P-NLR 18 McCormack
P-NLR 18 McCormack
P-NLR 18 McCormack
GAVAN MCCORMACK
Sin embargo, tal como le sucede a un río helado cuando se inicia la pri-
mavera, el cambio puede llegar a un sistema largamente inmóvil con una
violencia repentina y de forma impredecible. La elección de Kim Dae
Yung como presidente de Corea del Sur en 1997 –su política denomina-
da de «sol radiante» rompía con décadas de hostilidad hacia el Norte– pro-
porcionó a la asediada RPDC una oportunidad para abrirse a inversiones
1
Centre for Nonproliferation Studies, www.globalsecurity.org. La expresión «Estado guerri-
llero» (yûgekitai kokka) se debe originalmente a Wada HARUKI, Kin Nissei to Manshu– ko– nichi
senso–, Tokio, 1992.
5
de capital desesperadamente necesarias. Pyongyang entró en negocia-
ARTÍCULOS
ciones, orgullosa pero aprensiva y vulnerable, recordando siempre su
ventaja militar local como instrumento de negociación. En julio de 2000
Kim Dae Yung viajó al norte para una cumbre histórica con Kim Yong Il;
ambos se comprometieron a una cooperación social, económica y cultu-
ral y a un progreso conjunto hacia la reunificación, en una atmósfera de
esperanza eufórica.
2
En estos momentos el futuro de ese proyecto parece incierto, después de la detención en
China de quien iba a ser el gobernador de la zona, un hombre de negocios chino-holandés.
3
Pyongyang Report 4, 3 (agosto de 2002), pp. 3-4.
6
documento estratégico de Seguridad Nacional de septiembre de 2002. En
ARTÍCULOS
Seúl, entretanto, el periodo presidencial de cinco años de Kim Dae Yung
llegará a su fin en las elecciones de diciembre 2002 sumido en un lodazal
de corrupción. Entre los candidatos que pretenden sucederle, el conser-
vador Li Hoi Chang en particular, del Gran Partido Nacional, es partidario
de un lenguaje mucho más duro hacia Corea del Norte.
Cumbre de disculpas
4
Si se produjo, no fue recogido por el reportaje de televisión que yo pude ver.
5
Declaración de Pyongyang, 17 de septiembre de 2002: http://www.mofa.go.jp/region/asia-
paci/n_korea/pmv0209/pyongyang.html.
7
les. Japón se ha resistido durante mucho tiempo a cualquier reclamación
ARTÍCULOS
de reparaciones que cabría esperar que acompañaran a una «disculpa de
corazón», y sólo se decidió a reunirse con Pyongyang tras asegurarse
de que no habría exigencia de tales reparaciones. Abandonando la larga
insistencia coreana en que el régimen colonial fue una imposición ilegal,
mantenida mediante la fuerza militar, Kim Yong Il se acomodó a la opi-
nión japonesa de que se adecuaba a la ley internacional. Ahora son
muchos los surcoreanos que lamentan aquella oportunidad perdida para
el conjunto de Corea6.
6
Véase el Hankyoreh Sinmoon de los días 18 y 24 de septiembre de 2002, citado en Yoon
KOONCHA, «Sore de mo yappari Nitchô no seijôka wo», Shûkan Kinyôbi, 18 de octubre de
2002, p. 10.
7
Según Huang Yang Yop, el secretario a cargo de asuntos internacionales que desertó en
1997 para pasarse al Sur, «cada misión concreta de cada espía tenía que ser aprobada por él
personalmente. De forma que sin duda tenía conocimiento de los principales atentados
terroristas. Ese hombre es un genio del terrorismo». Kim Hyong Hui, condenado por la
bomba de 1987 en un avión de las Líneas Aéreas Coreanas, también insiste en que las órde-
nes procedían directamente de Kim Yong Il y en que el atentado estaba destinado a crear
una atmósfera de terror para perjudicar los inminentes Juegos Olímpicos de Seúl; véase Far
Eastern Economic Review, 15 de octubre de 1998.
