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Libro de Sermones No Te Rindas 2023-Profe

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No te rindas aún hay esperanza

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No te rindas aún hay esperanza

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No te rindas aún hay esperanza

LIBRO DE SERMONES

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No te rindas aún hay esperanza

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No te rindas aún hay esperanza

CONTENIDO

• TEMA 1: ¿POR QUÉ DIOS PERMITE LAS TORMENTAS? -

------------------------------------------------------------------------ Pág. 9

• TEMA 2: ¿DÓNDE ESTÁ JESÚS CUANDO LA TORMENTA

LLEGA? ----------------------------------------------------------- Pág. 20

• TEMA 3: LA TORMENTA PERFECTA

----------------------------------------------------------------------- Pág. 31

• TEMA 4: EL MIEDO EN MEDIO DE LA TORMENTA

--------------------------------------------------------------------- Pág. 40

• TEMA 5: SAL DE LA BARCA

--------------------------------------------------------------------- Pág. 53

• TEMA 6: SALIR DE LA ZONA DE CONFORT

--------------------------------------------------------------------- Pág. 66

• TEMA 7: NO DEJES DE VER A JESÚS

--------------------------------------------------------------------- Pág. 80

• TEMA 8: LA MANO DE DIOS

-------------------------------------------------------------------- Pág. 93

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No te rindas aún hay esperanza

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No te rindas aún hay esperanza

APRECIADOS PREDICADORES

Nuestro Dios ha depositado en su iglesia un mensaje de


Esperanza que debe ser transmitido con prontitud a un
mundo que perece víctima de las grandes
preocupaciones de esta vida. Ustedes son los
instrumentos que el Señor Jesucristo utilizará con poder
para dar aliento y fortaleza espiritual a cada persona
que visite nuestros centros de predicación. Dios nunca
ha dejado de amar a sus hijos y jamás se cansa de
buscarlos.

Como una herramienta útil para cada expositor de las


Escrituras se ha preparado esta valiosa serie de
sermones evangelísticos: “No te rindas. Aún hay
Esperanza.” El autor es el Pastor Daniel Torreblanca,
actual director del Departamento de jóvenes en la
Unión Mexicana de Chiapas y quien también ha sido
elegido como el predicador de la Campaña Nacional
2023. Nuestro reconocimiento y gratitud por
permitirnos usar este fabuloso material.

Estamos convencidos que Dios les utilizará


poderosamente para mostrar las grandes verdades del
evangelio y que muchas personas llegarán al
conocimiento de la salvación en Cristo Jesús.

Sinceramente:

COMISIÓN NACIONAL DE EVANGELISMO


Iglesia Adventista del Séptimo Día. A.R.

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No te rindas aún hay esperanza

TEMAS

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No te rindas aún hay esperanza

TEMA 1

¿POR QUÉ DIOS PERMITE LAS


TORMENTAS?
I. Introducción.

A. Ilustración. Era mediodía y me estaba


preparando para predicar cuando tocaron a la
puerta del lugar donde estaba viviendo. Al abrir, me
encontré con rostros conocidos: era mi hermano
Gabriel. Me sorprendió verlo justo detrás de mi
puerta y mi primera reacción fue: "No me dijiste que
vendrías a verme". Él contestó: "Abraham, nuestro
hermano, ha tenido un accidente. Es necesario que
dejes todo y vengas conmigo".

Cuando llegamos a la casa de mis padres, me


sorprendió un cuadro desolador. Lo primero en lo
que pensé fue en mi madre. Me apresuré a
buscarla y la encontré en su cuarto llorando. Pude
escucharla decir: "¿Por qué mi hijo?". Mientras ella
seguía con sus reclamos, lo único que pude hacer
fue abrazarla.

Las horas del funeral fueron terribles, llenas de


dolor e incertidumbre. Recuerdo a muchos amigos
abrazarme con lágrimas en los ojos. La verdad es
que, aunque no estaba solo, había momentos
donde hablaba con Dios y le hacía la misma
pregunta que hacía mi madre: ¿por qué mi
hermano? El entierro fue doloroso.

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No te rindas aún hay esperanza

Mis padres me hicieron una petición extraña:


"Daniel, por favor, predica.

Tú eres un pastor y tus palabras en este momento


nos harían tanto bien". Yo pensaba: ¿cómo puedo
predicar ahora? No quiero y tal vez no debo, sin
embargo, por amor a mis padres, lo hice. Debo
decir que ha sido el sermón más amargo de mi
vida.

Terminé de predicar con mucho esfuerzo y


empapado en lágrimas. Inmediatamente después,
nos trasladamos al panteón donde minutos más
tarde enterrarían a mi hermano. El regreso sería el
peor momento. Todo en la casa me hacía
recordarlo y la misma pregunta se asomaba día
y noche: ¿por qué mi hermano?

B. Enfrentado la tormenta.

1. Los discípulos de Jesús habían


experimentado uno de los mejores días de su vida.
Habían sido testigos del poder de Jesús en una
serie de milagros extraordinarios. "Las palabras
que habían oído aquel día les habían llegado
como la voz de Dios. Las obras de sanidad que
habían presenciado eran de tal carácter que
únicamente el poder divino podía realizarlas"
(DTG, pág. 340). El momento más grandioso de
ese día sucedió cuando Jesús multiplicó los panes
y los peces. La Biblia dice: "Y tomó Jesús
aquellos panes, y habiendo dado gracias, los
repartió entre los discípulos, y los discípulos
entre los que estaban recostados; asimismo de
los peces, cuanto querían" (Juan 6:11, RV1960).

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No te rindas aún hay esperanza

Con el almuerzo de un niño de tan sólo 5 panes y


dos peces, Jesús había alimentado a una multitud
de 15,000 personas, contando a las mujeres y los
niños. El milagro fue tan impresionante que la
multitud quería coronar a Jesús como rey.

2. Todo era fiesta y alegría para los


discípulos, a tal grado que a ellos mismos les
parecía una buena idea coronar a Jesús como rey.
Después de todo, era una buena oportunidad para
callar la boca de los fariseos. Todo iba bien hasta
que "En seguida hizo a sus discípulos entrar en
la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra
ribera, entre tanto que él despedía a la multitud"
(Marcos 6:45, RV1960). Los discípulos no
entendían lo que Jesús estaba haciendo. Les
parecía que no habría otro mejor momento para
coronarle como rey. No se imaginaban lo que
estaban a punto de enfrentar.

3. Ese día soleado se oscurecería y se


enfrentarían a una tormenta terrible. Después de
ese día de milagros, los discípulos estaban en
medio de una tormenta terrible. La Biblia dice: "Y
ya la barca estaba en medio del mar, azotada
por las olas; porque el viento era contrario"
(Mateo 14:24, RV1960). Estoy seguro de que los
discípulos tenían muchas preguntas, una de ellas
era: ¿Por qué Dios permite la tormenta?

4. Apelación. Alguna vez te has hecho la


misma pregunta: "¿Por qué Dios permite la
tormenta?" Tal vez debamos ser más específicos:
¿Por qué mi hijo? ¿Por qué mi hermano? ¿Por qué
mi matrimonio? ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

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No te rindas aún hay esperanza

Todos tenemos nuestras propias tormentas y


nuestras propias preguntas.

II. Desarrollo

A. Cuando la tormenta llegue pregúntele a Dios

1. Cuando enfrentamos situaciones difíciles,


es natural tener preguntas. Es posible que nos
preguntemos por qué sucedió algo, sin embargo,
muchas veces, nos sentimos inseguros acerca de
hacerle esas preguntas a Dios.

2. Pero la verdad es que Dios quiere que le


hagamos preguntas. Él no se molesta cuando le
pedimos respuestas o explicaciones. Un ejemplo
de alguien que se atrevió a hacerle preguntas a
Dios fue el profeta Habacuc. Él vivía en un
momento de violencia y corrupción, y estaba
desesperado por entender por qué Dios permitía
que estas cosas sucedieran. Le hizo preguntas
directas a Dios, como "¿Hasta cuándo, oh
Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a
causa de la violencia, ¿y no salvarás?"
(Habacuc 1:2, RV1960)

3. Dios no se molestó con Habacuc por


hacerle esas preguntas. En cambio, Él respondió a
Habacuc y le dio la respuesta que necesitaba.
Habacuc encontró consuelo y esperanza en la
respuesta de Dios, y aprendió a confiar en Él a
pesar de las circunstancias difíciles que lo
rodeaban.

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No te rindas aún hay esperanza

B. Si Dios es bueno, ¿por qué permite las


tormentas?

1. En cierta ocasión, leí una frase del gran


predicador británico Charles Spurgeon que decía:
“Dios es demasiado bueno como para ser cruel,
y es demasiado sabio como para equivocarse.
Cuando no podemos ver su mano, debemos
confiar en su corazón”. Esta frase me impactó
profundamente. Al leer la Biblia, nos damos cuenta
de que Dios es bueno y sabio. La historia de la
Biblia es la historia de la redención, de Dios
buscando al hombre con tierno amor. Muchos
pasajes bíblicos nos recuerdan el amor inigualable
de Dios, como cuando dice: “¿Se olvidará la
mujer de lo que dio a luz, para dejar de
compadecerse del hijo de su vientre? Aunque
ella olvide, yo nunca me olvidaré de ti” (Isaías
49:15, RV1960).

2. Pero, si Dios es tan bueno, ¿por qué


permite las tormentas? La respuesta no es sencilla,
ya que el ser humano no puede conciliar el amor
con el sufrimiento. Pero ¿y si hubiera una manera
de entender que a veces el amor y el
sufrimiento están en la misma barca cuando
llega la tormenta?

3. Ilustración. - Pienso en el día en que


llevé a mi pequeña hija Gabriela a que la
vacunaran. Tenía poco tiempo hablando de
manera fluida y para ser honestos, nunca había
sido vacunada. Lo primero que le dije antes de salir
de casa era que la amaba mucho y que nunca
debía olvidarlo. La abracé y le di un tierno beso.

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No te rindas aún hay esperanza

Cuando llegamos al centro de vacunación, ella me


preguntó: “Papá, ¿qué es este lugar? ¿Por qué me
trajiste aquí?”. Yo sonreí y le dije que la amaba.
Cuando llegó nuestro turno, entramos juntos y la
enfermera me dijo: “Se va a sentar en esa silla y va
a sujetar bien a la niña mientras yo la inyecto”. Al
escuchar a la enfermera, mi hija me miró y me dijo:
“No dejes que me lastimen, tú dijiste que me amas”.
La tomé fuertemente entre mis brazos mientras ella
lloraba y gritaba: “¿Me duele mucho, por qué
papá?”. Debo confesar que yo también derramé
lágrimas al ver a mi hija sufrir. Ella no lo entendía,
pero el amor y el sufrimiento se tomaron de la mano
en esa ocasión.

4. Es normal tener preguntas y dudas acerca


de por qué Dios permite el sufrimiento en nuestras
vidas, especialmente cuando parece que no
merecemos pasar por momentos difíciles. Pero es
importante recordar que Dios no es el causante del
sufrimiento, sino que vivimos en un mundo caído
donde el mal y el dolor son inevitables. Sin
embargo, Dios no nos deja solos en nuestras
luchas. De hecho, la Biblia nos asegura que Él está
siempre presente en medio de nuestras tormentas.
En Isaías 43:2, Dios nos dice: “Cuando pases
por las aguas, yo estaré contigo; y si por los
ríos, no te anegarán. Cuando pases por el
fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”.

5. Cuando miramos hacia la cruz del


calvario, vemos el mayor ejemplo de amor y
sufrimiento juntos. Jesús, el hijo de Dios, sufrió y
murió por nuestros pecados, mostrando el amor
inmenso que Dios tiene por nosotros.

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No te rindas aún hay esperanza

C. La cruz del calvario

1. Contrario a lo que muchas personas


pueden pensar, Jesús no fue solamente un buen
hombre o un maestro extraordinario, sino que la
Biblia lo presenta de manera clara y precisa como
“Dios con nosotros”, es decir, como el “Dios
encarnado”.

En las Sagadas Escrituras podemos encontrar


afirmaciones muy contundentes acerca de su
divinidad, como por ejemplo en Tito 2:13, donde
se menciona “la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, o en
Hebreos 1:8, donde se declara “Mas del Hijo
dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.” Jesús,
el Dios hecho hombre, comió, durmió y sufrió como
el hombre. Él conoce muy bien nuestras preguntas
y entiende el sufrimiento humano de primera mano.
Él conoce tan bien el sufrimiento que se le hace
llamar “varón de dolores y experimentado en
quebranto” (Isaías 53:3, RV1960)

2. Sin duda, uno de los momentos más


difíciles en la vida de Jesús sucedió cuando fue
crucificado. La muerte de cruz era una de las
formas de ejecución más crueles y humillantes que
existían en la época de Jesús. De la muerte de cruz
se dice: “Probablemente sea el método más
cruel de ejecución jamás practicado, porque
demora deliberadamente la muerte hasta haber
infligido la máxima tortura posible. La víctima
podía padecer durante días antes de morir.

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No te rindas aún hay esperanza

Cuando la adoptaron los romanos, la


reservaron para los criminales declarados
culpables de asesinato, rebelión o robo a mano
armada. No se aplicaba a ciudadanos romanos,
sino a esclavos, extranjeros, o cualquier otro
considerado indigno de ser tenido por persona.

Por eso los judíos se indignaron grandemente


cuando el general romano Varo crucificó a dos
mil judíos en el año 4 a.C., y cuando el general
Tito, durante el sitio, de Jerusalén, crucificó a
tantos fugitivos de la ciudad que no podía
hallarse espacio "para las cruces, ni cruces
para los cuerpos". (John Stott, La cruz de
Cristo, pág. 28)

3. Para los romanos, la crucifixión era


reservada para los criminales más despreciables y
era considerada una muerte indigna para los
ciudadanos romanos. Cuando se aplicaba a un
ciudadano romano, la muerte era rápida, pero para
los no ciudadanos, la agonía podía durar días. En
el caso de Jesús, la crucifixión fue una muerte
especialmente dolorosa y humillante. Los
evangelios nos cuentan cómo Jesús fue golpeado,
escupido, insultado y flagelado antes de ser llevado
a la cruz. "Luego, los soldados del gobernador
llevaron a Jesús al palacio y convocaron a toda
la tropa. Le quitaron la ropa y le pusieron un
manto de color escarlata. Haciéndole una
corona de espinas, se la pusieron en la cabeza,
una caña en la mano derecha, y doblando la
rodilla delante de él, se burlaban diciendo:

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No te rindas aún hay esperanza

"Salud, rey de los judíos". Y escupiéndole,


tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza"
(Mateo 27:27-30, NVI)

Sin lugar a dudas la cruz causó un gran dolor físico


a Jesús, se nos dice que “Tan pronto como Jesús
estuvo clavado en la cruz, ésta fue levantada
por hombres fuertes y plantada con gran
violencia en el hoyo preparado para ella. Eso
causó los más atroces dolores al Hijo de Dios”
(DTG, pág.694)

4. Pero el momento más agonizante en


estas horas de sufrimiento fue la separación de
Jesús con su Padre. El solo pensamiento de estar
separados era insoportable. Jesús “Temía que el
pecado fuese tan ofensivo para Dios que su
separación resultase eterna.” (DTG, pág.701). Él
se sintió completamente solo en ese momento,
pero detrás de todo el sufrimiento y la oscuridad,
en ningún momento estuvo solo. “En esa densa
obscuridad, se ocultaba la presencia de Dios.
Él hace las tinieblas su pabellón y oculta su
gloria de los ojos humanos. Dios y sus ángeles
estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con
su Hijo.” (DTG, pág.702). Es paradójico ver
cómo, por un lado, estaba el sufrimiento extremo,
pero por el otro la compañía y el amor del Padre
para con su Hijo y la humanidad.

5. La muerte de cruz era considerada como


la peor forma de castigo y se reservaba para los
criminales más despreciables.

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No te rindas aún hay esperanza

El hecho de que Jesús, quien fue sin pecado,


muriera de esta manera es un testimonio del
profundo amor de Dios por la humanidad. El
apóstol Pablo dijo en Romanos 5:8 "Pero Dios
demuestra su amor por nosotros en esto: en
que cuando todavía éramos pecadores, Cristo
murió por nosotros". La muerte de Jesús en la
cruz no fue solo un acto de valentía, sino que fue
un acto de amor divino.

III. Conclusión

A. Cuando la tormenta llegue, confíe en Dios

1. Cuando enfrentamos una tormenta en la


vida, es fácil sentirnos desesperados y solos. Nos
preguntamos por qué nos está sucediendo esto,
por qué Dios permite que algo tan difícil ocurra. Sin
embargo, como seres humanos, a menudo no
podemos ver la imagen completa, no entendemos
el propósito detrás del dolor. Es en estos
momentos que debemos recordar que “Cuando no
podemos ver su mano, debemos confiar en su
corazón.”

2. Cuando miramos a la cruz, vemos el


mayor ejemplo de amor que jamás existirá. Jesús
murió en la cruz para pagar el precio de nuestros
pecados y mostrarnos cuánto nos ama Dios. Su
sacrificio nos recuerda que no importa cuán oscuro
sea nuestro dolor, siempre hay una luz al final del
túnel. A veces, esa luz puede ser difícil de ver, pero
sabemos que está allí. Como se dice en 2
Corintios 4:17-18 "Porque esta leve tribulación
momentánea produce en nosotros un cada vez

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No te rindas aún hay esperanza

más excelente y eterno peso de gloria; no


mirando nosotros las cosas que se ven, sino
las que no se ven; pues las cosas que se ven
son temporales, pero las que no se ven son
eternas".

