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Libro Mujeres y Antropología

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Mujeres y Antropología

en la Escuela de Psicología,
UNC (1986-1994)

Edición de

Gustavo Blázquez
María Cecilia Díaz
Fabiola Heredia
Agustín Liarte Tiloca
María Gabriela Lugones
María Lucía Tamagnini

Colecciones
del CIFFyH
Mujeres y Antropología en la Escuela de Psicología, UNC, 1986-1994 / Gustavo
Blazquez ... [et al.] ; editado por Gustavo Blazquez ... [et al.]. - 1a ed. - Córdoba :
Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades, 2021.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-950-33-1651-1

1. Antropología. 2. Mujeres. I. Blazquez, Gustavo, ed.


CDD 305.43

Publicado por
Editorial de la Facultad de Filosofía y Humanidades - UNC
Córdoba - Argentina
1º Edición

Diseño de portadas: Manuel Coll

Diagramación: María Bella

2021 Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Mujeres y Antropología
en la Escuela de Psicología,
UNC (1986-1994)
Autoridades de la FFyH - UNC

Decana
Lic. Flavia Andrea Dezzutto

Área de Publicaciones
Coordinadora: Dra. Candelaria De Olmos Vélez

Centro de Investigaciones de la FFyH


María Saleme de Burnichon
Dirección: Dr. Eduardo Mattio
Secretaría Académica: Dra. María Soledad Boero
Área Educación: Dr. Octavio Falconi Novillo
Área Feminismo Género y Sexualidades: Dra. Maite Rodigou Nocetti
Área Historia: Dra. Griselda Tarragó
Área Letras: Dra. Florencia Ortíz
Área Filosofía: Dra. Paula Hunziker
Área Ciencias Sociales: Dra. Gabriela Lugones
Índice

Agradecimientos 13
Presencias en torno a la cátedra de
Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)
por María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini 20
“Para hacer antropología había que hacer etnografía”
Semblanza de Marta Giorgis
por Ana Laura Prado 51
“Cuando una se acerca a la antropología, ya no se aleja”
Semblanza de Marta Sagristani
por Ana Laura Prado 62
“Formar en antropología para abrir a la diversidad”
Semblanza de Noemí Córdoba
por María Cecilia Díaz y Agustín Liarte Tiloca 70
“Vivir la antropología intensamente”
Semblanza de Mabel Lucila Villarreal
por María José Galarza 79
“Adriana estaba siempre ahí presente”
Semblanza de Adriana Sismondi
por Juan Pablo Sambuceti Bonetto 87

“Me interesaba la cuestión política”


Semblanza de Susana Ferrucci
por María Victoria Díaz Marengo 95

“La antropología tiene que servir para advertir”


Semblanza de Mónica Maldonado
por María José Galarza 105
“Sobre todo hacíamos mucha docencia”
Semblanza de Liliana Ledesma
por Juan Pablo Sambuceti Bonetto y María Victoria Díaz Marengo 111
Impresiones 119

Epílogo
por Gustavo Blázquez 132
Agradecimientos

E n su libro Los mundos del arte. Sociología del trabajo artístico, el sociólogo
norteamericano Howard Becker (2008 [1982]) remarca insistente-
mente que todo trabajo (no importa del tipo que sea) es resultado de un
conjunto de redes de cooperación y asistencia que involucran a muchas
personas. Es por ello que queremos agradecer aquí a todas las personas
que formaron parte de la red a partir de la cual pudimos generar este libro
que hoy tienen ante ustedes.
A las profesoras, investigadoras y antropólogas entrevistadas, por su
generosidad y su tiempo para conversar con nosotres: Liliana Ledesma,
Marta Giorgis, Marta Sagristani, Mónica Maldonado, Noemí Córdoba y
Susana Ferrucci. Sus comentarios y observaciones contribuyeron a enri-
quecer las semblanzas, por lo que agradecemos que se hayan tomado el
tiempo para leerlas y continuar nuestras conversas. Especiales agradeci-
mientos también a Maite Rodigou Nocetti, Ana Correa y Eduardo “Boyo”
Quintana, quienes generosamente compartieron sus recuerdos de Adria-
na Sismondi y Lucila Villarreal en entrevistas con las que luego elabora-
mos las semblanzas. También agradecemos a Marcela Castro por compar-
tir sus recuerdos como adscripta junto a Adriana, y a Gabriela Treber por
contarnos sobre el cambio del plan de estudio en la Escuela de Psicología
hacia mediados de los ochenta.

13
A quienes fueron estudiantes de la cátedra Antropología Cultural, Con-
temporánea y Latinoamericana por enviarnos y permitir que publicásemos
sus “impresiones” de cursada. Esos breves relatos nos mostraron las mar-
cas que el paso por la cátedra dejó en cada une de elles. A quienes nos acer-
caron fotografías de materiales de estudio y otros documentos vinculados
a la cátedra, que conservan en sus archivos personales. Gracias por esa
enriquecedora contribución.
A las profesoras Cecilia Castro, Rocío Rodríguez y Daniela Brollo, que
también fueron parte fundamental en el desarrollo del seminario-taller
del que surge esta publicación. A Mariela Zabala por el acompañamiento y
la orientación brindada desde sus propias indagaciones sobre la formación
de la Antropología en Córdoba. Muchas gracias por la generosa partici-
pación.
Al personal nodocente del Área Operativa y Mesa de Entradas y del
Área de Personal y Sueldos de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Muchas gracias por orientarnos en el proceso de búsqueda y consulta de
resoluciones y legajos docentes. Gracias también por hacernos un lugar
en sus escritorios para poder revisar tomos y carpetas. Al personal de la
biblioteca Elma Kohlmeyer de Estrabou por el resguardo de los materiales
consultados, en particular por disponer la Colección Sismondi, donde nos
encontramos con el manual de cátedra que fuera una gran inspiración en
todo el proceso.
Este trabajo no habría sido posible sin la existencia del espacio institu-
cional de los seminarios interdisciplinarios del Centro de Investigaciones
“María Saleme de Burnichon” de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Fue esa instancia la que convocó a profesores, estudiantes e investigado-
res interesades en explorar etnográficamente un momento de la Antropo-
logía en la Universidad Nacional de Córdoba, conociendo más de cerca a
sus protagonistas. Gracias querido CIFFyH por alojarnos.

14
Imagen N° 1. Manual de cátedra. 1994. Portada. Colección Sismondi.
Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
Presencias en torno a la cátedra de Antropología
Cultural, Contemporánea y Latinoamericana en la
Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

María Cecilia Díaz*


Fabiola Heredia**
Agustín Liarte Tiloca***
María Gabriela Lugones ‡
María Lucía Tamagnini ‡ ‡

Experiencias revisitadas a partir de un seminario interdisciplinario


de investigación del CIFFyH, UNC

E ste libro es un trabajo colectivo de investigadoras e investigadores del


Área de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones “María Sale-
me de Burnichon” de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH),
junto a estudiantes de la Licenciatura en Antropología de la misma facul-
tad.1 Como tal, reúne experiencias desarrolladas en el marco de un semi-

1
El libro ha sido escrito con diferentes registros de lenguaje, procurando en lo posible no
incurrir en formas sexistas. En ocasiones utilizamos la variación genérica, en otras el uso de
la “e”. Si bien acordamos con el uso de la “x”, entendemos que su uso dificulta la inteligibi-
lidad para lectores de pantalla para personas con dificultades visuales, por lo que sólo está
presente cuando quien escribe utiliza esta modalidad. Esta opción textual variada se debe a
la presencia de diferentes autorías en donde, además de la intencionalidad de les autores y
autoras propiamente diches, se hacen presentes las expresiones de las personas entrevistadas
con sus propias formas de habla.
* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
mcecilia.diaz@ffyh.unc.edu.ar
** Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
mcecilia.diaz@ffyh.unc.edu.ar
*** Facultad de Psicología, UNC.
agustin.liarte.tiloca@unc.edu.ar

Facultad de Lenguas y Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
negralugones@gmail.com
‡‡
Facultad de Artes y Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
luciatamagnini@ffyh.unc.edu.ar

20
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

nario interdisciplinario realizado en el primer cuatrimestre de 2019. La


propuesta del seminario surgió hacia fines de 2018 por parte de docentes e
investigadoras/es del Programa Subjetividades y Sujeciones Contemporá-
neas (PSSC).2 El objetivo fue realizar una problematización de los relatos
sobre la conformación de las disciplinas antropológicas en Córdoba, Ar-
gentina, a través de una pesquisa sobre los modos de hacer Antropología
de algunas docentes universitarias, cuyo protagonismo consideramos no
había sido reconocido en las narrativas de la Antropología local. La pro-
puesta académica consistió en un seminario de grado optativo interdisci-
plinario anclado en el CIFFyH y destinado fundamentalmente a estudian-
tes de las carreras de Antropología e Historia, con encuentros semanales
de tres horas de duración que tuvieron lugar los días lunes por la tarde en
el “aula del CIFFyH”.
El nombre elegido para este espacio curricular fue “Taller de pesquisa
en Historia de la Antropología Social”, y apuntaba a describir “agentes,
trayectorias, espacios institucionales, prácticas etnográficas y tradiciones
disciplinares que dieron forma a la Antropología Social entre 1982 y 1992
en el ámbito local” (Blázquez et al, 2019). Este recorte temporal compren-
de el período que se extiende entre fines de la última dictadura militar y
comienzos de los años noventa, tomando como referencia la creación del
primer trayecto de posgrado relacionado con esta disciplina en Córdoba:
la Maestría en Investigación Educativa con orientación Socio-antropoló-
gica en el Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacio-
nal de Córdoba (UNC). En un horizonte más amplio, el seminario-taller
buscaba aportar insumos para un archivo de la Antropología en Córdo-
ba,3 a partir de una experiencia colectiva de investigación de impronta
2
El Programa Subjetividades y Sujeciones Contemporáneas está integrado actualmente por
cuatro Proyectos de Investigación subsidiados por la Secretaría de Investigación, Ciencia y
Técnica de la FFyH: 1) Experiencias digitales: subjetividades, arte y cultura contemporánea,
2) Antropología de la noche: formas de sociabilidad y subjetividades contemporáneas en
Córdoba, 3) Lógicas y desvaríos corporales: reflexiones metodológicas en investigaciones,
intervenciones y prácticas estéticas de/desde y sobre los cuerpos, y 4) Antropología de las
gestiones en la Córdoba contemporánea. Para conocer más sobre el Programa, consultar:
http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/psysc/
3
Al respecto, durante el seminario-taller revisamos proyectos como el Ciclo de Encuentros
“Trayectorias”, organizado por el Colegio de Graduados en Antropología de la República
Argentina desde 2009 y hasta la actualidad. El ciclo consiste en la realización de entrevistas
audiovisuales biográficamente centradas a antropólogos y antropólogas locales y regionales,
que luego son disponibilizadas a través de una plataforma de video de acceso público. Dicho
repositorio no ofrece entrevistas sobre los quehaceres de las antropólogas de las que este

21
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

etnográfica. Un propósito central –que este libro también persigue– era


subrayar el papel del CIFFyH, desde su fundación en 1987, en la confor-
mación de un campo interdisciplinario en ciencias sociales y humanas que
incorpora a la Antropología.
Las clases del seminario-taller combinaron la reflexión crítica sobre
material bibliográfico con un proyecto de investigación elaborado por les
docentes y realizado de manera conjunta con les estudiantes. El equipo
docente, que integró a profesores e investigadores del PSSC y de la cátedra
Teoría Antropológica III (Departamento de Antropología, FFyH, UNC),
se dividió entre “docentes responsables” de coordinar los encuentros de
discusión teórico-metodológica y “docentes colaboradores/as” que acom-
pañarían la indagación antropológica. A lo largo de la cursada, y a medida
que se delineaba de manera más nítida la pesquisa, los roles se combinaron
y se tornaron más difusos. En su desarrollo, el proyecto implicó el entre-
namiento de estudiantes de grado en prácticas de trabajo de campo, como
la entrevista etnográfica y la búsqueda y el relevamiento documental, con
el objetivo de confeccionar una semblanza sobre una figura del período
seleccionado, reseñando su trayectoria personal y profesional, y sus mo-
dos de hacer Antropología. También se debatieron aspectos relativos a la
realización de proyectos de investigación y las decisiones teórico-metodo-
lógicas que ello implicaba: formatos de presentación de proyectos, mapeo
de antecedentes, formulación de hipótesis interpretativas, delimitación
del universo de referencia empírica, selección de las acciones a realizar.
Entre marzo y abril de 2019, los textos leídos y discutidos abordaron
los procesos de configuración y emergencia de la Antropología en Cór-
doba, desde distintas miradas y vertientes analíticas. Aquí cabe mencionar
que algunos de esos textos consideran o tienen como punto de partida
la propia trayectoria de sus autoras y autores (Alasia de Heredia, 2005;
Bermúdez et al, 2010; Blázquez et al, 2018). En una clase, contamos con la
presencia de Mariela Zabala, colega docente que compartió con nosotres
sus experiencias de investigación en torno al proceso de institucionali-
zación de la disciplina en Córdoba en dos momentos particulares: a co-
mienzos del siglo XX, estudiando la figura precursora de Monseñor Pablo
Cabrera y el primer curso libre de Etnografía Argentina en la UNC de

trabajo se ocupa. Para conocer sobre la propuesta del ciclo y acceder a las entrevistas, puede
visitarse la siguiente página: https://www.facebook.com/trayectoriaselciclo Última consul-
ta: 12 de junio de 2021.

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María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

1925 (Zabala, 2010); y a través de una etnografía sobre arqueólogos y an-


tropólogos en Córdoba en la década de 1960 (Zabala, 2016).
Una vez estudiada cuidadosamente la literatura disponible sobre el
devenir de la Antropología en Córdoba, delineamos la opción de centrar
la pesquisa en la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoa-
mericana de la –por ese entonces– Escuela de Psicología de la Facultad de
Filosofía y Humanidades, cuya significación y relevancia queríamos co-
nocer y dar a conocer en este libro. Otros aspectos que impulsaron esa
elección fue que se trata de una cátedra de Antropología creada durante
la recuperación democrática de los ochenta que, en su dictado, introdujo
autores y problemas cruciales que no circulaban en el ámbito local, tales
como estudios de descolonización, género y salud. Entre las posibilidades
de índole práctica se contaba la de conversar –directa o indirectamente–
con las docentes retiradas que se desempeñaron en ese espacio curricular,
y la necesidad de acotar el campo de indagación para realizar la experien-
cia de investigación en un cuatrimestre.4
En suma, esta cátedra constituyó el locus de investigación para explo-
rar configuraciones y maneras de hacer Antropología en Córdoba, entre
fines de los ochenta y comienzos de los noventa. ¿Cómo se formaron esas
antropólogas de la UNC? ¿Qué Antropologías practicaron, cómo las ense-
ñaron y cómo investigaron? ¿Qué lugar ocuparon las cátedras universita-
rias, sus docentes y estudiantes, en los procesos de configuración de una(s)
Antropología(s) cordobesa(s)? ¿Cuáles fueron sus recorridos biográficos
y profesionales? ¿Qué literatura antropológica leían y transmitían a sus
estudiantes?
Definimos grupos de trabajo integrados por estudiantes del semina-
rio-taller y docentes responsables y colaboradores/as; cada grupo se con-
tactó y conversó con las profesoras de la cátedra por teléfono y/o correo
electrónico, y pautó la realización de una entrevista. El entrenamiento
en la entrevista antropológica implicó la lectura de capítulos de El salva-
je metropolitano de Rosana Guber (2004 [1991]). Este material integraba
la bibliografía de la cátedra que pesquisábamos –y continúa presente en
la actualidad–, de modo que su abordaje permitió acercarnos a aquellos
programas y tener insumos para formular preguntas sobre los contenidos
4
Tales posibilidades se vieron favorecidas por la participación en dicho espacio de integran-
tes del equipo docente del seminario-taller. Concretamente, Gustavo Blázquez se desempe-
ñó como profesor adscripto entre los años 1990 y 1992, y Agustín Liarte Tiloca es profesor
asistente de la materia desde el año 2016.

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Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

de la materia. Las entrevistas fueron realizadas por cada equipo y gra-


badas con el consentimiento de las profesoras entrevistadas. Dado que
se trató de una instancia de aprendizaje, les docentes procuraron que les
estudiantes participaran de manera activa en las mismas. Les alumnes se
ocuparon de la desgrabación, que fue enviada oportunamente a cada en-
trevistada, y posteriormente escribieron una semblanza condensando las
contribuciones que cada protagonista aportó para la conformación de una
Antropología cordobesa.5
La idea de elaborar semblanzas estuvo vinculada con las metas del se-
minario-taller. En relación con los objetivos de aprendizaje constituyó un
ejercicio de diálogo, escucha y escritura etnográfica, propuesto como re-
quisito de finalización del curso. Para su elaboración, las estudiantes rea-
lizaron una experiencia de trabajo de campo acotada que incluyó –como
hemos comentado– la realización de una entrevista antropológica y su
análisis, incorporando otros materiales documentales. Las conversaciones
entabladas con las antropólogas fueron mucho más que un encuentro cara
a cara; implicaron también la realización de tareas previas de indagación
sobre el currículum de la persona entrevistada, la elaboración de un guion
de entrevista, el ensayo de modos de preguntar y el conocimiento de las
interlocutoras. Luego de la transcripción de las entrevistas, las pusimos en
común para su interpretación entre las participantes del seminario. Esto
permitió, además, advertir las relaciones y recorridos comunes entre las
entrevistadas.
Abordamos también cuestiones éticas que atraviesan la indagación et-
nográfica, entre ellas, la dificultad para establecer límites autorales cuando
se trata de reescribir los dichos de nuestras entrevistadas. El “hasta dón-
de” solicitar y esperar que nos autoricen para decir sobre alguien y en
qué términos; cómo garantizar la lectura y revisión de nuestros escritos
para no reducirnos a la formalidad de “devolver” la entrevista, sino buscar
efectivizar una instancia dialógica en la redacción y posterior publicación
de las semblanzas. Cuando comenzamos a trabajar en este libro fue ne-
cesario actualizar los acuerdos éticos establecidos entonces. Por correo
electrónico volvimos a contactarnos con las entrevistadas para comentar
sobre esta publicación y enviarles la semblanza a fin de que pudieran leer-

5
Del total de ocho semblanzas, solo una fue escrita exclusivamente por miembros del equipo
docente. Mientras que, en otro caso, una docente realizó la entrevista y una estudiante se
ocupó del proceso de desgrabación y escritura de la semblanza.

