseidón (1972), de Ronald Neame, El coloso en llamas (1974), de John
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Guillermin e Irvin Allen, o Titanic (1997), de James Cameron, galardonada con 11 oscars de
la Academia; las recreaciones de personajes del cómic, como Superman (1978), de Richard
Donner, y Batman (1989), de Tim Burton, y sus interminables secuelas; o las películas
bélicas de ciencia ficción como La guerra de las galaxias (1977), de George Lucas.
En estos géneros comerciales ha destacado Steven Spielberg, desde Tiburón (1975), modelo
de películas en las que una criatura terrorífica atemoriza a una pacífica comunidad, a las
más serenas y emotivas de ciencia ficción Encuentros en la tercera fase (1977) y E.T. el
extraterrestre (1982), que explotaron la fascinación por las posibilidades de vida
extraterrestre y su posible contacto con los humanos. En la serie de Indiana Jones recrea el
cine clásico de aventuras: En busca del arca perdida (1981), Indiana Jones y el templo
maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada (1989).
Los disparatados costes de estas megalómanas películas han llevado a varios estudios a la
bancarrota y han forzado a otros a producir sólo 2 o 3 películas al año, con lo que la oferta
de películas disponibles se reduce, fenómeno que tiende a intensificarse con las políticas de
marketing aplicadas desde comienzos de los noventa: concentrar el esfuerzo publicitario y
promocional en pocas películas que copan luego casi todas las salas de cine de las ciudades
de todo el mundo, con lo que queda escaso lugar para la exhibición de pequeñas
producciones independientes o producciones medias de las industrias nacionales. Estas
películas quedan así arrinconadas en salas especializadas, semejantes a las antiguas de arte
y ensayo, de aforo reducido, a las que acuden los aficionados y no el gran público. De
hecho, incluso en Estados Unidos, aunque se siguen produciendo películas intimistas, más
basadas en el guión, la interpretación y la habilidad de los realizadores, como Kramer
contra Kramer (1979), Gente corriente (1980) o Paseando a Miss Daisy (1989), son a
menudo (por no ser fantásticas ni efectistas y por tratar de analizar o recrear la realidad
cotidiana) consideradas una empresa azarosa por los distribuidores, lo que facilita aún
menos su pervivencia.
eudes piña
eudes_8k[arroba]hotmail.com
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