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Apuntes Tema 1
El hecho religioso en la historia.
Introducción
Todas las sociedades humanas, desde las primeras que somos capaces de
conocer como tales, han tenido prácticas relacionadas con la trascendencia. Desde el
paleolítico hay indicios claros de la preocupación del ser humano por el problemas del
más allá (pinturas rupestres, estatuillas, restos funerarios, etc.). Consecuentemente
podemos hablar de un fenómeno o hecho religioso íntimamente vinculado a la
experiencia del ser humano.
Así las diferentes formas asumidas por este hecho religioso (las diferentes
formas religiosas que han existido en la historia y que han sido y son íntimamente
vinculadas a aspectos culturales) configuran el hecho religioso como parte integrante
del fenómeno humano.
Las ciencias que pretenden estudiar las religiones como fenómeno presente en la
realidad humana son recientes. El estudio del hecho religioso con los métodos propios
del saber científico positivo apareció en la segunda mitad del siglo XIX. En este
sentido, el término “ciencia de las religiones” es utilizado para designar una forma de
consideración de la religión diferente de la utilizada por la teología y la filosofía no sólo
por el método, sino también por su objeto. En efecto, mientras la teología y la filosofía
se ocupaban preferentemente de Dios o de lo divino, la ciencia de las religiones se
ocupa del hecho religioso tal y como aparece en la historia. El hecho religioso que
aparece en la historia contiene por lo tanto una gran cantidad de formas que reflejan la
enorme variedad que el hecho religioso ha asumido en la historia de la humanidad en
sus culturas, en las diferentes épocas y contextos.
Para que esta última sea posible, es necesario que se tome un distanciamiento de
la religión para posibilitar una visión más objetiva de esta. Este hecho es algo propio de
la cultura grecorromana que ha asumido nuestra cultura racionalista y que no tiene
correspondencia en el ámbito cultural oriental. Este desplazamiento de la observación
desde fuera del hecho religioso como observación objetiva, es la que emplearán los
grandes viajeros y misioneros europeos autores de obras sobre los mundos visitados.
Desde los grandes viajes a Asia, luego a América y a África, llegan a Europa
innumerables datos sobre religiones desconocidas hasta este momento (las religiones
orientales, las precolombinas y las africanas). En un primer momento el descubrimiento
de otras religiones da lugar a muchas comparaciones con buenas dosis de
superficialidad entre éstas y el cristianismo, pero con la evolución del racionalismo la
religión es vista como producto cultural del ser humano. De ser así el fenómeno
religioso se convierte en algo descomponible en partes y reductible a principios
generales.
2
Chantepie de la Saussaye, Manual de historia de las religiones (1887).
absoluta. Al mismo tiempo esta experiencia se reconoce como atractiva, fascinante,
cautivadora, es algo que causa una atracción que no tiene comparaciones. La dimensión
fascinadora es dada por la presencia de un misterio que transmite confianza, ante el que
no cabe razonar sino solo cabe abandonarse. Por esto que hemos dicho, R. Otto define
lo numinoso como “misterio tremendo y fascinante” y podemos considerar esta
experiencia una manifestación universal de la experiencia religiosa.
b) Los ritos de iniciación. Son actuaciones dirigidas a dar el paso de la vida natural a lo
sagrado. Mucho son los ritos de iniciación que se dan o se han dado en la historia de las
religiones, pero básicamente hay dos momentos fundamentales que marcan la vida de la
persona: el paso de la pubertad a la madurez y el desempeño de alguna función especial
en relación con lo sagrado. El autor M. Eliade define los ritos de iniciación como un
cambio ontológico o sustancial de la existencia, tanto como el paso de la muerte a la
vida (consideremos que los ritos de iniciación suelen tener un fuerte simbolismo
relacionado con el paso de la muerte a la vida)
c) La conversión. Conversión significa cambio, paso, de un modo de ser a otro. Aquí
también se da una ruptura con la vida anterior para comenzar una nueva vida marcada
por la experiencia de la divinidad. Se da una nueva visión de la realidad acompañada
por una situación de plenitud que no ha sido buscada, sino que ha sido dada, es decir
gratuita, a la que hemos respondido también gratuitamente. Esta realidad tiene sus
correspondencias tanto en las religiones proféticas como en las orientales (la
iluminación budista por ejemplo) y todas ellas afirman una realidad nueva, liberadora a
la que se invita desde la experiencia de la nada existencial.
d) Tabú y la sacralidad. El término tabú conlleva una difícil comprensión. Al parecer es
un término originario de polinesia y las explicaciones que se han dado no son
precisamente exhaustivas. Este término ha venido entendiéndose en un significado de
prohibición y aunque esta interpretación tiene cierta coherencia no explica
satisfactoriamente esta realidad. Tabú es una potencia que se sitúa en una realidad y que
tiene la capacidad de romper con lo ordinario y hacer presente la realidad divina. Esta
realidad no puede ser manipulada (cosa que daría lugar a la magia) y no debe ser
modificada (de aquí la interpretación del tabú como prohibición).
Hemos visto que las actitudes religiosas pueden ser consideradas desde una
doble perspectiva: como extática y de reconocimiento por un lado y como salvífica por
otro lado. Ahora nos disponemos a ver las expresiones de estas actitudes que son las
formas concretas con las que el ser humano responde a la presencia de lo trascendente.
De hecho está claro que las actitudes que consideramos como generales y válidas para
todos no existen de esta forma general, sino que toman forma bajo estructuras
mundanas que hacen visible la realidad absoluta a la que se pretende dar respuesta.
Hablamos de expresiones de las actitudes religiosas que podemos definir como
estructuras simbólicas. La realidad simbólica es una realidad significante, que a partir de
lo mundano significa algo que va más allá de su realidad. Podemos distinguir o agrupar
esta realidad simbólica en cuatro niveles:
1) Expresión a nivel racional: son las expresiones racionales de la actitud religiosa
que ha tomado forma con los mitos, las profesiones de fe, dogmas y teología y
que constituye un factor importante de cohesión para el grupo que participa de la
misma actitud.
2) Expresión a nivel de acción: el ser humano expresa su actitud religiosa a través
del culto y del servicio a la divinidad que da lugar al establecimiento de lugares
o momentos que rompen la homogeneidad de lo profano para establecer un
espacio sagrado, un espacio en el que las actitudes profanas se modifican
sensiblemente al entrar en estos espacios (por ejemplo un templo) o al observar
determinados comportamientos en momentos determinados (el ramadán).
3) Expresión a nivel de sentimiento y emoción: la aparición del Misterio hace que
surja en los espacios o momentos determinados una atmosfera particular en la
que se ponen en juego sentimientos y emociones como por ejemplo en las fiestas
religiosas. Otro ámbito que despierta sentimientos y emociones es el ámbito
artístico.
4) Expresión comunitaria de la experiencia religiosa: si bien es cierto que la
experiencia religiosa es una experiencia personal e individual, realmente, y sobre
todo en culturas donde la individualidad no reviste la importancia que se le
atribuye en la nuestra, la dimensión social de esta experiencia es indudable. Más
aún podemos decir que el verdadero sujeto de la experiencia religiosa no es el
individuo sino más bien la comunidad. La expresión comunitaria de la
experiencia religiosa lleva al surgimiento de nuevas relaciones entre los
miembros de la comunidad. El individuo religioso nunca comienza a vivir su
actitud religiosa a partir de la nada. El Misterio se le muestra en unos objetos
simbólicamente transfigurados. Pero este fenómeno de transfiguración, que ya
hemos descrito, nunca es el producto de un individuo aislado. Los símbolos
tienen un origen y una vigencia sociales indudables.
b) El politeísmo
El politeísmo, como ya dijimos anteriormente, es más una forma determinada de
religiosidad que un estadio de la historia religiosa. El politeísmo es una forma de
religiosidad referida a una realidad dotada de los rasgos propios de lo divino y
representada por una multiplicidad de figuras que encarnan la condición divina de esa
realidad. El politeísmo propiamente dicho es un fenómeno históricamente reciente. De
ordinario no se da entre las poblaciones primitivas, sino que es característico de las
grandes culturas. Entre las culturas en que de hecho se ha producido se encuentran las
del Japón, la India, el Irán anterior a Zaratustra, las grandes culturas del Medio Oriente a
excepción de la hebrea, las de Egipto, Grecia y Roma, las de los pueblos germanos y
algunos de la América precolombina: aztecas y mayas. De las poblaciones primitivas
sólo pueden considerarse politeístas algunas muy aisladas de África y de la Polinesia.
Pero ¿en qué consiste lo específico de esta forma tan extendida de configuración
de la divinidad? Ya hemos visto cómo la figura del ser supremo está acompañada, en
muchas poblaciones primitivas, de una multitud de figuras intermedias que representan
otros tantos poderes capaces de influir sobre la vida del hombre y a los que éste se
dirige en las formas habituales de culto. También hemos indicado que, en determinados
casos, estas figuras intermedias, que representan poderes de la fecundidad, fenómenos
atmosféricos o símbolos más o menos relacionados con las fuerzas vitales, terminan por
relegar a la figura del ser supremo a una pasividad, a una ociosidad religiosa casi
completa. En este hecho tenemos ciertamente el primer paso que puede revestir formas
muy diversas en los diferentes contextos culturales hacia las diferentes formas de
politeísmo; pero la simple presencia de una multiplicidad de figuras que encarnan el
poder no autoriza la denominación de politeísta para la religión en la que se produce.
Los dioses del politeísmo no son simples manifestaciones del poder ni símbolos, son
verdaderos dioses: realidades que pertenecen de alguna manera a la esfera de lo
totalmente otro y con las que el hombre puede entrar en comunicación.
El politeísmo se distingue por delimitar precisamente los contornos de cada una
de las potencias mediante la atribución de un nombre, una figura concreta y una función
precisa, y, además, por establecer entre las múltiples figuras que encarnan el poder
supremo un orden y una jerarquía que dan lugar al nacimiento de un panteón. En
ocasiones la multiplicidad de las figuras y su relación se deriva de la multiplicidad de
funciones y de atribuciones, como en la «trimurti» hindú de Brahma creador, Visnú
conservador, Shiva destructor o, más claramente, en el panteón griego, que constituye
un reflejo del orden de la ciudad.
El establecimiento de una jerarquía entre los diferentes poderes suele dar lugar a
la subordinación más o menos clara de todos éstos con relación a la figura de un dios
supremo o padre de los dioses, representado de las más variadas formas: Zeus-Júpiter,
en Grecia y Roma; Marduk, en Babilonia; Ptath, Ra y Amón, en Egipto, etc
c) El monoteísmo
Para que un fenómeno religioso pueda calificarse de monoteísmo se requiere, en
primer lugar, que el término de la actitud religiosa sea un Dios. Es decir, que esté
configurado con una serie de rasgos precisos que lo hagan posible término de una
referencia efectiva del sujeto religioso. Esta primera condición excluye, sin duda, la
aplicación del término de monoteísmo a aquellos fenómenos religiosos en los que lo
divino es considerado como una fuerza o poder sobrehumano difuso por encima o a
través del universo y de la vida, o como una realidad superior al universo, y que lo
abarca y lo comprende, pero a la que se niega cualquier forma y figura que la haga
susceptible de una relación efectiva con el hombre.
Se requiere, además, que ese Dios sea uno solo, sea único. Ahora bien, en esta
unicidad de la representación de lo divino caben múltiples grados que determinan la
existencia de múltiples formas —más o menos rigurosas— de monoteísmo. Contra las
tesis ya bien conocidas del monoteísmo primitivo, R. Pettazzoni ha defendido con gran
insistencia la idea de que el monoteísmo en la historia de las religiones se presenta
siempre como fruto de una revolución. Para él es una forma religiosa posterior al
politeísmo, pero no procede del mismo por evolución, sino por revolución, es decir que
es fruto de una plenitud de vida religiosa que se ha realizado pocas veces en el curso de
la historia. Por eso las religiones monoteístas son tan pocas.
