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Teoría

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ANÁLISIS DE LA FUNDACIÓN, DE ANTONIO BUERO

VALLEJO

1. EL TRASFONDO HISTÓRICO Y LA INTENCIÓN DE LA OBRA

- Contexto histórico:
Mundial
España
- La Fundación en la carrera de Buero.
- La intención de la obra

En primer lugar, vamos a situar La Fundación en el momento histórico mundial, por una parte, y en
la carrera de Antonio Buero Vallejo, por otra. Para terminar abordaremos la intención de la obra. Los
setenta fueron años de grandes convulsiones mundiales: sigue la Guerra Fría, y se multiplican los
conflictos mundiales (Guerra del Vietnam, Golpe de estado en Chile…), crisis energéticas. Se producen
cambios importantes en la sociedad, especialmente en la juventud, que comienza a ganar peso en ella,
como consecuencia de la Revolución del 68 en Francia.
España está sufriendo los últimos años de Franco: en junio del 73 es nombrado Presidente de
Gobierno Carrero Blanco, que suponía la continuación del Régimen cuando Franco muriera, pero ese
mismo año es asesinado por ETA. Por una parte, los partidos políticos en la clandestinidad inician
movimientos para situarse tras la muerte de Franco, que se ve cercana; por otra, los defensores a
ultranza del régimen quieren endurecer los elementos de represión para que el régimen permanezca.
Esta lucha trae como consecuencia numerosas huelgas de estudiantes y obreros, represiones
policiales (estado de excepción, ocupación de las Universidades, encarcelamiento de estudiantes,
torturas). Se ejecuta a los últimos presos políticos, lo que provoca fuertes reacciones en el exterior. En
lo cultural, la censura, sobre todo en el teatro, sigue vigente y se prohíben obras y se cierran periódicos
Pasemos a situar la obra en la producción del autor. Buero inicia su carrera teatral en 1949 con
Historia de una escalera. Casi diez años después, inicia una fase marcada por la decidida voluntad de
plantear problemas abiertamente políticos y sociales, obras situadas en el pasado histórico: Un soñador
para el pueblo (1958), centrada en la figura de Esquilache, sobre las formas de ejercer el gobierno de un
país; Las Meninas (1960), sobre Velázquez y la lucha entre el poder represor y la libertad de expresión;
y El concierto de San Ovidio (1962), para denunciar la crueldad del empresario en la explotación de los
indefensos. La censura no permite el estreno de su siguiente obra, escrita en 1964, La doble historia del
doctor Valmy, en la que Buero denunciaba las torturas cometidas por la policía de un país autoritario.
En 1966 escribe El tragaluz, cuyo tema es la Guerra Civil contada desde el lado de los vencidos. Con
esta obra Buero deja claro que habla del momento presente de España, defendiendo la idea de que
para construir un futuro era preciso asumir el doloroso pasado. El estreno de la obra causó a su autor
nuevos contratiempos con las autoridades. En este momento de intensificación del tono crítico de sus
obras, el 15 de enero de 1974, en Madrid, se estrena La Fundación.
Para terminar, vamos a hablar de la intención de La Fundación. Buero quiere reflejar sentimientos e
inquietudes de la sociedad de aquellos momentos, ante unos espectadores, además, que se habían
acostumbrado -a causa de la censura y la falta de libertad de expresión- a hacer dobles lecturas de las
obras que se representaban, tratando de encontrar nuevos significados de las propuestas de los
dramaturgos. La denuncia del encarcelamiento, tanto personal como de todo el pueblo español, la
imagen de la prisión como parte de la propia condición humana es la que el autor intenta transmitir en la
obra. Como el personaje de Segismundo de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, Tomás,
encerrado en una cárcel, cree vivir como el personaje del drama barroco, en un confortable palacio del
que regresará, desengañado pero finalmente lúcido, a la prisión.
La prisión es una imagen central en el teatro de Buero Vallejo.
2. LOS PERSONAJES: CARACTERIZACIÓN E INTERRELACIONES

- Introducción: rasgo común de los personajes de Buero Vallejo.


