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La Cuaresma

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Origen y evolución de la Cuaresma

El tiempo de Cuaresma actualmente comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves


Santo antes de la Misa de la Cena del Señor (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19), cuando se inicia el
solemne Triduo Pascual, meta de toda la preparación de la Cuaresma.
En cuanto al origen de la Cuaresma no es fácil establecer la fecha exacta, pues sólo
sabemos que ha venido formándose de manera progresiva.
De acuerdo al historiador Eusebio de Cesarea en la Iglesia de Oriente, ya desde el siglo II
existía un período de penitencia en preparación de la Pascua de Resurrección. A su vez el escritor
Hipólito de Roma nos informa que en la Iglesia romana existía en el siglo IV una estructura de
Cuaresma que se componía ya de cuarenta días en preparación a la Pascua.
Como lo indica el nombre de Cuaresma, ha sido caracterizada por el recuerdo de los
cuarenta días de Cristo en el desierto (Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13), que a su vez tiene otro parecido
simbólico en los relatos del Antiguo Testamento: de los cuarenta días del diluvio (Gn 8, 2), los
cuarenta días de Moisés en el Monte Sinaí (Ex 19), los cuarenta días del Profeta Elías de camino
hacia el Orbe (1Re 19, 8), y los cuarenta días de predicación del Profeta Jonás (Jon 3).
La Cuaresma también ha sido marcada desde su inicio por un rito bautismal. Ya que los
catecúmenos venían preparándose durante la Cuaresma para recibir el sacramento del bautismo, la
solemne vigilia del Sábado de Gloria.
De esta manera en el tiempo de Cuaresma se vivía en las comunidades cristianas un
intenso ritmo dinámico en la acogida y la preparación de los futuros neófitos. Pero paulatinamente el
sentido del bautismo durante la Cuaresma fue desapareciendo hasta cesar la presencia del
catecumenado, y que, afortunadamente, ha sido recuperado con la Reforma del Vaticano II.

La «cuaresma» de Jesús y de la Iglesia


Recordando los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, orando y haciendo penitencia,
la Iglesia practica la «cuaresma» con esta misma actitud, preparándose para celebrar la fiesta de la
Pascua o de la resurrección del Señor. El itinerario de la cuaresma es una catequesis catecumenal
para preparar el bautismo o la renovación de las promesas bautismales, que tendrá lugar la noche
pascual. Se vive intensamente el significado de la iniciación cristiana, en un clima de exigencias
catecumenales y de disciplina penitencial.

Camino catecumenal de bautismo y de renovación pascual


Durante la cuaresma, los catecúmenos se preparan para el bautismo, los fieles se
reconcilian con Dios y toda la comunidad se prepara para celebrar la Pascua del Señor, pasando de
las tinieblas del pecado a la luz de la nueva vida en Cristo. Así se participa en la muerte y
resurrección del Señor. Durante los días de cuaresma tenían lugar, en los primeros siglos, los
escrutinios o exámenes de los candidatos al bautismo, así como las catequesis sobre los temas
fundamentales del cristianismo. Los textos litúrgicos reflejan estos contenidos. La imposición de la
ceniza al iniciar la cuaresma (Miércoles de Ceniza) recuerda la penitencia pública de otros tiempos,
invitando ahora a la penitencia voluntaria por medio de la oración, limosna y ayuno.

La cuaresma es un tiempo fuerte de renovación cristiana y de revisión de la acción pastoral,


en el que los creyentes se disponen a escuchar la palabra de Dios con mayor fidelidad, a orar con
más intensidad y a cambiar de vida («penitencia»), para ser consecuentes con las gracias del
Espíritu Santo recibidas en el bautismo. En este sentido es un tiempo privilegiado de «penitencias»:
oración, predicación, sacrificio, ayuno, limosna, mejora de costumbres personales, familiares y
sociales.
Este camino pasa por la Semana Santa, en la que se vive la pasión, muerte y resurrección
del Señor (la Pascua), y se dirige finalmente hacia un Pentecostés misionero, en el que el Espíritu
Santo hace misionera a toda la comunidad eclesial. El bautismo en el Espíritu (cf. Jn 1,33), que es el
mismo sacramento, es fruto del bautismo de Jesús (que asume los pecados de los hombres) y de la
redención obrada por su muerte y resurrección. La Iglesia realiza un constante camino de
«bautismo» (como «penitencia» y renovación), para que cada ser humano pueda participar en la
filiación divina de Jesús y el Padre pueda decir a cada uno: «Éste es mi Hijo amado» (Mt 3,17; 15,5).

Itinerario de santidad y de misión


La celebración organizada de la cuaresma en Roma (siglo IV) recuerda una comunidad que
quiere acompañar a los numerosos catecúmenos («paganos» o habitantes de los «Pogus» cerca de
Roma) que se preparaban para el bautismo. Por este profundo sentido bautismal y penitencial,
orientado hacia la Pascua, la cuaresma es tiempo privilegiado para que la comunidad se
comprometa activamente en el itinerario de la santidad y de la misión. «El tiempo cuaresmal prepara
a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren
el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la
penitencia» (SC 109)
Espiritualidad de la Cuaresma
La característica del ambiente litúrgico de la Cuaresma desde hace siglos es la austeridad,
ausencia de flores, sin música instrumental y uso de color morado.
En cuanto a la dimensión espiritual de la Cuaresma viene indicada básicamente en la lectura
evangélica de la música del Miércoles de Ceniza: ayuno, limosna y oración por monición litúrgica de
la imposición de ceniza, “Conviértete y cree en el Evangelio”.
En efecto ya desde el siglo V, San Pedro Crisólogo pone el acento en estas tres
dimensiones como “los tres resortes que hace que la fe se mantenga firme, la devoción sea
constante y la virtud permanente”. Realmente las mencionadas características constituyen como una
sola cosa casi inseparable y que se alimenta recíprocamente, ya que el ayuno es considerado como
el alma de la oración y a su vez la limosna como la vida del ayuno. Por su parte en el VI prefacio de
Cuaresma se insiste en el ayuno con la siguiente expresión: “Porque con el ayuno corporal refrenas
nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y nos recompensa...”
De tal manera que la Cuaresma viene siendo como unos ejercicios espirituales de toda la
Iglesia universal en preparación a la Pascua. Dichos ejercicios se inician con la imposición de la
ceniza y se acaban con el fuego en la noche del Sábado de Gloria. Pues el vivir en continua
conversión durante la Cuaresma supone poner el dedo en la llaga y algo debe morir o destruir en
nosotros al hombre viejo para dar paso al hombre renacido de la nueva agua del bautismo.
Como es sabido en nuestro país, por iniciativa de la Conferencia Episcopal Venezolana se
realiza la Campaña Compartir durante la Cuaresma que básicamente consiste en convocar a todos
los bautizados a poner en común todo lo que somos, tenemos y sabemos, para que nadie quede
excluido del banquete de la creación que el Padre preparó para todos.

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