1.3 El diálogo Interreligioso
Por todo lo dicho hasta aquí, el hecho religioso parece ser una constante en la
historia de la especie humana. En el pasado, la mayoría de las manifestaciones
culturales o simplemente humanas de cualquier sociedad estaban vinculadas al
fenómeno religioso. En la actualidad, unas cuatro quintas partes de la población del
planeta orientan su propia vida, de algún modo, en función de su tradición o de sus
tradiciones religiosas: la religión condiciona (en diferentes grados) su manera de pensar,
de actuar y de sentir. El hecho religioso, pues, ha sido y es un elemento constitutivo de
todas las culturas, incluso de la cultura occidental, a pesar de que, en esta, se ha dado
todo un proceso de pensamiento crítico hacia la religión. Por todo esto consideramos
que conocer el hecho religioso resulta imprescindible para entender el pasado, el
presente y el futuro de la humanidad.
Además en un mundo como el en que nos encontramos a vivir en la actualidad,
en el cual, por el proceso de globalización al que estamos sometidos es frecuente
convivir con personas de otros países, culturas y religiones, se hace necesario conocer la
fe que cada uno profesa, y saber dar razón de las propias creencias. El diálogo entre las
religiones pasa por el mutuo conocimiento y por la puesta en común del conjunto de
creencias, ritos y tradiciones para, desde ese compartir, encontrar las afinidades y
puntos comunes, dar la medida justa a las diferencias y buscar una convivencia pacífica,
tan necesaria como posible. Todos los miembros de las distintas religiones estamos
llamados a convivir en un determinado lugar creando lazos de amistad y solidaridad,
ayudando a todos los miembros de la sociedad a superar los prejuicios y respetar los
derechos humanos de todos sus miembros.
Por eso se entiende por diálogo interreligioso el establecimiento de una
comunicación entre miembros de tradiciones religiosas diferentes en una actitud de
mutuo respeto e igualdad. Una comunicación que se puede realizar a distintos niveles,
vital, verbal, espiritual, de acción, etc., pero siempre en una actitud de querer compartir,
conocer y colaborar. Un querer buscar juntos la “Verdad” con mayúsculas. En esta
óptica leemos el siguiente párrafo:
“No me corresponde a mí criticar las Escrituras de las demás religiones, o señalar sus
defectos. Más bien mi privilegio es, y debería ser, proclamar y practicar las verdades que
hay en ellas. No debo, pues, criticar o condenar cuestiones del Corán o de la vida de
Mahoma que no puedo entender, sino que debo aprovechar todas las oportunidades que se
me presenten para expresar mi admiración por aquellos aspectos de su vida que soy capaz
de apreciar y comprender. Ante las cuestiones que presentan dificultad, trato de verlas a
través de los ojos de mis amigos musulmanes, a la vez que trato de entenderlas con la ayuda
de especialistas suyos que comentan el Islam. Únicamente a través de tal aproximación
reverente a las demás creencias diferentes de las mías es como puedo practicar el principio
de igualdad de todas las religiones. Y a la vez, es simultáneamente mi derecho y mi deber
señalar los defectos del Hinduismo para purificarlo y mantenerlo puro. Así mi propia
experiencia es que las críticas de los no-hindúes sobre el Hinduismo me ayudan a descubrir
la limitaciones de mi religión, a la vez que me enseñan a ser prudente antes de lanzarme a
criticar el Islam o el Cristianismo y a sus fundadores”4 (Gandhi).
4
Gandhi, Truth is God, Navajivan Trust, Ahmadabad, 1955, 59-60
descubrimiento de las respectivas convicciones religiosas. El reconocer y respetar al
otro son expresiones esenciales de la convivencia humana. Esto también es esencial
entre religiones, pero a menudo no es fácil cuando un grupo es dominante frente a otros
que son minorías. Se pueden producir intentos de asimilación y de etnocentrismo.
Los protagonistas del diálogo interreligioso son hombres y mujeres que dan vida a
las tradiciones religiosas. No sólo los expertos, los estudiosos o los líderes de una
tradición son los encargados de llevar a cabo este diálogo, sino también los hombres y
mujeres que, sin ser “especialistas”, viven y sienten sus creencias.
El primer elemento imprescindible para iniciar un diálogo es tener una actitud de
apertura al otro. Esto significa el querer conocer al otro, y al mismo tiempo que se
conoce la tradición religiosa del otro estar dispuesto a transformar y enriquecer la propia
tradición religiosa con lo que nos aporta el otro.
Combinar sabiamente el compromiso con la propia tradición y la apertura confiada
a la novedad que el otro me puede aportar, es decir al mismo tiempo que se conoce la
tradición religiosa del otro, estar dispuesto a transformar y enriquecer la propia. El
diálogo es un proceso largo que necesita energía y fortaleza para no desanimarse a
pesar de la lentitud o los contratiempos. El diálogo interreligioso es antes que nada el
establecimiento de una relación con el otro y para esto hace falta tiempo. No se puede
pensar que es algo que se puede realizar en un abrir y cerrar de ojos, y que
conseguiremos grandes éxitos enseguida. Por supuesto el diálogo tiene que ser sincero y
sin dobles intenciones.
B. El diálogo de las obras: un diálogo que promueve la paz y la justicia. Las religiones
están llamadas a promover conjuntamente la paz y la justicia en el mundo. Realizar
proyectos conjuntamente a nivel del barrio, la ciudad, etc. Miembros de diferentes
religiones trabajando juntos en un espíritu de respeto y aceptación, cada uno
encontrando sus motivaciones en su propia tradición religiosa. Trabajar
conjuntamente compartiendo valores comunes.
Hoy en día, todos somos conscientes de los cambios sociales que se están
produciendo fruto de los movimientos migratorios. La convivencia pacífica de todos los
ciudadanos es un desafío y una oportunidad. Mientras que en el pasado las fronteras
eran prácticamente infranqueables, casi impenetrables y en la mayoría de los casos una
cultura se identificaba con una determinada religión, hoy en día la movilidad de las
personas, aunque con matices importantes, está en aumento, y cultura y religión ya no
están tan estrictamente identificadas; en el futuro la pluralidad, tanto cultural como
religiosa, cada vez más se irá convirtiendo en la realidad dominante. Por tanto tenemos
que aprender a convivir juntos de un modo constructivo y no agresivo. De esto
dependerá también la credibilidad de las religiones y su mutuo enriquecimiento. Por
esta razón, es imprescindible aprender y construir juntos el respeto, colaboración,
libertad, reciprocidad y el diálogo.
Normalmente conocemos las grandes religiones más por lo que las diferencia que
por lo que las une. Conocemos el llamado doble rostro de las religiones: su capacidad para
fomentar guerras y también su capacidad para concretar la paz entre naciones. Es
indispensable que hoy las religiones se sometan a una confrontación constructiva en favor
de la paz. Sin paz religiosa no puede haber paz entre naciones. Se necesita por tanto un
diálogo interreligioso en orden a un acuerdo entre las diferentes religiones para una "pax
religiosa". Son éstas, las grandes religiones, las que pueden hablar a las conciencias de
millones de hombres y mujeres para movilizarlos en favor de unos principios para vivir en
la práctica. Ya tenemos signos concretos de un compromiso entre todas las religiones
cristianas y no cristianas por la paz. Así lo testimonian los encuentros tenidos en varias
partes del mundo hasta el celebrado en Asís en 1986.
En base a la experiencia de los encuentros entre religiones no puede haber paz
religiosa sin una clarificación del problema de la verdad. Ante este problema se crean
normalmente tres estrategias o actitudes: el aislamiento, la indiferencia y el abrazo. El
camino correcto no puede ser otro que una seria autocrítica dentro de cada religión. Esto se
debe hacer a través de una vuelta a las fuentes en donde se encuentran los elementos,
inmanentes a las mismas religiones, para una dura crítica de sí mismas. Está claro que
ninguna religión puede prescindir de sus propios criterios específicos de verdad pero
también hay que considerarlos limitados frente a las otras religiones. Habría que someter a
debate los criterios éticos generales por los cuales las religiones han sabido afirmarse como
realmente creíbles aún apoyándose en lo absoluto.
Es justamente esta capacidad de las religiones de afirmación de lo realmente
humano la que constituye una base para formular una ética de corte mundial. Un principio
general en este sentido sería: “¡Es bueno para el hombre lo que realmente le ayuda a ser
verdaderamente hombre!”5.
Si bien es verdad que el diálogo interreligioso es un evento que ha tomado un gran
relieve en el siglo XX, también es verdad que las religiones "entienden de forma diferente
los fines y las modalidades de éste".6 Está claro que para las religiones es algo sumamente
difícil relativizar la propia verdad y la consiguiente cosmovisión que de ella deriva. Lo
mismo se puede decir en relación al consenso sobre lo humano. Las diferentes
comprensiones de lo humano encontrarían muchas dificultades en conciliarse entre ellas.
Es en el plano ético donde, según Küng, se tendría que dar un consenso en base a la
reconocida autoridad que las grandes religiones tienen en este campo. Es posible que frente
a problemas graves y de alcance mundial, se de una unión entre las religiones en orden a
un testimonio conjunto a la humanidad, como acaeció por ejemplo en Asís (27-10-1986)
en el día mundial de las religiones para la paz. Pero también es verdad que se pueden
definir estos acontecimientos más como impulso profundo de toda religión entendido
como desafío contra la muerte, que como voluntad intelectual de relativizar la propia
verdad. Quizá haya que esperar que estos acontecimientos desborden en su nivel práctico-
testimonial al lento diálogo teológico-racional.
5
Küng H. Proyecto de una ética mundial, Madrid 1992, p. 116
6
P. Rossano, I perché dell' uomo e le risposte delle grandi religioni, Milano 1987.
conocen a Cristo y su Evangelio, y que en su gran mayoría pertenecen a otras religiones.
Dios llama a sí a todas las gentes en Cristo, queriendo comunicarles la plenitud de su
revelación y de su amor; y no deja de hacerse presente de muchas maneras, no sólo en cada
individuo, sino también en los pueblos mediante sus riquezas espirituales, cuya expresión
principal y esencial son las religiones, aunque contengan «lagunas, insuficiencias y
errores». Todo ello ha sido subrayado ampliamente por el Concilio Vaticano II y por el
Magisterio posterior, defendiendo siempre que la salvación viene de Cristo y que el diálogo
no dispensa de la evangelización.” (Redemptoris Missio, 55)
“No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente
con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios
Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la
Escritura: "el que no ama, no ha conocido a Dios" (1 Jn 4,8). Así se elimina el fundamento
de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los
pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.”
(Nostra Aetate, n.5)
“De aquí deriva el espíritu que debe animar este diálogo en el ámbito de la misión. El
interlocutor debe ser coherente con las propias tradiciones y convicciones religiosas y
abierto para comprender las del otro, sin disimular o cerrarse, sino con una actitud de
verdad, humildad y lealtad, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada uno. No debe
darse ningún tipo de abdicación ni de irenismo, sino el testimonio recíproco para un
progreso común en el camino de búsqueda y experiencia religiosa y, al mismo tiempo, para
superar prejuicios, intolerancias y, malentendidos. El diálogo tiende a la purificación y
conversión interior que, si se alcanza con docilidad al Espíritu, será espiritualmente
fructífero.”(RM 56)
También el Papa Francisco ha tocado el tema del diálogo interreligioso en su Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium. Según la exhortación, y haciendo referencia a las palabras de la
Redemptoris Missio de Juan Pablo II dice que “La verdadera apertura implica mantenerse firme en
las propias convicciones más hondas, con una identidad clara y gozosa, pero <abierto a
comprender las del otro> y <sabiendo que el dialogo realmente puede enriquecer a cada uno>”.
Insiste además en que el diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo,
en una actitud de apertura que a pesar de las dificultades (entre las que señala los
fundamentalismos existentes en las religiones) es criterio básico para servir la justicia y la paz en
un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales.
Bibliografía
Introducción
Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras a través de los
profetas “últimamente, en estos días nos habló por su Hijo” (Heb 1, 12), vino el Hijo,
enviado a los hombres para vivir entre ellos y manifestarles los secretos de Dios:
Jesucristo, el Verbo hecho carne, habla palabras de Dios y lleva a cabo la obra de la
salvación. A través de su vida, palabras y obras, y sobre todo su muerte y resurrección,
Cristo completa la revelación y confirma la salvación del pecado y de la muerte.
Sin duda alguna, una de las más importante constataciones de la influencia del
cristianismo en la cultura es el calendario. El cambio del computo del paso del tiempo
fijando en el nacimiento de Jesús un antes y un después histórico es un elemento que
nos hace ver como el calendario civil está marcado por acontecimiento de la religión
cristiana. Hoy usamos este elemento de forma totalmente inconciente pero no ha sido
así a lo largo de la historia donde los intentos de medir el paso del tiempo han sido muy
1
Davie Grace, Sociología de la religión, Madrid 2011.
