El documento describe tres granjeros llamados Benito, Buñuelo y Bufón que viven en granjas en un valle. Benito cría pavos y manzanas, Buñuelo cría patos y gansos, y Bufón cría pollos. En el bosque sobre el valle vive Don Zorro con su familia, y roba animales de las granjas de los tres granjeros cada noche. Los granjeros intentan atrapar a Don Zorro escondiéndose en sus granjas, pero él es demasiado listo y los evita.
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El documento describe tres granjeros llamados Benito, Buñuelo y Bufón que viven en granjas en un valle. Benito cría pavos y manzanas, Buñuelo cría patos y gansos, y Bufón cría pollos. En el bosque sobre el valle vive Don Zorro con su familia, y roba animales de las granjas de los tres granjeros cada noche. Los granjeros intentan atrapar a Don Zorro escondiéndose en sus granjas, pero él es demasiado listo y los evita.
El documento describe tres granjeros llamados Benito, Buñuelo y Bufón que viven en granjas en un valle. Benito cría pavos y manzanas, Buñuelo cría patos y gansos, y Bufón cría pollos. En el bosque sobre el valle vive Don Zorro con su familia, y roba animales de las granjas de los tres granjeros cada noche. Los granjeros intentan atrapar a Don Zorro escondiéndose en sus granjas, pero él es demasiado listo y los evita.
El documento describe tres granjeros llamados Benito, Buñuelo y Bufón que viven en granjas en un valle. Benito cría pavos y manzanas, Buñuelo cría patos y gansos, y Bufón cría pollos. En el bosque sobre el valle vive Don Zorro con su familia, y roba animales de las granjas de los tres granjeros cada noche. Los granjeros intentan atrapar a Don Zorro escondiéndose en sus granjas, pero él es demasiado listo y los evita.
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Los tres granjeros
Había una vez un valle... y en el valle tres granjas;
y en las granjas, tres granjeros. Tres granjeros bastante feos, por cierto. Y además, antipáticos. Más feos y más antipáticos que Satanás. Se lla- maban Benito, Buñuelo y Bufón.
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Bufón tenía pollos en su granja avícola, cien- tos y cientos de pollos. Bufón era gordo como un tonel, de tanto comer pollo a todas horas: de desayuno, pollo; de comida, pollo; de cena... pollo con papas.
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Buñuelo se dedicaba a los patos. Patos y gan- sos a miles. Era tripón y bajito, tan bajito que parecía enano. Se alimentaba de donas y de hígado de pato. Primero machacaba el hígado hasta que se hacía pasta y después metía la pasta en la dona. Esta porquería le daba dolor de barriga y se ponía de un humor que no había quien lo aguantara.
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Benito se dedicaba por igual a los pavos y a las manzanas. Y se lo podrán imaginar crian- do miles de pavos, a la sombra de sus enormes
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manzanos. A éste lo que le pasaba es que no co- mía nada. Sólo bebía. Bebía litros y litros de si- dra, que sacaba de sus manzanas. Y así estaba él de delgado, que parecía un lápiz. Pero, eso sí, era el más listo de los tres. Siempre iban juntos, y en cuanto aparecían, los niños les cantaban:
Benito, Buñuelo, Bufón
Flaquito, pequeño, tripón Tres grandes bribones, Son unos ladrones Y tienen todos mal corazón.
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El Superzorro 05nov15.indd 12 11/6/15 12:34 PM Don Zorro
Y encima del valle había un bosque... y en el
bosque, un árbol enorme; y en el árbol, un agu- jero, una madriguera, que era el hogar de don Zorro, doña Zorra y sus cuatro zorritos. Y cada tarde, al oscurecer, le decía el señor zorro a su zorrita: “¿Y qué se le antoja hoy a mi zorrita? ¿Un sabroso pollo de los que cría Bufón? ¿O quizás un tierno patito de casa Buñuelo? ¿No sería mejor un buen pavo de los de Benito? Pide por esa boquita”. Y la zorrita pedía, y don Zorro se internaba en la espesura del bosque, en busca del botín.
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Pronto se enteraron los tres granjeros de las fechorías de este zorro y, antes de que les robara más animales, decidieron ir por él. Cada noche se escondía uno de ellos en algún sitio oscuro de su granja, para poder pegarle un tiro en cuanto asomara la cabeza. Pero don Zorro era demasiado listo para ellos. Sólo se acercaba a la granja si el viento soplaba de cara y así, en cuanto olía a algún granjero, daba media vuelta y se marchaba. Se marchaba a la granja del otro granjero, que dormía tran- quilamente en su cama. A la mañana siguiente, los tres estaban furiosos: —¡Hay que matar a este maldito bicho! —de- cía Benito. —¡En cuanto lo atrape, le retuerzo el pes- cuezo! —decía Bufón. —¡Y yo le saco los hígados! —decía Buñuelo. —Pero ¿cómo demonios lo podemos agarrar, si es más listo que nosotros? —se preguntaba Bufón. Benito, que en aquellos momentos se estaba hurgando en la nariz con disimulo, exclamó: