Interior Rutas
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Interior Rutas
Andrea Andújar
DIEZ AÑOS
ISBN 978-987-1709-33-5
1. Feminismo. I. Título
CDD 305.42
Ediciones Luxemburg
Tandil 3564 Dpto. E, C1407HHF
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ISBN 978-987-1709-33-5
Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por un comité de
reconocidos especialistas que asesora a la editorial en la selección de los materiales.
La edición de este libro fue posible gracias al apoyo brindado por el UBCYT 20020100100878
“Derechos, ciudadanía y experiencias colectivas: la construcción cotidiana de la ciudadanización en
Argentina, siglo xx”, dirigido por la doctora Dora Barrancos (Período 2011-2014).
Impreso en Argentina
Para Santi.
Sumario
Comienzo 11
Introducción 15
Capítulo 1
Historia y género: anudando experiencias, memorias y relatos 25
De mujeres, resistencias y luchas en el pasado reciente /
De historias y memorias: las mujeres piqueteras /
Enlazando desenlaces
Capítulo 2
De la “revolución productiva” a “nos ha dejado en la ruina”:
los años de Menem 73
Del ascenso del menemismo a la consolidación del neoliberalismo /
Los alcances del mundo ypefeano / Entre el “antes” y el “ahora”
Capítulo 3
De la casa al piquete: las mujeres en el corte de rutas
de Cutral Co y Plaza Huincul, junio de 1996 121
“De la ruta no nos vamos”: mujeres, piquetes y política /
Crónica de un final inconcluso: el desenlace de la pueblada /
Mujeres en las rutas
Capítulo 4
Reavivando resistencias: el segundo corte de rutas en Neuquén,
abril de 1997 169
Las maestras piqueteras: del pizarrón al puente /
“Donde hubo fuegos…”: el segundo corte de rutas en Cutral Co y
Plaza Huincul / Del epílogo del paro docente al levantamiento del
corte de rutas
Capítulo 5
“Y así los pillamos al comisario y al cabo”: mujeres,
luchas y resistencias en Salta, 1997-2001 211
Días y noches de fuegos y piquetes: los cortes de ruta en
General Mosconi y Tartagal / Atravesando límites: las mujeres
en la utd / A Romero rogando y con el mazo dando
Conclusiones 265
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Introducción
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3 Estudios de referencia insoslayable son los de Favaro et al. (1997); Bucciarelli et al.
(1999); Sánchez (1997); Iñigo Carrera y Cotarelo (1997; 1998; 2000); Klachko (1999;
2002; 2007); Barbetta y Lapegna (2001); Auyero (2002a; 2002b; 2004); Ferrara (2003);
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Svampa y Pereyra (2003); Zibechi (2003); Masseo (2004); Massetti (2004); Oviedo
(2004); Schaumberg (2004); Petruccelli (2005) y Benclowicz (2005; 2013).
4 Para ello se nutre de algunos estudios que reconocen y problematizan esas presencias
femeninas, constituyendo una excepción a lo recientemente señalado. En particular,
son iluminadores los trabajos de Bidaseca (2003), Auyero (2004) y Partenio (2006).
5 El detalle de las fuentes consultadas se encuentra en “Fuentes y bibliografía”.
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6 La realización de estas entrevistas tuvo lugar entre los años 2003 y 2004. El conjunto
de personas que me brindaron generosamente sus recuerdos se encuentra desagre-
gado en “Fuentes y bibliografía”.
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* * *
7 Como señalan Lobato y Suriano (2003: 115-153), las estadísticas publicadas por
diarios y revistas permiten apreciar la magnitud cuantitativa a la que arribaron las
protestas que utilizaban los cortes de ruta como metodología de lucha. Entre 1997 y
2002, estas sumaron un total de 4.674, distribuidas de la siguiente manera: en 1997,
140 cortes; en 1998, 51; en 1999, 253. El crecimiento más notorio se produjo entre
2000 y 2002, donde los cortes pasaron de 500 a 2.334. En el año 2001, marcado por
la caída del presidente Fernando de la Rúa, los cortes de ruta alcanzaron un total
de 1.282. Por su parte, Svampa (2004) sostiene que bajo el gobierno de De la Rúa los
movimientos piqueteros adquirieron una vertiginosa autonomía que los tornó en un
verdadero movimiento social organizado.
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Capítulo 1
Historia y género: anudando
experiencias, memorias y relatos
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había sido vivida por la gente, este historiador también apostaba a pen-
sar la historia oral como una vía de expresión para las experiencias de
aquellas personas que, de otro modo, no dispondrían de ella.
Aunque la entidad epistemológica que la misma ha ido cobran-
do dentro del quehacer historiográfico condujo a complejizar ciertos
aspectos y a matizar algunos de sus alcances9, las reflexiones de Fraser
sobre lo que la distingue mantienen su vigencia. En efecto, la historia
oral ha permitido ingresar en el estudio de las subjetividades de los
sectores sociales subalternos y proporcionar una densa información,
entre otras cuestiones, sobre sus tradiciones, su cosmovisión, sus sen-
timientos, sus relaciones, sus prácticas y el sentido que asignan a las
mismas. Ello ha redundado en la apertura de perspectivas y evidencias
nuevas, pues en la memoria de las personas, materia prima de la ora-
lidad, se esconden –como ha señalado Paul Thompson (1978)– trozos
esenciales del pasado10.
No pretendo detenerme ahora en repasar ciertas conceptualiza-
ciones que hacen a las particularidades de esta fuente, puesto que esa
tarea será materia de la segunda sección de este capítulo. Me interesa
sí recalar en algunas consideraciones vinculadas con las maneras en
que se accede al relato de los recuerdos y las singularidades que tales
formas encierran para la práctica historiográfica.
En tanto la puerta de ingreso a la memoria de una persona
es fundamentalmente la entrevista, proceso y momento en el cual
aquella se convierte en testimoniante, una de las peculiaridades de la
historia oral es que el/la investigador/a construye sus propias fuentes,
puesto que ni la memoria, ni el relato y ni siquiera el potencial entre-
vistado están allí, a la espera de la pregunta. Por el contrario, todo ello
9 Entre otros, el que remite a la idea de la historia oral como la voz de los que no tie-
nen voz. Este argumento, presentado originalmente para subrayar la utilidad de la
oralidad a la hora de “rescatar” las prácticas, las cosmovisiones y los sentires de las
clases oprimidas, fue retomado por algunas estudiosas de la historia de las mujeres
al presentarlas como las que menos voz tienen entre quienes no tienen voz (Lerner,
1990). Pero considero que en este caso el problema no ha radicado en la carencia
de habla sino en un habla ocultada (Paul Thompson, 2003-2004) y, retomando la
dicotomía planteada por Wieviorka (1998), en una incapacidad de ser escuchadas.
Es en las grietas de esos silenciamientos y en la insistencia de la escucha donde, a mi
juicio, reside la radicalidad analítica que porta aquí el uso de la historia oral.
10 Entre esos trozos escondidos se encuentra también un conjunto de datos y aconteci-
mientos que pueden no haber sido registrados en otro tipo de narrativas o bien que
hacen a la vida de la persona entrevistada. Tal información se relaciona, por ejem-
plo, con cómo era o es su familia, a qué edad comenzó a trabajar, cómo es la casa en
la que vive y su barrio, elementos trascendentales para comprender la cotidianeidad
de los sujetos que forman parte del proceso que se pretende analizar. Un sugerente
análisis en ese sentido puede verse en Baillargeon (1993).
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Las Madres
Es doloroso decir que el desprendimiento de la
vida doméstica y privada y el salto a la vida
pública se llevó a cabo porque tu hijo/a está
desaparecido/a. Pero ya no se vuelve atrás.
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14 Sobre la esencialidad asignada por la dictadura a estos valores morales y sus nexos
con el pretendido ser nacional, ver el acta que fijaba el propósito y los objetivos del
autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (prn) del 24 de marzo de 1976
(La Nación, 25/3/76).
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Las feministas
Los Encuentros son fantásticos, a mí me
abrieron la cabeza… Realmente es algo tan
lindo encontrarte con tantas mujeres con las
problemáticas que tiene cada localidad…
Sara es una mujer bajita, de edad adulta, que reside en Cutral Co.
Su hablar pausado y de pocas palabras denota cierta timidez que va
cediendo, sin embargo, mientras la entrevista avanza y el grabador
encendido sobre la mesa de su cocina casi parece dejar de existir. Su
voz se vuelve más nítida y el ritmo de sus frases se aviva cuando, al
internarse en su pasado, relata que en el año 1971 ingresó a trabajar en
ypf, que en ese entonces tenía apenas 17 años y que se enfrentó al jefe
de su sección porque “la empresa no dejaba usar pantalones largos”. Es
que por esos tiempos las trabajadoras administrativas tenían prohibido
vestir ropas tan “varoniles”. Pero Sara, que no aceptaba la norma, de
tanto insistir y aunar tras su terquedad a otras compañeras, ganó la
pulseada. Pudo abandonar la pollera cuando así lo deseó y se quedó 22
años más desempeñándose como empleada de la sección contaduría,
hasta que en 1993 debió acogerse al retiro voluntario.
Ella conoce bien a las mujeres de su comunidad porque además
de vivir allí “desde hace mucho”, como señala, atiende una forrajería
que abrió con una parte del dinero que le dieron por abandonar ypf.
Y aunque no logra precisarlo con detalle, probablemente fueron los
comentarios de alguna clienta o de alguna vecina los que la enteraron
de la existencia de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Sara recuer-
da que luego de meditarlo un tiempo y de sacar cuentas para ver si le
era posible solventar el costo de los pasajes y la estadía, decidió asistir
a uno, el que se realizó en la ciudad de La Plata en el año 2001. Desde
entonces continúa yendo siempre que puede, porque allí conoce a otras
mujeres de distintos lugares del país e intercambia experiencias con
ellas. Sus motivos no son singulares. Son numerosas las mujeres que
aducen las mismas causas para participar de este evento que desde
1986 se realiza anualmente en distintas provincias.
Tampoco es excepcional que, aun cuando el surgimiento de
los Encuentros ha estado íntimamente ligado a las acciones políticas
que las feministas y sus agrupaciones impulsaron durante la primera
mitad de la década del ochenta, Sara rehúse identificarse como tal.
Según sus propias palabras, la razón de este rechazo se encuentra
en que aquellas “tienen una posición muy a ultranza, quieren el rol
protagónico y […] el tema está en [que mujeres y varones caminen]
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28 La idea de llevar a cabo estos Encuentros surgió, originariamente, entre las feminis-
tas participantes de la III Conferencia Mundial sobre la década de la Mujer organi-
zada por Naciones Unidas en Nairobi, Kenia, en 1985.
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31 Esa pretensión se concretó bajo su mandato unos años más tarde, cuando a través
del Decreto 1406/98, el Poder Ejecutivo Nacional declaró el 25 de marzo de cada año
como “Día del Niño por Nacer”.
32 Para un análisis de esta agrupación sobre las características del neoliberalismo y
sus efectos, ver Bellotti y Fontenla (1997).
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participar de los Encuentros desde 1994. Allí y en las charlas con otras
mujeres, Laura encontró las herramientas reflexivas ligadas a los dispo-
sitivos genéricos de las relaciones sociales, a la naturaleza de la opre-
sión femenina y a las improntas que las mujeres podían imprimir a las
acciones colectivas cuando se disponían a abandonar sus silencios37.
Ella misma pondría en juego estos aprendizajes en distintos momentos
pero, fundamentalmente, cuando los humos de las improvisadas piras
tornaran a Cutral Co y Plaza Huincul el centro de la atención nacional.
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No era fácil asumir una medida semejante. Pero tampoco lo era seguir
tolerando pasivamente la situación. ¿Qué debía hacer, entonces?
38 Este subsidio equivalía en esos momentos a 150 dólares y era otorgado por el gobier-
no provincial neuquino a partir de la sanción de la Ley 2128 del año 1995, que esti-
pulaba la creación del Fondo Complementario de Asistencia Ocupacional para los y
las desempleadas de Neuquén.
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Por otro lado, las acciones que ese grupo de mujeres llevó a cabo
en esas jornadas de protesta estuvieron precedidas por otras en las
que ellas fueron tallando una lectura política de la realidad circun-
dante, fortaleciendo vínculos entre sí y con el resto de la comunidad, y
disponiendo prácticas organizativas y de resistencia colectiva que les
permitieron, asimismo, politizar demandas e intereses generalmente
experimentados como parte de la vida privada. Pero develar esas expe-
riencias y comprender tal proceso de politización requiere no sólo tener
en cuenta las relaciones que se tejen en esos espacios públicos sino
también el rol social que estas mujeres encarnan en las comunidades
de las que forman parte.
La historiadora Temma Kaplan (1990) sugiere que, debido a su
condición de clase y a la división sexual del trabajo, estas mujeres se
constituyen en garantes de la recolección y distribución de los recur-
sos comunitarios, garantía devenida de la responsabilidad socialmen-
te asignada de dar y conservar la vida. Aceptar ese papel, ejercido en
principio en el escenario familiar, conlleva un conjunto de obligacio-
nes referidas al cuidado de las/os otras/os. Pero también comprende
derechos relacionados, por ejemplo, con el acceso a recursos que via-
bilicen ese cuidado. Cuando se ponen en riesgo esos derechos y, por
tanto, la supervivencia de su familia o de la propia comunidad, ellas
pueden activar sus redes para enfrentar de forma colectiva a quien
obstaculiza el ejercicio del cuidado para el que están preparadas. Es
también en ese proceso donde politizan las relaciones de la vida coti-
diana al someter a debate público desde las razones de la situación
vivida, hasta a quién dirigir el reclamo, con qué herramientas hacerlo,
con quién confrontar o con quién aliarse en las acciones colectivas que
planifican y llevan adelante.
