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El Error El Dolo y La Violencia

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Academia de Ciencias Políticas y Sociales

ENRIQUE URDANETA FONTIVEROS

EL ERROR
EL DOLO Y LA
VIOLENCIA EN
LA FORMACIÓN
DE LOS
CONTRATOS

Serie Estudios

83
Academia de Ciencias Políticas y Sociales

Enrique Urdaneta Fontiveros

EL ERROR, EL DOLO
Y LA VIOLENCIA
EN LA FORMACIÓN
DE LOS CONTRATOS

Serie Estudios
83
Caracas, 2009
U2
Urdaneta Fontiveros, Enrique
El error, el dolo y la violencia en la formación de los contratos / Enrique Urdaneta
Fontiveros. -- Caracas: Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 2009.
p. 323
Serie Estudios, 83
ISBN: 978-980-6396-68-5
ISBN
Depósito Legal:
Depósito Legal: lf53720093404633

1. Derecho civil. 2. Obligaciones. 3. Contratos. 4. Error. 5. Dolo. 6. Violencia.

QUEDA PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ESTE LIBRO,


SIN LA AUTORIZACIÓN ESCRITA DE LOS TITULARES DEL COPYRIGHT.
legal:lf53720093404633
Depósito egal:
ISBN: 978-980-6396-68-5

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Diagramación: Margarita Páez-Pumar
Impreso en Venezuela

LA ACADEMIA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES HACE CONSTAR QUE LAS


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EL DERECHO CONSTITUCIONAL A LA LIBRE EXPRESIÓN DEL PENSAMIENTO; PERO
DEJA CONSTANCIA EXPRESA DE QUE ESTA ACADEMIA NO SE HACE SOLIDARIA
DEL CONTENIDO GENERAL DE LAS OBRAS O TRABAJOS PUBLICADOS, NI DE LAS
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Individuos de Número de la
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Junta Directiva
2009-2010
Presidente Dr. Román J. Duque Corredor
Primer Vicepresidente Dr. Enrique Lagrange
Segundo Vicepresidente Dr. Luis Cova Arria
Secretario Dr. Alberto Baumeister Toledo
Tesorero Dr. Humberto Romero-Muci
Bibliotecario Dr. Eugenio Hernández-Bretón

Luis Ugalde José Luis Aguilar Gorrondona


Rafael Caldera Josefina Calcaño de Temeltas
Arístides Rengel Romberg Enrique Tejera París
José Muci-Abraham René De Sola
Tatiana B. de Maekelt † James Otis Rodner
José Mélich Orsini Ramón Escovar León
Jesús Ramón Quintero
Alberto Arteaga Sánchez
Gabriel Ruan Santos
Francisco López Herrera
Luis Ignacio Mendoza
Pedro Nikken
Juan Porras Rengel (electo)
Allan Randolph Brewer-Carías Gonzalo Parra Aranguren
Tomás Enrique Carrillo Batalla Emilio Pittier Sucre
Humberto Njaim Gustavo Planchart Manrique
Hildegard Rondón de Sansó Alfredo Morles Hernández
Gonzalo Pérez Luciani Carlos Leáñez Sievert

Individuos incorporados por decisión de la Sala Constitucional


del Tribunal Supemo de Justicia Nº 1986, de fecha: 23-10-2007
Luis Napoleón Goizueta H. - Carabobo Luis H. Farías Mata (electo) - Nueva
Oscar Hernández Álvarez - Lara Esparta
José Rafael Mendoza - Lara Luis Guillermo Govea U., h - Zulia
Fortunato González Cruz - Mérida
A mi amigo Oswaldo Padrón Amaré, pensador profundo
al servicio del derecho.

In Memoriam
CONTENIDO

PRÓLOGO ............................................................................................... XV

CAPÍTULO I
LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

I. INTRODUCCIÓN ........................................................................... 1
II. PROTECCIÓN DEL CONSENTIMIENTO Y SEGURIDAD
DE LAS TRANSACCIONES .......................................................... 3
III. LA LESIÓN NO ES UN VICIO DEL CONSENTIMIENTO .......... 4

CAPITULO II
EL ERROR

I. CONCEPTOS GENERALES .......................................................... 7


1. Funciones del error ........................................................................ 7
2. Precisiones preliminares ............................................................... 8
3. El error: su concepto ..................................................................... 10
4. Error e ignorancia ......................................................................... 14
II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS ................................................... 14
1. El error en el Derecho romano ..................................................... 14
2. Los precedentes doctrinales del Código Civil francés ................. 18
2.1. El criterio de Domat ............................................................... 18
2.2. El criterio de Pothier............................................................... 19
3. Estado actual del Derecho positivo. ............................................. 21
3.1. El error de hecho .................................................................... 21
3.2. El error de derecho ................................................................. 25

IX
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

III. EL ERROR OBSTÁCULO O ERROR EN LA DECLARACIÓN .. 27


1. Error obstáculo y error vicio ......................................................... 27
2. Manifestaciones del error obstáculo .............................................. 29
3. El error obstáculo según la doctrina clásica .................................. 31
4. El criterio de la doctrina moderna ................................................ 34
IV. CLASIFICACIÓN DEL ERROR SEGÚN EL CÓDIGO CIVIL
VENEZOLANO ............................................................................... 42
1. Error de hecho ............................................................................... 42
1.1. Error en la sustancia ............................................................... 42
a) Criterio objetivo ................................................................. 43
b) Criterio subjetivo................................................................ 45
c) Posición del Código Civil venezolano ............................... 50
c-1) Solución intermedia .................................................... 50
c-2) Manifestaciones del error en la sustancia ................... 53
c-3) El error sobre los motivos determinantes del contrato 55
c-4) Criterios para apreciar el error en la sustancia ........... 57
d) Error in substantia y vicios redhibitorios........................... 62
1.2. Error en la persona ................................................................. 64
a) Disposición legal ................................................................ 64
b) Configuración del error in persona .................................... 65
c) ¿En qué clase de contratos es jurídicamente relevante? ... 67
2. Error de derecho ........................................................................... 70
2.1. Concepto ................................................................................. 70
2.2. ¿Cuándo es jurídicamente relevante el error de derecho? ..... 72
2.3. Error de derecho y aplicación de las normas jurídicas ........... 74
2.4. Manifestaciones del error de derecho ..................................... 77
2.5. Casos en que se excluye el error de derecho ......................... 79
V. REQUISITOS DEL ERROR ............................................................ 81
1. La esencialidad del error ............................................................... 81
1.1. Concepto ................................................................................. 81
1.2. Remisión................................................................................. 83
2. La excusabilidad del error ............................................................. 83
2.1. Introducción............................................................................ 83
2.2. La cuestión en otros ordenamientos ....................................... 84
2.3. El requisito de la excusabilidad del error en el Código Civil
venezolano ............................................................................. 91
3. La recognoscibilidad del error....................................................... 93
3.1. Significado de este requisito ................................................... 93

X
CONTENIDO

3.2. La cuestión en otros ordenamientos ....................................... 94


3.3. El requisito de la recognoscibilidad en el Código Civil
venezolano .............................................................................. 99
4. El error puede ser unilateral o común a ambas partes ................... 102
4.1. La relevancia del error unilateral en otros ordenamientos ..... 102
4.2. El criterio seguido por el Código Civil venezolano .............. 106
VI. EL ERROR IRRELEVANTE .......................................................... 108
1. El error sobre las cualidades no sustanciales de la cosa ................ 108
2. El error sobre los motivos ajenos al contrato ............................... 110
3. El error sobre el valor .................................................................... 113
4. El error sobre la pertenencia de la cosa ......................................... 115
5. El error de cálculo ........................................................................ 116
VII. LA PRUEBA DEL ERROR ............................................................. 118
VIII. EFECTOS DEL ERROR .................................................................. 121
1. Anulabilidad del contrato .............................................................. 121
2. El co-contratante de la víctima del error puede rectificar
el contrato subsanando el error...................................................... 125
3. Responsabilidad civil de quien invoca el error ............................. 128
IX. EL ERROR SEGÚN LOS PRINCIPIOS DE UNIDROIT ............... 131
1. Introducción .................................................................................. 131
2. La configuración del error como causa de anulación del contrato 133
2.1. Error de hecho y error de derecho .......................................... 133
2.2. Requisitos del error ................................................................ 135
a) Introducción ....................................................................... 135
b) La gravedad del error ......................................................... 136
c) Requisitos referentes a la contraparte de quien ha
incurrido en el error............................................................ 137
c-1) Error común ............................................................... 138
c-2) Error provocado .......................................................... 138
c-3) Error recognoscible .................................................... 139
c-4) Se requiere que el co-contratante de la parte
equivocada no haya actuado aún de conformidad
con el contrato ............................................................ 140
d) Causas de exclusión de la relevancia del error .................. 141
d-1) La inexcusabilidad del error ....................................... 141
d-2) La asunción del riesgo del error por la parte que
incurre en él ................................................................ 143
3. El error en la declaración ............................................................. 144

XI
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

4. Efectos del error ........................................................................... 145


4.1. Anulación del contrato ........................................................... 145
a) Pérdida del derecho a la anulación..................................... 147
4.2. Indemnización de daños y perjuicios .................................... 148

CAPITULO III
EL DOLO

I. NOCIONES PRELIMINARES ........................................................ 151


1. Dolo en sentido amplio y en sentido estricto ................................ 151
2. La configuración del dolo como un vicio del consentimiento ..... 156
II. CONCEPTO .................................................................................... 158
III. REQUISITOS DEL DOLO............................................................... 160
1. El comportamiento engañoso........................................................ 160
1.1. Significado de este requisito ................................................... 160
1.2. Reticencia dolosa ................................................................... 163
1.3. La reticencia dolosa y las declaraciones falsas en el contrato
de seguro................................................................................. 170
a) El deber de declarar el riesgo ............................................. 170
b) El artículo 23 de la Ley del Contrato de Seguro. .............. 171
2. La gravedad del dolo ..................................................................... 174
2.1. Determinación ........................................................................ 174
2.2. Criterios de apreciación de la gravedad del dolo ................... 175
3. El animus decipiendi ..................................................................... 177
3.1. Configuración ......................................................................... 177
3.2. Dolo bueno y dolo malo ......................................................... 180
a) Criterio de distinción.......................................................... 180
b) Críticas a la distinción ........................................................ 182
c) La tendencia a reprimir el dolus bonus en la legislación
de protección al consumidor .............................................. 183
4. La producción del error ................................................................. 188
5. El carácter determinante del dolo .................................................. 192
5.1. Dolo causante y dolo incidental ............................................. 195
IV. EL AGENTE DEL DOLO ................................................................ 199
1. Disposición legal ........................................................................... 199
2. El dolo proveniente de un tercero ................................................. 201
2.1. ¿Qué se entiende por tercero? ................................................ 203
3. El dolo en los contratos con pluralidad de partes .......................... 205

XII
CONTENIDO

4. ¿Quid iuris cuando una parte del contrato esté conformada


por varios sujetos? ......................................................................... 206
5. El dolo recíproco .......................................................................... 207
6. El agente del dolo en los negocios jurídicos unilaterales
no recepticios................................................................................. 210
7. El agente del dolo en las donaciones ............................................. 211
V. EL DOLO DE LOS INCAPACES ................................................... 213
VI. LA PRUEBA DEL DOLO ............................................................... 215
VII. EFECTOS DEL DOLO..................................................................... 218
1. Anulabilidad del contrato .............................................................. 218
2. Responsabilidad civil del agente del dolo .................................... 221
VIII. DIFERENCIAS ENTRE EL ERROR Y EL DOLO ........................ 225
IX. EL DOLO SEGÚN LOS PRINCIPIOS DE UNIDROIT ................. 227
1. La configuración del dolo como causa de anulación del contrato. 227
2. Dolo procedente de un tercero ...................................................... 232
3. Efectos del dolo ............................................................................ 234

CAPITULO IV
LA VIOLENCIA

I. LA VIOLENCIA ............................................................................... 237


1. Concepto ....................................................................................... 237
II. CLASIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA ......................................... 239
III. LA VIOLENCIA MORAL (VIS COMPULSIVA) EN EL CÓDIGO
CIVIL VENEZOLANO .................................................................... 240
1. Introducción .................................................................................. 240
2. Definición .................................................................................... 242
3. Requisitos de la violencia ............................................................. 244
3.1. La violencia debe ser determinante del contrato .................... 244
3.2. La violencia debe ser injusta .................................................. 246
a) Temor reverencial ............................................................... 247
b) Ejercicio de un derecho ...................................................... 250
c) Cumplimiento de un deber ................................................. 256
3.3. La violencia debe ser grave .................................................... 258
a) Significado de este requisito .............................................. 258
b) Criterios para apreciar la gravedad de la violencia ............ 262
c) ¿Sobre qué debe recaer y a quién debe dirigirse? .............. 266

XIII
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

4. El agente de la violencia................................................................ 269


4.1. Introducción ........................................................................... 269
4.2. Violencia proveniente de un tercero ....................................... 269
4.3. La llamada “violencia de los acontecimientos” ..................... 271
a) Introducción ....................................................................... 271
b) La cuestión en otros ordenamientos ................................... 273
c) El contrato celebrado en estado de necesidad
en el Derecho venezolano .................................................. 275
5. Prueba de la violencia ................................................................... 280
6. Efectos de la violencia .................................................................. 281
6.1. Anulabilidad del contrato ....................................................... 281
6.2. Responsabilidad civil del agente de la violencia .................... 282
IV. LA VIOLENCIA MORAL SEGÚN LOS PRINCIPIOS
DE UNIDROIT ................................................................................. 283
1. Introducción .................................................................................. 283
2. Condiciones de la violencia........................................................... 283
3. El agente de la violencia................................................................ 286
3.1. Violencia procedente de un tercero ........................................ 286
3.2. Aprovechamiento del estado de necesidad del co-contratante 288
4. Efectos de la violencia................................................................... 290

BIBLIOGRAFÍA....................................................................................... 293

XIV
prólOgO

El doctor Enrique Urdaneta Fontiveros, cuyo nombre es por


demás conocido con encomio en los medios jurídicos por los aportes
que ya tiene bien acreditados en anteriores publicaciones, viene a
satisfacer una vez más inquietudes de los civilistas venezolanos en
cuanto al correcto planteamiento y solución de los temas que aborda.
El autor egresó con el título de abogado de la Universidad Católica
Andrés Bello en 1975, galardonado con la mención “summa cum
laude”. Recién graduado cursó estudios en la Universidad de Nueva
York y obtuvo un Master en Jurisprudencia Comparada en 1976;
al año siguiente obtuvo un Master en Leyes en la Universidad de
Harvard. Desde entonces ha ejercido la docencia en la Universi-
dad Católica Andrés Bello, en la cual ha enseñado la asignatura
Derecho Civil III (Obligaciones); ha dictado en el mismo centro
de enseñanza cursos de pregrado y postgrado en Derecho Civil y
Derecho Mercantil desde 1980 y también ha sido profesor en la
cátedra de Instituciones de Derecho Privado en la Universidad
Monte Ávila. Paralelamente, ha ejercido su profesión de abogado
desde el año 1977.
El acervo de conocimientos que ha obtenido en sus estudios
se ha enriquecido además con los que le ha deparado una ya
extensa experiencia de ejercicio profesional desde hace muchos

XV
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

años, durante los cuales ha podido y sabido aquilatar la aplicación


de códigos y leyes con la rica experiencia de ver, y a veces hasta
sufrir, el contraste del derecho expresado en las normas con el es-
fuerzo, en ocasiones muy arduo de hacer valer estas normas en el
campo de la actividad forense. Ha conjugado así el conocimiento
teórico del derecho con su aplicación en la realidad frente a la parte
contraria y ante los jueces.
Urdaneta Fontiveros ha tenido el acierto y el empeño de ver-
ter en libros su propio conocimiento teórico en contraste con la
aplicación práctica del derecho. Cito, como ilustración de lo que
escribo, sus Consideraciones jurídicas acerca del régimen de las
acciones preferidas en el derecho venezolano: derecho al voto; sus
Anotaciones jurídicas sobre la organización y funcionamiento de la
asamblea de accionistas de una sociedad que realice oferta de sus
acciones; Papeles Comerciales; Estudios de Derecho Inmobiliario
Registral; La venta de la cosa ajena; El retracto convencional y el
retracto legal; Saneamiento y Evicción; Orientaciones Modernas
en el Derecho de Daños y Vicios redhibitorios y saneamiento.
Ahora en este nuevo libro que da a la publicidad Urdaneta
Fontiveros encara el tratamiento de un tema fundamental de la
teoría general del contrato y del negocio jurídico en general: el de
los posibles vicios de la voluntad de una o de ambas de las partes
del negocio y de los requisitos sin los cuales tal voluntad adolezca
de vicios que hagan obstáculo a la recta formación del contrato,
inspirado en la aplicación del principio de la autonomía de la vo-
luntad de las partes. Efectivamente, al acogerse a colaborar en la
celebración de un contrato las partes se dirigen a lograr la cumplida
autorregulación de sus intereses de una y otra, orientadas al logro
de los intereses prácticos que cada quien tiene: el contrato es el
vehículo mediante el cual cada parte se orienta a la satisfacción de
sus intereses prácticos al acudir a esta forma de colaboración lícita
que les permite la consecución de sus respectivos intereses.

XVI
PRÓLOGO

El logro válido que persiguen los contratos exige que la for-


mación del acuerdo entre ellas se obtenga mediante su actuación
con pleno conocimiento de causa, es decir que se realice de manera
consciente la adecuada conformidad de los intereses de una y otra,
con la plena racionalidad de un comportamiento libre.
Si la voluntad de una o ambas partes adolece de un error que ter-
giverse lo que realmente han querido, o se obtenga como resultado
de artimañas o maquinaciones dirigidas a obtener un asentimiento
que sin aquéllas la víctima de las maniobras no habría dado, o como
consecuencia de una violencia física o moral que produzca en la
víctima un miedo tal que sin su concurso no habría consentido, la
voluntad contractual se forma como afectada por vicios.
Pues bien, el autor se dedica con entusiasmo al estudio de
las clases, requisitos, efectos, que previa su demostración ante
el respectivo juzgador puedan conducir a la sentencia judicial de
anulación del contrato viciado.
El autor expone de manera clara e inteligible el proceso de
formación de una voluntad contractual sin vicios, o con ellos, pero
de entidad suficiente para que la parte interesada pueda fundamentar
la declaración de nulidad a la cual aspire.
No es mérito menor de la obra el relativo a la prosa que la
conforma. El autor se ha expresado con una sólida claridad con-
ceptual, ha sabido evitar las confusiones a que podrían conducir
concepciones contrapuestas sobre los problemas que suscitan las
interrogantes que surgen en la materia de la cual trata, sin desme-
dro de la claridad y exactitud del texto. Y ello lo logra sin rebus-
camientos ni florituras que a veces no logran sino producirse en
demérito de la elegante vestidura que debe desearse en los textos
de doctrina jurídica.
Todo ello no habría podido lograrse sin largos años de estudio
en la enseñanza de la asignatura Obligaciones, que el autor ha cul-
tivado a lo largo de muchos años y mediante el empleo de obras

XVII
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de autores jurídicos muy acreditados, que Urdaneta Fontiveros ha


sabido escoger con gran tino.
No vacilo en recomendar esta nueva monografía de Enrique
Urdaneta Fontiveros, tanto para quienes profesan la docencia como
para los cultores de la doctrina jurídica en general.
Caracas, setiembre de 2009.

Enrique Lagrange

XVIII
CAPíTULO I

LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

I. INTRODUCCIÓN

La validez del contrato presupone que las manifestaciones de


voluntad de los contratantes estén exentas de vicios o irregularidades
que invaliden el consentimiento otorgado por las partes. Se requiere
pues que las manifestaciones de voluntad de las partes contratantes
sean libremente emitidas y que ellas actúen con conocimiento de
causa. Si una de las partes se ve obligada a celebrar el contrato bajo
el influjo del error, o en razón de una maniobra desleal, o en virtud
de una amenaza o presión ilegítima proveniente de su contraparte
contractual o de un tercero, su voluntad estará viciada, según los
casos, por error, dolo o violencia. La ley le permite en estos casos
pedir la anulación del contrato.
El error, el dolo y la violencia son los tres vicios del consen-
timiento (rectius: de la voluntad)1 que le permiten al contratante

1
La mayoría de los autores se refiere a este tema con la expresión “vicios del consen-
timiento”, pero la terminología correcta es “vicios de la voluntad” porque, por su
naturaleza subjetiva, tales vicios solamente pueden afectar la formación de volunta-
des singulares; por lo cual, actúan sobre un sujeto singular, es decir, uno solo de los
contratantes y no sobre el consentimiento que es el resultado de la combinación de
dos o más declaraciones de voluntad. Además, únicamente la parte que ha sufrido

1
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

víctima de cualquiera de estas circunstancias impugnar el contrato.


En tal sentido, los artículos 1142 (ordinal 2º) y 1146 del Código
Civil dicen textualmente:

“El contrato puede ser anulado:



2º Por vicios del consentimiento.” (Artículo 1142, ordinal 2º).

“Aquel cuyo consentimiento haya sido dado a consecuencia de un


error excusable, o arrancado por violencia o sorprendido por dolo,
puede pedir la nulidad del contrato.” (Artículo 1146).

En realidad, los vicios de la voluntad no sólo afectan a los


contratos, sino a todos los negocios y actos jurídicos. Por lo cual,
su estudio no constituye un capítulo de la doctrina general del con-
trato sino que forma parte de la teoría general del acto jurídico. No
obstante, el Código Civil venezolano, al igual que la mayoría de
los Códigos Civiles europeos que se inspiran en el Código Napo-
león, regula los vicios del consentimiento cuando se refiere a los
requisitos para la validez de los contratos. En cambio, en otros
Códigos Civiles como los Códigos alemán, argentino y brasileño,
los vicios de la voluntad han sido tratados como defectos de los
actos y declaraciones de voluntad. Este enfoque muestra con mayor
claridad el carácter general de las disposiciones referentes a los
vicios de la voluntad que se extiende a todos los actos jurídicos,
aun cuando tales vicios no se manifiesten en todos los casos con
los mismos caracteres, por ser distinta la significación que tiene la
voluntad en las distintas clases de actos y negocios jurídicos. En
todo caso, en el presente trabajo vamos a limitarnos al estudio de
los vicios de la voluntad en el campo de los contratos.

el vicio, y no el otro contratante, puede hacerlo valer e invocar sus efectos (Código
Civil, artículo 1146), lo que ratifica que no es el consentimiento, sino la voluntad
la que se encuentra viciada.

2
LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

II. PROTECCIÓN DEL CONSENTIMIENTO Y


SEGURIDAD DE LAS TRANSACCIONES

En el Derecho positivo no siempre los vicios de la voluntad


producen como consecuencia la anulación del contrato. El Código
Civil limita la nulidad del contrato por vicios del consentimiento. El
error, el dolo y la violencia no determinan la anulación del contrato
sino cuando se cumplen las condiciones que, con todo rigor, señala
la ley en cada uno de estos casos. De lo contrario se afectaría la
indispensable seguridad que debe prevalecer en el intercambio de
bienes y servicios.
Al referirse a la rigurosidad con que el legislador venezolano
ha regulado las condiciones que deben cumplirse para invocar los
vicios del consentimiento como fundamento de la anulación de un
contrato, la doctrina venezolana ha observado:

“Un abuso de teoría en el derecho positivo podría llegar a resul-


tados contrarios al interés que tiene la sociedad en la estabilidad
de los contratos, y aun a resultados injustos y propicios al triunfo
de la mala fe entre los propios contratantes, ya que a propósito de
todo acto de asentimiento podrá siempre observarse la existencia
de algún vicio y concluirse que el mismo no ha sido fruto de una
reflexión completa y perfecta. En vista de ello el Derecho ha tenido
que regular con todo cuidado las condiciones de anulación de un
contrato por vicios del consentimiento.”2

En el mismo sentido, más recientemente, en la doctrina nacio-


nal el profesor Rafael Bernad Mainar expresa:

“Permitir indiscriminadamente la nulidad de los contratos ante


cualquier vicio que pudiera haber influido en la voluntad, además

2
MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General del Contrato. Cuarta Edición. Academia
de Ciencias Políticas y Sociales. Serie Estudios. Nº 61. Caracas, 2006. p. 145.

3
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de instaurar una inseguridad jurídica alarmante, podría conducir


a soluciones injustas contrarias a la buena fe; razones por las que
el legislador ha debido regular meticulosamente las condiciones
de anulación de los contratos ante la presencia de vicio en el
consentimiento.”3

Ciertamente, hay que proteger a quien celebra un contrato bajo


la influencia del error, del dolo o de la violencia, pero sin sacrificar
la estabilidad de las relaciones económicas4. Todas las disposiciones
legales en esta materia se proponen lograr un justo equilibrio entre
estas dos exigencias contradictorias5.

III. LA LESIÓN NO ES UN VICIO DEL CONSENTIMIENTO

Los únicos vicios del consentimiento a los cuales se refiere


la ley que permiten invalidar el contrato son el error, el dolo y la
violencia. La lesión no constituye un vicio del consentimiento sino
un vicio objetivo que resulta del desequilibrio económico existente
entre las prestaciones de las partes en el momento de la celebración
del contrato6.

3
BERNAD MAINAR, Rafael: Derecho Civil Patrimonial. Obligaciones. Tomo
II. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.
Caracas, 2006. p. 72.
4
Cfr. D’AMICO, Giovanni: Voz “Violenza” (Diritto Privato) en Enciclopedia del
Diritto. Vol. XLVI. Arese Giuffrè. Milano, 1993. § 4. Consultada en versión elec-
trónica (DVD).
5
Cfr. LARROUMET, Christian: Teoría General del Contrato. Vol. I. Traducción
castellana de Jorge Guerrero R. Editorial Temis S.A. Santa Fe de Bogotá, 1999. Vol.
I. p. 250; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe:
Les Obligations. Defrénois. París, 2005. p. 254.
6
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: Droit Civil.Les
Obligations. Dalloz. París, 2005. p.p. 320-321. Cabe observar, sin embargo, que
un sector de la doctrina y de la jurisprudencia francesa reconduce los supuestos de
lesión no previstos expresamente en la ley a la teoría de los vicios del consentimiento.

4
LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

La lesión produce como consecuencia la rescisión del contrato


que sólo se admite en los casos y bajo las condiciones expresamente
contempladas en la ley (Código Civil, artículo 1350)7. En los demás
casos, si el contrato ha sido el producto de la libre voluntad de las
partes, tiene que ser respetado y las partes deben atenerse a lo esti-
pulado, aunque alguno de los contratantes resulte perjudicado por la
falta de equivalencia en las prestaciones recíprocas acordadas. Así
resulta de la letra del artículo 1350 y del principio del contrato-ley
(Código Civil, artículo 1159).
A la inversa, la lesión da lugar a la rescisión en los casos pre-
vistos en la ley, sin que se requiera examinar si el consentimiento
de la parte perjudicada por el acto lesivo fue libremente emitido o
no. Es exclusivamente el perjuicio derivado de la desproporción
inicial entre las prestaciones surgidas de un contrato lo que carac-
teriza a la lesión, independientemente de las causas que la originen.
Por lo cual, la inexistencia de un vicio en la voluntad de la parte
que resulte perjudicada por el acto lesivo no impide que la lesión
produzca los efectos que le señala la ley. En fin, ni la lesión ni la
rescisión que ella determina derivan de un vicio en la voluntad

Al respecto, véase: MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: Leçons de Droit


Civil. Tome II. Premier Volume. (Obligations. Théorie Générale). Montchrestien.
París, 1998. p.p. 206-210 y la jurisprudencia francesa allí citada. En el mismo sentido
expuesto en el texto, en la doctrina italiana, véase: BARASSI, Ludovico: La teoria
generale delle obbligazioni. Vol. III. Giuffrè Editore. Milano, 1948. p.p. 443-444.
7
La doctrina nacional es conteste en el sentido de que la rescisión por causa de lesión
es un remedio excepcional que sólo puede invocarse en los casos expresamente
contemplados por la ley. En ningún otro. Al respecto, véase: MÉLICH-ORSINI,
José: op. cit. p. 145; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio:
Curso de Obligaciones. Derecho Civil III. Tomo II. Universidad Católica Andrés
Bello. Caracas, 2001. p.p 757-758; BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II.
p.p. 315-316. Para un análisis de los supuestos de lesión expresamente previstos en
la legislación venezolana, véase: RODNER, James Otis: El Dinero. Obligaciones
de dinero y de valor. La inflación y la deuda en moneda extranjera. Academia de
Ciencias Políticas y Sociales. Centro de Investigaciones Jurídicas. Caracas, 2005.
p.p. 644-665.

5
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

porque la ley no las vincula a ningún presupuesto de esta índole


sino a la desproporción entre las prestaciones8. Y esto es así aunque
en una de las formas de lesión previstas en la ley (lesión subjetiva
genérica)9, el estado de necesidad en que se encuentre alguno de
los contratantes pueda influir sobre su ánimo en el momento de la
celebración del contrato (infra, Cap. IV, Nº III, 4.3, c).
El próximo Capítulo lo dedicaremos al estudio del error y los
dos subsiguientes, al del dolo y la violencia, respectivamente.

8
Cfr. MESSINEO, Francesco: Doctrina General del Contrato. Tomo II. Traducción
española de R.O. Fontanarosa, S. Sentis Melendo y M. Volterra. Ediciones Ejea.
Buenos Aires, 1952. p. 304.
9
La lesión subjetiva genérica está prevista en el encabezamiento del artículo 1º del
Decreto sobre Represión de la Usura del 9 de abril de 1946 en los siguientes térmi-
nos: “Cualquiera que intencionalmente se valga de las necesidades apremiantes de
otro para obtener para sí o para un tercero una prestación, cesión, garantía, o algo
análogo que implique una ventaja o beneficio que, tomando en cuenta las circunstan-
cias concomitantes, resultare notoriamente desproporcionada a la contraprestación
o entrega que por su parte verifique, será castigado con prisión hasta de dos años o
multa hasta de Bs. 10.000.”

6
CAPíTULO II

EL ERROR

I. CONCEPTOS GENERALES

1. Funciones del error

El error tiene en el Derecho civil diferentes funciones: a) como


vicio de la voluntad, es causa de ineficacia de los actos jurídicos;
y b) permite calificar la conducta de un sujeto como de buena fe,
lo cual puede determinar que se produzcan determinados efectos
jurídicos en su favor como, por ejemplo, la adquisición de bienes
muebles por su naturaleza y títulos al portador (Código Civil, artí-
culo 794), la adquisición de frutos (Código Civil, artículo 790), la
usucapión abreviada (Código Civil, artículo 1979), o los efectos del
matrimonio putativo (Código Civil, artículo 127); lo mismo ocurre
en el caso del error como presupuesto de la acción de repetición del
pago de lo indebido (Código Civil, artículo 1179), o de la acción
redhibitoria (Código Civil, artículo 1519).
En el sentido que nos interesa aquí, el error es el primero de los
vicios del consentimiento (rectius: de la voluntad) contemplado en
el Código Civil que produce la anulación del contrato si se cumplen
los requisitos previstos en la ley (Código Civil, artículo 1146).

7
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El error afecta la recta formación de la voluntad e impide que el


consentimiento se preste con conocimiento de causa. El error actúa
sobre la inteligencia, representando las cosas de un modo distinto
a la realidad. El estado intelectual que produce el conocimiento
inexacto de las circunstancias perturba la voluntad, puesto que
impide advertir el sentido y las consecuencias del negocio jurídico.
La voluntad debe ser consciente. Cuando se produce bajo el influjo
del error, la voluntad está viciada puesto que no hay clarividencia
en el querer, lo que determina la invalidez del consentimiento y,
por ende, la anulación del contrato1.

2. Precisiones preliminares

Prima facie, pudiera pensarse que, dentro de un sistema que


fundamenta la fuerza obligatoria del contrato en la autonomía de la
voluntad, sería lógico tomar en consideración cualquier error que
hubiere llevado a un sujeto a contratar. Pero la estabilidad de los
contratos y la seguridad de las transacciones exige que se excluyan
ciertos errores que se juzgan irrelevantes; de lo contrario, todos los
contratos correrían el riesgo de ser impugnados por error puesto
que casi siempre alguna de las partes se engaña cuando presta su
consentimiento: la situación exacta no es nunca perfectamente
conocida por nadie2.

1
Cfr. DE RUGGIERO, Roberto: Instituciones de Derecho Civil. Tomo I. Traducción
castellana de Ramón Serrano Suñer y José Santa-Cruz Teijeiro. Instituto Editorial
Reus. Madrid, s.d. p. 267; RICCI, Francisco: Derecho Civil Teórico y Práctico.
Tomo XIII. Editorial Antalbe. Barcelona s.d. p. 28.
2
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: Les
Obligations. Defrénois. París, 2005. p. 243; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y
LEQUETTE, Yves: Droit Civil. Les Obligations. Dalloz. París, 2005. p.p. 215-216;
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: Leçons de Droit Civil. Tome II. Pre-
mier Volume. (Obligations. Théorie Générale). Montchrestien. París, 1998. p. 161;

8
EL ERROR

Por otra parte, es injusto y contrario a la equidad que en una


relación contractual, el legislador se coloque de parte de quien por
descuido, por no tomar las debidas precauciones o por cualquier
otra circunstancia, se equivocó y no de parte de quien procedió en
sus negocios con la debida atención y diligencia y a quien nada
tiene que reprochársele. Se explica así que, desde el punto de vista
jurídico, no toda equivocación incida sobre la validez del consen-
timiento otorgado y produzca la anulación del contrato (infra, Cap.
II, Nº VI). Los legisladores y los juristas siempre han limitado
severamente los casos de aplicación del error. Sólo el que recae
sobre la naturaleza o la causa del acto jurídico o sobre la persona,
la sustancia y el objeto y, en la mayoría de las legislaciones el error
de derecho, pueden dar origen a la anulación. Pero entonces ya no
es simplemente el error el que provoca la anulación del contrato,
sino un determinado y particular error3.
Siguiendo esta orientación, los redactores de nuestro Código
Civil limitaron los casos en los cuales el error puede ser tomado en
cuenta como vicio del consentimiento: solamente el error de derecho
y el error de hecho sobre una cualidad esencial de la cosa, o sobre
la identidad o las cualidades esenciales de la persona con quien se
ha contratado, son susceptibles de invalidar el consentimiento y
producir la anulación del contrato.
Como tendremos oportunidad de precisar en el presente Capítu-
lo, para que el error determine la ineficacia del contrato es necesario
que reúna una serie de requisitos sin los cuales no constituye una
causa de anulación.

DE PAGE, Henri: Traité Élémentaire de Droit Civil Belge. Tome I. (Introduction).


Bruylant. Bruxelles, 1948. p.p. 45-47. Como expresa acertadamente Laurent: “La
debilidad humana es tal que los hombres pasan continuamente de un error a otro: la
verdad absoluta no existe más que en Dios”. (LAURENT, F.: Principios de Derecho
Civil. Traducción castellana. Tomo XV. Habana, 1.917. p. 609).
3
Cfr. BORDA, Guillermo A.: Error de hecho y error de derecho. Su influencia en la
anulación de los actos jurídicos. Buenos Aires, 1946. p. 52.

9
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El artículo 1146 del Código Civil, al referirse al consentimiento


como requisito del contrato, establece que no es válido el consen-
timiento que haya sido dado a consecuencia de un error excusable.
A continuación, los artículos 1147 al 1149 contienen la regulación
del error como vicio del consentimiento del contrato. Sin embar-
go, estas reglas se aplican igualmente a los negocios jurídicos en
general, siempre y cuando no exista una razón particular o una
disposición especial de la ley que se oponga a dicha aplicación.
El Código Civil trae disposiciones especiales referentes al error
en materia de matrimonio (artículo 49 in fine), en el testamento
(artículos 896 y 901), en la transacción (artículo 1.719); en otros
casos, la ley excluye la relevancia del error como vicio de la vo-
luntad como, por ejemplo, en la aceptación de la herencia (arg. ex
art. 1.110 del Código Civil).

3. El error: su concepto

Los autores han sostenido muchas discusiones dogmáticas


sobre el error, sin que hasta la fecha haya podido formularse un
concepto satisfactorio del error. Esto no debe sorprendernos, porque
todo lo que afecta al error cae, en mayor o menor medida, bajo el
dominio de la psicología. Además, como puede fácilmente apre-
ciarse, ciertos problemas de orden filosófico y moral no pueden
permanecer extraños al tema del error4.

4
Cfr. CELICE, Raymond: El Error en los Contratos. Traducción castellana de César
Camargo y Marin. Editorial Góngora. Madrid s.d. p. 14. En la doctrina italiana, Bar-
celona se ha encargado de poner de relieve las relaciones que existen entre el error,
como fenómeno que se manifiesta desde el punto de vista jurídico en las relaciones
intersubjetivas, y el campo de la sociología (BARCELONA, Pietro: Voz “Errore”
<Diritto Privato> en Enciclopedia del Diritto. Vol. XV. Arese Giuffrè. Milano, 1966
§ 1. Consultada en versión electrónica <DVD>).

10
EL ERROR

Castán afirma que, en su sentido más general, “el error con-


siste en el conocimiento equivocado de una cosa o de un hecho,
basado sobre la ignorancia o incompleto conocimiento de la
realidad de esa cosa o de ese hecho, o de la regla jurídica que lo
disciplina”5.
Coviello entiende por error: “un falso juicio que se forma
de una cosa o de un hecho, basado en la ignorancia o incompleto
conocimiento de la realidad de la cosa o del hecho, o del principio
de derecho que se presupone. Por eso se distingue entre error de
derecho y error de hecho.”6
Los hermanos Mazeaud y Chabas estiman que “cometer un
error es tener una opinión contraria a la verdad”7.
Para Messineo, “el error consiste en una falsa representación y,
por consiguiente, en un falso conocimiento de la realidad; al mismo
está equiparada la ignorancia, es decir, la falta de cualquier noción
sobre un determinado hecho”8.
En fin, el error se traduce en una discrepancia entre el concepto
y la realidad. Consiste en tener por cierto lo que no es y como vicio
de la voluntad se define como equivocación que lleva a un individuo
a celebrar un negocio que de haber tenido un conocimiento exacto
de la realidad no habría realizado.
Desde el punto de vista jurídico, la inexacta o falsa representa-
ción mental del dato de la realidad debe producirse cuando se realiza

5
CASTÁN TOBEÑAS, José: Derecho Civil Español Común y Foral. Tomo I. Vol.
II. Editorial Reus. Madrid, 2007. p. 694.
6
COVIELLO, Nicolás: Doctrina General del Derecho Civil. Traducción al castellano
de Felipe de J. Tena. Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana. México,
1949. p. 428.
7
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volume).
p.158.
8
MESSINEO, Francisco: Manual de Derecho Civil y Comercial. Tomo II. Traduc-
ción castellana de Santiago Sentis Melendo. Ediciones Jurídicas Europa-América.
Buenos Aires, 1971. p. 434.

11
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

un acto que el derecho valora y, en el sentido que nos interesa aquí,


respecto de un dato que afecte la situación contractual9.
Así, tal y como lo ha señalado la Casación italiana:

“El error –espontáneo o provocado por la actuación engañosa de


otro– constituye una causa de anulación del contrato en tanto y en
cuanto incida sobre el proceso formativo del conocimiento dando
origen a una falsa o distorsionada representación de la realidad que
haya determinado a una persona a celebrar un contrato.”10

Por otra parte, de acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia


italiana más modernas, la falsa representación de la realidad en
que incurra el sujeto al celebrar un contrato tiene que ser pre-
sente, porque el error sobre la realidad futura, es decir, el error

9
Es fundamental en materia de error, la obra de PIETROBON, Vittorino: El error
en la doctrina del negocio jurídico. Traducción castellana de M. Alonso Pérez.
Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1971.
10
Sentencia de la Casación italiana del 19-4-1988 citada por ROSSELLO, Carlo:
“L’errore nel contratto. Artt. 1427-1433” en Il Codice Civile. Commentario diretto da
Francesco Donato Busnelli. Giuffrè editore. Milano, 2004. p.p. 5-6, especialmente,
la nota 6. Esta noción coincide con las definiciones estructuradas por la más moderna
doctrina italiana sobre el error. Al respecto, véase: ROPPO, Enzo: “Il contratto” in
Trattato di Diritto Privato a cura di Iudica e Zatti. Milano, 2001. p. 837; BIANCA,
C.M.: “Il contratto”in Diritto Civile. Vol. III. Editorial Giuffrè. Milano, 2000. p.
645; TRABUCCHI, Alberto: Voz “Errore” (Diritto Civile) en Novissimo Digesto
Italiano. T. VI. Pubblicazzione della Unione Tipografico-Editrice Torinese, diretta
da Antonio Azara e Ernesto Eula. Torino, 1957. p. 666. Cabe hacer notar que en los
Principios de Unidroit sobre los Contratos Comerciales Internacionales que, como
es bien sabido, constituyen una síntesis de las reglas procedentes de ordenamientos
de la más diversa procedencia e inspiración, hay la siguiente definición del error: “el
error consiste en una concepción equivocada sobre los hechos o sobre el derecho
existente al momento en que se celebró el contrato” (artículo 3.4) (infra, Cap. II,
Nº IX, 2.1).
Observación: La cita incluida en el texto, al igual que las otras de fragmentos en
idiomas extranjeros que recojo en este trabajo, son traducidas por mí en forma
libre.

12
EL ERROR

de previsión, no es un error en sentido técnico y no da lugar a la


anulación del contrato11.
Por último, la falsa apreciación de la realidad en la cual incurre
un sujeto puede ser espontánea o provocada por la otra parte del
contrato o por un tercero con su conocimiento. En sentido amplio,
el error abarca ambos supuestos. En sentido restringido, en el que
nos interesa aquí, el error comprende únicamente la falsa repre-
sentación de la realidad en que se incurre espontáneamente y no
de manera provocada o inducida por la actuación de otro. Cuando
el error es provocado o inducido por el comportamiento engañoso
de otro, estamos en presencia del dolo que configura un vicio del
consentimiento diferente del error. En el primer caso, el vicio del
consentimiento se debe tan sólo a quien prestó el consentimiento;
en cambio, en el segundo, el vicio es determinado por la conducta
de una tercera persona. Como tendremos oportunidad de precisar
más adelante, esta distinción es importantísima, porque nos llevará
a consecuencias y conclusiones diametralmente opuestas (infra,
Cap. III, Nº VIII).

11
En tal sentido, en sentencia de fecha 2 de octubre de 1984, de la Corte de Apelaciones
de Milano se lee: “las situaciones hipotéticas sólo pueden dar lugar a previsiones
y, cuando uno de los contratantes haya confiado en ellas, el error en el que incurra
posteriormente será irrelevante puesto que los motivos que pueden impulsar a
un sujeto a contratar son múltiples y, siendo extraños a toda consideración de los
otros contratantes, permanecen absolutamente fuera del esquema negocial.” Y, en
sentencia del 10 de mayo de 1985 la Casación italiana dejó establecido que: “el
error, sea de hecho o de derecho, se concibe por referencia a situaciones presentes
y ciertas o al menos concebidas como tales, no tanto por referencia a situaciones
futuras y meramente hipotéticas que, en cuanto tales, no son susceptibles de ser
conocidas (sólo pueden suponerse) y consiguientemente no son susceptibles de una
representación errónea.”. Al respecto, véase: GALGANO, Francesco: El Negocio
Jurídico. Traducción castellana de Francisco de P. Blasco Gascó y Lorenzo Prats
Albentosa. Tirant Lo Blanch. Valencia, 1992. p. 294, especialmente, la nota 80 y la
jurisprudencia italiana allí citada.

13
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

4. Error e ignorancia

En rigor, la ignorancia y el error expresan dos estados inte-


lectuales diferentes. La ignorancia significa la ausencia completa
de noción sobre un punto cualquiera; en cambio, el error supone
una falsa noción sobre él. Pero la doctrina moderna prescinde del
estudio de la ignorancia y se limita a considerar el error. Esto se
explica porque, desde el punto de vista jurídico, la ignorancia y el
error producen los mismos efectos. De ahí que la distinción que
algunos hacen entre la ignorancia (falta de conocimiento) y el error
(conocimiento equivocado), no tiene interés pues ambas especies
están equiparadas en sus efectos12.

II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

1. El error en el Derecho romano

El Derecho romano primitivo fue un derecho esencialmen-


te formalista y, por ende, renuente a admitir la anulación de los
contratos una vez formado el vinculum iuris. La solemnidad de

12
Cfr. STOLFI, Giuseppe: Teoría del Negozio Giuridico. Padova, 1947. p. 134; TRA-
BUCCHI, Alberto: loc. cit.; TRIMARCHI, Pietro: Istituzioni di Diritto Privatto.
Giuffrè Editore. Milano, 2007. p. 173; MESSINEO, Francesco: Doctrina General
del Contrato. Tomo I. Traducción castellana de R.O. Fontanarosa, S. Sentis Melendo
y M. Volterra. Ediciones Ejea. Buenos Aires, 1952. p.p. 124-125. En contra, en la
doctrina italiana, Barbero expresa: “el error es una falsa representación intelectual
de la realidad” difiere de la ignorancia “que es falta de conocimiento”. Quien está en
error, afirma, “ve mal, ve falso, diferente de lo verdadero; pero ve. Quien ignora no
ve”. Este autor distingue entre la ignorancia como causa de error y la ignorancia como
hecho autónomo. En este último supuesto, afirma Barbero, la ignorancia no puede
equipararse al error, puesto que “son diferentes los presupuestos y las consecuencias”
(BARBERO, Doménico: Sistema del Derecho Privado. Vol. I <Introducción. Parte
Preliminar – Parte General>. Traducción castellana de Santiago Sentis Melendo.
Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Aires, 1.967. p.p. 518-519).

14
EL ERROR

los compromisos se oponía a toda modificación posterior. De ahí


que debía considerarse ineficaz el error para anular un convenio
definitivamente formado13.
Cabe hacer notar, sin embargo, que el error sobre la naturaleza
del acto (error in negotio o in natura contractu) o sobre el objeto
(error in corpore), siempre acarrearon como consecuencia la inexis-
tencia del acto. Por ejemplo, cuando A le entrega a B una cosa en
depósito y B la recibe creyendo que se trata de un mutuo14; o si A le
vende a B el fundo Semproniano y B cree comprar el fundo Corne-
liano15. En ambos casos los juristas romanos consideraban que no
había consentimiento sino disentimiento. El contrato, en realidad,
nunca se había formado ni había llegado a tener existencia legal.
Con el correr del tiempo, el formalismo del Derecho romano
fue atenuándose y perdiendo su rigor primitivo con lo cual se re-
conoció, en ciertos y determinados casos, algún efecto al simple
error.
Sin embargo, aun en la época clásica del Derecho romano, éste
se mostró reacio a admitir el error. Una vez que el estipulante y el
promitente estaban de acuerdo sobre el objeto o corpus, la stipulatio
era definitiva, no obstante cualquier error en que hubiere incurrido
alguno de ellos; sin perjuicio de la acción por daños cuando el error
sufrido proviniera del dolo de la otra parte.

13
Para un examen detallado del tratamiento del error en el Derecho romano, véase:
VOCI, Pasquale: Voz “Errore” (Diritto Romano) en Enciclopedia del Diritto. Vol.
XV. Arese Giuffrè. Milano, 1966. Consultada en versión electrónica (DVD); ÁL-
VAREZ SUÁREZ, U.: El negocio jurídico en el Derecho romano. Madrid, 1954;
BETTI, E.: Voz “Errore” (Diritto Romano) en Novissimo Digesto Italiano. T. VI.
Publicación de la Unione Tipografico-Editrice Torinese, bajo la dirección de An-
tonio Azara y Ernesto Eula. Torino, 1957. p.p. 654-665; MORALES MORENO,
Antonio Manuel: El error en los contratos. Capítulo I. Parte I. Sección 1. Madrid,
1988 (consultada en versión electrónica gentilmente enviada por el autor); BORDA,
Guillermo A.: op. cit. p.p. 9-18.
14
Digesto, XII, 18, 1.
15
Digesto, XXX, título único, 4.

15
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Luego, los juristas comenzaron a admitir la nulidad de los con-


tratos consensuales en ciertos casos de error (error in substantia).
Pero jamás el error se consideró como un vicio del consentimiento
susceptible de producir la anulación del contrato; sino que se ad-
mitía que en determinados casos, el error implicaba ausencia de
consentimiento y, por consiguiente, el acto era absolutamente nulo.
Los ejemplos que nos ofrecen los textos romanos son los siguientes:
A compra bronce, creyéndolo oro;16 B compra plomo creyéndolo
plata17; A compra vinagre tomándolo por vino18; B compra un es-
clavo creyendo que es una esclava19; A compra objetos plateados,
creyéndolos de plata maciza20.
Si bien en algunos casos, los textos romanos se refieren a la
substantia, es evidente que esta noción no tiene nada que ver con la
concepción moderna de cualidad sustancial. Los juristas romanos
asimilaban el error in substantia al error in corpore: consideraban
que en estos casos los contratantes habían prestado su consenti-
miento para algo distinto de lo que era el objeto del contrato y, por
consiguiente, éste no se había formado.
Igualmente en el Derecho romano se reconoció que el error
sobre la identidad de la persona (error in persona) implicaba au-
sencia del consentimiento y producía la nulidad del acto como,
por ejemplo, cuando A nombraba heredero por error a una persona
distinta de la que tenía intención de nombrar21, o cuando B quería
contratar con C y contrataba con D.
Cuando ambas partes creían obligarse por cantidades distintas
(error in quantitate) el contrato era válido hasta el límite de la

16
Digesto, XVIII, I, 9, 2.
17
Ibidem.
18
Ibidem.
19
Digesto, XVIII, I, 9, 1.
20
Digesto, XVIII, I, 11, 1.
21
Digesto, XXVIII, V, 9.

16
EL ERROR

cantidad menor22. Pero excluida esta hipótesis, el error sobre la


cantidad no ejercía ninguna influencia sobre la validez del acto.
Fuera de los casos antes indicados, el error no podía producir
la nulidad del contrato. En Roma, los errores sobre el valor, los
motivos, las cualidades, consecuencias, etc., eran absolutamente
irrelevantes.
Por lo que respecta al error de cálculo, sólo daba lugar a la
rectificación23.
Como en los casos en los cuales el error era admitido, no daba
lugar a la anulación del acto, sino a su nulidad absoluta, si el con-
trato no había sido ejecutado, las partes nada se debían; y si alguna
de ellas había cumplido total o parcialmente su obligación, tenía
derecho a exigir la restitución, interponiendo la condictio indebiti,
puesto que se trataba de un pago de lo indebido.
Por lo que respecta al error de derecho, el Derecho romano
juzgó con especial severidad la ignorancia y el error de derecho.
No estaba permitido ignorar o desconocer las leyes; por lo cual, no
podía invocarse el error de derecho.
No obstante, se admitieron las siguientes excepciones a este
principio: a) a los menores de veinticinco años les estaba permiti-
do ignorar el derecho24; b) las mujeres podían invocar el derecho
en ciertos y determinados casos25; c) los militares también podían
invocar su ignorancia o error de derecho, pero tan sólo en los ca-
sos especialmente contemplados en las leyes26; y d) los rustici o
personas sin ninguna educación, también podían invocar la igno-
rancia o error de derecho en los casos taxativamente previstos en
las leyes27.

22
Digesto, XLV, I, 1, 4.
23
Código, II, V, 1.
24
Digesto, XXII, VI, 9, 1.
25
Al respecto, entre otros pasajes del Digesto, véase: D, II, VIII, 1, 5; D, II, VIII, 8, 2.
26
Al respecto, entre otros pasajes del Código, véase: C, VI, XXX, 22; C, IX, XXIII, 8.
27
Código, VI, IX, 8.

17
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En síntesis, los rasgos esenciales del tratamiento del error en


el Derecho romano fueron el casuismo, el objetivismo y el carácter
restrictivo de las nulidades basadas en el error, lo que contrasta con
la regulación de esta figura en el Derecho moderno.

2. Los precedentes doctrinales del Código Civil francés

En el antiguo Derecho francés nos interesan especialmente


los criterios de dos grandes juristas franceses, Domat y Pothier,
por la influencia que tuvieron en esta materia sobre la legislación
moderna, a través del Código Napoleón.

2.1. El criterio de Domat

Domat fijó los principios generales que habrían de servir de


base para el esclarecimiento del problema del error. Su obra reviste,
además, particular importancia por la influencia decisiva que tuvo
en los redactores del Code, así como en la doctrina y la jurispru-
dencia francesas.
En lo concerniente al error de hecho, Domat expresa esta regla:
“si el error de hecho es tal que quien ha errado no ha consentido en
la convención, sino por haber ignorado la verdad de un hecho, de
suerte que la convención no tiene otro fundamento que un hecho
contrario a esa verdad, que era desconocida, este error bastaría
para anular la convención. Porque no solamente la convención se
encuentra sin causa, sino que ella no tiene otro fundamento que una
falsa causa”28. Domat cita el ejemplo del heredero de un deudor
que ignorando que la deuda había sido pagada por el causante, se

28
DOMAT, J.: Les loix civiles dans leur ordre naturel, le droit public et legum delectus.
Tome I. Nº 7. París, 1777. p. 137.

18
EL ERROR

obliga por medio de un nuevo documento a pagarle dicha deuda al


heredero del acreedor; la obligación es nula y sin ningún efecto, si
se encuentra el recibo.
Más adelante, expresa Domat, el siguiente principio: “si el
error de hecho no ha sido la única causa de la convención y ésta
tiene otra independiente del hecho que se ha ignorado, este error
no impedirá que la convención surta todos sus efectos”29.
Por consiguiente, Domat solamente admite que el error de
hecho puede anular la obligación, cuando constituye la única causa
de la misma. De donde resulta que, en tal caso, el contrato no tiene
más que una falsa causa o, lo que es lo mismo, carece de causa.
Respecto del error de cálculo, a juicio de Domat, éste debe
ser rectificado30.
Al referirse al error de derecho, Domat establece el siguiente
principio: “si la ignorancia o error de derecho es tal que constituya
la única causa de la convención, en la que se obligue a una cosa que
no se deba y que no ha tenido otra causa para fundar la obligación,
su causa, siendo falsa, será nula”31.
Por consiguiente, tanto el error de hecho como el de derecho
pueden admitirse, siempre y cuando constituyan la causa única
de la obligación, porque en esta hipótesis ésta queda sin causa en
virtud del error.

2.2. El criterio de Pothier

Pothier al referirse al error comienza afirmando que constituye


el principal vicio del consentimiento puesto que no puede haber

29
DOMAT, J.: loc. cit. Nº 8. p. 138.
30
DOMAT, J.: loc. cit. Nº 12. p. 138.
31
DOMAT, J.: loc. cit. Nº 14. p. 138.

19
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

consentimiento si las partes se han equivocado sobre el objeto


convenido32. Pero luego, a lo largo de su exposición reafirma, una y
otra vez, su criterio de que el error no es en, realidad, un vicio sino
que destruye totalmente el consentimiento y hace nulo el acto.
Más adelante trae un ejemplo de error sobre la naturaleza del
contrato: “por eso si alguien entiende venderme una cosa y yo creo
recibirla a título de préstamo o de donación, en este caso no hay
venta, ni préstamo, ni donación”.
Luego pasa Pothier a referirse al error sobre la sustancia y con-
sagra este principio: “el error anula el acto cuando recae sobre la
cualidad de la cosa que los contratantes han tenido principalmente
en cuenta y que constituye la sustancia de esa cosa”33. Cita el ejem-
plo de los candelabros de cobre que se compran como si fueran de
plata. En tal caso, afirma que el error destruye el consentimiento
puesto que la cosa que A ha querido comprar es un par de candela-
bros de plata y como los que B le había vendido son de cobre, no
se puede decir que era la cosa que A había querido comprar34.
En cambio, el error sobre las cualidades accidentales de la cosa
no ejerce influencia alguna sobre la validez del contrato35.
Por lo que respecta al error sobre la persona, afirma: “cada vez
que la consideración de la persona con quien quiero contratar entre
por alguna razón en el contrato que quiero hacer, el error sobre la
persona destruye el consentimiento y hace nulo el convenio36.
En cuanto al error de derecho, Pothier lo trata muy brevemente
y lo rechaza basándose en su carácter inexcusable.
Cuando se refiere a la causa, Pothier trata uno de los aspectos de
la teoría del error. Primero afirma que todo compromiso debe tener

32
POTHIER, R. J.: Traité des Obligations dans les Oeuvres de Pothier publiée par
M. Siffrein. Paris, 1.821. Tome I. Nº 17. p. 92.
33
Ibidem.
34
POTHIER, R. J.: loc. cit. Tome I. Nº 18. p.p. 92-93.
35
POTHIER, R. J.: loc. cit. Tome I. Nº 18. p. 93.
36
POTHIER, R. J.: loc. cit. Tome I. Nº 19. p. 93.

20
EL ERROR

una causa honesta, y luego expresa: “pero cuando un compromiso


no tiene causa; o lo que es lo mismo, cuando la causa por la cual
ha sido contraído es una falsa causa, el compromiso es nulo y el
contrato que lo contiene es igualmente nulo. Por ejemplo, si creyen-
do erradamente deber diez mil libras que le habían sido legadas a
usted por el testamento de mi padre, pero que habían sido revocados
por un codicilo posterior del cual yo no tenía conocimiento, me he
comprometido a darle a usted cierta heredad en pago de dicha suma,
ese contrato es nulo, por cuanto la causa de mi compromiso que
era el saldo de dicha deuda es una causa que ha resultado falsa; y
es por esta razón, que la falsedad de la causa, una vez reconocida,
no podía dar lugar a una acción para obligarme a entregarle a usted
dicha heredad; además si ya yo se la hubiese entregado, yo tendría
entonces una acción para que usted me la devuelva; y esta acción
se llama condictio sine causa”37.
De donde resulta que, según Pothier, el error sobre la causa da lu-
gar a la falsa causa; y ésta se equipara a la inexistencia de causa38.

3. Estado actual del Derecho positivo

3.1. El error de hecho

En el Derecho positivo actual se admite sin discusiones que el


error de hecho da lugar a la anulación de los contratos.

37
POTHIER, R. J.: loc. cit. Tome I. Nº 42. p. 107.
38
Siguiendo las orientaciones de Domat y Pothier, no han faltado opiniones en favor
de la tesis según la cual el error no es nunca causa de anulación de los actos jurí-
dicos, ya que siempre que un acto pueda anularse por error de hecho o de derecho,
podrá anularse también por falta de causa y, por consiguiente, siendo la teoría de
la causa mucho más amplia y comprensiva que la del error, es lógico eliminar ésta
que resulta completamente inútil. Al respecto, véase: CELICE, Raymond: op. cit.
p. 180; BORDA, Guillermo A.: op. cit. p. 60.

21
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Los Códigos tratan el asunto con mayor o menor detalle. Pero


todos coinciden en el principio fundamental que es el siguiente:
el error de hecho produce la anulabilidad del contrato, siempre y
cuando haya sido determinante o esencial, es decir, que la parte
que lo ha experimentado no hubiera contratado de haber conocido
la realidad tal como verdaderamente es.
Ahora bien, para determinar si el error es esencial, se plantea
la interrogante de sí ¿hay que situarse en la mente del contratante
en cada caso o, por el contrario, sólo es esencial el error que es
considerado como tal en la práctica de los negocios?
No obstante que la redacción del artículo 1110 del Código Civil
francés pareciera haber consagrado una concepción objetiva para
determinar la esencialidad del error, la doctrina y la jurisprudencia
francesas, así como las de los países cuyas legislaciones han seguido
la inspiración del Code, consideran que el problema es de orden
subjetivo y que el juez debe examinar el asunto desde el punto de
vista personal de cada contratante en particular y resolver si el error
sufrido ha sido esencial para ese contratante. Siguen este sistema,
entre otros, los Códigos de Bélgica (art. 1110), Argentina (arts.
924-928), Chile (arts. 1453-1455), Colombia (arts. 1510-1512),
España (arts. 1265-1266), Italia de 1865 (arts. 1110) y México de
1928 (art. 1813).
En cambio, el Código Civil alemán (§ 119) y los que lo toman
como modelo, solamente reputan esencial aquel error que es consi-
derado como tal según la lealtad comercial o, lo que es lo mismo,
según la práctica de los negocios39. Éste es el criterio adoptado,
entre otros, por el Código suizo de las Obligaciones, cuyo artículo
24 (numeral 3º) establece textualmente: “el error es esencial cuando
recae sobre hechos que la lealtad comercial permita a quien pretenda

39
El párrafo 119 del Código Civil alemán dice textualmente “como error sobre el conte-
nido de la declaración procede también estimar al que recae sobre aquellas cualidades
de la persona o de la cosa que en el tráfico se consideren como esenciales”.

22
EL ERROR

prevalerse de su error, considerar como elementos necesarios del


contrato”40.
El Proyecto franco-italiano de las Obligaciones y de los Con-
tratos adoptó una solución intermedia. El artículo 15 dice así: “el
error de hecho produce la anulabilidad del contrato cuando recae
sobre una cualidad de la cosa o sobre una circunstancia que las par-
tes han considerado como esenciales, o que deben ser consideradas
como tales en atención a la buena fe y a las condiciones bajo las
cuales ha sido concluido el contrato”. Éste es el sistema adoptado
en nuestra legislación en el Código Civil de 1942 cuyo artículo
1148 es una réplica del artículo 14 del Proyecto franco-italiano de
las Obligaciones y de los Contratos.
El Código Civil italiano de 1942 merece especial atención. De
acuerdo con el artículo 1429, el error de hecho es esencial cuando
versa sobre: 1) la naturaleza del contrato; 2) el objeto del contrato;
3) la identidad del objeto de la prestación; 4) una calidad del objeto
de la prestación que según la común apreciación o de acuerdo con
las circunstancias, deba reputarse como determinante de la volun-
tad del contratante que yerra; 5) la identidad de la persona del otro
contratante o las cualidades de ella siempre que la una o las otras
hayan sido determinantes de la voluntad del contratante que expe-
rimente el error. Es esencial también el error sobre la cantidad, pero
cuando haya determinado la voluntad del contratante. En cambio
si se trata de un mero error de cálculo, en el sentido aritmético del
término, el mismo no es esencial; pero el que yerra tiene derecho
a la rectificación (art. 1430).

40
De esta disposición se sigue que el principio según el cual el simple error en los
motivos no incide sobre la validez del contrato no es absoluto en Suiza puesto que
la ley excluye de este principio los casos en los cuales el error recae sobre deter-
minadas circunstancias de hecho, cuando quien lo sufre, ateniéndose a la buena fe
del comercio jurídico, las considere como base necesaria del contrato. Cfr. VON
THUR, A.: Tratado de las Obligaciones. Traducción castellana de W. Roces. Edi-
torial Comares. Granada, 2007. p. 167.

23
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De donde resulta que, para determinar el carácter esencial del


error, el Codice adopta igualmente una posición intermedia entre la
concepción objetiva y la subjetiva: en los supuestos comprendido en
los numerales 1), 2) y 3) antes citados el error es siempre esencial,
sólo por el hecho de recaer sobre la naturaleza o sobre el objeto del
contrato o sobre la identidad del objeto, sin necesidad de demos-
tración ulterior. En cambio, el error sobre la cualidad del objeto de
la prestación contemplado en el numeral 4) da lugar a la anulación
del contrato cuando de acuerdo con la común apreciación –esto es,
según el concepto corriente en la práctica, o la opinión del hombre
medio–, o de acuerdo con las circunstancias, deba considerarse
determinante del consentimiento. El error sobre la identidad de la
persona del otro contratante o las cualidades de ella, en cambio,
es jurídicamente relevante cuando haya sido determinante de la
voluntad del contratante que se equivoca. Lo mismo ocurre con el
error in quantitate.
El error no esencial, es decir, el error accidental, no sirve de
base para la impugnación del contrato puesto que, con él o sin él,
el sujeto igualmente se hubiera decidido a celebrar el contrato. Pero
se considera que no es accidental todo error que no figure entre
los tipos contemplados en los artículos 1429 y 1430. En efecto, la
doctrina italiana considera que el elenco de errores contenido en
estas disposiciones legales no es taxativo sino enunciativo41.

41
En tal sentido, véase: CARIOTA-FERRARA, Luigi: Il Negozio Giuridico nel Diritto
Privato Italiano. Morano Editore. Napoli, 1950. p. 571; MESSINEO, Francesco:
Doctrina General… cit. Tomo I. p. 122; MIRABELLI, Giuseppe: “Dei contrati in
generale” in Commentario Codice Civile. Vol. IV. T. II. Torino, 1980. p. 539; CA-
RRESI, F.: Il Contrato. Milano, 1987. p. 443; BIANCA, C.M.: op. cit. Vol. III. p.
610; GALGANO, Francesco: op. cit. p.p. 294-295. Sin embargo, esta posición dista
de ser unánime. En efecto, en Italia otro sector de la doctrina considera que la enu-
meración legal de los supuestos de error contemplados en los artículos 1429 y 1430
del Codice es de carácter taxativo. Al respecto, véase: STOLFI, Giuseppe: op. cit. p.
134; SACCO, R.: “Il Dolo” en Resigno, P.: Tratatto di Diritto Privato. Obbligazioni

24
EL ERROR

Por último, en materia de error, el Derecho inglés ofrece


particularidades muy interesantes. De todos los ordenamientos
extranjeros, en lo que concierne al error, quizás el más diferente al
nuestro inspirado en el Code, sea el Derecho inglés. Difícilmente
admiten los ingleses la nulidad del contrato por algo puramente
psicológico e interno como el error.
Hay en el Derecho inglés dos grupos de reglas que lo hacen
particularmente complejo: por un lado, el common law muy sensi-
ble a las exigencias del comercio; y por el otro, la regla de equidad
(equity). De acuerdo con el common law, el error (mistake) hace
que el contrato sea nulo (void), pero para ello debe tratarse de un
error obstáculo y no de un simple error sobre las cualidades sus-
tanciales del objeto del contrato como, por ejemplo, el error sobre
la autenticidad de una obra de arte. El error según el common law
tiene pues en la práctica un campo de aplicación muy reducido. La
misrepresentation, en cambio, es una noción de equidad (equity) que
tiene un campo de aplicación más amplio que el error y presupone
que el co-contratante del errans haya provocado el error, o se haya
aprovechado indebidamente (undue influence) de él. La misrepre-
sentation determina que el contrato sea anulable (voidable)42.

3.2. El error de derecho

El tratamiento del error de derecho en el Derecho comparado


no ha sido uniforme. Algunos Códigos lo admiten expresamente
como fundamento para pedir la anulación del contrato; otros lo

e Contratti. (Tomo secondo). Vol. 10. Torino, 1982. p. 298; PIETROBON, Vittorino:
Errore, volontà e affidamento nel negozio giuridico. Padova, 1990. p. 356.
42
Al respecto, véase: véase ATIYAH, P.S.: An introduction to the Law of Contracts.
Cambridge, 1995. p.p. 257 y ss. Asimismo, véase DAVID, R.: Les contrats en droit
anglais, 1973 Nos 215-257 (citado por MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y
STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 243).

25
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

rechazan y, por último, algunas legislaciones no se refieren al error


de derecho. Cabe hacer notar, sin embargo, que la doctrina moderna
admite pacíficamente que el error de derecho sirve de base para la
impugnación del contrato cuando ha sido esencial.
Entre las legislaciones que admiten el error de derecho se en-
cuentra el Código Civil italiano (art. 1429, ordinal 4º) y el Código
Civil venezolano cuyo artículo 1147 dice así: “El error de derecho
produce la nulidad del contrato sólo cuando ha sido la causa única
o principal”.
Entre las legislaciones que rechazan expresamente el error de
derecho se encuentran el Código Civil argentino (art. 923), el de
Chile (art. 1452), y Colombia (art. 1509). Cabe hacer notar, sin
embargo, que estas legislaciones suelen admitir que, en ciertos ca-
sos especiales señalados taxativamente en la ley, puede invocarse
este error.
Entre las legislaciones que no resuelven expresamente el
problema se encuentra el Código Civil francés. El artículo 1110
del Code se refiere simplemente al error y puesto que no distingue
entre el de hecho y el de derecho, la doctrina y la jurisprudencia
francesas han resuelto que los comprende a ambos43. Es el mismo
sistema que sigue el Código Civil alemán (§ 119), el suizo de las
Obligaciones (arts. 23 y 24) y el español (art. 1266). En todos estos
países se interpreta la ley en la misma forma que en el Derecho
francés y se admite, por tanto, el error de derecho.

43
Al respecto, por todos, véase: GHESTIN, Jacques: “Les obligations – Le Contrat:
Formation” en Traité de Droit Civil. Tome II. L.G.D.J. París, 1988. p.p. 416-419 y
la jurisprudencia francesa allí citada; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LE-
QUETTE, Yves: op. cit. p.p. 231-232, especialmente, la nota 1) y la jurisprudencia
francesa allí citada.

26
EL ERROR

III. EL ERROR OBSTÁCULO O ERROR


EN LA DECLARACIÓN

1. Error obstáculo y error vicio

Como indicamos poco antes, el error es una falsa apreciación


de la realidad, un conocimiento falso, pero hay que distinguir dos
especies de error conceptualmente diferentes: el error que recae en
la declaración y el error que recae en la voluntad. El primero, que
es el llamado error obstáculo o error en la declaración, es el que
provoca una divergencia entre la voluntad y la declaración de modo
que es querida una cosa y por error se declara otra. El segundo,
llamado error vicio o error propio, es el error propiamente dicho.
Consiste en un falso conocimiento que influye en la determinación
interna de la voluntad e induce al sujeto a querer una cosa que no
hubiese querido de no haber influido un conocimiento inexacto
como motivo perturbador en la formación de la voluntad, esto es,
se trata de un vicio de la voluntad que actúa en la formación, pero
no influye en la manifestación o expresión de la voluntad.
Dicho en otros términos, el error propio o error vicio de la
voluntad consiste en una apreciación inexacta de la realidad que
da lugar a que la voluntad se forme de manera viciosa; afecta, por
tanto, al proceso formativo del querer interno. Por el contrario, hay
error obstáculo o en la declaración, cuando no obstante haberse
formado correctamente la voluntad, se produce una divergencia
entre lo querido y lo declarado. Por ejemplo, si A quiere vender
un objeto por 1.000 Bs. y declara venderlo por 100 Bs. hay error
obstáculo o error en la declaración. En cambio, si A quiere vender
una cosa por 100 Bs. y así lo declara, pero quiso ese precio porque
creía que el objeto vendido era de metal dorado, cuando realmente
era de oro, entonces hay error vicio. Cuando hay error vicio lo que
ocurre es que se forma una determinada voluntad interna sobre la
base de una creencia inexacta. La voluntad interna coincide con

27
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

lo declarado. Hay una declaración que traduce la voluntad inter-


na, pero la voluntad interna se formó bajo el influjo de un motivo
perturbador deformándose así el consentimiento como, por ejem-
plo, cuando se compra un cuadro por creerlo de un pintor famoso,
cuando en realidad, no lo es. Por cuanto la voluntad interna se
formó en este caso bajo la influencia de una equivocación, se dice
que hay error vicio.
De donde resulta que una cosa es el error que recae sobre la de-
claración de la voluntad; y otra cosa muy distinta es el error que recae
sobre el contenido de la misma. Tal y como afirma Coviello:

“El primero origina una divergencia entre voluntad y declaración;


el segundo produce un desacuerdo entre la voluntad efectiva que
se ha manifestado exactamente y aquella voluntad que se habría
tenido, de no haber existido el error. Si yo quiero una cosa y digo
por el error que quiero otra, hay divergencia entre mi voluntad
y lo declarado; si quiero una cosa y digo que la quiero, pero la
quiero en tanto y en cuanto erróneamente estimo que es la cosa
que yo me represento como dotada de aquellas cualidades sin las
cuales no la querría, no hay divergencia entre la voluntad interna
y la declaración de voluntad, sino entre la voluntad actual y la
eventual, o sea, la que habría querido de no haber mediado el
error como motivo perturbador. Podemos decir que es este último
un error que ha motivado la voluntad a determinarse; el otro, en
cambio, no ha influido en la determinación de la voluntad sino en
la manifestación o declaración inexacta de la misma, y por eso se
le llama error en la declaración.”44

En fin, el error obstáculo o error en la declaración provoca


una discrepancia inconsciente entre la declaración de voluntad y la
voluntad interna. Se diferencia del error vicio porque en este caso
la declaración y la voluntad coinciden, pero la voluntad se formó

44
COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 422.

28
EL ERROR

anormalmente por haber creído el sujeto algo que no correspondía


a la realidad, y tal voluntad no se habría formado de haber conocido
el que yerra la verdad45.

2. Manifestaciones del error obstáculo

El error obstáculo, el que nos interesa especialmente ahora


(porque al error vicio nos referiremos en la Sección IV), es el que
crea una divergencia inconsciente entre la voluntad interna y su
manifestación.
La doctrina señala los siguientes casos de error obstáculo, por
cierto muy raros de presentarse en la práctica: 1) el error sobre la
naturaleza del contrato (error in negotio) como, por ejemplo, cuando
yo creo que tú has comprado la casa que te ofrecí y tú crees haberla
tomado en arrendamiento46; 2) el error que recae sobre la identidad

45
La doctrina es conteste con respecto a los conceptos expuestos en el texto. Por todos,
en la doctrina italiana véase: TRABUCCHI, Alberto: loc. cit.; ALPA, Guido: Corso
di Diritto Contrattuale. Cedam. Padova, 2006. p. 133. En la doctrina francesa, véase:
GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p. 405; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y
LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 216. En la doctrina española, véase: ALBALADEJO,
Manuel: Derecho Civil. Tomo I. (Introducción y Parte General). Edisofer S.L. Ma-
drid, 2006. p.p. 614-619; CASTÁN TOBEÑAS, José: op. cit. Tomo I. Vol. II. p.p.
706-707. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General
del Contrato. Cuarta Edición. Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie
Estudios. Nº 61. Caracas, 2006. p. 148; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER
SUCRE, Emilio: Curso de Obligaciones. Derecho Civil III. Tomo II. Universidad
Católica Andrés Bello. Caracas, 2001. p. 630.
46
Pero no hay que confundir el error in negotio con el error sobre la calificación del
contrato cuyos efectos están claramente determinados por la común intención de
las partes. El error sobre la naturaleza del contrato solamente constituye un error
obstáculo cuando las partes no están de acuerdo sobre los efectos del contrato ce-
lebrado y, especialmente, en lo que concierne a las obligaciones que de él derivan.
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 217,
especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada.