24
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

la, realizar comentarios, observaciones y modificaciones sobre cada texto.


En general, las respuestas recibidas fueron alentadoras y emocionantes; se
mostraron interesadas por la idea del libro y colaboraron en la edición de
los textos para su publicación. Una de las entrevistadas nos escribió: “Muy
importante el trabajo de memoria de esos años convulsionados cargados
de mucho entusiasmo por la apertura democrática”.
Otra apuesta clave de este trabajo fue producir piezas textuales que
no se ajustan al retrato biográfico, ni se encuadran en lo que convencio-
nalmente entendemos como “historia de vida”. Nuestro empeño en estas
semblanzas, que cualificamos como etnográficas, fue el de bosquejar en un
solo cuerpo de texto tanto los derroteros formativos y laborales cuanto su
correlación con carreras universitarias que no siguen linealmente el esca-
lafón docente de una cátedra. En esos devenires se configuraban modos
de hacer Antropología que queremos destacar. La tela inconsútil que une
tramas que van desde la participación política en las luchas revoluciona-
rias de los setenta al compromiso con el proceso de redemocratización de
y en la UNC; del trabajo en una biblioteca popular a la incidencia en las
políticas gubernamentales de salud mental junto al movimiento cordobés
antimanicomial; de la etnografía sobre educación indígena a la investi-
gación en torno de la participación de mujeres en la vida comunitaria en
zonas rurales; de la asunción de las consignas feministas a la participación
en la Asociación Juana Manso; de la difusión de la teoría antropológica en
el Ateneo Psicoanalítico de Córdoba a la introducción de Frantz Fanon en
nuestro medio; de sus acciones extensionistas en el Programa Universita-
rio en la Cárcel (PUC) y actividades de intercambio con escuelas de nivel
medio a los cruces entre Arte y Antropología en prácticas teatrales y el
estudio de rituales en barrio Villa El Libertador.
La confección de estas semblanzas etnográficas se apoyó también en
una pesquisa documental con resoluciones, legajos, manuales, apuntes –
entre otros artefactos–; a través de los cuales nos propusimos seguir las
carreras de cada entrevistada y de la cátedra. Estos materiales se revelaron
significativos en múltiples dimensiones: como disparadores para el desa-
rrollo de las entrevistas etnográficas, como puntos de partida para ensayar
hipótesis interpretativas. Además, estos documentos fueron consultados
en tanto fuentes institucionales para construir un momento de la cáte-
dra y de las personas que la integraron. La atención a las potencialidades
de indagar antropológicamente la documentación atravesó todo el semi-

25
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

nario-taller, ya que nos encontramos leyendo materiales producidos por


nuestras interlocutoras: libros, artículos, manuales, currículums, notas
institucionales. Dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje incluimos
un acompañamiento a las estudiantes en la búsqueda y consulta documen-
tal en oficinas universitarias, como el Área Operativa y Mesa de Entradas,
y el Área de Personal y Sueldos de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
La transmisión de un oficio orientaba estas actividades en un seminario
que no casualmente titulamos como taller.
Las semblanzas fueron recursos para revisitar un momento de la An-
tropología en la UNC, la cátedra Antropología, Cultural Contemporánea y
Latinoamericana, y sus protagonistas entre 1986 y 1994: Adriana Sismon-
di, Liliana Ledesma, Lucila Villarreal, Marta Giorgis, Marta Sagristani,
Mónica Maldonado, Noemí Córdoba y Susana Ferrucci.

***

Entre los relatos públicos sobre la historia local de la disciplina, ob-


servamos que predominan aquellos que narran la conformación de una
tradición centrada en el Museo de Antropología (FFyH, UNC), y con una
marcada impronta arqueológica, condensada en la figura y liderazgo de
Alberto Rex González desde los cincuenta (Guber, Bonnin y Laguens,
2007; Bonnin, 2008; Bermúdez et al, 2010; Bonnin y Soprano, 2011;
Zabala, 2016). Esta observación fue explorada en una ponencia escrita a
varias manos que presentamos en el I Congreso de Historia de la An-
tropología Argentina (Blázquez et al, 2018). En aquella oportunidad, así
como en el seminario-taller del que este libro es un desenvolvimiento,
buscamos pasar el cepillo a contrapelo de instituciones, cátedras y expe-
riencias de la Antropología en Córdoba. Nuestro empeño fue abordar la
emergencia y formación en la UNC, desde mediados de los ochenta, de
modos de hacer Antropología que no fueron retomados en las narrativas
locales de nuestra disciplina. Recuperar las experiencias de las mujeres do-
centes y antropólogas de la cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y
Latinoamericana es también recuperar Antropologías “impuras” formadas
y desarrolladas por fuera de las instituciones consideradas estrictamente
“antropológicas”.6
6
Las categorías “pura” e “impura” recuperaban una división que, según habíamos registra-
do, (re)aparecía en el campo antropológico nacional para distinguir entre profesionales que

26
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

Algunas periodizaciones se fueron instaurando en esos relatos que


conforman la “historia pura” (Blázquez et al, 2018, p. 94). Así como se
producía un apagamiento de los espacios y personas que continuaron
practicando la Antropología en la UNC durante los sucesivos golpes mili-
tares de 1966 y 1976, la década del ochenta se presentaba como un “resur-
gir” en el que sobresalía el regreso del exilio de investigadores, el estable-
cimiento de vínculos académicos con quienes permanecen en los lugares
a los que habían emigrado (principalmente Brasil, México y Venezuela)
y las “migraciones internas” de antropólogues de Buenos Aires y La Pla-
ta hacia centros académicos del interior del país (Bermúdez et al, 2010).7
Entre esos regresos a la UNC, se destacan para nuestro caso los de Iván

contaban con formación de grado en Antropología (puros) y aquelles que la practicaban sin
ser licenciades en ese saber (impuros) (Blázquez et al, 2018, p. 92). Otra Antropología que,
según esta mirada, podría considerarse “impura”, asociada con la educación, creció durante
esos años y continúa desarrollándose en el marco del Centro de Estudios Avanzados (CEA)
de la UNC y la Maestría en Investigaciones Educativas con orientación Socio-antropológica
allí radicada, creada en 1992 por Facundo Ortega. Como puede leerse en las semblanzas, al-
gunas de las integrantes de la cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
cursaron dicha maestría. De la misma forma, podríamos sugerir que desde el año 1994, con
la creación del Instituto de Culturas Aborígenes (ICA) y sus carreras de Tecnicatura Supe-
rior en Lengua y Cultura Aborigen con orientación en tres lenguas –mapuzungun, quechua
y guaraní– y Tecnicatura en Folklore, a lo que luego se le sumó el título de Profesorado
en Antropología resultado de una iniciativa privada con acreditación ministerial, se fueron
gestando indagaciones de una Antropología “impura” de “lo indígena” en el ámbito local,
sobre todo cuando ésta asumía indagaciones sobre “lo comechingón” en Córdoba, dimensión
fuertemente invisibilizada (Heredia, 2017).
7
En un texto presentado en 1990 y publicado en 1992, el antropólogo Edgardo Garbulsky
propone una periodización de la “Historia de la Antropología Social” que tiene en cuenta “la
periodización real de los procesos sociopolíticos en Argentina” (p. 13). Allí, señala cuatro
períodos: 1) Antecedentes previos a 1966, cuando se crea la primera cátedra de Antropología
Social en la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Entre esos anteceden-
tes, localiza la sección de Antropología Social y Cultural del Instituto de Antropología de
Córdoba. 2) De Onganía a Cámpora (1966-1973), dónde, para Córdoba, destaca las figuras
de Beatriz Alasia de Heredia, Luis M. Gatti e Iván Baigorria, todas ellas actuantes en la
cátedra de Antropología de la Escuela de Historia de la UNC. 3) De Cámpora a Videla (1973-
1976), período que no fue “estéril” ni en realizaciones ni en proyectos de investigación, pese
al proceso de destrucción de la vida universitaria por la violencia estatal y paraestatal. 4)
El “Proceso” o de Videla a Bignone (1976-1983). Respecto de esta etapa, señala que “con
excepción de la Universidad Nacional de Misiones, no hubo centro universitario que no
estuviera afectado –en nuestra disciplina– por acción de la dictadura” (p. 27). 5) Para lo que
llama el “período actual”, refiriéndose a la segunda mitad de la década del ochenta, destaca,
entre otros acontecimientos, la reapertura y creación de carreras y la fortificación de cáte-
dras y secciones de Antropología Socio-cultural en las universidades que no poseen carreras,
entre ellas Córdoba (p. 28). Es este último período en el que se sitúa temporalmente nuestra
indagación.

27
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

Baigorria, Mónica Maldonado y Susana Ferrucci desde México. Como lo


retratan las semblanzas de Mónica y Susana, ambas se formaron en la Es-
cuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), e incluso realizaron
juntas su trabajo final de grado. A su retorno, la cátedra de Antropología
Cultural de la Escuela de Historia fue uno de los espacios donde retoma-
ron la vida universitaria, integrándose como profesoras adscriptas junto
a Baigorria –quien había sido reincorporado en 1984, luego de su cesan-
tía en la última dictadura militar–.8 Desde allí, comenzarán a (re)trazar
vínculos construidos en exilio que las conducirán a compartir la cátedra
de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana en la Escuela de
Psicología.
En 1987 se conformó el Centro de Investigaciones de la Facultad de
Filosofía y Humanidades, reuniendo a investigadores e investigadoras de
los institutos de investigación de la facultad que fueron disueltos, entre
ellos el Instituto de Antropología (IA), fundado en 1941 bajo el nombre
de Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore “Dr. Pablo Cabrera”,
y el Instituto de Estudios Americanistas (IEA) creado en 1936. A partir
de una entrevista realizada por algunes de nosotres a investigadoras que
integraron el CIFFyH desde su creación (Cecchetto et al, 2017), pudimos
conocer que antes de su emergencia, la investigación en ciencias sociales
en la facultad aparecía vinculada a trayectorias y proyectos de docentes y
cátedras. En el relato de estas investigadoras, el CIFFyH fue una apuesta
política y epistemológica que implicó colaboraciones y relaciones coo-
perativas sustentadas sobre todo en el compartir un espacio de trabajo
y desmontar la dinámica de los institutos.9 Al pensar en el CIFFyH y las
prácticas de investigación en ciencias sociales por parte de quienes lo in-
tegraron (e integran), emergen otras interpretaciones que no necesaria-

8
En la Facultad de Filosofía y Humanidades, las reincorporaciones de docentes se llevaron
adelante entre los años 1984 y 1985. En 2014, la FFyH realizó una nómina de docentes
cesanteades por razones políticas en el marco de una acción política de reconocimiento. La
nómina puede consultarse en el siguiente link: https://ffyh.unc.edu.ar/docentes-cesantea-
dos/lista-de-docentes-de-la-ffyh-cesanteados-por-motivos-politicos-entre-1974-y-1983/
Última consulta: 21 de julio de 2021.
9
En palabras de Patricia Morey, “Había que crear algo diferente porque antes del CIFFyH
existían institutos que eran como feudos [...] Alrededor de 1985 comenzamos a pregun-
tarnos por estos espacios dispersos en la facultad, que muchas veces eran puertas cerradas
con un cartel que indicaba un lugar de investigación, aunque se desconocía quiénes eran los
miembros, o qué actividad realizaban” (Cecchetto et al, 2017, p. 5-6).

28
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

mente reproducen los ritmos de los procesos político-institucionales ni se


ajustan a una historia disciplinar.
La cátedra que aquí nos convoca, Antropología Cultural, Contemporánea
y Latinoamericana, comenzó a dictarse en 1987. Su primera profesora ti-
tular concursada fue Marta Giorgis, una antropóloga cordobesa egresada
de la Universidad Nacional de La Plata, que después del exilio en México
y Bolivia, regresó a su ciudad natal. Entre las innovaciones que trajo este
nuevo espacio curricular cabe destacar, como se verá a lo largo de las par-
tes que conforman este libro, la incorporación de autores como Frantz
Fanon, Amílcar Cabral y Albert Memmi. Antes que insistir en las lecturas
relacionadas con el estructuralismo de Claude Lévi-Strauss que proponía
Iván Baigorria, Giorgis incorporó una perspectiva crítica que hoy llama-
ríamos decolonial. Por esos mismos años, Giorgis también participaba en
talleres de teatro e integraba esos recursos en el dictado de teóricos para
una gran cantidad de estudiantes.

Hacer Antropología: recorridos, aulas y transformación social

En 1986 se produce la renovación del plan de estudios de la Licenciatu-


ra y el Profesorado de la Escuela de Psicología, por entonces ubicada en
la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. En ese movimiento,
se crea la cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana,
correspondiente a los contenidos del segundo año de cursada (Res. HCS
98/86). Esto amplió el panorama para la disciplina antropológica en la
Facultad de Filosofía y Humanidades, presente en la Escuela de Historia
desde comienzos de la década de 1960 (Zabala, 2016, p. 95).10 En 2019 se
aprobó un nuevo plan de estudios para la carrera de Licenciatura en Psi-
cología, donde se mantuvo la materia Antropología Cultural, Contemporánea
y Latinoamericana bajo el mismo nombre y en el mismo año de cursado. A
pedido del equipo docente, se incluyó una correlatividad con la materia de
primer año Problemas Epistemológicos de la Psicología.
En la UNC, el “proceso de normalización” que comenzó hacia 1983
en todas las universidades nacionales implicó el restablecimiento de los
estatutos universitarios vigentes en 1966, la conformación de los cuerpos
10
Durante esos años, la asignatura se dictaba en el Instituto de Antropología (Zabala, 2016,
p. 62). Para un estudio de esta cátedra durante la década del sesenta, sus figuras principales y
un análisis del programa de estudios para los años 1963-1964, consultar la tesis doctoral de
Mariela Zabala (2016), capítulo 3, especialmente pp. 98-104.

29
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

colegiados en las facultades y la implementación de un régimen de re-


incorporación de docentes y nodocentes cesanteades por la intervención
durante la dictadura militar (Philp, 2013, p. 246-247). La puesta en mar-
cha de los cuerpos colegiados fue fundamental para la reconstrucción del
cogobierno y la autonomía universitaria; la elección del arquitecto Luis
Rébora como rector en 1986 completaría el proceso de redemocratización
iniciado tres años antes.11
Es en esta coyuntura que se inscribe la cátedra que abordamos en este
libro. La reforma curricular de 1986 en la Escuela de Psicología tuvo como
objetivo, entre otros, modificar el plan de estudios que había sido impues-
to en 1978 durante la última dictadura militar. Dicho plan fue significado
como un “retroceso académico” en tanto “eliminó la libertad de cátedra e
incluyó examen de ingreso eliminatorio y cupo de ingresantes limitado a
cincuenta alumnos” (Barrera, 2013, p. 310). Su modificación, como su-
giere Julieta Barrera (2013), adquirió especial relevancia en relación con
el proceso de normalización y regularización de la entonces Escuela de
Psicología.12
Gabriela Treber, psicóloga que participó como delegada estudiantil en
la comisión por la reforma del plan de estudios durante esos años, nos
contaba que el Plan 86 incluía Antropología Cultural, Contemporánea y La-
tinoamericana, junto a Epistemología y Psicología Sanitaria. Con ello, se
buscaba fortalecer a la Psicología como ciencia y hacer hincapié en una
línea social, comunitaria y local. En ese esquema, Antropología era una
asignatura anual, correlativa de materias del tercer año, y considerada
como “una disciplina de la formación de base para el ejercicio de deter-
minadas áreas, de contextualización del ejercicio profesional” (Comuni-
11
Según destaca la historiadora cordobesa Martha Philp (2013), esta elección era la cul-
minación de un proceso de movilización impulsado fundamentalmente por les estudian-
tes e iniciado a comienzos de la década del ochenta con la participación en las comisiones
pro-centros de estudiantes, en las distintas actividades políticas, culturales y deportivas, que
habían ido adquiriendo visibilidad en el espacio público y que convocaban a otros actores
sociales, no solo universitarios (p. 251).
12
Para su elaboración, “se convocó a una comisión interclaustros, donde fue determinante
la participación activa de egresados y estudiantes que representaban áreas emergentes de la
Psicología o que tenían vacancia en el dictado de la carrera. Muchos de esos actores luego
fueron docentes en la Escuela y su participación en la reforma permitió la incorporación de
nuevas materias. A partir de este plan se instituyeron cinco áreas para la formación profe-
sional, reconocidas por la Ley 7106: clínica, educacional, social, laboral y forense” (Barrera,
2013, p. 311). La Ley 7106, sancionada en 1984, es la normativa provincial que establece las
disposiciones para el ejercicio profesional de la Psicología.