2
G. Theissen, Sociología del movimiento de Jesús, Santander 1997.
diferentes. Anexo al calendario recordar las numerosas fiestas y acontecimiento
religiosos cristianos contemplados en el calendario litúrgico. Podemos constatar además
la cantidad de fiestas establecidas por el calendario litúrgico están presentes en nuestra
sociedad.
Por otro lado a nivel cotidiano podemos darnos cuenta de la raíz cristiana de los
nombres que usamos para las personas y que tienen su origen en personajes bíblicos y
en el santoral cristiano. Así a nivel artístico, podemos constatar la gran influencia del
cristianismo a todos los niveles (arquitectura, escultura, pintura, artes escénicas, cine).
Las religiones constituyen una forma de saber que integra en su contenido una
idea del mundo, una idea del hombre, y una idea de la sociedad. No se puede
comprender bien una cultura sin sus claves religiosas. Ese saber religioso comporta
también una moral, unos códigos éticos por los que se han regido y se rigen millones de
personas. Ese saber ha generado además de unas normas de comportamiento, unas
determinadas formas de sensibilidad que se manifiestan en el arte, en la música y en la
literatura. Todo ello forma parte del acervo cultural humano, y no es sólo vestigio del
pasado, sino que está ahí vivo, en evolución y en permanente creatividad.
Incluso podemos interpretar como influencia religiosa todo el fenómeno crítico
que quiso demostrar la no existencia de Dios, que conocemos como ateísmo. El rechazo
a la religión que se ha dado sobre todo en el ámbito del pensamiento europeo ha sido
fruto de la gran influencia que la religión cristiana ha tenido en la sociedad. Las críticas
a la religión surgen justamente a partir del reconocimiento de esta influencia y de la
voluntad de salvar al hombre a través de la negación de Dios acusado de traer todos los
peores males sociales. Si la religión ha sido nefasta para el ser humano lo que hay que
hacer es eliminarlas para liberar éste de las situaciones inaceptables en las que se
encuentra. Está claro que en todo este debate la distinción entre lo que es el hecho
religioso cristiano en sí y los condicionantes históricos particulares que se han ido
cristalizando en la sociedad se han a menudo confundido entre si y todo es medido por
el mismo rasero.
Las religiones en el orden práctico han sido y siguen siendo unas grandes
generadoras de energía intelectual, moral y social que han producido innumerables
manifestaciones del pensamiento, del arte, y de la sensibilidad común.
Pensemos en la gran influencia del cristianismo en el ámbito del pensamiento filosófico
occidental. Pensadores como S. Agustín, S. Tomas de Aquino, han tenido una influencia
enorme en todo el pensamiento de la cultura occidental que sigue presente hasta
nuestros días. Esto sin hablar de otros muchos autores que desde su religiosidad han ido
elaborando tratados filosóficos que han ido forjando los principios regidores de la
cultura occidental en muchos de sus aspectos.
a) Noción de valor.
Comenzamos por lo tanto acercándonos a la noción de valor, noción que por
otro lado tiene una gran complejidad. Siguiendo al teólogo M. Vidal3 podemos fijarnos
en algunos ejemplos de noción de valor. El primero tiene que ver con Aristóteles.
Según Aristóteles existen tres formas de acción humana: la especulación (teoría); el
hacer (realizar cosas), es decir, la actividad artística y técnica en cuanto producción o
transformación de objetos exteriores al hombre, y el obrar (práxis), es decir, la acción.
Esta distinción fue recogida por los escolásticos, y a través de ella diversificaron el
orden moral en relación con el orden técnico o artístico. Por lo tanto hay diferentes tipos
de valores atendiendo al ámbito considerado. Existen valores en el ámbito intelectual,
estético, y práctico.
Además el valor es algo que tiene una peculiaridad o especificidad propia que no
puede ser comparada con otras cosas. Por una parte, hace referencia a algo específico;
como dice Ortega, “allí donde se habla de valor existe algo irreductible a todas las
demás categorías, algo nuevo y distinto de los restantes ámbitos del ser”4. Pero, por otra
parte, el valor no puede concebirse sin referencia a otras categorías, como el bien, el fin,
etc. Esta complejidad inicial que advertimos en el concepto del valor nos lleva a
preguntarnos: ¿qué es propiamente el valor? A esta pregunta han surgido contestaciones
dispares, que pueden ser agrupadas en dos vertientes: los que afirman que el valor es
una realidad subjetiva (subjetivismo axiológico) y los que sostienen que el valor es una
realidad objetiva (objetivismo axiológico)". La síntesis entre ambas tendencias nos
parece el mejor camino para definir el valor. Esta nueva estructura que interviene tiene
una dimensión subjetiva y otra objetiva. Por lo que respeta a la dimensión subjetiva, es
necesario admitir, para que se den los valores, la captación por parte del hombre.
¿Cómo? Recogemos la explicación de Ortega: «Los valores son un linaje peculiar de
objetos irreales que residen en los objetos reales o cosas, como cualidades sui generis.
No se ven con los ojos, como los colores, ni siquiera se entienden, como los números y
los conceptos. La belleza de una estatua, la justicia de un acto, no son cosas que quepa
entender o no entender. Sólo cabe 'sentirlas', y mejor, estimarlas o desestimarlas.
La dimensión objetiva de la cualidad específica del valor radica en su referencia al
hombre. Hay que interpretar el valor en referencia a la situación de la persona y del
objeto. “Si denominamos situación al complejo de elementos y circunstancias
individuales, sociales, culturales e históricas, sostenemos que los valores tienen
existencia y sentido sólo dentro de una situación concreta y determinada”.
3
Vidal M. Moral de actitudes. Moral fundamental,
4
Ortega y Gasset J. Introducción a una estimativa. Obras completas, VI (Madrid 1955). 316.
El valor es valor, en definitiva, por la referencia al hombre. Pero es necesario
pensar en un hombre contextualizado. De ahí que la relación entre los valores y su
jerarquización ha de hacerse teniendo en cuenta dicha situación del hombre y de la
humanidad en general. En resumen: el valor tiene existencia y sentido en situaciones
concretas.
Después de este ejemplo en el cual hemos visto como puede ser una
clasificación de los valores, sin entrar en valoraciones entramos ahora a considerar los
valores cristianos. Lo primero que hay que decir es que el constitutivo de los valores
cristianos es Cristo, en cuanto que es interiorizado en el vivir de cada creyente. La
fórmula de Pablo es clara y contundente: “En efecto yo por la ley he muerto a la ley, a
fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se
entregó a si mismo por mi”. (Gal 2. 19-20).
En este universo de valores cristianos si bien caben todas las clasificaciones o
ámbitos antes mencionados, nos centraremos en especial en los valores ético o morales.
El hecho religioso cristiano que conocemos a través de la Revelación da lugar a
que tome forma la expresión prácticas de la fe que es la moral. Los valores constituyen
el centro de la vida moral de la persona y si bien tienen una dimensión individual en el
sentido de que todos tenemos una escala o jerarquía de valores, no podemos dudar de
que también tienen una dimensión social y cultural que hace que éstos surjan y se
mantengan vivos a lo largo del tiempo.
Las religiones han constituido ámbitos privilegiados en los que han surgido y se
han consolidado los valores ético-culturales. Estos valores han ido variando a lo largo
de la historia y ante el reto de tener que adaptar el mensaje de la religión a diferentes
contextos culturales. Hablando del cristianismo éste ha tenido que adoptar las
enseñanzas de Jesús en un contexto israelita en el que algunos valores de su mensaje
chocaban frontalmente con la cultura judía de aquel entonces. Baste recordar el choque
que ocasionaba Jesús al curar a los enfermos en un contexto en el que la enfermedad era
considerada la expresión del pecado, o el dirigirse a Dios con el apelativo de Padre en
un contexto en el que esto se consideraba una blasfemia. Así los banquetes con los
pecadores, las diatribas con los fariseos, etc.
Son actuaciones de Jesús que revelan una serie de valores como el perdón, la
caridad con los excluidos, el amor a los demás, la igualdad de los hombres ante Dios.
Estos valores han tendido posteriormente que adaptarse a culturas como la griega y la
romana y esto supuso una transformación de las nuevas sociedades que los acogieron.
Es importante considerar que los valores del cristianismo no cambian o no han
cambiado en su esencia o en su noción como decíamos antes. Lo que si ha sufrido
variaciones es la forma concreta de aplicación. La especificad de la ética cristiana está
por lo tanto en la referencia a la persona de Jesús como acontecimiento paradigmático y
normativo para sus seguidores.
Bibliografía
Constitución “Dei Verbum” del Concilio Vaticano II sobre la divina revelación, 1965.
Grace D. Sociología de la religión, Madrid 2011.
Theissen G., Sociología del movimiento de Jesús, Santander 1997.
Hortelano A. Moral alternativa, Madrid 1998.
Vidal M. Moral fundamental, Moral de Actitudes, Madrid 1990. Cap. 11.
Catecismo de la Iglesia Católica.
Religión, Cultura y Valores
Apuntes Tema 3
Evangelio y Nueva Evangelización.
Introducción
Lo mismo que Jesús, esos primeros miembros de la iglesia son judíos. Hablan el arameo, la
lengua semítica más extendida por el Próximo Oriente. Siguen llevando una vida de judíos
piadosos: rezan en el templo, respetan las normas alimenticias, practican la circuncisión. En
una palabra, aparecen como una nueva secta del judaísmo en medio de otras muchas:
fariseos, saduceos, zelotes. Ellos son los nazarenos. Lo que les caracteriza es el bautismo en
el nombre de Jesús, la asiduidad a la enseñanza de los apóstoles, la fracción del pan
(eucaristía) y la constitución de comunidades fraternales (Hch 2, 41-47; 4, 32-35).
A los judíos de cultura aramea se añadieron pronto, en la comunidad, otros judíos de cultura
griega, los helenistas. Entre los dos grupos culturales surgió cierta tirantez. Mientras que los
doce están al frente de la comunidad hebrea, se designa a otros siete para que asuman la
responsabilidad de los helenistas (Hch 6).
1
Comby J. Para leer la historia de la Iglesia. De los orígenes al siglo XV. Pamplona 1993.
piensa que es necesario imponer la circuncisión a los nuevos cristianos, mientras que
Pablo cree que no es necesaria la circuncisión de los no-judíos para ser cristianos. La
cuestión se resuelve con la decisión tomada por Pablo y Pedro en un encuentro en
Jerusalén (conocido como el concilio de Jerusalén) en el que se acuerda que los no
judíos que se conviertan al cristianismo no tienen que circuncidarse. La importancia de
esta decisión es realmente grande si consideramos que todo judío está circuncidado al
nacer y que esta práctica constituye la señal inequívoca en la “carne” de pertenencia al
pueblo judío; el hecho que se reconozca que los que no son judíos pueden ser cristianos
sin tener que circuncidarse marca la aceptación de que el cristianismo es también para
los no-judíos, es decir para todos los pueblos. Podemos afirmar que esta decisión marca
la emancipación del cristianismo del judaísmo para volverse una religión nueva,
independiente del ámbito religioso-cultural en el que había nacido.
Siguiendo con Comby;
El evangelio pasa a Europa por el año 50. Nacen las comunidades de Filipos, de Tesalónica, de
Corinto. Pablo se dirige incluso a la capital de la cultura, Atenas. Se esfuerza en mostrar que se da
una convergencia entre la filosofía griega y el evangelio. Hasta cita a un poeta. Es inútil. “Te
escucharemos en otra ocasión” (Hch 17, 17-33).
A lo largo de su tercer viaje, Pablo visita de nuevo las comunidades de Asia y Europa. No faltan
las dificultades y Pablo se hace eco de ellas en sus cartas. Tropieza con la hostilidad de los judíos
que no aceptan su mensaje sobre Jesús y de los paganos a los que obstaculiza en su comercio
ligado a las peregrinaciones y a los templos (Hch 19). En el interior de las comunidades,
especialmente en Corinto, el entusiasmo resulta a veces desbordante: se manifiesta toda una serie
de carismas, entre los que el más espectacular es hablar en lenguas múltiples e incomprensibles
(1Cor 13-14). Pero al mismo tiempo se discute y se forman clanes opuestos (1Cor 3, 3-9); los ricos
no comparten con los pobres (1Cor 11); algunos abusan de la libertad cristiana (1Cor 5).