8
Alexander Fedorovsky, citado en Asahi Shimbun, 18 de septiembre de 2002.
8
Casa Azul –la residencia presidencial de Corea del Sur– en 1968; a la
ARTÍCULOS
bomba en Rangún que mató a varios miembros de una delegación presi-
dencial surcoreana a Myanmar en octubre de 1983; y a la explosión en el
aire del vuelo 859 de las Líneas Aéreas Coreanas sobre el mar de Andamán
en noviembre de 1987, en la que murieron 115 personas. En último tér-
mino esa confesión también pondrá a Kim Yong Il ante el problema de
apuntalar su autoridad entre los suyos. Ni que decir tiene que en los
medios de comunicación norcoreanos no apareció nada sobre los secues-
tros, los buques espías o la petición de perdón de Kim. Las conversacio-
nes se presentaron como un triunfo. El primer ministro japonés había acu-
dido a Pyongyang para pedir perdón, al fin, por las atrocidades de hace
sesenta años; y gracias al extraordinario ingenio e inteligencia de Kim,
cabía esperar que se reanudaran ahora unas relaciones normales. Sin
embargo, es seguro que más pronto o más tarde comenzarán a circular
otras versiones de lo que sucedió el 17 de septiembre; las presiones japo-
nesas para obtener un acceso libre a la investigación de la suerte de los
secuestrados acelerarán el proceso. Queda por ver si un régimen tan
identificado con la imagen de su gobernante puede sobrevivir a esa pér-
dida de prestigio por su parte: la transformación del «querido líder» semi-
divino en un político manchado y presionado que confiesa tales críme-
nes, en particular a los japoneses.
9
Daily Yomiuri Online, http://www.yomiuri.co.jp/index-e.htm, 30 de septiembre de 2002.
10
Wada HARUKI, «Can North Korea’s Perestroika Succeed?», Sekai, noviembre de 2002.
9
ARTÍCULOS Los japoneses secuestrados, 1977-1983
Vivos
1. Chimura Yasushi: secuestrado en julio de 1978 en Fukui, con 23 años; casado
con Hamamoto Fukie en noviembre de 1979 (véase más abajo); tres hijos; traduc-
tor en la Academia de Ciencias de Pyongyang.
2. Hamamoto Fukie: secuestrada en julio de 1978 en Fukui.
3. Hasuike Kaoru: secuestrado en julio de 1978 en Kashiwazaki, Niigata, con 20 años;
casado con Okudo Yukiko en mayo de 1980 (véase más abajo); dos hijos, de 21
y 18 años; traductor en la Academia de Ciencias de Pyongyang.
4. Okudo Yukiko: secuestrada en julio de 1978 en Kashiwazaki, con 22 años.
5. Soga Hitomi: secuestrada mientras iba de compras el 12 de agosto de 1978 en
la isla de Sado, donde trabajaba como niñera, con 19 años; casada con un ex mili-
tar estadounidense en 1980; dos hijas, de 19 y 17 años. (Se desconoce el paradero
de su madre, que desapareció con ella.)
Muertos
1. Arimoto Keiko, muerta el 4 de noviembre de 1988 junto a su marido e hijo,
envenenada con el gas procedente de una estufa; secuestrada en octubre de 1983
en Copenhague mientras estudiaba en Londres, con 23 años; casada con Ishioka
Toru en 1985; restos perdidos en un corrimiento de tierras en agosto de 1995.
2. Hara Tadaaki, muerto el 19 julio de 1986 de cirrosis hepática; secuestrado en
junio de 1980 en la Prefectura de Miyazaki, con 49 años; casado con Taguchi Yaeko
en octubre de 1984; sus restos desaparecieron en una inundación.
3. Ichikawa Shuichi, muerto el 4 de septiembre de 1979 ahogado (ataque al cora-
zón) en Wonsan; secuestrado en agosto de 1978 en Kagoshima, con 23 años; casa-
do con Masumoto Rumiko el 20 de abril de 1979 (véase más abajo); restos perdi-
dos en las inundaciones de julio de 1995 al reventar una presa.