B. Recuerdas que llevé a mi hija al centro de


vacunación. Salí del centro de vacunación con el
corazón desgarrado. No pude evitar derramar
lágrimas al ver a mi hija llorar.

Mientras íbamos al auto, la abracé. No fue un


abrazo fuerte, ya que podría lastimarle el brazo
vacunado, fue más bien un abrazo tierno. La subí
al auto, la acomodé en su silla y le dije: "Te amo.
Ahora no lo entiendes, pero algún día lo
entenderás".

Es importante recordar que, aunque no


podamos entender todo lo que sucede en el
momento, algún día entenderemos el amor de
Dios aun en medio de la tormenta.

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No te rindas aún hay esperanza

TEMA 2

¿DÓNDE ESTÁ JESÚS CUANDO


LA TORMENTA LLEGA?
I. Introducción

A. Ilustración. Cierto domingo por la mañana,


decidimos pasar tiempo en familia y nos dirigimos
a un lugar llamado Las Grutas de Rancho Nuevo.
Fue justo en ese lugar donde viví un incidente muy
extraño. Mientras mis hijas se divertían en la
resbaladilla, noté que un niño sollozaba de manera
inquietante. Al acercarme, vi a una persona
preguntarle al niño qué le pasaba. El pequeño no
podía hablar, solo lloraba. La persona que estaba
allí me dijo que, al parecer, el niño estaba
extraviado, ya que lo único que decía era "Papá,
¿dónde estás?".

Me arrodillé junto al niño y le dije que todo estaba


bien, que encontraríamos a su papá. El niño me
miró y volvió a decir "Papá, ¿dónde estás?".
Mientras intentábamos consolarlo, apareció el
padre del niño, se acercó a él, lo abrazó y le dijo:
"¿Por qué lloras? Te dije a dónde iría y que pronto
volvería. Tranquilo, no te he dejado de ver en
ningún momento". Este incidente me hizo
reflexionar sobre mi relación con Dios. Como
cristiano, me identifico mucho con ese niño, ya que
muchas veces me he sentido solo y desesperado,
especialmente cuando las tormentas de la vida han
asaltado mi frágil embarcación.

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No te rindas aún hay esperanza

Son en esos momentos de crisis cuando levanto


mis ojos al cielo y me pregunto: "Jesús, ¿dónde
estás? ¿Por qué no puedo verte?"

B. Pero a pesar de lo que sentimos, podemos estar


seguros de que Dios siempre está con nosotros,
aun cuando no podemos verlo o sentirlo. La Biblia
nos enseña que “Dios es nuestro amparo y
nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en
momentos de angustia"(Salmos 46:1). Él está
con nosotros siempre, incluso en los momentos
más oscuros y difíciles. Así como el padre del niño
estaba presente a su lado, aunque el niño no
pudiera verlo, Dios también está a nuestro lado en
todo momento. Incluso si nuestras circunstancias
parecen abrumadoras, podemos confiar en que Él
nunca nos dejará ni nos abandonará. Como dice la
Biblia: "Nunca te dejaré; nunca te abandonaré"
(Hebreos 13:5).

C. A pesar de saber que Jesús está con nosotros,


cuando las tormentas de la vida llegan, seguimos
volteando hacia todos lados, esperando ver a
Jesús, porque en lo más profundo de nuestro
corazón, la pregunta sigue siendo: "¿Dónde está
Jesús cuando la tormenta llega?".

II. Desarrollo

A. En medio de la tormenta

1. Los discípulos subieron a la barca y


pronto se dieron cuenta de que estaban en medio
de una tormenta terrible.

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Como buenos pescadores, siguieron el manual de


tormentas para pescadores. Sin embargo, cuando
las fuerzas se agotaron, descubrieron que todo lo
que el manual decía era inútil. Tarde o temprano,
entenderemos lo que los discípulos aprendieron:
no hay manual que nos salve de las tormentas.

2. Ese día, los discípulos estaban solos


luchando contra vientos contrarios y olas violentas.
La Biblia dice: "La barca ya estaba en medio del
mar, azotada por las olas, porque el viento era
contrario" (Mateo 14:24, RV1960). La tormenta
era tan fuerte que “en circunstancias normales,
podrían haber hecho esta distancia en
alrededor de una hora, pero en esta ocasión
habían empleado cerca de ocho horas” (Francis
D. Nichol y Humberto M. Rasi, eds., Mateo a Juan,
trans. Víctor E. Ampuero Matta y Nancy W. de
Vyhmeister, vol. 5, Comentario Bíblico Adventista
del Séptimo Día (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 1995), 405.

3. Después de ocho horas de mantener la


barca a flote, intentando todo lo humanamente
posible, las fuerzas se agotaron y la pregunta
resonó fuerte como una campana: ¿Dónde está
Jesús cuando la tormenta llega?

B. Jesús está orando por sus discípulos

1. Cuando Jesús envió a sus discípulos a la


otra orilla, Él no subió con ellos a la barca. En lugar
de eso, se quedó intencionalmente en el monte
para poder orar.

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No te rindas aún hay esperanza

La Biblia dice: "Despedida la multitud, subió al


monte a orar aparte; y cuando llegó la noche,
estaba allí solo" (Mateo 14:23, RV1960).

2. Mientras los discípulos estaban luchando


con la tormenta, Jesús estaba orando por ellos.
Podría parecer extraño ver a Jesús orando
mientras los discípulos naufragaban, pero esto sólo
tiene sentido si Jesús estaba intercediendo por
ellos. El Evangelio de Marcos nos dice: "Después
de despedirlos, subió al monte a orar. Al caer la
noche, la barca estaba en el medio del lago, y
Jesús estaba solo en tierra. Vio a sus
discípulos que remaban con dificultad, porque
el viento les era contrario. A eso de la cuarta
vigilia de la noche, Jesús fue hacia ellos
caminando sobre el lago, como si quisiera
pasarles de largo" (Marcos 6:46-48, NVI).

3. Aunque los discípulos no podían ver a


Jesús, Él sí podía verlos. Y mientras los observaba
luchar contra las olas, estaba orando por ellos para
que no perdieran la fe. "Jesús no estaba con
ellos, pero no los había olvidado. La barca
estaba en medio del mar, azotada por las olas,
porque el viento era contrario. Parecía que los
discípulos estaban solos en el mar
embravecido. Pero Jesús los veía. Los vigilaba
con más ternura que el padre que, desde la
orilla, ve a su hijo luchar contra las olas" (Elena
G. de White, El Deseado de Todas las Gentes,
capítulo 44).

4. Hay dos cosas importantes que Jesús


estaba haciendo en ese monte:

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No te rindas aún hay esperanza

• Viendo a sus discípulos: Jesús no se


había olvidado de ellos. A pesar de que
parecía que Él no estaba allí, estaba
pendiente de ellos. Y no solo eso, Él podía
verlos a través de la tormenta y de la
oscuridad.

• Intercediendo por ellos: Jesús estaba


orando por sus discípulos, pidiendo por su
protección y fortaleza en medio de la
tormenta. Él sabía que la fe de los discípulos
estaba siendo probada y que necesitaban
su ayuda.

C. Jesús te ve

1. No hay mirada más tierna y amorosa


que la de Jesús. Su amor y compasión son más
grandes que cualquier tormenta que podamos
enfrentar en la vida. A veces nos sentimos
pequeños e invisibles, pensamos que nadie nos
ama o que somos un accidente del destino. Pero
nada está más alejado de la verdad: aunque no
podamos ver a Jesús, Él sí puede vernos, y somos
importantes y amados a sus ojos.

2. En cierta ocasión, Jesús entrevistó a un


joven rico que sentía cierta simpatía por él, pero no
estaba dispuesto a dejarlo todo por él. Aunque
Jesús conocía las dudas y los temores del joven
rico, al mirarlo, lo amó: "Entonces Jesús,
mirándolo, lo amó, y le dijo: 'Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven,

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No te rindas aún hay esperanza

sígueme, tomando tu cruz'" (Marcos 10:21,


RV1960).

3. En otra ocasión, llevaron ante Jesús a una


mujer sorprendida en adulterio. Los acusadores
gritaban que la ley de Moisés mandaba apedrear a
tales mujeres y le preguntaron a Jesús qué debían
hacer. El cuestionamiento era cruel y la mujer
debía ser condenada por su pecado, pero Jesús la
miró con misericordia y le dijo: "Mujer, ¿dónde
están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha
condenado?" (Juan 8:10, RV1960).

4. La mirada de Jesús está llena de amor,


compasión, misericordia y perdón. Sus ojos no te
juzgan, sino que te perdonan. Cuando tienes dudas
y miedo, Jesús te ve con amor. Cuando has fallado
y todos te señalan, él te ve con misericordia. Eres
especial, eres único, eres amado. Para Jesús,
"toda persona era preciosa a sus ojos. A la vez
que siempre llevaba consigo la dignidad divina,
se inclinaba con la más tierna consideración
hacia cada uno de los miembros de la familia de
Dios. En todos los hombres veía seres caídos a
quienes era su misión salvar" (Elena G. de
White, El Camino a Cristo, pág. 8).

5. Si alguna vez te sientes pequeño, invisible


o sin amor, recuerda la mirada de Jesús. La mirada
de Jesús siempre nos recordará su amor y
compasión. Aunque las tormentas de la vida nos
hagan sentir pequeños e invisibles, Jesús siempre
nos ve y nos ama tal como somos.

25
No te rindas aún hay esperanza

Así como lo hizo con el joven rico, la mujer


sorprendida en adulterio y Pedro, Jesús nos mira
con ternura y compasión, y nos ofrece su amor, su
perdón y su misericordia.

D. Jesús intercede por ti

1. Jesús no solo te ve, Él también intercede


por ti. La Biblia dice que Jesús es nuestro Sumo
Sacerdote e intercede por nosotros. El apóstol
Pablo escribió: "¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aún, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros."
(Romanos 8:34, RV1960). El mensaje de este
texto es poderoso: Jesús está a la diestra del Padre
intercediendo por nosotros.

2. En la antigüedad, solo aquellos con


autoridad y poder se sentaban a la diestra del rey.
A Jesús se le ha dado ese poder y autoridad, y está
sentado a la diestra de Dios intercediendo por sus
hijos. No hay mejor noticia que saber que Jesús
está a la diestra del Padre intercediendo por sus
hijos. Aunque "Satanás está a nuestra diestra
para acusarnos, y nuestro Abogado está a la
diestra de Dios para rogar por nosotros. Él
nunca ha perdido un caso que le ha sido
entregado. Podemos confiar en nuestro
Abogado porque presenta sus propios méritos
en favor de nosotros." (Francis D. Nichol y Tulio
N. Peverini, eds., Filipenses a Apocalipsis,
trans. Nancy W. de Vyhmeister y Víctor E.
Ampuero Matta, vol. 7, Comentario Bíblico
Adventista del Séptimo Día (Buenos Aires:

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No te rindas aún hay esperanza

Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996),


960.)

3. A la diestra de Dios está peleando


nuestras batallas el mejor abogado, aquel que
nunca ha perdido un solo caso, y está
intercediendo por nosotros. ¡Qué extraordinaria
noticia! Nuestra causa está en las manos
amorosas de Jesús.

Cuando Esteban testificaba frente a los judíos, tuvo


una visión: vio los cielos abiertos y a Jesús a la
diestra de su Padre. La Biblia de las Américas
dice: "y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y
al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios."
(Hechos 7:56, LBLA). Hay algo bastante
interesante en este texto: Jesús está a la diestra de
Dios, pero Él está de pie. Cuando la Biblia hace
referencia a que Jesús está a la diestra de Dios,
siempre se menciona que está sentado. Por
ejemplo: "Y el Señor, después que les habló, fue
recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra
de Dios." (Marcos 16:19, RV1960)

4. La pregunta de por qué Esteban vio a


Jesús a la diestra de Dios puesto en pie es muy
interesante. Según la experiencia de Esteban,
narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles,
él “No temía la muerte ni le aterrorizaban los
furiosos sacerdotes ni las excitadas turbas.
Perdió de vista el espectáculo que se ofrecía a
sus ojos, se le entreabrieron las puertas del
cielo, y vio la gloria de los atrios de Dios y a
Cristo que se levantaba de su trono como para
sostener a su siervo. (Elena G. de White, Los

27
No te rindas aún hay esperanza

hechos de los apóstoles, ed. Aldo D. Orrego,


Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación
Casa Editora Sudamericana, 2009), 83–84.)

5. Es una imagen poderosa: el Hijo del


Hombre, que se encuentra a la diestra del Padre,
se levanta de su trono para sostener a su siervo en
su momento de necesidad. Es como si Jesús
hubiera visto la lucha de Esteban y hubiera dicho:
"No te preocupes, estoy aquí contigo. Yo soy el
vencedor, y voy a luchar por ti". Y así, Jesús se
puso de pie para sostener a Esteban en su hora
más oscura.

II. Conclusión

A. Cuando Jesús se pone de pie

1. Cada 15 de febrero, más de 90 países del


mundo se unen para celebrar el "Día Internacional
de la Lucha Contra el Cáncer Infantil". Es una fecha
para recordar que el cáncer es una de las
principales causas de muerte infantil en todo el
mundo. Según la Organización Mundial de la
Salud, "se calcula que cada año padecen cáncer
unos 400 000 niños y adolescentes de entre 0 y
19 años" (Organización Mundial de la Salud,
2021).
2. Aunque existen muchas historias tristes
sobre esta terrible enfermedad, también hay
historias alegres que nos recuerdan que no todo
está perdido. Un amigo me contó una de ellas. Me
dijo que en el Hospital de Especialidades
Pediátricas hay un acto muy significativo cuando
un niño logra vencer el cáncer.

28
No te rindas aún hay esperanza

Cuando un médico da una alta definitiva a un niño


que ha vencido la enfermedad, ocurre un momento
especial: el personal médico sabe que la salida del
niño es un milagro y deciden celebrarlo. Todos se
ponen de pie, justo a la salida del hospital, y hacen
una valla de honor para que el niño vencedor pase
por ella. Cuando el niño aparece y pasa por la valla,
hay aplausos, porras y gritos de alegría. Un
guerrero ha vencido el cáncer. La emoción de la
familia es evidente, pero aún más emocionado está
el propio niño. Al final de la valla, hay una campana
de la victoria, esperando al héroe que peleó y ganó.
Cuando el niño sube a una silla y toca la campana
con todas sus fuerzas, se escucha el sonido de la
victoria inundando el hospital: talán, talán, talán,
talán.

3. Qué emoción ver al personal médico de


pie, aplaudiendo al vencedor. ¿No es eso lo que
Jesús hace por nosotros? Él no sólo está a la
diestra del Padre intercediendo por ti, sino que se
pone de pie para sostenerte. No estás solo, sin
importar cuán difícil haya sido la tormenta que has
enfrentado. Jesús ha estado de pie para consolarte
y fortalecerte. Tu causa está en las manos de
Jesús.
4. La vida puede ser difícil, pero con Jesús
a nuestro lado, podemos superar cualquier
adversidad. Él es nuestra roca, nuestra fortaleza,
nuestro refugio. En tiempos de dificultad, no hay
nada mejor que buscar su ayuda y guía, y
confiar en que Él siempre estará allí para
sostenerte y guiarte hacia la victoria.

29
No te rindas aún hay esperanza

B. La pregunta de "¿dónde está Jesús cuando la


tormenta llega?" no tiene una respuesta sencilla,
pero en medio de las tormentas de la vida,
podemos tener la seguridad de que Jesús está
intercediendo por nosotros. Podemos confiar en Él
para sostenernos y guiarnos a través de los
momentos difíciles. Como dijo el escritor cristiano
Charles Spurgeon: "La gracia de Dios es como
una red que nos sostiene en el mar de la vida".
En esos momentos difíciles, podemos encontrar
consuelo y esperanza en Él.

C. En lugar de confiar en nuestros propios


manuales, podemos depositar nuestra confianza
en Jesús. Él es el verdadero pescador de hombres,
el que calmó las aguas con una sola palabra. A
través de la fe en Él, podemos encontrar la paz en
medio de las tormentas. Como dijo el salmista: "En
paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque
solo tú, Jehová, me haces vivir confiado"
(Salmos 4:8, RV1960).

30
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 3

LA TORMENTA PERFECTA
I. Introducción

A. Ilustración.

1. En el año 2000, el mundo fue testigo del


estreno de "La tormenta perfecta", una obra
cinematográfica magistralmente dirigida por
Wolfgang Petersen y con la estelar actuación de
George Clooney. La trama, arraigada en sucesos
verídicos, relata el desgarrador naufragio de la
embarcación "Andrea Gail".

2. El 20 de septiembre de 1991, seis almas


valientes, abordo del Andrea Gail, zarparon desde
Gloucester, Massachusetts, en los Estados
Unidos, en busca de fortuna en las aguas de
Terranova, Canadá. Tras navegar las
inmensidades del océano por más de treinta días,
tomaron la determinación de regresar a casa. Sin
embargo, el destino tenía otros planes.

Fue en la mañana del 30 de octubre cuando la


embarcación se vio envuelta en lo que se
conocería como "la tormenta perfecta". Aquella
denominación no fue obra del azar, pues la
magnitud del fenómeno meteorológico se debió a
una conjunción de factores que engendraron la
borrasca más devastadora del siglo XX en la costa
este de Estados Unidos.

31
No te rindas aún hay esperanza

3. En medio del rugir de olas gigantescas,


que se alzaban a más de 30 metros de altura, y
vientos furiosos que alcanzaban los 190 km/h, la
embarcación sucumbió, perdiéndose entre las
aguas sin posibilidad alguna de retornar al hogar.
La esperanza se desvanecía mientras, durante
más de una semana, los equipos de rescate de
Estados Unidos y Canadá rastreaban
incansablemente el océano en busca de los restos
de la tripulación, pero sin éxito alguno.