Un cuarto viaje conduce a Pablo a Roma, pero como prisionero. Había ido a Jerusalén a
encontrarse con Santiago y a llevarle la colecta. Para mostrar su adhesión a la tradición Judía,
acepta acudir al templo. Este gesto les pareció a algunos una provocación. Se suscitó un motín y
Pablo fue detenido. Paso dos años encarcelado en Cesarea. Apelando a su titulo de ciudadano
romano, recurrió al emperador ante el procurador, que lo envió prisionero a Roma. Tras un Viaje
accidentado, llegó a la capital del imperio.
Es así que:
El estudio de los datos que nos ofrecen los escritos del Nuevo Testamento nos permite situar las
comunidades cristianas desde Jerusalén hasta Roma: las fundadas en el Asia menor tras el
dinamismo de la Iglesia de Antioquia, las establecidas por Pablo en Grecia, las del Apocalipsis
nacidas de la irradiación de Juan, y la Iglesia de Roma de la que no sabemos quién fue el fundador.
Alrededor del año 64 d.C. Pedro y Pablo mueren bajo las persecuciones de Roma.
El historiador Tácito es quien nos da a conocer la persecución de los cristianos por Nerón. Es una
consecuencia del incendio de Roma en el año 64. Algunos autores cristianos aluden a ella, pero de
una forma muy imprecisa. Tácito acepta la fama abominable que tienen los cristianos, aunque no
los cree culpables del incendio. Nerón hace sufrir ciertamente a los cristianos el castigo de los
incendiarios. Parece ser que esta persecución no fue más allá de Roma. Tradicionalmente se
considera a Pedro y a Pablo como víctimas de Nerón.
Desde finales del siglo II, los cristianos tienen conciencia de que la universalidad de la Iglesia es
una realidad concreta. Hay cristianos por todos los rincones del mundo, es decir, esencialmente en
todo el imperio Romano. Es en oriente (Asia menor, Siria, Palestina) donde es mayor la densidad
de los cristianos, incluso fuera de las ciudades. En el momento de la última persecución, ciertas
localidades tienen una mayoría cristiana. En occidente, la evangelización progresa de manera
desigual. La densidad de los cristianos es importante en Italia central, en el Sur de España, África
(el equivalente al Magreb actual); mientras que son menos numerosos en Ilirico (Yugoslavia
actual), en Italia del norte y en Galia. En esta última región, a excepción de Lyon y algunos otros
lugares, las principales Iglesias fueron fundadas a mitad del siglo III (Toulouse, Paris, Reims,
Tréveris).
Más allá de las fronteras del imperio romano, el reino de Edesa (hoy Urfa, en Turquía) se convirtió
por el año 200. En el imperio persa, los cristianos son numerosos en la Alta Mesopotamia. A lo
largo de sus campañas contra Antioquía, el rey Sapor I (240-272) deporto a varios cristianos con
sus obispos al interior de su imperio. Pronto fueron perseguidos. Armenia se hizo cristiana hacia el
año 300 (Gregorio el Iluminador y el rey Tiridates).
Se necesitaron tres siglos para que la iglesia fuera aceptada en el imperio romano. Sin embargo, el
imperio está muy enfermo. Al morir Teodosio, en el año 395, está definitivamente dividido en dos
partes. A lo largo del siglo V, desaparece bajo el golpe de los bárbaros en occidente. En oriente se
sigue manteniendo todavía diez siglos en un territorio cada vez más exiguo. La iglesia sobrevive a
todas estas vicisitudes y se transforma profundamente. En los primeros años del siglo V, varias
poblaciones germánicas, empujadas por los hunos, atraviesan el Danubio y el Rin e invaden el
imperio romano. El año 410, Roma es tomada y saqueada por los visigodos de Alarico, que acaban
instalándose en el sur de Galia y en España. Los vándalos conquistan África del norte. San Agustín
muere en el año 430 en Hipona durante el asedio a la ciudad.
Muchos cristianos creen que ha llegado el fin del mundo; piensan que la iglesia no podrá
sobrevivir al imperio. Lentamente, la fe cristiana contribuye al nacimiento de una civilización en la
que se mezclan la herencia greco-latina y las aportaciones germánicas.
Griegos y latinos compiten por la evangelización de los países eslavos en las llanuras del Danubio.
Algunos misioneros germánicos llegaron desde Baviera a Bohemia y Moravia. Paralelamente, un
príncipe moravo había apelado a Constantinopla. El patriarca envía el año 863 a dos hermanos,
Constantino (Cirilo) y Metodio, naturales de Tesalónica, que conocían la lengua eslava. Estos
idean un alfabeto para esta lengua que había sido solamente oral hasta entonces y traducen al
eslavo los libros sagrados y los textos litúrgicos.
A finales del siglo XV aparecen las naciones modernas que intentan independizarse de esas
potencias del pasado que son el papado y el imperio de Alemania. Se produce una profunda
renovación cultural a la que se ha dado el nombre de Renacimiento. La invención de la imprenta
permite extender por todas partes los escritos de la antigüedad profana y religiosa.
Los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI abrieron la puerta a una evangelización
universal. La iglesia se hizo verdaderamente «católica». Indisolublemente mezclada al comercio, a
la colonización, a las vicisitudes de la política y de los conflictos mundanos, la evangelización
sufrió sus consecuencias y perdió con ello muchas veces su pureza. Se trata, no obstante, de un
esfuerzo considerable realizado a lo largo de tres siglos.
En el siglo XVIII, las crisis internas de la iglesia repercuten en las misiones lejanas, y las guerras
de la revolución francesa interrumpen provisionalmente las relaciones entre la iglesia y los países
de ultramar.
Los primeros misioneros de los nuevos mundos fueron ante todo los miembros de las antiguas
órdenes religiosas: mínimos, agustinos, mercedarios, carmelitas y sobre todo franciscanos y
dominicos. Con Francisco Javier (1540), los jesuitas comienzan a ir a las misiones; se convierten
en los primeros misioneros de los tiempos modernos, deseosos de una espiritualidad y de un
método apostólico.
Como acabamos de decir muchas son las causas que han llevado nuestra sociedad a
la crisis de fe presente en la actualidad. De hecho siguiendo a Comby,
A partir de mediados del siglo XVIII, se advierten ya en la iglesia algunas señales del nuevo giro
que han tomado las cosas. Se puede explicar este giro por la filosofía de la Ilustración, algunos de
cuyos partidarios atacan encarnizadamente al cristianismo. La revolución francesa se presenta
como el triunfo de las luces y de los adversarios de la Iglesia.
Con mayor o menor rapidez, el fenómeno de la secularización se extendió por toda Europa: la
existencia cotidiana se va escapando poco a poco de la tutela religiosa. Los gobiernos intentan
controlar las instituciones que constituyen el engranaje de un país: estado civil, enseñanza,
asistencia, que habían estado por mucho tiempo bajo la dependencia de la Iglesia.
Difícilmente podríamos hacer aquí una síntesis exhaustiva así que reportamos
aquí las citadas por el documento preparatorio “Lineamenta”2 del sínodo de los obispos
en su XIII asamblea “La nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana” de
20123. En este documento se describe como estamos inmersos en una importante crisis
cultural y de fe y ante esto se dibujan diferentes escenarios que motivan la necesidad de
la Nueva Evangelización que veremos en el siguiente apartado. Estos son:
El secularismo,
52. El primero de todos, dada la importancia que reviste, es el escenario cultural
de fondo. Este escenario ha sido descripto, en sus grandes líneas en el párrafo
precedente. Varias respuestas han subrayado enfáticamente la dinámica
secularizadora que anima este escenario. La secularización, que se encuentra
radicada en modo particular en el mundo occidental, es fruto de episodios y de
movimientos sociales y de pensamiento que han marcado profundamente la
historia y la identidad de dicho mundo occidental. La secularización se presenta
hoy en nuestras culturas a través de la imagen positiva de la liberación, de la
posibilidad de imaginar la vida del mundo y de la humanidad sin referencia a la
trascendencia. En estos años, la secularización no tiene tanto la forma pública de
discursos directos y fuertes contra Dios, la religión y el cristianismo, aún cuando
en algún caso estos tonos anticristianos, antirreligiosos y anticlericales se han
hecho escuchar también recientemente. Como señalan muchas respuestas, la
secularización ha asumido más bien un tono débil que ha permitido a esta forma
cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en
la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, y su existencia misma
depende de la conciencia humana.
Las migraciones,
55. Junto a este primer escenario cultural, ha sido indicado un segundo escenario,
más social: el gran fenómeno migratorio, que induce cada vez más a las personas
a dejar el propio país de origen para vivir en contextos urbanizados. De esto
2
Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria, La Nueva Evangelización para la transmisión
de la Fe cristiana. Lineamenta.
http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20110202_lineamenta-xiii-
assembly_sp.html
3
Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria, La Nueva Evangelización para la transmisión
de la Fe cristiana. Mensaje al pueblo de Dios. 2012.
deriva un encuentro y una mezcla de las culturas. Se están produciendo formas de
desmoronamiento de las referencias fundamentales de la vida, de los valores y de
los mismos vínculos a través de los cuales los individuos estructuran las propias
identidades y acceden al sentido de la vida. Unido a la expansión de la
secularización, el resultado cultural de estos procesos es un clima de extrema
fluidez, dentro del cual hay siempre menos espacio para las grandes tradiciones,
incluidas aquellas religiosas. A este escenario social está vinculado el fenómeno
denominado “globalización”, realidad de no fácil explicación, que exige a los
cristianos un agudo trabajo de discernimiento. Puede ser leída como un fenómeno
negativo, si de esta realidad prevalece una interpretación determinista, ligada
solamente a una dimensión económica y productiva. Pero también puede ser leída
como un momento de crecimiento, en el cual la humanidad aprende a desarrollar
nuevas formas solidarias y nuevos caminos para compartir el progreso de todos
hacia el bien
La economía,
56. Al escenario migratorio, las respuestas a los “Lineamenta” ha asociado
estrechamente un tercer escenario, que influye en modo cada vez más
determinante en nuestras sociedades: el escenario económico. De este escenario,
que en gran parte es causa directa del fenómeno de las migraciones, se han puesto
en evidencia las tensiones y las formas de violencia concomitantes, como
consecuencia de las desigualdades económicas provocadas dentro de las naciones
y también entre ellas. En muchas respuestas, provenientes no sólo de países en vía
de desarrollo, ha sido denunciado un claro y decidido aumento de la disparidad
entre ricos y pobres. Innumerables veces el Magisterio de los Sumos Pontífices ha
denunciado los crecientes desequilibrios entre Norte y Sur del mundo, en el
acceso y la distribución de los recursos, así como en el daño de la creación. La
continua crisis económica en la que nos encontramos indica el problema del uso
de los recursos, tanto de aquellos naturales como de los recursos humanos. De las
Iglesias, invitadas a vivir el ideal evangélico de la pobreza, se espera todavía
mucho en términos de sensibilización y de acción concretas, aunque ellas no
encuentren suficiente espacio en los medios de comunicación.
La política,
57. Un cuarto escenario indicado es el político. Desde el Concilio Vaticano II
hasta el presente, los cambios que se han verificado en este escenario pueden ser
definidos con justa razón “de época”. Con la crisis de la ideología comunista ha
terminado la división del mundo occidental en dos bloques. Esto ha favorecido la
libertad religiosa y la posibilidad de reorganización de las Iglesias históricas. El
surgimiento sobre la escena mundial de nuevos actores económicos, políticos y
religiosos, como el mundo islámico, el mundo asiático, ha creado una situación
inédita y totalmente desconocida, rica de potencialidades, pero también plena de
riesgos y de nuevas tentaciones de dominio y de poder. En este escenario, varias
respuestas han subrayado diversas urgencias: el empeño por la paz, el desarrollo y
la liberación de los pueblos; una mejor regulación internacional y una interacción
de los gobiernos nacionales; una investigación de formas posibles de escucha,
convivencia, diálogo y colaboración entre las diversas culturas y religiones; la
defensa de los derechos humanos y de los pueblos, sobre todo de las minorías; la
promoción de los más débiles; la salvaguardia de la creación y el empeño por el
futuro de nuestro planeta. Estos son temas que las diversas Iglesias particulares
han aprendido a sentir como propios, y que como tales, han de ser custodiados y
promovidos en la vida cotidiana de nuestras comunidades.
