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Boda de Verano

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«¿A quien se le ocurre festejar nada en enero, en pleno verano, con la ciudad ardiendo?

»
Incómodo por el aire caliente que lo rodeaba se incorporó en el asiento trasero del taxi,
intentando que su espalda no se derritiera contra el asiento. Del reproductor de audio salía
una playlist de new wave. «Más importante aún, ¿A quien se le ocurre aceptar la invitación
a un casamiento de alguien que no ve hace 15 años?» Miro por la ventana mientras el día
se tornaba de a poco anaranjado, preludiando la noche. Más extraño aún le resultaba que la
invitación siquiera le hubiese sido enviada. Noto que sonaba Psycho Killer... «Qu'est-ce que
c'est... Precisamente» pensó «¿Qué es?»
Finalmente el auto frenó frente a un edificio de fachada extraña para ser un salón de
eventos. Sin embargo era la dirección que figuraba en la invitación. Con rapidez le pagó al
chofer con quien en total había intercambiado 2 palabras. «Cinco estrellas» Al abrir la
puerta para bajar busco el dragón que jedia sobre él, pero no había ninguna criatura
mitológica a la vista. El intenso calor flotaba por sí solo en el aire. Se apresuró a entrar
deseando el aire acondicionado. Lo recibió una joven de sonrisa permanente que lo dirigió a
su mesa. «Aquí mismo, en la mesa 20.» Le agradeció con un ademán y un gesto de labios.
Era el único en la mesa. Mejor dicho, era el primero en llegar, había otras cuatro sillas
esperando sus comensales. Recorrió el espacio con los ojos cosa que le resultó sencilla, su
mesa estaba en el extremo más alejado. Era la última mesa. Sonaba música que
desconocía y la gente iba y venía con copas en las manos. La mesa principal, la de los
novios, estaba delante de las demás enfrentándolas. Vio a la novia, era quien lo había
invitado. Una ex compañera de secundaria. Nuevamente se preguntó qué hacía ahí, no
conocía a nadie, ni siquiera a la novia. La idea de levantarse e irse se le puso en la frente,
pero antes de poder agarrarla la llegada de un compañero de mesa lo interrumpió. Saludos
incómodos fueron intercambiados seguidos de un igual de incómodo silencio. En los
siguientes minutos la misma interacción se repitió tres veces más y la mesa 20 se completó.
El evento comenzó formalmente con la llegada de la comida. Por fin uno de los cinco hizo la
primera pregunta no referida al clima o a las empanaditas. «¿Ustedes son invitados de la
novia?» Todos lo eran. «¿Y la conocen hace mucho?» Si, la conocían de hace mucho pero
muy poco... Ninguno sabía qué hacía ahí. Cinco desconocidos, un ex compañero de
secundaria, un ex compañero de primaria, dos vecinos de la infancia y un ex colega de un
trabajo temporal. La novia los había invitado y amontonado en la misma mesa. Alguien
señaló que los novios estaban haciendo el usual recorrido por las mesas. Pronto las
conjeturas no serían necesarias.
«Ah… ¡la mesa 20!» La novia sonreía con todos los dientes. Los cinco sentados la miraron
devolviendo la sonrisa. «Me imagino que se deben estar preguntando porque los invite
¿no?» Asintieron al unísono, algo extrañados. Parada entre quienes habían sido sus
vecinos, con una mano en cada uno de sus hombros la novia, sin perder la sonrisa,
continuó. «Seguro piensan que es raro, que apenas si nos conocemos ¿no?» Quien fuese
su colega sacó la vista de los dientes de la novia y miró al salón. Ya no había ningún mozo,
y la gente de las otras mesas estaba toda poniéndose de pie. «Pero yo sí los conozco y me
acuerdo de ustedes. No pensé que iban a venir, pero vinieron. Los cinco vinieron, no podría
estar más feliz.» Una de las cinco voces resonó sorprendida. «Es tu casamiento, debes
estar más feliz por eso. La novia hizo caso omiso mientras detenía su mirada en cada uno
de ellos, uno por uno. Siempre sonriendo. «Me acuerdo de como me trataron, de hecho
contaba con que al menos se acordasen de eso.. y de esa manera si no eran las ganas, la
lastima los indujese a venir.» Alguien audiblemente tragó saliva, y quien había cursado
quinto grado la novia se terminó de dar cuenta. «¿Por qué se están yendo todos? ¿Adonde
se van?» La novia lo miró fulminante soltando la sonrisa por un segundo. «No importa, no
se preocupen.» Los dientes volvieron a asomarse. «¿Se acuerdan de lo enamorada que
estuve de cada uno de ustedes? Obvio que no se acuerdan. Porque nunca supieron, porque
fui invisible, fui la estúpida que como perro faldero les rogó afecto.» Alguien se paró, el
salón se había vaciado y la música ya no sonaba. «¡¿Qu'est-ce que c'est?!» De entre los
cinco salió una risa nerviosa, deseosa de que esta situación bizarra fuese una broma. No
parecía serlo. «¿Qué carajo es esto? Nunca te hicimos nada, ni me acuerdo de vos.» La boca
de la novia sonreía pero sus ojos se llenaron de lágrimas. «Exacto, tan nada fui para todos que
nunca me consideraron. Como una planta... del rechazo se vuelve, se sana. ¡Pero de ser nada
no!» Los antiguos vecinos no se animaban a moverse, tensos bajo la presión de los dedos que
se les clavaban en los hombros. Alguien más se puso de pie de golpe, haciendo que la silla
cayera hacia atrás. «No se que se supone que sea esto, pero no me voy a quedar acá.
Escuchando pavadas de la piba rara del curso.» La voz aireada llenó el espacio. La novia soltó
los hombros, y caminó hacia quien había hablado. Ya no sonreía. Se puso a centímetros del
rostro del invitado. «Rara…» Una carcajada rompió el silencio de un salón completamente vacío
excepto por la novia y los cinco desconocidos. «¿Eso fui? ¿Rara?» La novia los miró uno por
uno de nuevo. «Bueno, bueno, bueno... Ya nadie estaba sentado. «A ver si nos calmamos, yo
tampoco sé qué es esto pero hasta acá llegó.» La novia inhalo profundamente, los hombros casi
tocando sus orejas y exhalo con ruido mientras se sentaba. «Precisamente, hasta acá llegó.»
No dijo más nada, sonreía tranquila. Los invitados se miraron, ceños fruncidos sin entender
nada de lo que había pasado. Alguien finalmente se movió para agarrar un saco que había
colgado en el respaldo de una silla. Como liberados de un hechizo todos abandonaron la mesa y
comenzaron a caminar hacia la salida, dándole la espalda a la novia que se había quedado
sentada. Habían hecho apenas unos pasos cuando una voz envuelta en una sonrisa les dijo.
«¿Estaban ricas las empanaditas?» Algo en la manera en que la voz femenina pronunció esa
frase hizo que los cinco se detuvieran en el lugar. «Como siempre, ninguno debe haber prestado
atención más allá de su propia nariz ¿no? Ustedes fueron las únicas cinco personas a las que
les sirvieron ese plato.» De nuevo la carcajada maníaca fue lo único que se escuchó en el salón.

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