30
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

cación personal, junio 2021).13 De la lectura del plan de estudios, surge un


perfil de egresade orientado al desarrollo de “capacidad crítica” y de “una
línea de trabajo que integre la investigación y la acción por oposición a la
aplicación mecánica de técnicas, instrumentos o modelos conceptuales”.
Otro de los puntos que integran aquel renovado plan de estudios es la
participación en el “trabajo interdisciplinario” y el abordaje “creativo” de
“necesidades individuales y comunitarias” (Res. HCS 98/86).
La configuración de la cátedra y las cuestiones que proponía a les es-
tudiantes se inscriben en ese clima de efervescencia de la primavera alfon-
sinista, que en las universidades se tornó especialmente intenso y que se
tradujo en un gran movimiento de reformas institucionales. Las ansias de
redemocratización y renovación se materializaron en el cambio de planes
y programas de estudio, y en la transformación de las estructuras autori-
tarias a través de la recuperación del cogobierno, la autonomía política,
las acciones extensionistas y una idea de universidad mucho más allá de la
formación de profesionales. Fue un momento de apostar a lo aprendido
en los exilios y a lo cultivado en los insilios. Los derroteros de las docen-
tes que integraron el equipo de la materia Antropología Cultural, Contem-
poránea y Latinoamericana a fines de los ochenta muestran que se buscaba
“abrir cabezas” y “formar en la diversidad”, instando a la participación so-
cial, la ciudadanía universitaria, la formulación de cuestionamientos y la
realización de trabajos capaces de transformar la sociedad.
El primer equipo interino que se encargó de la cátedra fue el de Antro-
pología Cultural de la Escuela de Historia, cuyo titular era Iván Baigorria.
Como indican las resoluciones consultadas, las designaciones interinas se
fundamentaban en “el normal desarrollo de las actividades docentes en las
escuelas”,14 hasta la efectivización de los concursos, que comenzaron a de-
13
Gabriela Treber es Licenciada en Psicología (MP 1572). Se ha desempeñado como pre-
sidenta del Colegio de Psicólogos (2017-2019) y miembro del Programa de Salud Social y
Comunitario de la Nación. En la conversación que mantuvimos sobre el plan de estudios
aprobado en 1986, también mencionó la inclusión de ocho materias electivas de acuerdo a
las áreas reconocidas por la Ley 7106 de Ejercicio Profesional, entre las que se encontraba
Psicología Comunitaria y Psicología Social. En su lectura, esas iniciativas impulsaron “la in-
vestigación y abordaje de las problemáticas humanas y de salud mental desde una perspectiva
comunitaria” (Comunicación personal, junio 2021).
14
Junto a Baigorria, trabajaron Sofía Bidinost como profesora adjunta, y Judit Antonello y
María Cristina Bari como jefas de trabajos prácticos; todes elles integrantes de Antropología
Cultural de la Escuela de Historia (Res. HCS FFyH N° 775, 31 de agosto de 1987; Res. HCS
FFyH N° 838, 15 de septiembre de 1987; Res. HCS FFyH N° 779, 1 de septiembre de 1987,
Res. HCS FFyH N° 845, 16 de septiembre de 1987). Mónica Maldonado y Susana Ferrucci

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Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

sarrollarse ese mismo año (Res. HCS FFyH N° 636, 6 de agosto de 1987).
Las clases de Baigorria fueron recordadas por nuestras entrevistadas por
su carácter multitudinario y por las discusiones teóricas que se genera-
ban a partir de lecturas sobre estructuralismo francés. El debate político
también estaba muy presente, y se daba tanto en las aulas como en otros
espacios de la Ciudad Universitaria, como el Teatrino de la por entonces
Escuela de Artes.
En los siguientes años, la cátedra se tornó un lugar en el que con-
vergieron docentes con formaciones disímiles, con estudios de grado y
posgrado en distintas universidades del país y del extranjero. A partir de
las entrevistas, observamos puntos en común que no solo se vinculan a
la participación en un equipo docente, sino que tienen que ver con expe-
riencias juveniles, militancias políticas y estudios superiores que tuvieron
lugar entre las décadas de 1960 y 1970. Todas las docentes entrevistadas
comenzaron a estudiar en la universidad en diferentes momentos de este
intervalo, en un panorama político de alternancia entre golpes de estado
y breves lapsos democráticos. Así, Marta Giorgis recordaba el año de su
graduación en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), 1976, como
un “año tristemente famoso” por el inicio de la última dictadura militar.
En este funesto período, Lucila Villarreal, quien se había recibido de psi-
cóloga también por la UNLP, regresaba a la Argentina de un viaje euro-
peo, para trasladarse luego a Brasil. Adriana Sismondi se recibió de an-
tropóloga en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) y luego
viajó a Europa a la casa de parientes, para finalmente mudarse a Córdoba
a inicios de los ochenta. Una colega, que fue adscripta hacia finales de los
noventas, nos cuenta que Adriana supo narrar ese viaje como un exilio,
producto de la persecución política por su participación en espacios de
militancia estudiantil. En los casos de Mónica Maldonado, Susana Ferruc-
ci, Noemí Córdoba y Marta Sagristani –quienes, por ese entonces, eran
estudiantes de la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de
Córdoba–, la intervención militar en la universidad y la persecución polí-
tica limitaron la concreción de sus proyectos vitales y estudiantiles. Mien-
tras las dos primeras se exiliaron en México y allí pudieron redireccionar
su formación de grado hacia la Antropología, las dos últimas permanecie-
ron en Córdoba en un “exilio interno”, como recordaba Marta Sagristani.

también integraron el equipo de cátedra aquel año como profesoras adscriptas ad honorem
(Res. HCS FFyH N° 821, 10 de septiembre de 1987).

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María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

Durante esos años, Marta no pudo “pisar la universidad” dejando su tesis


en suspenso, y para Noemí la incidencia de la experiencia dictatorial se
puso de manifiesto, entre otros aspectos, en la reformulación de su trabajo
final en tres oportunidades y la imposibilidad de terminarlo sino recién
hasta 1983 junto a Marta Sagristani. Liliana Ledesma, también formada
en Historia en la UNC, concluyó el grado y se trasladó con su familia a
Brasil.
Mientras tanto, las docentes entrevistadas caracterizaron los inicios
de la década de 1980 como un momento de escasez de opciones de for-
mación, de referencias locales en los temas que eran de su interés –en su
entrevista, Mónica Maldonado define esa sensación como de “orfandad”–,
y de un cierto temor a emprender acciones militantes de manera abierta
y visible. A la intemperie de los regresos, se sumaban los peligros de una
época en la que la presencia de los militares era todavía muy cercana. So-
bre este último punto, Susana Ferrucci contaba que el fantasma de la pre-
sencia militar en las aulas fue un factor que la alejó de retomar sus estudios
de grado en Historia.
Como faros en esos años, aparecían espacios de lectura y discusión
crítica que reunían a pocos participantes en torno de textos y debates en
común, permitiendo acceder a problemas e inquietudes desde autores clá-
sicos y también desde perspectivas contemporáneas. Uno de ellos fue la
Asociación de Mujeres Juana Manso, constituida en la Córdoba de 1978,
en un contexto general de repliegue de las organizaciones que luchaban
por los derechos de las mujeres y de configuración de un “feminismo de
las catacumbas” (Nari, 2002).15
En las semblanzas de Marta Sagristani y Noemí Córdoba, podemos
encontrarnos con actividades emprendidas por este colectivo,16 tales
15
En una entrevista realizada con docentes e investigadoras que integraron el CIFFyH desde
su creación, se habla en estos términos de un grupo de lecturas de ciencias sociales que se
mantuvo durante la dictadura (Cecchetto et al, 2017).
16
Es posible conjeturar que ese tipo de encuentros incidieron en la formulación del trabajo
final de grado de Marta Sagristani y Noemí Córdoba, quienes realizaron una revisión de
literatura sobre el matriarcado y concluyeron la Licenciatura en Historia en 1983. En ese
problema de investigación se aunaban sus intereses por la cuestión de las mujeres –que,
con el correr de los años, se transformaría en la pregunta por el género– y una búsqueda de
conocimiento que retomaba polémicas sobre parentesco fundamentales en el desarrollo de
las teorías antropológicas desde el siglo XIX. La tesis, titulada El matriarcado: nueva discusión
sobre su existencia en la antigüedad, fue publicada en octubre de 1991 por la Dirección General
de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, y contó con un prólogo escrito por
la arquitecta Isabel Donato, presidenta de la Asociación de Mujeres Juana Manso - Casa de
la Mujer.

33
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

como ciclos de cine debate y manifestaciones callejeras –estas últimas,


presumimos, ya en la postdictadura–.17
El círculo coordinado por Iván Baigorria en el Ateneo Psicoanalítico
fue otro de los sitios de lectura compartida, esta vez de autores clásicos
de la Antropología Social. Allí, cada quince días, se reunía un puñado de
personas con el objetivo de conversar en profundidad sobre textos pre-
viamente seleccionados. Aunque no tenemos mayores precisiones al res-
pecto, pudimos conocer también sobre un grupo de estudio enfocado en
salud mental que funcionó en el subsuelo del Hospital San Roque, tam-
bién a inicios de los ochenta, donde participó Adriana Sismondi. Como
proponen Laura Vissani, Patricia Scherman y Nilda Fantini (2019): “Estas
asociaciones y grupos de lectura, realizados al margen de las
cátedras universitarias, surgieron como alternativa de formación en
un momento y en un contexto particularmente opresivo, de censura
en el terreno de las ideas y de persecución política” (p. 8).
Las experiencias del exilio y los tránsitos interfacultades e interescuelas
de la FFyH condujeron a estas mujeres hacia la Antropología, y dieron una
impronta interdisciplinar a sus prácticas de enseñanza de esta disciplina
para profesionales de otras áreas; a la vez, ellas imaginaron nuevos espa-
cios de formación antropológica en la UNC y fuera de ella. En esas prácti-
cas y modos de pensar el oficio, tenían peso las Antropologías que habían
conocido en su paso por Bolivia, México y Brasil. Durante su maestría en
la Universidade Federal de Santa Catarina (Brasil), Lucila Villarreal arti-
culó su formación en Psicología con una indagación antropológica sobre
concepciones y prácticas terapéuticas en un hospital neuropsiquiátrico y
en un terreiro umbanda. Fue también en aquel país donde Liliana Ledes-
ma comenzó a interesarse más sistemáticamente por la Antropología y
la temática del “folklore”. Por su parte, entre 1980 y 1985, Marta Giorgis
dictó clases de Antropología en la Universidad Mayor de San Simón, en
Bolivia, y en la ENAH en México. Allí mismo, Susana Ferrucci y Mónica
Maldonado estudiaron Antropología y atravesaron experiencias que mar-

17
En el trabajo de Silvia Chejter y Claudia Laudano (2002), encontramos una breve descrip-
ción sobre la participación de la Asociación Juana Manso y la Fundación TIDO (Trabajo,
Investigación, Desarrollo y Organización de la Mujer) de Capital Federal en un proyecto de
intervención ecológica en 1993. Indagar sobre el devenir de este colectivo en su articulación
con otras agrupaciones es una de las tantas líneas que se abren a partir de nuestro semina-
rio-taller.

34
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

caron su formación, como la realización de trabajo de campo en un pro-


yecto de investigación del antropólogo argentino Néstor García Canclini.
Como verán a través de la lectura de las semblanzas, este equipo de
cátedra fue conformándose de manera variable en un lapso de pocos años.
En 1988, Marta Giorgis ganó el concurso de profesora titular y Marta Sa-
gristani ingresó como adjunta interina. Ese mismo año, se incorporaron
Noemí Córdoba como jefa de trabajos prácticos (JTP) y Lucila Villarreal
como ayudante de primera. En 1989, se sumaron Susana Ferrucci como
JTP y, luego de un concurso, Adriana Sismondi ingresó como profesora
adjunta. Ya a inicios de la década de 1990, ingresaron al equipo docente
Mónica Maldonado y Liliana Ledesma, ambas como profesoras encarga-
das de los trabajos prácticos.
En años anteriores, algunas de estas docentes formaron parte de otras
cátedras. Marta Giorgis y Marta Sagristani estuvieron a cargo de Antro-
pología Cultural en la Escuela de Trabajo Social, de la entonces Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales. En paralelo, junto a Noemí Córdoba se
desempeñaron como docentes de la cátedra libre de Prehistoria y Arqueo-
logía de la Escuela de Historia, luego transformada en cátedra B. Para es-
tos años, Giorgis y Sagristani recordaron la integración de una comisión,
en el marco de la Escuela de Trabajo Social, para la creación de una Licen-
ciatura en Antropología, proyecto que no logró concretarse.
Las clases de la materia Antropología Cultural, Contemporánea y Lati-
noamericana mantuvieron el carácter multitudinario que habían adquiri-
do una vez que se levantaron las restricciones al ingreso impuestas en la
dictadura. De hecho, un compendio bibliográfico al que tuvimos acceso
se refería a “las condiciones de masividad en que trabajamos todos”. La ex-
periencia de seleccionar contenidos y estructurar encuentros para tantos
estudiantes –recuerdan entre 800 y 2000– imponía modos de cooperación
entre les docentes que contaban con cargos y quienes se desempeñaban de
manera ad honorem. En las vívidas descripciones sobre esas jornadas de
trabajo, aparecieron sentimientos de cansancio, como también situacio-
nes y prácticas usuales en ese contexto. Entre éstas, podemos mencionar
la división de las comisiones en distintas aulas –que las docentes encar-
gadas de trabajos prácticos recorrían en un mismo horario–, la lectura
en voz alta de las notas de exámenes, la falta de materiales como tizas, y
la ausencia de espacios de reunión que fuesen propios de la cátedra. A la
masividad, se sumaban las discusiones y los disensos a partir de textos que

35
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

problematizaban el racismo, el colonialismo y la identidad; generándose


intercambios a viva voz en los que se expresaban posturas militantes dis-
tintas. A veces, irreconciliables.
Las precarias condiciones de trabajo y el escaso sueldo recibido como
trabajadoras docentes –en un contexto hiperinflacionario– propició las
búsquedas de otras fuentes de ingreso económico. Becas, docencia en
nivel medio, consultorio psicológico particular, administración de una
agencia de turismo; fueron algunas de las actividades con las que estas
mujeres complementaron su intenso trabajo en la cátedra. La dedicación a
la tarea docente se sumaba, en la vida de la mayor parte de estas mujeres,
con las tareas de cuidado de sus hijes.
Los sentidos sobre la Antropología, sus horizontes y posibilidades, a
lo largo de las entrevistas aparecen configurados por los momentos de la
vida en que se encontraban las personas, por las formas en que tomaron
contacto con inquietudes de tipo antropológicas, o por la influencia de
quien las orientó en el camino de formación. Sin embargo, se presen-
tan algunas recurrencias al momento de asociar las inquietudes y formas
de problematización antropológicas con una perspectiva crítica e inco-
modante de ciertas estabilizaciones que se entendían como causantes de
desigualdades sociales. Sobre todo en el momento post dictadura, la An-
tropología aparecía como una forma de continuidad con el compromiso
político con ciertos grupos o reivindicaciones sociales. Para Marta Gior-
gis, la intención de la cátedra era que les estudiantes descubrieran la An-
tropología como una herramienta, –“herramienta de inclusión”, dirá Noe-
mí Córdoba– y su potencialidad se expandía cuando era puesta en relación
con otras disciplinas, como el Arte en el caso de Giorgis o con las políticas
de salud mental en el caso de Adriana Sismondi y Lucila Villarreal. Marta
Sagristani también recalcó este valor instrumental de la Antropología y su
ductilidad por permitir una mirada holística de la sociedad, y de abordaje
de diferentes temas. Liliana Ledesma remarcaba el vínculo de una mirada
politizada con la perspectiva que aportaba la Antropología, pero que era
indisociable de los propios recorridos políticos de cada una de las docentes
de la cátedra. En ese sentido, el trabajo de campo también aparecía vincu-
lado al compromiso; para estas docentes, la relación entre teoría y práctica
era un imperativo que solo era posible en la experiencia de campo: “para
hacer antropología hay que hacer etnografía” nos decía Marta Giorgis.

36
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

La Antropología era entendida, además, como un medio para acercar


temáticas necesarias para une future egresade de Psicología, tales como el
racismo y las cuestiones de género. Esto porque, según Marta Sagristani,
“la antropología permitía una relación con el otro, desde otro lado, y tam-
bién una visión crítica de la sociedad actual”. También diría Mónica Mal-
donado: “yo creo que la antropología por los menos tiene que servir para
advertir”. Una disciplina de advertencia, una bisagra acorde a las promesas
del período democrático que inauguraba la cátedra, una herramienta para
sensibilizar; esos sentidos rondaban en esas docentes. Para ellas, la Antro-
pología constituía un modo de mirar, remover y discutir sobre mundos
posibles que esperaban que aquelles estudiantes imaginen.
Algo que observamos en las semblanzas es que los intereses de pes-
quisa y las iniciativas de intervención social se relacionaron con las acti-
vidades de docencia y el trabajo en la cátedra. En las entrevistas, Noemí
Córdoba y Marta Giorgis recuperaron instancias de investigación que
emergían del trabajo conjunto, sin necesariamente pasar por un proyecto
formalizado o sediado en el CIFFyH.18 Creemos que sería posible conec-
tar estas experiencias con el momento anterior a la “institucionalización
de la investigación universitaria” a mediados de la década del noventa
(Cecchetto et al, 2017, p. 10), cuando las cátedras eran espacios propi-
cios para la conformación de equipos sui generis integrados por docentes,
ayudantes alumnes y profesores adscriptes. Noemí recordaba un trabajo
sobre experiencias de personas que habían migrado desde Traslasierra a
Córdoba capital, emprendido junto a Marta Sagristani, un adscripto y una
ayudante alumna de la cátedra. La investigación implicó la realización de
entrevistas con vecines de barrio Villa El Libertador a partir de contactos
facilitados por Marta Giorgis. Resulta notable, en las semblanzas y en las
impresiones de estudiantes, la vinculación de Marta Giorgis con el barrio
Villa El Libertador y la comunidad boliviana que allí habita. En la entre-
vista, ella nos contó acerca de los años de trabajo de campo, las particu-
laridades de la escucha en Antropología, la construcción de confianza, y
la participación de integrantes de la cátedra en calidad de acompañantes,
en una configuración análoga a la descrita por Noemí. Una de ellas era
Liliana Ledesma, quien, por su parte, articuló el espacio de la cátedra con
18
En un modo de hacer, tal vez más próximo a lo que sucedía en algunas cátedras durante la
década de los sesenta, que funcionaban como espacios de enseñanza e investigación en An-
tropología (Zabala, 2016, p. 98-102). Aunque, en este caso, las dimensiones de intervención
y acción adquirían mayor peso.

37
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

escuelas secundarias para el dictado de talleres con perspectiva de género


y la realización de tareas análogas al trabajo de campo etnográfico.
Esas relaciones entre investigación, docencia e intervención en la cá-
tedra también se observan en el caso de Susana Ferrucci, quien partici-
pó del manual de estudios confeccionado por Marta Giorgis. Publicado
por primera vez en 1991, contenía el texto La problemática indígena en
Argentina, en el que Susana retomaba cuestiones que había comenzado
a abordar a partir de una Beca de Actualización, otorgada en 1987 por el
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
a investigadores/as exiliades durante la dictadura. Años más tarde, su
interés creciente por la relación entre mujeres y trabajo –tema impulsa-
do tras ser contratada en 1988 como investigadora del plan Expansión y
Mejoramiento de la Enseñanza Técnico Agropecuario (EMETA)–, llevó
a la inclusión de un artículo de su autoría en el programa de la mate-
ria. Las relaciones entre Antropología y género fueron incorporándose
paulatinamente a dicho programa hasta conformar una unidad temática
específica, siendo una de las primeras cátedras de la UNC en ofrecer un
espacio formativo con esas características. Por su parte, Lucila Villarreal
y Adriana Sismondi compartieron preocupaciones por los vínculos entre
Antropología y Psicología, sobre todo en lo que atañía al movimiento an-
timanicomial y la ampliación de derechos de les usuaries de salud mental.
Adriana era una apasionada por temas vinculados a la salud y, a través de
ella, se incorporaron al programa lecturas del antropólogo Eduardo Me-
néndez, reconocido por la importancia de sus escritos sobre procesos de
enfermedad-salud-atención. Estas inclusiones en la bibliografía buscaban
generar discusiones que confrontaran con el paradigma médico hegemó-
nico, en consonancia con los cambios en el plan de estudios que invitaban
a repensar la formación profesional de les psicólogues desde una perspec-
tiva social. Al igual que con el género, el abordaje de cuestiones sanitarias
desde una mirada antropológica se volvió una unidad de la materia espe-
cialmente relevante para les estudiantes.19

19
Entre sus numerosas actividades, Adriana participó en la Biblioteca Popular Bella Vista y
en el Programa Universitario en la Cárcel (PUC), que surge de la Escuela de Letras a media-
dos de los ochenta (Cecchetto et al, 2017); intervención que, años después, también llevaría
adelante Marta Sagristani. Por otro lado, en relación a la cátedra de Psicología Social, donde
fue profesora adscripta, Adriana escribió un texto junto a otres compañeres llamado Aportes
para la construcción de un marco referencial en Psicología Social: lo socio-cultural, publicado en
1990 como parte de la bibliografía obligatoria de la materia.

