Nocturna Samhain 2021
Nocturna Samhain 2021
Nocturna Samhain 2021
UNA INTRODUCCIÓN AL
La mitad oscura del año no deja de ser una larga noche, el tiempo
en que la guardia diaria de los espíritus nocturnos y ctónicos es
más larga. Es en este contexto en el que se ubica la celebración del
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Samaín, al borde del cambio de fase anual, tras las últimas luces
crepusculares del ciclo, siendo el umbral que abrirá una amplia
puerta en la muralla con la que la mitad clara del año cercaba
el mundo de los vivos y lo separaba, al menos en gran parte
(que no totalmente), del de los muertos. Así, podemos decir que
efectivamente, los muertos “vienen” a nosotros rondando esta
fecha, ¿pero realmente se van tras ella?
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Entre Vivos y Muertos
¿Cuál es nuestro papel como vivos, entonces, en este momento
del ciclo? Además de alimentar a la muerte con vida, para lo
cuál evidentemente tenemos cierta justificada reticencia en lo
personal y preferimos evitar ser voluntarios (ya nos llegará,
no hay prisa), hay otros aspectos que tradicionalmente se han
presentado como nuestra responsabilidad hacia los muertos, no
solo en el día de Difuntos, sino a lo largo de la mitad oscura del
año: principalmente, mostrarles respeto y alimentarles de alguna
forma. Aunque no les alimentemos con nuestra propia vida, es
tradicional honrarles y valorar la función que ejercen en el ciclo,
de la cuál los vivos nos beneficiamos, entregándoles otra materia
considerada “viva”.
Es para estos fines que en este librito exploraremos las bases del
trabajo con los muertos y proporcionaremos las herramientas
básicas para comenzar en este misterioso camino.
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El Culto a los Ancestros
El culto a los muertos fue una de las actividades más importantes
en muchas religiones paganas, trasladándose al catolicismo de
forma contundente en la adoración a santos y vírgenes y a las
actividades del Día de Difuntos. La deferencia a los muertos es
algo concebido desde la más remota antigüedad y se sustentaba
principalmente por el agradecimiento y el temor.
El culto a los difuntos, aunque hoy en día para mucha gente
suponga una mera cuestión de recuerdo y respeto a personas que
ya no existen, nace directamente de la creencia en la persistencia
de un ánima tras la muerte que tiene la capacidad de interactuar
e interferir con la vida de los vivos. No es un misterio para nadie
que los que ahora están muertos son aquellos por cuyas acciones
nosotros estamos vivos, y por lo tanto, para religiones que creían
en dicha ánima y en las que la vida se consideraba un regalo y no
un tormento, era mucho lo que había que agradecer a los difuntos,
especialmente a aquellos de la familia y a aquellos a los que se
había amado en vida.
El mundo de los espíritus es vasto e incomprensible para aquellos
que no se encuentran en él, y por lo tanto, las formas en que
las ánimas de los muertos podían afectar a los vivos podían ser
misteriosas, imprevisibles y de desconocidas dimensiones. Se creía
que tenían el control sobre aquellas cosas sobre las cuáles los vivos
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no lo tenían: el crecimiento de los cultivos, y, por lo tanto, la
abundancia y la prosperidad, la suerte, la muerte, la enfermedad,
la naturaleza en su lado salvaje... Y por lo tanto podían abarcar,
para bien o para mal, aquello que se escapaba de las manos a
los vivos, teniendo un gran poder sobre su vida, su fortuna y su
destino.
Se creía por un lado que aquellos muertos amados y familiares
quedaban de alguna forma rondando a la familia, cuidando que
estos aspectos mencionados resultaran beneficiosos para sus
descendientes y protegiéndola del efecto de otros malos espíritus.
Este era un gran motivo para su honra y su agradecimiento, pero
además, cumplir las debidas obligaciones de culto, mostrar el
debido respeto y tenerles satisfechos (no solo a los muertos, sino a
todos los espíritus favorables cercanos), haría que proporcionaran
su favor con más esmero y se evitaría que pudieran marcharse o
tomar malas acciones por ofensas o insatisfacción.
Dicho tipo de culto no sólo se establecía para el ámbito familiar,
sino también hacia figuras destacables de la comunidad fallecidas
o ancestros míticos, a los que se adjudicaban las mismas funciones
pero en el ámbito comunitario y local.
Por otro lado, también se creía que habría espíritus que podrían
utilizar sus capacidades para hacer el mal a los vivos, especialmente
bajo la premisa de buscar alimentarse de la vida o por haber sido
malvados o atormentados en vida. En este grupo destacaban los
muertos sin descanso, muy temidos en las sociedades grecolatinas
pero igualmente considerados en el ámbito germano, que eran
aquellos que habían fallecido de forma traumática, antes de su
hora o no habían podido ser enterrados siguiendo la ritualística
funeraria adecuada. Entre ellos eran especialmente considerados
como peligrosos los niños, neonatos y mortinatos, las madres
fallecidas en el parto, los ahogados, los muertos en circunstancias
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violentas, los asesinados y los ejecutados.
