Estudios 2
Estudios 2
Estudios 2
SOBRE CULTURA Y
TRANSFORMACIONES SOCIALES EN
TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN
Daniel Mato
(Compilador)
Grupo de Trabajo
Cultura y transformaciones sociales
en tiempos de globalización
Directorde la Colección
Dr. Atilio A. Boron
Secretario Ejecutivo de CLACSO
Impresión
Imagen de tapa:
Un aspecto de la participación de la Marcha Mundial de las Mujeres en una manifestación del Grito de los
Excluidos, septiembre de 2000, en São Paulo, Brasil.
Fotógrafo: Januário F. da Silva, Archivo del Sindicato dos Metalúrgicos do ABC.
Primera edición
“Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2”
(Caracas: CLACSO, agosto de 2001)
Consejo Latinoamericano United Nations Educational, Scientific Agencia Sueca de
de Ciencias Sociales and Cultural Organization Desarrollo Internacional
ISBN 950-9231-64-9
© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su
transmisión en cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el
permiso previo del editor.
La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a
los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
SOBRE CULTURA Y
TRANSFORMACIONES SOCIALES EN
TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN
Daniel Mato
(Compilador)
INDICE
Presentación y reconocimientos
11
Daniel Mato
Introducción: estudios latinoamericanos
sobre cultura y transformaciones sociales
en tiempos de globalización 2
15
Isidro H. Cisneros
La intolerancia después del Comunismo
43
Gioconda Espina
Cada una, cada uno, la masa y el
Comandante en Jefe de Venezuela (1998-2000)
55
Alejandro Grimson
Fronteras, estados e identificaciones
en el Cono Sur
89
Mireya Lozada
Política en red y democracia virtual: la cuestión de lo público
133
Daniel Mato
Des-fetichizar la “globalización”:
basta de reduccionismos, apologías y demonizaciones,
mostrar la complejidad y las prácticas de los actores
147
Luz Adriana Maya Restrepo
Memorias en conflicto y paz en Colombia:
la discriminación hacia lo(s) “negro(s)”
179
Carlos Ossa
La profecía vulgar
197
Nelly Richard
La problemática del feminismo
en los años de la transición en Chile
227
Yolanda Salas
Morir para vivir
La (in)certidumbre
del espacio (in)civilizado
241
Ana Wortman
El desafío actual de
las Políticas Culturales en la Argentina
251
9
Presentación y reconocimientos
E
l presente volumen reúne un conjunto de dieciséis ensayos especialmen-
te preparados por los miembros del Grupo de Trabajo (GT) “Cultura y
Transformaciones Sociales en Tiempos de Globalización” del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Estos textos constituyen ver-
siones revisadas de las ponencias presentadas por colegas de Argentina, Brasil,
Chile, Colombia, México, Puerto Rico y Venezuela en la segunda reunión del
Grupo de Trabajo realizada en Caracas del 9 al 11 de noviembre del año 2000. La
reunión contó también con la participación de dos colegas que por razones ajenas
a su voluntad no pudieron preparar textos para su publicación en este volumen,
pero cuyas ponencias y participación enriquecieron significativamente las delibe-
raciones del grupo: se trata de Néstor García Canclini, de la Universidad Autóno-
ma Metropolitana, sede Iztapalapa, México, y de Ana María Ochoa Gautier, de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México. La reunión, a la que asis-
tieron complementariamente unos veinte cursantes del Doctorado en Ciencias
Sociales de la UCV y de la Universidad del Zulia, resultó sumamente satisfacto-
ria por la calidad del debate, el excelente clima de trabajo y la camaradería que
vinculó positivamente a todos los participantes.
Este libro es el segundo publicado por el Grupo de Trabajo. El anterior, re-
cientemente editado por CLACSO bajo el título Estudios Latinoamericanos so -
bre Cultura y Transformaciones Sociales en Tiempos de Globalización, incluyó
once ensayos que resultaron de la revisión de las ponencias presentadas por los
11
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
12
Amenta, Sabrina González, Bettina Levy, Gustavo Navarro y Catalina Saugy, Mi-
guel Santángelo y Florencia Enghel, cada uno en sus respectivas funciones espe-
cíficas.
La realización de esta segunda reunión y la publicación del presente volumen
han sido posibles gracias a aportes económicos del Consejo Nacional de Investi-
gaciones Científicas y Tecnológicas –CONICIT– de Venezuela, la Comisión de
Estudios de Postgrado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la
UCV y del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV, los cua-
les sirvieron para complementar la contribución principal realizada por CLAC-
SO, gracias a un fondo especialmente provisto por la Agencia Sueca de Coopera-
ción Internacional para el Desarrollo (ASDI). El Instituto para la Educación Su-
perior en América Latina y el Caribe (IESALC), Oficina Regional de la UNES-
CO para la educación superior, ha decidido sumarse a esta iniciativa tomando
parte en la coedición de este volumen, y contribuyendo así a asegurar una mejor
circulación internacional del mismo. Deseo expresar mi agradecimiento y el de
todos los miembros del Grupo de Trabajo a estas instituciones sin cuyo concurso
no hubiéramos podido mantener los intercambios que han conducido a la prepa-
ración y publicación del presente volumen.
La fotografía que ilustra la portada muestra un aspecto de la participación de
la Marcha Mundial de las Mujeres en una manifestación del Grito de los Exclui-
dos realizada en septiembre del 2000, en Sao Paulo, Brasil. La foto fue tomada
por el fotógrafo Januário F. da Silva y la hemos obtenido por cortesía del Archi-
vo del Sindicato dos Metalúrgicos do ABC: a ambos, nuestro agradecimiento.
Descubrí esta foto en Internet, pero luego para identificar al fotógrafo y obtener
una copia y el permiso correspondiente fue necesaria una cadena de ayudas ge-
nerosas y solidarias que siento la grata obligación de mencionar y agradecer: Bea-
triz Peña Dix de Bogotá proveyó la pista que me permitió “descubrir” la foto; lue-
go, Emilio Taddei, de CLACSO, y Claudine Cyr del Grupo Interdisciplinario de
Investigación sobre las Américas, GIRA-INRS, en Montreal, me ayudaron a es-
tablecer contacto con Lorraine Guay y Nancy Burrows de la Federación de Mu-
jeres de Quebec y la Marcha Mundial de las Mujeres en Canadá; ellas hicieron
posible llegar a Miriam Nobre y a Marcia de SOF-Sempreviva Organização Fe-
minista de Sao Paulo; y éstas me conectaron al archivo fotográfico. Sin duda se
trata de una foto, de redes y de modos de colaboración transnacionales que nos
hablan de ciertos aspectos de los procesos de globalización contemporáneos que
quienes los reducen a asuntos de negocios y tecnologías suelen no ver.
Finalmente deseo reconocer y agradecer el entusiasmo, compromiso, calidad
humana y buen humor con que los miembros del GT abordaron su participación
en nuestras actividades, así como la confianza que han depositado en mí como
Coordinador de nuestra labor. Crear y sostener un Grupo de Trabajo es tarea de
todos sus miembros y como tal venimos abordándola. Desde este punto de vista
13
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
esta experiencia es tanto o más valiosa que los resultados que este libro presenta:
ha constituido un espacio propicio para desarrollar relaciones de intercambio y
colaboración intelectual, y ha abierto y continúa abriendo caminos que se multi-
plican y que afortunadamente no sabemos a dónde conducen.
Daniel Mato
Coordinador GT“Cultura y transformaciones
sociales en tiempos de globalización”
14
Introducción: estudios latinoamericanos
sobre cultura y transformaciones
sociales en tiempos de globalización 2*
Daniel Mato **
*
Este texto retoma las ideas que ya he expuesto en la Introducción preparada para el primer libro del Grupo de
Trabajo: Mato, Daniel (compilador) 2001 [a] Estudios latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales
en tiempos de globalización (Buenos Aires: CLACSO).
**
Coordinador del Programa Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales, Centro de Investigaciones
Postdoctorales, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela.
<e-mail: dmato@reacciun.ve> <url: http://www.geocities.com/global_cult_polit>
15
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
16
Daniel Mato
17
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
18
Daniel Mato
19
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
camente todos los artículos incluidos en este libro hacen explícitos sus intereses
de intervención en el diseño de políticas de diversos actores sociales (incluso pe-
ro no sólo de los estados nacionales). Varios de ellos incluso mencionan explíci-
tamente sus vínculos e intercambios con una amplia diversidad de actores socia-
les, la cual incluye organismos estatales de varios países, organismos internacio-
nales, organizaciones de derechos humanos, organizaciones indígenas, organiza-
ciones afrolatinoamericanas, y otros actores participantes en diversos movimien-
tos sociales. Incluso, varios de estos textos explícitamente elaboran acerca de la
necesidad de ampliar el concepto y campo de las políticas culturales, afirmando
que éstas no son potestad exclusiva de los estados, que las de los estados no pue-
den limitarse a las “bellas artes” y las “culturas populares”, que estas políticas no
pueden ya formularse a niveles sólo nacionales sino que es necesario concebirlas
y elaborarlas transnacionalmente, etc. Pero lo más interesante del caso es que los
autores que pregonan(mos) esto en sus(nuestros) trabajos frecuentemente se(nos)
involucran(mos) ellos(nosotros) mismos en experiencias de este tipo. Así, prácti-
camente todos los trabajos incluidos en esta colección muestran diversos intere-
ses de intervención, modos de articulación con variados actores sociales, e inte-
rés en la formulación de políticas.
Conviene destacar que este tipo de interés e involucramiento no es una nove-
dad en el ámbito latinoamericano, sino que constituye una suerte de constante
histórica, que se remonta a la época de los movimientos independentistas y de
fundación de las nuevas repúblicas. Para no caer en idealizaciones, también es ne-
cesario subrayar que este interés no sólo, o no siempre, ha obedecido a ciertas
maneras de entender el trabajo intelectual, sino también a la relativa escasez de
puestos en las universidades, o a las dedicaciones parciales que éstas ofrecen co-
mo posibilidad y a las bajas remuneraciones que estimulan a no pocos intelectua-
les a buscar actividades complementarias. El caso es que en las sociedades me-
tropolitanas buena parte de quienes se dedican a las así llamadas humanidades y
ciencias sociales desarrollan sus prácticas casi exclusivamente en ámbitos acadé-
micos y viven de su trabajo (y así, cabe llamarlos “académicos”). En cambio, en
América Latina sucede que es menos frecuente que quienes nos dedicamos a las
llamadas humanidades y ciencias sociales limitemos nuestras prácticas al ámbito
académico. Por lo cual en nuestro medio es más frecuente autoidentificarnos co-
mo “intelectuales” que como “académicos”, y como consecuencia de esto y de los
regímenes autoritarios que han gobernado los países de la región, también resul-
ta que en lugar de vivir de sus(nuestros) trabajos, muchos intelectuales han sido
muertos debido a su trabajo, otros han estado en prisión, otros hemos tenido que
migrar o exiliarnos. Estos tipos de circunstancias marcan de diferentes formas la
producción de la mayoría de los intelectuales latinoamericanos, y en todo caso de
los artículos contenidos en este volumen.
En mi opinión los artículos incluidos en este volumen contribuyen desde di-
versos ámbitos de experiencia, y así también a partir de diversos temas, a teori-
20
Daniel Mato
21
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Ardao, Arturo 1980 Génesis de la idea y el nombre de América Latina (Ca-
racas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos).
de la Campa, Román 1999 América Latina y sus comunidades discursivas
(Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y Univer-
sidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador).
Castro-Gómez, Santiago, Oscar Guardiola-Rivera y Carmen Millán de Bena-
vides (editores) 1999 Pensar (en) los intersticios: teoría y práctica de la crí -
tica poscolonial (Bogotá: Pensar, Instituto de Estudios Sociales y Culturales,
Pontificia Universidad Javeriana).
Lander, Edgardo (compilador) 2000 La colonialidad del saber: eurocentris -
mo y ciencias sociales, perspectivas latinoamericanas (Buenos Aires:
CLACSO-UNESCO).
Mato, Daniel 1995 Crítica de la Modernidad, Globalización, y Construcción
de Identidades (Caracas: Universidad Central de Venezuela).
Mato, Daniel 1998 “On the Making of Transnational Identities in the Age of
Globalization: The U.S. Latina/o- ‘Latin’American Case”, en Cultural Stu -
dies (Londres) Vol. 12, Nº4, 598-620.
Mato Daniel 2001 [a] Estudios latinoamericanos sobre cultura y transforma -
ciones sociales en tiempos de globalización (Buenos Aires: CLACSO).
Mato, Daniel 2001[b] “Estudios y otras prácticas latinoamericanas en cultu-
ra y poder” Estudio Introductorio a los números especiales sobre el mismo
tema de las revistas: RELEA-Revista Latinoamericana de Estudios Avanza -
dos (Caracas) Nº 14, en prensa y Revista Venezolana de Economía y Ciencias
Sociales (Caracas) Vol. 7, Nº 3, en prensa.
Mignolo, Walter 1997 “Espacios geográficos y localizaciones epistemológi-
cas: la ratio entre la localización geográfica y la subalternización de conoci-
mientos”, en Dissens (Tübingen) Nº 3, 1-18.
Walsh, Catherine (editor) 2001 “Geopolíticas del conocimiento”, colección de
artículos de varios autores incluida en Comentario Internacional, Revista del
Centro Andino de Estudios Internacionales (Quito) Nº 2, II Semestre, 45-135.
22
Daniel Mato
Notas
1 Varias publicaciones pueden complementar provechosamente lo aquí ex-
puesto acerca de la idea de “estudios latinoamericanos” (por ejemplo de la
Campa 1999, Castro-Gómez, Guardiola-Rivera y Millán de Benavides 1999,
Lander 2000, Mato 2001, Mignolo 1997). He expuesto más ampliamente so-
bre la historia y representaciones contemporáneas de la idea de América La-
tina, así como acerca de algunos problemas asociados a éstas, en algunas pu-
blicaciones anteriores (por ejemplo Mato 1995 y 1998). Para un documenta-
do estudio sobre los orígenes de la idea y el nombre de América Latina véa-
se el libro de Ardao, Arturo: 1980.
23
Cultura, comercio y globalización *
Introducción
L
as expresiones culturales se han convertido en la punta de lanza invisible
de la globalización porque ofrecen las imágenes y valores con los que la
gente construye una nueva visión del mundo. Aun si las mercancías ya
llegan hasta los rincones más apartados del planeta, antes que estos bienes han
llegado ya los sones, las palabras y las imágenes de muchas otras culturas, y en
particular de la norteamericana.
Las radios y las televisiones reinan en el salón de la mayoría de los hogares
de todo el mundo. Las audiencias de cine se cuentan por millones. Los discos
compactos han cruzado todas las fronteras políticas –y ahora también las virtua-
les– para llegar a un auditorio “que agarra la onda” de la música de todas las cul-
turas del mundo. A lo anterior hay que añadir la telefonía, que desde el 18 de ma-
yo de 1998 es ya planetaria, al permitir que cualquier persona pueda llamar a
cualquier otra región del globo. E Internet se expande como mancha de tinta vir-
tual a todas las regiones.
*
Este trabajo se basa en investigaciones realizadas en el curso de proyectos sobre políticas culturales en la UNESCO,
París.
**
Vicepresidente del Consejo Internacional de Ciencias Sociales e investigadora en la Universidad Nacional Autóno-
ma de México. Egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México (Maestría) y de la Escuela
de Economía de Londres (Ph.D), fue Subdirectora General para la cultura de la UNESCO, miembro de la Comisión
Mundial de Cultura y Desarrollo y Presidente de la Unión Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas.
***
Especialista de programa en la División de Artes y Empresas Culturales de la UNESCO. Egresada de la Universidad
Complutense de Madrid (Licenciada en Antropología Americana) y de la Universidad Estatal de Nueva York (M. A.
en Antropología y Desarrollo), formó parte de la secretaría ejecutiva de la Comisión Mundial de Cultura y Desarro-
llo, así como de la Conferencia Intergubernamental de Políticas Culturales para el Desarrollo. En la actualidad está
encargada del diseño y aplicación de políticas sectoriales para el desarrollo de las industrias y empresas culturales.
25
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
26
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
Internacionalización y globalización
David Throsby apunta en el primer Informe Mundial de Cultura que para en-
tender lo que ocurre en los procesos culturales mundiales hay que distinguir en-
tre internacionalización y globalización. La internacionalización de las econo-
mías y culturas se refiere a la apertura de fronteras a los bienes y a los conteni-
dos culturales de otros países. En cambio, la globalización “...se encuentra mar-
cada por la interacción funcional entre diferentes actividades económicas y cul-
turales, generadas por un sistema con muchos centros, cuya velocidad para llegar
a todas las partes del mundo y cuyas estrategias para crear audiencias son más de-
cisivas que las inercias de tradiciones locales” (Throsby, 1998: 195).
No sorprende entonces, vista la amplia gama de fenómenos culturales que
afecta a todos los países, que la cultura figure hoy en día en la agenda internacio-
nal para el desarrollo. Un indicador más es el gran interés, tanto entusiasta como
crítico, que ha recibido el informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarro-
llo, titulado Nuestra Diversidad Creativa. Publicada en 1996 y traducido a más
de 14 idiomas incluyendo el árabe y el japonés, esta guía de principios generales
sobre la interacción entre cultura y desarrollo se ha convertido en manual de re-
ferencia en muchas escuelas y universidades, y ha servido de tema de discusión
en presentaciones y seminarios en más de 70 países.
Se puede afirmar que a partir de Nuestra Diversidad Creativa el debate in-
ternacional acerca de la cultura y el desarrollo se ha acelerado. Así, por ejem-
plo, poco después de su publicación se difunde el informe del Consejo de Eu-
ropa, Sueños e Identidades, que trata problemas de integración de la cultura a
las agendas nacionales. Su propuesta principal, tal como lo expresa su título en
inglés –In from the Margin–, expone la necesidad de traer a la cultura de los
márgenes de las políticas al centro de la toma de decisiones (Consejo de Euro-
pa: 2000 (1997)).
Auspiciada por la UNESCO, la Conferencia Intergubernamental sobre Polí-
ticas Culturales para el Desarrollo hace avanzar el debate, y lleva a la agenda in-
ternacional discutida por representantes de 149 gobiernos y 135 ONGs muchas
de las conclusiones a las que habían llegado estudiosos en este campo.
Por ejemplo, Néstor García Canclini hizo notar que las políticas culturales
hoy en día tienen que tomar en cuenta los procesos culturales que ocurren fuera
de las fronteras nacionales, ya que una parte cada vez mayor del consumo cultu-
27
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
28
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
Finalmente, cabe hacer notar que las políticas neoliberales que dan prepon-
derancia al mercado como fuerza conductora del desarrollo han acelerado la mer-
cantilización de bienes y servicios culturales, que hasta ahora se consideraba res-
pondían únicamente a una racionalidad no económica. Por ejemplo, hoy se recla-
ma la protección de la propiedad intelectual de diseños del arte Inuit y de los abo-
rígenes australianos como se haría con cualquier producto industrial.
También se empieza a regular y retribuir como servicio terapéutico de medi-
cina natural a las prácticas chamánicas que tradicionalmente estaban excluidas de
la esfera de las transacciones comerciales.
29
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
gobierno de derecha del Presidente Vicente Fox, aunque él mismo apoya las rei-
vindicaciones culturales de los zapatistas aún en contra de su partido.
30
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
vir en el mundo (...). Ya no vivimos nuestras vidas como fatalidad”, y hace notar
que el género, es decir, las relaciones entre mujeres y varones, es el ejemplo prin-
cipal de cómo la tradición no puede ya justificarse de manera tradicional. El fu-
turo, acaba diciendo, se vislumbra como un mundo en el que tiene lugar un diá-
logo cosmopolita basado en una globalización descentralizada.
Resulta muy significativo el hecho de que en los tres escenarios posibles que
nos presentan estos autores el papel de la cultura refleje los conceptos de autono-
mía, reflexividad y descentración1. De hecho, puede decirse que las prácticas dis-
cursivas sobre las culturas se han reactivado precisamente porque permiten la au-
to-reflexividad basada en la diversidad. Esta diversidad es clave porque permite
a los actores situarse en un contexto global enarbolando emblemas y símbolos.
Los emblemas son locales, ya sea culturales o territoriales, pero pueden conver-
tirse en regionales, nacionales o incluso globales.
En algunos países, este debate se ha ubicado en el marco de la “política de la
diferencia”. Se enfatiza con ello que existen fronteras irreconciliables entre los
distintos grupos culturales en disputa: tal y como afirmaba Karadziç, están “mar-
cadas con sangre”. Resulta contradictorio, o lógico, que sea precisamente en esta
época que se hacen este tipo de afirmaciones, cuando las transmisiones televisi-
vas y radiofónicas, los audiovisuales, las redes virtuales, las comunicaciones por
cable y por satélite, las migraciones y el turismo atraviesan las fronteras cultura-
les esencialistas, supuestamente sólidas, inamovibles y “marcadas con sangre”.
31
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
ra, ya que otros autores afirman que los procesos globales están produciendo nue-
vas diferencias que se expresan en formas cualitativamente distintas a las de dé-
cadas anteriores. A esto se refiere Néstor García Canclini cuando habla de globa-
lización imaginada (García Canclini, 1999), o Paul Streeten cuando afirma que en
el terreno económico la percepción de que ha ocurrido una globalización e inte-
gración es considerablemente mayor a lo que ha sucedido en realidad. Lo mismo
puede decirse de los procesos culturales.
Featherstone le echó lumbre al debate al afirmar que “la variedad de respues-
tas al proceso de globalización sugiere claramente que hay pocas posibilidades de
que (surja) una cultura global unificada, en vez de varias culturas globales en plu-
ral” (Featherstone, 1990: 10).
Pocos autores que escriben sobre la homogeneización cultural han pensado
proponer un enunciado simplista en el sentido de que el contacto entre la gente y
las mercancías culturales produce en sí un efecto imitativo (Jamieson, 1995).
Puede argumentarse, sin embargo, que no son las prácticas imitativas sino la in-
teracción la que propicia que diversas gentes se encuentren integradas a un pro-
ceso global productivo que lleva a la homogeneización cultural. Es decir, en la
medida en que los habitantes del mundo se vean integrados a un mercado del tra-
bajo global y dependan de fuerzas que sólo los consideran una mano de obra ba-
rata, mayor será su necesidad de organizarse para oponerse a esta subordinación.
Un hecho importante es que algunos, como Miller, Barber y Waterman, en-
cuentran una mayor diferenciación en los patrones de consumo locales. En cam-
bio, Appadurai y Hannerz se centran en la circulación de los bienes de contenido
cultural, ideas, imágenes mediáticas y tecnologías, que sigue otros criterios. Ap-
padurai insiste en que “la nueva economía cultural global tiene que entenderse
como un orden complejo que no puede ya ser comprendido en términos de los
modelos existentes de centro-periferia” (Appadurai, 1996: 296). Este nuevo or-
den produce divergencias cada vez más significativas en la lógica de los “flujos”
culturales en ciertos “paisajes” globales. Cita en particular los “paisajes étnicos”
(ethnoscapes), los medios de comunicación (mediascapes), tecnología (technos -
capes), finanzas (financescapes) y otros aspectos de la cultura (ideoscapes).
Hannerz responde a ello que las aparentes divergencias que están aparecien-
do en relación con los “flujos” culturales en diversos “paisajes” no son más que
mistificaciones de realidades más profundas (Hannerz, 1996). Siguiendo su línea
de argumentación, las diferencias que están surgiendo corresponden más a una ló-
gica común de “opresión conjugada” que vela las importantes relaciones de co-
nectividad subyacente, en particular con los medios de producción.
La naturaleza inconclusa de este debate, a nuestro juicio, se debe en gran par-
te a la escasez de datos empíricos que pudieran confirmar alguna de estas posi-
ciones. Pocos países producen estadísticas culturales, y un numero aún menor de
32
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
33
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
34
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
sión del audiovisual, multimedia y software. En esta dirección apuntan los 38.671
millones de dólares de ventas de productos musicales en 1998 (LPs y CDs) fren-
te a los 27.000 millones de 1990 3 o que el volumen de negocio de los principales
7 conglomerados de medios (News Corporation, Seagram, Sony, Bertelsman,
Viacom, Time Warner, Disney) alcance en 1997 118.800 millones de dólares
(exactamente la misma cantidad que produjeron en 1993 las primeras 50 compa-
ñías audiovisuales). En líneas generales, y dentro del sector audiovisual o de en-
tretenimiento, las economías de escala, junto con las estrategias de integración
vertical, parecen estar dando grandes réditos a los grupos con sede en los Estados
Unidos. Sin ser el mayor productor de películas –India produce siete veces más–,
la industria del cine norteamericana llega a todos los mercados, y frente al 30%
de los años ‘80, Hollywood obtiene hoy más de la mitad de sus ingresos en los
mercados internacionales. El 85% de las películas proyectadas en todo el mundo
son de manufactura hollywodense: no es así de extrañar que Titanic batiera todos
los récords de taquilla en la República Popular de China, que cuenta con el ma-
yor número de salas de cine de todo el mundo (140.000 frente a las 25.000 en los
Estados Unidos) o que el déficit comercial entre los Estados Unidos y la Unión
Europea en el sector audiovisual se haya duplicado entre 1993 y 1998, aumentan-
do de 3.500 a 6.000 millones de dólares. Dentro de esta tendencia, se inscribe que
el continente africano sea proporcionalmente el mayor importador de películas
norteamericanas, o que éstas constituyan el 95% de los mercados de importación
en Chile y Costa Rica.
Pero los productos audiovisuales no son sino una parte del conjunto. También
surgen nuevos nichos de mercado para satisfacer necesidades locales que los pro-
ductos y servicios diseñados globalmente no pueden atender. Igualmente surgen
nuevas y originales industrias de bienes y servicios cuyo valor añadido no es el uso
de nuevas tecnologías sino la creatividad, la destreza o el uso de materiales tradi-
cionales. Por otro lado, este rápido crecimiento del comercio internacional de mer-
cancías y servicios culturales responde sin duda a un radical aumento de la deman-
da, que se caracteriza por un cambio en los patrones de consumo tanto en países
industrializados como en vías de desarrollo –el aumento de la capacidad de com-
pra, del tiempo libre y del abaratamiento de ciertos productos–, signos todos ellos
de lo que se ha dado en llamar el nacimiento de la sociedad de la información.
En resumidas cuentas, las industrias culturales –creativas, de contenido o de en-
tretenimiento– han pasado a dominar las formas tradicionales de generación y difu-
sión de la cultura, y adquirido con ello un enorme valor estratégico. Porque si bien
es cierto que los bienes y servicios culturales constituyen un factor esencial de pro-
ducción en la nueva economía, también –como recuerdan frecuentemente los dele-
gados de los países miembros de la UNESCO– transmiten y construyen valores. En
estos momentos la cultura se perfila como un prometedor mercado emergente, y no
es de extrañar por ello que las negociaciones comerciales en este terreno resulten ex-
tremadamente controvertidas y difíciles. Como señalan diversos autores, ningún otro
35
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
sector ha generado tanto debate sobre la legitimidad y los límites políticos, econó-
micos e institucionales de los procesos de integración económica, sean estos regio-
nales o mundiales (Galperin, 1998). Efectivamente, en cuanto se pone la cultura so -
bre la mesa de negociaciones, se abren complejas discusiones sobre la relación en -
tre lo económico y lo extra-económico, entendido como el valor atribuido a lo que
no tiene precio asignado (la identidad, lo bello, o el sentido de la vida).
36
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
tística y científica. Otros la ven como un intento por proteger su cultura y merca-
do nacional en contra de lo que consideran un “dumping cultural” por parte de
quienes dominan los mercados de exportación mundial de productos culturales.
Sin embargo, esta posición no puede ser explicada en función de intereses pura-
mente nacionales. De hecho, la excepción cultural fue invocada por primera vez
por los Estados Unidos a principios de los años ‘50, durante las negociaciones del
primer acuerdo de comercio multilateral de bienes culturales en la UNESCO, es
decir, el Acuerdo de Florencia sobre la importación de material educativo, cien-
tífico y cultural. La cláusula-reserva propuesta por los Estados Unidos fue publi-
cada como un anexo de dicho Acuerdo, y estipulaba la posibilidad de cerrarse a
las exportaciones en el caso que la producción nacional se viera amenazada.
La doctrina francesa sobre la “excepción cultural” se traduce en la práctica
en un fuerte marco de reglamentación para proteger, subsidiar y fomentar las in-
dustrias creativas, y exige un tratamiento diferenciado de los bienes y servicios
culturales.
Cerca de la posición francesa se sitúa Canadá, poniendo quizás menos énfa-
sis en los subsidios públicos pero apoyando medidas “para ayudar a las empresas
nacionales a seguir siendo una opción en sus mercados culturales”. Canadá tam-
bién reclama un tratamiento especial para los productos y servicios culturales en
los foros de comercio internacional, con el objetivo de garantizar el respeto a tres
grandes principios: la igualdad de acceso, la diversidad de contenido, y los dere-
chos del creador dentro de la sociedad global de información. Otros gobiernos eu-
ropeos se encuentran divididos. Italia, Bélgica, Grecia, así como Nueva Zelanda
y Australia, más bien se adhieren a las posiciones francesas, mientras que algu-
nos países escandinavos, como Dinamarca, se encuentran más cercanos a un en-
foque no proteccionista. A medida que las negociaciones comerciales han ido
avanzando, esta atomización ha evolucionado a la consolidación de posiciones
que podemos llamar “regionales”, de modo que por ejemplo la Unión Europea ha
desarrollado una única posición de cara a las futuras negociaciones de servicios
en el terreno cultural.
La alineación de países en torno a los polos libre mercado/excepción cultu -
ral podría fácilmente explicarse en términos puramente económicos, es decir, in-
terpretando las posiciones políticas como ‘posicionamiento de mercado’ y res-
puesta ante los desequilibrios de la balanza comercial entre los Estados Unidos y
Canadá, o los Estados Unidos y los países europeos. Sin embargo, esta explica-
ción economicista perdería de vista toda la complejidad del debate ideológico y
de visiones del mundo que acompaña a esta polémica. En efecto, al tratar de de-
finir las líneas divisorias del debate ideológico vemos que, paradójicamente, és-
tas no corren paralelas a las líneas tradicionales de segmentación política. Así, por
ejemplo, el gobierno conservador español ha visto con buenos ojos la posición
francocanadiense en el Acuerdo Multilateral de Inversiones, AMI, como también
37
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
el partido ultraderechista francés, Frente Nacional, que invitó a lanzar una gran
cruzada en contra de la globalización. Por otro lado, el gobierno laborista del Rei-
no Unido se ha acercado más a la posición norteamericana que a la posición del
gobierno socialista francés. En definitiva, pareciera que el debate ideológico so -
bre la “excepción cultural” no obedece a fronteras políticas, sino a distintas ma -
neras de entender la propiedad intelectual, el papel del estado y el modo en que
los ciudadanos se relacionan con sus gobiernos.
Como hemos visto más arriba, se ha generalizado la opinión de que la globa-
lización –al amplificar el alcance y poder del mercado– le hace más difícil gober-
nar a los gobiernos. La liberalización de las economías en los años ‘80 ha dejado
a los poderes públicos con márgenes más restringidas de toma de decisiones eco-
nómicas que las anticipadas inicialmente. Las nuevas tecnologías acentúan toda-
vía más esa sensación de pérdida de control: lo que antes podía prohibirse o res-
tringirse –créditos exteriores, importación de software de computadora, porno-
grafía o ideas políticas– resulta ahora más difícil de controlar.
Pareciera así que esta alianza entre cambio tecnológico y liberalización de los
mercados ha tomado por sorpresa a una buena parte de los gobiernos. Hasta cier-
to punto esto es lo que ahora está sucediendo con la cuestión de la cultura y el co-
mercio, en el sentido de que se están escribiendo las nuevas reglas del juego y no
todos pueden participar en su redacción. La panoplia de intereses cruzados es am-
plia y diversa. Hay gobiernos interesados en proteger y promover sus industrias
culturales nacionales y/o regionales, además de los derechos de propiedad inte-
lectual de sus ciudadanos, y entran con ello en conflicto con empresas multina-
cionales que defienden la libre circulación de los productos culturales. Pero esta
oposición de intereses va más allá de la confrontación entre países o entre gobier-
nos y el sector privado, e incluye también a creadores, artistas, inversionistas,
consumidores y ciudadanos. Nadie quiere quedarse fuera.
Esto quizá explique porqué las diferencias internas sobre el AMI no pudieron
resolverse con negociaciones a puertas cerrada en la OCDE y fueron transferidas
a la opinión pública mundial5, que terminó operando como la caja de resonancia
que finalmente permitió darle la puntilla a este controvertido acuerdo de inversio-
nes, el cual entre otras cosas no distinguía entre la nacionalidad del inversor o no
permitía tratos preferenciales a los inversores nacionales. Esta interpretación pa-
rece corroborarse ante las declaraciones del entonces Director General de la Or-
ganización Mundial de Comercio, Renato Ruggerio, quien describía el AMI co-
mo el proceso de “redactar la constitución de una sola economía global”.
En resumen, a diferencia del conflicto sobre ‘la excepción cultural’que tuvo
lugar al final de las negociaciones del GATT, el AMI ha desencadenado una nue-
va dinámica en torno a la cultura, como se ha podido constatar posteriormente en
Seattle, Washington, Praga y Québec.
38
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
39
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Appadurai, Arjun 1996 Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globa -
lization (Minneapolis: University of Minnesota Press).
Ashford, Barrie 1995 The Global System: Economics, Politics and Culture
(Cambridge: Polity Press).
Castells, Manuel 1997 The Power of Identity (Oxford:Blackwell Publishers).
Consejo de Europa 2000 (1997) Sueños e Identidades. Una aportación al de -
bate sobre Cultura y Desarrollo en Europa (Barcelona: Interarts/Península).
Del Corral, Milagros; Guiomar Alonso, et al. 2000 Questions and Answer:
Culture, Trade and Globalization (Paris: UNESCO).
Featherstone, Mike 1990 Global culture: nationalism, globalization and mo -
dernity (New York: Westview).