Finalmente, el 11 de noviembre, la búsqueda se


suspendió. La conclusión fue ineludible: el Andrea
Gail y su valiente tripulación se habían hundido en
las profundidades del mar.

B. La tormenta perfecta y los discípulos

1. Los discípulos, al igual que la tripulación


del Andrea Gail, se habían embarcado sin saber lo
que les esperaba. Poco tiempo después de estar
navegando, el clima cambió y, a medida que los
vientos soplaron con furia, la barca parecía estar al
borde del naufragio. En medio de la noche, los
discípulos, agotados y aterrorizados, se
encontraron luchando contra una tormenta
implacable. Las palabras de la Biblia nos narran:
“Y al venir la noche, la barca estaba en medio
del mar, y él solo en tierra. Y viéndolos remar
con gran fatiga, porque el viento les era
contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche
vino a ellos andando sobre el mar, y quería
adelantárseles.” (Marcos 6:47, 48, RV,1960)

32
No te rindas aún hay esperanza

2. En las páginas sagradas encontramos


cuatro características de esta tormenta que
enfrentaron los discípulos:

a. La tormenta fue de noche: En la


penumbra de la oscuridad, los discípulos luchaban
por sobrevivir. Aun las tormentas más feroces
parecen más amenas bajo la luz del sol, pero la
noche trae consigo un manto de incertidumbre que
torna lo difícil en lo imposible. La mayoría de los
accidentes marítimos ocurren bajo el manto de la
noche, cuando la luz del día no puede guiarnos en
nuestro camino. Incluso Jesús advirtió a sus
discípulos sobre los peligros que acechan en la
oscuridad: “Pero el que anda de noche, tropieza,
porque no hay luz en él.” (Juan 11: 10)

b. La tormenta fue en medio del


mar: Los discípulos se encontraban lejos de la
seguridad de la orilla, atrapados en el punto más
alejado de cualquier ayuda.

c. La tormenta tenía vientos


contrarios: Los discípulos se esforzaban en
remar, pero los vientos les impedían avanzar. Para
comprender la intensidad de los vientos en esa
noche tormentosa, consideremos lo que narra San
Juan: “Cuando habían remado como veinticinco
o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba
sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron
miedo” (Juan 6: 19). Los discípulos habían
remado entre 25 y 30 estadios, lo que equivale a
unos 4 o 5 kilómetros.

33
No te rindas aún hay esperanza

En circunstancias normales, un viaje así en el mar


de Galilea los hubiera llevado aproximadamente
una hora, pero en esta ocasión, lucharon durante
casi 8 horas sin lograr avanzar.

d. La tormenta fue cerca de la


cuarta vigilia: Jesús llegó a sus discípulos en el
momento más oscuro, justo antes del amanecer.
En el evangelio de Marcos, leemos que Jesús se
acercó a sus discípulos cerca de la cuarta vigilia.
Quizás este detalle no signifique mucho para
nosotros, pero “Los judíos en este tiempo
dividían la noche en cuatro vigilias; la primera
era desde las seis de la tarde hasta las nueve,
la segunda desde las nueve hasta las doce, la
tercera desde las doce hasta las tres, y la cuarta
desde las tres hasta las seis; así que
probablemente comenzaba a amanecer justo
antes de que nuestro Señor llegó con sus
discípulos.” (El Tesoro del conocimiento
bíblico: Referencias bíblicas y pasajes
paralelos (Bellingham, WA: Logos Research
Systems, Inc., 2011), Mt 14:25.)

II. Desarrollo

A. Cuando parece imposible escapar de la


tormenta

1. Los discípulos se enfrentaron a una


tormenta perfecta, sin posibilidad aparente de salir
vivos. El momento, el lugar, la fuerza y la duración
de la tormenta se conjugaron de manera
desfavorable.

34
No te rindas aún hay esperanza

Pero no están solos en su lucha; todos


enfrentamos tormentas perfectas en nuestras
vidas, aquellas que parecen diseñadas para
hacernos fracasar.

2. Recuerdo a alguien que se me acercó


antes de escribir estas líneas, desesperado,
pidiendo una oración. Había sufrido algunos
preinfartos a causa del COVID, su matrimonio
naufragaba y, para colmo, había perdido su trabajo
sin previo aviso. Estaba sumido en la oscuridad, sin
saber qué hacer ni a dónde ir.

3. Esta es la receta de una tormenta


perfecta: problemas de salud, familiares y
financieros, mezclados con incredulidad. Un cóctel
devastador que deja a muchos sintiéndose como la
tripulación que llevaba al apóstol Pablo a Roma,
quienes, después de días luchando contra la
tormenta, perdieron toda esperanza de salvarse,
“Y no apareciendo ni sol ni estrellas por
muchos días, y acosados por una tempestad no
pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza
de salvarnos.” (Hechos 27:20, RV1960)

4. Quizás tú también te encuentras en medio


de tu propia tormenta perfecta. Los problemas de
salud te emboscaron, tu familia se desmorona, y el
empleo se esfuma. Te preguntas, al igual que yo lo
he hecho: ¿qué puedo hacer? ¿A dónde puedo ir?
Especialmente cuando la tormenta nos sorprende
en medio del mar.

B. Todavía no ha terminado contigo

35
No te rindas aún hay esperanza

1. Los discípulos, exhaustos, no pueden


seguir remando. Aunque la barca ha resistido los
embates de la tormenta, ellos sienten que ya no
pueden resistir más. Sus fuerzas se han agotado,
y su corazón se llena de temor. En medio de la
desesperación, un pensamiento anida en sus
mentes: “Entonces los hombres cansados se
dieron por perdidos. En la tempestad y las
tinieblas, el mar les había enseñado cuán
desamparados estaban, y anhelaban la
presencia de su Maestro”. (DTG, pág.343).

2. Como niños asustados en una noche


tormentosa, buscaban el abrazo protector de su
Maestro, sabiendo que no hay tormenta perfecta
que Jesús no pueda controlar. En ese momento
crucial, cuando ellos se sentían perdidos, en la
zona cero de su travesía, en el instante más
oscuro, cuando todo parecía perdido y ya no había
esperanza, Jesús aparece para mostrarles que
todavía no había terminado con ellos. La Biblia
relata: “Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús
vino a ellos andando sobre el mar.” (Mateo 14:
25). Así, como un faro en medio de la tempestad,
Jesús emerge para guiarlos a través de la
oscuridad.

3. Se le atribuye al poeta inglés Thomas


Fuller la frase "La hora más oscura del día es justo
antes del amanecer", y esta expresión describe con
precisión la experiencia de los discípulos. La
tormenta los había sorprendido de noche, en medio
del mar, con los vientos en contra y las fuerzas
agotadas. Pero a la cuarta vigilia, en el momento
más oscuro, en la zona cero, aparece Jesús.

36
No te rindas aún hay esperanza

No llega antes ni llega después, Él llega justo a


tiempo, como un amoroso Padre que no abandona
a sus hijos. El salmista escribió: “Aguarda a
Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí,
espera a Jehová.” (Salmo 27:14, RV1960).

4. Piensa en la barca de los discípulos como


una metáfora de nuestras vidas. Las tormentas y
desafíos que enfrentamos a menudo nos dejan
agotados y sintiéndonos desamparados. Pero, al
igual que Jesús apareció en el momento más
oscuro para los discípulos, también aparecerá en
nuestras vidas cuando más lo necesitemos.

C. Jesús camina en medio de la tormenta

1. Ilustración.

a. Era diciembre, una época del año


en que las luces festivas y los corazones cálidos se
unen en celebración. Sin embargo, para la familia
García Burgos, las luces se habían oscurecido y
sus corazones se habían llenado de temor. El
pequeño Israel, una chispa de alegría en sus vidas,
había sido diagnosticado con leucemia, una
enfermedad que les resultaba desconocida y, en
aquel entonces, parecía ser una sentencia de
muerte. Humberto y Martha, los padres de Israel,
se encontraban sumidos en la desesperación.
¿Qué podían hacer para salvar a su hijo? El cáncer
se erguía como una montaña insuperable, y cada
paso que daban parecía no tener efecto en su
lucha. Los tratamientos eran costosos y de escasa
eficacia, pero, movidos por el amor, decidieron
enfrentar esa batalla.

37
No te rindas aún hay esperanza

b. Una noche, en medio del silencio y


la penumbra, el médico llamó a Martha y, con voz
temblorosa, le comunicó que Israel podría no
sobrevivir hasta el amanecer. El corazón de Martha
se rompió en mil pedazos, y en su desesperación
se acercó a la cama de su hijo, suplicando a Dios
un milagro. "Señor, si tú realmente existes, haz
un milagro", oró Martha, mientras las lágrimas
bañaban sus mejillas. Y así, entre sollozos y
esperanza, se quedó dormida hasta que el sol
iluminó el horizonte.

c. Al despertar, la enfermera se
acercó al ver a la madre muy preocupada, Martha
preguntó por el estado de su hijo. "El niño está
bien", respondió la enfermera con una sonrisa, "no
tiene nada de qué preocuparse". Pocas horas
después, Israel despertó, hambriento y lleno de
vida, como si el milagro esperado hubiera tocado
su corazón. La familia García Burgos nunca
olvidaría aquel episodio. Habían sido testigos del
amor de Dios, de su gracia y del poder de la fe en
su forma más pura y milagrosa.

d. La historia de Israel nos enseña


que, incluso en nuestras horas más oscuras, no
debemos perder la fe. No importa cuán
imposibles parezcan nuestras situaciones, Jesús
está siempre presente, caminando en medio de
nuestras tormentas y dispuesto a tender su mano
cuando más lo necesitamos.

III. Conclusión

38
No te rindas aún hay esperanza

A. No importa cuán fuertes sean los vientos que


azotan tu vida o cuán agresiva esté la tormenta que
enfrentas, siempre hay un faro de esperanza en la
palabra de Dios. Medita en esta promesa divina:
“Entonces claman a Jehová en su angustia, y
los libra de sus aflicciones. Cambia la
tempestad en sosiego, y se apaciguan sus
ondas. Luego se alegran, porque se
apaciguaron; Y así los guía al puerto que
deseaban.” (Salmo 107: 28-30)
B. En medio de las tormentas de la vida, es fácil
sentirse abrumado y desesperado, olvidando que
el amor de Dios siempre está presente. Pero en
esas circunstancias difíciles, es cuando debemos
aferrarnos aún más fuerte a nuestra fe y permitir
que el Señor guíe nuestras almas hacia un lugar
seguro.
C. Imagina por un momento que eres un barco
navegando en un océano embravecido. Los
vientos huracanados y las olas gigantes amenazan
con hundirte a cada instante, y la visibilidad es casi
nula. En esos momentos de incertidumbre y temor,
escuchas una voz en la distancia, una voz que te
guía hacia un puerto seguro, lejos de la tormenta.
Esa voz es la de Dios, que nos llama a través de
sus promesas, instándonos a mantener la fe y a no
rendirnos ante las adversidades. Él nos anima a
clamar en nuestra angustia y a poner en sus manos
nuestras preocupaciones y temores, confiando en
que, aunque no lo veamos, Él está caminando a
nuestro lado, en medio de la tormenta. No te
rindas, porque la esperanza está en Él y Él
nunca te abandonará.

39
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 4

EL MIEDO EN MEDIO DE LA
TORMENTA
I. Introducción

A. Ilustración.

1. En un frío día de enero de 1960, un


evento extraordinario sacudió a la pequeña aldea
de Tsirkuny, Ucrania. Como si hubiera surgido del
viento mismo, Grisha Sikalenko apareció frente a
los asombrados habitantes del pueblo. Su aspecto
era desconcertante: flaco, desnutrido y sucio.
Todos creían que Grisha había caído en combate,
como un valiente héroe de guerra luchando contra
los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la verdad resultó ser aún más
inquietante que su apariencia.

2. Guiado por el miedo, Grisha Sikalenko se


escondió durante 18 largos años bajo un montón
de estiércol, intentando eludir el servicio en el
Ejército Rojo. Fue en junio de 1941 cuando,
siguiendo los consejos de su madre, se ocultó
"debajo de la pila de estiércol en la parte trasera
del establo de cabras de la familia"

3. Una noche, mientras se arrastraba en


busca de aire fresco, divisó cruces en los techos y
huyó aterrorizado, confundiendo las antenas de
televisión con presagios de desgracia.

40
No te rindas aún hay esperanza

Fue entonces, en el momento en que su hermano


menor se casó y todo el pueblo se regocijó a su
alrededor, que Grisha, desde su oscuro escondite,
maldijo el día en que la cobardía lo llevó a ser
enterrado en vida. Pasaron unos meses más
mientras reunía el valor necesario para emerger a
la superficie. Ya con 37 años, Grisha Sikalenko no
pudo soportarlo más y salió de su escondite
gritando: "¡Quiero vivir!". No se presentaron cargos
en su contra por deserción; las autoridades
consideraron que su sufrimiento había sido castigo
suficiente. Grisha Sikalenko vivió 18 años de su
vida sumido en el miedo.

4. Como él, muchas personas pierden años


valiosos escondidas en la penumbra de sus
temores. El miedo puede paralizarnos,
arrebatándonos oportunidades y alejándonos de la
luz del mundo exterior. Tal como Grisha, hay
quienes viven encadenados por el miedo,
incapaces de abandonar las cuevas donde sus
temores los han confinado por tanto tiempo. El
miedo nos encierra en prisiones invisibles,
privándonos de oportunidades, tiempo preciado y
amistades sinceras. No hay mayor tragedia que
vivir con miedo.

5. El miedo nunca es un buen consejero,


especialmente en tiempos de crisis. Tiene dos
efectos en las personas: si no las paraliza, las hace
ver cosas que no existen. A Grisha lo paralizó, y a
los discípulos, les hizo ver realidades
distorsionadas.

41
No te rindas aún hay esperanza

B. Jesús siempre llega a tiempo

1. Mientras los discípulos se sentían


derrotados, Jesús sabía que su tiempo perfecto
estaba por llegar. Él sabía que en ese momento
había llegado el tiempo para hacer un milagro. Y
así, Jesús decidió caminar sobre el agua para ir
hacia ellos. La Biblia nos cuenta cómo Jesús llegó
justo en el momento adecuado, cuando los
discípulos estaban luchando contra el viento y el
mar. El texto bíblico relata: “Y viéndolos remar
con gran fatiga, porque el viento les era
contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche
vino a ellos andando sobre el mar, y quería
adelantárseles.” (Marcos 6:48)

2. Cuando Jesús llegó a los discípulos


caminando sobre el agua, llegó en el tiempo
perfecto de Dios. Él sabía que ese era el momento
justo para ayudarles, para salvarlos. Muchas
veces, nosotros podemos sentir que Dios se ha
olvidado de nosotros, que no nos está escuchando.
Pero esto no es cierto. Dios siempre está
presente en nuestras vidas, incluso cuando no
podemos sentirlo. El tiempo de Dios es
perfecto. Él nunca llega tarde, siempre llega justo
en el momento adecuado. Incluso en nuestros
momentos más oscuros, podemos confiar en que
Jesús está caminando hacia nosotros, para
salvarnos, para guiarnos, para llevarnos a través
de las tormentas de la vida.

3. Así que, cuando sientas que estás


luchando contra la tormenta, recuerda que Jesús
siempre llega a tiempo.

42
No te rindas aún hay esperanza

Su amor es inagotable y su misericordia infinita.


Confía en Él, porque Él siempre estará allí para
ayudarte y para guiarte hacia la luz. Jesús nunca
llega tarde, Él siempre llega a tiempo. A menudo,
cuando parece que Dios se ha demorado,
descubrimos que Él solo cambió el lugar de la cita.
Puede ser difícil comprender en el momento, pero
cuando miramos hacia atrás, podemos ver cómo
Dios trabajó en nuestras vidas de maneras que
nunca habríamos imaginado. Él siempre tiene un
propósito y un plan para nosotros, incluso cuando
no podemos verlo.

II. Desarrollo

A. Jesús llegó caminando sobre el agua

1. Los discípulos estaban perdidos y


asustados en medio de una tormenta en el mar,
pensando que Jesús se había olvidado de ellos.
Pero Él nunca los había olvidado, y llegaría a su
encuentro justo a tiempo. La historia cuenta que
“Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino
a ellos andando sobre el mar.” (Mateo 14:25)

2. En la época de Jesús, las entradas


triunfales eran muy populares, y la ceremonia del
"triumphus" romano era una de las más
espectaculares. Pero Jesús no necesitaba un
carruaje real, un ejército o esclavos para hacer su
entrada triunfal. Él caminó sobre el mar en medio
de una tormenta, desafiando las leyes naturales de
la física y demostrando su poder y autoridad.

43
No te rindas aún hay esperanza

3. Los discípulos, que deseaban ver a


Jesús, nunca habrían imaginado que Él llegaría
caminando sobre el mar. Fueron sorprendidos por
su presencia en medio de la oscuridad y la
tormenta. Jesús nunca llega tarde y siempre
encuentra formas inesperadas de hacernos saber
que está con nosotros, que nos ama y que tiene el
control en todo momento.

B. Eso parece un fantasma

1. Los discípulos estaban tan sorprendidos


que nunca imaginaron que se trataba del mismo
Jesús. De acuerdo a Mateo, ellos dijeron: "Y los
discípulos, viéndole andar sobre el mar, se
turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron
voces de miedo" (Mateo 14:26).

