El Contrato Social
El Contrato Social
El Contrato Social
Ideas fundamentales
• El contrato social de Rousseau es un texto fundador de la democracia.
• El autor argumenta que el Estado debe concebirse como un contrato que
establecen los ciudadanos libres por su propia voluntad.
• Esa visión fue revolucionaria y un ataque frontal a lo que el absolutismo
entendía por Estado (Luis XIV: “El Estado soy yo”).
• Así, Rousseau se convirtió en el precursor de la Revolución francesa.
• Rousseau se anticipa indirectamente al grito de guerra más clásico de
“Libertad, igualdad, fraternidad”.
• El pensamiento central de El contrato social es el convencimiento voluntario: el
individuo cede parcialmente sus derechos, poder y propiedad, pero a cambio
recibe de vuelta mucho más.
• Como ciudadano soberano es a la vez gobernante y súbdito y tiene un interés
vital en que se tomen decisiones sensatas.
• Los poderes legislativo y ejecutivo deben estar separados.
• El principio rector en el ejercicio del poder es la voluntad común, que se
determina con ayuda de votaciones.
• Rousseau exige la subordinación incondicional del individuo al Estado, siempre
y cuando sea resultado de la correcta aplicación del contrato social.
• Al contrario de otros ilustrados como Voltaire, que abogó por un intenso
racionalismo, Rousseau promovió el poder de los sentimientos.
• De esta manera se convirtió en el predecesor del movimiento Sturm und
Drang (tempestad e ímpetu) y del Romanticismo y quizá, incluso, de la ecología
moderna y los movimientos esotéricos.
Resumen
El objetivo de la investigación
Para ilustrar qué tipo de libertad tiene el hombre para organizarse junto con otros en
un Estado, se puede utilizar el ejemplo de la familia. La familia es la forma más antigua
de sociedad y, al mismo tiempo, la única que ocurre de manera natural. Los
integrantes de la familia están unidos por necesidades y obligaciones naturales; los
hijos están obligados a obedecer a los padres, mientras que estos están obligados a
cuidar a los hijos. Cuando los hijos crecen se vuelven autosuficientes y, al mismo
tiempo, los padres también recuperan su independencia, al dejar de ser responsables
de los hijos. Si ahora la familia sigue unida, ya no es una cercanía natural, sino
voluntaria. Este modelo de acuerdo voluntario también debería ser válido para la
sociedad.
Algunos autores argumentan que, así como un individuo puede renunciar a su libertad
y convertirse en esclavo de un señor, también un pueblo puede despojarse de su
libertad y convertirse voluntariamente en súbdito de un rey. El holandés Hugo Grocio,
por ejemplo, expresó tales ideas. Del hecho de que el vencedor de una guerra tiene el
derecho de matar a los derrotados, estos autores deducen que también tiene el
derecho de someterlos a la esclavitud. Sin embargo, este tipo de argumentación debe
rechazarse con firmeza. El constructo del “derecho del más fuerte” se basa en un
círculo vicioso; de hecho, no existe nada semejante. Porque si el débil cede ante el
fuerte, lo hace por pura necesidad, por precaución en el mejor de los casos, pero no
por su propia voluntad. Tan pronto como se da el caso de que el poder triunfe sobre la
ley, la causa y el efecto se invierten. Puesto que, supuestamente, el más fuerte siempre
tiene la razón, todos tratarán siempre de ser los más fuertes. Alguien que es
físicamente inferior y se ve obligado a obedecer, no obedece por deber ni por
convencimiento. Ambos desempeñan un papel decisivo en la legitimidad. Someterse a
alguien más fuerte es una regla sin sentido, porque no puede uno oponerse. Es
evidente que el concepto de derecho en combinación con el concepto de poder no
adquiere un significado nuevo; la expresión el “derecho del más fuerte” no tiene
sentido. Asimismo, es absurdo hablar de cualquier tipo de derecho en relación con la
esclavitud; ambos términos son mutuamente excluyentes. Si se mira desde un punto
de vista jurídico, la esclavización es un contrato que se establece totalmente a favor de
una de las partes y en perjuicio de la otra. Un contrato, que una de las partes puede
respetar tanto tiempo como quiera, mientras que la otra debe respetarlo sin
intervenir, es simplemente absurdo.
El pacto social
¿Cómo podría verse, en cambio, un verdadero contrato que sirva como fundamento de
una sociedad? Se caracteriza, sobre todo, porque las personas que lo contraen
renuncian voluntariamente a determinados derechos para ganar otros. Lo decisivo en
la sociedad creada por semejante contrato consiste en que es más que la suma de sus
partes. Se gana tanto como se cede a los demás, pero también se obtiene una fuerza
adicional que solo es inherente a la comunidad. En esencia la condición fundamental
del pacto social podría formularse de la siguiente manera:
“Quiero investigar si dentro del orden civil existe alguna regla administrativa legítima y
segura, cuando se considera a los hombres como son y a las leyes como pueden ser””.
“Cada uno de nosotros pone juntos su persona y todo su poder bajo la directriz
suprema de la voluntad general; y en la sociedad, también recibimos a cada miembro
como parte indivisible del todo.”
Este acto de unión implica una obligación tanto del individuo frente a la sociedad
como también de la sociedad frente al individuo. Este tipo de comunidad, esta figura
pública, creada por la unión de todos, fue llamada polis en la Antigüedad griega;
nosotros lo llamamos república.
“La sociedad más antigua de todas y la única natural es la familia. Pero los hijos solo se
quedan con el padre mientras sea necesario para su bienestar. Tan pronto cesa esta
finalidad, el vínculo natural se disuelve””.
El ciudadano de tal Estado es súbdito del Estado y, al mismo tiempo –en su calidad de
soberano–, también es el propio Estado. Así, es parte contratante de sí mismo. La
reciprocidad de este vínculo implica que, al cumplir su deber, el individuo no puede
trabajar para otro sin, al mismo tiempo, trabajar para sí mismo. Aquí, esta
construcción se ajusta a la esencia natural del hombre, ya que es natural que todos
quieran estar de acuerdo con una situación que beneficia a cada uno en lo personal,
así como a los demás.
La vida y la muerte
El objetivo de la legislación
La separación de poderes
“El más fuerte nunca es lo suficientemente fuerte para dominar siempre si no transforma
su fuerza en derecho y la obediencia en deber””.
Pero luego hay todavía un cuarto tipo de leyes y, en cierto sentido, este es más
importante que cualquier otro. No está en los libros de leyes, sino en los corazones de
los ciudadanos. Surge de la opinión y la discusión libres de los usos y costumbres, del
hábito y la vida cotidiana. Debe confirmarse de nuevo todos los días y constituye la
verdadera alma del Estado. Y si todo funciona bien, con el tiempo se reemplaza
imperceptiblemente el poder del Estado con el poder de la costumbre.
Unanimidad y mayoría
El pacto social, por su naturaleza, debe ser aceptado por unanimidad. Cualquier otra
cosa sería absurda en un contrato cuya característica constitutiva es la libre voluntad.
Por supuesto, no se puede descartar que haya quienes se opongan a los términos del
pacto social; sin embargo, estos no invalidan el contrato, sino que solo consiguen no
participar en él: permanecen ajenos.