Campaña Bonearese
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El interés del PS por los sectores populares rurales surgió luego de su formación en 1896,
instalando a comienzos del siglo XX la “cuestión agraria” en sus plataformas electorales. Hacia 1898
se observan las primeras referencias a los trabajadores rurales al establecer en sus programas
electorales la abolición de las leyes de vagancia presentes en los códigos rurales provinciales. La
declaración de principios del partido señalaba que la apropiación individual del suelo del país
había provocado el surgimiento de grandes latifundios, permitiendo el establecimiento de una
sociedad capitalista (Graciano 2006).
La tardanza del socialismo en tener en cuenta a los trabajadores del campo puede haberse
vinculado a su origen urbano. Hasta 1901 su programa mínimo sólo había contemplado las
reivindicaciones del sector de la clase trabajadora ocupada en las industrias y que habitaba en las
ciudades, sin considerar el trabajo rural, “más importante que el anterior, dada la condición
agrícolo-ganadera que tiene la república”. Pero a medida que el PS se extendió por el interior debió
incorporar en su programa disposiciones que contemplaran “todo el problema social argentino”
(Oddone 1983: 269).
Los escritos de Juan B. Justo sobre el campo son importantes para conocer la concepción del
mundo rural del pensamiento socialista argentino. Justo no sólo articuló la “concepción teórica y
doctrinaria del socialismo argentino” (Tortti 1995), sino que también pensó, escribió y difundió el
“Programa Socialista del Campo”. Este es un escrito fundamental, en tanto en torno al mismo
giraron las posteriores propuestas socialistas para con la sociedad rural. Durante toda su vida Justo
mantuvo una relación particular con aquella sociedad, pensando las reformas a implementar con
el fin de modificarla. Sus críticas y propuestas afectaban desde el régimen de tenencia de la tierra,
en su opinión la causa fundamental de los problemas que afectaban al país, hasta las condiciones
de vida y de trabajo de peones y chacareros.
Entre 1899 y 1903 Juan B. Justo abandonó la ciudad de Buenos Aires y se radicó en la ciudad
bonaerense de Junín, trabajando como médico rural y participando activamente en el centro
socialista local que fundó, el Centro Social Democrático, donde analizó con detenimiento a la
sociedad rural. Varios autores han coincidido en que esa experiencia, y el viaje de estudios que
Justo había realizado a Estados Unidos en 1895 lo llevo a formular una propuesta para Argentina
partiendo del rechazo al modelo estadounidense basado en la industria (Aricó 1999: 70) (Graciano
2006). Ante el hecho de que en Argentina el desarrollo capitalista se había vinculado a las
actividades rurales, lo que la diferenciaba de otras economías contemporáneas (especialmente de
Europa pero no de América Latina), Justo dejo de considerar a la industrialización como condición
necesaria para la transformación socialista. En Argentina los cambios recaerían sobre la clase
obrera urbana, los pequeños productores rurales y los trabajadores rurales (Adelman 1989: 300).
Se conformaría un “bloque urbano rural”, una democracia rural basada en el desarrollo agrario
(Aricó 1999: 133). Por eso el “Programa Socialista del Campo” se dirigía a los trabajadores y
ciudadanos: asalariados y pequeños productores urbanos y rurales posibilitarían al PS llegar al
poder, y esa alianza acabaría con los latifundios y el sistema oligárquico, destruyendo a la “política
criolla” (Tortti 1995: 202) (Aricó 1999: 113).
El 21 de abril de 1901 Justo pronunció una conferencia en el club Vorwärts, en la que expuso las
ideas que debía impulsar el PS para mejorar la vida de arrendatarios y trabajadores rurales. A los
primeros había que asegurarles un plazo mínimo de arriendo, la inembargabilidad de sus
elementos de trabajo, la indemnización por las mejoras que dejaran al retirarse de los campos, la
abolición de los impuestos que gravaban la producción, y la exoneración del pago de la
contribución directa a la pequeña propiedad rural. A los obreros del campo había que garantizarles
la reglamentación del trabajo y un alojamiento higiénico (Adelman 1989: 329).4 Esas eran las
reformas que Justo pensaba que se podrían realizar en el corto plazo. Medidas más profundas,
como la expropiación de los latifundios, sólo podría realizarse cuando el país tuviera un gobierno
compuesto por hombres “elegidos y vigilados por el pueblo” (Justo 1915). Las ideas de Justo
fueron tratadas en el Cuarto Congreso Nacional Ordinario del PS, realizado en La Plata en julio de
1901, en el que las agrupaciones del partido incluyeron en el programa mínimo las cláusulas para
solucionar los problemas de la sociedad rural. La mayor parte de ellas coincidían con las expuestas
por Justo en abril (Oddone 1983: 271-272).