Las medidas apotropaicas para protegerse de los muertos dañinos
eran realmente innumerables, y se encuentran algunas comunes a
lo largo de todo el territorio europeo, como la sal, las legumbres,
símbolos protectores solares o ciertas plantas y resinas, y otras
de carácter más locales. En todo caso, en muchas situaciones las
medidas protectoras hacia los muertos malintencionados incluían
también en cierto modo algunas muestras de culto, como la
entrega de ofrendas para apaciguarles o mantenerles alejados del
hogar. Había ocasiones, incluso, en que las hechiceras trabajaban
con ellos para cumplir sus propósitos, como sucedía con las
tablillas de defixión o las efigies para maldecir que se dejaban en
las encrucijadas en la sociedad romana, a fin de que los muertos
sin descanso que habitaban en ellas llevaran a cabo la tarea.
CEMENTERIOS
Como veremos en apartados posteriores, los restos mortales de
los difuntos establecen un potente nexo con su espíritu, y de esta
manera los cementerios son el espacio exterior principal en el
culto a los muertos. En él se establecen prácticas referidas tanto
a los ancestros familiares, realizadas específicamente sobre sus
tumbas, como a los ancestros de territorio, a la misma muerte
en sí y a todo el grupo de los difuntos en general. También
puede trabajarse con espíritus desconocidos que pueden variar
enormemente en intenciones y voluntad colaborativa.
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ENCRUCIJADAS
Las encrucijadas, como espacio liminal, se consideran un punto
entre ambos mundos, y por lo tanto son un espacio en el que los
espíritus cobran mayor fuerza en nuestra realidad y nosotros
podemos acceder con más facilidad a la otra. Sin embargo, los
espíritus de las encrucijadas acostumbran a considerarse en el
folklore de carácter psicopompo, oscuro o mistérico (como
el Diablo folklórico, Hécate, Hermes... a los que estaban
consagradas las encrucijadas). Además, en ellas se creía también
que habitaban las almas de los muertos sin descanso que no tenían
un lugar de paz en el que yacer, como es el cementerio. Es de
destacar que durante muchos siglos se ejecutó y dejó a los muertos
de los delincuentes en los caminos y las encrucijadas, con lo que la
asociación es considerablemente directa y la mala fama bastante
justificada.
CENOTAFIOS Y MONUMENTOS
A falta de los restos mortales de los difuntos, es común la
existencia de cenotafios y monumentos consagrados a ellos
que sirvan como punto de culto. Es el caso de los memoriales
a las víctimas de sucesos trágicos o a muertos de guerra, o los
monumentos a personajes célebres. A parte de ser un buen lugar
para el culto comunitario o el trabajo con muertos admirados,
pueden ser espacios interesantes a considerar al plantearnos el
culto caritativo que tanto caracteriza la celebración tradicional
del Día de Difuntos.
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Revisados estos aspectos principales, el culto a los ancestros no es
un asunto complicado.
En primer lugar, cabe destacar que es muy interesante el uso de
elementos vinculantes que nos conecten con ellos, para que se
sientan interpelados por nuestras acciones de culto y les sirvan
de “ancla” en nuestra realidad para que tengan presencia y
capacidad de actuación en ella. Hablar de ellos, investigarles,
poner sus fotos en un altar, poseer objetos personales suyos, poseer
sus restos, acudir a sus tumbas o monumentos para el culto...
Todo esto, desde lo material como cenizas o fotos a lo inmaterial
pero identitario, como el nombre, un monumento o recuerdos,
establece un nexo con el espíritu que refuerza la unión y facilita
la comunicación, motivando a su vez que el espíritu que acuda
sea realmente el llamado. A falta de elementos, puede bastar una
simple invocación con su nombre, o con aquello que sintamos que
les puede llamar, por ejemplo: aquellos cuya sangre corre por mis
venas, o madres de mi linaje, etc. cada vez que queramos realizar la
práctica de culto.
En segundo lugar, como hemos visto ya con anterioridad,
los muertos se alimentan de la vida, y a este fin un punto muy
importante son las ofrendas que la representen, las principales
ya mencionadas. La comida es un elemento importante, y los
banquetes de difuntos son de hecho una de las muestras de
culto que más se han conservado en los funerales y en el Día de
Difuntos. Aún así, la comida siempre es bienvenida en cualquier
ocasión, destacando, además de la ya comentada, la fruta, el
café, el chocolate y aquello que les gustara en vida. Esta comida
puede dejarse en los lugares de culto mencionados en función de
a quién se dirija. En el caso de dejarla en un altar doméstico y no
ser posible tirarla al fuego, debe retirarse en cuanto uno mismo
ya no se la comería y enterrarla (es decir, entregarla al mundo
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de los muertos) en el jardín, una encrucijada o el cementerio. En
algunos lugares la comida dedicada a los muertos se come después
de ofrendarla, pero personalmente no tengo costumbre de ello
en prácticas devocionales, especialmente en el caso de ofrendarse
a muertos desconocidos o con los que no se tiene confianza.