- Tomás: el protagonista
Su evolución
Acontecimientos clave
- Asel y Tulio
Asel: personaje activo y contemplativo
Tulio el soñador
- Max y Lino: personajes activos sin escrúpulos
- Berta y el ratón
- Los personajes aludidos

Empezaremos destacando un rasgo común en los personajes del teatro de Antonio Buero Vallejo,
para analizar después pormenorizadamente a los personajes de La Fundación y sus interrelaciones.
Una constante en el teatro de Buero es el enfrentamiento entre personajes activos y
contemplativos. Los personajes activos se caracterizan por su materialismo y su falta de escrúpulos
para alcanzar su meta, el ascenso social o la simple supervivencia. Los contemplativos, por el contrario,
se definen por el idealismo y la defensa de los principios éticos, pero carecen de voluntad para
imponerlos. Permanecen pasivos, aislados de la realidad.
Los personajes de La Fundación no encajan completamente en estos dos prototipos porque van
evolucionando (especialmente el protagonista). Pero esta diferenciación general puede servir de base
para su estudio.
Empezaremos por el protagonista de la obra, Tomás. Es quien soporta todo el peso de la obra y
gracias a él los lectores o los espectadores conocen el significado pleno del drama. Tomás nunca
abandona la escena. El Tomás de la primera parte es un personaje contemplativo. Representa al
intelectual no comprometido, ajeno al mundo que lo rodea. Cree residir en una moderna fundación,
becado junto a sus compañeros para desarrollar investigaciones o, en su caso, escribir una novela. Se
muestra amable con todos y agradecido con esa sociedad que les permite desarrollar la ciencia o
disfrutar del arte, la música y la literatura, sin ninguna otra preocupación. Poco a poco, y nosotros con
él, irá percibiendo la dolorosa realidad. Recupera el juicio por completo, hasta convertirse en un
personaje activo al final de la obra. El factor clave para la curación de Tomás es el mismo que había
provocado su locura: el dolor. Si el sufrimiento causado por la tortura lo había conducido a la delación
de sus compañeros, los remordimientos y la locura, ahora el trauma causado por las sucesivas muertes
de sus compañeros hará que recobre la lucidez.
Los cuatro acontecimientos clave en este proceso evolutivo serán:
a) Descubrir que el hombre que él creía enfermo era, en realidad, un cadáver (final de la 1ª parte).
b) Descubrir que a Tulio se lo llevan para ejecutarlo (inicio de la 2ª).
c) El suicidio de Asel (final de la 2ª parte).
d) El asesinato del traidor Max a manos de su propio compañero Lino (casi al final de la obra).
Para continuar, vamos a centrarnos en dos de los personajes más importantes de la obra. Tanto
Asel como Tulio han superado, como hombres de acción, los límites entre los activos y los
contemplativos. Asel es uno de los personajes más complejos del teatro de Buero. Comparte
características de ambos grupos de personajes. Coincide con “los activos” en cuatro aspectos: 1º) Su
realismo. En lugar de evadirse de las realidades desagradables (como Tomás) él las analiza para
buscar soluciones; 2º) Sus dotes de persuasión y manipulación, que lo han convertido en el líder del
grupo; 3º) La lucha por alcanzar la meta: la libertad; y 4º) Asel defiende el recurso de la mentira en dos
circunstancias. Primero, para no causar más sufrimiento al protagonista y en segundo lugar, miente a
los guardianes para sobrevivir y sacar adelante su plan. Comparte con los personajes contemplativos
que se rige por unos principios éticos basados en la comprensión, la generosidad y el rechazo de la
violencia y que sueña con un mundo mejor. El propósito de esto es sugerirnos que debemos soñar con
ese mundo idílico, que debemos luchar por esa aspiración a algo absoluto e imposible, tal como han
hecho siempre los “contemplativos” en las obras de Buero.
Por otra parte, Tulio es, en un principio, colérico, hosco e intransigente. Pero todo queda
compensado por su personalidad soñadora. Tulio se nos presenta con una primera impresión
engañosa, ya que al principio se muestra reacio a seguirle la corriente a Tomás, pero acaba siendo el
que en mayor grado se identifica con él al final de la historia, por lo que, dada su humanidad, su
ejecución resulta más dolorosa.
Para continuar con otros dos personajes, Max y Lino podrían ser considerados personajes activos
sin escrúpulos. El primero está caracterizado por su bajeza moral, ya que se entrega a fáciles
compensaciones a cambio de una traición. Lino, apático en un principio, hombre de acción más tarde,
impetuoso, es el que mata a Max, en un acto de violencia gratuita censurado por el protagonista. Al
obrar así se equipara a los carceleros.
El único personaje femenino, Berta, es un personaje atípico, fruto de la imaginación de Tomás. El
verdadero sentido de los diálogos de Tomás y Berta es entendido por el público al final de la obra. Al
principio corresponde a los deseos de Tomás, que cree en su ficción enteramente, y para ello necesita
la presencia de su novia; por otro lado, Berta introduce el ratón, que al recibir el mismo nombre que el
protagonista es un desdoblamiento de Tomás, la voz de la conciencia y de su subconsciente, que le
intenta hacer recordar dónde está.
Para terminar, hay otros personajes solamente aludidos que sirven para abrir la cerrada perspectiva
de la celda a un horizonte más amplio de solidaridad humana. Esa colectividad que está en el fondo se
hará presente en escena cuando un “coro de voces”, según dice la acotación, grite al unísono
“asesinos”, como última despedida a Asel, a la vez que revela de qué modo la situación que afecta a
los cinco protagonistas trasciende sus casos personales y se convierte en testimonio de una represión
generalizada.
3. LOS TEMAS MORALES (TRAICIÓN Y SUPERVIVENCIA, MUERTE Y LIBERTAD)
- Plano de la ética individual
Reacciones ante la muerte
- Plano político-social
Opresión y alienación
Acción y violencia
Las torturas
- Plano metafísico
La cárcel como símbolo ontológico