Es como si estuvieran en una habitación a oscuras,


con solo una pequeña vela iluminando la escena.
De repente, escuchan un ruido extraño, algo que
nunca habían oído antes. Y entonces, ven una
figura oscura acercándose lentamente a ellos.
¿Qué es? ¿Un monstruo? ¿Un demonio? El miedo
se apodera de ellos, y se congelan. Ya no pueden
pensar con claridad, y todo lo que pueden ver es la
oscuridad y la figura amenazante. Y en lugar de ver
a su amigo, su maestro, su salvador, solo vieron lo
que su miedo les permitió ver: un fantasma.

2. Durante el siglo I, en Palestina, era común


la creencia en espíritus y fantasmas. Esta idea
estaba tan extendida y generalizada que formaba
parte de la cultura popular de la época.

44
No te rindas aún hay esperanza

Los discípulos se encontraron en una situación


aterradora cuando vieron a alguien caminando
sobre el agua en medio de la tormenta. A pesar de
haber pasado mucho tiempo con Jesús y haber
visto innumerables milagros, sus mentes se
nublaron por el miedo y no pudieron ver la realidad
frente a ellos. Como un velo oscuro que cubre sus
ojos, su miedo los dejó ciegos y no pudieron
reconocer a Jesús.

C. ¿Qué es el miedo?

1. El miedo es algo con lo que todos


estamos familiarizados, es esa sensación
incómoda que surge cuando nos encontramos
frente a una situación desconocida o amenazante.
Pero ¿cómo podemos diferenciar los miedos reales
de los imaginarios? Según la Real Academia, el
miedo es "angustia por un riesgo o daño real o
imaginario", lo que significa que existen miedos
que son justificados por alguna razón, y otros que
simplemente son producto de nuestra propia
imaginación.

2. Al igual que unos lentes que no tienen


la graduación correcta, el miedo puede
distorsionar nuestra percepción de la realidad.
Si lo dejamos controlarnos, podemos ver las
cosas de manera distorsionada, perder
oportunidades y alejar a las personas
importantes de nuestras vidas. Por eso, es
importante aprender a manejar el miedo y no
dejar que nos controle.

45
No te rindas aún hay esperanza

3. Según Michael Clarkson, autor del libro


"Miedo inteligente, o cómo hacer que tu miedo
trabaje para ti", “Cada persona en promedio tiene
66.000 pensamientos al día, y dos tercios de ellos
son negativos o basados en el miedo, aunque
mucho de lo que temen nunca sucede… Nosotros
sentimos temores unas 30 o 40 veces al día, los
cuales nosotros eliminamos como mero
nerviosismo. El miedo empieza después que el
despertador suena, y tenemos el primer sobresalto,
convirtiéndose en nuestra primera reacción
miedosa del día”.
(https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/
miedo-y-melancolia-reflexion/)

D. Cuando el miedo te paraliza

1. Hay una historia en la Biblia que nos habla


del poder del miedo. La encontramos en el primer
libro de Samuel, capítulo 17. Dos ejércitos se
preparan para la batalla: por un lado, los filisteos,
expertos guerreros; por el otro, el pueblo de Israel,
improvisado y desfavorecido. Los soldados
israelitas ya están temerosos ante las condiciones
de la lucha cuando entra en escena el campeón de
los filisteos: Goliat, un gigante con una altura de 2
metros con 90 centímetros, más alto que cualquier
soldado israelita.

2. Goliat desafía al ejército de Israel a luchar


contra él, lo que causa una gran conmoción
paralizante entre el pueblo y su líder, el rey Saúl.
La Biblia dice que “Oyendo Saúl y todo Israel
estas palabras del filisteo, se turbaron y
tuvieron gran miedo.” (1 Samuel 17:11),

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No te rindas aún hay esperanza

y “todos los varones de Israel que veían aquel


hombre huían de su presencia, y tenían gran
temor.” (1 Samuel 17:24).

3. Durante 40 días, el miedo paralizó al


ejército de Israel ante el desafío del gigante. El
miedo es una emoción paralizante que nos hace
ver fantasmas y nos impide actuar. Hay personas
que tienen miedo a hablar en público, a subirse a
un avión o a estar en lugares cerrados. Todo eso
tiene un denominador común: el miedo. Algunos
ejemplos son la glosofobia, el miedo a hablar en
público; la aerofobia, el miedo a subir a los aviones,
y la claustrofobia, el miedo a estar en lugares
cerrados.

4. ¿Cómo podemos vencer el miedo? La


respuesta se encuentra en las promesas de Dios.
Cuando la tormenta llega, y el miedo nos invade,
es importante recordar las promesas de Dios que
nos aseguran su protección, su amor y su fidelidad.
En lugar de dejar que el miedo nos controle,
podemos confiar en Dios y encontrar la fuerza para
superar nuestros miedos.

E. No tengas miedo

1. El miedo es una emoción que todos


hemos experimentado en algún momento de
nuestras vidas. Es una sensación paralizante que
nos hace preguntarnos "¿Qué pasaría si algo malo
nos sucede?”. Pero en medio de las tormentas
de la vida, hay una voz que nos llama a tener
ánimo y a no temer.

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No te rindas aún hay esperanza

Esa voz es la de Jesús, quien proclama: "…


¡Tened ánimo; YO SOY, ¡no temáis!" (Mateo
14:27).

2. Es asombroso cuántas veces la Biblia nos


dice "No tengas miedo". Jesús nos alienta a tener
valentía y confianza en Él, incluso cuando las
cosas parecen estar fuera de nuestro control.
Algunos aseguran que hay 366 promesas en la
Biblia en contra del miedo, una para cada día del
año, asegurándonos de que siempre escuchemos
la voz del Señor que nos dice "no tengas miedo".

3. En una ocasión, Jesús habló a sus


discípulos sobre la preocupación y el temor. Les
recordó que incluso los pajarillos, animales muy
pequeños y aparentemente insignificantes, tienen
valor para Dios. Jesús dijo: “¿No se venden dos
pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de
ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun
vuestros cabellos están todos contados. Así
que, no temáis; más valéis vosotros que
muchos pajarillos.” (Mateo 10:29-31)

4. Este pasaje de la Biblia nos enseña que


Dios cuida de todo, incluso de las cosas más
pequeñas y aparentemente insignificantes. Si Dios
tiene cuidado de un pequeño pajarillo que tiene
poco valor comercial, ¡cuánto más cuidará de sus
hijos! A veces nos sentimos tan pequeños e
insignificantes en el gran esquema de las cosas,
como si nuestro valor fuera tan bajo como el de un
pajarillo común. Pero la verdad es que Dios nos
considera de gran valor, tanto que envió a su
propio Hijo para morir por nosotros en la cruz.

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No te rindas aún hay esperanza

5. No importa si no tienes un apellido de


abolengo o una estrella en el pasillo de Hollywood,
eres muy valioso e importante para Dios. Su
atención y vigilancia te acompañarán en todo
momento. La Biblia está repleta de promesas que
nos hablan del amoroso cuidado de Dios hacia sus
hijos. Él nos asegura su presencia constante, su
protección y su ayuda en todo momento.
Encontramos estas promesas a lo largo de toda la
Biblia, y algunas de las más destacadas son:

6. La idea de que Dios está interesado en


cada detalle de nuestra vida es también una fuente
de paz y consuelo. Como se menciona en "El
Camino a Cristo" de Elena G. White: “Ninguna
cosa es demasiado grande para que él no
pueda soportarla; él sostiene los mundos y
gobierna todos los asuntos del universo.
Ninguna cosa que de alguna manera afecte
nuestra paz es tan pequeña que él no la note.
No hay en nuestra experiencia ningún pasaje
tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad
tan grande que él no pueda desenredar.
Ninguna calamidad puede acaecer al más
pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede
asaltar el alma, ningún gozo puede alegrar,
ninguna oración sincera escapar de los labios,
sin que el Padre celestial esté al tanto de ello,
sin que tome en ello un interés inmediato [...].
Las relaciones entre Dios y cada alma son tan
claras y plenas como si no existiera otra alma
sobre la tierra a quien brindar su cuidado, otra
alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.
—El Camino a Cristo, 100 (1892). – {2MCP
127.1}

49
No te rindas aún hay esperanza

7. Cuando el miedo te sorprenda con todos


sus artilugios, recuerda que el Dios que te ama
sostiene los mundos y gobierna el universo. Él es
el mismo Dios que promete estar pendiente de ti,
de tus luchas, de tus temores, de tus crisis, de tus
tormentas. Por eso, no tengas miedo y confía en
Él.

III. Conclusión

A. Yo puedo dormir mientras los vientos soplan

1. Ilustración.

a. Había un granjero que vivía en la


costa del Atlántico y siempre anunciaba que
necesitaba más empleados. Sin embargo, la
mayoría de las personas no estaban dispuestas a
trabajar allí debido al miedo a las tempestades que
devastaban las construcciones y las plantaciones.
Un día, un hombre pequeño y delgado se presentó
ante el granjero y le dijo: "Usted tiene trabajo, yo
quiero trabajar". El granjero, intrigado, le preguntó
si era un buen trabajador de la tierra, a lo que el
hombre respondió de una manera extraña: "Bueno,
yo puedo dormir mientras soplan los vientos".

b. A pesar de su respuesta confusa, el


granjero, desesperado por encontrar ayuda, le dio
el empleo. El hombre pequeño trabajó duro en la
granja desde el amanecer hasta el anochecer, lo
que dejó al granjero satisfecho con su desempeño.

50
No te rindas aún hay esperanza

c. Pero llegó una noche de fuertes


vientos y el granjero se despertó al escuchar el
sonido de la tormenta. Preocupado por la
seguridad de sus empleados, corrió hacia el
alojamiento y despertó al hombre pequeño. Pero
su respuesta dejó al granjero desconcertado: "No
señor, ya le dije, puedo dormir mientras soplan los
vientos". Enfadado por la respuesta, el granjero
estuvo tentado a despedirlo de inmediato, pero
sabía que lo necesitaba, así que salió rápidamente
a preparar la granja para la tormenta.

d. Para su sorpresa, descubrió que


todo estaba bien asegurado y protegido, desde los
montones de hierba hasta las vacas y gallinas en
los establos. El granjero entonces entendió lo que
su empleado quería decir: podía dormir mientras
soplaban los vientos porque tenía todo bajo control.

B. Piensa en esto.
1. De la misma manera, cuando
enfrentamos desafíos y tememos por el futuro,
podemos tener confianza en Jesús, quien tiene el
control de este mundo y sabe lo que hace.
Debemos tener fe en que Él está presente en las
tormentas de la vida y nos acompañará en
cualquier situación. Por eso, no debemos
escondernos ni temer, sino tener ánimo, ya que
Jesús nos dice: "¡Tened ánimo; yo soy, ¡no
temáis!".

2. La respuesta a los temores que


enfrentamos es la fe en el hecho de que Jesús está
presente en las tormentas de la vida y nos
acompañará en cualquier situación.

51
No te rindas aún hay esperanza

No te escondas, sal del escondite donde has


estado oculto todos estos años, parece que alguien
te está diciendo: ¡Tened ánimo; Yo Soy, ¡no
temáis!

52
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 5

SAL DE LA BARCA
I. Introducción

A. Ilustración.

1. Durante la Segunda Guerra Mundial, en


un mundo lleno de conflictos, más de 70,000
personas, en su mayoría hombres, se levantaron y
solicitaron la condición de objetor de conciencia.
Sus corazones estaban llenos de profundas
convicciones religiosas que los llevaron a rechazar
la violencia. La ley les ofrecía dos caminos: servir
en el ejército en el cuerpo médico u otras tareas no
combativas, o dedicarse a un "servicio alternativo"
que beneficiara a su nación. Entre aquellos
objetores de conciencia, emergió una figura que se
convertiría en un héroe de guerra: Desmond Doss,
un joven cuyas convicciones religiosas lo llevaron
a no empuñar nunca un arma.

2. “Desmond Doss nació el 2 de febrero


de 1919 en Lynchburg, Virginia, y fue educado
en la fe de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Influido desde muy pequeño por las
enseñanzas de la Biblia, y en particular por el
mandamiento de "no matarás", Desmond
cumpliría toda su vida a rajatabla ese
precepto.”(https://historia.nationalgeographic.
com.es/a/desmond-doss-heroe-segunda-
guerra-mundial-que-nunca-disparo-
bala_17202)

53
No te rindas aún hay esperanza

3. Cuando el llamado de la guerra llegó,


Doss se enlistó en el ejército, decidido a contribuir
a su país salvando vidas. Pero aquellos días no
fueron fáciles para el joven. Sus oficiales y
compañeros lo acosaban constantemente
diciéndole cosas como: "Doss, cuando entremos
en combate, me aseguraré de que no regreses
con vida", o por la noche, mientras rezaba junto
a su cama, sus compañeros se burlaban de él y
le lanzaban las botas y todo tipo de material
militar a la cabeza.

A pesar del rechazo que sufría por parte de


todos, Doss se aferró a su fe para seguir
adelante y cumplir con su objetivo de
convertirse en un soldado ejemplar.”
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/d
esmond-doss-heroe-segunda-guerra-mundial-
que-nunca-disparo-bala_17202)

4. Desmond Doss, un joven de


inquebrantables convicciones, logró ganarse el
respeto de sus compañeros y oficiales al
adentrarse en la zona de guerra sin llevar un arma,
con el único propósito de rescatar y salvar a los
heridos. “El 5 de mayo de 1945, el batallón de
Doss realizó un ataque anfibio al archipiélago
de Ryukyu para tomar una posición japonesa
situada en lo alto de un acantilado. Cuando
empezaron a escalar la pared casi vertical, los
soldados norteamericanos se encontraron
entre el fuego cruzado japonés. Los marines
fueron cayendo uno a uno bajo el fuego
enemigo.

54
No te rindas aún hay esperanza

Al ver aquello, y a pesar de ir desarmado tal


como le dictaba su conciencia, Doss se lanzó al
rescate de los heridos, mientras sus
compañeros se escondían en el primer agujero
que encontraban para escapar de las balas. La
determinación de aquel hombre salvó la vida de
75 soldados, a los que uno a uno fue cargando
sobre sus hombros con la intención de
sacarlos de aquel infierno.”
(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/d
esmond-doss-heroe-segunda-guerra-mundial-
que-nunca-disparo-bala_17202)

5. En reconocimiento a su valentía, el
presidente de los Estados Unidos, Harry Truman,
le otorgó a Desmond Doss la Medalla de Honor de
las Fuerzas Armadas, la más alta distinción
concedida por las Fuerzas Armadas
Norteamericanas.

6. Surge entonces la pregunta: ¿por qué


Doss asumió ese riesgo? El riesgo de alistarse en
el ejército, de enfrentar el menosprecio de sus
compañeros, de salvar a otros y morir en la batalla.
Quizás la respuesta radique en su fe; él se
arriesgó, creyendo que Dios tenía un plan para su
vida.

B. Una tierna invitación


1. En el preciso instante en que los
discípulos habían perdido toda esperanza, Jesús
apareció. Aunque su rostro no les resultó familiar
de inmediato, sus palabras les hicieron
comprender que era el Maestro de Galilea.

55
No te rindas aún hay esperanza

En el evangelio de San Marcos se lee: “Y subió a


ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se
asombraron en gran manera, y se
maravillaban.” (Marcos 6:51)

2. Jesús abordó la barca y la tormenta cesó,


parecía ser un final feliz. No obstante, Mateo
cuenta algo que Marcos no menciona: la historia de
Pedro caminando sobre el mar. La Biblia narra:
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la
barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.”
(Mateo 14:28,29)

3. Pedro, intrépido como siempre, ansiaba


más. Al escuchar a Jesús, exclamó: "Señor, si eres
tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas". Pedro
estaba dispuesto a asumir el riesgo y salir de la
barca. Jesús, lejos de desaprobar la idea, estaba
listo para acompañarlo en su aventura. La
respuesta de Jesús fue "Ven".

4. Déjame preguntarte, ¿qué es más fácil,


quedarse en la barca o salir de ella? Después de
todo lo vivido, lo más sencillo para los discípulos
sería quedarse en la barca; lo mismo parecía para
todos, excepto para Pedro. Él decidió correr el
riesgo porque, aunque era más cómodo
permanecer en la barca, era mejor estar en el agua
con Jesús que solos en la barca. Desmond Doss y
Pedro sabían que abandonar la seguridad de la
barca no era tarea fácil, pero había que correr el
riesgo. Para caminar junto a Jesús, debemos
atrevernos.

56
No te rindas aún hay esperanza

Es necesario tener fe para seguir a Jesús; todo


riesgo que tomemos por Él siempre irá
acompañado de nuestra fe.

II. Desarrollo

A. Desafíos de la fe

1. La fe es un hilo invisible que atraviesa


nuestra vida, uniendo momentos y decisiones,
convirtiéndose en un pilar que nos sostiene incluso
en las situaciones más inciertas e inesperadas.

Hoy, quiero invitarte a reflexionar sobre la


presencia de la fe en nuestra vida cotidiana y cómo
esta se manifiesta en nuestras acciones y
decisiones. Piensa en todas esas veces que
hemos abordado un avión, depositando nuestra
confianza en una máquina y en las manos de
personas desconocidas. A pesar de no conocer al
piloto ni haber inspeccionado personalmente el
estado del avión, permitimos que nos eleven por
encima de las nubes, confiando en que nos
llevarán a nuestro destino. Este acto de fe nos
permite volar hacia nuevas experiencias, hacia
lugares desconocidos y hacia el futuro que
esperamos.

2. La fe se extiende más allá de los


aeropuertos y aviones. La encontramos en
consultorios médicos, talleres mecánicos y en
innumerables aspectos de nuestra vida diaria.
Pero, ¿por qué nos detenemos al enfrentar la fe en
el ámbito espiritual?