4. Ishioka Toru, muerto el 4 noviembre de 1988: secuestrado el 7 de junio de 1980
en España, con 22 años; casado con Arimoto Keiko en diciembre de 1985.
5. Matsuki Kaoru, muerto el 23 de agosto de 1996 en accidente de tráfico; secues-
trado el 7 de junio de 1980 en España; sus restos fueron arrastrados por una inun-
dación pero se recuperaron más tarde; incinerado y vuelto a enterrar en una fosa
común el 30 de agosto de 2002.
6. Masumoto Rumiko, muerta el 17 de agosto de 1981 de un ataque al corazón;
secuestrada en agosto de 1978 en la Prefectura de Kagoshima, con 24 años; casa-
da con Ichikawa Shuichi el 20 de abril de 1979; restos perdidos en la inundación
de julio de 1995.
7. Taguchi Yaeko, muerta el 30 julio de 1986 en accidente de tráfico; secuestrada
en junio de 1978, con 22 años; casada con Hara Tadaaki en octubre de 1984; res-
tos desaparecidos en las inundaciones [también conocida como Lee Un Hye, la ins-
tructora de Kim Hyon Hi, agente norcoreano que puso la bomba en el vuelo 859
de las Líneas Aéreas Coreanas el 29 de noviembre de 1987].
8. Yokota Megumi, se suicida el 13 de marzo de 1993: secuestrada el 15 noviembre de
1977 en Niigata, con 13 años; casada con Kim Chol Ju in 1986; su hija Kim Hye Gyong
nació el 14 de septiembre de 1987 [también se la conocía como Ryu Myong Suk].
10
De hecho, puede que Kim calculara mal al hacer tan importantes conce-
ARTÍCULOS
siones a Tokio en la reunión del 17 de septiembre. Probablemente supu-
so que esa confesión sería la vía más rápida hacia la resolución y consi-
guiente normalización, sin prever el escándalo que la cuestión de los
secuestros provocaría en Japón. Al renunciar a cualquier reclamación de
compensaciones oficiales por los crímenes del colonialismo japonés pro-
bablemente calculó que al final recibiría fondos de «ayuda» en torno
al billón y medio de yenes, o sea, 12.000 millones de dólares, poco más
o menos equivalentes a los 500 millones de dólares pagados a Corea del
Sur en 1975, una suma muy sustancial para el Norte financieramente indi-
gente11. Sin embargo, esas sumas sólo llegarán en forma de proyectos
condicionados y serán al menos tan beneficiosas para el sector japonés
de la construcción como para Corea del Norte. Tampoco serán fácilmen-
te aprobadas por la Dieta japonesa en las actuales circunstancias de res-
tricciones presupuestarias, a las que se suma el clima de aversión popu-
lar contra Corea del Norte atizado por los medios.
Repercusiones en Japón
11
Cuando Kanemaru Shin, del Partido Liberal Demócrata, viajó encabezando una delega-
ción de parlamentarios a Pyongyang en 1990, la cifra discutida fue de 8.000 millones de
dólares; véase Asahi Shimbun, 16 de septiembre de 2002. Se dice que Richard Armitage,
vicesecretario de Estado norteamericano, comentó a Koizumi en la reunión que ambos man-
tuvieron en Tokio el 27 de agosto de 2002 que la cifra de 12.000 millones de dólares sería
la adecuada; véase el Weekly Post, 9-15 de septiembre de 2002.
12
En un mitin electoral; véase el Mainichi shimbun, 14 de octubre de 2002.
13
Shu–kan Kinyo–bi, 27 de septiembre de 2002.
11
El respetado novelista coreano-nipón Kim Sok Pon denunció tanto a
ARTÍCULOS
Corea del Norte –por los secuestros y por su acto «traidor y vergonzoso»
de abandonar la petición de reparaciones– como a Japón por su «amne-
sia histórica»14.
