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Nocturna Samhain 2021

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Nocturna

UNA INTRODUCCIÓN AL

CULTO A LOS ANCESTROS Y

EL TRABAJO ESPIRITUAL CON LOS DIFUNTOS

Natalia Saldaña (Alanna)


Vini de Monte
1
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El día de Difuntos:
la Puerta al Otro Mundo
Un año más, el verano ha terminado, y con su muerte reciente
su calor se desvanece y su luz se apaga. La noche reina cada día
un poco más, el frío nos acaricia la piel como dedos muertos.
A las puertas del invierno, la celebración del Día de Difuntos,
contemplada desde antes siquiera del nacimiento del cristianismo
bajo el nombre de Samaín, Samhain, Trinoxtion Samonii o una
infinidad más de títulos locales que no han tenido la ventura
de sobrevivir, marca el umbral de un cambio en el orden de lo
conocido.

En territorio ibérico, el Día de Difuntos ha absorbido componentes


de varias culturas y religiones a lo largo de los siglos, partiendo de
una base marcadamente celta y, posiblemente, indígena. Con la
conquista romana, que nos ha legado una enorme influencia en el
folklore y las tradiciones hispanas hasta día de hoy, la celebración
tomó algunos atributos clásicos del ámbito funerario y del culto a
los ancestros del paganismo grecolatino, como el uso del ciprés,
las rosas o la adormidera en necrópolis, costumbres funerarias y
culto a los muertos, y una infinidad de prácticas apotropaicas. Sin
embargo, cabe mencionar que para este pueblo, las celebraciones
de muertos solían ubicarse al final del invierno y principios
de primavera, y no tenían un equivalente en la fecha de otoño
con el cual realizar su interptretatio de la fiesta nativa. Por ello,
pese a intercambiar elementos, se mantuvieron bastante como
celebraciones independientes, marcando las fiestas romanas otras
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celebraciones más cercanas a sus fechas como las fiestas de final de
invierno y los posteriores carnavales.

Tras la cristianización, la celebración del Samaín, imposible de


erradicar, se “santificó” como el día de Todos los Santos y el día
de Difuntos, adaptando su imaginería y creencias a las admitidas
por el catolicismo (o, más bien, en gran parte, adaptando el
catolicismo a las creencias ya establecidas en la población).
Aunque surgieran nuevas costumbres y se fueran perdiendo otras,
eso no hizo que se perdiera el sustrato de base, simplemente que se
presentara con otra máscara, mostrando una enorme persistencia
por un sencillo motivo: las creencias y las prácticas del Día de
Muertos no son un suceso aislado, que por lo tanto penda de un
hilo fácil de cortar, sino que están ubicadas y son sustentadas por
un enorme entramado de creencias, cosmología y experiencias que
se extienden a lo largo de todo el año, todas ellas profundamente
implantadas en la psique y la cultura del pueblo como la forma en
que éste entiende el mundo.

Mucho se habla de la celebración de Samhain y sus versiones


modernas, como Halloween, como un día en que el velo entre
ambos mundos es más fino y por lo tanto el contacto con los
muertos es más posible. Esta creencia tiene un fundamento en el
folklore que desconocemos hasta qué punto se dio de esta misma
forma antes de la época cristiana, pero que en los últimos siglos
ha estado muy presente. Se creía que el 1 de noviembre, al punto
del mediodía (en algunos lugares a las 2 de la tarde) los muertos
salían del purgatorio y acudían a convivir con sus familias hasta
la misma hora del día siguiente, 2 de noviembre, Día de Difuntos.
Durante estas horas era necesario llevar a cabo ciertas prácticas
devocionales y respetuosas, como acudir al cementerio, preparar
la mesa o la cama a los muertos recientes de la familia y orar por
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ellos. Si la familia se mostraba dolida y respetuosa, el muerto se
encontraría mejor a su regreso al purgatorio, o incluso podría
ascender al cielo, mientras que se potenciaría su tormento en caso
contrario.

Evidentemente, esta creencia católica tiene respaldo en la


celebración precristiana, puesto que en ella ya se llevaban a cabo
muchas prácticas apotropaicas y devocionales hacia los difuntos
que referían a un contacto excepcionalmente más cercano con
ellos en esta fecha, pero quizá nos ha hecho perder el foco de otra
serie de costumbres y creencias que se ligan a los muertos de forma
más amplia y no sólo como materia de un único día.

La oscuridad es el territorio del Mundo Invisible por excelencia.


El folklore europeo lleva tejido desde sus inicios la dicotomía
entre la luz y la oscuridad, que a su vez corresponden al plano
celeste y al plano ctónico, a los vivos y a los muertos, al mundo
visible y al invisible, al anverso del telar de la existencia y a su
misterioso reverso. El Sol, con su luz, disipa los espíritus ctónicos
actuando como apotropaico, y reina sobre el mundo visible.
Al marcharse, las fronteras del mundo de los espíritus avanzan
ávidamente y ganan terreno, conquistando nuestra realidad,
ganando mucha más capacidad de actuar en ella. La noche es
en cierto modo una inmersión en su mundo, y por lo tanto, en
él, somos mucho más capaces de verlos, sentirlos y afectarnos
mutuamente. De ahí a que la aplastante mayoría de historias de
fantasmas y almas en pena, así como las experiencias fuera de la
realidad ordinaria, se ubiquen en las horas nocturnas.

La mitad oscura del año no deja de ser una larga noche, el tiempo
en que la guardia diaria de los espíritus nocturnos y ctónicos es
más larga. Es en este contexto en el que se ubica la celebración del
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Samaín, al borde del cambio de fase anual, tras las últimas luces
crepusculares del ciclo, siendo el umbral que abrirá una amplia
puerta en la muralla con la que la mitad clara del año cercaba
el mundo de los vivos y lo separaba, al menos en gran parte
(que no totalmente), del de los muertos. Así, podemos decir que
efectivamente, los muertos “vienen” a nosotros rondando esta
fecha, ¿pero realmente se van tras ella?

El invierno sigue siendo el reinado de la noche y de los muertos


más allá del Samaín, y existen una infinidad de leyendas no sólo
de fantasmas solitarios, sino de hordas de muertos, cabalgatas
nocturnas de ánimas, ejércitos fantasmales y procesiones
espectrales ubicadas a lo largo de toda esta estación, desde
Samhain hasta prácticamente las fiestas de mayo: es decir, durante
toda la mitad oscura del año, hallando núcleos especialmente
notables en el Día de Difuntos, las fiestas de diciembre (Santa
Lucía, Navidad, Nochevieja, Epifanía), carnavales y por último
el 1 de mayo, equivalente al Beltane celta. Estas leyendas, reunidas
bajo el arquetipo de la Cacería Salvaje, otorgan una información
muy interesante de los muertos: que ellos poseen su propio ciclo
contrapuesto al nuestro, y a la llegada del otoño, cuando nosotros
nos aletargamos y apagamos, ellos toman fuerza y ascienden
en masa del Inframundo, de los ámbitos ctónicos, para invadir
nuestra realidad y conquistar el mundo de los vivos a lo largo de
todo el invierno hasta que la luz del sol los vuelva a desterrar.

Si bien los muertos poseen su propio ciclo de ascenso y descenso,


no resulta un ciclo aislado. Es un ciclo íntimamente enlazado con
el de los vivos, porque sólo con esta alianza se da la existencia.
Muertos y vivos giramos en la misma rueda, en un uróboros
que se devora a si mismo y se da la vida con ello: la muerte se
alimenta de vida y la vida de la muerte, y a nosotros a veces
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nos toca estar de un lado y a veces del otro. Cuando los muertos
ascienden míticamente del Inframundo a la llegada del invierno
lo hacen para ejercer una función a la fin fertilizadora de la tierra,
generadora de vida. Ellos vienen a conquistar nuestro mundo para
matar y desintegrar el viejo ciclo, engrosar sus filas alimentándose
de la vida que no tiene fuerzas para seguir adelante y generar con
su putrefacción el espacio y el medio fértil que permitirá a las
semillas y a la nueva vida germinar cuando sea el momento. La
muerte es la oportunidad de la transmutación y la regeneración:
sin ella, el ciclo envejecería y se tornaría débil, estéril y miserable.
Es la portadora de la fertilidad, y así se reflejaba en las divinidades
ctónicas que respondían a estos dos conceptos, como Saturno,
Perséfone y Demeter, Mari o Ataecina.

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Entre Vivos y Muertos
¿Cuál es nuestro papel como vivos, entonces, en este momento
del ciclo? Además de alimentar a la muerte con vida, para lo
cuál evidentemente tenemos cierta justificada reticencia en lo
personal y preferimos evitar ser voluntarios (ya nos llegará,
no hay prisa), hay otros aspectos que tradicionalmente se han
presentado como nuestra responsabilidad hacia los muertos, no
solo en el día de Difuntos, sino a lo largo de la mitad oscura del
año: principalmente, mostrarles respeto y alimentarles de alguna
forma. Aunque no les alimentemos con nuestra propia vida, es
tradicional honrarles y valorar la función que ejercen en el ciclo,
de la cuál los vivos nos beneficiamos, entregándoles otra materia
considerada “viva”.