La comida dedicada a los muertos, una vez entregada, queda
“muerta”. Ya no posee la capacidad de proporcionar vitalidad
porque esta energía ya ha sido tomada por los difuntos, e incluso
puede quedar impregnada de muerte o de aquella energía que
poseyera el espíritu. A menos que sea en circunstancias especiales
en que los ancestros quieran proporcionarnos algo a través de la
comunión de comer su comida o en que se esté practicando un rito
necromántico específico, no es especialmente recomendable en el
día a día.
Otras ofrendas muy valoradas en el culto a ancestros son el
arte, las canciones y la poesía. Pronunciar unas palabras en su
honor, hacerles un homenaje, cantar sus canciones tradicionales,
escribirles o leerles poesía que pueda ser de su agrado...
Finalmente, es interesante considerar incluir en su culto
elementos que ellos mismos incluían en su práctica con los
muertos, como gesto de respeto. Si a ellos les parecía correcto
realizar ciertas acciones para sus difuntos de cierta manera,
valorarán que nosotros hagamos lo mismo por ellos. Por ejemplo,
puede que para los muertos católicos de nuestra familia sea una
bonita devoción rezarles el rosario antes de cenar en la noche del
1 de noviembre, como era tradicional para ellos, o visitar en cierta
fecha el cementerio y limpiar las tumbas como hacían por sus
difuntos. Estas acciones no tienen que determinar la totalidad de
nuestra práctica de culto, y más cuando incluimos elementos que
no nos representan religiosamente, pero pueden ser un pequeño
gesto a incluir entre aquello que sí encaje con nuestra cosmovisión
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espiritual de la muerte y los difuntos.
Los aspectos comentados entran dentro del ámbito del homenaje
y la devoción, pero no olvidemos que no estamos pagando tributo,
y que el culto no debe ser frío y seco como una rutina, sino algo
personal, cómodo y cercano, que se hace por gusto y por amor.
Por ese motivo, no nos olvidemos de hacer que lo sea, tanto para
ellos como para nosotros. Hablemos con ellos, de forma informal
si es que tenemos la confianza. Expresémosles nuestras emociones,
pidámosles consejos, contémosles nuestro día. Narrémosles
nuestros recuerdos y anécdotas con ellos, expliquémosles las
novedades de las personas que conocían o que descienden de
ellos. E incluso cuando no tengamos ganas de hablar, sentémonos
simplemente un rato en su altar o en sus tumbas a leer o descansar,
a disfrutar simplemente de la mutua compañía en silencio.
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Contemplados estos aspectos, hablemos de la periodicidad del
culto a los ancestros. A un nivel básico, esta práctica tendrá
lugar en fechas puntuales, como en el Día de Difuntos o en
los aniversarios de muerte de los familiares fallecidos. Estas
ocasiones puntuales pueden extenderse a nuestro cumpleaños (yo
siempre les guardo un trozo de tarta), sus aniversarios de muerte
u otros momentos que nos recuerden a ellos. En una práctica más
extensa, y especialmente si tenemos la intención de un contacto
más estrecho o de alianza para el trabajo mágico, podremos
aumentar la frecuencia durante la mitad oscura del año o incluso
todo el año a una vez al mes (en luna nueva, por ejemplo), a la
semana o realizar una práctica diaria durante el periodo de
tiempo que consideremos (en este aspecto es muy tradicional el
novenario de almas, los nueve primeros días de noviembre), que
puede ser simplemente encender su vela en el altar y ponerles un
agua perfumada en el quemador de esencias mientras leemos un
rato, dejando los ritos más elaborados y las ofrendas más grandes
para una vez a la semana. El trabajo continuado es lo que nos
proporciona proximidad, confianza y buena comunicación con
cualquier persona y espíritu, así que será la clave mostrar una
constancia proporcional a la relación que busquemos con ellos.
LINAJE DE OFICIO Y
ANCESTROS DE OFICIO
El linaje de oficio se da en aquellos casos en los que un oficio o
práctica ha sido heredada directamente, creando por lo tanto
una continuidad generacional mayor o menor. Por ejemplo,
aquellas personas que han trabajado de zapateros en un mismo
lugar, enseñándose los unos a los otros durante generaciones.
Debido a la continuidad y el contacto entre los miembros de la
línea, se hablaría de un linaje. Lo mismo sucede popularmente en
las tradiciones hereditarias de brujería: los miembros anteriores
ya fallecidos son el linaje de la tradición, y asisten a los que la
forman en vida y han heredado su práctica.
Los ancestros de oficio, por otro lado, serían todos aquellos
que han ejercido una misma actividad, compartido una misma
creencia o cualquier otro elemento en común con la persona que
les quiere rendir culto, sin una relación de linaje directo. Por
ejemplo, para una hechicera, todas aquellas personas muertas que
practicaron hechicería en vida y eran conocedoras del oficio. De
los ancestros de oficio o de un linaje de oficio puede aprenderse
infinitamente en el campo de la materia común, y pueden resultar
grandes colaboradores y consejeros.
