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Los Satelites

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¿Qué es un satélite?

Un satélite es una luna, un planeta o una máquina que orbita alrededor de un


planeta o una estrella. Por ejemplo, la Tierra es un satélite porque orbita alrededor
del Sol. Asimismo, la Luna es un satélite porque orbita alrededor de la Tierra.
Normalmente, la palabra «satélite» se refiere a una máquina que se lanza al
espacio y se mueve alrededor de la Tierra o de otro cuerpo en el espacio.

La Tierra y la Luna son ejemplos de satélites naturales. Miles de satélites


artificiales, o hechos por el hombre, orbitan la Tierra. Algunos toman imágenes del
planeta que ayudan a los meteorólogos a predecir el tiempo y a seguir los
huracanes. Otros toman imágenes de otros planetas, del sol, de agujeros negros,
de materia oscura o de galaxias lejanas. Estas imágenes ayudan a los científicos a
comprender mejor el sistema solar y el universo.

Otros satélites se utilizan principalmente para las comunicaciones, como la


transmisión de señales de televisión y llamadas telefónicas en todo el mundo. Un
grupo de más de 20 satélites conforman el Sistema de Posicionamiento Global, o
GPS. Si tienes un receptor GPS, estos satélites pueden ayudarte a averiguar tu
ubicación exacta.

¿Cuáles son las partes de un satélite?

Los satélites tienen muchas formas y tamaños. Pero la mayoría tienen al menos
dos partes en común: una antena y una fuente de energía. La antena envía y
recibe información, a menudo hacia y desde la Tierra. La fuente de energía puede
ser un panel solar o una batería. Los paneles solares producen energía
transformando la luz solar en electricidad.

Muchos satélites de la NASA llevan cámaras y sensores científicos. A veces estos


instrumentos apuntan hacia la Tierra para recoger información sobre su tierra, aire
y agua. Otras veces se orientan hacia el espacio para recoger datos del sistema
solar y del universo.

Descubrimiento de los satélites

Probablemente la contribución más significativa que Galileo Galilei hizo a la


Ciencia fue el descubrimiento de los cuatro satélites que giran alrededor
de Júpiter que actualmente reciben este nombre en su honor. Galileo observó por
primera vez las lunas de Júpiter el 7 de Enero de 1610 a través de un telescopio
casero. En un principio pensó que se trataba de tres estrellas cercanas a Júpiter,
que formaban una línea que atravesaba el planeta. La siguiente noche, estas
estrellas parecían haberse movido en la dirección errónea, lo que llamó su
atención. Galileo continuó observando a estas estrellas y a Júpiter durante la
siguiente semana. El 11 de Enero apareció una cuarta estrella (que luego
resultaría ser Ganimedes) Después de una semana, Galileo había observado que
las cuatro estrellas nunca abandonaban la vecindad de Júpiter y parecían moverse
con el planeta, cambiando su posición respecto a las otras y a Júpiter. Finalmente,
Galileo determinó que lo que había estado observando no eran estrellas, sino
cuerpos planetarios que estaban en órbita alrededor de Júpiter. Este
descubrimiento confirmó la validez del sistema Copernicano y demostró que todas
las cosas no giran alrededor de la Tierra.

¿Qué es un satélite artificial?


En astronomía, un satélite es un objeto que orbita alrededor de otro objeto de
mayor tamaño. Existen dos tipos de satélites: los naturales y los artificiales; con
respecto a los primeros, tan solo en nuestro Sistema Solar hay varios, cientos de
satélites naturales. Para nosotros, el más conocido es la Luna.