29
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

del objeto del contrato (error in corpore) como, por ejemplo, cuando
yo creo venderte mi casa A y tú crees comprarme mi casa B; 3) el
error que recae sobre la identidad física de la otra parte (error in
persona) como, por ejemplo, cuando yo queriendo contratar con
una persona, contrato con otra persona que tiene el mismo nombre
de aquélla con la cual yo pensaba contratar; y 4) el error sobre la
causa, esto es, el que recae sobre las razones jurídicas que impulsan
a la celebración del contrato como, por ejemplo, cuando me obligo
a pagar un legado ignorando que el testamento en el cual el causante
me había instituido como heredero había sido revocado, o cuando
celebro una transacción fundada en documentos que después se
reconocen como falsos (Código Civil, artículo 1721), o para resol-
ver un litigio que ya estaba decidido por sentencia ejecutoriada, si
las partes o alguna de ellas no tenían conocimiento de la sentencia
(Código Civil, artículo 1722)47.
El error en la declaración puede asumir distintas formas.
Puede consistir en una simple distracción, lapsus linguae o lapsus
calami: en vez de decir o escribir vender, digo o escribo arrendar;
en lugar de decir uso digo usufructo; en vez de escribir 650 por
distracción escribo 560; en lugar de llamar una cosa A la llamo

47
COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: Curso Elemental de Derecho Civil. Tomo
III. Traducción castellana por la redacción de la Revista General de Legislación y
Jurisprudencia. Instituto Editorial Reus. Madrid, 1960. p. 611; JOSSERAND, Louis:
Derecho Civil. Tomo II. Vol. I (Teoría General de las Obligaciones). Traducción
castellana de Santiago Cunchillos y Manterola. Bosch y Cia Editores. Buenos Ai-
res, 1950. p.p. 49-50. En la doctrina nacional el profesor Francisco López Herrera
considera que son igualmente casos de error en la causa la renta vitalicia constituida
por la vida de una persona ya muerta cuando se celebró el contrato (Código Civil,
artículo 1794) y la donación hecha en consideración de un matrimonio futuro, si
éste no se celebra (Código Civil, artículo 1450) (LÓPEZ HERRERA, Francisco:
La Nulidad de los Contratos en la Legislación Civil Venezolana. Empresa El Cojo
S.A. Caracas, 1952. p.p. 186-187). A nuestro modo de ver, se trata más bien de
supuestos de ausencia de causa: en el primer caso porque la causa no ha existido
nunca; y en el segundo, porque la causa siendo referida al futuro, no se realiza.

30
EL ERROR

B; en vez de dirigir un fax a A se lo dirijo a B. También hay error


en la declaración cuando, por error o reproducción infiel de la
declaración por parte de quien debía escribirla o transmitirla, he
dictado vender y la carta que llega al destinatario lleva la palabra
comprar; o cuando dirijo una carta a A y el cartero se la entrega a
otra persona del mismo nombre y apellido. Es indiferente pues que
el error provenga de la persona misma del declarante o de otros; se
equipara al error del contratante el cometido por su representante
o por quien transmite la declaración de un modo inexacto48. Tam-
bién hay error en la declaración cuando el destinatario percibe o
entiende mal la declaración de quien la formula de acuerdo con su
voluntad interna como, por ejemplo, cuando declaro entregar en
depósito una suma, y la otra parte ha creído que yo quería darla en
mutuo o comodato49. Asimismo, cuando en una asamblea levanto
la mano creyendo votar a favor de una proposición porque no he
entendido bien al presidente que ha invitado a alzar la mano en
caso de discrepancia con la proposición formulada50.

3. El error obstáculo según la doctrina clásica

Según la doctrina clásica, el error obstáculo no constituye un


vicio del consentimiento, porque el consentimiento no alcanza
ni siquiera a formarse. El error obstáculo no permite que haya
consentimiento sino que lo destruye puesto que impide el acuerdo
de voluntades. Ese acuerdo supone dos voluntades concordantes.
Cuando los dos contratantes no se han entendido, cada uno se forma

48
El Código Civil italiano de 1942 asimila al error obstáculo el error en la transmisión
de la declaración (art. 1433).
49
Cfr. CARRESI, F.: Il Contrato. Milano, 1987. p. 430; ROSSELLO, Carlo: op. cit.
p. 212.
50
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 173.

31
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

una idea equivocada no sobre lo que él quería, sino sobre lo que


quería su contraparte contractual. Por lo cual, como expresan los
hermanos Mazeaud y Chabas, el error obstáculo es un diálogo entre
sordos51. Por eso, en el error obstáculo, en realidad, hay más que un
vicio del consentimiento; existe una ausencia de consentimiento.
En todos los casos de error obstáculo la magnitud del error
es tal, que los tratadistas clásicos afirman que éste impide que
haya consentimiento y que se forme el contrato52. Si yo he que-
rido vender y tú alquilar, o si yo he querido vender la casa A y tú
comprar la casa B, es evidente que no ha existido consentimiento,
ni existe, por consiguiente, contrato; en realidad lo que ha habido
es disentimiento53.
De acuerdo con este criterio, el error que según el Código Civil
afecta la validez del contrato y no su existencia es el error vicio o
error propiamente dicho que supone un acuerdo de las partes. Una

51
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volume)
p. 159.
52
Al respecto, en la doctrina clásica nacional, véase: SANOJO, Luis: Instituciones
de Derecho Civil Venezolano. Tomo III. Imprenta Nacional. Caracas, 1.873. p. 20;
DOMINICI, Aníbal: Comentarios al Código Civil Venezolano Tomo II. Editorial Rea.
Caracas, 1962. p. 544. En el mismo sentido, en fecha más reciente, en sentencia de
la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia de fecha 29 de mayo de
2005, aunque incidentalmente, se afirma (obiter dictum) que “el error-declaración,
que opera en el momento de emitir una declaración y que también se denomina
error-obstáculo, es aquella falsa apreciación de la realidad que es de tal naturaleza
y gravedad que impide la formación del consentimiento, por lo que su presencia
acarrea la nulidad absoluta del contrato, al impedir u obstaculizar su formación.”
(Sentencia de la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia del
29-05-00. Caso Carmen Josefa Plaza de Muñoz contra CANTV. Consultada en la
página web: www.tsj.gov.ve).
53
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C.: Cours de Droit Civil Français. Tome IV. Sixième
édition. París, 1907. § 343 bis. p. 436, especialmente, la nota 5; DEMOLOMBE,
C.: “Traité des contrats”. (Tome I) en Cours de Code Napoleon. Vol. XXIV. París,
1868. p. 86; BAUDRY-LACANTINERIE, G.: Précis de Droit Civil. Tome II. Recueil
Sirey. París, 1921. p. 17; COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III.
p. 621; JOSSERAND, Louis: op. cit. Tomo II. Vol. I. p. 50.

32
EL ERROR

cosa es –dicen– que las partes estén de acuerdo sobre la naturaleza


del contrato, sobre su objeto, sobre las modalidades esenciales de la
prestación y que, no obstante, caigan ambas en error sobre ciertas
cualidades supuestas de la persona del contratante o del objeto; y
otra cosa muy distinta es que, habiendo dicho una cosa por otra, falte
en realidad el acuerdo sobre la naturaleza del contrato, su objeto o
sus modalidades esenciales. En el primer caso, el error no impide
el consentimiento; podrá, desde luego, dar lugar a una acción de
nulidad (relativa) si reúne los requisitos que deben concurrir para
que el error sea jurídicamente relevante para invalidar el consenti-
miento; pero no podrá excluirlo. En la segunda hipótesis, el error
produce un verdadero disenso porque falta en este caso totalmente
el idem placitum. No hay consentimiento porque las voluntades de
las partes no están acordes en cuanto al vínculo que ellas quieren
contraer54.
En fin, esta teoría parte de la idea de que los artículos 1142
(ordinal 2º), 1146 al 1149 y 1346 del Código Civil solamente se
refieren al error vicio del consentimiento, es decir, al error propia-
mente dicho y no al error obstáculo puesto que al constituir éste
un supuesto de ausencia de consentimiento, por faltar un requisito
indispensable para la existencia del contrato, se encuentra compren-
dido en el artículo 1141 del Código Civil y da lugar a la nulidad
absoluta o a la inexistencia del contrato55.
En todas las hipótesis calificadas de errores “obstáculo”, la
nulidad deriva pues de la ausencia de uno de los elementos indis-
pensables para la existencia del contrato: consentimiento, objeto
o causa. Esto explica, según la doctrina clásica, por una parte, que

54
GIORGI, Jorge: Teoría de las obligaciones en el Derecho moderno. Traducción al
castellano por la redacción de la Revista General de Legislación y Jurisprudencia.
Editorial Reus. Madrid, 1930. Vol. III. p. 248; DE RUGGIERO, Roberto: op. cit.
p.p. 262-263; RICCI, Francisco: op. cit. Tomo XIII. p.p. 33-34.
55
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volume)
p. 161; LAURENT, F.: op. cit. Tomo XV. p. 606.

33
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

estemos en un supuesto de nulidad absoluta; y, por la otra, que los


redactores del Código Civil, al considerar estos casos englobados en
el artículo 1141, no hayan hecho alusión alguna al error obstáculo
cuando trataron el error.
Esta fue la orientación seguida por el Proyecto franco-italiano
de las Obligaciones y los Contratos en el cual se inspiró nuestro
Código Civil al referirse al error56.

4. El criterio de la doctrina moderna

Según la doctrina moderna, la teoría del error obstáculo es un


resabio del Derecho romano donde el error jurídicamente relevante
excluía siempre el consentimiento. No existe, en realidad, razón
alguna para distinguir entre el error obstáculo y el error vicio del
consentimiento.
De la circunstancia de que el Código Civil no se refiera
expresamente al error obstáculo, no puede inferirse que el error
obstáculo y el error vicio, si bien conceptualmente diferentes, no
sean equiparables en sus efectos.
La doctrina y la jurisprudencia francesa modernas consideran
que el error a que se refiere el artículo 1110 del Code (error in
substantia y error in persona) se ha contemplado de una manera
amplia para abarcar al error que recae sobre un elemento sustan-
cial del contrato. Y un elemento sustancial del contrato puede ser,
tanto la naturaleza de ese contrato, como la cosa que constituye
el objeto de la obligación de una de las partes, o incluso cualquier
otro elemento. En consecuencia, no hay ninguna razón para ver en
el error obstáculo una categoría particular de error57. En realidad,

56
Al respecto, véase: VIFOREANU, Georges: Contribution a l’étude du contrat dans
le Projet Franco-Italien et en droit comparé. París, 1932. p. 196.
57
GHESTIN, Jacques: op. cit. p.p. 902-903; WEILL, Alex: Droit Civil. Les obliga-
tions. Dalloz, 1971. p.p. 175-176; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: Tratado

34
EL ERROR

el error sobre la naturaleza del contrato o el error sobre el objeto


de la obligación de una de las partes es un error sobre los motivos
determinantes, esto es, un error sobre la causa58. Hay, en estos casos,
falsedad en la causa. Cuando la falsedad de la causa es el resultado
de un error, la consecuencia que se produce es la nulidad relativa
del contrato59.

Práctico de Derecho Civil Francés. Tomo VI. Traducción castellana de Mario Díaz
Cruz. Cultural S.A. Habana, 1946. p.p. 237-239. Esta es la solución que consagra
expresamente el Código Civil italiano de 1942 que equipara en sus efectos el error
vicio y el llamado error obstáculo o error en la declaración (art. 1433).
58
Según la doctrina y la jurisprudencia francesa modernas, la causa del contrato son
los motivos determinantes para que una persona celebre un contrato (causa en sen-
tido subjetivo). Corresponde a las motivaciones impulsivas y determinantes para
la celebración del contrato manifestadas por las partes, expresa o tácitamente, o
que resultan de las condiciones bajo las cuales se celebró el contrato. Al respecto,
véase: GHESTIN, Jacques: Cause de l’engagement et validité du contrat. L.G.D.J.
París, 2006. Nº 135; LARROUMET, Christian: Teoría General del Contrato.
Vol. I. Traducción castellana de Jorge Guerrero R. Editorial Temis S.A. Santa Fe
de Bogotá, 1999. p.p. 258-259, 400-402; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc
y SAVAUX, Éric: Droit Civil. Les Obligations. L’acte juridique. Dalloz. París,
2006. p. 148. En la doctrina nacional, véase: RODNER, James Otis: Los contratos
enlazados. El subcontrato. Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Asociación
Venezolana de Derecho Privado. Serie Estudios. Nº 77. Caracas, 2008. p.p. 40-41.
En la jurisprudencia nacional, véase: Sentencia de la Sala Político Administrativa
del Tribunal Supremo de Justicia de fecha 12 de julio de 2004. Caso Movimiento
Pro-Desarrollo de la Comunidad contra C.A. Metro de Caracas. (Consultada en
la página web: www.tsj.gov.ve). De ahí que el error que recae sobre un elemento
sustancial del contrato como la naturaleza del contrato o su objeto es un error sobre
los móviles determinantes de la celebración del contrato; y por ende es, en realidad,
un error sobre la causa. Cfr. LARROUMET, Christian: loc. cit.; Robine, (citado por
FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: loc. cit.).
59
En la doctrina francesa Marty y Raynaud afirman: “La falsa causa y error sobre la
causa tienen el rasgo común de consistir ambos en un vicio del consentimiento:
una de las partes ha creído erróneamente en la existencia de la causa. Pero se puede
hablar más precisamente de falsa causa cuando el error recae sobre los elementos
objetivos de la causa y de error sobre la causa cuando ella recae sobre sus elementos
subjetivos. Así, cuando el comprador ha creído falsamente en la existencia de la cosa
que él creía adquirir, hay falsa causa y la nulidad de su compromiso no es dudosa.
Al contrario, si una parte ha creído erróneamente poder satisfacer los móviles que

35
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La doctrina más reciente considera que el llamado error obs-


táculo o error en la declaración produce la anulabilidad del contrato
puesto que se trata de una situación que solamente atañe al interés
de las partes contratantes y que no afecta en forma alguna al orden
público ni a las buenas costumbres. No existe ninguna justificación
para concluir que en algunos casos el error produce la nulidad ab-
soluta; y, en otros, la nulidad relativa del contrato cuando siempre
de lo que se trata es de proteger a la parte o a las partes que se han
equivocado60.
El origen de la confusión, se afirma, se encuentra en que
en algunos casos de error obstáculo ambas partes contratantes
son víctimas del error y, por consiguiente, ambas se encuentran

le han determinado a contratar: hay error sobre la causa. Es entonces cuando se


plantea el problema resuelto de modo diferente por los autores de la distinción entre
causa y motivo. ¿El error sobre cualquier motivo determinante puede ser tomado
en cuenta? No nos parece, al menos en los contratos onerosos. La jurisprudencia
parece exigir que el motivo determinante sobre el cual versa el error de una parte
haya sido conocido por la otra y recaiga sobre un elemento sustancial del contrato.”
(MARTY, Gabriel y RAYNAUD, Pierre: Droit Civil. Sirey. París, 1962. p. 171). Más
adelante, estos autores afirman que el error en la causa da lugar a la nulidad relativa
del contrato (Ibidem p.p. 118 y 178). En la misma dirección, Ripert y Boulanger
expresan que la falsedad de la causa por error produce la anulabilidad del contrato
(RIPERT, Georges y BOULANGER. Jean: Traité de Droit Civil. Tome II. L.G.D.J.
París, 1957. p. 122). En el mismo sentido, véase: MALAURIE, Philippe, AYNÈS,
Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p.p. 243-244, especialmente, la
nota 11 y la jurisprudencia francesa allí citada. Por su parte, Lutzesco afirma que el
error sobre “el fundamento de la voluntad de celebrar el contrato” produce como
consecuencia la nulidad relativa del contrato” (LUTZESCO, Georges: Teoría y
práctica de las nulidades. Traducción castellana de Manuel Romero Sánchez y Julio
López de la Cerda. Editorial Porrúa. México, 1980. p. 198). En cambio, los hermanos
Mazeaud y Chabas consideran que tanto la falsa causa como el error en la causa
acarrean como consecuencia la nulidad absoluta del contrato (MAZEAUD, H.L. y
J. y CHABAS, François: op. cit. <Tome II. Premier Volume>. p.p. 161 y 287).
60
Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p.p. 902-903; TERRÉ, François,
SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 233; WEILL, Alex: op. cit.
p.p. 174-176 y 192; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: loc. cit. En la doctrina
nacional, véase: LÓPEZ HERRERA, Francisco: op. cit. p.p. 189-190.

36
EL ERROR

legitimadas para pedir la anulación del contrato. Pero, en tal


caso, no es necesario hablar de inexistencia o de nulidad abso-
luta del contrato61.
Por otra parte, se pregunta la doctrina más reciente, si el error
es siempre el mismo, aunque de mayor o menor intensidad ¿por
qué en un caso debe producir la nulidad absoluta y en otro la anu-
labilidad? Por ejemplo: A quiere vender el objeto X y, refiriéndose
a él su voluntad, dice que vende el objeto que está en el almacén,
porque cree que tal objeto X se encuentra allí; resultando, sin em-
bargo, vendido el objeto Y, que es el que realmente está en ese lugar.
Hay en este caso un error obstáculo porque existe una divergencia
entre lo querido (X) y lo declarado (Y), por ser inadecuada la de-
claración para referirse al objeto X. Pero también puede ocurrir
que A quiera vender el objeto que se encuentre en el almacén (la
voluntad se refiere a éste) y, en efecto, declare venderlo; pero A
formó su voluntad de venderlo por la errónea creencia de que el
objetó en cuestión era el objeto X no el objeto Y, como realmente
sucedía. Hay en este caso error vicio porque no es que haya una
divergencia entre lo querido y lo declarado, sino que se formó por
error la voluntad interna. ¿Por qué entonces en el primer caso la

61
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 233;
WEILL, Alex: loc. cit.; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: loc. cit. Además,
como afirma López Herrera, en estos casos el contrato puede ser confirmado: si
una de las partes advierte su error puede aceptar lo querido por la otra y confirmar
y cumplir el contrato tal y como lo quería su contraparte contractual, con lo cual
esta última no podrá ya pedir la nulidad del contrato. El contrato habrá quedado
confirmado en virtud del acuerdo de voluntades. Así, si A ha pretendido donar a B
una cosa y B entendió comprarla, A puede, al descubrir el error en que se encon-
traba, dar a entender a B su verdadera voluntad y de común acuerdo A y B pueden
perfectamente considerar el contrato como una donación. Del mismo modo, si A
ha querido vender a B la casa número 20 de su propiedad, y B ha creído comprar la
casa número 22, que también pertenece a A, es posible que se pongan de acuerdo
y confirmen el contrato en uno u otro sentido (LÓPEZ HERRERA, Francisco: op.
cit. p.p. 189-190).

37
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

consecuencia tiene que ser la nulidad absoluta del contrato; y en


el segundo, la nulidad relativa? La finalidad de la ley es siempre la
misma: proteger a la parte que se ha equivocado. No hay razón que
justifique una diferencia de tratamiento en uno y otro caso. Tanto
más cuanto que, en la práctica, pueden presentarse situaciones du-
dosas en las cuales no puede distinguirse entre una y otra especie
de error porque no queda claro si lo que se declara no es lo que
se quiere, o si lo que realmente hay es que, estando conformes la
declaración de voluntad y la voluntad interna, lo que se quiso se
quiso por error62.
En fin, el error, considerado como obstáculo o como vicio, es
una causa de anulabilidad del contrato ex artículo 1146 del Código
Civil (“aquél cuyo consentimiento haya sido dado a consecuencia
de un error excusable…. puede pedir la nulidad del contrato”). La
anulación del contrato por esta causa puede solicitarla “la parte que
invoca su error” (artículo 1149); es decir, la víctima del error. Si
ambas partes sufrieron el error la nulidad puede pedirla cualquiera
de ellas sin que de ello se desprenda que en tal caso se trata de un
supuesto de nulidad absoluta.
Hoy en día se tiende pues a equiparar en sus efectos al error
obstáculo y al error vicio toda vez que en ambos casos la volun-
tad negocial no se corresponde con lo querido por el declarante,
sea porque su voluntad se ha formado bajo el influjo de una falsa
representación de la realidad, o porque lo declarado no refleja su
verdadera voluntad63.

62
ALBALADEJO, Manuel: op. cit. Tomo I. p. 617.
63
Ésta es, por lo demás, la solución adoptada por el Código Civil alemán B.G.B. (§
119), el Código italiano de 1942 (art. 1433) y el Código Civil portugués (art. 247).
Según el párrafo 119 del B.G.B.: “1. Quien en el momento de hacer una declaración
de voluntad está en un error en cuanto a su contenido, o no pretendía en absoluto
hacer una declaración de dicho contenido, puede rescindir la declaración si se da
por sentado que no la habría hecho con conocimiento de los hechos y una estima-
ción razonable de la situación. 2. Como error sobre el contenido de la declaración

38
EL ERROR

Tal y como expresa el profesor José Mélich-Orsini:

“En ambos casos cabe decir, en verdad, que la declaración – esto


es, la voluntad negocial que aparece de la declaración – no tra-
duce la verdadera voluntad negocial del declarante. En un caso,
por error en los motivos que impulsaron la formación de esa vo-
luntad negocial que se expresó, no obstante, por una declaración
adecuada; y en otro caso, porque, aunque la voluntad negocial se
formó correctamente, sin embargo, no se empleó el instrumento
adecuado para comunicarla. En uno u otro caso lo sustancial será
siempre que no existe conformidad entre lo que uno se representa
obtener por la declaración de voluntad y lo que de tal declaración
obtiene en realidad. Esta disconformidad entre lo que se cree al-
canzar jurídicamente y la realidad de lo que se logra es la que se
llama error.”64

A la misma conclusión llega un sector de la doctrina espa-


ñola que considera que, aun cuando ambas especies de error son
conceptualmente diferentes, debe aplicarse al error obstáculo y al
error vicio el mismo régimen jurídico. Carece de toda justificación
una diferencia de régimen jurídico en uno y otro caso. En efecto,

se considera también un error en cuanto a las cualidades de la persona o cosa que


se consideran esenciales en el negocio”. Por su parte, el artículo 1433 del Codice
establece: “Las disposiciones de los artículos precedentes se aplicarán también al
caso de que el error recayese en la declaración o de que la declaración hubiese sido
transmitida inexactamente por la persona o por la oficina encargada de hacerlo”. Y
de acuerdo con el artículo 247 del Código Civil portugués: “Cuando en virtud del
error, la voluntad declarada no corresponda a la voluntad real del autor, la declaración
negocial es anulable, si el destinatario hubiese conocido o no debiese haber ignorado
el carácter esencial que para el declarante revestía el elemento sobre el cual recayó
el error”. Como se ve, en estos ordenamientos, al error en la declaración se le da el
mismo tratamiento que se da al error vicio del consentimiento (nulidad relativa y
no absoluta en ambos casos), siempre y cuando se cumplan los requisitos previstos
en la ley para que el error produzca la anulación del contrato. Estos ordenamientos,
con pleno conocimiento del debate suscitado en torno a este tema, resolvieron pues
la cuestión en favor de la equiparación.
64
MÉLICH-ORSINI, José: op. cit. p.p. 153-154.

39
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

como lo pone de relieve la doctrina española moderna, el resultado


de hecho de ambas clases de error es para el que yerra el mismo.
Los efectos inmediatamente aparentes de la declaración, en uno
y otro caso, son efectos distintos de los realmente queridos por el
declarante65.
Además, si la cuestión se examina, no ya desde el punto de
vista de la víctima del error, sino de su contraparte contractual, tanto
en el error vicio como en el error obstáculo se crea una confianza
en el destinatario de la declaración que debe ser tutelada por el
derecho. Dicho en otros términos, como debe presumirse que la
voluntad que resulta de la declaración de un sujeto exteriorizada
mediante signos sensibles coincide con su voluntad real, el con-
sentimiento se presume válido hasta tanto la persona que lo otorgó
no demuestre que su declaración estaba viciada, en el caso que nos
ocupa, por error, ya sea porque la voluntad negocial que resulta de
la declaración obedeció a un error en la declaración, o porque lo
que el declarante quiso (y expresó) fue el resultado de una falsa
representación de la realidad.
La seguridad del tráfico jurídico hace indispensable conferir
valor, en principio, a las situaciones aparentes; por lo cual, el

65
Al respecto, véase: DIEZ-PICAZO, Luis: Fundamentos del Derecho Civil Patrimo-
nial. Vol. I. Editorial Tecnos. Madrid, 1972. p. 122; PUIG BRUTAU, José: Funda-
mentos de Derecho Civil. Tomo II. (Vol. I). Bosch Casa Editorial. Barcelona, 1988. p.
78; ROCA SASTRE, RAMÓN Ma y PUIG BRUTAU, José: “Vicios de la Voluntad”
en Estudios de Derecho Privado. Vol. I (Obligaciones y Contratos). Editorial Revista
de Derecho Privado. Madrid, 1940. p.p. 15-18; PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER:
en Anotaciones al Tratado de Derecho Civil de Ennecerus-Kipp-Wolff. Tomo I. Vol.
II. Barcelona, 1935. p.p. 196-200; ALBALADEJO, Manuel: op. cit. Tomo I. p.p.
618-619. Cabe anotar, sin embargo, que en la doctrina española Castán y De Castro
y Bravo sostienen que en caso de error obstáculo, por existir una divergencia entre
la voluntad interna y la voluntad declarada, la consecuencia jurídica es la nulidad
absoluta del contrato (CASTÁN TOBEÑAS, José: op. cit. Tomo I. Vol. II. p. 696;
DE CASTRO Y BRAVO, Federico: El negocio jurídico. Editorial Civitas. Madrid,
1985. p. 125).

40
EL ERROR

consentimiento se presume válido en tanto la persona que lo otorgó


no demuestre que su declaración estaba viciada por el error porque
su voluntad no había sido rectamente formada, o porque hubo un
error en la declaración.
Tanto el riesgo del error en la formación de la voluntad interna
por una falsa representación de la realidad, como el derivado de
la divergencia entre la voluntad interna rectamente formada y la
voluntad expresada en la declaración, se atribuye al declarante hasta
tanto este último demuestre que su voluntad interna fue el resultado
de una equivocación, o que hubo un error en la declaración por no
haber querido lo declarado. Así como el error vicio no se presume,
el derecho considera igualmente que la voluntad declarada coincide
con la voluntad real, mientras la divergencia entre una y otra no sea
demostrada por quien la afirme. Esta demostración, por lo demás,
debe ser sólida, esto es, resultar de un medio de prueba convincente
y concluyente.
En resumidas cuentas, aunque desde el punto de vista concep-
tual el error obstáculo y el error vicio son dos figuras distintas, sin
embargo, desde el punto de vista de los efectos que tengan respecto
de la declaración, deben recibir el mismo tratamiento por cuanto
las consecuencias de una y otra especie de error son, en esencia,
las mismas. Por lo cual, hay que aplicar al error en la declaración
la regulación que trae el Código Civil para el error vicio. En ambos
casos el error acarrea como consecuencia la nulidad relativa del
contrato, pudiendo éste ser objeto de confirmación66.

66
En criterio de la moderna doctrina nacional, el error obstáculo se asimila en sus
consecuencias al error vicio y da lugar a la nulidad relativa del contrato. Al respecto,
véase: LÓPEZ HERRERA, Francisco: loc. cit.; MÉLICH-ORSINI, José: op. cit.
p.p. 153-154; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit.
Tomo II. p.p. 632 y 641; BERNAD MAINAR, Rafael: Derecho Civil Patrimonial.
Obligaciones. Tomo I. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas. Caracas, 2006. p.p. 77-78.

41
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

IV. CLASIFICACIÓN DEL ERROR SEGÚN EL CÓDIGO


CIVIL VENEZOLANO

El Código Civil venezolano clasifica el error en dos grandes


categorías: error de hecho y error de derecho. Dentro del error de
hecho nuestro Código distingue entre el error en la sustancia y el
error en la persona.

1. Error de hecho

Es el conocimiento falso de un hecho; el error es de hecho


cuando recae sobre una situación fáctica, un dato o una circuns-
tancia de hecho.
Dentro del error de hecho nuestro Código distingue el error en
la sustancia y el error en la persona.

1.1. Error en la sustancia

Está contemplado en el primer párrafo del artículo 1148 del


Código Civil cuyo texto difiere sustancialmente del artículo 1185
de nuestro Código Civil de 1922 el cual, al referirse a esta clase
de error, decía textualmente: “el error de hecho no produce la nu-
lidad sino cuando recae sobre la sustancia de la cosa que forma el
objeto del contrato”. Esta disposición era sustancialmente idéntica
al artículo 1110 del Código Napoleón según el cual: “el error no
es causa de la nulidad de la convención sino cuando recae sobre la
sustancia misma de la cosa que es objeto de ella”.
El primer problema que se planteó la doctrina bajo la vigencia
del Código Napoleón fue el de la noción jurídica de sustancia, es
decir, ¿qué debe entenderse por sustancia?

42
EL ERROR

La falta de precisión del Code dio lugar a numerosos trabajos


doctrinales, orientándose los autores en dos direcciones: el criterio
objetivo y el criterio subjetivo.

a) Criterio objetivo

Según este criterio, la sustancia es la composición material de


la cosa y, por extensión, el conjunto de cualidades o propiedades
que cualquier contratante busca en una cosa y que determina su
naturaleza específica distinguiéndola de las cosas de otra categoría.
Así, hay error en la sustancia cuando creo que una cosa es vino y,
en realidad, es vinagre, o cuando se cree que es de oro algo que
es dorado.
Para algunos autores de la escuela objetiva, la palabra sustancia
debe entenderse en un sentido riguroso: es lo que hace que sin ella,
una cosa se transforme en otra de distinto género. Esta es la opinión
de Colmet De Santerre67, Aubry y Rau68 y Huc69.
Pero esta concepción es inadmisible. Basta un simple ejem-
plo para ponerlo de manifiesto. A compra un cuadro de Tiziano.
¿Qué es lo sustancial en la compra-venta que ha realizado? ¿El

67
Según Colmet de Santerre: “las cualidades constitutivas de la sustancia son aquéllas
cuya ausencia desnaturaliza la cosa, la altera hasta el punto de que se convierte en
otra cosa u otro ser distinto del que debía ser objeto de la convención.” (COLMET
DE SANTERRE: Cours Analytique du Code Civil. Tome V. París, 1.873. p. 15).
68
Para Aubry y Rau: “por sustancia de la cosa debe entenderse, no solamente los
elementos materiales que la componen, sino hasta las propiedades cuyo conjunto
determina su naturaleza específica y la distingue, según las nociones comunes, de
cosas de cualquier otra especie” (AUBRY, C. y RAU, C.: op. cit. Tome IV. § 343
bis. p. 433).
69
En criterio de Huc, la sustancia es: “lo que permite dar a una cosa el nombre sustan-
tivo que la distingue; la constituyen, por consiguiente, los atributos sin los cuales la
cosa, objeto del contrato, sería clasificada en otra categoría de sustantivos” (HUC,
T: Commentaire Théorique et Pratique du Code Civil. Tome VII. París, 1892/1903.
p. 35).

43
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

cuadro en sí, esto es, el conjunto material compuesto por el marco,


la tela y las pinturas o el hecho de que el cuadro ha sido pintado
por Tiziano? Según el criterio de estos autores, sustancia sería lo
primero, ya que un cuadro no deja de ser tal aunque sea obra de
un pintor mediocre. Pero a nadie se le ocurriría que lo sustancial
para A en esta operación es el valor artístico implícito en una obra
de Tiziano. Negarlo sería caer en el absurdo. Por ello esta opinión
fue rápidamente descartada70.
Según otros partidarios de la concepción objetiva, sustancia
significa cualidad sustancial inherente al objeto y que permite dis-
tinguir una cosa de otra. El problema consiste entonces en determi-
nar qué son cualidades sustanciales y cuáles son las características
que permiten distinguirlas de las otras, esto es, de las cualidades
accesorias.
Según Demolombe, la cualidad sustancial es aquella cualidad
característica y principal que individualiza una cosa, haciéndola
especialmente apta para cierto uso. Es tal que, si ella no existe, la
cosa varía fundamentalmente, es otra. Así, un candelabro de plata,
un cuadro de Rubens, un caballo árabe. La cualidad accesoria es
distinta: admite grados, agrega un adjetivo a la cosa, puede estar
en ella en tal o cual proporción: un cuadro de Rubens puede ser
una de sus mejores o peores obras, un caballo árabe puede ser más
o menos veloz71.
La distinción de Demolombe es, sin duda, atractiva. Pero, a
poco que se profundice en el asunto, se advierte que el criterio de
distinción sostenido por este autor puede conducir a graves erro-
res. Así, si A compró una lámpara en un anticuario, sabiendo que
perteneció a Simón Bolívar, es evidente que lo sustancial para A

70
Cfr. BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: “Des Obligations”. Tome
Premier en Traité Théorique et Pratique de Droit Civil. París, 1900. Vol. XI. p.p.
81-82.
71
DEMOLOMBE, C.: op. cit. Vol. XXIV. p.p. 89-90.

44
EL ERROR

es que la lámpara perteneció a Simón Bolívar. Lo demuestra el


hecho de que la adquirió en un anticuario y no en una mueblería
moderna que le hubiera ofrecido lámparas mejores y más baratas.
Sin embargo, de acuerdo con la opinión de Demolombe, tendríamos
que admitir que lo sustancial es la lámpara como tal, pues es su
condición de lámpara lo que la hace apta para ciertos usos, lo que
le da su carácter sustantivo.
A la concepción objetiva se le critica el que no toma en cuenta
para nada la cualidad que las partes han tenido como sustancial o
esencial y que las impulsó a contratar.

b) Criterio subjetivo

Según este criterio, la sustancia es la cualidad de la cosa que los


contratantes han tenido principalmente presente al contratar. No es
necesario pues distinguir de antemano las cualidades sustanciales de
las cualidades accidentales ni agrupar los objetos de los contratos
en clases y en categorías para determinar su sustancia, puesto que
esa sustancia puede variar con los contratantes, según que una u
otra cualidad de la cosa hubiese sido principalmente considerada
por ellos.
Las cualidades sustanciales o esenciales no se fijan de antemano
objetivamente72. Estas dependen de la voluntad de las partes. Lo
que es importante para ciertos contratantes, puede no serlo para
otros en un contrato idéntico. Por ejemplo, la voluntad de comprar
un cuadro auténtico y no una imitación no es siempre una cualidad
sustancial del objeto del contrato. Así, para un coleccionista de ob-
jetos antiguos, la sustancia de la cosa comprada será que la misma
pertenezca a aquella época; para otro que se dedique a coleccionar

72
Al respecto, véase: GAUDEMET, Eugene: Teoría General de las Obligaciones.
Traducción española de Pablo Macedo. Editorial Porrúa. México, 1974. p. 76;
JOSSERAND, Louis: op. cit. Tomo II. Vol. I. p. 53.

45
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

objetos pertenecientes a un personaje célebre, la cualidad sustancial


de la cosa será que la misma hubiere sido de su propiedad. De modo
que la naturaleza física de la cosa comprada, su forma, origen o
procedencia, o incluso sus elementos ordinariamente considerados
como accidentales, pueden adquirir, según la intención de las partes,
el carácter de cualidad sustancial de la cosa.
De acuerdo con la concepción subjetiva de sustancia, el juez
para resolver si una cualidad ha sido o no sustancial para los con-
tratantes debe hacerse esta pregunta: ¿hubieran las partes contrata-
do de no tener la cosa tal cualidad? Si la respuesta es negativa, la
cualidad debe reputarse sustancial; de lo contrario, es simplemente
secundaria o accesoria. De donde resulta que la sustancia es la cua-
lidad que en cada caso particular las partes han tomado en cuenta
como sustancial.
Fue Laurent quien primero desarrolló el concepto subjetivo de
sustancia cuando expresó: “el error sobre la sustancia es un error
acerca de las cualidades; más ningún error sobre las cualidades es
sustancial, y es preciso que recaiga sobre una cualidad esencial,
siendo la intención de las partes la que decidirá si una cualidad es
esencial o no. Hay que examinar qué designio tuvieron las partes
al contratar”73. Y un poco más adelante añade: “la cuestión está, en
definitiva, en la intención, es decir, que el juez debe decidirla con-
forme a las circunstancias del caso”74. Este criterio es compartido
por la mayoría de los autores franceses75.

73
LAURENT, F.: op. cit. Tomo XV. p. 611.
74
Ibidem.
75
Así, Baudry-Lacantinerie y Barde consideran como sustanciales las cualidades que
las partes tuvieron principalmente presentes al contratar, aquellas sin las cuales no
habrían contratado. A continuación citan el siguiente ejemplo de error sobre las
cualidades sustanciales de la cosa: “hay error sobre la sustancia cuando habién-
dome suscrito a una obra inédita, artística y ricamente encuadernada, el vendedor
me envía una obra cuya encuadernación carece de valor y cuyos grabados, papel e
impresión no tienen nada de artístico, siendo el texto la mera reproducción de obras

46
EL ERROR

En la misma dirección se ha orientado la jurisprudencia france-


sa. Con base en este concepto de sustancia los tribunales franceses
no han vacilado en anular por error en la sustancia una compra-venta
de un automóvil en el cual el chasis, aunque era de la marca prome-
tida, no era del año indicado, porque ante los rápidos progresos de
la industria automovilística el consentimiento dado para la compra
de un modelo reciente no hubiera sido dado probablemente para
la compra de un modelo anterior. Igualmente, han declarado la
nulidad de un contrato en virtud del cual el comprador adquirió un
inmueble para construir un edificio en la errónea creencia de que el
terreno en cuestión era edificable, cuando no lo era por disposición
administrativa. Asimismo, los tribunales franceses han declarado
que tratándose de muebles nuevos en lugar de muebles usados, o de
muebles modernos en lugar de muebles antiguos, lo que se busca,
ante todo, es si alguna de esas cualidades ha sido “una de las razones
determinantes del compromiso adquirido por las partes”76.
Luego un sector de la doctrina y la jurisprudencia francesa
extendió la noción de sustancia a los móviles determinantes del
consentimiento, aunque tales móviles, no estén relacionados di-
rectamente con las cualidades del objeto del contrato. Así, la Corte

literarias antiguas, hoy olvidadas” (BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE,


L.: op. cit. Vol. XI. p.p. 77-80). En el mismo sentido, Planiol considera como
sustancial “la cualidad que la parte ha tenido principalmente presente cuando dio
su consentimiento, aquella sin la cual no habría contratado”. (PLANIOL, Marcel:
Traité Élémentaire de Droit Civil. Tome II. París, 1.926. p.p. 378-379). También se
afilian a la teoría subjetiva Colin y Capitant cuando expresan: “la sustancia de la
cosa no será, pues, un conjunto de elementos estables, siempre los mismos, cuales-
quiera que sean los contratantes, sino que, por el contrario, estará constituida por
elementos variables según la apreciación de cada individuo. Será esa sustancia, la
cualidad que el contratante o los contratantes tuvieron principalmente presente, la
que les determinó a contratar, y, en una palabra, aquella de que puede decirse que
si el interesado hubiese conocido su error, seguramente no hubiese otorgado el
contrato”. (COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p. 613).
76
Al respecto, véase: CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 94 y ss. y la jurisprudencia
francesa allí citada.

47
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de Casación francesa ha declarado nulo aplicando el artículo 1110


del Code (error en la sustancia), por error esencial, el contrato de
compra-venta de un inmueble que el comprador pensaba destinar
para escuela, sin tener conocimiento de que las disposiciones ad-
ministrativas no permitían el funcionamiento de escuelas en esa
zona. Como se observa, no se trata aquí de un error acerca de las
cualidades materiales u objetivas del objeto, sino simplemente del
móvil determinante que impulsó a la celebración del contrato; la
casa tenía un destino especial, debería ser para el establecimiento
de una escuela, las disposiciones administrativas impedían que
en tal zona se estableciera una escuela, a pesar del inmueble estar
destinado y ser apto para ello; sin embargo, no podía funcionar por
una cuestión de carácter administrativo y la justicia francesa aplicó
el artículo 1110 y declaró nulo el contrato por error en la sustan-
cia77. Algunas decisiones de los tribunales franceses ampliaron
pues la noción del error in substantia a los móviles determinantes
del consentimiento, aunque tales móviles nada tienen que ver con
las cualidades del objeto78.

77
Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur dans le droit positif
actuel. L.G.D.J. París, 1963. p. 50, especialmente, la nota 26 y la jurisprudencia
francesa allí citada; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome
II. Premier Volume). p. 166, especialmente, la nota 10 y la jurisprudencia francesa
allí citada.
78
Cabe anotar, sin embargo, que esta tendencia dista de ser uniforme. En efecto, la
doctrina y la jurisprudencia francesas se encuentran divididas respecto de si el error
sobre el móvil o motivo determinante produce siempre la anulación del contrato.
En sentido afirmativo se pronuncian PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge (op.
cit. Tomo VI. p.p. 253-254) y RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean: (op. cit.
Tomo II. p. 70). En contra, Celice y Ghestin consideran que el error tiene que re-
ferirse al objeto in substantia del contrato (CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 118 y
ss.; GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p. 73). Igualmente Weill y Terré
sostienen que el error in substantia tiene que estar referido al objeto del contrato o
a las cualidades sustanciales de la cosa que lo conforma; de lo contrario, se tratará
de un error sobre los motivos ajenos al contrato y, por ende, jurídicamente irrele-
vante (WEILL, Alex: op. cit. p.p. 186-187; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y

48
EL ERROR

Así, la jurisprudencia francesa elaboró la teoría de la falsa cau-


sa, equivalente a los móviles determinantes falsos o erróneos. La
ampliación del concepto de error sobre las cualidades sustanciales
obedece a que el error sobre la sustancia se debe entender como si
fuera en realidad un error sobre la causa. A esta conclusión llegó
una parte de la doctrina y la jurisprudencia francesas con base en
el siguiente razonamiento: lo que es esencial para un contratante
es lo que corresponde a la utilidad que él espera del contrato.
Todo contrato tiene por objeto satisfacer una necesidad que debe
corresponder a lo que persigue el contratante, es decir, a lo que es
esencial para él. No es posible, se dice, determinar lo que es un
elemento esencial del contrato sin tomar en consideración el fin
perseguido por cada contratante. Ahora bien, este fin constituye
precisamente la causa.
Además, se afirma, el Code pone de relieve las estrechas re-
laciones existentes entre el error y la causa cuando en el artículo
1110 al referirse al error sobre la persona, dice que sólo produce
la nulidad cuando la consideración de la persona del contratante
fue la causa principal de la convención. Lo mismo ocurre cuando
se refiere al error sobre las cualidades de la cosa que constituye el
objeto de una obligación que surge del contrato. Por ejemplo, si el
comprador de una obra de arte la adquiere sólo porque se le garanti-
za que es auténtica, de allí se deduce que la autenticidad es la causa
principal del contrato. De la misma manera el comprador es víctima
de un error en la sustancia de la cosa cuando compra un terreno para
construir un edificio donde, en realidad, no se puede construir. No
hay duda de que, en tal caso, la edificabilidad es la causa principal
del contrato. Si la causa permite tener una concepción amplia de la

LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p. 228-229). Éste es el criterio seguido por la mayoría
de la doctrina francesa y la orientación de la jurisprudencia más reciente. Para un
examen de las decisiones de la jurisprudencia francesa sobre la materia véase:
GHESTIN, Jacques: loc. cit. p.p. 74-78.

49
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

sustancia de la cosa ex artículo 1110 del Code, esa misma noción


permite igualmente determinar cuando el error sobre una cualidad
sustancial, puede dar lugar a la nulidad del contrato79.
La doctrina y la jurisprudencia francesas se orientan por admitir
la concepción subjetiva en los casos en que las dos partes contra-
tantes han tenido en cuenta ciertas cualidades de los elementos
esenciales del contrato siempre y cuando las mismas se hayan in-
corporado al contenido del contrato y se compruebe que una de las
partes haya sido víctima de un error sobre dichas cualidades80.

c) Posición del Código Civil venezolano

c-1) Solución intermedia

El Código Civil venezolano, siguiendo las directrices del


Proyecto franco-italiano de las Obligaciones y de los Contratos,
adopta una solución intermedia entre la concepción objetiva y la
concepción subjetiva de sustancia. El artículo 1148 del Código
Civil dice así:

“El error de hecho produce la anulabilidad del contrato cuando


recae sobre una cualidad de la cosa o sobre una circunstancia que
las partes han considerado como esenciales, o que deben ser con-
sideradas como tales en atención a la buena fe y a las condiciones
bajo las cuales ha sido concluido el contrato.”81

79
LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 253, especialmente, la nota 133 y la
jurisprudencia francesa allí citada; LUTZESCO, Georges: op. cit. p.p. 196-197;
GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 251 y ss.
80
Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques: loc. cit. p. 178; TERRÉ, François, SIMLER,
Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 222 y la jurisprudencia francesa allí citada;
WEILL, Alex: loc. cit.
81
Esta disposición es una réplica del artículo 15 del Proyecto franco-italiano de las
Obligaciones y de los Contratos, según el cual “el error de hecho produce la anulabi-
lidad del acto pcuando recae sobre una cualidad de la cosa o sobre una circunstancia

50
EL ERROR

De la lectura de esta disposición se desprende que si bien el


Código Civil mantiene el principio subjetivo, ha hecho importantes
concesiones al sistema objetivo. Deben ser consideradas pues como
sustanciales: 1) las cualidades a las cuales la naturaleza misma de la
cosa convenida asigne este carácter82; 2) las cualidades que usual-
mente o en el caso concreto son reputadas así por las partes; y 3) las
cualidades que de acuerdo con las condiciones bajo las cuales fue
celebrado el contrato y las exigencias de la buena fe, debe creerse
que fueron tenidas en cuenta como sustanciales por las partes.
Por consiguiente, son cualidades sustanciales, además de las
que han sido consideradas esenciales por las partes, aquéllas que
según el concepto de la vida práctica debe considerarse que fueron
reputadas como tales por las partes.
Para que se configure el error en la sustancia se toma en con-
sideración las cualidades de la cosa que las partes estimen sustan-
ciales, es decir, se requiere que el error verse sobre una cualidad
de la cosa o una circunstancia que ambas partes hayan considerado
esencial.
Pero son también sustanciales, según el artículo 1148, las cua-
lidades de la cosa que tienen importancia tan sólo para la parte que
incurre en el error, esto es, cuando las mismas han sido queridas
como esenciales por dicha parte, siempre y cuando ésta comunique
a su contraparte esta circunstancia. Por consiguiente, si las cuali-
dades sustanciales no se ponen de manifiesto claramente por las
circunstancias bajo las cuales se celebró el contrato, en principio, la

que las partes han considerado como esenciales o que deben ser consideradas como
tales teniendo en cuenta la buena fe y las condiciones especiales en que el contrato
ha sido concluido”.
82
Pero conviene tener en cuenta que aun cuando una cualidad sea, en principio,
sustancial para una determinada cosa u objeto contractual, podrá dejar de serlo si
las partes, al configurar el negocio, ponen de manifiesto que están de acuerdo en
descartar dicha cualidad o no atribuirle importancia.

51
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

nulidad solamente podrá obtenerse si la víctima del error comunica


al otro contratante las cualidades que pretendía exigir.
Así hay error en la sustancia cuando A desea adquirir de B
un cuadro de Rembrandt y en realidad lo adquiere de otro pintor,
aunque éste último sea también célebre; o cuando quiere comprar
de B un caballo de raza árabe, éste le vende uno que no es tal,
aunque sea de primera calidad. Pero en estos casos para que el
error in substantia sea jurídicamente relevante será necesario que
la intención de A no sea un propositum in mente retentum, sino que
se manifieste a B, sea por declaración expresa, o por las circuns-
tancias que rodean a la celebración del contrato83. Y es que quien
no tiene la precaución de exteriorizar su intención respecto de un
punto capital del contrato que celebra indudablemente que incurre
en negligencia y su error no es, por tanto, excusable.
En resumidas cuentas, o bien las cualidades sustanciales de la
cosa son consideradas esenciales por los dos contratantes en cuyo
caso no hay problema, puesto que la nulidad se puede invocar siem-
pre que el error exista efectivamente y sea jurídicamente relevante;
o bien estas cualidades son consideradas esenciales por uno sólo de
los contratantes, pero el otro no las puede ignorar de acuerdo con
las circunstancias bajo las cuales se celebró el contrato, en cuyo
caso la solución será la misma que en el caso anterior; o bien, es
necesario que el contratante víctima del error le haya comunicado
al otro contratante las cualidades exigidas84.
De donde resulta que aún cuando no se requiere que el error
haya sido compartido, esto es, que sea común a las dos partes (infra,
Cap. II, Nº V, 4.2), es necesario que el mismo recaiga sobre una
cualidad de la cosa o una circunstancia que ambas partes hayan con-
siderado esencial, o por lo menos, que la contraparte de la víctima

83
Cfr. BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI p. 97; JOSSE-
RAND, Louis: op. cit. Tomo II. Vol. I. p. 56; COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 434.
84
Cfr. LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p.p. 256-257.

52
EL ERROR

del error no haya podido, en atención a las circunstancias, ignorar


la cualidad considerada como sustancial por esta última.

c-2) Manifestaciones del error en la sustancia

Hay supuestos en los cuales el error in substantia se refiere


al objeto material o inmaterial del contrato, es decir, a la cosa
que conforma el objeto de la obligación de dar. La doctrina y la
jurisprudencia extranjeras85 nos ofrecen los siguientes ejemplos
ilustrativos:
1) En relación con los bienes inmuebles: el error acerca de
las condiciones de edificabilidad del terreno; el error acerca de las
condiciones geológicas del terreno comprado, que hacen de él un
terreno inadecuado para realizar una construcción normal; el error
acerca del carácter expropiable del fundo transmitido; el error sobre
el estado de conservación del edificio vendido; el error acerca de la
extensión del terreno vendido; el error acerca de la calidad de las
tierras permutadas; el error acerca de la cuantía de agua existente
en el fundo; o acerca de la energía hidráulica de que ella dispone
como fuerza motriz86.
2) En relación con los bienes muebles: el error acerca de la
autenticidad o época de un cuadro; el error acerca del rendimiento

85
Al respecto véase: MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK,
Philippe: op. cit. p.p. 244-245; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op.
cit. (Tome II. Premier Volume). p.p. 162-163; GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p.p.
412-416; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p.
220-221; WEILL, Alex: op. cit. p.p. 179-180; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc
y SAVAUX, Éric: op. cit. p.p. 149-151; CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 70-79.
86
Nuestros tribunales han considerado que, en la venta de un inmueble destinado a ser
habitado o para el comercio, es cualidad esencial del inmueble objeto del contrato
que goce del servicio de suministro de agua y de desagüe de aguas negras o cloacas
o cañerías. Por lo cual, el error en que incurra el comprador sobre esta cualidad
hace procedente la anulabilidad del contrato (Sentencia del 28-09-79 en Ramírez
& Garay. Tomo XLVI. p.p. 105-107).

53
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de la máquina transmitida, o de su antigüedad; el error acerca de


la susceptibilidad de circulación de un camión87.
3) En relación con los objetos incorporales y derechos: el error
acerca del valor patrimonial de las acciones transmitidas; el error
invocado por el editor acerca del éxito comercial de la edición de
una obra científica; el error acerca de la susceptibilidad de explo-
tación de la empresa adquirida88.
Pero hay también casos en los cuales el error se refiere a la
prestación propia de las obligaciones de hacer o no hacer. En efecto,
hay que admitir que el término cosa utilizado en el artículo 1148
debe interpretarse en sentido amplio como materia que conforma
el objeto del contrato o negocio, lo que permite extender el ámbito
de aplicación del error en los contratos a las obligaciones de hacer
y a las de no hacer.
El error en estos casos se puede referir al contenido de la
obligación; a lo que se deba hacer o dejar de hacer, o también a las
circunstancias que rodean a la prestación y que alteran de modo
notable su costo y dificultad. Tal es el caso de quien se compromete

87
De acuerdo con la jurisprudencia de nuestros tribunales, es cualidad esencial de la
venta de un automóvil el año de su fabricación. Por lo cual, hay error in substantia
cuando el comprador creyó erróneamente comprar un vehículo automotor modelo
1969, cuando en realidad había adquirido un vehículo automotor modelo 1968. Al
respecto, véase: Sentencia del 22-11-71 en Ramírez & Garay. Tomo XXXII. p.p.
113-116. Nuestros tribunales han declarado, asimismo, que en la compra de una
caldera, el sistema de seguridad es cualidad esencial (Sentencia del 13-12-73 en
Ramírez & Garay. Tomo XLI. p.p. 79-81).
88
Cabe hacer notar, sin embargo, que ciertas cualidades sustanciales pueden operar
en un plano diferente al del error. Esto ocurre cuando las partes identifican al objeto
aludiendo a las cualidades que reúne el mismo. Si se vende, por ejemplo, el anillo
de platino que se encuentra en la caja fuerte y el anillo que allí se encuentra no es
de ese material, el problema no es un problema de error acerca de las cualidades del
objeto, sino de inexistencia del objeto identificado por sus cualidades. Cfr. STOLFI,
Giuseppe: op. cit. p. 135; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 667; MORALES MO-
RENO, Antonio Manuel: El error… cit. Capítulo III. Parte II. Sección 2.4. Madrid,
1988 (consultada en versión electrónica).

54
EL ERROR

a prestar ciertos servicios ignorando las especiales dificultades de


la prestación de los mismos como, por ejemplo, cuando alguien se
compromete a cuidar un enfermo y éste resulta un loco peligroso,
o cuando alguien se obligue a realizar una obra cuya especial difi-
cultad y costo no podía preveer89.
Por último, un sector de la doctrina francesa moderna consi-
dera como error in substantia al error que recae sobre un elemento
sustancial del contrato que puede ser, como ya dijimos, tanto la
naturaleza del contrato como la cosa que constituye el objeto de la
obligación de una de las partes90, o inclusive cualquier otro elemento
(supra, Cap. II, Nº IV, 1.1, b).
En fin, el error in substantia o en las cualidades sustanciales
de que trata el artículo 1148 del Código Civil se ha contemplado
de una manera muy amplia91.

c-3) El error sobre los motivos determinantes


del contrato

La doctrina que comenta el Proyecto franco-italiano de las


Obligaciones y de los Contratos considera que la teoría del error

89
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel: Ibidem.
90
La mayoría de los autores franceses admiten que es indiferente que el error in subs-
tantia recaiga sobre la contraprestación recibida por la víctima del error, o sobre
su propia prestación. Así, el error en que incurra el vendedor sobre las cualidades
sustanciales de la cosa vendida produce los mismos efectos que aquél cometido por
el comprador sobre las de la cosa comprada. Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques:
Traité… cit. p.p. 425-427; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit.
(Tome II. Premier Volume). p. 163, especialmente, la nota 17 y la jurisprudencia
francesa allí citada; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op.
cit. p. 153. En contra, véase: MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-
MUNCK, Philippe: op. cit. p.p. 246-247; CARBONNIER, Jean: Derecho Civil.
Tomo II. Vol. II. Traducción española de Manuel Ma Zorrilla Ruiz. Editorial Bosch.
Barcelona, 1971. p. 200.
91
De acuerdo con la jurisprudencia de nuestros tribunales, el error in substantia puede
recaer “no sólo sobre el objeto del negocio sino también sobre otras circunstancias,

55
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

está basada sobre la causa del contrato, esto es, sobre “los móviles
concretos que han regido el preciso acto del cual se trata, aquéllos
que correspondan al objetivo perseguido por las partes”92.
Por su parte algunos autores franceses, como ya dijimos, consi-
deran que el error sobre las cualidades sustanciales de un elemento
fundamental del contrato es un error sobre el fin perseguido por
los contratantes, es decir, constituye un error sobre la causa que
determina la falsedad de la causa (supra, Cap. II, Nº IV, 1.1, b).
El error sobre los móviles determinantes y el error sobre la cau-
sa, se afirma, son dos nociones íntimamente entrelazadas referidas
ambas al error que recae sobre el motivo o finalidad objetivamente
determinante de la celebración del contrato, siempre que haya sido
conocido por la otra parte93. Dicho en otros términos, si bien el error
sobre los motivos internos de las partes al contratar es irrelevante y
no incide en la validez del consentimiento otorgado ni produce la
anulación del contrato, si estos motivos son conocidos por la otra
parte y corresponden a la causa del contrato, se integran al contenido
del contrato y constituyen un elemento esencial de éste.
Por lo cual, el error sobre las cualidades sustanciales de un
elemento fundamental del contrato se puede considerar como un
error sobre el fin perseguido por las partes contratantes. Se trata

tales como aquellas que se refieran a la extensión del objeto, la cantidad y todos
aquellos elementos que aun cuando puedan ser considerados como secundarios, sean
parte integrante y principal del contenido del negocio.” (Sentencia del 29-07-59 en
Jurisprudencia de los Tribunales de la República. Vol. VI. Tomo II. p.p. 998-999).
92
VIFOREANU, Georges: op. cit. p. 196.
93
JOSSERAND, Louis: op. cit. Tomo II. Vol. I. p.p. 110-111, especialmente, la nota
144 y la jurisprudencia francesa allí citada. En la doctrina nacional, en el mismo
sentido, véase: BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 76, especialmente,
la nota 150. Por lo expuesto en el texto, disentimos de la sentencia del antiguo Juz-
gado Superior Quinto de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado
Miranda en la cual se afirma que un mismo hecho no puede configurar, a la vez,
un supuesto de error en la causa y de error de hecho. (Sentencia del 09-12-81 en
Ramírez & Garay. Tomo LXXV. p.p. 85-88).

56
EL ERROR

de un error que recae sobre el objetivo perseguido por las partes


al contratar que determina la falsedad en la causa94. Y, como ya
dijimos, cuando la falsedad en la causa del contrato es el resultado
de un error, la sanción es la nulidad relativa del contrato en cues-
tión95; solamente cuando estos motivos no se hayan incorporado
al contenido del contrato, por permanecer en el fuero interno de
la víctima del error, no tienen ningún efecto sobre la validez del
contrato (infra, Cap. II, Nº VI, 2).

c-4) Criterios para apreciar el error en la sustancia

Para apreciar el error en la sustancia, de acuerdo con el artículo


1148 del Código Civil, además de la común estimación de las par-
tes hay que atender a la especial naturaleza del contrato, así como
al contexto en que se sitúan las relaciones entre los contratantes y
valorar la conducta de cada uno de ellos según el principio de la
buena fe.
Debe acudirse, en primer lugar, al contrato para determinar en
cada caso las cualidades del objeto a ser tomadas en consideración.

94
Al respecto, véase: LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p.p. 252-255 y 400-
401; CAPITANT, Henri: De la causa de las obligaciones. Traducción castellana de
Eugenio Tarragato y Contreras. Editorial Góngora. Madrid s/d. p. 218; LUTZESCO,
Georges: op. cit. p.p. 196-199; DE PAGE, Henri: op. cit. Tome II. p. 458. Desde
luego, el examen detallado de las vinculaciones existentes entre el error y la causa
nos llevaría a abordar en toda su extensión y complejidad la teoría de la causa,
tema éste que es más bien propio de la teoría general del contrato y que excede del
propósito de este trabajo. Para un examen de las relaciones entre el error y la causa,
véase: GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 251 y ss. y 280.
95
VIFOREANU, Georges: loc. cit.; MARTY, Gabriel y RAYNAUD, Pierre: op. cit.
Tomo II. Vol. I. p. 171; RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean: op. cit. Tomo II.
p. 122; LUTZESCO, Georges: loc. cit.; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent
y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p.p. 243-244, especialmente, la nota 11 y
la jurisprudencia francesa allí citada. En contra, los hermanos Mazeaud y Chabas
sostienen que la falsedad de la causa resultante del error acarrea la nulidad absoluta
del contrato (MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier
Volume). p.p. 160-161).

57
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

A veces la ley puede imponer concretas determinaciones cua-


litativas de los productos suministrados que deben ser tomadas en
cuenta sobre todo en los contratos celebrados con los consumidores.
Además, en las relaciones surgidas del consumo, lo que se dice en
catálogos, folletos de información, etc. se puede considerar como
causa de error jurídicamente relevante, si luego lo suministrado
no se corresponde con lo que allí se dice (arg. ex arts. 7 (numeral
3), 40 y 57 de la ley para la Defensa de las Personas en el Acceso
a los Bienes y Servicios)96. El consumidor puede contar con ello y
entre los medios de protección a su alcance puede hacer valer, en
su caso, la anulación del contrato basada en el error.
Además, son relevantes los criterios normales de entender y
valorar la realidad, en función de las personas que intervienen en
la celebración del contrato, así como el tiempo y lugar en que se
lo celebra. Así, para apreciar el error in substantia debe tomarse en
consideración, por ejemplo, si el lugar en que se adquiere el terreno
es una zona urbanizable, si el local comercial en que se adquiere la
joya es una joyería de lujo; si la marca del automóvil es una marca
de prestigio; si el contrato se celebra en caso de urgencia o bajo el
influjo de circunstancias apremiantes, etc.97.

96
La Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios fue
publicada en la Gaceta Oficial Nº 5.889 (Extraordinario) de fecha 31 de julio de
2008.
97
Cfr. GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 35-36, especialmente, la
nota 41 y la jurisprudencia francesa allí citada; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-
Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 159, especialmente, la nota 3 y la jurisprudencia
francesa allí citada; ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p. 180-181, especialmente, la nota
20 y la jurisprudencia italiana allí citada; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 302;
MORALES MORENO, Antonio Manuel: “Comentarios al artículo 1266 del Código
Civil español” en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales. Tomo
XVII. Vol. 1.B. dirigidos por Manuel Albaladejo y Silvia Díaz Alabart. Editorial
Revista de Derecho Privado. Madrid, 1993. p. 286, especialmente, la nota 161 y la
jurisprudencia española allí citada.

58
EL ERROR

La buena fe igualmente suministra criterios para apreciar el


error en la sustancia98.
La buena fe impone tomar en cuenta las afirmaciones de una
de las partes, aunque no se reflejen en el contrato, siempre que tales
afirmaciones hayan podido influir en la otra parte y no hayan sido
contradichas de manera expresa. Son particularmente relevantes
las afirmaciones que se producen durante los tratos preliminares,
entre ellas, las afirmaciones publicitarias, sobre todo en materia de
protección al consumidor99.
La contraparte no puede ampararse de mala fe en una expresión
equivocada contenida en el contrato. Los contratantes no pueden,
desde luego, invocar una palabra aislada y errónea para obtener
condiciones que resulta evidente que la otra parte no ofreció.

98
Para un examen de los criterios que suministra la buena fe para apreciar el error en
la doctrina francesa, véase: GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 99-
103; en la doctrina española, véase: MORALES MORENO, Antonio Manuel: loc.
cit. p.p. 285-286. La doctrina nacional es conteste en cuanto a que el principio de
la buena fe rige no sólo durante la fase de la ejecución del contrato sino también en
la etapa de su formación. Al respecto, véase: RODRÍGUEZ MATOS, Gonzalo: “La
buena fe en la ejecución del contrato” en Temas de Derecho Civil. Libro Homenaje
a Andrés Aguilar Mawdsley. Vol. II. Tribunal Supremo de Justicia. Colección Li-
bros Homenaje. Nº 14. Caracas, 2004. p.p. 430-433; MÉLICH-ORSINI, José: “Los
tratos o negociaciones dirigidos a la posible formación de un contrato” en Derecho
de Obligaciones en el Nuevo Milenio. Academia de Ciencias Políticas y Sociales y
Asociación Venezolana de Derecho Privado. Serie Eventos, Nº 23. Caracas, 2007.
p. 84, especialmente, la nota 30; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE,
Emilio: op. cit. Tomo II. p.p. 609 y 805.
99
De acuerdo con la jurisprudencia de nuestros tribunales, en la adquisición de
una caldera el sistema de seguridad es una cualidad esencial. Por lo cual, cuando
el comprador compró una segunda caldera habiéndole manifestado durante las
negociaciones a su vendedor que la quería igual a la primera, si no hubo expresa
advertencia por parte del vendedor de lo que le faltaba a la segunda caldera en
cuanto al sistema de seguridad, hay que concluir que en atención a la buena fe y a
las condiciones bajo las cuales fue concluido el contrato para adquirir la segunda
caldera, el comprador incurrió en error in substantia. Al respecto, véase: Sentencia
del 13-12-73 en Ramírez & Garay. Tomo XLI. p.p. 78-84.

59
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Del mismo modo, la buena fe puede servir también para fijar


en qué medida los motivos o propósitos de una de las partes rela-
tivos al contrato que se trata de celebrar fueron conocidos por la
otra parte o debieron haberlo sido.
Además, la buena fe puede imponer a cada contratante en el
momento de la formación del contrato el deber de informar al otro
acerca de la imposibilidad de lograr el propósito que se pretende
alcanzar mediante su celebración, si tuviere conocimiento de ello.
De manera pues que aún cuando el simple error en los motivos indi-
viduales (no determinantes) es normalmente irrelevante (infra, Cap.
II, Nº VI, 2), si por ejemplo, alguien compra un objeto explicándole
al vendedor que lo adquiere para efectuar una donación con ocasión
de un matrimonio que pretende celebrarse y le indica los futuros
contrayentes a quienes se destina la donación, es evidente que, si
el vendedor sabe que los prometidos han muerto en un accidente, y
no advierte de ello al comprador, quebranta las reglas de la buena
fe con lo cual adquiere relevancia el error en el motivo individual
cometido por el comprador100.
Es importante, además, en atención a la buena fe, tomar en
cuenta la condición del contratante (profesional, especialista o
profano) en tanto y en cuanto esa condición permita un mejor
conocimiento de la realidad capaz de descubrir la falsedad de las
apariencias101.
La doctrina cita algunos ejemplos en los cuales la buena fe im-
pone a las partes contratantes una obligación de informarse acerca
de las cualidades de la cosa que consideren esenciales; o por lo
menos no incurrir en mala fe: la Biblioteca Nacional que compra
un “libraco viejo”, creyendo que era un incunable a una persona

100
Cfr. DE CASTRO Y BRAVO, Federico: op. cit. p. 112.
101
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p. 230-231,
especialmente, las notas 1 y 2 y la jurisprudencia francesa allí citada; WEILL, Alex:
op. cit. p. 192, especialmente, la nota 2 y la jurisprudencia francesa allí citada.

60
EL ERROR

analfabeta a bajo precio, queriéndose aprovechar de la ignorancia


del vendedor, no podrá luego prevalerse de su error para pretender
anular la venta; la persona que ha comprado un cuadro en una gale-
ría de arte, creyendo que era de un pintor célebre a un bajo precio,
pretendiendo así prevalerse de la aparente ignorancia del vendedor,
no podrá luego alegar su error para anular el contrato; el coleccio-
nista de documentos antiguos que al encontrar el original de una
partitura en una venta de antigüedades, cree que el vendedor no se
ha percatado del valor económico del objeto que ofrece en venta, y
aprovechándose de esta supuesta ignorancia, lo adquiere por bajo
precio. Sería contrario a las exigencias de la buena fe reconocerle
al comprador en cada uno de estos casos una acción de nulidad del
contrato por error ya que en todos ellos éste quería precisamente
aprovecharse de la ignorancia de la otra parte.
También deben ser tomados en cuenta, aunque ello no aparez-
ca mencionado en el artículo 1148, ciertos usos comerciales en la
determinación del modo normal de valorar y entender las cosas,
cuando de acuerdo con las circunstancias, pueda presumirse que
coinciden con el criterio que han utilizado las partes en el momen-
to del contrato. En este sentido, los criterios del tráfico son útiles
para establecer las cualidades que puedan ser consideradas como
esenciales en un determinado objeto102.
Por último, en algunos casos puede ser razonable entender que
ha habido error cuando el pacto es muy desfavorable para una de las
partes, puesto que no es razonable pensar que así se haya querido.

102
Este criterio aparece recogido en el párrafo 119 del Código Civil alemán (B.G.B)
según el cual: “como error sobre el contenido de la declaración vale también el error
sobre aquellas cualidades de la persona o de la cosa que en el tráfico se consideran
como esenciales”. Nuestro ordenamiento no consagra la apreciación del carácter
esencial del error según los criterios del tráfico, tal como lo hace el sistema alemán.
Pero esto no significa que no haya de darse en nuestro sistema un cierto valor a los
criterios del tráfico en la apreciación y prueba del error.

61
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Por eso, muchas veces, el precio dado por la cosa es un elemento


importante para establecer las cualidades esperadas de la cosa103.
Como puede apreciarse de lo antes expuesto, la determinación
de lo que constituye el error en las cualidades sustanciales de la cosa
requiere investigar en cada caso los elementos tomados en cuenta
para la celebración del contrato y, sobre todo, el fin perseguido por
las partes. Es ésta, en definitiva, una cuestión de hecho reservada
al poder de apreciación de los jueces de instancia y que escapa a
la censura de casación104.
Para llegar a la conclusión de que el consentimiento otorgado
está viciado por error en la sustancia es imprescindible una delicada
labor previa de interpretación del contrato. En definitiva, el contrato
adecuadamente interpretado e integrado ofrecerá la medida para
determinar, en cada caso, la importancia del error y su relevancia
jurídica105.

d) Error in substantia y vicios redhibitorios

El error in substantia es sin duda una noción que tiene puntos


de conexión con la de vicio redhibitorio.
Como sabemos, son vicios redhibitorios aquellos defectos
ocultos que afectan la cosa vendida que de haber sido conocidos

103
Cfr. GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p. 404, especialmente, la nota 69; TERRÉ,
François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 232, especialmente,
la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada; WEILL, Alex: op. cit. p. 192,
especialmente, la nota 3 y la jurisprudencia francesa allí citada.
104
Cfr. FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 151, espe-
cialmente, la nota 14 y la jurisprudencia francesa allí citada; TRABUCCHI, Alberto:
op. cit. p. 669; SANOJO, Luis: op. cit. Tomo III. p. 20; DOMINICI, Aníbal: op. cit.
Tomo II. p. 545.
105
En el mismo sentido, en la doctrina nacional, el profesor José Mélich-Orsini afir-
ma: “La doctrina del error se inscribe así fatalmente dentro de la más general de
la interpretación del contrato.” (MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit.
p. 177).

62
EL ERROR

por el comprador, éste no la habría adquirido o habría pagado un


precio menor. Dicho en otros términos, son los defectos ocultos de
la cosa existentes al momento de la venta que la hacen impropia
para su destino o disminuyen de tal modo su uso que de haberlos
conocido el comprador, no la habría comprado o habría pagado
menos por ella (Código Civil, artículo 1518).
Para que exista un vicio redhibitorio, se requiere que el vicio sea
oculto e ignorado por el comprador, es decir, presupone en definitiva
un error por parte del comprador en el momento del contrato106.
Además, como advierte Laurent, el error cuyo resultado es que el
comprador no pueda utilizar la cosa es quizás el más sustancial de
los errores107. Es evidente que lo que mueve al comprador a contratar
es el uso que piensa hacer con la cosa que adquiere y su decisión de
comprar depende de que las condiciones de ésta le permitan dicho
uso. La ausencia de dichas condiciones constituye el supuesto de
error esencial sobre las cualidades de la cosa previsto en el primer
párrafo del artículo 1148 del Código Civil y corresponde a los vicios
ocultos del artículo 1518108.
El error que afecta la utilidad de la cosa es normalmente un
error esencial. Sólo si fuera posible demostrar que el conocimiento
del vicio habría dado lugar únicamente a una rebaja del precio,

106
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo X. p.p. 128-129, COLIN,
Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo IV. p. 163; LUZZATTO, Ruggero: La
Compraventa según el Nuevo Código Civil Italiano. Traducción castellana y notas
de Francisco Bonet Román. Instituto Editorial Reus. Madrid, 1953. p.p. 328-329.
107
LAURENT, F.: op. cit. Tomo XXIV. p. 306, especialmente, la nota 1.
108
Sin embargo, el antiguo Juzgado Superior Quinto Civil y Mercantil de la Circuns-
cripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda declaró que “mientras la
acción de anulación por error presupone un error sobre la cualidad o circunstancia
de la cosa que las partes han considerado esenciales o que deban considerarse como
tales en atención a la buena fe y a las condiciones bajo las cuales se contrató; la
acción redhibitoria presupone que el vicio de la cosa afecte a ésta en las cualidades
de las que depende su uso, aunque el comprador no las haya considerado esenciales”
(Sentencia del 11-03-82 en Ramírez & Garay, Tomo LXXVII. p. 67).

63
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

quedaría fuera del área de coincidencia entre error y vicio porque,


en tal caso, el comprador habría igualmente consentido en la cele-
bración del contrato, aunque en otras condiciones.
Hay pues coincidencia –si bien parcial– entre el supuesto de
hecho de los vicios ocultos y el del error sobre las cualidades esen-
ciales de la cosa objeto del contrato.
De lo antes expuesto resulta que la ignorancia por parte del
comprador de los vicios ocultos da lugar a dos pretensiones distin-
tas: 1) la anulación del contrato y la restitución de las prestaciones;
y 2) el saneamiento por vicios ocultos. Ambas pretensiones tienen
distinto contenido, presentan particularidades diversas en cuanto a
su ejercicio y obligan a las partes a distintas prestaciones109.
Ahora bien cuando hay coincidencia entre el supuesto de hecho
de los vicios ocultos y el de la nulidad por error, debe admitirse
la concurrencia de ambas acciones entre las cuales corresponde al
comprador optar por una u otra110.

1.2. Error en la persona

a) Disposición legal

El error en la persona es otra clase de error de hecho. Está


contemplado en el segundo párrafo del artículo 1148 del Código
Civil que dice textualmente: “Es también causa de anulabilidad el
error sobre la identidad o las cualidades de la persona con quien
se ha contratado, cuando esa identidad o esa cualidad han sido la
causa única o principal del contrato.”

109
Para un examen de las diferencias entre el saneamiento por vicios ocultos y la
anulación por error, véase lo que expongo en mi libro: Vicios Redhibitorios y Sa-
neamiento. Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie Estudios 73. Caracas,
2008. p.p. 41-43.
110
Ibidem p.p. 40-48.

64
EL ERROR

b) Configuración del error in persona

Esta disposición no distingue entre el error sobre la identidad


de la persona (error obstáculo) y el error acerca de sus cualidades
(error vicio)111. Por consiguiente, para que el error en la persona sea
causa de anulación no es indispensable que recaiga sobre la persona
física, basta que haya error acerca de una cualidad de la persona
que se haya tenido principalmente en cuenta y que haya sido la
causa determinante del contrato112. No se requiere pues que el error
verse sobre la identidad física del otro contratante, es suficiente
con que verse sobre una cualidad (física, intelectual, profesional
o moral) que se le atribuía erróneamente y cuya consideración, en
atención a la finalidad del contrato, fue motivo determinante para
su celebración113. Así, hay error in persona cuando, por ejemplo,
creo contratar con X y tengo frente a mi a Y; o cuando el contratante
es efectivamente X pero creo que X es médico, cuando en realidad
es abogado; o cuando creo erróneamente que X era una persona

111
En cambio, en otros Códigos Civiles como el francés (art. 1110, primer aparte) y
el español (art. 1266, primer aparte), las disposiciones legales se refieren al error
sobre la persona y ha sido obra de la doctrina y la jurisprudencia señalar que cuando
la ley alude al error en la persona se refiere a ambas manifestaciones del mismo,
esto es, tanto al error sobre la identidad de la persona, como al error acerca de sus
cualidades.
112
De acuerdo con la jurisprudencia de nuestros tribunales, no constituye error in per-
sona el que versa sobre la “cualidad” del representante de la persona jurídica con la
cual se contrata en la errónea creencia de que aquél era su verdadero representante
cuando, en realidad, no lo era. En efecto: “las cualidades a que se refiere el artículo
1148 son las de la otra parte cuando se contrata con ésta en nombre propio, porque
no hay que olvidar que cuando se contrata con una sociedad la persona física que
aparece representándola no es realmente el otro contratante, sino el personero y,
por lo tanto, a sus “cualidades” de tal representante no es a lo que pueda referirse
el artículo 1148”. Al respecto, véase: Sentencia del 31-10-73 en Ramírez & Garay.
Tomo XLV. p.p. 158-161.
113
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 177, especialmente, la nota 2 y la jurisprudencia
italiana allí citada.

