Prueba Saber 6
Prueba Saber 6
Prueba Saber 6
“No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días
y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él.
Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la
cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos
fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una
palabra...”
(Cuentos de amor, locura y muerte, Horacio Quiroga)
El Pastorcillo Mentiroso
Un pastorcillo cuidaba cada día sus ovejas mientras éstas comían hierba. Pasaba el rato lanzando
piedras y viendo hasta dónde llegaban, o mirando las nubes para ver cuántas formas de animales
distinguía.
Le gustaba mucho su trabajo, pero hubiera deseado que fuera algo más divertido. Y un día, decidió
gastar una broma a la gente del pueblo.
—¡Socorro, socorro! ¡El lobo, el lobo! —gritó muy fuerte.
Al oír los gritos del pastor, los hombres del pueblo cogieron palos y bastones y corrieron para
ayudar al niño a salvar sus ovejas. Pero cuando llegaron, no vieron ningún lobo. Sólo vieron al
pastorcillo que lanzaba grandes carcajadas.
—¡Os he engañado! ¡Os he engañado! —decía.
Los hombres pensaban que era una broma muy pesada. Le advirtieron que no volviera a hacerlo, a
menos que, verdaderamente, estuviera allí el lobo.
Una semana después, el pastorcillo volvió a gastar la misma broma a la gente del pueblo.
—¡El lobo, el lobo! —gritó.
Una vez más, los hombres corrieron a ayudarle y no encontraron lobo alguno; sólo al chico, que se
reía de ellos.
Al día siguiente llegó de verdad el lobo de la colina para devorar unas cuantas ovejas gordas.
—¡El lobo, el lobo! —gritaba el pastorcillo con toda su fuerza.
Los hombres del pueblo oyeron sus gritos de socorro y se rieron:
—Trata de gastamos otra broma —dijeron—, pero no nos engañará.
Finalmente, el chico dejó de gritar. Sabía que los del pueblo no le creían. Sabía que no iban a
acudir. Todo lo que podía hacer era quedarse allí, viendo cómo el lobo devoraba sus ovejas.
Al que dice mentiras, nadie le cree, ni aun cuando diga la verdad.
(Esopo)
3. El texto anterior, por sus características y su estructura, puede catalogarse como un texto
perteneciente al:
a. Género Dramático
b. Género Lírico
c. Género Narrativo
d. Género de ficción.
4. Estos tipos de textos que, al final de la lectura, nos dejan alguna enseñanza, se conocen en el
mundo literario como:
a. Cuentos fantásticos
b. Fábulas
c. Mitos
d. Leyendas.
5. En la frase “Al que dice mentiras, nadie le cree, ni aun cuando diga la verdad”, la palabra
subrayada puede remplazarse, sin perder el sentido, por:
a. Incluso
b. Todavía
c. Además
d. Necesariamente
Lee el fragmento del libro aventuras de un niño de la calle y responde las preguntas 7 y 8
Después de media hora de juguetear entre el agua, que le produjo un efecto tranquilizador en el
cuerpo y en el espíritu, el muchacho se hizo un ovillo debajo de una banca y durmió
profundamente durante un par de horas. Cuando la ciudad ya había despertado y empezaba el día
bulliciosamente, Joaquín abrió los ojos por segunda vez esa mañana. Los automóviles rodaban
rápidamente por las calles con los motores rugiendo y las bocinas sonando…
Joaquín vio tres gamines jugando a las canicas jugando a las canicas al otro lado del parque. Estuvo
tentado a jugar un rato con ellos: pero no, no podía, ni lo haría hasta que encontrara a su amigo.
Se dirigió a la carrera trece, desapareció, como esperando a que sus pies se acostumbraran a
caminar. Se agarro de la parte posterior de un bus atestado de pasajeros. (Julia Mercedes Castilla).