Políticas Públicas y Hostigamiento Sexual
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Políticas Públicas y Hostigamiento Sexual
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Para mayor información sobre el contenido de la reforma, v. Teresita de Barbieri: «Ni tanto ni tan
poco: las reformas penales relativas a la violencia sexual» en Debate Feminista, año I vol. 2, 9/1990,
pp. 345-356; y María de la Luz Lima Malvido: Criminalidad femenina: teorías y reacción social, Po-
rrúa, México, 1991, p. 368.
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El hostigamiento sexual fue uno de los temas que generó amplio debate público. A
pesar de la existencia de varias iniciativas para convertirlo en delito desde 1983 2 ,
no fue sino hasta ocho años después que los habitantes de esta urbe, en donde se
concentra al 23% de la población total del país, pudimos dotarnos de una tipología
particular para proteger a las personas, en su inmensa mayoría mujeres, de una
clara discriminación en función de su sexo.
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V. Gerardo González Ascencio: «Estudio comparativo de las diversas iniciativas de ley y trabajos
jurídicos sobre el hostigamiento sexual en México» en Estudios de género y feminismo I, Fontama-
ra-UNAM, México, 1991, pp. 203-211.
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Entre esos trabajos se destacan los del Centro de Estudios de la Mujer, de la Facultad de Psicología
de la UNAM; v. principalmente Patricia Bedolla y Blanca Elba García: «El hostigamiento sexual en
los espacios laborales» en Revista Casa del Tiempo, vol. VIII, Nº 73, 9-10/1987, México, pp. 13-17.
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Para documentar la resistencia a tipificar el hostigamiento sexual, baste como ejemplo la «Rayuela»
aparecida en el periódico La Jornada un día después de la presentación al pleno de la Cámara de
Diputados de la iniciativa de reformas mencionada (18/5/90), en donde se «alertaba» a la sociedad
sobre el peligro de que el llamado hostigamiento sexual no se fuera; a convertir en un atentado con-
tra la libertad de expresión.
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V. Artículo 259 bis del Código Penal para el Distrito Federal en materia de Fuero Común y para
toda la República en materia de Fuero Federal.
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No sólo los bienes jurídicos que tienen establecida una fuerte penalidad merecen la
tutela del Estado; requiere protección el bien jurídico de la libertad sexual que pro-
tege el hostigamiento, debido a que por desgracia la violencia sexual se ha institu-
cionalizado y las prácticas de acoso reiterado son utilizadas como forma de control
informal, que irrumpen la estabilidad de la víctima; proceso que si no se interrum-
pe en forma temprana genera una cadena creciente que culmina en daños mayores
(otros delitos sexuales)6.
Confusiones
«...Pero no importa, pégate más, morena, en este lecho de sábanas negras, tal vez
demasiado exiguo para los dos, bajo el color de estas sábanas, seda, cachondeo,
para ahuyentar el frío lluvioso en el que tú y yo estamos tiritando de miedo, gra-
cias al hostigamiento, la obscenidad y el miedo que nos inunda y erotiza, gracias a
estas nuevas leyes de la H. Cámara de Diputados, símbolo del poder legislativo,
que ya se nos metió a estas negras sábanas, así como no queriendo, así como la
mente de escritores, semiescritores, coyotes, tinterillos de tele, cine, libros o perió-
dicos, bajo los efectos de una sociedad inclemente, fluctuando en la oscuridad,
pues ya nos suprimieron el cachondeo, para que disminuya la criminología (sic)
¿sabes morena?, y yo que creí y prendí que era al revés, que la sexualidad a pesar
de su perversidad o por ello mismo equilibraba la violencia. Seguro, estoy equivo-
cado, pero pégate más aunque te mate, que ya sé que te gusta, como me gusta a mí
que tú me mates»7.
6
María de la Luz Lima Malvido: «Hostigamiento Sexual», mimeo, p. 13.
7
La Jornada, 7/8/90.
8
En artículo de Víctor Alfonso Maldonado, aparecido en La Jornada, 15/8/90.
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9
Billie Wright Dziech y Linda Weiner: Las cátedras de la lujuria. El acoso sexual en las universida-
des norteamericanas, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p. 206.
10
Ibíd: p. 207.
11
Según declaraciones a los medios de comunicación de la licenciada María de los Angeles Nava,
asesora del Procurador General de Justicia del D.F. en materia de delitos sexuales. durante 1991 se
iniciaron trece averiguaciones previas por hostigamiento sexual en las cuatro agencias especializa-
das existentes.
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Quienes sufren una experiencia de acoso han sido realistas, no cobardes, en su acti-
tud frente al riesgo de cuestionar un ambiente y una solidaridad de género en tor-
no al hostigamiento sexual. Los mitos populares se encargan de hacer aparecer a
quienes pugnamos por una forma diferente de acercamiento y comunicación entre
los seres humanos, y por lo tanto entre las mujeres y los hombres, como personas
desadaptadas, disidentes de la «normalidad». En la lucha contra esta forma de dis-
criminación, las mujeres reconocen las desventajas y saben quiénes podrían ser las
perdedoras12 .