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A la hora de buscar un culto o contacto con ancestros de oficio,
podemos llamarles siendo todo lo específicos que podamos ser
para que se sientan interpelados, y podemos colocarles un pequeño
altar con herramientas o referencias a aquello que se tiene en
común con ellos. El culto se realizará con la periodicidad que
deseemos, a depender de si sólo queremos devocionarles o también
queremos establecer un contacto más directo con algunos de sus
espíritus (con lo cuál requerirá mayor constancia y cuidado).
Es cuestión de establecer un contacto poco a poco, no de golpe,
para que sea lo más seguro posible, tal y como si conociéramos
a un grupo de gente nueva en vida. No olvidemos que en el caso
de ancestros familiares tenemos muchos elementos vinculantes
de llamada y “ancla” en nuestro mundo que potencian que los
espíritus que acudan sean los que queríamos llamar; sin ir más lejos
nuestro propio cuerpo, objetos, fotos, recuerdos, la casa familiar...
en un linaje de oficio tenemos sus conocimientos y probablemente
objetos personales o legados, pero los ancestros de oficio tienen
mucho menos nexo con nosotros: tan sólo un elemento, práctica
o inquietud en común, que representaremos en la zona de trabajo
con ellos de la mejor manera que podamos. Sin embargo, es un
reclamo bastante flojo, y muchos espíritus desconocidos pueden
acercarse a nosotros cuando busquemos trabajar con ellos
(¡además de que puede haber personas excelentes y horribles con
un mismo oficio!). Por ese motivo, preferiblemente en espacios
protegidos, podemos comenzar a comunicarnos pidiendo consejo
sobre los aspectos que dominan sin ser demasiado confiados en
dar nuestra información personal ni rendirles culto en casa, y
poco a poco ir cogiendo confianza si la relación es satisfactoria
y beneficiosa. Con el tiempo puede que lleguemos a conocer a
algunos espíritus específicos del grupo que nos contesten o asistan
con más frecuencia.
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ANCESTROS DE TERRITORIO
Los ancestros de territorio son aquellos que habitaron en el
mismo territorio que el practicante y que, fundidos en su tierra,
ya son parte de él. Los muertos más antiguos de la zona, cuyos
descendientes vivos son ya lejanos y tienen a otros familiares
velando por ellos, suelen ejercer una función de guardianes y
regidores del territorio en que fueron enterrados, tomando casi
una identidad de genius loci.
A grandes rasgos podemos decir que en trato de culto y trabajo,
estos ancestros son como los de oficio, sólo que el nexo en común
con el practicante es un área geográfica. De esta forma, los
muertos del territorio podrán enseñarte, aconsejarte y guiarte
por esa tierra, y a ellos podrás agradecerles las costumbres y
tradiciones locales y los conocimientos o señales que te lleguen
a través de sus descendientes. Además, durante los días como
Samaín o los que consideres importantes para conmemorar el
ciclo de los muertos, podrás agradecerles la vida que proporcionan
a la tierra que os rodea, apoyarles en su tarea invernal o confiarles
lo que te gustaría que sucediera en el territorio. En el caso de que
haya amenazas o problemas locales, pueden ser grandes aliados
para hacer respetar el entorno que guardan. En un altar a ellos,
podremos poner tierra del cementerio, elementos del entorno y
objetos u ofrendas tradicionales de la zona.
Su lugar de culto por excelencia es el cementerio local, lo cuál es
muy adecuado porque puedes acudir a verles a su casa y no tienes
por qué establecer el culto en la tuya si no tienes confianza con
ellos. Simplemente es importante tener una buena educación en
el cementerio y establecer el contacto poco a poco. Otro lugar
típico, en el caso de haberlos, son los megalitos y las tumbas
antiguas.
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HÉROES, ANCESTROS MÍTICOS Y SANTOS
Finalmente, otra opción interesante en el culto a los difuntos
es la devoción a aquellos ancestros míticos, héroes locales o
personajes a los que se tiene admiración. En este apartado se
incluyen los santos, que no dejan de ser muertos y son una de las
modalidades de culto a los difuntos más extendidas en el folklore
y aún a día de hoy. El culto a estos difuntos se acostumbrará a
realizar en monumentos a ellos, en sus tumbas y en lugares en
los que se guarden sus reliquias. Tradicionalmente, en muchos
casos, también podía existir un culto doméstico en un pequeño
altar, ejerciendo el difunto honrado casi de espíritu tutelar del
devoto en caso de santos, o simplemente de inspiración en caso de
personas admiradas. Lo bueno de esta categoría es que no nos será
complicado en la mayoría de casos encontrar representaciones
o restos mortales de ese difunto que nos ayuden en el lugar de
culto. Normalmente, como en los casos anteriores, estos muertos
podrán influir en el aspecto al que se les asocia o del que tenían
conocimiento en vida.
Plantas Avernas
Por ejemplo: acónito*, beleño negro*, álamo blanco, menta, amapolas,
asfódelos, granada, eléboros*, estramonio*, adormidera*, tejo*...