65
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

solvente y resulta que es una persona que ha sido demandada por


quiebra; o cuando creo haber contratado con una persona hono-
rable siendo que, en realidad, esa persona había sido condenada
penalmente por delitos graves; o cuando, en virtud de una cláusula
compromisoria, convengo en la designación de un árbitro creyendo
que tiene las cualidades de independencia e imparcialidad que son
propias de un árbitro, siendo que en realidad no las tiene.
Ahora bien, el error en la persona solamente es jurídicamente
relevante cuando la identidad o las condiciones personales del otro
contratante hayan sido determinantes para la prestación del consen-
timiento, es decir, cuando no se habría celebrado el contrato con
esa persona de no haber mediado el error respecto de su identidad
o de sus cualidades personales.
Para apreciar el carácter esencial del error in persona se apli-
can los mismos criterios que examinamos cuando nos referimos al
error en la sustancia114. El Código Civil consagra pues el criterio
del error impulsivo y determinante para la relevancia del error in
persona ya que, si la consideración de la persona es el motivo que
induce al contrato y hay error en cuanto a este móvil determinante
del acto se produce la anulación. Cuando el texto legal habla de
causa principal del contrato, se está refiriendo a la causa del con-
trato, esto es, a los móviles que determinan su celebración y que
la otra parte contratante debe conocer (supra, Cap. II, Nº IV, 1.1,
c-3). En este caso el móvil viene a estar constituido por la identidad
o las cualidades sustanciales de la persona en cuya consideración
se llevó a cabo el contrato.
Al referirse al error en la persona, el artículo 1148 del Código
Civil, se insiste, está refiriéndose a los motivos determinantes de
las partes al contratar que, como indicamos poco antes, es el mismo

114
Cfr. VÉRY, Michel: De l’erreur dans les contrats. Toulouse, 1912. p.p. 89-90;
CELICE, Raymond: op. cit. p. 161; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General…
cit. p. 160.

66
EL ERROR

criterio seguido para valorar el error en la sustancia. Encontramos


pues aquí de nuevo el criterio de que el error versa sobre los moti-
vos esenciales del contrato. Por consiguiente, al igual que cuando
se trata de error en la sustancia, se requiere que la identidad de la
persona o sus cualidades sustanciales hayan tenido la consideración
de móvil determinante y esencial de la voluntad contractual en la
común estimación de las partes, o en atención a las circunstancias
que rodearon la celebración del contrato y teniendo en cuenta las
exigencias de la buena fe.

c) ¿En qué clase de contratos es jurídicamente


relevante?

Al consagrar el error in persona como motivo de anulación


del contrato, el legislador ha querido referirse tan sólo a aquellos
contratos en los cuales la persona o las cualidades de los que con-
tratan han sido fundamentales en el convenio y en el consentimiento
prestado115. De donde resulta que el error sobre la persona puede
invocarse únicamente en aquellos contratos en que la considera-
ción de la persona constituye el motivo principal. Por tanto, no se
admite el error in persona sino cuando el contrato se ha concluido
intuitu personae, esto es, en atención a las cualidades especiales o
condiciones personales de los contratantes. En los contratos intuitu
personae la identidad de la persona o sus condiciones personales
son determinantes de la prestación del consentimiento del otro o
de los otros contratantes. Tales son los contratos a título gratuito,
como las donaciones, en los cuales se atiende exclusivamente a la
persona del beneficiario.

115
Cabe anotar, sin embargo, que no hay que confundir el error sobre la persona con el
error in nomine: el artículo 901 del Código Civil establece que si la persona del here-
dero o legatario ha sido indicada erróneamente, la disposición testamentaria es válida
cuando se pueda probar cuál es la persona que el testador pretendía beneficiar.

67
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Pero el carácter intuitu personae puede también ser relevante


en los contratos a título oneroso como, por ejemplo, cuando tienen
por objeto un hecho positivo o negativo no fungible. Por ejemplo,
en los contratos con un médico, con un afamado pintor o con un
empleado calificado donde la consideración de la persona juega un
papel esencial. Lo mismo ocurre en los contratos de seguro de vida
donde la consideración de la persona del asegurado es particular-
mente relevante; en los contratos de renta vitalicia cuando se cree
que el beneficiario de la renta tiene una determinada edad y luego
se cae en cuenta de que tiene en realidad diez años menos; o cuando
se trata de la constitución de un derecho de uso o en los contratos
que implican la concesión de un crédito donde el error acerca de
la solvencia del otro contratante puede ser esencial116.

116
La doctrina es conteste en relación con los conceptos expuestos en el texto. Al
respecto, por todos, en la doctrina francesa, véase: GHESTIN, Jacques: Traité…
cit. p.p. 445-450; VÉRY, Michel: op. cit. p.p. 90-107. En la doctrina italiana, véase:
SANTORO PASSARELLI, Francesco: Doctrinas Generales del Derecho Civil.
Traducción al castellano de Luna Serrano. Editorial Revista de Derecho Privado.
Madrid, 1964. p. 187; MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I.
p. 127; CARIOTA-FERRARA, Luigi: op. cit. 572. En la doctrina española, véase:
CASTÁN TOBEÑAS, José: op. cit. Tomo III. p. 617; MORALES MORENO,
Antonio Manuel: op. cit. p.p. 272-274. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-
ORSINI, José: Doctrina General… cit. p.p. 160-161; MADURO LUYANDO, Eloy
y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p. 637; SANOJO, Luis: op. cit. Tomo
III. p. 21. En un contrato de venta de una vivienda de interés social suscrito por
el Centro Simón Bolívar, la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de
Justicia en sentencia de fecha 27 de marzo de 2008 consideró como una cualidad
esencial de la persona del adquirente el que éste no tuviese ya una vivienda propia.
Por lo cual, la Sala consideró que el error excusable en que incurrió el Centro Simón
Bolívar al ignorar que el comprador fuese propietario de otra vivienda, por haber el
adquirente ocultado esta circunstancia, constituye un error in persona que acarrea
la nulidad del contrato. (Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia del 27-03-08. Caso Centro Simón Bolívar contra Richard Gil
Herrera y Marlene Martínez. Consultada en la página web: www.tsj.gov.ve). A
nuestro modo de ver, lo que hubo en el caso concreto fue un error provocado por la

68
EL ERROR

La doctrina italiana moderna afirma que en los contratos intuitu


personae la identidad o las cualidades personales del otro contra-
tante siempre son determinantes del consentimiento; por lo cual,
en estos contratos, es suficiente la prueba respecto del error sobre
la identidad del otro contratante o, conocida la identidad, sobre sus
cualidades personales. Al ser la identidad del contratante, o sus
cualidades personales, una circunstancia inherente a la esencia del
contrato no se requiere probar que el error haya sido determinante
de la voluntad contractual117.
Por último, el error sobre la persona puede ser relevante aun
en aquellos contratos en los que ordinariamente no se toma en con-
sideración la persona, si tal consideración ha movido al declarante
a celebrar el contrato y su intención se ha manifestado expresa o
tácitamente a la otra parte. Por ejemplo, en un contrato de compra-
venta cuando el vendedor sólo quiere vender a una determinada
persona (familiar o amigo) y no a otra, o cuando siente un especial
afecto por un animal al punto que sólo consentiría en venderlo a
una determinada persona y no siendo a ella nada le movería a ce-
lebrar el contrato. El error en estos casos puede llegar a adquirir
relevancia si la condición esencial esperada de la otra parte le ha
sido comunicada a dicha otra parte o si esta última ha actuado
dolosamente118.

reticencia dolosa del adquirente; por lo cual, las reglas aplicables eran las del dolo
y no las del error.
117
Al respecto, véase: GALGANO, Francesco: op. cit. p.p. 298-299, especialmente,
la nota 88.
118
Cfr. MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volu-
me). p.p. 168-169, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada;
ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 134; ROPPO, Enzo: op. cit. p. 792; PIETROBON,
Vittorino: El error… cit. p. 444; CARRESI, F.: op. cit. p. 445.

69
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

2. Error de derecho

2.1. Concepto

Hasta ahora nos hemos referido a los supuestos de error de


hecho previstos en el Código Civil, en los cuales el error recae so-
bre hechos materiales. Pero también es posible que el error recaiga
sobre una norma legal o reglamentaria, en cuyo caso se trata de un
error de derecho.
El error de derecho versa pues sobre una regla de derecho.
En cambio, el error de hecho, como se dijo, recae sobre una cir-
cunstancia fáctica. Así, habrá error de derecho cuando A menor de
dieciséis años, fallece después de haber otorgado testamento y su
heredero B cumple el legado contenido en ese testamento, igno-
rando que un menor de dieciséis años no puede testar. En cambio,
habrá error de hecho cuando B instituido heredero por A en su
testamento, cumpla con los legados contenidos en ese testamento
ignorando la existencia de un testamento posterior en el cual A
revocaba dichos legados.
El error de derecho está previsto en el artículo 1147 del Códi-
go Civil según el cual “el error de derecho produce la nulidad del
contrato solo cuando ha sido la causa única y principal”.
El error de derecho consiste pues en la ignorancia o falso co-
nocimiento de una norma jurídica119.
Tal y como afirma Betti, el error de derecho:

“Consiste en ignorar la existencia o contenido de una norma ju-


rídica, o interpretar su significado de manera distinta a la real, o
en hacer una aplicación inexacta a una situación que no regula,

119
Cfr. PIETROBON, Vittorino: loc. cit. p. 615; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p.
668. En la doctrina italiana moderna, Alpa afirma que el error de derecho es el que
recae sobre las cualidades jurídicas de la cosa (ALPA, Guido: op. cit. p. 133).

70
EL ERROR

y por tanto, también, en atribuir a un hecho o a una relación una


calificación jurídica distinta de la que le es propia o, finalmente,
en suponer en vigor una norma inexistente.”120

En fin, el error de derecho es el que consiste en la ignorancia


de una norma jurídica o en la falsa interpretación o en la inexacta
aplicación de ella a un caso concreto. Hay por tanto error de de-
recho, en lo que concierne a los contratos, cuando se ignora o se
tiene un concepto equivocado sobre los requisitos o presupuestos
legales del contrato como, por ejemplo, cuando una persona vende
su porción hereditaria creyendo que la ley le concede como heredero
unos pocos derechos, cuando ella, en realidad, le atribuye derechos
mucho más importantes. Pero el error de derecho también puede
consistir en la ignorancia de la existencia o contenido de una nor-
ma jurídica; o de su interpretación cuando se le da un significado
diverso del verdadero; o cuando se hace una aplicación inexacta
de la norma a una situación que ella no regula; o cuando se da a
un hecho o a una relación una calificación jurídica distinta de la
que le corresponde; o, por último, cuando se supone en vigencia
una norma inexistente.
Tal y como afirma Messineo:

“Puede darse también error (o ignorancia) de derecho: es el error o


la ignorancia sobre el alcance, existencia, o permanencia en vigor
de normas o sobre una situación jurídica.”121

120
BETTI, Emilio: Teoría general del negocio jurídico. Traducción castellana de A.
Pérez Martín. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1959. p. 334.
121
MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I. p. 127. En el mismo
sentido, véase: Sentencia del 13-07-04 consultada en la página web: www.tsj.gov.
ve; Sentencia del 14-02-02 consultada en la página web: www.tsj.gov.ve; Sentencia
del 31-10-79 en Ramírez & Garay. Tomo XLI. p.p. 158-159. Por lo cual, de acuerdo
con la jurisprudencia de nuestros tribunales: “no es error de derecho la situación de
la representación legítima de la persona que actuó en nombre de la sociedad con
quien se contrató, ya que esto es una situación de hecho y no de derecho, y de hecho

71
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En conclusión el error de derecho puede versar sobre la existen-


cia propiamente dicha de la norma jurídica, sobre su interpretación
o sobre su aplicación a un caso determinado122.

2.2. ¿Cuándo es jurídicamente relevante el error


de derecho?

De acuerdo con el artículo 1147 del Código Civil, el error de


derecho es jurídicamente relevante cuando constituye la causa única
o principal, esto es, cuando versa sobre una cuestión de derecho
que constituye la razón o el motivo principal o exclusivo del con-
trato. Por lo cual, no todo error de derecho produce la anulación
del contrato. No basta la simple circunstancia de la existencia de
un error de derecho; se requiere que éste sea determinante de la
celebración del contrato.
Al igual que el error de hecho, el error de derecho debe pues
recaer sobre los motivos determinantes de la voluntad contractual.

porque la representación de una sociedad no nace de la ley en sentido estricto sino


de las regulaciones del contrato social y de las vicisitudes del ente, o sea, no es una
cuestión de derecho, sino de hecho.” (Ibidem).
122
En contra, en la doctrina italiana, Scognamiglio al referirse al error de derecho,
expresa: “tal y como lo sugiere la expresión (error de derecho), se trata de la ig-
norancia o del falso conocimiento de las normas jurídicas, de su significado y de
los límites de su aplicación, que en concreto pueden conducir al sujeto a estipular
el contrato. Este error no puede de suyo constituir un vicio del consentimiento,
puesto que recae sobre la naturaleza jurídica del contrato, sus requisitos legales o,
en fin, sobre sus efectos jurídicos, y estas materias están reservadas íntegramente
a la competencia de la ley; así, pues, el error constituye algo indiferente para los
intereses de las partes (como sería, por ejemplo, la calificación jurídica del contrato)
o bien, no siéndolo, tampoco puede invocarse para la invalidez del acto, con base
en el principio fundamental de que nadie puede oponer la ignorancia del derecho
para sustraerse a la aplicación de sus normas.” (SCOGNAMIGLIO, Renato: Teoría
general del contrato. Traducción castellana de Fernando Hinestrosa. Publicaciones
del Externado de Colombia. Bogotá, 1961. p. 66).

72
EL ERROR

De lo contrario no puede servir de fundamento para invalidar el


consentimiento y anular el contrato. De donde resulta que el error
de derecho vicia el consentimiento cuando constituye el móvil
determinante de la celebración del contrato, de modo que si se
hubiera conocido que la situación jurídica era otra, no se habría
celebrado el contrato123. Por ejemplo, A conviene en pagarle a B
una cantidad de dinero porque el testamento del difunto padre
de A contenía un legado a favor de B por esa cantidad. Ese tes-
tamento era nulo por defecto de formalidades esenciales, pero A
no advirtió esta situación porque interpretó mal las disposiciones
del Código Civil sobre formalidades del testamento. Si luego A
descubre el error podrá pedir la nulidad de la promesa de pago
puesto que es evidente que la única causa de dicha promesa es el
desconocimiento de la norma legal que consagraba la nulidad del
testamento en cuestión. Asimismo, cuando alguien, sin saber que
en un determinado inmueble estaba prohibido construir por razones
de seguridad y defensa, adquiere ese inmueble con el propósito de
construir un edificio. El adquirente puede obtener la nulidad de la
compra-venta aduciendo su desconocimiento de la norma prohi-
bitiva, por cuanto tal desconocimiento fue precisamente lo que le
determinó (causa única o principal) a aceptar como apto para la
edificación un inmueble que carecía de dicha aptitud. Lo mismo
ocurre si un heredero renuncia a su porción hereditaria creyendo
erróneamente que según la ley le corresponde una cuota insignifi-
cante. Existirá un error de derecho que indudablemente anulará la
renuncia en cuestión. En todos estos casos, el error de derecho es
la causa única o principal del contrato o del acto jurídico, porque el
errans no habría contratado o realizado el acto jurídico en cuestión
si hubiese conocido la ley; por lo cual, el contrato o acto jurídico
puede ser impugnado por error de derecho.

123
Cfr. DE RUGGIERO, Roberto: op. cit. Tomo I. p. 270; RICCI, Francisco: op. cit.
Tomo XIII. p. 37; COVIELLO Nicolás: op. cit. p.p. 430-431.

73
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El legislador, en definitiva, consagra para el error de derecho


el mismo requisito de esencialidad que consagra para el error de
hecho124. El error de derecho se diferencia del error de hecho en
que recae sobre una cuestión de derecho. Pero, los criterios para
apreciar la configuración del carácter esencial del error son los
mismos en uno y otro caso125.
En el fondo, como no se trata sino de dos especies de error,
existe un paralelismo absoluto entre ambos; por lo cual el legis-
lador los ha sometido a los mismos principios jurídicos. Desde el
momento en que los móviles que tuvieron principalmente en cuenta
las partes o, una de ellas (siempre que la otra estuviera o debiera
estar en cuenta de ello) al contratar, han sido alterados, poco importa
que haya sido bajo la influencia de un error de hecho o de un error
de derecho: el resultado es el mismo126.

2.3. Error de derecho y aplicación de las normas


jurídicas

Se plantea el problema de si el reconocimiento del error de


derecho como causa de anulación de los contratos choca con el

124
Cfr. ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 149; SANTORO PASSARELLI, Francesco: op.
cit. p. 188, especialmente, la nota 58 y la jurisprudencia italiana allí citada.
125
En la doctrina francesa, Celice afirma que el error de hecho o de derecho no es una
causa de nulidad sino en el caso de que haya sido el motivo principal y determinante
del contrato. Y el motivo principal y determinante de la voluntad de contratar no es
otra cosa que la causa del contrato. Para que el error pueda dar lugar a la anulación
debe ser, por consiguiente, la causa única y determinante del contrato. La jurispru-
dencia francesa, por su parte, estima que no puede hablarse de error esencial sino
en el caso de que haya sido la causa sustancial del compromiso; sino en el caso de
que haya sido la causa principalmente determinante; sino cuando recae sobre una
causa evidentemente falsa. (CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 128, 134-143 y 165-
180 y las decisiones de la jurisprudencia francesa allí examinadas).
126
Cfr. JOSSERAND, Louis: Los móviles en los actos jurídicos. Traducción castellana
de Carlos J. La Torre, Madrid, 1961. Nº 68.

74
EL ERROR

principio según el cual la ignorancia de la ley no excusa de su


cumplimiento (Código Civil, artículo 2).
La doctrina responde que no. El aforismo error iuris non
excusat significa que no vale invocar la ignorancia de la ley para
sustraerse a su imperio; pero ello no excluye que por error de de-
recho puedan invalidarse actos jurídicos que sin él no se hubieran
formado127. Esta regla significa simplemente que no es posible
pretender evadir la aplicación de una ley o escaparse a sus conse-
cuencias con el pretexto de que se la ignora. Pero quien invoca un
error de derecho para anular un acto jurídico no pretende suspender
la eficacia obligatoria de una ley sino demostrar que falta un presu-
puesto que la propia ley exige para la celebración del acto.
Por consiguiente, siempre que un error de derecho llene los
requisitos legales para que sea jurídicamente relevante, no hay
ninguna razón para no tomarlo en consideración128
Dicho en otros términos, el error de derecho es irrelevante
cuando se invoca para eludir el imperativo de la propia norma,
pero no cuando se alega, como sucede en el ámbito contractual,
para obtener la nulidad de un negocio que, de no haber sido por
ese error, no se habría celebrado. Así, quien compra un terreno
para construir un edificio, ignorando que en el terreno en cues-
tión, en virtud de lo dispuesto en un reglamento de orden militar
dictado por razones de seguridad y defensa nacional, no se puede
construir, no podrá invocar la propia ignorancia de la ley para
edificar, pero le será posible invocar su error para quedar libre
del contrato celebrado129.

127
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volume).
p. 172; MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I. p. 127.
128
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 246; COLIN, Am-
brosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p.p. 607-608; JOSSERAND, Louis:
Derecho Civil…cit. Tomo II. Vol. I. p. 60; LAURENT, F.: op. cit. Tomo XV. p.p.
630-632; DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. p. 49.
129
Cfr. PIETROBON, Vittorino: El error… cit. p. 615.

75
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En fin, mediante la invocación del error de derecho para anu-


lar un contrato no se trata de crear una excepción al principio de
que la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento, sino de
otorgarle al particular un medio idóneo para ver anulado por vicio
de su voluntad un contrato que celebró motivado por la inadecuada
apreciación de la realidad jurídica. Es ése el sentido del artículo
1147 del Código Civil que permite pedir la nulidad de un contrato,
cuando tratándose de error de derecho éste ha sido la razón única
o principal de la voluntad contractual130. Cuando se invoca el error
de derecho, el interesado no pretende pues evadir la aplicación de
la ley o sustraerse a sus consecuencias, sino valerse de un remedio
que le ofrece la propia ley en protección de la correcta formación
de su voluntad y no para burlar la norma.
Ciertamente, la ignorancia que alguien pudiera tener de la ley
no suspende los efectos de la ley, puesto que ésta produce todos
sus efectos aún a pesar de la ignorancia de quienes están obliga-
dos a observarla. Pero cuando se invoca el error de derecho para
anular un contrato por una causa prevista en la ley, no se trata de

130
Tal y como afirma Scognamiglio: “el error de derecho puede adquirir relevancia,
en cuanto recaiga sobre los motivos, esto es, en el sentido de que la ignorancia de
una norma extraña al régimen del contrato en sentido estricto, constituya la razón
determinante del sujeto. En este caso no se trata de un intento del sujeto de sus-
traerse a la aplicación del derecho vigente, sino tan sólo de que se declare nulo un
contrato que se ha celebrado únicamente por causa de una falsa representación de
la realidad o de la falsedad de determinada situación jurídica.” (SCOGNAMIGLIO,
Renato: op. cit. p.p. 66-67). En el mismo sentido Stolfi, al comentar el numeral 4º
del artículo 1429 del Código italiano de 1942, sustancialmente idéntico al artículo
1147 de nuestro Código Civil, expresa: “el error de derecho se invoca, no para sus-
traerse a la observancia de la ley que obliga indistintamente a todos, sino en cuanto
ha viciado el consentimiento, cuya manifestación dependía exclusivamente de la
parte, determinándolo en diversa manera que si no se hubiese ignorado o aplicado
erróneamente una norma vigente: el aforismo error juris excusat significa que el
interesado se apoya en su estado subjetivo para valerse de un remedio que le ofrece
el legislador en protección de la libertad de su consentimiento y no para burlar la
norma.” (STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 137).

76
EL ERROR

quitar eficacia a la ley sino de asegurar su efectivo cumplimiento.


En nuestro ejemplo anterior, cuando el heredero pide la nulidad de
una promesa de pago que asumió en la ignorancia de que el tes-
tamento que consagraba un legado en favor del beneficiario de la
promesa era nulo por falta de formalidades esenciales, es evidente
que aquél no trata de evadir la aplicación de la ley o de hacer de
ella letra muerta. Al contrario, lo que quiere es asegurar su efectivo
cumplimiento y que se respete la ley que el promitente ignoraba
cuando celebró un acto jurídico debido a la incorrecta formación
de su voluntad131.
En conclusión, la regla según la cual la ignorancia de la ley no
excusa de su cumplimiento es una regla distinta de la que permite
pedir la nulidad de un contrato por error de derecho. Ninguna de
estas reglas contradice ni limita a la otra, porque el campo de apli-
cación de cada una de ellas es distinto.

2.4. Manifestaciones del error de derecho

El error de derecho pude consistir en la ignorancia o en el falso


conocimiento tanto de una norma imperativa como de una norma
dispositiva o supletoria132. Asimismo, puede recaer sobre una norma

131
Cfr. GIORGI, Jorge: op. cit. Tomo IV. p. 66; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 666;
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 179.
132
Cfr. GALGANO, Francesco: op. cit. p. 300, especialmente, la nota 89 y la jurispru-
dencia italiana allí citada. En contra, en la doctrina italiana, Rossello considera que
el error de derecho solamente puede versar sobre una norma imperativa. Afirma este
autor que la razón para excluir la relevancia jurídica del error de derecho que recae
sobre una norma dispositiva de la ley que integra la regulación del contrato estriba
en el carácter secundario y accesorio de los efectos del contrato legalmente previstos,
lo que determina que el error sobre los mismos no sea determinante ni, por ende,
esencial. (ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p. 154-155). Igualmente, en contra, véase:
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 178. A nuestro modo de ver, hay que distinguir
entre el error que recae sobre la existencia o permanencia en vigor de una norma

77
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

imperativa que esté destinada a sustituir una cláusula nula. La sus-


titución automática, en tal caso, impide la declaración de nulidad
del contrato; sin embargo, no impide la anulación del contrato por
error de derecho si el contratante prueba que el motivo exclusivo
y determinante del contrato estaba afectado por la ignorancia o el
desconocimiento de la norma imperativa en cuestión133.
Así, según el artículo 1535 del Código Civil el derecho de re-
tracto no puede estipularse por un plazo que exceda de cinco años.
Si las partes hubieran establecido un término mayor, el plazo debe
considerarse reducido a cinco años. Por consiguiente, si se estipula
una compra-venta con pacto de retracto fijándose en siete años el
plazo para ejercer el retracto y el comprador demuestra que el moti-
vo único y exclusivo que lo llevó a contratar fue el desconocimiento
de la norma imperativa contenida en el primer aparte del artículo
1535, podrá obtener la anulación del contrato de compra-venta con
pacto de retracto por error de derecho.
El error de derecho puede consistir en la ignorancia sobre la
existencia o permanencia en vigor de un uso jurídico134. Por otra
parte, se equipara al error de derecho el que recae sobre la exis-
tencia de una sentencia firme en relación a los asuntos propios del
litigio decidido definitivamente por dicha sentencia135. La doctrina
italiana admite que se equipara igualmente al error de derecho la
declaración de inconstitucionalidad sobrevenida de la norma bajo
cuya vigencia se había celebrado el contrato136.

jurídica (imperativa o supletoria) que, si es determinante del consentimiento, reviste


carácter esencial y el error sobre las consecuencias accesorias que de acuerdo con
la ley se derivan del contrato, que no es relevante.
133
Cfr. GALGANO, Francesco: loc. cit.
134
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 668; TRIMARCHI, Pietro: loc. cit.; MES-
SINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I. p. 127.
135
Cfr. CASTÁN TOBEÑAS, José: op. cit. Tomo III. p. 613.
136
Esta solución se justifica en Italia en razón de que las sentencias de inconstitucio-
nalidad tienen efecto retroactivo y eliminan ab origine la norma declarada incons-
titucional; por lo cual, el contratante descubre ex post que ha contratado bajo el

78
EL ERROR

2.5. Casos en que se excluye el error de derecho

Pero carece de relevancia el error que recaiga sobre las conse-


cuencias accesorias o que se derivan del negocio jurídico. El error
sobre los llamados naturalia negotii no tiene ninguna influencia
sobre la validez del contrato. Por ejemplo, no es impugnable la
venta si el vendedor creyó que no estaba obligado al saneamiento
por vicios ocultos de la cosa vendida, o ignoraba estarlo; o cuan-
do en un contrato que tenga por objeto la entrega de una cosa
determinada únicamente en su especie, el deudor ignora que está
obligado, en razón de lo dispuesto en el artículo 1294 del Código
Civil, solamente a dar una cosa de calidad media. Esto se explica
porque es indiferente que las partes hayan contemplado y querido
estas consecuencias accesorias o se hayan remitido a ellas puesto
que las mismas se producen de todas maneras y quedan solamente
excluidas por expresa declaración de voluntad de las partes.
Tampoco la ignorancia del arrendador sobre las disposiciones
legales que contemplan la prórroga forzosa del contrato de arren-
damiento tiene influencia alguna sobre la validez del contrato. Por
lo cual, el error sobre esta consecuencia, es decir, sobre el hecho de
que del contrato nazcan estas consecuencias en virtud de la ley no
es relevante, porque se trata de una materia que está regulada por la
ley y no por el poder de la voluntad de las partes137. Utilizar el error
de derecho en estos casos, es decir, aducir que de haber conocido la
norma no se hubiera celebrado el contrato, equivaldría a defraudar

falso supuesto de la vigencia de una norma que en realidad no estaba vigente. Al


respecto, véase: GALGANO, Francesco: op. cit. p. 300, especialmente, la nota 91
y la jurisprudencia italiana allí citada; ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p. 137-139,
especialmente, las notas 170 y 176 y la jurisprudencia italiana allí citada.
137
Cfr. STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 136; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 667;
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 178; MESSINEO, Francesco: Doctrina General…
cit. Tomo I. p. 128; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op.
cit. p. 155; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 162.

79
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

la protección que ofrece el ordenamiento al otro contratante, tras la


situación creada por el contrato, situación ésta que, como se dijo,
depende no de la voluntad de las partes sino de la propia ley.
Por último, en algunos casos la ley no permite invocar el error
de derecho para impugnar ciertos actos jurídicos. Así, de acuerdo
con lo dispuesto en el artículo 1719 del Código Civil, la transacción
no es anulable por error de derecho, sino cuando sobre el punto
de derecho no ha habido controversia entre las partes. Esto se
explica porque el error de derecho puede frustrar la función típica
de este contrato que es cerrar una controversia. Se considera que
el error de derecho en la transacción es siempre un error in caput
controversum, es decir, uno que ha sido objeto de la transacción
ya que lo que pretenden los transigentes es precisamente eliminar
esa controversia de derecho138.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1404 del Código
Civil, la confesión no es revocable por error de derecho; lo que se
explica porque el error de derecho que llevó al confesante a decir

138
Al examinar el error de derecho en el contrato de transacción, la doctrina distingue
entre el error in caput controversum que incide sobre lo que ha sido objeto o materia
de la transacción y el error in caput non controversum que afecta a los presupuestos
tomados en cuenta al contratar, que no han sido cuestionados. El primero, según
este criterio, es irrelevante; el otro, en cambio, conserva todo su potencial valor. Al
respecto, véase: SANTORO PASSARELLI, Francesco: La transazione. Napoli,
1986. p.p. 150-153; MÉLICH-ORSINI, José: La Transacción. Academia de Cien-
cias Políticas y Sociales. Centro de Investigaciones Jurídicas. Serie Estudios. Nº
65. Caracas, 2006. p. 118. En contra, en la doctrina española, Albaladejo rechaza
esta distinción entre el error que recae sobre los extremos controvertidos y el error
que incide en los puntos no controvertidos y estima que en uno u otro caso, el error
debe recibir igual tratamiento y permitir como regla impugnar la transacción erró-
nea. (ALBALADEJO, Manuel: op. cit. Tomo II. p. 856). En la doctrina belga, el
profesor Henri De Page critica la regla del Code que impide anular la transacción
por error de derecho y afirma que “como el error de derecho no se presenta en la
generalidad de los casos en estado puro sino como una mezcla de error de hecho,
corresponde al juez, en definitiva, apreciar cuál es el error que ha sido determinante
y, en consecuencia, anular la transacción o mantenerla” (DE PAGE, Henri: op. cit.
Tome V. p.p. 504-506).

80
EL ERROR

la verdad no impide que subsista el reconocimiento de los hechos


confesados139.

V. REQUISITOS DEL ERROR

No todo error que experimenten los contratantes o alguno de


ellos da lugar a la invalidez del contrato. Para que el error produzca
la anulación es necesario que se cumplan los siguientes requisitos:
1) el error debe ser esencial; 2) el error tiene que ser excusable;
3) el error debe ser recognoscible por la otra parte; y 4) puede ser
unilateral o común a ambas partes140.
Pasamos a referirnos a cada uno de estos requisitos.

1. La esencialidad del error

1.1. Concepto

El error debe ser esencial, esto es, de tal magnitud y signifi-


cación que de no haberlo sufrido, el sujeto no habría celebrado
el contrato. Se requiere pues que el error sea determinante de la
declaración de voluntad, o lo que es lo mismo, que constituya su

139
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 246; TRABUCCHI,
Alberto: op. cit. p. 670.
140
El Código Civil venezolano siguiendo la orientación de los Códigos Civiles fran-
cés de 1804 e italiano de 1865 no contiene una enumeración de los requisitos para
la impugnación del contrato por error; por lo cual, ha sido la doctrina la que se
ha encargado de señalar las condiciones que debe llenar el error para invalidar el
consentimiento y producir la anulación del contrato. En cambio, el Código Civil
italiano de 1942 sí trae una disposición expresa que establece de modo general
cuales son estos requisitos. En efecto, según el artículo 1428 del Codice “el error
será causa de anulación del contrato cuando fuere esencial y recognoscible por el
otro contratante”.

81
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

causa principal. Si el error no ha ejercido un influjo preponderante


sobre el consentimiento no es esencial y, por ende, carece de rele-
vancia jurídica. Dicho en otros términos, el error no esencial, esto
es, el error accidental no sirve de fundamento a la impugnación
del contrato porque, con o sin él, el sujeto de todas maneras habría
contratado.
Como dijimos en su oportunidad, para impugnar el contrato
el error debe recaer sobre aquello considerado como el móvil de-
terminante que impulsó a las partes a celebrar el contrato (causa
única o principal). Y esto vale tanto para el error de hecho como
para el error de derecho.
Pero, esto no basta. La doctrina italiana moderna se ha encar-
gado de señalar que no todo error determinante del consentimiento
es esencial. Para que lo sea se requiere, además, que recaiga sobre
un elemento intrínseco al contrato y no sobre una circunstancia
externa que haya movido a una de las partes a contratar141. En la
misma dirección, la doctrina francesa, por su parte, señala correc-
tamente que el error sobre los motivos, esto es, el error que verse
sobre una circunstancia externa al objeto del contrato, que no
incide sobre las cualidades sustanciales del objeto o de la persona
es irrelevante. Por lo cual, esta clase de error no afecta la validez
del contrato, ni siquiera en el caso de que haya sido determinante
de la voluntad de una de las partes y conocido por la otra parte
(infra, Cap. II, Nº VI, 2)142.

141
Al respecto, véase: ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 64; TRIMARCHI, Pietro: op. cit.
p.p. 175-176; SCOGNAMIGLIO, Renato: op. cit. p. 46; SANTORO PASSARELLI,
Francesco: Doctrinas Generales…. cit. p.p. 190-191.
142
MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit.
p. 248; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p.
228-229; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 148,
especialmente, la nota 8 y la jurisprudencia francesa allí citada; WEILL, Alex: op.
cit. p.p. 186-187. Véase, igualmente, lo que expresamos en la nota 78 ut supra.

82
EL ERROR

El requisito de la esencialidad lo exige el Código Civil para


el error de derecho: “el error de derecho produce la nulidad del
contrato, dice el artículo 1147, sólo cuando ha sido la causa única
o principal”. Por su parte, el artículo 1148 consagra la esencialidad
tanto en el error acerca de las cualidades del objeto (error in subs-
tantia), como en el error acerca de la persona (error in persona). El
error in substantia deberá recaer sobre “una cualidad de la cosa o
una circunstancia que las partes han considerado como esenciales,
o que deben ser consideradas como tales en atención a la buena fe y
a las condiciones bajo las cuales ha sido concluido el contrato”. El
error acerca de la persona exige que “la identidad o las cualidades
de las personas con quien se ha contratado haya sido la causa única
o principal del contrato”.

1.2. Remisión

Para el tratamiento de los aspectos más relevantes de la esen-


cialidad del error en cada uno de estos casos, remitimos al lector a
lo expuesto en la Sección IV precedente.

2. La excusabilidad del error

2.1. Introducción

El artículo 1146 del Código Civil dice así: “Aquél cuyo con-
sentimiento haya sido dado a consecuencia de un error excusable…
puede pedir la nulidad del contrato”.
De acuerdo con esta disposición para que el error pueda inva-
lidar el consentimiento y producir la anulación del contrato tiene
que ser excusable. La excusabilidad del error es pues una condi-
ción indispensable para la anulación. Se parte de la idea de que un

83
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

error tan burdo que no pueda admitirse que nadie incurra en él o un


error menos grave, pero que hubiera podido evitarse con la debida
diligencia, no se puede invocar por el que ha incurrido en él para
anular el contrato.
La función básica del requisito de la excusabilidad es impedir
que el ordenamiento ofrezca protección por el error a quien no
merece, por su conducta, esa protección. Si el error es imputable
al contratante que lo padece, él tiene que soportar sus consecuen-
cias. Quien contrata tiene que responsabilizarse por sus actos. De
allí que la manifestación de voluntad errónea produce los mismos
efectos que la no errónea cuando el error es inexcusable y se podía
descubrir fácilmente antes de la celebración del contrato.
La solución legal encuentra su fundamento en los principios de
responsabilidad y de protección de la buena fe y la seguridad del
comercio, que se oponen a que pueda ser alegada la ineficacia del
contrato por la parte misma que es culpable de haberla producido
(doctrina de la responsabilidad)143.

2.2. La cuestión en otros ordenamientos

La excusabilidad del error no es un requisito exigido por el


Código Napoleón. Pero la doctrina y la jurisprudencia francesa y
belga defienden esta exigencia con fundamento en los principios
que gobiernan la responsabilidad civil extracontractual. A esta so-
lución se llega mediante el siguiente razonamiento: aun cuando la
voluntad del contratante que incurrió en error por falta de diligencia

143
Según la doctrina de la responsabilidad, cuando hay un error en la declaración, o
divergencia entre la voluntad interna y la voluntad declarada por influjo de una falsa
representación de la realidad, y el error proviene de la culpa de la parte que en él
incurre, él está obligado a responder de su actuación y la mejor manera de hacerlo
es manteniendo la validez del contrato.

84
EL ERROR

se encuentre viciada, la anulación del contrato le causará un daño a


su contraparte contractual. Ésta tendrá derecho a una indemnización
por el daño provocado por la actuación culposa de aquél (arg. ex art.
1185 del Código Civil), y, sin duda, la indemnización más adecuada
en este caso es mantener la vigencia del contrato impidiéndole a la
parte que se equivoca solicitar la nulidad (reparación in natura)144.
Dicho en otros términos, de admitirse la anulación del contrato,
la contraparte de la víctima del error tendría derecho al resarci-
miento de los daños y perjuicios que le cause la anulación; pero
la ley no puede autorizar el ejercicio de una acción encaminada
a producir un daño evidente que después se debe reparar, así sea
por otra vía distinta.
Además, en ausencia de una previsión legal que consagre
expresamente este requisito, para fundamentar la necesidad de la
excusabilidad del error, la doctrina francesa se ha encargado de
señalar que el contratante tiene que tomar las precauciones más
elementales e informarse acerca de las características del contrato
que se propone celebrar. Al no haber cumplido con este deber de
informarse, el error es culposo y, por ende, inexcusable. Su falta de
diligencia se sanciona impidiéndole pedir la nulidad del contrato
(De non vigilantibus non curat praetor). Dicho en términos más
coloquiales: el derecho no protege a los imbéciles145.
Según un sector de la doctrina francesa, el error inexcusable
es un error burdo, es decir, uno en que se incurre por culpa grave
o dolo. Así, los tribunales franceses no han vacilado en calificar
como burdo y, por ende, inexcusable el error cometido por un afi-
cionado a la pintura y a las obras de arte que había comprado un

144
Al respecto, véase: MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II.
Premier Volume). p.p. 174 y 327; WEILL, Alex: op. cit. p.p. 189-190; DE PAGE,
Henri: op. cit. Tome I. p.p. 54-55 y Tome II. p.p. 519-520.
145
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op.
cit. p. 249, especialmente, la nota 41.

85
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

cuadro que llevaba la mención “atribuido a Courbet”, creyendo


erróneamente, con base en este señalamiento, que era auténtico146.
Una simple negligencia no constituye un error inexcusable que
produzca la anulación del contrato, aunque puede servir de base a
una reclamación por daños y perjuicios147.
Según otros autores, no hay que confundir falta grave y error
inexcusable. Y de acuerdo con la jurisprudencia francesa el error
inexcusable no es más que un error culposo148.
Ahora bien, el carácter inexcusable del error se aprecia in
concreto (a diferencia de la culpa que se aprecia in abstracto). Para
determinar la excusabilidad del error hay que tomar en conside-
ración, entre otros factores, la edad, la experiencia, la profesión y
demás circunstancias propias de la víctima del error. Los tribunales
franceses son más propensos a calificar de inexcusable el error
cometido por un contratante en relación con su propia prestación,
puesto que en tal caso el que yerra ha tenido una mayor posibilidad
de informarse y de precaver el error149.
Igualmente tienden a considerar como inexcusable el error
cometido por un profesional en el ramo de actividad en el cual
se desempeña y no aquél en que incurre un mero profano. En tal
sentido, los tribunales franceses no han vacilado en declarar im-
procedente la anulación de un contrato de compra-venta deman-
dada por el arquitecto comprador invocando su error acerca de la
edificabilidad de un terreno que había adquirido. En otra ocasión

146
Al respecto, véase: MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK,
Philippe: loc. cit.; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op.
cit. p. 231, especialmente, la nota 1 y la jurisprudencia francesa allí citada.
147
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome II. Premier Volume).
p.p. 173-174; GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p. 432.
148
Al respecto véase: GHESTIN, Jacques: loc. cit., especialmente, la nota 217 y la
jurisprudencia francesa allí citada.
149
Al respecto véase: TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op.
cit. p.p. 230-232.

86
EL ERROR

los tribunales franceses consideraron inexcusable el error cometido


por un empresario sobre la persona del director gerente que aquél
había contratado, sin haberse informado que la empresa en la cual
éste venía desempeñándose como director había sido recientemente
declarada en quiebra150.
No se considera, sin embargo, inexcusable el error cuando es
provocado por la actuación dolosa del co-contratante de la víctima
del error (infra, Cap. III, Nº III, 4).
Igualmente, bajo la vigencia del antiguo Código Civil italiano
de 1865, en ausencia de una disposición legal que contemplara el
requisito de la excusabilidad del error, la doctrina defendió el cri-
terio de que sólo el error excusable podía dar lugar a la anulación
del contrato151.
Con base en la doctrina de la responsabilidad según la cual el
error solamente justifica la anulación del contrato cuado el errans
haya obrado con la debida diligencia, se dijo que quien haya incu-
rrido en error tiene que cargar con las consecuencias del negocio
cuando haya actuado culposamente (error inexcusable).
Tal y como expresa Messineo cuando comenta las disposicio-
nes sobre el error contenidas en el antiguo Código Civil italiano
de 1865:

“El sujeto que incurre en un error obrando culposamente, perma-


nece obligado por las consecuencias de su declaración o de su
acto, como si lo hubiese querido en sí y en lo tocante a sus efec-
tos inmediatos: no es lícito alegar la falta de intención o el vicio
del consentimiento, cuando una u otro son consecuencia de una
negligencia u omisión.”152

150
TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: loc. cit. p.p. 230-231,
especialmente, las notas 1 y 2 y la jurisprudencia francesa allí citada.
151
Al respecto, véase: GIORGI, Jorge: op. cit. Tomo IV. p. 91; DE RUGGIERO, Roberto:
op. cit. Tomo I. p. 271. En contra: RICCI, Francisco: op. cit. Tomo XIII. p. 37.
152
MESSINEO, Francisco: Teoria dell’ errore ostativo. Roma, 1915. p. 297. En contra:
VERGA, T.: Errore e responsabilità nei contratti. Padova, 1941. p. 210.

87
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De donde resulta que, de acuerdo con el régimen del Código


Civil italiano de 1865, el error es inexcusable y, por ende, irrelevante
cuando se debe a la culpa de la víctima que lo experimenta.
En España, el requisito de la excusabilidad del error tampoco
se encuentra recogido en el Código Civil y ha sido creación de la
doctrina y de la jurisprudencia que han encontrado su fundamento
en los principios generales de la buena fe, veracidad y diligencia
que presiden la contratación y que se manifiestan en otros precep-
tos como, por ejemplo, cuando se regula el saneamiento por vicios
ocultos de la cosa vendida (art. 1484 del Código Civil español).
De acuerdo con la doctrina española moderna, el error es
inexcusable cuando la persona que lo padeció pudo haberlo evitado
utilizando la diligencia adecuada al caso y no lo hizo. En cambio,
es excusable cuando de la circunstancias se sigue, de acuerdo con
criterios de razonabilidad, que cualquiera pudo incurrir en él sin
culpa153.
Por su parte, la jurisprudencia española, para apreciar la ex-
cusabilidad del error, toma en consideración la condición de las
personas como, por ejemplo, la condición de profesional o perito
de quien invoca el error. Así, en los casos en los cuales un cons-
tructor ha invocado error en relación con la edificación del terreno
o acerca de su extensión y de las viviendas a ser construidas en él,
los tribunales españoles no han vacilado en calificar de inexcusa-
ble este error pues pudo evitarse con el empleo de una mediana
diligencia154.
Igualmente para apreciar el carácter excusable del error invoca-
do por el demandante, la jurisprudencia española moderna toma en

153
ALBALADEJO, Manuel: op. cit. Tomo II. p.p. 621-622; GETE-ALONSO, María
del Carmen: “Formación irregular del contrato” en FERRIOL, GETE-ALONSO,
GIL RODRÍGUEZ y HUALDE SÁNCHEZ: Manual de Derecho Civil. Vol. II.
Ediciones Marcial Pons. Madrid, 1996. p. 584.
154
Al respecto, véase: MORALES MORENO, Antonio Manuel: Comentarios… cit.
p.p. 295-296 y la jurisprudencia española allí citada.

88
EL ERROR

cuenta la conducta de la otra parte. Por ello, cuando un contratante


actúa dolosamente, se tolera la negligencia de la otra parte, víctima
del error. En estos casos su error es siempre excusable. Pero no es
necesario que la contraparte del errans haya actuado con dolo o
culpa; basta que el error se haya producido como consecuencia de
la conducta influyente de un contratante, es decir, en virtud de la
confianza suscitada en la víctima del error por las afirmaciones o
la conducta del otro contratante. Por consiguiente, cuando el error
lo ha provocado el otro contratante, aunque sea sin su culpa, la
víctima no tiene que sufrir las consecuencias de su error. El error
por ser imputable al otro contratante es entonces excusable155.
Por su parte, el Código Civil italiano de 1942, se aparta del
modelo francés y de la orientación seguida por el Código italiano
que le precedió: para la anulación del contrato, el Codice sólo exige
el requisito de la esencialidad del error y el de su conocimiento o
recognoscibilidad por parte del otro contratante (art. 1428); en cam-
bio, no se exige el requisito de la no culpabilidad o excusabilidad
del error por parte de quien incurrió en él. Por ello, no impide la
anulación del contrato la circunstancia de que el contratante que
incurrió en el error habría podido, haciendo uso de la normal dili-
gencia, percatarse de su error y evitar la celebración del contrato
o celebrarlo en otras condiciones156.
Esto se explica porque el Codice se aparta de la doctrina de
la responsabilidad y acoge la doctrina de la tutela de la confianza
según la cual prevalece la voluntad declarada sobre la voluntad

155
Al respecto, véase: MORALES MORENO, Antonio Manuel: loc. cit. p.p. 297-303
y las decisiones de los tribunales españoles allí reseñadas.
156
La doctrina y la jurisprudencia italiana modernas se orientan mayoritariamente en
esa dirección. Al respecto, por todos, véase: ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 175;
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 180; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 303, espe-
cialmente, la nota 96 y la jurisprudencia italiana citada por estos autores. En contra,
véase: PATANIA: “Sulla scusabilità e riconoscibilità del errore” en Foro Italiano.
Vol. IV. 1958. p. 202 (citado por Rossello Ibidem. p. 177).

89
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

interna cuando la declaración suscita en el destinatario la legítima


confianza de que la misma, según las circunstancias en que se emite,
es normal y que éste podía, por ende, contar con su contenido y sus
efectos. De ahí que cuando se trata de apreciar la relevancia del
error para provocar la anulación del contrato, el Codice considera
no tanto la situación de la víctima del error, sino la del destinatario
a quien va dirigida la declaración errónea. Por lo cual, lo relevante
a los fines de la admisibilidad de la nulidad, no es que el error sea
excusable o no; sino lo que importa es que sea conocido o recog-
noscible por el co-contratante de la víctima del error (infra, Cap.
II, Nº V, 3.2).157.
El Código Civil alemán (B.G.B.) y el Código suizo de las Obli-
gaciones tampoco exigen para la impugnación del contrato que el
error sea excusable. La doctrina alemana y suiza modernas, por su
parte, rechazan esta exigencia158. Pero en estos ordenamientos en
los cuales la inexcusabilidad del error no impide anular el contrato,
la protección del interés de la confianza también está presente y se
canaliza por medio de la indemnización que debe pagar la parte que
se equivoca al otro contratante por los daños y perjuicios derivados
de la invalidez del contrato159.

157
Al respecto, véase: SANTORO PASSARELLI, Francesco: Doctrinas Generales…
cit. p. 192; ALPA, Guido: op. cit. p. 134.
158
Al respecto, Ennecerus, Kipp y Wolff expresan: “el derecho de impugnación surge
incluso en el caso de culpa grave y con razón, pues ni la culpa grave puede justificar
que quedemos ligados por negocios que no quisimos concluir y que acaso nos son
muy perjudiciales, mientras que quizás confieran al contrario una ventaja totalmente
injustificada” (ENNECERUS, L., KIPP, T. y WOLFF, M.: op. cit. Tomo I. Vol. II.
p. 192, especialmente, la nota 14). En el mismo sentido, en la doctrina suiza, Von
Thur afirma: “Por regla general, quien formula una declaración viciada de error,
obra con negligencia. Sin embargo, la ley sale a su defensa sin fijarse en si el error
es o no excusable”. (VON THUR, A.: op. cit. p. 165).
159
El párrafo 122 del Código Civil Alemán (B.G.B.) no excluye la anulabilidad del
contrato fundada en error, por el hecho de que éste sea inexcusable; pero obliga,
en todo caso, a indemnizar el daño que la anulación causa al otro contratante, al
haber confiado en la validez de la declaración de voluntad. La indemnización se

90
EL ERROR

2.3. El requisito de la excusabilidad del error


en el Código Civil venezolano

El Código Civil venezolano requiere que el error sea excusa-


ble: “Aquel cuyo consentimiento haya sido dado a consecuencia
de un error excusable, dice el artículo 1146, puede pedir la nulidad
del contrato”. Esta disposición es una réplica del artículo 14 del
Proyecto franco-italiano de las Obligaciones y de los Contratos,
que copió ad pedem literae nuestro Código Civil de 1942 y cuyo
texto tampoco fue modificado por la Ley de Reforma Parcial del
Código Civil de 1982160.
Por su parte, el artículo 1149 (primer párrafo) dice lo siguien-
te: “La parte que invoca su error para solicitar la anulación de un
contrato, está obligada a reparar a la otra parte los perjuicios que
le ocasione la invalidez de la convención, si el error proviene de
su propia falta y la otra parte no lo ha conocido o no ha podido
conocerlo”.
Entonces existe una aparente contradicción entre el texto de
estas dos disposiciones. Por un lado, según la primera, para pedir
la nulidad del contrato se requiere que el error sea excusable y,
por el otro, según la segunda, aún cuando la parte equivocada
haya incurrido en culpa puede, no obstante, pedir la anulación del

refiere al interés negativo, cuya cuantía no puede exceder de la que corresponda al


interés positivo. La indemnización sólo se excluye si el contratante dañado (el otro
contratante) conocía, o debía haber conocido, la causa de nulidad, es decir el error.
Al respecto, véase: ENNECERUS, L., KIPP, T. y WOLFF, M.: loc. cit. p. 206. El
artículo 26.1 del Código Civil suizo de las Obligaciones coincide con el B.G.B. en
admitir la anulación del contrato aunque el error sea inexcusable; pero sólo impone
la obligación de indemnizar cuando el error es culposo (inexcusable).
160
Nuestros Códigos Civiles anteriores no consagraban el requisito de la excusabilidad
del error. Dominici al comentar las disposiciones sobre el error en Códigos ante-
riores señalaba: “la ley no distingue en ningún caso si el error es o no excusable”
(DOMINICI, Aníbal: Comentarios al Código Civil Venezolano Tomo II. Editorial
Rea. Caracas, 1962. p.p. 540-541).

91
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

contrato,(!) pero en tal caso, tiene que pagarle a su co-contratante


los daños y perjuicios que le produzca la invalidez del contrato,
siempre y cuando este último no haya conocido el error o no haya
podido conocerlo.
La doctrina nacional ha intentado conciliar estas dos disposi-
ciones entendiendo que la culpa a que se refiere el artículo 1149 no
siempre configura un error inexcusable. Por lo cual, la culpa a que
alude el artículo 1149 y que no impide la anulación del contrato por
parte del contratante que incurrió en un error culposo, es la culpa
leve o levísima; en cambio, se incurre en un error inexcusable que
impide su invocación como fundamento de la anulación ex artículo
1146 del Código Civil, cuando se actúa con culpa grave, dolo o
mala fe. Dicho en otros términos, no siempre el error culposo es
inexcusable. Un error puede ser culposo y, sin embargo, ser excu-
sable161. La prueba de ello es precisamente el artículo 1149.
Por consiguiente, exigir un error excusable no quiere decir que
el error no debe tomarse en consideración si obedeció a la culpa de
quien se equivocó. El error también puede ser excusable, siempre
y cuando no sea burdo, aún en el caso de que quien haya incurrido
en él haya actuado imprudente o negligentemente. Sólo que en
este último caso, si se declara la anulación tendrá que pagarle a
su contraparte contractual los daños y perjuicios que le cause la
invalidez del contrato.

161
Las opiniones de los autores nacionales que procuran conciliar los artículos 1146
y 1149 pueden leerse en El Código Civil de Venezuela (art. 1149). Publicación del
Instituto de Derecho Privado. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad
Central de Venezuela. Caracas, 1978. p.p. 110-112. Más recientemente, en el mismo
sentido, véase: BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 79. En contra, pero
sin fundamentar su criterio, en la sentencia de la Sala Político Administrativa del
Tribunal Supremo de Justicia de fecha 13 de julio de 2004 se afirma (obiter dictum)
que el error excusable es aquél en que se incurre sin que medie culpa (Sentencia del
13-07-04. Caso Movimiento Pro-Desarrollo de la Comunidad contra C.A. Metro
de Caracas. Consultada en la página web: www.tsj.gov.ve).

92
EL ERROR

En conclusión, de acuerdo con el Código Civil, un error es


inexcusable cuando es burdo, esto es, uno que fácilmente se podría
descubrir antes de celebrar el contrato162. Es perfectamente razona-
ble que un error de este tipo no permita la anulación del contrato
en perjuicio de la otra parte contratante.
La determinación del carácter excusable o inexcusable del error
es una cuestión de hecho reservada al poder de apreciación de los
jueces de instancia y que escapa a la censura de casación.
A diferencia de la culpa que se aprecia in abstracto (Código
Civil, artículo 1270), el carácter excusable del error debe apreciarse
in concreto, es decir, tomando en consideración las condiciones
personales del errans, incluyendo su edad, aptitudes intelectuales,
grado de experiencia y educación, su condición de profesional o
perito y demás circunstancias163. Si, por ejemplo, los compradores
de un mueble antiguo que alegan error respecto de la época del
mismo son unos anticuarios, no será razonable presumir en ellos
la inexperiencia en asuntos propios de su oficio y su supuesto error
probablemente tendrá carácter inexcusable. De la misma manera,
lo que puede ser un error para un comprador inexperto en objetos
de arte, no lo será por ejemplo para un buen coleccionista.

3. La recognoscibilidad del error

3.1. Significado de este requisito

La recognoscibilidad puede entenderse como la posibilidad de


descubrir el error que padece la parte contraria164.

162
Es la misma solución que consagra el artículo 3.5 (2) (a) de los Principios de Unidroit
sobre los Contratos Comerciales Internacionales (infra, Cap. II, Nº IX, 2.2, d-1).
163
Cfr. GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p. 432, especialmente, la nota 219 y la juris-
prudencia francesa allí citada; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE,
Yves: op. cit. p. 230.
164
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 670.

93
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La excusabilidad, como indicamos poco antes, se refiere al


comportamiento de quien incurre en error; en cambio, la recognos-
cibilidad se dirige al contratante que no ha errado, de tal manera
que si éste, actuando con la normal diligencia hubiera podido re-
conocer, esto es, percatarse del error de su contraparte, estaba en
condiciones de no tener confianza en la declaración del que yerra,
quedando, por tanto, este último facultado para pedir la anulación
del contrato. En cambio, si el error no era recognoscible, se consi-
dera que la contraparte del que yerra ha tenido razón para suponer
que la declaración de voluntad que le llegaba era normal y que
podía contar con ella, en cuyo caso quien incurre en error no puede
defenderse con la acción de nulidad, protegiéndose el principio de
la confianza en la declaración exteriorizada165.
Dicho en otros términos, el requisito de la recognoscibilidad
del error se explica si se tiene en cuenta que cuando se produce
un error, existen dos intereses dignos de protección: el de la parte
que incurre en error y contrata en términos que no son los queri-
dos por ella, y el de su contraparte que confía en la apariencia de
la declaración emitida. Cuando el co-contratante de quien sufre el
error conoció su existencia, no hay ninguna apariencia que prote-
ger; cuando, aún no conociendo el error, pudo haberlo conocido
empleando una diligencia normal, la apariencia se ha creado, pero
la conducta negligente de quien en ella confió determina que no
sea merecedor de tutela.

3.2. La cuestión en otros ordenamientos

Hay ordenamientos que, en principio, no protegen al contratante


que padece el error, porque consideran que, normalmente, pesa más
y, por ende, merece mayor protección la confianza de la contraparte

165
Cfr. ALPA, Guido: op. cit. p. 135; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 179.

94
EL ERROR

en la validez de la declaración (interés de la confianza). El requisito


de la recognoscibilidad del error opera en estos ordenamientos como
un límite a la protección del interés de la confianza.
El sistema entonces funciona así: el que se equivoca no recibe
la protección del ordenamiento, a no ser que el otro contratante
hubiera conocido o debido conocer ese error. La posibilidad de
haber conocido el error ajeno, si se hubiera empleado la diligencia
exigible para ello, justifica la pérdida de la protección del interés
del destinatario en la confianza de la declaración quedando, en tal
caso, quien erró facultado para impugnar el contrato.
Esta es la orientación seguida por el actual Código Civil ita-
liano. En él se exige para la relevancia del error, que sea esencial
y recognoscible (art. 1428). “El error se considera recognoscible,
dice el artículo 1431 del Codice, cuando en relación al contenido, a
las circunstancias del contrato o a la condición de los contratantes,
una persona de normal diligencia habría podido descubrirlo”166.
Por consiguiente, según el Codice, el error además de esencial,
para dar lugar a la anulación del contrato, debe ser recognoscible

166
Mucho antes, el Código austríaco de 1811 ya tomaba en cuenta la recognosci-
bilidad del error para permitir invocarlo. Su párrafo 876 permitía invocar como
fundamento de la anulación del contrato el error “que resultase manifiesto de las
circunstancias”. El Código Civil alemán (B.G.B.), por su parte, procura armonizar
la protección del interés de la confianza que suscita la declaración con el interés de
la víctima del error: el errans puede impugnar el contrato aún cuando su error sea
inexcusable. Pero se exige que el contratante que impugne el contrato indemnice
a su contraparte contractual los daños y perjuicios que le cause la invalidez del
contrato (§ 122, II B.G.B). Sin embargo, la obligación de indemnizar cesa cuando
el que sufre el daño conoció o debió conocer (no conoció por su negligencia) el
error en que incurría su contraparte contractual: “la obligación de indemnizar los
daños no tendrá lugar, dice el § 122, II del B.G.B., si el perjudicado conoció o no
conoció por negligencia (pudo conocer) la causa de nulidad o de impugnabilidad”.
El requisito de la recognoscibilidad cumple pues en el Derecho alemán una función
importante, pero no en lo que concierne a la invalidez del contrato, sino por lo que
respecta a la obligación del errans en caso de anulación de indemnizar los daños
correspondientes al interés que suscita la confianza en la declaración.

95
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

por el otro contratante. Dicho en otros términos, debe ser tal que una
persona desplegando una diligencia normal, teniendo en cuenta las
circunstancias, habría podido descubrirlo. Por lo cual, la víctima del
error, si éste, aún siendo esencial, no es de tal entidad que la otra par-
te pudiese advertirlo, permanecerá vinculada al contrato y no podrá
pedir la anulación. Por ejemplo, si alguien ha comprado un terreno
con la intención de construir deberá probar, para obtener la nulidad
del contrato, que el vendedor estaba en condiciones de advertir que
el terreno en cuestión no podía destinarse a esta finalidad.
A estos efectos hay que tomar en cuenta el contenido y las cir-
cunstancias del contrato, así como las cualidades de los contratantes.
De tal manera que se admite que no es recognoscible el error sobre
la edificabilidad de un predio rústico adquirido por uno de los con-
tratantes cuyas cualidades personales o profesionales no denotan su
intención de construir. De la misma manera, si un turista extranjero
compra por un precio muy alto un pequeño terreno situado en un
área de esparcimiento, el vendedor no podrá luego pretender que
no se había dado cuenta de que el comprador pretendía comprar
un huerto. Pero la situación sería diferente si el terreno en cuestión
lo adquiriera una empresa inmobiliaria o constructora puesto que
estas empresas suelen comprar terrenos agrícolas sabiendo que
son tales y confiando que en un futuro podrán ser destinados a la
construcción167. Como indica Barbero:
“En estos casos, si por una parte sería injusto admitir que un error
oculto pudiera perturbar las expectativas del destinatario fundadas
en la declaración, por otra parte no es justo tampoco sacrificar al
declarante caído en un error que el destinatario de la declaración
hubiese podido denunciar, habida cuenta de las circunstancias y
del contenido del contrato, o bien de la calidad de las personas
contratantes.”168

167
Al respecto, véase: GALGANO, Francesco: op. cit. p. 302.
168
BARBERO, Doménico: op. cit. Vol. I. p. 525. En el mismo sentido, véase: TRI-
MARCHI, Pietro: op. cit. p. 179.

96
EL ERROR

Para invalidar el contrato por error, la parte que se equivo-


ca deberá demostrar el hecho de que su co-contratante hubiese
conocido efectivamente el error, o el hecho de que en atención
a las circunstancias, con una diligencia normal hubiese podido
advertirlo. Es ésta una cuestión de hecho sujeta al poder soberano
de apreciación de los jueces de instancia y que escapa a la censura
de casación169
Tal y como expresa Messineo:

“Poco importa que el destinatario de la declaración que adolece


de error, haya o no reconocido el error: basta que el error fuese
objetivamente recognoscible por una persona de normal diligen-
cia…. sólo cuando la contraparte conoce, o está en condición de
conocer el error del declarante, está también en condición de no
tener confianza en su declaración… Se considera como una especie
de culpa el hecho de que la contraparte no haya reconocido el error
recognoscible. Esta culpa obra a favor de quien yerra, habilitándolo
para impugnar el contrato.”170

La doctrina y la jurisprudencia italianas admiten que no se re-


quiere que el error sea recognoscible cuando éste es común a todos
los contratantes como, por ejemplo, cuando todos los coherederos
ignoran la existencia del testamento del causante en cuyo caso
cada uno de ellos podrá impugnar por error la partición amistosa
realizada entre ellos, sin tener que demostrar que la existencia del
testamento era una circunstancia recognoscible por los otros si
hubiesen hecho uso de la diligencia normal171.

169
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 671.
170
MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I. p. 134.
171
Al respecto, véase: ALPA, Guido: op. cit. p. 135; ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p.
189-190, especialmente, la nota 40 y la jurisprudencia italiana allí citada; BIANCA,
C.M.: op. cit. Vol. III. p. p. 650-651; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 303, espe-
cialmente, la nota 96 y la jurisprudencia italiana allí citada; CARRESI, F.: op. cit.
p. 458; TRABUCCHI, Alberto: loc. cit. 671.

97
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En definitiva, bajo el sistema del Codice, quien invoca el error


debe probar que lo ha padecido y que es recognoscible conforme
a lo antes expuesto.
En otros ordenamientos como el francés, el Código Civil no
recoge el requisito de la recognoscibilidad ni tampoco, como ya di-
jimos, el de la excusabilidad del error. Pero como la jurisprudencia
ha introducido el requisito de la excusabilidad, la doctrina moderna
considera que “el error es tenido por inexcusable cuando, por culpa
del demandante, la otra parte ha ignorado la importancia decisiva
atribuida por la víctima del error a la cualidad ausente”172. Dentro
de esta orientación se considera que esta falta cometida por quien
invoca el error le impide pedir la anulación del contrato. Además,
en el sistema francés la buena fe ha terminado por imponer que
el carácter determinante de los motivos erróneamente apreciados
se haya dado a conocer o, al menos, resulte cognoscible para el
otro contratante173.
En otras legislaciones como en España, la ley tampoco con-
sagra expresamente el requisito de la recognoscibilidad del error.
Pero la doctrina y la jurisprudencia españolas le han dado cabida,
dentro de ciertos límites, a esta exigencia: la recognoscibilidad del
error no constituye un requisito del error sino un límite a la protec-
ción de la confianza. El sistema, como expresa Morales Moreno,
funciona así: “el que invoca el error le basta probar su existencia,
y al otro sujeto le corresponde justificar su confianza en la decla-
ración para neutralizar el error e impedir la invalidez del contrato.
Si la declaración de voluntad es susceptible de provocar confianza,
lo que debe apreciarse según las circunstancias y conforme a las
exigencias de la buena fe, hay que entender que la ha producido en
el sujeto que la invoca, mientras no se demuestre el conocimiento

172
Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 177-178.
173
Ibidem.

98
EL ERROR

del error o la posibilidad de conocerlo por medios distintos de la


declaración”174.
Finalmente, en otros Códigos Civiles como el argentino, que
no consagran el requisito de la recognoscibilidad del error, pero sí
el de su excusabilidad, la doctrina y la jurisprudencia modernas han
establecido algunas aplicaciones combinadas de la excusabilidad y
de la recognoscibilidad, habiéndose decidido qué aun el error deter-
minado por negligencia del declarante puede ser invocado cuando
la otra parte hubiera podido o debido advertirlo de haber obrado
con la debida diligencia, y que la excusabilidad o inexcusabilidad
del error debe ser apreciada en función de resultar o no posible que
fuera o debiera ser recognoscible por la otra parte175.

3.3. El requisito de la recognoscibilidad en el Código


Civil venezolano

A diferencia del Código Civil italiano de 1942, el Código


Civil venezolano no trae una disposición especial que consagre
explícitamente esta exigencia. Más bien, una interpretación literal
del artículo 1149 pudiera hacer pensar que el legislador excluyó el
requisito de la recognoscibilidad. En efecto, el artículo 1149 del
Código Civil dice textualmente: “La parte que invoca su error para
solicitar la anulación de un contrato está obligada a reparar a la otra
parte los perjuicios que le ocasione la invalidez de la convención, si
el error proviene de su propia falta y la otra parte no lo ha conocido
o no ha podido conocerlo”.

174
MORALES MORENO, Antonio Manuel: op. cit. en la nota 13. Parte Segunda. Cap.
Primero. Nº 49.
175
Al respecto, véase: TARANTO, Hugo: “Vicios de la voluntad contractual” en STI-
GLITZ, Rubén y STIGLITZ, Gabriela: Contratos. Teoría General. Tomo I. Editorial
De Palma. Buenos Aires, 1990, p. 282, especialmente, la nota 46 y la jurisprudencia
de los tribunales argentinos allí citada.

99
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La precitada disposición consagra la posibilidad de impugnar


el contrato por error aun en el caso de que el co-contratante del
errans haya conocido o debido conocer el error en que incurría
este último. Del tenor literal de esta norma parecería desprenderse
que la recognoscibilidad del error por parte de quien contrató con
el que yerra, no impide a este último impugnar el contrato; tan
sólo lo exonera en tal caso de la obligación de indemnizar a su
contraparte contractual los daños y perjuicios que le signifique la
anulación del contrato.
No creemos que a esta conclusión deba llegarse. En efecto, ya
hemos dicho que uno de los requisitos que tiene que llenar el error
para viciar el consentimiento prestado y producir la invalidez del
contrato es que tiene que ser esencial. Ahora bien, la esencialidad
del error significa, de acuerdo con el artículo 1148, que el mismo
recaiga sobre una circunstancia que en la común estimación de las
partes haya sido considerada esencial, o que deba ser considerada
como tal en atención a la buena fe y a las circunstancias que ro-
dearon la celebración del contrato.
Por consiguiente, para la configuración del carácter esencial
del error no se tiene en cuenta solamente lo que una de las partes
haya tenido como motivo o móvil determinante de su voluntad.
Como indicamos en su oportunidad, los motivos de un contratante
sólo son relevantes si se han incorporado a la causa del contrato,
lo que implica que los mismos hayan sido conocidos por el otro
contratante (supra, Cap. II, Nº IV, 1.1, c-1).
El error, para que sea jurídicamente relevante, tiene que recaer
siempre sobre una circunstancia que ambas partes hayan conside-
rado esencial, o en su defecto, sobre una circunstancia que deba
reputarse como tal en atención a la buena fe y a las circunstancias
bajo las cuales ha sido concluido el contrato. Es decir, a falta de
esta común consideración efectiva acerca del motivo determinante
de la voluntad contractual, se requiere para la configuración del
carácter esencial del error y, por ende, para que el mismo permita la

100
EL ERROR

anulación del contrato, que la buena fe o las propias circunstancias


que rodearon la celebración del contrato le impongan al contratante
el deber de conocer la realidad a la cual se refiere el error de su
contraparte. Es decir, la definición legal de error esencial supone
que el co-contratante del errans haya conocido o debido conocer
la importancia decisiva que éste le atribuía a la cualidad ausente y
esperada. Tal y como expresa el profesor José Mélich-Orsini:
“Esto es, por su misma definición el error in substantia supone
que el contratante contra quien se invoca el error haya tenido la
posibilidad de conocer que la cualidad considerada por quien yerra
no existía en la cosa”176.

Puede afirmarse pues que la propia manera como se configura


el carácter esencial del error en el Derecho venezolano implica
la necesidad de su recognoscibilidad. Por ejemplo, un anticuario
adquiere por su justo valor un collar de perlas, movido por su
equivocada convicción de que dicho collar fue utilizado por la ven-
dedora cuando interpretó un papel decisivo en una obra de teatro
muy conocida. Si nada ha comunicado a la otra parte contratante
sobre los motivos de su compra, ¿podrá solicitar la nulidad del
contrato por error? No, porque esta última no ha podido conocer
el error en que incurría el anticuario puesto que los motivos deter-
minantes de su voluntad no se exteriorizaron a dicha otra parte ni
fueron conocidos ni eran cognoscibles por ésta. Pero además, no
podría en tal caso predicarse que esta cualidad ausente de la cosa
hubiese sido esencial ex artículo 1148 del Código Civil, puesto que
no fue considerada como tal en la común estimación de las partes,
ni en atención a la buena fe o a las circunstancias que rodearon la
celebración del contrato.
Por lo cual, concluimos que de la propia determinación del
carácter esencial que debe revestir el error según el artículo 1148

176
MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 169.

101
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

del Código Civil, se impone necesariamente que el mismo haya


sido conocido o debido serlo por la contraparte contractual de la
víctima del error177.
Entonces ¿cómo se explica que en el artículo 1149178 se consi-
dere que un error unilateral no recognoscible para el co-contratante
del que yerra permita invalidar el contrato?
Al parecer, lo que sucedió con nuestro legislador en este punto
fue que no se dio exacta cuenta de lo que hacía179, como tampoco
se dio cuenta cuando en el artículo 1146 consagró la exigencia de
la excusabilidad del error para la anulación del contrato y, luego,
en el artículo 1149 dijo, no obstante, que la víctima del error podía
pedir dicha anulación aunque el error obedeciera a su propia falta
(!). En fin la primera parte del artículo 1149 obedeció a un lapsus
por parte del legislador.

4. El error puede ser unilateral o común a ambas partes

4.1. La relevancia del error unilateral en otros


ordenamientos

La antigua doctrina francesa se plantea la cuestión de si para


invalidar el consentimiento y producir la anulación del contrato es

177
La doctrina nacional es conteste con los conceptos expuestos en el texto. Al respecto
véase: MÉLICH-ORSINI, José: loc. cit.; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER
SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p. 639; BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo
II. p.p. 80-81.
178
Sobre las fuentes probables del artículo 1149 y los debates parlamentarios referentes
a esta disposición, véase: El Código Civil de Venezuela (art. 1149). Publicación del
Instituto de Derecho Privado. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad
Central de Venezuela. Caracas, 1978. p.p. 99-102.
179
En el mismo sentido el profesor José Mélich-Orsini expresa que: “hay pues una
grave equivocación en la base del artículo 1149 de nuestro Código Civil” (MÉLI-
CH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 170).

102
EL ERROR

necesario que el error sea común a las dos partes o si es suficiente


el de una sola de ellas (error unilateral).
Según algunos autores basta con el error cometido por una de
las partes para anular el contrato. Se afirma que no hay consenti-
miento válidamente prestado tanto cuando todos los contratantes
incurren en error, como cuando sólo lo hace alguno de ellos180. En
efecto, si hay error la voluntad del contratante que lo padece estará
incorrectamente formada y, por tanto, el consentimiento que es el
resultado de la confluencia de las voluntades de ambos contratantes,
estará igualmente viciado. Basta pues que incurra en error una sola
de las partes para que el contrato sea anulable.
Además, se fundamenta esta posición en el hecho de que el
Código Napoleón no requiere que el error sea común. Por el con-
trario, el artículo 1110 (segunda parte) del Code prevé el error sobre
la persona y en los casos en los cuales este error es jurídicamente
relevante sólo una de las partes se equivoca. De donde resulta que
el Code admite que el error unilateral es eficaz181.
Para evitar el peligro que supone en algunos casos para la
estabilidad de las transacciones admitir la nulidad con base en el
error unilateral, la doctrina francesa encontró pronto una solución de
compromiso: el error unilateral no impide que prospere la nulidad,
pero impone el deber de indemnizar al otro contratante el daño que
por razón de dicha nulidad ha experimentado182.
A propósito de este problema, otro sector de la doctrina fran-
cesa diferenció entre el error unilateral y el error común, pero
atribuyendo a cada uno de estos términos el siguiente significado:

180
Al respecto, véase: AUBRY, C. y RAU, C.: op. cit. Tome IV. 343 bis; ; VÉRY, Michel:
op. cit. p. 79; RIPERT, Georges: La règle morale dans les obligations civiles. París,
1949. p. 81; COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p. 614.
181
VÉRY, Michel: op. cit. p. 82.
182
BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p.p. 84-86; COLIN,
Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p. 615; GAUDEMET, Eugene:
op. cit. p. 78.

