Dia 18 Tratado
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Capítulo V - Artículo III - ESTA DEVOCIÓN NOS PROCURA LOS BUENOS OFICIOS
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
145 Esto es lo que produce en su alma, si es fiel: una gran desconfianza, desprecio y
aborrecimiento de sí mismo, y una gran confianza y un gran abandono en la Santísima
Virgen, su buena Soberana. Ya no pone, como antes, su apoyo en sus disposiciones,
intenciones, méritos, virtudes y buenas obras, porque habiendo hecho un sacrificio total
a Jesucristo por medio de esta buena Madre, ya no tiene sino un tesoro donde están
todos sus bienes, que no está más en sí mismo, y este tesoro es María.
Esto es lo que le hace acercarse a Nuestro Señor sin temor servil ni escrupuloso, y
rogarle con mucha confianza; esto es lo que le hace entrar en los sentimientos del
devoto y sabio abad Ruperto, quien haciendo alusión a la victoria que obtuvo Jacob
sobre un ángel3, dice a la Santísima Virgen estas bellas palabras: “¡Oh María, mi
Princesa, y Madre Inmaculada de un Dios hombre, Jesucristo, yo deseo luchar con este
Hombre, a saber, el Verbo divino, armado no con mis propios méritos, sino con los
vuestros: O Domina, Dei Genitrix, Maria, et incorrupta Mater Dei et hominis, nen miis,
1
Ver la nota 1 del nº113. Juan I, 13.
2
Juan XIX, 27.
3
Cf. Gén. XXXII, 24.
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sed tuis armatus meritis, cum isto Viro, scilicet Verbo Dei, luctari cupio” (Rup., prolog. in
Cantic.).
¡Oh! ¡cuán poderoso y fuerte se es junto a Jesucristo cuando se está armado con los
méritos y la intercesión de la digna Madre de Dios, que, como dice San Agustín, ha
vencido amorosamente al Todopoderoso!
146 Como por esta práctica se da a Nuestro Señor, por las manos de su Santa Madre,
todas las buenas obras, esta buena Señora las purifica, las embellece y las hace aceptar
por su Hijo.
1º) Las purifica de toda la suciedad del amor propio y del apego imperceptible a la
criatura, que se desliza insensiblemente aún en las mejores acciones. Desde que están
en sus manos purísimas y fecundas, estas mismas manos, que jamás han sido estériles
ni han estado ociosas, y que purifican lo que tocan, quitan del presente que se le hace
todo lo que pueda haber en él de maleado o imperfecto.
147 2º) Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Es como si un
campesino, queriendo ganar la amistad y la benevolencia del rey, fuese a la reina y le
presentase una manzana, que es lo único de que puede disponer, a fin de que ella la
presente al rey. La reina, habiendo aceptado el pobre pequeño obsequio del campesino,
pondrá esa manzana en un grande y hermoso plato de oro, y así la presentará al rey de
parte del campesino; entonces la manzana, aunque indigna por sí misma de ser
ofrendada a un rey, llegará a ser un presente digno de su majestad, en atención al plato
de oro en el que está y a la persona que la presenta.
148 3º) Presenta a Jesucristo esas buenas obras, porque nada de lo que se le presenta
guarda para sí, como si fuese fin último: Ella remite todo a Jesús fielmente. Si se le da
algo, necesariamente se da a Jesús; si se la alaba y se la glorifica, Ella Inmediatamente
alaba y glorifica a Jesús. Ahora, como antaño cuando Santa Isabel la alabó, cuando se
la alaba y se la bendice Ella canta: Magnificat anima mea Dominum4.
149 4º) Hace que Jesús acepte esas buenas obras, por pequeño y pobre que sea el
presente para este Santo de los santos y este Rey de reyes. Cuando se presenta algo a
Jesús, por uno mismo y apoyado en la propia industria y disposición, Jesús examina el
presente y, a menudo, lo rechaza a causa de la suciedad que contrae por el amor
propio; como en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos, llenos todos de su
voluntad propia. Pero cuando se le presenta algo por las manos puras y virginales de su
Bienamada, se lo toma por su flaco, si se me permite usar este término; no considera
tanto la cosa que se le da sino a su buena Madre que la presenta; no mira tanto de
4
Luc. I, 46: “Mi alma glorifica al Señor”. Ver el comentario hace S. Bernardo, en el Sermón “En el domingo
infraoctavo de la Asunción de la B. V. María”, punto 12. Allí trata también de sus 12 prerrogativas.
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dónde viene ese presente como a Aquella por quien le viene. Así María, que jamás es
rechazada y siempre es bien recibida por su Hijo, hace recibir con agrado por Su
Majestad todo lo que le presenta, pequeño o grande: basta que María lo presente para
que Jesús lo reciba y le plazca. Es el gran consejo que daba San Bernardo a aquellos y
a aquellas a quienes conducía a la perfección: “Cuando quieras ofrecer algo a Dios, ten
cuidado de ofrecerlo por las manos agradabilísimas y dignisimas de María, a no ser que
quieras ser rechazado: Modi cum quid offere desideras, manibus Mariae offerendum
tradere cura, si non vis sustinere repulsam”. (S. Bernardo, Lib. De Aquoed.)