Galperin, H. 1998 Las industrias culturales y los acuerdos de integración re -
gional. El caso del NAFTA, la UE y el MERCOSUR (Sao Paulo: Programa
UNESCO MERCOSUR).
García Canclini, Néstor 1999 La Globalización Imaginada (México: Paidos).
García Canclini, Néstor, Carlos Moneta (coords.) 1999 Las Industrias Cultu -
rales en Latinoamérica (Buenos Aires: Eudeba).
Giddens, Anthony 1997 Runaway World (London: Routledge).
Hannerz, Ulf 1996 Transnational Connections (London: Routledge).
Hobsbawn, Eric 1999 On the edge of a New Century (New York: the New Press).
Jamieson, M. 1995 “Values and Globalization”, trabajo escrito para la Comi-
sión Mundial de Cultura y Desarrollo (Mimeo).
Nasbit, John 1994 Global Paradox (New York: Avon Books).
Pérez de Cuellar, Javier et al 1997 (1996) Nuestra diversidad creativa (Méxi-
co: Fondo de Cultura Económica /Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo).
Sunkel, Guillermo (coord.) 1999 El Consumo Cultural en América Latina
(Bogotá: Convenio Andrés Bello).
The Economist 1998 “Culture Wars”, en The Economist (London) September.
Throsby, David 1998 “El Papel de la Música en el comercio internacional y
en el desarrollo económico”, en Informe Mundial de Cultura (Madrid: Santa
María) 210-222.
Touraine, Alain 1998 “Iguales y diferentes”, en Informe Mundial de Cultura
(Madrid: Santa Maria) vol. 1, 54-64.
UNESCO 2000 International Flows of Cultural Goods 1980-1998 (Paris:
Institute of Statistics).
40
Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso
Notas
1 Traducimos este término por el de “decentredness”. En contraste con el de
descentralización, que implica una transferencia de recursos y facultades de
las instituciones de gobierno, el de descentración se refiere a modelos de pen-
samiento basados en la diversidad, en los que la dinámica corre a través de
varios centros.
2 Estos datos facilitados en el Informe de 1998 de la asociación norteameri-
cana “International Intellectual Property Alliance” indican igualmente que
entre 1977 y 1996 las industrias basadas en la propiedad intelectual aumen-
taron en los Estados Unidos tres veces más rápido que la tasa anual de creci-
miento económico.
3 The International Federation of the Phonographic Industry,
<http://www.ifpi.org>
4 Debate sobre “La excepción general para la cultura, el audiovisual y la ex-
clusión de la propiedad literaria y artística de los acuerdos del AMI: una cues-
tión de supervivencia”. Organizado por la Asociación de Autores y Compo-
sitores Dramáticos.
5 El tono de la polémica lo dan las palabras de Jacques Lang, ex-ministro
francés de la cultura: “La máquina infernal para desestructurar el mundo
avanza inexorablemente en los pasillos de las organizaciones internacionales.
El AMI (amigo en francés) es el enemigo: enemigo de la diversidad, enemi-
go de la creación, el enemigo de la justicia social”. En el “AMI es el enemi-
go”, Le Monde. 10 de febrero de 1998.
41
La intolerancia después del Comunismo
Isidro H. Cisneros *
“Hay que intentar que esas situaciones antes inéditas, que nos causa -
ron asombro y dolor, y además hicieron enmudecer nuestra inteligencia,
queden para generaciones futuras como un monumento del envileci -
miento y la crueldad. Se hace imprescindible para ello mantener la me -
moria histórica” (Nudelstejer, 1999: 42).
U
no de los principales fenómenos que caracterizaron al siglo XX fue sus
profundas intolerancias, representadas principalmente por los numero-
sos campos de concentración, tránsito y exterminio del pueblo judío, en
donde destacan por sus atrocidades Majdanek, Auschwitz-Birkenau, Sobibor y
Treblinka en Polonia, que causaron la muerte de casi 6 millones de personas, o
por las acciones de persecución denominadas Pogrom, los campos de trabajo for-
zado conocidos como Gulag y las constantes purgas de carácter étnico-político en
la ex-Unión Soviética. Estos eventos, vistos desde la distancia, acercaron a dos
de los totalitarismos de nuestros tiempos representados por el nazismo y el comu-
nismo: ambos con su visión totalitaria de la política, ambos con sus campos de
exterminio y de trabajos forzados. Uno con el Muro del Ghetto de Varsovia y el
otro con el Muro de Berlín. Tanto Hitler como Stalin buscaron imponer a través
de cualquier medio su proyecto de redención social, y no dudaron en eliminar a
quienes consideraban sus enemigos a través de la sistematización del terror y una
política de largo aliento orientada a la persecución. Para uno era la “limpieza de
clases” y para el otro la “limpieza étnica”. Ambos atribuyeron al Estado la tarea
superior de la transformación política y la redención social. Pero no sólo Europa
supo de intolerancias: éstas también aparecieron en otras partes del mundo, y en
este sentido requieren un lugar especial en nuestra memoria los exterminios ma-
sivos científicamente diseñados para Hiroshima y Nagasaki en el Sudeste Asiáti-
*
Doctor en Ciencia de la Política por la Universidad de Florencia, Italia. Coordinador de Investigación en la Facul-
tad Latinoamericana de Ciencias Sociales en su Sede Académica de México. Es miembro del Sistema Nacional de
Investigadores.
43
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
44
Isidro H. Cisneros
45
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
46
Isidro H. Cisneros
47
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
48
Isidro H. Cisneros
49
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
cia, a Umberto Bossi y su Liga Norte en Italia, o a Jörg Haider y su Partido Libe-
ral (Fpö) en Austria. Las nuevas intolerancias representan la indiferencia o el des-
precio de aquellas características que hacen al otro, al extranjero, un diferente, es-
tableciendo formas más violentas de distinción entre perseguidores y persegui-
dos. Observamos nuevas formas de intolerancia que se sustentan en aspectos
identitarios de tipo étnico, religioso, político o cultural que afirman la discrimi-
nación del otro al tiempo que presentan con fuerza la necesidad de explicaciones,
conceptualizaciones e incluso teorizaciones. Esta incapacidad para reaccionar
frente a las nuevas intolerancias refleja no sólo la crisis de las ideologías anti-ra-
cistas, anti-semitas y anti-xenófobas, sino que también expresa la crisis del pen-
samiento progresista (Taguieff, 1994: 369-396). Las recientes guerras en distin-
tas partes del mundo enseñan que la violencia sólo genera más violencia, produ-
ciendo profundas heridas insalvables entre grupos que pertenecen –por tradición
e historia– a sectores étnicos diversos ya sea en los Balcanes, en Timor Oriental
o en Chechenia. Respecto al uso de la violencia para defender los derechos hu-
manos, Tzvetan Todorov, importante estudioso de la historia de la moral, ha sos-
tenido que no es “bombardeando a una parte de la población en nombre de los de-
rechos de la otra” que un conflicto puede resolverse. Teniendo en mente los ac-
tos de discriminación y de “limpieza étnica” llevados a cabo en Kosovo, pero
también los desplazamientos de masa que caracterizaron por entero la historia del
siglo XX desde la persecución de los hebreos, gitanos o armenios bajo el nazis-
mo hasta la transferencia forzada de poblaciones enteras al interior del imperio
soviético, este intelectual de origen búlgaro radicado en París analiza las tensio-
nes que produce la coexistencia entre poblaciones que tienen diferentes tradicio-
nes culturales, religiosas y lingüísticas: “si teóricamente el objetivo político de la
guerra de los Balcanes era asegurar los derechos de las minorías étnicas persegui-
das, resulta obvio que la exacerbación violenta de los antagonismos étnicos deja
cicatrices muy difíciles de sanar sobre todo cuando una parte de la población con-
sidera necesaria la eliminación o la autoafirmación intolerante de su identidad ya
sea étnica, religiosa o social por sobre otros grupos que son portadores de dife-
rencias” (Todorov, 1999[a]: 50-51).
Los hombres, para existir, tienen necesidad de reconocimiento social. Si no
encuentran tal reconocimiento y les parece que todos los caminos de coexisten-
cia se cancelan, se refugian en lo único que les queda, que es su pertenencia a una
identidad colectiva. Esta situación crea las condiciones para que los grupos socia-
les produzcan una predisposición hacia los líderes carismáticos, demagógicos y
fanáticos que ofrecen la salvación colectiva buscando “chivos expiatorios” entre
quienes viven entre ellos pero que no son como ellos. El economista inglés Adam
Smith sostenía que “no es de la benevolencia del carnicero de quien los hombres
esperan el almuerzo, sino de su interés, y por lo tanto, la zanahoria puede ser más
convincente que el bastón” (Todorov, 1999[b]: 6). Si los grupos sociales encuen-
tran reconocimiento y si los hombres pueden realizarse, entonces, la idea de per-
50
Isidro H. Cisneros
51
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
AA.VV. 1999 Diccionario Enciclopédico (Océano: Barcelona) 645.
Amnistía Internacional 1999 Error capital. La pena de muerte frente a los
derechos humanos (Madrid: Amnesty International Publications).
Berlin, Isaiah 1993 “Descubrimiento de Auschwitz”, en Isaiah Berlin en diá -
logo con Ramin Jahanbegloo (Madrid: Muchnik) 37-42.
Bobbio, Norberto 1999 “Uno cosí deve essere eliminato dalla faccia della te-
rra”, en Liberal Dossier (Roma: Liberal Editores)N° 59, 22 de Abril, 4-5.
Bravo, Armando (ed.) 1999 Apocalipsis: ¿fin de la historia o utopía cristia -
na? (México: Universidad Iberoamericana).
Briggs, Asa y Patricia Calvin 1997 “De la guerra en Europa a la guerra mun-
dial, 1933-1945”, en Historia Contemporánea de Europa (Barcelona: Críti-
ca) 304-347.
Carsy, Frances 1999 The Apocalypse and the shape of things to come (Lon-
dres: British Museum Press).
Collotti, Enzo 1996 Hitler e il nazismo (Florencia: Giunti).
Connor, Walker 1998 Etnonacionalismo (Madrid: Trama Editorial).
Deakin, F.W. 1963 Storia della repubblica di Saló (Turín. Einaudi).
Elias, Norbert 1999 Los Alemanes (México: Instituto Mora) 7-28.
Fonseca, Isabel 1997 Enterradme de pie. El camino de los gitanos (Barcelo-
na: Península).
Fuentes, Julio 1997 Sarajevo. Juicio final (Barcelona: Plaza & Janés).
Ginsborg, Paul 1989 “L’Italia in guerra”, en Storia d’Italia dal dopoguerra a
oggi (Turín: Einaudi) 3-46.
Hilberg, Raul 1995 La distruzione degli Ebrei d’Europa (Turín: Einaudi) 2
vols.
Hobsbawm, Eric 1996 Historia del Siglo XX (Barcelona: Crítica).
Huntington, Samuel 1991 The third wave. Democratization in the late twen -
tieth century (Oklahoma: University of Oklahoma Press).
Huntington, Samuel 1996 “Las civilizaciones en desacuerdo”, en Fin de si -
glo (México: McGraw-Hill).
Janine, Calic-Marie 1999 “La guerra civil en Yugoslavia”, en Sociedades en
guerra civil (Barcelona: Paidós) 155-177.
52
Isidro H. Cisneros
53
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 El mismo autor ha regresado recurrentemente al tema: Huntington (1996).
2 Paradójicamente la excelente obra de Eric Hobsbawm sobre “el siglo cor-
to” trata de manera bastante ligera el tema del Holocausto, que desde nues-
tro punto de vista es central en la comprensión de las intolerancias del siglo
XX: Cfr. Hobsbawm (1996).
3 Ejemplos de ello los encontramos en Carsy (1999), así como en Bravo (1999).
4 Estos intentos “negatorios” van desde la presunción de la inexistencia de
las cámaras de gas hasta el cuestionamiento de la existencia del Diario de
Ana Frank. De la refutación de este “revisionismo histórico” da cuenta la ex-
celente obra de Lipstadt (1994).
5 Para un análisis más detallado sobre los acuerdos entre ambos personajes:
Deakin (1963).
6 Es importante hacer notar cómo en el desarrollo de la concepción de la no vio-
lencia propuesta por Mahatma Gandhi aparecen otros teóricos que reflexionan
sobre la temática de los derechos, como Henry S. Salt, quien ejercita una nota-
ble influencia sobre el pensamiento progresista de la época: Cfr. Salt (1999).
54
Cada una, cada uno, la masa
y el comandante en jefe de Venezuela
Gioconda Espina *
E
n la primera página de Psicología de las masas (1921) Freud plantea que
en la vida psíquica de cada uno y cada una siempre está integrado “el
otro como modelo, objeto, auxiliar o adversario” (1974[a]: 9), de modo
que cuando se hace psicología individual también se hace psicología social. La
diferencia entre las dos, sigue diciendo, es que la psicología social o colectiva no
se refiere a la relación del individuo con el padre, la madre, etc., sino con su tri-
bu, su pueblo, su casta, su clase, su institución, que “en un momento dado y con
determinado fin se organiza en una masa o colectividad” (1974[a]: 10).
Partiendo de algunas de las proposiciones de G. Le Bon y de MacDougall
sobre la masa y el líder, Freud destaca cinco condiciones necesarias para lo que
llama “elevación de la vida psíquica de la multitud” (1974[a]: 25), a saber:
1 continuidad;
2 que cada sujeto se haya formado una idea del propósito de la masas;
3 relación de la masa con asociaciones análogas;
4 que la masa tenga tradiciones, usos e instituciones propias; y
5 que la masa posea una organización en la cual cada quien tenga su res-
ponsabilidad.
*
Licenciada en Letras, Maestra en Estudios del Asia Occidental y Doctora en Estudios del Desarrollo. Es Profeso-
ra Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela y Responsa-
ble de la primera Maestría en Estudios de la Mujer en Venezuela, adscrita a la UCV.
55
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
56
Gioconda Espina
57
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
58
Gioconda Espina
59
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
60
Gioconda Espina
pan hace décadas en todas esas almas colectivas que él menciona, sino que se re-
conocen como parte de lo que, para parafrasear a Freud, deberíamos llamar “al-
ma colectiva femenina”. El año ‘30, en El malestar en la cultura, al enfatizar su
tesis de que el origen de la cultura que hace desdichadas en mayor o menor cuan-
tía a las personas es la necesidad de hacer un esfuerzo conjunto para sobrevivir
como especie, observa que –muchas veces– los individuos entran en contradic-
ción entre el “amor de meta inhibida” (a la Patria, a la comunidad, a Dios) y el
amor sensual, y que tal confrontación es más común entre las mujeres: ellas que
“por los reclamos de su amor habían establecido inicialmente el fundamento de
la cultura, pronto entran en oposición con ella y despliegan su influjo de retardo
y reserva. Ellas subrogan los intereses de la familia y de la vida sexual; el traba-
jo de cultura se ha ido convirtiendo cada vez más en asunto de los varones (...)
constriñéndolos a sublimaciones pulsionales a cuya altura las mujeres no han lle-
gado (...) la mujer se ve empujada a un segundo plano por las exigencias de la
cultura y entra en una relación de hostilidad con ella” (1988: 67-68). Es por fra-
ses como la subrayada que muchas feministas pueden hacerse freudianas. Si las
mujeres no habían llegado en el año ‘30, como no lo han hecho aún en el 2000,
a esa “altura” de la sublimación pulsional a la que se refiere en la cita, es porque
la cultura se los ha impedido.
Lo cual no quiere decir que sus pacientes y colegas, como Lou Andrea
Salomé, Karen Horney, Helen Deutsch, Marie Bonaparte y su propia hija Anna
Freud, entre otras, no hubieran remontado con tanto o más éxito que algunos de
sus colegas y pacientes hombres esas alturas de la sublimación pulsional.
En toda la teoría del año ‘21 sobre el paralelismo entre la psicología del in-
dividuo y la psicología de la masa, Freud ni siquiera se planteó la posibilidad de
que una mujer o las mujeres queden sometidas de igual o de diferente manera al
caudillo de la masa. Podríamos suponer que no se plantea una posibilidad que la
cultura aún le tenía vedada a las mujeres, con lo cual –como dicen Juliet Mitchell
y Jackie Rose– Freud sólo estaría describiendo, y no inventando o justificando, a
la sociedad patriarcal. Es por esto que no se entiende esta observación suya agre-
gada a la de la exigencia cultural que registra, en la que advierte que no le ve fu-
turo a la mujer en la masa de hombres, pues en la masa “no existe lugar ninguno
para la mujer como objeto sexual” (1974: 79), porque aquí el fin de la libido no
es sexual. Sin embargo, en páginas anteriores se ha ocupado de aclarar que el fin
de la libido de los hombres en la masa nunca es sexual sino amoroso en el senti-
do amplio de la palabra, como el amor que se le tiene al padre, al hermano, al
amigo, etc. ¿Por qué no podría ser el lazo amoroso de la mujer con el líder y con
los otros individuos de la masa de la misma naturaleza, es decir, por identifica-
ción con el caudillo y la causa que encarna?
Este punto oscuro en la teoría sobre el complejo de Edipo ha sido estudiado
por muchos postfreudianos hombres y mujeres. Michel Silvestre, de la escuela de
61
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
62
Gioconda Espina
63
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
son “imprudente” al hablar (dos mujeres), así como sus variantes “verborreico”,
“hablador” e “incontinente”, y “poco preparado para el cargo”. Dos feministas5
de las mejor formadas académicamente, que nunca han militado ni militan en par-
tido político alguno, pero que votaron en las dos oportunidades por Chávez, cali-
fican así al Presidente: la primera, como “narcisista, verborreico e imprudente”;
considera que su mayor virtud es el idealismo pero que su peor defecto es el au-
toritarismo. La segunda lo califica como “directo, claro y ganado para el enfoque
feminista”; considera que su mayor virtud es que sabe escuchar pero que el peor
defecto es el de ser “bocón”, es decir, que habla sin escuchar otras opiniones. Co-
mo se da cuenta de que ha escrito que “el que sabe escuchar no escucha”, me
agrega una nota donde se refiere a un caso en que luego rectificó y termina escri-
biendo: ”así que finalmente sí escuchó”.
Un “idealista que lleva a la práctica el Ideal con el autoritarismo que es un
defecto” y uno que “no escucha pero luego sí y rectifica” no son definiciones del
líder útiles para su comité de asesores de imagen, pero sí las definiciones contra-
dictorias de quienes no pueden sostener con los argumentos que siempre han es-
grimido, por escrito y de viva voz, el apoyo al líder, que en verdad proviene de
otra fuente, es decir, de una necesidad de que el padre sustituto del muerto triun-
fe, para que no perdamos todo y no nos perdamos todos y todas. Pero esas razo-
nes de cada una, coincidentes con las de cada uno de los tantos y tantas que ha-
cemos masa, están camufladas detrás de esas definiciones que le endilgan al Pre-
sidente sensibilidad para adquirir un “enfoque feminista” de las cosas (que sólo
observa en él una única mujer entre veinte) ni la tolerancia con el uso del autori-
tarismo a favor de un Ideal con el que una feminista pueda, en verdad, identifi-
carse. Una tercera feminista lo califica como un hombre “consecuente con la vi-
sión de país que tenemos”, pero no llega a contradecirse como las anteriores ca-
lificándolo al mismo tiempo de autoritario, o calificando ese Ideal de país con su
Ideal feminista de país. Como mujer se diluye en una primera persona del plural
que desea un país con el que el Presidente es “consecuente”.
Que lo que debe estar moviendo a las mujeres en la masa y también a dife-
rentes distancias de la masa es la necesidad de acompañar a alguien que, se reco-
noce, está empujando cambios en todos los terrenos, sin excluir el de los derechos
de las mujeres, parece verificarse cuando las mujeres hablan de su mayor virtud:
además del “idealismo” y del “saber escuchar” que anotan las dos feministas que
mencionamos en el párrafo anterior, están el ser un “constructor de utopías”,
“comprometido con los sectores populares”, que “mantiene la esperanza de un
gran porcentaje de la población”, “dice lo que piensa e informa sobre sus planes”
y “sabe movilizar las emociones de la masa” (aunque con un discurso ilógico e
incoherente, agrega una). Está claro que la mayoría coincide en reconocerle co-
mo mayor virtud su estrecha y frecuente relación con la masa desinformada, de-
sesperanzada y emocionalmente dispuesta a creer en alguien que la ayude. Una
mujer que nunca ha votado por él, y que sin duda tiene un excelente dominio del
64
Gioconda Espina
lenguaje psicoanalítico, resume así varias de las respuestas sobre esa mayor vir-
tud que la mayoría le reconoce: “se esfuerza por explicar los problemas a la gen-
te común, con ejemplos que pueden resultar ridículos y con esa manera suya de
hablar, pero que facilita que la gente se identifique y encuentre un lugar en don-
de representarse”. Otras tres mujeres que nunca han votado por él le reconocen
estas otras virtudes: joven, simpático, tenaz y con capacidad de trabajo. Una fe-
minista que en la actualidad se desempeña como consultora de agencias de la
ONU, gobiernos y organizaciones de mujeres fuera de Venezuela, y que ocupó
muy altos cargos en lo que Chávez llama la Cuarta República, dice con mucha
gracia que la mayor virtud que le reconoce es “su resistencia física para el discur-
so prolongado”.
El día 28 de diciembre de 2000 El Universal on line publicó una encuesta
realizada por la firma “Estudio y Organización Eugenio Escuela”, del 18 al 27 de
noviembre de 2000, a 1.800 personas a nivel nacional, cuyos resultados ratifican
con cifras no discriminadas por sexo, pero sí por estratos sociales del AB al E,
que el apoyo al Presidente Chávez, aunque había descendido un poco, seguía ma-
yoritariamente en los estratos más empobrecidos del país (el 70,37% de los en-
cuestados del estrato E y el 60,18% de los encuestados del sector D), y que ese
respaldo seguía siendo por las mismas razones por las que se convirtió desde el 4
de febrero del ‘92 y por obra de la televisión, en la única esperanza para la ma-
yoría pobre abandonada por décadas a su suerte. En la encuesta a la que nos es-
tamos refiriendo el 50,6% confiaba en Chávez, y entre las primeras seis razones
para hacerlo aparecen “su honestidad” (la segunda), que “habla claro con el pue-
blo” (la quinta) y que “tiene palabra/cumple lo que dice” (la sexta).
En la encuesta, la cifra de quienes apoyan al gobierno es mayor que la de los
que apoyan al Presidente, pero al detenernos en las razones por las que el 66%
apoya al gobierno (entre ellos el 75,66% de los encuestados del sector E), vemos
que las razones del apoyo al gobierno son, de nuevo, las razones por las que apo-
yan al Presidente, en este orden: “porque Chávez es el Presidente”, “porque votó
por Chávez”, “porque Chávez va a resolver la crisis económica”, “porque Chávez
tiene la voluntad”, “porque Chávez es honesto” y “para que Chávez siga gober-
nando bien”. Respuestas que podemos asociar con esas que suelen dar los niños
cuando alguien quiere saber porqué es que quieren tanto a su papá, quien no siem-
pre goza de buena imagen en quien pregunta o entre los adultos de la familia o
del edificio o del barrio. Es una actitud que podría resumirse como “no importa
lo que haya hecho o esté haciendo o lo que ustedes u otros piensen, él va a pro-
tegerme, él me va a cumplir en lo que pueda”. En los mismos días previos a las
elecciones del 3 de diciembre de 2000 (para elegir representantes municipales y
parroquiales y pronunciarse a favor o en contra de la sustitución de la actual or-
ganización y dirigencia sindicales), un empresario que dirige otra encuestadora
de prestigio decía en televisión: “yo no entiendo a los venezolanos, al tiempo que
marcan las evidentes fallas de este gobierno salvan la responsabilidad del presi-
65
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
66
Gioconda Espina
argumentando una que “él habla y se viste como lo que es, un soldado” y agre-
gando otra que además ya “se sabe que el uniforme militar añade algo de prestan-
cia”. Una tercera mujer, feminista, es la única de las veinte que marca que se
“siente atraída por la figura que demuestra la existencia de una autoridad”, y al
tratar de ubicar esa figura que la atrae de su pasado confiesa que se trata de las fi-
guras masculinas, ahora míticas, de los años ‘60, aunque no menciona nombre al-
guno. Al otro extremo de estas tres opiniones chavistas, una antichavista declara
que jerga y uniforme le producen “vergüenza ajena”.
En cuanto a sus expresiones abiertamente sexistas del pasado reciente, duran-
te esas largas alocuciones a las que ya nos hemos referido, de nuevo la mayoría
confirma que está en guardia sobre los riesgos de una fe ciega en el líder. Quin-
ce de las veinte mujeres consultadas marcaron que les parece que son “expresio-
nes de su inconsciente machista”, aunque una agrega que es su inconsciente “ma-
chista y militar” y otra precisa que se trata de su inconsciente “machista, militar
y de origen rural”. Entre las quince está incluida la feminista que había dicho que
una de las mayores virtudes del Presidente era “estar ganado para el enfoque fe-
minista”, lo cual no es una nueva contradicción suya, pues ella sabe, como per-
sona culta que es, que todas y todos –hasta el Presidente y Comandante en Jefe–
podemos apoyar una conquista originalmente propuesta por las feministas, mien-
tras que en nuestro fuero interno, inconscientemente, seguimos considerando a
las mujeres como inferiores. También entre las quince está la feminista que cali-
ficó al Presidente como un hombre “consecuente” con el país que ella desea,
agregando ahora –sorpresivamente– que lo que sucede es que el Presidente es
“ignorante y sordo en relación con la actual revolución de género”.
67
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
tro que saludan la iniciativa alegan que es “interesante”, “que es bueno participar
en todos los espacios públicos”, “que es parte de la movilización política actual”
y que “ahora ya no seremos las mismas viejitas de siempre haciendo lobby”.
En cuanto a la inclusión de viejas reivindicaciones de las mujeres en la nue-
va Constitución, aprobada por referéndum el 15 de diciembre de 1999, las res-
puestas son sorprendentes. Catorce de las veinte consideran que ello sí represen-
ta un avance para las venezolanas, mientras que una que votó dos veces por el
Presidente dice que “no sabe si es un avance, pues ya se había alcanzado cierto
grado de respeto por la independencia de todos los gobiernos e ideologías”. Otras
dos, que nunca votaron por el cargo de Presidente, dicen que no es un avance
“porque no se tocan ni levemente los aspectos centrales que afectan las relacio-
nes de género” y que “aunque correspondió con un repunte de la participación po-
lítica de las mujeres, éste desapareció ahora”. Las tres últimas respuestas parecen
serlo más bien sobre la pregunta anterior, que indagaba sus pareceres sobre la
Fuerza Bolivariana de Mujeres, pues ni a una Constitución atañe lo relativo a la
manera específica de organizarse las mujeres, ni es cierto que no se toquen en la
Constitución los “aspectos centrales que afectan las relaciones de género”. Mu-
cho menos le corresponde a una Constitución marcar o dejar de marcar repuntes
en la participación política de grupo alguno.
En cambio, hay tres mujeres que responden que no es un avance porque “no
cree en palabras sino en hechos”, “no es un avance un texto que viola el propio go-
bierno” y “es sólo una apariencia de avance” (una que votó el 6 de diciembre del
‘98 por Chávez). Como vemos, en relación con la Constitución fueron más optimis-
tas las que nunca votaron por Chávez que las que votaron por él una o dos veces.
En relación a sus pareceres sobre el más sonoro de los silencios de las muje-
res antes del 30 de julio de 2000, es decir, ante la no aplicación del artículo 144
de la Ley Orgánica del Sufragio y la Participación Política, que consagra que el
30% de todas las listas debe estar cubierto por mujeres, y el contraste de este si-
lencio con la solicitud que ha hecho María León, Presidenta del Inamujer, de al-
canzar la meta internacional de 50-50% en todos los cargos públicos para el 2005,
doce de las veinte encuestadas marcaron que les parece “una contradicción entre
el dicho y el hecho de los hombres y mujeres que apoyan al Presidente”, mien-
tras que una da su propia explicación condescendiente: “expresa las diferentes
posiciones políticas internas”. Seis de las consultadas responsabilizan directa-
mente a las mujeres chavistas, marcando que les parece una “contradicción” en-
tre el grueso de las mujeres y las veteranas lideresas que apoyan al Presidente (co-
mo María León), y otra da su propia opinión sobre el silencio: las chavistas “tra-
tan de no molestar al jefe, por eso dicen una cosa y hacen otra”. Una de las dos
feministas que resultaron más consustanciadas con el líder, su proyecto y los lo-
gros del proceso que encabeza, desarrolló su respuesta hasta develar la que pue-
de haber sido la razón primera del silencio por parte de quienes más se esperaba
68
Gioconda Espina
una protesta: “Yo tampoco (...) protesté, porque pensé que si las protestas hubie-
ran progresado eso hubiera alargado mucho más el proceso (eleccionario) favo-
reciendo a la derecha reaccionaria y opusdeísta (...) Ya sé que ese pensamiento
mío no es éticamente correcto (ética feminista): acepto la crítica”. La última fra-
se me hace recordar la vieja frase atribuida a los policías de la época de J.V. Gó-
mez (m. en 1936): “tiene usted razón, pero va presa”. ¿Podría darse un mejor
ejemplo de alguien que haya pasado de la identificación al enamoramiento del lí-
der que encarna un Ideal político y social, hasta el punto de subordinar a ese amor
las reivindicaciones de género por las cuales ha luchado por décadas? En cambio,
una de las doce que explican el silencio como una “contradicción entre el dicho
y el hecho de los hombres y mujeres que apoyan al Presidente” agrega que, ade-
más, esta contradicción es mayor por cuanto ahora hay una Defensoría de los De-
rechos de la Mujer que no se ha pronunciado al respecto, lo cual no debe extra-
ñar, dice, pues la Defensoría es una oficina adscrita al Inamujer, que “no sólo es
un instrumento del MVR sino que desconoce los avances logrados en esa mate-
ria en años anteriores, a nivel nacional e internacional”.
Como de cualquier forma es un hecho que después del 30 de julio de 2000
en los altos cargos de la administración pública aumentó la tasa de participación
de mujeres (tres de ellas comprometidas contra la discriminación de las mujeres
desde hace muchos años: Blanca Nieve Portocarrero, Ana Elisa Osorio y Moni
Pizani), les pregunté cómo creían ellas que se había logrado esa mayor participa-
ción. Seis opinaron que seguramente se trató de una “recomendación de sus su-
balternos en las instancias correspondientes”, mientras que dos consideraron que
fue “una respuesta a la propuesta de Inamujer de llegar al 50-50%”. Otras dos
(curiosamente, una de ellas es de las más críticas al Presidente) marcaron que “el
Presidente toma en cuenta los méritos más que antes del 30 de julio de 2000” (las
megaelecciones en las cuales fue reelecto), pero además, “los hombres que esta-
ban en esos cargos eran unos incapaces”. Otras dos opinan que todas esas muje-
res “están ahí por su militancia” o “su incondicionalidad”, independientemente de
los méritos o la conciencia de género que, en efecto, algunas tienen. Una dice que
están ahí por sus méritos y porque el Presidente sabe que “no son sus enemigas
políticas”, otra que se trata de “un simulacro democrático”, y otra más que se tra-
ta de “un acto de coherencia mínima” con la igualdad total prevista en la nueva
Constitución. Por cierto, una de las feministas chavistas, que había declarado en
la respuesta a una pregunta anterior que Chávez era “ignorante y sordo” en rela-
ción a la temática de género, ahora nos asombra diciendo que la mayor presencia
de mujeres en el Gabinete se debe a que Chávez es un hombre “que aprende a ver
con rapidez y se asesora”: la sordera y la ignorancia que le había atribuido le pa-
recen reversibles, después de todo. Dos mujeres más creen que no hay una polí-
tica general sobre el asunto, sino “consideraciones en cada caso”.
De cualquier forma, diecisiete de las veinte opinan que esa mayor presencia
de mujeres es positiva, siendo la primera razón para tal consideración que “van a
69
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
poder demostrar que son capaces de dirigir (o tomar decisiones) en los más altos
niveles”, y la segunda “que demostrará que es posible que cada vez haya mayor
presencia de las mujeres en cualquiera de los espacios públicos”. Dos de las que
restan importancia a esta presencia de las mujeres son contundentes: “esté quien
esté las decisiones siguen en manos de hombres”; “no veo diferencia con la pre-
sencia de mujeres en la Cuarta República: antes y ahora están desfasadas de la
masa”. La masa en la que cada uno y cada una tienen “lazos afectivos” con el lí-
der es, dice Freud, una fortaleza que el líder no debe descuidar, porque entonces
puede cundir el pánico en la masa o el desprendimiento de cada uno o cada una
de la masa que cohesiona el líder: el sujeto recobra su yo al trasladarse la libido
del objeto amoroso que encarna el Ideal (y que llega a constituirse en el Superyo
que ordena lo que se debe o no se debe hacer) a sí mismo o a otro objeto de amor
más cercano.
Desde el punto de vista de la conexión de cada quien con el país a través de
los medios de comunicación, es un hecho que la promoción por un canal de no-
ticias nacional, Globovisión, de una línea telefónica 800-Mujer de Inamujer, re-
sulta un paso adelante. Por añadidura, la línea se promueve a través de un micro-
video que trata de convencer a las mujeres maltratadas de la necesidad de denun-
ciar al maltratador y afrontar el problema. Pregunté a las mujeres si tenían esa
misma opinión. Nueve no han visto el micro por distintas razones, y a las nueve
mujeres que respondieron que sí lo han visto les parece bien hecho y pertinente,
aunque dos de ellas hacen estas denuncias: “lo malo es que no le han pagado a las
muchachas que atienden la línea desde que comenzaron a trabajar”, y más grave
aún: “las muchachas que atienden la línea remiten a la usuaria a jefaturas, centros
de salud, etc., que no las ayudan”. El amor se rompe de más de una forma, y las
frustraciones continuas por el amor que no llega a cambio del que se ha entrega-
do es, quién no lo sabe, la más común de todas.