De acuerdo al "Programa Socialist¡”del Campo”, el objetivo principal del socialismo debía ser “la
defensa y la elevación del trabajador asalariado”. En 1901, para el PS el trabajador asalariado rural
era más importante que el pequeño productor. Pero Justo mencionaba que los beneficios no
podían limitarse a los asalariados rurales, diseminados por la pampa. Dudaba que la voz socialista
llegara a ellos si antes no la conocían los productores independientes, que hacían vida común con
los proletarios. El socialismo necesitaba apelar también a los agricultores y criadores que
producían en una escala moderada, en tanto sus costumbres eran similares a las de los asalariados.
A pesar de que en ciertas épocas del año eran “capitalistas y empresarios”, integraban la clase
trabajadora, pues todo trabajador del campo aspiraba a ser un productor independiente.5 Esa
clase robustecería los núcleos socialistas del campo si el partido sabía atraerlos. Los socialistas
debían hacer causa común con los chacareros, los cuales debían tomar conciencia de sus
necesidades políticas. Eso les permitiría constituirse en una clase democrática y progresista como
la que existía en Estados Unidos.
Por ende, se observa una diferencia importante entre ese escrito primigenio de Justo y los artículos
y folletos socialistas posteriores: el sujeto que debía ser beneficiado con mejores condiciones de
vida y de trabajo era el asalariado rural, no los pequeños productores. Justo apelaba a estos, pero
luego de describir las reformas que debían beneficiar al primero y atendiendo a la necesidad de
llegar a los obreros a través de los pequeños y medianos productores.
Fue en los años posteriores que el discurso socialista acentuó el rol de los chacareros arrendatarios
y propietarios en lugar de los trabajadores asalariados del campo. La reforma de la Ley Sáenz Peña
y los procesos iniciados en 1912 en Alcorta, movimiento en el que el rol de los socialistas en un
primer momento fue muy relevante, pueden explicar ese cambio (Arcondo 1980: 351-381)
(Adelman 1989). La diferencia también se vincula al diagnóstico del PS en torno a las características
de la tenencia de la tierra en la región pampeana, el origen de los problemas nacionales; la
“cuestión agraria” era producto de la mala distribución de la tierra, concentrada en los latifundios
rurales, juicio no solo compartido por los socialistas a fines del siglo XIX y principios del siguiente
(Halperín Donghi 1984).
Dado que el socialismo asociaba latifundio con atraso y ganadería, se debía impulsar a los
arrendatarios a que se transformaran en pequeños propietarios dedicados a la agricultura, por lo
cual defendió y promovió la creación de pequeñas propiedades agrícolas que acabarían con las
estancias. Antes de socializar los medios de producción era necesario desarrollar las fuerzas de
producción capitalistas en plenitud. El mismo aclaraba la paradoja que se creaba entre la defensa
de la pequeña propiedad privada, y la socialización de la propiedad de los medios de producción,
entre ellos la tierra. Los propietarios que el PS atacaba fueron los favorecidos con la compra de
tierra pública, representantes de un capitalismo “parasitario” que impedía la expansión y el
desarrollo maduro del capitalismo en Argentina. Por ende, su presencia también impediría la
futura llegada del socialismo.
Así como lo que pasaba en Australia y Nueva Zelanda era tenido en cuenta por Justo, no dejo de
analizar la importancia de la pequeña propiedad rural en la vida cotidiana de los Estados Unidos.