38
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

A mediados de los noventa, la creación del Programa Nacional de In-


centivos a docentes-investigadores y el sistema de categorizaciones, junto
con la sanción de la Ley de Educación Superior N° 24.521 –por la que
se crean organismos de acreditación como CONEAU–, marcan “la gran
divisoria de aguas” en el proceso de institucionalización de la docencia-in-
vestigación universitaria. A partir de este momento, la conformación de
equipos de investigación pasó a ser un requisito exigido en las evaluacio-
nes periódicas a les docentes (Cecchetto et al, 2017, p. 9-10). Varias de
las docentes entrevistadas transitaron este camino y crearon proyectos de
investigación en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y
Humanidades. Aunque excede el período aquí considerado, corresponde
mencionar que Mónica Maldonado fue Secretaria de Ciencia y Técnica
de la FFyH entre 2002 y 2005, y directora del CIFFyH entre 2005 y 2008.
También en la década del noventa se expandieron los estudios de
posgrado en Argentina, tanto en las universidades públicas como en las
privadas. Estas últimas, a su vez, experimentaron un crecimiento expo-
nencial después de la sanción de la Ley de Educación Superior (Spinelli
et al, 2017). De hecho, fue esta legislación la que “colocó el tema de los
posgrados en agenda, e inició un proceso al sugerir en el artículo 36 que
gradualmente se tenderá a que el título máximo sea una condición para
acceder a la categoría de profesor universitario” (Spinelli et al, 2017, p.
254). Estas referencias permiten comprender mejor las carreras de las do-
centes antropólogas que formaron parte de la cátedra.
Si bien todas cursaron estudios de posgrado a nivel de maestría y/o
doctorado, algunas no llegaron a concluirlos. La limitada posibilidad de
acceso a becas, las horas dedicadas a la docencia, el cuidado de les hijes y
otros imponderables habrían incidido en esos derroteros.20 No obstante,
en una época en la que “no había mucho para formarse” –como recor-
dó Ledesma–, la Maestría en Investigaciones Educativas con orientación
20
Según el informe Argentina: la enseñanza de la antropología social en el contexto de las ciencias
antropológicas (Bartolomé, 2007) “al comenzar el período democrático en 1984, muy pocos
antropólogos sociales tenían un posgrado y quienes lo eran, en su mayoría doctores, se ha-
bían graduado en el exterior entre fines de los ’60 y 1975” (p. 26). Será recién en los años
noventa cuando comenzarán a constituirse “postgrados escolarizados en la Argentina, esto
es, con oferta regular de cursos y plantel de profesores permanentes específicos a alguna
instancia de diplomatura, maestría y/o doctorado en alguna disciplina antropológica. Este
desarrollo tardío ha sido el resultado del ingreso de graduados en el exterior, en gran
medida debido a los exilios, y debido a la profesionalización y jerarquización de los requisitos
de titulación para la configuración de los planteles académicos” (p. 25-26).

39
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

Socio-antropológica ofreció un espacio de sólida formación teórica. En


dicha carrera compartieron cursado Mónica Maldonado y Liliana Ledes-
ma; así como también Gustavo Blázquez. La tesis de Maldonado, una in-
vestigación etnográfica con estudiantes de una escuela secundaria pública
a mediados de los noventas, fue posteriormente publicada en el año 2000
por la editorial EUDEBA. Susana Ferrucci y Marta Giorgis, por su parte,
realizaron estudios de maestría en el Programa de Postgrado en Antro-
pología Social de la Universidad Nacional de Misiones, fundado en 1995
por Leopoldo Bartolomé. Giorgis fue una de las primeras egresadas, en
1998, con una tesis titulada
virgen de Urkupiña en el boliviano Gran Córdoba, que luego sería publicada
en 2004 por la editorial Antropofagia. Susana Ferrucci, ya interesada en
cuestiones de género, realizó un estudio de campo con mujeres trabajado-
ras fabriles, pero no concluyó la escritura de su tesis.
La elaboración de producciones escritas es otro llamativo elemento
que surgió durante el proceso de entrevistas y construcción de las sem-
blanzas. Esos materiales, atesorados por docentes y estudiantes, nos ha-
blan de la gran dedicación de estas mujeres a su trabajo universitario. El
“manual de cátedra” empleado en Antropología Cultural, Contemporánea
y Latinoamericana es quizás uno de los ejemplos más emblemáticos. El
mismo contenía textos elaborados por Marta Giorgis desde sus propias
lecturas de autores clásicos, así como de temáticas que atravesaban sus
intereses académicos.21 También fue uno de los primeros elementos do-
cumentales con el que nos encontramos: el manual apareció en bibliotecas
propias y de conocides, así como en la biblioteca Elma Kohlmeyer de Es-
trabou dentro de la Colección Sismondi. A partir de conversaciones con
amigas y colegas, sabemos que luego de su fallecimiento, la biblioteca per-
sonal de Adriana Sismondi fue donada al establecimiento que comparten
la Facultad de Psicología y la Facultad de Filosofía y Humanidades. Abrir
ese libro fue encontrarnos con el sello que aparece en la primera pági-
na, donde consta la signatura topográfica “C. Sismondi”. Estas huellas nos

21
En la presentación del manual, podemos leer que el mismo era empleado tanto en la Es-
cuela de Psicología como para la cátedra de Antropología Cultural de la Escuela de Trabajo
Social. Como dice en aquella página: “Los artículos elaborados aquí son producto de muchos
años en la docencia universitaria en Bolivia, México y desde hace seis años en la Universidad
Nacional de Córdoba; espero sirva para abrir inquietudes y el interés por el quehacer antro-
pológico, además de un aporte en la vida profesional de trabajadores sociales y psicólogos”
(Giorgis, 1994, p. 5).

40
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

aproximaron apenas a la importancia de las bibliotecas y sus colecciones


como espacios fortuitos para explorar parte de los desenvolvimientos de
la Antropología en nuestra universidad. Siguiendo las pistas de diferentes
trazos –marcas, subrayados, resaltados, comentarios al margen–, empeza-
mos a sumergirnos en los usos que sus dueñes hicieron de esos materiales
y en las circulaciones de esas páginas.
En relación a los vínculos comunitarios con diferentes grupos sociales,
la cátedra representó una apertura hacia temáticas que no eran discutidas
en materias anteriores. Como nos contaron ex estudiantes en sus impre-
siones de cursada, las lecturas de posturas decoloniales y de conformación
de identidades nacionales fueron cruciales para romper con ciertos esque-
mas naturalizados. Los procesos de empobrecimiento, los vínculos entre
raza y subordinación, la construcción histórica de jerarquías; fueron algu-
nos de los puntos álgidos que surgían durante las clases. En su entrevista,
Noemí Córdoba traía a colación las disputas de sentidos que chocaban
en años tan cercanos a los terrores de la última dictadura militar. En esta
clave, Mariana Tello –egresada de Psicología y formada posteriormen-
te en Antropología– rememoraba una invitación que le hicieran Marta
Giorgis y Susana Ferrucci a compañeres de Hijos e Hijas por la Identidad y
la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.). Poder presentar en un
espacio público los cruces entre identidad y terrorismo de estado no era
tarea menor, ya que “para nadie era fácil hablar de eso” en aquella época a
principios de los noventa.
El emprendimiento de actividades de extensión fue otro de los facto-
res resaltados en las entrevistas. Martas Giorgis y Adriana Sismondi parti-
ciparon en diversos proyectos extensionistas, coordinando actividades de
formación y trabajo comunitario. Aunque ubicada en tiempos posteriores
al período indagado, Susana Ferrucci destacó su labor como Subsecretaria
de Vinculación con la Comunidad, dentro de la Secretaría de Extensión de
la UNC.22 Por otro lado, las condiciones de precariedad laboral resultaron
en impedimentos ante la posibilidad de desarrollar acciones de este tipo.
Liliana Ledesma subrayaba que la extensión era una “cuenta pendiente” en
su trayectoria, debido al tiempo que requería dedicarle al trabajo docente
en una carrera caracterizada por la masividad de estudiantes.
22
Cabe destacar también la amplia participación de varias de las docentes entrevistadas en
espacios de gestión universitaria, como parte de claustros docentes, o a cargo de distintas se-
cretarías, tanto en la Escuela de Psicología –y posteriormente en la Facultad de Psicología–,
como en la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

41
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

Tras la reapertura democrática de los ochenta también se dio la posi-


bilidad y oportunidad para la organización de eventos académicos rela-
cionados a la disciplina. Por ejemplo, el primer Congreso Argentino de
Antropología Social (CAAS) se desarrolló en 1986 en la ciudad de Bue-
nos Aires, reuniendo a más de 2000 personas, entre ellas Marta Giorgis.
Edgardo Garbulsky (1992) señala que para ese período “se forman y for-
tifican cátedras de Antropología sociocultural en universidades que no
poseen carreras, como Luján, Córdoba, Cuyo” (p. 28). En cuanto a las
entrevistadas, Susana Ferrucci participó en el CAAS del 2004 organizado
en Villa Giardino (Córdoba) como coordinadora de una mesa de trabajo
llamada “Trabajo, antropología y mujer”, junto a Mónica Tarducci. En
este mismo congreso, Beatriz Alasia de Heredia brindó una conferencia
–publicada al año siguiente– que formó parte del material leído en el se-
minario. Otros eventos que resultaron importantes en las experiencias de
divulgación, fueron los congresos Ciencia y Profesión organizados tras la
creación de la Facultad de Psicología. Estos encuentros resultaron espa-
cios sociales relevantes para mapear la constitución de una Antropología
en Córdoba, la conformación de redes de profesionales e instituciones, así
como los vínculos disciplinares entre Antropología y Psicología, o Artes
y Antropología, que fueron tejiendo nuestras entrevistadas.
Finalmente queremos subrayar que las entrevistas y el intercambio
posterior con las docentes y/o sus familiares y amigues movilizó recuer-
dos y redes de relaciones de les involucrades. Así, nos encontramos con
comentarios sobre cómo la investigación había llevado a las personas con-
tactadas a comunicarse con otres amigues y colegas, a buscar entre sus
archivos personales, repreguntar e intentar traer a la memoria nombres
y detalles para poder compartir con nosotres. Creemos aquí que nuestra
pesquisa abrió un espacio de rememoración que repone las presencias de
estas profesoras universitarias y, por medio de sus recorridos vitales, de
un conjunto de lugares, miradas y formas de hacer Antropología en Cór-
doba. Es nuestro deseo que estas páginas muestren cómo la Antropología
habitaba en las aulas y cómo las búsquedas de aquellas personas fueron
inspiración e influencia para quienes hacemos Antropología en el pre-
sente. A través de esta publicación, buscamos traer esos cruces y honrar
esos legados.

42
María Cecilia Díaz, Fabiola Heredia, Agustín Liarte Tiloca,
María Gabriela Lugones y María Lucía Tamagnini

Estructura del libro


Este libro reúne experiencias de investigación centradas en las docentes
de la cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana. En
este texto introductorio consideramos las diferentes historias y traza-
mos puntos de encuentro a partir del espacio de la cátedra, desplegando
claves contextuales para situar y comprender modos de hacer y enseñar
Antropología desde Córdoba entre la década de 1980 y comienzos de los
noventa. Creemos que tal esfuerzo, lejos de cerrar un tema, abre a nue-
vas problemáticas e interrogantes, y que la presente edición constituye un
convite para continuar pensando la historicidad de los procesos de ense-
ñanza y aprendizaje de nuestro oficio.
La siguiente sección incluye las semblanzas etnográficas de Marta
Giorgis, Marta Sagristani, Noemí Córdoba, Lucila Villarreal, Adriana
Sismondi, Susana Ferrucci, Mónica Maldonado y Liliana Ledesma. Éstas
fueron elaboradas por Ana Laura Prado, Juan Pablo Sambuceti Bonetto,
María José Galarza y María Victoria Díaz Marengo, estudiantes de la Li-
cenciatura en Antropología; y por Agustín Liarte Tiloca y María Cecilia
Díaz, integrantes del equipo docente. Cada una de las semblanzas explicita
sus condiciones de realización y sigue recorridos delineados a partir de los
intercambios con las docentes, sus amigas y familiares. Todos los textos
fueron leídos y editados por múltiples manos, continuando el trabajo co-
lectivo y cooperativo que encaramos en el seminario-taller.
A continuación, se encuentra la sección que denominamos “Impresio-
nes”, con el objetivo de condensar allí las vivencias de quienes cursaron la
materia durante esos años. En esas páginas podemos ver historias sobre
clases que quedaron en la memoria, abordajes que impactaron en el curso
de una dedicación profesional, y lecturas que permitieron abrir cuestiona-
mientos. Por último, contamos con las palabras finales de Gustavo Bláz-
quez, director del Programa de Subjetividades y Sujeciones Contemporá-
neas, cuya formación estuvo atravesada por la cátedra que aquí nos ocupa.
A lo largo del libro verán imágenes intercaladas de los documentos
que fuimos recogiendo a partir del seminario-taller. Deslindando una
reflexión más detenida sobre y a partir de esos artefactos, incluimos las
imágenes con la intención de compartir con les lectores/as una parte im-
portante de nuestro proceso de investigación. Esperamos que lo disfruten.

43
Presencias en torno a la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana
en la Universidad Nacional de Córdoba (1986-1994)

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48
Imagen N° 2. Apuntes mecanografiados de “Antropología Cultural” de 1969.
Gentileza de Maite Rodigou Nocetti.
Imagen N° 3. Apuntes mecanografiados de “Antropología Cultural” de 1969.
Gentileza de Maite Rodigou Nocetti.
“Para hacer antropología
había que hacer etnografía”
Semblanza de Marta Giorgis
Ana Laura Prado*

M arta Giorgis es antropóloga, docente, actriz y directora teatral.


Nació en la ciudad de Córdoba, en Argentina. Asistió a la Escue-
la Superior de Comercio Manuel Belgrano en la década de los sesenta.
Mientras terminaba el secundario, asistió a clases de formación teatral en
un seminario gratuito organizado por el gobierno de la Provincia de Cór-
doba. Ese fue su primer contacto con las artes escénicas, tal como nos dijo
en la entrevista.1 La relación con el teatro comenzó en ese momento y se
extendió a lo largo de su vida.
Cursó la Licenciatura en Antropología en la Universidad Nacional de
La Plata y recibió su título en 1976, un “año tristemente famoso” por tra-
tarse del año de inicio de la última dictadura cívico-militar. Mientras cur-
saba su carrera conoció a quien sería su esposo, de nacionalidad boliviana,
con quien tuvo tres hijos. Marta vivió en Bolivia, en México, volvió a la
Argentina y regresó a Bolivia. Desde hace más de veinte años reside en la
ciudad de Cochabamba. Allí dictó clases en la cátedra de Antropología So-
ciocultural en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociología de la Uni-
versidad Mayor de San Simón. Enseñó también en otras universidades
en México y en Argentina, incluida la Universidad Nacional de Córdoba.
Viajó a México durante la dictadura boliviana y en 1980 fue docente
invitada en la cátedra de Antropología Andina en la Universidad Autó-
noma Metropolitana de Iztapalapa, y en la cátedra de Antropología Eco-
nómica en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el Distrito
Federal. Durante la entrevista nos relató que “ese fue un golpe [referido a
lo que estaba sucediendo en Bolivia] en donde colaboró la fuerza militar
argentina, y fue la primera vez que legalmente se dieron torturas escan-

1
La entrevista a Marta Giorgis, que se encuentra viviendo en Cochabamba (Bolivia), fue
realizada por Ana Laura Prado, Cecilia Castro y María Cecilia Díaz el 13 de mayo de 2019, a
través de una videollamada por Skype.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


anita.prado62@gmail.com

51
Semblanza de Marta Giorgis

dalosas porque estaba la Triple A, y de ahí tuvimos que ir a México. En


México di clases en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en la
ENAH”.
Entre los años 1982 y 1985 volvió a Bolivia, retomando las clases de
Antropología Social en la Universidad Mayor de San Simón. Desde ese
momento, su vida se ligó a ese país con un lazo resistente que perdura has-
ta el día de hoy. Esa fuerte vinculación la llevó a realizar su tesis de maes-
tría sobre la fiesta de la Virgen de Urkupiña, haciendo trabajo de campo
etnográfico durante varios años en un barrio del sur de Córdoba llamado
Villa El Libertador, donde habita una numerosa comunidad boliviana.
Por razones personales volvió a la ciudad que la vio crecer, y mientras
criaba a dos de sus hijos y trabajaba con su hermana, concursó para el car-
go de profesor titular de la cátedra Antropología Cultural en la Escuela de
Trabajo Social, perteneciente a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
Durante esos años, su cargo como docente titular y su amistad con Marta
Sagristani –quien se desempeñaba como docente adjunta en dicha mate-
ria–, la llevaron también a desarrollar tareas docentes en la Facultad de
Filosofía y Humanidades, más precisamente en la cátedra de Prehistoria y
Arqueología de la Escuela de Historia por una licencia del titular. Aunque
no eran arqueólogas, decidieron organizar una cátedra libre de contenido
más teórico y los alumnos estaban muy conformes. Este espacio curricular
se mantuvo de manera paralela por tres años. Así fue como, de la mano de
la Antropología, en los siguientes años Marta se vinculó con la Universi-
dad Nacional de Córdoba como docente.
En 1986, con la apertura de la cátedra de Antropología Cultural, Con-
temporánea y Latinoamericana en la Escuela de Psicología, se configuró el
equipo docente con Marta Giorgis como titular y Marta Sagristani como
adjunta. Entre otras profesoras que tuvo la materia por aquellos primeros
años, recuerda a Susana Ferrucci, quien primero dio trabajos prácticos
para luego ser adjunta de la materia, y Liliana Ledesma, quien se desem-
peñó como jefa de trabajos prácticos.
Para sus tareas docentes, Marta armó un manual que contenía parte de
los textos que los estudiantes debían conocer para rendir y aprobar la ma-
teria. En ese manual aparecían las ideas y teorías de autores como Frantz
Fanon, Albert Memmi y Amílcar Cabral. Marta nos explicaba dicha se-
lección de la siguiente manera: “eso porque es mi trayectoria política (...)
hemos sido una especie de izquierda nacional. Entonces el movimiento de