Por último, preguntamos por las acciones más acertadas y menos acertadas del
gobierno, para el país y para las mujeres. Quizás por ser las preguntas finales, cin-
co no las respondieron y varias las respondieron parcialmente. Las acciones más
acertadas para el país son, en su opinión: “el rescate de la OPEP” y “la política pe-
trolera” (seis mujeres), “la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente” y
“la nueva Constitución” (cinco mujeres), “la atención a medias del bendito sobe-
rano (el pueblo)”, “sacar del escenario político a los ancianos de AD y Copei”, ”la
reestructuración de los poderes públicos”, “las políticas para reducir la inflación”,
“la reducción del número de ministerios aunque no haya sido lógica” y la “educa-
ción libre y gratuita, los doble-turnos y los comedores escolares”.
Las acciones más acertadas para las mujeres son: “la nueva Constitución”
(cinco encuestadas) y “la conversión del Consejo Nacional de la Mujer en Institu-
to Nacional de la Mujer” (tres encuestadas). Cinco mujeres no encuentran ningu-
na acción de avance específico para las mujeres, aunque una ya había reconocido
70
Gioconda Espina
71
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
prenda de amor al Ideal que encarna el líder, escribe una primera nota en la que
me aclara que “toda revolución tiene sus excesos al comienzo”, y aún insatisfe-
cha, me escribe una segunda nota en la que desdice la primera respuesta por com-
pleto: “Ya han rectificado con los de los hogares de cuidado diario (...) N. me in-
formó que, además, han mejorado las condiciones”. A ella no le consta, pero N.
se lo informó y esa información de alguien que nada tiene que ver con ese pro-
grama social del gobierno calma su angustia ante la evidencia de una falla del
Ideal.
Conclusiones
Exclusivamente por azar (pues el cuestionario fue enviado a medio centenar
de mujeres), de las veinte que respondieron la mitad votó por Chávez y la mitad
votó contra Chávez en las llamadas “megalecciones” del pasado 30 de julio de
2000, cuando fue reelecto por un poco más de los votos con los que había sido
electo el 6 de diciembre de 1999. Ocho no votaron ni por Chávez ni contra
Chávez. Sin embargo, las respuestas que nos permitieron llegar a precisar las ra-
zones por las cuales las mujeres se colocan a favor, en contra o en una posición
intermedia respecto del Presidente Hugo Chávez y su proyecto de “revolución
bolivariana y pacífica”, para verificar si sus razones son las mismas que las de los
hombres en las mismas posiciones o si son distintas, en virtud de los avances o
retrocesos en la lucha reivindicativa de las venezolanas, demuestran que tanto las
que se identifican con el proyecto que el Presidente encarna, así como las adver-
sas a él y las que se ubican fuera de las dos posiciones, en su mayoría coinciden
en la consideración de que ni el 6 de diciembre del ‘99, ni el 30 de julio de 2000,
ni en la actualidad, se vislumbraba un hombre, un líder, que pudiera hacerse car-
go de Venezuela con el apoyo popular. Y sin embargo, la mayoría de ellas coin-
cide al precisar sus temores en relación con el líder, así como al ubicar los acier-
tos y los errores que el gobierno ha tenido en los dos años.
Podría decirse, retomando a Freud y su teoría de la identificación al líder, que
seis de nuestras encuestadas se definen como plenamente identificadas con el
caudillo, y al menos dos de ellas (ambas feministas de larga data) podrían ubicar-
se –a partir de sus respuestas más elaboradas– en la segunda etapa de la identifi-
cación, que pasa del enamoramiento al amor, cuando el yo se entrega al objeto
hasta el punto en que éste toma el lugar del Ideal del yo, de manera que todo lo
que el objeto de amor/Ideal del Yo exige o hace es bueno e irreprochable. Si nin-
guna de las dos puede ubicarse aún en la tercera etapa, del paso del amor a la hip-
nosis, es por las contradicciones en las que su arraigado feminismo les hace caer,
como cuando una dice que el Comandante “no escucha” y luego aclara “pero a
veces sí que escucha”, o cuando la otra dice que el Caudillo “es ignorante y sor-
do con todo lo del género” y luego dice en otra respuesta que “aprende rápido con
72
Gioconda Espina
sus asesores”.
En cuanto a las ocho que no votaron ni a favor ni en contra de Chávez, po-
dría decirse que si no se sienten identificadas con el Caudillo, ciertamente entien-
den a la perfección por qué ocurre esa identificación de la masa con el Presiden-
te Chávez, especialmente de la que los encuestadores ubican en los sectores más
desamparados de la sociedad, E y D. Al igual que las que votaron en contra y no
reconocen virtud alguna al líder de la identificación masiva, igualmente coinci-
den con chavistas y mujeres de posición intermedia en que ha habido avances en
los dos últimos años en relación con las mujeres, conclusión general a la que pue-
de llegarse al leer cuidadosamente el análisis de los resultados de los dos puntos
anteriores. Por último, queda claro que las distintas posiciones en relación al Cau-
dillo no obedecen a razones diferentes a las declaradas por los hombres en diver-
sas encuestas sobre la popularidad del Presidente.
El hecho de que entre los calificativos más frecuentes de los sesenta que las
mujeres escribieron, los dos más frecuentes fueran “autoritario” y “bocón/habla-
dor”, y que esta frecuencia se repitiera al marcar el mayor defecto del Presidente
–“autoritarismo” e “incontinencia verbal”–, nos permite inferir que el autoritarismo
es, sin lugar a dudas, el mayor temor que chavistas, no chavistas y mujeres en po-
sición intermedia tienen en relación con el líder. Ello se reafirma cuando nueve de
las veinte declaran que cuando Chávez usa el uniforme militar o acude a la jerga se
sienten “amenazadas porque ven en ello un signo de autoritarismo o militarismo”.
Lo que la mayoría ve como la mayor virtud del líder es esa frecuente y estre-
cha relación con la masa en la que descansa su fortaleza, pues como dijo alguna
“antes nunca nadie se ocupó de explicarle las cosas grandes y pequeñas de la po-
lítica y de la economía que le atañen”, y para ello Chávez no ahorra ni tiempo ni
tuteos (“¿cómo es que te llamas tú?” le dice a la gente que lo llama por teléfono a
Radio Nacional durante el programa de los domingos, para inmediatamente decir-
le: “fíjate bien Inés... por cierto, tienes el nombre de mi abuela y de mi hija... fíja-
te lo que te voy a explicar sobre ese problema tuyo”). Porque las mujeres entien-
den que esas largas conversaciones semanales, a veces en cadena nacional, son un
pilar de su proyecto que alguna llamó “mesiánico” y que yo preferiría llamar ‘de
sostenimiento’ (inicialmente inconsciente, pero ya seguramente concientizado por
los análisis de sus asesores) de la posición de objeto único de amor en el desierto
de líderes con credibilidad, es que la mayoría las considera entre largas pero nece-
sarias para “el proyecto” (dicen las chavistas) y largas pero necesarias para “su
proyecto” (dicen las no chavistas y las mujeres en posición intermedia). En cuan-
to a los chistes sexistas que una que otra vez ha dejado caer en medio de esas con-
versaciones, una mayoría contundente, diecisiete de las mujeres que respondieron
a la consulta, los considera expresiones de su inconsciente machista.
Mayores coincidencias encontramos en las respuestas de chavistas, anticha-
vistas y mujeres en posición intermedia sobre los avances y retrocesos de las mu-
73
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
jeres en el bienio de transición. Los dos retrocesos que destaca la mayoría son: a)
la creación de una Fuerza Bolivariana de Mujeres por el Instituto Nacional de la
Mujer, lo cual la define como con un instrumento al servicio del gobierno, y más
aún, del partido mayoritario del gobierno, el Movimiento V República; b) la sus-
pensión del artículo 144 de la Ley Orgánica del Sufragio y de la Participación Po-
lítica en las elecciones del 30 de julio de 2000 (para elegir todos los diputados, go-
bernadores, alcaldes y representantes al Parlamento Andino y al Parlamento Lati-
noamericano), que obliga a que el 30% de la lista deba estar cubierta por mujeres.
Los mayores avances que reconocen son: a) la redacción y contenido de la
nueva Constitución aprobada por referéndum el 15 de diciembre de 1999, la cual
no sólo recoge casi toda la agenda mínima de las mujeres organizadas del mun-
do a la que aludimos en la nota 3, sino que fue redactada utilizando la forma fe-
menina de todos los vocablos que la costumbre ha hecho que se utilicen sólo en
su forma masculina (Presidente o Presidenta de la República, concejales y conce-
jalas, gobernadores y gobernadoras, etc.); b) el número mayor de mujeres en el
Gabinete y en cargos de altísima jerarquía (ahora habría que agregar que el 24 de
diciembre de 2000 nombró a la primera Vicepresidenta Ejecutiva de la Repúbli-
ca, Adina Bastidas).
Absolutamente coherente con las respuestas que dio al comienzo, la mayoría
considera que las mejores acciones de gobierno en la transición han sido la polí-
tica petrolera y la redacción de la nueva Constitución por la Asamblea Nacional
Constituyente, y que las peores acciones han sido la militarización de la adminis-
tración pública y el centralismo autoritario. Así que están más que claras las ra-
zones para la identificación y el fácil trayecto de la pura identificación hacia el
amor, pero también la fragilidad del lazo si no se pasara de la letra constitucional
a la aplicación, para dar sólo un ejemplo, o si el autoritarismo dejara de ser sólo
un temor, para hablar del mayor de los temores expresados por la mayoría. Se
equivocan quienes quieren ver en la imagen negativa de Chávez que intentan im-
poner algunos medios de comunicación (especialmente extranjeros) la primera
amenaza al respaldo masivo de los venezolanos. Así lo demuestra la coinciden-
cia de nuestras encuestadas y de ellas con los encuestados por la firma Eugenio
Escuela, cuando apoyan al papel de Venezuela en la defensa de los precios del pe-
tróleo a través de la OPEP. En verdad, la independencia de actuación del Presi-
dente frente a los intereses económicos y políticos de las grandes potencias (y sus
aliados en América Latina) es precisamente lo que más simpatía le suma dentro
del país. En cambio, un campanazo de alerta sonó cuando el 76,57% de los vene-
zolanos con derecho al voto no fue a votar el 3 de diciembre de 2000, en parte, y
como ha dicho el propio Chávez, porque los venezolanos estamos cansados de
tanto votar en apenas dos años (siete veces) y porque tradicionalmente las elec-
ciones que no incluyen las de la Presidencia carecen de importancia para noso-
tros. Pero también –y esto sí que no lo dice Chávez, pero lo sabe– porque se cas-
tigó con la abstención el abuso que significó llevar a referéndum la consulta de
74
Gioconda Espina
75
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Estudio y Organización Eugenio Escuela 2000 “Infografía del día”, en El Uni -
versal on line <http://www.el-universal.com> (Caracas) 28 de diciembre.
Freud, Sigmund 1974[a] (1921) “Psicología de las masas”, en Psicología de
las masas (Madrid: Alianza).
Freud, Sigmund 1974[b] (1927) “El porvenir de una ilusión”, en Psicología
de las masas (Madrid: Alianza).
Freud, Sigmund 1981 (1937) “Moisés y la religión monoteísta”, en Obras
completas (Madrid: Biblioteca Nueva) Tomo III.
Freud, Sigmund 1988 (1930) “El malestar en la cultura”, en Amedio siglo del ma -
lestar en la cultura (México: S. XXI) Colección Coloquios de la Fundación 1.
Silvestre, Michel 1985 “El sentimiento de culpa”, en Analítica (Caracas) N° 6-7.
Valery,Yolanda 2000 en El Universal on line <http://www.el-universal.com>
(Caracas) 8 de diciembre.
76
Gioconda Espina
Notas
1 El descubrimiento del poder de los medios de comunicación audiovisuales
por parte de Chávez ocurrió el mismo día que fracasó el primer golpe de es-
tado, el 4 de febrero de 1992, cuando después de entregarse al Ministro de la
Defensa éste le permitió dirigirse por radio y televisión a los militares que
aún continuaban alzados en armas. Entonces Chávez los exhortó a dejar las
armas... “por ahora”. La declaración duró menos de dos minutos, pero desde
ese momento hasta hoy Chávez continúa siendo reconocido –incluso por los
menos viscerales de sus oponentes– como un hombre que puede aceptar que
se equivocó y, al mismo tiempo, se compromete a cumplir sus promesas.
2 Estamos llamando “de transición” al período 1998-2000, en el cual una he-
gemonía política cuyos principales líderes procedían del partido socialdemó-
crata, Acción Democrática, y el partido demócrata cristiano Copei, fue susti-
tuida por otra cuyos principales protagonistas proceden del Movimiento V
República (cuyo Presidente es el mismo Hugo Chávez) y de los partidos alia-
dos al MVR, Movimiento al Socialismo y Patria Para Todos.
3 En realidad, la agenda mínima de las mujeres en Venezuela es la suma de
reivindicaciones específicas de las mujeres organizadas a nivel mundial, que
viene conformándose desde fines de la segunda guerra mundial. Básicamen-
te, esas reivindicaciones son: paga igual por igual trabajo, condena al uso y
abuso de la imagen de la mujer para fines comerciales, penalización de todo
tipo de violencia contra la mujer, reconocimiento y apoyo a la diversidad de
familias que coexisten con la familia nuclear, libre orientación sexual, reco-
nocimiento de que la maternidad es una opción de las mujeres y no una obli-
gación, 30% de mujeres en las listas de los partidos y grupos electorales pa-
ra elegir representantes a la Asamblea Nacional, consejos municipales y jun-
tas parroquiales, y 50% de mujeres en todos los organismos que dependen del
Ejecutivo Nacional.
4 Sólo doce de las veinte encuestadas trabajan en la actualidad en organiza-
ciones no gubernamentales y programas adscritos a dependencias del gobier-
no que diseñan políticas de asistencia o asisten directamente a las mujeres.
Pero dieciocho investigan la problemática específica de las mujeres. Las
ONGs, programas y dependencias para las cuales doce de ellas trabajan en
distintas partes del país son: el “Programa Regional Piloto de Prevención y
Atención a la Violencia Intrafamiliar contra la Mujer” (BID/ Inamujer), MU-
SA(“Mujer y salud”, de la U. de Carabobo), “Asociación Mujer 2000” (Ciu-
dad Bolívar, Edo. Bolívar), “Somos Iglesia” y “Asociación de Teólogas del
Tercer Mundo”, “Fundamujer”, “Coordinadora de ONG de Mujeres”, “Gru-
po de Estudios de la Mujer” (Universidad Simón Bolívar), “Asociación Ve-
77
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
78
Deconstrucción, transformación y construcción
de nuevos escenarios de las prácticas
de la Afroamericanidad
U
na densa bibliografía sobre la temática afroamericana, sobre todo en
Sudamérica y el espacio Caribe, se orientó hacia una visión reduccio-
nista a la “folclorización”, música, danza y religión. Esta bibliografía
reduccionista cargada de prejuicios, en la mayoría de los casos, ensombrecía
otros aspectos de gran significación en la vida de los afrodescendientes por la
afirmación: en primer lugar, de sus códigos culturales ancestrales trasladados al
nuevo mundo (en sus distintas fases, de conservación, creación, recreación e in-
novación); y en segundo lugar, la lucha por la conquista de espacios en las esfe-
ras sociales, políticas y jurídicas de las sociedades latinoamericanas y caribeñas
en los procesos de modernización de los estados.
En el siglo XIX, con el surgimiento de las Constituciones, después de las
guerras de independencia de los países de nuestro continente, ni los indígenas ni
los afrodescendientes fueron considerados ciudadanos, y los secuestrados afro-
subsaharianos continuaron sometidos a la esclavitud durantes muchos años.
Las primeras constituciones de las nacientes repúblicas tendieron el primer
segmento de la “exclusión” y la “anti-ciudadanía”. Fundamentos ideológicos con-
llevaron a esta aberrante exclusión, a diferencia de lo que expresa Frank Tannen-
baum: “Nunca se planteó la cuestión de si el negro era apto para libertad: el negro
*
Cursó estudios de Educación, Universidad Central de Venezuela (U.C.V). Coordinador del Centro de Estudios
Afroamericanos Miguel Acosta Saignes de la U.C.V. (1988-1993). Editor de la Revista Africamerica. Coordina-
dor de la Fundación Afroamerica y Red Afrovenezolana. Miembro del directorio de la Alianza Estratégica Afro-
latinoamericana que agrupa más de doscientas organizaciones afro del continente. Miembro permanente de la
agencia de consulta sobre raza y pobreza en América Latina. Banco Mundial, Banco Intramericano de Desarrollo
y Diálogo Interamericano. Washington.
79
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
80
Jesús “Chucho” García
los Estados Unidos. Se podría tal vez proceder de otra manera con los ne-
gros antillanos que tienen un nivel inferior al de nuestros nacionales y que,
aún cuando puedan favorecer temporalmente nuestra propiedad económi-
ca, serían un elemento nocivo de nuestra vida intelectual, social y política.
En nuestro país (los negros) han sido la materia prima, el elemento en el
cual reclutaron sus ejércitos casi todas las revoluciones. Un aumento sen-
sible de la población negra podrá turbar el desarrollo normal de nuestras
instituciones democráticas y de toda nuestra vida nacional, y sobre todo,
comprometer gravemente nuestra unidad moral” (1987).
La construcción del discurso teórico de la modernidad y la ciudadanía de la
década de los años ‘30, en la mayoría de los países del continente americano, es-
taba sustentada sobre la base de la exclusión de los sectores sociales menos favo-
recidos, y discriminados desde el punto de vista étnicos, es decir, sobre los afro-
descendientes e indígenas.
Estos planteamientos se proyectarían hasta nuestros días. Como dice Martín
Hopenhayn:
“... dos tareas fundamentales saltan a la vista para un proyecto integrador.
Primero superar la larga tradición de lo que aquí llamamos la dialéctica de
la negación del otro, donde una cultura (de la mujer, del indio, del negro,
el pagano, el mestizo, el campesino, el marginal-urbano, etc.) constituye el
cimiento en que a su vez se monta una larga tradición de exclusión socioe-
conómica, cultural y sociopolítica” (2000).
Los procesos de autorreconocimiento y reconocimiento, que comenzó a im-
pulsar el movimento afroamericano a finales de la década de los ‘80 y a lo largo
de los ‘90 sobre todo en América del Sur, se enmarcan en una prolongada lucha
por la inserción en los espacios públicos y reconocimiento jurídico, que al mis-
mo tiempo ha sido una lucha por el reconocimiento de una ciudadanía de la afroa-
mericanidad contra la exclusión de los sectores históricamente menos favoreci-
dos. No ha sido fácil colocar el tema afro en la esfera de las políticas públicas y
jurídicas. Se han tenido que abrir espacios de discusión contra imperios concep-
tuales que desdibujan nuestras realidades como las concepciones de que “todos
somos mestizos” y por lo tanto “somos iguales” y, que por lo tanto, concluyen
que vivimos en una “democracia racial”.
Las organizaciones sociales afro, como actores sociales protagonistas de sus
respectivos destinos comenzaron a deconstruir los referentes establecidos sobre
la negación de ciudadanía y participación en los procesos de transformación de
la compleja realidad latinoamericana y caribeña.
Como dice Mato: “Las prácticas de todos los actores sociales, sean empresas,
organizaciones gubernamentales u organizaciones no gubernamentales, todas in-
81
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
82
Jesús “Chucho” García
83
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
84
Jesús “Chucho” García
85
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
86
Jesús “Chucho” García
Bibliografía
Adriani, Alberto 1987 Labor Venezolanista (Caracas: Academia Nacional de
Ciencias Económicas).
Alianza Estratégica Afrolatinoamericana 2001 Declaración de Caracas (Ca-
racas) Abril.
Campbel, Francisco 2000 Raza y pobreza en América Latina Mimeo. Santia-
go de Chile.
CEDEHCA 1997 La costa del Caribe y el estatuto de autonomía Nicaragua.
Cisnero, Isidro 2000 Nuevas formas de intolerancia cultural (Caracas) II
Reunión de Clacso. Mimeo, Noviembre.
Draper, Theodore 1977 El nacionalismo negro en Estados Unidos (España:
Alianza Editorial).
Fanon, Frantz 1975 Por la revolución africana (México: Fondo de Cultura
Económica).
Flores, Margarita 1999 La decisión 391 del Pacto Andino (Colombia) Mimeo.
García, Jesús 2000 Afroamericano Soy (Caracas: Ediciones Heraldos Negros).
Hopenhayn, Martín 2000 Seminario Regional de Expertos Contra el Racis -
mo (Chile: CEPAL) Octubre.
Ley 70 de Comunidades Negras (1993). Mimeografiada. Colombia.
Mato, Daniel 2000 Desfetichizar la “Globalización” (Caracas) Mimeo, II
Reunión de CLACSO, Noviembre.
Maya, Adriana 2000 Memoria en conflicto y paz en Colombia (Caracas) Mi-
meo, II Reunión del Grupo de trabajo CLACSO, 9 al 11 de noviembre.
Mosquera, Joaquín (1961) Ley de Manumisión del año 1830. En: El proble-
ma de las tierras en Venezuela 1810-1830. CDHC. Universidad Central de
Venezuela. 1961.
ONU 2000 [a] Declaración conjunta de Organizaciones de la Comunidad
Negra de la región Andina (Santiago de Chile) 5 al 7 de Diciembre.
ONU 2000 [b] Declaración y proyecto de plan de acción de la preconferen -
cia contra el racismo (Santiago de Chile) 5 al 7 de Diciembre.
S/d 1993. Ley 70. Comunidades Negras Colombianas.
S/d 2000 Declaración Conjunta de Organizaciones de la Comunidad Negra
de la Región Andina (Lima: Comité Andino de Servicios) Abril.
Tannembaun, Frank 1972 Interpretación de Latinoamérica (México: Grijalbo).
Vasconcelos, José 1992 Obra selecta (Caracas: Biblioteca Ayacucho).
87
Fronteras, estados e identificaciones en el Cono Sur
Alejandro Grimson *
L
os procesos fronterizos constituyen una entrada estratégica para la com-
prensión de los procesos socioculturales contemporáneos. Hace varias
décadas, al menos desde Barth (1976) y Cardoso de Oliveira (1976 y
1996), sabemos que estudiar identificaciones es estudiar sus límites. Es decir, los
grupos y las identificaciones no pueden comprenderse en sí mismos, sino en re-
lación con otros, en un entramado de relaciones que repone una situación de con-
tacto, una situación de frontera. Estudiando límites podemos saber aquello que un
grupo o una identificación incluyen y excluyen, así como los dispositivos a tra-
vés de los cuales construyen esas diferencias, articulándolas en la mayor parte de
los casos con formas de desigualdad.
Una parte de los nuevos procesos y problemas que proliferaron en los estu-
dios socioculturales durante la década del ‘90 fue conceptualizada a través de tér-
minos como identidades, fronteras, territorios. Esos términos se convirtieron en
“metáforas comodines”, útiles para hacer referencia a las más variadas dimensio-
nes y situaciones. La expansión de esos usos metafóricos se combinó en ciertos
casos con una perspectiva que enfatizaba excesivamente la textualidad de “lo
real” y la estética de lo social, muchas veces en detrimento de analizar conflictos
de intereses que se expresaban no sólo en identidades políticas, sino también en
políticas de identidad. En diversas regiones del mundo, nuevas formas de agru-
pamiento, así como la reaparición o el fortalecimiento de otras más antiguas, ex-
*
Instituto de Desarrollo Económico y Social (Argentina). Doctorando de Antropología, Universidad de Brasilia.
Becario del CONICET. Publicó los siguientes libros: Relatos de la diferencia y la igualdad, Interculturalidad y
comunicación, Fronteras, naciones e identidades y Audiencias, cultura y poder (con Mirta Varela).
89
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
90
Alejandro Grimson
91
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
92
Alejandro Grimson
93
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Estudios específicos
Un resultado general de las investigaciones en el Cono Sur es la elemental
constatación empírica –que no tendría relevancia si no fuera por ciertas tesis glo-
balistas o de un culturalismo extremo– de que las fronteras continúan siendo ba-
rreras arancelarias, migratorias e identitarias. Esa continuidad es histórica, ya que
las características y sentidos de esas barreras son actualmente recreados en el
marco de los discursos y políticas de “integración regional” y las dinámicas de
globalización.
La constitución del estado implicó en nuestros países la construcción de dos
tipos de fronteras. Por una parte, las fronteras propiamente políticas, límites del
territorio dentro del cual se pretende la legitimidad para el monopolio del ejerci-
cio de la violencia. Ese territorio, sin embargo, no siempre se encontraba efecti-
vamente en poder de esos estados, sino en manos de poblaciones aborígenes. En
casos tan variados como los de Brasil o Argentina, el estado se construyó en gran
medida a través de la expansión de su frontera interior, conquistando el territorio
que pretendía propio. Esta frontera en expansión todavía hoy tiene vigencia en
ciertos países, a través de cierto “colonialismo interno” por el cual la sociedad na-
cional avanza sobre territorios habitados por indígenas. En muchos otros países,
la frontera política adquiere una dinámica expansiva, ya sea sobre las poblacio-
nes locales o sobre la vecina sociedad nacional. En ese sentido, el estudio de las
fronteras políticas implicaba en ciertas situaciones considerar dos procesos fron-
terizos simultáneos y combinados.
94
Alejandro Grimson
95
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
96
Alejandro Grimson
do por los estados. Los diversos grupos que habitaban las márgenes del río (entre
otros, tobas y wichís) utilizaban el río como criterio de demarcación, pero en un
sentido distinto: la oposición era “río arriba” y “río abajo”, más que entre una y
otra margen. La creciente presencia de los estados nacionales en la región a tra-
vés de sus fuerzas militares implicó un cambio en la percepción de los aboríge-
nes, comenzándose en algunos casos a definir los límites intertribales en función
de la frontera internacional.
En estos últimos años los estados han desarrollado dos obras importantes en la
región. Por una parte, la canalización del río –para evitar los problemas de inunda-
ciones y sequías– busca ordenar también el “límite internacional”, profundizando la
demarcación de la frontera. Por otra parte, la consolidación del Mercosur ha acele-
rado el proceso de vencer obstáculos espaciales construyendo un puente que atravie-
sa el Pilcomayo, aunque sin caminos que permitan conectar el viaducto con las ru-
tas importantes. Para Gordillo y Leguizamón, en este doble proceso de delimitación
y unión se entrelazan procesos globales, regionales, nacionales y locales. La pobla-
ción aborigen queda involucrada fuertemente en el proceso, al punto que el puente
se construye sobre tierras de una comunidad. La comunidad decidió cortar el puen-
te, ya que nadie los había consultado sobre su ingreso en la era global. Por eso, “la
construcción del puente y la llegada del Mercosur a la zona estuvieron para los gru-
pos aborígenes estrechamente ligados al problema de la tierra”, al punto que algunos
dirigentes indígenas afirmaban: “yo creo que el Mercosur no va para nosotros, por-
que es una cosa de atropellarnos a nosotros”. En ese marco se produce una flexibi-
lización de la frontera para los movimientos de capital, mientras se desarrolla “un
mayor control de la frontera por parte de los organismos del Estado”, generando ma-
yores restricciones en los cruces de la población local. De esa manera, las dinámicas
del Mercosur le imponen a la región del Pilcomayo medio un doble sentido como
frontera: a) frontera internacional, límite entre estados (en inglés border); b) espacio
flexible de articulación entre sistemas con dinámicas socioeconómicas heterogéneas
donde uno se expande sobre el otro (en inglés, frontier).
Esta doble tensión atraviesa diversas fronteras de los estados del Mercosur,
que constituyen en general regiones periféricas de las grandes metrópolis de ca-
da país. Para comprender ese proceso de transformación, se hace necesaria una
dimensión histórica de la sociedad y la cultura en el proceso de constitución de la
frontera. Por ejemplo, como plantea Karasik (1993), en el noroeste argentino se
plantea una sucesión de definiciones fronterizas que implican continuidades y
rupturas: frontera del Tawantinsuyu, frontera colonial y frontera nacional. Las
dos fronteras de la provincia argentina de Jujuy, con Chile y con Bolivia, “no tie-
nen la misma presencia en el imaginario social. La frontera con Bolivia (valora-
da e incorporada, o rechazada y negada) es una frontera presente en el imagina-
rio jujeño (...). La frontera con Chile podría caracterizarse como ‘ausente’ del
imaginario social” (ídem). A pesar de que las investigaciones arqueológicas y et-
nohistóricas han mostrado que en el pasado existió una gran circulación a través
97
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Tendencias
Los estudios en las zonas fronterizas parecen indicar una gran diversidad de
situaciones, una heterogeneidad vinculada a historias diferentes y contextos espe-
cíficos distintos. Esta diversidad no impide reconocer ciertas tendencias predomi-
nantes en un contexto espacio-temporal específico. Los procesos de regionaliza-
ción del Cono Sur están produciendo combinaciones peculiares en la relación es-
tado/nación/frontera. En varias zonas parecen delinearse dos tendencias comple-
mentarias. Mientras los estados renuevan y fortalecen los controles y regulaciones
de las que consideran sus fronteras críticas (ver Karasik, 2000; Grimson, 2000 a y
b), se encuentran en franco retroceso los modelos de nacionalización del territorio
a través de políticas asociadas al “bienestar” (ver Escolar, 2000; Vidal, 2000).
Es decir, hacia mediados del siglo XX se constituía una ecuación que combi-
naba visiones militaristas de hipótesis de conflicto con ciertos procesos de “integra-
ción territorial y social” de las poblaciones periféricas. El “bienestar” era función
de la nacionalización, así como ésta era función de la fortaleza nacional en una gue-
rra que –por suerte– nunca se concretó. De manera diversa, a partir de los años no-
venta puede percibirse en diversas fronteras del Cono Sur que los proyectos de “in-
tegración regional” como el Mercosur disuelven las hipótesis de conflicto. Pero en
lugar de revalorizar la frontera como espacio de diálogo e interacción, esto se tra-
duce –especialmente, pero no sólo en Argentina– en el abandono de toda política
activa y de desarrollo social de las zonas fronterizas. Si el “bienestar” convivió con
el conflicto, la “integración” convive actualmente con tiempos neoliberales1.
Por una parte, las políticas estatales de ocupación de espacios fronterizos con
empresas públicas o destacamentos militares se encuentran en retirada (ver Vidal,
98
Alejandro Grimson
99
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Alvarez, Robert 1995 “The Mexican-US Border: The Making of an Anthro-
pology of Borderlands”, en Annual Review of Anthropology, Vol. 24, 447-470.
Barth, Fredrik 1976 “Introducción”, en Los grupos étnicos y sus fronteras
(México: Fondo de Cultura Económica) 9-49.
Cardoso de Oliveira, Roberto 1976 Identidade, etnia e estrutura social (San
Pablo: Pioneira Editora).
Cardoso de Oliveira, Roberto 1996 O índio e o mundo dos brancos (Campi-
nas: Unicamp).
Cardoso de Oliveira, Roberto 1997 “Identidade, Etnicidade e Nacionalidade
no Mercosul”, en Politica comparada-Revista Brasiliense de Politicas Com -
paradas Año 1, Vol. 1, N° 2, 9-20.
Cardoso de Oliveira, Roberto 2001 “Los (des)caminos de las identidades”, en
Apuntes (Buenos Aires) Nº 7, Mayo.
Donnan, Hasting y Thomas Wilson (editores) 1994 Border Approaches.
Anthropological Perspectives on Frontiers (London: University Press of
America and Anthropological Association of Ireland).
Douglass, William 1998 “A Western perspective o an eastern interpretation
of where north meets south: Pyrenean borderland culture”, en Wilson, T. y H.
Donnan Border Identities (Cambridge: Cambridge University Press) 62-95.
Escolar, Diego: “Identidades emergentes en la frontera argntino-chilena”, en
Grimson, A. (comp.) Fronteras, naciones e identidades (Buenos Aires: CIC-
CUS-La Crujía).
García Canclini, Néstor 1992 Culturas Híbridas (Buenos Aires: Sudamericana).
Gordillo, Gastón 2000 “Canales para un río indómito. Frontera, estado y uto-
pías aborígenes en el noroeste de Formosa”, en Grimson, A. (compilador)
Fronteras, naciones e identidades (Buenos Aires: CICCUS-La Crujía).
Gordillo, Gastón y Juan Leguizamón 1997 “El río y la frontera. Aborígenes,
obras públicas y Mercosur en el Pilcomayo medio”. Ponencia presentada en
el V° Congreso Argentino de Antropología Social (La Plata) Agosto.
Grimson, Alejandro 2000[a] “El puente que separó dos orillas”, en Grimson, A.
(comp.) Fronteras, naciones e identidades (Buenos Aires: CICCUS-La Crujía).
Grimson, Alejandro 2000[b] “Cortar puentes, cortar pollos. Conflictos eco-
nómicos y agencias políticas en Uruguayana (Brasil) - Libres (Argentina)”,
en Revista de Investigaciones Folclóricas (Buenos Aires) N° 15.
100
Alejandro Grimson
101
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 Obviamente, es necesario también cuestionar qué significan en nuestras re-
giones “bienestar” e “integración”. Sobre este último aspecto ver Grimson
(2001).
102
Planeta Banco: diversidad étnica
en el Banco Mundial *
U
na de las diferencias entre antropólogos y otros científicos sociales se
refiere a la importancia que le damos a la investigación de campo, esto
es, al punto de vista y las experiencias de las personas directamente in-
volucradas en las realidades que queremos entender. Hacer investigación en un
“centro físico de la cultura transnacional” (Hannerz, 1996), en este caso el Ban-
co Mundial, me permitió explorar empíricamente cuestiones relacionadas a dis-
tintos tópicos del campo de estudios sobre transnacionalismo y globalización.