Por ejemplo, el pan, fruto de la tierra, símbolo de la fertilidad y la


abundancia, se da en un gesto de respeto y fe: se entrega a la muerte
algo necesario y de valor, como es el fruto de la fertilidad de la
tierra, confiando en que nos lo devolverá multiplicado. El vino,
demás bebidas “espirituosas” y el incienso son también ofrendas
tradicionales, pues se consideran alimento del espíritu (además,
el vino es un símil de la sangre, y representa la esencia vital).
También es popular la luz de una vela, el fuego y el calor, como
avatares de la vida que en la creencia popular ansían los muertos,
que están fríos y a oscuras. Frutos secos, castañas y semillas,
son otros elementos comunes, de nuevo por su asociación a la
permanencia y a la energía vital.
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Las ofrendas debían ser dejadas fuera de casa para los muertos
peligrosos o desconocidos, sirviendo tanto para alimentarles
como a modo de medida apotropaica: antes de que entren en
casa y se lleven la vida de lo que es importante para uno, se paga
el tributo a la muerte entregando algo voluntariamente. A los
muertos amados sí se les permitía el acceso al hogar, pues serían
más benevolentes y, de ser bien cuidados y alimentados, buscarían
propiciar la abundancia para la familia.

La caridad a los muertos anónimos o de los que nadie se ocupa


era muy importante para la versión cristiana del Día de Difuntos,
por ejemplo limpiando sus tumbas y llevando velas y plegarias
a los fosares. Si bien es bonito ayudar a los necesitados y nos
gustaría que alguien lo hiciera por nosotros si estuviéramos en esa
situación, esta costumbre se apoya también en el sustrato pagano
del que hablamos: los muertos amados actúan protegiendo a sus
vivos de los otros muertos y trayendo la abundancia al ámbito
familiar, pero para regenerar el ciclo a un nivel comunitario y,
más allá de este, a un nivel de toda la naturaleza, es necesario todo
el Otro Lado. Por eso es importante apoyar también a aquellos
muertos sin nombre que forman el gran grueso de las cabalgatas
nocturnas, de los que por otro lado nos buscamos proteger
(porque aunque vengan a matar para dar la vida, honestamente,
no queremos que maten lo que queremos conservar).

Entenderíamos estas actividades como las requeridas de parte de


los vivos durante el reinado de los muertos, hasta el momento de su
destierro a finales del invierno y en primavera. En este momento,
como hemos comentado con anterioridad, los romanos honraban
y agradecían la primavera a sus muertos, y en prácticamente toda
la Península Ibérica, bajo influencias nativas, celtas y romanas, se
ponían en práctica celebraciones y prácticas enfocadas a expulsar
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a los difuntos de vuelta a su mundo una vez habían concedido su
don y terminado su función, para que no siguieran devorando la
vida que comenzaba a nacer. Grandes ejemplos de ello son los
carnavales de carácter arcaico que se conservan en la península,
en que se espantan los malos espíritus de los campos con cencerros
e instrumentos, o las Fiestas del Oso pirinencas, en que se mata el
Espíritu del Invierno.

Y sin embargo, en este documento buscamos dar un paso más allá


de estas actividades, porque para algo somos practicantes del Arte.

La bruja, la hechicera, la adivina, el chamán y la persona que


practica cualquiera de la infinidad de disciplinas mágicas afines
puede ejercer una función algo diferente a la que debía ejercer el
“vivo común” (y que, por desgracia, hoy en día se está perdiendo
completamente). El practicante se encuentra en un lugar de
mediación entre ambos mundos y es capaz de establecer un
diálogo entre ellos de manera deliberada y consciente: es capaz
de tomar lo que necesita del otro lado y materializarlo en este,
es capaz de interactuar con los espíritus y las fuerzas intangibles
y es capaz de acceder parcialmente, si no totalmente, al Otro
Lado para mover allí los hilos que considere, ya sea por su propio
pie o por la actuación de sus aliados. La bruja, incluso, es capaz
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de cruzar el límite para posicionarse del lado que convenga y
sumar sus fuerzas al bando que lo requiera cada momento, tal y
como sucedía con las personas que atestiguaban ser llevadas por
las cabalgatas espectrales nocturnas algunas noches de invierno,
las que volaban en espíritu con las Buenas Damas para llevar
abundancia a los hogares o aquellos cuyas almas luchaban contra
los malos espíritus para obtener la fertilidad de sus campos o
robar las semillas de la futura cosecha del Inframundo, como
los Benandanti de Friuli, los Táltos húngaros o los burkudz’duta
osetas.

Bajo el prisma del practicante tenemos la opción de no sólo


quedarnos en la acción pasiva de honrar y protegernos, aunque
estas siguen siendo tareas principales e importantes, sino que
también podremos interactuar con los espíritus de forma activa,
buscando acercarnos a los muertos, conocerles y establecer
diálogos con ellos que resulten beneficiosos mutuamente, ya sea
para aprender, contribuir al ciclo de forma más directa, establecer
alianzas que proporcionen a nuestra vida o capacidades un apoyo
desde el lado intangible o simplemente ampliar nuestras amistades
y horizontes conocidos más allá de nuestra realidad física.

Es para estos fines que en este librito exploraremos las bases del
trabajo con los muertos y proporcionaremos las herramientas
básicas para comenzar en este misterioso camino.

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El Culto a los Ancestros
El culto a los muertos fue una de las actividades más importantes
en muchas religiones paganas, trasladándose al catolicismo de
forma contundente en la adoración a santos y vírgenes y a las
actividades del Día de Difuntos. La deferencia a los muertos es
algo concebido desde la más remota antigüedad y se sustentaba
principalmente por el agradecimiento y el temor.
El culto a los difuntos, aunque hoy en día para mucha gente
suponga una mera cuestión de recuerdo y respeto a personas que
ya no existen, nace directamente de la creencia en la persistencia
de un ánima tras la muerte que tiene la capacidad de interactuar
e interferir con la vida de los vivos. No es un misterio para nadie
que los que ahora están muertos son aquellos por cuyas acciones
nosotros estamos vivos, y por lo tanto, para religiones que creían
en dicha ánima y en las que la vida se consideraba un regalo y no
un tormento, era mucho lo que había que agradecer a los difuntos,
especialmente a aquellos de la familia y a aquellos a los que se
había amado en vida.
El mundo de los espíritus es vasto e incomprensible para aquellos
que no se encuentran en él, y por lo tanto, las formas en que
las ánimas de los muertos podían afectar a los vivos podían ser
misteriosas, imprevisibles y de desconocidas dimensiones. Se creía
que tenían el control sobre aquellas cosas sobre las cuáles los vivos
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no lo tenían: el crecimiento de los cultivos, y, por lo tanto, la
abundancia y la prosperidad, la suerte, la muerte, la enfermedad,
la naturaleza en su lado salvaje... Y por lo tanto podían abarcar,
para bien o para mal, aquello que se escapaba de las manos a
los vivos, teniendo un gran poder sobre su vida, su fortuna y su
destino.
Se creía por un lado que aquellos muertos amados y familiares
quedaban de alguna forma rondando a la familia, cuidando que
estos aspectos mencionados resultaran beneficiosos para sus
descendientes y protegiéndola del efecto de otros malos espíritus.
Este era un gran motivo para su honra y su agradecimiento, pero
además, cumplir las debidas obligaciones de culto, mostrar el
debido respeto y tenerles satisfechos (no solo a los muertos, sino a
todos los espíritus favorables cercanos), haría que proporcionaran
su favor con más esmero y se evitaría que pudieran marcharse o
tomar malas acciones por ofensas o insatisfacción.
Dicho tipo de culto no sólo se establecía para el ámbito familiar,
sino también hacia figuras destacables de la comunidad fallecidas
o ancestros míticos, a los que se adjudicaban las mismas funciones
pero en el ámbito comunitario y local.
Por otro lado, también se creía que habría espíritus que podrían
utilizar sus capacidades para hacer el mal a los vivos, especialmente
bajo la premisa de buscar alimentarse de la vida o por haber sido
malvados o atormentados en vida. En este grupo destacaban los
muertos sin descanso, muy temidos en las sociedades grecolatinas
pero igualmente considerados en el ámbito germano, que eran
aquellos que habían fallecido de forma traumática, antes de su
hora o no habían podido ser enterrados siguiendo la ritualística
funeraria adecuada. Entre ellos eran especialmente considerados
como peligrosos los niños, neonatos y mortinatos, las madres
fallecidas en el parto, los ahogados, los muertos en circunstancias
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violentas, los asesinados y los ejecutados.
Las medidas apotropaicas para protegerse de los muertos dañinos
eran realmente innumerables, y se encuentran algunas comunes a
lo largo de todo el territorio europeo, como la sal, las legumbres,
símbolos protectores solares o ciertas plantas y resinas, y otras
de carácter más locales. En todo caso, en muchas situaciones las
medidas protectoras hacia los muertos malintencionados incluían
también en cierto modo algunas muestras de culto, como la
entrega de ofrendas para apaciguarles o mantenerles alejados del
hogar. Había ocasiones, incluso, en que las hechiceras trabajaban
con ellos para cumplir sus propósitos, como sucedía con las
tablillas de defixión o las efigies para maldecir que se dejaban en
las encrucijadas en la sociedad romana, a fin de que los muertos
sin descanso que habitaban en ellas llevaran a cabo la tarea.

¿Dónde se establece el culto a los muertos y ancestros?