Estas particulares sendas de agenciamiento político suelen
intensificarse en momentos de agravamiento de crisis sociales, tales
como el desatado por la profundización de la política neoliberal42. En
ese sentido, a partir de los relatos de las mujeres neuquinas y salteñas
es posible advertir cómo, durante la primera mitad de la década de
1990, ellas ensayaron variadas formas de organización y resistencia
colectiva afines a salvaguardar la existencia de sus comunidades y en
las que, interpelando fundamentalmente a los gobiernos municipales y
provinciales, fueron obteniendo saberes y desplegando otros que luego
volcarían en las agudas confrontaciones que tuvieron lugar en los años
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posteriores a 1996. Tal fue el caso de Ica, una mujer de mediana edad
nacida en Coronel Cornejo –provincia de Salta– y principal referente de
la utd en esa localidad.
Ica relataba que a comienzos del otoño de 1991 impulsó un blo-
queo de la Ruta Nacional 34 para exigir al gobierno municipal el tendi-
do de la red de agua potable para las 2.700 personas que habitaban su
pueblo. En la narración de este acontecimiento, detallaba el problema
que la carencia de tal recurso ocasionaba, ya que “a veces los camio-
nes cisterna nos llevaban agua desde Mosconi, y a veces nos dejaban
2 tachos, que son 400 litros, o sea que era un caos total porque no alcan-
zaba para todos”43. Cansada de esa situación, una mañana de marzo de
ese año se propuso cambiarla y para ello “salimos 3 mujeres a cortar la
ruta […] Fuimos dos vecinas y yo. De la rabia, la impotencia que tenía-
mos de levantarnos y no tener agua”44. Según siguió contando, la ini-
ciativa, que no había surgido como resultado de un acuerdo “pensado
u organizado [sino que] ha sido algo espontáneo”, concitó rápidamente
la adhesión del resto de la comunidad, ya que “cuando la gente vio que
estábamos reclamando por el agua, vino todo el pueblo”45.
El rol protagónico de las mujeres en el inicio de esta protesta
puede comprenderse si se toma en consideración que son ellas quienes
más requieren del uso de agua cotidianamente ya que son las encarga-
das de llevar a cabo las labores familiares: hacer la comida, mantener
la higiene de la casa y de sus hijos/as o lavar la ropa. De tal modo, la
carencia de este bien les impone utilizar mucho de su tiempo diario en
su búsqueda, cuestión que resta esfuerzo y atención para otras tareas 46.
También las obliga a tomar recaudos extra en términos de salud o a
lidiar con una mayor cantidad de enfermedades relacionadas con la
falta de agua potable y, consecuentemente, de redes de saneamiento.
Si ambas cuestiones se conjugaron entonces en la decisión de Ica y sus
vecinas para dinamizar el corte de la ruta, el valor social del bien exi-
gido, en cuanto que recurso vital para la subsistencia de la comunidad,
así como la presencia de las mujeres, que como madres impulsaban
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47 Ica volvería a estar al frente de esta nueva protesta, cuyo devenir será tratado con
más detalle en el Capítulo 5. Por otro lado, usualmente las mujeres entrevistadas
han caracterizado los inicios de este tipo de acciones, su participación en ellas y a
los conflictos en sí mismos como espontáneos. Incluso, ellas apelaron a este vocablo
para distinguir y valorar las raíces, dinámica y los propósitos de las puebladas acon-
tecidas a partir de 1996 y 1997 en ambas regiones. Ello invita a explorar detenida-
mente su significado, variante por cierto, y las posibles razones que pueden explicar
su uso, indagación que se desarrollará en el Capítulo 3.
48 Entrevista de la autora a Laura Padilla, General Roca, 17 de diciembre de 2003.
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Inés refería también que las provisiones para hacer la comida durante
esas jornadas habían sido suministradas tanto por “gente de Buenos
Aires que nosotros no sabemos quiénes eran” como por “el cuartel
de bomberos que nos traían el horno, así que hacíamos pan”51. En tal
sentido, movilizadas como madres que defendían la supervivencia de
sus hijos/as, estas mujeres no sólo lograron llevar a cabo una acción
colectiva de gran envergadura –la toma de un espacio institucional
estatal– sino también atraer la solidaridad de otros sectores y grupos,
impidiendo con ello el desalojo violento por parte de las fuerzas de
seguridad52.
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paso por el Partido del Trabajo y del Pueblo (ptp) –una escisión del pc–
Susana recaló en la Unión Cívica Radical (ucr) dentro de la agrupación
Renovación y Cambio que, liderada por Raúl Alfonsín, había comenza-
do a conformarse hacia 1970.
Aunque pudo evitar ser encarcelada o secuestrada, Susana fue
despedida del sanatorio cuando se produjo el golpe militar del 24 de
marzo de 1976. Luego de trabajar precariamente en distintas clínicas, en
abril de 1978 consiguió ingresar al hospital de ypf en Cutral Co, contrata-
da como enfermera de una unidad coronaria en terapia intensiva. Pocos
meses más tarde, logró traer desde Rosario a su esposo –quien también
obtuvo un puesto administrativo dentro de la petrolera estatal– y a sus
cinco hijos. Y aunque le había prometido a uno de sus niños que “no
me iba a meter en el gremio”, al poco tiempo “me enganché luchando
para lograr esta democracia, traje acá Renovación y Cambio, porque no
existía […] y empecé a militar en el supe [Sindicato Unidos Petroleros
de Estado]”55. Susana contaba que en esa militancia sindical “armamos
la Lista Azul, todos compañeros socialistas, comunistas, para hacerle la
contra a la Celeste y Blanca”. Hasta el año 1993, cuando tuvo que irse de
ypf, ella siguió militando sindicalmente. Incluso, orgullosa, recordaba:
Por el ochenta y pico, ya cuando se sentía que iban a privatizar,
paré el tren, me acuerdo, que venía de Buenos Aires. Lo para-
mos con un grupo de compañeros que fuimos con pancartas e
hicimos tumulto para que nos escucharan que no queríamos
privatizaciones (Entrevista de la autora a Susana García, Cutral
Co, 7 de mayo de 2004).
represión por parte del gobierno de María Estela Martínez de Perón, con la compli-
cidad de la conducción de la dirigencia nacional de la uom, el 20 de marzo de 1975
(Andújar, 1994; Rodríguez y Videla, 1999; Santella y Andújar, 2007; Basualdo, 2011).
55 Entrevista de la autora a Susana García, Cutral Co, 7 de mayo de 2004.
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58 Aunque no sólo en ella, pues análogas observaciones pueden realizarse para la his-
toria de los sectores subalternos en distintos momentos. Ver Paul Thompson (1978),
Bertaux-Wiame (1985), Joutard (1986), Passerini (1991), Portelli (1991), Baillargeon
(1993), Bertaux (1993a; 1993b), Ferrarotti (1993), Fahmy-Eid (1997), Camarena y
Necoechea Gracia (2006) y Viano (2008).
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Enlazando desenlaces
En este capítulo me detuve en el vínculo estructurante entre Historia,
memoria y género para develar una genealogía de experiencias que
precedieron a la emergencia de las mujeres piqueteras como colecti-
vo político y que procuró hallar, a partir de las evocaciones de estas
últimas, los insumos que, originados en ciertas trayectorias pretéritas,
potenciaron su inscripción colectiva en el escenario público-político.
En ese sentido, las historias de las Madres de Plaza de Mayo y de
las feministas fueron puestas en escena por mi relato para recuperar
las huellas –más que las marcas– sobre las que las mujeres neuquinas y
salteñas asentaron los pasos que intentaron poner límite a las virulentas
consecuencias de modelo neoliberal. Así, retomar en su enfrentamien-
to con el Estado la politización de la maternidad instrumentada por
las Madres, fue un recurso capital en la capacidad de batallar de esas
mujeres que, en su rol de garantes de la supervivencia de sus hijos y, con
ello, de su comunidad, ocuparon las rutas y recuperaron singularmente
un hacerse oír que las “locas de la Plaza” habían enarbolado con fuerza
esa tarde de abril de 1977. Fue el cruce y la re-significación de esa expe-
riencia la que no sólo las hizo receptivas a la llegada de las Madres en
junio de 2001 sino la que también condujo a esas Madres hasta allí. De
ese modo, provocaron un encuentro que, aunque inesperado, reverberó
en nuevas prácticas y horizontes para esas mujeres salteñas, tales como
los implicados en intentar armar una organización femenina autónoma
para enfrentar las desigualdades en las que se veían subsumidas.
Pero si esas desigualdades cobraron nombre y entidad, y en
ello se hicieron visiblemente in-naturales, fue porque el movimiento
feminista, fragmentado y débil en muchas ocasiones, pero insosegable
también casi siempre para cuestionar la opresión femenina, colocó
a la mujer como una “cuestión”, pugnando contra los imaginarios
sociales y políticos que engarzaban sus incomodidades, malestares y
tensiones a problemas personales y, con ello, supuestamente apolíticos.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres desempeñaron un rol esencial
en esa dirección, al ser la arena donde esas mujeres, luego devenidas
piqueteras, pudieron intercambiar y debatir sus propias experiencias,
adquirir confianza para abandonar la mudez en los espacios políticos
colectivos y hacerse de conceptos con los cuales nominar y dar cuenta
de sus opresiones.
Por otro lado, en ese nexo estructurante que postulé, colocar mi
voz interpretativa en primera persona portó ex profeso la intención de
señalar cómo, haciendo uso de la historia oral pero ponderando las
construcciones de género que atraviesan no sólo a quien protagoniza
un proceso histórico sino también a quien intenta interpretarlo desde el
saber disciplinar, se abren nuevas puertas para indagar la relación entre
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69 De todos modos, el influjo de ypf fue profundo tomando en cuenta que de cada tra-
bajo directo en la actividad petrolera se generaban 13 puestos indirectos (Informe
de la Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, citado en
Barbetta y Lapegna, 2001). Y aún cuando ello no necesariamente permite sostener
la existencia de un Estado benefactor en las comunidades salteñas –cuestión que,
asimismo, Benclowicz me atribuye erróneamente en su trabajo–, tampoco induce
a desechar la particularidad del desarrollo social que se articuló en torno y por la
presencia de ypf.
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70 Entre ellas, las referidas a sabotajes y golpes de Estado financieros, como el denuncia-
do por el radical Jesús Rodríguez quien acusó a 30 empresas exportadoras de haber
forzado la devaluación a mediados de 1988 mediante la retención de millones de
dólares en el mercado cambiario. Ver Pozzi y Schneider (1994) y Novaro (2009).
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La privatización de ypf
72 Raúl Alfonsín y Carlos Saúl Menem llegaron a este acuerdo como parte de las
negociaciones para el adelanto del traspaso de la banda presidencial. El primero
se comprometió a que la bancada radical no obstruiría en el Congreso nacional
ninguna medida proveniente del pen hasta tanto no se concretara la renovación
parlamentaria que proveyera al pj la mayoría propia, cuestión que tendría lugar el
10 de diciembre de 1989.
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74 En efecto, tanto la Ley 23696 como la Ley 23697 delegaban facultades legislativas al
pen, pues era este el que decidiría, por ejemplo, qué lista de empresas conformaría el
paquete de las “sujetas a privatización”, como determinaba el articulado detallado
anteriormente para la primera norma. Asimismo, ambas leyes legitimaban que el
Presidente gobernara mediante decretos de necesidad y urgencia. Carlos Menem
hizo un uso más que frecuente de este recurso: para fines de 1993, había dictado 319
decretos de necesidad y urgencia, “diez veces más que en toda la historia previa”
(Ferreira Rubio y Gorreti, citados en Novaro, 2009: 342).
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77 Hasta ese momento, las decisiones tomadas con respecto a ypf habían dejado el
magro saldo de 1.800 millones de dólares, destinados además a cubrir el rojo de la
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deuda pública (Rofman, 1999; Jaitte, 2008). Por otro lado, como afirma Palermo, el
resultado del “Plan de Transformación Global” desestructuró “el sentido estratégico
con que se había considerado al petróleo en tanto política de desarrollo nacional”
desde la creación de ypf (Palermo, 2012: 127).
78 Por esta última transacción, que comprendió la venta del 45% de las acciones, el
Estado percibió un monto de 3.040 millones de dólares. Por otro lado, las normativas
posteriores a 1993 fueron aprovechadas por la compañía española Repsol que, para
fines de 1999, se había apoderado enteramente de ypf. Un análisis sobre el desarrollo
del Grupo Repsol en la Argentina puede verse en Jaitte (2008).
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De resistencias y olvidos
Aun cuando la política de cooptación del gobierno menemista sobre
la dirigencia nacional del supe estaba rindiendo sus frutos, no todas
las regionales estaban dispuestas a convalidar la adhesión de la Fede-
ración a la privatización de ypf. Presionadas por los trabajadores/as,
algunas filiales, como la de Ensenada, se vieron obligadas a realizar
movilizaciones, avalar el montaje de “carpas de resistencia” o inicios
de huelgas de hambre durante el año 1991 para desafiarla. También se
llevaron a cabo diversas medidas de fuerza en Comodoro Rivadavia,
Neuquén y Salta. En esta última provincia, durante los primeros meses
de 1991, las y los trabajadores nucleados en la filial del supe Vespucio
dinamizaron marchas y asambleas en las que confrontaron, además,
con la dirigencia sindical local, subordinada a las disposiciones de la
conducción nacional83. Incluso en el mes de abril conformaron la Agru-
pación de Trabajadores Ypefeanos contra la Privatización (atyp) con el
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logrado hacerlo, fue parte de “los que nos fuimos y cortamos el puente
de entrada [...]. Nosotras lo hicimos para que condonen las deudas”95.