Existen regiones, instituciones y personas que son portadoras de los procesos
de globalización o son expuestas a ellos de maneras diferentes. Así, un primer
procedimiento metodológico se refiere: (a) a definir el escenario más apropiado
para realizar una investigación antropológica sobre transnacionalismo y globali-
zación, y (b) a la toma de conciencia de que son procesos disyuntivos de interco-
nexiones entre varias dimensiones altamente complejas. La interpretación de Ap-
padurai (1990, 1991) sobre la economía cultural global como resultante de rela-
ciones disyuntivas entre diferentes “panoramas” es altamente instrumental para
mis objetivos. Ella supone una variedad de perspectivas de acuerdo a las posicio-
nes de los actores y las capacidades de las agencias. Supone igualmente una dis-
tribución y eficacia desiguales de ejercer poder por parte de estos mismos acto-
res y agencias operando en cinco dimensiones interrelacionadas y responsables
*
Agradezco a Larissa Adler Lomnitz, de la Universidad Nacional Autónoma de México, las correcciones de la tra-
ducción de este texto.
**
Profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasília e Investigador del Conselho Nacional
de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq). Ph.D. en Antropología por la City University of New York.
103
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
104
Gustavo Lins Ribeiro
(BIRD), la agencia originaria y la más grande del grupo, fue en donde la mayor
parte de la presente investigación se realizó. En 1997, cuando Bosnia y Herzego-
vina se unieron al BIRD, 180 países eran dueños de su capital1.
105
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
106
Gustavo Lins Ribeiro
Otra distinción importante es aquella entre los empleados que son ciudada-
nos norteamericanos, los que tenían green cards antes de trabajar para el Banco,
y los expatriados. Estos últimos forman la parte más grande de la fuerza de tra-
bajo del Banco. Los expatriados también reciben beneficios especiales tales co-
mo viajes pagos a sus países natales y educación subsidiada para sus hijos, con el
objetivo de mantener el contacto con sus países y culturas originales. Sin embar-
go, a pesar del uso ocasional de la diversidad cultural de la institución para faci-
litar negociaciones con clientes extranjeros, los funcionarios que entrevisté siem-
pre se referían a la americanización de los expatriados y lamentaban que el Ban-
co no aprovechara a su diversidad interna.
Idealmente la segmentación étnica del personal debería reflejar la cantidad de
acciones que un determinado país posee. Pero no es esto lo que realmente ocurre.
Por ejemplo, entre los cinco países más poderosos en el Banco, en 1996, Estados
Unidos, con 17,20% del poder de voto, estaba super-representado, puesto que los
norteamericanos ocupaban el 25,80% de la fuerza de trabajo total. Lo mismo se
aplica para el Reino Unido, que tenía 4,52% del poder de voto y 6,14% de la fuer-
za de trabajo. Japón, por otro lado, estaba altamente sub-representado. Tenía 6,10%
del poder de voto y una participación en la fuerza de trabajo de apenas 2,01%. Ale-
mania estaba en la misma situación con un poder de voto de 4,84% y una partici-
pación de 2,01% en la fuerza de trabajo. El único país en este grupo que tenía una
posición equilibrada era Francia, con 4,52% del poder de voto y 4,33% de la fuer-
za de trabajo. Cuando incluimos otros países además de los cinco más poderosos,
vemos que la relación entre poder político-económico y la segmentación étnica del
Banco es mucho más complicada. En 1996, los diez segmentos mayores interna-
mente en el Banco eran, en orden, norteamericanos, hindúes, filipinos, británicos,
franceses, canadienses, alemanes, peruanos, australianos y japoneses.
107
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
108
Gustavo Lins Ribeiro
109
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Todos estos elementos sugieren que existen fuerzas a nivel macro y micro
que dan forma a un perfil más homogéneo de la fuerza de trabajo. De hecho, la
dinámica existente en el mercado de trabajo segmentado en la sede del Banco
Mundial en Washington (unificado por fuerzas tales como la estructura jerárqui-
ca burocrática) parece operar más en la dirección de un personal homogéneo que
lo contrario. Los gerentes siguen preceptos definidos por ideologías desarrolladas
en escuelas de administración de empresas. Sin embargo, a pesar de la influencia
de las ideologías gerenciales norteamericanas, y en forma secundaria de las euro-
peas, así como de la influencia de la ubicación del Banco en los Estados Unidos,
éste no puede ser visto como una institución norteamericana.
“Aquí tenemos una mezcla de administración gerencial norteamericana
(más individualista, creo) y europea (más colectiva, a ellos les gusta traba-
jar en grupos). Los tipos de beneficios que tenemos son más parecidos a los
de los europeos. Nuestras vacaciones anuales son de 26 días, lo que es más
de lo que los americanos tienen. Esto también se refleja en las reuniones.
Nosotros operamos más con el consenso, es una cultura del consenso. Pe-
ro entonces está la manera alemana de ser, si tú tienes a un alemán en la
reunión. Él quiere saber explícitamente cuál fue la decisión antes que todos
salgan de la sala. El Banco, sin embargo, no sabe cómo aprovechar esta di-
versidad. La gente es llevada a ser como los otros miembros del personal
que conocieron” (varón norteamericano).
“Sí, el Banco Mundial es un banco muy diverso, tanto culturalmente como
espiritualmente. Me gusta trabajar en este tipo de ambiente como le gusta
a muchos de mis colegas. Siento que es un ambiente muy rico en donde
uno puede aprender sobre otras culturas sin salir de los Estados Unidos. Es
un ambiente maravilloso para cualquiera que quiera estar empleado. Se
puede decir que es tipo Naciones Unidas tanto en términos del personal co-
mo de las personalidades que uno encuentra” (mujer musulmana).
“Esta es una cultura organizacional. Una cultura que puede ser caracteriza-
da como de competencia ya que las personas son altamente competitivas;
pero es también una cultura de protección. El Banco protege mucho a su
personal. Tiene muchos programas para ellos: danza, música, deportes, yo-
ga, etc. Esto difiere mucho de una institución norteamericana. Es un mun-
do en sí mismo. Una persona viene de otro país, vive en Washington, pero
cuando llega aquí entra a una institución que no está organizada en térmi-
nos de normas norteamericanas” (mujer centroamericana).
Muchos comparten esta visión del Banco Mundial como una experiencia de ter-
cer tipo. Dado que se trata de un lugar donde es rutina la interacción con personas
de distintos países y culturas, el Banco no tiene un ambiente típicamente norteame-
ricano ni coincide con las experiencias nacionales previas. Ser y no ser una institu-
ción norteamericana agrega más complejidad y ambigüedad a nuestro escenario.
110
Gustavo Lins Ribeiro
111
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
112
Gustavo Lins Ribeiro
113
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
114
Gustavo Lins Ribeiro
Consideraciones finales
En el Banco Mundial, el cosmopolitismo existe como una ideología que jue-
ga papeles distintos y muchas veces contradictorios. Por un lado, implica la acep-
tación de la otredad, pero esta tendencia se desarrolla en un ambiente altamente
controlado. Hasta cuando viajan en una “misión” en el exterior, los funcionarios
tienden a estar entre ellos mismos o con elites políticas y administrativas locales,
personas que son como ellos, que comparten ideologías universalistas como el
desarrollo y la lógica de la dominación burocrática. Sus experiencias son compa-
rables a aquellas de la mayoría de los turistas: la visita a un lugar sin la exposi-
ción a ambientes exóticos no-controlados. Por otro lado, el cosmopolitismo es
una herramienta de supervivencia en una estructura burocrática que tiene que en-
frentarse con la diversidad que en verdad no promociona.
Al igual que otras situaciones en las cuales la diversidad está organizada por
una estructura política totalizante, en el Banco Mundial ésta parece estar simpli-
ficada a través de nociones normativas genéricas que guían a las personas, infor-
115
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
116
Gustavo Lins Ribeiro
Bibliografía
Adler, Nancy J. 1997 International Dimensions of Organizational Behavior
(Cincinnati, Ohio: South-Western College Publishing).
Appadurai, Arjun 1990 “Disjuncture and Difference in the Global Cultural
Economy”, en Public Culture N° 2, 1-24.
Appadurai, Arjun 1991 “Global Ethnoscapes: Notes and Queries for a Trans-
national Anthropology”, en Fox, Richard (ed.) Recapturing Anthropology.
Working in the Present (Santa Fe: School of American Research Press).
Coronel, Leandro 1991 “The Association’s Reason for Being”, en Samahan
(Washington) Vol. II, p. 3.
Hannerz, Ulf 1996 “Cosmopolitans and Locals in World Culture”, in Trans -
national Connections (London/New York: Routledge).
Ribeiro, Gustavo Lins 1994 Transnational Capitalism and Hydropolitics in
Argentina (Gainesville: University Press of Florida.
Ribeiro, Gustavo Lins 1995 “Ethnic Segmentation of the Labor Market and
the ‘Work Site Animal’. Fragmentation and Reconstruction of Identities wit-
hin the World System”, en Schneider, Jane and Rayna Rapp (eds.) Uncove -
ring Hidden Histories (Berkeley: University of California Press).
Ribeiro, Gustavo Lins 2000 Cultura e Política no Mundo Contemporâneo.
Paisagens e Passagens (Brasilia: Editora da Universidade de Brasília).
Said, Edward W. 1994“Empire, Geography, and Culture”, en Culture and
Imperialism (New York: Alfred Knopf).
Samahan 1993 Newsletter of the World Bank-IFC/IMF Filipino Association
(Washington) Octubre.
Steward, Julian H. 1972 Theory of Culture Change. The Methodology of
Multilinear Evolution (Urbana y Chicago: University of Illinois Press).
Wolf, Eric R. 1982 Europe and the People without History (Berkeley: Uni-
versity of California Press).
World Bank Group (The) 1994 The Evolving Role of the World Bank. The
First Half Century (Washington).
World Bank Group (The) 1995 Learning from the Past, Embracing the Futu -
re (Washington, D.C.: The World Bank Group).
World Bank Group (The) 1996 Annual Report (Washington).
World Bank Group (The) 1997 Annual Review of Human Resources FY 97
(Washington: The World Bank Group) Septiembre.
World Bank Group (The) 1998 The World Bank Group Directory (Washing-
ton: The World Bank Group) Enero.
117
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 “De acuerdo con sus Articles of Agreement, sólo países que son miembros
del Fondo Monetario Internacional (FMI) pueden ser considerados para for-
mar parte del BIRD. La participación de los países miembros en el capital del
BIRD se relaciona con la cuota de cada miembro en el FMI la cual es defini-
da en forma que refleje el poder económico relativo del país” (World Bank,
1996: 6).
2 Estos números no incluyen “nombramientos de personal local en el exte-
rior, Directores Ejecutivos y Asistentes Ejecutivos, consultores de corto pla-
zo con tareas de menos de seis meses de duración, y contratistas” (World
Bank, 1997: 1)
3 “Otros Parte 1” incluye a los siguientes países: Australia, Austria, Bélgica,
Dinamarca, Finlandia, Islandia, Irlanda, Kuwait, Liechtenstein, Luxemburgo,
Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Federación Rusa, África del
Sur, España, Sin Estados, Suecia, Suiza, Emiratos Árabes Unidos. Otras
agrupaciones geográficas políticamente importantes en el Banco son la Áfri-
ca Sub-Sahariana, la Liga Árabe y la Unión Europea. La creación de una geo-
grafía con sus clasificaciones propias es típica del ejercicio de poderes impe-
riales (Said, 1994).
4 La colección de este Centro cubre los siguientes asuntos: “Costumbres de
Negocios y Etiqueta Social; Orientación del País (historia, cultura, clima,
geografía); Desarrollos Recientes y Tendencias; Servicios de Salud, Seguri-
dad y Emergencia; Hoteles, restaurantes y vida nocturna; Actividades de Tu-
rismo y Descanso; Libros de Referencia; Guías de Insights, Culturgramas,
Informes y Notas de Background, Visitas por Video y Kits de Supervivencia
Lingüística; Información esencial para aquellos que irán permanecer en un
país en nombramientos de corto o largo plazo” (World Bank, 1998: 4-38).
118
Ciudadanía cultural y comunicativa en contextos de
globalización, desregulación, multiculturalismo y
massmediatización: el caso colombiano*
*
Texto presentado a la reunión del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre “Cultura y transformaciones sociales en
tiempos de globalización”, Caracas, Venezuela, 9 al 11 de noviembre de 2000.
**
Historiador, Master en Análisis de Problemas Políticos del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo, Bogotá.
Analista cultural y de medios de comunicación, Profesor Asociado del Instituto de Estudios Políticos y Relacio-
nes Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Coordinador del Grupo de Investi-
gación sobre “Comunicación, cultura y ciudadanía” del IEPRI.
119
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
120
Fabio López la Roche
121
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
122
Fabio López la Roche
la acción estatal. Dada la imprevisión por parte de los últimos gobiernos de los
posibles efectos negativos o inconvenientes de la apertura y de los mecanismos
adecuados para llevar a cabo la transición, y dada también la existencia de una
Comisión Nacional de Televisión integrada por comisionados desconocedores del
campo, llegados a esas funciones sobre la base de criterios clientelistas o de amis-
tad personal con los dos últimos presidentes, dos años después del inicio de la
desregulación de la televisión estamos viendo cómo las programadoras partici-
pantes tradicionalmente en la programación de los canales 1 y A sucumben ante
el poder económico y tecnológico de los nuevos canales privados, viéndose obli-
gadas a desaparecer o a trabajar para ellos.
La multiplicación de canales (además de los canales públicos antes nombra-
dos y de los regionales Telepacífico, Teleantioquia, Telecafé y Telecaribe aparecen
los dos canales privados de RCN y Caracol, el canal privado capitalino CityTV y
un nuevo canal regional, Teveandina), sumada a la recesión económica de los úl-
timos tres años, condujo a la fragmentación y a la disminución radical de la pauta
publicitaria, situación que ha llevado a que programadoras históricas como RTI,
JES, CENPRO y TVCINE, acosadas por dificultades financieras, hayan tenido
que devolver sus espacios de emisión a la Comisión Nacional de Televisión.
La desaparición de estas programadoras, muchas de las cuales hicieron épo-
ca y establecieron criterios de calidad en el entretenimiento, en el dramatizado,
en la telenovela de ruptura o en el desarrollo de una tradición de puesta en esce-
na televisiva de obras importantes de la literatura colombiana (Martín-Barbero y
Rey, 1999: 100-122), significa de hecho un retroceso cultural y un empobreci-
miento cualitativo y cuantitativo en cuanto a la pluralidad de voces, opiniones,
conceptos y propuestas que debe caracterizar un manejo democrático de la pro-
ducción y oferta televisiva.
A esta gravísima situación se suman fenómenos como la conversión de los
noticieros televisivos en espacios publicitarios explícitos o encubiertos, su faran-
dulización o el sobredimensionamiento de la información deportiva dentro de los
mismos, para no hablar de la cuasi desaparición de los programas de opinión de
las franjas de máxima sintonía y su confinamiento a los horarios de la noche
(10:30 u 11 p.m.), en virtud de lo que un conocido conductor de televisión deno-
mina “la telenovelización de los espacios triple A”2, con los efectos que tal ubi-
cación horaria entraña para la formación de ciudadanos bien informados y poten-
cialmente deliberantes.
Los noticieros de los canales privados no se caracterizan hasta el momento
por un manejo serio, contextualizado y riguroso de la información y de la rela-
ción con las fuentes, y por el contrario, funcionan de acuerdo con criterios que
hacen primar el rating –logrado a fuerza de sensacionalismo, espectacularidad y
recreación obscena de la violencia y la muerte, tan frecuentes y cotidianas en
nuestro país– sobre el interés nacional y sobre la verdad de los hechos.
123
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
124
Fabio López la Roche
vivido desde hace casi dos décadas un interesante proceso –aunque fraccionado
y desigual– de expresión y reconocimiento interno de su diversidad cultural.
Simultáneamente con la percepción de la llegada de la globalización y de sus dis-
tintas esferas por parte de la población, y en un principio no necesariamente como res-
puesta a ella, se produce en Colombia desde la segunda mitad de los ‘80, y especial-
mente durante los ‘90, una crisis de las viejas identidades nacionales cerradas y ho-
mogéneas, ligadas a la Iglesia Católica y a los héroes y lugares de orgullo de los dos
partidos tradicionales dominantes, el Liberal y el Conservador. Esas memorias hege-
mónicas estallan para dar paso a las reivindicaciones de las negritudes o afrocolom-
bianos, de los paeces, guambianos, arhuacos y u’was entre otras etnias, de grupos or-
ganizados de mujeres, de homosexuales, lesbianas y otras minorías sexuales.
El pluralismo cultural de la Constitución de 1991, y decisiones de la Corte Cons-
titucional como la prohibición de la consagración anual del país al Sagrado Corazón
de Jesús por parte del presidente de la república en tanto ratificación indebida del mo-
nopolio católico sobre las creencias de los colombianos, así como su autorización del
porte de la dosis personal de droga en nombre del libre desarrollo de la personalidad,
constituyen factores que han estimulado actitudes de tolerancia y reconocimiento de
la diversidad cultural y de estilos de vida en algunos sectores de la población.
Sin embargo, en un país con un sistema jurídico fragmentado (justicia guerri-
llera y paramilitar, diversidad de formas de justicia privada paralelas a la oficial),
atravesado por un conflicto armado que da lugar a la construcción de hegemonías
político-militares de izquierda y de derecha en varios lugares de su geografía, el
espíritu y la normatividad de la Carta del ‘91 devienen a menudo letra muerta. La
guerrilla de las FARC, por ejemplo, recluta por la fuerza niños y niñas para la gue-
rra (muchas veces contra la voluntad de sus familias), expulsa protestantes y gru-
pos cristianos de sus zonas de influencia, y controla de manera draconiana la vida
cotidiana y las libaciones alcohólicas de los campesinos y colonos de sus zonas de
influencia, y en ocasiones hasta prescribe la moral sexual y controla las infidelida-
des en las parejas. Valga este ejemplo para subrayar lo dramático de estas escisio-
nes y fragmentaciones en la experiencia político-cultural colombiana contemporá-
nea: no sólo no compartimos medianamente unos valores políticos y ciudadanos
básicos, una normatividad jurídica y unos principios éticos mínimos, sino que mu-
chos actores desprecian y pisotean los principios multiculturales y pluralistas de la
Constitución de 1991, los cuales representan, para otros sectores de la población,
un factor de orgullo o por lo menos un importante lugar de consenso.
125
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
126
Fabio López la Roche
127
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
128
Fabio López la Roche
Bibliografía
Achugar, Hugo 1999 “El lugar de la memoria. A propósito de monumentos”,
en Martín-Barbero, Jesús, Fabio López de la Roche y Jaime Eduardo Jarami-
llo (eds.) Cultura y Globalización (Bogotá: CES/Universidad Nacional).
Appadurai, Arjun 1999 “Soberanía sin territorialidad. Notas para una geogra-
fía posnacional”, en Nueva Sociedad (Caracas) número monográfico “Apro-
ximaciones a la globalización”, N° 163, septiembre-octubre.
Beck, Ulrich 1998 ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, res -
puestas a la globalización (Barcelona: Paidós).
Blumler, Jay G. 1993 Televisión e interés público (Barcelona: Bosch Comu-
nicación).
Cubides, Humberto, María Cristina Laverde y Carlos Eduardo Valderrama
(editores) 1998 “Viviendo a toda” Jóvenes, territorios culturales y nuevas sen -
sibilidades (Bogotá: Universidad Central-DIUC-Siglo del Hombre Editores).
Daza Caicedo, Sandra 1999 Efectos de la globalización sobre las condicio -
nes socioeconómicas para el ejercicio de la ciudadanía (Bogotá: Facultad de
Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia) Monografía de
Grado en Economía.
Hopenhayn, Martín 1994 Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la mo -
dernidad en América Latina (Santiago: Fondo de Cultura Económica).
Landi, Oscar 1993 Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué
hace la gente con la televisión (Buenos Aires: Planeta Espejo de la Argentina).
Lechner, Norbert 1996 “¿Por qué la política ya no es lo que fue?” en Revis -
ta Foro (Bogotá: Foro Nacional por Colombia) N° 29, Mayo.
López de la Roche, Fabio (ed.) 1999 Globalización: incertidumbres y posi -
bilidades. Política, comunicación, cultura (Bogotá: Tercer Mundo-IEPRI
Universidad Nacional).
López de la Roche, Fabio 2001 “Medios de comunicación y movimientos so-
ciales: incomprensiones y desencuentros”, en Archila, Mauricio (ed.) Movi -
mientos sociales, estado y democracia (Bogotá: CES-Universidad Nacional).
Martín-Barbero, Jesús y Fabio López de la Roche (eds.) 1998 Cultura, me -
dios y sociedad (Bogotá: CES/Universidad Nacional).
Martín-Barbero, Jesús, Fabio López de la Roche y Jaime Eduardo Jaramillo
(eds.) 1999 Cultura y globalización (Bogotá: CES/Universidad Nacional).
Martín-Barbero, Jesús y Germán Rey 1999 Los ejercicios del ver. Hegemo -
nía audiovisual y ficción televisiva (Barcelona: Gedisa Estudios de televi-
sión) N° 2.
129
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
130
Fabio López la Roche
Notas
1 Sobre el movimiento campesino en el Cauca, véase Lopez de la Roche
(2001).
2 Entrevista realizada por el autor al periodista y conductor del programa te-
levisivo de entrevistas “Cara a cara”, Darío Arizmendi, Bogotá, 15 de junio
de 2000.
131
Política en red y democracia virtual:
la cuestión de lo público
Mireya Lozada *
C
iber-sociedad, ciber-espacio, ciber-ciudadanos, homo digitalis, comunida-
des virtuales, redes telemáticas, e-democracia, e-elections, politica.com.
El discurso glorificador de las nuevas tecnologías, del progreso electróni-
co, saluda a la sociedad post-industrial. Gore, desde la vicepresidencia norteameri-
cana, anunciaba “la nueva era atenience de la democracia”. Internet garantiza la de-
mocracia interactiva, virtual, planetaria, directa, por sondeo y votación electrónica.
Las grandes corporaciones exaltan las virtudes del espacio público global: convi-
vialidad, transparencia, igualdad y libertad.
Frente a tal perspectiva que se erige en una sociedad “ordenada” en torno a
la lógica del mercado, cabe preguntarse: ¿se trata de un nuevo espacio democrá-
tico? ¿Constituye un escenario alternativo de lo público, de lo social, de lo polí-
tico, o constituye un espacio-límite a la idea de sentidos compartidos y proyectos
colectivos? ¿Permite la red la construcción intersubjetiva de un espacio público
democrático? ¿No es un ciudadano privado aquel de la red? ¿Qué forma toma la
apropiación y significación de lo político entre los internautas?
Problematizar estas y otras cuestiones supone acercarse al concepto de espa-
cio público, noción central de las teorías contemporáneas de la democracia y su
estrecha vinculación con los viejos conceptos de poder, razón, legitimidad, auto-
nomía y voluntad política, entre otros reconsiderados en estos tiempos de crítica
al proyecto de la modernidad y a su legitimación racional.
*
Doctora en Psicología. Coordinadora de la Unidad de Investigación en Psicología Política. Instituto de Psicología.
Universidad Central de Venezuela. <e-mail: mlozada@reacciun.ve>
133
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
134
Mireya Lozada
ser conscientes de un triple riesgo: aquel de tratar con ligereza la cuestión del lu-
gar pertinente de la acción comunicativa (empresa, Estado, planeta, comuni-
dad...), aquel de confundir las personas de fácil contacto con aquellas que ten-
drían mayor interés en otro mundo y en fin, aquel de descuidar el imperativo de
la organización y de ver resueltos sus proyectos de transformación social en un
océano de iniciativas prontamente abortadas”.
Las perspectivas democratizadoras de la red van mas allá de la discusión re-
ferida a la división social entre los que tienen y no tienen Internet, de la accesibi-
lidad de “todos”, en una aparente e implícita compensación de los desequilibrios
entre info-ricos e info-pobres. La reflexión acerca del acceso a la tecnología debe
acompañarse del análisis de las relaciones de desigualdad y subordinación, de sus
efectos de dominación y consumo en el actual orden económico mundial.
Un elemento aún más importante que la conectividad técnica en la actual di-
visoria digital es, a juicio de Castells (2001), la capacidad educativa y cultural de
su utilización. Capacidad que está asociada a las diferencias de origen económi-
co, familiar, educativo, cultural, regional.
La democratización equivale a garantizar las condiciones socioeconómicas y
culturales que fortalezcan el poder grupal, antes que la multiplicación de los tradi-
cionales territorios de exclusión de grandes sectores de la población y la expansión
de la influencia ejercida por la nueva clase virtual (Kroker y Weinstein, 1994),
compuesta por los magnates de las industrias de cine, televisión, videojuegos, em-
presarios, científicos y otros sectores que participan en el ciberespacio, como ex-
tensión del poderío económico, militar y cultural norteamericano o europeo.
La socialización político-ideológica operada por las teletecnologías informa-
cionales no produce, como a veces se pregona, el desarrollo de una educación
sustitutiva a la escuela, ni constituye una inserción cultural efectiva en el espacio
urbano. Estas no son mediaciones simbólicas (ciencia, arte, leyes), cuyas posibi-
lidades de gozo no pueden estar disociadas de las condiciones mínimas de exis-
tencia; ellas constituyen mediaciones culturales (Sodré, 1999) sustentadas sobre
un seductor universo que simula las operaciones socializantes del mercado de
consumo, del mercado de la información.
Las mediaciones introducidas por estas tecnologías no se limitan al campo de
la economía, donde han transformado el modelo de empresa y de capital (Cas-
tells, 1999). Ellas extienden su acción a la elaboración de representaciones socia-
les en el seno de las ciber-comunidades. El inmenso potencial de participación
que se atribuye a la realidad virtual presupone representaciones compartidas. Son
estas representaciones una condición no solamente a la comunicación, sino a la
permanencia y fortalecimiento de estas redes comunicantes.
Si la democracia representativa no es una democracia directa en el sentido de
una asamblea permanente de ciudadanos, la red tampoco convoca su participación
135
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
El sujeto de la red
La presencia en ese espacio de las comunidades interactivas virtuales sólo es
verificable por la huella que dejan los usuarios, es decir, por su opinión en un fo-
ro o por su respuesta a una encuesta. El sujeto es siempre una entidad remota que
136
Mireya Lozada
sólo se manifiesta por los signos que deja, por su rastro textual en una breve opi-
nión personal. En general, son escasas las señas de identidad individual, y lo que
cada cual es supone toda una estrategia del ocultamiento. De allí que los foristas
virtuales adopten un apelativo como modo predilecto de identificación. Los me-
nos comunes utilizan nombre y apellido. Se ignora si son reales o apócrifos, pe-
ro dan la impresión de identidad, de responsabilidad, del sujeto “concreto”, loca-
lizable, definible, aquel de quien se puede decir que “da la cara” dentro del jue-
go de identidades de usuarios anónimos, condición propicia para la libertad de
opinión. El ser anónimo habla libremente porque las respuestas no son recibidas
por él, sino por una suerte de Otro a quien se dirige la réplica.
Los foristas virtuales son seres cuya identidad se reduce a una denominación
accidental, que prescinde de cualquier otro referente: edad, género evidente, ni-
vel socioeconómico, nivel educativo, pertenencia institucional, etc., aunque en
ocasiones alguna página pide a los visitantes una serie de datos sobre sí mismos,
con los cuales construye un perfil de usuario típico4.
Una de las principales transformaciones en el ciberespacio es la que se veri-
fica en los procesos identitarios. La identificación habitualmente situada en un re-
ferente cultural, corporal, espacio-temporal, geográfico-político, se trastoca en la
estructura de este espacio y la multiplicidad de interacciones allí establecidas.
Junto con el “poblamiento del yo”, debido al vértigo de la multiplicidad ili-
mitada, la profusión de identidades parciales y la variedad e intensidad de rela-
ciones establecidas, la sociedad actual experimenta, según Gergen (1991), la “sa-
turación del yo”.
Se trata del yo sin nosotros, el yo sin el Otro. Manifestación paradójica del yo
propio de la sociedad informacional. “Una sociedad estructurada cada vez más en
torno a la oposición bipolar entre la red y yo” (Castell, 1999: 29). Un ser aislado
que, idéntico a sí mismo, entiende a los otros y a su mundo social como lugares
para la realización de sus logros privados. En realidad, más que un poder que en-
carne el ejercicio de lo común, en forma visible y abierta, los sujetos del ciberes-
pacio se repliegan en los territorios “privados” de redes más o menos clandestinas.
Además de la ruptura de la unicidad identitaria, la ausencia del prójimo y la al-
teridad (Virilio, 1997: 46-47) constituyen otra área problemática de la telepresencia:
“los retrasos tecnológicos que provoca la telepresencia tratan de hacernos perder de-
finitivamente el cuerpo propio en beneficio del amor inmoderado por el cuerpo vir-
tual, por este espectro que aparece en el “extraño tragaluz” y en el espacio de la rea-
lidad virtual. Ello entraña una considerable amenaza de pérdida del otro, el ocaso de
la presencia física en beneficio de una presencia inmaterial y fantasmagórica”.
Apesar de los dispositivos (captores, sensores, teledetectores) diseñados pa-
ra “sentir” a través de la realidad virtual, el rol del cuerpo, como forma de con-
dición humana de comunicación, queda excluido en la tecnosubjetividad que
137
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
construye el ciberespacio. Así, queda relegado el valor del cuerpo social, cuerpo
comunicante, presencia física explícita, intensa y persistente como espacio de
lucha, que se manifiesta especialmente en sociedades donde las movilizaciones
por la defensa de derechos humanos, por la conquista de espacios políticos, cul-
turales, de justicia e igualdad, dejan al descubierto múltiples formas de exclu-
sión, violencia y represión sociopolítica. Toma así cuerpo y tangibilidad la ac-
ción social, traduciéndose en una acción política visible que reivindica el carác-
ter simbólico de las prácticas sociales y defiende la ética de la responsabilidad
construida colectivamente.
Hacia la tensión entre los cuerpos inexistentes, invisibilizados del ciberespa-
cio, y aquellos hiperpresentes en el culto al cuerpo de la sociedad contemporánea,
apunta Cardoso (1999: 50) al interrogarse: ¿siempre hemos sido cyborg? “El cy-
borg pareciera ser el punto de culminación de esta ontología, heredera del proce-
so simbiótico entre el hombre y la técnica característica de nuestra civilización”.
Esta reorganización entre individuos y fronteras tradicionales, entre lo
real/virtual, lo humano/no humano, imagen/realidad, que aparece tratada como
“descentramiento del sujeto” en la literatura sobre posmodernidad, podría tam-
bién considerarse dentro de la lógica del intercambio de objetos, significados y
sujetos del individualismo contemporáneo, “modo dominante de producción de
intersubjetividad” (Tellez, 1996: 154).
¿Qué es lo público?
Probablemente la respuesta a esta cuestión es aquella que interroga: ¿qué es
lo privado en nuestra actual y escapadiza realidad? Entre una y otra cabe el mun-
do, o al menos esa parte de él que refiere a la problemática relación entre el suje-
to, el Otro y su historia.
Repensar lo público, lo privado en el espacio virtual, pasa entonces por re-
considerar la alucinación consensual de la matriz informática de la cual hablaba
Gibson. Pasa por un intento comprehensivo del tipo de relaciones, normas y re-
glas implícitas que estimulan la participación individual y la acción grupal al in-
terior de un espacio que es puramente simbólico.
El ciberespacio es paradójicamente un no-espacio, en el cual circulan infor-
maciones, imágenes, sonidos, textos y máscaras (espectros y fantasmas). Aun
cuando forma una capa abstracta, en el diseño del ciberespacio uno de los princi-
pios que más cuenta es su “visibilidad”. La interactividad telemática requiere de
una estructura donde se establecen las redes de interrelaciones a distancia, que
son garantizadas por los grandes satélites de comunicaciones. Además de Inter-
net existen otras redes que conectan altos mandos militares, financieros, empre-
sariales, policiales (Red Milnet, Red Swift, entre otras).
138
Mireya Lozada
139
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Una lectura crítica del nuevo espacio público, reconociéndolo como el lugar de
las mediaciones y manipulaciones mediáticas e informáticas, nos revela una serie de
interrogantes articuladas en torno a la polémica relación entre poder, comunicación
e intersubjetividad presentes en las conceptualizaciones de Habermas (1979, l987,
1989). Como sostiene el autor, el espacio público es condición de la formación dis-
cursiva de la opinión de los ciudadanos. Este “poder comunicacional”, que excluye
toda dominación, es de naturaleza política y comporta tres ideas articuladas.
Este poder representa una capacidad de acción histórica o de acción colecti-
va: la capacidad de una colectividad de determinarse, producirse y transformarse
ella misma se engendra de la movilización de sus miembros, quienes a través de
sus discusiones públicas se hacen cargo de su destino, vía la autoorganización del
cuadro simbólico y material de su existencia. La segunda idea es el poder políti-
co-administrativo, que es el medio de regulación del sistema político, el cual de-
be ser legitimado. Pero esta legitimación escapa al mismo sistema. Ella no puede
hacerse sino a través de una discusión pública. La tercera idea es que en una so-
ciedad diferenciada, donde los subsistemas funcionales se han constituido, ya no
se pasa por la sumisión directa a las instituciones políticas, sino por el ejercicio
de una presión externa sobre un sistema político autónomo. Esta presión no tiene
otro soporte posible que la discusión pública, organizada según los principios (or-
den procedimental) de la ética de la discusión.
Habermas (1989: 43) asume así las “viejas concepciones liberales de un es-
pacio público, espacio en el cual se puede cumplir la práctica comunicativa de
una formación de la opinión y de la voluntad por vía argumentativa”. La discu-
sión pública, la confrontación de los argumentos y el examen crítico de las pre-
tensiones de una validez intersubjetiva devienen así una de las figuras comunica-
cionales de la reflexión crítica.
Los espacios públicos, democráticos y esencialmente políticos, constituirían
lugares autónomos en la formación de opinión que no son controlados por la tu-
tela del Estado; los espacios públicos democráticos se constituyen así en esferas
de sentido, en formas de comunicación política.
Desde esta perspectiva, y en tiempos de masificación y serialización del es-
pacio público, resulta problemática la expresión del poder comunicacional en la
discusión pública, como respuesta de los ciudadanos autónomos libres de domi-
nación a los desafíos de la diferenciación social, a los cambios estructurales de la
esfera pública, reconocidos por el propio Habermas.
