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Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

La creencia en el alter ego, el Doble del individuo, basada

en el concepto del «alma múltiple», se encuentra muy di-

fundida entre los pueblos chamanistas y estaba muy viva en

la Europa medieval, donde dio lugar a innumerables relatos

de fantasmas y aparecidos. Claude Lecouteux, experto co-

nocedor de la cultura medieval, investiga en este sugerente

ensayo las diversas manifestaciones de estas creencias en

el Medievo europeo.

Los muertos que regresan tienen una historia. A partir de

relatos antiguos, de ritos y de costumbres funerarias que

han subsistido a veces hasta nuestros días, Claude Lecou-

teux saca del olvido los fantasmas y aparecidos de antaño,

de los que hasta ahora los historiadores no se habían ocu-

pado.

La Edad Media de la Europa del Norte ofrece, en nuestra

propia civilización occidental, un campo privilegiado para

describir el regreso de los difuntos y reseguir el combate

que la Iglesia libró contra ellos. ¿Quién regresa? ¿En qué

momentos se producen las apariciones? ¿Por qué algunos

muertos traen consigo la fecundidad y la prosperidad,

mientras que otros provocan terrores y muertes? ¿Qué fuer-

za anima al cadáver hasta hacerle salir de su tumba, y a qué

concepción del más allá corresponden estos fenómenos?

Pues, aunque antaño constituyeran manifestaciones temi-

bles, fantasmas y aparecidos estaban integrados en la men-

talidad colectiva de la época.

Hoy, fantasmas y aparecidos casi se han desvanecido, pero

no han perdido su poder de fascinación, pues están enrai-

zados en nuestro temor inmemorial a los muertos.

1
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

TABLA DE MATERIAS

Prefacio a la segunda edición

Introducción

PRIMERA PARTE

Capítulo I: EL MIEDO A LOS MUERTOS Y EL TEMOR A LOS

APARECIDOS

Capítulo II: LOS RITOS FUNERARIOS

Capítulo III: LA IGLESIA, LOS FANTASMAS Y LOS APARECIDO

SEGUNDA PARTE

Capítulo I: LOS FALSOS APARECIDOS

Capítulo II: LOS VERDADEROS APARECIDOS

Capítulo III: EL NOMBRE DE LOS APARECIDOS

Capítulo IV: PREGUNTAS Y RESPUESTAS

TERCERA PARTE

Capítulo I: LOS APARECIDOS, LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ

Capítulo II: EL ALMA

Capítulo III: MUERTOS, APARECIDOS y TERCERA FUNCIÓN

CUARTA PARTE

Capítulo I: APARECIDOS DISFRAZADOS

Capítulo II: PERSPECTIVAS

Postfacio de Régis Boyer

Elementos de bibliografía

2
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

A mi mujer

3
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

1. Pequeño balance de las investigaciones

Desde que se publicó la primera edición de este libro,

hemos proseguido nuestras investigaciones para delimitar

el conjunto de este complejo en cuyo centro aparecen

creencias fundamentales que tienen que ver con el alma, el

más allá y el culto a los antepasados. La universalidad de la

creencia en un «alma» múltiple se ha visto confirmada por


[1]
Régis Boyer ; sus variantes cristianizadas se encuentran en

el trasfondo de los textos traducidos por Alexandre Micha


[2]
referentes al viaje al más allá ; el otro mundo y los muertos

Peligrosos han sido objeto de un espléndido estudio de Ja-


[3]
cqueline Amat , y hemos mostrado que esta denomina-
[4]
ción izcubre de hecho una pluralidad de lugares ; Martin