Es interesante destacar que existen lugares tradicionalmente
específicos para el culto con ancestros, y serán un aspecto a valorar
a la hora de fundamentar la práctica. A nivel general, podemos
separar dos espacios principales: el ámbito doméstico y el espacio
exterior. En prácticamente todas las culturas paganas europeas,
el culto y el trabajo con muertos desconocidos o con los cuáles no
se tiene confianza debe realizarse siempre fuera del hogar, ya que
éste se comprende como un espacio sagrado y un microcosmos en
sí mismo, y la afectación sobre él puede tener un impacto enorme
sobre el núcleo familiar y la seguridad de todos sus miembros. Por
otro lado, los muertos de la familia o aquellos en los que se tiene
gran confianza, como en el catolicismo los santos, sí acostumbran
a recibir culto dentro del hogar. Veamos con detalle los lugares de
culto y trabajo principales:
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ÁMBITO DOMÉSTICO
Para muertos familiares o con los que se tiene una enorme
confianza. Normalmente, el culto se establece en un altar (los
romanos, por ejemplo, tenían el “larario” para ello) que puede ser
permanente o temporal, y tradicionalmente ubicado en la cocina,
en la pared en la que está la lumbre o cerca de ella. También es
común la práctica en las esquinas o umbrales, dónde se cree que
como espacios liminales habitan los espíritus, y especialmente
en el mismo fuego del hogar, el núcleo de la casa y la familia.
El fuego del hogar se establece, en prácticamente toda Europa,
como un punto de conexión intergeneracional y es el espacio en el
que habitan los ancestros que cuidan de sus descendientes.

CEMENTERIOS
Como veremos en apartados posteriores, los restos mortales de
los difuntos establecen un potente nexo con su espíritu, y de esta
manera los cementerios son el espacio exterior principal en el
culto a los muertos. En él se establecen prácticas referidas tanto
a los ancestros familiares, realizadas específicamente sobre sus
tumbas, como a los ancestros de territorio, a la misma muerte
en sí y a todo el grupo de los difuntos en general. También
puede trabajarse con espíritus desconocidos que pueden variar
enormemente en intenciones y voluntad colaborativa.

TUMBAS ANTIGUAS Y MEGALITOS


Son lugares muy interesantes para el culto a los muertos más
antiguos y a aquellos que ya se han fundido con la tierra y se
encuentran más cerca de ser espíritus naturales que de su pasado
humano.

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ENCRUCIJADAS
Las encrucijadas, como espacio liminal, se consideran un punto
entre ambos mundos, y por lo tanto son un espacio en el que los
espíritus cobran mayor fuerza en nuestra realidad y nosotros
podemos acceder con más facilidad a la otra. Sin embargo, los
espíritus de las encrucijadas acostumbran a considerarse en el
folklore de carácter psicopompo, oscuro o mistérico (como
el Diablo folklórico, Hécate, Hermes... a los que estaban
consagradas las encrucijadas). Además, en ellas se creía también
que habitaban las almas de los muertos sin descanso que no tenían
un lugar de paz en el que yacer, como es el cementerio. Es de
destacar que durante muchos siglos se ejecutó y dejó a los muertos
de los delincuentes en los caminos y las encrucijadas, con lo que la
asociación es considerablemente directa y la mala fama bastante
justificada.

CENOTAFIOS Y MONUMENTOS
A falta de los restos mortales de los difuntos, es común la
existencia de cenotafios y monumentos consagrados a ellos
que sirvan como punto de culto. Es el caso de los memoriales
a las víctimas de sucesos trágicos o a muertos de guerra, o los
monumentos a personajes célebres. A parte de ser un buen lugar
para el culto comunitario o el trabajo con muertos admirados,
pueden ser espacios interesantes a considerar al plantearnos el
culto caritativo que tanto caracteriza la celebración tradicional
del Día de Difuntos.

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Revisados estos aspectos principales, el culto a los ancestros no es
un asunto complicado.
En primer lugar, cabe destacar que es muy interesante el uso de
elementos vinculantes que nos conecten con ellos, para que se
sientan interpelados por nuestras acciones de culto y les sirvan
de “ancla” en nuestra realidad para que tengan presencia y
capacidad de actuación en ella. Hablar de ellos, investigarles,
poner sus fotos en un altar, poseer objetos personales suyos, poseer
sus restos, acudir a sus tumbas o monumentos para el culto...
Todo esto, desde lo material como cenizas o fotos a lo inmaterial
pero identitario, como el nombre, un monumento o recuerdos,
establece un nexo con el espíritu que refuerza la unión y facilita
la comunicación, motivando a su vez que el espíritu que acuda
sea realmente el llamado. A falta de elementos, puede bastar una
simple invocación con su nombre, o con aquello que sintamos que
les puede llamar, por ejemplo: aquellos cuya sangre corre por mis
venas, o madres de mi linaje, etc. cada vez que queramos realizar la
práctica de culto.
En segundo lugar, como hemos visto ya con anterioridad,
los muertos se alimentan de la vida, y a este fin un punto muy
importante son las ofrendas que la representen, las principales
ya mencionadas. La comida es un elemento importante, y los
banquetes de difuntos son de hecho una de las muestras de
culto que más se han conservado en los funerales y en el Día de
Difuntos. Aún así, la comida siempre es bienvenida en cualquier
ocasión, destacando, además de la ya comentada, la fruta, el
café, el chocolate y aquello que les gustara en vida. Esta comida
puede dejarse en los lugares de culto mencionados en función de
a quién se dirija. En el caso de dejarla en un altar doméstico y no
ser posible tirarla al fuego, debe retirarse en cuanto uno mismo
ya no se la comería y enterrarla (es decir, entregarla al mundo
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de los muertos) en el jardín, una encrucijada o el cementerio. En
algunos lugares la comida dedicada a los muertos se come después
de ofrendarla, pero personalmente no tengo costumbre de ello
en prácticas devocionales, especialmente en el caso de ofrendarse
a muertos desconocidos o con los que no se tiene confianza.
La comida dedicada a los muertos, una vez entregada, queda
“muerta”. Ya no posee la capacidad de proporcionar vitalidad
porque esta energía ya ha sido tomada por los difuntos, e incluso
puede quedar impregnada de muerte o de aquella energía que
poseyera el espíritu. A menos que sea en circunstancias especiales
en que los ancestros quieran proporcionarnos algo a través de la
comunión de comer su comida o en que se esté practicando un rito
necromántico específico, no es especialmente recomendable en el
día a día.
Otras ofrendas muy valoradas en el culto a ancestros son el
arte, las canciones y la poesía. Pronunciar unas palabras en su
honor, hacerles un homenaje, cantar sus canciones tradicionales,
escribirles o leerles poesía que pueda ser de su agrado...
Finalmente, es interesante considerar incluir en su culto
elementos que ellos mismos incluían en su práctica con los
muertos, como gesto de respeto. Si a ellos les parecía correcto
realizar ciertas acciones para sus difuntos de cierta manera,
valorarán que nosotros hagamos lo mismo por ellos. Por ejemplo,
puede que para los muertos católicos de nuestra familia sea una
bonita devoción rezarles el rosario antes de cenar en la noche del
1 de noviembre, como era tradicional para ellos, o visitar en cierta
fecha el cementerio y limpiar las tumbas como hacían por sus
difuntos. Estas acciones no tienen que determinar la totalidad de
nuestra práctica de culto, y más cuando incluimos elementos que
no nos representan religiosamente, pero pueden ser un pequeño
gesto a incluir entre aquello que sí encaje con nuestra cosmovisión
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espiritual de la muerte y los difuntos.
Los aspectos comentados entran dentro del ámbito del homenaje
y la devoción, pero no olvidemos que no estamos pagando tributo,
y que el culto no debe ser frío y seco como una rutina, sino algo
personal, cómodo y cercano, que se hace por gusto y por amor.
Por ese motivo, no nos olvidemos de hacer que lo sea, tanto para
ellos como para nosotros. Hablemos con ellos, de forma informal
si es que tenemos la confianza. Expresémosles nuestras emociones,
pidámosles consejos, contémosles nuestro día. Narrémosles
nuestros recuerdos y anécdotas con ellos, expliquémosles las
novedades de las personas que conocían o que descienden de
ellos. E incluso cuando no tengamos ganas de hablar, sentémonos
simplemente un rato en su altar o en sus tumbas a leer o descansar,
a disfrutar simplemente de la mutua compañía en silencio.

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Contemplados estos aspectos, hablemos de la periodicidad del
culto a los ancestros. A un nivel básico, esta práctica tendrá
lugar en fechas puntuales, como en el Día de Difuntos o en
los aniversarios de muerte de los familiares fallecidos. Estas
ocasiones puntuales pueden extenderse a nuestro cumpleaños (yo
siempre les guardo un trozo de tarta), sus aniversarios de muerte
u otros momentos que nos recuerden a ellos. En una práctica más
extensa, y especialmente si tenemos la intención de un contacto
más estrecho o de alianza para el trabajo mágico, podremos
aumentar la frecuencia durante la mitad oscura del año o incluso
todo el año a una vez al mes (en luna nueva, por ejemplo), a la
semana o realizar una práctica diaria durante el periodo de
tiempo que consideremos (en este aspecto es muy tradicional el
novenario de almas, los nueve primeros días de noviembre), que
puede ser simplemente encender su vela en el altar y ponerles un
agua perfumada en el quemador de esencias mientras leemos un
rato, dejando los ritos más elaborados y las ofrendas más grandes
para una vez a la semana. El trabajo continuado es lo que nos
proporciona proximidad, confianza y buena comunicación con
cualquier persona y espíritu, así que será la clave mostrar una
constancia proporcional a la relación que busquemos con ellos.