“La esfera pública poco a poco deja de ser la dimensión de exposición de
cuestiones referentes al bien común para ser una dimensión social de exhi-
bición discursiva mediática de posiciones privadas que se quieren hacer va-
ler públicamente y para eso requieren del acuerdo plebiscitario del públi-
co” (Gomes, 1998: 167).
140
Mireya Lozada
Lo político, la democracia
¿Qué impacto tienen para la democracia en Venezuela o para la del resto del
continente, que atraviesa permanentes fases de crisis e inestabilidad política, los
equipamientos simbólicos de la modernización y sus productos?
Intentar dar respuesta a esta cuestión requiere de un análisis que vaya más
allá de la crítica a la masificación o la libertad de palabra que se defiende en In-
ternet. Requiere adentrarse en la relación entre mediaciones tecnológicas y los
cambios en la discursividad, en las competencias del lenguaje, en los nuevos mo-
dos de simbolización y ritualización, en la expresión de nuevas figuras de la so-
cialidad y participación política, en la difusión de un modelo dominante de mar-
keting en la comunicación política. El estallido de fronteras espaciales y tempo-
rales que los flujos audiovisuales y redes comunicacionales introducen en el cam-
po cultural, entre razón e imaginación, entre saber e información, entre técnica y
sentido común, entre lo real y lo virtual, constituye ejes reflexivos de gran inte-
rés para la teoría democrática.
Es clara la urgencia de evaluar una concepción de democracia simplificada a
un conjunto de procedimientos, y no un régimen indisociable de los fines de la
institución política, de la dinámica de sus actores y espacios sociales. “Una con-
cepción de mero procedimiento de la democracia encuentra su origen en la crisis
de las significaciones imaginarias que conciernen a las finalidades de la vida co-
lectiva, y apunta también a ocultar esta crisis al disociar toda discusión relativa a
esas finalidades de la forma del régimen, político, al eliminar en último caso la
idea misma de tales finalidades” (Castoriadis, 1995: 65).
En el marco de la subordinación de la esfera pública al poder político, se re-
quiere reivindicar el contra-poder del espacio público. Privilegiar el ámbito públi-
141
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
co persigue las claves que apuntan hacia la construcción de una política que se di-
ce Otra, aquella que, en la democracia como sistema, como idea, como posibili-
dad, como actualidad, se construye y reconstruye continuamente en estos espacios.
Aquella que reivindica la politización de los actores, la apropiación de las esferas
de decisión, la construcción de procesos identitarios y de memoria colectiva.
Se trata de abordar desde una perspectiva psicosocial el ámbito de lo político
entendido en su concepción más amplia, y no referido únicamente al ámbito esta-
tal, al ejercicio del sufragio o las prácticas partidistas, es decir, a la política enten-
dida como una actividad propia de la gente, de la vida cotidiana. Acercarse a este
espacio de creación de objetos y significaciones, donde lo relevante no se ubica ni
dentro ni fuera, sino entre los individuos, al nivel de la interacción, en el plano
simbólico, cosa que implica “la comprensión (y narración) de los procesos (y con-
tenidos) de creación (y destrucción) de símbolos (y significados) con los que una
colectividad (o sociedad) concuerda su realidad” (Fernández, 1994: 95-96).
La idea es destacar al colectivo, más allá de la visión unidimensional del su-
jeto de la acción social. Lo político se encuentra allí donde la gente desarrolla una
variedad de estrategias para enfrentar la racionalidad tradicional de exclusión y
construye una diversidad de intersubjetividades portadoras de claras demandas de
participación. Esta diversidad, que paradójicamente se afianza en la era de la glo-
balización, representa un modelo de subjetividad que corresponde al polo opues-
to del modelo liberal, el cual predica un sujeto auto-contenido, auto-delimitado,
auto-controlado, girando en torno a una esfera de libertades privadas y de obe-
diencia pública.
De allí la importancia de situar esta acción social en espacios socio-históri-
cos particulares, de reconocer múltiples ámbitos de creación de sentido, de mun-
dos de vida, de distintos campos simbólicos que exceden los marcos tradiciona-
les de significación de la racionalidad política. “Democratizar nuestra sociedad
significa hoy trabajar en el espesor de la trama cultural y comunicativa de la po-
lítica”, como apunta Martín-Barbero (1999: 53).
No se trata pues del fin de lo político, tampoco de nostalgias por un sueño
irrealizable. Tal vez se trate de repensar la política tanto desde los medios y me-
diaciones tecnológicas, como desde las fuerzas y movimientos sociales. Este es,
quizás, el lugar de la acción esperanzada y politizadora, porque politizar es des-
pertar el espíritu, según la hermosa expresión de Fanon.
142
Mireya Lozada
Bibliografía
Cardoso, Claudio 1999 “O corpo presente”, en Canelas, Antônio, Ione Ghis-
lene y Milton Pinto (orgs.) Comunicaçào e sociabilidade nas culturas con -
temporâneas (Petrópolis: Editora Vozes).
Castells, Manuel 1995 La ciudad informacional (Madrid: Alianza Editorial).
Castells, Manuel 1999 La era de la información. La sociedad red (México:
Siglo XXI).
Castells, Manuel 2001 Lección inaugural del programa de doctorado sobre
la sociedad de la información y el conocimiento (Barcelona: UDOC).
Castoriadis, Cornelius 1995 “La democracia como régimen y como procedi-
miento”, en Leviatán (Madrid) N° 62, 65-83.
Echeverría, Javier 1999 Los señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno
(Barcelona: Ediciones Destino).
Fernández Christlieb, Pablo 1994 “Psicología social, intersubjetividad y psi-
cología colectiva”, en Montero, M. (coord) Construcción y crítica de la psi -
cología social (Barcelona: Anthropos).
Ferrás, G. 1997 “Radiografía mediática del fin de siglo”, en Nueva sociedad
(Caracas) N° 147, 108-119.
Gergen, Kenneth 1991 The saturated self. Dilemmes of identy in contempo -
rany life (New Yor: Basic Books).
Gomes, Wilson 1998 “Esfera pública politica e media: con Habermas, contra
Habermas”, en Canelas, Aantônio, Ione Ghislene y Milton Pinto (orgs.) Co -
municaçào e sociabilidade nas culturas contemporâneas (Petrópolis: Edito-
ra Vozes).
Habermas, Jürgen 1979 Legitimation crisis (London: Heineman).
Habermas, Jürgen 1987 Théorie de l’agir communicationnel (París: Fayard).
Habermas, Jürgen 1989 “La souveraineté populaire comme procédure. Un
concept normatif d’espace public”, en Lignes (París) N° 7, 29-58.
Halimi, Serge 2000 “Des ‘cyber-résistants’ trop euphoriques. Espace de dé-
mocratie ou nouvelle ségrégation”, en Le Monde Diplomatique (París) 27 de
Agosto.
Kroker, Arthur y Michael Weinstein 1994 Data trash. The theory of the Vir -
tual class (Montreal: New World Perspectives).
Lévy, Pierre 1997 Cyberculture (Paris: Editions Odile Jacob).
143
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
144
Mireya Lozada
Notas
1 El período de transición política que vive Venezuela actualmente, en el cual
se destaca la emergencia de nuevos actores, espacios y discursos, constituye
un escenario privilegiado para una relectura de la cuestión de lo público. Pa-
ralelamente a la multiplicidad de acciones desplegadas por individuos, gru-
pos y organizaciones en plazas, avenidas, calles y otros espacios públicos, se
han expandido desde diciembre de 1998 cantidad de redes que permiten a los
sectores que tienen acceso a medios informáticos dialogar, posicionarse o ha-
cer catarsis en torno a los temas de la actualidad política, y en especial acer-
ca de la figura presidencial. Algunas de estas redes, en especial la red de vee-
dores del proceso constituyente, establecieron en su momento mecanismos
de consulta y formas de acceder a espacios gubernamentales o parlamenta-
rios para hacer llegar sus propuestas.
Desde una aproximación psicopolítica, la investigación que intenta dar cuenta
de este movimiento se inserta en un macro-proyecto denominado “Espacio pú-
blico, democracia y vida cotidiana”, adelantado por la Unidad de Psicología
Política del Instituto de Psicología de la Universidad Central de Venezuela.
2 La problemática referida a las posibilidades de las tecnologías interactivas
y multimedia en la reconstrucción del orden democrático ha sido ampliamen-
te discutida. Maldonado (1998) recoge la extensa bibliografía sobre el tema.
3 Algunos ejemplos de estas iniciativas en la red son:
<http://www.el-cid.org>
<http://www.eurosur.org/TIPI/inkarri.htm>
<http://www.funredes.org/mistica>
<http://www.idrc.ca>
<http://www.weuniverse.com>
4 A título ilustrativo veamos el resultado del “Internet User Survey de Vene-
zuela” elaborado recientemente por Webmedia para caracterizar al usuario
venezolano de Internet: “Hombre de clase media de 34 años de edad, soltero
o casado, con grado universitario. Está empleado y recibe un ingreso men-
sual promedio de Bs. 1.150.000 (aprox. U$S 1.700, al cambio del momento).
Vive en Caracas y domina el idioma inglés (además del castellano). Tiene
más de 2 años utilizando Internet. Posee fotocopiadora a color y fax. Le gus-
ta la música, leer libros, ir al cine, las computadoras, el baseball y el fútbol.
Desde que está conectado a Internet, se siente más relacionado con personas
similares a él y la búsqueda de información es su principal motivación. Ya ha
probado alguna vez lo que es el comercio electrónico y está abierto a usarlo
en tiendas virtuales venezolanas. Utiliza su computadora aproximadamente
42 horas a la semana para asuntos laborales, en correo electrónico, juegos y
entretenimiento. Varias veces al día utiliza la web en lugar de ver televisión.
145
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
146
Des-fetichizar la “globalización”: basta de
reduccionismos, apologías y demonizaciones,
mostrar la complejidad y las prácticas de los actores*
Daniel Mato **
E
n estos días se habla y escribe demasiado sobre algo que se da en llamar
“globalización”. Pero en general se lo hace de maneras poco precisas, re-
duccionistas y fetichizadoras, que no sirven de mucho para orientar las ac-
ciones de los actores sociales. Dependiendo de quién habla o escribe, resulta que
eso que nombran “globalización” es señalado como causa de todos nuestros ma-
les o, alternativamente, como la panacea que resolverá todos nuestros problemas.
En general, se hacen pocos esfuerzos por explicar en qué consiste eso que sue-
len denominar “globalización” y que a mi modo de ver –y como explicaré– sería
más fructífero conceptualizar como procesos de globalización. De manera análo-
ga, pienso que se hacen pocos esfuerzos por ayudarnos a comprender cuáles y có-
mo son/somos los actores sociales que consciente o inconscientemente partici-
pan/participamos en procesos sociales de los que resulta más globalización, es de-
cir más y más significativas interrelaciones e interdependencias entre actores so-
ciales a niveles tendencialmente planetarios. Es precisamente a estos procesos so-
ciales a los que llamo procesos de globalización. Finalmente, y en consecuencia,
*
Este artículo se basa en la ponencia “Des-fetichizar la ‘globalización’: basta de reduccionismos, apologías y de-
monizaciones; mostrar la complejidad y las prácticas de los actores” que presenté en la 2ª Reunión del Grupo de
Tabajo “Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
(CLACSO) realizada en Caracas del 9 al 11 de noviembre del 2000. Posteriormente una versión revisada de esa
ponencia fue aceptada para su publicación en el Nº 13 de RELEA-Revista Latinoamericana de Estudios Avanza -
dos (Caracas), actualmente en prensa. En la presente versión examino algunos ejemplos adicionales y elaboro más
algunas ideas expuestas en esos textos anteriores.
**
Coordinador del Programa Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales, Centro de Investigaciones Post-
doctorales, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela.
<e-mail: dmato@reacciun.ve> <url: http://www.geocities.com/global_cult_polit>
147
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
148
Daniel Mato
149
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
150
Daniel Mato
151
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
actores, y sobre todo estudiar las interrelaciones de tipo global-local. Pero una
perspectiva de este tipo es demasiado amplia para llevarla adelante como proyec-
to individual: por eso agrego a ella un matiz respecto del tipo de mirada, y espe-
cifico entonces que mi interés es poner de relieve los aspectos culturales, es de-
cir simbólico-sociales, de estas prácticas. Sin embargo esto no supone asumir que
“lo cultural” anda por un lado, “lo político” por otro y “lo económico” por otro.
No, semejante manera de ver las cosas supone confundir lo limitado de nuestras
miradas con lo complejo y multifacético de la experiencia social. Sin embargo,
como es difícil dar cuenta de tal complejidad sin el concurso de varios puntos de
vista, pero sobre todo sin la conciencia de que cada uno de ellos es necesariamen-
te parcial, pienso que es necesario ensayar maneras de trascender los límites de
las miradas disciplinarias (es decir, disciplinadas por las disciplinas académicas
establecidas) y ensayar perspectivas transdisciplinarias que salgan al encuentro
de otros puntos de vista, y que para lograrlo dejen explícitamente abiertas las po-
sibilidades de complementariedad.
Así las cosas, desde dicha perspectiva procuro estudiar las interrelaciones de
tipo global-local entre las prácticas de los actores –con una mirada cultural (es
decir una que atiende especialmente a sus aspectos simbólico sociales)– obser -
vando especialmente cómo se produce el sentido común de esta época, y más es -
pecíficamente ciertas representaciones de carácter hegemónico que orientan las
transformaciones sociales en curso (he expuesto estas ideas más ampliamente en
otras publicaciones, por ejemplo: Mato 1995, 1996, 2001[a]).
Veamos: propongo en primer lugar que debemos evitar fetichizar la idea de
“globalización”, y que una forma de comenzar a hacerlo es no hablar de “globa-
lización” en singular y casi como si se tratara de un nombre propio (en este caso
presumiblemente de una suerte de demiurgo), y hablar en cambio de procesos de
globalización, así en plural. La expresión procesos de globalización nos sirve pa-
ra designar de manera genérica a los numerosos procesos que resultan de las in-
terrelaciones que establecen entre sí actores sociales a lo ancho y largo del globo
y que producen globalización, es decir, interrelaciones complejas de alcance cre-
cientemente planetario. Este conjunto de interrelaciones es resultado de muy di-
versos tipos de procesos sociales en los que intervienen en la actualidad, y han
venido interviniendo históricamente, incontables actores sociales en los más va-
riados ámbitos de la experiencia humana, desde los más variados rincones del
globo (amplío estas ideas en Mato 1995, 1996, 1999[b], 2000[b], 2001[a]).
Entre esos numerosos procesos, efectivamente podemos distinguir algunos
cuyos efectos son aquellos que frecuentemente mencionan las maneras las mane-
ras predominantes de imaginar la globalización, es decir esos procesos cuyos as-
pectos económicos, pero no otros, suelen ponerse de relieve. Sí, es cierto, esos
procesos y esos aspectos existen. Pero además podemos y debemos ver que esos
mismos procesos tienen otras dimensiones además de la económica, y también
152
Daniel Mato
podemos y debemos ver que hay otros procesos que habitualmente pasan por al-
to quienes hablan de “globalización”, y que resultan muy importantes. Veamos al-
gunos ejemplos ilustrativos:
Las “maquiladoras” son plantas de montaje establecidas por corporaciones
transnacionales de diversas ramas (textiles, automotrices, electrónicos, etc.) en
países donde se pagan bajos salarios para realizar el ensamblaje final de partes
provenientes del exterior y así producir productos finales que son reexportados
casi sin pagar derechos aduaneros. Las maquiladoras comenzaron a establecerse
en el norte de México en la década de 1970. Actualmente existen más de 3.000
plantas maquiladoras en México que emplean a más de 900.000 trabajadores, y
aunque el 81% de ellas aún se concentra en la zona fronteriza con Estados Uni-
dos, su presencia ya no se limita a ella. Pero además, actualmente las maquilado-
ras emplean unos 200.000 trabajadores en sus plantas en Guatemala, El Salvador,
Honduras y Nicaragua (Red de Solidaridad de la Maquila 1995). También las hay
en República Dominicana, así como en países del sudeste asiático.
Numerosos estudios realizados sobre la maquila ponen de relieve aspectos
económicos del asunto, así como problemas relacionados con el pago de muy ba-
jos salarios, la contaminación ambiental, los atropellos al personal y los impactos
negativos en su salud, que no podemos dejar de mencionar. Sin embargo, en esta
oportunidad me interesa poner de relieve algunos aspectos culturales asociados al
establecimiento de las maquiladoras. En primer lugar debe tenerse en cuenta que
en no pocas ocasiones, para numerosos trabajadores de estas plantas, su relación
con ellas implica su incorporación –por primera vez– al mercado de trabajo en el
marco de una relación estrictamente salarial (e impersonal respecto de la expe-
riencia anterior de algunos de ellos en trabajar en pequeñas empresas familiares,
o al menos propiedad de residentes “visibles” de la misma localidad), puesto que
numerosas maquiladoras emplean como mano de obra asalariada a personas que
hasta entonces estaban dedicadas a tareas agrícolas (sólo en ocasiones en el mar-
co de relaciones salariales), o a la costura y otras actividades no-agrícolas, pero
de manera artesanal o en pequeñas empresas. Así resulta que estas inversiones in-
ducen cambios muy importantes en la organización del trabajo y en los hábitos
de trabajo y de vida de la gente. Estos cambios no sólo tienen que ver con los ti-
pos de tareas que realizan las personas, sino también con que en muchas ocasio-
nes éstas pasan del trabajo individual, en solitario, en pequeños talleres o en la
tierra, al trabajo industrial donde muchas personas trabajan bajo un mismo techo,
de maneras coordinadas e interdependientes, con rutinas prefijadas, con horarios
rígidos, frecuentemente rotativos, en condiciones que muchas veces afectan su
salud, además de sus hábitos de vida. Pero no sólo eso: muchas de estas empre-
sas ofrecen empleos que frecuentemente son tomados por mujeres jóvenes (en
México 70% de las trabajadoras de las maquiladoras son mujeres, la mayoría de
entre 16 y 24 años de edad; en Guatemala el 90% son mujeres) que hasta enton-
ces no tenían empleo remunerado, sino que participaban en empresas familiares
153
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
sin recibir remuneración alguna. De este modo se alteran los modos de organiza-
ción de la vida familiar y también las relaciones de poder en el seno de las fami-
lias (estos cambios son significativos, independientemente de si uno los conside-
ra positivos para las relaciones intergenéricas o intergeneracionales). También
cambian las pautas de consumo de estos trabajadores, el tiempo disponible para
alimentarse, los alimentos que pueden preparase o tomarse en ese tiempo, la dis-
ponibilidad de efectivo para hacer compras, el tipo de ropa que necesitan o de-
sean usar, los productos de las industrias del entretenimiento por los cuales se in-
teresan, etc. (Green 1995, Peña 1997, Red de Solidaridad de la Maquila 1995).
Obviamente, los cambios reseñados en el párrafo anterior no son simplemen-
te económicos, sino también sociales y culturales. Estos cambios no son produci-
dos solamente por la empresa transnacional. La empresa elige ese lugar para esta-
blecer su maquila, y no otro, porque se dan ciertas condiciones, algunas de las cua-
les se relacionan con procesos macroeconómicos que responden a decisiones de
actores sociales no sólo globales sino también nacionales, y que se expresan en las
políticas económicas, las cuales en última instancia responden a ideas de “desarro-
llo” y/o de “modernización”, referentes que no son simplemente económicos sino
a la vez políticos y culturales. Pero además de factores y decisiones de orden glo-
bal y nacional, también hay decisiones de actores municipales, así como de acto-
res estatales, provinciales o departamentales (según los países), los cuales acuer-
dan permisos de instalación, promueven regímenes impositivos preferenciales
(muchas maquilas operan en “zonas francas” o en otros tipos de marcos preferen-
ciales), facilitan el entrenamiento de los trabajadores, obvian regulaciones –o al
menos controles– sobre el cuidado del medio ambiente, la salud de los trabajado-
res y sus derechos sindicales, etc. Pero además están las personas que acuden a las
empresas en busca de empleo, lo cual se relaciona en parte con la inexistencia o la
falta de atractivo de otras opciones de empleo en la zona, como así también con
las formas de organización del trabajo en la zona, el régimen de tenencia de la tie-
rra, las preferencias y valores de la gente, etc. En fin, lo que deseo poner de relie-
ve es que detrás de una inversión y de todo lo cultural y político que la acompaña,
hay personas y organizaciones que toman decisiones: no es meramente una cues-
tión de impersonales mercados, y por tanto de lo que se trata es de estudiar estos
procesos en toda su complejidad, incluyendo el análisis de las formulaciones de
sentido que operan como condiciones subjetivas de posibilidad, así como las polí-
ticas culturales (es decir de lo simbólico social) de los diferentes actores.
Pero hay algo más que me parece importante destacar a propósito del ejem-
plo de la maquila, y que además resulta de interés para otros ejemplos que pre-
sentaré en las próximas páginas. El ejemplo expuesto muestra que no se trata sim-
plemente de un caso en el cual una “decisión económica” produce “efectos polí-
ticos y culturales”, como podría interpretarse desde una visión economicista, y
del supuesto básico que la haría posible: que los hechos sociales serían de carác-
ter unidimensional, es decir o meramente “económicos” o simplemente “políti-
154
Daniel Mato
cos”, o sólo “culturales”. Por el contrario, lo que con el análisis anterior preten-
do mostrar es que la decisión de inversión no es simplemente “económica”, y
también que no la toman sólo y unilateralmente los inversionistas. Esta toma de
decisión es de suyo compleja, y depende de los diversos factores sociales y cul-
turales ya enunciados (y según los casos también de otros), así como también de-
pende de este tipo de factores y no simplemente de “factores económicos” el he-
cho de que la gente opte por trabajar en la maquiladora. Sin duda, de uno y otro
lado operan “factores económicos”, pero también operan otros tipos de factores:
“políticos” y “culturales” (por ej. las representaciones de ideas de “desarrollo”,
“bienestar”, y “consumo”, la legitimidad de formas de propiedad de la tierra cu-
ya historia es eminentemente política y cultural, etc.). Me parece innecesario re-
petir este argumento de complementariedad de miradas en cada ejemplo: simple-
mente invito a tenerlo presente en la lectura de las próximas páginas, tratando de
ponerlo en práctica en la interpretación de cada ejemplo, más allá de las posibili-
dades de hacerlo explícito que los límites de extensión de este artículo permiten.
Veamos ahora un ejemplo de otro tipo. Uno de los símbolos más usados pa-
ra representar visualmente “la globalización” es el logotipo de la empresa Mc Do-
nald’ s. Los Macdonalds representan para muchos el paradigma de la globaliza-
ción, porque en esa visión de la globalización Macdonalds quiere decir hambur-
guesas. Y hamburguesas quiere decir “gringos”. Y para quienes ven las cosas de
esta manera, “globalización” quiere decir que todos acabaremos por pareceremos
a los “gringos”. Desde luego, esa visión que equipara las ideas de globalización
y de homogeneización es tremendamente simplista, como lo ilustran no pocos es-
tudios (véase por ejemplo Appadurai 1996; Featherstone, 1990; García Canclini
1995, 1999; Mato 1995, 1996, 2000[a]; Therborn 1999). Pero más allá de eso, el
asunto es que Macdonalds no es sólo hamburguesas, ni sólo las Coca Colas o
Pepsi Colas que las acompañan. No: además es “comida rápida”, y esto no sólo
quiere decir que los clientes comen rápido una comida de ciertas características,
lo cual ya implica un cierto tipo de cambio cultural, sino además que hay toda una
organización del trabajo y de la empresa que sostiene eso, que hace posible que
la comida esté disponible rápidamente, y que lo hace con ciertas características.
Y este modelo de organización del trabajo, así como los principios de productivi-
dad e identificación con la corporación, y los valores que lo inspiran y lo hacen
posible, constituyen quizás el producto cultural más importante que promueve
McDonald’s. Y, significativamente, hace esto entre los numerosos jóvenes que en
muchas ciudades del mundo comienzan allí su inserción en el mercado laboral.
Pero no sólo eso, sino que además el caso McDonald’s se ha transformado en un
paradigma de formación en no pocas escuelas universitarias de administración
y/o negocios del mundo, y en particular de América Latina. A través del estudio
del caso de Mc Donald’ s, los estudiantes, futuros gerentes de empresas, entran
en diálogos –que deberíamos estudiar– con particulares sistemas gerenciales, y a
través de estos, de valores y representaciones2.
155
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Pero allí no termina la complejidad del caso McDonald’s, pues ahora resulta
que en los últimos años junto con la hamburguesa, la Coca Cola y la organización
del trabajo, en sus promociones de “cajitas felices” la empresa incluye muñecos de
plástico relacionados con las más recientes producciones de las industrias cinema-
tográficas de Hollywood. Es decir, de una vez se asocia a las industrias del entre-
tenimiento y del juguete. Así resulta que McDonald’s se relaciona con uno de los
tipos de industrias que algunos colegas llaman las “industrias culturales”.
156
Daniel Mato
tenimiento y espectáculo (no a todas, ya que los autores que utilizan el término
habitualmente no incluyen al deporte empresarialmente organizado como espec-
táculo), etc. Y como he dicho anteriormente, bajo la idea de “consumo cultural”
también suele incluirse la asistencia a museos, teatros, etc. Pero si prestamos
atención al origen de estas dos ideas, no debería extrañarnos que incluyan sólo a
estos tipos de actividades. Ambas fueron acuñadas, aunque en singular –“indus-
tria cultural” y “consumidor cultural”, junto a la de “bienes culturales”– por Max
Horkheimer y Theodor Adorno, en 1947, en su libro Dialéctica del Iluminismo
(1979 [1947]). Estos autores estaban preocupados por la formación de lo que en
su texto denominaban alternativamente una “cultura de masas” (en ocasiones lla-
mada en el texto “arte de masas”) y por el papel que atribuían a ésta de atrofiar
la imaginación, operar como instrumento de dominación, etc., así como por el
empobrecimiento que suponía en relación al “arte burgués”, no-industrial. En es-
te último aspecto su obra guarda continuidades con un conocido texto de Walter
Benjamin, “La obra de arte en la época de la reproducción mecánica”, que data
de 1936 (Benjamin, 1968 [1936]). En mi opinión, y como suele ocurrir, una y otra
obra quedan relativamente apresadas dentro de lo que critican o de lo que explí-
citamente constituye su sistema de referentes, en este caso de la idea de “arte”.
Esto puede constatarse revisando una y otra: aún más allá de sus diferencias, la
idea de “arte” está allí, permanentemente, como referente, aún cuando en la de
Horkheimer y Adorno no se comenta ni incluye en sus referencias bibliográficas
la de Benjamin. Pienso que esta referencia de origen explica en buena medida las
limitaciones de este concepto. Desde entonces, el concepto ha sido apropiado y
adaptado a la aparición de nuevas “industrias” por numerosos autores, y quizás la
diferencia más significativa sea su utilización en plural –“industrias culturales”
(Mattelart y Piemme, 1982)–, pero ésta no le quita su marca de origen, la idea de
“arte”, ni tampoco parece suficiente para superar las marcas del tiempo.
Pero más allá de esta referencia de origen, a mi juicio lo más importante es
que esa manera de ver las “industrias culturales” se queda corta, es muy limitada.
Porque en algún sentido todas las industrias son culturales, es decir socio-simbó-
licamente significativas, algunas de manera más obvia que otras. Digamos que co-
mo mínimo habría que aceptar que las industrias de la alimentación, del vestido,
del maquillaje y del juguete también son “culturales”, o al menos lo son tanto co-
mo las del cine y la televisión, la música, la editorial y las gráficas. Digo esto por-
que la importancia de unas y otras en tanto productoras de sentido, de simboliza-
ciones sociales, de representaciones, es comparable. Piénsese por ejemplo en la
importancia de la industria del juguete en la formación de representaciones de
ideas de género, clase o grupo social, etc., en lo cual por supuesto no puede sosla-
yarse la importancia de los modos de consumo/utilización de sus productos, los ju-
guetes, en contextos sociales específicos. Piénsese de manera análoga en la impor-
tancia de las industrias del vestido y del maquillaje en la producción de represen-
taciones de identidades y diferencias de género, étnicas, y de clase o grupo social,
157
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
158
Daniel Mato
159
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
en Miami, así como ha habido y sigue habiendo otras que transcurren en otros lu-
gares de referencia para sus públicos, en lugares específicos de América Latina.
Y en esto las telenovelas colombianas y brasileras constituyen ejemplos particu-
larmente significativos de tematización y localización familiar a sus públicos “na-
cionales”, y que además resultan crecientemente exitosas a nivel internacional.
¿Y por qué no ha ocurrido la “miamización” total del género, sino sólo la
aparición de telenovelas o escenas situadas en Miami, mientras subsisten y se
multiplican las situadas en espacios latinoamericanos? Pues en primer lugar por-
que según lo han explicado numerosos productores de telenovelas a quienes en-
trevisté para mis investigaciones sobre el tema (Mato 1999[c], 2000[a]), para que
una telenovela se exporte ante todo debe tener éxito en su mercado local (éste
suele ser el más importante argumento de venta que los productores pueden pre-
sentar a sus potenciales compradores), y este éxito depende mucho de las posibi-
lidades de identificación del público con la historia y con los personajes. Es en el
mercado local donde se recuperan los costos de producción de una telenovela: la
exportación viene después, y a precios que por sí mismos no cubren los costos de
producción, sino sólo y con creces los de las copias y su distribución. Esta es una
peculiaridad sólo de ciertos tipos de productos, ciertamente los del cine y la tele-
visión entre otros (lo es también en el caso de la industria de la música, pero hay
diferencias que no es posible comentar en este espacio). En todo caso, los televi-
dentes hispanoparlantes de los Estados Unidos tienen años viendo telenovelas
mexicanas y complementariamente venezolanas y otras, y más recientemente co-
lombianas, y como cualquier otro público demandan telenovelas con más sabor
local. Y ahí es donde aparecen las telenovelas que llaman “miameras”. Y una vez
que aparecen, como ocurre con cualquier otra telenovela, éstas también se ven en
América Latina. O quizás debería decir “en el resto de América Latina”. Porque
después de todo, eso que llaman globalización no es un fenómeno unidireccional,
sino que juega en múltiples direcciones, y resulta que en ciertos sentidos los Es-
tados Unidos están cada vez más penetrados por América Latina, y así América
Latina no termina en la frontera Mexicano-estadounidense, sino que se extiende
también más allá. Hay 30 millones de hispanoparlantes en ese país, que no sólo
constituyen un apreciable segmento de mercado, sino también una fuerza políti-
ca y cultural muy importante, como lo han puesto de manifiesto las más recien-
tes campañas electorales en Estados Unidos. Esto resulta cada vez más obvio tan-
to allá como acá, pero ahora no podemos entrar en detalles sobre este asunto4.
En estos tiempos de globalización lo cultural de lo económico y lo económi-
co de lo cultural no se limita a esos ámbitos de las actividades humanas, sino que
está presente y tiene importancia política en muchos otros, como por ejemplo en
las relaciones que establecen las organizaciones indígenas de América Latina en-
tre sí y con organizaciones ambientalistas y de otros tipos que actúan a escala pla-
netaria, y también en las relaciones frecuentemente conflictivas que establecen
entre sí estas organizaciones, los respectivos gobiernos nacionales y algunas cor-
160
Daniel Mato
161
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
162
Daniel Mato
163
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
164
Daniel Mato
165
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
166
Daniel Mato
167
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
[...No se trata de] que nosotros cambiamos agendas para obtener financia-
miento externo. No. Lo que haces es alterar prioridades por ejemplo. Si tu
prioridad uno es el proyecto uno, tu prioridad dos el proyecto dos, tu prio-
ridad tres el proyecto tres. Y después este proyecto tres obtiene financia-
miento externo y los otros dos no, no es que pasó a ser la prioridad uno, pe-
ro pasó a ser el proyecto que haces. En eso remarco que no estás vendiendo
el alma al diablo, estás alterando tus prioridades, negociando. Pero puede
ser que ese proyecto prioridad uno sea muy importante para tu organización
y para tu país y que esto no se vea. (...) Te imaginas que este funcionamien-
to, primero te obliga a generar proyectos (...) que a veces no son los más in-
teresantes. Pueden ser tu prioridad siete, o diez. Yo nunca haría una cosa que
está fuera de mis intereses, pero hemos hecho cosas que estaban muy abajo
en nuestra prioridad” [entrevista del 18/09/97, las itálicas son del autor].
Me interesa volver al asunto de los solapamientos entre ideas de “sociedad
civil” y de “tercer sector” mencionado anteriormente por Saba. Al respecto pue-
de resultar útil tomar en cuenta la opinión de Mario Roitter, experto en el tema e
investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad, de Buenos Aires,
quien al responder una pregunta que le formulé al respecto no sólo puso de relie-
ve el papel jugado por algunos actores globales en la promoción de ciertas repre-
sentaciones de ideas de “sociedad civil” y “tercer sector”, sino que además expli-
citó también el papel jugado por redes académicas transnacionales en este proce-
so. Veamos las declaraciones de Roitter:
“[Este] es un campo nuevo [... que no está] consolidado. Lo más importan-
te que no está consolidado (...) es el lenguaje [y] en la institución del len-
guaje el sector académico tiene muchísima importancia (...). En cualquier
publicación las denominaciones son muy variadas, se denomina el sector
independiente desde una perspectiva, el sector sin fines de lucro desde otra
perspectiva, la economía social desde otra perspectiva, el tercer sector des-
de otra perspectiva, las organizaciones de la sociedad civil desde otra pers-
pectiva y muchísimas veces no hay claridad sobre qué es una cosa y qué es
la otra. (...) El mundo académico está ayudando mucho a clarificar algunos
términos y a definir cuál es el perímetro, cuál es el objeto de estudio, una
necesidad que tiene el campo académico y que no tienen otros sectores (...).
Este sector nace como un sector globalizado, nace entre otras cosas porque
conceptualizar esto como un sector es una idea anglosajona (...) [La Fun-
dación W.K.] tiene un rol muy importante en la construcción del sector aca-
démico y en la construcción de la idea del tercer sector en América Latina”
[entrevista del 21/08/01].