57
No te rindas aún hay esperanza

Al igual que con los pilotos y mecánicos, debemos


aprender a confiar en lo divino, a depositar nuestra
fe en algo más grande que nosotros mismos.
La fe en lo espiritual no es ciega, pero requiere que
abramos nuestros corazones y mentes a las
evidencias que nos rodean.

3. “Quizás uno de los más grandes


escollos para el ejercicio de la fe en el ámbito
espiritual – aparte del olvido de la lógica al
emplear un doble criterio para la fe en las cosas
materiales y la fe en las espirituales – es el
desconocimiento del objeto, del motivo de la fe,
en este caso, Dios. ¿Cómo podemos tener fe en
lo que desconocemos? ¿Cómo creer en sus
promesas si es un extraño para nosotros? Y si
lo desconocemos, ¿cómo podemos abrir un
juicio objetivo sobre Él y su Palabra? En este
caso, ¿qué autoridad pueden tener nuestras
conclusiones?” (Baum J. Lorenzo, (1983),
Frente a un mundo nuevo: Una perpespectiva
optimista del porvenir, (1ª Edición), Puebla,
México, pág. 232)

4. La solución al dilema presentado es


simple: debemos conocer a Dios y comprender sus
promesas para poder ejercer nuestra fe en el
ámbito espiritual. La fe es un puente que nos
conecta con lo divino, permitiéndonos crecer y
avanzar en nuestra relación con Dios. Al igual que
en nuestra vida cotidiana, debemos aprender a
confiar en lo invisible, en ese hilo que sostiene
nuestras vidas y nos lleva a lugares y momentos
desconocidos, guiados por la mano amorosa de
Dios.

58
No te rindas aún hay esperanza

5. La fe, esa fuerza misteriosa que nos


impulsa a creer incluso cuando no vemos, siempre
parecerá irracional para aquel que no conoce a
Dios. Pero para aquel que ha experimentado su
presencia, la fe es tan razonable como respirar.
“La fe en Dios se apoya, por una parte, en la
razón, que nos dice que lo que existe se debe a
un Creador; por otra parte en las
manifestaciones de la Providencia
experimentadas en forma personal, hecho
individualismo, pero real, que solo puede
juzgar quién las ha palpado y comprobado”
(Baum J. Lorenzo, (1983), Frente a un mundo
nuevo: Una perpespectiva optimista del
porvenir, (1ª Edición), Puebla, México, pág. 233)

6. Ante tal panorama, resulta crucial


preguntarnos: ¿qué es la fe? Si buscamos una
definición, podemos hallarla en el libro de Hebreos,
que nos dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve”
(Hebreos 11:1). Tal definición puede parecer algo
confusa, ya que habla de certeza y convicción. De
una forma más sencilla, podríamos definir la fe
como una confianza plena y absoluta en Dios.

Es esencial no confundir la fe con un simple


asentimiento intelectual; la fe trasciende mucho
más allá de ese concepto, pues se relaciona con
una confianza total en Dios y en sus promesas. “Fe
significa confiar en Dios, creer que nos ama y
saber mejor qué es lo que nos conviene” (La
educación, p. 229).

59
No te rindas aún hay esperanza

Así, en un mundo donde la incredulidad y la duda


pueden desafiar incluso a las evidencias más
claras, es fundamental recordar que nuestra fe en
Dios, como un rayo de luz que atraviesa la
oscuridad, nos proporciona una fuerza y una
certeza que trascienden nuestro entendimiento.

B. El paralítico que se arriesgó a creer

1. En aquel día, Jesús, con amor en su


mirada y compasión en su corazón, caminaba por
las calles polvorientas de Jerusalén. El sol brillaba
en lo alto y la vida cotidiana se desarrollaba a su
alrededor. Sin embargo, su camino lo llevó a un
lugar donde la esperanza parecía haberse
desvanecido, al estanque de Betesda. Este rincón
de la ciudad era un hogar para quienes luchaban
con enfermedades y dolencias. Sus cuerpos
cansados y sus espíritus quebrantados se reunían
aquí, esperando ansiosamente el milagroso
movimiento del agua. La creencia en el ángel que
agitaba las aguas les ofrecía un destello de
esperanza, un rayo de luz en la oscuridad de su
sufrimiento.

2. Jesús, al llegar al lugar, contempló la


desesperanza y el dolor que reinaba en aquel
estanque. Su corazón se entristeció al ver a tantos
necesitados, pero sus ojos se posaron en uno en
particular, un hombre que había sufrido más que el
resto. El relato bíblico nos dice: “Y había allí un
hombre que hacía treinta y ocho años que
estaba enfermo.” (Juan 5:5)

60
No te rindas aún hay esperanza

3. El Maestro se acercó a este hombre, que


yacía en el suelo sin ninguna expectativa de
sanación. Jesús le preguntó, sabiendo cuánto
tiempo había soportado su enfermedad: “…
¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6) Una pregunta
que desafió la fe del paralítico y puso a prueba sus
creencias más profundas. La respuesta del hombre
evidenció su desconocimiento del poder sanador
de Jesús. En lugar de reconocer al Salvador que
estaba ante él, le contó su frustración por no tener
a alguien que lo ayudara a sumergirse en el agua
antes que los demás. No comprendía que la
verdadera sanación no vendría del estanque, sino
del Hijo de Dios que se encontraba a su lado.

4. Jesús, con dulzura y autoridad, le ofreció


al hombre algo mucho más grande que lo que
buscaba. Le dijo: “…Levántate, toma tu lecho, y
anda.” (Juan 5:8) Con estas palabras, Jesús le dio
una nueva vida, una oportunidad de caminar hacia
un futuro lleno de esperanza y amor divino. Así, en
ese instante, la fe del paralítico encontró su
verdadero sentido, y el poder de Jesús se
manifestó de manera milagrosa.

5. Con el corazón lleno de amor y


compasión, Jesús pronunció aquellas palabras
desafiantes: "Levántate, toma tu lecho y anda". Era
un llamado a la fe, un llamado a creer en lo
imposible. No había instrucciones previas ni
advertencias, ni siquiera un contexto teológico que
lo respaldara. Simplemente, una declaración de
acción que resonaba en el aire: "Levántate, toma
tu lecho y anda".

61
No te rindas aún hay esperanza

6. La fe, ese misterioso y poderoso don, nos


invita a trascender nuestros límites y creer en
aquello que parece imposible. Entonces, ¿estaría
dispuesto este corazón quebrantado a abrazar lo
imposible? El paralítico, ante la voz de Jesús, pudo
haber pensado que lo que le decían era una locura,
pues sus piernas no le habían sostenido en años.
Sin embargo, este hombre, en lugar de dejarse
llevar por la razón, optó por obedecer. A veces, la
fe supera la lógica y la razón, y en esos casos, solo
debemos creer y obedecer. “Jesús no pide a este
sufriente que ejerza fe en él. Simplemente le
dice: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Pero
la fe del hombre se aferra a esas palabras. En
cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y
se transmite a sus miembros inválidos una
actividad sana. Sin la menor duda dedica su
voluntad a obedecer a la orden de Cristo, y
todos sus músculos responden a su voluntad.
De un salto se pone de pie, y encuentra que es
un hombre activo.” Elena G. de White, El
Deseado de todas las gentes, ed. Aldo D.
Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010),
172.

7. Este hombre, con valentía y


determinación, abrazó la palabra de Jesús,
depositando toda su voluntad en obedecer la orden
de Cristo. Fue entonces cuando, desafiando toda
lógica y expectativa, se levantó. Podemos afirmar,
sin temor a equivocarnos, que el paralítico del
estanque decidió asumir el riesgo de la fe.

62
No te rindas aún hay esperanza

Asumir el riesgo de la fe es un camino lleno de


baches y curvas inesperadas; requiere coraje,
confianza y una entrega absoluta al poder divino.
El paralítico del estanque nos ofrece una lección
imperecedera sobre la importancia de confiar en
Dios, incluso cuando las circunstancias parecen
imposibles de superar. A través de su ejemplo,
podemos aprender a dar ese salto de fe, a creer en
lo imposible y a permitir que la gracia de Dios obre
milagros en nuestras vidas.

III. Conclusión

A. Aumentando nuestra fe

1. Hemos mencionado que la fe se puede


definir como una "confianza plena y absoluta en
Dios". Ahora, debemos entender que la fe es un
don de Dios. El apóstol Pablo dice: “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Que la fe sea un don de Dios significa que no es
algo que producimos nosotros mismos; es algo que
hemos recibido de Él. Sin embargo, ese don es
como un músculo que se puede ejercitar y al
hacerlo, se fortalece.

2. “Cuando tomamos la decisión de


seguir a Dios y confiar en él, pone en nuestro
corazón una medida de fe. Por lo tanto, la fe es
un don de Dios. Cuanto más nos ejercitamos en
ese don, más crece. La fe aumenta a medida
que aprendemos a confiar en Dios en medio de
nuestras pruebas y desafíos.

63
No te rindas aún hay esperanza

Hay momentos en que la fe crece en las


situaciones más difíciles. A veces, los
momentos de mayor desesperación son los de
mayor fe.”
(https://revista.adventista.es/domingo-
experimente-el-poder-de-la-fe/)

B. Salir de la barca

1. Salir de la barca es un acto de valentía y


fe, un gesto audaz de confiar en Jesús incluso en
medio de la tormenta. Es entregarle a Él toda
nuestra confianza, aferrándonos con
determinación a sus promesas. Hay quienes
prefieren la aparente seguridad de la barca,
evitando creer en algo más; pero hay otros que, al
escuchar la invitación de Jesús, deciden tomar el
riesgo y dar el salto de fe.

2. No sé cuál es el nombre de tu barca, pero


todo aquello en lo que depositas tu confianza se
convierte en tu refugio. Para algunos, es el dinero,
creyendo que puede resolver todos sus problemas.
Otros confían en sus estudios, pensando que sus
títulos académicos les darán la solución a cualquier
crisis. Y, aunque parezca sorprendente, hay
quienes depositan su confianza en otro ser
humano. Todos tenemos una barca en la que nos
refugiamos, pero ¿qué haremos cuando esa barca
se desmorone en medio de la tempestad? ¿Qué
haremos cuando el dinero no alcance, los estudios
no den respuestas y aquellos en quienes
confiábamos nos fallen? ¿Hacia dónde nos
dirigiremos?

64
No te rindas aún hay esperanza

3. El paralítico, quien por tanto tiempo había


permanecido en su barca de inmovilidad y
dependencia, escuchó a Jesús decir: "Levántate,
toma tu lecho y anda". Aquellas palabras
resonaron en lo profundo de su ser, y en un acto
de fe y valentía, decidió abandonar la barca que le
había servido de refugio durante tanto tiempo. Al
hacerlo, experimentó el milagro de la sanidad y la
libertad.

4. ¿Te sientes atrapado en una situación


que parece no tener salida? ¿Te encuentras en
una barca de soledad, temor o incertidumbre?
Jesús te invita a confiar en Él y experimentar su
poder transformador en tu vida.

No esperes más, da ese paso de fe y descubre el


amor, la paz y la esperanza que Él tiene
reservados para ti. Deja atrás la barca y
adéntrate en las aguas de su gracia, donde
encontrarás el verdadero sentido y propósito
para tu vida.

¿Qué esperas para dejar la barca?

65
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 6

SALIR DE LA ZONA DE CONFORT

I. Introducción

A. Ilustración.

1. En la apacible Maidenhead, Inglaterra,


Nicholas Winton vivía una vida serena. Un día, su
esposa descubrió en el ático de su hogar un álbum
de recortes que parecía esconder un tesoro. Un
tesoro que cambiaría muchas vidas. En ese álbum,
las páginas contaban una historia de valentía y
amor: cómo Winton, medio siglo atrás, rescató a
669 niños judíos de las garras de la guerra. La
esposa, conmovida, compartió este
descubrimiento con la BBC, y así comenzó la
búsqueda de aquellos pequeños a los que Winton
les había dado una segunda oportunidad.

2. La BBC, decidió organizar un programa


para encontrar a los niños que Winton había
salvado. En el programa, los reflectores iluminaron
a Winton, mostrándolo ante un público sorprendido
y emocionado. Sus ojos se llenaron de lágrimas al
ver a aquellos niños, ya adultos, que crecieron y
formaron familias.

Entonces, una mujer que había sido rescatada se


acercó y lo abrazó, y el corazón de Winton se
desbordó.

66
No te rindas aún hay esperanza

3. Esta historia comenzó en 1938, mientras


Winton paseaba por Checoslovaquia, ajeno a lo
que el destino le tenía preparado. Un amigo de la
Cruz Roja lo llamó, pidiendo ayuda para un grupo
de refugiados judíos que huían de la opresión nazi.
Al ver el sufrimiento de aquellos rostros, Winton
sintió que debía hacer algo más. Como un ángel
guardián, Winton regresó a Gran Bretaña y, junto a
la Cruz Roja británica y otras organizaciones,
trabajó sin descanso para traer a los niños a salvo.
A pesar de los obstáculos y la falta de recursos, su
fe y amor lo llevaron a vender su propio automóvil
para financiar el viaje de los pequeños.

4. La dedicación de Winton no conoció


límites, y con la ayuda de amigos y familiares, logró
reunir los recursos necesarios para salvar a los
niños del Holocausto. Aunque no era su
responsabilidad, Winton eligió enfrentar el desafío
con valentía y compasión. Nicholas Winton podría
haberse quedado inmóvil ante tal hecho, después
de todo, él no era responsable de la situación. Sin
embargo, no fue así. Winton hizo todo lo posible
para salvar a esos niños. Eso tuvo un alto precio:
dejó la comodidad de una vida apacible para
enfrentar el desafío de salvar a los niños. Su vida
fue afectada, pero también lo fueron sus finanzas.
Al vender su automóvil, tomó una clara postura: "la
comodidad no será quien controle mi vida".
Nicholas Winton se atrevió a salir de su zona de
confort.

B. Pedro salió de su zona de confort

67
No te rindas aún hay esperanza

1. Imagina la furia desatada de aquella


tormenta que enfrentaron los discípulos, hombres
experimentados en la navegación, quienes,
abrumados por el poder del agua, se dieron por
vencidos. Los discípulos, exhaustos, ya no podían
más: “Luego los hombres cansados se dieron
por perdidos.” (Elena G. de White, El Deseado
de todas las gentes, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta
edición. (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 2010), 343.)

2. En medio de la tempestad, Pedro, con voz


temblorosa pero decidida, exclamó: "... Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas"
(Mateo 14:28). Jesús, con su dulce y reconfortante
voz, respondió: "Ven". Y así, "descendiendo
Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para
ir a Jesús" (Mateo 14:29).

3. Para Pedro, salir de la barca significaba


abandonar su zona de confort, dejar atrás la
comodidad y seguridad conocidas para adentrarse
en una aventura de fe con Jesús. El riesgo era
enorme: Pedro se exponía al fracaso y a las críticas
de los demás. Pero si Jesús lo había llamado,
debía intentarlo, tenía que dar el paso de fe y dejar
atrás su zona de confort. Esta historia nos muestra
el poder de la fe y la valentía de un corazón
dispuesto a seguir a Jesús, aun cuando ello
implique dejar atrás lo conocido y seguro.

II. Desarrollo
A. ¿Qué es la zona de confort?

68
No te rindas aún hay esperanza

1. La vida, en toda su maravillosa


complejidad, nos presenta una serie de retos y
pruebas que pueden hacernos temblar hasta los
huesos. Es natural buscar refugio en lo conocido y
huir de lo desconocido; es allí donde se encuentra
nuestra zona de confort. La zona de confort es un
santuario mental en el que nos rodeamos de lo
familiar y lo seguro. Es un refugio donde las olas
del cambio y la incertidumbre no pueden
alcanzarnos. Es un lugar en el que el miedo y la
inseguridad son desterrados, y nos permitimos vivir
nuestras vidas en una apacible rutina.

2. Mientras nos sentimos cómodos y


protegidos en este santuario, también nos
encontramos con un problema: el estancamiento.
"La zona de confort es ese lugar donde nos
sentimos seguros y cómodos, pero también
donde evitamos los riesgos y no
experimentamos el miedo ni la incertidumbre,
lo que puede limitar nuestro crecimiento y
desarrollo personal y profesional" - Sánchez,
M. (2019). Sal de tu zona de confort: Claves para
superar tus límites y alcanzar el éxito. Editorial
Amat.

3. La zona de confort puede asemejarse a


un refugio seguro y confortable, pero también
puede ser una prisión que limite nuestro
crecimiento y desarrollo personal. Así como el
valiente que enfrenta sus temores, debemos
aprender a manejar nuestras emociones y superar
nuestros miedos para poder dar ese importante
paso fuera de nuestra zona de confort.

69
No te rindas aún hay esperanza

B. Jesús, nuestro ejemplo

1. Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías esperado


por tanto tiempo, tenía un lugar de honor en los
cielos junto a su Padre. Allí reinaba en paz y en
armonía con todo lo que era divino y sagrado. Pero
su amor por la humanidad lo llevó a dejar atrás ese
lugar de confort y a someterse a una experiencia
humana como nunca antes se había visto.

2. A lo largo de su vida terrenal, Jesús


enfrentó todo tipo de dificultades y desafíos, como
el rechazo de los líderes religiosos, la traición de
sus amigos y la persecución por parte de los
gobernantes del mundo. Pero, sin duda, la mayor
humillación y sufrimiento llegó en la crucifixión, en
la que fue condenado a morir de la manera más
cruel y dolorosa imaginable, como un criminal
común.

3. La Biblia nos habla sobre el ejemplo de


Jesús: "Haya, pues, en vosotros este sentir que
hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó
a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz" (Filipenses 2: 5-8).