¿Con qué muertos podemos establecer un culto o una


relación de trabajo mágico, y qué nos pueden aportar?
Las posibilidades son muy amplias, con lo que aquí menciono algunas
propuestas:

ANCESTROS DE SANGRE O FAMILIA


Son la familia fallecida, ya sea sólo la cercana, que es la que suele
considerarse más próxima y que cuida de sus descendientes, o la
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que se remonte más atrás en el linaje, pudiendo llegar al grueso de
los ancestros anónimos. Para personas que trabajen con la herencia
espiritual familiar puede interesar el trabajo con ciertos ancestros
particulares, o bien el trabajo específico con la linea materna o
paterna, o especialmente con ancestras femeninas, ancestros
masculinos, ancestros que compartan algún rasgo con la persona
que les rinde culto, como el nombre, el oficio, la situación vital, la
orientación sexual, etc. En caso de adopción, puede devocionarse
la línea familiar adoptiva, la de sangre o ambas. El culto a los
ancestros familiares suele tener lugar en primer lugar en el ámbito
doméstico, y en las tumbas de los miembros de forma secundaria.
Del culto a la familia próxima se considera que a cambio los
ancestros ayudan a proteger, guiar y prosperar a la familia, y en un
trabajo mágico o de necromancia pueden asistir mediante consejo,
haciendo algunas tareas por nosotros o moviendo los hilos que
necesitemos al otro lado. Tradicionalmente, en muchos lugares se
consideraba que los ancestros eran conocedores del futuro de la
familia e incluso marcaban su devenir, con lo que era a ellos a los
que se preguntaba cómo actuar para obtener la mejor resolución
de las situaciones, igual que se hacía también con la gente mayor,
más experimentada y sabia. En muchos casos, los ancianos de la
comunidad o la familia y los ancestros de la misma comparten
muchos aspectos de trato y funciones para el grupo.
Evidentemente, y aunque en el Otro Lado sus miras y
conocimientos sean mucho más amplias que vivos y estén
reconciliados con muchos aspectos que parecían limitantes
en vida, consideremos que habrá aspectos en los que podrán
ayudarnos más y otros en que menos, así como habrá cosas que
será más o menos adecuado pedirles. Puede que pedirle ayuda para
preparar un rito de brujería a nuestra devota abuela cristiana no
sea la mejor idea. Simplemente, coherencia. En todo caso, nuestro
linaje es infinitamente amplio, y es probable que entre nuestros
21
ancestros lejanos haya algunos que conozcan la materia que nos
ocupa y puedan ayudar. Al ser familiares lejanos, es normal que
no estén tan presentes, y será con paciencia, trabajo continuado y
prácticas necrománticas para comunicarnos como podremos irnos
acercando, estableciendo un diálogo y dándole fuerza en nuestra
vida a aquellos espíritus del linaje que nos sepan guiar en lo que
necesitamos. El acercamiento será similar al de los ancestros de
oficio, así que lo exploramos en el punto a continuación.

LINAJE DE OFICIO Y
ANCESTROS DE OFICIO
El linaje de oficio se da en aquellos casos en los que un oficio o
práctica ha sido heredada directamente, creando por lo tanto
una continuidad generacional mayor o menor. Por ejemplo,
aquellas personas que han trabajado de zapateros en un mismo
lugar, enseñándose los unos a los otros durante generaciones.
Debido a la continuidad y el contacto entre los miembros de la
línea, se hablaría de un linaje. Lo mismo sucede popularmente en
las tradiciones hereditarias de brujería: los miembros anteriores
ya fallecidos son el linaje de la tradición, y asisten a los que la
forman en vida y han heredado su práctica.
Los ancestros de oficio, por otro lado, serían todos aquellos
que han ejercido una misma actividad, compartido una misma
creencia o cualquier otro elemento en común con la persona que
les quiere rendir culto, sin una relación de linaje directo. Por
ejemplo, para una hechicera, todas aquellas personas muertas que
practicaron hechicería en vida y eran conocedoras del oficio. De
los ancestros de oficio o de un linaje de oficio puede aprenderse
infinitamente en el campo de la materia común, y pueden resultar
grandes colaboradores y consejeros.
22
A la hora de buscar un culto o contacto con ancestros de oficio,
podemos llamarles siendo todo lo específicos que podamos ser
para que se sientan interpelados, y podemos colocarles un pequeño
altar con herramientas o referencias a aquello que se tiene en
común con ellos. El culto se realizará con la periodicidad que
deseemos, a depender de si sólo queremos devocionarles o también
queremos establecer un contacto más directo con algunos de sus
espíritus (con lo cuál requerirá mayor constancia y cuidado).
Es cuestión de establecer un contacto poco a poco, no de golpe,
para que sea lo más seguro posible, tal y como si conociéramos
a un grupo de gente nueva en vida. No olvidemos que en el caso
de ancestros familiares tenemos muchos elementos vinculantes
de llamada y “ancla” en nuestro mundo que potencian que los
espíritus que acudan sean los que queríamos llamar; sin ir más lejos
nuestro propio cuerpo, objetos, fotos, recuerdos, la casa familiar...
en un linaje de oficio tenemos sus conocimientos y probablemente
objetos personales o legados, pero los ancestros de oficio tienen
mucho menos nexo con nosotros: tan sólo un elemento, práctica
o inquietud en común, que representaremos en la zona de trabajo
con ellos de la mejor manera que podamos. Sin embargo, es un
reclamo bastante flojo, y muchos espíritus desconocidos pueden
acercarse a nosotros cuando busquemos trabajar con ellos
(¡además de que puede haber personas excelentes y horribles con
un mismo oficio!). Por ese motivo, preferiblemente en espacios
protegidos, podemos comenzar a comunicarnos pidiendo consejo
sobre los aspectos que dominan sin ser demasiado confiados en
dar nuestra información personal ni rendirles culto en casa, y
poco a poco ir cogiendo confianza si la relación es satisfactoria
y beneficiosa. Con el tiempo puede que lleguemos a conocer a
algunos espíritus específicos del grupo que nos contesten o asistan
con más frecuencia.

23
ANCESTROS DE TERRITORIO
Los ancestros de territorio son aquellos que habitaron en el
mismo territorio que el practicante y que, fundidos en su tierra,
ya son parte de él. Los muertos más antiguos de la zona, cuyos
descendientes vivos son ya lejanos y tienen a otros familiares
velando por ellos, suelen ejercer una función de guardianes y
regidores del territorio en que fueron enterrados, tomando casi
una identidad de genius loci.
A grandes rasgos podemos decir que en trato de culto y trabajo,
estos ancestros son como los de oficio, sólo que el nexo en común
con el practicante es un área geográfica. De esta forma, los
muertos del territorio podrán enseñarte, aconsejarte y guiarte
por esa tierra, y a ellos podrás agradecerles las costumbres y
tradiciones locales y los conocimientos o señales que te lleguen
a través de sus descendientes. Además, durante los días como
Samaín o los que consideres importantes para conmemorar el
ciclo de los muertos, podrás agradecerles la vida que proporcionan
a la tierra que os rodea, apoyarles en su tarea invernal o confiarles
lo que te gustaría que sucediera en el territorio. En el caso de que
haya amenazas o problemas locales, pueden ser grandes aliados
para hacer respetar el entorno que guardan. En un altar a ellos,
podremos poner tierra del cementerio, elementos del entorno y
objetos u ofrendas tradicionales de la zona.
Su lugar de culto por excelencia es el cementerio local, lo cuál es
muy adecuado porque puedes acudir a verles a su casa y no tienes
por qué establecer el culto en la tuya si no tienes confianza con
ellos. Simplemente es importante tener una buena educación en
el cementerio y establecer el contacto poco a poco. Otro lugar
típico, en el caso de haberlos, son los megalitos y las tumbas
antiguas.
24
HÉROES, ANCESTROS MÍTICOS Y SANTOS
Finalmente, otra opción interesante en el culto a los difuntos
es la devoción a aquellos ancestros míticos, héroes locales o
personajes a los que se tiene admiración. En este apartado se
incluyen los santos, que no dejan de ser muertos y son una de las
modalidades de culto a los difuntos más extendidas en el folklore
y aún a día de hoy. El culto a estos difuntos se acostumbrará a
realizar en monumentos a ellos, en sus tumbas y en lugares en
los que se guarden sus reliquias. Tradicionalmente, en muchos
casos, también podía existir un culto doméstico en un pequeño
altar, ejerciendo el difunto honrado casi de espíritu tutelar del
devoto en caso de santos, o simplemente de inspiración en caso de
personas admiradas. Lo bueno de esta categoría es que no nos será
complicado en la mayoría de casos encontrar representaciones
o restos mortales de ese difunto que nos ayuden en el lugar de
culto. Normalmente, como en los casos anteriores, estos muertos
podrán influir en el aspecto al que se les asocia o del que tenían
conocimiento en vida.