103
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

el error es unilateral cuando quien lo ha padecido silencia ante el


otro contratante, durante los tratos y en el momento de contratar,
que un determinado hecho que aprecia erróneamente es para él mo-
tivo determinante de la celebración del contrato. El error es común
cuando, por el contrario, quien en él incurre ha dado a conocer o
resulta recognoscible para la otra parte esa significación. Dicho en
otros términos, se considera que el error es unilateral cuando los
motivos determinantes no se exteriorizan al otro contratante, ni son
conocidos por él o cognoscibles. Es común, si por el contrario, se ha
dado a conocer esa significación o resulta conocida o cognoscible
para el otro contratante183.
Cabe hacer notar que en la doctrina francesa moderna se ob-
serva la tendencia a abandonar esta distinción entre error unilateral
y error común, porque resulta confusa e innecesaria. La expresión
error común, se afirma, hace creer que es necesario que ambos con-
tratantes se hayan equivocado, cosa que no corresponde al sentido
que se atribuye a este término184. La cuestión se plantea entonces
como un problema de excusabilidad o inexcusabilidad del error.
En este sentido Ghestin afirma:

“El error es tenido por inexcusable cuando, por culpa del deman-
dante, la otra parte ha ignorado la importancia decisiva atribuida
por la víctima del error a la cualidad ausente.”185

De donde resulta que el error unilateral, entendido en el sentido


antes expuesto, no es relevante por ser inexcusable, o por no ser
recognoscible. La distinción entre error común y error unilateral es
absorbida por esta otra: error excusable o inexcusable. Más aún, el

183
DEMOLOMBE, C.: op. cit. Vol. XXIV. p.p. 96-103; LAURENT, F.: op. cit. Tomo
XV. p.p. 625-628.
184
TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 222; FLOUR,
Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 161.
185
GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p. 178.

104
EL ERROR

requisito del error común se confunde en la doctrina francesa con


el de la recognoscibilidad del error.
En Italia se admite que no es necesario que el error sea común
a las dos partes para invalidar el consentimiento y producir la nu-
lidad del contrato186.
Además de esencial, el Codice sólo exige que el error sea
recognoscible por el co-contratante del errans (art. 1428). De la
exigencia de la recognoscibilidad deduce la doctrina italiana que
basta el error unilateral para la procedencia de la anulación. Tal y
como expresa Messineo:

“Esto se deduce del texto del artículo 1428, el cual, disponiendo


que el error es causa de anulación cuando sea recognoscible por
el otro contratante, supone evidentemente que el que yerra es
uno solo y que respecto del otro se trata solo de establecer si el
error era o no recognoscible… Conocimiento del error ajeno no
significa que el sujeto que conoce el error ajeno participe de este
error; antes bien, el hecho de conocerlo como error significa que
no participa de él.”187

De donde resulta que, de acuerdo con el Codice, no se requiere


que ambos contratantes hubiesen incurrido en error, pues basta para
producir la anulabilidad del contrato que una sola de las partes lo
haya cometido.

186
La doctrina italiana moderna distingue, conceptualmente, entre el error unilateral
que se presenta cuando una sola de las partes se equivoca; el error bilateral, cuando
ambas partes incurren en él, pero por razones diversas como, por ejemplo, cuando A
cree que el vaso que le vende a B es de la dinastía Ming, en cambio B considera que
el vaso es chino, pero del siglo XVIII; por último, el error común que se presenta
cuando ambas partes cometen el mismo error como, por ejemplo, cuando A y B
creen que el vaso es original, cuando, en realidad, se trata de una imitación perfecta.
Al respecto, véase: ALPA, Guido: op. cit. p. 133; ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p.
188-189.
187
MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. Tomo I. p. 135. En el mismo
sentido, véase: TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 672.

105
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

4.2. El criterio seguido por el Código Civil venezolano

Por lo que al Derecho venezolano concierne, el Código Civil


no exige que el error deba ser común. El artículo 1146 permite la
impugnación del contrato por “aquel cuyo consentimiento (rectius:
asentimiento) haya sido dado a consecuencia de un error excusa-
ble”. Es suficiente pues que el error afecte la voluntad de una sola
de las partes. No se requiere que ambos contratantes participen del
error. Basta que en el error incurra uno sólo para que se produzca
la anulación del contrato188.
Además, el artículo 1149 impone la obligación de reparar los
daños y perjuicios a “la parte que invoca su error para solicitar la
anulación del contrato”. Esta disposición contempla expresamente
la anulación del contrato cuando el error lo experimente uno sólo
de los contratantes, en cuyo caso si éste hubiere obrado culposa-
mente, quedará obligado solamente a indemnizar a su contraparte
contractual los daños y perjuicios que le cause la invalidez del
contrato por error, “cuando este último no lo ha conocido ni ha
podido conocerlo”. De donde resulta que nuestro Código admite
claramente la procedencia del error unilateral. Por consiguiente,
en el Derecho venezolano no se requiere que el error sea común a
ambos contratantes.
Ciertamente, para que el error sea susceptible de invalidar el
consentimiento se requiere que ambas partes hayan considerado
como sustancial la cualidad de la cosa o la circunstancia sobre la
cual haya recaído el error. Pero esto no quiere decir que el error
tenga que ser común, como lo sostiene incorrectamente un sector
de la doctrina francesa. La expresión error común para describir

188
La doctrina nacional es conteste al respecto como puede constatarse de la lectura de
las opiniones de los autores patrios recogida en El Código Civil de Venezuela (art.
1149). Publicación del Instituto de Derecho Privado. Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas. Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1978. p.p. 103-106.

106
EL ERROR

esta situación es, sin duda, infeliz y se presta a confusiones, puesto


que contrariamente a lo que sugiere, no es en absoluto necesario
que ambas partes hayan incurrido en error. El error en que incurra
uno sólo de los contratantes es suficiente para invalidar el contrato,
desde que su contraparte haya conocido la importancia esencial
que la víctima del error le atribuyó a la cualidad que faltaba en
la cosa189. Lo que es común no es pues el error, sino la intención
de las partes de considerar sustancial una determinada cualidad o
circunstancia sobre la cual aquél haya recaído (arg. ex art. 1148
del Código Civil) para lo cual, como se dijo, se requiere que dicha
cualidad o circunstancia haya entrado a formar parte del contenido
del contrato (supra, Cap. II, Nº IV, 1, c-1).
No debe pues confundirse la esencialidad del error que requiere
que el error verse sobre una cualidad de la cosa o una circunstancia
que en la común estimación de las partes revista carácter esencial,
con el requisito de que el error sea común a ambas partes, requisito
éste que nuestro ordenamiento no establece en ninguna parte.

Las condiciones antes indicadas son las únicas que se requie-


ren para que el error pueda producir la anulación del contrato. Es
suficiente con que el error sea esencial, excusable y recognoscible.
Puede ser unilateral o común. El error, sea de hecho o de derecho,
no exige la concurrencia de ningún otro requisito. Así, no es ne-
cesario que la parte contratante haya sufrido un daño como conse-
cuencia del error. La ley no supedita la anulabilidad del contrato
a la concurrencia de este requisito; por lo cual, si se cumplen las
condiciones antes examinadas, la víctima del error puede pedir la
anulación del contrato, independientemente de que haya sufrido o
no un daño190. Por ejemplo, compro una mesa creyéndola antigua,

189
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 222;
WEILL, Alex: op. cit. p. 188.
190
Cfr. RICCI, Francisco: op. cit. Tomo XIII. p. 39; TRABUCCHI, Alberto: loc. cit.
Pero como advierten Flour, Aubert y Savaux, los tribunales serán más propensos a

107
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

por ser esta cualidad la que le da algún valor. Del contrato de venta
o de las circunstancias bajo las cuales se concluyó el contrato, re-
sulta claramente que el motivo determinante de mi consentimiento
es adquirir un mueble antiguo y de ello está en cuenta la otra parte
por lo cual ese motivo entra a formar parte de la causa del contra-
to. Supongamos que la mesa no es antigua pero vale lo que yo he
pagado por ella, aún cuando mi patrimonio no haya experimentado
un daño, yo podré pedir la nulidad del contrato, puesto que lo re-
levante aquí no es si la mesa vale lo que me costó, sino saber si he
comprado una cosa que no habría adquirido de no haber incurrido
en el error sobre la cualidad de la cosa.

VI. EL ERROR IRRELEVANTE

Bajo este acápite nos referiremos a los casos de error que la


doctrina considera no esenciales porque con él o sin él el sujeto
igualmente habría contratado. Al faltar en estos casos la caracterís-
tica de la esencialidad, el error es irrelevante y no afecta la validez
del contrato celebrado.

1. El error sobre las cualidades no sustanciales


de la cosa

Es el que versa sobre aspectos o cualidades secundarias o acci-


dentales de la cosa o sobre algo accesorio de ella y, por extensión,
sobre un elemento no sustancial o secundario del contrato, esto

pronunciar la anulación cuando la parte que se equivoca haya sufrido un daño en


virtud del contrato celebrado bajo el influjo del error por cuanto, desde el punto
de vista probatorio, el precio es una circunstancia normalmente indicativa de la
verosimilitud del error alegado (FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX,
Éric: op. cit. p. 160, especialmente, la nota 6).

108
EL ERROR

es, sobre una circunstancia que no fue determinante del consenti-


miento otorgado por las partes como, por ejemplo, cuando compro
un mueble antiguo que creo que es de ébano y luego resulta ser
de nogal.
Este error no se toma en consideración y nunca podrá acarrear
la nulidad del contrato, precisamente porque recae sobre caracterís-
ticas o propiedades de la cosa que pueden considerarse indiferentes
con respecto a la conclusión del contrato191. No es, pues, un error
sobre las cualidades sustanciales en el sentido del artículo 1148 del
Código Civil. Es lo que ocurre con el error sobre las cualidades de
la cosa o de la prestación que constituye el objeto de la obligación
de una de las partes contratantes cuando esas cualidades no son
consideradas esenciales por las dos partes contratantes o por una
de ellas. Esto también puede suceder, sea porque esas cualidades
no aparezcan como normalmente esenciales de acuerdo con las
circunstancias bajo las cuales se celebró el contrato y los requeri-
mientos de la buena fe, o porque las mismas no se pueden considerar
como sustanciales, porque el contratante víctima del error no le
había comunicado a su contraparte contractual la importancia que
ellas tenían para él, de tal manera que aquél no tenía razones para
conocerlas; por lo cual, ignoró legítimamente la importancia que
ellas tenían para el que yerra192.
Al error sobre las cualidades no sustanciales de la cosa se
equipara, por su irrelevancia, el error sobre la persona cuya consi-
deración es indiferente. Esto ocurre con el error sobre la persona
cuando no se trata de un contrato celebrado intuitu personae193.

191
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p. 220-221
y 227; WEILL, Alex: op. cit. p.p. 179-180 y 184. Para una examen de los casos de
error que, según la jurisprudencia francesa, recaen sobre las cualidades no sustan-
ciales de la cosa, véase: VÉRY, Michel: op. cit. p.p. 59-63.
192
Cfr. LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 261.
193
Cfr. FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 156.

109
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

2. El error sobre los motivos ajenos al contrato

El error que recae sobre las razones personales o motivos en


sí ajenos al contrato, que inducen a su celebración, es en principio
irrelevante como, por ejemplo, cuando compro un fundo porque
creo haber sido nombrado para desempeñar un cargo en la localidad
donde dicho fundo se encuentra, o cuando compro una cosa con el
fin de obtener un beneficio importante, o cuando celebro un contrato
de publicidad dando por seguro numerosos pedidos por parte de los
anunciantes. El contrato celebrado en estas condiciones es válido
aunque no haya sido nombrado para la posición esperada como
erróneamente creía, o aunque el negocio me reporte luego perdidas,
o no obtenga los pedidos de los anunciantes con los cuales contaba.
Asimismo, cuando compro un reloj creyendo que había perdido el
mío, o cuando ante la proximidad de la boda compro una casa. No
podré obtener la anulabilidad del contrato aduciendo, en el primer
caso, que encontré el reloj que se me había perdido o, en el segundo,
que no ha tenido lugar la celebración del matrimonio.
El error sobre los motivos personales de uno de los contratan-
tes, esto es, la creencia en la realidad de un hecho pasado que no
existía o de un hecho futuro que no había de realizarse, no puede
ejercer ninguna influencia sobre la validez del contrato. Además,
para que el error sea jurídicamente relevante, se requiere que recaiga
sobre un elemento que esté en el ámbito propio del contrato. Como
dicen Colin y Capitant, los motivos que impulsan a un individuo
a celebrar un contrato son exteriores a ese contrato; solamente los
conoce él y no habría ninguna seguridad en el comercio jurídico
si se pudieran anular los contratos celebrados so pretexto de los
falsos motivos que determinaron su celebración194.

194
La jurisprudencia francesa registra algunos casos interesantes. Un sujeto compró
cierto número de acciones antiguas de una sociedad, y el mismo día, por intermedio
del mismo corredor de valores, había vendido igual número de acciones a emitirse

110
EL ERROR

Si el error versa sobre algo que no está comprendido en la


prestación del otro contratante, o se refiere a la realización de una
eventualidad independiente del mismo contrato, es extraño a la
otra parte, es irrelevante y no puede dar pie a la nulidad del con-
trato195. Dicho en otros términos, cuando el error no recae sobre

por la misma sociedad. Pero la emisión fue anulada y dicho individuo se vio en
la imposibilidad de entregar los títulos y en consecuencia de disponer del precio.
Trató entonces de dejar sin efecto la compra de las acciones antiguas, invocando
que una de las operaciones era causa de la otra y que la nulidad de la última debía
acarrear la nulidad de la primera. La demanda fue desestimada por la Audiencia
de Lyon que resolvió que se trataba de dos operaciones distintas e independientes.
Ciertamente, el demandante no había comprado las acciones antiguas sino porque
esperaba vender las nuevas; pero aún así, no basta que el error sea determinante para
producir la anulación, sino que se requiere además que recaiga sobre un elemento
que esté en los dominios del contrato y, en criterio del Tribunal, era evidente que
en el caso concreto cada uno de los contratos celebrados por el demandante tenía
su existencia propia y que ninguna de ellos era un elemento del otro. En otro caso,
la Corte de Casación francesa declaró que una mujer casada no podía abstenerse de
efectuar una donación hecha con el concurso de su marido, bajo el pretexto de que
ella no hubiera consentido en la donación sino en el caso de que las sumas donadas
serían a cargo de la comunidad conyugal, cuando en realidad habrían de provenir de
los bienes propios de cada cónyuge. Este error sólo había recaído sobre un motivo
al que el otro contratante, el donatario, había permanecido extraño. Al respecto,
véase: CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 147-148 y las decisiones de los tribunales
franceses allí reseñadas. Igualmente, los tribunales franceses han declarado que
“las ventajas previstas… no pueden ser consideradas como una cualidad sustancial
de la cosa.”. Al respecto, véase: MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op.
cit. (Tome II. Premier Volume). p. 164, especialmente, la nota 1 y la jurisprudencia
francesa allí citada.
195
Cfr. GHESTIN, Jacques: La notion d’erreur… cit. p.p. 59-73 y la jurisprudencia
francesa allí citada. La doctrina española moderna, en la misma dirección, distin-
gue entre el error intrínseco y el error extrínseco. Un error es intrínseco cuando se
refiere a hechos o circunstancias que tienen una conexión natural con la función
económico-social del contrato como, por ejemplo, en una compra-venta el error
que afecta a las cualidades presupuestas en la cosa; o en un contrato de obra el que
se refiere a la pericia del artífice. En cambio, un error es extrínseco si incide sobre
elementos extraños a la función típica del contrato como, por ejemplo, cuando se
adquiere una pieza o repuesto para una máquina en la errónea creencia de que es
necesario sustituirla. El error extrínseco queda fuera del ámbito de aplicación del

111
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

un elemento intrínseco al contrato sino sobre una circunstancia


extrínseca es irrelevante. No reviste carácter esencial aunque sea,
en el caso concreto, determinante de la voluntad de quien padeció
el error196.
La doctrina francesa moderna se ha encargado de señalar que
el error sobre los motivos, esto es, el que versa sobre una circuns-
tancia externa que no incide sobre las cualidades sustanciales del
objeto del contrato o de la persona, no afecta la validez del contrato.
En caso contrario estaremos en presencia de un error in substantia
o in persona que sí producirá la anulación. Por ejemplo, si una
persona compra un automóvil actuando en la creencia de obtener
próximamente un empleo que lo requiera y descubre poco después
que el mismo presenta un defecto que impide que pueda circular, el
comprador podrá entonces pedir la nulidad del contrato por error in
substantia. Pero, en cambio, supongamos que el automóvil sea apto
para la circulación, pero que el comprador, por un motivo u otro, no
sea nombrado para el cargo que esperaba, entonces existirá un error
sobre los motivos, esto es, sobre una circunstancia extrínseca que
será irrelevante y, por ende no afectará la validez del contrato197.
Para que los simples motivos personales de una de las partes
puedan ser tomados en consideración es necesario que hayan sido
comunicados a la otra parte y que entren a formar parte del conteni-
do del contrato. No basta con que el contratante tenga conocimiento
del fin perseguido por la víctima del error. Se requiere, además,

artículo 1148 del Código Civil y se relaciona más bien con la figura de la falsedad
de la causa (Código Civil, artículo 1157). MORALES MORENO, Antonio Manuel:
Comentarios… cit. p.p. 265-266.
196
Cfr. ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 64; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p.p. 175-176;
SCOGNAMIGLIO, Renato: op. cit. p. 46; SANTORO PASSARELLI, Francesco:
Doctrinas Generales…. cit. p.p. 190-191.
197
Al respecto, véase: TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op.
cit. p.p. 228-229; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit.
p.p. 157-158.

112
EL ERROR

que el móvil haya sido considerado de modo explícito o implícito


en la común estimación de las partes como elemento esencial del
contrato y que se incorporen al contenido del contrato. Si los moti-
vos se mantuvieron ocultos, aún cuando tuvieron una importancia
subjetiva para el declarante, no pueden tomarse en consideración
porque la otra parte no tenía la posibilidad de conocerlos y no han
entrado a formar parte del contrato como un elemento esencial,
aunque sean determinantes del consentimiento de la víctima 198. El
error que recae sobre estos motivos es irrelevante y, por tanto, no
es susceptible de producir la anulación del contrato.

3. El error sobre el valor

Es el error que consiste en atribuirle a la cosa un precio distinto


del que efectivamente tiene como, por ejemplo, cuando vendo un
bien por cinco mil bolívares siendo que vale diez mil bolívares, o
cuando, por el contrario, compro un bien por veinte mil bolívares
cuando no vale sino diez mil bolívares.
La doctrina y la jurisprudencia francesas se niegan a admitir que
el error sobre el valor pueda producir la anulación del contrato por
las siguientes razones: 1) de admitirse la anulación en estos casos
se daría cabida a la rescisión por lesión de manera general y fuera
de los casos expresamente previstos en la ley; 2) sería peligroso
para la seguridad de las transacciones tener en cuenta el error sobre
el valor porque en la casi totalidad de los contratos existe alguna
desigualdad entre las prestaciones de las partes; y 3) el error sobre

198
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op.
cit. p. 248; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p.
228-230; WEILL, Alex: op. cit. p.p. 186-187; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-
Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 159, especialmente, la nota 8 y la jurisprudencia
francesa allí citada. En la doctrina italiana, véase: COVIELLO Nicolás: op. cit. p.
429; STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 144.

113
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

el valor es muchas veces difícil de probar y de apreciar, pues un


objeto no tiene siempre a los ojos de todos el mismo valor, y puede
tener para algunos un valor especial199.
Ahora bien, muchas veces el error sobre el valor se presenta
como una consecuencia de un error de otra índole. Así, normal-
mente el error acerca de las cualidades sustanciales de la cosa suele
implicar también un error sobre el valor. Por ejemplo, compro un
cuadro original porque sé que tiene un cierto valor. Si luego resulta
que el cuadro es una imitación, en realidad, me equivoqué sobre
una cualidad sustancial de la cosa, esto es, sobre su procedencia, de
la cual el valor no es más que una consecuencia. En tal caso podré
impugnar la adquisición por error in substantia200.
Dicho en otros términos, el error sobre el valor es irrelevante
cuando se refiere al valor de una cosa en si mismo considerado,
independientemente de una cualidad que no falta como, por ejem-
plo, cuando yo compré un mueble antiguo creyendo que valía tanto
como yo había pagado por él; y luego advierto que vale mucho
menos. En este caso el error recae no sobre la cualidad de la cosa,
sino sobre la conveniencia económica del contrato. No podré, por
tanto, impugnar la adquisición por error201. Pero cuando el error

199
Al respecto, véase: BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI.
p. 103; CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 151-152; VÉRY, Michel: op. cit. p.p. 63-
67; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p.p. 254-255; COLIN,
Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p.p. 616-617; FLOUR, Jacques,
AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 156 y la jurisprudencia francesa
citada por estos autores; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. (Tome
II. Premier Volume). p.p. 163-164.
200
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: loc.
cit.; LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 262 y la jurisprudencia francesa
citada por estos autores; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves:
op. cit. p. 228, especialmente, la nota 3; WEILL, Alex: op. cit. p. 185, especialmente,
la nota 1; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 668. En la doctrina nacional, véase:
MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 164.
201
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 176; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 296,
especialmente, la nota 85 y la jurisprudencia italiana allí citada.

114
EL ERROR

sobre el valor es consecuencia de un error sobre una cualidad sus-


tancial de la cosa o sobre un elemento fundamental del contrato,
tal error entonces sí es relevante. Cabe hacer notar, sin embargo,
que si bien el error acerca del valor de la cosa no puede englobarse
en la hipótesis prevista en el artículo 1148 del Código Civil por
no ser esencial; puede, no obstante, ser relevante a los fines de la
anulación del contrato por dolo (infra, Cap. III, Nº III, 4).

4. El error sobre la pertenencia de la cosa

Según la mayoría de los autores, es un error irrelevante que


no sirve de fundamento para invalidar el contrato puesto que no
recae sobre una cualidad sustancial de la cosa determinante del
consentimiento prestado.
De acuerdo con el Código Civil, el vendedor no puede alegar la
nulidad de la venta de la cosa ajena. La ley se lo prohíbe de manera
absoluta. El artículo 1483 dice textualmente: “la nulidad establecida
por este artículo no podrá alegarse nunca por el vendedor”.
Por consiguiente, el vendedor no puede alegar la nulidad ni
siquiera cuando hubiere vendido la cosa por error creyéndola suya
y teniendo justos motivos para hacerlo. No puede invocar en tal
caso su error puesto que la ley no solamente le exige una mayor
diligencia en el conocimiento de su situación con respecto a la cosa,
sino un perfecto conocimiento de la misma. Por lo cual su error en
esta materia siempre es inexcusable y no tiene disculpa202.

202
Un sector de la doctrina extranjera admite, sin embargo, que el vendedor que sepa
que la cosa vendida pertenece a otro y que sea requerido por el comprador para que
la entregue, puede oponer por vía de excepción la nulidad de la venta para negarse
a ello, debiendo en tal caso restituir al comprador el precio si lo hubiere recibido e
indemnizarle los daños y perjuicios. Se dice, en apoyo de esta tesis, que obligar en
este caso al vendedor a la entrega de la cosa equivale a instarlo a cometer un hecho

115
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

5. El error de cálculo

El error de cálculo o de cuenta consiste en el mero defecto


o falla en una operación matemática cuyas bases se conocen con
exactitud como, por ejemplo, cuando fijado el precio del terreno
que quiero comprar a razón de un tanto por metro cuadrado, se
mide mal su extensión, o se produce un error al realizar la corres-
pondiente multiplicación.
Normalmente cuando con los propios elementos de la decla-
ración de voluntad es posible salvar la equivocación (como, por
ejemplo, cuando las cifras parciales permiten repetir el cálculo del
total), este error sólo da lugar a la rectificación de la operación y
no permite invalidar el contrato203. Por ejemplo, si alguien compra
diez acciones de una sociedad indicando que las compra a razón de

ilícito con respecto al verus dominus y a incurrir en responsabilidades adicionales


frente al comprador cuando éste sufra evicción. En tal sentido, véase: Cfr. AUBRY
C. y RAU, C.: op. cit. Tome V. p.p. 49-50, especialmente, la nota 48; WAYAR,
Ernesto: Compraventa y Permuta. Editorial Astrea. Buenos Aires, 1.984. p. 215.
Colin y Capitant sostienen que, en tal caso, solamente si el vendedor ignoraba en
el momento de la venta que la cosa vendida era ajena, podrá invocar entonces el
error sustancial por él cometido que hace viciosa su obligación (COLIN, Ambrosio
y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo IV. p. 58).Por lo que al Derecho venezolano
concierne, conviene recordar que la prohibición que la ley establece respecto del
vendedor es absoluta (“la nulidad no podrá alegarse nunca por el vendedor”). Por
lo cual, a pesar de su innegable interés de eliminar por medio de la nulidad del
contrato el riesgo de evicción y su consiguiente responsabilidad, el vendedor no
puede alegar la nulidad ni por vía de acción ni por vía de excepción. Cualquier otra
interpretación es contraria al texto de la ley. Al respecto véase lo que expongo en
mi libro La venta de la cosa ajena. Ediciones Liber. Caracas, 2005. p.p. 69-71.
203
Es la solución que consagra expresamente el parágrafo tercero del artículo 1266
del Código Civil español según el cual “el simple error de cuenta sólo da lugar a su
corrección”. Aún cuando nuestro Código Civil no prevé esta situación, la doctrina
nacional admite que el simple error de cálculo normalmente no invalida el contrato.
Al respecto, véase: MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p.p. 164-
165; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II.
p. 640.

116
EL ERROR

1.000 Bs. cada una y en el acto se declara que el precio a pagar es


de 8.000 Bs, es obvio que basta con corregir esta última cifra para
salvar el error. La acción de anulación es inadmisible en este caso
puesto que el error no ha influido ni sobre la índole del negocio que
se quería celebrar ni sobre el precio; sólo versa sobre la operación
matemática requerida para su concreción.
Pero la anulación tendrá cabida cuado el error de cálculo se
traduzca en un error sobre la cantidad que haya sido determinante
del consentimiento como, por ejemplo, cuando creo comprar mil
kilos de papas y, en realidad, son cien respecto de los cuales no
habría convenido en celebrar el contrato204.
Conviene tener en cuenta, por último, que no es error de cuenta
o de cálculo el que se refiere a los factores con los que se opera al
realizar la cuenta o a las bases o criterios según los cuales ha de
practicarse el cálculo. Por ejemplo, cuando se parte de la premisa
de que el objeto vendido tiene unas unidades de medida que no son
exactas y en función de ellas se calcula el precio, o cuando se calcula
equivocadamente la cotización de la plata que se vende205.

204
Esta solución la admite igualmente la doctrina venezolana citada en la nota anterior
y es la que consagra expresamente el artículo 1430 del Código Civil italiano de
1942 según el cual “el error de cálculo no da lugar a la anulación del contrato, sino
solamente a rectificación, salvo que, consistiendo en un error sobre la cantidad,
haya sido determinante del consentimiento”.
205
Según la Casación italiana, el error de cálculo da lugar a la simple rectificación
“cuando establecidos claramente los datos a computar y el criterio matemático a
seguir, se incurre en un descuido material en las operaciones aritméticas correspon-
dientes, apreciables prima facie con base en los datos y el criterio preestablecido, y
enmendable mediante la simple repetición del cálculo, y, en cambio, (la rectificación)
no es posible cuando se discutan los mismos datos numéricos que se encuentran
en la base del cálculo”. Al respecto, véase: GALGANO, Francesco: op. cit. p. 297,
especialmente la nota 86 y la jurisprudencia italiana allí citada; ROSSELLO, Carlo:
op. cit. p.p. 162-165 y la jurisprudencia italiana allí citada. En la doctrina italiana,
para el examen del error de cálculo conviene consultar el trabajo de PIAZZA, G.:
“L’errore di calcolo e l’art. 1430 del Codice Civile” en Rivista Trimestralle di Diritto
e Procedura Civile, 1964. p.p. 575 y ss.

117
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

VII. LA PRUEBA DEL ERROR

De acuerdo con el Derecho común, como es bien sabido, la


prueba de un hecho corresponde a quien afirme su existencia. Quien
alegue un hecho tiene la carga de demostrarlo (Código de Proce-
dimiento Civil, artículo 506). Es una derivación de la regla actor
incumbit probatio. Por tanto, la carga de la prueba del error y de
los requisitos que deben concurrir para que el mismo configure un
vicio del consentimiento susceptible de producir la anulación del
contrato corresponde a quien lo invoca.
Para demostrar el error el interesado debe acreditar: 1) que su
voluntad fue el resultado de una falsa apreciación de la realidad; 2)
que el error recayó sobre una circunstancia que ambas partes hayan
considerado esencial para la celebración del contrato, o que deba
estimarse como tal en atención a la buena fe o a la circunstancias
bajo las cuales se celebró el contrato; y 3) que su contraparte con-
tractual conoció o debió conocer en el momento de la celebración
del contrato el error y su carácter determinante. Desde luego, dicha
contraparte podrá aportar la contraprueba respectiva demostrando
la imposibilidad de que el error fuera recognoscible aún mediando
una conducta diligente206.
Sin embargo, cuando se invoca el error in persona en los con-
tratos intuitu personae, es suficiente aportar la prueba respecto del
error sobre la identidad del otro contratante o, en su caso, sobre sus
cualidades personales. No se requiere que el errans demuestre que
el error ha sido determinante de la prestación del consentimiento
puesto que la identidad del contratante y sus cualidades personales
son circunstancias inherentes a la esencia de los contratos intuitu
personae207.

206
Cfr. ROSSELLO, Carlo: op. cit. p.p. 184-188.
207
Cfr. GALASSO, P.: “Errore sulla persona, personalità della prestazione e intuitus per-
sonae” en Rivista Trimestralle di Diritto e Procedura Civile, 1973. p.p. 1131 y ss.

118
EL ERROR

El error se puede demostrar con cualquier medio de prueba


incluso por presunciones hominis. Circunstancias como la edad,
experiencia, grado de instrucción y condición social de la víctima
del error, así como la profesión de las partes208 y el precio209, son
las que pueden determinar, en la generalidad de los casos, la vero-
similitud del error alegado.
Como la comprobación de la existencia del error resulta difícil
pues éste se desenvuelve dentro de la esfera íntima del contratante,
el medio más común para demostrar el error es precisamente la
prueba de presunciones, las cuales como es bien sabido deben ser
graves, precisas y concordantes (Código Civil, artículo 1399). Por
lo demás, los jueces de instancia deben ser sumamente prudentes
y cuidadosos en la apreciación por medio de presunciones de los

208
Así, cuando el comprador se dirige a un anticuario para adquirir un mueble puede
razonablemente inferirse que ha tomado particularmente en cuenta la circunstancia
de que se trata de un mueble antiguo. Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent
y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 245, especialmente, la nota 19 y la ju-
risprudencia francesa allí citada; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op.
cit. (Tome II. Premier Volume). p. 173, especialmente, la nota 1 y la jurisprudencia
francesa allí citada; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op.
cit. p.p. 161-162.
209
Ciertamente, en un contrato de compra-venta el monto del precio es, en la genera-
lidad de los casos, una circunstancia indicativa del error en que incurre el actor. La
jurisprudencia francesa registra algunos casos interesantes: en algunas ocasiones
los tribunales franceses han declarado que el comprador no puede pretender haber
adquirido como auténtica una obra de arte por un precio vil. A la inversa, la justicia
francesa no ha vacilado en declarar que, por el hecho de haber pagado el comprador
un precio muy elevado, hay que presumir que el mismo obedeció a la cualidad que
el comprador esperaba encontrar en la cosa y que, en el caso concreto, faltaba. Al
respecto, véase: WEILL, Alex: op. cit. p. 185, especialmente, la nota 3 y la juris-
prudencia francesa allí citada; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE,
Yves: op. cit. p. 232, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada.
Numerosas son las sentencias de los tribunales franceses en las cuales se lee: “resulta
del importe del precio una presunción”, o bien: “no se comprendería que sin esta
acreencia se hubiese podido dar una cantidad tan elevada”, o incluso: “el error es
evidente en vista del precio pagado”. Al respecto, véase: CELICE, Raymond: op.
cit. p. 112, especialmente, la nota 2 y la jurisprudencia francesa allí citada.

119
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

hechos constitutivos del error por el peligro que representa para


la seguridad de las transacciones el que con base en meros indi-
cios más o menos elaborados, o suposiciones carentes de bases
serias, se puedan tornar ineficaces contratos ya perfeccionados
y ejecutados210.
Por último, puede igualmente probarse el error por medio de
testigos aunque el contrato viciado conste en un documento puesto
que, en la generalidad de los casos, sobre todo si se trata de un error
en la declaración, hay una imposibilidad de procurarse una prueba
escrita para desvirtuar el contenido del documento (Código Civil,
artículo 1393, ordinal 1º)211.
En relación con la carga de la prueba del error, especialmente
en lo concerniente a la determinación de los elementos de prueba
que debe suministrar cada una de las partes, se ha planteado la
cuestión de si es la parte que invoca la ejecución voluntaria de las
obligaciones y prestaciones derivadas del contrato como funda-
mento de la confirmación de un contrato anulable por error, quien
debe probar la ausencia de error, o si es, por el contrario, el que

210
Conviene recordar que la seguridad del tráfico jurídico exige que se mantenga la
validez de la voluntad declarada, aunque haya divergencia con la voluntad interna,
al menos cuando el declarante sea el responsable de tal divergencia y los demás
que hayan confiado, legítimamente, como ocurre en la generalidad de los casos,
que esta divergencia no existía, resultarían perjudicados por su existencia.
211
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 172; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina Ge-
neral… cit. p.p. 176-177. Por lo demás, como expresa Stolfi, no se requiere tachar
de falso el documento público que contenga la declaración errónea puesto que no
se discute que el declarante haya expresado la voluntad recogida en el documento;
lo que se quiere es comprobar que dicha declaración no correspondía a su voluntad
interna, circunstancia ésta que escapa a los poderes de calificación registral y a la
función de certificación notarial (STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 137). En el mismo
sentido, la jurisprudencia de nuestros tribunales ha dejado establecido que: “si se
acciona la nulidad de un contrato de venta por error en el consentimiento, no se
requiere ejercer la tacha de falsedad del documento.” (Sentencia del 27-01-82 en
Ramírez & Garay. Tomo LXXVII. p.p. 376-378).

120
EL ERROR

ha ejecutado el contrato quien debe probar que lo hizo por error.


Estas dificultades son inherentes a los caracteres particulares del
instituto de la confirmación, la cual debe estar constituida por una
manifestación de voluntad exenta del vicio que afectaba al contrato
objeto de confirmación. Ahora bien, en el caso de que la confirma-
ción sea tácita, como ocurre en el caso de ejecución del contrato,
en la duda que pueda existir, parece lógico que sea quien pretenda
prevalerse de la confirmación el obligado a probar que la voluntad
de la otra parte estaba exenta de vicios212.

VIII. EFECTOS DEL ERROR

Los efectos fundamentales del error que cumpla con los re-
quisitos antes examinados son los siguientes: 1) el error produce la
anulabilidad del contrato; 2) el co-contratante del que yerra puede
rectificar el contrato subsanando el error; y 3) el error compromete
la responsabilidad civil de quien lo invoca.
Pasamos a referirnos a cada uno de estos efectos:

1. Anulabilidad del contrato

Como indicamos en su oportunidad, la doctrina tradicional


distingue entre el error obstáculo y el error vicio. El primero eli-
mina totalmente el consentimiento y determina la inexistencia o
nulidad absoluta del contrato afectado por él; en cambio, el segundo
constituye un simple defecto de la voluntad que solamente vicia
el consentimiento y acarrea la nulidad relativa del contrato. Este

212
Cfr. CELICE, Raymond: op. cit. p.p. 109-110, especialmente, la nota 1 y la juris-
prudencia francesa allí citada.

121
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

criterio, como también dijimos, ha sido rechazado totalmente por


la doctrina moderna que sostiene que en uno y otro caso se produce
la anulabilidad del contrato que puede ser declarada a petición de la
parte que incurre en el error (supra, Cap. II, Nº III, 4).
Lo que ocurre es que en algunos supuestos de error obstáculo
(error en el negocio y error en el objeto) los dos contratantes sufren
el error en cuyo caso ambos pueden ejercitar la acción de anula-
bilidad. Pero como la nulidad no se establece para salvaguardar
el orden público sino siempre en protección de los intereses del
errans, no hay razón para considerar que estos casos acarrean como
consecuencia la nulidad absoluta del contrato.
De allí que tanto en los casos de error obstáculo como en los
supuestos de error vicio la consecuencia que se produce es la anu-
labilidad del contrato. Se trata pues, en todo caso, de una acción de
nulidad relativa y la acción respectiva está sometida a un lapso de
prescripción de cinco años contados a partir del momento en que
se descubra el error (Código Civil, artículo 1346).
El error puede invocarse por vía de acción o de excepción, sólo
por la parte que ha incurrido en él, o por sus herederos y causaha-
bientes, nunca por otros; se concede pues sólo en favor de quien
sufre el error. El artículo 1146 es absolutamente claro al respecto.
Si, por ejemplo, A ofrece una mercancía a 159 Bs. por unidad (por
error respecto a su cotización, que en el mercado es 169 Bs.) y B
acepta, descubierto después el error, A podrá impugnar el contrato,
pero no podrá hacerlo B aunque le convenga, por ejemplo, por una
baja repentina de la cotización a149 Bs.
Además, se requiere que el interés de la víctima del error sub-
sista en el momento de ejercitar la acción de nulidad (arg. ex art.
16 del Código de Procedimiento Civil). Por ejemplo, si A compra
un fundo afectado por un decreto de expropiación que ignoraba,
si en el momento en que ejercite la acción de anulación ha des-
aparecido la amenaza de expropiación, el comprador deja de tener

122
EL ERROR

un interés legítimo en dicha anulación y ésta debe, por tanto, ser


desestimada213.
La nulidad puede ser total o parcial según que el error haya
inducido al contratante a consentir en la totalidad del contrato o
solamente en una parte de sus cláusulas214.
La nulidad también puede ser parcial en algunos casos de error
(obstáculo o vicio) sobre la cantidad (error in quantitate) como,
por ejemplo, cuando el vendedor quiere vender una cosa por 1.000
Bs. y el comprador también quiere comprarla por 1.000 Bs, pero
por error dice o escribe que paga por ella un precio de 2.000 Bs:
la compra-venta puede anularse parcialmente y subsistir por 1.000
Bs. Cabe anotar, sin embargo, que la máxima de que en lo más está
comprendido lo menos no es aplicable en todos los casos. Sólo tie-
ne aplicación en casos como el descrito donde el deudor pretenda
dar todo lo que el acreedor deseaba recibir y, por error, de más215.
Pero el aforismo in eo quod plus est inest minus no se aplica en
los contratos en los cuales, por la relación que deba existir entre la
prestación y la contraprestación, es necesario que ambas partes se
hayan referido a la misma cantidad y si no lo hacen por el efecto
del error in quantitate en que incurra alguno de los contratantes,
el contrato es anulable y no subsiste por la cantidad menor por la
sencilla razón de que, en tal caso, el querer la cantidad mayor no
implica querer la menor216. Por ejemplo, si el comprador quería
comprar algo por 500 Bs. y por error dice que la quiere comprar por
1.000 Bs. y el vendedor acepta, la venta no será válida por 500 Bs,

213
En la doctrina española, Federico de Castro sostiene este criterio criticando una
sentencia del tribunal supremo español que decidió lo contrario (DE CASTRO Y
BRAVO, Federico: op. cit. p. 115).
214
Cfr. WEILL, Alex: op. cit. p. 192, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia
francesa allí citada.
215
Cfr. COVIELLO Nicolás: op. cit. p.p. 426-427.
216
Cfr. MESSINEO, Francisco: Manual de Derecho… cit. Vol. II. p.p. 435-436.

123
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

puesto que la cifra menor querida en este caso por el comprador


no lo fue nunca por el vendedor. Por lo cual, el vendedor no puede
quedar obligado a conformarse con 500 Bs.
No se puede renunciar anticipadamente a ejercer la acción de
anulación del contrato por error ya que las normas de protección
del consentimiento son de carácter imperativo y su aplicación no
puede ser excluida por la voluntad de los particulares217. Pero, la
víctima puede confirmar el contrato después que haya descubierto
el error. La confirmación puede ser expresa o tácita y debe prove-
nir de una voluntad que no se encuentre viciada por el error u otra
causa. La confirmación o convalidación del contrato nulo impide
ejercer la acción u oponer la excepción de nulidad relativa (Código
Civil, artículo 1351)218.
Por último, como ya dijimos, para la procedencia de la acción
de anulación por error no se requiere que quien incurre en él haya
sufrido un daño. Basta con que la voluntad del errans esté viciada,

217
Cfr. URDANETA FONTIVEROS, Enrique: op. cit. p. 42. Cabe anotar, sin em-
bargo, que un sector de la doctrina extranjera admite, en virtud del principio de
la autonomía de la voluntad, la validez de los pactos que distribuyen el riesgo del
error entre los contratantes, criterio éste que consagra expresamente el artículo 3.19
de los Principios de Unidroit sobre los Contratos Comerciales Internacionales
(infra, Cap. II, Nº IX, 2). La autonomía privada, sin embargo, no podrá traspasar
los límites de la culpa ni contradecir las normas legales de carácter imperativo, en
particular, las normas sobre protección de consumidores y usuarios (arg. ex arts.
6º del Código Civil y 2º de la Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso de
los Bienes y Servicios).
218
De acuerdo con la jurisprudencia de nuestros tribunales “la recepción de la mer-
cancía por la actora, el uso de la misma, y el cumplimiento del pago no implican
convalidación del error sino cumplimiento de sus deberes como deudor.” Cabe
hacer notar, sin embargo, que en el caso concreto si bien el pago se había efectuado
después del accidente que le permitió al actor descubrir el error, el tribunal consideró
particularmente relevante la circunstancia de que dicho pago había sido efectuado en
razón de letras de cambio no causadas, cuyo pago era exigible independientemente
de la operación celebrada. Al respecto, véase: Sentencia del 09-12-81 en Ramírez
& Garay. Tomo XLI. p.p. 83-84.

124
EL ERROR

independientemente de que su patrimonio experimente o no un daño


como consecuencia del error (supra, Cap. II, Nº V, in fine).

2. El co-contratante de la víctima del error puede


rectificar el contrato subsanando el error

Como ya indicamos anteriormente, el error jurídicamente re-


levante produce como consecuencia la anulabilidad del contrato.
El Código Civil venezolano de 1922 siguiendo la orientación del
antiguo Código Civil italiano de 1865 concedía al errans la fa-
cultad de pedir la anulación del contrato quedando su contraparte
contractual obligada a soportar los efectos de dicha anulación. En
cambio, el Código Civil de 1942, siguiendo el modelo adoptado por
el Código suizo de las Obligaciones, le concede al co-contratante de
la víctima del error la posibilidad de enervar la acción de anulación
y mantener la vigencia del contrato viciado por error, mediante el
instituto de la rectificación.
En tal sentido, según el artículo 1149 (segundo párrafo) del
Código Civil: “no procederá la nulidad por error, si antes de de-
ducirse la acción o hasta el acto de la contestación de la demanda,
la otra parte ofrece ejecutar su prestación subsanando el error sin
perjuicios para el otro contratante”. De donde resulta que el contrato
no puede impugnarse por error cuando el co-contratante del sujeto
que en él incurra ofrezca mantener el contrato como si no hubiese
habido error, sin perjuicio para el otro contratante219.

219
Es la misma solución prevista en el artículo 1432 del Código Civil italiano de
1942 según el cual: “la parte que incurrió en error no podrá pedir la anulación
del contrato si antes que a ella le pudiese resultar un perjuicio, la otra ofreciera
cumplirlo de modo conforme al contenido y a las modalidades del contrato que
aquélla quiso concluir.” Es igualmente la solución que contempla el artículo 25
del Código suizo de las Obligaciones que dice así: “1) La parte que es víctima de
un error no puede prevalerse de él de una manera contraria a las reglas de la buena

125
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Dicho en otros términos, la parte que incurrió en error no puede


pedir la anulación del contrato si antes que a ella le pudiese resultar
un perjuicio, la otra ofreciera cumplirlo de modo conforme al con-
tenido y a las modalidades del contrato que aquélla quiso concluir.
Por ejemplo, si A queriendo comprarle una casa a B por un millón
de dólares se equivoca y declara comprarla por un millón de euros
(error en la declaración), no podrá A invocar su error para atacar el
contrato si B accede a recibir el millón de dólares como precio de la
venta. De la misma manera, si A aceptó comprar barata una pieza de
seda creyéndola natural, si luego resulta que la misma es artificial,
no podrá impugnar el contrato por error si el vendedor accede a
entregarle por el mismo precio una pieza de seda natural.
La solución legal se explica porque la víctima del error carece
de interés legítimo en la anulación si su contraparte le ofrece rec-
tificar el contrato subsanando el error (principio de conservación
del contrato). Además, rechazar esta oferta de rectificación sería
contrario a la buena fe220.
La doctrina admite que si la oferta de rectificación del con-
trato no es adecuada para subsanar el error, o si siéndolo no fuere
cumplida por el demandado, el errans puede proponer de nuevo
la acción de nulidad221.
La rectificación prevista en el artículo 1149 es un negocio
jurídico unilateral recepticio222 que sólo puede provenir de la

fe. 2). Ésta permanece vinculada por el contrato en los términos en que entendió
haberlo celebrado, si su contraparte manifiesta estar dispuesta a cumplirlo.”
220
Cfr. PIETROBON, Vittorino: Errore, volontà… cit. p. 232; STOLFI, Giuseppe: op.
cit. p.p. 136-137.
221
Al respecto, véase: MESSINEO, Francesco: Doctrina General… cit. p. 137. En la
doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 176;
MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.p.
640-642; BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 78.
222
El negocio jurídico unilateral recepticio es aquel negocio que está dirigido a un
destinatario determinado y, por tanto, sólo existe jurídicamente cuando llega a
conocimiento del destinatario.

126
EL ERROR

contraparte contractual de la víctima del error223. No requiere la


aceptación del otro contratante; en efecto, éste no tiene facultad
alguna para hacer que su decisión se pronuncie en uno u otro senti-
do224. Corresponde únicamente a quien contrató con la parte que se
equivoca determinar sí desea o no rectificar el contrato subsanando
el error.
Desde luego, para que pueda mantenerse la subsistencia del
contrato, se requiere que el mismo se ajuste al contenido y a las
modalidades bajo las cuales la parte equivocada pretendió contra-
tar. En caso contrario no podría hablarse de rectificación sino de
una nueva oferta de contrato que una vez aceptada hará surgir un
contrato ex novo en sustitución del contrato viciado previamente
celebrado225.
De acuerdo con el texto legal, para la procedencia de la rectifi-
cación se requiere que la misma se produzca sin perjuicios para la
víctima del error y que se ejercite antes del acto de la contestación
de la demanda de nulidad.
Por último, la doctrina admite que la rectificación procede
tanto en el caso de error obstáculo como en el supuesto de error
propiamente dicho (error vicio)226.

223
Cfr. ROPPO, Enzo: op. cit. p. 854.
224
Cfr. ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 202.
225
Cfr. PIETROBON, Vittorino: Errore, volontà… cit. p. 237. A nuestro modo de ver,
por lo expuesto en el texto, la segunda parte del artículo 1149 es inaplicable en el
caso de error in persona, puesto que la rectificación se produce de acuerdo con
esta disposición si “la otra parte ofrece ejecutar su prestación subsanando el error”.
Ningún efecto puede tener la rectificación que una persona quisiera hacer de un acto
que el errans no quiso realizar con esa persona. Desde luego, esto no impide que la
oferta de rectificación proveniente del co-contratante del errans, una vez aceptada
por este último, de lugar al nacimiento de un contrato distinto entre ellos, el cual no
tendrá nada que ver con el erróneamente celebrado sino que será un acto ex novo.
Cfr. STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 136, especialmente, la nota 1.
226
Al respecto, véase: ROSSELLO, Carlo: op. cit. p. 203, especialmente, la nota 17 y la
jurisprudencia italiana allí citada; SANTORO PASSARELLI, Francesco: Doctrinas

127
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

3. Responsabilidad civil de quien invoca el error

La anulación del contrato puede traer consigo una responsabi-


lidad civil a cargo del que yerra, cuando dicha anulación le causa
un daño a su co-contratante. El artículo 1149 del Código Civil es-
tablece, en tal sentido, que quien invoque su error para solicitar la
anulación del contrato está obligado a indemnizar al otro contratante
los daños y perjuicios que le cause la invalidez de la convención, si
el error proviene de su propia falta y la otra parte no lo ha conocido
ni podido conocer.
Por consiguiente, si el error obedeció a la culpa de quien se
equivocó, siempre y cuando no se trate de un error inexcusable de
su parte, este último puede ser condenado al pago de daños y per-
juicios en beneficio de la otra parte contratante quien está obligada
a sufrir la anulación a causa del error227.
Se ha discutido acerca del fundamento de esta responsabilidad.
Unas veces se ha opinado que esta responsabilidad tiene carác-
ter contractual228. Se argumenta en tal sentido que quien contrata

Generales… cit. p. 193; PIETROBON, Vittorino: loc. cit. p. 233; CARIOTA-FE-


RRARA, Luigi: op. cit. p. 516.
227
Esta misma solución está consagrada en el párrafo 122 del Código Civil alemán
(B.G.B.) según el cual: “1. Si una declaración de voluntad es nula conforme al §
118 o está rescindida de acuerdo con los §§ 119 y 120, el declarante, indemnizará,
si se exigió que la declaración fuera hecha a otra parte, a dicha parte, o a cualquier
tercero, por el daño que ésta o el tercero hayan sufrido al confiar en la validez de la
declaración, sin exceder, sin embargo, de la cuantía del interés que ésta o el tercero
tuvieran en la validez de la declaración. 2. La obligación de compensar no surge si
la parte dañada conocía el fundamento para la nulidad o la rescisión o si no lo sabía
debido a negligencia (debería haberlo conocido).” En el mismo sentido, el artículo
26 del Código suizo de las Obligaciones dice así: “La parte que invoca su error para
sustraerse al efecto del contrato debe reparar el daño resultante de la invalidez de
la convención si el error proviene de su propia falta, a menos que la otra parte no
haya conocido o debido conocer el error.”
228
Ihering desarrolló, en tal sentido, la teoría de la “culpa in contrahendo”. Al respecto,
véase: PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p.p. 450; DE PAGE,
Henri: op. cit. Tome II. p.p. 516-517.

128
EL ERROR

está obligado a garantizar a la otra parte la validez del contrato.


Por consiguiente, la falta de quien incurre en error resulta del mero
hecho de haberse descuidado en asegurarse que ningún obstáculo se
opondría a la validez del contrato. Su responsabilidad es contractual
y la parte perjudicada por la invalidez del contrato no tiene que
probar la culpa de la víctima del error. Al ser la parte por cuya causa
el contrato es anulable, su co-contratante puede exigirle siempre el
pago de los daños y perjuicios.
La doctrina moderna rechaza esta fundamentación y sostiene
que la responsabilidad del errans de pagar tales daños y perjuicios
tiene carácter extracontractual229. En efecto, la responsabilidad
civil derivada de la declaración de nulidad por error no puede ser
contractual, puesto que el efecto principal de la anulación es hacer
desaparecer el contrato. Al desaparecer el contrato del mundo del
derecho en razón de la declaración de nulidad, la responsabilidad
civil de quien dio lugar a dicha nulidad no puede tener origen
contractual sino que se fundamenta en el artículo 1185 del Código
Civil y proviene de la culpa del que yerra. Por consiguiente, el otro
contratante para obtener el resarcimiento de los daños y perjuicios
debe demostrar no solamente el perjuicio sufrido sino, además, la
culpa de quien incurrió en el error que sirvió de base a la invalidez
del contrato. Se trata, pues, de una responsabilidad extracontractual
ya que el contrato es nulo.

229
DE PAGE, Henri: op. cit. Tome II. p. 520; GHESTIN, Jacques: Traité… cit. p.p.
525-526 y 1087. En la doctrina nacional, véase: LÓPEZ HERRERA, Francisco: op.
cit. p.p. 210-212; LUPINI BIANCHI, Luciano: “La responsabilidad precontractual
en Venezuela” en Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal. Nº 149.
Caracas, 1992. p.p. 107-109; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE,
Emilio: op. cit. Tomo II. p. 642; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit.
p. 374; SANSÓ, Benito: “El problema del cúmulo de la responsabilidad contrac-
tual y extracontractual” en Estudios Jurídicos. Universidad Central de Venezuela.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Instituto de Derecho Privado. Caracas,
1984. p. 19.

129
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De allí que si el que se equivocó actuó con la debida diligen-


cia y no obstante incurrió en el error, no puede de ningún modo
quedar obligado al resarcimiento de los daños y perjuicios sufridos
por su contraparte contractual230. Además, esto concuerda con el
texto del artículo 1149 del Código Civil según el cual para que la
parte que invoca el error deba pagar los daños y perjuicios que la
anulación del contrato le ocasione a su contraparte contractual, se
requiere que esta última demuestre que el error obedeció a la culpa
de aquélla. Esto es, dicha anulación dará lugar al pago de los daños
y perjuicios cuando quien se equivocó actuó culposamente, pero
no cuando no lo haya hecho.
Si ambos contratantes actuaron culposamente tampoco cabe
condena en daños y perjuicios pues debe aplicarse el principio de
la compensación de faltas (Código Civil, artículo 1189)231.
En conclusión, solamente el co-contratante de la víctima del
error que no conoció ni podía conocer el error culposo en que in-
currió esta última, tendrá derecho a obtener la indemnización de
los daños y perjuicios que le cause la invalidez del contrato.
Por lo que respecta al quantum de la indemnización, el co-
contratante de la víctima del error tendrá derecho a reclamar los
daños y perjuicios que le cause la anulación del contrato, esto es,
las pérdidas y gastos ocasionados de forma tal que se la coloque en
la misma posición en que se encontraba antes de haber celebrado
el contrato (interés contractual negativo). La indemnización no
comprende, por el contrario, el interés contractual positivo, es decir,
no tiene que situarse al contratante de la parte que se equivoca en
la situación en que se encontraría de haberse dado cumplimiento
al contrato, si éste fuese válido232.

230
Cfr. DE PAGE, Henri: loc. cit.
231
Cfr. MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.
212; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 374.
232
La doctrina es conteste al respecto. Por todos, en la doctrina francesa, véase: GHE-
STIN, Jacques: Traité… cit. p. 1088. En la doctrina italiana, véase: TRABUCCHI,

130
EL ERROR

Por último, a nuestro modo de ver, la víctima no culpable


del error puede exigirle a su co-contratante la indemnización de
los daños y perjuicios derivados de la nulidad del contrato, si el
error fue consecuencia de la culpa (imprudencia o negligencia)
de este último233. Desde luego, si el error fue provocado por la
culpa intencional (dolo) del otro contratante, se aplican los prin-
cipios del dolo y éste quedará igualmente obligado a pagarle a
la víctima del engaño los daños y perjuicios que le ocasione la
invalidez del contrato234.

IX. EL ERROR SEGÚN LOS PRINCIPIOS DE UNIDROIT

1. Introducción

Los Principios sobre los Contratos Comerciales Internaciona-


les o Principios de Unidroit235 son reglas generales que se aplican

Alberto: op. cit. p. 672. En la doctrina nacional, véase, MÉLICH-ORSINI, José:


loc. cit. p.p. 175-176 y 374.
233
Alternativamente, puede –si así lo desea– limitarse a reclamarle a su contraparte
contractual los daños y perjuicios experimentados como consecuencia del error pro-
vocado por la actuación culposa de esta última, sin pedir la anulación del contrato.
234
Cfr. LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 264, especialmente, la nota 155;
TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 234, espe-
cialmente, la nota 1 y la jurisprudencia francesa allí citada.
235
Los Principios de Unidroit son los principios o reglas generales sobre los contratos
comerciales internacionales preparados por el Instituto Internacional para la Uni-
ficación del Derecho Privado (“Unidroit”) en 1994 y ampliados, posteriormente,
en 2004. Persiguen la unificación o armonización del derecho aplicable a la con-
tratación mercantil internacional y sirven como modelo para la legislación en el
campo nacional e internacional. El texto de estos principios puede consultarse en
idioma español en la página web: www.unidroit.org. Los comentarios oficiales a
estos principios están disponibles en los idiomas inglés y francés en la página web:
www.unidroit.org/english/principales/civilprocedure/main. Los ejemplos utilizados
en esta sección han sido tomados de los comentarios oficiales a los artículos 3.5

131
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

cuando las partes han convenido en someter el contrato a sus dispo-


siciones. También pueden aplicarse cuando las partes han acordado
que su contrato se rija por “los principios generales del derecho”,
la “lex mercatoria” o expresiones semejantes. Cada vez es más
frecuente en la contratación internacional que las partes convengan
en que el contrato se rija por estos principios. Además, según un
sector de la doctrina nacional, la remisión que hacen los artículos
29 y 31 de la Ley de Derecho Internacional Privado236 a los princi-
pios del Derecho Comercial Internacional incluye la aplicación de
los Principios de Unidroit. Por lo cual, de seguirse este criterio, en
Venezuela estos principios serían aplicables, como complemento de
las normas legales venezolanas, a todos los contratos comerciales
internacionales, independientemente de que las partes hayan con-
venido o no en que su contrato se rija por dichos principios237.

y 3.16 de los Principios de Unidroit. En la doctrina nacional, en relación con los


Principios de Unidroit, véase: RODNER, James Otis: “Los Principios de Unidroit.
Su aplicación en Venezuela y en el Arbitraje Internacional” en Arbitraje comercial
interno e internacional. Reflexiones teóricas y experiencias prácticas. Academia de
Ciencias Políticas y Sociales. Serie Eventos. Nº 18. Caracas, 2005. p.p. 147 y ss.;
MARTÍNEZ, Jaime: “Anotaciones sobre los Principios de Unidroit” en Revista de
la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello. Nº 51. Caracas,
1997. p.p. 199 y ss.
236
La Ley de Derecho Internacional Privado fue publicada en la Gaceta Oficial Nº
36.511 de fecha 6 de agosto de 1998. Los artículos 29 y 31 de esta ley dicen tex-
tualmente: “Las obligaciones convencionales se rigen por el Derecho indicado por
las partes.” (Artículo 29). “Además de lo dispuesto en los artículos anteriores, se
aplicarán, cuando corresponda, las normas, las costumbres y los principios del De-
recho Comercial Internacional, así como los usos y prácticas comerciales de general
aceptación, con la finalidad de realizar las exigencias impuestas por la justicia y la
equidad en la solución del caso concreto.” (Artículo 31).
237
Sin embargo, cuando las partes de un contrato comercial internacional han conve-
nido expresamente en la aplicación de la ley sustantiva venezolana, esto de por sí
excluye la aplicación de cualquier otro ordenamiento distinto del Derecho sustantivo
venezolano, así se trate de una ley extranjera, la lex mercatoria o los principios de
UNIDROIT. Así lo dejó establecido la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara
de Comercio Internacional en el laudo dictado el 21 de marzo de 2007 en el caso

132
EL ERROR

2. La configuración del error como causa de anulación


del contrato

Los Principios de Unidroit consagran que la parte que incurrió


en un error en el momento de la celebración del contrato puede ob-
tener la anulabilidad del contrato. Pero no todo error en que incurra
un sujeto de derecho al contratar produce esa consecuencia. Los
Principios establecen las condiciones que debe reunir el error para
invalidar el consentimiento y producir sus efectos propios.
La regulación del error que traen los Principios busca armo-
nizar el interés de la víctima del error con el interés que suscita la
confianza en la declaración.
Conviene tener en cuenta que las disposiciones sobre el error
que contienen los Principios de Unidroit y a las cuales nos referi-
remos en esta sección son supletorias de la voluntad de las partes
(artículo 3.19). Por lo cual, ellas pueden pactar en los contratos
comerciales internacionales que celebren la inclusión de otros re-
quisitos para la relevancia jurídica del error. Ellas también pueden
convenir en que una de las partes o ambas asuman el riesgo de la
ocurrencia del error, o en fin acordar que el error en que puedan
incurrir no será causa de anulación del contrato238.

2.1. Error de hecho y error de derecho

Según el artículo 3.4 de los Principios “el error consiste en


una concepción equivocada sobre los hechos o sobre el derecho
existente al momento en que se celebró el contrato”.

Enel Trade S.P.A. contra Bitúmenes de Orinoco S.A. (Caso Nº 13750/CCO. ¶365,
p. 80). (Consultado en original).
238
Al respecto, véase: Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 1 al artículo 3.19
en Principes d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut
International pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 121.

133
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Esta disposición, además de contener una definición del


error, consagra la clásica distinción entre error de hecho y error
de derecho, equiparándolos en sus efectos. Esta equiparación está
plenamente justificada en el ámbito de la contratación comercial
internacional, en donde al menos una parte de las normas apli-
cables proviene de ordenamientos extranjeros con los cuales las
partes, o al menos una de ellas, probablemente no se encuentren
familiarizados.
De acuerdo con la precitada disposición, el error debe versar
sobre una circunstancia de hecho o de derecho existente en el
momento de la celebración del contrato. Por lo cual, el régimen
previsto en los Principios no se aplica al error que recaiga sobre
un suceso acaecido después de celebrado el contrato239.
Cabe anotar, sin embargo, que según lo dispuesto en el artículo
3.7, aun existiendo el error de hecho o de derecho en el momento
del contrato, no se aplica el régimen de los Principios sobre el
error, cuando la parte equivocada tiene o podía haber tenido a su
disposición acciones por incumplimiento del contrato240.

239
El error que verse sobre un hecho futuro no es pues relevante a los fines de la anu-
lación del contrato por error. Pero el mismo puede ser relevante a los efectos de la
configuración de un supuesto de excesiva onerosidad (hardship) según lo dispuesto
en el artículo 6.2.2. de los Principios. Por otra parte, la excesiva onerosidad no
requiere que los eventos que alteren el equilibrio del contrato ocurran siempre con
posterioridad a la fecha de la celebración del contrato. El artículo 6.2.2. (literal a)
comprende también eventos que sólo llegan a ser conocidos por la parte en desventaja
después de la celebración del contrato, a pesar de que los mismos ya hayan ocurrido
al momento del contrato. De ahí que el supuesto de hecho del artículo 6.2.2. coin-
cide, si bien parcialmente, con el del artículo 3.4 en cuyo caso el interesado puede
escoger entre reclamar la renegociación del contrato por excesiva onerosidad de
acuerdo con lo previsto en el artículo 6.2.3., o hacer valer la anulación por error ex
artículo 3.13 y siguientes de los Principios. Cfr. KRAMER, Ernst A.: “Contractual
Validity According to the Unidroit Principles” en European Journal of Law Reform
Nº 3. 1988-1999. p. 277, especialmente, la nota 37.
240
Cuando el error se refiere a las cualidades de la cosa objeto del contrato, la ausencia
de las cualidades presupuestas en ella puede ser considerada como un incumplimiento

134
EL ERROR

2.2. Requisitos del error

a) Introducción

Los Principios de Unidroit establecen los requisitos que deben


concurrir para que el error de lugar a la anulación del contrato,
así como las causas de exclusión de la relevancia del error. En tal
sentido el artículo 3.5 dice textualmente:

“(1) Una parte puede anular un contrato a causa de error si al


momento de su celebración el error fue de tal importancia que
una persona razonable, en la misma situación de la persona que
cometió el error, no habría contratado o lo habría hecho en tér-
minos sustancialmente diferentes en caso de haber conocido a la
realidad de las cosas, y;
(a) la otra parte incurrió en el mismo error, o lo causó, o lo conoció
o lo debió haber conocido y dejar a la otra parte en el error resultaba
contrario a los criterios comerciales razonables de lealtad negocial;
o
(b) en el momento de anular el contrato, la otra parte no había
actuado aún razonablemente de conformidad con el contrato.
(2) No obstante, una parte no puede anular un contrato si:
(a) ha incurrido en culpa grave al cometer el error; o
(b) el error versa sobre una materia en la cual la parte equivoca-
da ha asumido el riesgo del error o, tomando en consideración
las circunstancias del caso, dicha parte debe soportar dicho
riesgo.”

por falta de conformidad de la cosa. Hay entonces un supuesto de concurrencia de


pretensiones distintas: error e incumplimiento. Ambas pretensiones, como es bien
sabido, tienen contenido distinto, presentan particularidades diversas en cuanto a
su ejercicio y obligan a las partes a distintas prestaciones. Al respecto, véase lo que
expongo en mi libro Vicios Redhibitorios… cit. p.p. 9-12. De acuerdo con lo dispuesto
en el artículo 3.7, los Principios hacen prevalecer el régimen del incumplimiento
sobre el del error.

135
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De donde resulta que el error para producir la anulación del


contrato debe ser grave (error determinante). Pero no basta con
este requisito ya que para que el error sea jurídicamente relevante
deben concurrir otros requisitos relativos al co-contratante de la
víctima del error. Por último, esta disposición consagra los casos en
los cuales la parte que incurrió en error no puede anular el contrato
(causas de exclusión de la relevancia del error).

b) La gravedad del error

El error se considera grave cuando una persona razonable en


la misma situación, no habría celebrado el contrato o lo hubiera
hecho en términos sustancialmente distintos si hubiera conocido
la realidad de las cosas. Se atiende pues a criterios objetivos de
razonabilidad para establecer la gravedad del error y admitir su
relevancia.
De acuerdo con los Principios, la gravedad del error no depen-
de de que éste recaiga sobre los elementos esenciales del contrato.
El error puede versar sobre cualquier circunstancia que haya sido
determinante para contratar, pero no se tiene en cuenta si las partes
del contrato otorgaron realmente carácter esencial a la circunstancia
sobre la que recae el error, sino si una persona razonable lo hubiera
hecho. Si dicha persona no hubiera celebrado ningún contrato, o de
haberlo hecho, hubiere estipulado cláusulas sustancialmente diferen-
tes, entonces, y sólo entonces, el error será considerado grave241.
Para la configuración del carácter determinante del error
se requiere que de haberse celebrado el contrato se lo hubiese
hecho en términos sustancialmente diferentes. Por lo cual, no

241
Al respecto, véase: Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 1 al artículo 3.5
en Principes d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut
International pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p.p. 102-103.

136
EL ERROR

toda modificación a las condiciones del contrato, por pequeña que


sea, que hubiese introducido una persona razonable de no haber
incurrido en el error, determina que el error revista la gravedad
requerida para invalidar el consentimiento y producir la anulación
del contrato. En el Comentario Oficial Nº 1 al artículo 3.5 se indica
que, en la generalidad de los casos, ciertos errores tales como los
que versan sobre el valor de los bienes o servicios o las meras ex-
pectativas o propósitos de la parte que ha incurrido en error, no se
consideran relevantes en las operaciones mercantiles. Respecto del
error in persona, se considera que sólo será determinante cuando
medien circunstancias especiales como, por ejemplo, cuando se
trata de la prestación de servicios que requieren de ciertas cuali-
dades especiales, o cuando se otorga un préstamo con base en la
solvencia de quien lo toma.

c) Requisitos referentes a la contraparte de quien


ha incurrido en el error

Como dijimos en su oportunidad, la protección del interés de la


confianza suscitada por la declaración de la parte que se equivoca
exige que no todo error, aunque sea grave, produzca la anulación
del contrato. Los Principios refuerzan la protección del interés de la
confianza exigiendo, para que el error sea jurídicamente relevante,
que ambas partes hayan incurrido en el mismo error (error común),
que el error sea causado por el otro contratante (error provocado),
o que sea para él cognoscible (error recognoscible), o que en el
momento de anular el contrato éste no haya actuado todavía de
conformidad con el contrato.
Se trata de requisitos alternativos. De allí que la parte que
incurre en un error grave puede anular el contrato si se satisface
cualquiera de los cuatro requisitos antes indicados. Pero no es
necesario que concurran todos ellos. El texto del artículo 3.5 es
absolutamente claro al respecto.

137
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

c-1) Error común

El primer requisito es que ambas partes incurran en el mis-


mo error242 como, por ejemplo, cuando al celebrar un contrato de
compra-venta de un automóvil deportivo, A y B no tenían conoci-
miento –y no podrían haberlo tenido– de que en ese momento el
automóvil había sido robado. En este caso es admisible la anulación
del contrato.

c-2) Error provocado

El segundo requisito es que el error de la parte equivocada


sea causado por la otra parte. El error es causado por o imputable
a la otra parte cuando ha sido provocado por información inexacta
suministrada por dicha otra parte.
Ahora bien, provocar el error no implica, necesariamente,
dolo . Comete dolo el contratante que conscientemente suministra
243

al otro información inexacta con el propósito de engañarlo (art. 3.8).


Pero puede ocurrir que el co-contratante de la víctima del error le
suministre dicha información sin conciencia de la inexactitud de

242
En el mismo sentido, de acuerdo con el Código Civil holandés, existe error común
“si la otra parte, al celebrar el contrato, se ha fundado en la misma creencia inexacta
que la parte que ha cometido el error”. (art. 6.228 1.c). Para un examen, desde el
punto de vista del Derecho comparado, del tratamiento del error en el Código Civil
holandés, véase: VAN ROSSUM, H.: “Defects in consent and capacity in contract
law” en Toward a European Civil Code. Hartkam et al. (eds), 1994. p.p. 147 y ss.
243
En el Derecho inglés la relevancia del error provocado se relaciona con la figura de
la misrepresentation que deriva de un principio de equidad (equity) que presupone
que el demandado sea responsable del error en que incurre su co-contratante. En
el Derecho inglés se distingue entre innocent misrepresentation y fraudulent mis-
representation. Al respecto, véase ATIYAH, P.S.: op. cit p.p. 257 y ss. Asimismo,
véase DAVID, R.: Les contrats en droit anglais, 1973 Nos 215-257 (citado por
MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit.
p. 243).

138
EL ERROR

la misma, o incluso teniendo buenas razones para pensar en su


veracidad como, por ejemplo, cuando existe un informe técnico
que avala la corrección de la información suministrada. En este
caso, la información transmitida produce error en la parte que se
equivoca y este error, por ser provocado por el otro contratante,
es relevante.
Cuando el error ha sido provocado por la otra parte, aunque
sin intención dolosa, pierde justificación la protección del interés
de la confianza de esa parte y, en cambio, hay que proteger la con-
fianza generada en el contratante que ha sido inducido a error. Se
explica así que este último pueda invocar esta circunstancia para
anular el contrato244.
Por último, de acuerdo con el artículo 3.11 de los Principios,
se asimila al error imputable al co-contratante de la parte que se
equivoca, el error imputable a un tercero por cuyos actos sea res-
ponsable dicho co-contratante.

c-3) Error recognoscible

La tercera condición para que un error determinante sea jurí-


dicamente relevante se refiere al conocimiento o recognoscibilidad
del mismo por el otro contratante, siendo contrario a criterios
razonables de lealtad comercial dejar que permanezca en error la
parte que lo padece.
Por consiguiente, cada contratante tiene la obligación de
deshacer el error del otro en la medida en que lo conoció o debió
haberlo conocido245, para lo cual ha de transmitirle la información

244
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel: “Los vicios de la voluntad en los
principios del derecho europeo de los contratos” en La modernización del derecho
de obligaciones. Editorial Aranzadi. Navarra, 2006. p. 298.
245
Esta regla está prevista en diferentes ordenamientos europeos. Así, el párrafo 871
del Código Civil austríaco establece que la cognoscibilidad significa que el error,
en esas circunstancias, debía ser patente al otro contratante. En el mismo sentido,

139
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de que dispone; pero con ciertos límites. Los Principios para fijar
estos límites remiten a los criterios comerciales razonables de
lealtad negocial.
Por último, de acuerdo con el artículo 3.11 de los Principios,
se asimila al error conocido o recognoscible por el co-contratante
de la parte que se equivoca, el error conocido o que debió haber
sido conocido por un tercero por cuyos actos sea responsable dicho
co-contratante.

c-4) Se requiere que el co-contratante de la parte


equivocada no haya actuado aún
de conformidad con el contrato

La cuarta condición que establecen los Principios es que la


otra parte no haya actuado razonablemente, hasta el momento de
anularse el contrato, con base en lo dispuesto en dicho contrato.
Por consiguiente, aunque no concurra ninguna de las circunstancias
antes mencionadas, podrá anularse el contrato si la contraparte no
había actuado de conformidad con el contrato. De acuerdo con
los Principios, en este supuesto el derecho de la parte que se ha
equivocado a anular el contrato prevalece sobre el interés en la
conservación del negocio246.

el artículo 1.428 del Codice italiano de 1942 exige que el error, además de esencial,
sea recognoscible para el otro contratante. Es recognoscible, “cuando en relación al
contenido, a las circunstancias del contrato o a la cualidad de los contratantes, una
persona de normal diligencia hubiera podido descubrirlo” (art. 1.431).
246
En efecto, de acuerdo con el artículo 3.5 de los Principios, la posibilidad de anular
el contrato en este supuesto subsiste aun en aquellos casos en los cuales la buena
fe del co-contratante de la víctima del error es digna de la mayor protección por
no haber éste provocado el error de su contraparte ni haberlo conocido o debido
conocer. A nuestro modo de ver, desde el punto de vista de la seguridad del tráfico
jurídico, el riesgo del error en estos casos debería soportarlo la parte que se equivoca
y descartarse, por tanto, la anulación del contrato. Cfr. KRAMER, Ernst A.: op.
cit. p. 278. Por lo demás, esta última solución es la que consagra el artículo 4.103

140
EL ERROR

d) Causas de exclusión de la relevancia del error

El artículo 3.5 (2) de los Principios señala dos casos en los


cuales la parte equivocada no puede invocar su error para anular
el contrato. Se trata pues de causas de exclusión de la relevancia
del error referentes a la parte que yerra, o si se quiere, requisitos
consagrados en forma negativa en el sentido de que los Principios
exigen la ausencia de determinadas condiciones que de concurrir
impiden la invocación del error como causa de anulación del con-
trato. Estas causales de exclusión de la relevancia del error son:
1) la inexcusabilidad del error; y 2) la asunción del riesgo de la
ocurrencia del error por parte de quien se equivoca.

d-1) La inexcusabilidad del error

El error de un contratante, aunque reúna los requisitos ne-


cesarios para anular el contrato, no puede hacerse valer si en las
circunstancias en las que el mismo se produjo era inexcusable. Es
inexcusable el error, de acuerdo con los Principios, cuando se debe
a la culpa grave del contratante que lo padece.
En el conflicto de intereses que se presenta entre quien ex-
perimenta el error en el momento de la conclusión del contrato y
pretende desvincularse del mismo, y el otro contratante, que confió
en la validez del contrato, la inexcusabilidad del error justifica que
no se proteja el interés del que yerra sino el interés de la confianza

del Proyecto de Código Europeo de los Contratos del año 2000, conocido como
Proyecto Lando. En efecto, aun cuando las reglas del Proyecto Lando relativas a la
validez de los contratos siguen básicamente las directrices de la regulación conte-
nida en los Principios de Unidroit, ellas no contemplan la posibilidad de anular el
contrato por error por el solo hecho de que se haya descubierto el error antes de que
el co-contratante de la parte equivocada haya actuado confiando en la validez del
contrato. Al respecto, véase: LANDO, Ole y BEALE, Hugh: Principles of European
Contract Law prepared by the Commission on European Contract Law, 2000.

