El Arrepentimiento Bíblico
El Arrepentimiento Bíblico
El Arrepentimiento Bíblico
Hay diferentes ideas en nuestros días acerca de lo que es el “arrepentimiento”. Pero ¿están ellas basadas en lo que
las Escrituras enseñan? (2 Timoteo 3:16-17)? ¿Es meramente un cambio de mente o hay mucho más involucrado en
ello?
Vamos a mirar a algunas de las más claras y más precisas definiciones bíblicas del arrepentimiento, comenzando con
la enseñanza de Jesús acerca de Jonás y los ninivitas:
Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación, y la condenarán; porque ellos se
arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar (Mateo 12:41).
Para averiguar exactamente lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “se arrepintieron”, vamos a revisar el recuento al
cual se está refiriendo:
Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el
menor de ellos. Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se
cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus
grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni
beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase
cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se
arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? Y vio Dios lo que hicieron, que se
convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo (Jonás 3:5-
10).
Los ninivitas se humillaron y clamaron fuertemente a Dios, convirtiéndose cada uno de su mal camino. Según la
autoridad final, esto constituye el “arrepentimiento”, a diferencia de lo que algunos en nuestros días equivocadamente
quieren que nosotros creamos – un simple “cambio de mente”.
Otro buen ejemplo de arrepentimiento es la enseñanza de Jesús acerca del hijo pródigo:
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco
de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy
digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre ... el
hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo (Lucas 15:17-
21).
Jesús declaró que la humildad del pródigo, su compunción, reconocimiento del pecado y regreso a su Padre, hicieron
que el volviera de nuevo a la vida de su estado espiritual de muerte y perdición:
Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse
(Lucas 15:24).
Esto es obviamente muerte y vida espirituales, ya que el pródigo no fue afectado físicamente por esta muerte.
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros,
no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).
No solamente fue el arrepentimiento el mensaje de Juan el Bautista (Mat. 3:1,2), sino que Jesús continuó el mensaje
de Juan después que éste fue aprisionado. No hay mayor sanidad en el mensaje de uno que cuando está respaldado
por el mensaje del propio Señor:
Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea ... Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a
decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mat. 4:12,17).
Otros Ejemplos Bíblicos
Por otro lado, Saúl estaba más preocupado de ser honrado delante del pueblo que de mostrar verdadera humildad con
respecto a su desobediencia:
Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de
Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios (1 Samuel 15:30).
La reacción de Pedro hacia su propio pecado (negar a Jesús tres veces) fue el llanto amargo:
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes
que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente (Lucas 22:61,62).
¡Cuán sabio es seguir el consejo de Santiago, que predicó el verdadero arrepentimiento que, a propósito, refuta el
punto de vista sobre el avivamiento en el movimiento de la “risa santa”:
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y
vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará (Santiago 4:8-10).
Para obtener perdón y misericordia del Señor, Isaías aconseja, “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus
pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar” (Isaías 55:7). Observe que dice que Dios “será amplio en perdonar” pero según el contexto, eso está
condicionado a que el impío deje sus caminos y pensamientos malvados, y se vuelva al Señor.
El Profeta Daniel era altamente estimado (Daniel 9:23) y dio consejo (aunque no fue escuchado) al Rey
Nabucodonosor:
Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo
misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad (Daniel
4:27).
El hijo de Nabucodonosor, Belsasar, no se humilló aunque él sabía del juicio de Dios sobre su padre, y aun se exaltó
en contra del Señor del cielo (Daniel 5:22,23). ¡Cuánto más sabio él habría sido de haber seguido el buen ejemplo del
propio Daniel:
Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión, ... hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho
impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus
ordenanzas... y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras
maldades y entender tu verdad (Daniel 9:4,5,13).
Jeremías aconsejó a los oficiales y al pueblo: “mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de
Jehová vuestro Dios” (Jeremías 26:13).
Salomón oró, “Si el cielo se cerrare y no lloviere, por haber ellos pecado contra ti, y te rogaren en este lugar y
confesaren tu nombre, y se volvieren del pecado, cuando los afligieres” (1 Reyes 8:35). El también sabía lo
siguiente acerca del arrepentimiento:
Y ellos volvieren en sí en la tierra donde fueren llevados cautivos; si se convirtieren y oraren a ti en la tierra
de su cautividad, y dijeren: pecamos, hemos hecho inicuamente, impíamente hemos hecho; si se
convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren
llevado cautivos, y oraren hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la
casa que he edificado a tu nombre (2 Crónicas 6:37,38).
