LARDIN I OLIVER-2005
LARDIN I OLIVER-2005
LARDIN I OLIVER-2005
SENTÍ
La acción clandestina comunista en Cataluña durante el
primer franquismo (1939-1958)*
Antoni Lardín i Oliver
Introducción
reuniones colectivas, lo que hacía que no hubiera una línea política única y común
respecto de la acción contra el franquismo en toda la estructura clandestina. Lo
peor era que no se realizaba un análisis de las situaciones y se acababan repitiendo
los mismos errores, que por falta de iniciativa y agilidad de los cuadros medios se
demoraban en su resolución. Tampoco se tenía un control efectivo sobre las
acciones que desarrollaban las organizaciones, ni sobre cómo aplicaban las tareas y
las orientaciones que se les planteaban8. Todo ello debilitó la autoridad de la
dirección sobre las organizaciones inferiores e impidió la eliminación de las
disidencias que fueron apareciendo.
Para solucionar estos problemas, en 1945 Andrés Paredes “Gromán”
solicitó a la dirección del partido en Francia un replanteamiento global del trabajo
ilegal y conspirativo en Cataluña. Lo hizo sobre la base de su experiencia en el
interior como responsable de la delegación, desde junio de 1943 a abril de 1944 en
que fue detenido, y como militante clandestino del PSUC con situación legal en
Barcelona desde esta fecha hasta el otoño de 1945 que marchó a Francia. El mes
de mayo de 1945, “Gromán” fue puesto en libertad, viéndose obligado a legalizar
su situación personal y a conseguir un trabajo. Paredes pudo colocarse como
representante comercial de una empresa papelera con sede en Valencia y la libertad
de movimientos que le permitía el empleo la aprovechó para seguir sirviendo al
PSUC junto con otros dos militantes más que también habían pasado por la cárcel,
Montserrat y Aymerich, realizando reuniones del partido, estableciendo contactos
con otros militantes o realizando tareas de apoyo hasta que salió del país9.
En el análisis que hizo sobre el trabajo clandestino del partido, “Gromán”
consideraba que las delegaciones en el interior estaban encerradas en una “torre de
marfil” y que los cuadros dirigentes hacían vida de conspiradores encerrados en
una habitación, desconfiando de todo y de todos. Según él, lo que se debía hacer
era llevar una vida normal como cualquier otro ciudadano y revisar todo el aparato
ilegal ya que para los comunistas —clandestinos o no—era posible establecerse por
su cuenta, encontrar un trabajo e incluso llegar a tener una buena posición
económica siendo propietarios de alguna pequeña fábrica. El partido debía de
considerar la posibilidad de crear empresas de representación comercial o algún
pequeño negocio con el que podían ganar dinero para la organización, tendrían un
lugar para hacer reuniones, establecer comunicación por teléfono y tener
infraestructuras para los militantes y los cuadros.
El análisis seguía con el destino que se daba a los militantes comunistas que
salían de la cárcel. Estos militantes eran conscientes que no se podían quedar en
Barcelona, pero esperaban seguir trabajando para el partido en las montañas, en
otras provincias o en Francia, donde podrían sustituir a cuadros que pudieran ir a
Cataluña. Contrariamente, el partido no hacía nada con ellos y los dejaba en
Barcelona apartados de la organización, con lo cual debían incorporarse a la vida
legal y normal: unos se casaban o tenían cargas familiares y dejaban de militar en el
partido y otros por las condiciones de vida y de trabajo se volvían inactivos.
Finalmente, “Gromán” abogaba por un cambio en la preparación de los militantes
clandestinos que eran enviados a Barcelona. A pesar de la instrucción que hubieran
recibido o incluso conociendo bien la ciudad, la situación era muy diferente de la
que habían conocido o que les habían explicado y se hacía necesario un periodo de
adaptación a las nuevas circunstancias hasta que el cuadro conociera todos los
detalles y se sintiera seguro y no incorporarse de forma inmediata al trabajo
político como se estaba haciendo entonces10.
