Juan Latino
Juan Latino
Juan Latino
c)
La figura del negro en Juan Latino de Diego Jiménez de Enciso
1. Entre otros: A. de Claramonte, El valiente negro en Flandes; L. Vélez de Guevara, Virtudes vencen señales;
J. B. Diamante, El negro más prodigioso; J. Matos Fragoso, El negro de Sevilla, F. de Leyva Ramírez de Arellano,
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singular por su contenido ideológico que parece transgredir los códigos que la literatura
había ido transmitiendo. Nos referimos a la comedia histórica Juan Latino que nos ha
llegado en la Segunda Parte de Comedias Escogidas de las mejores de España (Madrid,
Imprenta Real) de 16522.
En la obra se escenifica la extraordinaria vida del negro Juan Latino, ejemplo de lo
que puede obtener la voluntad y el esfuerzo del ser humano que, gracias a su habilidad e
inteligencia, de esclavo de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sesa, se convierte
en persona de gran influencia en los ámbitos más exclusivos del poder, llegando a ser
profesor de latín en la universidad de Granada y catedrático de gramática en el Colegio
Catedralicio y, para mayor trasgresión de los códigos impuestos por la sociedad española
del siglo XVI, y tal vez no sólo de este, consigue casarse por amor con una mujer blanca,
hija de Luis de Carleval, de muy distinguida familia.
En la comedia se desarrollan dos acciones cuyo punto de partida son dos aconteci-
mientos históricos3: la rebelión de los moros de Granada capitaneada por Fernando de
Válor4 y la trayectoria humana e intelectual de Juan Latino, una de las figuras más cono-
cidas en el siglo XVI, mencionado también por Lope de Vega y por Cervantes5 por sus
dotes de gran latinista que, en contraste con el modelo fijo del negro, disuelve los límites
entre lo exterior y lo interior, entre el ser y el parecer.
Sobre este entramado histórico Enciso construye la acción de Juan Latino. Sin em-
bargo, la comedia no es solamente una mera transposición literaria de la prodigiosa vida
del negro, sino que también conlleva un mensaje ideológico y moral. El dramaturgo
articula de modo coherente el ennoblecimiento del esclavo negro, conjugándolo con los
valores de una sociedad contradictoria y superando los puntos más espinosos del con-
flicto racial. Todo ello sin detrimento de la teatralidad.
Para hacer confluir las dos acciones, el dramaturgo utiliza el recurso de presentar
como uno de los pretendientes de doña Ana de Carlobal a don Fernando de Válor el
cual, al darse cuenta de que no es correspondido por la joven, que prefiere al negro
Juan, despechado y enojado también por la política adversa de Felipe II hacia los mo-
riscos, se pone al frente de la rebelión de los moriscos de las Alpujarras, bajo el nombre
de Aben Humeya.
El negro del cuerpo blanco o el esclavo de su honra; M. de Ayala y Guzmán, El negro del cuerpo blanco. Para
otras informaciones cfr., Profeti (2005: 232).
2. Seguimos la edición moderna de Juliá Martínez (1951).
3. Para los hechos históricos Enciso tenía a su disposición varios textos: Historia de la rebelión y castigo de los
moriscos del Reino de Granada de Luis del Mármol Carvajal, Las guerras civiles de Granada de Pérez de Hita
y sobre todo Antigüedad y excelencia de Granada de Bermúdez de Pedraza que incluye la historia de Juan
Latino (Lib.III, cap. XXXIII).
4. Fernando de Válor fue el protagonista de la obra dramática de inspiración romántica Aben Humeya o La
rebelión de los moriscos de F. Martínez de la Rosa y aparece, aunque con menos protagonismo, también en la
comedia Amar después de la muerte de Calderón.
5. En la La dama boba (acto II escena XXI) tiene lugar un diálogo entre Octavio y sus dos hijas casaderas, y
éste dice: «No era tan blanco en Granada / Juan Latino, que la hija / de un Veinticuatro enseñaba; / y siendo
negro y esclavo, / porque fue su madre esclava / del claro Duque de Sessa, / honor de España y de Italia, / se
vino a casar con ella; / que gramática estudiaba, / y la enseñó a conjugar / en llegando al amo, amas; / que
así llama el matrimonio / el Latín» ( vv. 1917-1929). En el «Prólogo» de El Quijote, Cervantes, refiriéndose a sí
mismo, escribe: «Pues al cielo no le plu- / que salieses tan ladi- / como el negro Juan Lati-».
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Esta inquietante criatura de la alteridad salvaje que con «el escuadrón mayor / de ladro-
nes [...] va levantando la Sierra» (p. 178) que Enciso utiliza como agüero y pronóstico,
por un lado sirve para remarcar la deslealtad, falsedad y cobardía de Fernando/Aben
Humeya quien, después de haber sido proclamado rey de los moriscos de las Alpujarras,
precisamente por Cañerí, ordena a Abenabo: «Pariente,/ mata a ese negro en yéndome
a Granada» (p. 238), por otro, para subrayar de forma más incisiva la distancia entre las
diferentes etnias que conviven en la península e incluso para introducir uno de los recur-
sos dramáticos típicos del dramaturgo: la visión sobrenatural y la falsedad del vaticinio.
Por obvios problemas de tiempo no puedo detenerme en un análisis pormenoriza-
do de la comedia. Por lo tanto tocaré sólo los puntos más importantes.