El Remedio
En el libro de Ezequiel, el Señor ordenó que una marca fuera puesta en las frentes de aquellos que “gimen y que
claman a causa de todas las abominaciones (pecados) hechas en la ciudad (9:4) para protegerlos de ser
asesinados (9:6). Algún tiempo después, Dios hizo que Ezequiel profetizara:
Así dice Jehová el Señor: Convertíos y volveos de vuestros ídolos, y apartad vuestro rostro de todas
vuestras abominaciones (14:6).
Ezequiel enseñó que “el alma que pecare, ésa morirá” (18.20). Sin embargo, Dios tiene un remedio:
Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere
según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Todas las transgresiones que cometió, no le
serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. ¿Quiero yo la muerte del impío? Dice Jehová el Señor.
¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? ... Y apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo
según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Porque miró y se apartó de todas sus transgresiones que
había cometido, de cierto vivirá; no morirá. ... Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y
no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que
habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?
(Ezequiel 18:21-23, 27,28,30,31).
No hay ningún cristiano que alguna vez haya vivido que no haya sido tentado al pecado, pero el Espíritu Santo dio una
verdad relevante y consoladora a los cristianos de Corinto que se extiende hasta nosotros hoy:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar (1 Cor. 10:13).
Todos seremos tentados pero ninguno tiene por qué ceder a la tentación. ¿De qué otra manera podríamos nosotros
evitar el pecado? El Apóstol Pablo nos dio visión que puede ser una salvaguarda para nuestras almas:
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas
del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz
(Romanos 8:5,6).
Perdón Condicional
Muchos maestros populares en nuestros días erróneamente proclaman que todos los pecados de los cristianos –
pasados, presentes y futuros – han sido ya perdonados. En contraste, la Biblia cita condiciones para ser perdonados
después que se ha experimentado la verdadera regeneración:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad (1 Juan 1:9).
El Apóstol Juan – que era salvo – se incluía a sí mismo aquí usando el pronombre “nosotros”. Esta confesión de
pecados a Dios debe estar también combinada con la voluntariedad de renunciar a esos pecados:
El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia
(Proverbios 28:13).
El Señor Jesús dio otro condición relevante para recibir el perdón, de la que pocos en nuestros días tienen deseos de
predicar:
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial. Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre celestial os
perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14,15).
Jesús está dirigiendo su enseñanza a sus propios discípulos que vinieron a El (5:1,2). Observe también en Mateo
6:14,15 que Jesús les dijo que “vuestro Padre” no os perdonará vuestras ofensas si vosotros no perdonáis a los
hombres sus ofensas. El no puede estar hablando a gente no salvada ya que ellos no tendrían a Dios como su Padre
espiritual.
El Rey David escribió, “Bienaventurado aquél cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1)
y dijo cómo él había obtenido el perdón:
El perdón no viene en forma automática, como se evidenció en el versículo precedente. David tuvo que hacer algo
para obtener este perdón. Quizás Juan tenía este versículo y otros similares en mente cuando escribió 1 Juan 1:9.
Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;
aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la
viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la
nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:16-
18).
Dios es compasivo y misericordioso, no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento
(2 Pedro 3:9) pero nosotros debemos hacer nuestra parte según está registrada en las Santas Escrituras. La Biblia no
enseña que los cristianos están ya perdonados aun antes de que sus pecados futuros sean cometidos. No
deje que los falsos maestros de nuestros días lo engañen. Presten atención al mensaje de la Escrituras:
El escritor de Hebreos enseñó (entre otras enseñanzas elementales) que el arrepentimiento es un principio
fundamental cristiano:
Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando
otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, y de la fe en Dios (Hebreos 6:1).
Pronto examinaremos algunas de las “obras muertas”. Pablo dijo a los cristianos romanos que el pecado lleva a la
muerte espiritual (Romanos 6:16) y Santiago advirtió cómo ocurre esta "muerte":
Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces, la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, a la
luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. (Santiago 1:14-16)
Estas fueron las enseñanzas básicas y elementales de la iglesia primitiva que raramente se repiten en nuestros días y
aun peor, que son negadas por los maestros de la eterna seguridad.