ANIMALES Y OTROS ALIADOS MUERTOS


Si bien suelen quedar olvidados cuando se habla del culto a
los muertos, los animales y las plantas también pueden ser
considerados muertos a los que realizar un culto afectuoso (por
ejemplo, a mascotas) o trabajar con ellos en el Otro Lado. Un
gran ejemplo de ello son los familiares de la brujería, que en
muchos casos pueden ser animales o plantas difuntas cuyo espíritu
tiene complicidad y proximidad con nosotros y nos protegen,
nos proporcionan su energía, refuerzan nuestro carácter
proporcionándonos aspectos del suyo o nos asisten en diversas
actividades. Hablaremos más de ellos más adelante.
25
Una Introducción a
la Necromancia

La necromancia, (de necros, muerte, y mantia, adivinación)


es la adivinación a través del contacto con los muertos. Esta
práctica es ampliamente célebre desde la antigüedad en muchas
culturas, y ha quedado registrada, por ejemplo, en la Voluspá, en
la que Odín visita el Inframundo nórdico para conversar con una
vidente muerta sobre la profecía del futuro de su hijo Baldr. Otro
célebre ejemplo en escritos grecolatinos es el de la bruja tesaliana
Erichtho, que en la Farsalia de Lucano, tras un horrible rito,
hace hablar a un cadáver para que profetice el porvenir.
El necromante clásico, pues, se caracteriza por conjurar a los
espíritus de los muertos y, mediante sistemas interpretativos u
oraculares, observa las señales e interpreta la información que el
difunto desea comunicar. En la mayoría de casos registrados de la
antigüedad, como sucede a menudo también en la Alta Magia con
muchos otros espíritus, el trabajo del necromante solía basarse
en la subyugación del espíritu del muerto, poniéndolo en una
situación de esclavitud y de obligación hacia el mago, práctica
que hoy en día, y bajo un enfoque animista, resulta de dudosa
ética. Además, la necromancia, por su asociación a la muerte y
al mundo de los misterios y sus prácticas un tanto escabrosas, ha
26
acostumbrado a tener mala fama, lo que produjo su asociación y
confusión de términos durante muchos siglos con la nigromancia.
Este es un estigma que llega a día de hoy y mete popularmente a
cualquier trabajo con muertos en el saco de la desconfianza y la
magia negra, pero en este pequeño documento buscamos revocar
esta creencia tan extendida. Tanto en el mundo de los muertos
como en el de los vivos hay peligros, pero todos somos ánimas en
un mismo ecosistema espiritual, todos interactuamos con todos,
seamos conscientes de ello o no, y podemos tener relaciones
sanas y constructivas tanto con espíritus encarnados como
desencarnados, sean humanos o no.
La forma en que nos relacionamos con los espíritus en nuestra
práctica depende de cómo somos nosotros, y para aquellos que no
temen indagar en el tabú de la muerte, sino que la comprenden
en su importancia y complementariedad a la vida, la necromancia
resulta una práctica muy interesante que puede ejercerse de forma
completamente respetuosa, cercana y con fines positivos.
Hoy en día, para los practicantes de brujería tradicional, la
necromancia se suele comprender también, más allá de la
adivinación mediante la ayuda de difuntos, como el trabajo activo
con los muertos basado en la comunicación con ellos, tanto para
obtener consejo o conocimiento como para solicitar su asistencia
en hechicería u otras prácticas mágicas. En este último caso, el
practicante puede canalizar la energía de los difuntos aliados o
bien solicitar, a cambio de lo que se considere adecuado, que el
muerto realice la tarea por él. Cabe decir que la necromancia
resulta una práctica bastante importante para la bruja, puesto
que al cruzar al Otro Lado, de entre todos los espíritus que puede
encontrarse, los muertos son uno de los más frecuentes. Por ello
es aconsejable conocer las bases de esta disciplina en el caso de
practicar el vuelo del espíritu.
27
Para comenzar en la necromancia, el practicante debe conocer
sus herramientas: principalmente, destacarán las reliquias o
elementos vinculantes asociados al difunto, que se tratarán en el
apartado siguiente, y los aliados para el proceso ritual, que ayuden
a abrir las puertas, dirigir el rito, proteger o ejercer las funciones
complementarias necesarias en la interacción.
Entre estos últimos, los más frecuentes son las plantas. Dentro
de la Botánica Necromántica, además de considerarse en primer
lugar las plantas nacidas en cementerios, podemos distinguir dos
grandes grupos: las plantas avernas y las plantas funerarias.

Plantas Avernas
Por ejemplo: acónito*, beleño negro*, álamo blanco, menta, amapolas,
asfódelos, granada, eléboros*, estramonio*, adormidera*, tejo*...
Las plantas avernas están relacionadas con el movimiento de las
fuerzas mortuorias, su conjuración y la apertura de caminos entre
nuestro mundo y el Inframundo para que nosotros o los difuntos
podamos transitarlos o cruzar. Las plantas que se encuentran
en esta categoría acostumbran a tener en su folklore y mitología
asociaciones a la muerte y el mundo de los muertos. Por ejemplo,
el acónito, según la leyenda, surgió de la saliva de Cerbero, la
granada es la fruta que ancló a Perséfone al Inframundo, la
adormidera se asociaba a la muerte apacible y el descanso eterno,
los asfódelos crecían en el Inframundo grecolatino, el tejo era un
árbol de contacto con los ancestros y enraizado en el mundo de
los muertos para los pueblos celtas, los eléboros hacen su ciclo a la
inversa, floreciendo entre la nieve en pleno invierno, es decir, en
la época de los muertos...
Muchas de estas plantas, como es lógico, pueden ser venenos
28
mortales, porque ¿qué camino más directo hay al Inframundo
que la muerte? Para que quede en claro conocimiento, las
plantas tóxicas han sido marcadas en el listado con un asterisco.
Evidentemente, el trabajo con ellas debe realizarse con el más
absoluto cuidado, respeto y medidas de seguridad, y de no sentirse
seguro en su manipulación pueden utilizarse las alternativas no
tóxicas.

Plantas Funerarias
Por ejemplo: cedro, ciprés, lavanda, violetas, artemisa, crisantemos,
rosas, mirra, benjuí, gordolobo, cereales y aquellas plantas que sean
tradicionales a nivel local en los funerales y el Día de Difuntos.
A diferencia de las anteriores, aunque algunas podrían caer entre
ambas categorías, como la adormidera y la amapola, las plantas
funerarias son aquellas que tradicional o mitológicamente
están asociadas al homenaje a los difuntos, la transmisión de
sentimientos de amor y respeto hacia ellos, su apaciguamiento
y su guía y acompañamiento en el proceso de tránsito. En la
práctica necromántica y en el culto a los ancestros se utilizan
como ofrenda, en el proceso de ablución, para proporcionarles
acompañamiento y para la canalización de sus dones.
Los elementos incluidos en el rito deberán ser valorados a
consciencia para adaptarse a la práctica que se desee llevar a
cabo, puesto que el contacto con los muertos puede enfocarse en
distintas direcciones: veneración, canalización, incorporación,
adivinación... Además, el necromante debe ser consciente que el
trato con los muertos implica una buena reflexión previa acerca de
la necesidad de establecer dicho contacto. Los muertos no están
a nuestra libre disposición, sino que tienen sus quehaceres en su
29
propio mundo y, por ello, el convocarlos debe ser producto de una
verdadera intención de establecer contacto y no como búsqueda
de una mera experiencia paranormal. Un propósito banal implica
por lo habitual una ausencia de respuesta en el mejor de los casos
o una respuesta ofensiva en el peor.

ESTABLECIENDO EL ALTAR
El lugar en el que se realiza la práctica necromántica no puede
ser elegido de manera arbitraria. Normalmente, especialmente
dentro del ámbito de la brujería tradicional, se suelen elegir
espacios funerarios, como los comentados en el apartado del
culto a los ancestros. Sin embargo, en el caso de querer trabajar
en interiores podremos establecer un altar necromántico que sirva
por un lado para establecer el contacto y recibir la interacción con
los difuntos y por otro para delimitar el espacio de la interacción
y proteger el lugar (por ejemplo, en el caso de hacerse en casa) y
al mismo practicante de interacciones o espíritus indeseados.
El altar necromántico puede ser establecido sobre cualquier
estructura plana, preferiblemente de origen natural, aunque
resulta ideal si tenemos una tabla o espacio específicamente
destinado a ello.
Antes y después del rito, que comienza con preparar el altar,
deberemos limpiarnos, protegernos y entrar en un estado mental
adecuado para recibir a los difuntos sin interferencias indeseadas.
30
Además de nuestro sistema de purificación energética habitual,
lo normal es realizar una práctica de ablución, de lavado, con
algún agua que contenga aliados vegetales purificadores, como
el agua de ruda. En este caso, también es interesante que el agua
contenga elementos protectores y algunas plantas necrománticas
(¡no tóxicas!) y funerarias que ayuden a poner nuestra vibración
en un estado más afín al contacto con los muertos, como si fuera
el agua con la que se los lava en los funerales. Este tipo de actos
simbólicos suelen ser importantes en la necromancia, puesto que
se realizan para acercarnos al mundo de los muertos y ubicarnos
en un lugar que nos facilite escucharlos. De hecho, para algunos
ritos necrománticos antiguos que han quedado atestiguados,
era común comer durante los días previos comida considerada
“muerta”, como pan sin levadura, mosto en lugar de vino o
comida sin sal, e incluso vestir mortajas. Un ejemplo de preparado
que puede servir a este fin en Ars Viridia es nuestra Agua Estigia.
Por otro lado, nuestro estado de ánimo ha de ser bueno para
realizar el rito, puesto que la tristeza o un excesivo miedo pueden
llamar a energías indeseadas.
El altar ha de purificarse también intensamente antes y después
del rito. Para comenzar, puede usarse para ello vinagre, agua de
ruda, Agua Estigia, agua con amoníaco (siempre sin mezclar con
otros productos y con seguridad) o nuestro preparado habitual de
limpieza energética. Pueden usarse también el agua en quemador
de esencias o inciensos tradicionales como el benjui y el olíbano,
que purifican el ambiente y lo preparan para el contacto espiritual
sin desterrar a los espíritus favorables. Después del rito, además
de volver a limpiar, puede ser necesario realizar una limpieza
profunda en el caso de no querer que los espíritus llamados se
queden cerca, o un destierro en situaciones complicadas, lo que
junto a las medidasde seguridad, se contemplará en el último
apartado de este librito.
31
En el altar colocaremos aquellos elementos ya considerados en
el apartado del culto a los ancestros: reclamos o referencias a
los espíritus concretos que queramos llamar, a ser posible alguna
reliquia que conecte directamente con ellos, ofrendas, nuestro
método adivinatorio, en el caso de que necesitemos uno para
comunicarnos, elementos funerarios o necrománticos en función
de nuestra intención para el rito y, si lo consideramos necesario,
algun elemento protector (hablaremos de ello más adelante).
De sentirlo necesario, podemos limpiar o preparar para recibir
la energía mortuoria también todos estos elementos con el Agua
Estigia ayudándonos de un paño de algodón.
Finalmente, el altar ha de consagrase para dedicarlo a los muertos.