14
Asahi.com, 27 de octubre de 2002.
15
Yomiuri, 25 de octubre de 2002; Japan Times, 25 de octubre de 2002; Asahi Shimbun,
25 de octubre de 2002.
12
ser «entregados» (por la fuerza, como se deducía de la postura japonesa).
ARTÍCULOS
Pyongyang tenía sin duda razón al opinar que eran las propias familias
las que debían decidir dónde deseaban vivir, para lo que era indispensa-
bles que primero se reunieran en sus hogares norcoreanos. Y aunque
Pyongyang apenas insistía en ello, Tokio, al decidir que se quedaran «per-
manentemente» en Japón, parecía estar vulnerando el artículo 22 de la
Constitución japonesa, que precisa que «cualquier persona tendrá libertad
para elegir y cambiar su residencia [...]. La libertad de cualquier persona para
trasladarse a un país extranjero y para renunciar a su nacionalidad será
inviolable». Con todo, fue a los delegados norcoreanos a los que se exhor-
tó a mostrar más «sinceridad», diciéndoles que «Japón y Corea del Norte
parecían otorgar un valor diferente a la vida de las personas». Apenas un
mes después del 17 de septiembre la petición de perdón japonesa pare-
cía ya olvidada16.
16
Asahi.com, 30 de octubre de 2002; «Talks on hold until Pyongyang affirms family reu-
nion», Japan Times, 1 noviembre de 2002; Daily Yomiuri Online, 1 noviembre de 2002. Los
japoneses también anunciaron que pedirían reparaciones por los secuestrados, pese a que
Japón siempre ha descartado cualquier tipo de compensación por las «acogedoras» corea-
nas, los trabajadores esclavos y demás víctimas de la era colonial.
13
es muy escaso), dos sufrieron ataques al corazón (uno mientras nadaba),
ARTÍCULOS
otro cirrosis hepática y otra se suicidó. Además, los restos de casi todos
ellos habían «desaparecido en las inundaciones». En Japón, las exaspera-
das e incrédulas familias de las víctimas denunciaron la documentación
proporcionada por Pyongyang como una falsificación e insistieron en que
los supervivientes fueran devueltos, si era preciso «por la fuerza» (muri-
yari ni)17. Fuentes surcoreanas han sugerido que los que murieron pudie-
ron haber sido enviados a campos de trabajo en las montañas por negarse a
lo que los coreanos llaman chonhyang y los japoneses tenkô: la sumisión
a la Idea Juché («autosuficiencia»), ideología oficial de la RPDC. En Japón
se especuló con la posibilidad de que quizá simplemente supieran dema-
siado. La policía japonesa piensa ahora que puede haber muchos más
secuestrados que los que se sospechaba al principio, quizás hasta cuaren-
ta. Se habla también de gente de otras nacionalidades –europeos, árabes,
chinos– así como de más de 400 surcoreanos secuestrados, según Seúl,
desde 195318.
Historia de terror
Ni que decir tiene que las principales víctimas del Estado norcoreano son,
y siempre han sido, los propios habitantes de Corea del Norte. Existe un
17
Palabras de uno de los representantes de las familias a NHK News, 3 de octubre de 2002.
18
De una carta de la organización de familiares de los japoneses secuestrados al primer
ministro, 19 de marzo de 2002, www.geocities.co.jp. Sobre los «442 secuestrados» que según
Corea del Sur permanecen aún en Corea del Norte, véase «A Draft Bill of Indictment of Kim
Jong Il», presentado en abril de 1999 por la Conferencia Nacional por la Libertad y la
Democracia con base en Seúl.
19
«Film Guru Shin Sang Ok Tells of Kim Jong Il», Seoul Times, noviembre de 2001.
