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El Jardín Comestible

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El jardín comestible.

Por fin está de moda la alimentación sana, sobre todo si los manjares, proceden de tu
propia cosecha, sea huerta convencional o huerta camuflada en el diseño del jardín,
incluyendo los tan afamados huertos verticales.
Si lo piensas un poco, ¿podríamos sustituir algunas especies vegetales, de clara
tendencia ornamental, por otras del mismo porte y crecimiento..pero, utilizables por el
aprovechamiento de sus frutos?
La respuesta de todos, sería que sí, salvo por los perjuicios y por las modas imperantes.
Todos queremos un jardín singular y elegante, nadie quiere el mismo árbol que
prevalece en los viales de barrios modestos, ni los ejemplares que adornan los
cementerios, ni las especies que suelen poner nuestros abuelos en los huertos
marginales en que se entretienen ¿verdad?...eso no es chic, no es elegante.
Pero, por fortuna para todos, los perjuicios se están relegando a un segundo término,
sólo a un segundo, y predomina el sentido práctico e inteligente, sobre “lo ortodoxo que
suele hacer todo el mundo”.
Y me explico.
No hace mucho tiempo, encontramos en la entrada de un restaurante de carretera, una
peculiar pérgola con forma de túnel, bajo la que se transitaba y sobre la que colgaban,
con profusión grandes calabazas ornamentales a modo de farolillos de feria. No había
nadie que al pasar, no parara y comentara lo singular y curioso de tal creación.
Resultaba de lo más atractivo, a la vez que aprovechable, dado que dichas calabazas del
peregrino, de cuello largo y cuerpo ovoide, prevalecerían incluso cuando su planta se
secara por haber cumplido su ciclo anual.
Decoraban con naturalidad y belleza y, cuando se cortaban, servían de reclamo
comercial para los clientes, alguno de los cuales, siempre salía con su calabaza bajo el
brazo, los mofletes sonrosados y el colesterol subido de tono.
La pérgola bien podría haber tenido una espectacular Glicinia, también llamativa y de
belleza indiscutible, pero, la elección fue, la calabaza del peregrino, con “producción
añadida”.

Hablando de otras especies he de deciros que se colocan con profusión las enredaderas
que popularmente se denominan “parra virgen”, nos referimos a las Parthenocisus
tricuspidata y quinqueifolia, compitiendo con las parras reales o Vitis sp, verdaderas
proveedoras del mejor de los reservorios de antioxidantes y taninos, la dulce y
aprovechada uva.
Reconocemos que la”tricuspidata” no tiene competencia en cuanto a forrar fachadas,
haciéndolo con belleza y displicencia, aferrándose a los muros con sus ventosas
repartidas a lo largo de sus tallos. Es la especie por excelencia para forrar fachadas y
conseguir sustituir la emisión de calor de la construcción, por emisión de oxígeno y
agua de la cubierta vegetal.
La “quinquefolia”, se aferra por zarcillos que necesitan de soportes de alambres para
proliferar en vertical.
La belleza de ambas, se enaltece en Otoño, cuando su follaje adquiere esa peculiar
tonalidad roja.
Pero, de nuestra parra real, hemos de decir en su defensa, que sus grandes hojas
proyectan una sombra bajo si, cerrada y oscura, fresca y acogedora siempre.
Que su intricado, asurcado sistema de ramas, le confieren al conjunto, la belleza plástica
añadida de su peculiar tortuosidad.
Y por excelencia diremos que la recogida escalonada de sus frutos, nos abastecen a la
vez que nos deleitan con su degustación, sana y regeneradora para nuestro organismo.
La pérgola de nuestra preferencia, lo será sin duda con la parra que siempre destacó en
nuestro entorno mediterráneo.
Y como dijo el poeta…
Bajo tu sombra se acallan los pensamientos y se percibe la caricia de la brisa, que con
tibieza y soltura, siempre presta, siempre grata, nos recuerda lo poco que en verdad
necesitamos para un momento de paz.

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