También distaba de su visión sobre el rol desempeñado por las mujeres
en el corte de mayo de 1997. En ese caso, sus reflexiones se asemejaban
a las de Inés, una mujer desocupada que vive en General Mosconi,
cuando sostenía, a propósito del inicio del corte de rutas de mayo de
1997, que “más que nada nosotras hicimos hincapié para poderlos lle-
var a los varones. Mi marido es muy tímido, por ejemplo. Entonces ‘Si
van las mujeres, tenemos que estar nosotros’”96. Para Inés, la decisión
de cortar las rutas había estado primero en manos de las mujeres. Pero,
a su vez, al ejercicio de esa iniciativa se había indexado una evaluación
política de la creencia social respecto de la “debilidad” femenina, pues
Inés, consciente de ella, la había tornado en una táctica para incentivar
la participación de su propio marido.
Es posible interpretar la naturaleza de esta diferencial forma en
que esas mujeres percibieron su protagonismo en los acontecimientos
de 1991 y en los de 1996 y 1997 al sumar en el análisis tanto algunas
aristas del contexto de estos hechos como de los colectivos que los
dinamizaron. No fue casual que ellas se atribuyeran un rol de acom-
pañamiento en las luchas de 1991, ya que las mismas se enlazaron con
una práctica sindical desplegada por un gremio cuya composición
mayoritaria era masculina, reflejo del mayor peso cuantitativo de tra-
bajadores en el proceso productivo petrolero. Diversas protestas ubi-
cables a lo largo del siglo xx, tales como la gran huelga ferroviaria de
1917, la larga huelga de la construcción entre fines de 1935 y comienzos
de 1936, o las metalúrgicas de Villa Constitución en 1974 y 197597, enca-
bezabas por sindicatos que agrupan básicamente a trabajadores, cuyas
identidades de clase por tanto se encuentran atravesadas por atributos
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del perfil social asumido por ypf. Como se desprende del testimonio
de Cecilia, además, los mismos entrañaban beneficios que excedían a
quienes estaban vinculados directamente con la compañía petrolera
para abarcar al conjunto de la comunidad. Así, dejaban su estela en la
vida cotidiana de familias que no eran ypefeanas y en las que tampoco
había un varón que ocupara el rol de proveedor, y contribuyeron inclu-
so a facilitar las tareas de protección y cuidado familiar que general-
mente recaen en las mujeres.
Este apartado, entonces, se ocupa de reconstruir la traza histó-
rica de las zonas petroleras neuquinas y salteñas pretendiendo develar
los significados que el mundo ypefeano adquirió particularmente para
las mujeres que habitaban en él. De ese modo, busca comprender en
qué medida las relaciones sociales, políticas y económicas modeladas
bajo el influjo de ypf dieron cauce a la participación femenina en los
conflictos desatados en ambos espacios regionales durante la segunda
mitad de la década de 1990.
101 Acorde con el Código de Minería de 1886, el Estado nacional sólo detentaba la pro-
piedad de los recursos mineros en los territorios sometidos a su estricta jurisdicción.
Si estos recursos se hallaban en suelos de Estados provinciales, la propiedad de esos
recursos recaía en estos últimos. Por este motivo, los gobiernos provinciales poseían
el derecho de otorgar concesiones para la exploración y explotación de la riqueza del
subsuelo. Ello había permitido a los distintos gobiernos salteños, por ejemplo, entre-
gar numerosos permisos en zonas donde se había detectado petróleo tales como
en la Quebrada de la Garza y en la Quebrada de Iquira, al sur y al norte de Tartagal
(Solberg, 1986; Favaro, 1998; Benclowicz, 2009).
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102 Recién en 1967 ypf permitiría que este espacio conformara el municipio de Plaza
Huincul, separado así de los “campamentos” donde vivían los empleados de la
empresa (Costallat, 1997).
103 Antes de portar este nombre, Cutral Co fue conocido también como Pueblo Nuevo,
denominación aparentemente escogida a instancias del director del Hospital de
ypf en Plaza Huincul, el doctor Víctor Zani, quien junto con el juez de paz de Plaza
Huincul, Miguel Benassar, y el Jefe de Estudios y Proyectos de ypf, el agrimensor
Luis Baka, habían comenzado las tareas de trazado del pueblo y, luego, el reparto
de lotes entre los y las pobladoras. Entre febrero de 1953 y septiembre de 1955, la
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Social y con los elementales de dar a cada uno lo que por lógica le
corresponde” (citada en Palacios y Paris, 1993: 329). Esta invocación a
los principios en los que, según el gobierno nacional, se sustentaba su
acción, demostraba la habilidad política de los integrantes del Conce-
jo al ubicar la obligación de ypf no sólo en consonancia con su lugar
dinámico para el esplendor económico de la nación sino dentro del
proyecto que sobre el devenir de esa nación había diseñado el peronis-
mo. En apariencias, esa apelación tuvo un eco favorable, pues dos años
más tarde el directorio de las Empresas Nacionales de Energía (ende)104
emitió la Resolución 99/54 disponiendo que ypf proveyera los elemen-
tos necesarios para solucionar uno de los problemas más acuciantes, la
falta de agua.
En ese marco, la empresa llevó a cabo la perforación de ocho
pozos, construyó una central de bombeo y se comprometió a suminis-
trar 4.300 m3 de agua a partir de la terminación del acueducto (Díaz
et al., 2006). La colaboración de ypf con el municipio cutralquense
contempló, además, la donación de dinero para, por ejemplo, la cons-
trucción de las instalaciones sanitarias de la Escuela Nº 119 en 1959 o
la venta a bajo precio de una carroza fúnebre para que las autoridades
municipales pudieran realizar el servicio a las personas carentes de
recursos (Palacios y Paris, 1993; Díaz et al., 2006).
Otras acciones demostraban hasta qué punto la empresa inter-
venía en el entramado social de la zona. Al patrocinio directo de las
escuelas en Plaza Huincul, de transportes escolares cuyo circuito
incluía el recorrido de ambas ciudades para cada turno y nivel esco-
lar, y del hospital de Plaza Huincul que en un primer momento era
para los y las ypefeanas y paulatinamente se fue abriendo hacia toda
la comunidad, se sumaba el auspicio de otros espacios culturales y
recreativos tales como la biblioteca de Plaza Huincul, un cine-teatro –el
Ruca Lihuen–, y el Club ypf, donde se realizaban diversas actividades
deportivas (Costallat, 1997). Este cuadro se completaba con el lugar
primordial que la petrolera ocupaba en la generación de empleo donde,
además, otorgaba algunas condiciones más ventajosas para las y los
trabajadores en comparación con otras compañías.
Los salarios más elevados que ypf pagaba, la garantía de estabi-
lidad laboral no sólo para el trabajador sino también para su descen-
dencia, debido a que los hijos comenzaban a trabajar en la empresa
introducidos por sus padres, la existencia de una buena obra social,
la provisión de pasajes de tren y luego aéreos casi gratuitos para los
104 El ende fue un ente estatal creado en agosto de 1950 para agrupar a las cinco empre-
sas energéticas más importantes: Gas del Estado, ypf, Combustibles Sólidos Mine-
rales, Combustibles Vegetales y Derivados, y Agua y Energía Eléctrica.
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113 Hacia comienzos de la década de 1930, Standard Oil inauguró también un hospital
en Tartagal abierto a la comunidad (Benclowicz, 2013).
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eran, vivían, como Marina, la mujer cuya trayectoria fue narrada bre-
vemente al comienzo de este capítulo, en General Mosconi en condi-
ciones mucho más modestas que las familias ypefeanas residentes en
Campamento Vespucio.
En General Mosconi y Tartagal, pero también en Cutral Co y
Plaza Huincul, ese mundo ypefeano fue idealizado por quienes lo
integraban a punto tal que sus contradicciones y tensiones internas
quedaron desdibujadas en un “antes” en el que “había de todo en abun-
dancia”, retomando las palabras de Marina. A lo sumo, las diferencias
existentes encarnaban en los relatos de las y los testimoniantes como
recelos ante los y las ypefeanas y, entre ellos/as, frente a quienes vivían
en Campamento Vespucio o en Campamento 1, dentro de Plaza Huin-
cul. Pero, en general, no alcanzaban a colocar a ypf en la mira. Por el
contrario, en las narraciones espontáneas no aparecían antagonismos
con la empresa en el pasado ni explicaciones que la involucraran, de
alguna forma, con las distancias sociales habidas entre el personal
jerárquico y los/as restantes trabajadores/as. Incluso, la mención de
María respecto de que las “damas de los ypefeanos” eran incapaces de
“estar en una lucha por nada”, no hacía referencia a conflicto alguno
con ypf sino a los que iban a desarrollarse para resistir la privatización
o en contra de la aquiescencia del supe frente a esto116.
Sólo luego de regresar al tema en distintas etapas de las entrevis-
tas, comenzaban a aflorar algunas “grietas” en los relatos concernientes
a la relación con ypf. Fue así como Sara, la ypefeana neuquina, reme-
moró que a comienzos de la década de 1970, cuando había ingresado a
trabajar en la empresa, dinamizó un conflicto reclamando el derecho
a que las mujeres usaran pantalones largos. Algo similar ocurrió con
Alejandro Lillo, quien luego de señalar en varias oportunidades los
peligros que encerraba el trabajo en los pozos, terminó comentando:
[Ese tema] es una cosa que discutíamos en el gremio muy fuerte
y que no le podíamos hacer entender a muchos dirigentes sindi-
cales y menos a los dirigentes de la empresa. Después de muchos
años conseguimos con Isabel [en referencia a la presidenta María
Estela Martínez de Perón] sacar una jubilación de privilegio,
con 25 años de campo y 50 años de edad, porque nosotros nos
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117 A esta idealización del pasado habrían contribuido también las reconstrucciones
plasmadas en cierta literatura académica y política, así como en los relatos que,
sobre los conflictos piqueteros, construían los medios de comunicación masiva.
Ello puede detectarse en las ediciones de los diarios La Mañana del Sur y Río Negro,
correspondientes a las últimas semanas de junio y las primeras de julio de 1996.
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118 Corroborar estos datos vertidos en las entrevistas con otro tipo de fuentes ha sido un
emprendimiento prácticamente imposible. Ejemplo de tal dificultad se encuentra
en lo que hace a los suicidios. De todos modos, lo que interesa aquí es dar cuenta del
“ambiente”, de la forma en que las personas involucradas vivenciaron el profundo
cambio que en sus vidas generó la desaparición de la empresa petrolera estatal.
119 Entrevista de la autora a Arcelia, Plaza Huincul, 20 de diciembre de 2003.
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los obligó a permanecer mucho más tiempo dentro de las paredes del
hogar, un espacio que, con base en las connotaciones sociales que lo
atraviesan, se torna singularmente complejo para la estancia prolon-
gada de un varón. La comprensión de esta afirmación exige tener en
cuenta que las definiciones sobre un lugar no remiten exclusivamente
a su localización física, a sus coordenadas en un mapa. Por el contrario,
implican también las relaciones sociales que se entrecruzan en ellos y
que les proporcionan su carácter distintivo (McDowell, 2000). Dicho de
otro modo, lo que distingue un espacio físico de otro está estipulado
no sólo por su arquitectura, su emplazamiento o su propósito, sino por
las prácticas sociales que allí se llevan a cabo, las relaciones de poder
que son artífices y productos a la vez de esas prácticas, y las marcas de
inclusión/exclusión que establecen quién pertenece a un lugar y quién
queda fuera, quién tiene legitimidad para actuar en él y quién no. En
ese sentido, los espacios no son fijos o estancos sino fluidos y, también,
conflictivos, pues poseen diversos significados –que incluso pueden ser
contradictorios a un mismo tiempo– según las personas involucradas
en ellos y las relaciones que entre esas personas se establecen. De tal
manera, el hogar, para una mujer con hijos/as pequeños/as, esposa
de un trabajador asalariado, puede adquirir connotaciones de refugio
y seguridad, lugar de placer y acopio de recuerdos, pero también es el
espacio al que sólo ella está convocada a limpiar y embellecer en una
afanosa rutina diaria sostenida por un trabajo invisibilizado, que la
aísla y que, incluso, estigmatiza su circulación en otros lugares (la calle,
la ruta), plenos de otros significados.
Para un varón, en cambio, la casa no es un espacio de trabajo
sino de descanso y en el cual se apropia y beneficia del trabajo ajeno –el
de la mujer–. Ello no implica que tal espacio esté exento de tensiones
devenidas, entre otras cuestiones, de una renegociación constante de
este “pacto” de apropiación unívoca. Mas esas tensiones adquieren un
alcance y un sentido absolutamente distinto cuando ese espacio deja
de ser, para los varones, un ámbito de reposo entre jornadas labora-
les. Cuando la falta de trabajo es la que los obliga a permanecer casi
de forma constante en ese lugar cargado de una impronta devaluada
por femenina, el sentimiento que puede embargarlos es el de inutili-
dad y vergüenza. Esto es lo que habría sucedido en el caso de aquellos
que fueron despedidos de ypf y se vieron imposibilitados de hallar un
nuevo empleo. Por tanto, esta situación habría dado pie, como sos-
tienen las mujeres entrevistadas, a que los varones se enfermaran, se
suicidaran o abandonaran a sus familias mediando en ello, también,
importantes procesos de violencia.
Para las mujeres, si bien traumática, esta situación no con-
llevaba las mismas opciones. En primer lugar, el condicionamiento
generado por el significado del ejercicio de la maternidad les impidió
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Capítulo 3
De la casa al piquete: las mujeres
en el corte de rutas de Cutral Co y
Plaza Huincul, junio de 1996
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125 Este organismo se creó en 1964 para asesorar al Poder Ejecutivo provincial sobre la
realización de obras públicas y de desarrollo económico-social. El proyecto referido
había surgido en 1966.
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126 El Mangrullo era uno de los yacimientos no explotados transferidos por el gobierno
nacional al provincial cuando se puso en marcha la privatización de ypf. Sus com-
probadas reservas de gas eran importantes: casi 6 mil millones de m 3 con un valor
de aproximadamente 120 millones de dólares.