52
Ana Laura Prado

izquierda nacional en los setenta, vos pensá que Argelia deja de ser colonia
de Francia en los sesenta y otros países africanos, cuando nosotros ya en
América ya hemos tenido rompimientos con la colonia, ya había sido la
revolución mexicana, alguien que se forma en la política nacionalmente y
que el concepto de nación tenía peso. Alguien que tenía militancia tenía
leído a estos teóricos como Fanon, Cabral, que no solamente fue teórico,
Memmi quizás, el más académico de ellos, Albert Memmi, tunecino, judío
(...) eso les enseño a mis alumnos la primera vez que vine (...) que volvi-
mos del exilio.” En esos años, y con la recién recuperada democracia, las
aulas eran un estallido de voces, opiniones y disputas políticas que colo-
reaban los espacios universitarios, y las clases de Antropología no eran la
excepción. Temáticas como cultura, etnicidad, pobreza, racismo y género
eran ejes que permitían una apertura y una “conexión”, en palabras de
Marta, con lo que había pasado en la Argentina y la realidad social política
del momento.
Mientras daba clases de Antropología en la Escuela de Psicología, re-
tomó su formación como actriz en el Instituto de Educación por el Arte
(IDEA) que funcionaba en el Paseo de las Artes. Su maestro y director
fue Ernesto Heredia, fundador de dicho instituto y del grupo de teatro
independiente Siripo, junto a José Alberto Santiago y Mario Mezzacapo.
Marta tomó clases durante tres años y luego estuvo dos años en el elenco
haciendo obras de teatro por distintos barrios cordobeses. Se podría decir
que fue el segundo momento en que Marta se relacionó con uno de sus
mayores intereses de la vida: el teatro.
Por otro lado, esos años, teñidos por la nostalgia de su vida en Bolivia,
llevaron a Marta a acercarse a la comunidad boliviana del barrio Villa El
Libertador. Su trabajo de campo le demandó siete años de dedicación y,
en ese periodo, visitó el barrio en incontables oportunidades y participó
en las fiestas locales bailando tinku. Así, llegó a conformar vínculos muy
fuertes con los vecinos, lazos que, como nos dijera, perduran hasta el día
de hoy.
Acerca de la actividad docente, nos contó que conformó su equipo
luego de ganar el concurso: “Yo llegué a Córdoba después de un divor-
cio, apoyada por mi familia, pero sin recursos. Entonces trabajaba con mi
hermana, y un día una amiga me lleva al registro superior y concurso en
Trabajo Social, y me fui a presentar al concurso en Trabajo Social, la Es-
cuela era en ese momento, (…) y al poco tiempo se abrió el concurso en

53
Semblanza de Marta Giorgis

Psicología y lo gané también. Me presenté y gané los concursos, y yo pre-


ocupada”. Junto al equipo docente armó un programa que intentaba dar
cuenta de qué era la Antropología, de qué se trataba y, al mismo tiempo,
ofrecer una historización de la disciplina. Compilaron así tres tomos con
los temas que querían trabajar. Las clases eran muy masivas, y lo que bus-
caban desde la materia era que los estudiantes de Psicología se interesaran
por la Antropología y pudieran acercarse a una herramienta de conoci-
miento. Siempre con una línea teórica que, con el correr de los años, in-
corporó cada vez más cuestiones relacionadas al método. Sobre las clases
contaba: “Pero no era tan fácil, porque para nosotras también fue encon-
trar un camino en común con la psicología, ver qué había en la psicología
para que ellos se pudieran motivar. Pero, fundamentalmente, en que los
temas fueran antropológicos, sobre todo en método. Yo todavía no sabía
mucho, pero de entrada yo sabía que para hacer antropología había que
hacer etnografía. No hay escapatoria ahí”. Además, nos explicaba que los
estudiantes desconfiaban, y se armaban debates y peleas. Para motivarlos,
Marta organizaba charlas con gente de otros espacios, como Buenos Ai-
res. Ella quería tratar temas que “les movieran el piso”, y lo lograba. Entre
anécdotas, nos contó que varias veces los estudiantes se agarraban “a las
piñas”.
Las cuestiones dentro de la cátedra también eran revoltosas. Las do-
centes eran mujeres que se plantaban y estaban convencidas de sus ideas y
propuestas para la materia. No era todo “lineal”. Hubo discusiones fuertes
con Adriana Sismondi, nos contó, por diferencias en el modo de enseñar.
Las peleas y conflictos parecían responder también a la época que se esta-
ba viviendo. Eran mujeres que habían pasado muchas cosas y aquí ponían
en juego su profesionalidad y sus ideales. No se andaban con rodeos.
Cuando Marta realizaba trabajo de campo, la acompañaban algunos de
los estudiantes que eran ayudantes de cátedra, y las profesoras adscriptas.
Liliana Ledesma era una de ellas. Ese grupo visitaba Villa El Libertador y
algunas personas del barrio también se acercaban a la universidad. Marta
quería hacer un puente entre estos dos sectores de la sociedad cordobesa:
“Había pocos estudiantes que sabían, por su núcleo familiar, por su his-
toria, que había habido diez años de dictadura militar en la Argentina.
Pocos. El resto estaba en otra”. Marta quería dar cuenta de la realidad
social y de conflictos como el racismo y la migración a los estudiantes de
Psicología.

54
Ana Laura Prado

Para Marta, un antropólogo hace trabajo de campo. La propuesta no


era un acercamiento de los estudiantes al campo a través de una observa-
ción participante episódica y de carácter ejemplar. Ese modelo constituía
para ella un apresuramiento, dado que el trabajo de campo es personal:
“Entrar al campo es una decisión personal y muchas veces uno no sabe
a dónde se mete y te expones totalmente.” De acuerdo con esa visión de
trabajo, y por insistencias de algunos estudiantes, armó un equipo que
concurría junto con ella, pero de manera independiente. Esa forma de
trabajo era lo que enseñaba a los estudiantes. En relación a ello, nos cuenta
que “hacer antropología” aprendió junto a Rosana Guber, quien dirigió
su tesis de Maestría en Antropología, carrera cursada en la Universidad
Nacional de Misiones donde obtuvo su título en 1998. El trabajo fue pu-
blicado en 2004 por el Centro de Antropología Social del Instituto de De-
sarrollo Económico y Social, bajo el título
la Virgen de Urkupiña en el boliviano Gran Córdoba.
El manual de Antropología que compiló para sus estudiantes era, se-
gún palabras de Marta, “lo que tenían que leer”, temas obligados para el
coloquio final; mientras que para la promoción debían rendir bien los
trabajos prácticos, que en esa época –mediados de los noventa– eran dic-
tados por Liliana Ledesma y Andrea Milesi. “No eran chiste los prácticos.
Eran trabajos, tenían que estudiar, tenían que leer, tenían que aprobar los
prácticos”, nos comentaba seriamente desde su estudio en Cochabamba,
donde se podía observar una gran cantidad de libros. Aquel manual de
Antropología era una guía y una base de divulgación que condensaba los
aportes de distintos clásicos de la Antropología y los temas que más le
interesaban, como las posturas de crítica colonial. Nos comenta que se
sentó y lo escribió a máquina, empleando como referencia otros libros y
manuales, incluyendo también un texto de Susana Ferrucci sobre estudios
de poblaciones indígenas en Argentina. Aunque Marta cambió su enfoque
y su mirada sobre la Antropología, todavía sus estudiantes en Bolivia le
piden el manual: “una cambia su posición, entonces yo ya no les doy eso,
pero en ese momento fue útil”.
En 1989, Marta tomó una licencia durante algunos meses y Marta Sa-
gristani se hizo cargo de la cátedra. La modificación de cierta bibliografía,
y en particular la crítica a un autor que Giorgis admiraba, hizo que entra-
ran en conflicto. Marta Giorgis nos contó que el ambiente académico es
muy competitivo, de “muchas envidias y cosas desagradables”, que ocu-

55
Semblanza de Marta Giorgis

rrían tanto en Córdoba como en Cochabamba. Planteó una hipótesis al


respecto: “puede ser que sea porque son ciudades mediterráneas y en ellas
se condensan egos”. También comentó que, aunque tenga grandes amores
en Córdoba, tiene problemas con los cordobeses por no “ir de frente”.
Aunque no sólo echó culpas, sino que aclaró que ella es muy vehemente
y que, tal vez, se haya “empacado” en su posición. “Yo también soy cordo-
besa”, aclaró entre risas.
Durante su permanencia en la ciudad de Córdoba, Marta mantuvo su
vinculación con la Universidad Nacional de Córdoba. Así fue como reali-
zó trabajos de coordinación y organización institucional, formando equi-
pos para distintas propuestas académicas. Ya en el año 1986 fue miembro
de la Comisión Académica ad hoc del Plan de Estudios de la Escuela de
Historia, para la creación de una orientación en Antropología Sociocultu-
ral en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Luego, apostó nuevamente
por una inclusión de un anteproyecto de Licenciatura en Antropología,
esta vez en la Escuela de Trabajo Social, dentro de la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales. También coordinó con el Consejo Editorial Asesor
de la Escuela de Trabajo Social para el aval del manual de cátedra de An-
tropología Cultural, y participó como delegada y coordinadora regional
en el Congreso Argentino de Antropología Social que se realizó en 1990
en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Además, fue miembro de
tribunales en los juicios académicos de la Escuela de Psicología y asesora
en la planificación del Curso de Antropología en la ciudad de La Falda en
1987, organizado por la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacio-
nal de Córdoba.
En el año 1995 recibió un subsidio del Consejo de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas de la Provincia de Córdoba (CONICOR), para
su investigación sobre Migración, nacionalidad y etnicidad en residentes bo-
livianos en la ciudad de Córdoba. Con esos recursos pudo hacer labor de
extensión como complemento de la tarea docente. Participó también en
conferencias, jornadas y paneles. Fue directora de investigaciones y te-
sis relacionadas con Bolivia, migración, arte andino, etnicidad, rituales y
celebraciones. Marta relaciona estrechamente la Antropología y el Arte.
Recordemos que mientras era docente en la Universidad, volvió a involu-
crarse con el teatro. Así, luego de estar en IDEA, tomó clases con Manuel
González Gil, un director de Buenos Aires. Aunque el seminario era de
tres años, Marta sólo pudo hacer dos.

56
Ana Laura Prado

En 1998 volvió a Bolivia, donde retomó su actividad docente en la


Universidad Mayor de San Simón, sin dejar el teatro. Ella nos dijo que
su cuarto encuentro con el teatro se produjo con las clases que dio en el
Instituto Laredo, en Cochabamba, un espacio que fundó su suegro y que
actualmente dirige su hijo. Allí enseñó teatro y dramaturgia durante casi
diez años. En la entrevista, agradeció a sus profesores, y en especial a Ma-
nuel González Gil, ya que “me enseñó a enseñar”. Con sus estudiantes de
teatro prepararon obras clásicas de autores como Shakespeare y Molière,
y también obras argentinas. Gracias a internet pudo dar talleres virtuales
de dramaturgia.
El capítulo siguiente en su historia con el teatro está signado por la
construcción de una sala en su casa, con el objetivo de relacionar sus inte-
reses personales: las Artes y la Antropología. De hecho, llegando al final
de la entrevista, Marta se definió a sí misma como una “antropóloga ar-
tista”. Con talleres teatrales, el alquiler del espacio para eventos y la Di-
plomatura en Antropología que quiere dictar, Marta reúne sus intereses y
pasiones, y trabaja mucho para concretar el proyecto de su vida.
Marta es una mujer decidida, que se planta ante los problemas de la
vida y que no titubea en “mandar a todos al diablo” cuando las circunstan-
cias lo ameritan. Desde su estudio en Cochabamba, a través de sus gestos
y sus palabras, nos sumergió en el volcánico escenario de la Universidad
Nacional de Córdoba durante la postdictadura, donde mujeres profesio-
nales con ideales concisos decidieron construir una propuesta antropo-
lógica para futuros psicólogos, y apostaron por autores que trataran te-
máticas como raza/racismo, identidad nacional, etnicidad, salud, género
y rituales.
Marta afirma enérgicamente que la Antropología se trata de hacer tra-
bajo de campo. Ella lo hizo durante años, yendo en una “renoleta” desde
su casa en barrio San Martín hasta Villa El Libertador. Combinó esa de-
dicación con un proyecto político como docente, que incluía en sus clases
problemáticas sociales actuales para “abrirles la cabeza” a los estudiantes.
Porque quería contar lo que había transitado en su vida y lo que la socie-
dad de esa época callaba. Como nos dijo, una de las cosas que debe tener el
antropólogo es “el don de hacer hablar. Es un don. No creo en las esencias,
pero no cualquiera hace hablar a la gente. (...) porque siempre vas a tener
gente que no te quiere en el campo, pero todos se pueden ablandar (risas).
Hay que tener paciencia”.

57
Semblanza de Marta Giorgis

El vínculo que se generó con Marta desde la primera comunicación


nos entusiasmó. Agradecemos la dedicación que nos brindó, las respues-
tas a mails y consultas, el recibimiento en su hogar virtualmente, su his-
toria presente y, por sobre todo, las anécdotas sobre modos de hacer An-
tropología imaginados y desarrollados en las últimas décadas del siglo XX.
Gracias al seminario y al encuentro con Marta pudimos conocer un poco
más sobre la Antropología Social en Córdoba y, por ello, conocernos.

58
Imagen N° 4 a. Manual de cátedra. 1994. Datos de registro en biblioteca,
índice general y presentación. Colección Sismondi.
Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
Imagen N° 4 b. Manual de cátedra. 1994. Datos de registro en biblioteca,
índice general y presentación. Colección Sismondi.
Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
Imagen N° 5. Manual de cátedra. 1994. . Colección Sismondi.
Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
“Cuando una se acerca a la
antropología, ya no se aleja”
Semblanza de Marta Sagristani
Ana Laura Prado*

M arta es Doctora en Historia y Magíster en Ciencia Política, formada


en la Universidad Nacional de Córdoba. Se jubiló de la docencia
como profesora adjunta en la cátedra Historia Antigua General en la Es-
cuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades, en la Univer-
sidad Nacional de Córdoba.1
Nació en la ciudad de Córdoba en 1945, realizó la primaria y mitad del
secundario en la Escuela Normal Superior Dr. Agustín Garzón Agulla,
y terminó sus dos últimos años de enseñanza media en el Colegio 25 de
Mayo de Madres Escolapias por mandato de sus progenitores, aunque ella
no es religiosa. Como nos dijo en la entrevista que realizamos: “ni me casé
por iglesia, ni mis hijos están bautizados”. Luego del secundario, viajó en
barco con destino a Europa. Desembarcó en Francia y, por consejo de un
primo, se anotó en La Sorbona. Se quedó en París durante un año, perio-
do en que se familiarizó con el francés a través de obras literarias clásicas.
Después, recorrió España con una amiga alemana, para finalmente volver
a la Argentina, donde se inscribió primeramente en la carrera de Letras.
A los seis meses de su regreso conoció a Eduardo Bajo, su marido y
padre de sus dos hijes, quien la convenció de las “bondades de la historia”.
Con él compartió lecturas antropológicas y otros intereses, por lo que de-
cidió anotarse en la Licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y
Humanidades. Ambes militaban en una agrupación de izquierda, lo que
llevó a la persecución: “a mí y a mi marido nos detuvieron en la época de
la dictadura y por eso después no pude volver a la universidad”.
Comenzó a dar clases en el año 1986, “porque yo durante la época de
la dictadura no pude pisar la universidad”, recordaba mientras preparaba
un té (no acostumbra a tomar mate). Marta nos cuenta que en esa época

1
La entrevista fue realizada por Ana Laura Prado, María José Galarza y María Victoria Díaz
Marengo el 5 de junio de 2019 en la residencia de Marta Sagristani.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


anita.prado62@gmail.com

62
Ana Laura Prado

mucha gente se exilió en el exterior debido a las persecuciones que ha-


bía. Ella y su marido tuvieron un “exilio interno”, y quedaron sin poder
“mover demasiado la cabeza”. A ello agrega que “tuvimos suerte”, dejando
entrever que, por sus ideas, las cosas podrían haber ido muy mal para
elles. Además, cuenta que muches compañeres de Historia desaparecieron
y que quedaron profesores muy conservadores habitando los espacios de
la universidad.
La vuelta de la democracia fue el momento propicio para concluir su
trabajo final: “Cuando volvió la democracia yo pude terminar mi tesis, que
la había dejado en suspenso. A mí siempre me gustó la antropología, hice
la tesis sobre la existencia del matriarcado en la antigüedad”. Este trabajo
final fue hecho junto a Noemí Córdoba, tesis que bajo el título El matriar-
cado: nueva discusión sobre su existencia en la antigüedad fue luego publicada
por la Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de
Córdoba en 1991. Aquí, Marta comenzaba a aunar sus intereses persona-
les: la política en la antigüedad y el feminismo.
Marta se declara feminista y nos cuenta que se centró en ese tema
“porque, en realidad, la postdictadura era una época en la cual no se podía
uno meter en cosas demasiado extrañas. Con un grupo de compañeras
habíamos estado trabajando en la Juana Manso, que es una agrupación de
mujeres durante la época de la dictadura, era lo único que por ahí era per-
mitido. Me acuerdo que hicimos la primera marcha de cacerolas [se ríe]
porque salíamos por la Hipólito Yrigoyen hasta la Casa de Gobierno, gol-
peando cacerolas. No sé si llegábamos a cincuenta mujeres en esa época.
Ahora me asombra ver la masividad e intensidad que tiene el movimiento
feminista porque en esa época hablar de feminismo era como que te mira-
ban como un bicho raro.”
Una vez recibides de historiadores, y luego del periodo sombrío de la
dictadura, Marta y Eduardo comenzaron a dar clases. Él fue titular de las
cátedras América Contemporánea y América Colonial, y ella comenzó a
desempeñarse en la Escuela de Trabajo Social junto a Marta Giorgis, de
la por entonces Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y luego en la Es-
cuela de Historia. En este espacio institucional participaba en una cátedra
paralela de Prehistoria y Arqueología, primero como cátedra libre y luego
como “cátedra B”, que tenía perspectivas y miradas disímiles en compara-
ción con la “cátedra A”. Debido a que todavía quedaban algunos resabios
de la dictadura, y a pedido de les estudiantes que cursaban la carrera de