Las plantas avernas están relacionadas con el movimiento de las
fuerzas mortuorias, su conjuración y la apertura de caminos entre
nuestro mundo y el Inframundo para que nosotros o los difuntos
podamos transitarlos o cruzar. Las plantas que se encuentran
en esta categoría acostumbran a tener en su folklore y mitología
asociaciones a la muerte y el mundo de los muertos. Por ejemplo,
el acónito, según la leyenda, surgió de la saliva de Cerbero, la
granada es la fruta que ancló a Perséfone al Inframundo, la
adormidera se asociaba a la muerte apacible y el descanso eterno,
los asfódelos crecían en el Inframundo grecolatino, el tejo era un
árbol de contacto con los ancestros y enraizado en el mundo de
los muertos para los pueblos celtas, los eléboros hacen su ciclo a la
inversa, floreciendo entre la nieve en pleno invierno, es decir, en
la época de los muertos...
Muchas de estas plantas, como es lógico, pueden ser venenos
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mortales, porque ¿qué camino más directo hay al Inframundo
que la muerte? Para que quede en claro conocimiento, las
plantas tóxicas han sido marcadas en el listado con un asterisco.
Evidentemente, el trabajo con ellas debe realizarse con el más
absoluto cuidado, respeto y medidas de seguridad, y de no sentirse
seguro en su manipulación pueden utilizarse las alternativas no
tóxicas.
Plantas Funerarias
Por ejemplo: cedro, ciprés, lavanda, violetas, artemisa, crisantemos,
rosas, mirra, benjuí, gordolobo, cereales y aquellas plantas que sean
tradicionales a nivel local en los funerales y el Día de Difuntos.
A diferencia de las anteriores, aunque algunas podrían caer entre
ambas categorías, como la adormidera y la amapola, las plantas
funerarias son aquellas que tradicional o mitológicamente
están asociadas al homenaje a los difuntos, la transmisión de
sentimientos de amor y respeto hacia ellos, su apaciguamiento
y su guía y acompañamiento en el proceso de tránsito. En la
práctica necromántica y en el culto a los ancestros se utilizan
como ofrenda, en el proceso de ablución, para proporcionarles
acompañamiento y para la canalización de sus dones.
Los elementos incluidos en el rito deberán ser valorados a
consciencia para adaptarse a la práctica que se desee llevar a
cabo, puesto que el contacto con los muertos puede enfocarse en
distintas direcciones: veneración, canalización, incorporación,
adivinación... Además, el necromante debe ser consciente que el
trato con los muertos implica una buena reflexión previa acerca de
la necesidad de establecer dicho contacto. Los muertos no están
a nuestra libre disposición, sino que tienen sus quehaceres en su
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propio mundo y, por ello, el convocarlos debe ser producto de una
verdadera intención de establecer contacto y no como búsqueda
de una mera experiencia paranormal. Un propósito banal implica
por lo habitual una ausencia de respuesta en el mejor de los casos
o una respuesta ofensiva en el peor.
ESTABLECIENDO EL ALTAR
El lugar en el que se realiza la práctica necromántica no puede
ser elegido de manera arbitraria. Normalmente, especialmente
dentro del ámbito de la brujería tradicional, se suelen elegir
espacios funerarios, como los comentados en el apartado del
culto a los ancestros. Sin embargo, en el caso de querer trabajar
en interiores podremos establecer un altar necromántico que sirva
por un lado para establecer el contacto y recibir la interacción con
los difuntos y por otro para delimitar el espacio de la interacción
y proteger el lugar (por ejemplo, en el caso de hacerse en casa) y
al mismo practicante de interacciones o espíritus indeseados.
El altar necromántico puede ser establecido sobre cualquier
estructura plana, preferiblemente de origen natural, aunque
resulta ideal si tenemos una tabla o espacio específicamente
destinado a ello.
Antes y después del rito, que comienza con preparar el altar,
deberemos limpiarnos, protegernos y entrar en un estado mental
adecuado para recibir a los difuntos sin interferencias indeseadas.
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Además de nuestro sistema de purificación energética habitual,
lo normal es realizar una práctica de ablución, de lavado, con
algún agua que contenga aliados vegetales purificadores, como
el agua de ruda. En este caso, también es interesante que el agua
contenga elementos protectores y algunas plantas necrománticas
(¡no tóxicas!) y funerarias que ayuden a poner nuestra vibración
en un estado más afín al contacto con los muertos, como si fuera
el agua con la que se los lava en los funerales. Este tipo de actos
simbólicos suelen ser importantes en la necromancia, puesto que
se realizan para acercarnos al mundo de los muertos y ubicarnos
en un lugar que nos facilite escucharlos. De hecho, para algunos
ritos necrománticos antiguos que han quedado atestiguados,
era común comer durante los días previos comida considerada
“muerta”, como pan sin levadura, mosto en lugar de vino o
comida sin sal, e incluso vestir mortajas. Un ejemplo de preparado
que puede servir a este fin en Ars Viridia es nuestra Agua Estigia.
Por otro lado, nuestro estado de ánimo ha de ser bueno para
realizar el rito, puesto que la tristeza o un excesivo miedo pueden
llamar a energías indeseadas.