La ciencia y la tecnología,
58. Un quinto escenario es el de la investigación científica y tecnológica. Vivimos
en una época que es todavía capaz de sorprenderse de las maravillas suscitadas
por los continuos progresos que la investigación en estos campos ha logrado
superar. Todos podemos experimentar en la vida cotidiana los beneficios
ofrecidos por estos progresos. Todos dependemos cada vez más de ellos. Frente a
tantos aspectos positivos, existen también peligros de excesivas esperanzas y de
manipulaciones. La ciencia y la tecnología corren así el riesgo de transformarse en
los nuevos ídolos del presente. Es fácil en un contexto digitalizado y globalizado
hacer de la ciencia “nuestra nueva religión”. Nos encontramos frente al
surgimiento de nuevas formas de gnosis, que asumen la técnica como forma de
sabiduría, en vista de una organización mágica de la vida, que funcione como
criterio para conocer la realidad y dar un sentido a las cosas. Asistimos al
afirmarse de nuevos cultos. Éstos instrumentalizan en modo terapéutico las
prácticas religiosas que los hombres están dispuestos a vivir, estructurándose
como religiones de la prosperidad y de la gratificación instantánea.
Las comunicaciones,
59. En modo coral las respuestas a los “Lineamenta” han examinado otro
escenario, el sexto, es decir el escenario comunicativo, que hoy ofrece enormes
posibilidades y representa un gran desafío para la Iglesia. Al comienzo sólo era
característico del mundo industrializado, hoy el escenario de un mundo
globalizado puede influenciar también vastas porciones de los Países en vía de
desarrollo. No existe ningún lugar en el mundo que no pueda ser alcanzado, y por
lo tanto, no caiga bajo el influjo de la cultura mediática y digital, que se impone
cada vez más como el “lugar” de la vida pública y de la experiencia social. Basta
pensar en el uso cada vez más difundido de la red informática.
La religión,
63. Los cambios de escenario que hemos analizado hasta aquí no pueden no
ejercer también influjos sobre el modo con el cual los hombres expresan el propio
sentido religioso. Las respuestas a los “Lineamenta” ha sido que se agregue como
séptimo el escenario religioso. Esto permite comprender de manera más profunda
el retorno al sentido religioso y la exigencia multiforme de espiritualidad que
caracteriza muchas culturas y en particular las generaciones más jóvenes. Si es
verdad que el proceso secularizador en acto genera como consecuencia en muchas
personas una atrofia espiritual y un vacío del corazón, es posible también observar
en muchas regiones del mundo los signos de un consistente renacimiento
religioso. La misma Iglesia católica es tocada por este fenómeno, que ofrece
recursos y ocasiones de evangelización impensables hace algunas décadas.
Como dijo Juan Pablo II, en su discurso inaugural “Puesto que estamos ante una
crisis cultural de proporciones insospechadas en la cual van desapareciendo valores
evangélicos y aún humanos fundamentales, se presenta a la Iglesia un desafío
gigantesco para una nueva Evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo
de la inculturación del Evangelio. Es necesario inculturar el Evangelio a la luz de los
tres grandes misterios de la salvación: la Navidad, que muestra el camino de la
Encarnación y mueve al evangelizador a compartir su vida con el evangelizado; la
Pascua, que conduce a través del sufrimiento a la purificación de los pecados, para que
sean redimidos; y Pentecostés, que por la fuerza del Espíritu posibilita a todos entender
en su propia lengua las maravillas de Dios”.
El Papa Francisco asume el reto de la Nueva Evangelización. Encontramos una
síntesis del análisis del mundo actual nada más comenzar la lectura de la su Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium. En el nº52 se dice:
52. La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que
se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la
gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin
embargo, o podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive
precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El
miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados
países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen,
la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca
dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos,
acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas
y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era
del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo.
Se nos presentan una serie de desafío económicos a los que responde con un “No
a una economía de la exclusión-No a la nueva idolatría del dinero-No a un dinero que
gobierna en lugar de servir-No a la inequidad que genera violencia”, Así como desafíos
a nivel cultural como “ataques a la libertad religiosa – deterioro de las raíces culturales
debido a la globalización – proliferación de movimientos religiosos fundamentalistas o
sin dios – proceso de secularización – la familia – el individualismo , así como el gran
desafío de la inculturación de la fe y otros desafíos eclesiales.
3.3 La Nueva Evangelización
Diez años después de la clausura del Concilio Vaticano II y un año después del
Sínodo de los Obispos de 1974, el papa Pablo VI publicó la exhortación apostólica
Evangelii Nuntiandi4. En ella el papa afirmó que la Iglesia existe para evangelizar. El
anuncio del Reino de Dios y la salvación para todas las personas por medio de
Jesucristo, está en el centro mismo de la misión de la Iglesia.
Juan Pablo II por su parte, hizo de este esfuerzo evangelizador una de las piedras
angulares de su vasta enseñanza, resumida en el concepto de la nueva tarea de
evangelización a la que se enfrenta la Iglesia hoy en día, especialmente en las regiones
donde el cristianismo ha sido implantado desde antiguo. Este programa afecta en primer
lugar, una renovación constante en su esencia. Sólo recordar algunas de sus palabras: "
Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron
florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora
sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados
por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en
concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar
económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de
pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida “como si no hubiera
Dios " (Christifideles Laici 34).
4
Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi”, Pablo VI.
Como dice el documento del sínodo de los obispos en su XIII asamblea “La
nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana” de 2012 en su
número 35:
43. Las transformaciones sociales, a las cuales hemos asistido en las últimas
décadas, tienen causas complejas, tienen sus raíces lejos en el tiempo y han
profundamente modificado la percepción de nuestro mundo. El lado positivo
de estas transformaciones está a la vista de todos, evaluado como un bien
inestimable, que ha permitido el desarrollo de la cultura y el crecimiento del
hombre en muchos campos del saber. Sin embargo, estas mismas
transformaciones han dado inicio también a muchos procesos de revisión
crítica de los valores y de algunos fundamentos del modo común de vida,
que han profundamente dañado la fe de las personas. Como recuerda el Papa
Benedicto XVI, «si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios
innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores
estímulos para dar razón de su esperanza (cf. 1 P 3, 15), por otro, se ha
verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha
llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles,
como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo
único salvador y la comprensión común de las experiencias fundamentales
del hombre como nacer, morir, vivir en una familia, y la referencia a una ley
moral natural. Aunque algunos hayan acogido todo ello como una
liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace
donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su
destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las
cosas».
“Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la
misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera.
Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos
5
Carta Encíclica Redemptoris Misso, Juan Pablo II.
somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas
las periferias que necesitan la luz del Evangelio”.6
Francisco habla con una insistencia constante de una Iglesia toda ella misionera.
El significado de esta concepción de Francisco está en el dinamismo de “salida” de la
Iglesia hacia los demás. Los cristianos deben estar en la vida cotidiana con la gente,
deben acompañar a las personas, deben hacer fructificar, con paciencia el anuncio de la
Buena Nueva y debe festejar cada pequeño logro celebrándolo con gozo. Para el papa
Francisco se acabó la situación de “mera conservación” de la Iglesia y tenemos que
estar en un “estado permanente de misión”. En una trasformación de la Iglesia que no
puede demorarse más, tanto a nivel de estructura (nº 31-32) como de pastoral, dejando
de lado el “siempre se ha hecho así” siendo audaces:
45. Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las
circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto
determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no
es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo
para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la
rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el
discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el
riesgo de mancharse con el barro del camino.
48. Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones.
Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una
orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y
enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué
recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este
mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio»,
y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer.
6
Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nº 20.
Bibliografía
Comby J. Para leer la historia de la Iglesia. De los orígenes al siglo XV. Pamplona
1993.
Introducción
Por todo esto el primer paso del evangelizador es su identificación con Jesús así
como Jesús se identificó con el Padre. No será obviamente con la radicalidad y totalidad
de la identificación de Jesús con el Padre, pero en ella encuentra su inspiración.
Si miramos atentamente los evangelios veremos como el mismo Jesús tuvo que
ir descubriendo que su mensaje estaba dirigido hacia todos los pueblos. De hecho basta
con considerar como en diferentes pasajes evangélicos Jesús se sorprende al constatar
que personas no judías entienden su mensaje mejor que los propios judíos. En un primer
momento el mismo Jesús pensaba que el había sido enviado a las ovejas perdidas de
Israel, es decir a los judíos, pero poco a poco irá entendiendo que su mensaje
transciende el pueblo de Israel y es para todos los pueblos; de aquí el mandato de ir a
todas las gentes.
“el estudio de los Hechos de los Apóstoles confirmará que la Iglesia solamente se
constituye en la medida en que comprende y acepta la misión en todos y en cada uno de los
lugares del mundo”… “la comunidad lentamente, incluso con dolor, comienza a tomar
consciencia de que algo distinto está teniendo lugar a medida que el Espíritu <<dirige>> y
<<empuja>> a incluir a semijudíos (samaritanos), a gentiles individuales prosélitos … a
gentiles de rango (Cornelio y su familia) y, finalmente a gentiles en masa (en Antioquía)”. 2
1
AA.VV., La Misionología hoy, Estella (Navarra). 1987
2
Bevans S.- Shroeder R., Teologiá para la misión hoy, Estella (Navarra) 2009, p.57.
cristianos de la ortodoxia judía para abrirse a otras realidades culturales
reconocidas como también destinatarias del mensaje. La misma supervivencia del
cristianismo, como reconocen muchos teólogos, ha sido posible gracias a un
proceso de transformación cultural. Esto significa por lo tanto que la Iglesia es
misionera por naturaleza, o de otro modo la misión es la esencia de la Iglesia.
“La Iglesia es misionera por su propia naturaleza; persiste como Iglesia al
continuar la misión de Jesús, predicando, sirviendo y dando testimonio del Reino de
Dios ya inaugurado pero que todavía está en camino a la consumación, creciendo y
cambiando y dejándose transformar en el proceso.”3
La misión arranca por lo tanto desde la comunidad cristiana primera con dos
aspectos irrenunciables que son la centralidad de Jesucristo y la predicación de su
mensaje.
3
Ibid, p. 95.
4.2 Modelos de misión en la historia
Retomando diferentes pasaje de la obra de Comby J.4, podemos ver que muy
pronto fueron también evangelizadas Persia y quizás la India, pero la barrera política y
militar que constituía el imperio persa puso muchos obstáculos a esta predicación. Por
el contrario, en la parte occidental, el imperio romano había logrado la unidad de toda la
cuenca mediterránea. La circulación de personas, de mercancías y de doctrinas no
encontraba ningún tipo de obstáculos.
4
Comby J. Para leer la historia de la Iglesia. De los orígenes al siglo XV. Pamplona
1993.
En un mundo duro para ellos, los esclavos, los pobres, las mujeres y los niños son
especialmente sensibles a la buena nueva. Sus exigencias morales se oponen al
desprecio de la vida humana, al laxismo sexual de los hombres, al afán del lujo y del
dinero, que marcan a menudo la sociedad imperial. El mensaje cristiano rechaza el
relativismo religioso. No quiere ser uno más entre los otros cultos y no acepta la
divinización del estado. Tenemos aquí la explicación de una lucha de varios siglos del
imperio contra los cristianos, pero también la del atractivo cada vez mayor del evangelio
para los habitantes del imperio.
Un punto importante es que la misión extiende la Iglesia allá donde ésta todavía
no existe. Hay que tener en cuenta que por ejemplo para Pablo la Iglesia se identifica
con las mismas personas de la comunidad. Es muy ilustrativo a este respecto el uso de la
metáfora de la edificación para designar a la Iglesia. Pablo y la tradición paulina
afirman de modo directo “vosotros sois el templo de Dios” (1Cor 3,16-17; 2Cor 6,16;
Ef 2,21). Se trata de un templo que está construido por piedras vivas (1Pe 2,5) que son
cada uno de los que han aceptado el mensaje de Jesús y por ello se han bautizado como
señal de una nueva vida. La armonía y el equilibrio de este edificio y de este cuerpo se
expresan en la fraternidad y en la familiaridad entre todos sus miembros.