Algunas de las cuestiones expuestas por “Gromán” se aplicaron
posteriormente, pero no se abordó una revisión global del método clandestino en
el interior. De hecho, las detenciones del PSUC sufridas en 1957 fueron tan
amplias debido a que su responsable, Emilia Fábregas, guardaba en su domicilio un
gran mapa de Barcelona con chinchetas clavadas que indicaban los lugares donde
había organización y libretas con nombres, direcciones y citas. Fábregas todavía
actuaba siguiendo el método conspirativo y con las enseñanzas recibidas en la
década de los cuarenta en la U RSS11
La primera reforma de la organización en el interior fue iniciada sin relación
alguna con el análisis de “Gromán”, cuando en febrero de 1946 Josep Serradell
“Román” se hizo cargo de la Delegación en el interior, aplicando una serie de
cambios estructurales destinados a hacer más ágiles las relaciones orgánicas,
racionalizar los contactos y romper la relación entre las guerrillas y el partido. Sin
embargo, no consiguió con ello mejorar el funcionamiento orgánico y así, en julio
de 1946, el responsable de la delegación del trabajo agrario y de las relaciones con
los otros partidos antifranquistas, Evarist Massip, consideraba que las reuniones
colectivas seguían siendo como en etapas anteriores. Y que la frecuencia y el
método de discusión entre los miembros de la delegación y de ésta con los grupos
organizados del partido que se había establecido no era correcta, porque hacía que
se desconociera cuál era la auténtica situación del partido en la base y cuáles eran
los resultados de las acciones que se llevaban a cabo, tanto en lo referente a la
calidad de la transmisión de las consignas de la dirección como de su aplicación
efectiva, e impedía que el partido tuviera una unidad política y orgánica12. Dos
años más tarde aún se recogía en informes internos que las consignas llegaban
tarde a las bases, porque la propaganda para la acción se editaba pocos días antes
de la fecha señalada mientras que los contactos orgánicos se tenían una o dos veces
por semana y como tenía que pasar por varias manos, llegaba a las células pasada la
fecha13.
Las relaciones orgánicas tampoco se veían favorecidas por la práctica
establecida de sustituir después de un golpe policial a todos los militantes que
tenían relación con los detenidos, aunque fueran cuadros medios o responsables de
comités locales o de otras organizaciones del partido como la UGT o la JSU , así
como a los militantes que prestaban su ayuda en la distribución de la propaganda o
hacían labores de apoyo de la Delegación, lo que hacía que los efectos de la
desarticulación se multiplicaran, perdiéndose buena parte de la experiencia de estas
personas en la actividad clandestina. También cuando algún responsable de una
célula o un comité de base se oponía a las consignas de la dirección era apartado
del partido, como sucedió con algunos responsables que se negaron a ser
sustituidos después de las detenciones del mes de abril de 1947 o con el
responsable de la célula de la empresa Agromán que, al ser enlace sindical antes de
la aplicación del cambio táctico, el PSUC le insistía para que dejara el cargo o
abandonara la célula, cosa que no hizo y el partido cortó toda relación con él, lo
que provocó que le fuera imposible recuperar el contacto después de la aplicación
de la consigna de penetración en los sindicatos verticales14.
Los comités locales mantenían únicamente relación orgánica con el
responsable del grupo de base, de manera que si el contacto se cortaba no sólo se
perdía al responsable sino también a todo el grupo que éste dirigía porque el
partido no sabía como recuperarlo puesto que no conocía con quien contactar en
su lugar y era necesario empezar otra vez de cero. Algunos responsables apartados
mantenían en secreto su separación del partido y usaban el grupo para sus intereses
personales generando la aparición de una disidencia, interponiéndose en la
reorganización del nuevo grupo o sembrando el desprestigio del PSUC con
actitudes indignas como seguir cobrando las cotizaciones a sus militantes
quedándose el dinero15.
Estas prácticas también fueron criticadas por algunos miembros de la
Delegación en el interior como Joan Gallofré16, quien en 1948 redactó para el
Secretariado en Francia un extenso informe sobre sus actividades en Cataluña, en
el que reclamaba que a los responsables de la orientación de los grupos en las
comarcas se les asegurase un tiempo de permanencia largo en su puesto ya que era
la única manera de llegar a conocer a todos los responsables locales y ayudarles en
su formación política y también de conocer los problemas sociopolítícos de las
zonas y localidades para poder impartir las orientaciones adecuadas en la lucha
13 Informe de Ricard Cucala (julio de 1947); AHPCE; Ricard Cucala, fue el radista del partido
en el interior entre los años 1946 y 1947.
14 Cuestiones de Organización. Informe de Agustín (agosto de 1949); AHPCE.
15 LOPEZ RAIMUNDO, Gregorio; Primera clandestinidad. Memorias, Barcelona, Antártica-
Empúries, 1993, p. 120; y Cuestiones de Organización. Informe de Agustín (agosto de 1949);
AHPCE.
16 Joan Gallofré era un cuadro medio de las JSU que llegó a Cataluña en junio de 1945
siendo primero destinado las JSU y posteriormente designado responsable de las
organizaciones de las comarcas de Tarragona.
178 La acción clandestina comunista en Cataluña
El dinero se hacía llegar al interior mediante los enlaces que mantenían las
relaciones entre las direcciones de Francia y Cataluña por lo que, si se producía un
retraso por cualquier causa, la situación en el interior se volvía crítica llegando a
peligrar incluso la salud de los cuadros del partido24. Para intentar resolver el
partido se volvía más difícil por las condiciones laborales y el poco tiempo que
podían dedicar al partido, aunque se conseguía una mayor seguridad puesto que los
activistas conseguían una estabilizar su vida personal31.