Resulta interesante relacionar los comentarios de Mario Roitter con lo apun-
tado páginas atrás a propósito del papel jugado por algunas redes académicas en
la producción y proyección de ideas neoliberales. Esto me invita a poner de relie-
168
Daniel Mato
169
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
170
Daniel Mato
acción de unos y otros actores (he analizado más extensamente estos asuntos en
Mato 1999[b], 2000[b], 2001[a]).
Los discursos más frecuentes sobre eso que llaman “globalización” no nos
permiten ver qué hacen los actores sociales, cómo actúan y cómo podemos inter-
venir. Por el contrario, necesitamos desarrollar enfoques que nos muestren cómo
los procesos de globalización resultan de las políticas y prácticas de los actores
sociales, y que de este modo nos orienten en la formulación de nuestras propias
políticas.
Los enfoques más corrientes no nos permiten ver cómo se relacionan “lo po-
lítico”, “lo cultural” y “lo económico”. Necesitamos analizar los procesos socia-
les de maneras que nos muestren esas relaciones, pero no de manera retórica ge-
neral, sino de manera particular, en cada proceso, cada caso, cada actor. Pienso
que a esto contribuyen no sólo los ejemplos de las últimas páginas de este artícu-
lo (de producción transnacional de representaciones) sino también los de las pri-
meras (de las maquiladoras, de McDonald’ s y de la industria de la telenovela).
Todos ellos tomados en su conjunto tienden a mostrar cómo “lo político”, “lo cul-
tural” y “lo económico” no son atributos “objetivos” de los aspectos de la expe-
riencia social que construimos como objetos de estudio, sino antes bien atributos
de nuestras maneras de observar y analizar; es decir, de nuestra perspectiva y mi-
rada. En otras palabras, no son “atributos objetivos”, sino atribuciones que sub-
jetivamente hacemos a esos procesos, fenómenos, “objetos” de estudio. A propó-
sito de esto y por su importante papel en la bibliografía contemporánea, me pare-
ció conveniente hacer una digresión conceptual sobre las ideas de “industria cul-
tural” y “consumo cultural” como la ofrecida páginas atrás, la cual, por lo demás,
puede tomarse simplemente como un ejemplo del trabajo de revisión de las cate-
gorías analíticas que necesitamos hacer permanentemente.
Pienso que análisis del tipo de los aquí propuestos (multidimensionales, inte-
grados, transdisciplinarios o “in-disciplinados”) pueden resultar útiles para que los
actores sociales puedan desarrollar más reflexiva y conscientemente sus maneras
de mirar, y en base a ellas sus propias políticas culturales –es decir, sus políticas
de lo simbólico social, incluyendo en esto sus propias formulaciones de identidad
(y otras asociadas), que son precisamente de las que depende su constitución en
tanto actores conscientes y activos –y de este modo las que pueden permitirles
orientar sus propias prácticas de maneras más autónomas e informadas. A propó-
sito de este asunto sería interesante retomar el tema que dejé planteado páginas
atrás acerca de los papeles jugados, y/o a jugar, por redes de investigadores, o qui-
zás plantearlo más políticamente como papeles jugados por intelectuales. Pero co-
mo ya lo afirmaba más arriba, limitaciones de extensión impiden tratarlo acá, de
uno u otro modo. No obstante, en un texto reciente trato el tema de las relaciones
entre intelectuales, investigaciones y movimientos sociales en América Latina, de
manera relacionada con estos interrogantes (Mato, 2001[b]).
171
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
172
Daniel Mato
Bibliografía
Alvarez, Sonia, Evelina Dagnino and Arturo Escobar (editores) 1998 Cultu -
res of Politics, Politics of Cultures (Boulder: Westview Press).
Appadurai 1996 Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization
(Minneapolis: University of Minnesota Press).
Arizpe, Lourdes 2001 “Cultura, creatividad y gobernabilidad”, en Daniel
Mato (coompilador) Globalización, cultura y transformaciones sociales
(Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).
Benjamin, Walter 1968 (1936) “The Work of Art in the Age of Mechanical Re-
production”, en Illuminations (Nueva York: Schoken Books). págs.: 217-253.
BID (Inter-American Development Bank) 1994 Summary Report of the con -
ference on Strengthening Civil Society (Washington D.C.: Inter-American
Development Bank).
Dagnino, Evelina (ed.) 1994 Anos 90: Politica e Sociedade no Brasil (São
Paulo: Ed. Brasiliense).
Dalmagro, María Cristina 2000 “Trabajo Final del seminario de postgrado
‘Estudios Culturales Latinoamericanos’: investigaciones sobre cultura y po-
lítica en América Latina y dilemas de su institucionalización”, a cargo de Da-
niel Mato, Escuela de Letras, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)
11 páginas y anexos.
Featherstone, Mike (ed.) 1990 Global Culture: Nationalism, Globalization
and Modernity (Londres: Sage).
García Canclini, Néstor 1995 Consumidores y ciudadanos: conflictos multi -
culturales de la globalización (México: Grijalbo).
García Canclini, Néstor 1999 La globalización imaginada (México: Editorial
Paidós).
García Canclini, Néstor 2001 “Definiciones en Transición”, en Daniel Mato
(coompilador) Globalización, cultura y transformaciones sociales (Buenos
Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).
Garretón, Manuel (coordinador) 1999 América Latina: un espacio cultural
en un mundo globalizado (Bogotá: Convenio Andrés Bello).
Green, Linda 1995 “La localización de lo global: cambios en las experiencias
de espacio social, tiempo y lugar en las comunidades mayas de Guatemala”.
Ponencia presentada en el Coloquio y Simposio Internacional “Globalización
y construcción de identidades y diferencias, conflictos y transformaciones
socio-políticas en América Latina” (Caracas) Programa Globalización, Cul-
173
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
174
Daniel Mato
175
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 La idea de políticas culturales que aquí propugno se basa, aunque además
amplía, la ya propuesta anteriormente por otros colegas cuyos textos puede
ser del mayor interés revisar por sus contribuciones a la crítica de las repre-
sentaciones dominantes de la idea de “políticas culturales” (por ejemplo
Arizpe 2001; Alvarez, Dagnino y Escobar (editores) 1998; Barbero y Ochoa-
Gautier 2001; Dagnino, coord. 1994; García Canclini 1995, 1999, 2001; Ga-
rretón, coord. 1999; Ochoa-Gautier 2000; Yúdice 1997).
2 Agradezco a la Prof. Magdalena Valdivieso, Directora de la Escuela de Ad-
ministración de la Universidad Central de Venezuela, la información acerca
de la importancia del caso Mc Donald’s en la formación ofrecida por las es-
cuelas de administración, así como la referencia a algunos textos significati-
vos, como por ejemplo James Stoner y Edward Freeman 1998 (6ª Edición)
Administración (México: Prentice Hall), que los lectores interesados podrían
consultar al respecto.
3 Quisiera evitar un posible malentendido: al afirmar esto no estoy diciendo
ni que todas esas modalidades organizativas mencionadas sean lo mismo, ni
tampoco que todas busquen el lucro, ni que todas deben manejarse con “cri-
terios de mercado”. No. Sólo estoy diciendo que necesitamos una visión in-
tegrada de lo cultural, lo económico y lo político para poder analizar lo que
está pasando. Porque sólo así nos resultará posible comprender las relaciones
que se dan por ejemplo entre las industrias del entretenimiento (es decir las
de la música, la televisión, el cine, el video, la producción de espectáculos,
etc., las cuales cada vez más funcionan de manera integrada, o al menos de
maneras concertadas) y las personas que habitualmente llamamos los creado-
res, y entre todos estos y sus públicos.
4 He examinado más extensamente las relaciones transnacionales entre po-
blaciones autoidentificadas como latinas y otras autoidentificadas como lati-
noamericanas y la formación de identidades abarcantes en otro texto (Mato
1998[a]) que puede resultar de interés revisar en relación con esta argumen-
tación.
5 He examinado diferentes aspectos del Programa Cultura y Desarrollo de la
Smithsonian Institution y la Inter-American Foundation en publicaciones an-
teriores cuya lectura puede contribuir a una tener visión más abarcadora del
mismo (Mato 1997, 1998[b], 2000[b], 2001).
6 Para los propósitos de la línea de investigación en la cual se basa este artí-
culo he definido la idea de representaciones sociales –de manera operativa y
sin pretensiones generalizadoras– como formulaciones sintéticas de sentido,
descriptibles y diferenciables, producidas por actores sociales como formas
de interpretación y simbolización de aspectos clave de su experiencia social.
176
Daniel Mato
177
Memorias en conflicto y paz en Colombia:
la discriminación hacia lo(s) “negro(s)” *
Introducción
L
a modernidad en Colombia se inauguró bajo la égida esclavista e inquisi-
torial. El régimen imperial y católico español la troqueló con los cuños
del genocidio indígena y la deportación de cientos de miles de personas
del África occidental (Lovejoy, 1982: 497). Al terror de las guerras de conquista
se añadió el caos ocasionado por los desplazamientos forzados de población. A la
omnipresencia de la muerte, los colonizadores sumaron formas violentas de con-
trol de las poblaciones deportadas. Por lo menos tres prácticas concretas de repre-
sión son discernibles en los archivos coloniales: la violencia contra los cuerpos,
la coacción de los actos y el escudriñamiento de las almas.
Las prácticas de sujeción y dominio corrieron a la par con los discursos que las
legitimaban. Mientras el Estado colonial producía los Códigos Negros (Sala-
Moulins, 1992: 48), para hacer más eficaces las técnicas de castigo corporal, el
Manual del Inquisidor era introducido por la Inquisición desde 1610, para aman-
sar los espíritus. Ambos compendios propendían a la supresión de los hábitos po -
liteístas, poligínicos y polilingües de los deportados del África, y su aplicación
debería conducir a la asimilación de las prácticas monoteístas, monogámicas y
monolingües de sus amos (Arocha, 2001).
*
Agradezco a Joshua Mittroti el haberme permitido retomar ideas expuestas en el documento titulado “La ciencia,
un instrumento más para la exclusión de los afrocolombianos”. Este manuscrito fue presentado como ensayo final
del seminario Lo(s) Negro(s) y la Nación, siglos XIX y XX bajo mi dirección en el Departamento de Historia de la
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
**
Profesora Asociada, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. Visiting
Professor, Latin American and Latino Studies, University of California (Santa Cruz).
179
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
180
Luz Adriana Maya Restrepo
“Estos lugares son tan calurosos, que estando al presente en la mitad del in-
vierno, se siente mayor calor que en la canícula. Los esclavos negros son
en número de 1.400 en la ciudad van casi desnudos. Los cuerpos humanos
de continuo están bañados de sudor. Los alimentos son bastos e insípidos.
Hay gran escasez de agua dulce, y la que se bebe es siempre caliente... En
cuanto a forasteros, ninguna ciudad de América, a lo que se dice, tiene tan-
tos como ésta, es un emporio de casi todas las naciones, que de aquí pasan
a negociar a Quitó, Méjico, Perú, y otros reinos; hay oro y plata. Pero la
mercancía más en uso es la de esclavos negros. Van mercaderes a comprar-
los a vilísimos precios a las costas de Angola y Guinea; de allí los traen en
naves bien sobrecargadas a este puerto, donde hacen las primeras ventas
con increíble ganancia; a los que quedan los embarcan de nuevo” (Pache-
co, 1959: 91, 249 y 275).
Nueve años más tarde, cuando Cartagena ya era el principal puerto negrero de
toda la América Hispánica (Vila Vilar, 1977: 68), Alonso de Sandoval (S.J.) publi-
có un libro titulado De Instauranda Aethiopum Salute (De Sandoval, 1627). En
1627, esta obra aparece como un testimonio excepcional sobre la trata negrera. Pe-
ro su estudio también nos permite aproximar la visión que el clero de entonces te-
nía sobre África, sus gentes y sus culturas. Podría decirse que en el contexto colo-
nial y esclavista americano, demonización y ahistoricidad son dos imágenes ar-
quetípicas fundadoras de los discursos de exclusión hacia la gente africana y afro-
descendiente (Maya, 1989: 56-66). Veamos cómo la exégesis de algunos pasajes
del libro de Sandoval nos advierte acerca de la forma en que se elaboraron estos
estereotipos y la manera en que la Iglesia colonial contribuyó a su difusión.
181
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Iglesia y demonización
Durante el siglo XVI y XVII, España enfrentó el debate sobre la humanidad
de la gente del África. Sin embargo, éste estuvo muy lejos de cobrar la importan-
cia que sí tuvo la controversia alrededor de la humanidad de los indígenas. La po-
sición del Papado a propósito de la esclavitud africana fue bastante timorata si se
compara con la que adoptó el Papa Pablo III respecto a los indígenas (Tardieu,
1993: 43). En 1531, Bartolomé de las Casas, defensor de estos últimos, había en-
viado una carta al Consejo de Indias en la cual se oponía a la esclavitud de los
aborígenes, y sugirió que “sería posible traer esclavos negros o moros para no
causar perjuicio a los indígenas” (Pérez de Tudela Bueso, 1958: 9).
Como hoy, la modernidad se instauraba al ritmo de las necesidades impe-
riales, bajo el signo de los desplazamientos de poblaciones y las migraciones
forzadas. Estas movilidades inauguraron acercamientos imprevisibles entre las
diferentes memorias puestas en contacto y en conflicto desde entonces. Pero
como es sabido, no todas las tradiciones histórico-culturales y sus formas de re-
cordación tuvieron el mismo rango dentro de la sociedad colonial, católica y
182
Luz Adriana Maya Restrepo
eurocéntrica. Las de los deportados de África pasaron por el tamiz de una taxo-
nomía de la negación que cobró fuerza inusitada en la modernidad, pero cuyos
supuestos epistemológicos se anclaban en las tradiciones intelectuales del occi-
dente medieval.
183
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
184
Luz Adriana Maya Restrepo
185
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
186
Luz Adriana Maya Restrepo
187
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
188
Luz Adriana Maya Restrepo
189
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Por esta razón, la relación entre el clima y su influencia en los seres huma-
nos es el meollo del texto de Caldas. Como muchas otras de las ideas que cir-
culaban en la Nueva Granada por aquel tiempo, ésta también era una herencia
ilustrada. Empero, no deja de sorprender que en el momento en el cual la razón
figuró como herramienta privilegiada para avanzar en el camino del conoci-
miento, los sabios iluminados, al igual que los antiguos y clérigos barrocos,
usaran su saber para demostrar lo que ya desde el medioevo se advertía median-
te la exégesis de la Biblia y la geografía antigua. Me refiero al determinismo
geográfico, sus deducciones acerca de la gente africana y sus implicaciones po-
líticas y morales.
Según el propio Caldas, sería insulso suponer que el clima no ejercía ningún
tipo de influencia sobre los seres humanos. Con una prédica que suena familiar,
181 años después del jesuita, Caldas afirma:
“[…] en todas partes, en todos los seres, se halla profundamente grabado
el sello del calor y del frío; no hay especie, no hay individuo en toda la ex-
tensión de la tierra, que pueda sustraerse al imperio de estos elementos:
ellos los alteran, los modifican, los circunscriben, ellos varían sus gustos,
sus inclinaciones, sus virtudes y sus vicios. Se puede pues, decir, se obser-
va y se toca el influjo del clima sobre la constitución y sobre la moral del
hombre […]” (Caldas, 1942: 174).
La continuidad entre los discursos coloniales e independentistas se hace evi-
dente cuando constatamos que los “otros” siguen siendo definidos, en primera
instancia, en términos de sus características físicas y morales. Así, Caldas, al
igual que Sandoval, ilustra al público lector de manera didáctica acerca de la “di-
ferencia negativa” entre la gente del África y los habitantes de las tierras gélidas:
“[…] en la naturaleza los extremos se acercan y se tocan en muchos pun-
tos y los terribles efectos del frío riguroso tienen mucha analogía con los
que produce el fuego […] Los hombres de Nubia, del Senegal y de Guinea
en nada se parecen al Lapon o al Groenlando […] bajo el clima abrasador,
cercado de desiertos de arena caldeada, respirando un aire inflamado por
los rayos solares, han sufrido tales alteraciones en la piel, en el pelo, en la
estatura, en la nariz, en los labios, y hasta en el olor de sus cuerpos, que
cuesta dificultad persuadirse que tienen el mismo origen con los habitantes
de las extremidades árticas de los continentes” (Caldas 1942: 145 y 152).
También del mismo modo que el jesuita, Caldas insiste en la relación entre
determinismo climático y características morales. Así lo afirmó:
“[…] el primero de todos los imperios es el imperio del clima, que la em-
briaguez, la sensibilidad y el amor están en razón inversa de la latitud, que
en el norte está confinado el valor, que acercándonos al mediodía parece que
nos alejamos de la moral misma, que hay climas en que lo físico tiene tal
190
Luz Adriana Maya Restrepo
fuerza, que la moral casi nada puede, que el clima es el que ha proscrito los
límites de la religión de Jesucristo y Mahoma […]” (Caldas, 1942: 137).
Los dos párrafos anteriores permiten comparaciones sugestivas. Al igual que
para Sandoval, para Caldas, boca, nariz, piel y cabello componen un conjunto de
características que sirven para diferenciar de manera negativa a la gente de Áfri-
ca. Pero además, la relación cuerpo/ética continúa siendo útil para difundir la idea
de amoralidad de estos pueblos. Sobre este asunto Caldas anota:
“¿por qué el africano del ecuador es perezoso y el hombre del norte infati-
gable en la carrera y en la caza? ¿por qué éste fecundo sin ser ardiente, no
conoce los celos, cuando aquel voluptuoso, lascivo apenas queda saciado
con la sangre de su rival? ¿por qué el uno pequeño, deforme, aceitunado,
vestido y el otro regular en sus facciones, con talle hermoso, desafía al éba-
no en la negrura […] paganos sus figuras sagradas se convirtieron en ído-
los y fetiches, las formas poligámicas de la organización social fueron in-
morales […]” (Caldas, 1942: 145-147).
Por otra parte, parece evidente que la diferencia fundamental entre estos dos
autores consiste en que para Sandoval el determinismo geográfico convirtió a la
gente del África en Etíopes, lo cual permitió justificar una forma de sub-humani-
dad pretendiendo de este modo ejercer un control ideológico contra el cimarrona-
je. Para Caldas, el asunto ya no estaba ligado a la subversión de los afrodescen-
dientes. Para él, el problema consistía en que estas razas inferiores representaban
un gran obstáculo para el progreso de la república. Pues él los considera “simples,
sin talentos, sólo se ocupan con los objetos presentes” (Caldas, 1942: 147). Pero
además de expresar su eurocentrismo aclarando que en Prusia, Alemania y los
países europeos el hombre se ha perfeccionado, insiste en demostrar la inferiori-
dad de las regiones del país de clima cálido, pobladas según él por seres sin nin-
guna inteligencia, respecto de las tierras frías y andinas. Dice:
“reconocer la influencia del clima, tocarla en todos los seres organizados que
pueblan nuestro globo, decir que la Nueva Granada presenta puntos ventajo-
sos para observarla, que aquí basta con recorrer de diez a catorce leguas pa-
ra ver los hielos de los países septentrionales y los ardores del Senegal […]”1.
Y para dar sentido y aplicación a esta afirmación anota:
“[…] Que diferentes son los moradores de las selvas del Orinoco y de Cho-
có, comparados con los que habitan las faldas y de los de la cima de la cor-
dillera occidental” (Caldas, 1942: 139).
Mediante estos dos ejemplos hemos podido apreciar cómo los arquetipos ne-
gativos que fueron cimiento de las categorías constitutivas de la taxonomía de ex-
clusión viajaron del siglo XVII al XIX en las naves construidas por las palabras
de curas y científicos.
191
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Conclusión
Es infortunado que el tema sobre discriminación racial y cultural hacia los
afrodescendientes y su relación con la violencia no figure en las agendas de los
científicos políticos o expertos en estudios culturales en Colombia y en Améri-
ca Latina. Pareciera que la violencia en Colombia, por ejemplo, no tuviera com-
ponentes socio-raciales y étnicos. Como si éste fuera un asunto de menor impor-
tancia frente a los titulares que despliegan armas, tráficos, ilícitos y masacres.
Por lo tanto, considero que el estudio de la permanencia de las representaciones
coloniales racistas en la sociedad colombiana contemporánea amerita nuevos en-
foques, de mayor envergadura en cuanto a sus delimitaciones cronológicas y
geográficas.
En primer lugar, porque quizás los estudios de larga duración nos permitirían
reconstruir una idea de nuestra propia historia menos mediatizada. En los periódi-
cos y noticieros nacionales e internacionales, las palabras Colombia y violencia
son utilizadas como sinónimos útiles para nombrar realidades que ya parecen
atemporales. Según los medios nuestra historia parece sumergida en un tiempo
macondiano, detenido por efectos de la manera recurrente en que las imágenes so-
bre el tráfico de drogas y el conflicto armado invaden nuestra cotidianidad. Esta
desafortunada reiteración de la puesta en escena de la violencia en las salas de
nuestras casas crea una nefasta identificación de los/as colombianos/as y de la co-
lombianidad. La auto-estigmatización a la cual nos lleva la constante transmisión
de escenas violentas es sin duda fortalecida por una forma de ejercicio periodísti-
co que rara vez trasciende la inmediatez del suceso. Éste, convertido en noticia, es
desposeído de su carácter de acontecimiento, y de manera inexorable es condena-
do al análisis coyuntural, que lo detiene en una especie de eterno presente. Hoy,
los medios de comunicación cumplen el papel de ser los arquitectos de la memo-
ria nacional y colectiva. Una memoria histórica para la nación y para la opinión
pública internacional, que no tiene ni sentido ni utilidad después de 24 horas.
192
Luz Adriana Maya Restrepo
193
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Arocha, Jaime 1989 “Hacia una nación para los excluidos”, en Magazín Do -
minical, El Espectador (Santa Fe de Bogotá) N° 329.
Arocha, Jaime 1998 “La inclusión de los Afrocolombianos: ¿meta inalcanza-
ble?” en Maya, Adriana (comp.) Los Afrocolombianos (Santa Fe de Bogotá:
Instituto Colombiano de Cultura Hispánica) Tomo VI de la Geografía Huma-
na de Colombia.
Arocha, Jaime 2001 “Conferencia”, dictada dentro del curso Historiografía
Colombiana (Santa Fe de Bogotá: Departamento de Historia, Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de los Andes).
Arrázola, Roberto 1970 Palenque, primer pueblo libre de América (Cartage-
na: Ediciones Hernández).
Caldas, Francisco José de 1942 (1808) “Del influjo del clima sobre los seres
organizados”, en Semanario del Nuevo Reino de Granada (Santa Fe de Bo-
gotá: Biblioteca Popular Colombiana).
De Friedemann, Nina S. de 1993 Presencia africana en Colombia. La saga
del negro (Santafé de Bogotá: Instituto de Genética Humana, Facultad de
Medicina, Pontificia Universidad Javeriana).
De Sandoval, Alonso 1627 De Instauranda Aethiopum Salute (Sévilla: Fran-
cisco de Lyra).
Génesis 9, 18-29.
Gruzinski, Serge 1988 La colonisation de l´imaginaire. Sociétés indigènes et
occidentalisation dans le Méxique espagnol, XVIème-XVIIIème siècles (Pa-
ris: Editions Gallimard).
Inikori, J. E. 1976 “Mesuring the Atlantic Slave Trade: a Rejoinder”, en Jour -
nal of Africain History (Cambridge) Vol. XVII, N° IV.
Le Goff, Jacques 1985 “Prefacio”, en Medeiros, François de L’Occident et
l’Afrique (XIIIème-Xvème siècles) (Paris: Karthala/CRA).
López de Mesa, Luis 1920 Los problemas de la raza en Colombia (Bogotá:
Biblioteca Cultura).
Lovejoy, Paul E. 1982 “The Volume of the Atlantic Slave Trade: a Syntesis”,
in Journal of African History (Cambridge) N° 23.
Maya, Luz Adriana 1989 De Instauranda Aethiopum Salute: un apport docu -
mentaire à l’histoire africaines et afroaméricaine (Paris: Mémoire de D.E.A.,
Université de Paris I -Panthéon-Sorbone-Centre de Recherches Africaines).
194
Luz Adriana Maya Restrepo
195
La profecía vulgar
Carlos Ossa *
“No se trata que la ficción haya suplantado lo real; es decir que toda
suerte de acontecimientos, incluidos los políticos, se representen en
pantallas y páginas utilizando recursos provenientes de géneros
asociados a lo inventado, a lo imaginario. Toda ficción, por último –y
máxime cuando los receptores competentes en una cierta cultura, en unos
ciertos códigos, pueden descifrarla– nombra la realidad, la recrea y hasta
puede transformarla”.
María Cristina Mata
L
a historia de las transiciones latinoamericanas se parece a los espejos de
Borges: nadie quiere ser la imagen que reflejan. Quizá por eso una distan-
cia histórica se registra entre la oferta de sociedad participativa y la vida co-
tidiana subsumida en las obligaciones disciplinarias de la globalización. La caren-
cia de textura política, la mediatización del deseo y la furia publicitaria de los sím-
bolos rutinizan la llamada “gobernabilidad”, que las ciencias sociales legitimaron
–teóricamente– para hablar del paso jurídico-económico de lo autoritario a lo de-
mocrático. La etapa actual renuncia a persistir en lo transicional, ya que desde el
punto de vista político se habrían cumplido las metas de reposición parlamentaria,
justicia liberal y retiro de la fuerza al desfile, el onomástico patrio y la defensa.
Resuelto el tema del pasado de esta forma, los problemas actuales de la so-
ciedad se vincularían con los nuevos paradigmas del desarrollo tecnológico, la
pacificación social, las alianzas regionales y la creatividad mercantil. La mundia-
lidad y sus ecos reconfiguran ilusiones y colectivos desplazando los aspectos más
teatrales del campo político a una versión televisual donde todo es dispuesto en
la terapia informativa del control obtenido y del éxito pendiente. La pérdida de
una narrativa de lo cotidiano, por otra parte, pareciera explicarse por el imperio
de un anonimato –que no sólo es repliegue e indiferencia– sostenido por la cadu-
cidad de la opinión, la extensión de las corporaciones y la corrupción discursiva
de privados y públicos. La globalización: “en nombre del imperativo categórico
geotécnico-financiero, conmina a la sociedad a que acepte los desarreglos del es -
*
Profesor de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Chile y de Antropología Cultural de la Universidad Arcis.
197
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
198
Carlos Ossa
199
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
persión y organizar por adelantado los trabajos, las fiestas y los acontecimientos,
amontonando residuos y pedazos de códigos periodísticos, radiales, publicitarios
o televisivos que nombran y posibilitan el ver. Esta cultura mediática es la que da
a la política la licencia para ejercer una vigilancia vacía y carente de presión, pues
intenta producir sentidos que le ayuden a saber dónde está la gente y a reducir
temblores de malestar o confusión: “la emisión televisiva ha establecido una re -
lación asimétrica con el público: por una parte, las instituciones televisivas in -
vestigan a la audiencia para descubrir sus gustos y sus preferencias; por otra,
tanto los medios públicos como los privados de la organización televisiva retroa -
limentan un sentimiento de identidad global, nacional y regional mediante el dra -
ma y el entretenimiento, y la información política indispensable para el funcio -
namiento de la democracia” (Stevenson, 1998: 313).
La modernización multiplica las prácticas del deseo y las escrituras de la obe-
diencia, haciendo visibles las huellas de una realidad compleja donde los contra-
tos de verosimilitud muestran un país satisfecho de sí mismo: administrado por la
información y su porvenir de días conocidos, resolviendo las insatisfacciones con
la autoridad del saber experto y focal que pone de final ineluctable a la globaliza-
ción como índice de crecimiento. La política y su magisterio de precauciones ha-
cen de lo mediático la zona de enunciación propicia para hablar de estos destinos.
Se evita la relación y se consagra la interactividad: la opinión telefónica o la en-
cuesta radial, por ejemplo, fomentan una oralidad ciega que juega con cifras en un
azar de porcentajes presentados como tendencias, inclinaciones, rechazos y áni-
mos ciudadanos. Registro estadístico que celebra nuestra lejanía con el desastre.
La condición accesoria
En función de lo señalado parece que arribamos a uno de los aspectos más
frecuentes de la discusión: la mediatización de la política. Según Eliseo Verón,
ésta sería el predominio de la gestión de colectivos de corto plazo, es decir, la
edad contractual en que los imaginarios cotidianos se rigen más por el consumo
que por el juego de las reglas sociales. Esto explicaría la deflación democrática y
la nueva centralidad de la televisión como actor civilizador. La tesis habitual es:
tratando de lograr la conquista de los medios, la política ha perdido su propia es-
fera. En el campo de las formas comunicativas de la modernización chilena es po-
sible establecer una distancia y alcanzar una coincidencia: lo público se ha mer-
cantilizado, pero la política se ha resignificado en lo medial.
La política –con arreglo a la idea de que muere en los medios– ha perdido su
centro y se somete a la mirada “autista” del telespectador. Se deja caer e interrum-
pir, provocando una serie de cruces con la televisión que la restarían de su labor ar-
gumentativa, constructora y articulante. Al no estar referida a su propia esfera y es-
cenificarse desde cualquier paraje2 (el matinal, el programa de conversación, el show
200
Carlos Ossa
201
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
202
Carlos Ossa
humana con sus virtudes y fraudes; la deformación física como accidente y com-
pasión; la violencia, las drogas o la prostitución como desamparo y carencia afec-
tiva, etc., ciudadanizan lo excluido y simultáneamente permiten a la política des-
plazarse del territorio de las respuestas, pues los casos no son obligación: son his-
torias y perfiles que buscan ser escuchados, oídos por nuevos intermediarios que
dan soluciones en pantalla 3. La culpa puede ser convertida en diversión.
Lo interesante de la transición no es que privatice la agenda informativa o
empequeñezca la resistencia simbólica conduciendo la energía social hacia el
consumo, capítulos todos de la transformación estructural de las comunicaciones
en el país; lo llamativo es la operación por la cual todo ocurre como una “anoma-
lía sin consecuencias”, un devenir procedimental atrapado en los márgenes de
aquello que celebra: la modernización. Lo más significativo de este desplaza-
miento es que la política transicional diluye el espesor histórico del accionar del
poder, lo amnistía de su deterioro y lo instala en un privilegio comunicacional
donde finge vivir para los medios y, a veces, ser su víctima.
Las relaciones entre el sistema comunicacional, la política y el espacio público
(o sus restos) circulan por múltiples sitios y por ninguno, auspician los requerimien-
tos de libertad de expresión y la restringen a las cómodas biografías de los gabine-
tes empresariales y su imagen moderna de Chile. Las prácticas periodísticas se ha-
cen predecibles en su inercia al mezclar y homologar moral con interés, riqueza con
bienestar, deporte con ejemplo, anécdota con publicidad o economía con cifras. La
actuación mediática negocia los límites de la conveniencia informativa y cuando
necesita alterar la dirección de los convenios y reubicar a la política en un nuevo
escenario libera en lo público un impacto, una provocación escandalosa, que recon-
forta al modelo de la independencia y la objetividad. En ese instante es posible que
parte del secreto de la política sea violado, una extensión sacrificada y una “verdad”
esterilizada en la masificación de su contenido. Hay una extensa antología de casos
locales de esta naturaleza que muestran un hecho estable: todo lo institucional es
protegido de su desacato y extravío por la ley de clausura, privatizado su delito por
“razones de orden público”, y a cambio lo narrativo, emocional y accidentado se
instalan como advertencias, órdenes, enunciaciones y sentidos. En todo caso sería
un error pensar que estamos en presencia sólo del kitsch sensacionalista de la tele-
visión y la prensa chilena, ya “que en la repetición diaria y en los reconocibles ras -
gos de este tipo de programación, la relación del telespectador con las noticias, y
el amplio mundo que éstas representan, puede ser algo mucho más ritual, simbóli -
co y posiblemente mítico que informativo” (Langer, 2000: 17).
La televisión provee de la neutralidad valórica a los saberes modernizadores
para recrear lo inédito del tiempo global, celebrar sus flujos y sus hazañas de in-
versión como datos de progreso y armonía. Las fracturas y los desórdenes del ca-
pital se ocultan detrás de las violencias menores de la ciudad, de los tráficos y las
congestiones, de los abandonos y las plenitudes que hablan de la transición y sus
203
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
204
Carlos Ossa
205
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
206
Carlos Ossa
Bibliografía
Avelar, Idelber 2000 Alegorías de la Derrota. La ficción postdictatorial y el
trabajo del duelo (Santiago: Editorial Cuarto Propio).
Bourdieu, Pierre 1997 (1996) Sobre la televisión (Barcelona: Editorial Anagrama).
Brunner, José Joaquín y Catalán, Carlos 1995 Televisión. Libertad, mercado
y moral (Santiago: Editorial Los Andes).
Joignant, Alfredo 2000 “Metamorfosis de la izquierda chilena (la republicani-
zación de las causas políticas)”, en Revista Crítica Cultural (Santiago) N° 20.
Foucault, Michel 1997 (1976) Vigilar y Castigar. El nacimiento de la Prisión
(Madrid: Siglo Veintiuno Editores).
Hopenhayn, Martín 1994 Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la
Modernidad en América Latina (Santiago: Fondo de Cultura Económica).
Langer, John 2000 (1998) La televisión sensacionalista. El periodismo popu -
lar y las “otras noticias” (Buenos Aires: Ediciones Paidós Ibérica).
Lechner, Norbert 1998 “Modernización y democratización: un dilema del de-
sarrollo chileno”, en Revista Estudios Públicos (Santiago) N° 70.
Martín-Barbero, Jesús y Germán Rey 1999 Los ejercicios del ver. Hegemo -
nía audiovisual y ficción televisiva (Barcelona: Editorial Gedisa).
Mattelart, Armand 1998 (1996) La mundialización de la comunicación (Bar-
celona: Ediciones Paidós Ibérica).
Moulian, Tomás 1997 Chile Actual: Anatomía de un Mito (Santiago: Edicio-
nes Lom-Arcis).