De un modo más concreto la Iglesia es identificada con la asamblea reunida, es
decir, con el conjunto de los cristianos de una comunidad en cuanto que se encuentran
juntos en un lugar. Es ese el momento en el que se da lectura a las cartas (1Tes 5,27;
Col 4,16), se celebra la eucaristía, se debaten las cuestiones importantes (Gál 2,14), se
experimentan los dones del Espíritu y se interpretan los acontecimientos (1Cor 11,20ss.;
14,19.23), se disciernen los carismas particulares en orden a la edificación de la
comunidad (1Cor 14,4-5).
“Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por
lo cual, este pueblo sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en
todos los tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio
creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban dispersos, determinó
congregarlos (cf. Jn 11,52). Para esto envió Dios a su Hijo, a quien constituyó en heredero
de todo (cf. Hebr 1,2), para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza del pueblo
nuevo y universal de los hijos de Dios. Para esto, finalmente, envió Dios al Espíritu de su
Hijo, Señor y Vivificador, quien es para toda la Iglesia y para todos y cada uno de los
creyentes el principio de asociación y unidad en la doctrina de los Apóstoles, en la mutua
unión, en la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hech 2,42 ss.)”. La salvación por medio
de Jesucristo se convierte en don y gracia para todo hombre y para toda la humanidad. Este
germen de salvación ya presente en cada persona requiere una adhesión libre y una acogida
desde la fe.
4.3 La misión hoy
“la realidad incipiente del Reino, puede hallarse también fuera de los confines de la
Iglesia, en la humanidad entera, siempre que ésta viva los “valores evangélicos” y esté
abierta a las acciones del Espíritu Santo que “sopla donde y como quiere” (Cfr Jn 3,8)”.
Esto quiere decir que la misión es también llevarse sorpresas como que los
valores del Reino ya están presentes en la humanidad, en sus culturas, pueblos, etc. y
que el descubrimiento de éstas nos hace ver cómo Dios sigue en su obra con la
humanidad trascendiendo los límites de la Iglesia.
La misión que corresponde a toda la Iglesia y a las iglesias locales en sus propios
contextos, puede manifestarse de manera múltiple según los diversos carismas que el
Espíritu suscita. Hoy además, si consideramos la movilidad de las personas, la
capacidad de comunicaciones y relaciones entre las personas y los pueblos, la necesidad
de crear comunión en la cada vez más plural diversidad de las iglesias particulares, se
plantean diversos interrogantes. Se abre por lo tanto un camino de reflexión y
discernimiento que no se puede considerar puramente teórico, porque tiene
consecuencias inmediatas en la praxis. Tenemos que conocer mejor nuestros “ad
gentes”, contextos o realidades humanas y responder activamente desde la constante
actualidad del mensaje de Jesús.
Desde luego, el anuncio del Evangelio requiere la comprensión de las sociedades
humanas a las cuales este mensaje se dirige. A este conocimiento contribuye el concepto
de “cultura”, creado como un instrumento válido para el análisis social. Al abrir los
ojos a la diversidad de pueblos descubrimos un pluralismo de culturas con un
dinamismo propio, no cerradas en sí mismas sino abiertas las unas a las otras. Teniendo
en cuenta este abanico de culturas será necesario entonces, avanzar en el camino del
conocimiento de los rasgos típicos de cada cultura para favorecer su desarrollo, el
enriquecimiento mutuo y el encuentro entre las culturas y los pueblos.
La resurrección de Jesús nos indica que hay una posibilidad para traspasar los
aparentes límites humanos, y esa posibilidad es el amor que no acaba nunca porque es
eterno. Lo “diverso” nos distingue del otro pero no nos aísla, ni nos limita,
sencillamente nos invita a salir de lo “nuestro” para ir al encuentro.
Así adquirimos la capacidad de poder adherirnos a rasgos culturales diversos y
adoptarlos como expresiones propias de nuestra fe incluyendo la posibilidad y apertura
al diálogo con personas de otras religiones, o maneras de pensar.
En la actualidad la misión sigue siendo para los “lugares” y personas que todavía
no conocen el mensaje de Jesucristo. Pero esto ¿Qué significa? Significa como nos dice
el rector de la Universidad Urbaniana de Roma Trevisiol A. en una conferencia sobre la
misión:
En las fuentes literarias cristianas que narran las migraciones de nuevos pueblos
asocian al sentido de “no cristiano” al de “bárbaro o incivilizado” llegando a
poner en discusión si estas poblaciones eran humanas. Esta idea se mantuvo
durante la edad media hasta el punto que el Papa Pablo III tuvo que intervenir
con un decreto para afirmar la plena humanidad de los indígenas de América
Latina, puesta en duda por algunos grupos de colonizadores católicos.
El hecho de ser diverso o de estar separado nos convierte en “pagano” del otro.
Se ha considerado “pagano” al que está más allá de la frontera, no sólo en el
sentido geográfico, sino también en el sentido cultural, ideológico y psicológico.
Un concepto de frontera que es en sí mismo arbitrario y creado por los hombres
para poner orden en la ambigüedad, para distinguir y separar según una
perspectiva histórica e ideológica contingente.
El sentido del cristianismo se encuentra en el paganismo y al contrario, en un
movimiento continuo de tensión y de reciprocidad. En el nuevo contexto de la
misión ser para los “paganos” o “ad gentes” significa sentirse destinado a vivir
dentro de la complejidad del mundo que nos rodea y descubrir las situaciones en
las cuales el Evangelio no encuentra un lugar. Será necesario promover cambios,
no en el sentido de ir de un sitio a otro siendo siempre los mismos e imponiendo
nuestros criterios, sino cambios orientados por el Evangelio que nos lleven a
cambiarnos a nosotros y que aporten cambios a nuestro alrededor.
5
Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
6
Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria, La Nueva Evangelización para la transmisión
de la Fe cristiana. Instrumentum laboris. 2012.
7
Sebastián F., Evangelizar, Madrid 2010.
- La capacidad de ser más realistas, conociendo los grandes errores de los
humanismos sin Dios, y el descubrimiento de una ley moral en perspectiva de
humanidad y de justicia.
- Las crecientes posibilidades de las ciencias y técnica.
Se abre una lista interminable a la que podríamos ir añadiendo uno tras otro
todos los rasgos de positividad y bondad en los que el mensaje del Reino actúa y se hace
presente. Y al mismo tiempo sentimos la urgencia y el empuje de que este Reino quiere
crecer y recrear nuestro mundo para hacerlo mejor. Para ello identificar las “nuevas
dimensiones”, “los ámbitos”, “las situaciones misioneras”, “los escenarios”… que
requieren una transformación, es el constante desafío de la misión actual.
Frente a la complejidad del mundo actual y a los enormes desafíos que nos
presenta se requiere un renovado ímpetu misionero en la Iglesia y en cada uno de sus
miembros en la labor propia que desempeñe en la sociedad en donde deberá manifestar
el dinamismo propio de su fe. En palabras de Pablo VI: “El hombre contemporáneo
escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los
que enseñan, es porque dan testimonio” (15). Como nos dice el n. 158 del citado
Instrumentum Laboris: “para evangelizar la Iglesia no tiene necesidad solamente de
renovar sus estrategias, sino más bien la calidad de su testimonio”.
Será necesario por lo tanto dada la amplitud de los desafíos que se nos presentan,
una mayor capacidad para la escucha, el diálogo y el trabajo en equipo dentro de las
comunidades y en la misma Iglesia, y la capacidad de colaboración y compromiso con
todos aquellos que se esfuerzan y trabajan por un mundo más humano. El conocimiento
mutuo, la solidaridad, la mayor movilidad de las personas al servicio de las
comunidades cristianas, la progresiva comunión entre las Iglesias particulares favorecen
el testimonio de la Iglesia a favor de la creación de la gran familia humana que da gloria
a Dios.
8
Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nº 49
Concluyendo y volviendo al proyecto misionero de Pablo, hay que decir que éste
es una invitación permanente a la fidelidad creativa, nunca a la repetición. Tenemos que
aprendemos a discernir los horizontes del Espíritu, las estructuras históricas y culturales
que pueden ser aptas para comunicar la buena noticia. Tenemos que aprender a no
quedarnos donde estamos, sino a salir hacia las situaciones misioneras de nuestro
mundo. Como Pablo, necesitamos presentar con libertad lo recibido del pasado para que
sea significativo en el presente y así vaya abriendo caminos al futuro.
Bibliografía
Introducción
Aunque digamos que es un libro la realidad es que es más bien una biblioteca:
73 libros cuya redacción se fue haciendo durante un milenio. Todos los escritos de la
Biblia se nos presentan también como condensaciones de vida, como momentos de su
historia convertidos en textos. Podremos estudiar su estilo, su vocabulario, su estructura.
Pero lo que sobre todo nos interesa es comulgar, por medio de ellos, en la experiencia
que testifican.
Al ser una biblioteca, la Biblia es también algo más que un libro. Es todo un
mundo, una aventura: la aventura de un pueblo atenazado por la pasión de Dios, que
tiene que hacernos nacer a nosotros, cuando lo leemos, a esa misma aventura.
La palabra "Biblia" viene del griego y significa "libros". Realmente más que un
libro debemos considerar la Biblia como una biblioteca. De hecho consta de 73 libros
divididos en dos grandes testamentos, el antiguo y el nuevo. El primero comprende la
literatura sagrada del pueblo de Israel mientras que el segundo contiene la literatura del
naciente cristianismo. El Antiguo Testamento (AT) está compuesto por 46 libros
mientras que el Nuevo Testamento (NT) tiene 27.
En criterios literarios, los muchos libros de la Biblia se reparten entre unos pocos
grandes géneros, que engloban numerosos géneros menores. Los géneros literarios son
instituciones del lenguaje, modos definidos de expresarse, de hablar y, sobre todo, de
escribir. Como cauces de expresión surgen y viven con la tradición oral, se definen por
los contenidos que transmiten y por las situaciones y ambientes de que se hacen
precisan, se desarrollan, se entrecruzan.
Para entender cualquier literatura, y en el caso la bíblica, es decisivo distinguir
los géneros literarios. Las intenciones y sentidos de un texto están confiadas a su forma.
El lector se pone en situación de entender un escrito cuando sabe de antemano si es la
página de un tratado de física, el capítulo de una novela, un soneto, un anuncio
propagandístico, un panfleto partidista, político o religioso.
Los grandes géneros que agrupan los libros de la Biblia son la historiografía, la
ley, la profecía, la apocalíptica, la sabiduría, la lírica y la carta.
La historiografía relata historia real o imaginaria, hechos humanos y
acontecimientos importantes en la existencia de una sociedad, para decir no sólo cómo
fueron, sino de qué modo fueron vividos y qué significaron. En esta categoría se alista
una gran parte del Antiguo y del Nuevo Testamento.
La ley, o el género legístico colecciona las normas y costumbres, los principios,
ordenanzas y preceptos, por los que el pueblo autor se rigió en su historia. Fuera de
algunas peculiaridades que la caracterizan, la ley bíblica tiene la forma de la legislación
de otros pueblos. Está toda encuadrada en la historia de Moisés; de aquí que se la
designe por su nombre ley mosaica.
La profecía es un género especial, acuñado en la psicología del profeta que habla
como mensajero. Se dirige como vocero de Dios a un destinatario en forma alocutiva,
con un oráculo o un corto discurso poético. Las colecciones de estos dichos, junto con
otros elementos añadidos, forman todo un bloque literario del Antiguo Testamento.
La apocalíptica es un género más singular y extraño, que deriva de la profecía y
de la sabiduría. Es relato de visiones y de sueños, revelación de acontecimientos ocultos
y próximo-futuros, en lenguaje simbólico. Aparte de numerosos libros extrabíblicos,
está representada por algunos libros y fragmentos del Antiguo Testamento y por uno del
Nuevo, la apocalipsis de Juan.
La sabiduría es fruto de la experiencia y de la reflexión humana, en forma de
sentencia, de dicho sabio o de poema temático. Según sea la forma, se presenta en
colecciones o en libros de tesis. El Antiguo Testamento incluye un grupo de libros
sapienciales.
La lírica es el género poético que expresa el impacto producido o la vivencia
despertada por una realidad en el alma del poeta. La lírica bíblica es prácticamente toda
religiosa. La tensión subjetiva la distingue de la poesía profética y de la sapiencial. Está
representada por tres libros del Antiguo Testamento y por poemas diseminados a lo
largo de toda la Biblia.
La carta es una misiva dirigida por alguien a un destinatario a distancia. El
destinatario puede ser un individuo o una colectividad. Se incluyen en la Biblia diversos
tipos de cartas. Las más significativas son las dirigidas por un apóstol a sus
comunidades. Estas constituyen una buena parte del Nuevo Testamento.