14
acuerdo general sobre los hechos básicos. Se cree que aproximadamente
ARTÍCULOS
200.000 personas –un poco menos del 1 por 100 de la población, que
ronda los 23 millones de habitantes– son mantenidas en campos de traba-
jo, y se estima asimismo que entre uno y dos millones –del 5 al 10 por 100–
han muerto de hambre; y que cientos de miles de refugiados han huido,
en su mayoría a China. Aunque la peculiar combinación de terror y movi-
lización de la RPDC ha ido perdiendo poco a poco su coherencia desde
que terminó la Guerra Fría, el sistema sigue todavía en pie, bajo la auto-
ridad absoluta del «querido líder», Kim Yong Il.
15
época consistía en no dejar «piedra sobre piedra», sembrando el terror con
ARTÍCULOS
todos los medios a su alcance20.
Corea del Norte cuenta con pocas bazas. La nuclear ha sido su comodín
durante más de una década. Hay que recordar que el país está familiari-
zado con el terror nuclear, ya que ha estado amenazado por él durante
medio siglo. En el invierno de 1950 el general MacArthur pidió permiso
para lanzar «entre treinta y cincuenta bombas atómicas», creando una
muralla de cobalto radiactivo a lo largo del istmo de la península corea-
na. Durante la guerra de Corea la Junta de Jefes de Estado Mayor deli-
beró sobre el posible uso de la bomba y estuvo a punto de lanzarla en
varias ocasiones. En la operación Hudson Harbour, a finales de 1951, se
20
Jon HALLIDAY y Bruce CUMINGS, Korea – The Unknown War, Londres, 1988; Stewart LONE
y Gavan MCCORMACK, Korea since 1850, Nueva York, 1993, pp. 119-122; Bruce CUMINGS,
«Occurrence at Nogunri bridge», Critical Asian Studies 33, 4 (diciembre de 2001).
21
Véase el informe de un superviviente, Suh SUNG, Unbroken Spirit: Nineteen Years in the
South Korean Gulag, Lanham (MD), 2001.
16
envió un B52 hacia Pyongyang simulando que iba cargado con una bomba
ARTÍCULOS
atómica con el fin de provocar el terror, como indudablemente sucedió.
Desde 1957 Estados Unidos mantuvo un arsenal de armas nucleares cerca de
la zona desmilitarizada, destinado a intimidar al norte entonces no nucleari-
zado. No se retiró hasta 1991, bajo la presión del movimiento pacifista sur-
coreano; pero Estados Unidos mantuvo sus ensayos de un bombardeo
nuclear de gran alcance sobre Corea del Norte al menos hasta 1998, y pro-
bablemente hasta ahora mismo22. La RPDC no pide que Estados Unidos se
disculpe, pero quiere que se ponga fin a la amenaza de aniquilación
nuclear, bajo la que ha vivido más tiempo que ningún otro país.
Corea del Norte sabe que el mundo está lleno de hipocresía nuclear. Los
países no nuclearizados se humillan ante el privilegio de las grandes
potencias que poseen la bomba, por más que les disguste ese monopo-
lio. Saben que la entrada en el «club nuclear» significa paradójicamente
ganarse el respeto de los actuales miembros, al mismo tiempo que una
amenaza de aniquilación para los que quedan fuera. Mientras Washington
exige que otros países renuncien a sus planes nucleares, se ha negado a
ratificar el tratado de prohibición de ensayos nucleares y reafirma su pre-
tensión de proseguir la militarización del espacio. Además de su arsenal
estimado en 9.000 armas nucleares, Estados Unidos ha utilizado en varias
ocasiones uranio empobrecido, tanto en la guerra del Golfo como en los
Balcanes; últimamente se está presionando al Congreso para que autori-
ce la producción de «potentes taladros nucleares» que podrían utilizarse
contra búnkeres y complejos subterráneos.
22
J. Halliday y B. Cumings, Unknown War, cit., pp. 128, 163; Hans KRISTENSEN, «Preemptive
posturing», Bulletin of Atomic Scientists 58, 5 (septiembre-octubre de 2002), pp. 54-59.
23
Don OBERDORFER, The Two Koreas: A Contemporary History, Londres, 1998, p. 324.