Piccini, Mabel 1987 La imagen del tejedor. Lenguajes y políticas de la comu -
nicación (México: Ediciones Gustavo Gili).
Richard, Nelly 1998 Residuos y Metáforas (Santiago: Editorial Cuarto Propio).
Salazar, Mauro y Miguel Valderrama (comp.) 2000 Dialectos en Transición.
Política y subjetividad en el Chile actual (Santiago: Ediciones Lom-Arcis).
Santa Cruz, Eduardo 1997 “Comunicación, consumo cultural y cultura coti-
diana: el caso de la información televisiva”, en Documento de Trabajo del
Centro de Investigaciones Sociales (Santiago: Universidad Arcis) N° 25.
Sartori, Giovanni 1998 (1997) Homo Videns. La sociedad teledirigida (Ma-
drid: Editorial Taurus).
Silverstone, Roger 1994 Televisión y vida cotidiana (Buenos Aires: Amorror-
tu Editores).
207
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
208
Carlos Ossa
Notas
1 No postulamos el fin de la política sino el cambio de sus contenidos, que
antes eran dados por ideologías globales, y que ahora deben interpelar a los
imaginarios subjetivos con temas cotidianos para obtener su atención. El Es-
tado y sus funciones de control, por ejemplo, son menos importantes que la
salud, la realización personal, la seguridad o la diversión.
2 Tal como lo han señalado Jesús Martín-Barbero y Germán Rey (1999), de-
jar la desgracia de la política reducida al sicariato televisivo es una exagera-
ción. Es creer que la política no sigue haciendo sus labores porque está preo-
cupada por un glamour creciente y espectacular. Un texto tan injusto con la
imagen como el Homo Videns (1998) de G. Sartori ejemplifica ese “mal de
ojo intelectual” que busca la explicación de la crisis fuera del campo político,
para mantener la inmaculez de un prurito ilustrado asociado al liberalismo clá-
sico, que supone a la imagen como pura superficie cansina de éxtasis casual.
3 Continuando la línea de la televisión internacional, en el país se hacen pro-
gramas de ayuda directa con héroes catódicos de gran convocatoria. Asumen
la obligación de impugnar a los servicios públicos y sus funcionarios por ne-
gligencias o abusos (ministros, alcaldes, etc.) o de pedir soluciones a privados
ante emergencias individuales. De esta manera se convierten en un actor so-
cio-cultural sensible a los costos del proceso modernizador al recepcionar y
oír a aquellos que temen quedar fuera o son marginados de diversa manera.
209
El debate sociedad-comunidad en la sonoridad
El desafío de las músicas “mulatas ”
a la modernidad eurocéntrica convencional
S
er músico en el Caribe hoy es contar con la posibilidad de participar de
uno de los más profundos e importantes movimientos culturales de las
postrimerías del siglo XX e inicios del XXI. No es casualidad que el Ca-
ribe se conozca internacionalmente más por sus músicos que por cualquier otro
de los múltiples quehaceres humanos.
Y es que, ciertamente, el siglo XX nació con la idea de que la cultura de la
modernidad “occidental” arroparía al mundo; que los valores sobre los cuales se
asentaba representaban verdades únicas e incuestionables. Pero esas “verdades”
comenzaron a cuestionarse; interesantemente tanto desde el ámbito conceptual de
la cultura científica, como –más vivencialmente– desde la cultura popular (aun-
que inicialmente estuvieran bastante distanciadas ambas esferas). Y un siglo que
nació con la culminación de unas certezas (que venían fraguándose desde tres si -
glos antes), concluye atravesado de profundas incertidumbres. Las incertidum-
bres no sólo nutren desasosiegos; también engendran otros proyectos esperanza-
dores de renovación constructiva, y es el caso, entiendo, no exento de agudas con-
tradicciones y profundas limitaciones, de la música caribeña contemporánea.
*
Catedrático y Director de Proyecto en el Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico en
el Recinto de Río Piedras. Ostenta un doctorado en Sociología Política de la London School of Economics and
Political Sciences (1976). Ha sido Profesor visitante de las Universidades de Harvard (1999), Barcelona (1997-8),
Sao Paulo (1994) e Illinois en Chicago (1991), y Leverhulme Visiting Fellow del Centre for Caribbean Studies de
la Universidad de Warwick en Inglaterra (1985). Ha dictado conferencias en numerosas universidades de Europa,
Estados Unidos y América Latina.
211
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Uno de los ámbitos donde ha sido más fuerte y de mayor impacto el cuestio-
namiento a las “verdades” de la modernidad “occidental” (cuestionamiento muy
importante también en las ciencias físicas y sociales), ha sido precisamente la mú-
sica. Es interesante y significativo el hecho de que los más profundos cuestiona-
mientos (perdurables y cargados de futuro) en el ámbito sonoro no emanaron de
otras culturas tradicionales (muy ricas, por cierto); tampoco (aunque intentos se-
rios hubo, e importantes y muchos: atonalismo, dodecafonismo, minimalismo,
metros móviles) del centro de la musicología “occidental”1; sino del propio mun-
do “occidental” pero desde sus márgenes: desde el por décadas discriminado y
marginalizado mundo afroamericano. En el último siglo, primero el jazz afronor-
teamericano, los afrocaribeños bolero y rumba, y el tango afroconosureño, luego
el bosanova afrobrasileño, el afronorteamericano rock y más recientemente los
tan cercanos para nosotros reggae, el jazz latino2 y la salsa, han tocado una fibra
fundamental en la sensibilidad, no sólo de los “naturales” de sus áreas de origen,
sino en general de las personas de este tiempo, imposibilitando, incluso en tiem-
pos de acelerada globalización, la hegemonía previamente incuestionada de las
prácticas sonoras de la “alta cultura” europea.
Por emerger de un ámbito socio-cultural marginalizado popular, los desafíos
de estos cuestionamientos (contrario a los desafíos en las ciencias –la teoría de la
relatividad de un Eistein, la física cuántica, la termodinámica de un “premio No-
bel” Prigogine–, en la teoría social de un Gramsci o Foucault, en la pintura de un
Picasso, en la psicología de un Jung, en la literatura de un Hyden White o un Ro-
land Barthes en la crítica, o un García Márquez, Cortazar, Luis Rafael Sánchez o
Edgardo Rodríguez Juliá en la creación, en la geografía de un David Harvey ¡to-
dos importantísimos!), los de la música afroamericana, repito, fueron por muchos
minusvalorados. Su popularidad fue tachada como secuela de la “cultura de ma-
sas”, de uno de esos “males necesarios” de la modernidad3. No sólo por los reac-
cionarios de siempre, sino incluso por personas “de avanzada”, admiradores de
Schoemberg o Hindemith como Theodor Adorno, uno de los más importantes
teóricos de la música de la primera mitad del siglo XX. Y, definitivamente, tam-
bién por muchos en la historia de nuestros países.
No fue el caso, por otro lado, es importante distinguir, de grandes composi-
tores formados en la tradición “occidental” pero que exhibieron una particular
sensibilidad social y cultural; sobre todo –quiero especialmente recalcar– compo-
sitores “clásicos” en sociedades de marcada presencia cultural afroamericana:
Gershwin, Copeland, Elie Siegmeister, Heitor Villa-Lobos, Amadeo Roldán, Leo
Brower, Amaury Veray, Jack Delano o Ernesto Cordero, para mencionar sólo un
puñado. En un libro que recientemente publiqué (pero que trabajé intensamente
por unos 17 años), intenté iniciar un acercamiento desde la investigación acadé-
mica al examen de la importancia para la musicología y la cultura contemporá-
nea de esos desafíos sonoros populares afroamericanos en sus repercusiones pa-
ra aquello a lo que –reformulando a Durkheim (y a Emilio De Ipola)– Ana Wor-
212
Angel G. Quintero Rivera
man se refiere como lazo social en su contribución a este libro; un intento preli-
minar, seguramente lleno de fallas y limitaciones, pero acercamiento necesario,
al fin, que querría comenzar a discutir en el contexto de este libro, presentando
unos pocos de sus argumentos apretadísimamente resumidos.
En los procesos de conformación de lo que ha venido a llamarse “la moder-
nidad”, entre los siglos XVI y XIX principalmente, momento de la gran expan-
sión europea, la música de las sociedades de “occidente” atravesó (como bien re-
cordarán) un extraordinario desarrollo. Dicho desarrollo estuvo vinculado a unos
intentos de racionalización y sistematización paralelos a intentos similares en las
ciencias físicas y sociales. El proceso racionalizador, con su secularización “pro-
gresista”, liberó la expresión sonora de su ámbito comunal inmediato del ritual y
el mito, facilitando la creatividad individual y fortaleciendo su dimensión autó-
noma como arte. Comenzó a primar la idea de la composición, de un creador in-
dividual que previo a que los músicos tocaran había pensado y elaborado los po-
sibles desarrollos de unas ideas sonoras. Ello presuponía la noción de la pieza
musical como sistema, como universo definido, delimitado, con un principio, de-
sarrollo, clímax y final identificables al oído y, como en todo sistema, las posibi-
lidades del examen racional de la relación entre sus componentes y las leyes que
debían gobernar dichas posibles relaciones (Finkelstein, 1960). Como en la Ley
de la Gravedad de Newton, en la música todos los elementos sonoros debían gra -
vitar en torno al principio central de la expresión individual, que era la tonada;
todo extraordinario desarrollo de todo recurso sonoro (armonía, ritmo, texturas,
timbres...) se entendía como “complementario” y, por tanto, supeditado a las le -
yes de la tonalidad 4.
La creciente complejidad en la división social del trabajo del desarrollo capi-
talista industrial moderno fue manifestándose a nivel sonoro en la transformación
de la melodía individual o el cantar unísono a conjuntos polivocales (de varias
voces) cada vez más complejos e internamente jerarquizados. La música polivo-
cal, que alcanzó en los siglos XVIII y XIX extraordinarios niveles de elaboración,
se edificó sobre tres de las más importantes contribuciones de la racionalidad “oc-
cidental” a la música: lo que llamó Bach la escala bien temperada que “ordena-
ba” el universo sonoro, estableciendo una relación aproximada equivalente entre
nota y nota para cada tonalidad5, la escritura o notación musical que dicho orde-
namiento posibilitaba (y que facilitaba los dictados del compositor y la coordina-
ción del director, convirtiendo a los músicos ¡ojo! en ejecutantes), y los princi-
pios –sistematizados– de la armonía. La gran música sinfónica presentaba la ima-
gen de la gran industria6; como aquella, manifestaba la tensión entre una produc -
ción colectiva (muchas personas tocando) y el diseño o control individual (lo que
una persona componía y dirigía); entre el enriquecimiento extraordinario de las
capacidades individuales (del compositor) y el empobrecimiento (o creciente pa-
sividad) del papel de la mayoría en lo producido. Este desarrollo –contradictoria-
mente extraordinario y a su vez limitante– representó el predominio del canto so-
213
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
214
Angel G. Quintero Rivera
215
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
216
Angel G. Quintero Rivera
vo. Era de esperar que en una sonoridad que gravitaba en torno de la tonalidad
se colocara en la jerarquía inferior a los membráfonos (en términos amplios, los
tambores), a los instrumentos cuyo timbre no produjera tonos, imposibilitados su-
puestamente, por lo tanto, de expresar melodías.
Las más elaboradas expresiones de las músicas “mulatas” (en el jazz, la mú-
sica brasileña o la salsa) aprovechan la tradición polivocal y la riqueza instrumen-
tal, pero quebrando la jerarquización establecida (en los conjuntos de salsa, a ma-
nera de ilustración, la percusión se coloca en la línea frontal y no al fondo, como
en la orquesta sinfónica). Estas músicas fueron rompiendo con la idea de que unos
instrumentos lleven “la voz cantante”, mientras los otros los “acompañan”, desa-
rrollando una sonoridad de conjunto basada en la multiplicación integrada de tim-
bres sonoros, ejerciendo –cada uno– una voz propia. El liderato de estos conjun-
tos puede ejercerse desde el bajo (como las orquestas salseras de Bobby Valentín
u Oscar D’León), desde la trompeta (como la de Luis “Perico” Ortiz), el trombón
(como la Orquesta de Willie Colón), el piano (como Rafael Ithier en El Gran Com -
bo, Papo Lucca en La Sonora Ponceña o Eddie Palmieri con La Perfecta), la voz
(como la Orquesta de Gilberto Santa Rosa), la flauta (como la de Johnny Pache-
co) o la percusión: los timbales (la Orquesta de Tito Puente o de Willie Rosario),
las congas (la de Ray Barreto) o los bongoes (Roberto Rohena con su Apollo
Sound), para mencionar sólo algunos ejemplos11. Además, en la elaboración vir-
tuosística de los jam sessions o las descargas pueden participar tanto los instru-
mentos melódicos valorados por la música de la modernidad “occidental” –el vio-
lín, el piano o la flauta...–, como aquellos que ésta había subvalorado: el trombón,
el cuatro, el bajo, la batería, los bongoes o las congas, entre otros.
En nuestras sociedades americanas –cuyas músicas entremezclan diversas tra-
diciones de expresión y elaboración sonora– los diversos instrumentos fueron aso-
ciándose históricamente con particulares identidades sociales; étnicas y de clase,
sobre todo. El violín se asoció con la tradición europea, mientras la percusión, con
la africana; la guitarra, el cuatro y el güiro con el campesinado, y los vientos-me-
tal con los trabajadores urbanos de oficios... Dados los significados que expresan
los timbres sonoros de los diversos instrumentos en términos de las identidades so-
cioculturales, la valoración presente en las músicas “mulatas” a la heterogeneidad
de sus timbres trae consigo implicaciones fundamentales en torno a las concepcio-
nes de la sociabilidad, reafirma la utopía de lo comunal; en términos contemporá-
neos, de una democracia que valore el respeto de las diferencias.
Una de las manifestaciones más importantes de los entrejuegos entre melo-
día, armonía, forma y ritmo, que evidencia claramente un distanciamiento respec-
to a la sistema-tización de la modernidad “occidental”, se expresa en lo que se de-
nomina en la música como los metros: los patrones que ordenan el transcurrir su-
cesivo de la composición. A partir del siglo XVII, la música de esa entonces in-
cipiente modernidad fue estructurándose isométricamente, es decir, con acentos
217
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
intensidad, en todas las músicas “mulatas”), éstas han intentado mantener la or-
denación sucesiva de la composición en el estilo métrico heredado de la tradición
africana: a través de una subdivisión recurrente basada en pulsaciones tempora-
les heterogéneas –lo que se conoce en la vertiente “caribeña-tropical” de estas
músicas como las claves. Las claves ordenan el desenvolvimiento temporal de las
melodías y las progresiones armónicas dentro de una concepción no lineal del
tiempo: no como flujo a la manera de una onda, sino (ojo a los paralelos con las
discusiones introducidas por la mecánica cuántica en la ciencia) a base de células
rítmicas constituidas por golpes de pulsaciones no equivalentes (rompiendo, de
paso, la distinción entre lo analógico y lo digital). Aunque las claves son métri-
cas “rítmicas”, no debe confundirse la clave con el ritmo: las claves constituyen
patrones de ordenación métrica (del tiempo sucesivo) –equivalente al un-dos-
un- dos... del 2/4 europeo, o al un-dos-tres-un-dos-tres... del 3/4, al un-dos-tres-
cuatro-un-dos-tres-cuatro... del 4/4, etc.– que subyacen toda una composición o
un segmento definido de una composición. Sobre cada clave se elaboran nume-
rosos ritmos distintos y combinaciones polirrítmicas que definen o caracterizan
los diversos géneros que conforman una tradición musical. La clave 3-2, por
ejemplo, predominante en la expresión musical puertorriqueña, en diferentes tem -
pos subyace métricamente tanto a algunas de las más señoriales danzas como a
la más bullanguera guaracha, o a la plena festiva, al melancólico seis mapeyé, o
a las combinaciones polirrítmicas de la salsa. Esta clave se formularía así:
218
Angel G. Quintero Rivera
15
219
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
220
Angel G. Quintero Rivera
221
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
222
Angel G. Quintero Rivera
Notas
1 El musicólogo húngaro (Marothy, 1974) concluye un estudio sumamente mi-
nucioso, amplio, erudito e imaginativo, sobre la trayectoria histórica de la mú-
sica y las cosmovisiones de clase, planteando los inicios de la superación de la
cosmovisión burguesa por las composiciones del realismo socialista, principal-
mente de Eisler en la República Democrática Alemana (“Alemania oriental”),
Prokofiev y Shostakovich en la entonces Unión Soviética y Kodály y Bartók
en Hungría, que, según su interpretación, adelantan una cosmovisión proleta-
ria. Aunque recomiendo el estudio de esta obra monumental, sus análisis resul-
tan a veces mecanicistas, y sus conclusiones forzadas (Norton y Bokina, 1976).
Sería interesante examinar además el impacto sobre la trayectoria de la música
“occidental”, sobre todo a partir de finales del siglo XIX, de las músicas de los
márgenes europeos de la modernidad: la música eslava, gitana, húngara y es-
pañola, pues tal vez algunos elementos examinados por Marothy, desde su di-
mensión clasista (como expresiones de una cosmovisión proletaria), pueden
justipreciarse mejor como expresiones de una otredad étnica.
2 Más sobre su dimensión histórica en (Acosta, 2000).
3 En la medida que fueron músicas marcadas por la difusión del media, pa-
rafraseando a Benjamin (1968) conformándose en la época de “la reproduc-
ción mecánica del arte de los sonidos”, participan del proceso de redefinición
del ámbito de la política que analiza –para Chile- Carlos J. Ossa en su con-
tribución a este libro.
4 La tonalidad es reconocida por numerosos autores como la fuerza alrede-
dor de la cual gravitó el desarrollo de la música “occidental” entre 1600 y
1900 aproximadamente: véase, por ejemplo, Salzman (1967: Parte I). Tam-
bién esta visión permea prácticamente todos los textos musicológicos que
teorizan sobre música tomando en consideración solamente la trayectoria
“occidental”. Véase, como ejemplo, el valioso libro de Cooke, (1959).
5 Martindale y Riedel (1958: p. LI) explican cómo para Max Weber el desa-
rrollo de la escala bien temperada fue evidencia de la penetración de la racio-
nalidad “occidental” en la expresión musical: the transformation of the pro -
cess of musical production into a calculable affair operating with known
means, effective instruments, and understandable rules.
6 En Sheperd et al (1977: 105) se relaciona el principio ordenador de la to-
nalidad con la cosmovisión industrial en términos de la relación jerárquica
que establece entre sus componentes, idea sugerente que requeriría, a mi jui-
cio, mayor concreción.
7 Estas eran características fundamentales de la música europea también, pre-
vio a la modernidad, según el ensayo de Hayward (1991: 9), quien dirige un
223
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
224
Angel G. Quintero Rivera
225
La problemática del feminismo
en los años de la transición en Chile
Nelly Richar d*
D
e acuerdo a sus analistas oficiales, la palabra “transición” nombra el pro-
ceso que, en Chile, se inicia históricamente con el gobierno de Patricio
Aylwin, después del plebiscito de 1988, el cual puso fin a la dictadura mi-
litar y reabrió el curso de la democracia. Esta fecha es la que prevalece oficialmen-
te como señal de un corte nítido que marca la refundación de la institucionalidad
democrática. Sin embargo, vale la pena insistir en que los rasgos predominantes
del período chileno llamado ‘transición’se formularon con anterioridad a este cor-
te, y que los gobiernos de la transición democrática se dedicaron sobre todo a re-
agenciar la continuidad de los efectos ya delineados por la ofensiva neoliberal de
la dictadura que conjugó represión (la violencia militar) con modernización (las
políticas de consumo del mercado y la televisión). En ese sentido, la palabra “tran-
sición” marca “las transformaciones de la economía, la política, la lengua, el sen-
tido y la historia que la dictadura operó, desde una economía y política estatal, que
tiene como sujeto (moderno ideológico) al Estado hacia una economía post-esta-
tal donde el Estado no es ya sujeto sino objeto de la economía” (Thayer, 1998)1.
El mercado y el consenso fueron los mecanismos encargados de normalizar
lo social, bajo la consigna de (seudo)integración de lo diverso y de lo plural.
Mientras el neoliberalismo de mercado agenciado por la transición desplegaba su
serie-mercancía como horizonte de gratificación consumista para hacernos olvi-
dar la humillación de los cuerpos dañados por la violencia militar, el consenso po-
*
Directora de la Revista de Crítica Cultural. Directora –entre 1997 y 2000– del Programa de la Fundación Rocke-
feller “Postdictadura y Transición democrática: identidades sociales, prácticas culturales, lenguajes estéticos” en
la Universidad Arcis, Santiago de Chile.
227
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
228
Nelly Richard
229
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
230
Nelly Richard
231
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
institucionales que determinan hoy sus producciones según parámetros que tien-
den a ser cada vez más de instrumentalización burocrática y de operacionaliza-
ción técnico-profesional.
Mujeres y política
Con motivo de la presentación de Chile en la IV Conferencia Mundial de la
Mujer realizada en Beijing (1995), se suscitó una intensa discusión entre los ac-
tores involucrados en las distintas fases de preparación de los documentos que
iban a representar la postura oficial: la Iglesia Católica, el Estado, los partidos de
la derecha y la Democracia Cristiana, y más débilmente el mundo de las ONG y
de la izquierda concertacionista. La discusión se dio en torno a la palabra “géne-
ro”, cuyo ingreso al léxico del SERNAM podría considerarse un logro que mani-
fiesta el avance diseminante de la reflexión feminista en el campo de las hegemo-
nizaciones discursivas, si no fuera por el desperfilamiento crítico al que tuvo que
someterse dicho concepto en manos del discurso oficial. La palabra “género” de-
sató fuertes polémicas en los sectores de la derecha y colocó el tema de los roles
y de las definiciones sexuales en el centro del debate nacional sobre la “crisis mo-
ral” de la sociedad chilena.
Desde 1990, al SERNAM le tocó administrar el signo “mujer” en un paisaje
social aún marcado por el recuerdo traumático de la desintegración de los cuer-
pos y de las familias a la que condujo la violencia homicida del régimen militar;
un paisaje que el gobierno de la transición debió reunificar tomando a la familia
como paradigma de integridad-integración del orden, en complicidad con el pen-
samiento doctrinario de la Iglesia Católica. Avalada por el prestigio simbólico y
ético que le reportó su defensa de los derechos humanos durante la dictadura, la
Iglesia Católica fue recobrando, durante la transición, un poder-de-discurso que
recurrió a la enseñanza del Vaticano en asuntos de moral evangélica para sancio-
nar aquellos cuerpos y sexualidades que desbordaban el marco familiarista como
único marco permitido de desempeño de lo femenino. En un contexto predomi-
nantemente gobernado por la moral cristiana y el tradicionalismo valórico de la
derecha, el vocablo “género” (ya introducido en el repertorio del SERNAM bajo
las disimuladas influencias de la conquista feminista) despertó fuertes sospechas
por su dudoso origen, por su peligrosa indeterminación o ambigüedad semánti-
cas que lo estigmatizaron como un vocablo “de contrabando” (ilegal). La noción
de género fue acusada de incitar a la revuelta en un mundo de definiciones sexua-
les que la moral tradicional requiere mantener puro y natural, trascendente, es de-
cir, basado en el esencialismo de una identidad originaria, ya que para el enfoque
conservador la complementariedad biológica de los sexos marca unívocamente la
programación sociocultural de los roles de identidad que, en el caso de la mujer,
deben hacer coincidir femineidad con maternidad y familia (Oyarzún, 1996)6.
232
Nelly Richard
233
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
234
Nelly Richard
de las mujeres a las estructuras de poder y decisión para creer que su mera pre-
sencia en dichas estructuras va a transformar realmente la simbólica de lo políti-
co. Debemos además sospechar del sentido común que cree que les corresponde
a las mujeres añadir a la política la supuesta complementariedad “natural” de ras-
gos “propiamente” femeninos (emocionalidad, delicadeza, intuición, sentido
práctico, etc.), y que la prolongación social de estos rasgos las destinaría “natu-
ralmente” a desempeñarse en las áreas, preferentemente asistenciales, de la salud,
la educación, la familia, etc. No sospechar radicalmente de este convencional re-
parto de capacidades y disposiciones que opera según rasgos tipificados como na-
turalmente privativos de lo masculino y de lo femenino, no hace sino consolidar
el dominio masculino sobre todo lo que es abstracción, generalidad y sistemati -
cidad, mientras que lo femenino queda circunscrito al rango inferior de lo parti -
cular-concreto ligado al cuerpo y a la sustancia (lo sensible) en lugar del concep-
to y la razón (lo inteligible).
A través de su ya clásica tesis “lo personal también es político”, el feminis-
mo ha mostrado cómo se trenzan subjetividad y poder para politizar así la cues-
tión de la identidad que un determinado marxismo pretendía dejar relegada a la
esfera de lo personal, como si sólo importara el código –economicista– de la “ex-
plotación” que gobierna la división de clase y no también la violencia simbólica
de otras dominaciones y subyugaciones que se forjan en las microprácticas del
cotidiano. Al darle tal extensión a la noción de poder, el feminismo modificó los
contornos mismos de lo político: dio a leer el campo de las simbolizaciones cul-
turales como un campo de luchas, subordinaciones o resistencias al control de las
significaciones hegemónicas que la organización social busca imponer como lí-
mite a los desbordes de la subjetividad. Ya no debería ser posible omitir ese lega-
do teórico del feminismo que interroga el sentido mismo de lo político (sus reglas
de identificación y subjetivación) al confrontar el dispositivo de lo ciudadano-
universal a los márgenes irrepresentados de todo lo condenado a la sustracción y
el confinamiento por el espectáculo del poder.
Al decir “feminismo”, nombramos una triple articulación que da cuenta de la
amplitud de registros que la intervención feminista ha ido desplegando en la es-
cena contemporánea. El feminismo alude primero a la práctica histórica de los
movimientos sociales: a la fuerza contestataria y reivindicativa de luchas destina-
das a suprimir los efectos de la desigualdad sexual tanto en las estructuras públi-
cas como en los mundos privados. Esas luchas históricas formulan una dinámica
de cuestionamientos que debería ser parte del horizonte emancipatorio de toda
política y cultura democráticas. Pero ha habido también un notable trabajo de pro-
ducción de conocimientos en el campo académico e intelectual de la teoría femi-
nista que analiza la problemática de la división de género desde los efectos que
tienen sus codificaciones de poder en el sistema del conocimiento. La teoría fe-
minista revisa las bases epistemológicas del saber tradicional, critica el modo en
que la división de género organiza el discurso de la ciencia, de la filosofía y de la
235
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
236
Nelly Richard
Bibliografía
Alvarez, Sonia 1997 “Articulación y transnacionalización de los feminismos
latinoamericanos”, en Debate feminista (Mexico) N° 15.
Amorós, Celia 1990 Mujer, participación, cultura política y estado (Buenos
Aires: Ediciones de la Flor).
Kirkwood, Julieta 1986 Ser política en Chile; las feministas y los partidos
(Santiago: Clacso).
Olea, Raquel 2000 “Femenino y feminismo en transición”, en Olea, Raquel
(editora) Escrituras de la diferencia sexual (Santiago: Lom/La Morada).
Olea, Raquel; Olga Grau; Francisca Pérez 2000 El género en apuros (Santia-
go: Lom/La Morada).
Olea, Raquel; Kemy Oyarzún; Cecilia Sánchez; Guadalupe Santa Cruz 2000
“Mujeres y política” en Revista de Crítica Cultural (Santiago) N° 21.
Oyarzún, Kemy 1996 “Saberes críticos y estudios de género”, en Nomadías
(Santiago) N° 1.
Thayer, Willy 1996 La crisis no moderna de la universidad moderna; epílo -
go al conflicto de las facultades (Santiago: Cuarto Propio).
Thayer, Willy 1998 “La Transición”, presentado en el Seminario en Crítica
Cultural (Santiago de Chile: Universidad Arcis).
Young, Iris Marion 1990 “Imparcialidad y lo cívico-público”, en Behabib,
Seyla y Drucilla Cornell (editoras) Teoría feminista y teoría crítica (Valen-
cia: Edicions Alfons El Magánim/Generalitat Valenciana).
237
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 Esta cita fue sacada de un documento de trabajo fotocopiado de Thayer
(1998).
2 El caso Pinochet hizo estallar la zona de acumulación de lo “no-dicho” en
cuyo silencio se habían depositado reclamos y frustraciones. La explosión
noticiosa del caso Pinochet provocó un espectacular “retorno de lo reprimi-
do” que hizo saltar todo el aparato retórico de cálculo y moderación de la
transición que hasta entonces había bloqueado el trabajo activo de la memo-
ria en nombre de una prudencia hecha de minuciosas estrategias de oculta-
ción del conflicto. El sorpresivo caso Pinochet no sólo repuso bruscamente
en escena el tema de la violación de los derechos humanos –un tema larga-
mente encubierto por el discurso oficial de la transición para evitar toda con-
frontación con los guardianes uniformados del secreto militar. Las reacciones
callejeras provocadas en torno a la noticia del arresto de Pinochet denuncia-
ron la artificialidad de un consenso que había expulsado de su base de acuer-
dos (tramada en los pasillos de la burocracia política) todo lo que excedía y
cuestionaba su lenguaje institucional de la política administrativa. Durante
los meses que siguieron a la captura y detención del ex dictador, el caso Pi-
nochet produjo un desarreglo simbólico en la máquina tan bien programada
de la política concertacionista. A lo largo y a lo ancho del cuerpo social, pu-
dieron diseminarse los flujos de expresividad contestataria que se habían vis-
to obstruidos por las diferentes formas de censura comunicativa que mante-
nían a las imágenes del pasado militar fuera del recuerdo público.
3 Dice Julieta Kirkwood: “la realización de la política es algo más que una
referencia al poder del Estado, a las organizaciones institucionales, a la orga-
nización de la economía y a la dialéctica del ejercicio del poder. Es también
repensar la organización de la vida cotidiana de mujeres y de hombres; es
cuestionar, para negar –o por lo menos empezar a dudar– la afirmación de la
necesidad vital de la existencia de dos áreas experienciales tajantemente cor-
tadas, lo público (político) y lo privado (doméstico), que sacraliza estereoti-
padamente ámbitos de acción excluyentes y rígidos para hombres y mujeres”
(Kirkwood: 1986).
4 R. Olea señala cómo “los sectores feministas independientes que apoyaban
la coalición de gobierno constataban ya en el primer año de transición que
sus posiciones –y también sus líderes– irían saliendo de la mesa de pactos”,
y cómo también “la sociedad civil mayoritariamente (organizaciones y mo-
vimientos sociales, agrupaciones comunitarias, ONGs) y entre ella, los sec-
tores feministas, han quedado progresivamente excluidos” de las negociacio-
nes protagonizadas por “los poderes institucionales representados en los par-
tidos políticos y la iglesia católica” (Olea, 2000).
238
Nelly Richard
239
Morir para vivir
La (in)certidumbre del espacio (in)civilizado
Yolanda Salas *
**
Investigadora de tradiciones orales, imaginarios y representaciones colectivas. Mg. en Literatura de la Universidad
Simón Bolívar. Estudios especializados en el Departamento de Folklore de la Universidad de Bloomington, Indiana.
241
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
242
Yolanda Salas
“Guerrero es una persona que cuida su vida, que tiene que matar para
sobrevivir. Ahora, somos guerreros sin guerra, pero seguimos siendo gue -
rreros. Si se nos ataca se nos verá nuestra faceta”.
“Llevamos esa marca así. Entonces cómo hace uno para reivindicarse
ante la misma sociedad, si la sociedad no quiere que uno se reivindique.
Como dijeron por ahí que somos un cementerio de personas enterradas
vivas acá. Entonces la sociedad en la calle nos ve de esa manera”.
“Porque la mayoría de nosotros los jóvenes pobres no tenemos las posi -
bilidades de un desarrollo y un progreso buenos. Entonces tenemos que
recurrir mucho a la delincuencia, robar para poder sobrevivir. Aunque no
es la mejor forma, pero es lo más fácil. Fácil porque uno tiene que salir
a robar porque uno se encuentra necesitado en la casa, porque uno es po -
bre. Pero es aterradoramente fácil, porque cuando sales ya tú estás dis -
puesto a matar o a que te maten. Ahí uno puede perder la vida. Puedes
matar a un policía o puedes matar al dueño de los reales o lo pueden ma -
tar a uno. Eso es lo aterradoramente fácil”.
“La delincuencia no nace, se hace. La vida hace que uno se comporte así.
A la justicia no le pido nada porque a ellos no les importa nada. A los jó -
venes deben darnos una oportunidad. ¿Cómo rematar (encarcelar) en 20
años a uno de 18 años? Unos están sanos, otros tienen problemas men -
tales, muchos están mal de la mente y no son tratados. No se da ayuda si -
cológica para cuando uno salga a la sociedad”.
“La sociedad no deja que uno se regenere y sigue uno en la misma vaga -
bundería. La sociedad es la que se vive allá afuera, es la comunidad, esa es
la sociedad, la persona que repudia el hecho que uno cometa un delito. Pe -
ro no repudia en ningún momento a los que en realidad les quitan el pan de
la boca a los pobres, a los niños que están pasando calamidades ahorita.
Eso no lo repudia la sociedad. Los mandatarios cuando llegan a la cima,
ponen a pasar hambre al pueblo y se enriquecen ellos, y enriquecen a su fa -
milia y se llevan todo lo poco que hay en el país. Esos sí son criminales”.
“Es criminal quien quita la vida por un par de zapatos. Es criminal quien
quita la vida a un padre de familia, pero es más criminal el que hace que se
mueran tantos niños desnutridos en el país. Han acabado con nuestra patria.
Y si Bolívar existiera ellos serían los primeros que fueran a la guillotina”.
“Delincuentes somos los pobres, pero los ricos no son delincuentes, porque los
ricos visten bien, comen bien. Como los políticos, los políticos son más delin -
cuentes que nosotros pero no los llaman delincuentes. Si a ver vamos eso que
“todo aquel que quebranta la ley es delincuente”, pero eso es mentira, porque
los políticos quebrantan la ley más que nosotros. No se les llama delincuentes
sino se llaman políticos, por no decirles delincuentes de cuello blanco”.