Estos siete grandes géneros representan toda la Biblia. El enfoque literario de la misma
llama a detener la atención sobre cada uno de estos géneros. Interesa, en particular, su
proceso genético y su caracterización.
En hebreo están escritos la mayor parte de los libros del Antiguo Testamento. El
arameo tiene tan sólo unos capítulos de los libros de Esdras y de Daniel (Esd 4, 8-6, 18;
7, 12-26; Dn 2, 4-7, 28; Jr 10, 11), con expresiones o vocablos sueltos en otros libros de
ambos Testamentos. En griego se conservan los siete libros llamados deuterocanónicos
del Antiguo Testamento (Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría y los dos de los
Macabeos), así como las adiciones, también deuterocanónicas, de los libros de Ester y
de Daniel. Se sabe que algunos de esos libros nacieron en hebreo o arameo; se han
encontrado partes en su lengua original. En griego se escribió también el Nuevo
Testamento, si bien se puede hablar de un Mateo arameo prior al actual y del trasfondo
arameo de otros libros.
Traducciones de la Biblia a otras lenguas comenzaron ya antes de que estuviera
concluido el mismo Antiguo Testamento, en el siglo III antes de nuestra era. La
actividad de traducir no ha cesado hasta hoy y sigue haciendo accesible esa literatura en
las diferentes lenguas del mundo.
Sabemos además que de los evangelios hay tres que son denominados
sinópticos. Esto quiere decir que si comparamos en columnas (sinopsis) los tres
evangelios podemos constatar su gran parecido. Esto se debe que los evangelistas
sinópticos han usado casi las mismas fuentes para redactar el propio evangelio.
Cronológicamente el primer evangelio fue el de Marcos (Mc), el más corto de todos.
Este evangelio es considerado como una de las fuente que usaron tanto Mateo (Mt) y
Lucas (Lc) en la redacción de los propios evangelios. Pero además tanto Mt como Lc
usaron otra fuente que se denomina “fuente Q” y que constituye el conjunto de
pequeños escritos, relatos orales que cada uno recopiló.
Por lo tanto Mt redactó su evangelio usando como fuente su propios datos, el
evangelio de Mc y pequeños escritos, relatos orales que pudo recopilar y Lc hizo lo
mismo usando como fuente el evangelio de Mc y pequeños escritos, relatos orales que
Mt no conoció. Esquemáticamente esta relación se podría representar como sigue.
Cuando leemos los evangelios tenemos que tener en cuenta que éstos no son una
biografía de Jesús. La pretensión de los evangelio no es la de transmitir la historia de
Jesús sino más bien hay que considerarlos como una “predicación escrita” en la que
prevalece la catequesis y la teología por encima de la historia en el sentido moderno de
la palabra. Los evangelistas de hecho escriben sus obras teniendo en cuenta la
comunidad a la que se dirigen y adaptan sus escritos de forma que puedan entenderse
por los destinatarios para los que están escribiendo. Así por ejemplo Mt escribe por una
comunidad del ámbito judío y esto se ve claramente por la cantidad de referencias que
hace al AT. Por eso el trabajo de recuperación del “Jesús histórico” es muy complejo
aunque en la actualidad hay muchos y muy buenos trabajos en este sentido. El evangelio
debe leerse por lo tanto recuperando el mensaje ya que constituye una catequesis para el
lector y no la literalidad de los textos que en muchos casos no responden a criterios de
historicidad.
c) El Espíritu como persona divina: En los sinópticos aparece con claridad en un pasaje
que es clave en materia cristológica y trinitaria: el Bautismo de Jesús. En esos pasajes el
Espíritu Santo, se distingue claramente del Padre y del Hijo (cfr. Mc 1, 9-11; Mt 3, 13-
17; Lc 3, 21-22).
Esta distinción personal aparece con mayor claridad en el mandato de bautizar en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (cfr. Mt 28,19).
La presencia del Espíritu Santo en Hechos es abundantísima. Entre muchas otras cosas
habla del Espíritu Santo como Aquél de quien brotan los carismas de los fieles. Es el
Espíritu el que insinúa como ha de hacerse la expansión de la Iglesia indicando a Felipe
que se acerque al eunuco de Etiopía (Hech. 8,29); es Él quien inspira a los Apóstoles las
palabras que deben decir cuando son juzgados por el Sanedrín (Hech, 8). En algunos
textos aparece en fórmulas ternarias como “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros” (2 Cor 13,13); Hay
diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero
uno mismo es el Señor; hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios. (1 Cor
12, 4, cfr. Ef 1, 3-14).
Es en la narración joánica de la Última Cena donde encontramos los textos más
explícitos en torno al Espíritu Santo como Persona: Jn 14, 16-17: “Yo rogaré al Padre, y
os enviará otro Paráclito para que permanezca con vosotros para siempre: El Espíritu de
verdad, que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; vosotros lo
conocéis, porque permanece en vosotros y está en vosotros” Jn 14, 26 : “El Paráclito, el
Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre”. Jn 15, 26: “Cuando venga el
Paráclito que yo os enviaré de parte de mi Padre, el Espíritu de verdad que procede del
Padre, Él dará testimonio de mí.”
Bibliografía
Charpentier E., Para leer la Biblia, Estella, Cuadernos bíblicos, (Navarra) 1987.
Gonzalez A., ¿Que es la Biblia y como leerla? Madrid 1971.
Religión, Cultura y Valores
Apuntes Tema 6
Manifestación de Dios en la obra creada.
Introducción
Para ello es necesario redefinir a nivel cristiano la relación entre ser humano y
naturaleza a través una relación de comunión y reciprocidad que fomente la vida en su
sentido más amplio. No es el sujeto humano individual, sino la comunidad humana que
es la imagen de Dios en la tierra. No son partes aisladas, sino la comunidad de la
creación en su totalidad la que tiene que reflejar la sabiduría y la vitalidad de Dios para
con la creación.
Todos conocemos los relatos bíblicos de la creación mucho más que otras partes
de la Biblia. Ciertamente, además, somos conscientes de que estos relatos encierran
algunas dificultades al querer armonizarlos con nuestros saberes sobre el origen de la
creación: ¿Por qué en la Biblia la creación del mundo se presenta como algo que nada
tiene que ver con nuestros conocimientos sobre estas cuestiones? ¿Es verdad lo de Adán
y Eva? ¿Si no lo es, es que la Biblia miente? Por otro lado también nos damos cuenta de
que estas preguntas quizás no estén bien planteadas, o por lo menos tienen un nivel de
banalidad que no nos satisface.
Por todo esto para hablar de fundamentos bíblicos de la creación me parece
importante, en primer lugar, entender los relatos que hablan de esto. Una primera
afirmación importante a tener en cuenta es que la Biblia no es un libro de ciencias. Por
lo menos no lo es en la acepción de ciencia que tenemos hoy en día. Como hemos visto
en capítulos anteriores la redacción de los libros bíblicos se ha prolongado a lo largo de
más de un milenio, y esto es razón suficiente como para que nosotros, lectores de hoy,
no pretendamos que quien escribiera hace dos o tres mil años tuviera los conocimientos
científicos que tenemos nosotros. Por otra parte para la Biblia lo esencial no es la verdad
“científica”, sino una determinada visión del mundo, compatible con cualquier modelo
científico moderno o futuro. Como ya vimos los escritos bíblicos tienen como objetivo
presentar la experiencia de fe del pueblo de Israel en el AT y el mensaje de Jesucristo en
el NT.
Dicho esto ante esta serie de conflictos se pueden adoptar distintas posturas. La
primera consiste en desprestigiar a las ciencias, insistiendo en que una hipótesis
científica no es una verdad indiscutible, que en caso de duda la palabra de Dios lleva
razón, etc. Es cierto que las ciencias tienen mucho camino que avanzar y que toda
hipótesis científica está sometida a revisiones continuas. Pero de aquí no puede
deducirse que la verdad de las ciencias modernas sea inferior a la “verdad científica” de
la Biblia. Aunque Galileo se equivocase al pensar que el sol estaba quieto, su modelo
del universo era más exacto que el del libro de Josué. La actitud de desprestigiar a las
ciencias, defendida todavía por algunos, carece de sentido.
b) Medio para crear. En Gen 1 Dios emplea exclusivamente su palabra. Basta que
dé una orden para que su deseo se cumpla. En Gen 2 Dios aparece como un alfarero que
moldea de arcilla a Adán, igual que a las fieras del campo y los pájaros del cielo; o
como un artista que trabaja la costilla del hombre para sacar de ella a la mujer.
Esta rápida comparación entre dos relatos paralelos demuestra que a los autores
bíblicos no les interesan primordialmente las afirmaciones científicas. Usan modelos de
su tiempo, muy diversos entre sí, porque necesitan expresarse de algún modo. Sus ideas
básicas (relación de todo lo creado con Dios, misión y puesto del hombre en el mundo,
relación entre el hombre y la mujer) son compatibles con cualquier teoría científica
presente o futura que no niegue la existencia de Dios (por otra parte, no es misión de las
ciencias afirmar ni negar dicha existencia). El que Dios haya creado al hombre sólo
mediante su palabra, a partir del barro, o por evolución a partir de unas especies
inferiores, no afecta al contenido esencial del mensaje bíblico.
283 La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas
investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros conocimientos
sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición
del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a
darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e
investigadores. Con Salomón, éstos pueden decir: "Fue él quien me concedió el
conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y
las propiedades de los elementos [...] porque la que todo lo hizo, la Sabiduría, me lo
enseñó" (Sb 7,17-21).
284 El gran interés que despiertan a estas investigaciones está fuertemente estimulado por
una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se
trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuando apareció
el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por
el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser transcendente,
inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de
Dios, ¿por qué existe el mal? ¿de dónde viene? ¿quién es responsable de él? ¿dónde está la
posibilidad de liberarse del mal?
Dicho esto podemos seguir afirmando desde la fe, que todo lo creado es obra de
Dios sin miedo ninguno a entrar en conflicto con las explicaciones científicas al
respecto. Al igual que un científico ateo pondrá toda su convicción en las teorías
científicas, la persona de fe pondrá toda su confianza en que todo lo existente tiene un
sentido que va más allá de lo material y que remite a un principio que llamamos Dios en
continuidad con la percepción que de Dios ha tenido el pueblo de Israel y Jesús mismo.
Estas palabras del catecismo nos dice que la creación no es algo ocurrido en el
pasado y que ahora simplemente podemos constatar como parte de ella. Es algo que sigue
su curso en todo momento hacia el cumplimiento del designio de Dios. Por su parte las
personas, en su autonomía, tienen parte en que esto ocurra y en esto de la creación
evidentemente nos corresponde colaborar en el cuidado de todos los seres que existen por
voluntad de Dios creador.
Por esto nos parece oportuno dedicar unas líneas dirigidas a subrayar el alcance que
tiene el concepto de ecología en nuestro mundo actual.
1
Es recurrente en varios informes como los informes del Club de Roma, Los límites del crecimiento, y Más
allá de los límites del crecimiento, o el estudio de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del desarrollo,
Nuestro futuro común.
la humanidad actual y las generaciones futuras que sabemos que vendrán solo por la
experiencia de que hasta ahora estas se han sucedido ininterrumpidamente, o de la relación
entre desarrollo y supervivencia, etc. La ecología se perfila como un problema global, que
abarca toda la existencia del ser humano en el planeta. Se trata más que nada, de
desarrollar una visión y una actitud holística de la realidad que presupone el saber
científico analítico y permita una visión de conjunto que parece imponerse por la
conciencia adquirida de la interdependencia de las cosas.
Así ante la realidad del posible deterioro irreversible del sistema ecológico, se
perfila el imperativo de convertir la lógica del dominio en lógica de comunión. La cultura
occidental desde su vertiente económica ha estado aprovechando las riquezas
medioambientales para su provecho de una forma que en los últimos siglos ha tenido una
aceleración muy grande. La extracción de materias primas, su elaboración industrial, nos
ha llevado a unos niveles de contaminación que están dañando seriamente el ecosistema
tierra. Llega el momento en el que los cristianos tenemos que tomarnos muy en serio
nuestra participación en la conservación de la creación ya que en ella se juega el futuro de
nuestros hijos y del planeta en general. Tenemos que considerar que el dominio sobre la
naturaleza ejercido por el ser humano se ha basado hasta ahora en la concepción
equivocada de que los recursos naturales fueran ilimitados. Así se han talados bosques
enteros, se han agotado recursos naturales, contaminado mares, etc.