17
Estados Unidos se comprometía a avanzar hacia la «completa normaliza-
ARTÍCULOS
ción de relaciones políticas y económicas». Pyongyang, según concluye el
principal estudio sobre estos acontecimientos, utilizó la baza nuclear «bri-
llantemente, obligando al país más rico y poderoso del mundo a abrir
negociaciones y hacer concesiones a uno de los más pobres»24.
Estados Unidos fue reacia desde un principio al Acuerdo Marco; hay indi-
cios de que Washington esperaba que Corea del Norte colapsara antes de
que se instalaran los reactores. El compromiso de «2003» nunca se tomó en
serio: los retrasos fueron sistemáticos y la construcción no se inició has-
ta 2002. Hasta finales de la década, como muy pronto, no se podrá empezar
a producir energía eléctrica. Sobre el avance hacia la «completa normali-
zación» de relaciones –un aspecto decisivo del acuerdo para Pyongyang–,
el progreso ha sido igualmente lento, acelerándose sólo los últimos meses
de la presidencia de Clinton, cuando se produjo un intercambio de visi-
tas entre la mano derecha de Kim Yong Il, el mariscal Yo Myong Rok, y
la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright.
24
«Agreed Framework between the United States of America and the Democratic People’s
Republic of Korea», Ginebra, 21 de octubre de 1994; Oberdorfer, The Two Koreas, cit., p. 336.
Esa cantidad de petróleo supone únicamente el 15 por 100 del consumo anual de Corea del
Norte.
25
Véase Peter HAYES, «The Agreed Framework is Dead, Long live the Agreed Framework!»,
Nautilus Institute, octubre de 2002.
18
acusaciones, lo que serviría como excusa para desechar el Acuerdo Marco.
ARTÍCULOS
Con una actitud prepotente, Kelly exigió a Corea del Norte «que alterara
sustancialmente su comportamiento en toda una serie de cuestiones,
entre ellas los programas de armas de destrucción masiva, la fabricación
y exportación de misiles balísticos, las amenazas a sus vecinos, etc.»26.
Pero en lugar de rechazar las acusaciones, el primer viceministro Kang
Song Yu admitió –según Kelly– que estaban trabajando en el programa
de enriquecimiento del uranio y «otras armas aún más potentes».
26
Los interlocutores de Kelly en Pyongyang lo describieron como «extremadamente displicen-
te y arrogante»: Alexandre MANSOUROV, «The Kelly Process», NAPSNET, 22 de octubre de 2002.
27
«North Korea Floats Non-Aggression Pact with US to End Nuclear Crisis», Agencia France-
Presse, 25 de octubre de 2002; «North: Uranium Device Not Used», Asahi Shimbun, 29 de
octubre de 2002.
19
partir de ahora «al unísono» en cuanto a las sanciones políticas y econó-
ARTÍCULOS
micas. El 14 de noviembre la dirección de la KEDO anunció que suspen-
día las entregas de fuel a partir de la prevista para diciembre.
28
Asahi Shimbun, 19 de octubre de 2002; A. Mansourov, «The Kelly Process», cit., p. 3;
Andrew MACK, «North Korea’s Latest Nuclear Gambit», NAPSNET, Special Report, 21 de octu-
bre de 2002.
29
El 19 de septiembre una encuesta publicada en Asahi Shimbun revelaba un apoyo del
81 por 100 a las conversaciones, y del 58 por 100 en favor de avanzar hacia la normalización.
El 7 de octubre el apoyo a la reanudación de las negociaciones había caído al 44 por 100,
pero el 58 por 100 seguía apoyando el proyecto de normalización «a largo plazo»: «Poll: 88
por 100 Don’t Trust North Korea», Asahi.com.
30
Tales actos suelen ocurrir siempre que se produce una «crisis» coreana, como cuando se
estancaron las negociaciones sobre armas nucleares en 1994 y cuando la RPDC lanzó el misil
Taepodong en 1998.
