El Sexo en Las Iglesias Cristianas
El Sexo en Las Iglesias Cristianas
El Sexo en Las Iglesias Cristianas
Este texto, sin estar el tema agotado, constituye una reflexión basada en mucha lectura, bíblica
y extra bíblica, en charlas oídas por internet, meditación, observación, intercambio de
opiniones e introspección, por lo tanto corresponde a una visión personal. Por lo mismo, no
cita fuentes específicas; más bien puede leerse como un hilo conductor para ayudar a pensar y
sacar conclusiones que de alguna manera puedan producir una mayor satisfacción en cuanto a
inquietudes sobre el tema.
La mejor verdad que cada uno puede manejar, es finalmente la basada en su propia
experiencia, equivocada o no, es, a fin de cuentas sincera y lo mejor que podemos visualizar.
Siempre habrá motivos para dudar, de allí que Descartes, buscando algún punto de partida
absolutamente irrebatible, dejó para la humanidad, su conocida expresión “cogito ergo sum”.
Podrán haber muchas o pocas diferencias entre las denominaciones que portan la cruz como
símbolo de su fe; pero si hay algo en lo que todas tienen la misma y fuerte posición, tiene
relación con la moral respecto al comportamiento sexual. Hay algunos matices y énfasis
puntuales, como entender que el mayor propósito del sexo fuera la procreación, sin embargo,
la naturaleza misma del cuerpo humano demuestra que quizás el mayor componente sea el
placer sensual y de la comunión.
Es relativamente fácil para los líderes cristianos mayores asumir estrictas posiciones con
respecto al comportamiento sexual de las personas solteras o que han perdido a su cónyuge,
sin embargo no es el plan de Dios que las personas no tengan un igual de solaz y alegría.
Dada esta realidad, se producen algunos conflictos que producen sufrimiento en las iglesias
locales y en las personas, cuando se trata de mantener a raya los impulsos bajo amenaza de
condenación de la comunidad o del individuo. Quizás el mayor problema se produce en las
personas más jóvenes, quienes sintiéndose esclavos de impulsos naturales recurren a la
autocomplacencia secreta, hipotecando su paz mental; obviamente la comunidad no lo sabrá y
hasta puede ser posible que esas personas reciban cargos de alta calificación y
responsabilidad, confiando en el buen testimonio externo.
El problema anterior es solo una arista del tema. ¿Qué pasa cuando hay adulterio o
fornicación?, lo más probable es que el afectado y su comunidad sufran escarnio y este
termine siendo excomulgado de su congregación. Sin embargo esa reacción no soluciona el
problema, más bien le cubre con un manto de relativa cortesía.
Este tema a ha sido objeto de estudio de teólogos a través de las generaciones, llegando
generalmente a la misma “clara” conclusión, es un pecado y se debe sancionar. Pero, nos
preguntamos, ¿acaso una mentira blanca no es pecado?, ¿el abuso con el cuerpo o con la
propia salud?, ¿y qué decir del egoísmo o la envidia? Aunque la iglesia supiera de una persona
con carácter egoísta no la dejaría afuera por eso. Pareciera haber categorías de pecado que
debiéramos tratar de diferente forma; pero ni el más leve pecado, ni siquiera el pecado por
omisión, deja de necesitar del sacrificio expiatorio de Cristo.
El sexo tiene efectos tan fuertes en la psiquis humana que puede producir grandes beneficios o
destrucción, quizás el problema con el adulterio y la fornicación radiquen justamente en su
carácter destructivo; en la fuerza arrolladora que expone más la vulnerabilidad de las
personas. Agustín de Hipona, reflexionó que la caída de Adán se debió más bien a su deseo de
mantener sexo con Eva antes que perderla omitiendo su invitación a comer del fruto
prohibido, por lo que relacionó al sexo con la naturaleza caída del hombre, pensamiento que
primó hasta la reforma protestante, pero que de alguna manera reverbera en el subconsciente
colectivo de la humanidad, exacerbando la pena y el dolor. No pareciera haber razón específica
para que la práctica del sexo fuera del matrimonio, sea mirada con mayor énfasis que otras
prácticas pecaminosas. Tal vez sea la más evidente de las debilidades, sino externa al menos
interiormente en cada persona, toda vez que su influencia puede ser tan poderosa como una
droga dura.
Más allá de recurrir a la misericordia de Dios, no se han encontrado salidas para considerar
esta problemática desde el punto de vista de las escrituras. El Texto de Mateo 5:32 y 19: 3-9,
así como de otros evangelistas, Lucas 16:18, marcos 10:11-12 deja sin alternativas para mirar
desde otro ángulo, en resumen, dice que si alguien se divorcia y se vuelve a casar, excepto por
fornicación, comete adulterio. También la Biblia aporta al tema en 1 Corintios 7:10-11; en este
último texto se indica que un cristiano puede separarse pero no divorciarse, ¿cómo se verá a
un cristiano separado pero no divorciado que quiera participar activamente en su comunidad?