EL RITO BÁSICO
Para consagrar el altar a los muertos, podemos tomar una vela
grande como vela de trabajo necromántico y ungirla con un
aceite de plantas avernas y funerarias (como es nuestro Aceite
Necromántico). También ungiremos el altar con este aceite en
las esquinas. Encenderemos la vela para realizar el llamado al
espíritu o los espíritus con los que deseemos hablar. Podemos
tomar el objeto u elemento que nos conecte con él entre las manos
y llamarlo tres veces a través de él, visualizando un hilo de plata
que llega hasta el espíritu.
Hecho el llamado, podemos proseguir entregando las ofrendas.
En este caso, resulta muy interesante el rito de la Cena Roja (The
Red Meal) de Robin Artisson, en la que se comparten los alimentos
ofrendados entre el practicante y los espíritus. Compartir
comida con los difuntos es una práctica funeraria y del Día de
Difuntos muy extendida, y resulta un gran sistema para entrar en
32
comunión con ellos. Para ello, se prepara pan y vino y se entrega
a los muertos, pidiéndoles compartirlo. Tras unos minutos,
podemos tomar un poco de pan y de vino y comerlo. El orden
de quién come primero es importante porque en primer lugar,
es respetuoso servir a los demás antes que a uno mismo, pero en
segundo lugar, tal y como hablábamos al tratar si consumir o no
las ofrendas del altar de ancestros, estas quedan impregnadas de
energía mortuoria. En este caso sí nos interesa, en contexto ritual,
consumirlas para absorber esa energía y acercarnos a la muerte,
acortando la distancia con los muertos con los que estamos
tratando para poder contactar con ellos con mayor facilidad.
En este punto, de tratarse de la primera vez que establecemos el
altar de muertos o ancestros y en caso de que lo vayamos a dejar
fijo, podemos declarar que consagramos ese lugar para que sea un
nexo con el Otro Lado y un lugar de culto y reconocimiento a
nuestros muertos.
Tras el rito básico de llamada y compartir ofrendas, ya podremos
solicitar el consejo o ayuda que queríamos pedir a nuestros
difuntos, utilizando nuestros métodos adivinatorios de preferencia
para comunicarnos. En este momento también podremos elaborar
hechicería u otras actividades en las que esperamos que nos asistan
o acompañen de una manera más próxima que no sólo como
cuando hacemos devociones corrientes en el altar de ancestros.
Tras el rito, es importante despedirse de manera respetuosa y
hacerles entender que el contacto llega a su fin. Si la interacción
ha sido buena y nuestras emociones a lo largo del encuentro
han sido favorables, sin que nada nos haya hecho ponernos
alerta, desconfiar o sentir malestar, no es necesario realizar un
destierro. El destierro es una expulsión a la fuerza de los espíritus
convocados, con lo que si han sido amables o tenemos confianza
con ellos, puede resultar una forma muy agresiva de echarles.
33
Bastará con comunicarles que el rito ha terminado, que ya se
pueden marchar y limpiar el espacio energéticamente después.
Si nos sentimos muy “en otro mundo” todavía al terminar,
podemos visualizarnos regresando al mundo de los vivos y hacer
algo que nos insufle energía de vitalidad, como comer (¡comida
de vivos!) o salir a dar un paseo. Es bueno también realizar alguna
tarea totalmente mundana, como ir a comprar o ver una película,
para terminar de aterrizar la consciencia.

34
Reliquias y
Restos Mortales

Los restos mortales son los cuerpos o partes de cuerpos de los


difuntos, así como los elementos derivados de estos, como las
cenizas. Como contemplamos en apartados anteriores, resultan
el mejor elemento de conexión con un espíritu, porque al haber
sido encarnados por él, poseen una conexión profunda con
su propietario. Además, en muchas ramas del chamanismo, y
como se intuye en muchos grupos prehistóricos y en el folklore
europeo, los huesos, específicamente, se consideraban el ancla del
ánima en este mundo, y se creía que aún tras la muerte, una parte
del espíritu llamada el alma ósea habitaba en ellos hasta su total
desintegración. Bajo esta idea, los huesos eran el tipo de restos
por el cuál los muertos podían materializar sus acciones en esta
realidad, y suponían el nexo que permitía la comunicación con
ellos y el posible regreso del difunto al mundo de los vivos. Por
este motivo era común que los huesos se cuidaran y trataran con
sumo respeto, pintándolos con ciertos pigmentos como el ocre
rojo, símbolo de la energía vital, enterrándolos sin romperlos para
que los animales cazados pudieran renacer o guardándolos con la
mayor devoción, como en el caso de los santos.
35
Cuando hablamos de elementos que en la práctica mágica asociada
a los muertos sirven de conexión con ellos, hablamos también
de reliquias. Las reliquias son objetos que en la Iglesia Católica
pertenecieron a un santo o personaje célebre y poseen una
energía especial o mágica por ello, pero a nuestro uso podemos
entenderlas como objetos pertenecientes a cualquier muerto
con el que nosotros queramos conectar. Entre ellas, podemos
distinguir tres grados que nos servirán para evaluar qué necesita
nuestro rito y cómo podemos propiciarlo de la mejor manera.

Reliquias de Primer Grado


Son los restos mortales. Huesos, cuerpos o partes de ellos,
cenizas... De entre los elementos necrománticos que nos conectan
al difunto, son la opción más poderosa.

Reliquias de Segundo Grado


Objetos personales del muerto y elementos que llevara en su
muerte. Después de su mismo cuerpo, los objetos personales,
especialmente si se utilizaban muy a menudo, estaban
frecuentemente en contacto con él o tenían un enorme valor
emocional, son también elementos muy potentes para conectar
con un difunto. En este grado, sobretodo en el caso de los santos,
entran también las mortajas, ropas o joyas que llevara el difunto
en el momento de su muerte, especialmente si no han sido lavadas.

Reliquias de Tercer Grado


Representaciones del difunto, especialmente fotografías que le
capturaron en vida, cuando el espíritu aún habitaba el cuerpo
que aparece en ellas. Son la reliquia más débil, pero aún así
poderosa. Si no se tienen representaciones visuales pueden hacerse
36
descripciones detalladas con datos personales, pero la conexión
acostumbrará a ser menor.
Contra más débil sea el reclamo que se va a utilizar para llamar
al muerto, más aconsejable es utilizar varios, y complementarlos
con otros reclamos identitarios no físicos como son el nombre
completo, la visualización de recuerdos o la explicación de
anécdotas o forma de ser de la persona. De no tener las cenizas de
un abuelo, por ejemplo, podemos poner varias fotos suyas, su reloj
y llamarlo por su nombre. Contra más fuerte sea nuestro punto
de conexión con el difunto, más fácilmente podrá interactuar con
nosotros y más acotaremos que el muerto que acuda sea el que
hemos llamado, porque será a él al que le estaremos entregando
energía y le estaremos abriendo a través de sus objetos vinculantes
un puente estrechamente construido a su medida para que lo cruce
hacia nosotros.