Cualquier acción de políticas públicas debe partir de considerar como central la an-
terior situación. Lo que hoy necesitamos para erradicar la práctica del hostigamien-
to sexual, no es un mayor rigor en la pena, sino formas que ayuden a las sobrevi-
vientes a traducir la tipificación abstracta al ámbito de sus propias experiencias. In-
volucrar pues a toda la sociedad en la lucha por una relación entre los géneros, que
parta del respeto al otro, al diverso, y entienda en ello una forma de dotarse así
misma de los mecanismos útiles para la mejor relación de convivencia humana.
Convivencia que necesariamente implica la decisión mutua entre personas de se-
mejante condición en la cual los límites de la relación son entendidos y aceptados
por ambas partes. En lo anterior, no hay confusión o duda, ni sentimientos de coer-
ción o miedo13.
Comprensión y convivencia
12
B. Wright Dziech y L. Weiner: op. cit., p. 105.
13
Ibíd: p. 52.
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cia social en donde se asuma como tarea propia la vigilancia a sí misma, bajo el
riesgo de que si no se hace, se estará delegando la responsabilidad en otras institu-
ciones y fuerzas con menor sensibilidad. En esta comprensión es importante seña-
lar, una vez más, que el hostigamiento sexual, como otras prácticas características
de la violencia de género, no es asunto exclusivo de las mujeres, sino de la socie-
dad en su conjunto. El acoso, cuando es reconocido a nivel institucional como un
problema, es generalmente referido a una oficina integrada por personal femenino;
y ésta muchas veces no cuenta con la fuerza o el presupuesto suficiente para tener
un poder de transformación política real.
Resulta adecuado pensar que las funcionarias constituyen un recurso más confia-
ble para las sobrevivientes del acoso, y quizá suponer que ellas tienen estilos de
trabajo de mayor sensibilidad para ayudar a resolver las dificultades. Sin embargo,
se presenta un problema cuando el acoso sexual es visto simplemente como un
«asunto de mujeres», puesto que se le aísla y relega, además de que la transforma-
ción de los sujetos - hombres y mujeres - necesaria para contrarrestar la violencia
de género, queda incompleta. Como señalan dos autoras norteamericanas, mien-
tras más se le aleje de la atención de todos y del centro real de decisiones, más fácil
es para las instituciones desatenderlo o pasarlo por alto 14. La necesidad de desarro-
llar políticas dirigidas a comprometer socialmente a todos los sectores en el desa-
liento de la práctica del hostigamiento no es, por supuesto, una cuestión novedosa.
El marco legal para el hostigamiento sexual en Estados Unidos fue establecido en
1980, año en que la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo expidió
las Directrices del Título VII sobre el hostigamiento en el lugar de trabajo. El título
de referencia data de 1964 y en él se asienta la ilegalidad de la discriminación se-
xual como condición para el empleo. Las directrices del 80 expresan que el acoso
sexual es una violación del Título VII y que todo empleador es responsable por
cualquier, acto de que «tuviera o debiera haber tenido conocimiento», a menos que
demuestre haber tomado «una acción correctiva inmediata y apropiada»15.
Casos
En relación a lo que hemos señalado como políticas públicas, en los centros de en-
señanza media y superior de Estados Unidos existe el antecedente del Título IX de
las Enmiendas de Educación de 1972, administrado por la Oficina de Los Derechos
Civiles; en estas enmiendas - con la misma fuerza de una ley -, se prohíbe la discri-
minación sexual en contra de los estudiantes . La definición de hostigamiento se-
14
B. Wright Dziech y L. Weiner: op. cit., pp. 306-307.
15
Ibíd: p. 41.
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xual de la Oficina de Derechos Civiles fue diseñada para normar las acciones de
funcionarios encargados de atender las denuncias: «El acoso sexual, consiste en la
conducta física o verbal de naturaleza sexual, impuesta sobre la base del sexo, por
un empleado o agente de un depositario que limita, niega, distorsiona o condiciona
la asignación de ayuda, beneficios, servicios o tratamiento, protegidos por el Título
IX» 16.
Existe una ley sobre hostigamiento sexual en el empleo en Puerto Rico desde 1988,
en donde se señala de manera clara la responsabilidad del empleador en el hostiga-
miento sexual de sus empleados, si no previno con políticas públicas sobre esta
conducta al conjunto de trabajadores; la misma ley extiende la responsabilidad li-
mitada de los empleadores sobre el hostigamiento sexual de sus empleados cuan-
do los clientes hagan víctimas de esta práctica a sus dependientes y él no se haya
enterado, debiendo de haberlo sido. De acuerdo con la Ley número 17, el emplea-
dor, tanto de empresa privada como pública, tiene la obligación de cumplir con las
siguientes medidas preventivas señaladas como mínimas:
a) comunicar a todo el personal que la empresa tiene una política enérgica contra el
hostigamiento sexual en el empleo
16
Ibíd: pp. 41-42.