En el libro de Mateo 19: 3-9, hay un contexto interesante, los hombres que provocaron la
declaración de Jesús, conocían que la posición que Él tenía era contraria a las instrucciones de
Moisés, y una vez que el Señor les aclara (indicándole que no procede el divorcio), ellos le
preguntan “entonces por qué Moisés mando dar carta de divorcio y repudiarla (a las esposas)”,
se entiende que a las que según ellos eran dignas de repudio; aquí el Señor les dice
“Cualquiera que se divorcia y se casa de nuevo peca”. Cabe notar que el verbo está en tiempo
presente, “peca”, no es que pecó ni que pecaría, sino que peca. Si se casa de nuevo bajo esas
circunstancias, “peca”. Este tiempo presente es muy complejo, pues por ejemplo, una persona
puede llevar una vida casada en segundas nupcias, pero si su divorcio no fue motivo de
fornicación, este solo hecho mantiene a la persona en “pecado permanente”, yendo más allá
podríamos decir que muere en pecado.
Así de sencillo, así de terrible. Después de la enseñanza en comento, los discípulos le dijeron a
Jesús (Mateo 19:10), si es así la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse; la
respuesta de Cristo fue (Mateo 19: 11 y 12), “no todos son capaces de recibir esto, sino a
aquellos a quienes les es dado”, haciendo referencia a eunucos y posiblemente a quienes
tienen lo que se llama “Don de continencia”, célibes; es decir, esto no es dado a aquellos que
sus hormonas les funcionan bajo otros parámetros. Aquí Jesús deja entrever una luz, sin
embargo antes ya había dado un razonamiento entre líneas, en Mateo 18:9 el Señor les señaló
a los fariseos que Moisés permitió dar carta de repudio a las mujeres “por la dureza del
corazón del hombre”, es decir………. El Señor permite cosas por la dureza del corazón del
hombre; aquí desde el punto de vista de un simple cristiano, sin la capa ni el solideo,
podríamos preguntarnos, quizás con simpleza ramplona, ¿será posible que Dios haga también
excepciones con los que tienen poco conocimiento, con los perspicaces, con los de fe débil?, la
verdad es que encadenando un tema con otro, abarcaríamos toda la Biblia y todos los temas,
quede pues para reflexión del lector.
Aquí vale recordar, que siempre una pareja puede llegar a separarse, ya sea por el peligro que
pueda correr uno de los cónyuges por parte del otro o de su familia, o por el mal trato o por
una convivencia miserable (estos conceptos son de puro sentido común, no son extraídos de la
biblia.
Indudablemente el razonamiento da para más, por ejemplo, ¿qué pasará con aquellos jóvenes
que sin tener mayor criterio o vislumbrar siquiera cómo podría ser construir una familia con la
persona con quién se va a casar. ¿Qué pasa si dentro de sus mejores intensiones pero falta de
visión se equivoca?; ¿en este caso, los cónyuges están condenados a una vida desgraciada por
haberse lanzado a una aventura siendo ignorantes?, la respuesta convencional a estos casos
suele ser “orar a Dios para que arregle el matrimonio”, pero la realidad es que a muchos
cristianos sinceros se les puede ir la vida rogando a Dios para que enmiende un error y no
obtengan respuesta; ¿por qué?, porque tal vez la respuesta no sea “enmendar” el error dentro
de una unión espuria, alentada por el ángel maligno. La sociedad secular también tiene
respuestas “jódase”. ¿Es que vinimos a este mundo a cargar un dolor o una pena permanente
sólo porque no hemos tenido visión? ¿Será que el más despiadado sicario puede alcanzar la
paz, no así quién cometió una equivocación en su juventud?
Hay, otra causa bíblica con respecto al divorcio en los escritos de Pablo, si uno de los cónyuges
es creyente y el otro no, y esto altera el modus vivendi cristiano, puede proceder la
separación, incluso un nuevo casamiento.
El voto matrimonial
No existe UN solo voto matrimonial, varían y cambian según la denominación y los tiempos,
por ejemplo, en el mundo anglicano, hay un voto alternativo donde la mujer, si lo desea,
puede prometer obedecer a su consorte, seguramente en la actualidad rara vez el oficial
anglicano ofrece este voto a la novia. En general los votos hablan de amor, respeto y honra en
las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta
que la muerte disuelva el vínculo. ¿Qué pasa si un cónyuge falta a alguno de sus votos
matrimoniales?, por ejemplo si un esposo habla constantemente mal de su esposa y viceversa
(deshonra); ¿Cómo se debiera considerar la ausencia o la falta de respeto entre los esposos?
Posiblemente si hubiera adulterio estaría clara la respuesta, pero pareciera ser que el resto de
los votos matrimoniales no tuviera el mismo peso. Es como para pensar ¡verdad?