127 Más aún, el gobernador Sobisch se comprometió, a su vez, a que en caso de rescisión
del contrato con Agrium-Cominco, Neuquén debería reembolsar a esta empresa
todo lo invertido para poder recobrar el yacimiento gasífero (Costallat, 1997).
125
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128 Ver Río Negro, 12/6/96. Por otro lado, para indagar en algunas de las aristas de las
idas y vueltas de las tratativas entre el gobierno provincial y la empresa Agrium-
Cominco, ver Costallat (1997).
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129 indec, eph, octubre de 1996. Para 1991, sobre una población económicamente activa
de 16.305 personas, el 9,37% se encontraba desocupada (Censo Nacional de Pobla-
ción, indec). Para diciembre del año siguiente, con la privatización de ypf en plena
marcha, la desocupación había alcanzado al 17,6% de una población económica-
mente activa sensiblemente menor, 13.352 personas (indec, eph, diciembre de 1992).
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que el origen del conflicto había sido azuzado por “los actores políticos
y […] los medios que alentaban”. Los “actores políticos” a los que ella
refería no eran otros que los integrantes de la línea “blanca” del mpn.
Las acusaciones mutuas entre las dos facciones de este partido
provincial habían comenzado casi contemporáneamente con la pro-
testa. Los “blancos” –representados por Adolfo Grittini, ex intendente
de Cutral Co (1991-1995) y ex candidato a vicegobernador de Jorge
Sobisch en las elecciones internas del mpn de junio de 1995– sostenían
que el estallido del conflicto era el resultado de “la miopía política de
los gobernantes actuales” y que la interrupción unilateral de las nego-
ciaciones con la empresa canadiense demostraba que “no hay capa-
cidad de negociación para llevar adelante el desarrollo y crecimiento
de esta provincia” (Río Negro, 21/6/96). Entre tanto, los “amarillos”,
a través los intendentes de Cutral Co y Plaza Huincul, Daniel Marti-
nasso y Alberto César Pérez respectivamente, si bien reconocían que
la pueblada carecía de “cabezas visibles”, afirmaban que había sido
organizada por los “blancos” por medio de “su” emisora radial local
–FM La Victoria–, desde cuyos micrófonos se había incentivado a la
población a manifestarse con el objetivo de desestabilizar al actual
gobierno (Río Negro, 22/6/96).
La versión en torno de la manipulación del conflicto, que per-
sistió incluso varios días, generaba reacciones adversas entre las ex
trabajadoras de ypf o esposas de ex ypefeanos, maestras, empleadas
domésticas, propietarias de pequeños comercios, desocupadas o jubi-
ladas que –como Estela, Magdalena, Sara, Arcelia y Bety– acudieron en
la tarde del 20 de junio a las rutas. Era más que conocido que las dos
facciones del mpn no escatimaban recursos a la hora de medir fuerzas
en la disputa por el dominio del partido y del aparato estatal130. Justa-
mente, los debates que precedieron a la sanción de una ley que podía
afectar distintivamente a los y las desocupadas y la forma en que su
letra se puso en funcionamiento, dejaba pocas dudas respecto de los
ribetes a los que podía arribar la pelea entre “blancos” y “amarillos”.
Vale la pena detenerse en ello para apreciar mejor las dimensiones de
estas disputas.
Durante los meses de julio y agosto del año anterior, la legisla-
tura provincial se había abocado al tratamiento de un proyecto de ley
para crear un fondo local de asistencia a las y los desocupados similar
a los que ya se venían ejecutando con fondos del gobierno nacional.
130 El estrecho vínculo entre el control del mpn y el control del aparato estatal desde
la fundación del primero ha sido abordado, entre otros, en los diversos trabajos de
Favaro y Arias Buccarelli citados en la sección bibliográfica, Costallat (1997), Díaz et
al. (2006) y Bonifacio (2009).
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131 Sobre estas Comisiones, entre las que hubo participantes de Cutral Co, ver Oviedo
(2004).
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los bastiones dilectos para ellas. Pero había una distancia importante
entre suponer ese horizonte y sentirse objeto de manipulación en la
protesta que ellas/os estaban dinamizando. Stella Maris, que trabaja
como empleada doméstica y vive en Cutral Co, cuando supo lo que
estaba ocurriendo en la ruta, decidió:
Fui a ver. Yo me daba cuenta que la situación ya no daba para
más. Estaba desesperada la gente por estar implorando un reme-
dio o pidiendo fiado y que nadie te fíe nada. Entonces fui a ver
qué pasó. […] Me subí con mi hijo a una camioneta y nos fui-
mos a la [Ruta Provincial] 17. Nos quedamos en un piquete ahí.
Éramos poquitos […] pero teníamos que seguir adelante para
conseguir por lo menos que Sapag viniera y viera lo que estaba
sucediendo (Entrevista de la autora a Stella Maris, Cutral Co, 20
de diciembre de 2003).
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decían los del mpn!! […] Estábamos ahí para que viniera [Sapag]
y diera la cara y que dijera él que iba a dar una solución […] por-
que el mpn fue uno de los que dijo que querían que se vendiera
ypf, siendo que era el pilar mayor que sostenía Cutral Co y Plaza
Huincul… porque esto era una comarca petrolera. Los del mpn
fueron los responsables (Entrevista de la autora a Cecilia, Cutral
Co, 17 de diciembre de 2003).
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jardinera “pagándole con carne por tres o cuatro meses”. Más tarde y
ya convertido en “Don Felipe”, la contrató como niñera de uno de sus
hijos, visitó a su padre enfermo y le dio el dinero para arreglar la casa
de adobe en la que habitaba junto con su madre, su papá y su hermana
más pequeña, y que el tendido del asfalto había resquebrajado. Fue a
partir de este trato personal que Magdalena se hizo del mpn, partido
al que, por otra parte, nunca perteneció Cecilia. Empero, sus lealtades
hacia Sapag no le impidieron salir a la ruta el 20 de junio, pues para ella:
Si no nos defendemos nosotros, ¿quién nos defiende? Porque
nadie nos defiende. Porque… ¿por qué pasó esto? Pasó esto por-
que nosotros nunca le dimos bolilla al gobierno provincial en
Cutral Co y Plaza Huincul, porque teníamos a ypf […]. Pensába-
mos que estaba todo bien (Entrevista de la autora a Magdalena,
Cutral Co, 7 de mayo de 2004).
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134 Esta asociación entre los “blancos” y el propietario de la emisora fue comentada
en varias entrevistas. También fue recogida por Javier Auyero (2004), entre otros
investigadores.
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135 Para una crítica a estos enfoques ver Farinetti (1998) y Auyero (2003).
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142 Río Negro, 22/6/96. Una de esas mujeres era Bety León, retratada también por el
diario cuando estaba increpando a Alberto César Pérez.
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Yo nunca fui líder en Cutral Co, yo fui vocera del grupo de pique-
teros, que es muy diferente. Porque es como que se cree que [en]
cualquier movimiento […] alguien tiene que liderar. No, el pueblo
tomó todas las decisiones de todo lo que se realizó en la ruta.
Había gente que representaba a ese grupo, porque no podían estar
todos, y yo lo único que era, era vocera de ese grupo de piqueteros.
Y si eso tuvo tanto éxito fue porque cada uno de los habitantes de
Cutral Co y Plaza Huincul cumplió un rol (Entrevista de la autora
a Laura Padilla, General Roca, 17 de diciembre de 2003).
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151 Marcelo Melani reemplazó en el año 2001 a Agustín Radrizzani, quien se había
desempeñado al frente de la diócesis de Neuquén desde 1991, supliendo a Jaime De
Nevares.
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152 Incluso, en 1981, el obispado creó su propia revista mensual, Comunidad, cuya línea
analítica portaba una perspectiva que recreaba una serie de conceptos tales como
dependencia, imperialismo, explotación, lucha por la liberación del pueblo y Latino-
américa. Para mayores referencias, ver Arias Bucciarrelli (2009).
153 Entrevista de la autora a Laura Padilla, General Roca, 17 de diciembre de 2003.
154 Este relato deriva del testimonio de Jorge Muñoz, quien comentaba, asimismo, que
en un principio el obispo quería dar la misa en un lugar cerrado para prevenir situa-
ciones de hostilidad o de “violenta” manifestación de descontento. Entrevista de la
autora a Jorge Muñoz, Neuquén capital, 16 de diciembre 2003.
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158 Ibíd. Simultáneamente, el diario Río Negro anunciaba que las compañías Total Aus-
tral y Petrolera Santa Fe estaban interesadas en construir la planta de fertilizantes
en Plaza Huincul y que el gobierno lanzaría en 30 días una nueva licitación incluyen-
do las mismas ventajas ofrecidas en su momento a la empresa Agrium-Cominco.
159 El diario Río Negro (25/6/96) informaba también que los gendarmes pertenecían al
cuerpo antimotines y que estaban pertrechados incluso con armas de guerra.
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apoyó esta última moción, motivo por el cual, a medida que la mañana
iba avanzando y pese al temor de la posible represión en ciernes, la
gente se fue congregando en los piquetes. La jueza llegó al lugar hacia
el mediodía, acompañada por los gendarmes. Lo que vio fue algo total-
mente inesperado. Según sus propias declaraciones, “yo planteaba una
solución a un problema de cuanto mucho 1.300 personas, pero no 20
mil” (Río Negro, 27/6/96). En efecto, esa cantidad de personas la estaba
aguardando en la ruta con la decisión de no acatar su orden de levan-
tar el corte. Incluso, estaban dispuestas a enfrentarse con las fuerzas
represivas si llegaba el momento. Así, Stella Maris contó:
Estábamos todos ahí a punto de agarrarnos. Los gendarmes se
salvaron de milagro, tuvieron un Dios aparte. […] El que dispa-
raba, iba a quedar por ahí nomás. […] Entonces, ver a la gente
que se unió tanto te daba fuerza, te ayudaba a decir, bueno estoy
en la ruta, estoy haciendo lo correcto, no estoy haciendo nada
malo y ahí, bueno, cuando reventó todo, salimos por todos lados
(Entrevista de la autora a Stella Maris, Cutral Co, 20 de diciembre
de 2003).
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162 Entrevista de la autora a Ernesto “Jote” Figueroa, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
163 Entrevista de la autora a Ernesto “Jote” Figueroa, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
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164 Entrevista de la autora a Ernesto “Jote” Figueroa, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
165 Entrevista de la autora a Julio, Cutral Co, 21 de diciembre de 2003.
166 Entrevista de la autora a Ernesto “Jote” Figueroa, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
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167 Entrevista de la autora a Ernesto “Jote” Figueroa, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
168 La Mañana del Sur, 26/6/96. Ese mismo medio publicó también ese día que la jueza
había declarado que su decisión de no reprimir había estado vinculada con que “eso
iba a ser una cosa terrible; la decisión debía ser razonada y por eso paré la represión
del delito”. De todos modos, se consignaba que había habido algunas escaramuzas
entre los gendarmes y algunos piqueteros que condujo a que uno de ellos fuera
detenido. Empero, la propia gente lo liberó al instante, subiéndose al camión de la
gendarmería.
169 Este calificativo fue utilizado por Bety León quien, pese a los años transcurridos
entre ese evento y la entrevista en que lo comentó, revivía la escena con profunda
emoción (Entrevista de la autora a Bety León, Plaza Huincul, 8 de mayo de 2004).
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170 En los días siguientes, las alusiones al gobierno nacional se volverían mucho más
explícitas, sobre todo en lo que hacía a la remisión de fondos y al intento de des-
vincularse de las órdenes de enviar a la gendarmería a despejar las rutas. Así, el
ministro de Gobierno neuquino Carlos Silva declaraba que “en ningún momento
el gobernador Sapag ni ninguno de sus ministros solicitó el auxilio de esa fuerza” y
que Felipe Sapag había hablado con el ministro de la Nación Carlos Corach cuando
el conflicto aún no estaba resuelto para pedirle el “inmediato retiro de las fuerzas”
de la provincia (Río Negro, 27/6/96). Entre tanto, el propio gobernador afirmaba
que el ministro Corach le había prometido enviar 2 millones de pesos para paliar la
situación pero “no los recibimos” (Río Negro, 30/6/96).
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Ante la noticia, ella y otras personas hicieron correr la voz en los pique-
tes proponiendo:
Cuando llegue el gobernador vamos a empezar a cantar el
Himno Nacional. Ni le aplaudan. Lo vamos a discriminar como
él nos abandonó a nosotros. Te puedo asegurar que […] también
le temblaban las piernas cuando se subió arriba del camión,
como a la jueza. Se sacó la gorra y empezó a cantar el Himno
Nacional como nosotros. Cuando se terminó de cantar el Himno,
nadie aplaudió, la bandera bien en alto y empezó a decir que no
era bueno la planta de fertilizantes… Y ahí empezó todo el revue-
lo porque se empezó a insultar al gobernador. Y en ese momento
me dio asco y le grité: “¿A usted le parece que, siendo usted el
gobernador de la provincia, […] nos tenga muertos de hambre,
que hay chiquitos que no tienen un vaso de leche para tomar?”.
Má’ sí, lo mandé a la puta madre que lo parió (Entrevista de la
autora a Bety León, Plaza Huincul, 8 de mayo de 2004).
171 Esta idea también es tributaria del estudio de James Scott sobre esas particulares
instancias y momentos en que el discurso resistente de los dominados abandona
su lugar oculto para volverse expreso y contundente, si bien el autor lo plantea en
circunstancias donde, a diferencia del caso que aquí se analiza, tal mutación no está
mediada por la potencialidad otorgada por una asamblea masiva donde justamente
la acción colectiva permite des-ocultar el discurso resguardando (ocultando) la
identidad individual del emisor (Scott, 2000).
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173 Transcripción de la fotocopia del acta acuerdo firmada por Felipe Sapag y Laura
Padilla, archivo de la autora. Los puntos acordados fueron 12 aunque, erróneamen-
te, el diario Río Negro en la tapa de su edición del 27/6/96 contabilizaba 13.