En su opinión, en ese país se estaban operando cambios vinculados al futuro destino de toda la
humanidad, y era la sociedad que más se acercaba al tipo industrial, siendo allí donde el
capitalismo se desarrollaba “más grande y más libre”, y por ende, donde se debía estudiar su
evolución (Justo 1928: 5). Como ya se mencionó, su viaje de estudios a ese país en 1895 contribuyó
a que formulara una propuesta de socialismo para Argentina partiendo del rechazo del modelo
estadounidense (Aricó 1999: 70). Justo observo que en su país el desarrollo capitalista se había
vinculado a las actividades rurales, característica que diferenciaba al país de otras economías
contemporáneas. Por eso dejó de considerar a la industrialización como clave del capitalismo y
condición necesaria para la transformación socialista. A partir de ese momento, el socialismo
argentino dejaría de pensar en el proletariado urbano como el único agente esencial “en el camino
hacia el socialismo”, ya que las características del capitalismo argentino, en especial el peso
importante de las actividades rurales, lo llevaron a pensar una vía específica (Adelman 1989: 300).
Esta se caracterizaría porque el peso de los cambios no debían recaer sólo sobre la clase obrera
urbana, sino también sobre los pequeños propietarios y trabajadores rurales. Por eso la idea de
una democracia rural basada en el desarrollo agrario fue visible en “la estrategia justista de un
bloque urbano rural" (Aricó 1999: 133). Al analizar quienes podrían ser los agentes de un
desarrollo capitalista pleno, pensaba en las familias de granjeros estadounidenses antes que en los
terratenientes argentinos. En Argentina, se podría realizar conformando una amplia clase de
medianos propietarios rurales, que se aliarían con los trabajadores para democratizar el país,
condición previa a la llegada del socialismo. Esa amplia alianza acabaría con la estructura
latifundista y el sistema oligárquico y destruiría la “política criolla” (Tortti 1995: 202) (Aricó 1999:
113).
La crítica contra los latifundios también se debía al enfrentamiento político de los socialistas con
los dueños de los mismos, que en su opinión representaban y sostenían a la “política criolla”.
Generalmente al latifundio, al que asociaban con la estancia dedicada a la ganadería, contraponían
una chacra, granja o quinta. Trabajada por el arrendatario o pequeño propietario con su familia y
dedicada por excelencia a la agricultura, era la imagen opuesta del terrateniente, un absentista por
naturaleza que gastaba en Paría lo que sus trabajadores producían. La estancia incluso impedía la
formación de familias, pues allí no había lugar para trabajadores con familia, por lo cual desde el
punto de vista sexual los peones de campo estaban condenados “a la vida del soldado”
(Justo 1932: 150). El celibato de los trabajadores era una de las consecuencias previsibles de sus
malas condiciones de vida, especialmente su carencia de una vivienda higiénica y confortable:
“¿Qué salud, ni qué decencia, caben para las familias hacinadas en esas covachas, que apenas
protegen contra la intemperie, sin piso ni vidrios, ni más agua que la del jagüel? ¿Qué alojamiento
pueden dar esos pequeños empresarios agrícolas a los trabajadores que emplean en permanencia
o temporalmente?¿Qué exigencias pueden tener los peones así habituados, cuando un sórdido
estanciero sólo les ofrece para alojarse los rincones vacíos de su galpón?” (Justo 1932: 151).
Mientras que chacra era sinónimo de progreso, la estancia mantenía las condiciones de vida de la
sociedad rural sin modificaciones. La contraposición es clara en el siguiente fragmento, en el que
también se observa con claridad el rol político redentor que Juan B. Justo le otorgaba a la
agricultura:
“De las estancias, donde se crían pocos niños, casi todos analfabetos, no puede salir un electorado
activo y consciente. El peón de campo que no aspire a constituir una familia, para lo cual necesita
hacerse agricultor por su cuenta o pequeño ganadero, será siempre un ciudadano inferior, sin
mentalidad propia. Sólo en la chacra es posible que el productor rural desarrolle su personalidad.
Por las chacras llegará el libro a nuestras pampas, y entre montes, praderas y sembrados aparecerá
en ellas el jardín” (Justo 1932: 155).