141
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

suscitada por la declaración. En esta hipótesis sería injusto para


la otra parte permitir que quien por su culpa grave incurrió en un
error burdo pudiera anular el contrato247.
De acuerdo con los Principios, el error es inexcusable si la parte
incurrió en él por culpa grave. Los Principios de Unidroit adoptan
pues el criterio de la culpa grave para apreciar la inexcusabilidad
del error248.
Por consiguiente, puede ser que la parte que haya incurrido en
culpa, haya sido negligente en el examen de las condiciones del
contrato y, sin embargo, ese error sea excusable. De ahí que para
valorar la relevancia del error hay que examinar la magnitud de la
culpa en la cual incurrió el contratante. Una culpa grave privará a
la parte de un contrato comercial internacional que se equivoca del
derecho de invocar su error para pedir la anulación del contrato. Una
culpa leve o levísima no le privará de ese derecho. De todo lo cual
resulta que, de acuerdo con los Principios, el interés de la persona
que padece el error es objeto de una especial protección.
A los efectos de valorar el carácter inexcusable del error, se
admite que la conducta del contratante que en él incurre debe
apreciarse tomando en cuenta, igualmente, la conducta del otro
contratante y lo que a éste le sea exigible conforme a la buena fe,
lo cual es especialmente importante en los casos en que el error
ha sido provocado por el otro contratante, o en los que éste lo co-
noció o debió conocerlo y no hizo lo que debía haber hecho para
desvanecerlo249.

247
Al respecto, véase: Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 3 al artículo 3.19
en Principes d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut
International pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 104.
248
Como dijimos en su oportunidad, de acuerdo con la doctrina nacional, en el mismo
sentido debe interpretarse el requisito de la excusabilidad de error que consagra el
artículo 1146 del Código Civil venezolano (supra, Cap. II, Nº V, 2.3).
249
Al respecto, véase: MORALES MORENO, Antonio Manuel: Los vicios de la vo-
luntad… cit. p. 306.

142
EL ERROR

d-2) La asunción del riesgo del error por la parte


que incurre en él

De acuerdo con los Principios, la parte que experimenta el


error tampoco podrá anular el contrato si asumió el riesgo de su
ocurrencia, o si en vista de la circunstancias, debe soportar dicho
riesgo250. Esta situación se presenta con frecuencia en los contratos
de especulación como, por ejemplo, aquellos que implican expec-
tativas relativas a precios, tasas de interés o tipos de cambio.
En un contrato comercial internacional una parte puede asumir
el riesgo de que ciertos hechos que da por ciertos no se produzcan
en cuyo caso no podrá anular el contrato invocando su error. El
Comentario Oficial Nº 3 al artículo 3.5 de los Principios trae el
siguiente ejemplo de asunción del riesgo del error: A vende a B una
pintura “atribuida” a C, un pintor relativamente desconocido, por un
precio justo para dichas pinturas. Posteriormente se descubre que
dicha obra fue pintada por el famoso pintor D. A no puede anular el
contrato con B con base en un supuesto error, por cuanto al indicarse
que la pintura era tan solo “atribuida” a C, ello implicaba, el riesgo
de que hubiese sido pintada por un pintor más famoso.
Quien asume el riesgo de que el error se produzca no tiene
pues la facultad de anular el contrato si se produce el error. El ries-
go del error puede quedar atribuido al contratante que lo padece,
en virtud de un pacto de los contratantes, o también de acuerdo
con los usos del comercio internacional. Igualmente es posible
tomar en cuenta otros criterios, como la condición profesional
(experto, perito, etc.) del contratante que padece el error. En fin,

250
Una regla parecida se encuentra en el artículo 6: 228 del Código Civil holandés
según el cual “la anulación no puede basarse en…. un error por el cual tomando en
cuenta la naturaleza del contrato, la opinión común o la circunstancias del caso, la
parte que en él incurre debe ser responsable.”

143
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de acuerdo con los Principios, sólo cabe invocar el error para


anular el contrato si éste no se refiere a un elemento respecto del
cual, tomando en consideración todas las circunstancias pertinentes,
el riesgo de error fue asumido expresa o tácitamente por la parte
que invoca la nulidad.

3. El error en la declaración

Los Principios de Unidroit equiparan el régimen jurídico del


error en la declaración al del error vicio. En tal sentido, el artículo
3.6 de los Principios establece: “un error en la expresión o en la
transmisión de una declaración es imputable a la persona de quien
emanó dicha declaración”.
De donde resulta que se equipara en sus efectos el error en la
declaración o en la transmisión de la declaración con el error or-
dinario o error vicio de la voluntad en que incurre una persona al
celebrar un contrato. Dicho en otros términos, de acuerdo con los
Principios, el error que consiste en una apreciación inexacta de la
realidad en que incurre una de las partes de un contrato comercial
internacional porque su voluntad se formó incorrectamente (error
vicio) recibe el mismo tratamiento jurídico que el error que se
produce cuando, no obstante haberse formado correctamente la
voluntad, se produce una divergencia inconsciente entre lo querido
y lo declarado (error en la declaración)251.

251
Es la misma solución que consagra legislativamente el artículo 1433 del Codice
italiano de 1942 según el cual “las disposiciones de los artículos precedentes se
aplicarán también al caso de que el error recayese en la declaración o de que la
declaración hubiese sido transmitida inexactamente por la persona o por la oficina
encargada de hacerlo”.

144
EL ERROR

4. Efectos del error

4.1. Anulación del contrato

De acuerdo con los Principios de Unidroit, el sujeto que ex-


perimenta un error grave puede obtener la anulación del contrato
(artículo 3.5). La anulación puede ser total o parcial según que el
error haya inducido al contratante a consentir en la totalidad del
contrato o solamente en una parte de sus cláusulas. Si la causa de
anulación afecta sólo a algunas cláusulas del contrato, los efectos de
la anulación se limitarán a dichas cláusulas a menos que, teniendo
en cuenta las circunstancias, no sea razonable conservar el resto
del contrato.
El Comentario Oficial al artículo Nº 3.16 de los Principios trae
los siguientes ejemplos de anulación parcial y total del contrato
por error.
1. “A”, un contratista, se compromete a construir dos casas para
“B” en los terrenos “X” e “Y”. “B” tiene el propósito de habitar la
vivienda que será construida en el terreno “Y”. “B” incurre en un
error al dar por sentado que se encuentra autorizado para construir
en ambos terrenos, porque en realidad la licencia que posee sólo le
habilita para construir en el terreno “X”. A no ser que de las circuns-
tancias se desprenda otra cosa, a pesar de la nulidad del contrato en
la parte referente a la casa que ha de construirse en el terreno “Y”,
resulta razonable que se conserve la validez del resto del contrato en
lo que se refiere a la casa que ha de construirse en el terreno “X”.
2. La situación es la misma que en el ejemplo 1, con la dife-
rencia de que se construirá una escuela en el terreno “X” y una
residencia para los estudiantes de dicha escuela en el terreno “Y”.
A menos que de las circunstancias se desprenda otra cosa, no re-
sulta razonable, después de anular la parte del contrato relativa a
la construcción de la residencia para estudiantes en el terreno “Y”,

145
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

conservar la validez del resto del contrato que habilita a “B” para
construir la escuela en el terreno “X”.
Para anular el contrato, la víctima tiene que cursar una notifi-
cación a la otra parte (artículo 3.14). La notificación de anular el
contrato debe realizarse dentro de un plazo razonable, teniendo
en cuenta las circunstancias, después de que la parte impugnante
conoció o no podía ignorar los hechos (artículo 3.15). La anulación
tiene efectos retroactivos (artículo 3.17). La anulación del contrato
queda excluida si la parte facultada para pedirla lo confirma, expresa
o tácitamente, una vez que haya comenzado a correr el plazo para
notificar a su contraparte acerca de su intención de prevalerse de
dicha anulación (artículo 3.12)252.

252
En un caso decidido por la jurisprudencia arbitral internacional referente a una
controversia que se planteó con ocasión de un contrato comercial internacional de
compra-venta de acciones, el tribunal arbitral declaró que la notificación de anular
el contrato debe ser clara y precisa. Los hechos fueron los siguientes: después de la
celebración del contrato, el comprador descubrió un pasivo oculto de la compañía
y envió una comunicación al vendedor informándole acerca de la existencia de ese
pasivo oculto. El comprador, al ser demandado por el pago del saldo del precio,
reconvino al vendedor alegando que la comunicación que le había cursado constituía
una notificación de su intención de hacer valer la anulación del contrato. El tribunal
arbitral consideró que la comunicación del comprador al vendedor informándole
acerca del pasivo oculto de la compañía no podía considerarse una notificación de
anulación del contrato debidamente cursada a la otra parte ex artículo 3.14 de los
Principios puesto que no contenía su manifestación de voluntad de anular el contrato.
Además, en el caso concreto, la conducta posterior del comprador, incluyendo su
proposición de dar por terminado el contrato por mutuo consentimiento, el pago
de una cuota del saldo del precio que efectuó con posterioridad a la comunicación
que le enviara al vendedor y el hecho de entrar en negociaciones con el objeto de
modificar el contrato eran, en criterio del tribunal arbitral, actos de confirmación del
contrato ex artículo 3.15 de los Principios de Unidroit que le impedían prevalerse
de la anulación. Al respecto, véase: Laudo de la Corte Internacional de Arbitraje
de la Cámara de Comercio Internacional dictado el 10 de diciembre de 1997 en
BONELL, Michael Joachim: The Unidroit Principles in Practice. Caselaw and
bibliography on the principles of commercial contracts. Transnational Publishers.
Ardsley. Nueva York, 2002. p.p. 463-464.

146
EL ERROR

a) Pérdida del derecho a la anulación

Los Principios reconocen al otro contratante la posibilidad


de considerar celebrado el contrato en los términos y condiciones
en que la parte que cometió el error lo entendió: en el caso de que
aquél decida cumplir el contrato, éste no podrá ejercer su derecho
a anularlo. En tal sentido, el artículo 3.13 de los Principios de
Unidroit dice textualmente:

“(1) Si una de las partes se encuentra facultada para anular un con-


trato por causa de error, pero la otra declara su voluntad de cumplirlo
o cumple el contrato en los términos en los que la parte facultada
para anularlo lo entendió, el contrato se considerará perfeccionado
en dichos términos. En tal caso, la parte interesada en cumplirlo
deberá hacer tal declaración o cumplir el contrato inmediatamente
de ser informada de la manera en que la parte facultada para anularlo
lo ha entendido y antes de que ella proceda a obrar razonablemente
de conformidad con la notificación de anulación.
(2) La facultad de anular el contrato se extingue a consecuencia de
dicha declaración o cumplimiento, y cualquier otra notificación de
anulación hecha con anterioridad no tendrá valor alguno.”

De donde resulta que se le puede impedir a la parte que incurrió


en el error que anule el contrato si la otra parte expresa su voluntad
de cumplir o cumple el contrato de la manera como lo entendió la
parte equivocada (favor contractus).
El derecho de la parte equivocada a anular el contrato queda
condicionado al no ejercicio por su contraparte del derecho que
le acuerda esta disposición. En efecto, la facultad de anulación se
extingue tan pronto como la parte que desea cumplir el contrato
le exprese a su contraparte su deseo de cumplirlo o lleve a cabo el
cumplimiento subsanando el error. Cualquier notificación de anu-
lación realizada con anterioridad por la parte facultada para anular
el contrato queda privada de toda eficacia.

147
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Pero si la parte que comete el error, además de haber notificado


a la otra parte la anulación del contrato, ha actuado de acuerdo con
la notificación de anulación, dicha otra parte se verá privada de la
facultad de rectificar el contrato.
Por último, la adaptación del contrato no excluye el derecho
de la parte que incurrió en error a demandar daños y perjuicios si
ha sufrido un menoscabo que no encuentra compensación con la
adaptación del contrato (artículo 3.18)253.

4.2. Indemnización de daños y perjuicios

Independientemente de que el contrato sea anulado o no, la


parte que conoció o debió haber conocido la causa de anulación,
es decir, el error en que incurrió su contraparte, se encuentra obli-
gada a resarcirle los daños y perjuicios causados, colocándola en
la misma situación en que se encontraría de no haber celebrado el
contrato (artículo 3.18).
La obligación de indemnizar los daños y perjuicios se establece
para la parte que conoció o debió haber conocido la causa de anula-
ción del contrato. Se sanciona el comportamiento desleal y contrario
a la buena fe de quien conociendo la existencia de un error en que
incurra su contraparte, no se lo revela. Se sanciona igualmente la
conducta de quien pudiendo haber conocido la ineficacia del con-
trato observando la debida diligencia, actúa en forma negligente.
La ignorancia del error o la imposibilidad de conocimiento aún
actuando diligentemente liberan de la obligación de indemnizar el
daño ocasionado254.

253
Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 4 al artículo 3.13 en Principes
d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut International
pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 116.
254
Cfr. ALVARADO HERRERA, Lucía: “Validez” en Comentario a los Principios de
Unidroit para los Contratos del Comercio Internacional. Publicación coordinada
por David Morán Bovio. Editorial Aranzadi. Pamplona, 2008. p.p. 218-219.

148
EL ERROR

Por lo que respecta al quantum de la indemnización, ésta


comprende únicamente el interés contractual negativo, es decir, lo
que resulte de colocar a la parte perjudicada en la misma situación
en que se encontraría de no haber celebrado el contrato como, por
ejemplo, los gastos originados por la celebración del contrato, por
el transporte de las mercancías, etc.

149
CAPíTULO III

EL DOLO

I. NOCIONES PRELIMINARES

1. Dolo en sentido amplio y en sentido estricto

La palabra dolo tiene en el Derecho civil distintos significados.


En sentido lato es sinónima de culpa intencional, incide en la
etapa de la ejecución del contrato y tiene importancia especial en
lo concerniente a la extensión de la indemnización de los daños y
perjuicios contractuales. El incumplimiento doloso de la obliga-
ción es el incumplimiento voluntario o intencional y se opone al
incumplimiento culposo propiamente dicho, o sea, a la inejecución
derivada de una conducta simplemente imprudente o negligente
por parte del deudor1.

1
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe:
Les Obligations. Defrénois. París, 2005. p.p. 33-35. Cabe hacer notar que en el
Derecho francés durante mucho tiempo para la configuración del dolo se requería
la intención de dañar. Esta situación cambió a partir de una sentencia de la Primera
Cámara Civil de la Casación francesa de fecha 4 de febrero de 1969 que al referirse
al incumplimiento doloso de una obligación contractual consideró que “el deudor
comete una falta dolosa cuando, de propósito deliberado, se rehúsa a ejecutar sus
obligaciones contractuales, aun si esta conducta no ha sido inspirada por la intención

151
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

A los fines de la regulación del daño indemnizable en caso


de incumplimiento de una obligación contractual, dolo equivale a
culpa intencional.
Al dolo lato sensu, en la fase de la ejecución del contrato, se
refieren los artículos 1271, 1274 y 1275 del Código Civil venezo-
lano, que dicen textualmente:
“Artículo 1.271.- El deudor será condenado al pago de los daños
y perjuicios, tanto por inejecución de la obligación como por re-
tardo en la ejecución, si no prueba que la inejecución o el retardo
provienen de una causa extraña que no le sea imputable, aunque
de su parte no haya habido mala fe.
Artículo 1.274.- El deudor no queda obligado sino por los daños
y perjuicios previstos o que han podido preverse al tiempo de la
celebración del contrato, cuando la falta de cumplimiento de la
obligación no proviene de su dolo.
Artículo 1.275.- Aunque la falta de cumplimiento de la obligación
resulte de dolo del deudor, los daños y perjuicios relativos a la pér-
dida sufrida por el acreedor y a la utilidad de que se le haya privado,
no deben extenderse sino a los que son consecuencia inmediata y
directa de la falta de cumplimiento de la obligación.”

de dañar a su co-contratante”. Este criterio ha sido seguido por la jurisprudencia


francesa moderna. Al respecto, véase: VINEY, Geneviève: “La responsabilité:
conditions” en Ghestin, Jacques: Traité de Droit Civil. (Les Obligations). Vol. IV.
L.G.D.J. París, 1982 p. 434 y la jurisprudencia francesa allí citada. Por lo cual, en la
actualidad, como expresa Le Tourneau, se considera que, en materia contractual, el
dolo es la inejecución consciente de una obligación contractual sin que se requiera
necesariamente que el deudor haya tenido la intención de dañar. Poco importa pues
que éste haya actuado con el ánimo de perjudicar al acreedor. Es suficiente con que
el deudor actúe con el propósito deliberado de abstenerse de cumplir sus obliga-
ciones, o que asuma conscientemente las consecuencias dañosas que su acción u
omisión pueda causarle a su co-contratante. El deudor que incumple su obligación
actúa de mala fe, sin que ello necesariamente comporte malevolencia de su parte.
El dolo viene a ser así, en cierta forma, el reverso de la buena fe que debe presidir
la ejecución de los contratos según lo dispuesto en el artículo 1160 del Código Civil
(LE TOURNEAU, Philippe: Droit de la Responsabilité et des Contrats. Dalloz.
París, 2006. p. 766 y la jurisprudencia francesa allí citada).

152
EL DOLO

Al comentar estas disposiciones legales, la doctrina clásica


considera que el incumplimiento doloso es el incumplimiento de
mala fe por parte del deudor2. De acuerdo con la doctrina moder-
na, el dolo en materia contractual se confunde con la inejecución
voluntaria o intencional por parte del deudor3. A nuestro modo de

2
En tal sentido, en la doctrina clásica italiana, Giorgi, al referirse a los artículos 1225,
1228 y 1229 del Código Civil italiano de 1865 cuyos términos son idénticos a los
artículos 1271, 1274 y 1275 del Código Civil venezolano, expresa: “En cuanto al
resarcimiento del daño por incumplimiento de obligaciones (la expresión “dolo”),
significa mala fe y se opone a la culpa en sentido propio, esto es, a la negligen-
cia que no va acompañada de mala fe. Dolo y mala fe, son, por consecuencia,
sinónimos en la materia que tratamos, y por esta razón los dos nombres se usan
indistintamente en los artículos 1225, 1228 y 1229 de nuestro Código.” (GIORGI:
Jorge: Teoría de las Obligaciones en el Derecho Moderno. Volumen II. Editorial
Reus S.A. Madrid, 1.928. p.78). En la doctrina nacional, el clásico comentarista
del Código Civil venezolano, Aníbal Dominici expresa: “Hay dolo en alguno de
los contratantes siempre que en la obligación o en el cumplimiento de ella ha pro-
cedido faltando a la verdad para adquirir alguna utilidad o para aprovecharse de
un beneficio mayor, con perjuicio del otro contratante. Dolo en derecho vale decir
mala fe, fraude, engaño, etc.” (DOMÍNICI, Aníbal: Comentarios al Código Civil
Venezolano. Caracas, Editorial Rea, 1962, Tomo II, p. 757). El comentarista Víctor
Álvarez concluye, en el mismo sentido, que “en el caso que el deudor ha incurrido en
dolo su responsabilidad es mayor extendiéndose aún a las consecuencias imprevistas
o que o han podido ser previstas al tiempo de la celebración del contrato, pues la
obligación de indemnizar tiene su fundamento en este caso, no ya en una cláusula
tácita subsidiaria de la obligación principal, sino en el dolo mismo, en la mala fe
del contratante.” (ÁLVAREZ, Víctor M.: La obligación de indemnizar en materia
contractual. Editorial Bolívar. Caracas, 1935, p. 35). Asimismo, el profesor Gert
Kummerow expresa: “d) El incumplimiento de mala fe (dolo del deudor) se halla
sujeto también al resarcimiento de los daños y perjuicios (daño emergente y lucro
cesante) imprevisibles racionalmente al tiempo de la celebración del contrato, si se
adaptan a la exigencia anunciada en la letra b).” (KUMMEROW, Gert: Esquema del
daño contractual resarcible según el sistema normativo venezolano. Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela. Vol. XXX. Caracas,
1964. p. 50).
3
En la doctrina italiana, véase: BARASSI, Ludovico: La teoria generale delle ob-
bligazioni. Vol. III. Giuffrè Editore. Milano, 1948. p. 301; TRIMARCHI, Pietro:
Istituzioni di Diritto Privatto. Giuffrè Editore. Milano, 2007. p.p. 182 y 296-298.
En la doctrina nacional, el profesor José Mélich-Orsini expresa que “en materia

153
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

ver, ambas posiciones de la doctrina son perfectamente concilia-


bles. Ciertamente, cuando en los artículos 1271, 1274 y 1275 el
Código Civil regula el dolo en la fase de ejecución o cumplimiento
del contrato emplea esta noción como sinónima de mala fe4. De
donde resulta que cuando se considera en sentido lato, el dolo es
la mala fe del deudor consciente de no cumplir la obligación, pero

contractual basta con la voluntad de abstenerse de ejecutar la obligación que el


contrato imponía, con abstracción de toda intención de dañar propiamente tal. El
dolo en materia contractual se confundiría así con la inejecución voluntaria” (MÉ-
LICH-ORSINI, José: Doctrina General del Contrato. Cuarta Edición. Academia
de Ciencias Políticas y Sociales. Serie Estudios. Nº 61. Caracas, 2006. p. 551,
especialmente, la nota 58). En el mismo sentido el profesor Bernad Mainar afirma:
“entendemos por dolo toda acción u omisión que, con voluntad y conciencia de
producir un resultado antijurídico, impide el cumplimiento normal de la obliga-
ción. El dolo presupone un elemento intelectual, la conciencia, y otro volitivo, la
voluntad de violar el derecho de crédito, sin ser precisa la intención de perjudicar
al acreedor.” (BERNAD MAINAR, Rafael: Derecho Civil Patrimonial. Obliga-
ciones. Tomo I. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas. Caracas, 2006. p. 151).
4
Cabe anotar, sin embargo, que la mala fe que comporta el dolo no es solamente un
concepto negativo (falta de buena fe), de la misma manera que la buena fe no supone
simplemente falta de actuación dolosa. Ciertamente, la buena fe, al igual que el dolo,
tiene un aspecto subjetivo, y en tal sentido, supone una cualidad de la voluntad que
implica la creencia de no dañar un interés ajeno tutelado por el derecho (buena fe
en sentido subjetivo). Pero, al mismo tiempo, la buena fe tiene una manifestación
objetiva de la que carece el dolo, constituyendo así una actuación acorde con las
reglas objetivas de la honradez en el comercio o en el tráfico en relación con cada
negocio concreto (buena fe en sentido objetivo). Ello implica, en consecuencia, la
existencia de unos modelos estandarizados de conducta en el tráfico jurídico (buen
padre de familia, buen comerciante, buen labrador). Por lo cual, puede darse per-
fectamente mala fe sin que medie dolo, simplemente por no concurrir la creencia
o confianza adecuada para que exista la buena fe, ya que aquélla es un concepto
puramente negativo. En relación con la buena fe en sentido subjetivo y en sentido
objetivo, véase: CORNU, Gerard: Voz “Bonne Foi” en Vocabulaire Juridique. As-
sociation Henri Capitant. Paris, 1987. En la doctrina nacional, véase: RODRÍGUEZ
MATOS, Gonzalo: “La buena fe en la ejecución del contrato” en Temas de Derecho
Civil. Libro Homenaje a Andrés Aguilar Mawdsley. Vol. II. Tribunal Supremo de
Justicia. Colección Libros Homenaje. Nº 14. Caracas, 2004. p.p. 420-425; MÉLI-
CH-ORSINI, José: op. cit. p.p. 770-771.

154
EL DOLO

independientemente de que éste haya actuado o no con la intención


de dañar al acreedor5.
La inejecución de una obligación contractual motivada por el
dolo del deudor agrava su responsabilidad puesto que lo obliga a
responder no sólo por los daños y perjuicios previstos o previsibles
en el momento de la celebración del contrato, sino incluso por
los daños y perjuicios que no han podido preverse al tiempo de la
celebración del contrato.
En sentido estricto, en el que nos interesa aquí, dolo significa
artificio, maquinación o conducta encaminada a engañar; incide
en la etapa de la formación del contrato y tiene importancia en la
teoría de los vicios del consentimiento, ya que es causa de nulidad
de un contrato cuando las maquinaciones usadas por un contratante
hayan sido tales que el otro, sin ellas, no habría contratado.
En tal sentido, los artículos 1146 y 1154 del Código Civil dicen
textualmente:

Artículo 1.146.- Aquel cuyo consentimiento haya sido dado a


consecuencia de un error excusable, o arrancado por violencia o
sorprendido por dolo, puede pedir la nulidad del contrato.

Artículo 1.154.- El dolo es causa de anulabilidad del contrato,


cuando las maquinaciones practicadas por uno de los contratantes
o por un tercero, con su conocimiento, han sido tales que sin ellas
el otro no hubiera contratado.

En sentido estricto, el dolo denota la idea de inducción, de


influencia sobre otro sujeto. El dolo significa pues la maquinación
o artificio de que se vale uno de los contratantes para engañar a

5
Al respecto en la doctrina italiana, Funaioli expresa que “el dolo en este sentido
consiste en el propósito consciente o deliberado de no ejecutar la obligación. Así
entendido constituye un supuesto de mala fe objetiva” (FUNAIOLI, Carlo Alberto:
Voz “Dolo” (Diritto Civile) en Enciclopedia del Diritto. Vol. XIII. Arese Giuffrè.
Milano, 1964. § 2. Consultada en versión electrónica <DVD>).

155
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

otro con el fin de determinarle a celebrar un contrato6. En efecto,


de la lectura de las precitadas disposiciones legales se deduce cla-
ramente que el dolo se configura como influencia sobre la actuación
de una persona para que celebre un contrato: habrá dolo siempre
que la voluntad contractual de una de las partes se produzca como
consecuencia de las maquinaciones inductoras o provocaciones
engañosas de su contraparte (o de un tercero, con el conocimiento
de esta última).
El dolo stricto sensu se configura como engañosa inducción
de un comportamiento ajeno. Surge con carácter previo o durante
la etapa de la formación del negocio y sirve para inducir a otro
mediante engaño a celebrar un contrato o a hacerlo en determi-
nadas condiciones. Dicho en otros términos, los artículos 1146 y
1154 del Código Civil se refieren al dolo como influencia sobre la
actuación de un sujeto de derecho para que celebre un contrato, es
decir, como maquinación engañosa y contraria a la buena fe que
determina la voluntad contractual.

2. La configuración del dolo como un vicio


del consentimiento

El dolo es un vicio del consentimiento. Produce como efecto


la existencia de un error o falsa representación de la realidad, bajo
cuya influencia la persona engañada contrata. No hay ausencia o
inexistencia de voluntad, sino existencia de una voluntad viciada;
la parte perjudicada o engañada ha consentido. En efecto, la víctima
del dolo consiente en la celebración del contrato aunque lo haga

6
La doctrina es conteste al respecto. Por todos, en la doctrina francesa, véase: TERRÉ,
François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: Droit Civil. Les Obligations.
Dalloz. París, 2005. p.p. 234-235. En la doctrina italiana, véase: ALPA, Guido:
Corso di Diritto Contrattuale. Cedam. Padova, 2006. p. 138. En la doctrina nacional,
véase: BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 81.

156
EL DOLO

bajo el influjo del error que le produce el engaño. Por consiguiente,


hay consentimiento, pero viciado7.
Es un principio elemental del derecho que cuando el consen-
timiento ha sido provocado por un comportamiento engañoso, el
contrato debe ser anulado, puesto que de lo contrario la buena fe
sería reemplazada por la astucia y el engaño. Se explica así que la
parte cuyo consentimiento haya sido sorprendido por dolo puede
pedir la anulación del contrato (Código Civil, artículo 1146).
Por cuanto quien emite su declaración sorprendido por dolo lo
hace engañado, se admite que el dolo dentro de la teoría de los vicios
del consentimiento se encuentra en una situación intermedia entre
los vicios que afectan la libertad de contratar (la violencia) y los que
provocan una defectuosa formación de la voluntad (el error).
El dolo es un vicio de la voluntad porque: a) coarta la libertad
del otro contratante puesto que éste lleva a cabo el contrato enga-
ñado. Su voluntad no es enteramente libre como tampoco lo es la
de quien contrata bajo el influjo de la violencia moral, si bien es
cierto que su falta de libertad no es tan patente como en el caso de
la fuerza o la amenaza8; y b) impide una manifestación de voluntad
veraz porque el contratante experimenta un error. La declaración

7
Cfr. DE RUGGIERO, Roberto: Instituciones de Derecho Civil”. Tomo I. Traducción
castellana de Ramón Serrano Suñer y José Santa-Cruz Teijeiro. Instituto Editorial
Reus. Madrid, s.d. p.p. 263-264; GALGANO, Francesco: El Negocio Jurídico.
Traducción castellana de Francisco de P. Blasco Gascó y Lorenzo Prats Albentosa.
Tirant Lo Blanch. Valencia, 1992. p. 294.
8
Tal y como afirma Von Thur: “el negocio jurídico exige libertad de la voluntad. El
motivo de la impugnación radica en la influencia de la libertad de decisión, no en la
contravención jurídica o repudiación moral que se manifiesta en el modo de actuar del
que engaña. La impugnación por engaño está determinada para proteger la libertad
de la voluntad contra influencias indebidas.” (VON THUR, Andreas: Tratado de
las Obligaciones. Traducción Castellana de W. Roces. Editorial Colmares. Granada,
2007. p. 171). En el mismo sentido, véase: TAG-ELDINE, F.: Le Dol Français et
la Misrepresentation Anglaise. Lyon, 1928. p. 2; TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo
nella Teoria dei Vizi del Volere. Padova, 1937. p.p. 26 y 31-37.

157
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

está viciada porque el dolo actúa a través del intelecto sobre la vo-
luntad del autor del negocio por medio del engaño provocándole
la ignorancia o falsa representación de la realidad9.
Como tendremos oportunidad de examinar a lo largo de este
Capítulo, este dolo como vicio de consentimiento no se debe con-
fundir con el dolo como criterio de imputación de responsabilidad
y funciona separada e independientemente de él.
La sanción que establece la ley cuando se celebra un contrato
en razón del engaño o maniobra desleal es, en este caso, la anu-
lación del contrato, con la sola excepción del dolo incidental que
sólo obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios a la
víctima (infra, Cap. III, Nº VII, 1 y 2).
Desde luego, si además de viciar la voluntad, el dolo produce
un daño, cabe demandar no sólo la anulación del contrato, sino
también la reparación de los daños y perjuicios10.

II. CONCEPTO

La doctrina ha formulado muchas definiciones del dolo.


Así, Von Thur entiende por dolo “la conducta por medio de la
cual una persona sugiere a otra una falsa creencia, o le confirma
en ella, o simplemente la deja subsistente, con el fin de que, en su
desorientación, formule una declaración de voluntad o cierre un
contrato a que en otras circunstancias no se hubiera avenido”11.

9
Cfr. FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 3.
10
Cfr. BETTI, Emilio: Teoría General del Negocio Jurídico. Traducción española
de A. Martín Pérez. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1959. p. 338;
COVIELLO, Nicolás: Doctrina General del Derecho Civil. Traducción al castellano
de Felipe de J. Tena. Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana. México,
1949. 436.
11
VON THUR, Andreas: loc. cit.

158
EL DOLO

Agatstein, por su parte, lo definió como “todo artificio desho-


nesto, anterior o concomitante a una convención, que tiene como
fin y como resultado circunvenir a alguien y llevarle por una falsa
convicción a través de ese artificio, a contratar”12.
Cariota-Ferrara afirma que “por dolo se entiende todo compor-
tamiento ilícito dirigido a engañar a otro sujeto, determinándole
a emitir una declaración o manifestación de voluntad, que sin el
dolo él no habría realizado”13.
En el Código Civil venezolano no hay una definición del
dolo.
En la doctrina nacional, López Herrera ha definido el dolo en
los siguientes términos: “es todo engaño, fingimiento o maniobra
fraudulenta, realizados con el fin de inducir a una persona a prestar
su consentimiento en un contrato o acto jurídico en general.”14.
Por su parte, Maduro y Pittier expresan que el dolo es “el error
provocado por las maquinaciones o actuaciones intencionales de
una de las partes o de un tercero a fin de lograr que la otra parte
se decida a contratar.”15
En fin, el dolo es una maquinación engañosa empleada por
uno de los contratantes o por un tercero con el conocimiento de
aquél, a fin de obtener el consentimiento que se requiere que otro
preste para la celebración de un contrato. Viene a ser pues un error
provocado por un comportamiento (positivo o negativo) engañoso,
que lleva a alguien a emitir una declaración de voluntad.

12
AGATSTEIN, F.: Le Dol des Incapables à l’Occasion d’un Contrat. París, 1927.
p. 82.
13
CARIOTA-FERRARA, Luigi: Il Negozio Giuridico nel Diritto Privato Italiano.
Morano Editore. Napoli, 1950. p. 518.
14
LÓPEZ HERRERA, Francisco: La Nulidad de los Contratos en la Legislación Civil
Venezolana. Empresa El Cojo S.A. Caracas, 1952. p. 191.
15
MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: Curso de Obligaciones.
Derecho Civil III. Tomo II. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, 2001.
p.p 757-758.

159
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

III. REQUISITOS DEL DOLO

Para que el dolo constituya un vicio del consentimiento suscep-


tible de producir la anulación del contrato se requiere: 1) que exista
un comportamiento engañoso; 2) que haya ánimo de engañar; 3)
que sea grave; 4) que el engaño provoque un error en el contratante;
y 5) que la conducta dolosa sea determinante de la declaración de
voluntad. Además, es necesario que el dolo provenga del co-con-
tratante o de un tercero con el conocimiento de aquél.
Pasamos a examinar cada uno de estos requisitos.

1. El comportamiento engañoso

1.1. Significado de este requisito

Para que se pueda hablar de dolo como vicio de la voluntad


debe existir un comportamiento engañoso. Cualquier conducta o
comportamiento apto para producir engaño es suficiente para que
se configure este elemento objetivo o material del dolo: astucias,
mentiras, sugestiones, noticias falsas, ocultación de datos, etc16.
Si bien el artículo 1154 del Código Civil se refiere a maquinacio-
nes, este término no debe interpretarse ad pedem literae, en el sentido
de una serie de actos positivos encaminados a engañar. El dolo como
maquinación engañosa que induce a otro a contratar puede consistir
en una acción, si se traduce en una conducta positiva como, por
ejemplo, si A le dice a B que el reloj que le está vendiendo con un
baño de oro, es de oro puro y le estampa una etiqueta que indica que
es de 18 quilates; o en una omisión, si se traduce en una conducta
negativa como, por ejemplo, cuando A nada le dice a B, que cree

16
Cfr. SACCO, R.: “Il Dolo” en Resigno, P.: Tratatto di Diritto Privato. Obbligazioni
e Contratti. (Tomo secondo). Vol. 10. Torino, 1982. p. 201.

160
EL DOLO

espontáneamente que el reloj que está adquiriendo es de oro, para


hacerle caer en cuenta de su error. De allí que basta con cualquier
clase de comportamiento, sea por comisión (positivo), o por omi-
sión (negativo) con tal de que sea engañoso, para que se configure
el elemento objetivo del dolo. Incluso el silencio, en determinadas
circunstancias, puede configurar un supuesto de dolo susceptible de
acarrear como consecuencia la anulación del contrato17.
El término maquinaciones dolosas en su aspecto comisivo es
interpretado por la doctrina y la jurisprudencia extranjeras en forma
muy amplia: cualquier engaño o astucia pueden ser constitutivos de
dolo. Las simples mentiras –con la excepción del dolus bonus– pue-
den configurar el dolo como vicio del consentimiento18. Si bien la

17
Así lo sostiene mayoritariamente la doctrina. Por todos, en la doctrina francesa,
véase: GHESTIN, Jacques: “Les obligations – Le Contrat: Formation” en Traité
de Droit Civil. Tome II. L.G.D.J. París, 1988. p. 471; FLOUR, Jacques, AUBERT,
Jean-Luc y SAVAUX, Éric: Droit Civil. Les Obligations. L’acte juridique. Dalloz.
París, 2006. p. 164. En la doctrina italiana, véase: MESSINEO, Francesco: Doctrina
General del Contrato. Tomo I. Traducción española de R.O. Fontanarosa, S. Sentis
Melendo y M. Volterra. Ediciones Ejea. Buenos Aires, 1952. p. 146; ALPA, Guido:
op. cit. p. 138. En contra, en la doctrina italiana, en su obra clásica sobre el dolo,
Trabucchi expresa que “la omisión consciente de un acto, incluso obligatorio, podrá
bastar para dar lugar a un ilícito, pero no al dolo vicio (TRABUCCHI, Alberto: op.
cit. p.p. 536-539). En la doctrina italiana moderna Pietrobon, mantiene, igualmente,
este criterio (PIETROBON, Vittorino.: Errore, volontà e affidamento nel negozio
giuridico Padova, 1990. p.p. 5-6). Un sector de la doctrina española considera que
para constituir una conducta dolosa, el simple silencio requiere, por la razón que
sea, que exista un deber de informar. Por lo cual, la violación intencional de una
obligación de información configura un supuesto de vicio susceptible de invalidar
el consentimiento. Al respecto, véase: ALBALADEJO, Manuel: Derecho Civil.
Tomo I. (Introducción y Parte General). Edisofer S.L. Madrid, 2006. p.p. 607-608.
En la doctrina nacional, en el mismo sentido expuesto en el texto, véase: BERNAD
MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 83; COTTON, Julio César: El dolo. Tipo-
grafía Americana. Caracas, 1926. p.15; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER
SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p. 646; MÉLICH-ORSINI, José: op. cit. p. 181;
PALACIOS HERRERA, Oscar: Apuntes de Obligaciones. Maracaibo, 1982.
18
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C.: Cours de Droit Civil Français. Tome IV. Sixième
édition. París, 1907. § 343 bis. p. 441; GAUDEMET, Eugene: Teoría General

161
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

doctrina y la jurisprudencia francesa e italiana en un principio se


mostraron contrarias a que la simple mentira pudiese configurar un
supuesto de dolo capaz de determinar la anulación del contrato, esta
posición se encuentra en la actualidad totalmente superada19.
Cuando la maquinación consiste en una afirmación falsa
es necesario que se trate de una afirmación relativa a un hecho
objetivo y no a circunstancias que por sí mismas sean inciertas o
hipotéticas. No puede, por tanto, hablarse de dolo si el propietario
de un hotel de una estación de invierno, para inducir a un cliente
a hospedarse en él, le garantiza, con tres meses de anticipación,
que en la estación a la cual prevé dirigirse encontrará suficiente
nieve para esquiar; sin embargo, habrá dolo cuando el declarante,
para reforzar estas afirmaciones, añadiera algunos datos precisos,
conociendo su falsedad. Además, se requiere que no se trate de
afirmaciones expresadas en forma genérica o imprecisa como, por
ejemplo, cuando en el curso de los tratos preliminares para la venta
de una mercancía determinada, el vendedor expresa que se trata de
un producto del cual no existe uno mejor en el mercado20.

de las Obligaciones. Traducción española de Pablo Macedo. Editorial Porrúa.


México, 1974. p. 88; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 182. En contra: SANTORO
PASSARELLI, Francesco: Doctrinas Generales del Derecho Civil. Traducción al
castellano de Luna Serrano. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1964.
p. 199; FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 4.
19
Al respecto, en la doctrina francesa, véase: GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II.
p.p. 462-465. En la doctrina italiana, véase: VITA, Alberto: Voz “Dolo” (Diritto
romano e diritto moderno) en Nuovo Digesto Italiano. T. V. Publicación de la Unio-
ne Tipografico-Editrice Torinese, bajo la dirección de Mariano D’Amelio. Torino,
1938. Nº 5. p. 147, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia italiana allí citada;
DISTASO, N.: I Contratti in Generale. Torino, 1980. p.p. 202-205; DI BLASSI,
Ferdinando: “Il libro delle Obbligazioni”. (Parte Generale) en Commento al Nuovo
Codice Civile Italiano. Società Editrice Libraria. Milano, 1950. p. 476.
20
Cfr. LLOBET I AGUADO, Joseph: El Deber de Información en la Formación de
los Contratos. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales S.A. Madrid, 1996. p.
128. 140-141.

162
EL DOLO

La publicidad engañosa puede configurar una maniobra do-


losa . La jurisprudencia belga registra un caso interesante: hay
21

dolo cuando el vendedor de un automóvil usado lo presenta en su


publicidad como dotado de un motor nuevo, puesto que de esta
manera ha engañado voluntariamente al comprador, si este último
no puede verificar esta circunstancia y la misma ha sido determi-
nante de su decisión de comprar el vehículo22. Por lo cual, procede
la anulación del contrato por dolo23.

1.2. Reticencia dolosa

La doctrina admite que el dolo puede manifestarse a través


de una acción o de una omisión24. Así lo ha dejado establecido la
jurisprudencia de nuestros tribunales25.

21
Cfr. CARRESI, F.: Il Contrato. Milano, 1987. p. 465; SACCO, R.: loc. cit.
22
JCB. I. p. 681 citada por LLOBET I AGUADO, Joseph: loc. cit.
23
En la doctrina italiana se admite que la publicidad engañosa constituye un acto de
competencia desleal de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 2588 (numeral 3º)
del Codice que le permite al interesado obtener de la autoridad judicial competente
la remoción de los efectos de los actos constitutivos de la respectiva publicidad
engañosa, así como el resarcimiento de los daños y perjuicios ex artículos 2599
y 2600 ejusdem. De esta manera, en criterio de Trimarchi y de Alpa, se logra una
mayor tutela de los derechos e intereses del consumidor que mediante la anulación
del contrato por dolo (TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 184; ALPA, Guido: op. cit.
p.p. 140-141). En nuestro ordenamiento, la publicidad engañosa está prohibida por
la ley conforme a lo dispuesto en la legislación de protección al consumidor y sirve
de fundamento para reclamar daños y perjuicios. Pero en nuestro concepto, tal y
como se indica en el texto, esto no impide que el contratante que haya celebrado
el contrato bajo la influencia de actos de publicidad engañosa, si se configuran los
requisitos para que dichos actos configuren una conducta dolosa, pueda pedir la
anulación del contrato ex artículo 1154 del Código Civil.
24
Por todos, véase: TAG-ELDINE, F.: op. cit. p.p. 18, 89 y 92; AGATSTEIN, F.: op.
cit. p.p. 89-90; CARIOTA-FERRARA, Luigi: op. cit. p. 519; GALGANO, Fran-
cesco: op. cit. p.p. 307-309; VON THUR, Andreas: op. cit. p. 172. Por todos, en la
doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI, José: loc. cit.
25
Al respecto, véase: Sentencia del 24-11-94 en Ramírez & Garay. Tomo CXXXII.
p.p. 443-446.

163
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En su aspecto omisivo, cuando el dolo consiste en actuaciones


negativas, se le denomina reticencia dolosa.
Ciertamente el hecho de guardar silencio cuando se sabe algo
revela mala fe, lo mismo que cuando se dice una mentira. Por tanto,
el dolo puede estar constituido por una omisión o por una reticen-
cia. En efecto, desde el momento en que se admite en el Derecho
positivo que el dolo puede ser el resultado de una simple mentira,
no es posible ya excluirlo ante una reticencia26.
El dolo por reticencia se admite cuando exista, por la razón
que sea, un deber de informar. Cuando haya una obligación de in-
formación, sea en virtud de la ley, o por las exigencias de la buena
fe, o de los usos del tráfico, el simple silencio (intencional) puede
constituir una conducta dolosa27.
El dolo por reticencia puede consistir simplemente en el he-
cho de ocultar una realidad que la lealtad o la buena fe obliguen
a revelar28 como, por ejemplo, cuando un empresario importante

26
Cfr. LARROUMET, Christian: Teoría General del Contrato. Vol. I. Traducción
castellana de Jorge Guerrero R. Editorial Temis S.A. Santa Fe de Bogotá, 1999.
p. 269.
27
En la doctrina italiana moderna, en el mismo sentido expuesto en el texto, Galgano
expresa: “El dolo omisivo deberá considerarse causa de anulabilidad del contrato
cada vez que, tenidas en consideración las circunstancias, deba entenderse que el
contratante tenía la obligación de informar a la otra parte” (GALGANO, Francesco:
op. cit. p. 308). Para un desarrollo pormenorizado de este argumento, véase: VI-
SINTINI, G: La reticenza nella formazione dei contratto. Padova, 1972. En contra,
Stolfi considera que solamente la violación de un deber de informar impuesto por
la ley permite anular el contrato (STOLFI, Giuseppe: Teoría del Negozio Giuridico.
Padova, 1947. p. 148, especialmente, la nota 2 y p. 149, especialmente, la nota 1).
28
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 182. En contra, Carresi afirma que no existe
un deber de información impuesto por los usos del comercio, ni puede extraerse
este deber del principio de la buena fe que debe presidir los tratos contractuales. La
violación intencional del artículo 1338 del Código Civil italiano, en criterio de este
autor, no configura un supuesto de dolo como vicio del consentimiento, sino que
genera responsabilidad a cargo del agente del dolo de indemnizar los daños y perjui-
cios sufridos por la víctima, por no haberle comunicado el error reconocido. En los
negocios cada uno debe tutelar sus propios intereses. Reconociendo la existencia

164
EL DOLO

considerado como una persona solvente compra un inmueble a


crédito silenciándole al vendedor el hecho de que como consecuen-
cia de sus malos negocios no tiene dinero para pagar. En efecto,
es evidente que el contratante que conociendo la importancia que
para su contraparte tenga revelarle un hecho no lo haga, cuando
ésta última no pueda enterarse del mismo de otra manera, actúa
en contra de las exigencias de la buena fe y la lealtad contractual.
Por tanto, si el contrato se celebró en estas circunstancias, se debe
admitir que el consentimiento de la víctima de la reticencia estuvo
viciado por dolo29.
Pero debemos cuidarnos de incurrir en exageraciones. La obli-
gación de informar no es absoluta. La justificación de este deber
tiene sus límites. Por un lado, no hay razón para informar sobre lo
que cada quien pueda saber fácilmente y, por el otro, cuando un
contratante espera una utilidad particular del objeto del contrato,

de contratos uberrima fidei y de colaboración, como el contrato de seguro, afirma


este autor que las normas que consagran en estos casos un supuesto de reticencia
dolosa, son normas excepcionales y, por ende, no susceptibles de aplicación analó-
gica (CARRESI, F.: op. cit. p.p. 467-470.). Por el contrario, Galgano considera que
no hay inconveniente en extender las normas del contrato de seguro que consagran
la reticencia dolosa como motivo de invalidación del contrato a otros ámbitos. Del
deber de comportarse según las exigencias de la buena fe deriva un recíproco deber
de información sobre las circunstancias que cada parte puede considerar determi-
nantes del consentimiento de la otra. En cualquier caso, Galgano reconoce que la
obligación de información está limitada por el derecho de reserva y por la carga
de informarse que incumbe a la otra parte contratante (GALGANO, Francesco:
op. cit. p.p. 287-290). Para un examen de la dificultad de predicar en el Derecho
venezolano la existencia de una obligación autónoma de información durante la fase
que precede a la formación del contrato, véase: LUPINI BIANCHI, Luciano: “La
responsabilidad precontractual en Venezuela” en Revista del Colegio de Abogados
del Distrito Federal. Nº 149. Caracas, 1992. p.p. 81-86.
29
Sin embargo, como advierte Sacco, desde el punto de vista conceptual, debemos
cuidarnos del error de confundir el dolo omisivo o reticencia con la conducta po-
sitiva por medio de la cual una de las partes le impide a la otra que se encuentre
equivocada descubrir la falsedad de la representación de la realidad (SACCO, R.:
op. cit. Tomo II. p. 202).

165
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

no puede reprocharle al otro no haber cumplido con su obligación


de informar, si el primero no le comunicó al segundo lo que espe-
raba30. En este caso es a quien espera una utilidad particular a quien
corresponde informar al otro contratante. Si no lo hace tendrá que
soportar las consecuencias de su silencio31.
Además, se admite que, según la clase de negocio de que se
trate, puede exigirse una mayor o menor franqueza a los sujetos:
mayor, por ejemplo, en contratos como el mandato o la sociedad
(contratos basados en la confianza), o en aquellos contratos en
los que un sujeto conoce la medida de su propia prestación sólo
a través de los datos que le suministra la contraparte como, por
ejemplo, en el contrato de seguro cuando el asegurado propor-
ciona al asegurador los datos que éste necesita para calcular el
riesgo32; menor, en otros contratos, como la compra-venta o el
arrendamiento, donde la contraposición de intereses justifica una
superior reserva y que el sujeto que desee informarse investigue
los datos que le conciernan33.
Por otra parte, la doctrina y la jurisprudencia italiana moder-
nas admiten que al contratante le asiste el derecho de no revelar
aquellos hechos que atañen exclusivamente a su esfera individual
como, por ejemplo, el uso que hará del objeto adquirido o la utili-
dad que obtendrá del negocio, puesto que reticencias de esta índole
son frecuentes en las operaciones comerciales de la vida diaria y,
de no reconocérsele este derecho, se obstaculizaría indebidamente

30
Cfr. VON THUR, Andreas: op. cit. p. 172.
31
Cfr. LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 281.
32
La doctrina extranjera se refiere, en tal sentido, a los contratos uberrima fidei
para cuya formación se exige la más completa buena fe y en los cuales existe la
obligación de cada contratante de revelar al otro todos los hechos de importancia
determinante. Por lo cual, el mero silencio a este respecto produce la nulidad del
contrato. Al respecto véase: SACCO, R.: op. cit. Tomo II. p. 203.
33
Cfr. BETTI, Emilio: op. cit. p. 341; STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 150.

166
EL DOLO

el tráfico de bienes y servicios, al obligarse a comunicar cosas de


este género34.
Para que la reticencia configure una conducta dolosa se requie-
re una conducta omisiva intencional por parte del agente (animus
decipiendi) (infra, Cap. III, Nº III, 3). Lo que caracteriza a la reti-
cencia dolosa es que la parte reticente conozca la información y su
importancia para la otra parte y proceda con el ánimo de incitar a
su co-contratante a celebrar un contrato en contra de su interés.
Tal y como afirma Fabre-Magnan:

“A diferencia de la anulación por error, es imperativo en materia


de reticencia dolosa que esté caracterizado de manera cierta el
elemento moral en todos sus componentes, a saber: un elemento
psicológico (conocimiento de la información y de su importancia
para la otra parte) y un elemento intencional (intención de incitar
a la otra parte a celebrar un contrato en contra de su interés).”35

De donde resulta que la simple inejecución de una obligación


de información, sin mala fe, no puede producir la anulación del
contrato, aun cuando según las circunstancias pueda servir de
fundamento para una acción por daños y perjuicios de la víctima
contra la parte reticente36.
Además, para que se configure la reticencia dolosa es nece-
sario que la misma haya tenido una influencia determinante en el
consentimiento del otro contratante y que éste no hubiere conocido

34
Al respecto véase: SACCO, R.: op. cit. Tomo II. p. 200, especialmente, la nota 6 y
la jurisprudencia italiana allí citada.
35
FABRE-MAGNAN, M.: De l’obligation d’information dans les contrats, (Essai
d’une théorie). París, 1992. p. 292.
36
Cfr. FABRE-MAGNAN, M.: loc. cit. p. 298; LARROUMET, Christian: op. cit.
Vol. I. p.p. 270 y 284, especialmente, la nota 194 y la jurisprudencia francesa allí
citada; DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 447. En la doctrina
española, véase: ROJO AJURIA, Luis: El Dolo en los Contratos. Editorial Civitas
S.A. Madrid, 1994. p.p. 282 y ss.

167
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

ni hubiere tenido la posibilidad de conocer por otros medios la


circunstancia silenciada37.
Por consiguiente, la reticencia dolosa resultará de la ineje-
cución intencional de un deber de informar sobre determinadas
circunstancias que, de haber sido conocidas por la otra parte
contratante, le hubiesen hecho desistir de celebrar el contrato
(dolo causante), o celebrarlo en condiciones más beneficiosas
(dolo incidental).
La jurisprudencia extranjera registra algunos casos interesantes.
En 1977 un concesionario de automóviles vendió un vehículo
usado que databa de 1971. Tres meses más tarde, el comprador le
comunicó que el chasis estaba de tal forma corroído que el auto-
móvil había quedado inservible. Un perito puso de manifiesto que,
debido a la acción de la corrosión, la suspensión trasera se había
separado totalmente de la carrocería, hecho éste que el vendedor
había querido ocultar aplicando una espesa capa de plástico duro.
El Tribunal de Comercio de Bruselas estimó que el vendedor (pro-
fesional) era culpable de dolo, por recubrir los lugares corroídos
con ese producto sin haber informado de ello al comprador. Si este
último hubiese estado debidamente informado sobre el verdadero
estado del vehículo adquirido se habría abstenido de adquirirlo. El
juez, consecuentemente, declaró la nulidad de la venta, ordenando
la restitución del automóvil y la devolución del precio. El Tribunal
de Casación de Bruselas, en otro fallo, anuló por dolo la venta de
un terreno por no haber señalado el vendedor que el terreno en
cuestión estaba ocupado por varios granjeros38.

37
Cfr. GALGANO, Francesco: op. cit. p. 309, especialmente, la nota 103 y la juris-
prudencia italiana allí citada. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI,
José: op. cit. p. 181; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op.
cit. Tomo II. p. 646.
38
Al respecto, véase: LLOBET I AGUADO, Joseph: op. cit. p. 143, especialmente,
la nota 15 y la jurisprudencia belga allí citada.

168
EL DOLO

La justicia francesa, por su parte, no ha vacilado en anular un


contrato cuando el vendedor de un establecimiento de comercio
omitió informar que una parte de éste había sido objeto de una
medida de clausura temporal por parte de la administración por
incumplimiento de los reglamentos de seguridad. En otro juicio
referente a la contratación de un préstamo para la adquisición de
un vehículo que le fue robado al comprador un año después de ha-
berlo adquirido, éste demandó la nulidad del contrato de préstamo
por error y dolo porque en las condiciones previas de la oferta de
financiamiento no se le había informado que su obligación de pagar
el saldo adeudado del préstamo subsistiría aún en caso de pérdida
del vehículo por robo. Los tribunales franceses de instancia le
dieron la razón al comprador puesto que consideraron que el esta-
blecimiento de crédito, al no haberle advertido al prestatario acerca
de esta circunstancia, había violado su obligación de información.
Finalmente, la Corte de Casación francesa casó el fallo porque en
las condiciones generales del préstamo cuyo contenido había sido
previamente redactado por los organismos reguladores, éstos no
habían considerado necesario incluir esta advertencia. Por lo cual,
la Corte de Casación determinó que, en el caso concreto, no podía
imputarse reticencia dolosa a la sociedad prestamista39.
En Italia, en una controversia referente a un contrato de tra-
bajo celebrado entre una sociedad y un ejecutivo contratado como
director general, se solicitó la anulación del contrato de trabajo por
dolo del ejecutivo contratado. Se adujo que éste había presentado
un curriculum vitae en el que enumeraba sus trabajos anteriores
y cargos desempeñados, pero sin mencionar la circunstancia de
que había sido despedido de su trabajo anterior por haberse deja-
do corromper por un proveedor de la empresa motivo por el cual

39
Al respecto, véase RZEPECKI, Natalie: Droit de la Consommation et Théorie
Generale du Contrat. Presses Universitaires D’aix Marseille-Puam, 2002.p. 422,
especialmente, la nota 1626 y la jurisprudencia francesa allí citada.

169
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

había sido denunciado penalmente y enfrentaba un proceso penal


aún pendiente de decisión para el momento de su contratación. El
Supremo Collegio casó la sentencia de instancia que había anulado
el contrato de trabajo por dolo40.

1.3. La reticencia dolosa y las declaraciones falsas


en el contrato de seguro

a) El deber de declarar el riesgo

La Ley del Contrato de Seguro consagra el deber del contra-


tante de un seguro de suministrar a la empresa aseguradora toda la
información que éste conozca sobre el riesgo que pretende asegu-
rarse (artículo 22).
El deber del tomador de declarar con exactitud y sin reserva el
estado del riesgo antes de la celebración del contrato se establece
por las siguientes razones: 1) debido a que el contrato de seguro es
un contrato uberrima bona fidei, la confianza entre las partes tiene
aquí una importancia fundamental; 2) por ser el riesgo un elemento
esencial del contrato, las declaraciones inciertas u omisivas que

40
Al comentar esta sentencia, Galgano pone el énfasis en las siguientes considera-
ciones que pesaron en el ánimo del juzgador: “a) si bien en la práctica común el
curriculum que presenta el trabajador menciona las ocupaciones precedentes, sin
embargo, no se requiere precisar las razones por las cuales se ha cesado en dichas
ocupaciones, de modo que puede decirse que es deber del otro contratante, cuando
lo considere relevante, realizar las comprobaciones pertinentes; b) si en el caso
citado, el dependiente hubiese silenciado, en su curriculum, su última ocupación, a
fin de impedir que el empleador descubriese el motivo infamante del despido, esta
omisión sí habría configurado un supuesto de dolo; c) la circunstancia infamante, en
el caso concreto, era objeto de un proceso penal todavía en curso en el momento de
la contratación del ejecutivo, no pudiéndose exigir a un sujeto la comunicación de
circunstancias que le desacreditarían, hasta el extremo que inducirían a la contraparte
a no contratar, si sobre su efectiva existencia todavía no había recaído sentencia”
(GALGANO, Francesco: op. cit. p. 310).

170
EL DOLO

influyan sobre la valoración del riesgo por parte del asegurador


serán determinantes de su consentimiento; y 3) por ser el asegura-
do quien se encuentra más próximo a la cosa que se va a asegurar,
debe describir cabalmente a la empresa aseguradora las cualidades
y elementos del bien para que esta última pueda evaluar su interés
por cubrirlo y bajo qué condiciones.
Con razón se afirma que el deber de declarar el estado del
riesgo constituye una exigencia para la subsistencia de la propia
actividad aseguradora41. Se explica así la regla del artículo 22 de
la Ley del Contrato de Seguro según la cual en caso de que el to-
mador omita o no declare con exactitud a la empresa de seguros
cualquier circunstancia conocida por aquél que pueda influir en la
valoración del riesgo, el asegurador tendrá el derecho de resolver
el contrato o a exigir, incluso después del siniestro, la diferencia de
la prima, en las condiciones y términos establecidos en la referida
disposición legal.

b) El artículo 23 de la Ley del Contrato de Seguro

Pero además la ley contempla especialmente la reticencia


dolosa y la falsedad de las declaraciones en el contrato de seguro.
Así, el artículo 23 de la Ley del Contrato de Seguro establece:

“Las falsedades y reticencias de mala fe por parte del tomador, del


asegurado o del beneficiario, debidamente probadas, serán causa
de nulidad absoluta del contrato, si son de tal naturaleza que la
empresa de seguros de haberlo conocido, no hubiese contratado o
lo hubiese hecho en otras condiciones.”

41
Al respecto, véase: TARR, Anthony A. y TARR, Julie-Anne: “The insured’s non-
disclosure in the fomation of insurance contracts: a comparative perspective” en
Oxford International and Comparative Law Quarterly. Vol. 50. part. 3. July, 2002.
p. 577.

171
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Respecto del contenido de la disposición legal antes transcrita,


caben las siguientes consideraciones:
1) La declaración es reticente cuando deliberadamente, es decir,
de mala fe, se omite o no se declara íntegra o exactamente algún
hecho o circunstancia que pueda influir en el riesgo. La falsedad
de la declaración se produce cuando ésta contiene hechos que no
se correspondan con la realidad que conoce el contratante. Esta
disposición solamente se aplica en los casos de inejecución de
mala fe del deber de declaración. Tal sería el caso de quien con-
trate un seguro de vida padeciendo una enfermedad terminal sin
revelar a la empresa aseguradora estar afectado por un mal muy
grave o indicándole que la enfermedad que lo afecta no reviste
tanta gravedad.
El contratante de un seguro tiene que decir todo lo que sabe.
No hay reticencia cuando se omite decir lo que no se sabe. La ig-
norancia y la reticencia son términos incompatibles42. Además, el
tomador tiene que decir exactamente aquello que declara.
2) Para que haya reticencia o falsa declaración se requiere:
que la circunstancia omitida o declarada sin veracidad influya en
el estado del riesgo; que el silencio o la divergencia se refiera al
estado declarado del riesgo y su estado en el momento anterior a
la contratación; que el declarante conozca la circunstancia silen-
ciada o mal declarada; que el asegurador no la conozca ni tenga el
deber de conocerla; que éste no haya dispensado al declarante del
conocimiento de la circunstancia omitida; que éste último tenga
la intención de engañar al asegurador disminuyendo el riesgo, de
perjudicarlo o de obtener alguna ventaja para sí; y que el error pro-
vocado por la reticencia o falsedad haya sido causa determinante
del asentimiento del asegurador.

42
Cfr. HARTEN, Carlos: El Deber de Declaración del Riesgo en el Contrato de Segu-
ro. Exposición y Crítica del Modelo Brasileño y Estudio del Derecho Comparado.
Ratio Legis. Salamanca, 2007. p. 106.

172
EL DOLO

3) La ley no exige que haya una relación entre la circunstan-


cia silenciada o falsamente declarada y el siniestro. Tampoco es
necesario que el hecho omitido o inverídico subsista durante toda
la vida del contrato.
4) La carga de la prueba de la existencia de la reticencia o falsa
declaración corresponde al asegurador, lo que se explica porque
de exigírsele al declarante que demuestre que no omitió ninguna
circunstancia que pudiera influir en la valoración del riesgo, se
le impondría la prueba de un hecho negativo no susceptible de
demostración. Además, es el asegurado quien está en mejores
condiciones de aportar esta prueba y, en muchos casos, el único
capaz de hacerlo.
5) La reticencia o falsa declaración debe ser cabalmente demos-
trada, esto es, la prueba debe ser cierta y conclusiva. El asegurador
debe pues demostrar que un determinado hecho o circunstancia
no fue declarado o que lo fue de manera falsa; que el mismo era
conocido por el asegurado; que éste tuvo la intención de engañar
o de perjudicar al asegurador (animus decipiendi o mala fe); y que
la circunstancia silenciada o falsamente declarada tuvo influencia
decisiva en la celebración del contrato (dolo causante) o en sus
condiciones (dolo incidental), con lo cual se consagra una impor-
tante excepción a la regla del que sólo el dolo causante es motivo
de impugnación del contrato (infra, Cap. III, Nº III, 5.1). El texto
de la ley es absolutamente claro al respecto.
6) Las declaraciones falsas y las reticencias de mala fe o de
propósito deliberado traen consigo la nulidad absoluta del contrato
(Ley del Contrato de Seguro, artículo 23).
Pero si la inexactitud u omisión de la declaración no resultare
de la mala fe del tomador, el asegurador tendrá derecho a resolver
el contrato, o a ajustar el riesgo o a exigir, incluso después del si-
niestro, la diferencia de la prima. La empresa de seguros no podrá
resolver el contrato cuando el hecho que ha dido objeto de reserva
o inexactitud ha desaparecido antes del siniestro.

173
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Si el tomador o asegurado actúa con dolo o culpa grave, el


asegurador quedará liberado del pago de la indemnización y de la
devolución de la prima (Ley del Contrato de Seguro, artículo 22).
Un sector de la doctrina explica la pérdida del derecho a reclamar la
devolución de la prima no obstante la resolución del contrato como
una liquidación ex lege de los daños y perjuicios que experimenta
el asegurador por la conducta dolosa del tomador. Otros autores
consideran que se trata más bien de una pena impuesta por la ley al
tomador, independientemente de los daños y perjuicios que pueda
reclamar el asegurador43.

2. La gravedad del dolo

2.1. Determinación

Para que las maniobras dolosas sean susceptibles de invalidar el


consentimiento y producir la anulación del contrato, se requiere que
las mismas revistan carácter grave, es decir, que sean de entidad o
importancia suficiente como para engañar al contratante. Por lo cual,
ninguna relevancia tienen las maniobras fútiles o de poca significa-
ción no susceptibles de producir engaño. Dicho en otros términos,
el dolo que consiste en una maquinación inadecuada para hacer
caer en la trampa al contratante e inducirlo a contratar no reviste
la gravedad requerida para invalidar la declaración de voluntad.
Tampoco existe dolo cuando se despiertan esperanzas que por su
propia naturaleza son inseguras, o cuando se hacen afirmaciones
que, por su imprecisión no pueden aspirar a ser verdaderas44.

43
Al respecto, véase: TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p.p. 532-534, especialmente, la
nota 2.
44
Este criterio ha sido plasmado en algunos textos legales entre los cuales cabe destacar
el Código Civil holandés que establece: “Alabar alguna cosa en términos generales,
incluso falsamente, no es en sí mismo constitutivo de dolo” (artículo 45.3).

174
EL DOLO

En ocasiones habrá que tomar en cuenta el tipo de negocio y


las circunstancias que rodearon a su celebración para poder calificar
como dolosa a una determinada maniobra o maquinación45.

2.2. Criterios de apreciación de la gravedad del dolo

Por lo que respecta a los criterios que se deben utilizar para


apreciar la gravedad del dolo, hay que tomar en consideración no
tanto la relevancia objetiva del comportamiento doloso en la gene-
ralidad de los casos, sino ante todo las condiciones personales de la
víctima del dolo, incluyendo su salud mental, carácter, grado de ex-
periencia y educación, condición social y económica, conocimientos
y demás circunstancias que hayan podido influir en su voluntad. La
gravedad del dolo debe pues apreciarse en concreto46.
Por consiguiente, para saber si el dolo ha viciado o no el con-
sentimiento hay que tener en cuenta no tanto si una persona me-
dianamente sensata o razonablemente prudente habría sucumbido
o no a las maniobras dolosas utilizadas para determinar su consen-
timiento, sino que se debe considerar más bien el comportamiento
y la perspicacia habitual de la víctima47. Por lo cual, el juez deberá
proteger más eficazmente a las personas de voluntad débil y fáciles
de convencer que a aquellas que, por su carácter y experiencia, pue-
den precaverse más de los peligros de las transacciones. La edad,
el sexo, el estado de salud y demás circunstancias particulares de la
víctima son, pues, elementos de la mayor importancia para valorar
en cada caso la existencia del dolo.

45
Cfr. VITA, Alberto: op. cit. Nº 7. p. 147, especialmente, la nota 6.
46
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 244;
COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 437.
47
Cfr. FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 169; STOL-
FI, Giuseppe: op. cit. p. 150; DE COSSIO y CORRAL, A.: El Dolo en el Derecho
Civil. Madrid, 1955. p. 330.

175
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La intensidad del engaño no debe pues valorarse objetiva sino


subjetivamente. Tal y como afirma Trabucchi:

“En el dolo como vicio del consentimiento basta que la voluntad


de la víctima haya sido determinada por el engaño, no es justo que
si el autor del engaño ha sabido aprovecharse de una debilidad
personal de la víctima, disfrute de las consecuencias a su favor….
El análisis de la determinación de la voluntad de la víctima se ha de
hacer exclusivamente sobre criterios concretos o subjetivos.”48

En fin son inaplicables al dolo los requisitos establecidos en


el artículo 1151 del Código Civil para la violencia; en particular,
no se requiere que las maniobras dolosas sean de tal gravedad que
lleven a engaño a una persona sensata49.

48
TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p.p. 412-413.
49
En el mismo sentido, en la doctrina italiana, Carresi y Distaso consideran inaplicables
al dolo los requisitos establecidos en el artículo 1435 del Código Civil italiano para
la violencia, en particular, que las maniobras dolosas deban ser tales que lleven a
engaño a una persona sensata (CARRESI, F.:op. cit. p.p. 470-473; DISTASO, N.: op.
cit. p.p. 217-219). En contra: FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 4; TRIMARCHI,
Pietro: op. cit. p. 182. En la doctrina francesa, en el mismo sentido expuesto en
el texto, véase: MAZEAUD H., L. y TUNC, A.: Tratado Teórico y Práctico de la
Responsabilidad Civil Delictual y Contractual. Tomo II. Vol. II. Traducción caste-
llana de Luis Alcalá Zamora y Castillo. Buenos Aires. Ediciones Jurídicas Europa
y América, 1977. p. 228; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric:
op. cit. p. 169. En la doctrina suiza, Engel expresa “poco importa que la víctima
haya cometido una negligencia inexcusable o haya tenido un exceso de creduli-
dad” (ENGEL, P.: Traité des Obligations en Droit Suisse. Neuchatel, 1973. p. 71
y la jurisprudencia suiza allí citada). En criterio de Rojo, es preferible proteger a
quien incluso por ingenuidad confía en la otra parte y cae en la trampa (salvo en el
caso del dolus bonus) que dejar impune al contratante doloso. No debe premiarse
la mala fe, so pretexto de la confianza ajena calificada de ingenuidad. Ni siquiera
la negligencia de la víctima es suficiente para privar a ésta de la protección que le
ofrece la ley contra el dolo (ROJO AJURIA, Luis: op. cit. p. 231, especialmente,
la nota 145).

176
EL DOLO

3. El animus decipiendi

3.1. Configuración

Además del comportamiento engañoso el dolo requiere del


animus decipiendi. El dolo es, por definición, una falta intencional.
El autor del dolo debe haber actuado a sabiendas. Si no existe una
conducta intencional, no puede hablarse de dolo aunque pueda
existir un error50.
Por consiguiente, no hay dolo cuando quien provoca el error
está a su vez equivocado. La simple negligencia, sobre todo en
el suministro de información, tampoco constituye dolo, aunque
provoque error en el contratante. Por lo cual, si el vendedor ac-
tuando no maliciosamente, esto es, creyendo decir la verdad, le da
al comprador una información inexacta sobre el objeto vendido
y el comprador, con base en esta información que por error le ha
suministrado el vendedor se decide a contratar, no podrá impugnar
el contrato por dolo51. A lo sumo, podrá atacar la validez de la venta
por error si éste es jurídicamente relevante y concurren los requisitos
del error como vicio del consentimiento, sin perjuicio del derecho
del comprador a obtener una indemnización del vendedor por los
daños y perjuicios que su actuación le ocasione.

50
Cfr. Sentencia de la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia de
fecha 21 de febrero de 2006. Caso: Herta María Mendt contra Klaus Thilo Lendewig
Mendt y Otros. Consultada en la página web www.tsj.gov.ve
51
La doctrina en general es conteste sobre estos particulares. Al respecto, véase:
MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II. Premier Volume.
p.p. 182-183; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 457-459; TRABUCCHI,
Alberto: op. cit. p.p. 504-512; ALPA, Guido: op. cit. p. 138. Sin embargo, en contra,
en la doctrina italiana, Sacco critica la opinión generalizada acerca de la necesidad
del elemento intencional para la configuración del dolo (SACCO, R.: op. cit. Tomo
II. p.p. 326-330). En la doctrina nacional, en el mismo sentido expuesto en el texto,
véase: PALACIOS HERRERA, Oscar: op. cit. p. 22.

177
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El animus decipiendi consiste en el propósito de engañar a otro


para obtener su declaración de voluntad. No obstante, se admite que
para que se configure este elemento intencional del dolo, es suficien-
te con la conciencia por parte del agente de que con su conducta la
víctima será determinada a hacer una declaración de voluntad que
no habría emitido sin el engaño52. Tal y como afirma Von Thur para
la configuración del animus decipiendi, se requiere:

“b) Que el agente imagine que el declarante juzgará verdadera la


afirmación falsa y se dejará influir por ella. No son instrumento
de dolo las recomendaciones y anuncios respecto de los cuales el
agente mismo está convencido de que no serán tomados en serio.
c) Para ser doloso, el engaño debe perpetrarse con el propósito de
inducir a la parte contraria a efectuar un negocio deseado por el
agente. No constituyen, pues, dolo las falsas afirmaciones que se
pronuncien por jactancia, confusión u otros motivos de este género,
a menos que el agente se dé cuenta de que ellas deciden a la parte
contraria a perfeccionar el negocio.”53

Para la existencia del dolo basta con que haya la intención


de engañar. No es necesario que exista el propósito o intención
de perjudicar a la víctima del dolo causándole un daño (animus
nocendi)54. Tampoco se requiere el ánimo por parte del agente de
obtener un beneficio a expensas de quien contrata engañado (ani-
mus fraudandi)55.

52
Cfr. ALPA, Guido: op. cit. p. 39, especialmente, la nota 113 y la jurisprudencia
italiana allí citada.
53
VON THUR, Andreas: op. cit. p.p. 171-172.
54
Cfr. DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 468; STOLFI, Giuseppe:
op. cit. p. 150.
55
Cfr. BIANCA, C. M.: “Il Contratto” en Diritto Civile. Vol. III. Giuffrè. Milano, 2000.
p. 624; TAG-ELDINE, F.: op. cit. p. 116. Como expresa Funaioli: “el dolo supone
generalmente, pero no siempre, la intención de obtener un provecho causando un
daño a otro” (FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 1). En la doctrina suiza, véase:
VON THUR, Andreas: loc. cit. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI,

178
EL DOLO

Cabe la posibilidad de que exista dolo sin propósito de dañar


o de obtener un beneficio como, por ejemplo, cuando el dolo se
ejecute con un propósito benévolo, esto es, para inducir a un sujeto
a celebrar un contrato que le sea beneficioso, pero que éste no ha-
bría celebrado de no haber mediado el engaño56. Aun en este caso
cabría impugnar el contrato por dolo. En efecto, por un lado, cada
uno es dueño de sus actos y puede, si así lo desea, dejar de obtener
un beneficio. Además, en el Derecho moderno el dolo produce la
anulabilidad del contrato no tanto porque se le considere un acto
ilícito como ocurría en el Derecho romano, sino porque consti-
tuye un vicio del consentimiento que resulta incompatible con el
principio de la autonomía de la voluntad en el cual se fundamenta
la fuerza obligatoria del contrato. No es pues el daño sino el en-
gaño determinante de la voluntad lo que vicia el consentimiento.
De donde resulta que para invalidar el contrato por dolo la única
intención que se exige es la de engañar.
Precisamente porque para la configuración del dolo se requiere
el elemento intencional, no cabe hablar de un dolo objetivo (dolo
in re ipsa)57. El dolo es siempre producto de un acto de voluntad.