Toda la obra de Antonio Buero Vallejo, también La Fundación, tiene un gran contenido moral. Para
analizarlo en profundidad vamos a distinguir tres niveles o planos: el de la ética individual, el político
social y el metafísico.

Respecto al nivel ético individual, el punto de partida es una celda en que hay cinco condenados a
muerte que reaccionan ante ella de modo peculiar. La reacción más extraña es la de Tomás, que es el
inmediato culpable de la situación de sus compañeros y, al no resistir los hechos, concibe la fábula de
la fundación. Su falsa actitud no es, sin embargo, única entre los miembros del grupo. Max ha preferido
venderse a los guardianes con tal de conseguir unas compensaciones. Lino se aísla en una
despreocupada reserva. Tulio es incapaz de soportar la “enfermedad” de Tomás. Sólo Asel se empeña
en que éste cure, en una constante tensión entre él y los demás. La convivencia en esa situación límite
se hace imposible aun entre compañeros que compartían idénticos ideales.

Al ampliar el enfoque hacia un nivel político-social, los hechos opresivos, la violencia del drama
apuntan a cualquier posición injusta y la fundación obtiene así un significado más profundo. La
fundación es un genérico nombre referido a sistemas que encubren la realidad y hacen olvidar sus
limitaciones. En este segundo nivel, las «visiones» de Tomás simbolizan la alienación general, más
peligrosa por pasar inadvertida. Asel quiere destruir esa falaz imagen y sabe que nada le debe impedir
la acción. La acción en determinadas circunstancias plantea una cuestión que es la más comprometida
del drama y une aspectos sociales, morales y políticos: la imperiosa necesidad de disociar la crueldad y
la violencia. Este asunto conecta directamente con el de la tortura, que el autor había tratado con
detenimiento en La doble historia del doctor Valmy. La tortura, que Buero definió como “uno de los
problemas límite del hombre”. Deliberadamente Buero no concreta las circunstancias espacio-
temporales en las que la obra se desarrolla.

