Arrepentimiento y Perdon-Revelacion de La Cruz
Arrepentimiento y Perdon-Revelacion de La Cruz
Arrepentimiento y Perdon-Revelacion de La Cruz
ARREPENTIMIENTO Y PERDÓN
Todos los hombres hemos pecado y la paga del pecado es la muerte. El pecado es la
independencia de Dios, es vivir a nuestra manera, dictaminando nuestras propias normas
de conducta, gobernándola y juzgándola por nosotros mismos. El pecado es el mal que
produjo la separación entre Dios y los hombres, que trajo la muerte y la gran cantidad de
maldiciones sobre el mundo (Romanos 5.12).
El Hijo Pródigo
El resto es historia y resultado de la vida separada de Dios: malgastó los bienes, vivió
perdidamente, tuvo gran necesidad y terminó apacentando cerdos. Fue humillado en
extremo, pues su fin fue desear comer lo que los cerdos comían. No sólo sufrió la vergüenza
de estar con cerdos, sino que además fue maltratado por un amo que tenía dinero para
darle de comer a sus animales pero no para sus criados. Estando en esa condición volvió
en sí, se le abrieron los ojos y se dio cuenta de su error. Se había apartado de su padre y
había pecado. Ahora deseaba volver.
El genuino arrepentimiento:
El arrepentimiento es un “volver en sí”, dar una vuelta de 180 grados y dirigirse en una
dirección opuesta; es cambiar la forma de pensar y tomar la de Dios. Como el hijo pródigo,
debemos estar dispuestos a humillarnos y reconocer nuestras faltas, así como a aceptar la
determinación de nuestro Padre celestial. El arrepentimiento debe tocar, al menos tres
áreas de nuestra vida:
T E M A S D E E N C U E NT R O
Debemos reconocer que el pecado es una ofensa a Dios y no meramente un mal moral o
una acción que me trae malas consecuencias.
Dios aborrece el pecado, y éste nos separa de Él. El genuino arrepentimiento nos hace
sentir lo que Dios siente acerca de Él; por eso es que lloramos, gemimos y nos humillamos
por haberlo cometido.
Todo el bien para nuestra vida está en Dios. Pero la relación con Él fue rota a partir del
pecado, por lo que fuimos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3.23).
Le dimos la espalda, pues al pecar el hombre se volteó de Dios. Pero Dios, queriendo
restablecer la relación con el hombre, envió a Jesucristo su Hijo para ofrecerles salvación,
“volviéndose” hacia el hombre en su gracia. Ahora El pide que todo hombre se arrepienta y
se “vuelva” hacia él.
En Jesús, Dios le ha dado a la humanidad la oportunidad del perdón de sus pecados, por
lo que ha mandado a todo hombre que se arrepienta de su independencia y se someta al
Dios todopoderoso y lleno de amor (Hechos 17.30). Cuando un hombre se arrepiente y se
voltea a Dios restablece su relación con El.
La Biblia dice: “Así que arrepentios y convertios, para que sean borrados vuestros pecados;
para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3.19.
T E M A S D E E N C U E NT R O
INTRODUCCIÓN
La película Las Crónicas de Narnia cuenta la historia de 4 hermanos que descubren todo
un mundo nuevo, esto les permite vivir grandes aventuras y recibir poderosas enseñanzas.
Es interesante cómo ellos entran a este mundo, que no conocen, a través de un armario; al
descubrirlo, y entrar por él, se abre la puerta de un mundo totalmente nuevo.
De igual forma la Cruz de Cristo (el sacrificio que hizo Jesús por nosotros) es una puerta
que nos llevará alcanzar TODO lo que necesitamos. Todos tenemos una idea del sacrificio
de Jesús pero no es simplemente que tengas conocimiento sino que te sea revelada la
mayor manifestación de amor para la humanidad. Tal vez tú habías escuchado de Jesús,
incluso puede ser que asistas regularmente a la iglesia, pero hoy tienes que conocer al
Autor de la Vida.
Pero, ¿cómo pudo suceder esto? Es sencillo, la Cruz no es solamente un evento histórico,
sino un acontecimiento eterno, lo que significa que la Cruz está en un presente continuo, al
alcance de todos los que estén dispuestos, y con el poder para salvar perpetuamente a los
que crean en Jesús. No puedes ver la Cruz a través de la religión y la tradición, sino de una
manera personal. Te cuento una ilustración
“En una hogar una mama iba a preparar pescado frito para la comida, de repente la
mandaron a llamar de su negocio y tenía que regresar, como su esposo en poco tiempo iba
a ir a la casa a comer, le dijo a uno de sus hijos que estaba en la casa, que le ayudara a
freír los pescados mientras volvía, ella le dio la indicación a su hijo que antes de freír los
pescados le cortara la cola y luego los pusiera a freír. La mamá se fue y el hijo se quedó a
preparar todo para cocinar.