Illi se ha interesado por aquellos a bs que se van los muer-


[5]
tos , y Peter Jezler ha editado un magnífico volumen rica-
[6]
mente ilustrado sobre el cielo, el infierno y el purgatorio ,

y los aparecidos suelen proceder de estos dos últimos ám-

bitos. Este libro se completará con una bella obra colectiva


[7]
sobre la muerte en la vida cotidiana . Los aparecidos en

las tradiciones medievales cristianas han sido objeto de una

monografía de Jean-Claude Schmitt[8], que desdichada-

mente religa el punto de vista clerical y no tiende ningún

puente a los testimonios del paganismo. Sin embargo, hay

algunas historias de aparecidos bien estudiadas, sobre to-


[9]
do La del aparecido de Beaucaire (1211), Por Henri Bresc ,

el tema del muerto agradecido, por Danièle Regnier-Boh-

4
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

[10]
ler y Marie-Anne Polo de Beaulieu y Jean-Claude Schmi-

tt han traducido un diálogo mantenido con un apareci-


[11]
do . Que nosotros sepamos, nadie ha tratado de distin-

guir entre fantasmas y aparecidos. Si se amplía la perspecti-

va, se constata que las creencias que hemos estudiado en

este libro están documentadas todavía en la actualidad, es-

pecialmente en los pueblos africanos, como ha evidenciado

Stuart J. Edelstein en el caso de igbos, yorubas y edos (Ni-


[12]
geria) . En el caso de la China, léase L’Antre aux fantômes
[13]
des collines de l’Ouest, selección de cuentos , y también

se encontrarán numerosos paralelos bretones en La Legen-

de de la mort, por Anatole Le Braz[14].

Los etnólogos y los folkloristas se han mostrado particu-

larmente activos durante este tiempo. La vida de los muer-

tos en las tumbas, los difuntos que regresan y se llevan a vi-

vos o entregan mensajes —siempre importantes—, han si-

do evocados por Gerda Grober-Glück, Leander Petzold y el


[15]
historiador Ar nold Angenendt . Felix Karlinger ha tratado

sobre la cena de los muertos, mesa que se prepara para los

difuntos con la esperanza de que vendrán a sentarse a ella,

y ha consignado numerosas historias de aparecidos en su


[16]
obra sobre el tiempo del más allá E. Camoi se ha intere-

sado por historias de vaqueros que se convierten en apare-


[17]
cidos, y Charles Joisten por la procesión de los muertos .

También se encontrará una buena presentación de los apa-

recidos que surgen en las leyendas populares (volkssage)

de la zona de Amberes en M. Van den Berg, que propone


[18]
una clasificación y una tipología .

Reparemos asimismo un olvido: quien se interese por la

pervivencia de las creencias que hemos puesto de relieve

encontrará informaciones y paralelos importantes en un ca-

tálogo de los relatos sobre la muerte, de Ingeborg Müller y


[19]
Lutz Röhrich , así como en los diferentes repertorios de
[20]
temas narrativos surgidos de la escuela de Helsinki .

5
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

También hay que señalar una pista de investigación: en

la iconografía, los aparecidos son diáfanos o de color blan-

co, mientras que en los textos suelen ser negros. Esta inver-

sión se explica tal vez por el deseo de distinguirlos clara-

mente de los demonios, pero no corresponde a las creen-

cias antiguas, según dice Tácito, que indica que un pueblo

germánico se pintaba el cuerpo de negro y llevaba escudos

del mismo color, sembrando el temor porque los tomaban

por un ejército de fantasmas, umbra feralis exercitus (Ger-

mania 43). En los romances medievales, el negro es muy a

menudo el color del otro mundo, ya sea feérico o letal.

Desde 1986, hemos podido constatar que estos muer-

tos singulares se encuentran por todas partes por poco que


[21]
se sepa reconocerlos bajo sus diversos disfraces . En un

primer momento, publicamos al otro lado del Rin, para es-

pecialistas, el Puto de nuestros descubrimientos, y luego

nos dedicamos al estudio del devenir y mitización de los

aparecidos y fantasmas. Así pudimos poner de relieve que

estos difuntos que permanecen cerca de nosotros se trans-


[22]
forman en manos y en elfos —y Régis Boyer ha confirma-
[23] [24]
do este punto —, y en genios comarcales . Pudimos