José: op. cit. p.p. 181-182; MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE,
Emilio: op. cit. Tomo II. p. 647; BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p.
81. Por lo cual, nos parece equivocada la sentencia de fecha 16-12-54 del Juzgado de
Primera Instancia en lo Civil de la Primera Circunscripción Judicial que declaró: “el
dolo… es una voluntad maliciosa para inducir a los demás al error… procurándose
con el daño ajeno, un provecho.” (Sentencia del 16-12-54 en Jurisprudencia de los
Tribunales de la República. Vol IV. Tomo I. p. 341).
56
Cfr. STOLFI, Giuseppe: loc. cit.
57
Cfr. DEMOLOMBE, C.: “Traité des contrats”. (Tome I) en Cours de Code Na-
poleon. Vol. XXIV. París, 1868. p.p. 152-153; BAUDRY-LACANTINERIE, G y
BARDE, L.: “Des Obligations”. (Tome Premier) en Traité Théorique et Pratique
de Droit Civil. París, 1.900. Vol. XI. p. 135; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge:
Tratado Práctico de Derecho Civil Francés. Tomo VI. Traducción castellana de
Mario Díaz Cruz. Cultural S.A. Habana, 1946. p. 279, especialmente, la nota 1 y
la jurisprudencia francesa allí citada.

179
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Tampoco hay que confundir el dolo con la lesión, aunque en


muchos casos un contrato anulable por dolo resulte lesivo para
la parte engañada y la desproporción de las prestaciones pueda
considerarse como un indicio de la existencia de un vicio de la
voluntad58.

3.2. Dolo bueno y dolo malo

a) Criterio de distinción

La necesidad del animus decipiendi conduce a la distinción


entre el dolo bueno (dolus bonus) y el dolo malo (dolus malus).
El dolus bonus son aquellas pequeñas astucias o engaños me-
nores como las alabanzas excesivas, actos de jactancia, recomenda-
ciones o afirmaciones exageradas que hace un contratante respecto
de la prestación ofrecida o un vendedor respecto de la mercancía
que desea vender y de las cuales puede perfectamente defenderse
cualquier persona con un mínimo de sentido común. Quien se vale
del dolus bonus sabe muy bien que el contratante se encuentra en
la situación de advertir la falta de sinceridad de lo que se le dice
y que, por tanto, no puede caer en el engaño59. Así, ocurre cuando
el comerciante afirma que “este tejido es indestructible” o “este
medicamento elimina el resfriado al primer síntoma”. Una persona
medianamente sensata sabe que tales cualidades ensalzadas por el
vendedor no se corresponden con la verdad y que son fruto de la
exageración puesto que sabe que no existen en el comercio tejidos

58
Cfr. ROJO AJURIA, Luis: op. cit. p. 27.
59
En la doctrina italiana, Messineo se refiere a la recognoscibilidad del dolus bonus
(MESSINEO, Francesco: Manual de Derecho Civil y Comercial. Tomo II. Traduc-
ción castellana de Santiago Sentís Melendo. Ediciones Jurídicas Europa-América.
Buenos Aires, 1971. p. 444).

180
EL DOLO

indestructibles y que la medicina no ha descubierto todavía un


remedio infalible contra el resfriado60.
La conducta configurativa del dolus bonus comprende los
ardides de poca entidad, fácilmente descubribles con la normal
diligencia. Se trata pues de mañas o actos de picardía lícita que son
tolerados en el comercio jurídico. Su verdadero alcance es sobre-
entendido y no son susceptibles de engañar o defraudar a nadie61.
De allí que no pueden determinar la celebración del contrato. No
permiten invalidar el consentimiento ni producen la anulación del
contrato puesto que no revisten carácter grave y sobre todo porque
falta en ellos la intención dolosa. La idea básica es que el dolo to-
lerado no da lugar a ningún tipo de acción62. El dolus bonus no es
propiamente dolo y carece de relevancia jurídica pues de minimus
non curat Pretor.
En cambio el dolus malus es el dolo propiamente dicho. Supone
la intención de provocar un engaño en la víctima, presentándole
circunstancias falsas o suprimiendo o alterando las verdaderas, con
el objeto de inducirle a celebrar un contrato. Consiste en artificios
empleados conscientemente por el agente para inducir, y que de
hecho han inducido, a una persona a contratar, produciendo en ella
un error o aprovechándose del error en que se hallaba63.
Determinar cuando se está en presencia de actos constitutivos
de dolo bueno o de dolo malo es, en definitiva, una cuestión de
hecho reservada al poder soberano de apreciación de los jueces de
instancia y que escapa a la censura de casación64.

60
Cfr. BETTI, Emilio: op. cit. p. 339; CARIOTA-FERRARA, Luigi: op. cit. p. 518;
TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 515; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 182; ALPA,
Guido: op. cit. p. 139.
61
Cfr. FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 4.
62
Cfr. DEMOLOMBE, C.: op. cit. Vol. XXIV. p.p. 153 y 164.
63
Cfr. COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 436.
64
Cfr. VITA, Alberto: op. cit. Nº 4. p. 145. No obstante, se admite que los confines
entre el dolus bonus y el dolus malus se presentan cada vez más inciertos. Por un

181
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Desde luego, en algunos casos es difícil trazar la línea divisoria


entre la simple exageración y la mentira bien definida. En ocasiones,
una maniobra sólo puede considerarse dolosa a la luz de ciertas
circunstancias que varían según los casos65.

b) Críticas a la distinción

La distinción entre el dolo bueno y el dolo malo ha sido cen-


surada por la doctrina.
La propia expresión dolus bonus ha sido fuertemente critica-
da . En efecto, no debe olvidarse que el llamado dolus bonus, en la
66

gran mayoría de los casos, no deja de ser un engaño cuyo exclusivo


propósito es inducir a error.
Ciertamente, el dolus bonus es, por lo general, fácilmente
descubrible con la normal diligencia y no reconocerlo como lícito
en la práctica de los negocios atentaría contra la estabilidad de los
contratos y la seguridad del tráfico. Pero, como ya dijimos, no se

lado, los continuos progresos de la técnica hacen parecer posibles, incluso a los ojos
de una persona medianamente sensata, cosas que en el pasado habrían resultado
inimaginables; y por el otro, la competencia feroz entre comerciantes ha refinado
mucho los mecanismos de persuasión que emplean los vendedores. A un empresario
cuya empresa opera con procedimientos de trabajo automatizados se le presenta un
nuevo modelo de ordenador, al cual el vendedor le atribuye la virtud de duplicar
el volumen de la producción. El empresario sustituye la anterior instalación por la
que adquiere del vendedor y, sin embargo, obtiene los mismos resultados, Galgano
se pregunta, ¿ha sido el adquirente víctima de dolus malus? ¿o bien el deber de
diligencia, que sobre él recae, le imponía consultar a un experto de confianza antes
de decidir la adquisición y la costosa transformación del sistema informático de su
empresa? (GALGANO, Francesco: op. cit. p.p. 311-312).
65
En la doctrina nacional, el profesor José Mélich-Orsini expresa: “El dolus malus,
picardía lícita, es un concepto más o menos amplio según las ideas morales que en
una sociedad determinada constituyan la práctica común en el comercio.” (MÉLICH-
ORSINI, José: op. cit. p. 180).
66
Al respecto, véase: DEMOLOMBE, C.: op. cit. Vol. XXIV. p.p. 152-153; SACCO,
R.: op. cit. Tomo II. p.p. 338-340.

182
EL DOLO

puede tolerar el dolo simplemente por la ignorancia o negligencia


de la víctima. De allí que si se ha producido un engaño y se puede
probar una intención de engañar, no se puede privar de protección
a la víctima por no haberse comportado de forma prudente o haber
ignorado determinadas circunstancias67.
Además, el principio de la buena fe que rige la formación del
contrato68 hace que el campo reservado al dolus bonus sea cada
vez más restringido. Los deberes precontractuales de información
que imponen la ley y los usos parecen no dejar más que un lugar
reducido al dolus bonus. Como afirma Grisi:

“Es innegable que la afirmación de una obligación general de buena


fe en el desarrollo de los tratos precontractuales ha contribuido
notablemente a circunscribir cada vez más los confines “zona
franca” ocupada por la figura del dolus bonus.”69

c) La tendencia a reprimir el dolus bonus en la


legislación de protección al consumidor

La evolución contemporánea del Derecho positivo caracte-


rizada por la protección y la información de los consumidores,
la reglamentación de la publicidad y la fuerza obligatoria de los

67
Cfr. ROJO AJURIA, Luis: op. cit. p. 235.
68
La doctrina nacional es conteste en cuanto a que el principio de la buena fe rige
no sólo durante la fase de la ejecución del contrato sino también en la etapa de su
formación. Al respecto, véase: RODRÍGUEZ MATOS, GONZALO: op. cit. p.p.
430-433; MÉLICH-ORSINI, José: “Los tratos o negociaciones dirigidos a la posible
formación de un contrato” en Derecho de Obligaciones en el Nuevo Milenio. Acade-
mia de Ciencias Políticas y Sociales y Asociación Venezolana de Derecho Privado.
Serie Eventos, Nº 23. Caracas, 2007. p. 84, especialmente, la nota 30; MADURO
LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.p. 609 y 805.
69
GRISI, L.: L‘obbligo precontrattuale d’informazione. Milano, 1990. p.p. 169. En
el mismo sentido, véase: TRABUCCHI, Alberto: Voz “Dolo” (Diritto Civile) en
Novissimo Digesto Italiano. T. VI. Publicación de la Unione Tipografico-Editrice

183
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

documentos publicitarios, así como el desarrollo de la obligación de


información parece igualmente dejar sólo un espacio muy reducido
al dolus bonus70. Tal como afirma el profesor Mélich-Orsini:

“Esta distinción entre dolus bonus y dolus malus tiende, sin


embargo, a perder importancia en una sociedad como la contem-
poránea, cada vez mas preocupada en velar por la protección de
los consumidores y la reglamentación de las medidas de control
sobre la publicidad.”71

En nuestra legislación, la tendencia a restringir el ámbito de


aplicación del dolus bonus se advierte en la legislación dictada en
protección de los derechos de los consumidores. De conformidad
con el Decreto Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso a
los Bienes y Servicios72, son derechos de las personas (entiéndase,
de los consumidores):

“La protección contra la publicidad o propaganda subliminal, falsa


o engañosa que induzca al consumismo(!), los métodos coercitivos
que distorsionen la conciencia y las prácticas o cláusulas impuestas
por proveedoras o proveedores de bienes y servicios que contraríen
los derechos de las personas en los términos expresados en este
Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley”. (Art. 7, ord. 8).

Conforme a los dispuesto en el artículo 57 ejusdem, se entiende


por publicidad falsa o engañosa todo tipo de información o comu-
nicación de carácter comercial en la que se utilicen textos, diálogos,

Torinese, bajo la dirección de Antonio Azara y Ernesto Eula. Turín, 1957. Nº 4.


p. 150.
70
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 465.
71
MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 180.
72
El Decreto Nº 6.092 con Rango, Valor y Fuerza de Ley para la Defensa de las Per-
sonas en el Acceso a los Bienes y Servicios (LDPABS) fue publicado en la Gaceta
Oficial Nº 5.889 (Extraordinario) de fecha 31 de julio de 2008.

184
EL DOLO

sonidos, imágenes o descripciones que directa o indirectamente, e


incluso por omisión, puedan inducir al engaño, error o confusión
de las personas en relación con las circunstancias indicadas en
esa disposición. Aunque la ley no define lo que debe entenderse
por publicidad subliminal, se admite que esta noción incluye la
publicidad que mediante técnicas de producción de estímulos de
intensidades fronterizas con los umbrales de los sentidos o análogas,
puede actuar sobre el público destinatario sin ser conscientemente
percibida73. La publicidad subliminal está declarada como ilícita en
el artículo 7 de la LDPABS. Además, de acuerdo con lo dispuesto
en el artículo 7 de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y
Televisión74: “En los servicios de radio o televisión no está permi-
tida la difusión de mensajes que utilicen técnicas audiovisuales o
sonoras que impidan o dificulten a los usuarios o usuarias percibirlos
conscientemente”.

73
Esta es la definición de publicidad subliminal que trae el artículo 7 de la Ley General
de Publicidad española 34/1988 de fecha 11 de noviembre de 1988. En el mismo
sentido, Roberto García Sánchez afirma que la publicidad subliminal es aquella que
“presenta a un producto o servicio de manera tan leve o breve que no es conscien-
temente percibida y lleva a consumirlo o usarlo sin saber las razones auténticas. Lo
que se busca es una manipulación del subconsciente.” (Consultado en la página web www.
robertogarcia.com.es). El Observatorio Global de Medios (Capítulo Venezuela), por
su parte, denomina mensajes subliminales explícitos aquellos “cuya característica
principal reside en que, más que actuar sobre las emociones del espectador (subli-
minales indirectos o enmascarados), se influye directamente sobre la percepción.
Es decir, se trata de imágenes rápidas en las que el receptor no tiene tiempo de
procesar la información concientemente, aunque sí a nivel inconsciente.” (Consultado
en la página web www.observatoriodemedios.org.ve). En el mismo sentido, aunque de
manera incidental, se pronunció la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia mediante sentencia de fecha 25 de enero de 2005 cuando declaró que la
publicidad subliminal es aquella que presiona inconscientemente a los consumi-
dores a adquirir bienes. (Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia del 25-01-05. Caso: Recurso de revisión intentado por Luis Rodríguez
Dordelly y otros. Consultada en la página web www.tsj.gov.ve).
74
La Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión fue publicada en la Gaceta
Oficial Nº 38.333 de fecha 12 de diciembre de 2005.

185
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La ley prohíbe igualmente la publicidad abusiva por medio de


la cual se aproveche de la falta de discernimiento de las personas
(artículo 58).
Además los consumidores tienen derecho a:

“La información suficiente, oportuna, clara, veraz y comprensible


sobre los diferentes bienes y servicios puestos a su disposición,
con especificaciones de precios, cantidad, peso, características,
calidad, riesgo y demás datos de interés inherentes a su elaboración
o prestación, composición y contraindicaciones que les permita
tomar conciencia para la satisfacción de sus necesidades”. (Art.
7, ord. 3).

Según el artículo 40 ejusdem los bienes y servicios puestos a


disposición de las personas en el territorio nacional deberán tener,
incorporar o llevar consigo información veraz, precisa, comprensiva
y suficiente sobre sus características especiales en los términos que
se indican en esa disposición.
Por otra parte, conforme a lo dispuesto en el ordinal 1º del
artículo 62 de la LDPABS si el proveedor de bienes o servicios de
una promoción, liquidación u oferta especial no diere cumplimiento
a lo anunciado, el consumidor puede exigir el cumplimiento de la
obligación en los términos ofertados. De donde resulta que, por lo
menos cuando se trata de bienes o servicios adquiridos en virtud de
ventas o servicios promocionales, liquidaciones u ofertas especiales,
la oferta y los documentos publicitarios y promocionales (incluidos
en carteles publicitarios, folletos o anuncios por cualquier otro me-
dio de comunicación) adquieren fuerza obligatoria y su contenido
es exigible por los consumidores o usuarios aun cuando no figure
expresamente en el contrato celebrado con el proveedor.
De estas disposiciones legales se colige que la tendencia en
nuestro ordenamiento es a restringir cada vez más el ámbito de
aplicación del llamado dolus bonus y a sancionar estas pequeñas
mentiras o exageraciones tradicionalmente toleradas entre nosotros.

186
EL DOLO

Lamentamos que en nuestro medio falte un desarrollo jurispruden-


cial de estas disposiciones legales lo que en nuestro concepto obe-
dece, entre otras razones, a la lentitud y el costo de los respectivos
procedimientos judiciales, así como a la ignorancia y a la falta de
una verdadera conciencia por parte del consumidor acerca de la
extensión de sus derechos lo que determina que sean muy pocos
los casos que lleguen al conocimiento de los tribunales.
Por último, se admite que cuando la exageración o el pequeño
engaño son empleados por la parte fuerte de la relación contractual,
hay que ser más restrictivo con su admisión que cuando se dirigen
a una persona entendida en la materia en cuestión (profesional)75.
La tendencia a reprimir el dolus bonus se manifiesta igual-
mente en algunas decisiones de la jurisprudencia extranjera sobre
todo en materia de protección al consumidor. Así, el Tribunal
de Comercio de Bruselas ha condenado explícitamente el dolus
bonus, afirmando que, en nuestra época, en la que se multiplican
los esfuerzos para conseguir una publicidad sana y objetiva, no
resulta admisible una publicidad que tienda a convencer al cliente
induciéndolo a error76.
Asimismo, es de destacar una sentencia del Tribunal Supremo
español del 27 de enero de 1977 en la cual se lee: “siendo muy parco
el contrato privado suscrito por las partes en elementos descripti-
vos, es lógico, como dice la instancia, que el adquirente del piso
se atenga a lo prometido en los folletos de propaganda, de acuerdo
con el principio de buena fe proclamado en el artículo 1.258 del
Código Civil, al creerlos, con todo fundamento, vinculantes para
la empresa”77.

75
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 462-465 y la jurisprudencia francesa
allí citada; MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p.p. 180-181.
76
Sentencia del Tribunal Supremo de Bruselas de fecha 7 de enero de 1954 en J.T.
1954 p. 20 citada por LLOBET I AGUADO, Joseph: op. cit. p. 132.
77
Sentencia del Tribunal Supremo español de fecha 27 de enero de 1977 citada por
LLOBET I AGUADO, Joseph: loc. cit. p. 133.

187
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De lo cual resulta que la doctrina y la jurisprudencia modernas


se inclinan hoy en todas partes por rechazar esta distinción entre
dolo bueno y dolo malo. Ésta es igualmente la tendencia seguida
en nuestra legislación en algunos textos normativos.

4. La producción del error

Para la configuración del dolo como un vicio del consentimien-


to se requiere que las maquinaciones empleadas por el agente con
ánimo de engañar provoquen un error en el contratante, que confía
en la realidad de la apariencia que su contraparte contractual (o un
tercero con el conocimiento de ésta) crea o mantiene. El dolo ha
de producir pues un error puesto que si no lo produjera no sería
un vicio de la voluntad78. A la provocación del error se equipara,
como se dijo, el mantenimiento en el error o en la ignorancia que,
desde antes, padecía el contratante.
El objeto de las maquinaciones es engañar, es decir, inducir
a error a una persona para determinarle a celebrar un contrato. El
dolo no es más que un engaño, un error que no es espontáneo sino
provocado por la conducta intencional del agente79. Quien sufre el
dolo se equivoca por la maniobra empleada tendiente a producir
engaño. Dicho en otros términos, para que el dolo produzca sus
efectos debe haber determinado un error ya que unas maquinacio-
nes que no consiguen engañar al contratante no son causantes de la
celebración del contrato (arg. ex art. 1154 del Código Civil).

78
Cfr. DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 474; SACCO, R.: op. cit.
Tomo II. p. 207; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 182.
79
Cfr. STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 148. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-
ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 177; MADURO LUYANDO, Eloy y
PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.p. 645-646; COTTON, Julio César:
op. cit. p.p. 11-12.

188
EL DOLO

De manera que el dolo como vicio del consentimiento requiere


la concurrencia de dos elementos: la conducta intencional del agente
y la producción del error en el declarante. Para la configuración del
dolo es siempre necesaria la coexistencia de estos dos elementos,
sin los cuales resulta imposible hablar de dolo, porque no basta con
demostrar el animus, si falta la producción del error; de la misma
manera que no basta probar que alguien ha incurrido en error por
el hecho de otro, sin probar el animus decipiendi del agente80.
El error provocado por el dolo puede ser de cualquier clase. No
es necesario que sea de aquellos que permiten invalidar el consenti-
miento por error81. Solamente se requiere que el error dolosamente
provocado sea determinante de la declaración de voluntad (infra,
Cap. III, Nº III, 5). Así, el error en los motivos puede traer consigo
la anulación cuando haya sido provocado por dolo, cosa que no
sería posible si dicho error hubiese sido producido por cualquier
otra causa82; lo mismo ocurriría si se tratase de un error sobre el
valor o sobre cualquier otra cualidad no esencial de la cosa83.
Esto se explica porque, como ya dijimos, el error y el dolo son
dos vicios del consentimiento que si bien se aproximan son distin-
tos: en el error quien se equivoca lo hace espontáneamente; en el

80
Cfr. VITA, Alberto: op. cit. Nº 5. p. 146.
81
Cfr. BETTI, Emilio: op. cit. p. 338; COVIELLO, Nicolás: op. cit, p. 436; STOLFI,
Giuseppe: op. cit. p.p. 147-148; CARRESI, F.: op. cit. p. 459; BIANCA, M.C.: Vol.
III. op. cit. p. 625; ALPA, Guido: op. cit. p. 139. En contra: GALGANO, Francesco:
op. cit. p. 307.
82
Cfr. BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p. 146; FU-
NAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 3; SANTORO PASSARELLI, Francesco: op. cit.
p. 198; VON THUR, Andreas: op. cit. p. 171; FUENTESECA, Cristina: El Dolo
Recíproco. Editorial Dykinson 2002. Madrid., 2002. p.p. 120-121.
83
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C. § 343 p.p. 444-445; PLANIOL, Marcelo y RIPERT,
Jorge: op. cit. p. 278; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 470-471; MALAU-
RIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 252,
especialmente, la nota 60 y la jurisprudencia francesa allí citada; DE RUGGIERO,
Roberto: op. cit. Tomo I. p. 273; VON THUR, Andreas: loc. cit; DOMÍNICI, Aníbal:
op. cit. Tomo II. p. 554.

189
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

dolo, en cambio, la parte engañada incurre en un error que no es


espontáneo sino resultado de las maquinaciones del autor del dolo.
Por consiguiente, cuando en un contrato se enfrentan dos vicios
diversos, aunque participen de la misma naturaleza, la solución
legal también tiene que variar.
Tampoco se requiere que el error provocado por dolo sea excu-
sable. Esto se explica por la misma razón: cuando hay dolo la parte
cuya voluntad no está viciada es la que voluntaria y conscientemente
provocó el vicio de la voluntad de la otra parte. La falta intencional
del agente no puede compararse con la presunta negligencia de la
víctima del dolo. Además, ésta puede legítimamente suponer que la
otra parte actúa correctamente y de buena fe. Si no lo hace, deberá
soportar las consecuencias de su comportamiento84.
Por consiguiente, si uno de los contratantes, a sabiendas, le
suministra a la otra parte datos erróneos sobre el objeto del contra-
to, debe sufrir las consecuencias que pueda acarrearle esta actua-
ción y su contraparte contractual podrá impugnar el contrato por
dolo. Desde luego, si el defecto de la cosa o servicio es aparente,
no será aplicable esta regla (arg. ex art. 1519 del Código Civil).
Pero, si el vicio de la cosa no es manifiesto pero sí fácilmente
reconocible después de un simple examen, a nuestro modo de
ver, la víctima del engaño puede pedir la nulidad del contrato. La
actuación dolosa del agente que conscientemente suministró una
información falsa releva a la parte engañada de cualquier carga
de investigación85.

84
Cfr. SAVATIER, René: Traité de la Responsabilité Civile. Tome II. París, 1951. Nº
483; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 464; VITA, Alberto: op. cit. Nº 7. p.
147; VON THUR, Andreas: Ibidem. En el mismo sentido, en la doctrina nacional,
véase: MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 178.
85
Cfr. DE GREGORIO, Alfredo: Voz “Vendita” en Nuovo Digesto Italiano. T. XII.
p. 2a. UTET. Torino, 1940. p. 958; URDANETA FONTIVEROS, Enrique: Vicios
Redhibitorios y Saneamiento. Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie
Estudios. Nº 73. Caracas, 2008. p. 77.

190
EL DOLO

Cabe hacer notar, sin embargo, que un sector de la doctrina


considera que no se requiere siempre que la conducta dolosa del
agente provoque un error en el contratante.
En la doctrina francesa, aun cuando la mayoría de los auto-
res sostienen que el dolo no es un vicio del consentimiento sino
cuando engendra un error86, un sector de la doctrina considera
que si bien es cierto que el dolo generalmente tiene por objeto
engañar a un contratante y, por consiguiente, provocar un error,
no hay razón para limitar el dolo solamente a los casos de error
provocado. El dolo puede también ser un vicio de la voluntad
aun en ausencia de error, cuando las maquinaciones tienen por
objeto alterar, no ya el carácter informado del consentimiento,
sino su libertad87.
Este último criterio ha sido seguido por algunas decisiones de
los tribunales franceses. Así, en un fallo del Tribunal de Colmar
de fecha 30 de enero de 1970 en un pleito en que se trataba de
una mujer de 75 años que había decidido donar la mitad de sus
acciones de una sociedad a su hija y la otra mitad a su hijo, dos
días más tarde, sin embargo, firmó un documento por el cual, si
bien mantenía la donación en beneficio de su hija, se retractaba
de la hecha a su hijo, sobre la cual no había recaído aún acepta-
ción, y cedía estas acciones a su yerno por un precio muy bajo.
Posteriormente, demandó la nulidad de este acto aduciendo que
había sido víctima de dolo por parte de su yerno. Según alegó,

86
Al respecto, véase: TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op.
cit. p.p. 241-244; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit.
p. 168; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe:
loc. cit.
87
En tal sentido véase: GAUDEMET, Eugene: op. cit. p. 87; LARROUMET, Christian:
op. cit. Vol. I. p. 274. Igualmente, en la doctrina italiana, Trabucchi niega que el
dolo provoque siempre un error en la víctima del engaño (TRABUCCHI, Alberto:
ll dolo… cit. p. 385).

191
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

había estado acosada por su yerno y no fue sino después de largas


discusiones que había consentido en esta operación. La donante
había obrado, sin duda, con perfecto conocimiento de causa y, por
consiguiente, no había sido víctima de ningún error. Pero, debido
a que tales maniobras habían contribuido a debilitar su voluntad, el
tribunal estimó que el consentimiento de la donante estuvo viciado
por dolo y declaró la nulidad de la cesión. En criterio del tribunal,
el cansancio proveniente de las maniobras empleadas por el agente
revelaba un consentimiento que, en realidad, no era libre88.

5. El carácter determinante del dolo

El dolo debe ser causa determinante del contrato. El error pro-


vocado por el dolo debe ser tal que sin él no se hubiera emitido la
declaración de voluntad. Para producir la anulación del contrato,
el dolo debe haber determinado su celebración (dolus causa dans
o dolus dans causam contractui). Es necesario establecer que sin
el engaño no se habría celebrado el contrato. Es un requisito que
establece claramente el artículo 1154 del Código Civil: “El dolo
es causa de anulabilidad del contrato, cuando las maquinaciones
practicadas por uno de los contratantes o por un tercero, con
su conocimiento, han sido tales que sin ellas el otro no hubiera
contratado”.
Por consiguiente, para que el dolo configure un vicio del con-
sentimiento susceptible de invalidar el contrato tiene que existir
entre el engaño de que ha sido víctima el contratante y su mani-
festación de voluntad una relación de causa a efecto. Si no existe
una causalidad eficiente entre la maquinación dolosa de una de

88
Al respecto véase: Sentencia del Tribunal de Colmar de fecha 30 de enero de 1970
citada por LARROUMET, Christian: loc. cit.

192
EL DOLO

las partes (o de un tercero, con el conocimiento de esta última) y


el consentimiento de la víctima, no podrá invocarse el dolo como
fundamento de la anulación del contrato89.
El engaño tiene que referirse a un hecho que sea decisivo
para la víctima. Ninguna relevancia tiene cuando recae sobre un
hecho o circunstancia que sería indiferente para la conclusión del
contrato.
No basta pues con demostrar la existencia de la conducta do-
losa y el animus decipiendi. Hay que probar, además, que el error
provocado fue determinante del consentimiento. En fin, hace falta
que el engaño haya inducido a error al otro contratante y que ese
error lo haya llevado a celebrar el contrato90.
Sin embargo, de esto no se desprende que para que se declare
la nulidad por error provocado por dolo deban concurrir los mismos
requisitos de la nulidad por error. Como ya dijimos, ciertos errores,
como el error sobre los motivos o sobre el valor de la cosa, carecen
de relevancia para anular el contrato. Ahora bien, si estos errores
son provocados por dolo y son determinantes del consentimiento,
puede solicitarse la nulidad invocando como fundamento el artículo
1154 del Código Civil (supra, Cap. III, Nº III, 4).
Sólo tiene relevancia para invalidar el consentimiento la ma-
quinación engañosa que precede al contrato o que se produzca en el

89
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 467-469 y la jurisprudencia francesa
allí citada; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit.
p. 243; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe:
op. cit. p. 283; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p.
168; DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 477; FUNAIOLI, Carlo
Alberto: op. cit. § 3; STOLFI, Giuseppe: op. cit. p.p. 150-151; TRIMARCHI, Pietro:
op. cit. p. 183; ROCA SASTRE, RAMÓN Ma y PUIG BRUTAU, José: “Vicios de
la Voluntad” en Estudios de Derecho Privado. Vol. I (Obligaciones y Contratos).
Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1940. p. 31. En la doctrina nacional,
véase: PALACIOS HERRERA, Oscar: op. cit. p. 191.
90
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p.182; ALPA, Guido: op. cit. p. 139.

193
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

momento de su celebración91. La razón es obvia: el dolo cometido


después no puede ser determinante de la voluntad de contratar.
El carácter determinante del dolo es una cuestión de hecho
reservada al poder soberano de apreciación de los jueces de ins-
tancia y que escapa a la censura de casación. En el examen del caso
sometido a su consideración y decisión, el juzgador deberá valorar
la importancia del error habida cuenta de la intención de las partes
y de la finalidad perseguida por ellas al contratar.
Ahora bien, el carácter determinante del dolo no debe con-
fundirse con la gravedad del dolo. Dicho en otros términos, dolo
grave no es igual a dolo determinante del consentimiento. El dolo
no sólo debe ser grave, sino además determinante92.
En efecto, una cosa es la apreciación de si el dolo determinó
o no la voluntad de contratar; y otra, si reviste o no gravedad. Por
consiguiente, si aun siendo de entidad suficiente el engaño, el con-
tratante no cae en la trampa o si, en definitiva, se decide a celebrar
el contrato no por la grave maquinación dolosa sino porque cree que
su celebración le conviene por otras razones, el dolo, no obstante
ser grave, no tendrá carácter determinante y, por ende, no podrá
atacarse el contrato por dolo.
A la inversa, si en un caso concreto el dolo es determinante
del consentimiento pero consiste en una maquinación que no tiene
la entidad suficiente para inducir a la celebración del contrato to-
mando en consideración las condiciones personales del contratante,
tampoco podrá invocárselo como fundamento de la anulación del
contrato93.

91
Cfr. MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II. Premier Volume.
p. 187; LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 273.
92
Cfr. FUENTESECA, Cristina: op. cit. p.p. 124-126.
93
En el mismo sentido expuesto en el texto, en la doctrina española, Díaz Alabart
expresa que “la gravedad del dolo mira a la potencia de la propia maquinación para
engendrar engaño y mediante éste conseguir que la otra parte contrate, mientras
que ser el dolo determinante en el caso concreto mira a que en él efectivamente

194
EL DOLO

En conclusión, para que pueda invalidarse el consentimiento


por dolo, es necesario que éste sea grave y, además, determinante
de la voluntad de contratar.

5.1. Dolo causante y dolo incidental

La necesidad de que el dolo sea determinante de la voluntad


de contratar ha llevado a la doctrina tradicional a distinguir entre
el dolo causante y el dolo incidental.
El dolo es causante, principal o esencial cuando sin el engaño
no se hubiera contratado de ninguna manera. Por el contrario, el
dolo es incidental cuando a pesar del engaño el contrato se hubiese
celebrado igualmente, pero en mejores condiciones94. Así, habrá
dolo principal cuando se venden mercancías que no poseen las cua-
lidades manifestadas por el vendedor como, por ejemplo, cuando
se vende aceite de semilla como si fuese de oliva. Pero, si la venta
se hace a un comerciante que se dedica a revender aceite, habrá
dolo incidental cuando el comprador de todas maneras habría ad-
quirido esta mercancía al precio de mercado de la correspondiente
calidad95. Hay pues dolo incidental cuando las maquinaciones no
son determinantes del consentimiento, es decir, sí la víctima de
todas maneras habría contratado, aunque en condiciones diferentes.
Supongamos que A quiere adornar su casa con un vaso de Ming;
por ello habría comprado de todas maneras el vaso que adquirió
en el anticuario creyendo que era antiguo y cuyo diseño le pareció

el contrato se haya conseguido por la maquinación. Y la impugnabilidad por dolo


requiere las dos cosas, gravedad y determinación.” (DÍAZ ALABART citada por
FUENTESECA, Cristina: op. cit. p. 125, especialmente, la nota 125).
94
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C. § 343 bis. p. 442, especialmente, las notas 21 y 22;
TAG-ELDINE, F.: op. cit. p. 137; CARIOTA-FERRARA, Luigi: loc. cit.; BETTI,
Emilio: op. cit. p. 338; COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 437; SANTORO PASSA-
RELLI, Francesco: op. cit. p. 199; ALPA, Guido: op. cit. p. 139.
95
Cfr. GALGANO, Francesco: op. cit. p. 306; ALPA, Guido: loc. cit.

195
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

extraordinario, aunque habría pagado por él un precio inferior de


haber sabido que era una copia y no un vaso antiguo como el ven-
dedor le hizo creer.
Otros autores consideran que hay dolo causante si el engaño
recae sobre elementos esenciales o principales del contrato. En
cambio, el dolo es incidental cuando recae sobre elementos secun-
darios o accesorios96.
En fin, para que el dolo constituya un vicio del consentimiento
y permita la anulación del contrato, es necesario que haya sido la
causa del contrato (dolo causante), es decir, que haya sido deter-
minante de la emisión de la declaración de voluntad, la cual de no
haber mediado el dolo no se habría producido97. De manera que
si el dolo sólo ha tenido por efecto obtener mejores condiciones
o recae sobre condiciones accesorias (dolo incidental) el contrato
no es anulable.
Ahora bien, aun cuando el dolo incidental no permite la anula-
ción del contrato, da lugar al resarcimiento de los daños y perjuicios
si los hubo98. El dolo incidental sólo obliga al agente a indemnizar

96
Al respecto, véase: TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo… p. 175; DISTASO, N.: op.
cit. p. 216; SANTORO PASSARELLI, Francesco: op. cit. p. 199; DI BLASSI,
Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 478; FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. §
5, especialmente, la nota 47 y la jurisprudencia italiana allí citada; DE COSSÍO y
CORRAL, A.: op. cit. p.p. 348-349.
97
Cfr. POTHIER, R. J.: “Traité des Obligations”. Tome I. en Oeuvres de Pothier. M.
Siffrein. Paris, 1.821. Nº 31. p. 102. En el mismo sentido en la sentencia de fecha
21 de febrero de 2006 de la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia
se lee: “El dolo debe ser causante, es decir, determinante en la voluntad de contra-
tar de la otra parte, de modo que de haber sido conocida por ésta o de no haberse
desarrollado, el otro contratante no hubiese celebrado el contrato” (Sentencia de
la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia de fecha 21 de febrero
de 2006. Caso: Herta María Mendt contra Klaus Thilo Lendewig Mendt y Otros.
Consultada en la página web www.tsj.gov.ve).
98
Es la solución legal que consagra expresamente el artículo 1440 del Código Italiano
de 1942 según el cual: “Si los engaños no hubiesen sido de tal entidad que hayan
determinado el consentimiento, el contrato será válido, aunque sin ellos se hubiere

196
EL DOLO

los daños y perjuicios experimentados por la víctima, puesto que


se trata de un hecho ilícito99. La medida del daño indemnizable
será la diferencia entre la situación creada por el contrato para la
víctima del dolo y la más ventajosa que habría resultado para ella
de no haber mediado el dolo100.
La doctrina moderna se ha encargado de señalar que no re-
sulta nada clara la diferencia entre dolo causante y dolo incidental
puesto que:
1) En realidad, es difícil distinguir entre la voluntad de con-
tratar, en sí misma considerada, y la voluntad de contratar en
determinadas condiciones. El llamado dolo incidental es también
determinante ya que, sin él, el contrato no se habría celebrado en
las mismas condiciones101.
2) Las partes al consentir lo hacen sobre la totalidad del con-
trato. El contrato es querido por los contratantes como un todo102.
Por lo cual, siempre que exista un engaño que induzca a la cele-
bración del contrato y determine el consentimiento habrá dolo,
independientemente de que tal engaño recaiga sobre la intención

concluido en condiciones distintas; pero el contratante de mala fe responderá de


los daños.”
99
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 243,
especialmente, la nota 3; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-
MUNCK, Philippe: op. cit. p. 253, especialmente, las notas 65 y 66 y la jurispru-
dencia francesa citada por estos autores; FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 5.
100
Cfr. SANTORO PASSARELLI, Francesco: loc. cit.
101
En la doctrina clásica francesa y belga, véase: PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jor-
ge: op. cit. Tomo VI p.p. 279-280; COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: Curso
Elemental de Derecho Civil. Tomo III. Traducción castellana. Instituto Editorial
Reus. Madrid, 1960. p.p.621-622; LAURENT, F.: Principios de Derecho Civil.
Traducción castellana. Tomo XV. Habana, 1.917. p. 652. En el mismo sentido, más
recientemente, véase: WEILL, Alex: Droit Civil. Les Obligations Dalloz. París, 1971.
p. 198; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 168.
102
GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 486-487; FLOUR, Jacques, AUBERT,
Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p.p. 168-169; MALAURIE, Philippe, AYNÈS,
Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 253.

197
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de celebrar el contrato o sobre la de consentir en celebrarlo en


determinadas condiciones.
3) La distinción entre dolo principal y dolo incidental es muy
difícil de aplicar en la práctica, pues obliga a moverse en el terreno
resbaladizo de las puras hipótesis103.
4) Además, atribuir un carácter principal o secundario a los
elementos del contrato afectados por el engaño no puede hacerse
de una manera objetiva, sino atendiendo a los intereses, las moti-
vaciones y las conveniencias de cada contratante que normalmente
no se incorporan al contenido del contrato104.
5) Por último, uno de los pocos supuestos que se cita como
ejemplo de dolo incidental, esto es, cuando el engaño recae sobre
el precio de la cosa exigiendo el vendedor una cantidad mayor, es
harto discutible105. Supongamos que alguien necesita urgentemente
una pieza para su carro que se le ha dañado en un pueblo. El ex-
pendedor le indica que, por conmemorarse ese día en la localidad
una festividad especial, todos los establecimientos que venden esta
pieza se encuentran cerrados (lo que es falso) y aquél, inducido por
este engaño, accede a pagarle a ese expendedor un precio extre-
madamente alto por la pieza. Es muy discutible que este supuesto
constituya un caso de dolo incidental: en primer lugar, el precio
es uno de los elementos esenciales de la compra-venta (Código
Civil, artículo 1474); y, en segundo término, aunque el comprador
víctima de la maniobra dolosa estuviere ya decidido a celebrar el
contrato de compra-venta, el engaño sobre el precio es igualmente
relevante, puesto que éste podría haber acudido a otro vendedor

103
DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio: Sistema de Derecho Civil. Vol. II.
Editorial Tecnos. Madrid, 1998. p.p. 172-173.
104
Ibidem.
105
MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II. Premier Volume. p.p.
187-188, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada; GHESTIN,
Jacques: loc. cit.; FUENTESECA, Cristina: op. cit. p. 111.

198
EL DOLO

que pidiese un precio menor. Se trata pues de una maquinación


que induce engañosamente a consentir y que, por tanto, debería
producir la anulabilidad del contrato.
Aun cuando algunas legislaciones distinguen expresamente en-
tre dolo causante y dolo incidental106, y otras regulan especialmente
el dolo causante sin mencionar el incidental107, la mayor parte de
la doctrina critica severamente esta distinción y muchos autores se
inclinan por rechazarla de manera absoluta.

IV. EL AGENTE DEL DOLO

1. Disposición legal

Para determinar la anulación del contrato, las maquinaciones


o artificios dolosos deben ser obra de la otra parte contratante o
de un tercero con el conocimiento de dicha otra parte. Así lo dice
expresamente el artículo 1154 del Código Civil: “El dolo es causa
de anulabilidad del contrato, cuando las maquinaciones practicadas
por uno de los contratantes o por un tercero, con su conocimiento,
han sido tales que sin ellas el otro no hubiera contratado”.
Por consiguiente, el dolo sólo se tiene en cuenta como motivo
de impugnación del contrato cuando proviene de un contratante, o
si éste actuó con conocimiento del dolo cometido por un tercero.
Solamente se requiere el conocimiento de las maniobras dolosas
provenientes del tercero por parte del contratante, independiente-
mente de que este último saque o no provecho de tales maniobras.

106
El Codice italiano se ocupa en el artículo 1439 del dolo causante y en el artículo
1440 del dolo incidental. El Código Civil español parece diferenciar entre el dolo
causante (artículos 1269 y 1270, numeral 1º), aunque no lo llame así, y el dolo
incidental (artículo 1270, numeral 2º).
107
Tal es el caso del Código Civil francés y del Código Civil venezolano.

199
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El texto de la ley es absolutamente claro al respecto. Por tanto,


será culpable de dolo la parte que conociendo las maquinaciones
dolosas de un tercero no las manifieste a la otra parte como, por
ejemplo, cuando el probable vendedor sabe que un tercero engaña
al probable comprador sobre la cosa que pretende venderle y no se
lo advierte. Basta una complicidad pasiva que le permita a una de
las partes aprovecharse del artificio provocado por un tercero, aun
cuando en el caso concreto no lo haya hecho108.
En todo caso, será necesario que el dolo del tercero sea co-
nocido por el contratante y no solamente que éste haya podido
conocerlo109.
Como para que el dolo proveniente de un tercero sea causa
de impugnación del contrato basta el conocimiento por parte del
contratante del comportamiento doloso del tercero, cabría aplicar
esta noción para invalidar el contrato celebrado con un consumidor
inducido a contratar por una publicidad engañosa la cual, como
dijimos en su oportunidad, puede calificarse de maniobra dolosa,
incluso cuando la misma se lleve a cabo por una persona distinta de
aquella que celebra el contrato con el consumidor aun cuando ésta
última, sin haber participado en los actos de publicidad engañosa,
hubiere tenido conocimiento de los mismos110.

108
La solución legal que trae el Codice italiano de 1942 es diferente: “El dolo pro-
veniente de un tercero es causa de anulación del contrato si era conocido por el
contratante y éste se ha aprovechado de él” (art. 1439, 2º parágrafo). La doctrina
italiana moderna considera que el engaño del tercero, para que de lugar a la anu-
lación del contrato, debe ser efectivamente conocido y no solamente reconocible
por el co-contratante que ha obtenido la ventaja. Al respecto, véase: TRIMARCHI,
Pietro: op. cit. p.183; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 306.
109
En cambio, el Código suizo de las Obligaciones admite la nulidad del contrato por
dolo proveniente de un tercero cuando la contraparte contractual de la víctima del
dolo haya conocido o debido conocer ese dolo en el momento de la celebración
del contrato (art. 28). La misma solución se encuentra en el párrafo 123 (aparte 2)
del Código Civil alemán: “Si el dolo proviene de un tercero, la declaración no es
anulable sino en el caso de que la otra parte lo haya conocido o debido conocer”.
110
Cfr. LLOBET I AGUADO, Joseph: op. cit. p.p. 165, 169 y 170.

200
EL DOLO

2. El dolo proveniente de un tercero

Como se dijo, el dolo del tercero solamente es causa de nulidad


del contrato cuando las maniobras dolosas sean conocidas por el
co-contratante de la parte engañada. Aquí hay una diferencia con
la violencia puesto que el artículo 1150 del Código Civil permite la
anulación del contrato cuando la violencia procede de un tercero,
aun cuando el co-contratante de quien emitió su declaración de
voluntad bajo la influencia de la amenaza no haya tenido conoci-
miento de la misma (infra, Cap. IV, Nº III, 4.2).
Para justificar la solución legal se aduce que, de permitírsele a
la víctima pedir la anulación del contrato en caso de dolo procedente
de un tercero, sin que el co-contratante de la parte engañada tenga
conocimiento de las maniobras dolosas empleadas por el tercero,
ello implicaría hacer sufrir a dicho co-contratante los efectos de la
anulación cuando éste, precisamente por no haber tenido conoci-
miento de dichas maniobras, no merece ningún reproche111. Ade-
más, se dice, la exclusión del dolo del tercero contribuye a lograr
una mayor estabilidad de los contratos con lo cual se protege la
seguridad del tráfico jurídico112.

111
En tal sentido, véase: GAUDEMET, Eugene: op. cit. p.p. 90-91; TERRÉ, François,
SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 241; MALAURIE, Philippe,
AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 253; DI BLASSI,
Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 475; TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo…cit.
p. 257.
112
Al respecto, véase: LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p.p. 266-267. Asimismo,
en la doctrina francesa, Planiol y Ripert así como los hermanos Mazeaud justifican
esta diferencia entre la violencia y el dolo (PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge:
op. cit. Tomo VI. p. 264; MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome
II. Premier Volume. p. 195). En la doctrina italiana Di Blassi y Trimarchi afirman
que las restricciones que establece la ley para que el dolo procedente del tercero
permita la anulación del contrato se explican porque de esta manera se protege la
confianza depositada por el co-contratante en la declaración de la parte engañada,
cuando aquél no conoce ni se ha aprovechado de las maquinaciones empleadas por
el tercero (DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. <Parte Generale> p. 168; TRIMARCHI,

201
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

A nuestro modo de ver, estas razones carecen de peso. El


vicio del consentimiento es idéntico cualquiera que sea el autor
del engaño. El dolo vicia la voluntad tanto cuando emana del co-
contratante, como cuando procede de un tercero y, en este último
caso, independientemente de que la contraparte de la víctima haya
tenido o no conocimiento acerca de las maniobras dolosas prove-
nientes de un tercero113. Por lo cual, en estricta lógica jurídica, el
dolo del tercero debería acarrear siempre la nulidad del contrato.
Además, si bien es cierto que hay que proteger la estabilidad de las
transacciones, esto debe hacerse, al menos en principio, sin sacri-
ficar los intereses de quien celebra un contrato bajo la influencia
de una maniobra desleal.
La exclusión del dolo de un tercero, salvo cuando haya sido
conocido por la otra parte, sólo se puede explicar en el Derecho
moderno como un resabio del Derecho romano que concebía al dolo
no tanto como un vicio del consentimiento, sino más bien como
un castigo para el agente de las maniobras engañosas y como una
reparación del daño causado a la víctima114.

Pietro: op. cit. p.183). Sin embargo, lo que no explican estos autores es porqué, en
cambio, en el caso de la violencia moral se protege más a la víctima que contrata
bajo la influencia de la amenaza del tercero que a su contraparte contractual que
permanece ajena a la coacción moral ejercida por el tercero. En nuestro concepto,
tal y como se indica en el texto, el vicio de la voluntad subsiste aunque el co-con-
tratante de la víctima del dolo ignore las maniobras dolosas procedentes del tercero.
Además, tanto la violencia como el dolo son actos ilícitos y maliciosos que impiden
mediante una actuación externa la recta y libre formación del consentimiento; por
lo cual, no se justifica la diferencia de tratamiento en uno y otro caso.
113
En el mismo sentido expuesto en el texto, en la doctrina italiana Coviello y Vita
califican de arbitraria la solución legal (COVIELLO, Nicolás: op. cit. p.p. 437-438;
VITA, Alberto: op. cit. Nº 7. p. 147).
114
Cfr. COLIN, Ambrosio y CAPITANT, Henri: op. cit. Tomo III. p. 623; JOSSERAND,
Louis: Derecho Civil. Tomo II. Vol. I. Traducción castellana de Santiago Cunchillos
y Manterola. Bosch y Cia Editores. Buenos Aires, 1.950. p.p. 70-71; MAZEAUD
H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II. Premier Volume. p.p. 183-184
Nº 95.

202
EL DOLO

Ahora bien, la circunstancia de que la víctima del engaño prove-


niente de un tercero no pueda pedir la nulidad del contrato por dolo
no impide, sin embargo, que pueda hacerlo por error. De allí que
cuando el dolo ha provocado un error jurídicamente relevante, en
condiciones tales que la ley le permita a la víctima invocar dicho error
para anular el contrato, ella podrá perfectamente hacerlo y obtener
en el ámbito del error lo que no puede obtener por medio del dolo.
Como indicamos en su oportunidad, la prohibición de la nulidad por
dolo no excluye la nulidad por error (supra, Cap. III, Nº III, 4).
El dolo de un tercero, cuando el contratante de la víctima haya
actuado sin conocimiento del engaño, simplemente le da derecho
a la parte engañada a reclamarle al tercero los daños y perjuicios
causados por su actuación desleal115. Se trata de una acción de
responsabilidad civil extracontractual toda vez que el causante del
dolo y la víctima no están vinculados por un contrato que obligue
al primero con esta última (infra, Cap. III, Nº VII, 2).

2.1. ¿Qué se entiende por tercero?

Ahora bien, por tercero hay que entender, a estos efectos, a los
no contratantes, esto es, a las personas extrañas al contrato (penitus
extranei), o a las personas que no intervienen como representantes
en el contrato116.

115
La doctrina es conteste al respecto. Por todos, véase: GHESTIN, Jacques: op. cit.
Tome II. p. 480, especialmente, la nota 193 y la jurisprudencia francesa allí citada;
LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 266, especialmente, la nota 158. En la
doctrina nacional, véase: SANOJO, Luis: Instituciones de Derecho Civil Venezolano.
Tomo III. Imprenta Nacional. Caracas, 1.873. p. 25.
116
La doctrina admite unánimemente que al dolo proveniente del co-contratante
se asimila el que provenga de su representante, puesto que es este último quien
celebra el contrato en nombre de aquél. Al respecto, véase: GHESTIN, Jacques:
op. cit. Tome II. p. 478, especialmente, la nota 182 y la jurisprudencia francesa allí
citada; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 241;

203
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Por lo cual, en un contrato a favor de tercero (estipulación a favor


de tercero) cuando el tercero beneficiario sea el autor del dolo, deberá
considerarse que su conducta dolosa procede de una de las partes
contratantes, con todas las consecuencias que esto implica117.
Empero, en los contratos que no reconocen un derecho a fa-
vor de un tercero, pero que le pueden proporcionar un beneficio
(inmediatamente o en un momento futuro), no se puede considerar
parte al tercero bajo ningún concepto. En consecuencia, el contrato
celebrado será válido y eficaz cuando el autor del dolo sea este ter-
cero, sin perjuicio de las eventuales acciones de resarcimiento que
contra este último pueda intentar la parte engañada y de la posible
anulación del contrato por error118. Supongamos que el agente del
dolo sea el presunto heredero de uno de los contratantes y que,
fallecido éste, lo suceda en sus derechos en el contrato. No cabe
hablar en este supuesto de anulabilidad, pues desde un punto de vista
lógico, sería absurdo que un contrato inicialmente válido, eficaz y
no viciado, se transformase en un contrato nulo. Por consiguiente,
en este caso procedería ejercer contra el tercero una acción para el
resarcimiento de los daños y perjuicios causados, sin perjuicio de
la eventual anulación del contrato por error.

LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 266; BETTI, Emilio: op. cit. p. 338;
COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 438; TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 183; VON
THUR, Andreas: op. cit. p. 173.
117
Cfr. ENNECERUS, Ludwig: Derecho de Obligaciones. Vol. I. Primera Parte en
Ennecerus, Ludwig/Kipp, Theodor y Wolf, Martín en Tratado de Derecho Civil.
Tomo 2°. Traducción española con anotaciones de Blas Pérez González y José
Alguer. Bosh Casa Editorial. Barcelona, 1.954. p. 181, especialmente, la nota 18;
VON THUR, Andreas: op. cit. p. 427. En la doctrina española, Roca Sastre justifica
la solución indicada en el texto porque “sería un estímulo para que se perpetuara
el dolo permitir que el tercero se beneficiara de una disposición estipulada en su
favor en un contrato en el que no interviene como parte, pero en el que, no obstante,
tiene alguna intervención, precisamente para darle una torcida orientación” (ROCA
SASTRE, RAMÓN Ma y PUIG BRUTAU, José: op. cit. Vol. I. p.p. 41-42).
118
Cfr. DE COSSÍO y CORRAL, A.: op. cit. p.p. 41-42; LLOBET I AGUADO, Joseph:
op. cit. p.p. 162-164.

204
EL DOLO

3. El dolo en los contratos con pluralidad de partes

Se plantea el problema de si cuando son varios los contratantes


y sólo uno de ellos es el autor del dolo ¿puede la parte engañada
ejercitar la acción de anulación contra todos o debe mantenerse la
vigencia del contrato, a pesar del vicio de la voluntad, sin perjuicio de
la acción de resarcimiento que corresponda a la víctima del dolo?
La doctrina extranjera se encuentra dividida al respecto.
Según algunos autores, cuando en un contrato hay más de dos
partes y una ha consentido bajo el influjo de la conducta dolosa
proveniente de una sola de las otras, el contrato debe ser mantenido
en el caso de que fuera imposible anularlo frente al autor del dolo,
sin anularlo igualmente en relación a los demás contratantes. En
este caso, a la víctima del dolo solamente le quedará el recurso de
reclamar daños y perjuicios al agente del dolo119.
Otros tratadistas, en cambio, sostienen la tesis contraria y
consideran que cuando sólo una de las partes es culpable de dolo
debe anularse el contrato respecto de la totalidad de las partes. Si
la ley solamente excluye la anulación cuando el dolo procede de
un tercero, esta exclusión debe interpretarse restrictivamente y no
puede extenderse al caso en que siendo varios los contratantes, el
dolo sea obra de uno solo de ellos120.
A nuestro modo de ver, basta con el dolo haya sido empleado
por una de las partes contratantes para que determine la anulación

119
DEMOLOMBE, C.: op. cit. Vol. XXIV. p.p. 162-163; BAUDRY-LACANTINERIE,
G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p. 142; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op.
cit. Tomo VI. p. 279. En la doctrina alemana, Von Thur, por su parte, expresa: “Si se
contrata con dos personas, A y B y una de ellas, A, incurre en dolo sin connivencia
con la otra, B, el contrato sólo es impugnable respecto a la primera, si bien la im-
pugnación puede, en ciertos casos, acarrear la nulidad de todo el contrato” (VON
THUR, Andreas: op. cit. p. 174).
120
HUC, T: Commentaire Théorique et Pratique du Code Civil. Tome VII. París,
1892/1903. p. 57; GIORGI: Jorge: op. cit. Vol. IV. p.p. 123-124; TRABUCCHI,
Alberto: Il Dolo…cit. p.p. 478-482.

205
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

del contrato respecto a la totalidad de las partes. El artículo 1154


del Código Civil se refiere a la anulabilidad del contrato en caso
de dolo practicado “por uno de los contratantes” sin distinguir; por
lo cual, no parece posible excluir este supuesto. Por consiguiente,
basta que el dolo haya sido empleado por una de las partes con-
tratantes para que produzca la anulación del contrato respecto a la
totalidad de las partes121.

4. ¿Quid iuris cuando una parte del contrato


esté conformada por varios sujetos?

Pero la solución es distinta cuando cada parte del contrato –o


alguna de ellas– se halle constituida por varios sujetos: cuando la
obligación es mancomunada, como sabemos, el crédito o la deuda
se divide en cuotas correspondientes a los distintos sujetos de la
relación obligatoria de manera que la obligación se descompone en
una serie de vínculos jurídicos distintos con su propio sujeto y cada
crédito o cada deuda así descompuesta tiene su propio régimen122.

121
La solución legal que trae el Código italiano de 1942 es distinta: “En los contratos
con pluralidad de partes –dice el artículo 1446 del Codice– la anulabilidad referente
al vínculo de una sola de las partes no importará la anulación del contrato, salvo que
la participación de ésta debe considerarse, de acuerdo con las circunstancias, como
esencial.” De donde resulta que, según el Codice, en este tipo de contratos el dolo
únicamente produce sus efectos entre las partes del acto ilícito, pero no en relación a
las demás; por tanto, no invalida el contrato frente a todos los contratantes sino que
solamente hace decaer el vínculo respecto de la parte que fue víctima de él, salvo el caso
de que la participación de ésta en el contrato deba considerarse esencial para las otras.
Al respecto, véase: BETTI, Emilio: op. cit. p. 342. En fecha más reciente, en nuestra
legislación, la Ley del Contrato de Seguro consagra una solución similar: “Cuando el
contrato de seguro –dice el artículo 22 (in fine) de esta ley– esté referido a bienes y la
reserva o inexactitud se contrajese sólo a uno o varios de ellos, el contrato subsistirá
con todos sus efectos respecto a los restantes si ello fuere técnicamente posible.”
122
Cfr. DE PAGE, Henri: Traité Élémentaire de Droit Civil Belge. Tome III. (Les
Obligations - Seconde partie). Bruylant. Bruxelles, 1948. p. 281; ZAMBRANO

206
EL DOLO

De donde resulta que cada una de las relaciones obligatorias puede


impugnarse por dolo, cuando concurran los requisitos antes exa-
minados, con independencia de las demás123.
En cambio, cuando la obligación es solidaria, en virtud de
la comunidad del crédito o del débito existente entre los distintos
coacreedores o entre los distintos codeudores124, la actuación dolosa
de cualquiera de los sujetos integrantes del lado activo (solidaridad
activa) o pasivo (solidaridad pasiva) de la relación obligatoria debe
imputarse a la pluralidad. Por consiguiente, cada uno de los sujetos
que conforman la parte activa o pasiva de la relación obligatoria
debe soportar las consecuencias de la actuación dolosa provenien-
te de cualquiera de sus consortes. Supongamos que A convenga
en prestarle mil bolívares a B, C, D y E y que éstos se obliguen
solidariamente a devolverle esta suma. Si el consentimiento de
A se encuentra viciado por la actuación dolosa proveniente de B,
se producirá la anulación del contrato de préstamo respecto de la
totalidad de los deudores solidarios.
La misma solución se aplica cuando la obligación es indivisible.

5. El dolo recíproco

Cuando el dolo se utiliza por ambas partes contratantes, se


habla de dolo recíproco o dolo bilateral. El dolo recíproco o bi-
lateral es pues aquél en que cada parte ha hecho uso de engaños
contra la otra125.

VELASCO, José Alberto: Teoría General de la Obligación (Parte General de las


Obligaciones). Caracas, 1985. p. 339.
123
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo…cit. p. 477.
124
Cfr. ZAMBRANO VELASCO, José Alberto: Ibidem. p. 360.
125
Para un examen de los problemas que plantea el dolo recíproco y la regulación de
esta figura en los distintos ordenamientos, véase la obra El dolo recíproco de la
profesora Cristina Fuenteseca, citada en la nota 82 ut. supra.

207
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El Código Civil venezolano no se ocupa expresamente del


dolo recíproco126. No obstante, cuando nuestro Código regula la
anulabilidad del contrato por vicios del consentimiento, parece
referirse únicamente al caso en el cual el vicio proceda sólo de uno
de los contratantes y no de ambos: “El dolo es causa de anulabili-
dad del contrato –dice el artículo 1154– cuando las maquinaciones
practicadas por uno de los contratantes… han sido tales que sin
ellas el otro no hubiera contratado”, lo que parece indicar que la
posibilidad de impugnar el contrato queda excluida cuando el dolo
es recíproco.
En la doctrina extranjera algunos autores afirman que no cabe
impugnar el contrato (aunque no sostienen expresamente que sea
válido) cuando el dolo lo emplean ambas partes contratantes127.
Otros tratadistas sostienen que sí es posible en este caso pedir la
nulidad del contrato128. Un sector de la doctrina parece admitir la

126
Tampoco se refieren expresamente al dolo recíproco los códigos vigentes en Francia,
Bélgica, Luxemburgo, Austria, Alemania, Suiza, Italia, Chile, Uruguay y Guatemala.
En cambio, los códigos civiles español, brasilero, argentino y portugués sí se ocupan
del contrato con dolo recíproco. La primera disposición del artículo 1270 del Código
Civil español dice textualmente: “para que el dolo produzca la nulidad de los con-
tratos, deberá ser grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes”.
Por consiguiente, en España si el dolo se emplea por las dos partes contratantes no
se concede la acción de nulidad relativa o anulación. El mismo sistema siguen el
Código Civil del Brasil (art. 150), el Código Civil argentino (art. 932) así como el
de Puerto Rico (parágrafo 3.409), puesto que no permiten la anulación del contrato
cuando el dolo provenga de ambas partes. Por su parte el Código Civil portugués
sigue un sistema diferente. De acuerdo con el artículo 254 de ese Código “la anu-
labilidad no queda excluida por el hecho de ser el dolo bilateral”. De donde resulta
que la legislación civil portuguesa admite la posibilidad de impugnar el contrato
en caso de dolo recíproco.
127
TAG-ELDINE, F.: op. cit. p. 181; MESSINEO, Francesco: op. cit. Tomo I. p. 146.
En la doctrina nacional: MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio:
op. cit. Tomo II. p. 651.
128
FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 7; TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo… cit.
p. 517.

208
EL DOLO

validez del contrato en caso de dolo recíproco129. Por último, según


algunos, en tal caso el contrato es absolutamente nulo130.
Por nuestra parte pensamos que la acción de anulabilidad por
dolo se concede para proteger los intereses de quien fue víctima y
no agente del vicio de la voluntad. Se protege a una de las partes
contratantes. Y en el contrato con dolo recíproco ninguna de las
partes merece protección. De la malicia común no puede surgir
acción alguna. Por consiguiente, para que el dolo produzca la anu-
lación del contrato, no debe haber sido empleado por las dos partes
contratantes. Cuando ambos contratantes hayan empleado manio-
bras dolosas, se produce una compensación de culpas y el dolo no
es tenido en cuenta, no pudiendo ninguna de las partes proceder
contra la otra. Quien actúa dolosamente nada tiene que reprochar a
quien así procede. La persona que solicita la tutela judicial frente a
la conducta de mala fe o ilícita de la otra ha de ser, por su parte, de
buena fe y no haber actuado dolosamente. Es la misma idea con-
tenida en la última disposición del artículo 1157 del Código Civil
que consagra la regla nemo auditur y que inspira el principio del
Derecho inglés según el cual quien pide amparo según equity debe
ir con las manos limpias. En conclusión, cuando las dos partes se
han engañado mutuamente, existe igualdad de torpeza y ninguna
de ellas puede invocar la nulidad del contrato.
Al exigir nuestro Código Civil que el dolo debe provenir
de una de las partes contratantes, implícitamente admite la com-
pensatio doli cuando ambas son culpables. Cabe hacer notar, sin
embargo, que algunos autores consideran que sería conveniente
que el juez examinara o ponderara el dolo de ambas partes, pues

129
DE RUGGIERO, Roberto: op. cit. Tomo I. p.p. 273-274; DE COSSÍO y CORRAL,
A.: op. cit. p. 331. En la doctrina nacional: PALACIOS HERRERA, Oscar: op. cit.
p. 192.
130
FUENTESECA, Cristina: op. cit. p. 153.

209
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

si existe desproporción entre el de una y otra parte, tal vez sería


injusta la compensación131.
En todo caso el dolo de ambas partes debe ser causante132.

6. El agente del dolo en los negocios jurídicos


unilaterales no recepticios

La regla que trae el Código Civil de que las maniobras dolosas


para viciar el consentimiento tienen que provenir de la otra parte
contratante o de un tercero con el conocimiento de dicha otra parte
contratante, no se aplica a los negocios jurídicos unilaterales no
recepticios133 como, por ejemplo, el testamento, la aceptación de
la herencia, la renuncia de la herencia o de un derecho, la ratifica-
ción, etc. La razón es obvia: no existe aquí la supuesta otra parte
contratante de que habla el artículo 1154 del Código Civil.
Así, siendo el testamento un negocio jurídico unilateral es
imposible que en los testamentos concurra el requisito exigido
por esta disposición legal. Por consiguiente, la maniobra que vicia
la voluntad tiene necesariamente que provenir de un tercero. No
se exige tampoco que el dolo sea empleado por el beneficiario de
la disposición testamentaria –que, como sabemos, no es parte del
testamento– ni que el agente del dolo haya actuado con el cono-
cimiento de aquél: el engaño practicado sobre el testador por un

131
PUIG BRUTAU, José: Fundamentos de Derecho Civil. Tomo II. Vol. I (Doctrina
General del Contrato). Bosch Casa Editorial. Barcelona, 1988. p. 96, especialmente,
la nota 39; ROCA SASTRE, RAMÓN Ma y PUIG BRUTAU, José: op. cit. Vol. I.
p. 32.
132
Cfr. ALBALADEJO, Manuel: op .cit. Tomo I. p. 612; FUENTESECA, Cristina:
op. cit. p.p. 153-156.
133
El negocio jurídico unilateral no recepticio es aquel que resulta de una sola decla-
ración de voluntad y no va dirigido a un determinado destinatario; por lo cual, su
eficacia es independiente de su comunicación a determinada persona.

210
EL DOLO

tercero, vicia la voluntad de aquél, aunque la maniobra no hubiese


sido conocida por el beneficiario de la institución134. La razón es
obvia. Como el testamento debe tener como base el espíritu de li-
beralidad o de afección pura, cuando falta esta base, el testamento
debe caer aunque el engaño del testador haya sido provocado por
el heredero o legatario instituido o por un tercero y, en este último
caso, independientemente de que éste haya actuado con o sin el
consentimiento del beneficiario de la institución135.
Por lo que respecta al dolo como vicio de la voluntad en la
aceptación de la herencia (Código Civil, artículo 1010), cabe se-
ñalar que, como se trata también de un acto unilateral, no importa
de quien provengan las maquinaciones que dan lugar a él, siempre
que sean determinantes de la voluntad del heredero aceptante. Lo
mismo dígase respecto a la repudiación de la herencia por parte
del heredero renunciante136.

7. El agente del dolo en las donaciones

Todo lo que se acaba de expresar respecto de los negocios


jurídicos unilaterales dirigidos a un destinatario determinado o
que contemplan un beneficiario de la posición que atribuyen, debe
aplicarse igualmente al contrato de donación. No obstante ser un

134
Cfr. PACIFICI-MAZZONI, Emidio: Codice Civile Italiano Commentato. Vol. I.
Unione Tipografico – Editrice Torinese. Torino, 1929. p.p. 156-157; POLACCO,
Vittorio: De las Sucesiones. Traducción castellana de Santiago Sentís Melendo.
Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Aires, 1.982. p.p. 569-570; LÓPEZ
HERRERA, Francisco: Derecho de Sucesiones. Universidad Católica Andrés Bello.
Caracas, 1994. p. 209.
135
Cfr. BETTI, Emilio: op. cit. p. 341; ALPA, Guido: op. cit. p. 141; MÉLICH-ORSINI,
José: Doctrina General… cit. p. 185.
136
Cfr. PACIFICI-MAZZONI, Emidio: op. cit. Vol. IX. p.p. 93, 94 y 152; DE RUG-
GIERO, Roberto: op. cit. Tomo I. p. 273; LÓPEZ HERRERA, Francisco: Derecho
de Sucesiones… cit. p.p. 528-529.

211
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

contrato, se reconoce que la donación es más afín a las reglas de


los testamentos que a las dictadas para los contratos. Por lo cual,
no cabe aplicar a las donaciones la regla de que para invalidar el
consentimiento del donante, el engaño tiene que provenir del do-
natario o de un tercero que actúe con el conocimiento de éste.
La doctrina y la jurisprudencia francesas, en tal sentido, con-
sideran que la regla según la cual el dolo cometido por un tercero
es causa de nulidad no rige para las donaciones137.
Esta solución es justa puesto que como el donatario no tiene a
su favor las mismas razones que quien celebra un contrato a título
oneroso, no existe razón para distinguir entre el engaño empleado
por el primero y el que es obra de un tercero. En efecto, en los
contratos a título oneroso, como cada contratante hace un sacri-
ficio a cambio de un equivalente, la anulación del contrato puede
significar para él que no obtenga la restitución de su prestación
(certat de damno vitande). En cambio, si bien es cierto que con
la anulación de la donación el donatario pierde una ventaja, esta
ventaja perdida solamente le significa privarse de un lucro, esto
es, dejar de obtener una ganancia (certad de lucro captando). De
allí que lo decisivo aquí sean las maniobras dolosas usadas y la
influencia determinante que ellas hayan ejercido sobre la voluntad
del donante y no la circunstancia de que las mismas procedan del
donatario o de un tercero, o de que el donatario hubiese tenido o no
conocimiento acerca de las malas artes empleadas por un tercero.
Por lo cual, la regla según la cual para invalidar el consentimiento
por dolo las maquinaciones deben provenir del otro contratante o

137
Al respecto, véase: MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II.
Premier Volume. p. 184; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 479-480, es-
pecialmente, las notas 191 y 192 y la jurisprudencia francesa allí citada; FLOUR,
Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. Tome I. p. 170, especialmente,
la nota 6 y la jurisprudencia francesa allí citada; TERRÉ, François, SIMLER, Phi-
lippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 254; En contra, en la doctrina italiana, véase:
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 183.

212
EL DOLO

de un tercero que obre con su conocimiento, no rige para el con-


trato de donación138. Basta pues el dolo en sí, provenga de quien
provenga, para invalidar la donación.

V. EL DOLO DE LOS INCAPACES

Como sabemos, el contrato celebrado con un incapaz es anu-


lable a solicitud del propio incapaz o de su representante legal.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el incapaz con maniobras
dolosas ha ocultado su incapacidad y determinado a la otra parte
a contratar? ¿Puede la víctima del dolo impugnar el contrato?
¿Ese contrato es anulable a solicitud del propio incapaz?
La doctrina extranjera se ha encargado de señalar que el dolo
proveniente del incapaz presenta características propias que lo dife-
rencian del dolo en la formación de los actos jurídicos en general139.
Sin duda, el incapaz que oculta su incapacidad intenta inducir a otra
persona a que contrate con él. Hay pues engaño acompañado de la
intención de engañar y de haber conocido la víctima la incapacidad
de su co-contratante quizás no habría contratado. Pero, en la mayoría
de los casos, el incapaz no intenta inducir al contrato a la otra parte a
fin de imponerle una convención desfavorable. Es más, el contrato,
muchas veces, suele ser provechoso para la parte capaz. De allí que
ésta no tenga interés en la nulidad del contrato, sino, al contrario, en
su subsistencia. Será precisamente el incapaz quien, para sustraerse a
las obligaciones del contrato, invocará su incapacidad para anularlo.
Es precisamente esta anulación lo que perjudica al contratante de
buena fe. Y el problema que se plantea es el de si el incapaz puede

138
Cfr. DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. (Introduction). p. 63; MÉLICH-ORSINI,
José: Doctrina General… cit. p. 185.
139
AGATSTEIN, F.: op. cit. p. 97; Perrin citado por DE COSSÍO y CORRAL, A.: op.
cit. p. 374.

213
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

pedir la nulidad del contrato invocando su propia incapacidad no


obstante habérsela ocultado de mala fe a su contraparte contractual,
privando a ésta del beneficio del contrato.
El Código Civil parte de la base de la inocencia del incapaz, al
atribuirle a él exclusivamente y a su representante legal la acción
de anulación. Como la nulidad del contrato por incapacidad de
una de las partes se consagra en protección del propio incapaz, su
contraparte contractual no puede en ningún caso pedir la nulidad.
Además, como es bien sabido, cada quien tiene la carga de verificar la
condición jurídica de aquél con quien contrata. La persona capaz de
obligarse, dice el artículo 1145, no puede oponer la incapacidad del
menor, del entredicho, ni del inhabilitado con quien ha contratado.
Y, de acuerdo con el artículo 1349 del Código Civil, nadie puede
reclamar el reembolso de lo que ha pagado a un incapaz, en virtud
de una obligación que queda anulada, si no prueba que lo que ha
pagado se ha convertido en provecho de tales personas. De allí que
la víctima de un contrato celebrado en estas circunstancias tendrá
que soportar la vigencia del contrato y cumplirlo en tanto no sea
anulado, con la única expectativa de que si lo fuere, se le reintegre
aquello que demuestre que se convirtió en provecho del incapaz.
Pero ¿podrá el incapaz que procedió de mala fe prevalerse de
su propia incapacidad para anular el contrato?
El Código Civil trae una disposición especial en los casos de
incapacidad originada por la minoridad: “La obligación –dice el
artículo 1348– no puede atacarse por el menor que, por maqui-
naciones o medios dolosos ha ocultado su minoridad. La simple
declaración de ser mayor hecha por el menor no basta para probar
que ha obrado con dolo.”140

140
En atención a su carácter excepcional, esta disposición no puede aplicarse a los
otros supuestos de incapacidad para contratar (interdicción o inhabilitación). Cfr. DI
BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 453; TRABUCCHI, Alberto: Il
Dolo… cit. p. 234. En contra, Cagli y la jurisprudencia italiana citada por Trabucchi
(loc. cit., nota 2).

214
EL DOLO

Dicho en otros términos, la simple reticencia o la mera decla-


ración de ser mayor de edad hecha por el menor no constituye un
obstáculo para que luego haga valer la nulidad del contrato. De
no ser así, habría sido muy fácil a los menores de edad eludir por
medio de una simple declaración de mayoría de edad, la protec-
ción que les ofrece la ley. Para que el menor no pueda prevalerse
de la nulidad se requiere que haya habido maquinaciones dolosas
o fraudulentas de su parte como, por ejemplo, cuando hubiere
falsificado documentos para engañar a su contraparte acerca de su
edad141. La solución legal se explica porque en tal caso la mejor
reparación del perjuicio causado consiste en dejar que la otra parte
conserve las ventajas del contrato sobre cuya regularidad confió
por las maquinaciones empleadas por el menor. Además la ley
protege la apariencia creada por la actuación del menor que ocultó
maliciosamente su minoridad142.
Desde luego, como el dolo es un hecho ilícito, si el menor
actuó con discernimiento responderá frente a la víctima de los
daños causados por su actuación (arg. ex art.1186 del Código Ci-
vil). En nuestro concepto, no existe razón alguna que imponga un
tratamiento diferente al incapaz cuando comete un hecho ilícito
al margen de todo contrato, que cuando lo hace con ocasión de la
celebración de un contrato.

VI. LA PRUEBA DEL DOLO

El dolo no se presume y tiene que ser probado. Quien alegue


un hecho tiene la carga de demostrarlo (Código de Procedimiento

141
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 281; GHESTIN,
Jacques: op. cit. Tome II. p. 486, especialmente, la nota 227 y la jurisprudencia
francesa allí citada.
142
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: loc. cit.

215
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Civil, artículo 506). La prueba del dolo corresponde pues a quien


lo alegue143.
El dolo se puede demostrar por cualquier medio de prueba,
incluso por presunciones hominis144. Al interesado, para acreditar
la existencia del consentimiento viciado, le basta con probar la
conducta dolosa, esto es, las maquinaciones o artificios que nor-
malmente se traducen en hechos externos y que, por ende, son
susceptibles de prueba directa145. La doctrina española considera
que demostrada la conducta dolosa no se requiere aportar nuevos
hechos para demostrar el animus decipiendi, el error provocado
en la víctima y que tal error le llevó a contratar. Estos elementos
pueden quedar establecidos mediante presunciones o indicios, a
cuyo efecto el juez podrá inferirlos del comportamiento doloso
cuya existencia haya quedado acreditada en el expediente 146.
Para ello el juez valorará si normalmente la conducta observada
encierra un animus decipiendi, es suficiente para engañar y si
normalmente el engaño de que se trate sería determinante de la
declaración.