4. En este texto, encontramos una palabra


griega interesante: "morphē". "La palabra 'forma'
(en griego 'morfe') define algo más que una
semejanza. Se refiere a lo interior; la forma

70
No te rindas aún hay esperanza

exterioriza su real esencia o ser. Simplificando


esta enseñanza, podemos decir que antes de
que se hiciera hombre, ya tenía la forma de
Dios. No una simple 'manifestación' de Dios. ¡Él
es Dios!" (Rene Zapata, Estudios Bíblicos ELA:
El gozo de vivir en Cristo (Filipenses) (Puebla,
Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.,
1994), 68–69).

5. Jesús no se apegó a los privilegios de su


divinidad, sino que se despojó a sí mismo y tomó
la forma de un siervo. Este acto de auto-despojo es
conocido como kénosis o vaciamiento. “La
kénosis significa, de acuerdo al contexto de
Filipenses 2, dejar su posición de antes de la
encarnación y tomar la condición humana de
siervo” (Rene Zapata, Estudios Bíblicos ELA: El
gozo de vivir en Cristo (Filipenses) (Puebla,
Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.,
1994), 70).

6. Así, podemos entender que la humillación


y el sufrimiento que Jesús experimentó al
abandonar su lugar de confort celestial son un
ejemplo y una inspiración para todos nosotros. Nos
muestran el poder del amor y la importancia de
estar dispuestos a sacrificar nuestras comodidades
y privilegios por el bien de los demás y por el
cumplimiento de la voluntad de Dios.

C. Salir de la zona de confort

1. Para los cristianos, abandonar la zona de


confort puede significar responder al llamado de
Dios, incluso si eso implica enfrentar algo que

71
No te rindas aún hay esperanza

parezca imposible o que nos cause miedo. Todos


aquellos a quienes Dios ha llamado han salido de
su comodidad y seguridad para ser expuestos a
una vida llena de sacrificios y desafíos. El ejemplo
de Abraham, uno de los patriarcas bíblicos, ilustra
perfectamente este punto.

2. Abraham, a los 75 años de edad, vivía en


Ur de los Caldeos cuando escuchó la voz de Dios
decir "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré"
(Génesis 12:1). Abraham se había establecido en
Ur, había formado su hogar, tenía su familia,
amigos y trabajo. La idea de mudarse a un lugar
desconocido le parecía difícil y arriesgado. Sin
embargo, Abraham confió en la voz de Dios y
obedeció el llamado divino, abandonando todo lo
que conocía y se dirigía hacia un lugar
desconocido.

La escritora Elena G. de White, describió la


situación de Abraham de la siguiente manera: "El
llamado que Abraham recibió no fue una
prueba fácil, ni el sacrificio que se requirió de él
fue pequeño. Había fuertes vínculos que lo
unían a su tierra, a sus parientes y a su hogar.
Pero no dudó en obedecer el llamado. No hizo
preguntas sobre la tierra prometida, si el suelo
era fértil, si el clima era saludable, si los
campos ofrecían hermosos paisajes o si habría
oportunidades para acumular riquezas. Dios
había hablado, y su siervo debía obedecer. Para
él, el lugar más feliz en la tierra era donde Dios
quería que estuviera" (Elena G. de White,
Patriarcas y profetas, ed. Aldo D. Orrego, trans.

72
No te rindas aún hay esperanza

Staff de la ACES, Quinta edición. (Buenos


Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
2008), 118-119).

3. La decisión de Abraham de dejar su hogar


y su tierra natal fue una muestra de valentía y
arrojo. Él decidió renunciar a su comodidad y
seguridad por una vida llena de aventuras y
desafíos junto a Dios. Su elección lo llevó a salir de
su zona de confort y a enfrentar la incertidumbre
del camino por delante.

D. La obediencia al salir de la zona de confort

1. Obedecer a Dios puede ser una tarea


desafiante que nos exige salir de nuestra zona de
confort. A menudo, cuando recibimos el llamado de
Dios, nos encontramos frente a situaciones que
parecen estar más allá de nuestras habilidades,
recursos o experiencias previas. En esos
momentos, es normal sentir temor o incertidumbre
y resistirse al cambio y a lo desconocido. Pero es
importante recordar que Dios siempre nos brindará
el poder y los recursos necesarios para cumplir su
voluntad. Al obedecer su llamado, confiamos en su
poder y guía, lo que nos permite experimentar su
provisión y gracia en nuestras vidas. Para
Abraham, salir de su zona de confort significó
obedecer a Dios. Según Claudionor Corrêa de
Andrade en su Diccionario Teológico, la obediencia
significa “Sumisión, consentimiento, pleitesía,
consideración. Es el más fuerte indicio de la fe
en Dios. Abraham, al oír la voz de Dios, dejó su
tierra y se fue rumbo a Canaán (Génesis 12:1–
3).

73
No te rindas aún hay esperanza

La obediencia se le contó como justicia


(Romanos 4:3).” (Claudionor Corrêa de
Andrade, Diccionario Teológico: Con un
Suplemento Biográfico de los Grandes
Teólogos y Pensadores (Miami, FL: Patmos,
2002), 237.). La fe y la obediencia están
estrechamente relacionadas en la vida cristiana. La
fe es la base de nuestra relación con Dios, pero la
obediencia es la forma en que expresamos nuestra
fe y la ponemos en acción.

2. En el libro de Hebreos, se describe la fe


de Abraham como un acto de obediencia: “Por la
fe Abraham, siendo llamado, obedeció para
salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba.”
(Hebreos 11: 8). Según Elena G. de White en su
libro Patriarcas y profetas, “La obediencia
incondicional de Abraham es una de las más
notables evidencias de fe de toda la Sagrada
Escritura.” (Elena G. de White, Patriarcas y
profetas, ed. Aldo D. Orrego, trans. Staff de la
ACES, Quinta edición. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008),
118.). La verdadera fe es, por tanto, un acto de
obediencia a Dios.

3. La vida cristiana una sincronía perfecta


entre la fe y la obediencia, una conexión
inseparable que se nutre mutuamente.

La fe es el cimiento sólido sobre el cual


construimos nuestra relación con Dios, pero la
obediencia es la manifestación de esa fe en acción.

74
No te rindas aún hay esperanza

Abraham entendió esta verdad de manera


profunda cuando Dios lo llamó a dejar su vida
cómoda y segura y seguirlo a un lugar
desconocido. Su obediencia a este llamado
demostró su confianza total en Dios y dejó un
legado duradero como un modelo de fe y
obediencia para nosotros.

E. Si me amáis guardad mis mandamientos

1. Es cierto que, para obedecer a Dios,


debemos estar dispuestos a abandonar nuestra
comodidad. En este sentido, el ejemplo de
Abraham es realmente inspirador: dejó atrás su
zona de confort para obedecer a Dios. Pero es
importante destacar que la obediencia nunca es
fácil ni barata para los seguidores de Jesús. La
definición de obediencia que encontramos en el
Glosario de Trasfondo Cultural de David Witthoff es
clara: "la práctica de seguir las normas, órdenes
o leyes de otro." (David Witthoff, Glosario de
Trasfondo Cultural, ed. Andrew Fuller, Jessica
Parks y Cory Taylor, trans. Alejandro Peluffo
(Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).) Por lo
tanto, obedecer a Dios significa seguir sus normas,
órdenes o leyes. Pero, ¿qué tipo de obediencia
busca Dios de nosotros? Podemos identificar dos
tipos de obediencia: la obediencia por compromiso
y la obediencia por temor.

2. La obediencia por compromiso es cuando


una persona se somete a una autoridad o sigue
una regla o norma porque ha dado su palabra o ha
hecho un compromiso de hacerlo.

75
No te rindas aún hay esperanza

Esta forma de obediencia se basa en un acuerdo


previo y no necesariamente en una relación
afectiva. La obediencia por compromiso se puede
ver como un acto de responsabilidad, ya que una
persona ha decidido cumplir con su compromiso a
pesar de cualquier dificultad o desafío que pueda
enfrentar.

3. Por otro lado, la obediencia por temor es


cuando se obedece por miedo a las consecuencias
negativas o al castigo en caso de desobediencia.
Es una forma de controlar a las personas y no es
una base sana para una relación. La obediencia
por temor no es una muestra genuina de lealtad o
amor hacia la persona o entidad que se está
obedeciendo.

Sin embargo, el tipo de obediencia que Dios desea


de nosotros no se basa en un contrato ni en el
miedo. Dios no quiere que obedezcamos por
obligación, sino por amor y devoción hacia Él. Dios
anhela tener una relación íntima con nosotros, en
la que nuestra obediencia sea una respuesta
amorosa a su gracia y misericordia en nuestras
vidas.

III. Conclusión

A. Ilustración. -
1. Cierto día, una madre se encontraba en un
dilema desafiante con su hijo de seis años. Habían
tenido un día lleno de discusiones, y una última
discusión había llevado a la madre a pedirle al niño
que se sentara en silencio en una esquina de la
habitación.

76
No te rindas aún hay esperanza

El niño, sin embargo, se negó a obedecer y, en un


acto de frustración, la madre tomó al niño y lo
obligó a sentarse en la esquina y quedarse en
silencio, diciéndole: "Te dije que te sentaras aquí,
y así lo harás. No te levantarás hasta que yo te lo
permita".

2. Con una expresión enojada y un tono de


rebeldía, el niño respondió con astucia: "Puedo
estar sentado aquí fuera, pero todavía estoy de pie
por dentro". La madre quedó sorprendida por la
astucia del niño y se dio cuenta de que la
obediencia por miedo no era la respuesta a sus
problemas de disciplina. En la vida cristiana, la
obediencia es un acto de amor y devoción a Dios.
La obediencia que Dios espera de nosotros no es
una obediencia forzada, sino una obediencia
nacida del amor y el deseo de seguir sus
mandamientos y hacer su voluntad.

B. Como señala el Comentario Bíblico Adventista


del Séptimo Día, "La obediencia que no proviene
del corazón es sólo un intento legalista por
lograr justicia propia, mediante el cual el
hombre busca méritos ante Dios. A los ojos del
cielo, eso no es obediencia en lo más mínimo.
Si falta el espíritu de obediencia, la letra o la
forma externa no tienen valor. Pero aquel que
ama a Dios sobre todas las cosas, encontrará
su mayor deleite en colaborar con él. " (Francis
D. Nichol y Humberto M. Rasi, eds., Génesis a
Deuteronomio, trans. Víctor E. Ampuero Matta
y Nancy W. de Vyhmeister, vol. 1, Comentario
Bíblico Adventista del Séptimo Día, Buenos

77
No te rindas aún hay esperanza

Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,


1992, 985).

C. Dios no nos pide obediencia por miedo, sino


una obediencia nacida del amor y la fe en él. Al
obedecer a Dios de esta manera, nuestra relación
con él florece y experimentamos su amor y
bendiciones en nuestras vidas. La obediencia por
amor es la verdadera demostración de nuestra
fe en él. El amor auténtico se manifiesta en la
obediencia a Dios. Las palabras de Jesús, "Si me
amáis, guardad mis mandamientos" (Juan
14:15), nos revelan la estrecha relación entre el
amor y la obediencia. Para demostrar un amor
genuino, la obediencia es la señal más confiable y
verídica. De hecho, la obediencia es el lenguaje del
amor. La obediencia a los mandamientos de Dios
en la Biblia es un símbolo de amor y sumisión hacia
Él. El apóstol Juan lo confirma, diciendo: "Pues
este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos, y sus mandamientos no son
gravosos” (1 Juan 5:3).

D. "Si me amáis, guardad mis mandamientos" es


una verdad esencial en la Biblia para aquellos que
buscan vivir una vida cristiana plena y satisfactoria.
Este llamado a la obediencia y al amor hacia Dios
es crucial para demostrar nuestro amor y nuestra
relación con Él. La observación de los
mandamientos es una manera concreta de
demostrar nuestro amor más profundo hacia Dios.
Como afirmó la escritora cristiana Elena G. de
White: “Los dos grandes principios de la ley de
Dios son el amor supremo a Dios y el amor
abnegado hacia nuestro prójimo.

78
No te rindas aún hay esperanza

Los primeros cuatro mandamientos y los


últimos seis descansan sobre estos dos
principios y brotan de ellos.” (Elena G. de
White, Servicio cristiano, ed. Aldo D. Orrego,
Cuarta edición. (Buenos Aires: Asociación
Casa Editora Sudamericana, 2007), 146.)

E. Hay una invitación a la aventura de la fe, donde


dejar atrás la comodidad y emprender una nueva
travesía con Jesús puede ser la clave para
encontrar la transformación y el crecimiento
espiritual. Pero como bien se sabe, este camino no
es fácil, requiere de tomar decisiones difíciles y de
un compromiso constante con el Señor. A menudo,
encontramos seguridad en nuestra zona de
confort, pero la vida cristiana nos desafía a salir de
ella y a enfrentar nuevas oportunidades para
crecer. Por ello, es necesario contemplar la cruz y
reflexionar sobre el amor de Cristo que debe guiar
nuestras vidas. Como bien lo dice la versión de la
Traducción del Lenguaje Actual de 2 Corintios
5:14: "El amor de Cristo domina nuestras
vidas". Es importante cuestionarnos a nosotros
mismos y preguntarnos si estamos dispuestos a
dejar nuestra comodidad para seguir a Jesús.

¿Estamos dispuestos a obedecer sus


mandamientos y permitir que el amor de Cristo sea
el que domine nuestras vidas? Esta es una
invitación a una aventura de fe llena de
oportunidades para la transformación y el
crecimiento espiritual.

¿Te unirás a ella?

79
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 7

NO DEJES DE VER A JESUS


I. Introducción

A. Ilustración.

1. ¿Alguna vez te has detenido a pensar


cómo aquellos navegantes de antaño conseguían
orientarse en medio del inmenso océano sin la
ayuda de la tecnología moderna? Pues bien, la
respuesta es sencilla pero sorprendente: la brújula.

La invención de la brújula marcó un antes y un


después en la historia de la navegación. Esta
herramienta sencilla pero eficaz permitió a los
navegantes orientarse con mayor precisión y
minimizar el riesgo de perderse en la vastedad del
mar. Se cree que fue inventada en el siglo IX por
los chinos, y su funcionamiento se basa en las
propiedades magnéticas de nuestro planeta. La
brújula posee una aguja que siempre apunta hacia
el norte, actuando como un imán en sintonía con la
Tierra. Este instrumento ha sido el aliado de
navegantes y exploradores a lo largo de los siglos
y sigue siendo fundamental en la navegación
actual.

2. A pesar de los enormes avances en


tecnología de navegación, la brújula sigue siendo
esencial en caso de emergencias o fallos en los
sistemas electrónicos.

80
No te rindas aún hay esperanza

Imagina que te encuentras en medio del océano,


sin saber hacia dónde dirigirte y sin una brújula.

¿Qué ocurriría? Sin la guía fiable de una brújula, te


enfrentarías al desafío de navegar sin un punto de
referencia constante. La desorientación y la
incertidumbre podrían llevarte a cometer errores y
desviarte del rumbo, aumentando la probabilidad
de perderte en el infinito océano. Además, la
ausencia de una brújula pondría en peligro tu
seguridad y la eficiencia de tu travesía.

3. Del mismo modo que un navegante


necesita una brújula para orientarse y alcanzar su
destino en medio de mares desconocidos y
condiciones adversas, un cristiano requiere una
brújula que guíe su camino en la vida. Esta brújula
espiritual y moral es crucial para mantener el
rumbo en un mundo lleno de desafíos, tentaciones
y dificultades. Dios es la brújula del cristiano. Bajo
su dirección, los creyentes pueden caminar hacia
un rumbo seguro en sus vidas.

B. Pedro perdió la brújula

1. En medio de la furia de la tormenta, los


discípulos, agotados y desesperados, sienten que
han llegado al final de sus fuerzas. De repente, en
las horas más oscuras de la noche, Jesús aparece
caminando sobre las aguas. Pedro, con su valentía
característica, lo desafía: "Señor, si eres tú,
mándame ir hacia ti sobre las aguas". Jesús
responde simplemente: "Ven". Y en ese momento,
ocurre lo impensable: Pedro sale de la barca y
camina sobre las aguas hacia Jesús.

81
No te rindas aún hay esperanza

Imagina la escena: la tormenta continúa furiosa, las


olas se levantan y los vientos azotan. La oscuridad
es casi palpable. En medio de este caos, vemos a
dos grupos: los que están en la barca y los que
están en el agua.

2. Los discípulos en la barca están


paralizados por el miedo y asombrados al ver a
Pedro caminando sobre las aguas. El temor les
impide soltar la barca y la sorpresa les hace seguir
atentos a Pedro. Pero en el agua, Pedro vive una
experiencia de fe sin igual. Es el protagonista de un
milagro, caminando sobre las olas junto a Jesús.
Solo él sabe lo que es desafiar lo imposible,
confiando en el poder de Dios.

3. Todo parece ir bien hasta que, de repente,


Pedro comienza a hundirse. La Escritura relata
este momento: "Pero cuando sintió el fuerte
viento, le entró miedo y, empezando a hundirse,
gritó: '¡Señor, sálvame!'" (Mateo 14:30 NVI).
Pedro, quien tuvo la fe para caminar sobre el agua,
ahora se hunde en la incredulidad. ¿Qué le
sucedió? La respuesta está en dónde puso su
atención. “Cuando apartó sus ojos de Jesús,
perdió pie y se hundía en medio de las ondas.”
(Elena G. de White, El Deseado de todas las
gentes, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta edición.
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 2010), 345.)

Cuando Pedro tenía su mirada fija en Jesús,


estaba a salvo. Pero al apartarla, el miedo lo
invadió y comenzó a hundirse.