demostrar que se convierten en pesadillas y están estrecha-

mente vinculados a la brujería, a la magia blanca y a la ne-

gra. Pero el descubrimiento sin duda más importante vino


[25]
de la exploración del concepto de alma múltiple , que

nos permitió explicar la corporeidad de los aparecidos, la

oposición fundamental entre ellos y los fantasmas sin con-

sistencia. Lo que sobrevivía y regresaba, lo que se manifes-

taba, era realmente lo que los antiguos escandinavos deno-

minaban hamr y otros pueblos designan, de hecho, como

alter ego; en una palabra, era el Doble del individuo, lo

que nos remitía a creencias muy extendidas entre bs pue-

blos chamanistas; hasta ahora no se habían sabido leer sus

huellas, demasiado cristianizadas para ser comprendidas

6
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

por aquellos que se limitan a los escritos del universo romá-

nico.

La creencia en el Doble sigue siendo ajena a numerosos

estudiosos, y el mejor ejemplo es Claude Carozzi, que, en

un estudio por otra parte excelente sobre el viaje al más


[26]
allá , cita relatos del alma que abandona el cuerpo en for-

ma de animal —ave, bichito, mariposa—, señala la antigüe-

dad de la creencia y la estructura ter naria del hombre (cuer-

po, espíritu, alma), habla de una «especie de doble», pero

ignora que se trata de un vestigio del chamanismo que per-

mite resolver el problema de la corporeidad de los apareci-


[27] [28]
dos y la del «alma» . Habiendo recibido en el más allá

una herida, el alma la transmite al cuerpo cuando se reinte-

gra a él, igual que, cuando se abre la tumba, se encuentra

en el aparecido la herida que se le ha infligido (cf. la histo-

ria de Hrappr).

La crítica nos ha reprochado no haber hablado del Cor-

tejo infer nal, alias Mesnie Hellequin, tropel de aparecidos

que se muestra en ciertas fechas. El tema, extremadamente

complejo, merece un estudio detallado en el que trabaja-


[29]
mos desde hace años . En 1986 todavía no habíamos

avanzado bastante en nuestras investigaciones para poder

proponer un análisis pertinente: disponíamos de un corpus

de textos —no ha cesado de crecer desde entonces— y de

monografías relativamente antiguas sustentadas en falsas

premisas, como pudimos constatar que han acarreado mu-

chos errores.

Otros críticos, que desconocían los textos e ignoraban

los resultados de las investigaciones de los eruditos del

norte de Europa, no pudieron comprender las mentalida-

des que produjeron todos aquellos relatos sobre fantasmas

y aparecidos; para responder a sus objeciones, tradujimos y

publicamos una parte de nuestro corpus, dejando a cargo


[30]
de los propios textos el convencer a los incrédulos . Tam-

bién dijeron algunos que había que haber abordado otras

7
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

épocas y otras civilizaciones, pero la pluridisciplinariedad

tiene sus límites: el medievalista trabaja sobre un período

de ocho siglos y los textos de todo el Occidente medieval,

y la amplitud de las lecturas y del examen detenido le impi-

de hacer incursiones en los ámbitos que no son los suyos.

Otros vieron la coherencia del complejo; aportaron agua

a nuestro molino con una crítica constructiva y nos incitaron

a proseguir las investigaciones en este campo. Les agrade-

cemos vivamente su interés y su apoyo. Finalmente, quere-

mos precisar que no ha aparecido ningún estudio que inva-

lide nuestras conclusiones, que se han visto confirmadas


[31]
por K. T. Nilssen en su tesis .

2. Notas adicionales

• pp. 30-31: entre las fórmulas mágicas destinadas a fi-

jar un muerto a su tumba y protegerla, se encuentra una en

la piedra rúnica de Gorlev (Dinamarca), que data aproxima-

damente del año 900 y dice esto:

Thjodvi levantó esta piedra para Odinkar

F u Ϸarkniastblmr
¡Goza de la tumba!