Después de unos minutos el hijo le marca a su mamá preguntándole: ¿Por qué le tengo
que quitar la cola al pescado? A lo que la mama le respondió: Hijo no sé, pregúntale a tu
abuela, ella me enseñó a que le cortará la cola al pescado.
El hijo le marca la abuela, y le hace la misma pregunta que a la mamá. A lo que la abuela
le contesta: La verdad no sé, yo le cortaba la cola al pescado antes de freír porque tu
bisabuela me lo enseñó, ella esta con vida, porque mejor le preguntas a ella.
Respondió la bisabuela: Hijito, lo que pasa que tiempo atrás tu bisabuelo compraba
pescado para la comida, y la paila donde la freía era chica y no entraba todo el pescado, y
entonces le cortaba la cola para que entrara y de ahí en adelante nos acostumbramos a
freírlo así.”
Así hay mucha gente que su fe en Dios está basada en una tradición, una religión, que sólo
fue pasada de generación en generación, y es por eso que la gente conoce a Dios de una
manera superficial pero no profunda y sincera. Cada uno de nosotros debemos que tener
personalmente un encuentro con la Cruz, y de ahí parte la revelación de la Cruz, y como
efecto una relación con Dios y una fe genuina.
“¡Oigan, cielos! ¡Escucha, tierra! Así dice el SEÑOR: «Yo crié hijos hasta hacerlos hombres,
pero ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su
amo; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende!» ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado
de culpa, generación de malhechores, hijos corruptos! ¡Han abandonado al SEÑOR! ¡Han
despreciado al Santo de Israel! ¡Se han vuelto atrás! (Isaías 1:2-4 NVI).
Por nuestros pecados. Todos los hombres hemos pecado y la paga del pecado es la muerte.
El pecado es “cualquier pensamiento, palabra, acción, omisión o deseo contrario al carácter
de Dios”, es la independencia de Dios, es vivir a nuestra manera, dictaminando nuestras
propias normas de conducta, gobernándola y juzgándola por nosotros mismos. El pecado
es el mal que produjo la separación entre Dios y los hombres, que trajo la muerte y la gran
cantidad de maldiciones sobre el mundo.
A pesar de todos los pecados que hemos cometido, Dios nos sigue viendo como a sus hijos
y su creación; y nos recuerda que Él nos crio y nos engrandeció. Al igual que un padre
compasivo, busco la manera de salvarnos, y encontró que la única vía de redención era por
medio de su hijo Jesucristo. Dios tenía que tomar una decisión, o destruía a toda la
humanidad nuevamente, o castigaba a la humanidad en la persona de su Hijo unigénito.
Jesús aceptó tomar nuestro lugar e ir al suplicio de la crucifixión. La biblia nos enseña:
“Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo.
Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó. Sin
embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo
agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus
propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros
pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que
pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos
dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el Señor puso sobre él
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los pecados de todos nosotros. Fue oprimido y tratado con crueldad, sin embargo, no dijo
ni una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero. Y como oveja en silencio ante
sus trasquiladores, no abrió su boca”. (Isaías 53:3 – 7 NTV).
Jesús no recibió ese suplicio a causa de sus propios pecados, Él no había hecho nada
malo, sino que recibió el castigo que nosotros merecíamos recibir. Lo hirieron de muerte
por la rebelión de la humanidad hacia Dios. Debemos entender que Jesús había renunciado
a todos sus privilegios para poder otorgar plena redención a la humanidad. En la Cruz,
Jesús representaba a toda la raza humana que se había rebelado contra Dios; Él asumió
el pecado de todas las personas, no sólo de esa época sino de todos los tiempos.
Todo lo malo que nosotros éramos quedó en Jesús, y a través de la Cruz, todo lo bueno
que era Jesús pasó a nosotros mediante nuestra fe en Él.
CONCLUSIÓN
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia
y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito,
afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10).
Al recibir la revelación de la Cruz, veremos con claridad el rostro de la maldición. Ella nos
traslada hasta el mismo lugar que estuvo Jesús. Nos permite sentir que somos uno con
Cristo en el momento de su mayor agonía y dolor. Así podremos experimentar y reconocer
el valor del más grande amor hacia nosotros y toda la humanidad a través de Jesús.