174 Vale señalar que también fue una mujer quien dio lectura del acta ante las y los
piqueteros reunidos en la asamblea general (Río Negro, 27/6/96).
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175 Rio Negro, 27/6/96. Ese mismo día y en ese diario, por otro lado, los representantes de
la empresa Agrium-Cominco publicaban en una solicitada que la compañía se reser-
vaba el derecho de iniciar acciones judiciales contra el gobierno de Felipe Sapag por
la ruptura de las negociaciones. Esta advertencia fue respondida por el gobernador
mediante otra solicitada en la que acusó a la firma de incitar a la rebelión a las pobla-
ciones de Cutral Co y Plaza Huincul, publicada por el diario Río Negro, 2/7/96.
176 Entrevista de la autora a Bety León, Plaza Huincul, 8 de mayo de 2004.
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178 El diario Río Negro en su edición del 29/6/96 informaba que el gobierno provincial
instrumentaría un subsidio para 500 desocupados por tres meses similar al otorga-
do mediante la Ley 2128. De ese total, 150 se destinarían a Plaza Huincul y el resto,
a Cutral Co.
179 Entrevista de la autora a Arcelia, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003. El debate en
torno a los significados asignados a los planes y su distancia con el trabajo “genuino”
será retomado en el Capítulo 5.
180 Entrevista de la autora a Felipe Sapag, Neuquén capital, 10 de mayo de 2004.
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En ese sentido, tanto para Arcelia como para Sara y Estela, la experien-
cia obtenida en la pueblada reverberaba en nuevos horizontes de par-
ticipación e involucramiento público-políticos, en el deseo de conocer
nuevos espacios de activismo y desplegar otras prácticas políticas, en
el desarrollo de redes de solidaridad social en las que nuevamente,
además, ellas denotaban los flexibles (o borrosos) límites entre aquellas
actividades asignadas tradicionalmente a lo público y a lo privado.
Por su parte, para Bety León también existió un antes y un des-
pués del conflicto:
181 Las presunciones sobre la traición de Laura Padilla circularon extensamente, espe-
culándose que ella habría aceptado como prebendas desde dinero hasta una casa en
General Roca de parte del gobierno. Esta investigación no encontró ningún elemen-
to que sustentara la veracidad de tales acusaciones, las que asimismo han intentado
ser refutadas por Auyero (2004).
182 Entrevista de la autora a Sara, Plaza Huincul, 20 de diciembre de 2003.
183 Entrevista de la autora a Arcelia, Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
184 Entrevista de la autora a Sara, Plaza Huincul, 20 de diciembre de 2003.
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Capítulo 4
Reavivando resistencias:
el segundo corte de rutas
en Neuquén, abril de 1997
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189 aten obtuvo la recategorización de las zonas, la modificación de suma fija según
antigüedad y la disposición de la cobertura de suplencias a los 5 días y no a los 10
como había determinado el gobierno. Pero a cambio, aceptó la reducción al 20% del
pago por zona desfavorable, cuestión criticada, fundamentalmente, por la seccional
capital del sindicato.
190 Para análisis sobre ctera durante este proceso, ver Petruccelli (2005) y Suárez (2005).
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191 Río Negro, 14/3/97. La interrupción del tránsito no fue estrictamente un corte pues
no se levantaron barricadas, a diferencia de lo que ocurriría más tarde, durante la
conmemoración del golpe de Estado que derrocó a María Estela Martínez de Perón.
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192 Un ejemplo de ello puede observarse durante las semanas inmediatamente poste-
riores a la conclusión de la pueblada de junio de 1996. Diversas crónicas periodísti-
cas advertían sobre potenciales protestas de similar tenor a la ocurrida en Cutral Co
y Plaza Huincul en lugares como Chos Malal, Rincón de los Sauces, Piedra del Águila
y Senillosa (Rio Negro, 29/6/96; 30/6/96; 11/7/96; 13/7/96, respectivamente). Asi-
mismo, en la primera localidad, a las marchas “contra el hambre” organizadas por la
cta se indexaron huelgas en la empresa ceramista Stefani durante el mes de agosto
por despidos de operarios (Rio Negro, 13/7/96; 7/8/96). A su vez, el paro nacional
del 8 de agosto de ese año, dispuesto por la cgt y ratificado el 31 de julio, contó con
una elevada adhesión en la provincia, sobre todo en la ciudad de Neuquén donde se
produjo, además, una movilización que reunió a 4 mil personas (Río Negro, 9/8/96).
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193 Para una descripción de ambas dirigentas y los contrapuntos en sus personalidades,
trayectorias políticas, capacidades oratorias y organizativas ver Petruccelli (2005).
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194 El total de la población docente era de 591.806 para 1994 y 825.250 para 2004. Ver
dinicie, Censo Nacional Docente de 1994 y 2004.
195 Ver dinicie, Censo Nacional Docente de 1994 y 2004.
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196 Para una historia de la educación en Neuquén y sus peculiaridades, ver Bel (2005);
Nicoletti (2006); Teobaldo y García (2000).
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genérica de roles. Una vez más, el compartir las tareas de su género era
la plataforma sobre la cual las mujeres intercambiaban experiencias y
fortalecían sus acciones. Si bien, entonces, el “ser mujer” no convertía a
madres y maestras en un sujeto homogéneo, en ciertos momentos esa
condición era la que se imponía sobre otras diferencias, permitiendo la
convergencia de intereses y acciones públicas-políticas. En otras oca-
siones, como luego se verá, no fue así.
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Si se tiene presente que esta entrevista fue realizada siete años después
de los acontecimientos que aquí se estudian y que quien escogió esta
nominación contaba en su haber con una extensa trayectoria sindical
y política, puede aventurarse que la adopción del adjetivo “piquetera”,
lejos de ser azarosa, contenía una marca identitaria en la que la entre-
vistada anudaba heterogéneas experiencias y prácticas de lucha con
diversos sujetos y nuevos y contrapuestos significados. En efecto, si el
“piquetero”, por medio de variados actos escriturales y políticos, remi-
tía a una figura dominantemente masculina, Obregón confrontaba esa
construcción poniendo en escena a la “piquetera” que, a diferencia de
su par varón, no sólo era maestra sino que también accedía a un eleva-
do salario. De tal suerte, la “maestra piquetera” aludía en su definición
a una mujer cuya condición no era la de la desocupación y cuyo motivo
de lucha no se relacionaba, en consecuencia, ni con la obtención de un
“trabajo genuino” –tal como irían delineándose los reclamos en las pro-
testas posteriores– ni de un subsidio, como los medios de comunica-
ción irían encapsulando las motivaciones que impulsaron e impulsan
las movilizaciones piqueteras.
A este diferencial sustrato de género y de clase que marcaba la
dirigente sindical, se sumaba otra cuestión que no era extraña a esa
identidad y que se vertebraba precisamente con el tipo de herramienta
de protesta escogida por el gremio docente para profundizar el plan
de lucha: el corte de rutas. Esta modalidad confrontativa marcaba un
punto de inflexión en la experiencia de esas mujeres sindicalizadas
situado justamente en la novedad, pues acudían a él por primera vez.
Pero no habían llegado hasta allí solas y de la nada. Por un lado, esas
mujeres con hijos, acostumbradas a tizas, delantales y pizarrones
aunque conocedoras de marchas y paros, estaban en las rutas como
resultado de saberes individuales y de trayectorias sindicales colectivas
previas que, como en el caso de Liliana Obregón, fueron atravesadas
por su condición de clase y de género, pero no imantadas a ellas como
una cualidad esencial, tal como apreciaba el maestro antes citado.
Por el otro, esas mujeres retomaban con su acción la modalidad
de lucha que otras habían utilizado contra ese mismo gobernador
menos de un año antes, lo cual cambiaba cualitativamente el territo-
rio y los significados del enfrentamiento. Ya no se trataba tan sólo de
una huelga que, aún cuando contundente en su dureza y trasladada
fuera de las aulas, guardaba ciertos rasgos de previsibilidad basados
en el mutuo reconocimiento de los contrincantes y de las reglas de
juego, con sus tires y aflojes o negociaciones e intransigencias. Por el
contrario, al ubicarse en el puente y en la ruta, la iniciativa beligerante
de aten volvía a desinstitucionalizar los marcos del conflicto social
en la provincia. Con ello, por segunda ocasión y en poco tiempo, la
autoridad política de Sapag nuevamente era puesta en duda. También
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“ser mujeres con hijos”, pues en todo caso, tanto en Cutral Co y en Plaza
Huincul como en el puente y en la Ruta Provincial 17, ellas estaban allí
con sus niños y niñas aferrados a sus manos. La decisión obedeció a
otras cuestiones ligadas al análisis de la situación, al terreno concreto
para llevar a cabo el enfrentamiento, a la experiencia social tensionada
entre la imagen de la trabajadora y la sacrificial educadora del “ciu-
dadano”, en fin, a un conjunto de factores no asibles en una supuesta
naturaleza biológica.
De todas formas, la “resistencia pasiva” que las y los maestros
exhibían no conmovió la decisión de la jueza Gudiño de Argüelles.
Tampoco lo hicieron las presencias del obispo Radrizzani y de los
diputados Horacio Forni y Raúl Radonich, opositores al bloque oficia-
lista, que se habían presentado en el puente para intentar disuadir a la
magistrada. A las 7 de la mañana del 27 de marzo, la represión se des-
cargó sobre las y los manifestantes. Al frente de las tropas que despeja-
ban el puente a base de golpes, balas de goma y gases lacrimógenos, se
hallaba un siniestro personaje: Eduardo Jorge, un represor vinculado
con Domingo Bussi, primer alférez de Gendarmería cuando se produjo
el golpe militar el 24 de marzo de 1976 y uno los responsables del campo
clandestino de concentración que funcionó en la compañía de arsena-
les del Ejército “Miguel Azcuénada”, de la provincia de Tucumán.
En pocos minutos, el puente quedó absolutamente despejado.
Otro tanto ocurrió en la Ruta Provincial 7, donde el operativo represi-
vo estaba bajo el comando de las fuerzas de la uespo. Sin embargo, el
violento derribo de las barricadas no se llevó consigo la huelga. Por el
contrario, la determinación de sostenerla se tornó más rotunda. Así,
si las horas de la mañana de ese mismo día encontraron a las y los
maestros nuevamente en la calle, liderando una nutrida movilización
popular que encabezada por aten-Capital manifestaba el repudio a la
represión sufrida, las horas de la tarde los hallaron en una asamblea
decidiendo el rumbo de la protesta. El masivo consenso otorgado allí
a la continuidad de la huelga se repitió en cada una de las seccionales
de la provincia, cuestión que se reflejó en los días subsiguientes pues el
acatamiento al paro llegó al 100% en todos los establecimientos edu-
cativos. En igual compás se movía el apoyo de la comunidad, que se
sumaba activamente a las marchas convocadas por el sindicato. Una
de ellas, ocurrida el 31 de marzo en la capital neuquina, logró reunir
a 15 mil personas, según los diarios –aunque el gremio contabilizó 20
mil– que concluyeron el periplo con un acto frente a la sede del Poder
Ejecutivo en el que hablaron las dirigentes Figueroa, Obregón y Marta
Maffei en representación de ctera, y en el que también estuvo presente
el máximo líder de la cta, Víctor De Gennaro (Río Negro, 1/4/97). Más
aún, la resonancia del conflicto comenzaba efectivamente a traspasar
las fronteras provinciales.
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202 En efecto, durante esos días se estaban suscitando huelgas docentes en las provin-
cias de San Juan, Jujuy, Formosa y La Rioja.
203 La Carpa Blanca y el ayuno de las y los docentes se extendieron durante más de dos
años y medio, entre el 2 de abril de 1997 y el 30 de diciembre de 1999, luego de que el
Congreso Nacional sancionara la Ley de Presupuesto estableciendo la conforma-
ción de un fondo nacional para el financiamiento educativo (especialmente para
el salario y el pago del incentivo docente) basado en las rentas nacionales. Para
un análisis de este tópico, ver Suárez (2005), Perazza y Legarralde (2007) y Gindin
(2008), entre otros.
204 Río Negro, 4/4/97. Sapag amenazó, de todos modos, con ejercer su veto ante cual-
quier iniciativa que se aprobara con tal contenido (ver Río Negro, 5/4/97).
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207 Estas palabras fueron recogidas en filmaciones de los cortes sin editar realizadas
por Canal 2 de Cutral Co (archivo de la autora).
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por las y los maestros con lo ocurrido en junio de 1996. Así, por ejem-
plo, para contrastar el bloqueo del puente capitalino el 24 de marzo de
1997 con aquel, fue publicada una entrevista a Margarita Gudiño de
Argüelles, la jueza que había intervenido en ambas ocasiones. En ella,
la funcionaria explicaba:
Cuando fui a Cutral Co me encontré con una situación diferente;
allí había todo un pueblo en la calle y en Neuquén [en referencia
al 27 de marzo de 1997] me encontré con parte de un gremio y
algunas personas más. En Neuquén había un delito diferente [al
del año anterior donde] los piqueteros no reconocían ni la autori-
dad del gobernador y por eso había un delito mayor, que es el de
sedición (Río Negro, 1/4/97).
208 Esta compleja situación había comenzado el 3 de enero de ese año, cuando una
bomba molotov fue lanzada al domicilio particular de Mario Vilo, cuñado del inten-
dente de Cutral Co, Daniel Martinasso, y secretario de Gobierno de la comuna. Ante
la proliferación de este tipo de hechos, Martinasso, que también había recibido una
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bomba molotov en su casa, acusaba al sector “blanco” del mpn y en particular a Grit-
tini, como autor intelectual de estas acciones. La situación llegó a su máxima expre-
sión cuando el domingo 16 de febrero tres cartuchos de tnt fueron encontrados en la
puerta de la vivienda de Grittini, con un mensaje escrito en donde se conminaba al
ex intendente a abandonar su campaña para juntar firmas con el objetivo de exigir la
renuncia de Martinasso. El hallazgo de esta dinamita se repitió en la vivienda de un
concejal radical, aliado al sector “blanco” del mpn. Sin embargo, las investigaciones
que se realizaban, a cargo del fiscal Santiago Terán, apuntalaban la hipótesis de que
en realidad Grittini había fraguado el atentado en su casa con la intención de deses-
tabilizar el gobierno de Martinasso.