143
Algunos códigos civiles como el francés (art. 1116), el chileno (art. 1459) y el bra-
silero (art. 94) exigen expresamente la prueba del dolo. Nuestro código (al igual los
códigos civiles de Italia, Suiza, Alemania y España) no alude a dicha prueba cuando
regula el dolo. Pero, tal y como se indica en el texto, la necesidad de la prueba del
dolo por quien afirme su existencia es una aplicación de la regla que consagra el
artículo 506 del Código de Procedimiento Civil: actor incumbit probatio.
144
La doctrina es conteste al respecto. Al respecto, véase: PLANIOL, Marcelo y RIPERT,
Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 279; MAZEAUD H., L. y J y CHABAS, Francois: op.
cit. Tome II. Premier Volume. p.p. 188-189; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y
LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 244; DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. (Introduction).
p.p. 63-64; FUNAIOLI, Carlo Alberto: op. cit. § 7. En la doctrina y en la jurispruden-
cia nacional, véase: DOMÍNICI, Aníbal: op. cit. Tomo IIII. p.p. 540-541; Sentencia
del 04-05-51 en Gaceta Forense. Nº 9. Primera Etapa. p.p. 260-261.
145
Cfr. ALPA, Guido: op. cit. p. 138, especialmente, la nota 112 y la jurisprudencia
italiana allí citada.
146
ALBALADEJO, Manuel: op .cit. Tomo I. p. 613; DE COSSÍO y CORRAL, A.: op.
cit. p.p. 352-354.

216
EL DOLO

Por supuesto, el agente de tales maquinaciones podrá aportar


la contraprueba respectiva para demostrar frente al hecho del dolo,
que éste no fue la causa determinante del contrato acreditando,
por ejemplo, el hecho positivo de que la contraparte, a pesar de las
maquinaciones empleadas, tenía conocimiento de la realidad de los
hechos, o que si no lo tenía, de todas maneras hubiera contratado
de haberlo tenido.
Cuando la conducta dolosa consista en una publicidad falsa,
como la misma se basa en datos cuya falsedad o inexactitud es
objetivamente verificable, al interesado le bastará con demostrar
dicha falsedad o inexactitud, pudiéndose presumir (presunciones
hominis) que ella fue determinante de la voluntad de contratar. En
cambio, cuando se trata de una publicidad engañosa, como la mis-
ma no se basa en datos falsos sino en el hecho de que ella puede,
por el lenguaje empleado o su forma de presentación etc., inducir
a error a sus destinatarios, la prueba del dolo será más complicada
y su apreciación variará en función de múltiples criterios según las
circunstancias del caso147.
Por último, si se trata de dolo por omisión (reticencia dolosa),
el hecho de que se haya violado una obligación de información
impuesta por la ley o por los usos demostrará la ilicitud del si-
lencio, pero no la intención de engañar (animus decipiendi), que
sólo podrá ponerse de manifiesto en función de las circunstancias
del caso148.

147
Cfr. LLOBET I AGUADO, Joseph: op. cit. p.p. 187-189.
148
En Francia un sector de la doctrina y de la jurisprudencia considera que cuando se
alega la violación de un deber de información como fundamento de la anulación
del contrato por reticencia dolosa, la persona a cuyo cargo existe este deber, para
enervar la acción, tiene la carga de demostrar su cumplimiento. En tal sentido,
véase: TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 244,
especialmente, la nota 7 y la jurisprudencia francesa allí citada. En cambio, otros
autores sostienen que esa posición carece de base legal ya que se aplican aquí los
principios generales; por lo cual, quien pretende invocar como fundamento de la
anulación del contrato por dolo la violación de una obligación de información tiene

217
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

VII. EFECTOS DEL DOLO

Los efectos fundamentales del dolo son los siguientes: 1) el


dolo produce la anulabilidad del contrato; y 2) el dolo compromete
la responsabilidad civil de su autor.

1. Anulabilidad del contrato

El dolo faculta al sujeto que ha contratado bajo su influencia a


pedir la nulidad del contrato (Código Civil, artículo 1146). Se trata
de una nulidad relativa y la acción respectiva está sometida a un
lapso de prescripción de cinco años contados a partir del momento
en que se descubra el dolo (Código Civil, artículo 1346).
La nulidad relativa sólo puede ser declarada a petición del
contratante que ha sido víctima del dolo149. Como la nulidad se
consagra exclusivamente para la defensa de sus intereses, es éste
el único titular de la acción y excepción correspondiente. Es pues a
la parte cuyo consentimiento ha sido sorprendido dolosamente a la
que le corresponde resolver si el contrato ha de ser ejecutado como
si no adoleciera de vicio alguno o si debe desaparecer del mundo
del derecho. El contratante engañado puede, a pesar del engaño,
tener interés en el mantenimiento del contrato y no existe motivo
alguno para privarle de ese beneficio. Desde luego, también puede

que aportar la prueba de que dicha obligación se incumplió intencionalmente, es


decir, con el propósito de inducir a error al co-contratante. La jurisprudencia francesa
más moderna se orienta en esta dirección. Al respecto, véase: FLOUR, Jacques,
AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. Tome I. p. 167, especialmente, la
nota 5 y la sentencia de la Cámara Comercial de la Corte de Casación de fecha 28
de junio de 2005 allí citada; LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 270 y la
jurisprudencia francesa allí citada.
149
Sentencia del 22-09-55 en Jurisprudencia de los Tribunales de la República. Vol.
IV. Tomo I. p.p. 343-344.

218
EL DOLO

hacer valer la acción o la excepción de anulación el representante


de la parte engañada, mientras subsista su representación.
Ahora bien, no puede mantenerse la misma solución cuando
el hecho determinante del dolo sea constitutivo de un ilícito penal
como, por ejemplo, el delito de estafa previsto en el artículo 464
del Código Penal o el delito de inside trading contemplado en el
artículo 141 de la Ley de Mercado de Capitales puesto que no puede
reconocerse eficacia jurídica a un hecho punible. En ese caso hay que
concluir que el contrato es absolutamente nulo porque el hecho que
ha determinado el consentimiento de la víctima constituye un delito
de acción pública. De manera que la existencia de un hecho delictivo
hace que el dolo se convierta, de mero vicio del consentimiento en
causa de nulidad radical y absoluta150. El agente del dolo que consiste
en una estafa responde civilmente del delito cometido frente a la
víctima sin que pueda ésta pretender el cumplimiento del contrato
cuya celebración ha sido el resultado de un ilícito penal del agente
y que, por ende, es absolutamente nulo. Dicho en otros términos, la
víctima de un contrato celebrado en estas condiciones puede siempre
hacer efectiva la responsabilidad civil derivada del delito cometido
por el agente para obtener de éste una indemnización por los daños
y perjuicios experimentados, pero no puede pretender obtener los
efectos económicos del contrato exigiéndole su ejecución.
La nulidad puede ser total o parcial según que el dolo haya
inducido al contratante a consentir en la totalidad del contrato o
solamente en una parte de sus cláusulas como, por ejemplo, cuando
en un contrato de arrendamiento se le añade dolosamente un pacto
de opción de compra (utile per inutile non vitiatur).151

150
En contra, en la doctrina española, véase: LLOBET I AGUADO, Joseph: op. cit.
p. 175.
151
La jurisprudencia de nuestros tribunales admite la procedencia de la nulidad parcial
del contrato. Al respecto, véase: Sentencia del 30-07-70 en Ramírez & Garay. Vol.
XXVII. p.p. 47-48; Sentencia del 07-08-72 en Ramírez & Garay. Vol. XXXV. p.p.
54-55; Sentencia del 28-07-75 en Ramírez & Garay. Vol. XLVIII. p.p. 57-59.

219
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En los contratos celebrados con consumidores puede revestir


especial importancia la nulidad parcial puesto que muchas veces
el consumidor no se atreverá a impugnar la cláusula ilícita si esto
significa privarlo de mantener la vigencia del resto del contrato. Así,
por ejemplo, el consumidor que por adquirir un bien en momentos de
escasez acepta engañado una cláusula leonina no se atreverá a impug-
narla si ello conlleva la nulidad total del contrato. Desde luego, si la
cláusula es esencial al punto que sin ella no puede subsistir el contrato,
no podría invocarse sino la nulidad de la totalidad del contrato152.
No se puede renunciar anticipadamente a ejercer la acción de
anulación del contrato por dolo, ya que las normas de protección
del consentimiento son de carácter imperativo y su aplicación no
puede ser excluida por la voluntad de los particulares153. Pero, la
víctima puede confirmar el contrato después que haya descubierto
el dolo. La confirmación puede ser expresa o tácita y debe prove-
nir de una voluntad que no se encuentre viciada por el dolo u otra
causa. La confirmación o convalidación del contrato nulo impide
ejercer la acción u oponer la excepción de nulidad relativa (Código
Civil, artículo 1351).
Por último, para la procedencia de la acción de anulación por
dolo no se requiere que la víctima del dolo haya sufrido un daño154.

152
Cfr. LÓPEZ HERRERA, Francisco: La Nulidad…. cit. p. 200; MÉLICH-ORSINI,
José: Doctrina General… cit. p.p. 365-368. En los contratos celebrados con con-
sumidores, en la doctrina nacional, De Lemos Matheus parece adherir al criterio de
que la nulidad del contrato solamente podría producirse cuando dicha estipulación
haya sido determinante del consentimiento o esencial para el fin perseguido por
cualquiera de las partes al contratar. (DE LEMOS MATHEUS, Rafael: “Contratación
electrónica con consumidores y usuarios” en Ley de Protección al Consumidor y
al Usuario. Colección Textos Legislativos. Nº 33. Editorial Jurídica Venezolana.
Caracas, 2005 p.p. 154-155).
153
Cfr. URDANETA FONTIVEROS, Enrique: Vicios Redhibitorios y Saneamiento. Aca-
demia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie Estudios. Nº 73. Caracas, 2008. p. 42.
154
Cfr. TAG-ELDINE, F.: op. cit. p. 116; DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Ge-
nerale). p. 468; STOLFI, Giuseppe: op. cit. p. 150; VON THUR, Andreas: op. cit.
p. 171, especialmente, la nota 406.

220
EL DOLO

Basta con que su voluntad esté viciada. La prueba del daño sólo es
necesaria cuando se ejercita la acción de indemnización de daños y
perjuicios, pero no cuando se pretende tan solo producir la nulidad
del contrato (infra, Cap. III, Nº III, 2).

2. Responsabilidad civil del agente del dolo

Como las maniobras y artificios dolosos son un hecho ilícito,


el causante del dolo incurre en responsabilidad civil. La víctima
puede intentar contra él una acción de reparación por los daños y
perjuicios causados por su comportamiento doloso (arg. ex art. 1185
del Código Civil). El dolo es pues fuente de daños y perjuicios y el
agente compromete su responsabilidad civil conforme a las reglas
que gobiernan la responsabilidad civil extracontractual155.
Se plantea el problema de si la acción de resarcimiento y la
acción de anulación son independientes la una de la otra. Dicho
en otros términos ¿puede la víctima optar por ejercer cualquiera
de ellas o son, por el contrario, dos acciones dependientes la una
de la otra y subordinada la primera a la segunda, en el sentido
de que sólo ejercitada esta última puede acumulativamente ejer-
citarse la primera?
Aun cuando ambas acciones derivan de la conducta dolosa del
agente, es indudable que se trata de acciones distintas cuyos supues-
tos de procedencia, lapso de ejercicio y efectos son diferentes156.
Por lo que respecta a sus condiciones de procedencia, la ac-
ción de anulación procede siempre que exista dolo causante de la
contraparte o de un tercero con el conocimiento de ésta; la acción

155
Cfr. DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. (Introduction). p. 64; VITA, Alberto: op .cit.
Nº 4. p. 144; DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte Generale). p. 475.
156
Cfr. GUELFUCCI-THIEBERGE, Catherine: Nullité, Restitutions et Responsabilité.
L.G.D.J. París, 1992. p.p. 312-314 y 346; DE COSSÍO y CORRAL, A.: op. cit.
p.p. 366-367.

221
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de resarcimiento, en cambio, sólo cuando además de existir dolo


(causante o incidental), la víctima haya experimentado daños y
perjuicios indemnizables.
Cada una de estas acciones está, además, sometida a su propio
plazo de prescripción: la acción de nulidad debe interponerse dentro
de los cinco años siguientes a la fecha en que se haya descubierto
el dolo (Código Civil, artículo 1346). En cambio, la acción por
indemnización de los daños y perjuicios derivados del dolo está
sometida al lapso ordinario de prescripción de todas las acciones
personales contemplado en el artículo 1977. Por lo cual, debe
intentarse dentro de los diez años siguientes a la fecha en que se
descubran las maquinaciones dolosas, oportunidad ésta en la cual
se pondrá de manifiesto efectivamente el hecho dañoso.
En cuanto a sus efectos, la acción de nulidad y la de resarci-
miento son igualmente independientes: la primera tiende a obtener
la anulación del contrato; y la segunda, la indemnización de los
daños y perjuicios.
Como se dijo, la acción de nulidad encuentra su fundamento
en el dolo como vicio del consentimiento y la de resarcimiento en
el hecho ilícito que comporta la conducta dolosa. De allí que la
víctima puede exigir en caso de dolo de la otra parte contratante,
además de la anulación del contrato, los daños y perjuicios que le
ocasione su conducta dolosa157.
La parte engañada puede intentar la acción de resarcimiento
conjuntamente con o independientemente de la acción de nulidad.
Ninguna disposición legal consagra la necesidad de acumular am-
bas acciones o la dependencia de la una respecto de la otra. Por lo
cual, la víctima de una maniobra dolosa, cuando ésta procede del
co-contratante, tiene derecho a pedir no sólo la nulidad, sino tam-
bién una indemnización al causante del dolo, de la misma manera

157
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 480; ALPA, Guido: op. cit. p. 139,
especialmente, la nota 114 y la jurisprudencia italiana allí citada.

222
EL DOLO

que puede contentarse con exigir sólo dicha indemnización sin


solicitar la nulidad158.
Sin embargo, la acción por daños y perjuicios es siempre una
acción de responsabilidad civil extracontractual. Si se demanda
a la vez la nulidad del contrato y los daños y perjuicios causados,
no puede tratarse sino de una responsabilidad por hecho ilícito
puesto que un contrato nulo no puede engendrar responsabilidad
contractual159. Y si se demanda sólo la indemnización de los daños y
perjuicios sin pedir la nulidad, la acción respectiva será igualmente
una de responsabilidad extracontractual, puesto que no se trata de
obtener la reparación de los daños y perjuicios que resultan de la
inejecución de una obligación contractual.
Si el agente del dolo es un tercero, es obvio que la acción
de resarcimiento que contra él intente la víctima tendrá carácter
extracontractual puesto que el causante del dolo y el perjudicado
no están vinculados por un contrato que obligue al primero con el
segundo.
Si el tercero actuó con el conocimiento del co-contratante de la
parte engañada, ambos responderán solidariamente por los daños y

158
No hay discusión doctrinaria sobre el particular. Al respecto, véase: MAZEAUD
H., L. y J y CHABAS, Francois: op. cit. Tome II. Premier Volume. p. 189, espe-
cialmente, la nota 196; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves:
op. cit. p. 245, especialmente, la nota 3 y la jurisprudencia francesa allí citada;
MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit.
p. 253; LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 267, especialmente, la nota 161
y la jurisprudencia francesa citada por estos autores; DI BLASSI, Ferdinando: op.
cit. (Parte Generale). p. 475. En la doctrina nacional, en el mismo sentido, véase:
PALACIOS HERRERA, Oscar: op. cit. p. 192.
159
Cfr. LÓPEZ HERRERA, Francisco: La Nulidad… cit. p.p. 209-211; SANSÓ, Benito:
“El problema del cúmulo de la responsabilidad contractual y extracontractual” en
Estudios Jurídicos. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas. Instituto de Derecho Privado. Caracas, 1984. p. 19. En el mismo sentido,
en relación con la responsabilidad civil extracontractual derivada de la nulidad de
la venta de la cosa ajena, véase: URDANETA FONTIVEROS, Enrique: La Venta
de la Cosa Ajena. Ediciones Liber. Caracas, 2005. p.p. 88-89.

223
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

perjuicios causados (Código Civil, artículo 1195). Pero si el tercero


actuó sin el conocimiento de la otra parte, el contratante engañado
no puede pedir la nulidad del contrato (artículo 1154) y sólo tiene
a su disposición la acción por daños y perjuicios contra el agente.
De la independencia de la acción por daños y perjuicios en
relación con la acción de nulidad se deduce que si un contratante
renunció a la segunda esta renuncia no le impide el derecho de
intentar la primera160.
Por lo que respecta al quantum de la indemnización, si la acción
por responsabilidad civil se intenta conjuntamente con la acción
de nulidad, la víctima tendrá derecho a reclamar los daños y per-
juicios que le cause la anulación del contrato, esto es, la decepción
producida por la no conclusión del contrato, el tiempo perdido, los
gastos realizados en vano, la pérdida de la oportunidad de celebrar el
contrato con otra persona, etc. (interés contractual negativo)161.
En cambio, si la acción por responsabilidad civil no es accesoria
de la de nulidad (acción autónoma de daños y perjuicios), la víctima
podrá reclamar la totalidad del daño extracontractual que le cause la
actuación dolosa del agente de forma tal que su patrimonio quede
indemne del acto doloso, es decir, repuesto al mismo estado que
tendría de no haber mediado la actuación o la reticencia dolosa162.

160
Cfr. GUELFUCCI-THIEBERGE, Catherine: op. cit. p. 340; LARROUMET, Chris-
tian: op. cit. Vol. I. p. 267, especialmente, la nota 161 y la jurisprudencia francesa
allí citada.
161
Cfr. GUELFUCCI-THIEBERGE, Catherine: op. cit. p.p. 100-102.
162
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 1088. En el mismo sentido, en la
doctrina nacional el profesor José Mélich-Orsini expresa: “Pero si la acción por
responsabilidad civil no es accesoria de la nulidad, sino que es una acción autónoma,
por ejemplo: reclamo el daño que me causó la nulidad de un contrato de seguro
debido a la mala formación de tal contrato por causa de circunstancias que estaba en
el deber de hacerme notar, impidiéndome así tomar otro seguro que habría podido
cubrirme de tal riesgo, entonces no sólo podré reclamar tal daño (por estar excluida
la idea de una culpa común), sino que podré reclamar la totalidad del daño puesto
que no se trata de reclamar el interés contractual positivo del contrato anulado,
sino el íntegro daño extracontractual que me ha causado la reticencia culposa de

224
EL DOLO

Dicho en otros términos, en este caso los daños indemnizables no


son los derivados de la anulación del contrato que subsiste, sino los
producidos por su celebración en condiciones menos favorables,
precisamente por haber contratado la parte engañada en estas con-
diciones en razón de la conducta dolosa del agente163.

VIII. DIFERENCIAS ENTRE EL ERROR Y EL DOLO

Ciertamente, entre el error y el dolo hay un punto de contacto


porque tanto el que yerra como el engañado aprecian falsamente la
realidad. Ambos vicios de la voluntad se aproximan porque en el
dolo quien lo sufre actúa engañado, es decir, consiente en celebrar
un contrato porque está equivocado. El dolo supone siempre un
error (supra, Cap. III, Nº III, 4).
Esto pudiera hacer pensar que el dolo considerado como un
vicio de la voluntad no es más que un capítulo especial de la teoría
del error164. Pero esta consideración no ofrece una visión acertada
del tema puesto que no toma en cuenta las diferencias que existen
entre el error y el dolo165.
Los principales rasgos diferenciales entre uno y otro vicio del
consentimiento son los siguientes:
1) En el error quien se equivoca lo hace espontáneamente. Se
convence erróneamente de algo y actúa en consecuencia. En el caso
de dolo, el error del contratante engañado es provocado por otro.

quien tiene a su cargo un deber legal de información.” (MÉLICH-ORSINI, José:


Doctrina General… cit. p 374). Igualmente, en la doctrina nacional, véase: LUPINI
BIANCHI, Luciano: op. cit. p.p. 88 y 107.
163
Cfr. GUELFUCCI-THIEBERGE, Catherine: op. cit. p.p. 102 y 124-126.
164
Así lo considera Giorgi en la doctrina italiana (GIORGI: Jorge: op. cit. Vol. IV. p.p.
116-117). Para un análisis crítico de esta posición, véase: VITA, Alberto: op .cit. Nº
6. p. 147.
165
Para un análisis pormenorizado de las diferencias entre el error y el dolo véase:
TRABUCCHI, Alberto: Il Dolo… cit. p.p. 378-419.

225
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

El dolo se caracteriza porque es un engaño provocado, un error que


no es espontáneo sino resultado de las maquinaciones del autor del
dolo (supra, Cap. III, Nº III, 4).
Esta es la diferencia fundamental entre el error y el dolo: en el
error, como se dijo, la equivocación es espontánea, no es provocada
por la conducta de la otra parte, mientras que en el dolo uno de los
contratantes consiente en razón del error provocado por la maqui-
nación empleada por el autor del dolo con el fin de arrancarle su
consentimiento. No es lo mismo que una persona se engañe a que
la engañen y en el campo del derecho tampoco puede confundirse
una cosa con la otra.
2) Hay ciertos errores que no son suficientes para producir la
anulación del contrato. Pero, si estos errores son provocados por
dolo son causa de anulabilidad (supra, Cap. III, Nº III, 4).
Así, en materia de error, como sabemos, el contrato no queda
afectado cuando éste recae sobre los motivos. En cambio, cuando el
error ha sido ocasionado por el dolo de la otra parte la situación que
se produce es muy diferente, pues la existencia de un error en los
motivos debido a la maquinación dolosa de la otra parte contratante,
da lugar a la nulidad del contrato. Únicamente es necesario que
el error provocado por dolo sea determinante del consentimiento.
Así, la falsa creencia de que yo he perdido mi computadora no da
lugar a que se anule la compra de otra computadora. Pero si ha
sido el vendedor o un tercero con el conocimiento de aquél, quien
dolosamente me ha hecho creer en dicha pérdida, el mismo error
en los motivos dará lugar a la nulidad de la compra-venta.
En fin, para invalidar el contrato, el error provocado por dolo
puede ser de cualquier clase. No se requiere que sea de aquellos
que permiten impugnar la declaración de voluntad por error
3) Para que el error sea motivo de impugnación del contrato
debe ser excusable. En cambio, cuando el error es provocado por
dolo no se exige este requisito. Esto se explica porque la conducta
dolosa constituye una falta intencional del sujeto agente del dolo

226
EL DOLO

que la ley sanciona y contra la cual ofrece a la víctima una mayor


protección y no puede colocarse a un mismo nivel la falta inten-
cional del causante del dolo y la presunta negligencia del agente
(supra, Cap. III, Nº III, 4).
Además, cuando se trata de un error que podría haberse evitado
mediando la debida información, no procederá la anulación pues-
to que lo impide la negligencia del contratante que pudo haberse
informado y no lo hizo. En cambio, si ha habido dolo, la nulidad
será procedente, aunque el error hubiera podido ser evitado por
otros medios166.
4) Como el dolo constituye un hecho ilícito, el agente debe in-
demnizar a la víctima los daños y perjuicios que su comportamiento
doloso le cause. En cambio, en el error quien incurre en él es quien
debe indemnizar los daños y perjuicios propiciados a la otra parte,
si el error proviene de su propia falta y dicha otra parte no lo ha
conocido o no ha podido conocerlo (Código Civil, artículo 1149).
5) Por lo que respecta a la prueba del dolo, las maquinaciones o
maniobras dolosas son elementos objetivos que pueden comprobar-
se con mayor facilidad que el error que es algo íntimo, psicológico
y que no tiene exteriorización167.

IX. EL DOLO SEGÚN LOS PRINCIPIOS DE UNIDROIT

1. La configuración del dolo como causa de anulación


del contrato

Los Principios de Unidroit consagran que la parte de un con-


trato comercial internacional que haya sido engañada puede obtener

166
Cfr. DE COSSÍO y CORRAL, A.: op. cit. p.p. 318 y ss.
167
Cfr. CARBONNIER, Jean: Derecho Civil. Tomo II. (Vol. II). Traducción española
de Manuel Ma Zorrilla Ruiz. Editorial Bosch. Barcelona, 1971. p. 204; GHESTIN,
Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 452-453.

227
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

la anulabilidad del contrato cuando lo haya celebrado inducida por


dolo. En tal sentido, el artículo 3.8 de los Principios de Unidroit
establece: “Una parte puede anular un contrato si fue inducida a
celebrarlo mediante maniobras dolosas de la otra parte, incluyen-
do palabras o prácticas, o cuando dicha parte omitió dolosamente
revelar circunstancias que deberían haber sido reveladas conforme
a criterios comerciales razonables de lealtad negocial”.
Respecto de la configuración de los requisitos para la existen-
cia del dolo, de acuerdo con los Principios, caben las siguientes
observaciones:
1) La regulación del dolo como un vicio del consentimiento
susceptible de invalidar el contrato según los Principios no se
aparta, en lo esencial, de las reglas que gobiernan la anulabilidad
del contrato por dolo de acuerdo con el Código Civil venezolano.
2) El artículo 3.8 de los Principios incluye como causa de anu-
lación del contrato cualquier clase de comportamiento engañoso, sea
por comisión (positivo) o por omisión (negativo). De donde resulta
que la violación intencional de una obligación de información o el
silencio guardado intencionalmente sobre un hecho que el contra-
tante estaba obligado a comunicar constituye un comportamiento
doloso susceptible de producir la anulación del contrato. Destaca
pues la inclusión expresa del dolo omisivo o negativo, es decir, el
que ha originado un engaño porque un contratante guarda silencio
sobre determinados hechos o circunstancias.
Como se dijo, nuestro Código Civil no contempla expresamente
el dolo omisivo (reticencia dolosa) como causa de anulación del
contrato. Sin embargo, tanto la doctrina como la jurisprudencia na-
cionales admiten que el dolo no sólo puede consistir en actuaciones
positivas de una persona, sino también en actuaciones negativas,
como guardar silencio, siempre que se cumplan determinados re-
quisitos (supra, Cap. III, Nº III, 1.2).
3) De acuerdo con los Principios, la conducta del agente
(positiva o negativa) tiene que ser dolosa, es decir, realizada con

228
EL DOLO

la intención de producir un engaño en el otro contratante (animus


decipiendi). La ausencia de esta mala fe determina que no exis-
ta dolo. Si no hay la intencionalidad no puede hablarse de dolo,
aunque pueda existir error en el otro contratante. En tal caso, si
éste como consecuencia de la actuación del agente o de la falta
de información se forma una concepción equivocada del contrato,
podrá alegar su error y anular el contrato con base en el artículo
3.5 de los Principios.
La solución es, en esencia, la misma de acuerdo con el Código
Civil venezolano.
4) Aunque el dolo produce siempre un error en la parte que lo
sufre, no es necesario, para que sea considerado causa de anulación
del contrato, que concurran los requisitos señalados en el artículo
3.5, sino que el carácter reprochable de la conducta dolosa es razón
suficiente para anular el contrato168.
Por consiguiente, cuando el error es provocado por dolo no se
requiere que sea esencial ni que sea excusable. Cualquier clase de
error provocado por dolo es suficiente para producir la anulación
del contrato, aunque no sea de aquellos que permitan impugnar el
contrato por error. La parte engañada aunque haya incurrido en
culpa al cometer el error, puede anular el contrato. Rige el principio
de la buena fe en toda su extensión: cuando el error invocado ha
sido provocado o favorecido por la deslealtad del otro contratante,
el error es excusable en todas las hipótesis.
5) De acuerdo con los Principios, la clave del dolo padecido
por la víctima es que el error sea imputable a la conducta positiva
o negativa de la otra parte. Por consiguiente, hay que establecer, en
primer lugar, que la falsa representación o la falta de información

168
Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 2 al artículo 3.8 en Principes d’Unidroit
Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut International pour
l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 108.

229
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

ha inducido a la celebración del contrato y, en segundo término, el


carácter intencional de la conducta del agente.
6) De acuerdo con el artículo 3.8 de los Principios, la reticencia
es causa de nulidad del contrato cuando el co-contratante de la víc-
tima haya omitido dolosamente revelar circunstancias que deberían
ser reveladas conforme a criterios comerciales razonables de lealtad
negocial. Pero, nada dicen los Principios acerca de cuáles son esos
hechos y circunstancias que, de acuerdo con estándares razonables
de lealtad en la contratación, deben ser objeto de revelación en el
momento de la formación del contrato.
Debido a que la extensión del deber de información varía
considerablemente en los sistemas legales169, corresponderá, en
definitiva, al poder de apreciación del juzgador determinar, en el
caso concreto sometido a su consideración y decisión, cuáles son
esos hechos y circunstancias que deben ser objeto de revelación
para lo cual tomará en cuenta, entre otros factores, la naturaleza y
la finalidad del contrato, así como las condiciones particulares de
las partes en el momento de su celebración y demás circunstancias,

169
En los sistemas del common law, la posición tradicional con respecto a la contratación
había sido muy individualista, imponiendo al contratante un deber de informarse
y penalizando la celebración del contrato basada en la mera confianza. Pero, como
advierten Prosser y Keeton, en este campo se ha producido en los últimos años un
cambio radical en lo concerniente a la justificación de la confianza, que se rela-
ciona con el reconocimiento de un nuevo estándar de ética comercial (PROSSER
y KEETON, W.P.: The Law of Torts. St Paul, 1984. p.p. 751-752). De manera que
hoy se puede afirmar que es excepcional el caso en que, especialmente si se trata
de una falsa representación intencional, se niegue protección sobre la base de una
credulidad indebida o negligencia de la parte defraudada. Cfr. CALAMARI, J.D.
y PESILLO, J.M.: Contracts, 1987. p.p. 358-359. En cambio, en los sistemas de
Derecho continental aunque en algunos países cobra cada vez mayor vigor la con-
sagración de un deber de información en la formación de los contratos impuesto por
la ley, los usos o, simplemente, las exigencias de la buena fe, puede, sin embargo,
concluirse que existe, en términos generales, una mayor laxitud en lo que concier-
ne a la extensión de la obligación de información. Al respecto, véase: KRAMER,
Ernst A.: “Contractual Validity According to the Unidroit Principles” en European
Journal of Law Reform Nº 3. 1988-1999. p. 280.

230
EL DOLO

con el objeto de realizar las exigencias impuestas por la justicia y la


equidad en la solución del caso concreto. En ausencia de criterios
objetivos y razonables de lealtad comercial de general aceptación
en la contratación mercantil internacional, es muy probable que el
juzgador (juez o árbitro) adoptará la interpretación que se adapte
más a su propio sistema legal170.
7) La conducta dolosa debe ser clara y cabalmente demostrada.
En un caso resuelto por la Corte Internacional de Arbitraje de la
Cámara de Comercio Internacional, el tribunal arbitral consideró
que la circunstancia de que el demandado no hubiera informado a
su contraparte contractual acerca de un pago efectuado a un ex-re-
presentante de esta última por concepto de “servicios de consultoría
y relaciones públicas” vinculados al cierre de las negociaciones,
no configuraba, en el caso concreto, una violación intencional de
un deber de información impuesto por las exigencias de la buena
fe en la contratación internacional. Para fundamentar su decisión,
el tribunal arbitral estimó que al no haberse demostrado el carácter
fraudulento de este pago, el no haberlo revelado no constituía una
violación intencional de un deber de información que pesara sobre
el demandado171.
8) El dolus bonus es decir, el dolo que se caracteriza por su
recognoscibilidad e inidoneidad para engañar carece de relevancia
para la anulación del contrato. Por lo cual, las meras exageraciones
típicas de la propaganda o negociaciones no son suficientes para con-
figurar un supuesto de dolo172. Se trata de aquellas afirmaciones que,

170
Cfr. KRAMER, Ernst A.: Ibidem.
171
Al respecto, véase: Laudo de la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de
Comercio Internacional dictado en febrero de 1999 (Caso Nº 9474) en BONELL,
Michael Joachim: The Unidroit Principles in Practice. Caselaw and bibliography
on the principles of commercial contracts. Transnational Publishers. Ardsley. Nueva
York, 2002. p.p. 599-600.
172
Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 2 al artículo 3.9 en Principes d’Unidroit
Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut International pour
l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 108.

231
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

aun cuando tomadas literalmente son engañosas, sin embargo, por


ser habitual su uso en la contratación mercantil y sobreentenderse su
verdadero significado, no dan lugar a engaño y, aun si por excepción
lo dieran, no permiten impugnar la voluntad contractual emitida por
haberlos tomado en sentido riguroso. Los Principios parten de la
base de que, por un lado, falta aquí un verdadero comportamiento
engañoso y, por el otro, el contratante no debe ignorar su verdadera
significación en el mundo del comercio internacional.

2. Dolo procedente de un tercero

El agente del dolo puede ser una de las partes contratantes o


un tercero por cuyos hechos aquélla deba responder. En ciertas
circunstancias, sin embargo, el agente puede ser un tercero por
cuyos hechos no responda la otra parte. En tal sentido, el artículo
3.11 de los Principios de Unidroit dice textualmente:

“(1) Cuando el dolo, la intimidación, excesiva desproporción o el


error sean imputables o sean conocidos o deban ser conocidos por
un tercero de cuyos actos es responsable la otra parte, el contrato
puede anularse bajo las mismas condiciones que si dichas anoma-
lías hubieran sido obra suya.
(2) Cuando el dolo, la intimidación o la excesiva desproporción
sean imputables a un tercero de cuyos actos no es responsable la
otra parte, el contrato puede anularse si dicha parte conoció o debió
conocer el dolo, la intimidación o la excesiva desproporción, o bien
si en el momento de anularlo dicha parte no había actuado todavía
razonablemente de conformidad con lo previsto en el contrato.”

De lo cual resulta que cuando el dolo proviene de un tercero


por cuyos hechos es responsable el sujeto contratante, el mismo se
le atribuye al propio contratante.
La expresión “terceros de cuyos actos es responsable la otra
parte” que emplea el artículo 3.11 antes transcrito se interpreta en

232
EL DOLO

forma muy amplia para englobar no solamente el dolo procedente


de los agentes, representantes, mandatarios y, en general, de aquellas
personas por cuyos hechos la ley obligue al contratante a respon-
der, sino también la conducta dolosa empleada por otros terceros
que hayan actuado por su propia iniciativa, pero en beneficio del
contratante, o de la cual éste se haya aprovechado. En todos estos
casos se justifica imputar las actuaciones de estos terceros, o su co-
nocimiento real o presunto, al sujeto contratante, independientemente
de que éste estuviese o no en cuenta de las mismas173.
En cambio, cuando el dolo proviene de un tercero por cuyos
actos no es responsable el sujeto contratante, solamente puede
anularse el contrato cuando este último haya conocido o debido
conocer, según las circunstancias, la conducta dolosa proveniente
del tercero. La solución que consagran los Principios de admitir la
impugnación del contrato comercial internacional en caso de dolo
proveniente de un tercero, no sólo cuando el co-contratante que se
ha beneficiado del mismo lo conocía, sino también cuando debía
conocerlo, es la misma que consagran el Código Civil alemán y
el Código suizo de las Obligaciones y difiere de la solución legal
venezolana (supra, Cap. III, Nº IV, 2). No se requiere pues para
impugnar un contrato comercial internacional el conocimiento
efectivo por parte del co-contratante de la víctima del dolo, acerca
del engaño practicado por el tercero, sino que es suficiente con su
conocimiento presunto, esto es, basta que aquél hubiera debido
conocer el dolo del tercero.
No obstante, hay una excepción a esta regla: es indiferente
que el dolo proveniente de un tercero se haya ejercitado con el
conocimiento real o presunto del sujeto contratante, cuando este
último, para el momento en que la víctima del dolo haga uso de su

173
Al respecto, véase: Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 1 al artículo 3.11
en Principes d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut
International pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 113.

233
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

derecho a prevalerse de la nulidad, no hubiere aún actuado razo-


nablemente según las disposiciones del contrato, lo que se justifica
porque en este supuesto el sujeto contratante no tiene necesidad de
la protección legal174.

3. Efectos del dolo

De acuerdo con los Principios de Unidroit, el sujeto que ha


contratado inducido por el dolo procedente de su contraparte con-
tractual o de un tercero en las condiciones antes indicadas, puede
obtener la anulación del contrato (artículo 3.8). La anulación puede
ser total o parcial según que el dolo haya inducido al contratante a
consentir en la totalidad del contrato o solamente en una parte de
sus cláusulas. Si la causa de anulación afecta sólo a algunas cláu-
sulas del contrato, los efectos de la anulación se limitarán a dichas
cláusulas a menos que, teniendo en cuenta las circunstancias, no
sea razonable conservar el resto del contrato.
Para anular el contrato, la víctima tiene que cursar una notifi-
cación a la otra parte (artículo 3.14). La notificación de anular el
contrato debe realizarse dentro de un plazo razonable, teniendo
en cuenta las circunstancias, después de que la parte impugnante
conoció o no podía ignorar los hechos (artículo 3.15). La anulación
tiene efectos retroactivos (artículo 3.17). La anulación del contrato
queda excluida si la parte facultada para pedirla lo confirma, expresa
o tácitamente, una vez que haya comenzado a correr el plazo para
notificar a su contraparte acerca de su intención de prevalerse de
dicha anulación (artículo 3.12).
Por último, independientemente de que el contrato sea anula-
do o no, la parte que empleó el dolo, o que conoció o debía haber

174
Ibidem. Comentario oficial Nº 2. p.p. 113-114.

234
EL DOLO

conocido el dolo proveniente de un tercero, se encuentra obligada


a resarcir a la otra los daños y perjuicios causados, colocándola en
la misma situación en que se encontraría de no haber celebrado el
contrato (artículo 3.18).

235
CAPíTULO IV

LA VIOLENCIA

I. LA VIOLENCIA

1. Concepto

En el Código Civil venezolano no hay una definición de la


violencia.
La doctrina nacional ha definido la violencia en los siguientes
términos:

“Toda coacción de tipo físico o de tipo moral destinada a obtener


el consentimiento de una persona a fin de que celebre un determi-
nado contrato.”1
“Es toda coacción física o moral ejercida sobre una persona, o
sobre sus bienes, o sobre la persona o bienes de sus parientes, a
fin de arrancarle su consentimiento para un contrato contrario a
su voluntad interna.”2

1
MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: Curso de Obligaciones.
Derecho Civil III. Tomo II. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, 2001. p.
656.
2
LÓPEZ HERRERA, Francisco: La Nulidad de los Contratos en la Legislación Civil
Venezolana. Empresa El Cojo S.A. Caracas, 1952. p. 192.

237
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En fin, la violencia se traduce en vías de hecho o amenazas


ejercidas sobre una persona para obligarla a celebrar un acto que
no quería realizar. Implica forzar física o moralmente (constreñir
o conminar) a alguien para que emita una declaración de voluntad
o celebre un contrato en contra de su voluntad interna. Es un prin-
cipio elemental del derecho que cuando el consentimiento ha sido
arrancado bajo la presión de una violencia física o moral, el contrato
debe ser anulado puesto que de lo contrario el orden jurídico sería
reemplazado por la fuerza.
Se admite que el término temor3 sería más apropiado que el
de violencia debido a que pone el acento sobre el influjo que debe
ejercer la violencia sobre el consentimiento4. En definitiva, la vio-
lencia que la ley previene es la que inspira un temor.

3
Era el término utilizado en derecho romano (metus, que quiere decir miedo). Si el
Código Civil italiano utiliza el vocablo violencia, el Código Civil del Bajo Canadá
emplea indiferentemente los términos violencia y temor (arts. 994 y ss.), mientras
que el Código Suizo de las Obligaciones (arts. 29 y 30) utiliza la palabra temor.
4
“En sustancia, –escribe Messineo– lo que es verdaderamente relevante no es la vio-
lencia, sino el temor (metus) que la misma determina -y en cuanto lo determine- en
la persona objeto de la amenaza.” (MESSINEO, Francesco: Doctrina General del
Contrato. Tomo I. Traducción española de R.O. Fontanarosa, S. Sentis Melendo
y M. Volterra. Ediciones Ejea. Buenos Aires, 1952. Tomo I. p. 141). En el mismo
sentido, en la doctrina francesa, véase: GAUDEMET, Eugene: Teoría General de
las Obligaciones. Traducción española de Pablo Macedo. Editorial Porrúa. Méxi-
co, 1974. p. 80; GHESTIN, Jacques: “Les obligations – Le Contrat: Formation”
en Traité de Droit Civil. Tome II. L.G.D.J. París, 1988. p. 489; FLOUR, Jacques,
AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: Droit Civil. Les Obligations. L’acte juridique.
Dalloz. París, 2006. p. 171. En la doctrina nacional el profesor José Mélich Orsini
expresa: “Tampoco es propiamente la violencia, sino el temor que ella infunde, lo
que genera aquí el consentimiento viciado.” (MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina
General del Contrato. Cuarta Edición. Academia de Ciencias Políticas y Sociales.
Serie Estudios. Nº 61. Caracas, 2006. p. 186).

238
LA VIOLENCIA

II. CLASIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA

En el lenguaje jurídico, el término violencia se emplea de dos


maneras diferentes.
En un primer significado denota la idea del empleo directo de
la fuerza para constreñir a una persona a emitir una declaración de
voluntad. Se habla entonces de violencia física o absoluta (vis ab-
soluta o vis physica). La hipótesis de una declaración de voluntad
obtenida de este modo es teórica: así, por ejemplo, cuando a una
persona le llevan su mano para obligarla a firmar o por la fuerza
le obligan a asentir con la cabeza5. En estos casos se excluye to-
talmente la voluntad. El consentimiento ni siquiera existe. El acto
es absolutamente nulo.
En un segundo significado, la palabra violencia alude a la
intimidación o amenaza injusta empleada por una persona para
determinar a otra a emitir una declaración de voluntad. Se habla
entonces de violencia moral (vis compulsiva o vis animo illata).
Dicho en otros términos, el amenazado es colocado en la alternativa
de celebrar un determinado contrato o soportar el mal injusto con
el que se le amenaza. La violencia moral, con el temor que ella
infunde, genera un estado de libertad incompleta en la persona.
No excluye ni suprime totalmente la voluntad ya que es posible
siempre elegir entre el mal amenazado y la declaración6. Hay

5
La doctrina francesa e italiana añade a la tradicional coacción física que determina
una falta absoluta de voluntad indicada en el texto, la hipótesis de la suscripción de
un contrato bajo el efecto de la hipnosis o de la embriaguez absoluta. Al respecto,
véase: MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. Tome II. Premier Vo-
lume. p. 191; TRIMARCHI, Pietro: Istituzioni di Diritto Privatto. Giuffrè Editore.
Milano, 2007. p. 184. En estas hipótesis no hay tampoco consentimiento alguno y
el contrato resulta absolutamente nulo.
6
En tal sentido, en la doctrina italiana, Betti expresa: “La violencia que aquí nos
interesa (vis compulsiva), no es más que una de las formas de coacción psicológica
cuya influencia puede sufrir quien celebra un negocio jurídico. Es una coacción
que no excluye, como la violencia física (vis ablativa), ni la voluntad del acto ni

239
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

consentimiento, pero viciado. El contrato es, por consiguiente,


anulable (nulidad relativa).

III. LA VIOLENCIA MORAL (VIS COMPULSIVA)


EN EL CÓDIGO CIVIL VENEZOLANO

1. Introducción

En esta sección nos referiremos a la violencia como vicio del


consentimiento y, por tanto, como causa de invalidez del contrato.
En el Derecho venezolano la regulación de la violencia como
vicio del consentimiento susceptible de provocar la anulación de
un contrato está contenida en los artículos 1150 al 1153 del Código
Civil que dicen textualmente:
“La violencia empleada contra el que ha contraído la obligación
es causa de anulabilidad, aun cuando haya sido ejercida por una
persona distinta de aquélla en cuyo provecho se ha celebrado la
convención.” (Artículo 1.150).

la determinación causal, pero mengua la libertad de esta determinación.” (BETTI,


Emilio: Teoría General del Negocio Jurídico. Traducción española de A. Martín
Pérez. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1959. p. 342). En contra:
FUNAIOLI, G.: La Teoría della Violenza nei Negozi Giuridici. Roma, 1927. p.
19, especialmente, la nota 3 y p. 26. Igualmente, en contra, en la doctrina francesa,
Larroumet afirma: “no parece que haya lugar para distinguir entre coacción física
y coacción moral… porque en todo caso lo que resulta afectado, tanto en la vio-
lencia física como en la moral, es la libertad del consentimiento. Por lo tanto, con
respecto a la violencia, como con respecto a la demencia o a la edad, no hay que
distinguir entre el consentimiento inexistente y el consentimiento que no es libre.”
(LARROUMET, Christian: Teoría General del Contrato. Vol. I. Traducción caste-
llana de Jorge Guerrero R. Editorial Temis S.A. Santa Fe de Bogotá, 1999. p. 276).
A nuestro modo de ver, tal y como se indica en el texto, la violencia moral, psíquica
o compulsiva no debe confundirse con la violencia física o absoluta, puesto que
en la primera no hay falta de voluntad sino vicio en el proceso de formación de la
voluntad, el cual es perturbado por una amenaza. Coactus volui, sed volui.

240
LA VIOLENCIA

“El consentimiento se reputa arrancado por violencia, cuando ésta


es tal que haga impresión sobre una persona sensata y que pueda
inspirarle justo temor de exponer su persona o sus bienes a un mal
notable. Debe atenderse en esta materia a la edad, sexo y condición
de las personas.” (Artículo 1.151).
“La violencia es también causa de anulabilidad del contrato, cuando
se dirige contra la persona o los bienes del cónyuge, de un des-
cendiente o de un ascendiente del contratante. Si se trata de otras
personas, toca al Juez pronunciar sobre la anulabilidad, según las
circunstancias.” (Artículo 1.152).
“El solo temor reverencial, sin que se haya ejercido violencia, no
basta para anular el contrato.” (Artículo 1.153).

Los artículos 1150 y 1152 antes transcritos son una réplica de


los artículos 17 y 19 del Proyecto Franco-Italiano de las Obliga-
ciones y de los Contratos, respectivamente. Los artículos 1151 y
1153 del Código Civil venezolano son idénticos a los artículos 1112
y 1114 del Código Civil italiano de 1865. A su vez, estas disposi-
ciones son muy similares a los artículos 1111 al 1114 del Código
Civil francés conocido como el Código Napoleón. Por último, la
regulación de la violencia contenida en los artículos 1434 al 1438
del Código Civil italiano de 1942 recoge el texto de las precitadas
disposiciones del Código Civil italiano de 1865 y del Proyecto
Franco-Italiano de las Obligaciones y de los Contratos, con muy
pocas modificaciones.
Debido a que las decisiones de la jurisprudencia venezolana
sobre la materia son muy escasas, para la cabal interpretación de
estas disposiciones los aportes de la doctrina y de la jurisprudencia
italiana y francesa son muy útiles dado que se refieren a normas
legales que tienen, en esencia, el mismo contenido.
Vale la pena destacar que la regulación de la violencia es bas-
tante más detallada que la referente a los otros vicios del consenti-
miento (error y dolo), lo que pone de manifiesto la clara intención
del legislador de establecer con todo rigor los requisitos que debe

241
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

reunir la violencia para invalidar el consentimiento. Se evita de esta


forma el ejercicio abusivo de esta figura para lograr la anulación de
un contrato con lo cual se busca salvaguardar la seguridad jurídica y
la estabilidad de las relaciones surgidas al amparo de un contrato.
La extensión y precisión de la regulación legal de la violencia
ha sido descrita en la moderna doctrina francesa por el profesor
Christian Larroumet así:

“El Código Civil se extiende mucho más sobre la violencia que


sobre el dolo y el error, a pesar de que ella constituye un vicio del
consentimiento de una aplicación mucho menos frecuente. En
efecto le consagra cinco artículos (arts. 1111 a 1115). La razón
de ello está en que la violencia se debía considerar con precisión,
por cuanto una noción demasiado elástica podría ser utilizada
abusando de ella.”7

Sustitúyase la referencia a los artículos 1111 a 1115 del Code


por la remisión a los artículos 1150 al 1153 del Código Civil vene-
zolano y el señalamiento del profesor Larroumet es perfectamente
aplicable al tratamiento de la violencia como vicio del consenti-
miento en nuestro ordenamiento.

2. Definición

Como se dijo, la violencia moral (vis compulsiva), que


constituye el tema que nos ocupa en este Capítulo, consiste en una
coacción de tipo moral, psíquica o compulsiva ejercida sobre un
sujeto de derecho para determinarle a celebrar un contrato.

7
LARROUMET, Christian: op. cit. Vol. I. p. 275. En el mismo sentido, véase:
MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: Les
Obligations. Defrénois. París, 2005. p. 254.

242
LA VIOLENCIA

En el Código Civil venezolano no hay una definición de


violencia moral. Esta definición resulta de la combinación de las
disposiciones del Código antes transcritas en virtud de las cuales se
debe considerar que la violencia es un vicio del consentimiento que
supone el ejercicio de una coacción ilegítima, amenaza o intimida-
ción sobre una persona para persuadirla a celebrar un contrato que
no habría estipulado sin el temor que la asaltaba. Nuestro código
utiliza el término violencia para referirse a la intimidación o coer-
ción ejercida por medio de amenazas. Quedan comprendidas dentro
de este vocablo todas las formas de amenaza dirigidas a un sujeto
determinado, desde las más primitivas hasta las más refinadas. La
amenaza puede ejercerse de todas las maneras psicológicamente
idóneas de coartar la voluntad de un sujeto: directa o indirectamen-
te, o a través de intermediario; de viva voz o por teléfono, correo
o mediante cualquier medio de comunicación; de manera real o
simbólica; manifiesta o encubierta; mediante palabras, consejos,
comportamientos, exhortaciones o plegarias, etc.8.
Esa intimidación o coacción de tipo moral puede consistir en
la amenaza de causarle un daño al contratante o a su patrimonio, o
a la persona o bienes de su cónyuge, ascendientes o descendientes.
También cabe la posibilidad de que el mal con el que se amenace
se refiera a la persona o a los bienes de otros allegados al sujeto
cuyo consentimiento quiera obtenerse, pero en tales circunstancias
compete al juez la correspondiente apreciación (Código Civil,
artículo 1152).
La doctrina italiana moderna, al referirse a la violencia como
causa de nulidad relativa de un contrato, ha observado que:
“consiste en arrebatar el consentimiento de un sujeto bajo la ame-
naza de que, si no presta el consentimiento, se inferirá un mal a su

8
Cfr. D’AMICO, Giovanni: Voz “Violenza” (Diritto Privato) en Enciclopedia del
Diritto. Vol. XLVI. Arese Giuffrè. Milano, 1993. § 4. Consultada en versión elec-
trónica (DVD).

243
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

persona o a sus bienes o a la persona o a los bienes de sus familia-


res... la violencia moral es el medio con el que se constriñe a una
persona a manifestar su voluntad, situándola ante la alternativa de
no prestar el consentimiento y sufrir (o arriesgarse a sufrir) el mal
con que se la amenazó o bien sustraerse de tal mal prestando su
consentimiento (es aquello que, en el lenguaje corriente, se define
como chantaje).”9

En definitiva, la razón por la cual se anula el contrato es porque


la voluntad del contratante inducida por la violencia no puede con-
siderarse formada de modo libre y consciente, sino bajo el influjo
de motivos perturbadores.

3. Requisitos de la violencia

Para que la violencia constituya un vicio del consentimiento


susceptible de producir la anulación del contrato es necesario: 1)
que sea causa determinante del contrato; 2) que sea injusta; y 3)
que sea grave.
Pasamos a examinar cada uno de estos requisitos.

3.1. La violencia debe ser causa determinante


del contrato

El temor que infunde la violencia debe ser tal que sin él no se


hubiera celebrado el contrato10. No toda amenaza invalida el consen-
timiento. Al igual que el error y el dolo, para producir la anulación del
contrato la violencia debe haber determinado el consentimiento11.

9
GALGANO, Francesco: El Negocio Jurídico. Traducción castellana de Francisco de P.
Blasco Gascó y Lorenzo Prats Albentosa. Tirant Lo Blanch. Valencia, 1992. p. 312.
10
Cfr. MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: Leçons de Droit Civil. Tome II.
Premier Volume. (Obligations. Théorie Générale). Montchrestien. París, 1998. p.
194; FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 172.
11
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 498.

244
LA VIOLENCIA

Para que la violencia configure un vicio del consentimiento


debe existir entre la amenaza real y efectivamente inferida al con-
tratante y su manifestación de voluntad una relación de causa a
efecto. Es decir, se requiere que aquélla haya sido empleada para
obtener ésta y que esta última sea el resultado de aquélla12. La
violencia vicia el consentimiento cuando quien la sufre contrata
bajo el influjo del temor y la amenaza. Es necesario pues que la
amenaza del mal, cualquiera que sea la persona de quien provenga,
vaya dirigida a constreñir a una persona a celebrar un contrato, que
de otro modo no hubiera realizado13.
Para la configuración del nexo causal entre la violencia y el
contrato se requiere: 1) que a la víctima de la amenaza para evitar
el mal con el que se le amenaza (mal mayor) no le quede más re-
medio que celebrar el contrato considerado por el sujeto como un
mal menor; y 2) que exista una relación directa entre la violencia
ejercitada y la celebración del contrato14.
Desde luego, tratándose de los requisitos de validez del con-
sentimiento donde tanta influencia tienen los aspectos psicológicos

12
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C.: Cours de Droit Civil Français. Tome IV. Sixème édition.
París, 1907. § 343 bis. p. 440; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: Tratado Prác-
tico de Derecho Civil Francés. Tomo VI. Traducción castellana de Mario Díaz Cruz.
Cultural S.A. Habana, 1946. p. 262; GIORGI, Jorge: Teoría de las obligaciones en
el Derecho moderno. Traducción al castellano por la redacción de la Revista General
de Legislación y Jurisprudencia. Editorial Reus. Madrid, 1930. Vol. IV. p.p. 101-102;
DE RUGGIERO, Roberto: Instituciones de Derecho Civil”. Tomo I. Traducción al
castellano de Ramón Serrano Suñer y José Santa-Cruz Teijeiro. Instituto Editorial
Reus. Madrid, s.d. p. 266; CASTÁN TOBEÑAS, José: Derecho Civil Español
Común y Foral. Tomo III. Derecho de Obligaciones. Editorial Reus. Madrid, 1.992,
p. 263. En la doctrina nacional, véase: BERNAD MAINAR, Rafael: Derecho Civil
Patrimonial. Obligaciones. Tomo II. Universidad Central de Venezuela. Facultad de
Ciencias Jurídicas y Políticas. Caracas, 2006. p. 87.
13
Cfr. COVIELLO, Nicolás: Doctrina General del Derecho Civil. Traducción al
castellano de Felipe de J. Tena. Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana.
México, 1949. p. 441. Para un análisis de los criterios que deben seguirse en esta
materia para el establecimiento de la relación de causalidad, véase: D’AMICO,
Giovanni: op. cit. § 5.

245
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

como el temor, no se requiere que la celebración del contrato haya


sido exigida explícitamente mediante la amenaza. Basta que la
intimidación dé lugar a la declaración de voluntad no querida pu-
diendo ello resultar evidente de las circunstancias que acompañan
la amenaza15. La valoración del carácter determinante de la vio-
lencia es, en definitiva, una cuestión de hecho reservada al poder
soberano de apreciación de los jueces de instancia y que escapa a
la censura de casación.

3.2. La violencia debe ser injusta

La violencia debe ser injusta. La amenaza debe ser ilícita. En


caso contrario no puede invalidarse el consentimiento so pretexto
de violencia.
Aunque el Código Civil solamente trae una aplicación particular
de este principio en el artículo 1153 que considera legítimo el temor
reverencial, tanto la doctrina como la jurisprudencia admiten que en
cualquier hipótesis en que pueda hablarse de una violencia legítima
debe excluirse la acción de impugnación de un contrato16.

14
Cfr. BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: “Des Obligations”. Tome Pre-
mier en Traité Théorique et Pratique de Droit Civil. París, 1.900. Vol. XI. p. 114.
15
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: Voz “Violenza” (Diritto Civile) en Nuovo Digesto
Italiano. T. XII. p. 2a. Publicación de la Unione Tipografico-Editrice Torinese, bajo
la dirección de Mariano D’Amelio. Turín, 1940. p. 1061; GIORGI, Jorge: op. cit.
Vol. IV. p.p. 101-102.
16
Por todos, en la doctrina francesa, véase: TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y
LEQUETTE, Yves: Droit Civil. Les Obligations. Dalloz. París, 2005. p. 247. En
la doctrina italiana, véase: ALPA, Guido: Corso di Diritto Contrattuale. Cedam.
Padova, 2006. p.p. 137-138. En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI,
José: op. cit. p. 196. En el mismo sentido, la jurisprudencia de nuestros tribunales,
al referirse al carácter injusto que debe revestir la violencia, ha dejado estableci-
do que: “La violencia justa, o sea, la simple manifestación de que se va a ejercer
un derecho, no constituye violencia, ni es por lo tanto vicio capaz de invalidar el
consentimiento.” (Sentencia del 12-06-61 en Jurisprudencia de los Tribunales de
la República. Vol. IX. p. 609).

246
LA VIOLENCIA

Por violencia injusta se entiende aquella que es contraria a


derecho. La coacción es ilegítima cuando se ejerce por medio de
un acto ilícito o bajo la amenaza de ejercitarlo, pero no cuando
consiste en realizar una actuación permitida por la ley.
A continuación pasamos a referirnos al temor reverencial, al
ejercicio de un derecho y al cumplimiento de un deber como su-
puestos de violencia lícita o justa.

a) Temor reverencial

De acuerdo con el Código Civil, el mero temor reverencial


no configura una situación de violencia susceptible de invalidar
el consentimiento. “El solo temor reverencial –dice el artículo
1153– sin que se haya ejercido violencia, no basta para anular
un contrato”. El legislador excluye pues el llamado temor
reverencial, o sea, aquel originado en el sentimiento de respeto, alta
consideración y obediencia debida en la vida social a determinadas
personas como los padres, preceptores, sacerdotes, autoridades
públicas, etc.17. La violencia moral está aquí tolerada porque se
considera legítima18.

17
Cfr. MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op.
cit. p. 255. En la doctrina clásica francesa, Pothier, por temor reverencial entiende
“el temor de disgustar a las personas a quienes se respeta por afecto y por deber.”
(POTHIER, R. J.: “Traité des Obligations”. Tome I en Oeuvres de Pothier publiée par
M. Siffrein. Paris, 1.821. p. 101). En la doctrina clásica italiana, Giorgi al referirse
al temor reverencial expresa: “La obediencia respetuosa con que el hijo doblega
temeroso su cabeza a los requerimientos del padre, el criado a los mandatos de su
patrono, todo inferior a la voz de su superior, no es coacción injusta… ya que de otro
modo se borrarían los fines de sujeción doméstica y social, que son los principales
sostenedores del orden doméstico y del orden público.”(GIORGI, Jorge: op. cit.
Vol. IV. p. 106).
18
La doctrina es conteste al respecto. Por todos, véase: TERRÉ, François, SIMLER,
Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 248; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS,
François: op. cit. Tome II. Premier Volume. p. 191; ALPA, Guido: op. cit. p. 137.

247
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Por consiguiente, no es causa de anulación del contrato el sim-


ple temor consistente en no atreverse alguien a decir no como con-
secuencia de la situación de sujeción psicológica en la cual pueda
encontrarse una persona respecto de otra a causa de su poder o de
su influencia o de su autoridad o de su riqueza (por ejemplo, es un
ministro o un alto funcionario o un banquero importante), o por la
especial relación que tenga con ella (es el padre o su patrono). En
casos como éstos, no se configura una violencia ilegítima o injusta
ni tampoco un supuesto de violencia grave, puesto que el hombre
medio encuentra el valor para decir no. Quien por excesiva cobardía
no lo encuentra, no está protegido por el derecho.
Sin embargo, como ha observado la moderna doctrina italiana:

“Del mero temor reverencial, que sólo es una condición psicoló-


gica interna de una parte, se diferencia la hipótesis en la que el
personaje importante, sin pronunciar tan siquiera amenazas, deja
entender sin lugar a dudas que de que sea aceptada su propuesta
depende la carrera de la otra parte (no tendrá la promoción que él
espera) o la celebración del negocio al que aspira (no obtendrá la
contratación publica a la que concurre).”19

Por lo cual, si bien como principio de carácter general, la


situación de obediencia y sometimiento en que se encuentra una
persona respecto de otra (temor reverencial) no es causa capaz
de configurar una situación de violencia, puede crear el clima
psicológico propicio para un abuso de autoridad o de influencia
que revista las características propias de una violencia ilegítima20.
La jurisprudencia belga registra un caso interesante: la justicia
belga consideró que había violencia en un caso en que una madre,

19
GALGANO, Francesco: op. cit. p. 314.
20
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 248;
GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p. 500; BETTI, Emilio: op. cit. p.p. 344-345;
COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 440.

248
LA VIOLENCIA

estando su hija embarazada la amenazaba con abandonarla en los


momentos del parto si no firmaba el contrato de cesión que se le
presentaba puesto que la madre se había excedido de los límites
del justo ejercicio de su autoridad21.
Asimismo, si un funcionario público prevaliéndose de su cargo
oficial amenaza a una persona con hacerla detener a menos que le
venda un inmueble de su propiedad conviniendo la víctima de esta
amenaza en hacerlo, habrá violencia ilegítima (abuso de autoridad
o desviación de poder) que haría procedente la anulación del con-
trato22; o si un sacerdote prevaliéndose de su ministerio abusa de
los temores de un penitente para imponerle realizar una donación
o un legado23.
El Código Civil considera legítimo el solo temor reverencial;
pero agrega: “sin que intervenga violencia” (artículo 1153). Por
consiguiente, si el consentimiento para la celebración del contrato
ha sido determinado solamente por el temor de no disgustar a la
persona a quien se debe respeto y obediencia, no hay nada ilegítimo
que afecte la validez del contrato. Pero, si a este temor reverencial
se suman verdaderas violencias o amenazas injustas por parte del
ascendiente, preceptor, superior, etc., el contrato puede ser anu-
lado24. Corresponde, en definitiva, al poder de apreciación de los
jueces de instancia valorar si en el caso concreto sometido a su
consideración y decisión hubo una simple presión legítima producto

21
Al respecto, véase: LAURENT, F.: Principios de Derecho Civil. Traducción caste-
llana. Tomo XV. Habana, 1.917. p. 642 y la jurisprudencia belga allí citada.
22
Con mayor razón, si esa persona es detenida injustamente y se le indica que per-
manecerá privada de su libertad a menos que convenga en la venta en cuestión
accediendo ella a hacerlo, podrá impugnar el contrato invocando la violencia de
que fue víctima en el momento de su celebración. Al respecto, véase: Sentencia del
13-08-64 en Ramírez & Garay. Tomo X. p.p. 56-61.
23
Cfr. DE PAGE, Henri: Traité Élémentaire de Droit Civil Belge. Tome I. (Introduc-
tion). Bruylant. Bruxelles, 1.948. p. 69.
24
Cfr. GAUDEMET, Eugene: op. cit. p. 82.

249
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de un mero temor reverencial o si, por el contrario, se ejerció una


violencia injusta por haberse excedido el superior de los límites del
ejercicio legítimo de la autoridad.

b) Ejercicio de un derecho

Si la amenaza consiste en ejercer un derecho como, por ejem-


plo, intentar una acción judicial para persuadir a alguien a celebrar
un contrato, la misma no reviste carácter ilegítimo, salvo que haya
abuso de derecho25. Así, el miedo justo como, por ejemplo, el que
pueda tener un deudor moroso a que le embarguen sus bienes, no
es causa de anulabilidad de una garantía para el pago que otorgue;
puesto que aquí no existe la intimidación, a no ser que haya abuso
en la amenaza por parte del acreedor. Por lo cual, si A, acreedor
de B, lo llama por teléfono intimándole, con voz amenazante, a
pagarle lo que le adeude dentro del término convenido, so pena de
que vencida la deuda procederá al embargo de sus bienes a menos
que B constituya una hipoteca sobre un inmueble de su propiedad
para garantizar el pago, accediendo B a hacerlo, la coacción ejercida
sobre este último es jurídicamente irrelevante puesto que se trata
de una amenaza legítima y justa.
Asimismo, si el autor de un delito de acción privada convie-
ne con la parte ofendida en repararle los daños y perjuicios que
efectivamente le causó el delito, bajo la amenaza de que, de no
hacerlo, esta última promoverá en su contra la acción penal, el
convenio respectivo no podría impugnarse por violencia puesto
que se trataría en el caso concreto de una amenaza lícita. La

25
La doctrina es unánime sobre el particular. Al respecto, por todos, véase: MALAU-
RIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 255; DI
BLASSI, Ferdinando: “Il libro delle obbligazioni”. (Parte Generale) en Commento
al Nuovo Codice Civile Italiano. Societá Editrice Libraria. Milano, 1950. p. 472;
TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1062.

250
LA VIOLENCIA

doctrina tampoco considera injusta la amenaza consistente en trabar


ejecución sobre el patrimonio del deudor, o en pedir su quiebra, o
en promover el procedimiento expropiatorio contra quien se desea
adquirir algo26.
Desde luego, si hubiere abuso de derecho, esto es, si quien
amenaza a otro ejerciendo un derecho, en su actuación excede los
límites fijados por la buena fe o por el objeto en vista del cual le
ha sido conferido ese derecho (Código Civil, artículo 1185, primer
aparte), habrá que concluir que la coacción ejercida en estas con-
diciones es ilegítima27.
Así, por tratarse de una violencia injusta, la amenaza dirigida a
obtener, una prestación o ventaja indebida, o que no guarde relación
con el derecho con cuyo ejercicio se amenaza, daría lugar a la anu-
lación del contrato. Por ejemplo, si A, haciendo valer su condición
de acreedor de B, lo obliga a venderle a un precio de ocasión un
apartamento bajo la amenaza de ejecutarle sus bienes si éste no le
paga la deuda en la fecha de su vencimiento, la ventaja obtenida
por A es injusta puesto que el contrato de compra-venta celebrado
no guarda relación directa con el derecho con cuyo ejercicio A
amenazó a B, ni B habría convenido en venderle su apartamento a
A en las condiciones en que lo hizo, de no mediar dicha amenaza.

26
Al respecto, en la doctrina italiana, Coviello expresa: “La amenaza también debe
ser injusta, es decir, el mal con que se amenaza no debe consistir en el ejercicio de
un derecho (como cuando el acreedor amenaza al deudor con la ejecución o la de-
claración de quiebra).” (COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 439). En el mismo sentido,
véase: DI BLASSI, Ferdinando: loc. cit. Por su parte, Galgano afirma: “Tampoco
es amenaza de un mal injusto la amenaza realizada por quien quiere adquirir de que
promoverá, en caso de que se niegue a vender, el procedimiento de expropiación
forzosa.” (GALGANO, Francesco: op. cit. p. 313, especialmente, la nota 107 y la
jurisprudencia italiana allí citada).
27
Los artículos 30 (numeral 2º) del Código Suizo de las Obligaciones y 1438 del
Código Civil italiano de 1942 prevén expresamente que la amenaza de hacer valer
un derecho puede producir la anulación de un contrato solamente si va dirigida a
obtener ventajas injustas o excesivas.

251
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

La adquisición respectiva sería, por tanto, anulable28. Del mismo


modo, si el patrono amenaza a su empleado que ha patentado un
invento suyo que si no le cede dicha patente lo despedirá por re-
ducción de personal, esa amenaza de despido, aunque se configuren
los requisitos de ley para su procedencia, constituye una violencia
ilegítima, puesto que tiende a obtener una ventaja injusta y no hay
ninguna relación directa entre la amenaza de despido y la cesión
de la patente29.
De acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia italianas, la
amenaza de hacer valer un derecho es lícita cuando va dirigida a
obtener la estipulación de un contrato instrumental con respecto
al derecho ejercido30. Así, si, el acreedor le dice a su deudor “si no
me das una prenda o constituyes a favor mío una hipoteca sobre un
bien de tu propiedad, te demandaré a fin de lograr la ejecución co-
activa de mi crédito sobre tu patrimonio”, conviniendo el deudor en
hacerlo, obtiene con esta amenaza una garantía que es instrumental
respecto de su derecho, es decir, logra un refuerzo para el pago de
su crédito mediante la afectación patrimonial de un determinado
bien al cumplimiento de la obligación del deudor y nada más. Esta
ventaja que obtiene el acreedor no puede, por consiguiente, ser
calificada como una ventaja injusta.

28
Al respecto, en la doctrina y en la jurisprudencia italianas, véase: ALPA, Guido: op.
cit. p. 138; MESSINEO, Francisco: op. cit. Tomo I. p.p. 143-144; BETTI, Emilio:
op. cit. p. 344, especialmente, la nota 12 y la jurisprudencia italiana citada por estos
autores. En la doctrina italiana, la llamada teoría de la relación directa o inherencia,
según la cual la ventaja obtenida es justa cuando es inherente al ejercicio del derecho
con el cual se amenaza al deudor o guarde relación directa con ese derecho, ha sido
sostenida, igualmente, por Santoro Passarelli. Al respecto véase: SANTORO PASSA-
RELLI, Francesco: Doctrinas Generales del Derecho Civil. Traducción al castellano
de Luna Serrano. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, 1964. p. 196. Para
un análisis crítico de esta posición véase: D’AMICO, Giovanni: op. cit. § 8.
29
Cfr. GALGANO, Francesco: op. cit. p. 313.
30
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p.p. 185-186; GALGANO, Francesco: loc. cit. y
las recientes decisiones de los tribunales italianos citadas por estos autores.

252
LA VIOLENCIA

Igualmente, se considera lícita la amenaza del acreedor de tra-


bar ejecución sobre el patrimonio de su deudor para obtener de éste
el compromiso de pagarle por las cantidades adeudadas intereses a
la tasa corriente del mercado hasta la cancelación total de la deuda.
Con esto el acreedor solamente aspira una justa compensación por
la prórroga que le concede a su deudor para el pago. Pero, la justicia
italiana no ha vacilado en anular un contrato cuando mediante la
amenaza de hacer valer un derecho, el acreedor obtiene de su deudor
una ventaja injusta como el compromiso de pagarle una cantidad
superior a la debida; o algo que no represente un simple refuerzo
de su crédito; o una justa compensación por la prórroga del plazo
para el pago de la deuda que le conceda, o por la renuncia a ejercer
su derecho contra el deudor31.
La jurisprudencia francesa registra igualmente algunos casos
interesantes: por considerar que se trataba de una violencia ilegíti-
ma, los tribunales franceses han declarado que la promesa de pago
a favor del agraviado, por parte de quien ha cometido un delito de
apropiación indebida, obtenida bajo la amenaza de persecución
penal, es anulable cuando mediante dicha promesa aquél haya
convenido en pagarle a éste por concepto de daños y perjuicios una
cantidad muy superior al daño efectivamente causado32.
Asimismo, los tribunales franceses han declarado la nulidad
del reconocimiento de una deuda otorgado por la mujer adúltera
a favor de su marido bajo la amenaza por parte de éste de intentar
contra ella una acción penal por considerar que se trataba de una

31
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 185, especialmente, la nota 4 y la jurisprudencia
italiana allí citada.
32
Al respecto, véase: MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. Tome
II. Premier Volume. p.p. 192-193, especialmente, las notas 14 y 15; FLOUR,
Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 174, especialmente, la
nota 6; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe:
op. cit. p. 255, especialmente, la nota 79 y la jurisprudencia francesa citada por
estos autores.

253
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

declaración de voluntad viciada por violencia33. Desde luego, el


marido tiene el derecho de acusar penalmente a su mujer por el
delito de adulterio, pero si aprovechándose de esa situación intenta
obtener de ella bajo la amenaza de ejercer ese derecho una ventaja
excesiva, desnaturaliza ese derecho de su finalidad y su conducta
configura, por tanto, un abuso de derecho.
En fin, es el ejercicio regular de un derecho lo que no configu-
ra una situación de violencia por injustas amenazas. Pero, cuando
no se trata simplemente de ejercer un derecho sino de abusar de
su ejercicio, esto es, cuando so pretexto de ejercitar un derecho el
acreedor se aprovecha de las circunstancias para obtener más de lo
que se le debe, o para arrancarle al deudor amenazado un convenio
que le reporte al acreedor una prestación indebida, o para explotar
o agravar su situación, entonces, las amenazas pueden llegar a ser
injustas y servir de base para la nulidad del contrato como, por
ejemplo, cuando el acreedor amenazando al deudor con la ejecución
de su patrimonio consigue que éste convenga en pagarle intereses
usurarios o que reconozca que le adeuda una cantidad mayor que
la debida o que le dé en pago una cosa de valor muy superior al
monto del crédito; o cuando una persona que sorprende in fraganti
a otra cometiendo un delito se aprovecha de las circunstancias y
amenazándolo con denunciarlo, consigue que le venda un inmueble
de su propiedad que de otra forma no le habría vendido34.
En Venezuela, la doctrina y la jurisprudencia admiten que
la amenaza de utilizar las vías de derecho no configura, en prin-
cipio, una violencia ilícita35. Sólo si ello se hiciere para obtener

33
GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II p. 501 y la jurisprudencia francesa allí citada
34
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 248;
COVIELLO, Nicolás: op. cit. p.p. 439-440.
35
La doctrina nacional es conteste sobre el particular. Al respecto, por todos, véase:
MADURO LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p. 660;
BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 185. En la jurisprudencia nacional,
véase: Sentencia del 12-06-61 en Jurisprudencia de los Tribunales de la República.
Vol. IX. p. 609.

254
LA VIOLENCIA

una ventaja indebida podría ser anulado el contrato por abuso


de derecho36. Además nuestros tribunales, en los pocos casos de
violencia que registra la jurisprudencia nacional, han declarado
que constituye una violencia injusta la intimidación que supone
una denuncia penal utilizada, en el caso concreto, para zanjar un
asunto de carácter evidentemente mercantil con el objeto de forzar
a alguien a celebrar una transacción37. Pero, no han considerado
como supuesto de violencia la amenaza del acreedor de solicitar y
obtener el decreto de una medida preventiva38. Tampoco, según la
jurisprudencia nacional, constituye ejercicio de violencia psíquica
o psicológica el hecho de estar el absolvente de posiciones jura-
das obligado a responder bajo juramento porque la confesión es
un medio de prueba contemplado y regulado por la ley y el com-
promiso para el interpelado de decir fielmente la verdad se asume
voluntariamente39.