Ϸmkiiissttiiilll
He dispuesto las runas como corresponde.

Gunni. Ar mund

Otra piedra, encontrada en Ledberg, en Ostrogotia

(Suecia), presenta la fórmula en esta forma:

Ϸ m k : i i i : s s s : t t t : i i i:l l l

Se ha descifrado así: Ϸistil (l), «cardo», mistil (l), «muér-

dago», y kistil (l), «ataúd», sin que hayan podido encontrar-

se las razones de esta reunión. La segunda línea de la ins-

cripción de Gorlev no es otra que el alfabeto rúnico. Hace

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Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

mucho que se sabe que los hombres de antaño atribuyeron

virtudes mágicas al alfabeto, y los cristianos lo grababan en


[32]
las campanas de las iglesias .

• pp. 45-46 calzar zapatos en los pies de los difuntos

parece haber estado más extendido de lo que pensábamos

y no se limitaba a Germania. En efecto, en el siglo XIII, Gui-

llermo Durand, obispo de Mende, señala en su Rationale

divinum officiorum que muchas personas «dicen que es

preciso que los muertos lleven pantalones y calzado de la-

zo, pensando que así estarán más preparados para el Juicio


[33]
Final» . A finales del mismo siglo, el día de las ánimas se
[34]
distribuía calzado entre los pobres .

Por otra parte, la arqueología ha sacado asimismo a la

luz numerosos amuletos en las tumbas celtas, particular-

mente en las de Dürr nberg cerca de Hallein, que datan de

la edad del hierro. Entre ellos encontramos zapatos de

bronce que los eruditos clasifican entre los objetos mági-


[35]
cos . Podemos suponer que los zapatos ocuparon un pa-

pel importante en las creencias antiguas y que los testimo-

nios medievales, especialmente los arriba citados, son su

último eco.

• pp. 47-48: en su estudio sobre el sudario, Danièle Ale-

xandre-Bidon recuerda que antiguamente se ponían cruces

—casi siempre cruces latinas en el siglo XIV y XV— sobre la

costura longitudinal del sudario, o bien se ponían sobre la

frente o, en la baja Edad Media, sobre el pecho. Piensa es-

ta autora que estas cruces materializaban el emplazamiento

de las unciones principales y se interroga sobre su función

de protección del cuerpo[36]. A nuestro entender, el suda-

rio, sacralizado por las cruces, posee una función apotropai-

ca: para la Iglesia, de lo que se trata es de proteger el cuer-

po de las incursiones del demonio. Sabemos en efecto que

una de las explicaciones clericales de los aparecidos es la

posesión del cadáver por parte de un diablo que entra en

él y le da vida. Además, las cruces individuales que señalan

9
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

a veces las tumbas pueden analizarse de la misma forma

puesto que, como señala Guillermo Durand, obispo de

Mende desde 1285 hasta su muerte en Roma en 1296, «el

diablo tiene gran temor de este signo y teme acercarse al

lugar que resplandece con el signo de la cruz». De todos

modos, puede discer nirse otra función, la de impedir que el

muerto abandone su tumba. En este sentido, las cruces del

sudario poseerán exactamente las mismas virtudes que los

alfileres de hierro.

• pp. 81: la creencia de que los muertos viven en la

tumba está bien documentada por un pasaje de la Vida de

san Fridolino, que en el siglo XIII fue insertada en la Vita an-

tigua. Los siguientes hechos se supone que se desarrolla-

ron en el siglo VI o VII:

Las tierras de Glaris (Suiza) pertenecían a dos hermanos,

Landolfo y Urso. Con el consentimiento de su hermano, este

último legó sus propias tierras al claustro de Säckingen. A la

muerte de Urso, Landolfo se quedó con la donación. El abad

Fridolino le entabló un proceso ante el tribunal de Rankweil.

Los jueces lo emplazaron a presentar a Urso como testigo de

la donación.