Por ende, el peso otorgado a la pequeña propiedad como paso necesario a la futura llegada del
socialismo motivaba que el socialismo argentino tuviera más en cuenta a los pequeños
productores que a los trabajadores rurales en sus escritos programáticos. Como ya se mencionó,
en su visión progresista de la evolución histórica, si los primeros mejoraban su situación también lo
harían los segundos, que incluso algún día también podrían transformarse en agricultores. Eso se
manifestaba la mayoría de las veces en forma abierta, como cuando Justo afirmó:
“Para la formación de una clase de agricultores propietarios numerosa, o siquiera más numerosa
que la actual, es preciso ante todo elevar la situación del peón de campo, pagarle altos salarios en
buena moneda, librarlo de impuestos sobre los consumos necesarios, alejarlo de la taberna, darle
posibilidades y ocasiones de ahorrar el pequeño fondo con que ha de establecerse en la chacra;
debe entregársele gratuitamente un lote explotable de tierra pública, y garantizársele su propiedad
mediante una ley de amparo del hogar. Y si ha de adquirir la chacra por compra, y pagarla al
contado, por lo menos en parte, preciso es también ofrecerle tierra a precio razonable, desinflando
tanto como sea posible de la capitalización del futuro mayor valor” (Justo 1932: 169).
Por el momento, sólo cabía presentar desde el parlamento nacional y las legislaturas provinciales
proyectos de ley para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores rurales. El latifundio y
la política criolla eran los obstáculos a vencer. Para eso los socialistas necesitaban el apoyo
electoral de los sectores menos favorecidos de la sociedad rural. Pero nunca lo obtuvieron. Jamás
la clase de productores agrícolas independientes soñada por el PS logró que “la inmensa llanura
argentina sea un almácigo de granjas, chacras, quintas, huertas”, tal vez porque sus posibles
protagonistas no pudieron o no quisieron hacerlo. Como ha dicho Jeremy Adelman (1989: 325),
“El proyecto rural socialista se hundió no por falta de coherencia o esfuerzo por parte de los
activistas -en realidad no había escasez de ninguno de estos dos ingredientes- sino porque el
reclamo de transformación socioeconómica no tuvo eco entre quienes nunca habían exigido
prioritariamente dicho cambio”.
Justo falleció en 1928. Tras su muerte, las propuestas socialistas vinculadas a la sociedad rural no
variaron demasiado. Aunque Justo pensó y escribió desde Junín el “Programa Socialista del
Campo”, la concepción socialista del trabajador rural se consolidó en el medio urbano.
A nivel general, la subestimación de los trabajadores rurales resaltaba en los escritos periodísticos
partidarios, en donde había una imagen negativa de los sectores rurales menos favorecidos,
paralelamente a la superior estima concedida a los trabajadores urbanos. Esto puede observarse
en su descripción sobre los peones de estancias, a los que calificaban como “huraños”, “célibes” y
“analfabetos”. Tanto el peón de estancia como el bracero eran calificados como “parias”, debido a
las condiciones en que trabajaban, las nulas conquistas que habían obtenido por no saber y poder
organizarse gremialmente, y por su apoyo constante a los representantes de la “política criolla”. El
uso del término “paria” no fue uniforme en el discurso socialista: mientras que con ese término se
apelaba hacia 1920 a los peones de estancia, tras la crisis de principios de la década de 1930, sin
embargo, el concepto también sirvió para designar a los trabajadores transitorios, cuyo número
aumentó por la carestía económica.
También debe tenerse en cuenta cuestiones de índole política a la hora de entender esa manera de
concebir al trabajador rural. Los pequeños productores implicaban un voto más estable, actores
necesariamente más sedentarios que los braceros y más proclives a la participación política que los
peones de estancia. El socialismo vinculaba a estos últimos con políticos radicales y conservadores,
es decir, que solían considerar a los obreros que trabajaban en las estancias como colaboradores
de lo que los socialistas llamaban “la política criolla”.