37
El arte del tratamiento de los restos mortuorios se denomina
embalsamamiento y comprende una serie de técnicas tan
complejas como adaptativas que han de adecuarse a la pieza
anatómica provista. Entre los elementos utilizados, destacan los
agentes desecantes, como la sal, el natrón o el bicarbonato, los
agentes antisépticos y embalsamantes, como las resinas, y los
conservantes, como el etanol y el formol. En este librito, por
la complejidad de la materia, sólo trataremos con el elemento
más sencillo de trabajar y cuidar (pero a la vez muy común y
poderoso), los huesos.
El trabajo con huesos puede realizarse tanto en materia animal
como en materia humana, por muy tabuizado que esté este
segundo caso. Cabe considerar, sin embargo, que la posesión de
huesos humanos y de ciertos restos animales obtenidos del entorno
puede estar penada por ley, y siempre deberemos tener en cuenta
la legislación local vigente.
Sean de animales o humanos, el respeto a los restos y a su espíritu
deberá regirnos con la mayor seriedad y dedicación, y antes
de comenzar un trabajo con ellos será de suma importancia un
periodo de reflexión. Debemos considerar que esos restos se
encuentran en un lugar determinado y que tomarlos de él puede
interferir e importunar al espíritu. Por ejemplo, sacar huesos
de su tumba, de su lugar de descanso, suele ser una pésima idea
a menos que estuviera hablado con su propietario en vida o el
espíritu haya dejado muy claro que ese es su deseo. Tomar huesos
de nuestro perro que enterramos en el bosque puede ser en
cambio mucho mejor recibido, puesto que estará feliz de estar con
nosotros. Si los vamos a coger, debe ser porque seremos capaces
de proporcionarles un lugar mejor y unas atenciones adecuadas, y
sobretodo, porque el espíritu ha profesado su acuerdo a ello.
Para el acercamiento y tratamiento de restos óseos, después de
38
averiguar por métodos oraculares o intuitivos in situ que el espíritu
está de acuerdo con ello, podremos comenzar por una entrega de
ofrendas o libación adecuadas a los espíritus del lugar del que los
tomamos y al mismo espíritu de los huesos.
Una vez tomados, envueltos en un paño cuidadosamente y
transportados a casa, podremos proceder a su desinfección y
lavado. Antes de empezar es importante recalcar que el hueso
debe estar ausente de restos viscerales y musculares. Si no es
así, podremos dejarlos un tiempo más en la naturaleza, hasta su
total descomposición, o acelerar la descomposición dejándolos
en un barreño con agua a la intemperie durante unas semanas y
cambiar el agua cada pocos días hasta que en los últimos cambios
salga completamente limpia, señal de que se ha terminado la
descomposición.
Una vez tomados los huesos, podremos desinfectarlos
sumergiéndolos en agua caliente y lejía al 1-2% durante al menos
15min. Seguidamente, los sumergiremos en agua, cambiándola un
par de veces, para eliminar toda la lejía. En ese punto se puede
utilizar algún cepillito para eliminar cualquier suciedad o resto,
ayudándonos de un poco de jabón si hace falta.
Una vez secos los huesos, en el caso de querer hacer trabajo
activo con el espíritu al que están ligados, se pueden consagrar
en un caldero con la finalidad de hacerlos renacer y revitalizar
el vínculo que poseen con su ánima. Para ello, se pondrá agua
a hervir en el caldero y una vez pare la ebullición se sumergirá
en ella los huesos junto con hierbas necrománticas de nuestra
elección, especialmente aquellas nacidas en cementerios, que
sirvan para honrar y reforzar al espíritu y abrir una vía clara de
comunicación con él. Pueden ser buenas opciones el ajenjo, el
cedro, el ciprés, la lavanda, el romero o la milenrama.

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Antes de sumergir las plantas, es recomendable conjurar a los
espíritus de los vegetales incluidos con la finalidad de que ayuden
a purificar y revitalizar a nuestro nuevo compañero.
Los huesos han de dejarse secar completamente antes de realizar
el siguiente paso, así que mientras podremos preparar un espacio
adecuado para guardarlos con respeto. Normalmente, se utiliza
para ello una caja de madera acolchada, en cuyo cojín podemos
incluir resinas purificadoras de carácter funerario, como el
olíbano, la mirra o la resina de ciprés o cedro, paja o algodón
y alguna planta aromática de nuestro gusto. Este lugar es
especialmente importante si vamos a establecer una relación de
familiar de bruja con el espíritu de los huesos.
Una vez preparada la caja, podremos conjurar al espíritu y
llamarle pintando los huesos con una tintura de resinas como
es nuestro Bálsamo Óseo con la ayuda de un pincel. Mientras
lo hacemos, en contexto ritual, le explicaremos el motivo de
nuestro acercamiento, nos presentaremos y le dedicaremos
palabras de respeto para honrarle. En el caso de estar haciendo
un rito de consagración de los huesos como familiar de bruja,
conjuraremos al espíritu del familiar y le establecemos un nombre
o le entregaremos el nombre que él nos indique.
Finalmente, dejaremos secar el hueso 24-48h.
Si bien estas prácticas son recomendables a la hora de adquirir y
comenzar a tratar con unos restos óseos, es recomendable realizar
un mantenimiento periódico que les honre de manera continuada
y que mantenga vibrante el nexo entre los huesos y el espíritu para
que nos sea más fácil comunicarnos durante los rituales. A este fin,
una vez al mes puede aplicarse algún otro preparado de refuerzo
y ofrenda como pasarlos por el humo de incienso, alimentarlos
con un poco de vino o una infusión de plantas necrománticas o
40
frotarlos con polvos Stainos, que ayudan a nutrir el espíritu a
la par que cuidan la materia ósea protegiéndola de daños del
entorno.

El Familiar de la Bruja
Finalmente, y ya que tocamos el tema de los restos animales, en
nuestra práctica personal con los muertos, como seguidores de
la brujería folklórica, queríamos hacer mención al trabajo con
familiares de bruja. El familiar de la bruja es un concepto con
varias acepciones a lo largo de la historia en función de la época,
el lugar y las personas que han transmitido la información sobre
ellos. En primer lugar, hallamos al familiar entendido como
una animal vivo que acompaña a la bruja. Sería la típica imagen
del gato negro o el sapo que vive con ella. En segundo lugar, en
otras fuentes se entiende al familiar como un espíritu descarnado
“sobrenatural” que trabaja por y para la bruja, ayudándola en lo
41
que le sea necesario. En este formato, en el folklore se incluyen
en forma de demonios o duendes. Finalmente, y este será el caso
que nos ocupe en esta ocasión, el familiar puede ser el espíritu
descarnado de un animal que acompaña a la bruja, a nuestro caso,
el espíritu de un animal muerto. Esta última opción es interesante
porque se encuentra en el punto medio: tiene una proximidad
física con él a través de sus restos que nos ayuda a comunicarnos
e interactuar, como en el caso de un animal vivo, pero a su vez,
como el segundo tipo, el familiar poseerá una capacidad de acción
enorme al hallarse en el mundo de los espíritus, no limitado a lo
que pueda abarcar un ser físico.
Los familiares no son únicamente aliados para un determinado
objetivo, sino que son compañeros de vida y del arte del brujo.
Por ese motivo, no tiene sentido acumular familiares con la
finalidad de poseer cientos de ellos como si se trataran de piezas
de coleccionismo de museo de ciencias naturales. Un familiar es,
como su nombre indica, familia. Adoptar a uno requerirá amor,
reflexión y responsabilidad hacia toda la serie de obligaciones para
cuidar de sus necesidades que deberemos llevar a cabo de forma
indefinida. Es como si adoptáramos una mascota: deberemos
considerar si tenemos espacio y tiempo para él, dónde vivirá, qué
comerá, qué necesitará y cómo lo deberemos cuidar.
Queríamos utilizar al familiar como ejemplo de las actividades
mágicas y necrománticas que pueden llevarse a cabo con plantas
y animales, algo que acostumbra a quedar en segundo plano
respecto a la necromancia con muertos humanos. El familiar no
es más que el máximo exponente de un aliado animal o vegetal
muerto, interpelado a través de prácticas necrománticas y
mantenido con una rutina de cuidado a sus restos, alimentación
energética y atenciones a su espíritu intensiva y prolongada, para
tener una enorme conexión y complicidad con él. Por este motivo,
42
es frecuente que al familiar se le alimente con sangre propia.
Sin embargo, sin llegar a este nivel de intimidad, también
podemos tener interacciones interesantes con espíritus animales.
Por ejemplo, el trabajo devocional de culto y la interacción
necromántica con un espíritu animal o vegetal muerto puede:

Enseñarnos algunos de sus dones, atributos o rasgos,


proporcionárnoslos o reforzarlos en nosotros mismos.
Por ejemplo, del culto a los huesos y el espíritu de un ave,
meditando en ella, podemos sentir que nos ayuda a ver las cosas de
una forma más amplia o panorámica, o puede incluso ayudarnos a
alzar el vuelo en prácticas de proyección del espíritu.

Protegernos y acompañarnos.
Sobretodo en el caso de que la relación esté muy trabajada y
haya buena complicidad, como en el caso de un familiar, el
espíritu velará por nosotros (así como nosotros debemos velar
por él) desde el mundo intangible. Puede expulsar a personas,
energías o espíritus indeseables de nuestra vida o reconfortarnos
en momentos difíciles. Los espíritus de animales domésticos son
especialmente dados a esto.

Ayudarnos en tareas de hechicería en aquellos aspectos que


dominen.
¡Los aliados vegetales lo hacen constantemente en nuestro día
a día! Cuando estamos usando una planta que hemos cortado
para un rito pidiéndole que tenga cierto efecto mágico, estamos
comunicándonos con el espíritu de una materia muerta para
que interceda por nosotros y mueva las energías que están en su
poder a nuestro favor. Con los animales, aunque hoy en día no
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esté tan en voga, tradicionalmente ha sido lo mismo. Por ejemplo,
el espíritu de un gato, silencioso y observador, solía asociarse al
espionaje, pudiéndolo dirigir a un objetivo y a su regreso recibir
las imágenes que hubiera percibido.
Finalmente, cabe mencionar que en general, los animales y las
plantas, y más si no son especies o ejemplares agresivos en vida,
son uno de los tipos de espíritus de muertos con los que podremos
empezar a trabajar con mayor seguridad. Al poseer sus restos
mortales tendremos una conexión muy firme con su espíritu
que da muy poco pie a interferencias indeseadas, y no suelen
tener un doble fondo que desconozcamos y pueda ser peligroso
(evidentemente, habrá especies que sí, pero normalmente ya
sabremos de antemano que son peligrosas), a diferencia de un
muerto humano desconocido, del que sí podemos llevarnos
muchas sorpresas.