Hay más
Recuerda Usted el caso del asesinato y adulterio provocados por David. Centrémonos en
David. ¿Era querido?, sí; ¿era espiritual?, sí, mucho; ¿Trataba de ser justo?, sí; ¿consecuente?,
sí, ¿amado por Dios?, sí, de hecho su nombre significa “amado”. Bueno, este rey, con todos los
rasgos positivos de su persona (sin agotar la lista de sus virtudes), cometió adulterio con
Betsabé y cuando supo que esperaba un hijo de ella, mandó a matar “elegantemente” a su
esposo; sin embargo cuando el profeta Natán le enrostra su pecado, David reacciona, se
arrepiente, pide perdón y escribe uno de los salmos más conmovedores, el Salmo 51. ¿Qué
cuenta el resto de la historia?, quizás para nuestras mentes creyentes del siglo 21 el ideal
hubiera sido que David dejara a Betsabé en plena libertad, ya que el hijo recién nacido había
muerto, y le permitiera volver con su familia, dejándole una mensualidad jugosa que la
exonerara de su deshonra. Pues no fue el caso; David se “metió” con Betsabé “pecó” hasta el
fin de sus vidas, hasta donde se sabe David murió primero, si hubiese sido al revés, por ahí
podríamos inventarnos una regla que lo justificara.
Cercano a su muerte, en 1ª de Reyes 1:26, este rey dijo “Vive, Jehová, que ha redimido mi
alma de toda angustia”, sin embargo lo último que le dijo a Salomón fue mata a “Simei, hijo de
Gera” (1ª Samuel 2:8-9); ante esta declaración, la pregunta sobre su estado por casarse con
Betsabé casi empalidece. La cuestión es que sí, sí había sido redimido en vida, sí Dios lo había
perdonado, sí siguió viviendo con Betsabé y ya no estaba en pecado (ese pecado).
¿Es usual para Dios actuar así?, no lo sabemos, hemos sido educados para perdonar
incondicionalmente incluso antes de que nos perdonen, el perdón libera de la falta a quién lo
cometió. Jesús en la cruz perdonó a sus verdugos hasta porque no sabían lo que hacían, ni
siquiera porque estaban arrepentidos.
La postura expuesta hasta ahora es peligrosa, pues deja los portones ampliamente abiertos
para que toda la humanidad se salve en cualquier condición, no es potestad nuestra juzgar el
actuar de Dios, pero sí podemos hacernos preguntas. Veamos antes de responder, otros casos
menos dramáticos, pero didácticos.
Se le dijo a Jacob que sería el primogénito, sin embargo con su consentimiento, su madre
operó un plan B, engañar a Isaac para apurar el ungimiento de la primogenitura. La familia
pagó las consecuencias de esta acción, pero Dios enderezó hasta donde se pudo este plan
humano y bendijo a Jacob, también a Esaú. Cansada de esperar la promesa de un hijo, Sarai le
pidió al Padre de la fe, que recurrieran a un plan B para tener descendencia, Dios nuevamente
interviene, bendice a ese hijo fuera de su plan, pero otorga el hijo de la promesa que tenía en
mente.
Así pues, en nuestra debilidad heredada por la caída y nuestra condición inclinada
naturalmente hacia el mal, trazamos con la mejor intención planes alternativos, algunos más
extraños o nefastos que otros. Dios se compadece, otorga su misericordia y dentro de las
circunstancias que hemos creado, otorga bendiciones. La historia se repite vez tras vez, haga
su introspección.
No importa el tipo de pecado que Usted cometa, siempre estará perdido y siempre podrá ser
perdonado y redimido; a menos claro, que Usted no lo quiera. Solo cuando venga el señor en
su parusía, Usted y yo y toda la humanidad, pasaremos a un estado de incorrupción. Mientras
nuestra mente sea consciente en este mundo, necesitamos en cada momento la gracia de
Dios. Dios nos perdona a pesar de nosotros. El tiene misericordia de quién Él tiene misericordia
y se compadece de quién Él se compadece (Romanos 9.15); esta expresión parece arbitraria,
pero más bien es insondable pues Pablo nos dice al respecto “¿quién eres tú, para que
alterques con Dios” (Romanos 9:20).
Si en nuestros momentos de tranquilo sosiego no sentimos el dolor de ser como somos, no nos
identificamos con estas palabras del salmista
No hay solución única, no hay respuesta única, por eso la relación íntima del cristiano con su
Dios es fundamental.
En resumen, ¿Hay otras razones, aparte de las mencionadas por la Biblia, por las cuales un
cristiano pueda divorciarse y volverse a casar?; a mi modo de ver sí; ¿Cuáles?, las que
provengan de una mente sinceramente apesadumbrada ante Dios y no vea más salida que la
muerte o vivir una vida desgraciada hasta la muerte. Se puede vivir tranquilo habiéndose
divorciado por otras causas y volverse a casar?; sí, pero apelando profundamente a la gracia y
la misericordia de Dios. No hay recetas genéricas.