20
Todo esto tiene mucho que ver con el contexto político interno. Se habla
ARTÍCULOS
insistentemente de inminentes iniciativas para desplazar a Koizumi, escin-
dir y reorganizar los principales partidos políticos e instaurar un nuevo
gobierno bajo la dirección de Ishihara Shintarô, el gobernador de Tokio,
quien comentó recientemente en Newsweek que la única forma de resol-
ver el problema de Corea del Norte sería declararle la guerra31. Antes de
eso, sus manifestaciones más famosas fueron la negación de la masacre
de Nanquín32, la llamada a las fuerzas de autodefensa japonesas a estar
dispuestas para aplastar a los delincuentes chinos y coreanos inmigrados
a Japón (Sangokujin), el rechazo de la Constitución como una imposi-
ción estadounidense y su declaración a un comité de la Dieta de que
había comenzado la Tercera Guerra Mundial para la liberación de Asia
del dominio blanco. Todo eso ha convertido indiscutiblemente a Ishihara
en el político más popular de Japón, con fuertes apoyos para convertir-
se en primer ministro. Un elemento vital de la agenda de Koizumi ha
sido recortar esos apoyos, obteniendo bajo presión el perdón de anti-
guas colonias, entre otras cosas. Desde el 17 de septiembre Ishihara ha
quedado temporalmente marginado, pero evidentemente la historia no
acaba ahí.
También existe la perspectiva, sea cual sea la fracción del Partido Liberal
Demócrata que se haga con el control del proceso de normalización –y
de los subsiguientes programas de «ayuda al desarrollo»–, de lucrativas
oportunidades de negocios para sus socios del sector de la construcción,
duramente golpeado por la recesión, en las carreteras, puentes, presas,
centrales eléctricas, vías ferroviarias y otros elementos de la infraestructu-
ra norcoreana. En la década de 1960 la fracción dominante obtuvo signi-
ficativas ganancias de operaciones parecidas cuando se normalizaron las
relaciones con Corea del Sur. Una perspectiva similar embelesa segura-
mente a los partidarios incondicionales del Estado constructor japonés:
para el doken kokka Corea del Norte representa un territorio virgen con
un potencial casi ilimitado, libre de los inconvenientes de eventuales pro-
testas de la sociedad civil33.
31
Newsweek, edición internacional, 10 de junio de 2002.
32
En diciembre de 1937 esa ciudad china cayó en manos del ejército japonés, que durante
seis semanas ejerció una represión brutal, que provocó cerca de 300.000 víctimas; véase al
respecto, por ejemplo, http://museums.cnd.org/njmassacre/ o http://www.arts.cuhk/Nan-
jingMassacre/NM.html [N. del T.].
33
Véanse interesantes especulaciones al respecto en «Struggle for control of development
project», Weekly Post, 23-29 de septiembre de 2002.
21
supondría «un golpe fatal a la influencia política y militar estadounidense
ARTÍCULOS
en Asia oriental»34. Si se relajaran las tensiones en las relaciones entre
Japón y Corea del Norte, así como entre ambas Coreas, la finalidad de las
bases estadounidenses en la zona –especialmente la de Okinawa– y la
incorporación total y absoluta de Japón al proyecto hegemónico global
estadounidense resultarían posiblemente muy cuestionables.
¿Independencia japonesa?
34
Zalmay KHALILZAD et al., «The United States and Asia: toward a New U.S. Strategy and
Force Posture» [«The Rand Report»], Washington, 2001, p. 15.
35
Véase mi «Introducción» a la 2.a edición revisada de The Emptiness of Japanese Affluence,
Nueva York, 2001; Ishida HIDENARI, Ukai SATOSHI, Komori YO- ICHI, Takahashi TETSUYA, «21 seiki
no manifesuto – datsu “parasaito nashonarizumu”», Sekai, agosto de 2000; Ishikawa Masu-
mi, Tanaka SHU- SEI y Yamaguchi JIRO- , Do- suru, Nihon no seiji, Tokio, Iwanami bukkuretto,
núm. 519, octubre de 2000, p. 52.