«Lo que sucede es que el trabajo político del P. en todos estos años de
«En Barcelona existe un movimiento de masas que nos da una lección a los
comunistas. Está muy generalizado las fiestas de calle y barriada y en todas
ellas existen comisiones de fiestas que en algunas de ellas han participado y
participan camaradas nuestros. Estas comisiones actúan durante el año para
organizar y recaudar fondos para los días de fiesta, se hacen rifas y
recolectan cada semana todos los vecinos participan. En las esquinas de las
calles se ven a obreros rifando por ejemplo, una radio y no le da vergüenza
de vender números después de salir del trabajo y por el contrario ha habido
algunos comunistas que le ha dado vergüenza vender números de nuestra
rifa, alegando que eso son cosas de verduleras y pedigüeñas.
Mientras muchos camaradas critican el movimiento de masas de las fiestas
populares, los falangistas participan en las comisiones junto con obreros y
pequeños burgueses procurando darles el carácter que les interesa [...] Para
comprender la importancia de este movimiento hay que verlo, es la
movilización de todas las barriadas populares, ya que en los barrios
considerados como burgueses no se hacen. Queramos o no queramos las
masas participan y los obreros en primer lugar [...] Nuestro partido adolece
en Barcelona de un trabajo de masas, en muchas ocasiones daría la
impresión de una secta sacrificada en lucha contra el régimen [...] si nos
parásemos a estudiar los movimientos de masas de Cataluña y el trabajo de
nuestro Partido veríamos mucho sectarismo desde que empecé yo a actuar
hasta el momento presente. Yo soy el primero en darme cuenta que en mi
actuación hubo una etapa de aislamiento de las masas»42.
«Eso [los comités unitarios] eran resultado de los intentos que el PSUC
hacía, no sólo porque se viera su presencia que entonces era importantísimo
—la gente, sobre todo los trabajadores de antes de la guerra—vieran que algo
había, y en ese sentido nosotros pues, colocamos siempre el tema de la
unidad [pero] la influencia que tuvo en las empresas, en la calle, era muy
pequeña. Ahora, ¿para qué servía? Pues servía para que en Francia, América,
la gente mantuviera la esperanza, participara en las campañas de denuncia,
que se logró en un momento dado que se retiraran los embajadores [...] No
es que fueran totalmente inventados pero casi, es decir, era una situación
dura y contribuía, por ejemplo en América, a los que teníamos alguna
responsabilidad podíamos salir [hacia España] de buen grado»50.
¿Cuál fue pues la incidencia de la UGT en los años cuarenta? Sebastiá Piera
ya detectó durante su corta presencia en el interior que los militantes del partido en
las fábricas no se interesaban por la UGT y tenían formas propias de organización,
con lo que el sindicato comunista no servía para nada51. Para López Raimundo «la
verdad verdadera es que la UGT, que yo conozca, no logró dirigir algún conflicto
[...] Los conflictos que hubo en esos años [antes del cambio táctico] en las fábricas
eran fruto de la actividad del partido y algunos otros sindicalistas que podían
quedar»52. De hecho la intervención del PSUC como orientador, director o
coordinador de los comités ugetistas era permanente, ya que en los informes de las
acciones en las fábricas están redactados por las células del partido, los cenetistas
eran animados a la lucha por miembros del partido y eran los militantes del partido
los que se tenían que introducir en los sindicatos. Esta duplicidad de afiliación
podía provocar la identificación con el partido y que realmente los miembros del
PSUC fueran los más activos, pero el hecho de que el número de afiliados a la
UGT durante la guerra fuera muy superior al del PSUC, que el número de
simpatizantes en las fábricas triplicara o cuadriplicara el de los militantes de las
células y que varios grupos -com o la FOSIG o la célula de la empresa Gasol de
Mataró— se mantuvieran organizados en tanto que UGT, nos hace pensar que el
sindicato comunista mantuvo una presencia considerable en Cataluña pero más
como producto de la voluntad o identificación de los propios obreros que no de la
dirección del partido. La inoperatividad del sindicato clandestino durante los años
cuarenta, juntamente con la consideración por parte del PSUC de que las protestas
laborales debían de ser dirigidas por sus militantes porque eran una parte de la
lucha política para la cual los militantes de la UGT no estaban preparados,
contribuyeron también al escaso desarrollo de la UGT.
1959 cuando en el III Pleno del Comité Central celebrado en Praga la dirección
propuso un cambio en la organización que descansaba en tres líneas: que los
militantes dispersos organizaran grupos del partido por su cuenta y que se guiaran
por la REI; flexibilizar las condiciones para la entrada en el Partido, y que los
comités de fábrica o de barrio se convirtieran en órganos de dirección política y
editaran sus propios materiales de información y propaganda. En resumen, se
trataba dejar de imponer mecánicamente la línea de actuación desde arriba y que
fueran los propios militantes de base los que, en función de las circunstancias y de
la realidad en que operaban, tomaran las decisiones que creyeran más oportunas.
Fue a partir de este momento cuando el PSUC empezó a construir su
prestigio que le llevó a convertirse en el partido antifranquista por excelencia en los
años sesenta y setenta, con el valor añadido de la mística de los muertos en la lucha
contra la dictadura y de los veinte años ininterrumpidos de presencia en el interior
superando el azote de la represión.