150 ¿No es esto lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto de los
grandes, como hemos visto?5 ¿Por qué la gracia no nos llevará a hacer lo mismo
respecto de Dios, que es infinitamente mayor que nosotros, y delante del cual somos
menos que átomos; teniendo, por otra parte, una abogada tan poderosa que jamás es
rehusada; tan industriosa, que conoce todos los secretos para ganar el corazón de Dios;
tan buena y caritativa que a nadie rechaza por pequeño y malo que sea?
Expondré más adelante6 la figura verdadera de las verdades que digo, en la historia de
Jacob y de Rebeca.
151 CUARTO MOTIVO. Esta devoción, practicada con fidelidad, es un medio excelente
para obrar de modo que el valor de todas nuestras obras sea empleado en la mayor
gloria de Dios. Casi nadie obra con este noble fin, aunque se esté obligado a ello, sea
porque no se conoce dónde está la mayor gloria de Dios, sea porque no se la quiere.
Mas, conociendo perfectísimamente la Santísima Virgen, a quién cedemos el valor y el
mérito de las buenas obras, dónde está la mayor gloria de Dios y no obrando Ella sino
para esta mayor gloria de Dios, un perfecto servidor de esta buenísima Señora, que a
Ella se ha consagrado por entero, como dijimos ya7, puede decir sin temor que el valor
de todas sus acciones, pensamientos y palabras se emplea para la mayor gloria de
Dios, a menos que revoque expresamente su ofrenda. ¿Puede encontrarse algo más
consolador para un alma que ama a Dios con amor puro y desinteresado, y que aprecia
más la gloria de Dios y sus intereses que los suyos propios?
5
Supra nº 146.
6
Ver infra, capítulo VI.
7
Ver nº 136.
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Oraciones - Día 18
LETANÍAS DEL ESPÍRITU SANTO
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Espíritu que distribuyes (vuestros dones) a cada
Después de cada invocación, decir: uno como quieres,
Ten misericordia de nosotros.
Dios, Padre celestial, Sednos propicio, perdónanos Señor,
Dios, Hijo, Redentor del mundo, Sednos propicio, escúchanos Señor,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios,
Después de cada invocación, decir: Después de cada invocación, decir:
Ten piedad de nosotros. Líbranos Señor.
Espíritu, que procede del Padre y del Hijo, De todo mal,
Espíritu del Señor, que al comienzo de la De todo pecado,
creación planeando sobre las aguas, las De las tentaciones e insidias del diablo,
fecundaste, De toda presunción y desesperación,
Espíritu por inspiración del cual han hablado los De la resistencia al la verdad conocida,
santos hombres de Dios, De la obstinación y de la impenitencia,
Espíritu cuya unción nos enseña todas las De la impureza de la mente y del cuerpo,
cosas, Del espíritu de fornicación,
Espíritu, que das testimonio de Cristo, De todo espíritu malo,
Espíritu de verdad que nos instruís sobre todas
las cosas, Después de cada invocación, decir:
Espíritu que sobreviene a María, Te rogamos, óyenos.
Espíritu del Señor que llena todo el orbe, Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo,
Espíritu de Dios que habita en nosotros, Por la Concepción de Jesucristo, hecha por tu
Espíritu de sabiduría y de entendimiento, operación,
Espíritu de consejo y de fortaleza, Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán,
Espíritu de ciencia y de piedad, Por tu advenimiento sobre los Discípulos,
Espíritu de temor del Señor, En el día del Juicio,
Espíritu de gracia y de misericordia, Pecadores,
Espíritu de fuerza, de dilección y de sobriedad, Para que, así como vivimos por el espíritu,
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz, obremos también por el espíritu,
Espíritu de humildad y de castidad, Para que, recordando que somos templo del
Espíritu de benignidad y de mansedumbre, Espíritu Santo, no lo profanemos,
Espíritu de multiforme gracia, Para que, viviendo según el espíritu, no
Espíritu que escrutas hasta los secretos de Dios, cumplamos los deseos de la carne,
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos A fin de que por el espíritu mortifiquemos las
inenarrables, obras de Ia carne,
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma Para que no te contristemos a ti, Espíritu Santo
de paloma, de Dios,
Espíritu en el cual renacemos, Para que seamos solícitos en guardar la unidad
Espíritu por el cual se difunde la caridad en del espíritu en el vínculo de Ia paz,
nuestros corazones, Para que no creamos a todo espíritu,
Espíritu de adopción de los hijos de Dios, Para que probemos a los espíritus si son de
Espíritu que en lenguas de fuego sobre los Dios,
discípulos apareciste, Para que te dignes renovar en nosotros el
Espíritu con el cual fueron los Apóstoles espíritu de rectitud,
henchidos, Para que nos confirmes por tu espíritu soberano,
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Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
Oremos. Asístanos, te pedimos, Señor, la virtud del Espíritu Santo, que purifique
clementemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.
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LETANÍAS DE LA VIRGEN
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
Ruega por nosotros santa Madre de Dios, Para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de Jesucristo
Oremos. Concédenos, Señor Dios, a tus siervos, te lo pedimos, la gracia de gozar perpetua
salud de cuerpo y alma, y por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen
María, de ser librados de la tristeza (de la vida) presente y de gozar de la eterna alegría. Por
Cristo Nuestro Señor. Así sea.
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