209 Río Negro, 21/12/96. Por su parte, Agrium-Cominco había cerrado un acuerdo con el
gobernador santafecino Jorge Obeid para instalarse en las localidades de Timbúes
y General San Martín, disponiendo una inversión de 580 millones de dólares (Río
Negro, 14/12/96).
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Que el sindicato tuviera menos para perder que “ellos” era discutible ya
que, por ejemplo, el rechazo de la conciliación obligatoria podía traer
como consecuencia la declaración de ilegalidad del paro y, también, el
retiro de la personería gremial de aten, entre otras cosas. Pero, proba-
blemente, ese era un riesgo aceptable, puesto que, aún cuando se abriera
una puerta hacia la ilegalidad, el conflicto podía seguir transitando por
carriles controlables por el gremio. A su vez, este último también estaba
en condiciones de impugnar en los tribunales judiciales la sanción de
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210 El 9 de abril, con la firma de sus abogados Jorge Cabrera y Gustavo Palmieri, aten
había presentado un recurso administrativo impugnando la autoridad de la subse-
cretaría laboral para el dictado de tal medida (Río Negro, 10/4/97).
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[…]
Si este balance contenía una lección para el gobierno local era que para
ser exitosa, la apelación al ejercicio de la represión en Cutral Co y Plaza
Huincul exigía acreditar el vínculo entre condición social marginal,
masculinidad violenta y peligrosidad adolescente contraponiéndola a
una pertenencia de clase media, racional y dispuesta a la negociación,
portada tanto por esos padres como por esas docentes. Por lo tanto,
estos últimos, ante la mayor amenaza que implicaban esos “jóvenes
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211 Entre ellos, el barrio de las “500 Viviendas” en Cutral Co y Otaño, en Plaza Huincul,
donde Teresa Rodríguez fue asesinada.
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216 La idea de la manipulación del conflicto ha sido sostenida también en otros estudios
con base en cuestiones tales como la presencia en el corte de Ramón Rioseco, con-
cejal del frepaso de Cutral Co, y su cercanía con esos jóvenes y la de punteros del
mpn que se encontraban en los piquetes incitando a los fogoneros en contra de los
docentes. Una de esas personas habría sido Elda Hermosilla, la “única mujer entre
los fogoneros”, una mujer que tenía 4 hijos, 39 años y cobraba un subsidio de 150
pesos según la descripción que de ella hicieron los periódicos (Río Negro, 15/4/97).
Acorde con Bonifacio (2009), posteriormente Hermosilla se desempeñó como secre-
taria del bloque de concejales del mpn en el concejo Deliberante de Cutral Co.
217 Entrevista de la autora a Bety León, Plaza Huincul, 8 de mayo de 2004.
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Lo que había llamado su atención esa mañana era el ruido de los dis-
paros, pues “estaba parada en la esquina de mi casa, justo una cuadra
de allí. Y le digo a mi marido ‘no se te ocurra salir’, porque era una
batahola”220. Desde hacía años, el esposo de Arcelia, un ex ypefeano,
sufría una enfermedad cardíaca y, por tanto, la inquietaba la forma en
que él pudiera reaccionar ante lo que estaba sucediendo. Sin embargo,
ni la preocupación por la afección de su marido ni el temor a la repre-
sión la inhibieron para abrir las puertas de su casa y socorrer a las per-
sonas que venían escapando de las balas y los bastonazos:
¡¡¡No te imaginás lo que fue!!! Senté a mi esposo en un sillón y
entraron 35 personas dentro de mi casa, que hasta el día de hoy
no sé quiénes son y tampoco me interesa, porque yo abrí mi casa
para que ingresaran (Entrevista de la autora a Arcelia, Plaza
Huincul, 20 de diciembre de 2003).
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Pese a todo, ella “salía a atender gente, después de que ellos pasaron,
porque estaban golpeados, estaban tan dañados que no te lo puedo
explicar”221. Lo que sí podía explicar era por qué la represión había lle-
gado a ese nivel de encarnizamiento. En su interpretación, la causa de
esa fiereza era la venganza por lo ocurrido en el enfrentamiento ante-
rior, en junio de 1996, ya que “ellos querían hacer eso porque no podía
ser que se hubieran ido la primera vez con el rabo entre las patas…,
entonces, era cuestión de eso”222.
De manera similar actuaron los gendarmes en las “500 Vivien-
das”, uno de los barrios más populares de Cutral Co. Sólo que allí
corrieron peor suerte. Susana García, hija de un obrero metalúrgico del
pc y una mujer entrerriana militante de la uma, a quien se hizo referen-
cia en el primer capítulo a propósito de su vasta experiencia sindical,
parecía revivir la jornada cuando daba rienda suelta a su relato colma-
do de detalles y de anécdotas. Así, su narración cobraba un ritmo verti-
ginoso y entusiasta al evocar de qué manera ella, sus vecinas y vecinos
del barrio de las “500 Viviendas”, habían expulsado a la gendarmería de
las inmediaciones.
Cuando empezaron a reprimir, yo estaba en Plaza Huincul, en la
biblioteca Carmen Funes. Y me apersono porque estaban repri-
miendo en el puente de Plaza [Huincul] muy, muy, pero muy
fuerte, y entonces queríamos parar todo esto de alguna forma.
[…] Y un compañero mío, teníamos una chatita [camioneta], y
Viviana, esta chica que está en Canal 2, andaba con las cámaras
y nos dice: “por favor ¿me llevan urgente? porque no tengo con
qué ir”. Y vinimos para acá, a mi barrio. Cuando llegamos era
un desastre. […] Y unas mujeres y yo nos fuimos a “piedrar” y
a resistir en el barrio a los gendarmes. Y nos tiraban gases para
este lado, entonces salimos para el otro lado, y una vecina le tiró
un piedrazo tan bien dado que al tipo le bajó los pantalones.
[…] Nos tiraban en los balcones, pero no se la llevaron de arri-
ba. ¡¡¡Nos tienen terror!!! Se les dio con todo, se replegaron ellos
porque el pueblo salió todo a la calle. Y ellos pararon la represión
de cagones. Ellos con pañuelos blancos la pararon, porque no
los dejamos hasta que se fueron. Una vecina de por allí [estaba]
calentando aceite. Entonces yo salí por acá y le dije: “¡¡¡calienten
aceite!!! Si quieren entrar tirémosle por los balcones el aceite
hirviendo”. Ellos nunca creían que nos íbamos a defender (Entre-
vista de la autora a Susana García, Cutral Co, 7 de mayo de 2004).
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223 En ocasión del corte de rutas de mayo de 1997 en General Mosconi, un gendarme
sostuvo que la causa por la cual no reprimieron fue que “en el corte había sólo muje-
res y niños” (El Tribuno, 10/5/97).
224 Diversas investigaciones históricas realizadas sobre las organizaciones guerrilleras
en la Argentina durante el período 1966-1976 revelaron cómo las adscripciones
políticas emergidas en un particular contexto de conflictividad social resultaron
en la integración de mujeres en esos ámbitos de militancia (Diana, 1996; Pasquali,
2005; Martínez, 2008). Asimismo, se ha demostrado que ciertas mujeres también se
habían sumado a los dispositivos represivos en los centros clandestinos de deten-
ción durante la última dictadura militar en la Argentina (D’Antonio, 2003). La aso-
ciación entre mujeres y violencias adquiere, entonces, densidades y complejidades
atravesadas por aristas que escapan a tipificaciones simplistas.
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Entre tanto, ese mismo día por la tarde, una movilización orga-
nizada en Neuquén capital, que reunió a 15 mil personas, recorrió las
calles en repudio a la represión y la muerte de Teresa Rodríguez y cul-
minó en la Casa de Gobierno “pidiendo la cabeza del gobernador” (Río
Negro, 13/4/97). Simultáneamente, la dirigencia de aten era convocada
por el gobernador Sapag para llegar a un acuerdo, cosa que ocurrió el
mismo sábado 12 de abril por la noche.
230 aten consiguió, además, que efectivamente no se pusiera en práctica la Ley Federal
de Educación en el territorio provincial.
231 En las elecciones siguientes, la hegemonía de Jorge Sobsich se incrementaría. Y aun-
que la sociedad neuquina mantuvo elevados niveles de movilización y de conflicti-
vidad social, en los cuales la toma de la fábrica ceramista Zanón por sus trabajadores
constituyó un hito fundamental, el mpn no perdió el lugar de conducción del destino
político de la provincia.
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Capítulo 5
“Y así los pillamos al comisario y
al cabo”: mujeres, luchas y
resistencias en Salta, 1997-2001
232 La “Alianza por el trabajo, la justicia y la educación” nació como agrupación política
en 1997 fruto del acuerdo entre la ucr, el frepaso, la Democracia Progresista, el Par-
tido Intransigente, el Partido Socialista Democrático, el Partido Socialista Popular,
el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Par-
tido Autonomista y el Partido Liberal, ambos de la provincia de Corrientes. En las
elecciones del 24 de octubre de 1999, su fórmula presidencial, integrada por Fernan-
do de la Rúa y Carlos Álvarez, obtuvo el 48,3% de los votos frente al 33,9% logrado
por el justicialismo, aunque este último retuvo la conducción de 11 provincias.
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233 Río Negro, 9/5/97. Schaumberg (2004), por su parte, sostiene que de las más de 140
cooperativas y pymes creadas en los años posteriores a la privatización y que habían
absorbido a alrededor de 800 ex trabajadores de ypf, para el año 2004 apenas sobre-
vivían 5 y con múltiples dificultades.
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236 A pesar de las promesas gubernamentales hechas con anterioridad, esto no se había
concretado.
237 Ya durante el año 1996 y comienzos de 1997, la población de Tartagal había realizado
varios apagones como medida de protesta contra edesa sa. Incluso, uno de ellos fue
llevado a cabo el 7 de mayo de 1997, fecha de la asamblea que resolvió el corte de rutas.
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había conducido entonces a considerar que los que podían luchar “por
nosotros éramos nosotros mismos”, no distaba demasiado de las afir-
maciones de Magdalena, la mujer que había esperado a la gendarmería
en la Ruta Nacional 22 envuelta en su bandera argentina el 25 de junio
de 1996, cuando alegaba que las únicas personas que podían defender
a su comunidad eran las que la integraban.
Fue esa defensa colocada en primera persona del plural la que
colaboró con que la protesta, que según consignaba la prensa escrita
unía a más de cinco mil personas (Río Negro, 9/5/97), se extendiera
rápidamente a otras ciudades departamentales, atravesadas también
por la Ruta Nacional 34. Entre las primeras en adherir estaban las
comunidades de Aguaray y Salvador Mazza, al norte de Tartagal. Y a los
pocos días se incorporó Coronel Cornejo, localidad donde una mujer
volvía a liderar la instalación de los piquetes reeditando la experiencia
que ella misma había dinamizado seis años antes.
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su casa con las manos vacías. Seis años más tarde volvía a intentarlo a
sabiendas de que el sentimiento de impotencia y la convicción de mere-
cer una vida mejor no la embargaban solamente a ella. Según narraba:
Ya llevaba varios días el corte en Mosconi y nosotros no podíamos
ir y venir a Cornejo todos los días. Entonces hemos decidido entre
2 mujeres apoyar la protesta que se estaba haciendo en Mosconi.
Tomé la decisión de ir y contra viento y marea fuimos y cortamos.
En eso vienen 10, 15 chicos que andaban por ahí por el barrio,
niños menores de 10 años y me preguntan qué vamos a hacer. Y
les dije que si sus madres querían, que vengan a apoyar (Entrevis-
ta de la autora a Ica, Coronel Cornejo, 16 de junio de 2004).
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244 Esta localización emerge de las entrevistas realizadas y coincide con la descripción
hecha por Barbetta y Lapegna (2001).
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245 Tal supuesto es el que sostienen Svampa y Pereyra (2003), argumentando que los
sectores dirigentes eran los que se encontraban en el piquete Norte, mientras que los
dirigidos eran los desocupados situados en el piquete Sur. Sin embargo, esta inves-
tigación no ha encontrado referencias a tal división de autoridad en ninguna de las
fuentes orales ni periodísticas consultadas.
246 Para un estudio sobre los prs, un partido de alcance provincial que se gestó entre los
años 1982 y 1983 bajo el impulso de personas que ocuparon puestos clave durante la
última dictadura militar, ver Tejerina et al. (2003).
225
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247 Estas declaraciones fueron vertidas en una emisora radial de Rosario y citadas por
Página 12, 10/5/97.
248 Ibíd.
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249 El Tribuno, 10/5/97. Nazario fue integrante del grupo de tareas del centro clandes-
tino de detención El Olimpo, que participó, entre otros crímenes, del fusilamiento
de Carlos Fassano y el secuestro de su compañera Lucila Révora, embarazada de
ocho meses, y del hijo de ella de un año y ocho meses, Eduardo de Pedro, luego
devuelto a sus familiares. Esto sucedió en octubre de 1978 en el barrio de Floresta
de la Capital Federal. Ante las apariciones en las cámaras de tv con motivo de este
corte, Nazario fue reconocido por Julio Aguirre, ex sindicalista y ex senador del
pj, y denunciado públicamente como una de las personas que había ordenado las
torturas contra Aguirre. Por el estado público que tomó esta situación, Romero se
vio obligado a separarlo de su cargo en junio de 1997, si bien algunas personas han
afirmado que continuó en funciones secretamente como asesor del gobernador. Ver
<www.lafogata.org>.