El altar ha de purificarse también intensamente antes y después
del rito. Para comenzar, puede usarse para ello vinagre, agua de
ruda, Agua Estigia, agua con amoníaco (siempre sin mezclar con
otros productos y con seguridad) o nuestro preparado habitual de
limpieza energética. Pueden usarse también el agua en quemador
de esencias o inciensos tradicionales como el benjui y el olíbano,
que purifican el ambiente y lo preparan para el contacto espiritual
sin desterrar a los espíritus favorables. Después del rito, además
de volver a limpiar, puede ser necesario realizar una limpieza
profunda en el caso de no querer que los espíritus llamados se
queden cerca, o un destierro en situaciones complicadas, lo que
junto a las medidasde seguridad, se contemplará en el último
apartado de este librito.
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En el altar colocaremos aquellos elementos ya considerados en
el apartado del culto a los ancestros: reclamos o referencias a
los espíritus concretos que queramos llamar, a ser posible alguna
reliquia que conecte directamente con ellos, ofrendas, nuestro
método adivinatorio, en el caso de que necesitemos uno para
comunicarnos, elementos funerarios o necrománticos en función
de nuestra intención para el rito y, si lo consideramos necesario,
algun elemento protector (hablaremos de ello más adelante).
De sentirlo necesario, podemos limpiar o preparar para recibir
la energía mortuoria también todos estos elementos con el Agua
Estigia ayudándonos de un paño de algodón.
Finalmente, el altar ha de consagrase para dedicarlo a los muertos.
EL RITO BÁSICO
Para consagrar el altar a los muertos, podemos tomar una vela
grande como vela de trabajo necromántico y ungirla con un
aceite de plantas avernas y funerarias (como es nuestro Aceite
Necromántico). También ungiremos el altar con este aceite en
las esquinas. Encenderemos la vela para realizar el llamado al
espíritu o los espíritus con los que deseemos hablar. Podemos
tomar el objeto u elemento que nos conecte con él entre las manos
y llamarlo tres veces a través de él, visualizando un hilo de plata
que llega hasta el espíritu.
Hecho el llamado, podemos proseguir entregando las ofrendas.
En este caso, resulta muy interesante el rito de la Cena Roja (The
Red Meal) de Robin Artisson, en la que se comparten los alimentos
ofrendados entre el practicante y los espíritus. Compartir
comida con los difuntos es una práctica funeraria y del Día de
Difuntos muy extendida, y resulta un gran sistema para entrar en
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comunión con ellos. Para ello, se prepara pan y vino y se entrega
a los muertos, pidiéndoles compartirlo. Tras unos minutos,
podemos tomar un poco de pan y de vino y comerlo. El orden
de quién come primero es importante porque en primer lugar,
es respetuoso servir a los demás antes que a uno mismo, pero en
segundo lugar, tal y como hablábamos al tratar si consumir o no
las ofrendas del altar de ancestros, estas quedan impregnadas de
energía mortuoria. En este caso sí nos interesa, en contexto ritual,
consumirlas para absorber esa energía y acercarnos a la muerte,
acortando la distancia con los muertos con los que estamos
tratando para poder contactar con ellos con mayor facilidad.
En este punto, de tratarse de la primera vez que establecemos el
altar de muertos o ancestros y en caso de que lo vayamos a dejar
fijo, podemos declarar que consagramos ese lugar para que sea un
nexo con el Otro Lado y un lugar de culto y reconocimiento a
nuestros muertos.
Tras el rito básico de llamada y compartir ofrendas, ya podremos
solicitar el consejo o ayuda que queríamos pedir a nuestros
difuntos, utilizando nuestros métodos adivinatorios de preferencia
para comunicarnos. En este momento también podremos elaborar
hechicería u otras actividades en las que esperamos que nos asistan
o acompañen de una manera más próxima que no sólo como
cuando hacemos devociones corrientes en el altar de ancestros.
Tras el rito, es importante despedirse de manera respetuosa y
hacerles entender que el contacto llega a su fin. Si la interacción
ha sido buena y nuestras emociones a lo largo del encuentro
han sido favorables, sin que nada nos haya hecho ponernos
alerta, desconfiar o sentir malestar, no es necesario realizar un
destierro. El destierro es una expulsión a la fuerza de los espíritus
convocados, con lo que si han sido amables o tenemos confianza
con ellos, puede resultar una forma muy agresiva de echarles.
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Bastará con comunicarles que el rito ha terminado, que ya se
pueden marchar y limpiar el espacio energéticamente después.
Si nos sentimos muy “en otro mundo” todavía al terminar,
podemos visualizarnos regresando al mundo de los vivos y hacer
algo que nos insufle energía de vitalidad, como comer (¡comida
de vivos!) o salir a dar un paseo. Es bueno también realizar alguna
tarea totalmente mundana, como ir a comprar o ver una película,
para terminar de aterrizar la consciencia.
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Reliquias y
Restos Mortales
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El arte del tratamiento de los restos mortuorios se denomina
embalsamamiento y comprende una serie de técnicas tan
complejas como adaptativas que han de adecuarse a la pieza
anatómica provista. Entre los elementos utilizados, destacan los
agentes desecantes, como la sal, el natrón o el bicarbonato, los
agentes antisépticos y embalsamantes, como las resinas, y los
conservantes, como el etanol y el formol. En este librito, por
la complejidad de la materia, sólo trataremos con el elemento
más sencillo de trabajar y cuidar (pero a la vez muy común y
poderoso), los huesos.