22
gobierno de Estados Unidos no tiene derecho a forzar una Pax Americana
ARTÍCULOS
sobre el resto de nosotros, ni a decidir unilateralmente el destino del
mundo»36.
36
Las declaraciones de Taniguchi y Takeoka aparecen en Sekai, julio de 2002, y Nihon No
Shinro, marzo de 2002; en cuanto a las de Iccho, véase http://www.city.nagasaki.nagasa-
ki.jp/abm/abm_e/heiwasengen/sengen_main_57ht.html.
37
Terashima JITSURO-, «Nazo no sakushin “1938 nen no tame ni”», Sekai, agosto de 2002; y
«Miete kita shin gaikô dokutorin», Sekai, junio de 2002.
38
«Ayaui “seigi” ni keikaishin», Asahi Shimbun, 4 de septiembre de 2002.
39
«The US and Japan: Advancing toward a Mature Partnership» [«The Armitage Report»],
Institute for National Strategic Studies, Washington, 11 de octubre de 2000.
40
Bruce CUMINGS, «Pyongyang visit a challenge to the US», http://www.asahi.com/en-
glish/asianet/column/eng_020927.html.
23
ra no se ha producido todavía, pero un número cada vez mayor de japo-
ARTÍCULOS
neses parece pensar que ya es hora, después de ciento veinte años, de
«normalizar» las relaciones con el continente, de convertirse en «Japón»
más que en la Gran Bretaña de Asia oriental. Esa consideración conlleva
no obstante con frecuencia un rechazo a reconocer el carácter desastro-
so del antiguo «Gran Japón». Sin embargo, a medida que Estados Unidos
redefine el papel de su ejército tras la Guerra Fría, es probable que se
intensifique el desasosiego japonés.
Interconexiones coreanas
41
Para las declaraciones de Norota y Nishimura, véase mi «Nationalism and Identity in post-
Cold War Japan», Pacifica Review 2, 3 (octubre de 2000), p. 256; en cuanto a las de Fukuda
y Abe, véase Sekai, agosto de 2002, pp. 53–54; y para las de Osawa, Shu-kan Kinyo-bi, 7 de
junio de 2002, p. 8.
24
tas esperanzas, parecía haber dado poco fruto. Pero también ha habido una
ARTÍCULOS
respuesta marcadamente más escéptica a las revelaciones nucleares de
Kelly y cierto recelo hacia Estados Unidos. La retórica de Washington se
añade a los obstáculos que afrontan los coreanos cuando intentan nego-
ciar con Pyongyang en muchos frentes. La descripción que dio un ex fun-
cionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de la declaración de Bush
sobre el «eje del mal» –«diplomáticamente improcedente, estratégicamen-
te imprudente e históricamente inmoral»– expresa un sentimiento muy
generalizado en el Sur42.
42
Haksoon PAIK, «What to do with the ominous cloud over the Korean peace process?»,
NAPSNET, Special Report, 19 de febrero de 2002.
43
«North Korean economic survey team to visit South Korea», AP, Seúl, 24 de octubre de 2002.
44
Cho KAPCHE, «Figures Speak for Themselves», Wolgan Chosun, septiembre de 1999; agra-
dezco esa referencia a Kim Hyung-A. La cifra de «seis millones», obviamente más retórica
que histórica, atribuye todas las bajas de la guerra de Corea a Kim Il Sung.
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ciones crearía una pesadilla social y económica para Corea del Sur, deján-
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dola con 22 millones de personas hambrientas en su frontera y un ejército
de cientos de miles de soldados que podría perder el control. Los costes de
una reunificación «de choque» –estimados en más de 3,2 billones de dóla-
res– arrastrarían la economía de Corea del Sur a la recesión, amenazando
toda la región del nordeste de Asia45.
45
Financial Times, 8 de noviembre de 2002.
46
Paik NAK CHUNG, «Habermas on National Unification in Germany and Korea», NLR 1/219
(septiembre-octubre de 1996), p. 18.
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