63
“Cuando una se acerca a la antropología, ya no se aleja”
Semblanza de Marta Sagristani

Historia, se armó la cátedra paralela –en un comienzo por una licencia del
profesor titular de turno–. Les estudiantes fueron quienes solicitaron que
esta cátedra continuara, y así fue por tres años más.
En una época de ebullición, “muy libertaria”, algunas facultades pasa-
ron a estar habitadas por personas que llegaban con ideas democráticas,
y había “libertad para proponer” apuestas bibliográficas y cambios en los
programas. Realizar una carrera docente en la Universidad Nacional de
Córdoba significó para Marta profundizar sobre cuestiones que le llama-
ban la atención y enriquecerse con el mundo académico. Esto hizo que to-
mara una dirección concreta, que se reflejaría en el modo de dictar clases
en las distintas cátedras de las que fue partícipe.
A mediados de los ochenta, por propuesta de les estudiantes, su mari-
do fue nombrado director de la Escuela de Historia, y se pudieron hacer
modificaciones tales como la creación de las cátedras de Economía Política
y Filosofía Política. Además, pudieron volver profesores que se encon-
traban en el exterior, trayendo nuevos aires a la facultad. En los últimos
tres años de la década del ochenta, Marta se desempeñó como profesora
adjunta en la cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoame-
ricana de la Escuela de Psicología, junto a Marta Giorgis como docente
titular a cargo. Ambas venían compartiendo espacios desde antes, tanto
en la Escuela de Trabajo Social, como también en la Escuela de Historia.
Entre sus labores, se ocupaban del dictado de clases teóricas, para las que
seleccionaban temáticas de acuerdo con sus intereses.
Marta nos cuenta que la cátedra de Antropología Cultural, Contemporá-
nea y Latinoamericana se quedó sin docentes tras el primer año de dictado,
y ellas se presentaron en una selección interina. Una vez que fueron de-
signadas, empezaron a armar el programa “porque nos hicimos cargo de
una materia que no tenía titular ni nada”. Esa cátedra reunió a un grupo
de mujeres, antropólogas en su mayoría, que tenían una propuesta dife-
rente. Dentro de las lecturas que proponían para “romper los prejuicios”,
estaban sobre todo la Escuela de Frankfurt y varios autores franceses que
trabajaban sobre Antropología Política, una de las líneas que más le ha-
bían interesado a Marta. Algunos autores que trabajaban en las clases eran
Theodore Adorno, Roger Bastide, Charles Baudelaire, Melville Hersko-
vits, Albert Memmi, Amílcar Cabral, y Frantz Fanon. Siguiendo lo que
nos comentaba, esta línea rompía con la visión de los clásicos antropo-
lógicos de mirar desde afuera a los pueblos mal llamados primitivos. La

64
Ana Laura Prado

Antropología Política permitía una “relación con el otro”, desde otro lado,
y también una visión crítica de la sociedad actual. Conjuntamente, le inte-
resaban temas sobre el campesinado y la Antropología Rural, debido a su
acercamiento al marxismo.
La cátedra veía que les estudiantes de Psicología podían interesarse en
lecturas contemporáneas y temáticas cercanas de las sociedades actuales.
Las lecturas de clásicos como Pierre Bourdieu y Claude Lévi-Strauss desde
el estructuralismo entraban en el corpus bibliográfico que las docentes
proponían, pero no eran autores que les gustara trabajar en las clases. Se-
gún Marta, la Antropología permitía una mirada holística de la sociedad
y permitía abordar diversos temas, y lo que la cátedra buscaba era que la
Antropología fuera una herramienta útil para les futures psicólogues.
Marta dejó la cátedra a comienzo de los noventa por conflictos in-
ternos sobre concursos. Además, había comenzado su trabajo en la cáte-
dra de Historia Antigua de la Escuela de Historia como adscripta, y luego
como jefa de trabajos prácticos, hasta ser profesora adjunta por concurso,
a cargo del dictado de teóricos en el turno tarde. Fue en esa cátedra donde
decidió seguir su trabajo en la universidad hasta su jubilación. Marta gusta
de su oficio, y tiene sus títulos de grado y doctorado en Historia. En el año
2006 publicó su tesis doctoral titulada La clientela romana. Función y tras-
cendencia en la crisis de la República. Si bien pudo crecer profesionalmente
ligada a la Historia, nos explica: “cuando una se acerca un poquito a la
antropología, ya no se aleja tanto de su perspectiva, sus debates, y las pre-
guntas que te ofrece.” Es así que, en sus clases de Historia Antigua, ofrecía
a les estudiantes algunos retazos de Antropología, brindándoles herra-
mientas de la disciplina antropológica para mirar el mundo de la Historia.
Marta siempre estuvo involucrada con la vida política de la Univer-
sidad Nacional de Córdoba. Realizó actividades de gestión siendo miem-
bro titular del Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y
Humanidades, e integrante de la Comisión de Vigilancia y Reglamento
entre 2006 y 2008. También fue miembro titular de la Asamblea Univer-
sitaria para elegir Rector y Vicerrector, y para aprobar la Carrera Docente
en Historia. Además, fue vicedirectora de la Escuela de Historia durante
los períodos 2010-2012 y 2012-2014, y fue miembro titular del Consejo
Asesor de la Escuela de Historia como representante por los profesores
adjuntos durante varios períodos.

65
“Cuando una se acerca a la antropología, ya no se aleja”
Semblanza de Marta Sagristani

Cabe mencionar que, dentro del gran espectro de actividades que


Marta Sagristani realizó durante su vida universitaria, conjuntamente
emprendió investigaciones y participó en programas de extensión. Dictó
tutorías de la carrera de Historia en el Programa Universitario en la Cárcel
(PUC) para internos alojados en unidades del Servicio Penitenciario de
la Provincia de Córdoba, desde el año 2000 hasta el 2013. También dictó
distintos seminarios vinculando temas como política, estado, marxismo,
género y Antropología. Participó como investigadora en el proyecto Dis-
curso y sociedad en el Mundo Antiguo, publicó artículos referidos al tema,
organizó y formó parte con sus estudiantes de manera reiterada en las
Jornadas Nacionales de Historia Antigua, alentándoles a la presentación
de ponencias. Participó en múltiples congresos tanto nacionales como in-
ternacionales en calidad de expositora, moderadora y coordinadora. Es-
cribió artículos para revistas científicas, publicó libros, fue integrante de
tribunales de concursos docentes, integrante de comisiones de evaluación
de proyectos de investigación y becas, tesis de grado y de posgrado. Se
jubiló de su cargo docente en el 2015, y desde ese día descansa en su casa
en barrio San Martín, donde nos recibió. Nos comentó que en esa casa
vivió “desde siempre”.
Si rastreamos en los proyectos que Marta deseaba concretar, encon-
tramos que durante los últimos años de la década del ochenta participó
en un “Anteproyecto de Licenciatura en Antropología”, elaborado por
una comisión ad-hoc de la Escuela de Trabajo Social. El anteproyecto fue
editado por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en el año 1988. Es
interesante pensar las razones por las cuales no se conformó esa licencia-
tura, y cuáles habrían sido los rumbos de la Antropología en Córdoba si
se hubiera desarrollado en una facultad como la de Derecho y Ciencias
Sociales en esos años. ¿Cómo habría sido el plan de estudios? ¿Se hubiera
dividido en las áreas que actualmente conforman la Licenciatura en An-
tropología en la Facultad de Filosofía y Humanidades?
Al finalizar la entrevista, Marta nos invitó a ver su tesis de grado y
sus libros en la biblioteca. También nos mostró la biblioteca casi vacía de
su marido. Esto se debía a que decidieron donar la mayoría de sus libros
a la universidad. El gesto generoso de donar la biblioteca a la comunidad
universitaria luego del fallecimiento de Eduardo Bajo es una acción que
nos permite recordar a docentes e investigadores con grandes trayecto-
rias. Viendo los nombres en colecciones y en las estanterías de la biblio-

66
Ana Laura Prado

teca Elma Kohlmeyer de Estrabou activamos maneras para que el conoci-


miento siga circulando entre estudiantes, investigadores, profesores y la
comunidad en general. Las marcas de lectura, las anotaciones al costado
del texto son huellas identitarias de quien maniobró esos libros, y a partir
de ellas podemos acceder a partes de la vida de esa persona, el tiempo
dispensado en aprender y conocer sus intereses, el cuidado y cariño por
algunos de esos libros.
Al finalizar el encuentro, Marta nos regaló un ejemplar de su tesis de
doctorado. Aunque nos vimos por primera vez un par de horas antes de
realizar la entrevista, nos escribió una afectuosa dedicatoria que agrade-
cemos a través de estas palabras. Debido a nuestro trabajo sobre la cáte-
dra Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, y la búsqueda
de las trayectorias personales de sus docentes, pensamos que nosotres ya
conocíamos un poco a Marta desde antes. Nuestro encuentro personal y
nuestra grata conversación fue otro modo de acercarnos a su historia y sus
vivencias universitarias.

67
Imagen N° 6. Tapa del libro de Marta Sagristani y Noemí Córdoba, publicado
en 1991, producto de su trabajo final de Licenciatura en Historia.
Imagen N° 7. Fragmento del prólogo del libro de Marta Sagristani y Noemí
Córdoba, publicado en 1991, producto de su trabajo final
de Licenciatura en Historia.
“Formar en antropología
para abrir a la diversidad”
Semblanza de Noemí Córdoba
María Cecilia Díaz*
Agustín Liarte Tiloca ‡

N oemí Córdoba es Profesora y Licenciada en Historia por la Univer-


sidad Nacional de Córdoba. En su trayectoria académica y de vida, el
interés por la Antropología apareció en diferentes momentos e influyó en
su dedicación a la docencia universitaria, sus proyectos de investigación y
sus opciones de formación de posgrado. La entrevista que realizamos nos
permitió recorrer sus experiencias e hilvanar tramas de un mundo de la
Antropología durante los ochenta.1
Nacida en la ciudad de Rosario en 1950, la curiosidad por temas de las
ciencias sociales y humanas se manifestó desde su infancia, a través del
acercamiento a cómics y revistas que incluían contenido sobre mitolo-
gía griega y nórdica, hagiografía y leyendas. Esas primeras y apasionantes
lecturas transcurrieron en un hogar de clase trabajadora que estimulaba y
valoraba el estudio. Cuando Noemí finalizó el secundario, quiso estudiar
Prehistoria, Arqueología o Antropología; pero, tal como había averigua-
do, seguir ese trayecto implicaba instalarse en otra provincia y en ese mo-
mento no contaba con los medios para hacerlo. Por ese motivo, resolvió
estudiar Historia, contrariando la voluntad de su padre, quien le había ad-
vertido sobre las penurias económicas que acarrearía semejante decisión.
En 1974 se recibió del profesorado y, entre las prácticas de estudio que
recordaba de ese periodo, mencionó las largas jornadas de lectura en la
biblioteca y la confección de resúmenes con papel carbónico para facilitar
el intercambio de materiales entre compañeres. La realización de su tesis
de licenciatura se demoró casi diez años e implicó el planteo de tres pro-
yectos de pesquisa a los que les dedicó tiempo y esfuerzo. En esos vaive-
1
La entrevista fue realizada por María Cecilia Díaz y Agustín Liarte Tiloca el día 3 de junio
de 2021 por videollamada vía Google Meet.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


mcecilia.diaz@ffyh.unc.edu.ar

Facultad de Psicología, UNC.
agustin.liarte.tiloca@unc.edu.ar

70
María Cecilia Díaz y Agustín Liarte Tiloca

nes incidieron sus horarios laborales –por ese entonces, Noemí trabajaba
como preceptora y docente de primaria–, y las circunstancias funestas de
persecución política y de cierre o control militar de las instituciones edu-
cativas durante la última dictadura.
Un primer proyecto giró en torno al círculo católico de obreros en
Córdoba, reuniendo intereses de investigación que había desarrollado en
un seminario sobre movimiento obrero dictado por las profesoras Ofe-
lia Pianetto e Hilda Iparraguirre. La imposibilidad de llevar adelante esa
pesquisa en los años de la dictadura se debió no solo al recorte temático,
sino a la ocupación militar y el cierre del archivo donde había empezado a
realizar tareas de relevamiento documental. Hacia 1977, decidió profun-
dizar en el período que le interesaba –las primeras décadas del siglo XX en
Córdoba– pero, en lugar de abordar la cuestión popular, se enfocaría en la
historia política bajo la dirección de Carlos Luque Colombres. Noemí nos
contó que en ese entonces los pabellones estaban cerrados y compartió
con nosotres un episodio que, creemos, revela el clima de época: “[Luque
Colombres] me atendió porque me conocía, porque había sido alumna
de él, y me atendió por una de las ventanas de los boxes del pabellón Es-
paña; porque él entraba y el gendarme que estaba en la puerta cerraba
con llave el pabellón, una cosa terrible.” Así, comenzó a investigar sobre
la gobernación de Rafael Núñez y solicitó los permisos correspondientes
para hacer trabajo de archivo sobre materiales periodísticos almacenados
en la Biblioteca Mayor y en la Biblioteca de la Legislatura, ambas en el
casco céntrico de la ciudad. Dado que los horarios de funcionamiento de
los archivos coincidían con su horario de trabajo en escuelas, dedicó gran
parte de esa tarea durante el verano.
Por diversos motivos, este segundo proyecto tampoco prosperó, pero
no por ello se aminoraron sus deseos de finalizar la licenciatura. En esos
años, se reencontró con Marta Sagristani –compañera de estudios en
Historia y futura colega docente en Antropología Cultural, Contemporánea
y Latinoamericana, entre otros espacios curriculares–, y decidieron reali-
zar juntas el trabajo final. Interesadas en temáticas sobre Antropología y
relaciones de género, emprendieron una revisión de textos clásicos sobre
parentesco como los de Henry Morgan y Johann Bachofen. El resultado se
plasmó en una monografía titulada El matriarcado: nueva discusión sobre su
existencia en la antigüedad, dirigida por el profesor Héctor Rubio y defen-

71
“Formar en antropología para abrir a la diversidad”
Semblanza de Noemí Córdoba

dida en 1983, con posterior publicación en 1991 por la Dirección General


de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba.
Aquí corresponde decir que ese trabajo se basó en una búsqueda de
lecturas antropológicas y debates por fuera de las aulas, que Noemí y Mar-
ta Sagristani habían emprendido desde antes del regreso a la democracia.
Ese impulso las llevó a participar en un grupo de discusión en el Ateneo
Psicoanalítico, cuya sede se encontraba en el centro de la ciudad. Desde los
tempranos ochenta, ese espacio era coordinado por Iván Baigorria, titular
de la materia Antropología Cultural en la Escuela de Historia. Allí, les
participantes conversaban y compartían impresiones sobre autores con-
siderados clásicos, como Melville Herskovits. En la trayectoria de Noemí,
esos encuentros fueron fundamentales para construir una aproximación
crítica a problemas y cuestiones de cuño antropológico en un panorama
que ella describe como de escasez de opciones: “fue como muy liberador,
obviamente un lugar de lectura muy exclusivo, porque éramos cuatro,
cinco, seis personas, no éramos más, pero ya teníamos cierta lectura. Nos
juntábamos cada quince días, con lecturas previas, con textos previos para
conversar, discutir”.
Otra de esas búsquedas compartidas tuvo que ver con espacios de mi-
litancia vinculados al feminismo. Por esos años, ambas amigas y colegas
participaron en reuniones y ciclos de cine organizados por la Asociación
Juana Manso, donde se proyectaban, por ejemplo, cortometrajes de Ma-
ría Luisa Bemberg. Noemí recordaba puntualmente uno de esos cortos,
Juguetes (1978), que exploraba a través de entrevistas con niños y niñas
el uso de juguetes distinguidos para cada género en términos de “primera
presión cultural”. En su vivencia, y de manera análoga a lo que ocurría con
el Ateneo, el espacio del cine era la “excusa” y la “posibilidad” de trabajar
sobre ciertas temáticas que en ese contexto parecían fuera de lugar o que
pugnaban por hacerse de un lugar en la arena pública.
El acceso a textos sobre Antropología se veía posibilitado por amis-
tades que tenían bibliotecas “vastas”, plagadas de autores clásicos y mo-
dernos, y que prestaban sus libros para estudiar, confeccionar programas
de cátedra y preparar concursos. Uno de ellos era Eduardo Bajo, esposo
de Marta Sagristani, que a mediados de los ochenta se desempeñó como
delegado rectoral con funciones como director de la Escuela de Historia.
Gracias a estos vínculos, Noemí dio sus primeros pasos en la docencia
universitaria. Sucedió que el titular de Prehistoria y Arqueología, Eduar-

72
María Cecilia Díaz y Agustín Liarte Tiloca

do Berberián, se encontraba de licencia y les estudiantes corrían el riesgo


de atrasarse en la cursada si la materia no se dictaba. Para evitar esto, Noe-
mí organizó una cátedra libre junto a Marta Sagristani y Marta Giorgis
–quien también había participado en el Ateneo y luego asumiría como
titular–, y se abocó a esa tarea docente. En sus propias palabras, se trató
de una apuesta por la democratización de la enseñanza: “fue como una
especie de gesto, ‘bueno, yo quiero la recuperación de la democracia, quie-
ro que la universidad sea lo que nosotros pensamos, un lugar de saber,
de trasmisión de conocimiento, de prácticas democráticas’”. Entre 1986 y
1988 el espacio fue primero una cátedra libre y, tras el regreso de Berbe-
rián, se tornó cátedra B, manteniendo programas diferentes.
Sobre esos años, Noemí nos relata que “cuando íbamos a terminar el
semestre, o si mal no recuerdo en el segundo año que seguimos con la
cátedra, fueron los estudiantes quienes fueron a hablar con el que estaba
entonces de decano [Gerardo Rubén Mansur], y le plantearon que noso-
tras teníamos que tener un sueldo”. El clima de época es relatado durante
la entrevista como un momento de “efervescencia muy generalizada” y de
“militancia en el ámbito universitario”, caracterizado por la participación
de les estudiantes en la confección de planes de estudio y partidas presu-
puestarias, la proposición de docentes para distintos espacios curriculares
y tareas de gestión, buscando sobre todo reorganizar cátedras que habían
quedado “desmanteladas” durante los años de dictadura. Asimismo, fue-
ron generándose relaciones de trabajo entre docentes y estudiantes que
luego pasarían a formar parte de los equipos de cátedra como ayudantes.
Resulta importante resaltar esa impronta renovadora tras el retorno
a un gobierno democrático. En ese contexto, se creó la cátedra de Antro-
pología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana como parte del cambio
de plan de estudios de la Licenciatura y el Profesorado en Psicología. La
materia se proponía como un espacio propio de la Escuela de Psicología,
lo que implicaba que les estudiantes ya no debían cursar la asignatura en
la Escuela de Historia. El ingreso de Noemí se dio en 1988 a partir de una
selección de antecedentes que consistió en “muy pocos papeles y una en-
trevista”, accediendo de esa manera al cargo de jefa de trabajos prácticos.
El equipo docente estaba integrado también por Marta Giorgis como pro-
fesora titular, Marta Sagristani como profesora adjunta y Lucila Villarreal
como ayudanta rentada de primera. Además, convocaron a un grupo de
alumnes que habían cursado la cátedra libre de Prehistoria y Arqueolo-