Otra idea a considerar es sí la apelación socialista hacia arrendatarios y peones se dirigía hacia los
trabajadores rurales, o hacia los afiliados socialistas. Posiblemente entre estos se encontraron los
trabajadores ferroviarios, muchos de los cuales al tener que trasladarse y trabajar por el espacio
rural, podrían haber actuado como intermediarios entre el PS y la sociedad rural. Las descripciones
socialistas de la vida cotidiana de los trabajadores rurales intentaban comunicar al lector en forma
dramática la diferencia que existía entre la organización sindical urbana y el desamparo rural.
Es en este marco que las ideas del afiliado socialista Anacleto Farias sobre los trabajadores rurales
permanentes se tornan interesantes. Fue uno de los pocos que sistematizó las ideas y las
propuestas del PS considerando a los trabajadores de estancia, además de los trabajadores
estacionales, empleados en la esquila y la cosecha y considerados por Justo ya desde 1901. Antes
de analizar tales ideas, es preciso hablar del hombre en cuestión.
El socialismo tandilense accedió por primera vez al Concejo Deliberante entre 1917 y 1922, y entre
los primeros concejales socialistas tandilenses se encontraba Anacleto Farias.6 Conocemos pocos
detalles de su vida. Sin dudas presentaba mas semejanzas con los socialistas del interior que con
los políticos que vivían y militaban en Capital Federal, los cuales eran médicos (Justo, Repetto,
Dickmann, Augusto Bunge), abogados (Palacios, Del Valle Iberlucea, Bravo), o intelectuales
reconocidos (Ingenieros, Lugones, Payró o Ugarte), especialmente en los primeros años del partido
(Zimmermann 1995: 59). Farias por el contrario, al igual que otros socialistas que militaban en el
interior de la provincia de Buenos Aires, como T. Bronzini en Mar del Plata, los hermanos Sebastián
en Benito Juárez o los hermanos Nigro en Tandil, puede ser caracterizado como autodidacta.
Nacido en La Rioja en 1881, cuando llegó a Tandil provenía de Junín, habiéndose afiliado al PS en
mayo de 1907, cinco años antes que se fundara el centro socialista en Tandil. No sabemos si en esa
ciudad conoció a Justo, pero posiblemente ambos coincidieron en el mismo espacio. En su ficha de
afiliado mencionó como profesión la de contador. También era el orador en los actos y participaba
activamente en los medios de prensa partidarios locales. Así, en 1914 los socialistas tandilenses
editaron su primer órgano, “El demócrata”, redactado por una comisión de prensa que integraban
Farias y otros tres afiliados, algunos de los cuales eran tipógrafos y linotipistas. Hacia 1918 el
afiliado Manuel Linares editó "La Democracia”, medio en el que escribió Anacleto Farias a
principios del año 1921 una serie de artícul“s sobre el trabajo rural permanente, editado luego por
la Federación Socialista Bonaerense (FSB) como folleto (Farias 1921).
Tenemos mayor información sobre las circunstancias de su temprana muerte. El 5 de abril de 1921
el socialismo tandilense perdió a su principal dirigente, y el Concejo Deliberante a uno de sus
principales animadores. En esos momentos Anacleto Farias era caracterizado como el líder del PS
local. falleció debido a un ataque cardíaco en la vía pública cuando se dirigía a la Municipalidad. En
las últimas elecciones legislativas había ocupado el tercer puesto en la lista de diputados por la VI
sección electoral bonaerense, y hubiera accedido a la Cámara, pues T. Bronzini, que ocupaba el
segundo lugar en la lista, había sido elegido intendente de Mar del Plata y no iba a poder
incorporarse a la misma. Para recordar al extinto, a partir de ese momento la biblioteca partidaria
llevó su nombre (Barandiarán 2004).
Fue en sus últimos años de vida cuando Farias comenzó a pensar y a escribir sobre la relación entre
el socialismo y los trabajadores rurales de las estancias. La razón para realizar eso fue el vacío que
en su opinión presentaba el discurso socialista en torno al trabajador rural de las estancias,
señalando:
“El trabajo industrial en sus múltiples fases ha sido estudiado prolijamente entre nosotros, como
también lo ha sido el agrícola; pero del trabajo montado, vale decir, el que realiza el hombre con el
concurso del caballo en las estancias, como en los movimientos de haciendas, no tenemos
conocimiento de que se haya publicado algún estudio al respecto” (Farias 1921: 4).