El trabajo con huesos puede realizarse tanto en materia animal
como en materia humana, por muy tabuizado que esté este
segundo caso. Cabe considerar, sin embargo, que la posesión de
huesos humanos y de ciertos restos animales obtenidos del entorno
puede estar penada por ley, y siempre deberemos tener en cuenta
la legislación local vigente.
Sean de animales o humanos, el respeto a los restos y a su espíritu
deberá regirnos con la mayor seriedad y dedicación, y antes
de comenzar un trabajo con ellos será de suma importancia un
periodo de reflexión. Debemos considerar que esos restos se
encuentran en un lugar determinado y que tomarlos de él puede
interferir e importunar al espíritu. Por ejemplo, sacar huesos
de su tumba, de su lugar de descanso, suele ser una pésima idea
a menos que estuviera hablado con su propietario en vida o el
espíritu haya dejado muy claro que ese es su deseo. Tomar huesos
de nuestro perro que enterramos en el bosque puede ser en
cambio mucho mejor recibido, puesto que estará feliz de estar con
nosotros. Si los vamos a coger, debe ser porque seremos capaces
de proporcionarles un lugar mejor y unas atenciones adecuadas, y
sobretodo, porque el espíritu ha profesado su acuerdo a ello.
Para el acercamiento y tratamiento de restos óseos, después de
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averiguar por métodos oraculares o intuitivos in situ que el espíritu
está de acuerdo con ello, podremos comenzar por una entrega de
ofrendas o libación adecuadas a los espíritus del lugar del que los
tomamos y al mismo espíritu de los huesos.
Una vez tomados, envueltos en un paño cuidadosamente y
transportados a casa, podremos proceder a su desinfección y
lavado. Antes de empezar es importante recalcar que el hueso
debe estar ausente de restos viscerales y musculares. Si no es
así, podremos dejarlos un tiempo más en la naturaleza, hasta su
total descomposición, o acelerar la descomposición dejándolos
en un barreño con agua a la intemperie durante unas semanas y
cambiar el agua cada pocos días hasta que en los últimos cambios
salga completamente limpia, señal de que se ha terminado la
descomposición.
Una vez tomados los huesos, podremos desinfectarlos
sumergiéndolos en agua caliente y lejía al 1-2% durante al menos
15min. Seguidamente, los sumergiremos en agua, cambiándola un
par de veces, para eliminar toda la lejía. En ese punto se puede
utilizar algún cepillito para eliminar cualquier suciedad o resto,
ayudándonos de un poco de jabón si hace falta.
Una vez secos los huesos, en el caso de querer hacer trabajo
activo con el espíritu al que están ligados, se pueden consagrar
en un caldero con la finalidad de hacerlos renacer y revitalizar
el vínculo que poseen con su ánima. Para ello, se pondrá agua
a hervir en el caldero y una vez pare la ebullición se sumergirá
en ella los huesos junto con hierbas necrománticas de nuestra
elección, especialmente aquellas nacidas en cementerios, que
sirvan para honrar y reforzar al espíritu y abrir una vía clara de
comunicación con él. Pueden ser buenas opciones el ajenjo, el
cedro, el ciprés, la lavanda, el romero o la milenrama.
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Antes de sumergir las plantas, es recomendable conjurar a los
espíritus de los vegetales incluidos con la finalidad de que ayuden
a purificar y revitalizar a nuestro nuevo compañero.
Los huesos han de dejarse secar completamente antes de realizar
el siguiente paso, así que mientras podremos preparar un espacio
adecuado para guardarlos con respeto. Normalmente, se utiliza
para ello una caja de madera acolchada, en cuyo cojín podemos
incluir resinas purificadoras de carácter funerario, como el
olíbano, la mirra o la resina de ciprés o cedro, paja o algodón
y alguna planta aromática de nuestro gusto. Este lugar es
especialmente importante si vamos a establecer una relación de
familiar de bruja con el espíritu de los huesos.
Una vez preparada la caja, podremos conjurar al espíritu y
llamarle pintando los huesos con una tintura de resinas como
es nuestro Bálsamo Óseo con la ayuda de un pincel. Mientras
lo hacemos, en contexto ritual, le explicaremos el motivo de
nuestro acercamiento, nos presentaremos y le dedicaremos
palabras de respeto para honrarle. En el caso de estar haciendo
un rito de consagración de los huesos como familiar de bruja,
conjuraremos al espíritu del familiar y le establecemos un nombre
o le entregaremos el nombre que él nos indique.
Finalmente, dejaremos secar el hueso 24-48h.
Si bien estas prácticas son recomendables a la hora de adquirir y
comenzar a tratar con unos restos óseos, es recomendable realizar
un mantenimiento periódico que les honre de manera continuada
y que mantenga vibrante el nexo entre los huesos y el espíritu para
que nos sea más fácil comunicarnos durante los rituales. A este fin,
una vez al mes puede aplicarse algún otro preparado de refuerzo
y ofrenda como pasarlos por el humo de incienso, alimentarlos
con un poco de vino o una infusión de plantas necrománticas o
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frotarlos con polvos Stainos, que ayudan a nutrir el espíritu a
la par que cuidan la materia ósea protegiéndola de daños del
entorno.