Para completar esta visión, el plano metafísico, el relativo a una reflexión sobre la condición
humana. La prisión que es en realidad la fundación tiene una dimensión metafísica perceptible cuando
Asel afirma que tras esa cárcel hay otra y otra después de ella. El modo de enfrentarse a esas
limitaciones del mundo, de aspirar a la verdad y a la libertad, está justamente en la acción, pensamiento
muy cercano al existencial. En este sentido debe contemplarse la situación de unos condenados ante la
muerte y la «alienación» de Tomás, exponente de una existencia inauténtica, su enajenación, de
naturaleza también ontológica, oculta la realidad y olvida su fin próximo. La falsa alegría de Tomás,
trasunto de un inconsciente y absurdo optimismo general que considera a la cárcel una confortable
fundación, tiene que ver con la ocultación de los problemas en el mundo y en la vida. Como ocurre
también en el teatro de otros autores contemporáneos, la idea de la cárcel se interioriza. La celda de
prisión que se ve en La Fundación y los otros espacios cerrados tan típicos del teatro de Buero son
metáforas que expresan la falta de libertad tanto del individuo como de la sociedad. Sean espacios
físicos o psíquicos, es en ellos donde transcurre la lucha dialéctica entre la opresión y la libertad que es
el meollo de la visión trágica de Buero. Para el dramaturgo comprometido, revelar, desenmascarar las
mentiras y la hipocresía de las fundaciones e instituciones que nos oprimen, es cambiar o invitar a
cambiar. Lo trágico no significa pesimismo radical sino una esperanza desesperada.
4. LA REALIDAD Y LA APARIENCIA
- La Fundación como “fábula”:
- Símbolos en La Fundación:
La fundación
El ventanal y el paisaje
Los hologramas
Berta
El ratón
- El “engaño” de la obra

Comenzaremos por señalar que la obra se presenta como una “Fábula en dos partes” (el término
fábula equivale aquí a ‘historia’ o ‘ficción’). La Fundación, como si se tratara de una historia verdadera,
plantea al espectador el eterno problema de la realidad y la ficción, producida por el rechazo del mundo
exterior, por la imaginación, por el trastorno mental o por la alucinación.

La Fundación recurre a diversos símbolos, como recurso estético y significativo fundamental. Sin
salirse del ámbito de lo real, los objetos, espacios y personajes tienen un significado superior al de la
mera realidad que reflejan. Los elementos simbólicos más importantes son:

a) La fundación: representa la realidad falseada, deformada y embellecida por la mente de Tomás para
su evasión de la realidad. Desde el punto de vista individual son los sueños, las convicciones
acomodaticias a las que nos agarramos para rehuir y evadirnos de nuestras responsabilidades. Desde
el punto de vista colectivo, representa y denuncia las falsas seguridades con las que la sociedad
moderna nos aleja de las partes más negativas de su sistema. A medida que transcurre el drama
descubrimos que la fundación es una cárcel. Se sugiere de forma pesimista que la vida, en el fondo, es
una prisión. Ante esta situación, la actitud de huida hacia un mundo mejor es la única alternativa ética
que se nos presenta.

b) El ventanal y el paisaje: Asel insiste en que es el único elemento de la fundación que existe en
realidad. El ventanal simboliza la libertad y el futuro, ese porvenir mejor que puede alcanzarse a través
de la lucha y la insumisión contra las distintas formas de dictadura (individual, social, política). Esa
creencia esperanzadora en el progreso moral humano consigue que el destino trágico de los
personajes de esta obra adquiera un sentido liberador.

c) Los hologramas: técnica avanzada de fotografía para crear imágenes tridimensionales, inventada por
el húngaro Dennis Gabor en 1947, supone una reflexión sobre la naturaleza de la realidad. Como en el
mito platónico de la caverna, nos hacen pensar hasta qué punto lo que perciben nuestros sentidos es
real o pura ilusión.

d) Berta: es una representación de los deseos sexuales de Tomás y, al mismo tiempo, de su


inconsciente.
e) El ratón al que cuida el protagonista, también llamado Tomás: desaparecerá cuando el protagonista
asuma la realidad y acepte sus fuerzas y flaquezas. La muerte del ratón, por lo tanto, puede ser
entendida como una liberación, ya que Tomás, a partir de ese momento, se convierte por fin en un ser
humano íntegro.

Pero si algo caracteriza esta obra es que el espectador es “engañado” por el autor que lo hace
participar, en cierta medida, de los pensamientos de uno de los personajes, el llamado “efecto de
inmersión”. El público ve lo que ve Tomás, y sólo descubre la realidad a medida que éste la descubre; el
público, de la mano de Tomás, se traslada desde la apacible situación inicial de esta fundación idílica,
paso a paso, al mismo tiempo que el protagonista, hasta el desvelamiento final de la celda, de la que
nunca se ha salido. Tomás reina sobre el escenario y el público ve lo que él ve, razona al mismo tiempo
y llega a la revelación final simultáneamente. La historia se revela lentamente y se complica rápidamente
al final y solo al final del cuadro primero de la segunda parte el escenario se presenta como lo que de
veras es, la celda de una cárcel, y a partir de este momento el espectador descubre que su percepción
de lo que estaba ocurriendo en el escenario era tan falsa como la del protagonista: también el
espectador ha creído que era “real” algo ficticio.
5. EL EFECTO DE INMERSIÓN Y LA ESCENOGRAFÍA

- El efecto de inmersión y de distanciamiento.