17
María de Jesús Pinto: «Romper el silencio» en Debates Feministas, editado por la comisión anti-
agresión y la coordinadora de grupos de mujeres de barrios y pueblos del Movimiento Feminista de
Madrid, España, 1990, p. 86.
18
En Mujeres de Europa, revista de la Comisión de las Comunidades europeas; editada por el Servi-
cio de Información a Mujeres de Bélgica, Nº 69, 6-7/1991, p. 14.
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En diciembre de 1991 se celebró en la ciudad de San José, Costa Rica, el primer en-
cuentro Centroamericano y del Caribe, convocado por «CEFEMINA» cuyo tema
fue «La violencia contra la mujer». Durante los trabajos del encuentro se abordó el
problema del acoso sexual, con miras a unificar criterios y a construir políticas co-
munes para la región. Aproximadamente 65 mujeres de 18 países propusieron, en
relación al tema, luchar por que el hostigamiento sexual sea tipificado como delito,
en donde se contemplen sanciones y atención integral. También se propuso refor-
mar los códigos de trabajo, para introducir un nuevo capítulo que contemple esta
práctica en los centros laborales, en donde se señalen de manera clara las responsa-
bilidades del empleador, para los casos en donde no se desplieguen políticas enca-
minadas a desalentar el acoso sexual. En el mismo evento, se recomendó a los mi-
nisterios de Educación Pública, las universidades, los colegios de técnicos y voca-
cionales y todo centro de enseñanza, la regulación, por ley, del hostigamiento se-
xual entre educadores y educandos21 .
19
Ley Nº 17, del 22/4/1988, comisión para los asuntos de la mujer, Oficina del Gobernador, Puerto
Rico.
20
Ana María Amado: «Las tablas de la Ley» en Mujer/fempress, Nº 122, 12/1991, Santiago de Chile,
p. 3.
21
Gerardo González Ascencio: «La lucha antiviolencia crece y se expande por todas partes,» en «Do-
ble Jornada», suplemento de La Jornada, 3/2/92.
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Nuestra cultura necesita lo que ya Margaret Mead hace años llamó «nuevos tabú-
es», cuando se preguntaba ¿qué debemos hacer acerca del acoso sexual en el traba-
jo?» y nos decía: «...Tal y como yo lo veo, no son más leyes lo que necesitamos aho-
ra, sino nuevos tabúes... Cuando examinamos cómo funciona una sociedad, se
vuelve claro que son precisamente los tabúes básicos - las prohibiciones profunda e
intensamente sentidas en contra de un comportamiento impensable - lo que man-
tiene el balance del sistema social. Las quejas, los medios legales y las instituciones
de apoyo desarrolladas por las mujeres son todos parte de la respuesta a una nue-
va concepción de los derechos de las mujeres. Pero creo que necesitamos algo mu-
cho más penetrante, un clima de opinión que incluya a los hombres al igual que a
las mujeres, y que afectará no solamente las relaciones de los adultos y el compor-
tamiento en el trabajo, sino también las expectativas acerca del mundo adulto que
guían el progreso de nuestros niños dentro de ese mundo. Lo que necesitamos, de
hecho, son nuevos tabúes, que sean apropiados para la nueva sociedad que nos es-
tamos esforzando por crear... Ni los hombres ni las mujeres pueden esperar que el
sexo puede ser usado ya sea para victimar a las mujeres que necesitan conservar
sus trabajos o para evitar que éstas avancen o para ayudar a los hombres a desarro-
llarse en sus carreras»23.
Más, pues, que una cuestión de falta de imaginación para enfrentar el problema,
nos encontramos ante la ausencia de criterios que responsabilicen a la sociedad y
sus distintos sectores de una práctica que a todas luces discrimina a quien la vive.
Referencias
*Barbieri, Teresita de, DEBATE FEMINISTA. 2, I. p345-356 - México, Porrua. 1990; Ni tanto ni tam-
poco: las reformas penales relativas a la violencia sexual.
22
En Mujeres de Europa..., pp. 35-36.
23
B. Wright Dziech y L. Weiner: op. cit., p. 330.
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*Bedolla, Patricia; García, Blanca Elba, REVISTA CASA DEL TIEMPO. VIII, 73. p13-17 - México, Fa-
cultad de Psicología de la UNAM. 1987; Rayuela.
*Maldonado, Victor Alfonso, LA JORNADA - PRENSA. 15/08 - México, Fondo de Cultura Econó-
mica. 1988;
*Amado, Ana M., MUJER/FEMPRESS. 122. p3 - Servicio de Información a Mujeres de Bélgica. 1991;
Las tablas de la Ley.
1992.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 123 Enero-
Febrero de 1993, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.