73
“Formar en antropología para abrir a la diversidad”
Semblanza de Noemí Córdoba

gía, y que habían expresado interés en temáticas relacionadas a la Antro-


pología, y los instaron a que se inscribieran como ayudantes. Dentro de
esa primera camada, Noemí destacó a María José Becerra y Diego Buffa
–quienes posteriormente fueron docentes en la materia Taller de Aplica-
ción de la Escuela de Historia–, Carlos Garcés, Daniel Caminotti y Adria-
na Muñoz. Al recordar el paso de esas personas por la cátedra, Noemí
nos mencionó sus trabajos posteriores y reflexionó sobre la influencia de
la Antropología en esos intereses de investigación. Por ejemplo, Becerra
y Buffa se dedicaron al estudio de visibilización de afrodescendientes, y
Garcés indagó sobre la historia cultural de la hechicería y su persecución a
través del análisis de expedientes judiciales coloniales. También nos contó
sobre “dos alumnos, que en realidad eran más grandes en edad, y como
tenían ya un título universitario se les sugiere que se anoten como ads-
criptos”. Entre ellos se encontraba Eduardo Peralta, graduado en Derecho,
y Gustavo Blázquez, actual docente en el Departamento de Antropología
de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Acerca del trabajo en las aulas, Noemí recuerda las clases que se dic-
taban en el pabellón Francia Anexo –hoy Pabellón República de Haití–,
caracterizadas por una masividad de estudiantes en relación a la cantidad
de docentes. La coordinación de las clases prácticas estaba a cargo de ella
y Lucila, con la participación de ayudantes y adscriptes en las tareas de
acompañamiento. Como nos dijera durante la entrevista: “se preparaba
la clase como una especie de introducción, después se leía un texto y des-
pués se subdividían en grupos para presentar algún escrito, y aun así era
muchísimo trabajo”. El dispositivo escogido era el de taller, modalidad
que buscaba una forma de trabajo basada en el diálogo y en el compartir,
destacando el rol de les estudiantes en la producción de conocimiento; un
tipo de aprendizaje de signo democratizador que se desarrolló en épocas
no muy lejanas a los años de autoritarismo de la dictadura. “Siempre hubo
una reivindicación de lo democrático y el reconocimiento del otro”, nos
contó, refiriéndose al trato que deseaban construir. En esta misma línea,
Noemí rememora las lecturas de Gino Germani sobre la conformación de
la sociedad de masas, y los aportes de Frantz Fanon y Albert Memmi en
relación a las disputas raciales y las luchas independentistas poscoloniales.
Esas temáticas eran abordadas en la cátedra.
Hacia finales de los años ochenta, Noemí emprendió una investiga-
ción junto a Marta Sagristani, un adscripto de la cátedra y una ayudante

74
María Cecilia Díaz y Agustín Liarte Tiloca

alumna. Se trató de un trabajo sobre migraciones de pobladores de Tras-


lasierra, en el que realizaron “todo un relevamiento geográfico e histórico
de lo que era la zona en el siglo XIX al XX, porque hay como un cambio
de la zona por el tendido del ferrocarril”. La pesquisa apuntaba a estudiar
los motivos que llevaron a un conjunto de familias a trasladarse de sus
poblaciones hacia la capital provincial, considerando para ello las trans-
formaciones económicas y productivas ocurridas en los departamentos de
Minas, Pocho, San Alberto y San Javier. Como parte del trabajo de campo,
realizaron entrevistas a vecines del barrio Villa El Libertador que prove-
nían de aquellas zonas serranas. Aunque el trabajo no llegó a publicarse,
la experiencia fue una gran instancia para el aprendizaje del quehacer an-
tropológico.
Por aquellos mismos años, Noemí concursó el cargo de jefa de trabajos
prácticos que hasta ese entonces ejercía de manera interina: “me tocó un
tema que había que haber leído un libro completo de Gino Germani y yo
no lo tenía. Así que fui, lo busqué en la biblioteca y me pasé leyendo el día
que sortearon el tema, y al otro día armé la exposición”. También fueron
incorporándose otras docentes a la cátedra: Adriana Sismondi, tras ganar
el concurso por el cargo de profesora adjunta, y Mónica Maldonado y
Susana Ferrucci a cargo de los trabajos prácticos. Para esta época, Noe-
mí recuerda que surgieron conflictos hacia el interior del equipo docente,
relacionados con sobrecargas laborales por la cantidad creciente de estu-
diantes y el armado del programa de la asignatura. La partida de Marta
Sagristani también fue uno de los grandes parteaguas en la experiencia de
Noemí en Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, lo que
produjo que renunciara a su cargo en la cátedra en 1992.
Posterior a dicho episodio, se mantuvo como jefa de trabajos prácticos
en Historia Antigua General, y luego se desempeñó en Taller de Apli-
cación. Nos contó que, como había ingresado hacia finales del semestre,
solicitó cumplir funciones docentes complementarias durante el siguiente
semestre en la cátedra de Historia de la Cultura, dictada por el profesor
Fernando Blanco. Dado que la materia se ofrecía en otras carreras, Noemí
continuó trabajando con un estudiantado variopinto: “hubo años en que
he dictado los prácticos solamente a la gente de Bibliotecología, y otros
años a los de las otras carreras, como Letras y Antropología”. En este es-
pacio, continuó profundizando sus indagaciones sobre la diversidad y la

75
“Formar en antropología para abrir a la diversidad”
Semblanza de Noemí Córdoba

construcción de otredades, por ejemplo, desde la pregunta por la mons-


truosidad como categoría social.
En relación con otros espacios de enseñanza, por un breve período
estuvo a cargo de las materias Medios de Comunicación, e Historia del Li-
bro y de las Bibliotecas –ambas en la Escuela de Bibliotecología–, espacios
donde incorporó elementos de la disciplina antropológica. En la Escuela
de Historia, junto a Marta Sagristani dictaron un seminario centrado en
una historia de las mujeres, basado en la tesis de licenciatura que com-
partieron. También dictó el seminario “Historia, memoria, patrimonio y
museos” por casi ocho años, convocando un equipo interdisciplinario in-
tegrado por historiadores, archiveres y especialistas en Museología. Ade-
más, hacia 2019 estuvo involucrada en el proyecto para crear una Tecni-
catura en Museos como trayecto intermedio de la carrera de Historia, que
combinaba materias de otras carreras como Artes Visuales y Arquitectu-
ra. Noemí se jubiló en el año 2020, pero no pierde esperanzas de que ese
proyecto pueda concretarse algún día.
Desde la perspectiva de Noemí, la Antropología constituye una forma-
ción de carácter transversal que, incluida en currículas y planes de estudio,
puede propiciar una educación que contemple diversas cosmovisiones y
prácticas sociales. De ese mismo modo, la Antropología incidió en proce-
sos de formación propios que la llevaron a cursos y talleres de astrología,
terapias tradicionales, chamanismo y reiki; haciendo hincapié en el poder
medicinal de las plantas. Con ese interés holístico del conocimiento, inició
la Tecnicatura Superior en Lengua y Cultura Aborígenes en el Instituto
de Culturas Aborígenes (ICA), y actualmente realiza un curso de medicina
intercultural en la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de
Buenos Aires. Como nos dijera, la Antropología se presentó en sus expe-
riencias como una “herramienta de inclusión” que no solo tuvo incidencia
en sus trabajos, sino también en su vida.

76
Imagen N° 8. Legajo docente consultado en el Área de Personal y Sueldos
de la Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
Imagen N° 9. Legajo docente consultado en el Área de Personal y Sueldos
de la Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
“Vivir la antropología intensamente”
Semblanza de Mabel Lucila Villarreal
María José Galarza*

S i recordamos a quienes formaron parte de la cátedra de Antropología


Cultural, Contemporánea y Latinoamericana de la Escuela de Psicología,
no podemos dejar de hablar de Lucila Villarreal. Psicóloga y antropóloga,
dedicada tanto a la docencia como al consultorio, con un rico camino por
la investigación en la década de los ochenta.1
Nacida en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, Luci-
la lleva una formación secundaria bilingüe en un colegio inglés, cerca del
mar y la familia. Abandona aquella localidad para emprender sus estudios
universitarios, y se encamina a la Universidad Nacional de La Plata con el
objetivo de titularse como Psicóloga Clínica en la Facultad de Humanida-
des y Ciencias de la Educación. Su primer acercamiento a la docencia fue
en esta universidad. Allí se desempeña como ayudante titulada en Psico-
logía Profunda, una cátedra de esa misma carrera, ya con título en mano
en 1973. Durante abril de ese año, asistió a un curso de “Actualización
sobre homosexualidad” en el Hospital de Niños de La Plata, y también a la
Conferencia Nacional de “Programación en Salud Mental” en la Facultad
de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires.
Lucila consigue un trabajo como traductora en el Mundial de Fútbol
de 1978, por los conocimientos de inglés avanzado que había adquirido
en el colegio. Este sería el inicio de un viaje que duraría alrededor de una
década. En Argentina, sede de “la copa”, conoce a un médico suizo quien
le presenta la posibilidad de continuar su formación en Suiza. Allí tam-
bién trabaja unos meses, aunque en esta oportunidad, en torno a la salud
mental en un hospital público. Posteriormente se dedicaría a recorrer el
continente europeo.
En un pueblo del interior de Francia, durante la época de la vendi-
mia, se encuentra con quien será su compañero de viaje, y no solo como

1
La entrevista fue realizada por María Lucía Tamagnini a Eduardo “Boyo” Quintana el día
15 de mayo del 2019 en el “bar del shopping” de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


marijo_g@live.com.ar

79
“Vivir la antropología intensamente”
Semblanza de Mabel Lucila Villarreal

mochileros. Desde entonces, Eduardo “Boyo” Quintana fue su compañero


de vida, incluso en su incursión en la Antropología. Las memorias que
Boyo compartió con nosotres generosamente durante una entrevista per-
mitieron conocer a una antropóloga y psicóloga ávida por comprender el
mundo en el que vivía, que no se conformaba con verdades establecidas,
siempre dispuesta a explorar lo imprevisible y a dejarse vulnerar por nue-
vas sorpresas. Como afirma la antropóloga brasileña Mariza Peirano en
su texto publicado en 2014, es en el ejercicio de ex-
trañamiento ante eventos vividos u observados que nos tornamos agentes
en la etnografía, como investigadores y como nativos/etnógrafos. Este
modo de comprender la pesquisa antropológica resuena en cada uno de
los fragmentos de la trayectoria de Lucila engarzados en esta semblanza.
Luego de casi dos años de un viaje por Europa que, según recordaba
Boyo, nada tenía que ver con la Antropología, el Arte ni la Psicología,
“éramos mochileros directamente”, retornaron a la Argentina. Los mili-
tares ocupaban la Casa Rosada, y ellos no se lo bancaron “ni un día”. En el
horizonte de sus posibilidades aparece la opción de levar anclas y zarpar
para Florianópolis, al sur del Brasil, iniciando los ochenta, decisión en la
que inciden familiares de Quintana, que se encontraban por esas latitudes
trabajando como profesores en la Universidade Federal de Santa Catarina
(UFSC).
Por un período de cuatro años, y gracias a una beca del Conselho
Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPQ), Lucila
pudo formarse en la Maestría en Antropología en la UFSC. Boyo, por su
parte, se matriculó en una Licenciatura en Artes en la Universidad para
el Desenvolvimiento de Santa Catarina. Habituarse al nuevo idioma y, a
la vez, llevar a cabo el proceso de estudio de una carrera, implicaba in-
corporar un nuevo ritmo. “Nosotros llegamos los dos a Brasil, sin hablar
portugués, nada. Y de pronto nos metimos a la universidad y había que
aprender, travestirse de nuevo. Entonces te exigía mucho entrar en ese
ritmo”, comentaba Boyo en la entrevista. Aun así, Brasil les recibió muy
bien, y allí cultivaron amistades entrañables con compañeros y compa-
ñeras de estudio. En materia económica, la beca de maestría de Lucila y
alguna que otra venta de artesanías permitían que se dedicaran solo al es-
tudio y a “vivir intensamente” aquellos años de estudiantes universitarios,
como recordaba Boyo.

80
María José Galarza

En Florianópolis, Lucila indagó en el vínculo entre salud mental y An-


tropología, específicamente el cruce entre la “medicina tradicional” y los
“ritos populares”, como el umbanda o el candomblé, al entender o tratar la
esquizofrenia y otras enfermedades mentales. En el “morro” en el que vi-
vían había un “terreiro” umbanda. Todos los martes y sábados los tambo-
res (les) llamaban desde el “morro” para participar en el rito. Al principio,
comenzaron a asistir a “una tribunita donde están los familiares, los ami-
gos que quieren ver el rito”; con el paso del tiempo, ambos trabarían una
intensa relación de amistad y trabajo con Pedro Pablo, vecino y “pai de
santo” que guiaba aquel “terreiro”. Recordaba Boyo: “Lucila trabajó mu-
cho con ellos”. Esta experiencia le permitió problematizar cómo se vivía
la “enfermedad” de manera colectiva, más allá de lo “normal” y “anormal”,
sino en clave psicosocial. Tras haber conversado con el profesor de uno
de los cursos de la maestría, Lucila comenzó a explorar el contraste con el
hospital psiquiátrico donde también realizaba observación participante.
El trato de religiones populares de raíces afro, como el candomblé y um-
banda, hacia las “enfermedades mentales” y la lente de la antipsiquiatría se
cruzaban en un punto, a saber: el psicoanalista argentino Alfredo Moffatt.
Según Boyo, en Moffatt –a quien conocieron en un seminario que dictó
en Florianópolis– Lucila se encontró con “una referencia” para investigar
comparativamente el abordaje de la “locura” en la cultura popular, en par-
ticular en las ya mencionadas religiones, y en la medicina tradicional y su
sistema clasificatorio de “enfermedades mentales”.
Como parte de su trabajo de campo, acompañó a Moffatt y a Pedro
Pablo en experiencias rituales en hospitales psiquiátricos de Florianópolis.
Boyo contó con detalle cómo había llamado la atención de Lucila el modo
en que Pedro Pablo hablaba con los enfermos en el ámbito hospitalario
y cómo encaraba, desde la religión umbanda, las “enfermedades” como
“posesiones de espíritus” que se encarnaban en el cuerpo de algunos “pa-
cientes”.
Durante la conversación con Boyo, el sonido de los tambores del “te-
rreiro” nos condujo a la pasión de Lucila por la música: “le gustaba mucho
la música, ella cantaba muy bien, tocaba muy bien la guitarra y todo lo que
era ritmo y música para ella era algo que la atraía […] sin saber bien de qué
se trataba”. Escuchar los tambores, despertaba curiosidad por ser parte de
eso que acontecía. Empezaron a acercarse asiduamente a estos encuen-
tros, a los que eran bienvenidos: “Teníamos un contacto muy fuerte con

81
“Vivir la antropología intensamente”
Semblanza de Mabel Lucila Villarreal

lo que ella hacía, con la antropología. Compartíamos mucho. Ella le daba


letra a lo que yo hacía”. Esta frase nos permite imaginar apasionadas con-
versaciones entre ambos, en las que las fronteras disciplinares entre Artes,
Antropología y salud mental se fundían en experiencias concretas. Boyo
contó emocionado que desde un primer momento se acercó a la Antropo-
logía con ella y a partir de ella. Junto a Lucila, se introdujo en un mundo
de lecturas y nociones teóricas de autores como Michel Foucault, Gilles
Deleuze y Félix Guattari; que hasta hoy trabaja en sus clases de Grabado
en la Facultad de Artes de la UNC, como el concepto de rizoma, de Deleu-
ze y Guattari, que Boyo aprendió de Lucila e incorporó en sus clases para
caracterizar el arte contemporáneo. De nuevo, emergen como flashes los
cruces entre Artes, Antropología y Psicología que parecieran constituir
la trayectoria de Lucila junto a Boyo. El trabajo de campo de Lucila no
culminó en una tesis, aunque sí escribió un artículo que circuló en el bo-
letín de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Santa Catarina de
1983, llamado Antropología aplicada y Psicología social, y que fue escrito en
el marco de uno de los cursos de la maestría.
La familia comenzaba a crecer. Con un hijo, sin trabajo y un nuevo
embarazo, fue difícil para Lucila finalizar la maestría. A ello se sumaba que
el profesor que la orientaba había retornado a los Estados Unidos. “Brasil
era como un lugar de paso hasta que se fueran los milicos”, recordaba
Boyo, “lo teníamos así, estábamos como esperando que llegara la demo-
cracia y volvernos […] Nunca nos planteamos vivir afuera”. Además, vis-
lumbrar un futuro laboral en una universidad brasileña tenía limitaciones
para un extranjero, más aún sin títulos de posgrado: “Era difícil el acceso al
trabajo de cátedra en Brasil, las exigencias del doctorado pesaban”.
Con la democracia retornaron a Argentina con aires de nostalgia, aun-
que en medio de la efervescencia y la expectativa que albergaba la prima-
vera alfonsinista. Boyo volvió a Córdoba y Lucila a Mar del Plata, pero “no
se adaptó mucho al ritmo marplatense”. En ese entonces, no se enseñaba
Antropología en las facultades y la carrera de licenciatura había sido des-
mantelada durante la dictadura. Lucila, que como dijo Boyo, “viene del
mar”, se decidió a dejarlo para acercarse a las sierras cordobesas, donde
tanto los vínculos afectivos como las oportunidades en la universidad se
presentaban como una opción vital y laboral considerable. Se asentaron
en el pueblo de Unquillo, ubicado a escasa media hora de la ciudad de
Córdoba. Con el tiempo, abriría un consultorio particular, dedicándose