Sería imposible que el planeta tierra pudiera producir energía suficiente para que
todos los habitantes del mundo pudieran llevar el nivel de vida de los países ricos. Parece
implícito por lo tanto que la conservación del nivel de vida de los países ricos necesita que
los demás países sigan en la pobreza en la que se encuentran. Los adelantos tecnológicos a
los que muchas veces se confían un mayor equilibrio de las grandes diferencias en los
niveles de vida de los pueblos, no parece que tengan capacidad para hacer que este
equilibrio llegue efectivamente a producirse. La brecha entre ricos y pobres sigue
aumentando. Y sigue aumentando el consumo de energía por parte de los países ricos. Esta
dinámica de consumo se revela por lo tanto como el principal factor de desestabilización
del medio ambiente.
Este proyecto de dominación hoy, frente a los hechos que se nos presentan, ha
fracasado. La ciencia nos ha irremediablemente emancipado del mito, pero no de una
simbiosis orgánica con la naturaleza entendida como ecosistema en que nos encontramos a
vivir y que tenemos que preservar para las futuras generaciones.
Desde su inteligencia y conciencia el hombre sabe que esta simbiosis es la base de
la solidaridad con la naturaleza, solidaridad que se convierte en un imperativo moral en la
actualidad que podría ser formulado así: "actúa de forma que en la máxima de tu acción el
género humano encuentre las razones y las garantías de su propia supervivencia". Como
la supervivencia del género humano es estrictamente interconectada con la de la biosfera,
hay que tener en cuenta que esto hay que aplicarlo al entero ecosistema y no reducirlo
exclusivamente al género humano. En definitiva la época moderna ha traído una
universalidad global por haber puesto en contacto los hombres de todo el mundo entre
ellos, pero estos logros de la técnica han sido utilizados de forma nefasta para dominarlo
todo.
El cuidado de la naturaleza por lo tanto pasa por la solidaridad entre los seres
humanos y entre estos y la naturaleza. Estamos llamados juntos a Dios a no abandonar la
creación sino propiciar con nuestros esfuerzos su preservación ante el grave riesgo al que
está sometida por parte del ser humano sometido a la dinámica consumista, que hace que
siga existiendo la desigualdad entre los pueblos y que los límites de la naturaleza sean cada
vez más frágiles.
6.3 Globalización y cristianismo
Por otro lado sabemos que en nuestro mundo existe una pluralidad de
situaciones culturales todas ellas conviviendo en interdependencia en cuanto a los
factores antes citados.
Hay que considerar que nosotros, no podemos conocer toda la riqueza cultural
existente y gran parte de ésta se nos queda desconocida. Junto con esta diferencia
cultural, también existen modelos diferentes de vida, de economía, de realidades
personales y sociales en cada uno de los pueblos existentes. Podemos afirmar por lo
tanto que los pueblos existentes en el mundo son fuente de aprendizaje para toda la
humanidad. Más importante aún es considerar que todos los pueblos tienen derecho a
vivir y a elegir su futuro aunque sabemos que la influencia del modelo occidental tiene
una gran impacto en todo el mundo. A pesar de esto muchos pueblos indígenas,
africanos, asiáticos, americanos, etc., aún hoy viven de forma distinta al modelo
occidental dominante. En este panorama tenemos claro que la dignidad es intrínseca a
cada ser humano y a cada pueblo sin distinción alguna de raza, religión, condición
social o económica tal y como nos dice la declaración de los derechos humanos.
El fin del desarrollo es el de satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos
y esto es algo que no hay que confundir con los medios que sirven para alcanzar el fin. El
desarrollo convencional que domina en el contexto de la globalización, confunde los
medios con los fines e identifica desarrollo con la acumulación económica; se consideran
prioritarias las necesidades materiales mientras que las no materiales no son consideradas
básicas y se considera que la única manera de alcanzar las satisfacción de las necesidades
se da proporcionando más satisfacciones materiales a los que ya tienen para que estas
puedan revertir en los que están privados de ellas. El primer objetivo del desarrollo es por
lo tanto orientar la gestión de los recursos escasos a la consecución de la satisfacción de
las necesidades humanas. La producción de objetos, los sistemas, las estructuras son
medios para satisfacer las necesidades de los sujetos con el único límite impuesto por el
ecosistema natural. Un ejemplo de esto es el llamado desarrollo a escala humana:
4
Informe de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible. Johannesburg, 2002. Plan de Aplicación
de las Decisiones de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible A/CONF.199/20. Naciones
Unidas Nueva York, 2002. Pg 47.
otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden comenzar a
realizarse desde el comienzo y durante todo el proceso de desarrollo; o sea, que la
realización de las necesidades no sea la meta, sino el motor del desarrollo mismo”.5
En este estado de cosas debemos preguntarnos sobre los valores sobre los que se
mueve este sistema globalizado y hacer un pequeño análisis de si esos valores son
compatibles con el cristianismo. Desde luego no es tarea fácil ya que seguramente
encontraremos argumentos en pros y en contra. Creo importante de todas maneras tener
en cuenta que lo que realmente se ha globalizado en este mundo no ha sido el bien de
las personas sino la economía, entendida como libre circulación de los capitales y de las
mercancías. Y esto no precisamente con el objetivo de aumentar el bienestar de los
pueblos sino con el objetivo de aumentar el beneficio de los grandes centros financieros
del mundo.
El cristianismo por lo tanto tiene que asumir la función de crítica hacia las
dinámicas de la globalización así como Jesús fue crítico con la sociedad de su tiempo.
Los valores cristianos pasan por tener en el centro de su actuación a las personas y
cuando esto no se cumple tienen el deber de denunciarlo y luchar contra las injusticias
existentes. La Iglesia, pues, y los cristianos en ella, tendrían que promover nuevas
organizaciones y estructuras transnacionales para hacer frente a las formas de injusticia
provocadas por la economía globalizada, debería apoyar y colaborar con otros
organismos internacionales para controlar las violaciones de los derechos humanos y
también graves problemas ecológicos, debería aplicar su opción preferencial por los
pobres en todo los ámbitos en los que estamos implicados y actuantes.
5
M. A. Max-Neef. Desarrollo Escala Humana. Concepto, aplicaciones y algunas reflexiones. Barcelona
1994. En htpp://dev.fecovi.org.uy
Bibliografía.
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del desarrollo, Nuestro futuro común. 1987
Naredo J. M., Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Madrid 2006.
Introducción
Los tres aspectos forman en su conjunto una lectura de lo que supone hoy en día
para nosotros, los cristianos, nuestra fe. Podemos verlos como tres pilares que sostienen
nuestra fe en que Dios está con nosotros desde el inicio de los tiempos y estará con
nosotros hasta el final como garante del sentido de todo lo que exista.
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Von Rad G., Teologia Del Antiguo Testamento, Vol 1
La alianza crea entre Yahvé e Israel una relación de propiedad. «Seré para
vosotros Dios y vosotros seréis para mí un pueblo» (Lev 26, 12). Aunque Yahvé es
dueño de toda la tierra, ha querido ligarse especialmente con ligaduras humanas, con
lazo de amor (Os 11,4) con Israel y hacerlo su propiedad entre todos los pueblos (cf. Ex
19, 5). Esta pertenencia mutua hace de Israel el pueblo elegido, separado de todos,
reservado para su servicio, «un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19, 6).
Tarea y misión de este pueblo será dar a Yahvé, y a él solo, el servicio que le pertenece.
Como propiedad mutua existe entre ambos una comunidad de intereses. Yahvé
sale garante del pueblo en todos los órdenes (cf. Ex 23, 22). Se establece una presencia
peculiar de Yahvé en medio de su pueblo. «Estableceré mi morada entre vosotros... Me
pasearé en medio de vosotros... Marcharé en medio de vosotros» (Lev 26, 11-12; cf. Dt
4, 7; Ez 48, 35). Signo de esta presencia será en los momentos iniciales el arca (cf. Ex
25, 8. 22; 40, 34; 2 Sam 7, 6; 1 Re 8, 10).
Este conjunto de relaciones vienen definidas más tarde como relaciones de amor
(cf. Dt 7, 7-8). Serán comparadas con las relaciones entre padre e hijo (cf. Is 44, 1-2; 49,
1-5; Os 11, 1-6), con las de un esposo con su esposa (Os 2-3; Jer 2-3). El amor de
Yahvé al pueblo exige de éste una respuesta también de amor, que se hará efectivo en el
cumplimiento de la voluntad de Yahvé. «Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todo tu poder, y llevarás muy dentro del corazón todos estos
mandamientos que yo te doy» (Dt 6, 5-6; cf. 10, 12).
Esta nueva alianza comienza con Jesús y se prolonga hasta el fin de los tiempos,
como alianza única y definitiva. No debemos esperar otra, porque esta alianza se
proyecta sobre toda la humanidad, más allá de la Iglesia, que es su signo y testimonio,
pero no sin ella.
«Llegarán los días –oráculo del Señor – en que estableceré una nueva Alianza con la casa
de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en
que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto... Esta es la Alianza que
estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor –: pondré mi
Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan al
Señor”. Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–.
Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado» (Jer. 31,31-
34).
A pesar de todas las infidelidades de sus criaturas, «su fidelidad permanece para
siempre» (Sal. 117,2).
Con la aparición de los profetas en Israel hay que decir que la intervención de
Dios en la historia da un paso más. La intervención de Dios en la intimidad del profeta
se realiza no para su personal provecho o disfrute. Se orienta al pueblo. El profeta es,
pues, testigo de Dios, encarnación de su gracia o de su juicio. Esto quiere decir que Dios
actúa por ellos y en ellos. Que por ellos y en ellos Dios interviene ahora en la historia.
La salvación de Dios sobre su pueblo se refiere también al resto de las naciones que
están en relación con el pueblo de Dios. Ahora, y gracias a los profetas, el pueblo de
Israel adquiere conciencia de que su Dios es el que dirige y guía la historia toda del
mundo. Todo en ella responde a un plan de Dios.
Se espera para el futuro la llegada del «profeta grande» (Dt 18, 15-20). Con el
Bautista se aviva la esperanza (cf. Jn 1, 21-25). Este profeta es reconocido en Jesús de
Nazaret. El aparece en un contexto profético (Le 1-2), actúa como los profetas, es
reconocido como tal (cf. Jn 4, 19; 6, 14; Mt 21, 11). Pero en realidad Jesús supera a los
profetas. Los «cumple» (cf. Mt 5, 17). Es «el hijo» por quien en los tiempos últimos, los
definitivos, Dios ha dirigido su palabra a los hombres (cf. Heb 1, 1-2), es la Palabra (cf.
Jn 1, 1-14).
Jesús de Nazaret, su nacimiento, su vida, su muerte y resurrección, constituyen
para el cristianismo el centro de la historia de la salvación. En él se realiza toda la
espera anhelante del pueblo de Israel. Las intervenciones de Dios en la historia por las
que salva al hombre llegan a su plenitud, tienen su cumplimiento, en el envío de su
Hijo, que se hace hombre, libra a los hombres de la esclavitud, los introduce con él en la
familia de Dios. El, su vida y su obra, constituyen el centro del plan de Dios (cf. Ef 1, 3-
19). En El, rechazado por los hombres, crucificado (cf. Hech 2, 36; 3, 13-14; 4, 10-11;
Jn 18, 15), pero constituido por Dios Mesías y Señor (cf. Hech 4, 10; 2, 24. 32-36; 3,
15), está la salvación de los hombres (Hech 4, 12). Con él han aparecido los últimos
días (Heb 1, 2), los definitivos, los días de la salvación (cf. 2 Cor 6, 2). Su muerte marca
la victoria de Dios sobre los enemigos del hombre, la realización del juicio, la expulsión
del príncipe de este mundo (Jn 12, 31; 16, 11), la hora de la restauración de la nueva y
definitiva alianza con los hombres (cf. Me 14, 22- 25 par; Heb 9, 15-28), la hora de la
apertura del paraíso (Le 23, 42-43), la hora de la donación del Espíritu y, con él, la
nueva vida y la nueva creación (Jn 19, 30-34; 20, 22; 7, 37-39; 3, 9).
Bibliografía