Sobre la atmósfera terrestre orbitan satélites artificiales muy complejos que fueron
creados por el ser humano con distintos fines, como:

 Enviar y recibir comunicaciones de uso masivo, como telefonía, televisión o


Internet.
 Hacer pronósticos del clima.
 Prestar servicios educativos y de salud en zonas inaccesibles para otras
tecnologías más tradicionales.
 Sin embargo, cuando nos referimos a los satélites artificiales, estamos hablando
de cualquier objeto no natural que está orbitando alrededor de un cuerpo celeste.
Estos objetos suelen tener un objetivo específico, como: entender mejor el
universo, las comunicaciones, asuntos meteorológicos, teledetección, navegación,
reconocimiento, entre otros.
Incluso, algunos satélites han sido lanzados al espacio con fines militares y de
investigación científica.

La mayoría de los satélites artificiales se encuentran orbitando alrededor del


planeta Tierra. Tienen una gran importancia en el desarrollo de la tecnología
humana y, hoy en día, prácticamente no podríamos vivir sin ellos.

El origen de los satélites artificiales


A mediados del siglo pasado, en plena guerra fría, los científicos comenzaron a
explorar la posibilidad de poner en órbita a los satélites artificiales.
 El primer satélite artificial creado por el hombre fue lanzado por los rusos el 4
de octubre de 1957. Bautizado como Sputnik-1 (compañero de viaje), se
trataba de un dispositivo muy simple: una bola de aluminio del tamaño
aproximado de los balones Nivea con los que jugábamos en la playa, con
cuatro antenas y baterías. Dentro del satélite, se instalaron transmisores de
radio que enviaban un beep-beep-beep que podía ser escuchado en todo el
mundo. Con un peso aproximado de 80 kilos, su funcionalidad era muy
sencilla, pero permitió demostrar la posibilidad de enviar elementos que
orbitaran alrededor de nuestro planeta, por lo cual lo importante en ese
momento era comenzar a pensar en funcionalidades que podían ser cubiertas
por los satélites. El lanzamiento del Sputnik supuso el inicio de la era espacial.
 Muy poco después, el 3 de noviembre de 1957, los soviéticos lanzaron de
nuevo un satélite más grande, el Sputnik-2, el cual llevaba una importante
carga a bordo: la perrita Laika. ¿Se imaginan que en la época actual se
realizara algo así, lanzar una perrita que sabemos que moriría en el espacio?
Desde luego, lo vemos ahora como una aberración, pero en esos momentos
el trato hacia los animales era diferente y primaba el probar cómo se
comportaban los seres vivos en el espacio, de cara a iniciar las primeras
misiones tripuladas humanas.
 Poco después, los Estados Unidos, que también pugnaban en la carrera
espacial, lanzaron el 31 de enero de 1958 su primer satélite, el Explorer-1;
este pesaba 30 libras (13.6 kilos), de las cuales más de 18 se trataban de
instrumentos científicos, que incluían un detector de rayos cósmicos,
detectores de temperatura y un micrófono para escuchar a los
micrometeoritos que pudiera alcanzar el satélite.
Explorer-1 estuvo mandando datos a la Tierra durante cuatro meses y cesó sus
comunicaciones el 23 de mayo de 1958. Se mantuvo en órbita durante más de
una década, reentrando en la atmósfera terrestre el 31 de marzo de 1970. Este
satélite es recordado no solo por ser el primero estadounidense, que además
demostró la posibilidad de poder hacer ciencia desde el espacio, sino porque
gracias a él se descubrieron los Cinturones de Van Allen; esto fue posible porque
una de las cargas de pago científica que llevaba el satélite era un contador Geiger,
un aparato diseñado para detectar radiación, diseñado por un equipo de la
Universidad de Iowa y liderado por James Afred Van Allen.

Con estos hitos se inició la denominada era espacial, que se caracterizó por el
muy rápido desarrollo de nuevas tecnologías (como misilería, ciencia de
materiales o informática) en la llamada “carrera espacial”, mantenida entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética. Gran parte de la tecnología desarrollada
originalmente para aplicaciones espaciales ha sido aplicada a otras áreas. En la
actualidad, el término “era espacial” todavía tiene connotaciones de novedad e
innovación.

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