Fridolino se fue a la tumba de éste y le rogó que lo siguie-

se. Lo tomó de la mano y lo condujo a Rankweil. Al ver a Lan-

dolfo, Urso dijo: «¡Ay! hermano mío, ¿por qué has privado a mi

alma de lo que me pertenece?». Landolfo restituyó los bienes

legados, a los que añadió los suyos, y Fridolino volvió a llevar a

Urso a su tumba[37].

Esta anécdota arroja una cruda luz sobre las mentalida-

des de entonces y confirma que los muertos todavía están

vivos y pueden regresar para que se haga justicia. En cuan-

to a la compatibilidad, en un laico, de la fe cristiana y la

creencia en la presencia póstuma o en el regreso de los

muertos, parece indiscutible: se apoya en una herencia


[38]
apenas desnaturalizada por la Iglesia .

10
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

• p. 174: el estudio comparado de la fylgja y el ángel

custodio, fylgjuengill en normánico (fylgja + engill, «ángel»)

sigue estando pendiente todavía. Esta concepción parece

común a muchos pueblos y cabe relacionarla con el escri-

bano de las tradiciones medievales armenias, «ángel espe-

cialmente afecto a la persona de cada ser humano […]. Es

él quien, cuando ha llegado el término fijado para la vida

de su cliente, toma su alma y se la lleva, con su libro de

contabilidad, para el juicio. Su papel más notable, por tan-

to, es llevarse el alma, y ese es el momento en el que se


[39]
manifiesta, como ángel de la muerte» .

• p. 218 la creencia en los aparecidos se desprende de

un pasaje de Erec y Enide (v. 4854-4878), de Chrétien de

Troyes. Cuando Erec sale de su pasmo en el castillo del

conde de Limors y corre en ayuda de Enide, todos se apar-

tan, creyendo «que el diablo en persona había acudido allí

ante ellos […]. Enseguida vaciaron el palacio, y decían to-

dos, tanto los fuertes como los débiles: «¡Huid!, ¡huid! ¡Que

viene el muerto!». Sorprende el paralelismo que existe en-

tre esta escena y un pasaje de la Historia Dunelmensis Ec-

clesiae, redactada entre 1104 y 1109 por Simeón de

Durham: un tal Eadulf, que vivía en el pueblo de Raeve-

neswurthe, cae enfermo y muere un sábado por la tarde; a

la mañana siguiente, resucita y pone en fuga a todos los


[40]
asistentes, aterrados (Historia III, 23) . En Chrétien y en Si-

meón, el trasfondo mental que se deja ver es el mismo:

creen que es posible regresar después de la muerte.

En el Romance de Perceforest, los aparecidos que se

manifiestan están muy literarizados y es la magia la que se

encarga de explicar su regreso:

Un caballero encuentra a otros dos, del linaje de Dar nant el

encantador, a quienes habían matado Gadiffer y el Tor. Ellos y

sus caballos están muertos desde hace mucho tiempo, y sin

embargo «parecían tener vida». Tenían por sierva a la doncella

Oliva; una vez liberada por Gadiffer y el Tor, la doncella hizo un

11
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

encantamiento sobre los cuerpos de los caballeros muertos

para que se recordase la victoria de sus liberadores[41].

Mediante el recurso a un encantamiento, lo que se hace

es ocultar la creencia y el relato cae en lo fantástico, como


[42]
bien ha mostrado Francis Dubost .

En la literatura céltica, además del texto citado más

adelante (p. 220 ss.), se encuentran ciertos personajes de

los que se ignora su verdadero estatuto. Tal es el caso en el

Peredur galés, donde surge un caballero de debajo de una


[43]
losa . Pero en las Tríadas del Libro rojo, que enumeran to-

das las maravillas de Irlanda, varios números están dedica-


[44]
dos a los fantasmas célebres de la isla . Claude Lecou-

teux. Fiesta de Todos los Santos, 1995.