82
No te rindas aún hay esperanza

La brújula de Pedro apuntaba hacia Jesús, su


punto de referencia, su norte. “Mirando a Jesús,
Pedro andaba con seguridad” (Elena G. de
White, El Deseado de todas las gentes, ed. Aldo
D. Orrego, Cuarta edición. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010),
344.) Cuando Pedro perdió de vista a Jesús, perdió
también el rumbo y, desorientado, comenzó a
hundirse.

II. Desarrollo

A. Mirarnos a nosotros mismos

1. Ilustración. - Una noche, mientras la


oscuridad envolvía el horizonte, el capitán
observaba atentamente unas luces tenues a lo
lejos. Con firmeza, ordenó a uno de sus marineros
transmitir un mensaje por radio: "Cambie su rumbo
diez grados hacia el sur". La respuesta llegó casi
de inmediato: "Cambie el suyo diez grados hacia el
norte". El capitán se sintió indignado: ¿cómo se
atrevía alguien a desobedecer su orden? Con el
orgullo herido, el capitán envió un segundo
mensaje, lleno de autoridad: "Yo soy el capitán.
Cambie su rumbo diez grados hacia el sur". La
respuesta no se hizo esperar: "Yo soy el marinero
de tercera clase Martínez. Cambie su rumbo diez
grados hacia el norte". El capitán, creyendo
intimidar al marinero, respondió: "Estoy al mando
de un buque de guerra". Sin embargo, la respuesta
lo dejó sin palabras: "Y yo estoy al mando de un
faro".

83
No te rindas aún hay esperanza

2. Esta historia nos muestra cuán a menudo


actuamos como el capitán, creyendo que no hay
nadie más importante o grande que nosotros.
Pensamos que somos autosuficientes y que no
necesitamos de nadie, especialmente de Dios.
Permitimos que el orgullo gobierne nuestras vidas,
dejando que nuestras mentiras nos engañen y nos
hagan sentir superiores a los demás.

3. En el libro "El Deseado de Todas las


Gentes", hay un comentario que ilustra esta idea a
través de la experiencia de Pedro. La autora dice:
“Mirando a Jesús, Pedro andaba con
seguridad; pero cuando con satisfacción
propia miró hacia atrás, a sus compañeros que
estaban en el barco, sus ojos se apartaron del
Salvador. El viento era borrascoso. Las olas se
elevaban a gran altura, directamente entre él y
el Maestro; y Pedro sintió miedo. Por un
instante Cristo quedó oculto de su vista, y su fe
le abandonó.” (Elena G. de White, El Deseado
de todas las gentes, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta
edición. (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 2010), 344.)

4. Pedro, en un instante de triunfo, permitió


que el orgullo se apoderara de su corazón.
Ansiando mostrar su logro a sus compañeros,
perdió de vista lo verdaderamente importante:
mantener sus ojos en Jesús. Aquel momento
sublime se transformó en un instante trágico,
cuando Pedro dejó de ver a Jesús para enfocarse
en sí mismo.

84
No te rindas aún hay esperanza

B. Cuidado con el orgullo

1. El orgulloso suele perder la brújula, al


verse a sí mismo deja de ver a Jesús y entonces
comienza a hundirse. El orgullo es un sentimiento
de autoestima exagerada y una percepción inflada
de los propios logros, habilidades o atributos, que
a menudo conduce a la creencia de que uno es
superior a los demás. En la Biblia el orgullo es
definido como “Estima propia exagerada que
ciega a su poseedor a las debilidades y
peligros, y pavimenta el camino a su
humillación y destrucción. (Siegfried H. Horn,
ed. Aldo D. Orrego, trans. Rolando A. Itin y
Gaston Clouzet, Diccionario Bíblico Adventista
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 1995), 860–861.) Uno de los
sinónimos del orgullo es la soberbia. La Biblia
señala las consecuencias de la persona orgullosa
o soberbia, algunos ejemplos son:

• Cuando viene la soberbia, viene también


la deshonra; mas con los humildes está
la sabiduría. (Proverbios 11:2)
• Antes del quebrantamiento es la
soberbia, y antes de la caída la altivez de
espíritu. (Proverbios 16:18)

De acuerdo a la Biblia una persona orgullosa esta


próxima a la deshonra y al quebrantamiento como
lo dice el proverbio “El orgullo acaba en fracaso;
la honra comienza con la humildad.” (Proverbio
18:12, TLA). En la experiencia de Pedro el orgullo
lo llevó a hundirse en el agua.

85
No te rindas aún hay esperanza

C. Nabucodonosor y su orgullo

1. Era Nabucodonosor un rey respetado por


sus logros y maravillas arquitectónicas, pero cayó
presa de la trampa de atribuirse todo el mérito de
sus éxitos. No obstante, Dios no dejó que su
corazón se llenara de vanidad sin previo aviso. A
través de un sueño, Dios le mostró un árbol
majestuoso que se elevaba hasta el cielo, pero de
repente era cortado y solo quedaba un tronco. El
profeta Daniel, interpretó el sueño y exhortó al rey
a arrepentirse de su orgullo, recordándole que toda
su grandeza provenía del Altísimo. Nabucodonosor
tomó en serio la advertencia, pero tan solo un año
después, su corazón volvió a llenarse de
arrogancia. Sus palabras, llenas de autoadulación,
resonaron: “… ¿No es esta la gran Babilonia que
yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi
poder, y para gloria de mi majestad?” (Daniel
4:28). Dios, en su infinita sabiduría, decidió
enseñarle una lección que nunca olvidaría.

2. Así fue como el sueño se cumplió y


Nabucodonosor perdió su cordura, vagando como
un animal salvaje. Fue solo cuando al fin se
arrepintió y reconoció a Dios como el dador de
todo, que su mente fue restaurada y pudo regresar
a su palacio. El testimonio de Nabucodonosor es
muy elocuente, él dice: “Al cabo de los siete
años, yo, Nabucodonosor, dejé de estar loco.
Entonces levanté los ojos al cielo y le di gracias
al Dios altísimo, que vive para siempre. Lo
alabé y le dije:

86
No te rindas aún hay esperanza

“Tu poder durará para siempre,


y tu reino no tendrá fin.
Ante ti, nada podemos hacer
los que vivimos en la tierra.
Tú haces lo que quieres
con los ejércitos del cielo
y con los habitantes del mundo.
Nadie puede oponerse a ti,
ni hacerte ningún reclamo”.

Tan pronto como dije esto, sané de mi locura y


recuperé la grandeza de mi reino. ¡Volví a ser el
mismo de antes! Todos mis consejeros y jefes
de mi reino vinieron a servirme, y llegué a ser
más poderoso que antes.” (Daniel 4:34-36,
Traducción en lenguaje actual)

3. No debemos olvidar que nuestra vida,


éxitos y bendiciones son regalos divinos. El orgullo
puede nublar nuestra visión y hacernos olvidar que
debemos mantener una actitud de humildad y
gratitud. Al igual que el rey Nabucodonosor,
nosotros también podemos ser víctimas de ese
seductor y traicionero orgullo que nos envuelve con
engañosas promesas de gloria.

Si permitimos que nuestras almas se entreguen a


la soberbia, corremos el riesgo de experimentar
una humillación profunda y desgarradora. En lugar
de jactarnos de nuestras hazañas y presumir de
nuestros triunfos, deberíamos buscar en lo
profundo de nuestros corazones y suplicar a Dios
que nos conceda la gracia de la humildad.
Tener la capacidad para valorar y agradecer Sus
innumerables bendiciones.

87
No te rindas aún hay esperanza

4. Cuando Nabucodonosor, después de su


amarga experiencia, por fin comprendió y aceptó la
verdad, no dudó en alabar y glorificar al Dios
Todopoderoso, reconociendo Su misericordia y Su
infinito poder. Sigamos el ejemplo de este rey
arrepentido y abramos nuestras almas a la obra
transformadora de Dios, permitiéndole que nos
moldee con ternura y paciencia, infundiendo en
nosotros una genuina humildad y gratitud.

D. El orgullo un problema del corazón

1. Liberarnos del orgullo requiere algo más


profundo que simples ajustes en nuestra actitud;
requiere un cambio genuino en nuestro corazón. El
orgullo no es solo un problema superficial; en
realidad, es un problema del corazón que yace en
lo más profundo de nuestro ser.

2. Cuando nos sumergimos en las


Escrituras, encontramos que la Biblia no se refiere
al corazón como un mero órgano de nuestras
emociones. A menudo, en nuestra cultura,
distinguimos entre la mente y el corazón, pero en
la perspectiva bíblica, la mente y el corazón son
uno solo. El corazón es el centro de nuestro ser, el
núcleo de quiénes somos. Como afirma
Proverbios 23:7 “Porque cual es su
pensamiento en su corazón, tal es él. Come y
bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo.”

3. Esta comprensión del corazón es esencial


para reconocer la verdadera naturaleza del orgullo.

88
No te rindas aún hay esperanza

Cuando Jesús señaló que los malos pensamientos


brotan del corazón del hombre (Mateo 15:19),
estaba hablando de la mente, no del órgano que
bombea la sangre. En los tiempos del Diluvio,
Génesis 6:5 nos relata cómo Dios vio que "la
maldad de los hombres era mucha en la tierra, y
que todo designio de los pensamientos del corazón
de ellos era de continuo solamente el mal". Aquí,
nuevamente, vemos la conexión entre la mente y
el corazón.

4. Entender que el corazón y la mente son


uno en la cosmovisión bíblica nos lleva a
reflexionar en lo que Dios quiere cambiar de
nuestra vida. Un cambio en nuestro corazón
implica un cambio en nuestra mente, nuestras
actitudes y nuestras acciones.

E. ¿Cómo cambiar el corazón?

1. En nuestra lucha por cambiar, a menudo


nos encontramos incapaces de transformar
nuestros corazones por nuestra cuenta. Podemos
intentar ajustar nuestra conducta externa, pero eso
no durará mucho; tarde o temprano, nuestra
verdadera naturaleza saldrá a la luz. La Biblia nos
muestra nuestras limitaciones de manera clara:
“¿Puede el etíope cambiar de piel o el leopardo
quitarse sus manchas? ¡Pues tampoco ustedes
pueden hacer el bien, acostumbrados como
están a hacer el mal!” (Jeremías 13:23 NVI)

2. Entonces, ¿cómo podemos realmente


cambiar nuestro corazón? La respuesta comienza
con una imagen conmovedora:

89
No te rindas aún hay esperanza

Dios como un cirujano celestial, dispuesto a


realizar un trasplante de corazón en cada uno de
nosotros. Sus palabras nos aseguran su intención:
" Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo
pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de
piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne" (Ezequiel 11:19).

3. La única manera de cambiar el corazón


es a través de una cirugía divina, permitiendo que
Dios reemplace nuestro corazón orgulloso y
pecaminoso por uno humilde y obediente. Hay una
cita inspiradora que puede ayudarnos a
comprender esta operación celestial.

La escritora cristiana Elena de White nos dice: “La


educación, la cultura, el ejercicio de la
voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su
propia esfera, pero para esto no tienen ningún
poder. Pueden producir una corrección externa
de la conducta, pero no pueden cambiar el
corazón; no pueden purificar las fuentes de la
vida. Debe haber un poder que obre desde el
interior, una vida nueva de lo alto, antes que los
hombres puedan ser cambiados del pecado a la
santidad. Ese poder es Cristo. Sólo su gracia
puede vivificar las facultades muertas del alma
y atraerlas a Dios, a la santidad.” (Elena G. de
White, El camino a Cristo, ed. Aldo D. Orrego,
trans. Staff de la ACES, Vigésima edición.
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 2007), 11–12.)

90
No te rindas aún hay esperanza

La educación, la voluntad y el esfuerzo humano


pueden mejorar nuestras vidas de muchas
maneras, pero no pueden cambiar el corazón. Solo
Cristo puede hacerlo.

III. Conclusión

A. Cristo mi piloto sé

1. Ilustración.

a. Era el 29 de mayo de 2013 cuando


el velero Nina partió de Opua, Nueva Zelanda, con
rumbo a Newcastle, Australia. A bordo, una
tripulación compuesta por siete personas, incluido
el capitán David Dyche, su esposa, su hijo y cuatro
amigos cercanos. El viaje estaba planeado para
durar aproximadamente dos semanas. Pero a
medida que el tiempo pasaba, la llegada nunca se
materializó y el velero desapareció sin dejar rastro.

En 4 de junio de ese mismo año, un mensaje de


texto fue enviado desde un teléfono satelital hacia
su agente meteorológico. La tripulación estaba
lidiando con condiciones climáticas adversas y las
velas se encontraban en un estado deplorable.
Luego de aquel mensaje, el silencio inundó el aire
y el velero, junto con sus siete tripulantes,
desapareció en el vasto océano.

b. Algunos especulan que el yate pudo


haber sucumbido a los embates del clima,
enfrentando vientos huracanados y olas
gigantescas que lo habrían llevado al abismo
marino. El último mensaje de texto antes de su
desaparición decía: "Gracias.

91
No te rindas aún hay esperanza

Las velas de tormenta se destruyeron anoche,


ahora mástiles descubiertos. Avanzando a 4 nudos
310 grados. Actualizaré información de rumbo a las
6 pm."

c. Ah, querido lector, cuántas almas vagan


perdidas en el inmenso océano de la vida,
enfrentando tempestades y naufragios sin saber si
hay esperanza de salvación. Claman por ayuda,
pues su barca se hunde en las aguas turbulentas.

Si tú eres una de esas personas, no te desesperes.

En medio de las olas embravecidas, Jesús


camina hacia ti y te susurra al oído: "No tengas
miedo, todo está bajo control, confía en mí,
déjame ser tu piloto en esta travesía".

92
No te rindas aún hay esperanza

TEMA 8
LA MANO DE DIOS
I. Introducción

A. Ilustración.

1. Aquel día, mi familia y yo emprendimos un


viaje lleno de expectativas para visitar una iglesia,
un lugar al que sólo podíamos llegar tras navegar
durante cuarenta minutos. Al llegar a tierra firme,
una camioneta nos esperaba para llevarnos otros
cuarenta minutos más hacia nuestro ansiado
destino. Pero, oh sorpresa, al arribar al
embarcadero, el vehículo no estaba allí. Nos
miramos, confundidos y preocupados, mi esposa,
mis dos pequeñas hijas y yo, nos preguntamos:
"¿Qué vamos a hacer?"

2. Sin alternativa, no podíamos quedarnos


allí en medio de la nada, lejos de cualquier atisbo
de civilización. Decidimos caminar, con la
confianza de que, a pesar de las adversidades,
juntos podríamos superar cualquier obstáculo que
se nos presentara en el camino. Armados de
valentía y esperanza, comenzamos nuestra
travesía.

3. Apenas habían pasado quince minutos


cuando la más pequeña de mis hijas, con lágrimas
en los ojos y un dolor palpable en su voz, me dijo:
"Papá, ya no aguanto, me duelen mucho las
piernas". Una piedra traicionera había herido su
tobillo.

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Entonces, tomé una decisión con la firmeza de un


padre amoroso: cargué a mi hija en el cuello y
seguí caminando, dispuesto a enfrentar lo que
viniera.

4. Los primeros minutos todo parecía ir bien,


pero pronto mis piernas comenzaron a temblar bajo
el peso del cansancio. Entre la mochila en mis
hombros y mi hija en el cuello, mi cuerpo se
desgastaba y mis fuerzas se agotaban. Sin
embargo, con el amor y el coraje como
estandartes, seguí adelante, desafiando los límites
de mi resistencia. Cuando finalmente llegamos a
nuestro destino, estaba exhausto pero agradecido.
Habíamos caminado cerca de dos horas,
venciendo cada obstáculo en el camino. Bajé a mi
hija, entramos a la casa donde nos hospedaríamos
y me acosté en una hamaca, mientras mis brazos
y piernas temblaban. Había llegado al límite, pero
lo había dado todo por mi pequeña hija.

5. Reflexiono sobre ese día y me pregunto,


¿alguna vez alguien ha dado todo por ti? ¿Alguna
vez alguien te ha sostenido en sus brazos y te ha
llevado más allá de las fuerzas, más allá de los
límites? En la vida, todos enfrentamos momentos
difíciles, situaciones que ponen a prueba nuestro
espíritu y nuestra capacidad para resistir. Pero
cuando alguien se convierte en nuestro faro en la
oscuridad, en nuestro apoyo inquebrantable, es
entonces cuando comprendemos el verdadero
poder del amor. Un amor que no conoce límites ni
barreras, que nos ayuda a enfrentar la adversidad
con valentía y nos permite crecer como personas.

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B. Jesús sostiene a Pedro

1. Pedro estaba a punto de experimentar un


amor que trascendía los límites, un amor que iba
más allá de lo imaginable. Jesús extendería sus
manos para sostenerlo en uno de los momentos
más difíciles de su vida, mostrándole el verdadero
poder del amor incondicional. Imaginemos toda la
escena, como si estuviéramos allí, en medio de la
tormenta. Los discípulos se habían dado por
vencidos, luchando por mantener a flote la barca
en medio de las olas. De pronto, Jesús aparece,
caminando con serenidad sobre las aguas
embravecidas. Pedro, impulsado por su fe, desafía
a Jesús, quien acepta su osadía y le permite
caminar sobre las aguas junto a Él.