- La escenografía:
Los decorados
La música
La pintura
La luz
El vestuario

En La Fundación Antonio Buero Vallejo logra en una sola obra practicar con éxito dos de las
técnicas dramáticas más importantes del teatro del siglo XX: el efecto de inmersión, de Antonin Artaud,
y el efecto de distanciamiento, del alemán Bertold Brecht. Antonin Artaud, creador del teatro de la
crueldad, defendía que el teatro debe afectar a la audiencia tanto como es posible, por lo que utiliza
una mezcla de formas de luz, sonido y ejecución extraños y perturbadores. Bertold Brecht, padre del
teatro épico, creó la técnica del distanciamiento, involucrando al espectador en la reflexión de lo
contemplado más que en la identificación con los personajes y la trama, y recordándole constantemente
con sus recursos narrativos que se encuentra en un teatro, alejándole de cualquier posible implicación
emocional subjetiva con la historia. Estas dos formas tan opuestas de plantear las obras se dan en La
Fundación. El espectador ve lo que ve Tomás e interpreta a su manera la realidad; cree en la fundación
hasta que se hace consciente de que se halla en una cárcel que el propio Tomás ha enmascarado.
Esto ocurre en un primer momento. Pero la identificación con Tomás y su «locura» es tan sólo un paso
previo hacia la reflexión crítica que se impone objetivamente al espectador al propio tiempo que al
personaje. Así, el ensueño, la imaginación se van destruyendo poco a poco hasta que queda la verdad
desnuda, el mundo gris y asfixiante. Así, con el efecto de inmersión de Artaud y el efecto de
distanciamiento de Bertolt Bretch, Buero Vallejo nos hace identificarnos con el personaje y una vez que
ocurre esto nos aleja y distancia.

Respecto a la escenografía de la obra, hay que saber primero que todo el teatro de Buero es teatro de
la palabra, es decir, es teatro en el que el contenido, el mensaje, es protagonista; pero no por eso la
puesta en escena va a ser sencilla, al contrario: la escenografía es compleja y está al servicio del
mensaje. No consiste además solo en un decorado que pueda cambiar más o menos, sino que se
convierte en un conjunto de símbolos que debemos interpretar.

La fundación de la primera parte se describe como una “vivienda funcional”, dominada por un ventanal
desde el que se contempla un “maravilloso paisaje”. A pesar de los electrodomésticos, el mobiliario, las
figuras decorativas, los libros y el menaje exquisito, se aprecian ya algunos elementos discordantes: la
sensación de angostura, los muros grises, el suelo de cemento, la taquilla de hierro de pobre aspecto,
los seis talegos y los tres bultos recubiertos por arpilleras.
En la segunda parte desaparecen los elementos asociados al lujo y al confort, un poco más adelante, el
ventanal y todo el mobiliario. Solo se mantiene la cortina que oculta el retrete. Finalmente, se describe
la celda con toda su crudeza.

Por otra parte, la música, (la obra comienza y acaba con Guillermo Tell, de Rossini) crea el ambiente
adecuado para la presentación de una alucinación.

La pintura tiene como finalidad sugerir al espectador disonancias, que algo raro está sucediendo, al
producirse hechos inexplicables, incongruentes, que van marcando el proceso de “recuperación”. Se
habla de Vermeer, de Tom Murray, lo que sirve para seguir la evolución de la alucinación por la que
deambula Tomás. Todos estos recursos son muy importantes en una obra que prescinde
deliberadamente del plano objetivo y pretende la inmersión del espectador en el drama para que
participe del proceso que en éste se representa.
La luz es irisada al principio y nítida, hasta llegar a resultar cruda, cuando se descubre la realidad de
la cárcel.

La vestimenta de los personajes también varía. Tomás es en la primera acotación “un mozo de unos
veinticinco años, de alegre semblante, que usa pantalón oscuro y camisa gris”. En cambio, en la
acotación que inicia el cuadro II de la segunda parte “Su pantalón gris es idéntico al de los otros; su
blusa, por fuera”.

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