243
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
C
iento ocho homicidios fueron reportados en un fin de semana largo. Seis
personas fueron asesinadas en una fiesta en un barrio de Caracas. Se-
cuestrada una familia en Bello Monte por “tres sujetos” que tenían co-
mo objetivo robar la joyería propiedad de los afectados. La cuenta es intermina-
ble. En resumen, voceros oficiales reportan 7.779 homicidios ocurridos en el país
a lo largo del año 2000...
Son las cifras del terror que por fuerza de la costumbre se hacen neutras y
asunto rutinario. Mientras tanto, la conciencia colectiva se hace insensible al do-
lor porque el miedo la invade, la congela, y la incertidumbre le impide discurrir.
Ante la violencia, las voces reflexivas callan, se ocultan tras los muros de la in-
seguridad porque la muerte está a la vuelta de la esquina, se sabe que hay licen-
cia para matar y la justicia se hace más efectiva por propia mano.
Las cifras del terror, investidas de indiferencia, ocultan el espanto y dolor de
aquellas voces que viven en medio de la violencia en una Venezuela bañada en
sangre, donde la inseguridad apremia a todos sus habitantes, aunque el mayor nú-
mero de muertos lo aportan las clases empobrecidas, residentes en sus barriadas
que, acordonando lo que nos imaginamos como la ciudad, continúan apegadas a
e invisibles en su espacio de exclusión, sobreviviendo al lado de quienes nos ima-
ginamos ciudadanos de un tejido social estructurado y estable.
Las cifras alarmantes de homicidios que cotidianamente señala la prensa evi-
dencian una involución y desarticulación social; informan ciertamente el número
de abatidos en enfrentamientos ya sea contra las fuerzas policiales o entre las ban-
244
Yolanda Salas
das mismas “por ajuste de cuentas”. Sin embargo, por haberse convertido en há-
bito, los números ocultan el poder y el impacto del testimonio que yace detrás de
ellos. Los fragmentos y testimonios que inician este artículo han sido extraídos
unos de la prensa nacional y otros grabados en el interior de una cárcel, con el fin
de rescatar la complejidad de sentimientos y sensibilidades alojados detrás de los
cómputos.
Ciertamente, tanto el discurso público como el privado están marcados por la
violencia. Si unos piden “plomo contra el hampa” y la aplicación de normativas
severas para los delincuentes, los otros, los transgresores, han ido forjando una
cultura oculta de resistencia y subversión forjada en la violencia misma que ge-
nera la exclusión: ese lugar donde la humanidad pierde su identidad y dignidad.
Y las comparaciones con la naturaleza animal son posibles. Se vive una “vida de
perros” y la existencia se percibe bajo imágenes animalizadas. Cabe preguntarse:
¿cómo habitan en la memoria colectiva esas cifras vaciadas de significados de
compasión por el otro, donde los sentimientos ante la muerte y la matanza se li-
mitan a pedir castigo para el trasgresor, pero se silencia el clamor por una vida
mejor para aquellos que tan sólo conocen las vivencias de la precariedad deriva-
das de la desigualdad social?
En el contexto de la masacre y de la violencia, la identidad del sujeto desa-
parece. Su historia, su biografía, queda resumida en la simple enunciación de una
cifra. Las formas utilizadas para nombrar son genéricas: “caídos”, “abatidos”, “el
occiso”. La noticia se limita al recuento de los acontecimientos donde los nom-
bres, o mejor aún, los coloridos sobrenombres de los “presuntos” homicidas, apa-
recen mencionados para que el relato se diferencie de los publicados los días an-
teriores. Es más importante reportar el número de balas que penetraron y se alo-
jaron en el cuerpo ya cadáver y anónimo, que penetrar en la historia dolorosa de
su vida, en la fabricación social del delincuente y en la violencia estructural a la
que fue sometido. Tampoco es importante descubrir el dolor de sus familiares, en
particular de la madre, ante la pérdida del hijo. Tan hijo suyo como el otro, que
muy probablemente no es delincuente, pero comparte el mismo espacio de incer-
tidumbre.
Las noticias o relatos que nos ofertan los periódicos en sus páginas no trans-
miten la comprensión necesaria para penetrar la complejidad del asunto. Los
muertos en situación de homicidio son todos iguales a la luz de las estadísticas de
la violencia, a menos que una de las víctimas sea persona importante, en cuyo ca-
so la identidad y su relevancia son historiables, o en aquellos sucesos que reba-
san el límite del escándalo y la anomalía. La aberración se vuelve noticia y la
identidad del sujeto se recupera entonces por la vía de la total desviación.
Al quedar el sujeto anulado en la cotidianidad de la masacre, la resonancia
del dolor del terror se calla. Se gesta, como consecuencia, la indiferencia, y se
acrecientan la rabia y el resentimiento. La violencia crece entonces en una espi-
245
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
ral que agiganta sus diámetros en cada una de sus vueltas. La rabia se suelta y to-
ma las calles junto a la desesperación ante la indefensión. Para imponer el orden
que el Estado no ofrece, aparecen los grupos de exterminios que toman la justi-
cia por propia mano, o la comunidad misma aplica la ley del linchamiento.
Señala Segura en su ensayo Reflexión sobre la masacre que “los muertos son
todos iguales a la luz de las estadísticas”. Lo que los diferencia “no es su dimen-
sión numérica, sino la forma como habitan en nuestra memoria. Las formas vio-
lentas de su muerte no son más que las formas múltiples de nuestras intoleran-
cias: las memorias de su muerte y los silencios de los que sobrevivimos no son
más que mudas caras reflejando nuestras indiferencias” (2000: 40).
En una marcha por la vida ocurrida recientemente en la ciudad de Caracas,
señala un diario de circulación nacional que “una multitud multitudinaria (sic) de-
claró a grito tendido la guerra contra el delito y la impunidad”. “Miles y miles de
ciudadanos acompañaron al gobernador Mendoza” (El Nacional 2001[b]: D-1)
en esta marcha, uniendo sus voces en un coro que clamaba por la vida, por aca-
bar con la impunidad, y pidiendo una revisión del recién reformado Código Or-
gánico Procesal Penal2 cuya aplicación liberó las cárceles abarrotadas de prisio-
neros en espera de sentencia. La manifestación no se limitó a corear su “sí por la
vida y no por la muerte” y su “ya basta de violencia”, sino que también escenifi-
có el terror. Carrozas –a semejanza de las usadas durante los días festivos del car-
naval– transitaron por las calles con representaciones de la muerte, la justicia sor-
da, los delincuentes liberados y una inmensa y amenazante pistola negra.
Recorro un conocido y próspero centro comercial del este de la ciudad de Ca-
racas, donde la globalización consigue buen alojamiento. Dejo de lado un lujoso
supermercado que oferta desde salmón fresco recién importado hasta rosas traí-
das de Colombia y Ecuador. Paso al lado de atractivos cafés y ferias de comida
donde la variedad culinaria abunda. Me aturde la música metálica que sale voci-
ferando de una de las tiendas y que se confunde con la que acompaña a unos jó-
venes patinando sobre hielo en una pista de plástico blanco que simula hielo, en
medio de un escenario tropical con algo de follaje. Continúo mi recorrido y jus-
tamente en medio de dos comercios que ofertan todo tipo de celulares y compi-
ten entre sí por capitalizar el mayor número de usuarios de telefonía inalámbrica,
me encuentro con una tienda que despliega, sin encubrimiento alguno, su aviso
de “Armas y municiones”. Me asomo con asombro, curiosidad y miedo. Veo una
exhibición de balas de diferentes tamaños, limpias, resplandecientes, con un bri-
llo que atrae la vista y hace olvidar la sangre. Veo pistolas, rifles, miras telescó-
picas. Comprendo que no domino los términos para nombrar la mercancía. Re-
cuerdo de inmediato que en otra zona comercial de otra urbanización, ubicada a
una distancia de escasos diez minutos en carro de donde me encuentro, también
hay una tienda de armería. Supongo que hay suficiente clientela para que ambas
se encuentren funcionando. Asocio las tiendas con la cercanía de una suerte de
246
Yolanda Salas
club que tiene como centro de actividad un polígono. Me pregunto: ¿cómo serán
percibidas allí las fronteras entre el deporte y el entrenamiento para la autodefen-
sa? ¿Será una forma de doblegar el miedo y prepararse para la sobrevivencia?
Pensé igualmente que antes también existían las armerías, pero había cierto disi-
mulo en su puesta en escena. Ahora puedo comerme mi Mc Donald’s en el mis-
mo centro comercial donde puedo comprarme mi arma...
Trato de aprehender el fenómeno de la violencia que me rodea. Releo los re-
sultados de una encuesta publicada en un diario nacional. “Un 36% de los encues-
tados piensa que los ricos se hicieron robando, mientras que un 31,3 cree que fue
gracias al trabajo duro. Para un 12,1%, los ricos lograron hacerse ricos por favo-
res del gobierno, mientras que 8,3% cree que fue por herencia, 7,3 por suerte y
4,4 por contactos o relaciones” (TAL CUAL, 2001: 17). La evidente preponderan-
cia de una representación social que ubica la obtención de la riqueza a partir de
las nociones de robo, clientelismo y favoritismo, por encima de la concepción de
trabajo, ofrece un modelo de conducta colectivo alejado de las pautas o normati-
vas ideales del buen ciudadano, para la fabricación de un espacio público basado
en el modelo cívico.
Si por un lado es fácil entender que la pobreza no produce ciudadanos, pues
sería un idealismo exigir sacrificios a individuos que todavía no son ciudadanos
porque primero deben cambiar las circunstancias de sus vidas privadas3, por otro
lado, la convivencia con representaciones sociales colectivas sobre la obtención
de la riqueza de los otros, basadas en un conjunto de valores condenables, se con-
vierte en un atolladero para la construcción de un espacio civil basado en la paz.
El discurso y las prácticas de los gobernantes no han probado ser eficaces en la
legitimación de un orden y moral públicos, pues el comportamiento corrupto de
muchos dirigentes políticos, junto a la complicidad de una elite complaciente, la
impunidad al peculado, la circulación alegre de sumas importantes de dinero pro-
veniente de los ingresos petroleros y préstamos internacionales, han ido sentando
las bases de representaciones sociales e imaginarias que legitiman el comporta-
miento trasgresor y delictivo de un sector de la población que se siente excluido
de la sociedad. De este modo, entre peculado y robo a mano armada, se estable-
cen continuidades y modelajes eficientes de conducta.
Para comprender las nuevas realidades sociales violentas que están actuando
en las entrañas del país, es importante penetrar las formas en que los actores del
conflicto social se perciben a sí mismos. En el caso de Venezuela, queda plantea-
da la pregunta: la delincuencia, su alto índice de incidencia y su comportamiento
social violento ¿están siendo una forma de protesta y revancha, de pugna y disi-
dencia? Es importante aprehender los discursos ocultos que se enuncian en el es-
pacio privado y que de forma disfrazada se oponen a o reproducen las prácticas
y valores reales (no ideales) actuados en el espacio público. Porque una morali-
dad pública desgastada pierde su legitimidad, a la vez que se ofrece como mode-
247
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
248
Yolanda Salas
Bibliografía
Dagnino, Maruja 2001 “Matar y vivir por la droga”, en El Universal (Cara-
cas) 18 de Febrero, 4-1.
El Nacional 2000 (Caracas) 25 de Septiembre, D-8.
El Nacional 2001[a] (Caracas) 14 de Enero, D-1.
El Nacional 2001[b] (Caracas) 6 de Junio, D-1.
El Universal 2000 (Caracas) 20 de Septiembre, 4-14
Escalante Gonzalo, Fernando 1992 Ciudadanos Imaginarios (México: El
Colegio de México, Centro de Estudios Sociológicos).
Keane, John 1996 Reflections on Violence (Londres-Nueva York: Verso).
Salas, Yolanda 2000 “Imaginarios y narrativas de la violencia carcelaria”, en
Rotker, Susana (ed.) Ciudadanías del miedo (Caracas: Editorial Nueva So-
ciedad).
Scott, James C 2000 1990 Los dominados y el arte de la resistencia. Discur -
sos ocultos (México: Ediciones Era).
Segura, Juan Carlos 2000 “Reflexión sobre la masacre”, en Devalle, Susana
(comp.) Poder y cultura de la violencia (México: El Colegio de México,
Centro de Estudios de Asia y Africa).
TAL CUAL 2001 (Caracas) 3 de Abril, 16.
Weffer Cifuentes, Laura 2000 “Pólvora y Pupitres. La violencia recrudecida
en los liceos”, en TAL CUAL (Caracas) 28 de Noviembre, 8.
249
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 Este y los siguientes son testimonios fueron grabados en una conocida cár-
cel de Caracas durante el año de 1996. Para una visión más completa de las
imaginarios de la violencia véase Salas (2000).
2 Es importante señalar que la reforma del Código Orgánico Procesal signi-
ficó un cambio de visión: antes se era culpable hasta que se demostrara lo
contrario. En el código reformado, es esencial probar primero el delito.
3 Este tema tiene que ver con la construcción de ciudadanía y sobre la estructu-
ra de la moral pública. Para ahondar el tema, véase Escalante Gonzalo (1992).
4 James C. Scott señala que el discurso oculto es una forma de lenguaje po-
lítico (de poder) de los subordinados, cuyo escenario está fuera del alcance
de la mirada intimidante del poder hegemónico. Allí es posible el surgimien-
to de una política claramente disidente, y agregaría yo que es también posi-
ble que estas formas de resistencia tomen otros derroteros cuando estas for-
mas son penetradas por antivalores irradiados desde la esfera de la domina-
ción y que contradicen el interés comunitario (Scott, 2000: 43 ss).
250
El desafío de las
políticas culturales en la Argentina
Ana Wortman *
Introducción
R
eflexionar en torno a las políticas culturales en la Argentina contemporá-
nea presupone un análisis cultural renovado de la sociedad, sus cambios
y sus demandas. Para ello debemos tener en cuenta las nuevas formas de
producción de la cultura a la par de las formas de constitución de los públicos de
los productos culturales, así como también prestar atención a las formas en que
se presentan dichos productos. En este proceso de producción, distribución, cir-
culación y consumo cultural, es clave atender al modo que ha adoptado la globa-
lización cultural en la Argentina. Por otro lado, nos interesa pensar el problema
de formular políticas culturales en el nuevo siglo y la transformación de las rela-
ciones sociales, esto es, de qué manera las políticas culturales estarían vinculadas
con los efectos que el modelo neoliberal ha tenido en el tejido social, así como
también con las formas institucionales y no institucionales que adopta la hegemo-
nía cultural.
El objetivo de este artículo consiste en dar cuenta, a partir del impacto del
neoliberalismo en la crisis de los lazos sociales en un sentido fuerte, de los desa-
fíos que se le presentan en la actualidad a las políticas culturales. Nos pregunta-
mos, en este contexto de emergencia de identidades restringidas, al decir de Ser-
gio Zermeño, aunque con rasgos de consumos globalizados, en torno a las carac-
terísticas que debería tener en el contexto actual un nuevo paradigma de acción
cultural que integre las nuevas dinámicas culturales en un sentido democrático.
*
Socióloga. Maestría en Ciencias Sociales, FLACSO, Investigadora Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA).
251
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
252
Ana Wortman
253
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
254
Ana Wortman
campo artístico8. Si bien este impacto es más visible en el ámbito del espacio pri-
vado, también debería pensarse en la relación de la gente con la cultura en el es-
pacio público (la proliferación de cybercafés, uso de Internet9 en lugares públi-
cos, así como en la emergencia de nuevas formas de percepción y apropiación de
los productos culturales, las megamuestras10, los bares culturales, los multicines).
Sin embargo, contradiciendo cierta imagen pasiva de un sujeto consumidor
de cultura que acompañaría esta dinámica cultural, se manifiesta –paralelamen-
te– una respuesta positiva a actividades del hacer cultural en el espacio público.
No contamos con estadísticas que confirmen esta afirmación, pero podemos ob-
servar a partir de la prensa gráfica, en publicidades en la vía pública, y en nues-
tra recorrida diaria de la ciudad, el creciente público de las ofertas de talleres del
GCBA, emergencia de ONGs culturales que posibilitan la acción cultural de gru-
pos de arte barriales, manifestaciones de teatro callejero11, proliferación de talle-
res de murga, el creciente número de escuelas de cine. Estas formas de consumo
cultural podrían estar asociadas a la búsqueda de vínculos de carácter comunita-
rio, o como se dice actualmente, a formas sociales de carácter local que se enfren-
tan a la propuesta globalizada de la industria cinematográfica y televisiva.
Luego de un período de rotundo éxito de la televisión, los años noventa, asis-
timos a una vuelta a la seducción del espectáculo directo, así como a la práctica
personal del arte (bailar, cantar, hacer teatro, etc.). Se podría afirmar que hay una
mayor presencia del cuerpo en las manifestaciones culturales. El crecimiento de
los hacedores de arte pone en cuestión miradas deterministas en torno a la presen-
cia de los massmedia, y nos invita a la reflexión de la dialéctica social.
255
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
sados por el corto plazo, pero compartimos con Lechner (1999) que no es lo mis-
mo esa lógica de la acción en un ejecutivo que en un trabajador precarizado. Tam-
bién en la idea de reflexionar sobre la relación entre procesos de globalización y
sociedad, agregaría García Canclini (2000), los empresarios se desplazan, y las po-
blaciones y lo social despedazado, al decir de Zermeño, quedan.
El escenario social de nuestras sociedades es realmente preocupante. Así co-
mo ha descendido la venta de libros, se han cerrado salas de cine 12, y han crecido
el desempleo, el subempleo, la precarización laboral, la explotación, el trabajo in-
fantil, grandes asentamientos de grupos sociales que viven bajo los niveles acep-
tados de pobreza 13. Esta creciente dualización 14 de nuestras sociedades es posible
también en un contexto de crisis de los imaginarios vinculados a lo colectivo, a
derechos de igualdad y participación política. A la vez que se percibe a la políti-
ca más lejos de la sociedad, tampoco se cree en la posibilidad de una acción po-
lítica diferente. Las voces en ese sentido son escasas y, siguiendo al caso argen-
tino, de difícil articulación. Las protestas sociales son fragmentadas, como frag-
mentadas son las identidades sociales. La pregunta de difícil respuesta es: ¿cómo
recrear formas de solidaridad social en tejidos sociales deshechos por la miseria
y la violencia sin sentido? ¿Qué relación se puede establecer entre este problema
y el sentido de las políticas culturales hoy?
En la Argentina, la formulación de políticas culturales en la transición demo-
crática estuvo fundada sobre la base de valorizar la cuestión de los derechos hu-
manos, por los efectos de las dictaduras. Si las políticas culturales –al menos en
el Cono Sur– han sido exitosas en instalar en los años ochenta la idea de resolu-
ción de los conflictos y de desterrar la violencia en el marco de un sistema demo-
crático, como resultado del neoliberalismo, sostenemos que la acción cultural de-
bería orientarse en torno a nuevas significaciones de los derechos sociales, esto
es, de ampliación de la ciudadanía. Se trata de reflexionar acerca de las conse-
cuencias sociales, culturales y subjetivas de un orden sociopolítico fundado en la
lógica del mercado y en la instalación de valores competitivos y excluyentes don-
de la solidaridad y el sentido de pertenencia pierden sentido, se banalizan. Al me-
nos, hoy el eje debería centrarse en promover una sociedad más igualitaria, sin
abandonar la emergencia de la diversidad y de la resignificación de lo nacional.
En la actualidad la teoría social reflexiona en torno a una nueva cuestión so-
cial15. En la segunda mitad de los ochenta, en el contexto latinoamericano lo so-
cial da cuenta de la crisis de la modernidad, en el sentido de un cambio social vi-
sible material e imaginariamente. Se instala un pensamiento desesperanzado don-
de la acción política parecería no tener lugar: los chilenos hablan de una sociolo-
gía de la decadencia. Zermeño (1990) percibe la vuelta de los populismos, pero
en el contexto de economías excluyentes y de ruptura del lazo social, de la emer-
gencia de identidades restringidas. Hacia fines de los noventa asistimos a una for-
ma de violencia simbólica, la de sentirse de más (García Raggio,1998).
256
Ana Wortman
257
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
258
Ana Wortman
ciera, los jóvenes sólo consumen MTVy música bajada por Internet, debemos re-
cordar que la creatividad social no cesa. También resurgen formas de la cultura
“antiguas” o que pertenecen a otras tradiciones, las que parecerían contraponerse
a la lógica de la técnica, como en el caso de la murga y el teatro callejero, el tea-
tro con formato de circo, las artesanías, en fin, espacios donde se puede apreciar
el sudor del cuerpo. En muchos casos la cultura, el hacer cultura, es una forma de
vida. Es posible observar entonces múltiples lógicas de la vida cultural convi-
viendo en los sujetos contemporáneos, aunque reconozcamos que la industria cul-
tural produce las máscaras contemporáneas al decir de Lash y Urry (1997). Es
verdad que se debe potenciar la producción local de la industria cultural, pero
¿qué hacemos con aquello que no es industria? ¿Qué hacemos con la experimen-
tación, las escuelas de arte, las orquestas de cámara, aquello que no es rentable,
que no tiene lugar en el mercado, que no genera ganancia y que cada vez parece
importar menos?18
El lugar que ocupa la cultura en las sociedades contemporáneas 19 exige rede-
finir el sentido de las políticas culturales. Sin embargo, la misma lógica del mer-
cado genera distintas culturas. Entonces: ¿de qué se ocupan las políticas cultura-
les? ¿Cuál es su objeto? Si las industrias culturales capitalistas ocupan un lugar
fundamental en el funcionamiento de la economía capitalista contemporánea, ¿de
qué manera intervenir? ¿Es la lógica del mercado capitalista la que define un di-
reccionamiento de las políticas culturales hacia la industria cultural? Si la cultura
no está sostenida por valores vinculados a un proyecto emancipatorio, ¿sobre qué
ejes debería orientarse? ¿No podemos opinar sobre los valores? ¿Sobre qué imá-
genes construir un sentido colectivo? Una vez comprendida la necesidad de refle-
xionar en torno al financiamiento en un contexto signado por la relación costo-be-
neficio y el fuerte debilitamiento de nuestros Estados, ¿cuál es el sentido de inver-
tir en cultura? Esto nos lleva nuevamente a pensar a la cultura en términos políti-
cos, seguramente ya no vinculados al proyecto moderno del Estado Nación, pero
es difícil en nuestros países desvincularla de la idea de proyecto, así como también
es impensable desvincularla del Estado, cuya función debería ser reformulada.
¿Cómo convencer a los empresarios del “beneficio” de la cultura? Las polí-
ticas culturales post-neoliberalismo, aunque situadas en sociedades donde el ima-
ginario neoliberal dejó profundas secuelas en torno a las formas básicas del lazo
social, deberían intervenir desde el Estado, en coordinación con las iniciativas de
la sociedad civil. Las políticas culturales deben reconocer las formas actuales de
la cultura, pero no mimetizarse con la estética del mercado y la lógica publicita-
ria; para ello deberán contribuir a la conformación de una identidad de los que
constituyen las nuevas formas del campo cultural: espacios culturales, agrupacio-
nes de artistas (teatro, cine independiente, música alternativa, música clásica, pa-
trimonio, teatros nacionales, formas administrativas más eficaces que convivan
con el sentido artístico para el que fueron creadas).
259
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
260
Ana Wortman
261
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Bibliografía
Altamirano, Carlos 1983 “Algunas notas sobre nuestra cultura”, en Revista
Punto de Vista (Buenos Aires) Año VI, Nº18, Agosto, 6-11.
Anuario Clarín 1999-2000, Buenos Aires-Grupo Clarín.
Anuario Clarín 2000-2001, Buenos Aires-Grupo Clarín.
De Ipola, Emilio 1998 “Identidad y lazo social”, en La crisis del lazo social.
Durkheim, cien años después (Buenos Aires: EUDEBA) 51-61.
De Ipola, Emilio (comp.) 1998 La crisis del lazo social. Durkheim, cien años
después (Buenos Aires: EUDEBA).
Dubet, Francois y Martucelli, Danilo 2000 ¿En qué sociedad vivimos? (Bue-
nos Aires: Losada).
Featherstone, Mike (org.) 1996 A cultura global (Sao Paulo: Editora Vozes).
Featherstone, Mike 1997 Undoing culture (London: Sage).
Featherstone, Mike 2000 Cultura de consumo y posmodernismo (Bs As.:
Amorrortu).
Filmus, Daniel (comp.) 1999 Los noventa. Política, sociedad y cultura en Amé -
rica Latina y Argentina de fin de siglo (Buenos Aires: FLACSO, EUDEBA).
García Canclini, Néstor 2000 La globalización imaginada (Buenos Aires:
Paidós).
García Raggio, Ana María 1998 “Transitando por los márgenes: las transfor-
maciones del trabajo y el debilitamiento de la ciudadanía”, en La crisis del
lazo social. Durkheim, cien años después (Buenos Aires: EUDEBA) 9-35.
King, John 1984 El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década
del sesenta. (Buenos Aires- Ediciones de Arte Gagaglione).
Landi, Oscar 1984 “Cultura y política en la transición a la democracia”, en
Nueva Sociedad (Caracas) Julio/Agosto, 65-78.
Landi, Oscar 1987 “Campo cultural y democratización política” en García
Canclini, N. (comp.) Políticas culturales y crisis de desarrollo en América
Latina (México: Grijalbo).
Lash, Scott y John Urry 1997 Economías de signos y espacio (Buenos Aires:
Amorrortu).
Lechner, Norbert 1999 “Los condicionantes de la gobernabilidad democrática en
América Latina de fin de siglo”, en Los noventa. Política, sociedad y cultura en
América Latina y Argentina de fin de siglo (Bs. As.: FLACSO, EUDEBA) 11-23.
262
Ana Wortman
263
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
Notas
1 Si bien esto llega a su paroxismo con el peronismo, ya había comenzado con
la contaminación nacionalista de la cultura en los años treinta. Reaparece en
los años setenta y desaparece casi definitivamente en los noventa, con la pri-
macía de las industrias culturales en la escena cultural, donde aparentemente
ya no existiría una contraposición entre alta/baja cultura. Tampoco el peronis-
mo, en su actual versión menemista, se expresa en el plano de la cultura a tra-
vés de este tipo de representación. Al no existir enfrentamientos ideológicos
en el campo cultural, este enfrentamiento pierde densidad, aunque algunos
prejuicios sigan existiendo en el sentido común y en el imaginario colectivo.
2 Como lo señala Sarlo (1984): “Pero estas utopías arrojaron también otros
efectos negativos en la conformación del campo intelectual. Destruyendo el
modelo de un mandarinato escindido de las grandes cuestiones, pretendieron
anular las especificidades del campo. La política empezó a imponer sus razo-
nes (no siempre buenas para la cultura), comenzó a gobernar los paradigmas
de la historiografía, y dominó la discusión de las grandes cuestiones univer-
sitarias en nombre de la lucha contra el cientificismo”.
3 Como afirma Landi (1984: 76): “La verdadera novedad de su política (el
último golpe) fue asociar la posibilidad de cambiar los procesos de formación
del poder político a una serie de dispositivos de disciplinamiento y de recul-
turalización de los argentinos, ampliando de este modo el espacio del conflic-
to cultural”.
4 La Argentina es el país de América Latina con mayor penetración de la TV
por cable, segun Private Advisor, febrero de 1999. A esa fecha era de 54,5%,
le sigue Uruguay con el 42,4%, y luego Chile con el 22,6%. Con relación al
mundo, Argentina ocupa el cuarto lugar. El primero es EE.UU. con 64,8 mi-
llones de hogares, le sigue Alemania con 18 millones, luego Canadá con 8
millones, y luego Argentina, con 5 millones (fuente Mercado del Cable, agos-
to 1999, Anuario Clarín, 2000-2001). Sin embargo, luego de tener un creci-
miento muy pronunciado en el primer lustro de los años noventa, se ha estan-
cando por diversas razones: la crisis económica de los sectores medios y la
competencia con la TV satelital (Anuario Clarín, 1999-2000).
5 Es de destacar en nuestro país la diversificación de periódicos en diversos
idiomas, en particular en italiano, fenómeno que pretendería revalorizar los
orígenes migratorios de los habitantes de nuestro país, en el cual los italianos
fueron los más numerosos.
6 En nuestro país, el diario El Cronista paso a manos del grupo español Re-
coletos, que pertenece a su vez al grupo británico Pearson. A su vez, el em-
presario de medios dedicados al deporte compró el canal de TVAmérica.
264
Ana Wortman
7 Si bien las megafusiones son conocidas por todos a través de información pe-
riodística, constituyen una información que merece ser recordada en nuestro
ámbito de reflexión, ya que afecta y modifica la cuestión cultural de cada uno
de nuestros países. Podemos citar entre otras la compra que realizara la empre-
sa de cable y entretenimientos Viacom, propietaria de la cadena musical MTV
y los estudios Paramount, de la cadena de TV CBS. Esta nueva empresa dispu-
tará el primer puesto a otros dos colosos. Luego se produjo la fusión de la ca-
dena NBC con Paxson Communications (Anuario Clarín, 1999-2000). En el
año 2000 la economía de los medios estuvo marcada por la megafusión entre
el coloso de los medios Time Warner y la principal empresa proveedora de In-
ternet, America Online. Esta unión fue la primera entre una empresa de econo-
mía virtual y un grupo de medios de los hasta entonces llamados tradicionales.
Este acontecimiento facilitará la convergencia entre distribución, conectividad
y contenidos, que facilitará una gama de nuevas aplicaciones para los usuarios,
como el acceso a los programas producidos por Time Warner a través de la
Web, o al revés, la conexión a Internet a través de la pantalla del televisor. Es-
tas alianzas tuvieron impacto en la industria de la música, ya que Bertelsmann,
asociada a AOL, rompió con ella luego de la fusión con Warner y se alió con
Napster, el popular servicio de intercambio gratuito de archivos musicales en
la web. En el interín del juicio que esta última debió soportar por violación a
las leyes de derechos de autor, sus usuarios empezaron a mudarse a otros sitios
como Gnutella y Freenet (Anuario Clarín, Buenos Aires, 2000-2001).
8 El ahora multimedios del diario Clarín auspicia gran número de espectácu-
los culturales, y produce películas, TV abierta, TV por cable, TV satelital, etc.
9 Entre el año 2000 y el 2001 creció notablemente el mercado de Internet en
la Argentina, de 1,4 millones en el primer año a 4,5 millones en el segundo.
(Anuario Clarín, 2000-2001)
10 La muestra del pintor argentino Benito Quinquela Martín se convirtió en
la más visitada de la historia del arte en la Argentina. En los tres meses que
duró, fue visitada por más de 400 mil personas.
11 Durante 1999 se prolongó con gran aceptación en Buenos Aires una ten-
dencia que venía asomando en años anteriores: la proliferación de espectácu-
los, en su mayoría a la gorra, que se ofrecen para el público joven, de entre
14 y 25 años. Suelen ser shows de humor y parodia, sesiones de unipersona-
les o series de improvisaciones con tema libre. Esta movida del teatro ado-
lescente no surgió orgánicamente, no hay detrás una camada identificable de
actores ni campaña alguna de marketing: el dato trasmitido boca a boca ha
llegado a provocar aglomeraciones (Anuario Clarín, 1999-2000).
12 Sobre este tema he escrito un artículo, “Identidades sociales y consumos
culturales en la Argentina: el consumo de cine”, donde doy cuenta de la dis-
265
Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización 2
266
Ana Wortman
267
Publicaciones de CLACSO
• Mato
Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en
tiempos de globalizacion
• de Sierra
Los rostros del Mercosur - El difícil camino de lo comercial a lo societal
• Seoane y Taddei
Resistencias Mundiales - De Seattle a Porto Alegre
• Sader
El ajuste estructural en América Latina - Costos sociales y alternativas
• Ziccardi
Pobreza, desigualdad social y ciudadanía - Los límites de las políticas
sociales en América Latina
• Midaglia
Alternativas de protección a la infancia carenciada - la peculiar convivencia
de lo público y privado en el Uruguay
• Giarraca
¿Una nueva ruralidad en América Latina?
• Boron
Tras el buho de Minerva - Mercado contra democracia en el capitalismo de
fin de siglo
• Balardini
La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo
siglo
• Várnagy
Fortuna y Virtud en la República Democratica Ensayos sobre Maquiavelo
• Gentili y Frigotto
La Ciudadanía Negada - Políticas de exclusión en la educación y el trabajo
• de la Garza
Reestructuración productiva, mercado de trabajo y sindicatos en América
Latina
• Alabarces
Peligro de Gol - Estudios sobre deporte y sociedad en América Latina
• de la Garza
Los retos teóricos de los estudios del trabajo hacia el siglo XXI
• Torres Ribeiro
Repensando a esperiência urbana da América Latina: questões, conceitos e
valores
• Strasser
Democracia & Desigualdad - Sobre la “democracia real” a fines del siglo xx
• Lander
La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas
• Costa Lima y Almeida Medeiros
O Mercosul no limiar do século XXI
• Observatorio Social de América Latina / OSAL
Revista sobre conflictos sociales en América Latina
• Sader y Gentili
La trama del neoliberalismo
• Boron
La filosofía política clásica - De la Antigüedad al Renacimiento
• Boron
La filosofía política moderna - De Hobbes a Marx
• Boron, Gambina y Minsburg
Tiempos Violentos - Neoliberalismo, globalización y desigualdad en América
Latina
• Boron
Teoría y Filosofía Política - La tradición clásica y las nuevas fronteras
• Varios
Estrategias de supervivencia y seguridad alimentaria en América Latina y en
Africa
• Schuster
Explicación y predicción
• Germani, Bobbio y otros
Los límites de la democracia
• Morse y Hardoy
Cultura urbana latinoamericana
• Ansaldi
La ética de la democracia
• Calderón
Los movimientos sociales ante la crisis
• Dos Santos
Concertación político-social y democratización
Este libro se terminó de imprimir en
Impreso en Venezuela