En el momento del arrepentimiento y de la salvación inicial, pasamos de muerte a vida (1 Juan 3:14), de las tinieblas a
la luz (Hechos 26:18, Efesios 5:8, 1 Pedro 2:9), y del poder de Satanás a Dios (Hechos 26:18). Pero esto no acaba
aquí. Juan el Bautista dio su entendimiento inspirado por el Espíritu Santo en cuanto a lo que Dios requiere del
arrepentimiento, en Lucas 3:8-14:
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento. Y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos:
Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto se corta y se echa en el fuego. Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿Qué haremos? Y
respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? El les dijo: No
exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué
haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
Observe la responsabilidad humana involucrada. ¿Estaba Juan enseñando una salvación por medio de “obras”? De
ningún modo. El padre de Juan, Zacarías, profetizó acerca de él bajo la inspiración del Espíritu Santo (Lucas 1:67) que
Juan daba al “pueblo de Dios conocimiento de salvación para perdón de sus pecados”, V. 77. Aunque algunos
pudieran reclamar equivocadamente que Juan enseñaba la “ley” y las “obras” del Antiguo Testamento, ¡Dios dio el
conocimiento de la salvación a través de él!
La enseñanza de Jesús acerca de los justos fue muy similar e incluía acción de la parte de los redimidos o los
“benditos”:
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para
vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis
de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).
Jesús enseñó, “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no
podrán” (Lucas 13:24). Pero “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).
Aunque esto está en conflicto con el falso mensaje de “gracia” de hoy en día, ésta es la verdadera gracia Bíblica del
Dios Todopoderoso. Escoja a quién creer – al que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18) o a los
impíos convertidores de la gracia de hoy (Judas 3,4).
Mientras que no éramos salvos, nosotros producíamos fruto para muerte (Rom 7:5). Pero ahora debemos producir
buen fruto para evitar el ser cortados y arrojados en el fuego (Mat. 3:10). Esto requiere acción de nuestra parte que no
puede ser una salvación por “obras” ya que Jesús encomió el mensaje de Juan (Mateo 11:11). El mensaje estándar
del evangelio de gracia del Apóstol Pablo también está de acuerdo con el de Juan:
... que anuncié ... que se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento (Hechos 26:20).
Jesús nos hace libres de la esclavitud del pecado (Juan 8:34-36) pero después de la salvación inicial, Pablo enseñó a
los cristianos a persistir en buscar la inmortalidad, a continuar en el Espíritu y a hacer morir el pecado para vivir:
Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad (Romanos 2:7).
Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis (Romanos 8:13).
La responsabilidad humana y el libre albedrío están también claros en el consejo de Pablo al Pastor Timoteo cuando le
dice “no participes en pecados ajenos. Consérvate puro” (1 Timoteo 5:22).
En forma similar, Juan aconsejó a sus hijos “guardarse de los ídolos” (1 Juan 5:21).
Alguno pudiera alegar, “pero nosotros no estamos bajo la ley”. Cierto, nosotros no estamos bajo la ley ceremonial,
pero b> nosotros todavía estamos bajo la ley moral como puede verse en versos tales como 1 Corintios 6:9, 10;
Efesios 5:5-7; Gálatas 5:19-21; Judas 7; Apocalipsis 21:8; etc. Recuerde que Pablo le dijo a los cristianos corintios
que no fueran idólatras (1 Corintios 10:7). El sabía que los cristianos podían convertirse en idólatras y terminar así en
el lago de fuego según Ap. 21:8 a menos que se arrepintieran. Por lo tanto, estos apóstoles aconsejaron a los
cristianos mantenerse lejos de tal peligro espiritual.
Santiago enseñó qué clase de religión es aceptable a Dios y de qué debían guardarse los cristianos:
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus
tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo (Santiago 1:27).
Estas todas son enseñanzas de la verdadera gracia. El problema, entonces, estriba en aquellos que tienen un punto
de vista distorsionado acerca de la gracia.
El consejo siguiente de los Salmos puede ser de gran beneficio para aquellos que desean mantener un camino santo
delante de Dios:
Temblad y no pequéis; meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad (Salmo 4:4).
Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios (Sal 119:59)
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí
camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmo 139:23,24).
Estas clases de oraciones nos ayudarán a mantener un corazón puro, que es vital ya que estos son los que estarán en
el lugar santo de Dios (Salmo 24:3,4). “Mantener la fe y la buena conciencia” nos preservará de naufragios espirituales
(1 Timoteo 1:19).
Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis en salvación (1 Pedro
2:1,2).
Porque : El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen
engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala (1 Pedro 3:10,11).
Por lo cual, oh amados, estando es espera de estas cosas (la morada de la justicia, V. 13), procurad con
diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. (2 Pedro 3.14).
