Maria Helena Vieira Da Silva: Sostenidos en El Ojo de La Tormenta
Maria Helena Vieira Da Silva: Sostenidos en El Ojo de La Tormenta
Maria Helena Vieira Da Silva: Sostenidos en El Ojo de La Tormenta
Entrar a la exposición ‘’L’oeil du labyrinthe’’ consagrada a la artista portuguesa Maria Helena Vieira
da Silva es quizás como indica su nombre: como posar un ojo sobre el laberinto.
Por su intrincada arquitectura el Museo de Bellas Artes de Dijon nos propone un recorrido
irregular por los dos espacios que la conforman, una vasta retrospectiva situada en el segundo piso.
Y otra menor centrada en su vida personal en la planta baja, reflejando como en su obra un
desorden donde el vértigo es lo único asegurado
La pluralidad de trabajos de da Silva expuestos en esta exposición concibe desde sus comienzos en
los años 30 con una suerte de figuración caleidoscópica, desestructurando el espacio y oprimiendo
las perspectivas hasta volverlas en algunos casos orgánicas, hasta sus trabajos más abstractos
alrededor de los años 80.
El museo de posee a su vez gracias a la donación del fondo Kathleen et Pierre Granville, una de las
colecciones más grandes de la artista, es por esta razón que en conmemoración de los 30 años de su
desaparición dedican esta doble exposición a su trayectoria y a su relación con los donadores
quienes fueron en vida sus amigos y mecenas.
En el piso superior centrado en su trabajo más analítico la mirada se posa inspectora sobre los
esquemas, omnipresente buscando a Asterión en su laberinto; replegado en esta estética
caleidoscópica en sí mismo, como si de una suerte de acertijo borgeano se tratara.
La pintura se presenta entonces como un escenario donde pueden crearse utopías arquitectónicas
sin las limitaciones de los medios ni la percepción. Y la práctica habitacional se vuelve en su obra un
espacio estético, el cual pierde cierto carácter sublime; inabarcable; palpable.
Estos lugares inhabitables combinados con una clara admiración por el entramado visual de las
ciudades modernas, hacen de la linealidad y la conectividad personajes en sus retratos
arquitectónicos donde la geometría se vuelve un recurso radical.
Sus trabajos más abstractos se conforman por líneas perpendiculares que van del monocromatismo
hasta los más altos contrastes, donde la forma edilicia jamás será reconocible más allá de algunos
contornos. Así su proyección arquitectónica estará mayormente dada por un ejercicio
plastico-matematico.
En sus cuadros más figurativos sin embargo el conflicto con la línea de fuga puede que sea aquello
que homologa el trabajo de Vieira da Silva con el laberinto. De cuya perspectiva vertiginosa, no se
proyectan hacia el infinito sino que tienen un límite muy marcado: el fondo es una figura en sí
misma, un tope, un punto de culminación y no un punto de convergencia.
Así en sus imágenes comienzan a funcionar como una caja escénica, donde el punto de fuga se
mantiene uno pero el espacio adquiere una organicidad caótica, cuasi monstruosa, y donde los
límites entre personajes y ambiente se borran.
Podemos ciertamente ver la primacía arquitectónica en sus pinturas a partir de reconocer como el
fondo articula las figuras en una especie de repetición caleidoscópica, donde la geometría del
mismo, en una relación que parece darse entre las figuras - me refiero a los rombos, trapecios, caras,
como unidades mínimas - y los personajes que en estos, se funden. En este sentido, este tipo de
figuras repetitivas generan un tipo de vibración óptica que equilibra la falta de vida, de acción de los
mismos.
El tablero se rebate sobre nosotros en una partida injugable, la cuarta pared se invierte y somos
ahora observados por estos misteriosos personajes que se esconden entre las sombras, el vértigo se
acentúa y no tenemos de dónde sostenernos, solo hay un límite en un espacio infinito, lo que vemos
nos devuelve la mirada y es gracias a este que impedimos la caída.
El recorrido de todas estas obras que abarcan distintas vertientes de la abstracción dejan en claro
que el tamaño de la obra no construye en Maria Helena Vieira da Silva un régimen de calidad. Por el
contrario son sus obras más pequeñas e introspectivas aquellas que resaltan del resto por su
composición, dinamismo y sentido metafórico.
A los fines de la exploración de estas estructuras, la repetición de patrones aunque con una
perspectiva claramente marcada, pierden como se ha mencionado, perceptivamente el verdadero
horizonte en pos de una homogeneidad visual, el hecho del delineamiento expansivo de las mismas
plantea ciertas asociaciones visuales con los trabajos de Picasso.
Lo interesante es quizás el desarrollo que surge entre estos dos puntos tan alejados de su carrera, me
refiero a un lenguaje grafista que adquiere para determinadas obras donde convergen su estilo más
abstracto en una suerte de expresionismo simbólico y donde a su vez se esbozan aún restos de
figuración.
En obras como “L’Incendie II ou le Feu" (El incendio II o el fuego) donde la línea ondulatoria está
tan presente, el uso de contrastes resulta estratégico para sostener una vez más al observador dentro
del cuadro y no cayendo dentro de este.
Nos encontramos así en un terreno oblicuo, intrincado donde vamos huyendo de las confortables
tinieblas. El espacio nos observa - como en “La Scala ou les yeux” (la escalera o los ojos) - y allí nos
damos cuenta, el monstruo es el laberinto, y nosotros su presa.
G.P.
“L’oeil du labyrinthe” se presenta en el Museo de Bellas Artes de Dijon hasta el 3 de Abril de 2023.
Entrada libre y gratuita, de 9.30 Hs hasta 18 Hs todos los días excepto los Martes.