36
Cfr. MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 196; MÉLICH-ORSINI,
José: La Transacción. Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Centro de Inves-
tigaciones Jurídicas. Serie Estudios. Nº 65. Caracas, 2006. p.p. 113-114, especial-
mente, la nota 228.
37
Sentencia del 06-03-2001 en Ramírez & Garay. Tomo CLXXIV. p.p. 521-526.
Como todo contrato, la transacción puede ser anulada cuando el consentimiento
de alguno de los transigentes se hubiere prestado bajo el influjo de una violen-
cia ilegítima. La admisión de la anulabilidad de la transacción por un vicio del
consentimiento, incluyendo la violencia, ha sido admitida pacíficamente por la
jurisprudencia de nuestros tribunales. Al respecto, véase: Sentencia del 16-10-2002
en Ramírez & Garay. Tomo CXCII. p.p. 376-377; Sentencia del 18-02-1988 en
Ramírez & Garay. Tomo CIII. p.p. 417-418; Sentencia del 14-08-1962 en Ramírez
& Garay. Tomo V. p.p. 41-42. Pero, por razones obvias, la transacción no puede ser
impugnada por causa de lesión. Cfr. MÉLICH-ORSINI, José: La Transacción…cit.
p.p. 115-116.
38
Sentencia del 07-09-2004 en Ramírez & Garay.Tomo CCXV. p.p. 527-529 que de-
claró improcedente el recurso de casación interpuesto en contra de la sentencia del
Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas de fecha 08-11-2002.
39
Al respecto, véase: Sentencia del 19-06-53 en Gaceta Forense. Segunda Etapa. Nº
14. p. 78. En el mismo sentido se pronunció la Sala de Casación Civil del Tribunal

255
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

c) Cumplimiento de un deber

Por último, por no revestir carácter ilegítimo, se admite que


puede usarse la vis compulsiva para cumplir un deber impuesto
por la ley40.
Como es bien sabido, la ejecución de actos ordenados por la ley
no reviste carácter ilegítimo. Quien ejecuta lo que la ley le ordena
no realiza ningún hecho ilícito; por el contrario, su conducta es
completamente lícita y no tiene nada de reprochable. Sería ilógico
que el ordenamiento jurídico imponga a un sujeto la obligación de
actuar y luego invalide la acción realizada por dicho sujeto o lo
obligue a responder por la misma.
Desde luego, la expresión deber no tiene aquí un sentido éti-
co ni se refiere al cumplimiento de deberes morales, religiosos o
sociales sino al de deberes impuestos por la ley.

Supremo de Justicia en sentencia de fecha 6 de junio de 2002. En dicha sentencia la


Sala, además, declaró: “el juramento, como formalidad intrínseca de algunos actos
procesales, no puede considerarse sinónimo de coacción…., no es más que una
solemnidad que compromete más bien la moral del absolvente, en consecuencia,
la veracidad o no de lo declarado dependerá en grado más de la calidad ética de
quien declare, que del hecho de haber prestado juramento…significa, además del
compromiso moral de decir fielmente la verdad, una carga de la parte de contestar
a las posiciones que le formule la contraparte, pues de no hacerlo se le tendrá por
confeso….” (Sentencia del 06-06-2002 en Ramírez & Garay. Tomo CLXXXIX. p.p.
553-555). Este criterio fue posteriormente ratificado por dicha Sala en sentencia de
fecha 14 de junio de 2005 (Sentencia del 14-06-2005 en Ramírez & Garay.Tomo
CCXXIII. p.p. 545-548). En contra, en la doctrina italiana, Ricci afirma que si el
interrogatorio se hace bajo juramento se coloca al confesante en la dura alternativa
de decir la verdad y soportar las consecuencias desfavorables de su respuesta lo
que puede llevarlo a sucumbir en la causa, o decir lo contrario a la verdad, esto es,
perjurar y exponerse a la acción penal “por lo que hay verdadera coacción sobre
su conciencia” (RICCI, Francisco: Tratado de las Pruebas. Tomo II. Traducción
castellana. Madrid, s.d. p.p. 130-135).
40
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 267, especialmente,
la nota 4 y la jurisprudencia francesa allí citada.

256
LA VIOLENCIA

Por consiguiente, el temor que provoca la amenaza provenien-


te de quien cumple como deber jurídico con la ejecución de un
determinado acto no configura un supuesto de violencia ilegítima
que sirva de fundamento para invalidar el consentimiento prestado
por la parte amenazada. Dicho en otros términos, no es ilegítima la
violencia moral que resulta inherente al cumplimiento de un deber
legal. Así, supongamos que una persona intenta asumir el control de
una sociedad cuyas acciones se cotizan en bolsa y promueve a tal
efecto una oferta pública de adquisición (OPA) de las acciones emi-
tidas por dicha sociedad. En el informe de la oferta que el iniciador
tiene que poner a disposición de los accionistas de acuerdo con la
ley, éste manifiesta su intención y planes respecto de la compañía
una vez que asuma su control. Pues bien, aun cuando estos planes
y propósitos no sean del agrado de alguno de los accionistas y le
causen el temor de sufrir pérdidas patrimoniales en el caso de que
opte por conservar la propiedad de sus acciones porque, por ejem-
plo, no considere los planes del iniciador cónsonos con los intereses
de la sociedad, si aquél inducido por estos temores decide vender
sus acciones al iniciador de la oferta no podrá quejarse después y
pretender invalidar la venta, so pretexto de que su consentimiento
al aceptar la oferta fue determinado por una situación de violencia.
No habría en tal caso amenaza ilegítima o presión indebida que
sancionar con la anulación del contrato puesto que el iniciador, al
promover la oferta estaría ejerciendo un derecho que le consagra
la ley y al revelar sus planes y propósitos respecto de la sociedad,
no habría hecho más que cumplir con un deber legal contemplado
en las normas dictadas por la Comisión Nacional de Valores para
garantizar la indispensable transparencia con que deben realizarse
las operaciones que se realizan en el mercado de capitales, a fin
de que los inversionistas puedan aceptar o no la oferta de compra
de sus acciones, con perfecto conocimiento de causa y con toda
la información relevante a su disposición, tal y como lo exige un
mercado ordenado y transparente.

257
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

3.3. La violencia debe ser grave

a) Significado de este requisito

La amenaza, coacción o intimidación debe ser tal “que haga


impresión sobre una persona sensata y que pueda inspirarle justo
temor de exponer su persona o sus bienes a un mal notable” a cuyo
efecto debe tomarse en consideración “la edad, sexo y condición
de las personas” (Código Civil, artículo 1151). De donde resulta
que si la violencia no reviste carácter grave deja de tener influencia
sobre la validez del contrato.
De la explícita exigencia legal de que la violencia debe exponer
al contratante o a sus bienes a un mal notable, resulta que el mal
debe tener en sí mismo una cierta entidad objetiva. Por lo cual, hay
que excluir las acciones de impugnación de un contrato basadas en
amenazas de poca significación41. Las amenazas vagas o imprecisas
tampoco tienen la entidad suficiente para configurar una situación
de violencia. El temor debe tener un fundamento razonable.
El mal con que se amenaza debe ser notable (Código Civil,
artículo 1151). En general esta exigencia se satisface cuando el
mal que se teme es de gravedad superior al daño que el contrato
conseguido mediante la amenaza causa en el contratante. Así,
cuando la amenaza afecta a los bienes, este requisito se cumple
si la pérdida que se teme y con la cual se intimida al sujeto es de
mayor gravedad que el sacrificio que le significa al amenazado la
celebración del contrato42. Para hacer esta valoración hay que tomar

41
Cfr. MÉLICH-ORSINI, José: “Obligaciones. Derecho Civil III” (citado en El Có-
digo Civil de Venezuela. (art. 1151). Publicación del Instituto de Derecho Privado.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad Central de Venezuela. Ca-
racas, 1978. p.p. 158-159); COTTON, Julio César: El dolo. Tipografía Americana.
Caracas, 1926. p.p. 10 y 11.
42
Cfr. PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 261; TRABUCCHI,
Alberto: op. cit. p. 1061; GALGANO, Francesco: op. cit. p.p. 313-314.

258
LA VIOLENCIA

en consideración la impresionabilidad del hombre medio: la amena-


za debe ser de tal naturaleza que pueda efectivamente impresionar
a una persona seria, tomando en cuenta la edad, el sexo, y demás
condiciones de quien la sufre (infra, Cap. IV, Nº III, 3.3, b).
La amenaza y el temor que ella infunde debe ser presente, esto
es, existente al momento de la celebración del contrato. Pero, no
se requiere que el mal con el cual se amenace configure un peligro
presente o inminente; puede ser futuro43, esto es, más o menos próxi-
mo siempre que no pueda evitarse a tiempo. Sólo el peligro lejano
o remoto está excluido de este concepto44. Esta es una cuestión de
hecho que, en definitiva, queda sujeta a la prudente apreciación
de los jueces de instancia sin que la determinación respectiva sea
censurable en casación.
Con base en lo dispuesto en el artículo 1151 del Código Civil,
la violencia ha de ser de tal entidad y significación que provoque en
el contratante que la invoca el temor racional de exponer su persona
o sus bienes a un mal de consideración (notable), lo que implica
que la amenaza sea verdadera y seria, esto es, que el temor que se
infunde se base en la suposición verosímil y racional de que será
verdaderamente irrogado45. Por lo cual, las amenazas poco serias o
de difícil realización son irrelevantes. En fin, la violencia sólo puede
servir de base para la invalidación del contrato cuando la misma sea

43
Cfr. AUBRY, C. y RAU, C.: op. cit. Tome IV. p. 438, especialmente, la nota 11;
BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p.p. 109-110;
PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: loc. cit. Tomo VI. p. 261; LAURENT, F.: op.
cit. Tomo XV. p. 638; DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. p. 67; FLOUR, Jacques,
AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p. 172; GIORGI, Jorge: op. cit. Vol.
IV. p. 113; DE RUGGIERO, Roberto: op. cit. Tomo I. p. 265.
44
En el mismo sentido, en la doctrina clásica nacional, Aníbal Dominici expresa: “No
es suficiente, pues,…. la amenaza o fuerza, que no está significada por hechos próxi-
mamente realizables, de manera que sea difícil precaverse de ellos.” (DOMINICI,
Aníbal: Comentarios al Código Civil Venezolano Tomo II. Editorial Rea. Caracas,
1962. p. 550).
45
Cfr. DE RUGGIERO, Roberto: loc. cit.

259
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

de entidad suficiente, seria, verdadera y grave46. Solamente cuando


sea de tal magnitud, podrá la perspectiva de su realización viciar el
consentimiento y dar pie a la nulidad del contrato47.
La mera dependencia económica en que se encuentre una de las
partes de un contrato respecto de la otra no configura una presión
indebida que invalide el consentimiento y determine la nulidad del
contrato. La jurisprudencia francesa en este sentido ha declarado
que la subordinación económica del trabajador respecto a su patrono
no es un motivo de violencia susceptible de invalidar un contrato
mediante el cual aquél se comprometa frente a éste a no competir
con él48 al término de la relación de trabajo49.
Tampoco la simple presión comercial ejercida sobre una de
las partes para que celebre un contrato es suficiente para viciar el

46
Cfr. BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p. 86.
47
En la doctrina italiana, al referirse a la gravedad de la violencia, Trabucchi expre-
sa: “La amenaza debe ser cierta y revestir, al menos, apariencia de seriedad. Por
consiguiente, no hay vicio de la voluntad si la amenaza solamente existe en la ima-
ginación de la víctima, o cuando la misma no sea hecha con una intención que sea
seria, por lo menos, en apariencia. A la inversa, la amenaza con una pistola que no
esté cargada produce todos sus efectos cuando la víctima ignore esta circunstancia.”
(TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1059).
48
Cabe anotar, sin embargo, que en nuestro ordenamiento la obligación de no concu-
rrencia no puede ser absoluta ni ilimitada, puesto que ello implicaría una lesión a
la libertad de trabajo y a la libertad de comercio consagradas en el artículo 112 de
la Constitución. Pero, ése es otro problema.
49
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p. 252-253,
especialmente, la nota 1 y la jurisprudencia francesa allí citada. No obstante, algunas
decisiones más recientes de los tribunales franceses admiten que la dependencia eco-
nómica en que se encuentre alguno de los contratantes respecto del otro en el momento
de la celebración del contrato puede configurar un supuesto de violencia susceptible de
invalidar el consentimiento, siempre y cuando concurran los siguientes requisitos: 1º)
que exista una explotación abusiva de dicha situación de dependencia; 2º) con el objeto
de extraer del contratante que se encuentre en esta situación una ventaja indebida.
Al respecto, véase: MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK,
Philippe: op. cit. p. 235, especialmente, la nota 80 y la jurisprudencia francesa allí
citada. En la doctrina italiana, véase: VILLELLA, A.: Abuzo di dependenza economica
e obbligo a contrarre. Edizioni Scientifiche Italiana, 2008.

260
LA VIOLENCIA

consentimiento y producir la anulación del contrato. Si no existe


una verdadera coacción (vis compulsiva), los meros señalamientos
o advertencias, o el uso de una posición contractual dominante para
inducir a la conclusión de un contrato no pueden servir de base para
invalidar el consentimiento otorgado50.
En fin, no toda presión constituye una violencia que pueda
acarrear la anulación del contrato. Por un lado, el consentimiento
absolutamente libre no existe y el Derecho positivo no puede tener
en cuenta todas las presiones económicas o sociales que puedan in-
fluir en la voluntad de contratar51. Como indicamos con anterioridad,
la estabilidad de las relaciones económicas impone subordinar la
nulidad del contrato por vicios del consentimiento a la concurrencia
de estrictos requisitos de ineludible cumplimiento. Hay que tener
en cuenta, además, que en la negociación de un contrato es normal
que se utilicen ciertos medios de presión para inducir a su celebra-
ción. En las operaciones de la vida diaria y en las transacciones

50
La Ley para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia prohíbe las
prácticas restrictivas de la libre competencia y, entre ellas, el abuso de la posición
de dominio en todo o parte del mercado nacional (artículo 13). Cabe anotar, sin
embargo, que esta ley no prohíbe la posición de dominio en sí misma, sino el abuso
de la posición de dominio y no tanto porque esta conducta altere el equilibrio del
contrato sino más bien porque afecta la libre competencia que es el bien jurídico
tutelado por dicha ley, lo que limita su impacto sobre el Derecho de los contratos.
El Derecho de la competencia está –o, al menos, debe estar– al servicio del normal
funcionamiento de una economía de mercado; por lo cual, no protege al débil jurí-
dico frente a la parte más fuerte de la relación contractual sino en tanto y en cuanto
la posición de dominio de esta última pueda incidir negativamente en el mercado.
51
Es un hecho fácilmente constatable que los sujetos de derecho siempre actúan
influenciados por las circunstancias. En el Derecho de los negocios, en la gran
mayoría de los casos, una de las partes impone su voluntad a la otra que se limita
a aceptar. Cfr. DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. p. 67. Como expresa Trabucchi,
“en el eterno conflicto de intereses presente en el tráfico de bienes y servicios nunca
puede garantizarse la existencia de una voluntad formada de manera absolutamente
libre, al margen de toda influencia que derive de las fuerzas económicas hábilmente
puestas en funcionamiento o explotadas a su conveniencia por algún interesado.”
(TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1062).

261
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

comerciales siempre existe alguna forma de presión para lograr


una declaración de voluntad. Adoptar una posición de fuerza en
una negociación no es contrario al principio de la buena fe y de
la lealtad contractual. La ley no requiere que siempre exista una
absoluta igualdad entre las partes contratantes aun cuando muchas
veces, para evitar desequilibrios muy acentuados, prohíbe ciertas
prácticas sobre todo en materia de protección al consumidor52.
Corresponderá, en definitiva, al poder soberano de apreciación
de los jueces de instancia en el examen de las circunstancias par-
ticulares del caso sometido a su consideración y decisión trazar,
con mesura y ponderación, la línea divisoria entre un cuadro de
violencia susceptible de invalidar el consentimiento y una legítima
incitación comercial a contratar (por más severa que sea la presión
ejercida sobre el co-contratante), perfectamente admitida, recono-
cida y tolerada en la práctica de los negocios.

b) Criterios para apreciar la gravedad de la violencia

Se pueden utilizar dos criterios para apreciar la violencia: 1) El


criterio de la apreciación individual, esto es, in concreto, en cuyo
caso lo que hay que determinar es la influencia ejercitada por la
violencia sobre el ánimo del contratante que la experimentó. Es

52
Las disposiciones del Decreto Nº 6.092 con Rango, Valor y Fuerza de Ley para la
Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios publicado en la Gaceta
Oficial Nº 5.889 Extraordinario del 31 de julio de 2008 que consagran la prohibición
de métodos comerciales coercitivos o desleales que distorsionen la libertad de elegir
por parte del consumidor (artículo 7º, ordinal 8º); la prohibición de actos o conductas
que tengan por objeto o como efecto la imposición de condiciones abusivas en rela-
ción con los consumidores (artículo 15); la regulación de los contratos de adhesión
(artículos 69 y ss.); los deberes de información (artículos 7º,<ordinal 3º>, 9º, 40 y
ss.); la regulación de la publicidad (artículos 58 y ss.); y el derecho de retractación
que asiste al consumidor (artículo 72) son mecanismos que procuran, entre otras
cosas, asegurar el consentimiento libre e informado por parte de los consumidores
(ahora denominados personas) en sus relaciones con los proveedores.

262
LA VIOLENCIA

decir, aplicando este criterio lo que hay que preguntarse es si, de


no haberse ejercitado la violencia, este contratante de todas ma-
neras habría consentido en celebrar el contrato; y 2) El criterio de
la apreciación general, esto es, in abstracto, en cuyo caso lo que
hay que determinar es la influencia que habría tenido la violencia
sobre la voluntad de un contratante medianamente impresionable.
Es decir, si este ser ideal y abstracto sin el influjo de la violencia
ejercitada habría consentido en celebrar el contrato.
Ahora bien, el artículo 1151 del Código Civil se refiere a ambos
criterios: en su primera oración considera, in abstracto, la impresión
que habría causado la violencia sobre una persona sensata; pero, a
continuación, la segunda frase de esta disposición prescribe tener
en cuenta, in concreto, la edad, el sexo y la condición de las per-
sonas53. De acuerdo con el Código Civil, se tiene pues que el juez
debe analizar si el acto configurativo de la violencia sometido a su
consideración es susceptible de impresionar a una persona sensata,
esto es, ni demasiado fuerte ni demasiado débil, pero atendiendo
a la edad, sexo y condición de la persona víctima de la violencia
(Código Civil, artículo 1151).

53
Según algunos autores, esta aparente contradicción de la ley puede conciliarse de
la siguiente manera: la primera frase del artículo 1151 indica el grado de gravedad
suficiente que se requiere para que la violencia haga anulable el contrato. Basta
que la amenaza pueda impresionar a una persona sensata, aun en el caso de que la
víctima sea una persona más fuerte y menos impresionable que el hombre medio.
Pero, este nivel de intensidad de la violencia no es siempre necesario. En efecto,
si la víctima es una persona más fácilmente influenciable que el hombre medio,
no se requiere que la violencia alcance el nivel de intensidad mínimo fijado por
la primera frase del artículo 1151, puesto que en tal caso habrá que analizar las
características personales de la víctima para determinar si, habida cuenta de estas
condiciones particulares, la violencia ejercitada pudo razonablemente impresionarla
y determinar su consentimiento aunque no impresione a un hombre medio, esto es, a
una persona sensata. Al respecto, véase: GAUDEMET, Eugene: op. cit. p.p. 83-84.
En contra, Baudry-Lacantinerie y Barde expresan que esta ingeniosa construcción
nunca pasó por la mente de los redactores del Code (BAUDRY-LACANTINERIE,
G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p.p. 107-109).

263
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En el Derecho romano era necesario que la violencia tuviera


un carácter tal que incluso un hombre de coraje (hominem constan-
tissimum), esto es, una persona animosa y vigorosa debiera ceder a
ella54. En cambio, en el Derecho moderno la violencia no se aprecia
ya en relación con un hombre fuerte y corajudo sino en relación
con una persona sensata, teniendo en cuenta las condiciones per-
sonales de la víctima. Nuestro ordenamiento, como se dijo, sigue
esta orientación.
El criterio de la capacidad de resistir a la amenaza no viene dado
pues en relación con una persona de gran firmeza sino que debe
establecerse caso por caso atendiendo a la edad, sexo y condición
del sujeto55. Así, las personas ancianas, son más impresionables que
los jóvenes; las mujeres se asustan más fácilmente que los hombres;
una persona gravemente enferma puede temer por su vida incluso
ante la simple amenaza de un puñetazo; lo que no intimida a una
persona culta puede amedrentar a un ignorante; una amenaza que
no infunde temor a una persona acomodada puede atemorizar a un
menesteroso, etc. La gravedad de la violencia debe deducirse pues
de las cualidades y condiciones personales de la persona que fue
su víctima56. El concepto de la persona sensata u hombre medio

54
Digesto, IV, II, 6.
55
Como expresa Di Blassi: “Tratándose de un vicio de la voluntad no se puede aquí
hacer abstracción de las condiciones especiales en que se encuentre aquel que
concluye un contrato impulsado por el temor” (DI BLASSI, Ferdinando: op. cit.
<Parte Generale>. p. 469, especialmente, la nota 4). En el mismo sentido, véase:
ALPA, Guido: op. cit. p. 137.
56
En la doctrina francesa la mayoría de los autores se inclinan por el criterio de la
apreciación in concreto de la violencia. Al respecto, véase: AUBRY, C. y RAU, C.:
op. cit. Tome IV. p. 440, especialmente, la nota 16; BAUDRY-LACANTINERIE, G
y BARDE, L.: loc. cit.; PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p.p.
262-263; JOSSERAND, Louis: Derecho Civil. Tomo II. Vol. I. Traducción castellana
de Santiago Cunchillos y Manterola. Bosch y Cia Editores. Buenos Aires, 1.950. p.p.
65-66; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II p. 497; MALAURIE, Philippe, AYNÈS,
Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 256. Es igualmente la orientación
que siguen los tribunales franceses. Al respecto, véase: TERRÉ, François, SIMLER,
Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 254; GHESTIN, Jacques: loc. cit. y la

264
LA VIOLENCIA

a que se refiere la ley se articula en función de las condiciones


personales del sujeto que sufre la violencia57. De donde resulta
que, en definitiva, la apreciación de la violencia se hace tomando
como término de comparación no a una persona ideal, sino a una
del mismo sexo, edad y condición que la víctima58.
En fin, para saber si la violencia ha viciado o no el consen-
timiento hay que tener en cuenta las condiciones físicas, la salud
mental, los conocimientos, la firmeza y carácter, el grado de ex-
periencia y de educación, la condición social y económica, las
características personales, etc., de la persona, todo lo cual puede
hacerla más o menos propensa a dejarse atemorizar por la amenaza
concreta de que se trate. Al momento de valorar si la violencia es
jurídicamente relevante para determinar la anulación del contrato,
deben considerarse las condiciones particulares de la persona que
la sufre para apreciar si la amenaza ejercida sobre ella es de tal enti-
dad y significación que ha debido racionalmente hacerle una fuerte
impresión inspirándole un justo temor de ver expuesta su persona
o sus bienes a un mal notable. El criterio de valoración variará en
función de las circunstancias antes indicadas59.

jurisprudencia francesa citada por estos autores. En la doctrina italiana, véase: DI


BLASSI, Ferdinando: loc. cit.; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1062.
57
Al respecto, en la doctrina italiana, véase a Santoro Passarelli quien se refiere a “un
criterio objetivo ponderado” para apreciar la violencia (SANTORO PASSARELLI,
Francesco: op. cit. p. 195).
58
Cfr. MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. Tome II. Premier Volume.
p.p. 194-195; TRABUCCHI, Alberto: loc. cit.; D’AMICO, Giovanni: op. cit. § 5.
En la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI, José: op. cit. p.p. 189-190.
59
Esto ha llevado a una buena parte de los autores a afirmar que la violencia es esen-
cialmente relativa y que debe, por tanto, ser apreciada por el juez según las circuns-
tancias particulares de la víctima. Al respecto, véase: LAURENT, F.: op. cit. Tomo
XV. p. 639; GHESTIN, Jacques: loc. cit; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent
y STOFFEL-MUNCK, Philippe: op. cit. p. 256; GIORGI, Jorge: op. cit. Vol. IV. p.
110; TRABUCCHI, Alberto: loc. cit. En la doctrina nacional, véase SANOJO, Luis:
Instituciones de Derecho Civil Venezolano. Tomo III. Imprenta Nacional. Caracas,
1873. p. 225.

265
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

De allí que para apreciar si el consentimiento de una persona


en el momento del contrato ha sido prestado bajo el influjo de la
violencia hay que tener muy en cuenta su experiencia y madurez en
el ramo de negocios en el cual se desempeña. Así un inversionista
sofisticado con una trayectoria ampliamente reconocida en el ma-
nejo de inversiones y con conocimiento de los mercados de valores
es, sin duda, menos susceptible de dejarse influir por presiones o
amenazas y está en mejor capacidad para precaverse de ellas, en el
momento de celebrar una operación de compra-venta de valores en
el mercado bursátil, que un pequeño inversionista sin experiencia
en el manejo de estos negocios.
En realidad, el legislador otorga al juez amplias facultades
para la apreciación de la violencia. En definitiva, la valoración de
la gravedad de la violencia es una cuestión de hecho reservada a
la soberanía de los jueces de instancia, conforme a los criterios
antes expuestos. Así lo ha dejado establecido la jurisprudencia de
nuestros tribunales60.

c) ¿Sobre qué debe recaer y a quién debe dirigirse?

De acuerdo con el artículo 1151 del Código Civil, la violencia


puede emplearse contra la persona o los bienes del sujeto contra-
tante. El artículo 1152 agrega que la violencia es igualmente causa
de anulabilidad del contrato cuando el mal con que se amenace se
refiera a “la persona o los bienes del cónyuge, de un descendiente, o
de un ascendiente del contratante. Si se trata de otras personas, toca
al juez pronunciar sobre la anulabilidad según las circunstancias”.
En lo concerniente al destinatario de la violencia hay que tener
presente, para evitar confusiones, que la amenaza jurídicamente

60
Al respecto, véase: Sentencia del 19-01-65 en Gaceta Forense. Segunda Etapa. Nº
47. p. 219.

266
LA VIOLENCIA

relevante es la que se dirige al sujeto del negocio cuya manifesta-


ción de voluntad se quiere obtener (arrancar, según la expresión
utilizada en el artículo 1146 del Código Civil). Pero, esto no quiere
decir que dicha amenaza consista en causarle un daño a su persona
o a sus bienes: el daño puede igualmente recaer sobre la persona
o los bienes de los sujetos a que se refiere el artículo 1152. En
efecto, como la violencia se ejercita para determinar la voluntad de
un sujeto para que celebre un contrato, resulta claro que la misma
debe dirigirse a ese sujeto61. Por lo cual, hay que distinguir entre
el sujeto contra quien se dirige la amenaza que es quien manifiesta
su voluntad de contratar y la persona contra la cual o contra cuyo
patrimonio puede recaer el mal con el cual se amenaza que puede
ser el propio contratante o cualquiera de las personas señaladas en
el artículo 1152.
La doctrina admite que cuando el legislador se refiere a la
persona no sólo alude a la persona física, a su vida o integridad
física, sino también a su personalidad moral incluyendo las ma-
nifestaciones de su vida afectiva, sentimientos, etc. La expresión
bienes no comprende necesariamente la totalidad de su patrimonio
sino todo valor de alguna importancia para la víctima62.
Por consiguiente, el mal con que se amenaza puede ser un mal
a la persona, como la amenaza a la vida o a la integridad física (si
no firmas el contrato serás asesinado, serás golpeado), o la ame-
naza de lesionar otros derechos de la persona: el derecho al honor
(iniciaré una campaña difamatoria en tu contra), el derecho a la
intimidad (revelaré los secretos concernientes a tu vida íntima, lo
que constituye un chantaje), el derecho a la libertad (si no firmas
el contrato no te dejo salir de aquí). En otros casos, puede ser un

61
Cfr. TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1059.
62
Cfr. GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II p. 493; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS,
François: op. cit. Tome II. Premier Volume. p. 195. En la doctrina nacional, véase:
MÉLICH-ORSINI, José: Doctrina General… cit. p. 191.

267
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

mal que amenace los bienes (incendiaré tu casa, mataré tu ganado);


y puede afectar a la persona o a los bienes del contratante, de su
cónyuge, ascendientes (padres, abuelos) o descendientes (hijos, nie-
tos). Si se trata de otras personas, toca al juez apreciar la violencia,
según las circunstancias (Código Civil, artículo 1152).
De donde resulta que cuando la violencia afecta a la persona
o a los bienes del cónyuge, de los ascendientes o descendientes
del contratante, el legislador considera que esta situación equivale
a una amenaza dirigida al propio contratante. En cambio, cuan-
do el mal con el cual se amenaza afecta a otras personas, como
al novio, a un amigo o allegado, le corresponderá al juez, antes
de pronunciar la nulidad del contrato, valorar si la relación exis-
tente entre el contratante y estas otras personas es tal que pueda
razonablemente inferirse, según las circunstancias, que el sujeto
de derecho al emitir su declaración de voluntad lo hizo bajo la
influencia de la violencia63.
En todo caso, se insiste, cuando la violencia se utiliza contra
la persona o los bienes de un tercero, lo relevante es el temor del
contratante, no el del tercero, salvo por lo que respecta a la influen-
cia que éste pueda tener en el ánimo del contratante que, como se
dijo, deberá apreciarse con mayor rigor cuando el mal con el que
se amenaza afecte a las personas distintas del cónyuge, de un as-
cendiente, o de un descendiente del contratante64.
Por último, cuando el sujeto contrata a través de un repre-
sentante, como este último es quien realiza el acto y emite la
declaración de voluntad la violencia ha de referirse a él y no al
representado (Código Civil, artículo 1172, primer aparte). Pero,

63
Cfr. COVIELLO, Nicolás: op. cit. p. 439; GALGANO, Francesco: op. cit. p. 312;
TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 185.
64
Cfr. BAUDRY-LACANTINERIE, G y BARDE, L.: op. cit. Vol. XI. p. 124; PLA-
NIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 264; TRABUCCHI, Alberto:
op. cit. p. 1062.

268
LA VIOLENCIA

la violencia ejercitada contra el dominus puede viciar la fuente de


la representación, esto es, el negocio del apoderamiento de donde
deriva el poder del representante. En cambio, si se trata de un nuncio
y éste no hace más que expresar la voluntad del representado, la
única violencia relevante será la que se dirija contra aquél (Código
Civil, artículo 1172, segundo aparte).

4. El agente de la violencia

4.1. Introducción

Cumplidas las condiciones antes examinadas, quien haya


contratado bajo el influjo de la violencia puede invocar esta cir-
cunstancia para pedir la anulación del contrato, sea que la violencia
provenga del otro contratante o de un tercero y, en este último caso,
independientemente de que la misma se hubiese ejercido con o
sin el consentimiento del co-contratante. Así resulta del artículo
1150 del Código Civil: “La violencia empleada contra el que ha
contraído la obligación es causa de anulabilidad, aun cuando haya
sido ejercida por una persona distinta de aquélla en cuyo provecho
se ha celebrado la convención.”

4.2. Violencia proveniente de un tercero

El artículo 1150 del Código Civil admite la violencia como


vicio del consentimiento, incluso cuando la intimidación procede
de un tercero (“aún cuando haya sido ejercida por una persona
distinta de aquélla en cuyo provecho se ha celebrado la conven-
ción”). Para que la violencia produzca la anulabilidad del contrato
no se requiere que el co-contratante de quien emitió su declaración

269
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

bajo la influencia de la amenaza haya sido cómplice o haya tenido


conocimiento de que se haya producido la violencia.
La solución legal se explica porque la nulidad derivada de la
violencia resulta de un vicio del consentimiento de la persona que
ha sido víctima de ella y ese vicio es idéntico sea quien sea el agente
de la violencia. Además, el vicio de la voluntad subsiste aunque el
co-contratante ignore la violencia procedente de un tercero65.
Aquí hay una diferencia con el dolo puesto que cuando las
maquinaciones dolosas provienen de un tercero, para la procedencia
de la anulación del contrato es necesario que el contratante de la
víctima del dolo haya tenido conocimiento de ellas (Código Civil,
artículo 1154). No encontramos que exista justificación para esta
diferencia de tratamiento66. Tanto la violencia como el dolo son
actos ilícitos y maliciosos que impiden mediante una actuación
externa la recta y libre formación del consentimiento. De lege
ferenda sería deseable permitirle a quien contrate engañado pedir
la nulidad del contrato, sea que las maquinaciones dolosas proven-
gan de su contraparte contractual o de un tercero y, en este último
caso, independientemente de que su co-contratante haya tenido o
no conocimiento acerca de las mismas.
Para que la violencia proveniente de un tercero sea susceptible
de producir la anulación del contrato, se requiere que la amenaza se
dirija a la celebración del contrato. Por ejemplo, si A amenaza a B
conminándole a que celebre un contrato por el cual B convenga en

65
Cfr. GAUDEMET, Eugene: op. cit. p. 83; GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II.
p. 494.
66
Algunos autores han pretendido justificar esta distinción entre el dolo y la violen-
cia por razones de defensa social y por la circunstancia de que la violencia es más
grave y más difícil de probar que el dolo. Al respecto, véase: PLANIOL, Marcelo
y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 264; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS,
François: op. cit. Tome II. Premier Volume. p. 193; DI BLASSI, Ferdinando: op.
cit. (Parte Generale). p. 468. A nuestro modo de ver, tal y como se indica en el
texto, estas consideraciones carecen de fundamento y no se adecuan a la realidad
de nuestros tiempos.

270
LA VIOLENCIA

venderle a C un terreno de su propiedad y B, cediendo a la presión


ejercida conviene en ello, el contrato de venta entre A y C sería anu-
lable por violencia ex artículo 1146 del Código Civil. En cambio, si
A amenaza a B para que le entregue una cantidad de dinero y B para
procurársela le vende un terreno de su propiedad a C, dicha venta
no sería anulable por violencia67. C podría eventualmente incurrir
en el delito de usura si teniendo conocimiento de las necesidades
apremiantes en que B se encontraba, se aprovechó de esta situación
para convenir en adquirir el terreno en cuestión por un precio muy
por debajo de su valor real, conforme a lo dispuesto en el artículo
1º del Decreto sobre Represión de la Usura del 9 de abril de 1946.
De determinarse que la conducta de C es configurativa de un deli-
to, el objeto de la obligación que consista en esa conducta tendría
carácter ilícito pudiendo entonces B pedir la nulidad del contrato
por objeto ilícito o por ausencia parcial de causa, sin perjuicio de
la acción de responsabilidad civil que tenga contra A como autor
de la violencia y contra C (infra, Cap. IV, Nº III, 4.3, c).

4.3. La llamada “violencia de los acontecimientos”

a) Introducción

Debido a que el Código Civil considera que la violencia debe


ser “ejercida por una persona” (artículo 1150), se está fuera del
ámbito de la violencia cuando el temor que ha inducido a alguien
a contratar ha sido provocado por un acontecimiento natural como,
por ejemplo, un incendio o un naufragio; o por un hecho humano,
pero no encaminado a obtener el consentimiento del sujeto para
que celebre un contrato como, por ejemplo, un saqueo o un motín.
Es la situación que se presenta con la llamada violencia de los

67
Cfr. TRIMARCHI, Pietro: op. cit. p. 185.

271
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

acontecimientos o aprovechamiento del estado de necesidad del


co-contratante.
El ejemplo clásico es el de una persona víctima de un naufragio
que presionada por la situación en que se encuentra se obliga a pagar
sumas exorbitantes a alguien por su salvamento, o el de una persona
que al ser atacada por unos bandidos le pide socorro a alguien pro-
metiéndole toda su fortuna por su auxilio. Aquí la víctima contrata
bajo el influjo del temor. Pero, la violencia no se ha ejercitado con
el objeto de imponerle la celebración de un contrato: en el primer
caso, no proviene de un acto del hombre sino de un evento fortuito;
y en el segundo, no deriva de un acto humano dirigido a obtener
el consentimiento de la víctima para que celebre un contrato, sino
de un hecho ilícito cometido por otros sujetos.
En el Derecho venezolano no es posible equiparar el estado de
necesidad a la violencia que, como se dijo, supone una coacción
proveniente de una persona dirigida a obtener el consentimiento
de otra para determinarle a celebrar un contrato. Desde luego,
quien contrató encontrándose su persona o sus bienes en una
situación de peligro grave e inminente no expresa libremente su
consentimiento. Pero, la ley solamente contempla la anulación de
un contrato por violencia cuando la amenaza es ejercida por una
persona que actúa de esta forma para obtener (arrancar, según el
artículo 1146 del Código Civil), el consentimiento de otra para la
celebración de un contrato lo que, a nuestro modo de ver, excluye
la denominada violencia de los acontecimientos, puesto que aquí la
violencia que lleva a alguien a contratar no resulta de las amenazas
de una persona68.

68
En el mismo sentido, en la doctrina clásica francesa y belga, véase: AUBRY, C. y
RAU, C.: op. cit. Tome IV. p. 438, especialmente, la nota 10; BAUDRY-LACAN-
TINERIE, G.: Précis de Droit Civil. Tome II. Recueil Sirey. París, 1921. p.p. 22-23;
GAUDEMET, Eugene: op. cit. p. 84; LAURENT, F.: op. cit. Tomo XV. p. 648. En
la doctrina francesa moderna, véase: CARBONIER, Jean: Derecho Civil. Tomo II.
Vol. II. Traducción española de Manuel Ma Zorrilla Ruiz. Editorial Bosch. Barcelona,

272
LA VIOLENCIA

b) La cuestión en otros ordenamientos

En Francia y en Bélgica, donde la regulación de la violencia es


muy similar a la de nuestro Código Civil, un sector de la doctrina y
de la jurisprudencia considera que el consentimiento de un sujeto
está viciado por violencia aun cuando el peligro proceda de acon-
tecimientos externos, si su co-contratante o un tercero, abusando de
la situación, ha ejercido presión para obtener dicho consentimiento
e impuesto de ese modo el contrato. Algunos autores asimilan el
estado de necesidad en que se encuentra uno de los contratantes a
una situación de violencia cuando su contraparte contractual se ha
aprovechado de esta situación para obtener de aquél ventajas patri-
moniales excesivas69. Se afirma, en tal sentido, que si la violencia
puede resultar de la amenaza (abusiva) de ejercer un derecho con
mayor razón debe asimilarse a una situación de violencia la que
resulta de la explotación del estado de necesidad en que se encuentra
una de las partes del contrato en el momento de su celebración70.
Se argumenta, además, que sería muy grave desde el punto de vista
social reconocer eficacia a un contrato celebrado bajo el imperio
de la necesidad71. Por lo cual, el contrato concluido en estas cir-
cunstancias es anulable72.

1971. p. 208; MALAURIE, Philippe, AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK,


Philippe: op. cit. p. 255. En la doctrina italiana, véase: TRABUCCHI, Alberto: op.
cit. p. 1060; BARASSI, Ludovico: La teoria generale delle obbligazioni. Vol. III.
Giuffrè Editore. Milano, 1948. p. 446; SANTORO PASSARELLI, Francesco: op.
cit. p.p. 196-197.
69
FLOUR, Jacques, AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric: op. cit. p.p. 175-176;
GHESTIN, Jacques: op. cit. Tome II. p.p. 495-496.
70
TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p.p. 249-250.
71
MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS, François: op. cit. Tome II. Premier Volume.
p. 193.
72
PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 266, especialmente, la
nota 1 y la jurisprudencia francesa allí citada; COLIN, Ambrosio y CAPITANT,
Henri: Curso Elemental de Derecho Civil. Tomo III. Traducción castellana. Instituto
Editorial Reus. Madrid, 1.960. p.p. 620-621; JOSSERAND, Louis: op. cit Tomo II.

273
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Otros tratadistas franceses consideran que si se demuestra que


el contratante cuando emitió su declaración de voluntad no gozaba
de la plenitud de sus facultades mentales y contrató víctima de un
extravío momentáneo sin darse cuenta del acto jurídico que estaba
celebrando, cabría igualmente una acción de nulidad absoluta por
ausencia del consentimiento. El estado de necesidad en que se
encontraba el sujeto y el carácter excesivo del compromiso con-
traído serían indicios de la situación de ofuscación que lo afectaba
al momento del contrato73.
En algunos ordenamientos, para atacar el contrato concluido
en condiciones injustas debido al estado de necesidad en que se
encontraba alguno de los contratantes en el momento de su celebra-
ción, se recurre a la figura de la rescisión por lesión que le permite
al afectado obtener judicialmente la terminación del contrato o, en
su caso, la modificación y el reajuste de las prestaciones surgidas
del mismo. Ésta es la solución que contemplan los artículos 1447 y
1450 del Código Civil italiano de 194274. En otros ordenamientos

Vol. I. p. 63; DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. p. 69 Algunos autores como Josserand
y Planiol y Ripert consideran que declarada la nulidad, la parte que se ve perjudicada
por la anulación puede intentar contra su contraparte contractual una acción fundada
en el enriquecimiento sin causa para obtener una remuneración por los servicios
prestados a quien contrató en estado de necesidad (JOSSERAND, Louis: ibidem;
PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: ibidem). En cambio, otros tratadistas como
Marcadé fundamentan dicha acción en la gestión de negocios (MARCADÉ, V.:
Explication Théorique et Pratique du Code Civil. Tome IV. Comentario al artículo
1114. París, 1873 p. 356).
73
PLANIOL, Marcelo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p.p. 233-234; GAUDEMET,
Eugene: op. cit. p. 185.
74
Los artículos 1447 y 1450 del Código Civil italiano de 1942, dicen textualmente:
“Contrato concluido en estado de peligro. El contrato mediante el que una de las
partes hubiese asumido obligaciones en condiciones inicuas, por la necesidad co-
nocida por la otra parte de salvarse a sí misma o salvar a otros del peligro actual
de un daño grave a la persona, podrá rescindirse a instancia de la parte que se haya
obligado. El juez, al pronunciar la rescisión, podrá, según las circunstancias, asig-
nar a la otra parte una retribución equitativa por la obra prestada.” (Artículo 1447).
“Oferta de modificación del contrato. El contratante contra quien se demandare la

274
LA VIOLENCIA

como el alemán, el Código Civil considera nulo un contrato me-


diante el cual una persona, explotando la necesidad de otra, haga
que se le prometan, a cambio de una acción, ventajas patrimoniales
notoriamente desproporcionadas con la propia prestación75.

c) El contrato celebrado en estado de necesidad


en el Derecho venezolano

Por lo que al Derecho venezolano concierne, como indicamos


en su oportunidad, la rescisión por lesión solamente procede en los
casos expresamente contemplados por la ley (Código Civil, artí-
culo 1350) (supra, Cap. I, Nº III). El Código Civil contempla los
siguientes casos de lesión susceptibles de producir la terminación
del acto lesivo o, en su caso, la modificación en más o en menos
de las prestaciones surgidas del mismo: la lesión en la partición
de la herencia (artículos 1120 y 1132); la lesión en la partición de
una comunidad (artículos 183 y 770); la lesión en la liquidación
de la sociedad (artículo 1680); la lesión en la venta de un bien
inmueble pactada con expresión de la cabida a razón de tanto por
medida (artículo 1496, tercer aparte); y la lesión en la venta de un
fundo limitado y determinado en el supuesto previsto en el artículo
1497 del Código Civil. Además, en el artículo 1746 del Código
Civil, complementado por los artículos 1º (único aparte) del De-
creto sobre la Usura del 9 de abril de 1946 y 143 (único aparte)
del Decreto Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso a
los Bienes y Servicios, se contempla otro supuesto de lesión: la

rescisión podrá evitarla ofreciendo una modificación del contrato suficiente para
reducirlo a la equidad.” (Artículo 1450).
75
El párrafo 138 (numeral 2º) del Código Civil alemán dice así: “Un negocio jurídico
mediante el cual una persona, explotando la necesidad, falta de sentido común o
inexperiencia de otra, haga que se le prometan o garanticen a sí misma o a un tercero,
a cambio de una acción, ventajas patrimoniales que estén en obvia desproporción
con la prestación también es nulo.”

275
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

usura en el cobro de intereses en las obligaciones pecuniarias, que


acarrea como consecuencia la reducción de los intereses convenidos
al máximo legal permisible76.
Pero nuestra legislación no contempla, como sí lo hace el Co-
dice italiano de 1942, la rescisión por lesión del contrato celebrado
en condiciones inicuas hallándose una de las partes en estado de
necesidad o de peligro. Por lo cual, no puede recurrirse a la resci-
sión del contrato por lesión en este supuesto no previsto en la ley
por más que el contrato en cuestión no se habría celebrado, o lo
habría sido en condiciones muy diferentes, de no haber mediado
el estado de necesidad.
En nuestro ordenamiento, la explotación que haga un contra-
tante de la necesidad en que se encuentre su contraparte en el mo-
mento de la celebración del contrato, no puede encuadrarse dentro
del ámbito de la violencia susceptible de producir la anulación del
contrato porque, como se dijo, el temor no resulta aquí de las ame-
nazas de una persona sino de un suceso externo77, ni dar lugar a la

76
Cfr. RODNER, James Otis: El Dinero. Obligaciones de dinero y de valor. La infla-
ción y la deuda en moneda extranjera. Academia de Ciencias Políticas y Sociales.
Centro de Investigaciones Jurídicas. Caracas, 2005. p. 654; MADURO LUYANDO,
Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p. 702.
77
Se ha sostenido que en algunos de los supuestos examinados, como en el caso del
náufrago que cede a la presión del propietario del barco conviniendo en pagarle
sumas exorbitantes por su salvamento, hay una amenaza del agente consistente en
amenazar con no actuar (abstención antijurídica) susceptible de invalidar el con-
sentimiento de la víctima que accede a contratar encontrándose en esta situación.
En tal sentido, en la doctrina nacional, véase: MÉLICH-ORSINI, José: op. cit. p.p.
194-195; BERNAD MAINAR, Rafael: op. cit. Tomo II. p.p. 87-88. Cabe hacer
notar, sin embargo, que esta opinión no es unánime. En la doctrina italiana Barassi,
criticando a los autores italianos que sostuvieron este criterio bajo la vigencia del
Código Civil italiano de 1865, afirma que no existe una obligación legal de actuar
en este caso. Por lo cual, la amenaza de no actuar puede ser censurable moralmente,
pero no es antijurídica ni constitutiva de un supuesto de violencia que sólo puede
provenir de una actuación humana y no de sucesos externos. (BARASSI, Ludovico:
op. cit. Vol. III. p.p. 446-447, especialmente, la nota 3).

276
LA VIOLENCIA

rescisión por no estar prevista expresamente en la ley esta situación


como un supuesto de lesión que produzca esta consecuencia.
Según los casos, esta situación podría configurar el delito de
usura previsto en los artículos 1º (encabezamiento) del Decreto
sobre Represión de la Usura del 9 de abril de 1946 y 143 del De-
creto Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes
y Servicios, sin perjuicio de la acción de daños y perjuicios que
corresponda a la víctima contra quien se hubiere aprovechado de la
situación de necesidad en que aquélla se encontraba para extraerle
ventajas indebidas o beneficios desproporcionados. El artículo 1º
del Decreto-Ley sobre Represión de la Usura considera que comete
el delito de usura quien se valga intencionalmente de las necesi-
dades apremiantes de otro para obtener para sí o para un tercero
una prestación, cesión, garantía o algo análogo que implique una
ventaja o beneficio que resultare notoriamente desproporcionada
a la contraprestación o entrega que por su parte verifique (lesión
subjetiva genérica). Por su parte, de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 143 del Decreto Ley para la Defensa de las Personas en el
Acceso a los Bienes y Servicios, incurre en el delito de usura quien
obtenga para sí o para un tercero una prestación que implique una
ventaja o beneficio notoriamente desproporcionado a la prestación
que por su parte realiza (lesión objetiva genérica).
En estos dos últimos casos al limitarse la ley a sancionar penal-
mente a quien infrinja la prohibición legal y no contemplar, desde
el punto de vista civil, la posibilidad de que la parte perjudicada
por haber contratado en estas circunstancias obtenga la rescisión
o la modificación del contrato, hay que concluir que esta última
puede pedir la nulidad total o parcial del contrato por objeto ilícito
porque el mismo colide con disposiciones prohibitivas de la ley
dirigidas a la protección del orden público y a la salvaguarda de las
buenas costumbres. Bien sabido es que el objeto de todo contrato
tiene que ser lícito (Código Civil, artículo 1155) y el objeto de una

277
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

obligación surgida de un contrato que configure un delito tiene ca-


rácter ilícito, lo que determina la nulidad absoluta del contrato en
cuestión78. La acción respectiva sería una de nulidad absoluta por
objeto ilícito del contrato o por ausencia parcial de causa, pero no
una de rescisión que nuestro ordenamiento no contempla expresa-
mente para este supuesto.
En fecha más reciente, en nuestra legislación, la Ley de Co-
mercio Marítimo79 contempla un supuesto especial: el contrato de
salvamento marítimo de bienes puede ser anulado (nulidad relativa)
por decisión judicial, cuando: 1) la celebración del contrato fue pro-
ducto de presión indebida o se concertó bajo influencia del peligro;
2) sus condiciones no son equitativas; y 3) el pago pactado en el
contrato es excesivamente alto o excesivamente bajo en relación
con los servicios efectivamente prestados (artículo 338).
Por consiguiente, si el capitán o el propietario del buque
hubieren celebrado en nombre del propietario de los bienes que
se encuentren a bordo de éste un contrato para el salvamento de
dichos bienes bajo la influencia del peligro podrán pedir al juez
la anulación del contrato, si lo convenido no estuviese de acuerdo
con la equidad o si el pago estipulado resulta desproporcionado
en relación con los servicios de salvamento prestados. Rige aquí
el principio de la buena fe en toda su extensión80. Se trata de un
supuesto especial de nulidad relativa del contrato de salvamento
concluido en estado de peligro y en condiciones inequitativas, o
que haya dado lugar a un pago desproporcionado determinado por

78
En el mismos sentido, en la doctrina nacional, véase: ACEDO SUCRE, Carlos:
“Cláusulas abusivas” en El Código Civil Venezolano en los Inicios del siglo XXI.
Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Caracas, 2005. p.p. 276-277; MADURO
LUYANDO, Eloy y PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.p. 700-701.
79
La Ley de Comercio Marítimo fue publicada en la Gaceta Oficial Nº 38.351 del 5
de enero de 2006.
80
Cfr. CERVANTES AHUMADA, Raúl: Derecho Marítimo. Editorial Herrero S.A.
México, 1977. p. 919.

278
LA VIOLENCIA

la situación de necesidad que impulsó a una de las partes a cele-


brar el contrato. Es ése uno de los rarísimos casos en los cuales el
legislador venezolano admite la ineficacia de un contrato por causa
de lesión.
Para delimitar el supuesto de hecho de esta disposición, con-
viene tener en cuenta que la Ley de Comercio Marítimo establece la
obligación del capitán de un buque de prestar auxilio a todo buque
o persona que se encuentre en situación de peligro (artículo 342).
Para que surja la obligación de asistencia se requiere que las cosas
se encuentren en peligro en el mar. De acuerdo con la jurisprudencia
anglo-sajona no es necesario que el peligro sea absoluto, sino que se
trate de una dificultad razonable81. La Ley de Comercio Marítimo no
define el peligro ni determina su intensidad. En nuestro concepto,
la asistencia o auxilio procede cuando se trate de cualquier grado
de dificultad en el mar.
En este caso, quien realice una operación de salvamento tiene
derecho a una remuneración (recompensa) cuando dicha operación
haya producido un resultado útil, esto es, cuando haya sido exitosa
(artículo 343). Por consiguiente, para que el salvamento dé origen
a la acción de remuneración, es necesario que se haya obtenido
éxito, esto es, que las cosas hayan sido salvadas. En el argot inglés
se emplea la fórmula “no cure no pay” (si no hay remedio, no hay
remuneración). Si la retribución no ha sido fijada en el contrato,
la fijará el juez82.

81
Al respecto, véase: NORRIS, Martín J.: The Law of Salvage. New York, 1958.
p. 221 y la jurisprudencia de los tribunales ingleses allí citada.
82
De acuerdo con la Ley de Comercio Marítimo, esta remuneración se fijará tomando
en cuenta los siguientes criterios: 1) el valor del buque y otros bienes salvados. 2)
La pericia y los esfuerzos desplegados por el salvador o los salvadores para evitar
o reducir al mínimo los daños al medio ambiente. 3) La medida del éxito logrado
por el salvador o los salvadores. 4) La naturaleza y el grado del peligro. 5) La pe-
ricia y los esfuerzos desplegados por el salvador o los salvadores para salvar vidas
humanas, el buque, y otros bienes. 6) El tiempo empleado, los gastos efectuados

279
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Los salvados en su propia persona no están obligados a retribuir


a sus salvadores. Sin embargo, éstos tendrán derecho a una parte
equitativa de la remuneración concedida al salvador por salvar el
buque, su cargamento y sus accesorios (artículo 349). La acción
para exigir el pago de la remuneración prescribe a los dos (2) años
(artículo 360). Por su carácter excepcional, estas disposiciones no
pueden aplicarse por analogía.

5. Prueba de la violencia

De acuerdo con el Derecho común, como es bien sabido, la


prueba de un hecho corresponde a quien afirme su existencia.
Quien alegue un hecho tiene la carga de demostrarlo (Código de
Procedimiento Civil, artículo 506). Es una derivación de la regla
actor incumbit probatio. Por tanto, la carga de la prueba de la vio-
lencia y de los requisitos que deben concurrir para que la misma
configure un vicio del consentimiento susceptible de producir la
anulación del contrato corresponde a quien la invoca83. La violencia

y las pérdidas sufridas por el salvador o los salvadores. 7) El riesgo de incurrir en


responsabilidad y demás riesgos que hayan corrido el salvador, los salvadores o
sus equipos. 8) La prontitud con que se hayan prestado los servicios. 9) La dispo-
nibilidad y la utilización de buques o de otros equipos destinados a operaciones
de salvamento, así como el valor de los mismos y 10) El grado de preparación y
la eficiencia de los miembros del equipo del salvador o de los salvadores (artículo
344). En todo caso, la recompensa, excluidos los intereses y las costas judiciales
exigibles en virtud del fallo judicial, no excederá del valor del buque y demás bienes
salvados (artículo 356).
83
En la doctrina italiana moderna, D’Amico afirma que si se demuestra que la violencia
cumple con los requisitos antes examinados no es necesario dejar establecido que la
amenaza, en el caso concreto, provocó una efectiva alteración del proceso de forma-
ción de la voluntad de la víctima, sino que esta circunstancia se presume iuris et de
iure (D’AMICO, Giovanni: op. cit. § 5. p. 2). En nuestro concepto, al englobar la ley
a la violencia dentro de los vicios del consentimiento, se concluye que la violencia no
incide de manera alguna sobre la validez del contrato cuando resulte que sin haberse

280
LA VIOLENCIA

se puede demostrar por cualquier medio de prueba, incluso por


presunciones hominis84.

6. Efectos de la violencia

Los efectos fundamentales de la violencia que llene los requi-


sitos antes examinados son los siguientes: 1) La violencia produce
la anulabilidad del contrato; y 2) la violencia compromete la res-
ponsabilidad civil de su autor. Cabe hacer notar que las mismas
normas y principios que hemos examinado por lo que respecta a
los efectos del dolo son aplicables en general en lo que se refiere
a los efectos de la violencia, en sus modalidades propias (supra,
Cap. III, Nº VII).

6.1. Anulabilidad del contrato

La violencia faculta al sujeto que ha contratado bajo su influen-


cia a pedir la nulidad del contrato (Código Civil, artículo 1146). Se
trata de una nulidad relativa y la acción respectiva está sometida a un
lapso de prescripción de cinco años contados a partir del momento
en que cese la violencia (Código Civil, artículo 1346). La nulidad
puede ser total o parcial según que la violencia haya inducido al
contratante a consentir en la totalidad del contrato, o solamente en
una parte de sus cláusulas.
No se puede renunciar anticipadamente a ejercer la acción de
anulación del contrato por violencia, ya que las normas de protección

ejercido la amenaza, el sujeto de todas maneras habría manifestado su voluntad de


contratar. Por lo cual, la amenaza sólo es jurídicamente relevante cuando, en el caso
concreto, haya determinado el consentimiento de la víctima, lo que debe demostrarse
tal y como se indica en el texto (supra, Cap. IV, Nº III, 3.1).
84
Cfr. TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit. p. 254;
TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1062.

281
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

del consentimiento son de carácter imperativo y su aplicación no


puede ser excluida por la voluntad de los particulares85. Pero, la
víctima de la violencia puede confirmar el contrato después que la
violencia haya cesado. La confirmación puede ser expresa o tácita
y debe provenir de una voluntad que no se encuentre viciada por
la violencia u otra causa. La confirmación o convalidación del
contrato nulo impide ejercer la acción u oponer la excepción de
nulidad relativa (Código Civil, artículo 1351).

6.2. Responsabilidad civil del agente de la violencia

Pero adicionalmente, el autor de la violencia comete un hecho


ilícito (arg. ex art. 1185 del Código Civil) y compromete su res-
ponsabilidad civil conforme a las reglas que gobiernan la respon-
sabilidad civil extracontractual86. Así lo ha dejado establecido la
jurisprudencia de nuestros tribunales87. La víctima de la violencia
puede obtener de aquél la reparación de los daños y perjuicios
ocasionados por la celebración del contrato nulo. Si la violencia
fue ejercida por un tercero con conocimiento de la parte a quien
favorece, ambos son solidariamente responsables por los daños y
perjuicios sufridos por la víctima88.

85
Cfr. URDANETA FONTIVEROS, Enrique: Vicios Redhibitorios y Saneamiento.
Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie Estudios. Nº 73. Caracas, 2008.
p. 42.
86
Cfr. DE PAGE, Henri: op. cit. Tome I. p. 71; DI BLASSI, Ferdinando: op. cit. (Parte
Generale). p. 456.
87
Sentencia del 06-03-2001 en Ramírez & Garay. Tomo CLXXIV. p. 528.
88
No hay discusión doctrinaria sobre el particular. Al respecto, véase: PLANIOL, Mar-
celo y RIPERT, Jorge: op. cit. Tomo VI. p. 270; MAZEAUD, H.L. y J. y CHABAS,
François: op. cit. Tome II. Premier Volume. p. 196; GHESTIN, Jacques: op. cit.
Tome II p. 492; TERRÉ, François, SIMLER, Philippe y LEQUETTE, Yves: op. cit.
p. 255; TRABUCCHI, Alberto: op. cit. p. 1068; MADURO LUYANDO, Eloy y
PITTIER SUCRE, Emilio: op. cit. Tomo II. p.p. 660-661; BERNAD MAINAR,
Rafael: op. cit. Tomo II. p. 88.

282
LA VIOLENCIA

Con respecto a la cuantía de la indemnización de los daños y


perjuicios, se aplican aquí las reglas generales del hecho ilícito:
depende del daño sufrido por la víctima de la violencia, con motivo
de la anulación del contrato89.

IV. LA VIOLENCIA MORAL SEGÚN LOS PRINCIPIOS


DE UNIDROIT

1. Introducción

Los Principios de Unidroit consagran que la víctima de la


violencia puede obtener la anulabilidad del contrato cuando lo haya
celebrado inducido por una amenaza grave, inminente e injustifi-
cada. En tal sentido, el artículo 3.9 de los Principios de Unidroit
establece: “Una parte puede anular un contrato si fue inducida a
celebrarlo mediante una amenaza injustificada de la otra parte, la
cual tomando en consideración las circunstancias del caso, fue tan
inminente y grave como para dejar a la otra parte sin otra alternativa
razonable. En particular, una amenaza es injustificada si la acción
u omisión con la que el promitente fue amenazado es intrínseca-
mente incorrecta, o resultó incorrecto recurrir a dicha amenaza para
obtener la celebración del contrato.”

2. Condiciones de la violencia

De acuerdo con la disposición antes transcrita, que para que


proceda la anulabilidad del contrato por violencia, según los prin-
cipios, se requiere: 1) que la amenaza que haya inducido a una de
las partes a contratar sea grave e inminente; y 2) que dicha amenaza
sea injustificada.

89
Cfr. DE PAGE, Henri: loc. cit.; LÓPEZ HERRERA, Francisco: op. cit. p. 212.

283
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Se entiende por amenaza grave e inminente aquella que deje


a quien la sufre sin otra alternativa razonable diferente a la cele-
bración del contrato, lo que debe evaluarse en función de criterios
objetivos, tomando en consideración las circunstancias particulares
de cada caso90. La inminencia y gravedad exigen, por supuesto,
una certidumbre del mal con que se amenaza. No hay verdadera
amenaza si se trata de un peligro incierto, remoto o inconcreto91.
Pero, adicionalmente, la violencia debe ser injustificada92. A
título enunciativo, el artículo 3.9 antes transcrito establece que
constituyen una amenaza injustificada los actos u omisiones prove-
nientes de la otra parte que son per se ilegítimos como, por ejemplo,
cuando una parte para inducir a la otra a celebrar un contrato la
amenaza con causarle un daño en su persona o en su patrimonio.
En un caso reciente decidido por la jurisprudencia arbitral
internacional, el tribunal arbitral consideró que una transacción
concluida por la República de Yemen con una empresa constructora
internacional bajo la amenaza de ataques a las instalaciones físicas
de la empresa, unidos a la falta de pago de las cantidades adeuda-
das por obra ejecutada, que colocaron a la empresa contratista en
una delicada situación financiera, que le impidió cumplir con los
compromisos adquiridos con sus sub-contratistas, había sido una

90
En criterio del profesor Stephen Smith la violencia invalida el consentimiento cuan-
do: 1) haya dejado a la víctima sin otra alternativa; y 2) haya sido eficaz para deter-
minar la celebración del contrato (SMITH, Stephen: “Contracting under Pressure:
A Theory of Duress” en Cambridge Law Journal, 56(2) July, 1997 p. 361). En todo
caso, tal y como se indica en el texto, la disponibilidad de las opciones alternativas,
de existir, así como su razonabilidad, son cuestiones de hecho reservadas al poder
de apreciación del juzgador quien deberá tomar en cuenta las circunstancias del
caso sometido a su consideración y decisión.
91
Cfr. DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio: Sistema de Derecho Civil. Vol. II.
Editorial Tecnos. Madrid, 1998. p. 57.
92
Al respecto, véase: CONAGLEN, Matthew: “Duress, Undue Influence and Un-
conscionable Bargains – The Theoretical Mesh” en New Zealand University Law
Review. Vol. 18, Nº 4. December, 1999. p. 510.

284
LA VIOLENCIA

transacción concluida bajo el influjo de actos de coacción moral,


injustificados e ilegales; por lo cual, el tribunal arbitral le negó toda
eficacia internacional a dicha transacción93.
Además, la violencia es injustificada cuando la acción u omi-
sión con la cual se haya amenazado al sujeto contratante es en sí
misma lícita, pero se persigue con ella una ventaja indebida o injusta
(supra, Cap. IV, Nº III, 3.2, b). Así, si A le adeuda a B una cantidad
de dinero líquida y exigible y B, haciendo valer su condición de
acreedor, amenaza a A con ejercer una acción de cobro contra él,
o con la ejecución judicial de su patrimonio, para inducirle a que
le alquile un almacén en términos y condiciones muy ventajosas.
Si A cediendo a la presión conviene en ello y firma el contrato de
arrendamiento, puede pedir la nulidad del contrato.
De donde resulta que la amenaza de hacer valer un derecho, si
bien supone una presión, no es en sí misma injusta; por lo cual, no
vale como violencia a menos que, como en el ejemplo antes seña-
lado, vaya dirigida a conseguir ventajas ilegítimas en el contrato o
una prestación indebida, lo que equivale a un chantaje.
Con respecto al objeto sobre el cual debe recaer la violen-
cia, de acuerdo con los Principios de Unidroit, se admite que

93
Al respecto, véase: Laudo del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones (CIADI) dictado el 6 de febrero de 2008. Caso Desert
Line Projects, LLC contra la República de Yemen (Caso CIADI Nº ARB/05/17)
(¶165 y 166, p. 42 y ¶185, p. 46). (Consultado en la página Web http://ita.law.uvic.
ca/alphabetical_list.htm). Cabe hacer notar que en el laudo dictado por el tribunal
arbitral se afirma claramente que: 1) no toda presión financiera equivale a violen-
cia, puesto que para ello se requiere que exista una verdadera coacción moral que
vicie el consentimiento (¶155, p. 40); y 2) tampoco el mero hecho de que una de
las partes le pague a la otra una cantidad inferior a las sumas adeudadas o a la que
esta última considere que se le deben, configura un cuadro de violencia (¶152, p.
40). Fueron, en definitiva, las circunstancias particulares del caso, incluyendo las
actuaciones abusivas de una de las partes que determinaron que la otra consintiera
en la transacción propuesta, las que llevaron al tribunal arbitral a concluir que, en
el caso concreto, el consentimiento de la empresa contratista había sido arrancado
por violencia (¶151, p. 39).

285
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

la amenaza puede ejercerse no solamente contra la persona o los


bienes del sujeto contratante, sino también sobre su reputación o
sus intereses económicos. En los comentarios oficiales de los Prin-
cipios de Unidroit se incluye el siguiente ejemplo: supongamos que
A, dueño de un club de deportes es amenazado con una huelga por
parte de los jugadores del equipo de baseball a menos que convenga
en pagarles una bonificación extraordinaria, muy superior a la que
ellos tendrían derecho a obtener en el supuesto de que ganaran los
restantes partidos de la serie. Si A bajo esta amenaza conviene en
el pago del bono solicitado, puede obtener la nulidad del nuevo
contrato suscrito con los jugadores, puesto que la huelga habría
determinado que el equipo quedara excluido de la serie o relegado
a una liga de categoría inferior lo que, en el caso concreto, repre-
senta una amenaza grave e inminente a la reputación y situación
financiera del club94.
Asimismo, la amenaza de revelar un secreto industrial o
comercial que, si llegara a conocerse, perjudicaría al contratante
amenazado, configura un supuesto de violencia injusta (supra, Cap.
IV, Nº III, 3.2).
La violencia alegada debe ser clara y cabalmente demostrada95.

3. El agente de la violencia

3.1. Violencia procedente de un tercero

El agente de la violencia puede ser una de las partes contra-


tantes o un tercero por cuyos hechos aquélla deba responder. En

94
Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 3 al artículo 3.9 en Principes d’Unidroit
Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut International pour
l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p.p. 109-110.
95
Laudo del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones
(CIADI) citado en la nota 93 ut supra. (¶153, p. 40).

286
LA VIOLENCIA

ciertas circunstancias, sin embargo, el agente puede ser un tercero


por cuyos hechos no responda la otra parte. En tal sentido, el artículo
3.11 de los Principios de Unidroit dice textualmente:

“(1) Cuando el dolo, la intimidación, excesiva desproporción o el


error sean imputables o sean conocidos o deban ser conocidos por
un tercero de cuyos actos es responsable la otra parte, el contrato
puede anularse bajo las mismas condiciones que si dichas anoma-
lías hubieran sido obra suya.
(2) Cuando el dolo, la intimidación o la excesiva desproporción
sean imputables a un tercero de cuyos actos no es responsable la
otra parte, el contrato puede anularse si dicha parte conoció o debió
conocer el dolo, la intimidación o la excesiva desproporción, o bien
si en el momento de anularlo dicha parte no había actuado todavía
razonablemente de conformidad con lo previsto en el contrato.”

De lo cual resulta que cuando la violencia proviene de un


tercero por cuyos hechos es responsable el sujeto contratante, la
misma se le atribuye al propio contratante.
La expresión “terceros de cuyos actos es responsable la otra
parte” que emplea el artículo 3.11 antes transcrito se interpreta en
forma muy amplia para englobar no solamente las amenazas proce-
dentes de los agentes, representantes, mandatarios y, en general, de
aquellas personas por cuyos hechos la ley obligue al contratante a
responder, sino también las amenazas empleadas por otros terceros
que hayan actuado por su propia iniciativa, pero en beneficio del
contratante, o de las cuales éste se haya aprovechado. En todos
estos casos se justifica imputar las actuaciones de estos terceros, o
su conocimiento real o presunto, al sujeto contratante, independien-
temente de que éste estuviese o no en cuenta de las mismas96.

96
Al respecto, véase: Principios de Unidroit. Comentario oficial Nº 1 al artículo 3.11
en Principes d’Unidroit Relatifs aux Contrats du Commerce International. Insititut
International pour l’Unification du Droit Privé. Roma, 2004. p. 113.

287
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

En cambio, cuando la intimidación o amenaza proviene de


un tercero por cuyos actos no es responsable el sujeto contratante,
solamente puede anularse el contrato cuando este último haya
conocido o debido conocer, según las circunstancias, la violencia
empleada por el tercero. No obstante, hay una excepción a esta
regla: es indiferente que la violencia proveniente de un tercero se
haya ejercitado con o sin el conocimiento del sujeto contratante,
cuando este último, para el momento en que la víctima de la vio-
lencia haga uso de su derecho a prevalerse de la nulidad, no hubiere
aún actuado razonablemente según las disposiciones del contrato,
lo que se justifica porque en este supuesto el sujeto contratante no
tiene necesidad de la protección legal97.

3.2. Aprovechamiento del estado de necesidad


del co-contratante

Con respecto al aprovechamiento del estado de necesidad del


co-contratante, los Principios de Unidroit, siguiendo las orienta-
ciones del moderno Derecho de la contratación, contemplan como
remedios a favor de la parte afectada, la nulidad del contrato lesivo
o su adaptación y ajuste para hacer desaparecer la excesiva despro-
porción inicial existente entre las prestaciones recíprocas.
A estos efectos, el artículo 3.10 de los Principios de Unidroit
establece que una parte puede obtener la nulidad total o parcial del
contrato si, en el momento de su celebración, el contrato o alguna
de sus cláusulas otorga a la otra parte una ventaja excesiva, a cuyo
efecto se debe tener en cuenta, entre otros factores, la circunstancia
de que dicha otra parte se haya aprovechado injustificadamente
de la dependencia, aflicción económica o necesidades apremian-
tes de su co-contratante (el artículo 3.10 agrega “o de su falta de

97
Ibidem. Comentario oficial Nº 2. p.p. 113-114.

288
LA VIOLENCIA

previsión, ignorancia, inexperiencia o falta de habilidad en las


negociaciones”)98.
El supuesto de hecho que desencadena la aplicación de esta
disposición es la lesión patrimonial que experimenta una de las
partes de un contrato comercial internacional consistente en el
desequilibrio entre la prestación que ha dado o prometido y la de
menor entidad que recibió o debe recibir, desequilibrio éste que
depende del estado de necesidad en que se encontraba y del cual
se ha aprovechado injustificadamente su contraparte para obtener
una ventaja excesiva.
Desde luego, el estado de necesidad, la dependencia o aflicción
económica deben entenderse aquí referidos a una situación que
disminuya la libertad de elección y que induzca al comerciante
en el área del comercio internacional a concluir el contrato; no es
necesario que el sujeto esté en estado de peligro o de indigencia.
Tampoco es elemento relevante la escasa potencialidad económica
del deudor que se dice lesionado.
De acuerdo con el artículo 3.10, a solicitud de cualquiera de
las partes, el tribunal podrá adaptar el contrato o la cláusula res-
pectiva, a fin de ajustar su contenido a criterios comerciales razo-
nables de lealtad negocial. De allí que la acción de nulidad puede
ser eventualmente neutralizada por la contraparte del contratante
lesionado mediante una oferta de modificación del contrato que
procure reducirlo a lo que resulte justo según los usos y prácticas
comerciales, sea mediante la renuncia a una parte de la prestación,
o mediante un suplemento de contraprestación que reestablezca el
equilibrio entre las prestaciones.

98
Según el artículo 3.10 de los Principios de Unidroit, para determinar si el contrato
concede a una de las partes una ventaja excesiva e injustificada, hay que tomar en con-
sideración, además, la naturaleza y finalidad del contrato. Pero, ésta es una condición
objetiva y no subjetiva que no tiene nada que ver con la situación particular en que
se encuentre alguna de las partes en el momento de la celebración del contrato.

289
EL ERROR, EL DOLO Y LA VIOLENCIA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONTRATOS

Para que proceda la nulidad o, en su caso, el ajuste de las


prestaciones derivadas del contrato, se requiere no solamente que
exista un notorio desequilibrio entre las prestaciones recíprocas
de las partes, sino además que el contratante se haya aprovechado
injustificadamente de la situación en que se encontraba su contra-
parte contractual para obtener de ella una ventaja excesiva, lo que
le corresponde a la autoridad judicial competente apreciar, según
las circunstancias particulares del caso sometido a su consideración
y decisión.
Si las partes no llegan a un acuerdo respecto de los términos
y condiciones del ajuste del contrato, le corresponderá al juez
competente resolver si el contrato en cuestión debe ser anulado o
modificado y, en este último caso, sobre los términos y condiciones
de su modificación.

4. Efectos de la violencia

De acuerdo con los Principios de Unidroit, el sujeto que ha con-


tratado inducido por una amenaza o intimidación grave, inminente
e injustificada, en las condiciones antes indicadas, puede obtener
la anulación (total o parcial) del contrato (artículo 3.9), previa no-
tificación cursada a su contraparte contractual de su voluntad de
prevalerse de la nulidad (artículo 3.14). La notificación de anular
el contrato debe realizarse dentro de un plazo razonable, teniendo
en cuenta las circunstancias, después de que la parte impugnante
conoció o no podía ignorar los hechos o pudo obrar libremente
(artículo 3.15). La anulación tiene efectos retroactivos (artículo
3.17). La anulación del contrato queda excluida si la parte facultada
para pedirla lo confirma, expresa o tácitamente, una vez que haya
comenzado a correr el plazo para notificar a su contraparte acerca
de su intención de prevalerse de dicha anulación (artículo 3.12).

290
LA VIOLENCIA

Cabe hacer notar, sin embargo, que en una reciente decisión


de la jurisprudencia arbitral internacional, aun cuando el tribunal
arbitral concluyó que una transacción había sido suscrita bajo el
influjo de la violencia moral, el tribunal no hizo pronunciamiento
alguno en relación con la anulación de dicha transacción. El tribu-
nal arbitral, en cambio, declaró que en el caso concreto al haberse
celebrado la transacción con el Estado bajo violencia, esta situación
era una violación al trato justo y equitativo a que tienen derecho los
inversionistas internacionales conforme a los principios del Derecho
internacional y, por ende, le negó toda eficacia internacional a la
transacción en cuestión99.
Por último, independientemente de que el contrato sea anulado
o no, la parte que conoció o debía haber conocido la intimidación
o amenaza se encuentra obligada a resarcir a la otra los daños y
perjuicios causados, colocándola en la misma situación en que se
encontraría de no haber celebrado el contrato (artículo 3.18).

99
Al respecto, véase: Laudo del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Re-
lativas a Inversiones (CIADI) citado en la nota 93 ut supra. (¶194, p. 48).

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− Jurisprudencia de los Tribunales de la República publicada por el Ins-
tituto de Codificación y Jurisprudencia del Ministerio de Justicia.

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Este libro se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2019, en
los talleres gráficos de Editorial Torino. RIF.: J-30143170-7, Teléfonos:
(212) 239.7654, 235.2431. En su composición se emplearon tipos de la
familia Times New Roman. Para la tripa se usó papel Jamsemate 60 grs.
Alkalino. De esta edición se imprimieron quinientos ejemplares.

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