227
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250 La Nación, 13/5/97. Por otro lado, el diario Página 12 del 14/5/97 ponía en entredi-
chos esta cantidad sosteniendo que las empresas sólo se habían comprometido con
600 puestos de trabajo.
251 Para ese entonces, además, el corte ya se había extendido también a las localidades
de Pocitos, Embarcación y Campo Durán.
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254 La Nación; Página 12, 16/5/97. Asimismo, ese día, por la mañana, el gabinete provin-
cial en pleno, con la presencia del gobernador Romero, se reunió en Tartagal a fin de
refrendar el acuerdo, a la par que tomaba la decisión de intervenir las intendencias
de Tartagal y General Mosconi. A su vez, el gobernador se comprometió a tender las
redes para el agua potable en Coronel Cornejo, tal como Ica exigía en los bloqueos en
esa localidad, obra que comenzó a realizarse 45 días después de finalizado el corte
de rutas. Ver El Tribuno, 16/5/97.
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que no son sólo las mujeres las que formulan sus demandas en torno a
la defensa de sus hijos e hijas y del hogar. En tal sentido, las responsa-
bilidades en ese terreno se vuelven un resorte legítimo también para
la acción de los varones; pero, esa evidencia brinda la oportunidad
de examinar si este resorte adquiere las mismas connotaciones en su
uso para unas y otros, y si encierra prácticas sociales y consecuencias
similares. Para ambos, la alusión a la maternidad bien puede brindar
ventajas, por ejemplo, a la hora de intentar evitar la represión estatal.
Es posible suponer, además, que en este caso, la protagónica presencia
materna en la crianza de los hijos/as, acorde al modelo de socialización
ypefeano explicitado anteriormente, cristalice en el discurso mas-
culino conduciendo a anteponer el sufrimiento por el hambre de los
hijos/as a otros motivos para la acción. Mas la defensa de la mujer como
madre y responsable de la crianza de los hijos/as ha servido en varias
ocasiones para reforzar los lazos de opresión y encierro en lo domésti-
co. Dicho de otro modo, la ponderación pública de las responsabilida-
des y preocupaciones asignadas a las mujeres por parte de los varones
no evidencia por sí misma ninguna práctica que pretenda alterar la
división sexual del trabajo ni trastocar necesariamente las relaciones
de poder e incumbencia social entre mujeres y varones, aún cuando la
preocupación manifiesta en el discurso masculino por el alimento de
los/as hijos/as sea realmente importante entre las razones que origina-
ron su presencia en la ruta.
Para las mujeres, la cuestión es diferente. Si bien en su relato el
ejercicio de la maternidad también aparece como justificadora de estas
contiendas, el sentido de su uso discursivo es políticamente divergente
en la medida en que para ellas la referencia a ser madres ha sido de
utilidad para romper los lazos de la domesticidad y apropiarse de los
espacios públicos. Así, sostener que impulsaban conflictos por “sus
hijos” les permitió salvar los obstáculos que los varones, en muchos
casos sus esposos, ponían para evitar que fueran de la casa a la ruta.
Mantenerse días y noches en las barricadas en nombre de “dar de
comer” les otorgaba, además, cierta legitimidad social y política para
ocupar un lugar, el de la ruta o la calle, generalmente calificado de
manera adversa para una estancia femenina prolongada. Por tanto, si
bien se puede aventurar que estas mujeres piqueteras construyeron su
inserción en la vida pública-política a partir de los lazos sanguíneos,
también es posible advertir que en esa construcción ellas desplazaron
los lazos afectivos hacia la política, discutiendo en la ruta –espacio que
dio nuevos bríos y visibilidades a su involucramiento en la lucha colec-
tiva– desde cómo hacer el corte y resistir las amenazas gubernamenta-
les hasta qué preparar para alimentar a quienes allí estaban. Fue así, en
la defensa de intereses que tenían exclusivamente que ver con su tradi-
cional rol femenino, como ellas se hicieron visibles no sólo para otros
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De los fuegos de fin de año al Día del Padre: los otros cortes de ruta
Durante la primera quincena de noviembre de 1999, los ánimos vol-
vieron a tensarse en Tartagal y General Mosconi. El día 10 de ese mes,
el intendente de la primera localidad, Mario Oscar Ángel, había dejado
cesantes a 162 trabajadores/as aduciendo un fuerte déficit presupues-
tario (El Tribuno, 14/12/97). A partir de entonces, los y las despedidas,
con apoyo de la dirigencia local de ate y del Sindicato de Obreros y
Empelados Municipales (soem) iniciaron diversas medidas de protesta,
tales como la instalación de una olla popular en la puerta de la sede del
gobierno municipal y movilizaciones por la ciudad, en tanto los aseso-
res legales de ambas organizaciones sindicales presentaron también
recursos de amparo a favor de las y los cesanteados (ibíd.). Sin embar-
go, nada de ello lograba revertir la decisión del intendente.
Entre tanto, el flamante presidente de la Nación, Fernando de
la Rúa, que había asumido sus funciones el mismo día en que eran
cesanteados las y los municipales, anunciaba el recorte de Planes Tra-
bajar correspondientes a General Mosconi y las restantes localidades
departamentales. Así las cosas, durante el mediodía del 13 de diciem-
bre, en una asamblea en la que estaban presentes las y los desocupados
de General Mosconi y las/os municipales despedidas/os, se resolvió
cortar nuevamente la Ruta Nacional 34, a pesar incluso de la aparen-
te renuencia de asumir tal medida por parte de la conducción de ate
Tartagal, según comentaron algunas mujeres de General Mosconi
entrevistadas255.
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259 Clarín afirmaba que se trataba de una columna de 10.000 manifestantes, en tanto El
Tribuno refería 20.000, ambos del 13/5/2000.
260 En el mes de agosto de ese año, justamente, el monto pagado en los Planes Trabajar
había descendido de 200 pesos a 120 pesos.
239
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261 Esta convocatoria fue reiterada una vez concluido el corte y se concretó el 9 de
diciembre de ese año en un Congreso de los Trabajadores y Desocupados del Norte
de Salta del que participaron, entre otras organizaciones, la utd, la Coordinadora de
Trabajadores Desocupados (ctd) y la Comisión de Desocupados de Pocitos. De esa
reunión resultó la formación de la Coordinadora de Trabajadores y Desocupados del
Departamento de General San Martín. Durante los meses iniciales del año 2001, la
Coordinadora protagonizó varios conflictos, aunque para septiembre de ese año ya
estaba disuelta, en apariencias por problemas surgidos entre las organizaciones que
la conformaban (Benclowicz, 2013).
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262 Las y los desocupados de esta localidad conformaron poco tiempo después del corte
de mayo de 2000 una organización que, de manera similar a lo que ocurriría con la
utd en General Mosconi, fue adquiriendo un relevante rol en el escenario político de
Tartagal y en las confrontaciones sociales que allí se produjeron. La Coordinadora
de Desocupados de Tartagal, nombre que tuvo originalmente esta organización y
que luego fue reemplazado por el de Coordinadora de Trabajadores y Desocupados,
tuvo en José Barraza, operario y delegado de una empresa de energía local, su prin-
cipal referente. Ver Benclowicz (2013).
263 Entrevista de la autora a Mario Saracho, General Mosconi, 14 de junio de 2004.
241
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264 Estas acusaciones fueron vertidas por el juez Abel Cornejo, el ministro del Interior
de la Nación, Ramón Mestre, la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, y el coman-
dante general de gendarmería Hugo Miranda, entre otros (Clarín; La Nación,
19-20-21/6/01).
265 Estos pedidos de captura fueron realizados por el juez Cornejo, y en estos términos
se expresaba el comandante Hugo Miranda (La Nación, 21/6/01).
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que nos llaman. Las Madres con su pañuelo son un símbolo. Es como si
ese símbolo brindara calma”267.
No fue casual, entonces, que producto de tales experiencias y
objetivos, la Marcha de la Resistencia liderada por Hebe de Bonafini
pasara a llamarse en diciembre de 2001 “Marcha de la Resistencia y
Piquetera”. Tampoco lo fue que esta mancomunidad creada afectara
otra escena de la realidad de General Mosconi. Así como las Madres
habían ocupado la Plaza de Mayo en reclamo de la aparición con vida
de sus hijos/as, las mujeres de General Mosconi ocuparon la plaza de
la localidad, exigiendo la libertad de todas las personas detenidas y el
fin de las persecuciones y la represión. Se inauguró entonces la “Plaza
del Aguante” donde durante cinco meses, con carpas instaladas,
durmiendo, cocinando y compartiendo los alimentos que proveía la
comunidad, mujeres y varones resistieron hasta garantizar que todos
aquellos que habían decidido luchar contra el orden imperante recu-
peraran su libertad 268.
Pero, además, la presencia de las Madres generó otro debate
que puso en el tapete las prácticas políticas de las mujeres de General
Mosconi, abonando la idea de comenzar a organizarse como grupo
autónomo de la utd para tratar, por ejemplo, los problemas de violencia
familiar. Se abrió entonces otro horizonte para que esas mujeres de la
utd comenzaran a atravesar un nuevo límite.
267 Estas palabras fueron recogidas por Débora D’Antonio (2007) en una entrevista que
realizó en enero de 2004 con Nora Cortiñas.
268 Hebe de Bonafini y las restantes Madres que estaban con ella participaron y cocina-
ron también durante los primeros días de la “Plaza del Aguante”.
269 En efecto, el impulso para la formación de la utd provino de un grupo de trabaja-
dores que habían dinamizado las luchas contra la privatización de ypf en 1991 y,
también, integrado la atyp.
244
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270 Esto emerge tanto de las entrevistas realizadas para esta investigación como del
estudio de Schaumberg (2004).
271 Entrevista de la autora a Ica, General Mosconi, 14 de junio de 2004.
272 Esta cifra surge de los registros de la utd correspondientes al año 2003. El municipio
de General Mosconi manejaba para esa misma época aproximadamente 6 mil planes.
245
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273 En sus orígenes –durante 1996–, los Planes Trabajar consistían en un subsidio por
desempleo de 220 pesos, que contemplaba una contraprestación laboral de 4 horas.
Luego se comenzó a disminuir el monto del subsidio hasta alcanzar los 150 pesos a
nivel nacional.
274 Dificultades económicas para costear el trabajo de los docentes, entre otras cosas, y
la falta de apoyo político por parte de los poderes locales impidieron que la univer-
sidad pudiera abrir sus puertas, pese a que el edificio fue inaugurado en el año 2002.
Testimonios de la autora y Schaumberg (2004).
246
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275 Tal fue el caso de Juan Carlos “Gipy” Fernández, hermano de “Pepino” y también
ex ypefeano, que en el año 2002 aceptó la oferta del intendente justicialista de
ese entonces, Karanicolas, para crear y ocuparse de la Secretaría de Producción y
Empleo de la municipalidad de General Mosconi. Si bien esta propuesta dio lugar
a fuertes debates dentro de la utd, una asamblea decidió que “Gipy” aceptara y
ocupara el puesto, hasta que diferencias insalvables con el intendente lo llevaron a
renunciar al cargo.
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Más que el trabajo en sí mismo, quien tuvo que ver mucho con el cam-
bio en la actitud de estos jóvenes fue María, la mujer a quien ya se hicie-
ra referencia en estas páginas, puesta a cargo del grupo por “Pepino”
Fernández.
276 Un recuento de las acciones emprendidas por la utd en este terreno puede verse
detallado en Schaumberg (2004).
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que dar cincuenta pesos a la mamá que les da el té y la comida todos los
días. Así que las madres todas contentas”277.
Por otro lado, la forma en la que ella coordinaba y llevaba adelante
las tareas colectivas, si bien descansaba en cierto modelo jerárquico al
que intentaba sustentar por fuera de las relaciones “jefa-subordinados”
mediante actitudes ejemplificadoras, también incorporaba elementos
de participación activa e igualitaria pues, según comentaba:
Yo les decía que porque los maneje no es que soy su jefe. Los con-
trolo porque soy una persona mayor. Pero tenemos los mismos
sueldos, somos compañeros de trabajo, y nos debemos respeto
el uno al otro. […] Y no es que los obligo a trabajar, yo llego con
ellos […] charlamos un rato y sin decirles nada agarro mis cosas
y me voy y cada uno se va a hacer su oficio. […] Y les pregunto
con las tareas: ¿están de acuerdo ustedes? Porque también tienen
derecho a opinar, no puedo ir y decir… Así no. No es que vaya y
le imponga (Entrevista de la autora a María, General Mosconi, 13
de junio de 2004).
250
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60% de los mismos. Entre los argumentos que esgrimieron los y las
integrantes de esta organización para explicar tal situación, se encon-
traban la responsabilidad y la capacidad de lucha y perseverancia que
ellas tenían. Nancy puntualizaba las siguientes características cuando
las describía:
Las mujeres son las que ponen el hombro a todo, son las que más
fuerza tienen. No sé si es porque la mayoría tiene sus hijos y por
defender a un hijo uno hace cualquier cosa. […] Son las mujeres
las que ponen las ganas a todo, [incluso] en los trabajos, en las
huertas (Entrevista de la autora a Nancy, General Mosconi, 13 de
junio de 2004).
279 El uso de las comillas para referir a este tipo de trabajo tiene por objetivo señalar la
polisemia del término acorde con las perspectivas teórico-políticas.
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280 Entrevista de la autora a María Rosa, General Mosconi, 15 de junio de 2004. Estas
palabras pertenecen a uno de sus hijos que intervino en este pasaje de la entrevista.