El Familiar de la Bruja
Finalmente, y ya que tocamos el tema de los restos animales, en
nuestra práctica personal con los muertos, como seguidores de
la brujería folklórica, queríamos hacer mención al trabajo con
familiares de bruja. El familiar de la bruja es un concepto con
varias acepciones a lo largo de la historia en función de la época,
el lugar y las personas que han transmitido la información sobre
ellos. En primer lugar, hallamos al familiar entendido como
una animal vivo que acompaña a la bruja. Sería la típica imagen
del gato negro o el sapo que vive con ella. En segundo lugar, en
otras fuentes se entiende al familiar como un espíritu descarnado
“sobrenatural” que trabaja por y para la bruja, ayudándola en lo
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que le sea necesario. En este formato, en el folklore se incluyen
en forma de demonios o duendes. Finalmente, y este será el caso
que nos ocupe en esta ocasión, el familiar puede ser el espíritu
descarnado de un animal que acompaña a la bruja, a nuestro caso,
el espíritu de un animal muerto. Esta última opción es interesante
porque se encuentra en el punto medio: tiene una proximidad
física con él a través de sus restos que nos ayuda a comunicarnos
e interactuar, como en el caso de un animal vivo, pero a su vez,
como el segundo tipo, el familiar poseerá una capacidad de acción
enorme al hallarse en el mundo de los espíritus, no limitado a lo
que pueda abarcar un ser físico.
Los familiares no son únicamente aliados para un determinado
objetivo, sino que son compañeros de vida y del arte del brujo.
Por ese motivo, no tiene sentido acumular familiares con la
finalidad de poseer cientos de ellos como si se trataran de piezas
de coleccionismo de museo de ciencias naturales. Un familiar es,
como su nombre indica, familia. Adoptar a uno requerirá amor,
reflexión y responsabilidad hacia toda la serie de obligaciones para
cuidar de sus necesidades que deberemos llevar a cabo de forma
indefinida. Es como si adoptáramos una mascota: deberemos
considerar si tenemos espacio y tiempo para él, dónde vivirá, qué
comerá, qué necesitará y cómo lo deberemos cuidar.
Queríamos utilizar al familiar como ejemplo de las actividades
mágicas y necrománticas que pueden llevarse a cabo con plantas
y animales, algo que acostumbra a quedar en segundo plano
respecto a la necromancia con muertos humanos. El familiar no
es más que el máximo exponente de un aliado animal o vegetal
muerto, interpelado a través de prácticas necrománticas y
mantenido con una rutina de cuidado a sus restos, alimentación
energética y atenciones a su espíritu intensiva y prolongada, para
tener una enorme conexión y complicidad con él. Por este motivo,
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es frecuente que al familiar se le alimente con sangre propia.
Sin embargo, sin llegar a este nivel de intimidad, también
podemos tener interacciones interesantes con espíritus animales.
Por ejemplo, el trabajo devocional de culto y la interacción
necromántica con un espíritu animal o vegetal muerto puede:
Protegernos y acompañarnos.
Sobretodo en el caso de que la relación esté muy trabajada y
haya buena complicidad, como en el caso de un familiar, el
espíritu velará por nosotros (así como nosotros debemos velar
por él) desde el mundo intangible. Puede expulsar a personas,
energías o espíritus indeseables de nuestra vida o reconfortarnos
en momentos difíciles. Los espíritus de animales domésticos son
especialmente dados a esto.
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Limpiezas, Destierros y
Seguridad en el Trato con
los Muertos
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Agradecimientos
Llegado el final de este librito, no nos queda más que agradecerte
la confianza en nosotros y desearte un excelente Samaín.
Esperamos que la información contenida aquí haya sido de tu
agrado y, sobretodo, de utilidad, y haya logrado animarte a
explorar el misterioso pero fascinante mundo de los muertos.
Si bien la práctica devocional y mágica con los difuntos no está
especialmente bien vista hoy en día, nosotros creemos que existe
un tabú y una demonización enorme a su alrededor que merece
ser disipada por el conocimiento y una práctica respetuosa y
responsable.
Los muertos son solo eso, muertos. Son personas como nosotros,
son espíritus que antaño caminaron en esta tierra y que ahora,
simplemente, están en otra etapa de este ciclo. Puede haber
muertos peligrosos, pero siendo francos, en más peligro estamos
por los vivos. No olvidemos que al Otro Lado también están
nuestros seres queridos y muchos espíritus más de los que podremos
aprender y con los que tendremos experiencias fascinantes.
Al final, aunque no nos demos cuenta, la separación entre su
mundo y el nuestro es casi ilusoria, y constantemente en nuestro
día a día, la muerte y la vida se entretejen para permitirnos existir.
Así que hoy, día de Difuntos, agradezcamos a la muerte una vez
más: gracias a ella estamos aquí.
Alanna y Vini
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BIBLIOGRAFÍA