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Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

INTRODUCCIÓN

Cementerios de losas rotas, de capillas en ruinas, aban-

donados a la luz de la luna, viejas moradas vestidas de pe-

numbra y cuyos postigos gimen al viento, donde crujen los

parqués, antiguos castillos encaramados en lo alto de un

pico, albergues forestales antaño frecuentados por los ban-

doleros, landas, tierras pantanosas cubiertas de bruma, ca-

letas azotadas por las olas: en lugares como esos se acos-

tumbra a situar la aparición de los muertos, espectros de

sábana ensangrentada, manchada de tierra o que chorrea

agua de mar. Desde que existe, el hombre habla de las

sombras de los difuntos, que vienen a turbar a los vivos y

crean un dima de inquietud, de terror; son raros, pues, los

fantasmas amables e inofensivos. ¿Sabemos que esos di-

funtos for maban parte de la realidad cotidiana, que antaño

ardía toda la noche un cabo de vela colgado de una viga

de la vivienda donde a veces convivían hombres y anima-

les? ¿Recordamos que salir de noche para satisfacer una

necesidad natural equivalía a exponerse a extraños encuen-

tros, a menudo peligrosos? Cuando veían un rebaño dis-

perso, no era raro encontrar muerto al pastor, horrible vi-

sión, con todos los huesos rotos: un aparecido lo había he-

cho pedazos.

Nuestra lengua dispone de varios tér minos para desig-

nar a estos muertos inquietantes, pero en general se los

considera sinónimos, mientras que de hecho se refieren a

realidades diferentes. Todo el mundo conoce «fantasma»,

que evoca una idea de ilusión y de fantasmagoría; «espec-

13
Fantasmas y aparecidos en la Edad Media Claude Lecouteux

tro», al que se atribuye una noción de espanto o de horror,

el que provoca el esqueleto con su risa burlona o el cadá-

ver en descomposición; «sombra», que sobre todo tiene

que ver con el vocabulario poético y que recuerda Ja diso-

lución del cuerpo en el óbito; «espíritu», que es vago y ex-

presa la perplejidad humana frente a manifestaciones inex-

plicadas, clasificadas en el mundo de la parapsicología

—«¿Estás ahí, espíritu?»—; «ectoplasma» es reciente y sirve

para designar una for ma inmaterial, la que se escapa del

médium en trance; «larva», vocablo heredado de los roma-

nos, ya no es muy usado en su sentido primero, el de difun-

to privado del eterno reposo por una u otra razón. «Apare-


[1]
cido» , en cambio, sugiere de inmediato el regreso de un

muerto. El tér mino es la expresión de una simple constata-

ción y no remite a ninguna ilusión. Si establecemos una cro-

nología del uso de estas palabras en francés, constatamos

un lento paso de la realidad —el muerto que regresa— al

fantasma el ectoplasma, la for ma inmaterial—. La noción de

aparecido se degrada a lo largo de los siglos y, abandonan-

do el ámbito de lo real, alcanza el del espiritismo. El fenó-

meno está bien documentado en los escritos.

La literatura, que desde hace mil años nos habla de apa-

riciones, manifiesta, a su modo, la evolución de las mentali-

dades. Cuando Sófocles describe el encuentro de Clitem-

nestra con su difunto esposo, cuando Hor nero narra el de

Penélope con su difunta her mana, cuando Esquilo hace sur-

gir el espectro de Argos y cuando Filostrato nos muestra a

Aquiles abandonando su tumba para regresar a ella cuando

canta el gallo, constatamos que los aparecidos y fantasmas

de la Antigüedad clásica son actores y no comparsas: ha-

blan y actúan, aconsejan o censuran. Ocurre así hasta el si-

glo XVI. Shakespeare describe al fantasma (ghost) del padre

de Hamlet clamando venganza sobre una platafor ma del

castillo de Elsinor, y nos muestra el espanto que sobrecoge

a Macbeth al ver el espectro de Banquo. Fantasmas y apa-

recidos, sin embargo, se convierten en meros asuntos lite-

14
FIN DEL FRAGMENTO

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