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Limpiezas, Destierros y
Seguridad en el Trato con
los Muertos

Ante cualquier duda, es necesario aclarar que el trabajo


necromántico no se puede catalogar como una práctica segura.
Realmente, ninguna práctica espiritual se puede considerar como
tal. El mundo espiritual es vasto y desconocido, y espíritus, igual
que personas, los hay más amables y menos. Sin embargo, igual
que no nos quedamos encerrados en casa por no exponernos a los
miles de peligros que tiene la vida, sino que aprendemos a ir con
cautela y conocimiento para minimizar los riesgos, en la práctica
espiritual es lo mismo.
El mundo espiritual ya interacciona con nosotros constantemente,
seamos conscientes de ello o no. Interaccionar de forma
deliberada y consciente con él es reconocer algo que ya tenemos
alrededor, aprender de ello y ser capaces de utilizarlo a nuestro
favor. Sin embargo, los espíritus no están muy acostumbrados a
que se les haga caso, y eso puede llamarles la atención y hacerles
acudir en mayor intensidad cuando nos dedicamos a estas
prácticas. Sumado a esto, si llamamos a cualquiera que nos pase
por delante sin conocerle o llamamos a espíritus con energía
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turbia, elementos vinculantes débiles u objetos poco alineados con
nuestra intención, podemos encontrarnos que aquél que acuda no
sea quien esperábamos.
Cuando interaccionamos con los espíritus debemos considerar
establecer en primer lugar los parámetros de seguridad necesarios
para realizar nuestra práctica, comenzando por preguntarnos:

¿Con quién quiero contactar?


¿Tengo algún elemento que me sirva de vínculo?
Si se responde afirmativamente a ambas preguntas, es probable
que el espíritu sea un conocido u ancestro, lo que acotará el
encuentro a una mayor seguridad. Cuando estemos en el rito, nos
confirmará que todo está correcto que sintamos la presencia de
esa persona o animal en concreto, que nos encontremos a gusto o
que sintamos su amor o emociones positivas.
Si la respuesta a la primera pregunta es negativa y se busca
contacto con un espíritu que no es cercano, deberemos plantear
el enfoque del rito necromántico y el medio de comunicación.
Los espíritus ajenos al linaje pueden presentar mayor diversidad
en cuanto a respuesta. Influenciarán mucho las circunstancias del
muerto, del rito, del lugar y de nuestro propio estado interno, su
carácter en vida y el tiempo que hace del fallecimiento. Por lo
general, los antiguos muertos pueden estar más lejanos o difusos,
siendo más complicado contactar con ellos y necesitar de un
trabajo de acercamiento y ofrenda continuado antes de poder
interactuar, y aquellos muertos antiguos y poderosos suelen ser
más exigentes y requerir de una serie de ofrendas que pueden estar
más alejadas de lo que habitualmente usamos con ancestros.
Si la respuesta a la segunda pregunta es negativa y no tenemos
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elementos de vínculo, debemos entender que estamos haciendo
un llamado a lo que se quiera presentar, con lo cuál el resultado
puede ser muy variable. Esto se suele hacer cuando deseamos
conocer espíritus nuevos en un territorio, pero para ello hay
que estar seguro en ser capaz de gestionar una posible situación
adversa. Si bien la mayoría de espíritus no son malos, como
tampoco lo somos la mayoría de personas, siempre podemos
tener mala suerte. Además, puede que no sean malos, pero que
busquen algo que les conviene de nosotros, como nuestra energía,
o que estén enfadados, tristes o posean una energía densa que nos
perjudique. Entendamos aún así que incluso de entre los espíritus
con los que podemos tener un mal encuentro, los casos en que
realmente trascienda más allá el problema son raros, porque
cuando estamos en desacuerdo con alguien lo normal es que
después del encontronazo, cada uno se vaya por su lado. Por lo
general, igual que en el caso anterior, que el espíritu sea negativo
para nosotros será algo que notemos en la vibración del ambiente,
en nuestras emociones y en nuestra intuición. Si hay algo que nos
da mala espina, nos estamos sintiendo drenados o empezamos
a notar emociones turbias, nos despediremos educadamente,
cortaremos la comunicación y volveremos a limpiarnos a nosotros
y al entorno con nuestros elementos purificadores.
Dado a que debemos tener un protocolo de emergencia,
pongámonos en la peor situación y consideremos que vamos a
comenzar el rito en un ambiente hostil (que si somos conscientes
de ello no deberíamos, pero pongamos que no nos damos cuenta).
Por ello es muy importante como primer paso abrir un espacio
ritual limpio y ordenado, purificar antes de comenzar y facilitar
que no haya energías indeseadas en el altar, en nosotros mismos
y en el ambiente. De esta forma podremos trabajar de una forma
más fluida y sin interferencias. En el caso de que nos topemos con
una situación descontrolada donde se presenta una entidad poco
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amigable, si poseemos un estado de limpieza interno y externo
seremos menos vulnerables y podremos actuar con mayor anchura
de manga y determinación.
Algunos elementos de limpieza y purificación, además de los
mencionados en otros apartados, son las resinas de olíbano, pino,
cedro y demás coníferas, hierbas muy aromáticas como el romero,
el tomillo, el hisopo o el laurel, el ajenjo... En nuestro folklore
local seguro que podemos encontrar referencias a muchas plantas
con esta asociación.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta la protección
personal. La protección será la primera defensa activa que
poseeremos frente a una reacción de animadversión. En
las prácticas de magia ceremonial como la Wicca, veremos
habitualmente la figura del círculo que sirve como elemento de
contención frente espíritus que se presenten con mala voluntad,
y esta es una opción interesante en el caso de hallarse afín a
nuestra práctica habitual. En la brujería folklórica, sin embargo,
los círculos protectores no son tan comunes y la protección
acostumbra a tener un carácter más personal, a modo de
preparados aplicados en el brujo, amuletos, talismanes o espíritus
aliados protectores, como los mismos ancestros una vez se tiene
confianza con ellos. Además, normalmente el trato con espíritus
negativos se suele establecer de una forma más diplomática,
buscando el acuerdo e intentando disuadirles para que se marchen
por su propio pie.
Los elementos protectores pueden ser muchos, pero son muy
comunes aquellos que tengan aspecto puntiagudo y/o afilado.
Del reino animal pueden utilizarse garras o uñas, aunque las
más habituales son los vegetales, como los cardos, las carlinas,
las espinas de espino blanco y endrino, las zarzas... Son comunes
también los clavos y las agujas, así como la sal y el hierro.
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Los amuletos religiosos que refieran a deidades patronas o
protectoras para el practicante o los amuletos solares tienen
también mucho sustrato de uso como protectores y apotropaicos,
siempre que para nosotros tengan ese significado profundo.
Crucifijos, cruces solares, hexafolias...
La protección personal, a la fin, es algo muy íntimo que debe
resonar con el practicante, con lo que antes de practicar ritos
necrománticos será importante que esté familiarizado, cómodo y
confiado en sus protecciones.
Con la finalidad de realizar la necromancia más segura, lo
recomendable es hacerla fuera de casa o en un habitáculo
dedicado y preparado especialmente para ella, que contará con
su propia protección y ambiente puro y favorable para trabajar.
Estos espacios son llamados necromantios, y a rasgos generales
se tratan de la misma forma que el altar de necromancia. Con el
tiempo y la práctica continuada, pueden convertirse en lugares
muy poderosos que faciliten mucho el trabajo.
Finalmente, aunque no descuidemos la protección y la
purificación, es interesante conocer y tener herramientas de
destierro o purga para los casos más extremos en que después
de despedirnos educadamente, el espíritu no quiere irse y la
interacción está siendo muy negativa. El destierro, igual que el
exorcismo, no es una práctica que podamos tomar a la ligera. Los
destierros implican un rechazo activo y directo al espíritu, lo que
evidentemente provoca un conflicto con él. Este conflicto puede
remover las energías del entorno violentamente y determina que
ese espíritu no vaya a querer trabajar más con nosotros, porque
va a resultar un proceso muy ofensivo. Por ello, para que resulte
eficaz, el purgante ha de ser potente y debemos llevar a cabo el
rito con la educación que sea posible dadas las circunstancias,
pero tajantemente y con mucha determinación.
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En los textos de Agripa, los purgantes para expulsar espíritus
solían ser elementos de aromas muy fuertes: vísceras de pescado
quemado, azufre... La finalidad de ello es crear un ambiente
inhóspito para el espíritu. Pueden usarse también purificadores
como las resinas mencionadas, sal o polvos de plantas para el
despojo, como el eléboro, las semillas de estramonio, el ajenjo o
la ruda. El incienso de Purga que tenemos en Ars Viridia es un
elemento muy propicio para tener a mano en este caso.

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Agradecimientos
Llegado el final de este librito, no nos queda más que agradecerte
la confianza en nosotros y desearte un excelente Samaín.
Esperamos que la información contenida aquí haya sido de tu
agrado y, sobretodo, de utilidad, y haya logrado animarte a
explorar el misterioso pero fascinante mundo de los muertos.
Si bien la práctica devocional y mágica con los difuntos no está
especialmente bien vista hoy en día, nosotros creemos que existe
un tabú y una demonización enorme a su alrededor que merece
ser disipada por el conocimiento y una práctica respetuosa y
responsable.
Los muertos son solo eso, muertos. Son personas como nosotros,
son espíritus que antaño caminaron en esta tierra y que ahora,
simplemente, están en otra etapa de este ciclo. Puede haber
muertos peligrosos, pero siendo francos, en más peligro estamos
por los vivos. No olvidemos que al Otro Lado también están
nuestros seres queridos y muchos espíritus más de los que podremos
aprender y con los que tendremos experiencias fascinantes.
Al final, aunque no nos demos cuenta, la separación entre su
mundo y el nuestro es casi ilusoria, y constantemente en nuestro
día a día, la muerte y la vida se entretejen para permitirnos existir.
Así que hoy, día de Difuntos, agradezcamos a la muerte una vez
más: gracias a ella estamos aquí.

Alanna y Vini
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BIBLIOGRAFÍA

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