La acción de la comedia está ambientada en Granada, y tiene lugar en junio de
1569. Efectivamente la carta que Abenabo envía a Fernando, está fechada en 20 de este
mes, dato que refleja perfectamente la realidad histórica. De hecho, en abril de 1569
Felipe II había mandado a Don Juan de Austria a Granada para acabar definitivamente
con el problema de los moriscos.
La primera escena se desarrolla durante los festejos de la noche de San Juan; en esa
noche mágica y propiciadora de ritos amorosos, Enciso coloca el encuentro entre Juan
6. Sobre la caracterización del salvaje en el teatro del Siglo de Oro, cfr. Antonucci (1995).
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Latino y doña Ana. La dama, como si fuera un juego, acepta la propuesta de su criada
Juana «de hacer la oración desde once a doce» (p. 154) para saber quién va a ser su es-
poso; y nada más formular la pregunta «¿quién ha de ser mi marido?», sin ser visto por
ellas, entra Juan, y Don Gonzalo y sus amigos, dicen: «El negro Juanillo, el negro» (p.
160). Inquieta Juana por lo que ella toma por un verdadero vaticinio, exclama: «¿El ne-
gro Juanillo? Malo» (p. 161), en cambio Ana, sarcástica e irónica lo toma como el juego
que es, no le da ningún crédito, siendo una probabilidad fuera de toda realidad:
Pues si veo
logrados mis estudios, algún día
verán un alma hermosa en cuerpo feo,
[…]
y juro de inquirir el arte y ciencia,
hasta que pueda en todas ocasiones
mostrar mi entendimiento y su ignorancia!
(pp. 198-9)
Obligado por el duque a besar «la mano al Maestro» como señal de disculpa, Juan exclama:
«¡Ah color, en qué me pones!» (p. 199), reiterando el concepto del color que lo discrimina.
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En estos versos, Enciso define la distancia entre la belleza del alma y la «fealdad» del
cuerpo; la negritud es, por consiguiente, la máscara que oculta la perfección, la blancura
virtuosa del alma, de la cual, en este caso la cara no es el espejo.
En la pieza, el dramaturgo destaca el hecho de que ningún elemento externo influ-
ye en el intento de medrar del protagonista, sólo su gran deseo por el estudio le lleva a
afirmarse socialmente, aunque tenga que sufrir continuas humillaciones y vejaciones.
Por ejemplo, dice Don Gonzalo que «con matarlo a babas y a gargajo, / no pierde una
lición» (p.197), porque el negro soporta todo con paciencia con tal de poder escuchar
clandestinamente unas lecciones no destinadas a él:
Aprende con gran pena y gran trabajo,
porque no entra en la clase, y en la puerta
se baxa, y oye, y mira por debaxo,
y saca la lición entera y cierta.
(p. 197)
Hasta que el duque de Sesa, sorprendido por la gran capacidad del joven, no le ofrece su
protección para completar sus estudios, Juan debe valerse de la sola fuerza de su volun-
tad, sacando fruto de su innata aptitud para el estudio y luchando contra hombres que
moralmente demuestran ser mezquinos y que no son capaces de admitir que un esclavo
negro pueda acceder a una cátedra. El comportamiento de Villanueva, rival de Juan La-
tino en la oposición a la cátedra de gramática, es emblemático en este sentido, pues llega
incluso a pagar a estudiantes gorrones para que se burlen de sus dichos, se rían de sus
razonamientos, le escupan y le insulten. A tal propósito hay que subrayar que al proceso
de afirmación cultural y social del protagonista corresponde un progresivo desprestigio
del maestro Villanueva. Asistimos a un trueque de papeles, en el que el positivo se le
atribuye a un marginado social, a un negro, capaz de ascender en la escala de valore por
sus propios méritos personales y profesionales y a su fuerza moral, mientras que el ne-
gativo se le asigna a un representante prestigioso de la sociedad, un erudito blanco, pero
innoble. Villanueva considera la participación del protagonista en la oposición como
una ofensa y, como él, piensan también el prelado y otros representantes de la parte más
ilustrada de la sociedad de aquel entonces, convencidos de que la diversidad del color de
la piel era una monstruosidad. Sin embargo, lo realmente monstruoso reside aquí en el
comportamiento del Maestro que no deja de esgrimir insultos racistas a Juan en la esce-
na del debate entre ambos opositores a la cátedra y que Enciso recrea espléndidamente:
de Austria, que sin duda alguna sirve para contextualizar la dramatización de los acon-
tecimientos relacionados con la vida de Juan Latino, para mí responde, además, al pro-
pósito del autor que tiende a ensalzar la Casa de Austria, como hace en otras comedias
históricas (Morabito, 2006: 461).
El dramaturgo, a través del extraordinario reconocimiento de los méritos de Juan
Latino por parte Don Juan, subraya el ascenso social del protagonista que raya en lo so-
brenatural y que le dará el triunfo y la gloria final. De hecho, el príncipe, lo pone bajo su
patronazgo y le otorga su amistad, llegando a entregarle las llaves de su aposento:
Como afirma Fra Molinero (1955:155), en este soneto Jiménez de Enciso coloca la justi-
ficación de la comedia, la biografía de Juan Latino es un pretexto para hacer la apología
de España y, para mí, sería mejor decir de la dinastía de los Austrias, visto che también el
rey Felipe II, reconociendo sus méritos, quiere premiar al negro, otorgándole eterna glo-
ria. Efectivamente, Don Juan comunica a Juan Latino que su fama ha llegado a oídos de
Felipe II que, «por premiar su virtud,/ y estimar su esciencia» (p. 304), había mandado
que le hicieran un retrato para colocarlo en la sala entre «los altos varones».
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Bibliografía
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