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de la
desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero
ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas
de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y
revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno
(Colosenses 3:5-10).
Para liberarnos del pecado a fin de regresar a Dios ha existido desde hace mucho tiempo un mandato bíblico:
Si de todo corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad
vuestro corazón a Jehová, y sólo a El servid (1 Samuel 7:3).
Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un
espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? (Ezequiel 18:31).
El verdadero arrepentimiento también se manifiesta en dolor, vergüenza por aquellos actos pecaminosos cometidos y
en un deseo ferviente de hacer las cosas correctamente:
Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto tenías de
aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que
habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin,
la vida eterna (Romanos 6:20-22).
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que
arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido
contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor,
qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto (2
Corintios 7:10,11).
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios (Salmo 51:17).
Por otro lado, los impíos están vacíos del temor de Dios y el dolor que lleva a la salvación:
La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de dios delante de sus ojos. Se lisonjea, por tanto,
en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida (Salmo 36:1,2).
Un buen punto clave de la condición de su corazón, entonces, es: ¿Teme usted a Dios y aborrece su pecado, o está
usted entre los impíos anteriormente descritos?
Actos que Llevan a la Muerte
Como fue mencionado previamente, Heb. 6:1 declara que hay obras que conducen a la muerte, pero ¿cuáles son
ellas? Los pecados listados en 1 Corintios 6:9,10, Efesios 5:5,6, Gálatas 5:19-21 y Apocalipsis 21:8 nos dan visión de
las cosas de las que uno debe arrepentirse, ya que aquellos que las hacen no heredarán el reino:
¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni os fornicarios, ni los idólatras,
ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni
los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10).
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el
reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de
Dios sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:5,6).
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras
y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego y azufre, que es la muerte segunda
(Apocalipsis 21:8).
¿Qué esperanza tiene el infortunado cristiano que caiga en tales pecados después de su salvación inicial? Estas
abominaciones deben ser confesadas y abandonadas, buscando el perdón de Dios. Jesús enseñó que el pródigo
volvió a vivir después de una completa ruptura con su relación con las rameras (Lucas 15:24,32). Lo mismo puede
ser establecido acerca de David después que él humildemente buscó el perdón del Señor por su pecado sexual y su
asesinato (Salmo 51). ¿Se mantuvo David salvo durante su detestable pecado antes de arrepentirse? No, según el
Soberano Dios que habló Apocalipsis 21:8 desde su propio trono después que la obra infinita del Señor Jesús fuera
completada. Dios no hizo excepciones con nadie, incluyendo a un hombre que escribió parte de la Biblia. Gracias a
Dios, David se arrepintió antes que muriera. Muchos no lo hacen. Ezequiel explica lo que le sucedió espiritualmente al
Rey David durante ese período oscuro de su vida:
Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las
abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en
cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá (Ezequiel
18:24).
... La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que
se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare. Cuando yo dijere al
justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán
recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo (Ezequiel 33:12,13).
Similarmente a lo que Jesús enseñó sobre el pródigo, Pablo dijo al los cristianos romanos:
Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis (Romanos 8:13).
Aquellos que son espirituales, pueden ayudar a restaurar a los hermanos caídos:
Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que
haga volver al pecador de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados
(Santiago 5:19,20).
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gálatas 6:1).
Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es
para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte por el cual yo no digo que se
pida. Toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte (1 Juan 5:16,17).
Hacer Restitución
El ladrón hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto. Si fuere hallado con el
hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble. Si alguno hiciere pastar en campo o viña, y
metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su campo y de lo mejor de su viña pagará. Cuando se
prendiere fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el
fuego pagará lo quemado. Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la
casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble.... En toda clase de fraude, ... el que los
jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo... Mas si (el animal) le hubiere sido hurtado, resarcirá
a su dueño. Pero si alguno hubiere tomado prestada bestia de su prójimo, y fuere estropeada o muerta,
estando ausente su dueño, deberá pagarla. Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada, y
durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer. Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata
conforme a la dote de las vírgenes (Éxodo 22:3-17).
¿Se aplica la restitución a nosotros bajo el Nuevo Pacto? ¡Sí! Ante la voluntariedad de Zaqueo de hacer restitución a
los otros que él había engañado, Jesús declaró que esto mostraba que la salvación había llegado a él:
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y
si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y
a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:8-10).
Pero en el caso de un ladrón arrepentido moribundo, que no pudiera resarcir lo que robó bajo su condición, aun así
será perdonado (Lucas 23:42,43).