281 Entrevista de la autora a Mario Reartes, General Mosconi, 18 de junio de 2004.
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Luego agregaba:
O tal vez este movimiento tiene de todo. Acá hay mucha gente
pesada y para una mujer es difícil manejar ese grupo: hay que
imponerse y hay momentos que hay que pelear. Nosotros somos
unos de los que menos peleamos, pero en Tartagal y Pocitos
están a las trompadas. En cambio, acá no. Pero aún así hay gente
que levanta la voz y que si está una mujer al frente no la van a
respetar. Entonces por eso mismo la mujer se retrae. No quiere
llegar a ese punto. […] Sería más factible en Buenos Aires que hay
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mas consenso ideológico que una mujer pueda ocupar ese lugar.
Para que haya más respeto. […] Unos cuantos darían lugar a que
una mujer llegue. Otros no. Y hay hombres que directamente sin
pensar mucho dirían que no me va a manejar una mujer (Entre-
vista de la autora a Rodolfo Peralta, General Mosconi, 17 de junio
de 2004).
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Sin perjuicio de que efectivamente una estrategia probable para que las
mujeres revirtieran la situación de “silencio”, sumisión o falta de deci-
sión autónoma, consistía en la creación de una instancia de participa-
ción propia, para Fernández la subordinación no era producto de una
relación desigual que implicaba tanto a las mujeres como a los varones
y, por ende, a sí mismo. Su modelo de mujer “independiente” remitía a
las obreras que hacían “quilombo” o a las que se destacaban en la acción
pública-política, tal como era el caso de su hermana 282. Aunque la tras-
cendencia de la experiencia de las mujeres de la fábrica textil Brukman
Confecciones es innegable283, lo llamativo de su testimonio es que en
su evaluación fue borrada la experiencia de las propias mujeres de la
utd que protagonizaron los cortes de ruta, enfrentaron las represio-
nes, planificaron y organizaron los proyectos y realizaron un sinfín de
acciones. La pregunta entonces es por qué para Fernández todas esas
acciones femeninas carecieron de la entidad asignada a las textiles, por
ejemplo. Responderla exige repensar el anclaje sobre el que Fernández
y otros líderes de la utd inscribieron sus ideas sobre la organización y
el liderazgo. En dicho sentido, los antecedentes de participación y lucha
sindical de muchos de estos varones que confluyeron en la utd estu-
vieron signados por la pertenencia a una empresa cuya mano de obra
era mayoritariamente masculina. Por otro lado, la pertenencia al supe,
como en el caso de Rodolfo Peralta, que fue delegado de la “sección
patrimonial” de ypf, o como en el caso de “Pepino” que, si bien nunca
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Sin embargo, Ica, pese al reconocimiento social del cual era objeto,
rehuyó a identificarse a sí misma como una líder o, al menos, a utilizar
esto como definitorio de su rol en la utd. El siguiente diálogo que man-
tuvimos da cuenta de esta postura:
Ica: Yo creo que nunca me puse el rótulo de líder y si hay alguien
que me quiere ver así, le pido que trabajemos juntos, que cada
uno trate de organizarse, ver que a través de la lucha algo hemos
conseguido.
Pregunta: ¿Por qué cree que usted no es una líder y “Pepino” sí?
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Ica: Yo creo que sí, pero… no sé, tal vez sea por mi perfil bajo.
Tengo un perfil bajo, tal vez nunca salí con ese objetivo, yo creo
que con la actividad que uno haga para la comunidad le está
demostrando el amor que uno le tiene a la gente. Cuando yo
pasaba un mal momento de salud y veía el amor de la gente hacia
mí, eso me ha fortalecido muchísimo (Entrevista de la autora a
Ica, Coronel Cornejo, 16 de junio de 2004).
284 Entrevista realizada por la autora a grupo de cuatro mujeres del Taller de Costura de
Coronel Cornejo, Coronel Cornejo, 16 de junio de 2004.
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Conclusiones
Apesar de você
Amanhã há de ser outro dia
Você vai ter que ver
A manhã renascer
E esbanjar poesia
¿Como vai se explicar
Vendo o céu clarear, de repente,
Impunemente?
Como vai abafar
Nosso coro a cantar,
Na sua frente.
Apesar de você.
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sosteniendo que habían sido las primeras en salir a las rutas y que,
de esa forma, habían “arrastrado” –tal el verbo que utilizaron varias
veces– a sus maridos.
Quiénes eran esas mujeres que asumieron tales iniciativas y
roles, que propusieron y debatieron el rumbo de los piquetes y también
cantaron, cocinaron y alentaron en ellos, cómo y por qué decidieron
llegar hasta las rutas, cuáles eran sus anhelos y sus reivindicaciones,
de qué manera y dónde las habían gestado, fueron las preguntas que
mapearon las páginas de este libro. Para contestarlas, fue necesario
reconocer sus experiencias, reconstruir sus trayectorias individuales
y colectivas, indagar en sus subjetividades y su cultura política, en las
relaciones tejidas entre ellas y con los varones con los que convivían
diariamente en esas particulares comunidades petroleras. En suma,
fue preciso situarlas en su biografía e historia colectiva dentro de
un entramado de relaciones cuya fisonomía estuvo delineada por la
impronta de ypf.
Como se señaló a lo largo de este trabajo, esa impronta no fue
uniforme. El mundo ypefeano guardó importantes diferencias entre
una y otra región, y también trazó contrastes en su interior. Sus alcan-
ces no fueron los mismos en Neuquén que en Salta y tampoco fueron
iguales las mujeres (ni los varones) que formaron parte de él. No ence-
rraba las mismas condiciones de vida ni similares significados sociales
ser una ypefeana o esposa de un ypefeano que una trabajadora domés-
tica, una maestra que una peluquera, la empleada de un pequeño
comercio que la enfermera de un hospital. Esas diferencias se expresa-
ron de diversos modos: en el poder adquisitivo, en ciertas aristas de sus
identidades en cuanto trabajadoras y mujeres, en determinadas formas
de relacionarse entre sí marcadas por distancias que derivaban ocasio-
nalmente en tensiones, enconos y desconfianzas. Pero a pesar de esa
heterogeneidad social y del desigual impacto que ypf tuvo en una y otra
zona, todas esas mujeres compartían la posibilidad de acceder a un
conjunto de beneficios provistos por la presencia de la petrolera estatal
que facilitaban sus vidas y el ejercicio de aquellas tareas devenidas de
la división sexual del trabajo. Así, contaban con opciones para ganarse
el sustento y, también, con escuelas, obras sociales, hospitales, cines,
centros culturales y deportivos que, desarrollados al calor de la empre-
sa, satisfacían muchas de las necesidades relativas a su rol de garantes
del cuidado y la supervivencia del hogar trabajador.
Otra instancia que la presencia de ypf talló de manera singular
fue la de los vínculos entre los varones y las mujeres dentro de las fami-
lias trabajadoras ypefeanas. Esos vínculos estuvieron marcados por el
poder de aquellos dentro del hogar emanado de su condición de pro-
veedores de la subsistencia familiar. Pero, además, por una importante
cuota de autonomía de las mujeres modelada, entre otras cuestiones,
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de esas mujeres fue útil para compensar tal vacío analítico y, también,
para preguntarse por otras prácticas que aunque podían contenerla, la
excedían. Algunas de esas prácticas reenviaban a la división sexual del
trabajo social alentando a denotar las maneras en que esas mujeres, en
su aceptación de la responsabilidad socialmente asignada de garanti-
zar y distribuir los recursos de la comunidad, exigieron los derechos
derivados de esa obligación. Activaron a tal fin sus redes para enfrentar
a quienes obstaculizaban el ejercicio del cuidado para el que estaban
preparadas, politizando así las relaciones de la vida cotidiana al some-
ter a debate público desde las razones de la situación vivida, hasta a
quién dirigir el reclamo, con qué herramientas hacerlo, con quién con-
frontar o con quién aliarse en las acciones colectivas que planificaban.
Así lo hizo Ica cuando decidió levantar barricadas con dos mujeres más
a comienzos de la década de 1990 en la entrada de Coronel Cornejo
demandando el tendido de la red de agua potable para su comunidad.
Y también Nené en Campamento Vespucio, cuando bloqueó con sus
vecinos y vecinas la ruta en ese período para evitar la ejecución de las
hipotecas de las viviendas.
Mas al desenfocarse de la maternidad como un resorte exclusivo
de la agencia de las mujeres y también como una condición transparen-
te que todo lo explica en su mero enunciado, esta investigación pudo
reconocer otras trayectorias. Unas estuvieron ligadas a aquellos ámbi-
tos más tradicionalmente escrutados y a los que se hizo referencia ante-
riormente, tales como organizaciones sindicales y político-partidarias.
De ellos se nutrió el itinerario de Susana y de Estela, en la uom de Villa
Constitución y en la seccional neuquina de ate respectivamente, o de
Arcelia en Plaza Huincul, con su adscripción a la ucr. Otras se relacio-
naron con participaciones que involucraban la vida barrial, como ocu-
rrió con Laura Padilla y sus vecinos y vecinas cuando se organizaron
para reclamar a su municipio la reforestación de las veredas y la entrega
de los títulos de propiedad a aquellas familias que estaban instaladas
en las viviendas de manera precaria. Incluso fue posible encontrarlas
en instancias marcadas por especificidades que hacían a las mujeres
como protagonistas distintivas, tales como los Encuentros Nacionales
de Mujeres. O en acciones colectivas que fueron fundacionales para las
organizaciones piqueteras de las que participaron, como las encaradas
por Inés en General Mosconi cuando decidió junto con otras personas
tomar el Concejo Deliberante.
En suma, todas esas experiencias, complejas y múltiples, esos
terrenos de debate y de encuentro, esos particulares vínculos que cons-
truyeron con sus maridos, vecinos y vecinas, fueron los que abrieron
los puntos de fuga de una domesticidad cargada de tensiones y dieron
lugar a prácticas confrontativas que desafiaron el orden establecido,
los significados de la política y de la democracia, el lugar de las propias
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Fuentes y bibliografía
Fuentes
Orales
Entrevistas realizadas en Neuquén
Alejandro Lillo, ex trabajador ypefeano, ex integrante del supe local.
Entrevista realizada en Neuquén capital, 4 de mayo de 2004.
Arcelia, esposa de ex obrero ypefeano. Nacida en Buenos Aires. Entrevista
realizada en Plaza Huincul, 20 de diciembre de 2003. Segunda
entrevista realizada en Cutral Co, en la casa de otra mujer llamada
Magdalena, el 7 de mayo de 2004.
Bety León, esposa de un ex obrero ypefeano. Nacida en Río Negro. Entrevista
realizada en Plaza Huincul, 8 de mayo de 2004.
Cecilia, desocupada, ex trabajadora como asistente odontológica. Nacida en
Buenos Aires. Entrevista realizada en Cutral Co, 17 de diciembre de 2003.
Clementina, desocupada, esposa de ex trabajador ypefeano. Nacida en Las Lajas,
Neuquén. Entrevista realizada en Plaza Huincul, 9 de mayo de 2004.
Dina, trabajadora de la fruta, esposa de ex trabajador petrolero. Nacida en
Neuquén capital. Entrevista realizada en Centenario, 16 de diciembre
de 2003.
Ernesto “Jote” Figueroa, trabajador de la construcción. Entrevista realizada
en Cutral Co, 20 de diciembre de 2003.
Estela “la Negra”, trabajadora de la administración pública. Nacida en Buenos
Aires. Entrevista realizada en Neuquén capital, 14 de diciembre de 2003.
Estela, enfermera de un hospital público, delegada de base de las y los
trabajadores del sector de salud. Nacida en Neuquén. Entrevista
realizada en Plaza Huincul, 20 de diciembre de 2003.
Familia de Teresa Rodríguez. Entrevista realizada en Plaza Huincul, 8 de
mayo de 2004.
Felipe Sapag, ex gobernador de Neuquén. Entrevista realizada en Neuquén
capital, 10 de mayo de 2004.
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Escritas
Diarios y periódicos de tirada local y nacional
Clarín, Buenos Aires.
El Tribuno, Salta.
La Mañana del Sur, Neuquén.
La Nación, Buenos Aires.
Página 12, Buenos Aires.
Río Negro, Neuquén.
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Diarios de Sesiones
Cámara de Diputados de la Nación.
Cámara de Diputados de la Provincia de Neuquén.
Cámara de Diputados de la Provincia de Salta.
Otras
Documentos de organizaciones feministas, 1970-2000.
Documentos de organizaciones sindicales, en particular de supe, ate y aten.
Desocupados y cortes de ruta en el Noroeste Argentino, video documental
realizado por el Grupo Wayruro, 2002.
Panfletos, volantes y periódicos político-partidarios, en particular de la
Corriente Clasista y Combativa, del Partido de los Trabajadores
Socialistas y del Partido Obrero.
Piqueteras, video documental, realizado por Malena Bystrowicz y Verónica
Mastrosimone, 2002.
Revista Lucha de clases, Buenos Aires, varias ediciones.
Revista Norte Andino, San Salvador de Jujuy, varias ediciones.
Volantes, comunicados y documentación administrativa interna de la utd de
General Mosconi.
Bibliografía
aavv 1990 También somos ciudadanas (Madrid: Instituto Universitario de
Estudios de la Mujer-Universidad Autónoma de Madrid).
aavv 1995 Peronismo y menemismo. Avatares del populismo en la Argentina
(Buenos Aires: El Cielo por Asalto).
aavv 2003 Cortando las rutas del petróleo. La sistematización de la experiencia
de lucha de la Unión de Trabajadores Desocupados de General Mosconi
(Buenos Aires: Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo).
Agamben, Giorgio 1998 Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida
(Valencia: Pre-Textos).
Aiziczon, Fernando 2007 “Del ‘paro’ a la ‘pueblada’. Cultura política y marcos
para la acción colectiva: el caso de ate Neuquén entre 1990-1995”,
I Jornadas Nacionales de Historia Social, Universidad Nacional de
Córdoba, La Falda, 31 de mayo y 1 de junio.
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en el mes de dictiembre de 2014 en Docuprint.
Tacuarí 123, CABA, C1071AAC