2. La confianza de Pedro en Jesús le


permitió experimentar un milagro, pero la tormenta
seguía desatada a su alrededor. Las olas no
cesaban, los vientos continuaban soplando con
fuerza, y la oscuridad de la noche parecía más
profunda que nunca. La barca, con los discípulos
asombrados, seguía siendo azotada por la
tempestad. En medio de este caos, Pedro sintió
miedo y dejó de ver a Jesús. El desafío más grande
de su vida lo enfrentaba a sus propias limitaciones
y temores. La Biblia nos cuenta “Pero al ver el
fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor,
sálvame!” (Mateo 14: 30)

3. Fue entonces cuando Jesús, en un acto


de amor puro e incondicional, extendió su mano
para salvar a Pedro.

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No te rindas aún hay esperanza

A pesar del miedo y la duda que lo embargaban,


Pedro fue rescatado por la firme mano de su
Maestro. Jesús lo sostuvo, mostrándole que no
estaba solo en medio de la tempestad y que,
incluso en los momentos más oscuros y
desafiantes, el amor de Jesús lo mantendría a
salvo.

II. Desarrollo

A. Sin posibilidades de sobrevivir

1. Imaginemos a Pedro, en medio de aquel


mar profundo y embravecido, luchando con todas
sus fuerzas mientras la tempestad azotaba a su
alrededor. ¿Qué posibilidades tenía Pedro de salir
vivo de esas aguas turbulentas? Pensemos en
esto: cuando Pedro se encontraba en la barca, ya
no tenía esperanza; pero ahora, en medio del mar,
la situación parecía imposible. Para Pedro, todo
estaba perdido.

2. La historia de Pedro nos muestra cómo


nuestras propias vidas pueden sentirse en
ocasiones. No solo nos enfrentamos a problemas
que parecen insuperables, sino también al drama
humano de la imposibilidad de salvar nuestras
almas. Estamos naufragando en el gran océano del
pecado, sin posibilidad de rescatarnos por nuestros
propios medios.

3. La Escritura nos dice que todos somos


pecadores y que nuestra naturaleza caída nos
coloca en una completa oposición a Dios
(Romanos 3:23).

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Como resultado, estamos atrapados en el vasto


mar del pecado, condenados a la muerte
(Romanos 6:23). A pesar de nuestros esfuerzos,
no podemos nadar a través de las aguas
turbulentas de nuestras transgresiones y alcanzar
la salvación por nuestra cuenta.

4. Jesús murió en la cruz por nuestros


pecados y resucitó al tercer día, demostrando su
poder sobre la muerte y el pecado. A través de su
sacrificio, se nos ofrece la oportunidad de una vida
nueva y eterna. Pero, para recibir esta vida eterna,
debemos reconocer nuestra incapacidad para
salvarnos a nosotros mismos y aceptar la ayuda
que Jesús nos ofrece. Dicho de otra manera:
“Nuestros propios méritos nunca nos
recomendarán al favor de Dios; son los méritos
de Jesús lo que nos salva y su sangre la que
nos limpia; sin embargo, nosotros tenemos una
obra que hacer para cumplir con las
condiciones de aceptación.” (Elena G. de
White, El camino a Cristo, ed. Aldo D. Orrego,
trans. Staff de la ACES, Vigésima edición.
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 2007), 50.)

B. Nuestra única seguridad es Jesús

1. Cuando Pedro dejó de ver a Jesús,


comenzó a hundirse. Su única seguridad residía en
Jesús; fuera de Él, no tenía posibilidades de
sobrevivir. En la experiencia de Pedro, debemos
aprender una gran verdad: nuestra única seguridad
está en Jesús.

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“En ese incidente sobre el mar deseaba revelar


a Pedro su propia debilidad; mostrarle que su
seguridad estaba en depender constantemente
del poder divino. En medio de las tormentas de
la tentación, él podía caminar seguro tan sólo
si, desconfiando totalmente de sí mismo, fiaba
en el Salvador.” (Elena G. de White, El Deseado
de todas las gentes, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta
edición. (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 2010), 345.)

2. Aprendamos a desconfiar de nosotros


mismos, pues nuestra única seguridad está en
depender continuamente de Jesús. Fuera de los
brazos de Jesús, estamos perdidos y sin ninguna
posibilidad. Hay personas que son muy seguras de
sí mismas, lo cual puede ser útil en ciertos
aspectos, pero no en lo espiritual. Estar muy
seguro de uno mismo solo garantiza el fracaso.
Desconfiar de uno mismo y confiar en Jesús es el
secreto del éxito. Pensemos en el extraño
razonamiento del apóstol Pablo, cuando decía que
cuando era débil, entonces es cuando era fuerte (2
Corintios 12:10). Esto parece paradójico, pues no
se puede ser fuerte siendo débil. Sin embargo, en
la vida espiritual, esta afirmación es cierta: cuando
somos débiles, Jesús interviene para hacernos
fuertes.

C. Permanecer en Cristo

1. La unión con Cristo es un aspecto


fundamental de la vida cristiana, y mantener esa
unión es esencial para nuestro crecimiento
espiritual.

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Jesús nos enseña en Juan 15:4 "Permaneced en


mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí”. Esta unión es
comparable a la relación entre una vid y sus ramas:
es constante, profunda y vital. Como señala la
escritora cristiana Elena G. de White en libro El
camino a Cristo: “Así como la rama depende del
tronco principal para su crecimiento y
fructificación, así también tú debes depender
de Cristo con el fin de vivir una vida santa.
Fuera de él no tienes vida. No hay poder en ti
para resistir la tentación o para crecer en gracia
y santidad. Morando en él puedes florecer.
Extrayendo tu vida de él, no te marchitarás ni
serás estéril. Serás como árbol plantado junto
a la orilla de un río. (Elena G. de White, El
camino a Cristo, ed. Aldo D. Orrego, trans. Staff
de la ACES, Vigésima edición. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007),
37.)

2. Para mantener esta unión con Cristo,


debemos cultivar una comunicación continua con
Él a través de la oración, el estudio de su Palabra
y la obediencia a sus enseñanzas.

La Biblia nos dice en 1 Tesalonicenses 5:17 que


oremos sin cesar, lo que implica una relación
constante y activa con Dios. Además, el Salmo 1:2
nos exhorta a deleitarnos en la ley del Señor,
meditando en ella día y noche.

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3. Buscar a Dios a través de la oración, el


estudio de Su Palabra y la obediencia a sus
enseñanzas no es un asunto casual. Esta
exhortación nos recuerda la importancia de estos
elementos en nuestro crecimiento espiritual:
“Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de
esto tu primer trabajo. Sea tu oración:
“¡Tómame, oh Señor, como enteramente tuyo!
Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy
en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi
obra hecha en ti”. Este es un asunto diario.
Cada mañana conságrate a Dios por ese día.
Somete todos tus planes a él, para realizarlos o
abandonarlos según te lo indicare su
providencia. Así, día tras día, debes poner tu
vida en las manos de Dios, y así tu vida será
moldeada cada vez más a semejanza de la vida
de Cristo. (Elena G. de White, El camino a
Cristo, ed. Aldo D. Orrego, trans. Staff de la
ACES, Vigésima edición. (Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007),
37.)

4. La importancia de mantener esta unión


con Cristo radica en nuestra incapacidad para
enfrentar el pecado y las tentaciones por nuestra
cuenta. Sin Cristo, somos impotentes ante las
adversidades y las luchas espirituales. A través de
la oración, el estudio de su Palabra y la obediencia
a sus enseñanzas, podemos permanecer en Cristo
y experimentar la fuerza y el carácter fructífero que
Él ofrece.

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Recordemos las palabras de Jesús en Juan 15:5


“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis
hacer.”

D. "Señor, sálvame"

1. Pedro se encuentra en medio de un


océano despiadado, las olas lo asedian y el viento
lo desgarra. Sus fuerzas se desvanecen, sus
estrategias naufragan y sus posibilidades parecen
esfumarse. Sin embargo, aun en la adversidad de
Pedro, existe una elección: clamar o morir. Y la
elección de Pedro fue clamar: "Señor, sálvame".
Existe una lección hermosa e inspiradora que
podemos extraer de esta situación: incluso cuando
todo parece perdido, hay un rayo de esperanza.
Hasta el hombre que lo ha perdido todo tiene una
elección: clamar o morir.

2. En medio de las vicisitudes y tribulaciones


de la vida, cuando las soluciones parecen
inalcanzables, clama a Dios. A veces, en nuestra
desesperación, podemos olvidar que tenemos un
Padre celestial que nos ama y desea ayudarnos.
En esos momentos de debilidad y vulnerabilidad,
es cuando más necesitamos recordar que Dios
camina a nuestro lado, dispuesto a tender su mano
para socorrernos. “Pero si vamos a Dios
sintiéndonos desvalidos y dependientes, como
realmente somos, y con humildad y confiada fe
le presentamos nuestras necesidades al Ser
cuyo conocimiento es infinito.

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Él es quien vigila toda la creación y gobierna


todas las cosas por medio de su voluntad y
palabra, él puede y atenderá nuestro clamor, y
hará resplandecer luz en nuestro corazón.”
(Elena G. de White, El camino a Cristo, ed. Aldo
D. Orrego, trans. Staff de la ACES, Vigésima
edición. (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 2007), 51.) Nunca olvides
que Dios, en su infinita sabiduría y amor, no solo
puede escuchar y atender tu clamor, sino que
anhela hacerlo. Él, como Padre amoroso,
comprende nuestras luchas y sufrimientos, y
espera pacientemente a que nos acerquemos a Él
en busca de consuelo y ayuda. Cuando te
enfrentes a lo imposible, recuerda la historia de
Pedro y la lección que aprendió. Incluso en los
momentos más oscuros, no todo está perdido.
Clama a Dios y experimenta Su amor, poder y
misericordia en tu vida.

III. Conclusión

A. La mano de Dios

1. La Biblia nos cuenta la historia de un amor


inconmensurable y redención constante. Una
historia en la que Dios, desde el comienzo de los
tiempos, ha estado rescatando a sus hijos. Cuando
los primeros padres pecaron en el jardín del Edén,
Dios no los abandonó; en cambio, preguntó con
amor: "¿Dónde estás tú?" (Génesis 3:9). Este
gesto de amor y preocupación establece la pauta
para el resto de la historia de la humanidad.

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Al recorrer las páginas de la Biblia, nos


encontramos con innumerables relatos de cómo
Dios, con su mano extendida, ha rescatado a sus
hijos de situaciones desesperadas. Estas historias
nos recuerdan que, incluso en nuestras horas más
oscuras, Dios siempre está presente y dispuesto a
salvarnos.

2. Ya sea liberando a su pueblo de la


esclavitud en Egipto (Éxodo 3:20) o actuando en
juicio sobre aquellos que se niegan a arrepentirse
(Jeremías 6:12), Dios siempre ha estado activo en
los asuntos humanos. Cada uno de estos relatos
nos enseña una lección valiosa sobre la fidelidad,
la misericordia y el poder de Dios. Cuando Pedro,
en medio de las olas embravecidas, clamó a Jesús
por ayuda, el Maestro extendió su mano y lo
rescató, preguntándole: "¡Hombre de poca fe!
¿Por qué dudaste?" (Mateo 14:31).

3. La mano de Dios siempre está extendida


para salvar al pecador, tal como nos lo recuerda
Isaías 59:1 “He aquí que no se ha acortado la
mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado
su oído para oír”. Qué hermosa figura: Jesús, el
Salvador, extendiendo su mano para salvar al
pecador. Cuando Jesús vino a este mundo, Él era
la mano de Dios extendida hasta lo más profundo
para salvar al hombre. Resuena en nuestra mente
el texto de Juan 3:16 “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, más tenga vida eterna”. Y así, en las
manos de Jesús, encontramos refugio, salvación y
amor eterno.

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B. Las manos marcadas de Jesús

1. Ilustración.

a. Había una vez un joven que soñaba


con un futuro prometedor y ambicioso. Ansiaba
ocupar un puesto gerencial en una empresa de
gran envergadura, y un día, la oportunidad tocó a
su puerta. Con nerviosismo y entusiasmo, el joven
pasó la entrevista inicial, y luego fue convocado a
una junta con el mismísimo director general de la
compañía. El director, un hombre perspicaz y
experimentado, examinó el currículum del joven y
no pudo evitar admirar sus excelentes logros
académicos. Intrigado, le preguntó al aspirante si
había obtenido becas en su escuela, a lo cual el
joven respondió que no.

₋ Entonces, ¿tu padre pagó tus


colegiaturas? -indagó el director.

₋ El joven, con cierta tristeza en la voz,


reveló que su padre había fallecido
cuando él tenía apenas un año de
edad, y que había sido su madre quien
costeó sus estudios.

₋ ¿Y en qué trabajaba tu madre? -


preguntó el director, cada vez más
interesado en la historia del joven.

₋ Mi madre era lavandera -contestó el


joven con orgullo.

b. Acto seguido, el director le pidió al


joven que le mostrara sus manos.

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Al ver aquel par de manos suaves y lisas, el director


preguntó si alguna vez había ayudado a su madre
en su labor como lavandera. El joven admitió que
jamás lo había hecho, ya que su madre siempre
había preferido que se enfocara en sus estudios.
Ante tal revelación, el director le encomendó una
tarea: esa misma tarde, al llegar a casa, debía
limpiar las manos de su madre y regresar al día
siguiente para contarle su experiencia.

El joven, convencido de que esa tarea era la clave


para obtener el anhelado puesto, regresó a casa y,
con cierta timidez, le pidió a su madre que le
permitiera limpiar sus manos. La mujer, extrañada
pero complacida, accedió. Al tomar las manos de
su madre entre las suyas, el joven descubrió, por
primera vez, las arrugas y moretones que
adornaban aquellos dedos trabajadores. Las
lágrimas brotaron de sus ojos al comprender el
sacrificio que su madre había realizado por él, día
tras día, para brindarle un futuro mejor.

c. Esa noche, el joven limpió con amor y


gratitud las manos de su madre, y, además, en un
gesto de humildad, lavó el resto de la ropa que
había acumulado durante el día. Aquella velada,
madre e hijo compartieron una profunda y emotiva
conversación. A la mañana siguiente, el joven se
presentó nuevamente ante el director. Este, al ver
las lágrimas en los ojos del muchacho, le preguntó
qué había aprendido en casa. El joven, conmovido,
compartió su experiencia y cómo, al ayudar a su
madre, había comprendido el valor del aprecio y lo
difícil y duro que había sido para su madre darle
sus estudios.

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El director, satisfecho con la lección que el joven


había aprendido, le comunicó que era exactamente
el tipo de persona que buscaba para el puesto
gerencial: alguien capaz de valorar la ayuda de
otros, consciente del sufrimiento ajeno y que no
considerara el dinero como el único valor en la
vida.

2. En los momentos más oscuros de


nuestras vidas, cuando sentimos que todo está
perdido, es crucial recordar que nuestras luchas y
sacrificios no pasan desapercibidos. Del mismo
modo que las manos de aquella madre sacrificaron
tanto por el bienestar de su hijo, también las manos
de Jesús soportaron un precio inimaginable para
asegurar nuestra salvación. Aquellas manos que
sanaron a los enfermos, bendijeron a los afligidos
y liberaron a los oprimidos, sufrieron por nuestra
causa. Fueron clavadas en una cruz para
brindarnos la promesa de vida eterna.

3. No podemos olvidar el sacrificio de Jesús,


que, con amor infinito y compasión, entregó su vida
por nosotros. La redención que nos ofreció no es
algo que debamos tomar a la ligera, sino que debe
llenar nuestros corazones de gratitud y aprecio.
Cuando Jesús resucitó, sus cicatrices
permanecieron, un recordatorio visible del
sufrimiento que soportó y el amor inquebrantable
que nos mostró. Juan 20:27 nos relata “Luego
dice a Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis
manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi
costado: y no seas incrédulo, sino fiel.”

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4. Las cicatrices de Jesús, lejos de ser una


señal de derrota, son testimonio de un amor eterno,
de un poder que venció a la muerte misma. Al
recordar el sacrificio de Jesús, nos damos cuenta
de que tenemos un sacerdote que entiende
nuestras debilidades y sufrimientos (Hebreos
4:15), y nos anima a perseverar, a luchar y a seguir
adelante hasta el final.

5. Cuando Jesús regrese y ponga fin a todo


el mal que aqueja a nuestro mundo, quedará un
recuerdo imperecedero: “Nuestro Redentor
llevará siempre las marcas de su crucifixión. En
su cabeza herida, en su costado, en sus manos
y en sus pies se ven las únicas huellas de la
obra cruel efectuada por el pecado. El profeta,
al contemplar a Cristo en su gloria, dice:
“Rayos de luz salen de su costado: y allí mismo
está el escondedero de su poder”. En ese
costado herido, de donde manó la corriente
purpurina que reconcilió al hombre con Dios,
está la gloria del Salvador, “allí mismo está el
escondedero de su poder”. “Poderoso para
salvar” por causa del sacrificio de la redención,
fue por consiguiente fuerte para ejecutar la
justicia para con aquellos que despreciaron la
misericordia de Dios. Y las marcas de su
humillación son su mayor honor; a través de las
edades eternas, las heridas del Calvario
proclamarán su alabanza y declararán su
poder.” (Elena G. de White, El conflicto de los
siglos, ed. Aldo D. Orrego, Cuarta edición.
(Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 1993), 732.)

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6. En ese día glorioso, cuando todo


sufrimiento y maldad hayan sido erradicados, nos
maravillaremos ante la inmensidad del amor y el
sacrificio de nuestro Salvador.

Las cicatrices que lleva en su cuerpo


glorificado serán un recordatorio constante del
precio que pagó por nuestra redención y la
profundidad de su amor por cada uno de
nosotros.

Al contemplar las heridas que lleva Jesús, nos


uniremos en alabanza y gratitud, reconociendo
que su poder se manifestó en la cruz, el lugar
donde entregó su vida por nosotros.

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NOTAS

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