82
María José Galarza

especialmente a la cuestión del aprendizaje y el trabajo con niñes y jóvenes


en situación de vulnerabilidad.
En 1988, luego de una selección de antecedentes, se incorpora como
ayudante de segunda interina de la cátedra de Antropología Cultural, Con-
temporánea y Latinoamericana, formando el primer equipo que se carga
al hombro el objetivo de conformar un programa de estudios para una
nueva cátedra de Antropología a mediados de los ochentas, tras la modi-
ficación del plan de estudios de la carrera de Psicología. Marta Giorgis era
profesora titular, Marta Sagristani era profesora adjunta y Noemí Cór-
doba era jefa de trabajos prácticos. Entre los flujos de idas y vueltas de las
integrantes, las nuevas, las que se retiraron y las que tomaban licencias,
Lucila también estuvo como ayudante de primera, esporádicamente en al-
gunas ocasiones, hasta concursar en 1989 el cargo de jefa de trabajos prác-
ticos, en el que se desempeñó hasta su jubilación a inicios del año 2000.
La universidad aparece reiteradamente como un espacio vital que excedía
por amplio lo laboral. Era un lugar de intensa sociabilidad, especialmen-
te en esos años ochenta que Boyo recordó como una explosión: “Había
mucha euforia en esa época, justo después de los militares, esto explotaba
de entusiasmo, era una época de mucha ebullición, de mucha discusión.
Yo me acuerdo en la cátedra de Marta [Giorgis] y de Susana, de juntarse
mucho a charlar, a conversar, de juntarse aparte de la facu”.
En la trayectoria de Lucila y Boyo, su regreso a la Argentina está es-
trechamente vinculado a la experiencia de inserción en aquel mundo uni-
versitario en ebullición: “La universidad era nuestro lugar, donde nos sen-
tíamos más cómodos, era un poco como revivir lo que vivíamos allá [en
Brasil], que habíamos estado en un ambiente universitario también los
dos. Y para Lucila era fantástico, aparte no conocía Córdoba. Como ella
venía de Mar del Plata, del mar. Vivió en Florianópolis, el mar... venirse
a Córdoba era un cambio muy duro, de costumbres, de paisaje. Ella puso
mucho en la cátedra, en la universidad, en el ambiente universitario”.
Las nuevas condiciones de vida entre el consultorio, la maternidad y la
docencia la llevaron a dejar a un lado la investigación. “En esa época te de-
dicabas mucho a la cátedra. Aparte eran cátedras re numerosas ¿viste? Me
acuerdo que estaba muy ocupada con eso, pero ella no siguió investigan-
do más, no formó parte de ningún equipo, nada de eso […] quedó como
una experiencia que habíamos vivido en Brasil”. Vivencias que estaban

83
“Vivir la antropología intensamente”
Semblanza de Mabel Lucila Villarreal

presentes en las clases y charlas del equipo de cátedra como un bagaje de


experiencias que esperaban ser compartidas.
La formación de Lucila tenía mucho que aportar a una cátedra de
Antropología en una Escuela de Psicología. En una época de ebullición,
discusión, debate y participación, luego de prohibiciones y represiones,
el equipo entendía como parte de la agenda juntarse a compartir. Lo en-
tendía como una necesidad. Lucila llegó justo, ¿obra del azar? Buscaba una
mirada distinta dentro de la facultad y la encontró en una cátedra dón-
de estaban formulando una aproximación singular a temas como salud
mental, Antropología y Psicología. Es así que fue parte de la formación y
transmisión de una perspectiva antropológica para estudiantes de Psico-
logía.
La siringomielia había comenzado a afectar su médula a mediados de
la década de los noventa. De a poco, fue expandiéndose hasta afectar ra-
dicalmente su desplazamiento. Se produjeron cambios en su cotidiano y
en el de su círculo de afectos. Lucila tomó licencias momentáneas, como
respiros para abocarse a cuidar su salud en profundidad desde 1996. Re-
cuerda Boyo que Lucila no dejaba que esto la detenga. Seguía asistiendo
a clases, e incluso al consultorio, mientras realizaba sus tratamientos: “te-
nía mucha polenta siempre, ella trabajó hasta el final”. Hacia el final de la
entrevista, recordó amorosamente cómo junto a sus dos hijos y su hija la
ayudaban a trasladarse de un lugar a otro, “era livianita”, dijo, “así que la
cargábamos, la subíamos, la bajábamos, ella iba y volvía de todos lados”.
En el 2000 se jubila por discapacidad de la cátedra a la que dedicó gran
parte de su vida, Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamérica. Esos
últimos años decidió continuarlos sin abandonar el consultorio en Unqui-
llo, ni a lxs chicxs, acompañada de familiares y otros afectos, demostrando
el compromiso profesional y emocional que la identificó en vida.
Realizamos la entrevista que sería el principal sustrato de esta sem-
blanza tomando un café en el bar de la Facultad de Filosofía y Humani-
dades, un mediodía del mes de mayo de 2019. Boyo acababa de terminar
de dictar sus clases de Grabado en el pabellón del Centro de Producción e
Investigación en Artes (CEPIA), de la Facultad de Artes. Lucía Tamagni-
ni, profesora del seminario que ofició de entrevistadora, pasó a buscarlo
y ambos se encaminaron hacia “el bar del shopping”, como le llamamos
quienes habitamos cotidianamente la Ciudad Universitaria. Mientras re-
corrían los cien metros que separan el pabellón del bar, Lucía retomó la

84
María José Galarza

conversación telefónica del día anterior, para comentar que el seminario


buscaba dar a conocer la experiencia de la cátedra de Antropología en la
que había trabajado Lucila. Una de las primeras cosas que dijo Boyo fue:
“yo no sé qué puedo aportarles”.
Luego de realizar la entrevista, desgrabarla, releerla una y otra vez
con el equipo del seminario, y ponerla en diálogo con las otras entrevistas
realizadas, creemos que es posible afirmar que ante todo Boyo aportó una
manera de recordar que no separa lo laboral de lo afectivo, lo institucio-
nal de la vida privada. Que enfatiza la trama ininterrumpida de afectos
en la que se tejen los recorridos de las mujeres que formaron parte de la
Antropología cordobesa. Aproximarse a los modos de hacer Antropolo-
gía poniendo en relevancia la dimensión constitutiva de los afectos y las
emociones es uno de los desafíos que esta semblanza intenta abrazar. “Mis
hijos y yo somos la memoria de Lucila”, dijo Boyo hacía el final de nuestra
charla. “Me emociona lo que están haciendo”. Al día siguiente, a través del
WhatsApp de Lucía, recibimos de Boyo una foto de una mujer sonriente,
de pelo negro lacio y brillantes ojos oscuros. Apenas un epígrafe la acom-
pañaba: Lucila.
Queremos cerrar esta semblanza agradeciendo sentidamente a Boyo y
sus hijos e hija por permitirnos conocer a Lucila a través del retrato que
aquí hemos apenas esbozado.

85
Imagen N° 10. Manual de cátedra. 1994. Esquema “El contexto histórico: 4 Períodos,
4 Etapas”. Unidad I. Objeto de la Antropología. Colección Sismondi.
Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
“Adriana estaba siempre ahí presente”
Semblanza de Adriana Sismondi
Juan Pablo Sambuceti Bonetto*

A driana Sismondi fue antropóloga, docente, investigadora, formadora


de gente. Oriunda marplatense y cordobesa por adopción. Nacida en
un pequeño núcleo familiar, se graduó en Antropología en la Universidad
Nacional de Mar del Plata y se mudó a Córdoba a inicios de la década del
ochenta.1
Sus años de estudiante de grado no aparecieron en las entrevistas, pero
en conversaciones recientes pudimos conocer parte de aquellos tiempos.
Marcela Castro, actual profesora asistente en la cátedra Antropología Cul-
tural, Contemporánea y Latinoamericana, nos compartió sus recuerdos de
finales de los noventa, cuando era adscripta. En una conversación que
tuvieron entre otras adscriptas y Adriana mientras esperaban que se des-
ocupara un aula, “hablando de amores y otros temas”, surge una anéc-
dota. Adriana les cuenta sobre un compañero asesinado por la policía,
con quien compartía un vínculo “en la vida y en la militancia”. Por esa
misma relación, la familia de Adriana busca su diploma de graduación
ante la posibilidad de peligros, siendo ella una de las primeras egresadas
de la carrera, abierta en 1968 y desmantelada durante la última dictadura.
En ese mismo contexto, Adriana realiza un “viaje” a Europa por algunos
años, donde vivió en casa de unos familiares, traslado que durante aquella
conversación fue referido como un “exilio”.
Ya por el 1981, y habiendo regresado al país, Adriana tenía unos trein-
ta y pico de años cuando cursó el posgrado en Políticas Sociales en el Cen-
tro Universitario de Políticas Sociales (CEUPS) en la Universidad Nacio-
nal de Córdoba. Años más tarde, en 1995, cursó la Maestría en Ciencias
1
La semblanza fue elaborada a partir de una entrevista con Ana Correa el día 13 de mayo del
2019, realizada por Juan Pablo Sambuceti Bonetto, Agustín Liarte Tiloca y María Gabriela
Lugones; y una entrevista con Maite Rodigou Nocetti realizada el día 17 de mayo del 2019
por Juan Pablo Sambuceti Bonetto y Rocío Rodríguez. Ambas entrevistas se llevaron ade-
lante en el box del Área de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones “María Saleme de
Burnichon” de la Facultad de Filosofía y Humanidades. También agradecemos la contribu-
ción de Marcela Castro para reconstruir los años previos de la llegada de Adriana a Córdoba.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


juampi_sambu@hotmail.com

87
“Adriana estaba siempre ahí presente”
Semblanza de Adriana Sismondi

Sociales dictada en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Si bien


ambos recorridos no concluyeron con la presentación de los trabajos fina-
les, sin dudas ensancharon su formación. Adriana enriqueció su apuesta
por una Antropología aplicada a políticas sociales en tales experiencias.
Su trabajo de investigación se amplificó junto a un grupo de investi-
gadores locales pertenecientes al ámbito de ciencias sociales, quienes con-
feccionaron informes y diagnósticos regionales, como el que realizaron en
Cruz del Eje en el noroeste cordobés. Allí ya estaban de manifiesto sus do-
tes de formación y personalidad. Gracias a su experticia en Antropología,
aportaba elementos para la formulación de preguntas de investigación y
para la elaboración de registros etnográficos. Estos aportes de Adriana,
así como su agudeza como entrevistadora, se sumaban a su maestría para
la enseñanza de las herramientas etnográficas a sus colegas. Sus cuestio-
namientos, su escucha atenta, su capacidad de hacer aportes, hacían que
muchas personas se aglutinaran en torno de ella. Adriana tenía la capa-
cidad de nuclear gente, y de armar grupos de estudios y amicales, como
fue el caso del grupo de estudios en Salud Mental que integró luego de su
primera formación de posgrado, allá por el año 1983, que funcionaba en
el subsuelo del Hospital San Roque.
De 1984 en adelante, trabajó en miras de la ampliación de derechos en
torno de la salud mental. Recordada por su constante presencia y compro-
miso con el movimiento por la salud mental en Córdoba. Unos años des-
pués, desde ese marco, se impulsaría la creación de la Secretaría de Salud
Mental. Adriana estuvo presente también en el trabajo colectivo con do-
centes y estudiantes, quienes sostuvieron el Programa Universitario en el
Servicio Penitenciario de la Provincia de Córdoba creado en el año 2000.
Adriana supo vincularse con diferentes cátedras y contribuir a los de-
bates académico-políticos de la UNC. En lo que respecta a la vida univer-
sitaria, se desempeñó como consejera en los años 1996 y 1997 del Consejo
Asesor de la Escuela de Psicología. También se destaca su trabajo como
vicedirectora de la Escuela de Psicología en el período 1996-1998. Por
decisión en asamblea, en el año 1998 se crea la Facultad de Psicología,
que siguió dependiendo de la Facultad de Filosofía y Humanidades hasta
el año 2000, período que se denominó “etapa de transición’’. En conse-
cuencia, se creó una comisión de transición que integraba Adriana junto
a varixs docentes más. Ese año se fundó la Facultad de Psicología, siendo
Ana Alderete su primera decana.

88
Juan Pablo Sambuceti Bonetto

Dentro de la Escuela de Psicología, entonces parte de la Facultad de


Filosofía y Humanidades, trabajó como profesora adjunta en la cátedra de
Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana; profesora asisten-
te de Psicología Educacional; coordinadora general del Curso de Nivela-
ción, cargo que tuvo por varios períodos desde el año 1997; y profesora
adscripta en la cátedra de Psicología Social. En esta materia fue su primera
participación que tuvo en la docencia universitaria; experiencia desde la
que, junto a sus compañerxs de la cátedra, confeccionaron en el año 1990
el Módulo I del cuadernillo de la materia, que llamaron Aportes para la
construcción de un marco referencial en Psicología Social: lo socio-cultural.
Adriana participaba de la comunidad universitaria con su aguda pers-
pectiva antropológica y desde su compromiso político y social. En tales
derroteros, atendía, escuchaba, y aprendía con lxs estudiantes. La impor-
tancia de su presencia fue reconocida por colegas y también por estudian-
tes, que supieron compartir con ella diversas ocasiones de cursado, estu-
dio y gestión. Se destacaba como una figura muy crítica y, por momentos,
no fácil de llevar. Estaba ahí, ya sea con una atenta interpelación o con
cuestionamientos hacia ella misma o hacia sus colegas. Sus sustanciales
aportes se cifraban en una apuesta por y desde la interdisciplinariedad
como potencia creadora.
Focalizando en su paso por la cátedra de Antropología Cultural, Contem-
poránea y Latinoamericana, recordemos que se incorpora al equipo docente
por una selección de antecedentes en el año 1989, con el cargo de profe-
sora adjunta interina simple. Luego, en el año 1991, es nombrada adjun-
ta por concurso. Se trataba de un lugar de formación para lxs alumnxs,
y también para lxs docentes, donde Adriana ofrecía referencias teóricas
vinculándolas muy de cerca con sus propias experiencias de investigación.
En ese horizonte, cabe destacar la introducción de lecturas como Clifford
Geertz, que fuera una marca distintiva de esta cátedra. Tales textos de la
llamada Antropología Simbólica o Interpretativista eran toda una nove-
dad, y diferenciaban a esta materia de otras Antropologías que se dictaban
en la UNC, donde no se frecuentaban perspectivas hermenéuticas. Dicha
contribución, en gran medida, se la debemos a Adriana quien, después de
enamorarse de Geertz, supo compartir esa pasión.
Sus trabajos eran diversos, y tenían que ver principalmente con los
procesos de salud y enfermedad, además de estar familiarizada con los es-
tudios sobre juventud. En estos cruces, podemos destacar la participación

89
“Adriana estaba siempre ahí presente”
Semblanza de Adriana Sismondi

en eventos científicos, como una ponencia para el II Encuentro de Inves-


tigadores en Psicología del Mercosur del 2006 titulada Presentaciones, usos
y prácticas de los jóvenes respecto del consumo de sustancias adictivas, escrita
junto a Andrea Milesi, Hebe Rigotti y Valentín Peralta. Otra temática
que solía compartir se ligaba con el shamanismo, teniendo contacto con
curanderas en el noroeste cordobés. Una inclinación compartida con sus
compañeras de la cátedra de Psicología estaba referida a los estudios so-
bre pobreza, exclusión y discriminación. Estos intereses, que la guiaron
a dirigir varios trabajos finales de licenciatura y a conformar tribunales
evaluadores, atravesaron también su trabajo en el Programa Universitario
en la Cárcel (PUC), orientado por la preocupación sobre procesos de salud
mental en espacios carcelarios.
Sus vastos intereses se ven reflejados en los distintos libros que con-
forman la “Colección Sismondi’’, que ella misma decidió donar a la biblio-
teca Elma Kohlmeyer de Estrabou. Gran cantidad de los ejemplares de su
otrora biblioteca personal se dedican a estudios sobre juventud, anciani-
dad, pobreza y educación desde perspectivas psicológicas y antropológi-
cas. Este crisol de temas devino aporte sustancial para la cátedra de An-
tropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, principalmente en la
unidad sobre salud que constituyó un bloque en el programa de la materia.
Como efecto de sus intereses sobre procesos de salud/enfermedad,
durante muchos años Adriana dirigió un equipo de investigación radicado
en el Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon” de la Facul-
tad de Filosofía y Humanidades, donde indagaban sobre dicha temática.
Entre otras actividades de tinte investigativo que Adriana llevó a cabo,
podemos nombrar una beca que obtuvo entre 1989 y 1990 de la Dirección
de Recursos Humanos del Ministerio de Salud Pública de la Nación, sobre
Análisis de la política de descentralización de Salud en la ciudad de Córdoba con
enfoque Psicosocial. En dicho recorrido fue acompañada por Ana Correa
como su directora.
En docencia de posgrado y actividades de extensión universitaria,
Adriana formó parte de grupos que desarrollaban de manera constante
actividades en la Escuela de Psicología, antes de su transformación en
Facultad. Coordinó cursos de posgrado sobre educación, Antropología y
vejez. También formó parte de comisiones de trabajo en el posgrado de
TeleSalud, organizado por la Escuela de Salud Pública del Ministerio de
Salud de la Nación.

90
Juan Pablo Sambuceti Bonetto

En sus recorridos por fuera de la universidad, trabajó en articulación


con la organización no gubernamental “Fundación Pedro Milesi” y la
“Biblioteca Popular Bella Vista”, donde desarrollaba actividades de pro-
moción de derechos desde una impronta antropológica. Por otro lado,
gracias a un buen manejo del campo comercial, tuvo una agencia de turis-
mo que significaba su principal ingreso económico, ya que su salario en
la universidad no le brindaba una fuente segura ni suficiente de ingresos
económicos.
Adriana estaba involucrada de manera intensa en tareas de investi-
gación, docencia, gestión universitaria y activismo social. Estos trayectos
fueron sostenidos no solo en las calles, en aulas y pasillos de la facultad;
sino también a través de redes que fueron creciendo a partir de espacios
de estudio, discusión y celebración desde sus primeros años en Córdoba.
Eran frecuentes los encuentros y fiestas que se convertían, en repetidas
ocasiones, en agudas discusiones políticas, teóricas e ideológicas. Pensar
en esas noches, es pensar en un continuum de aprendizajes, en un clúster
en el que se formaron muchas personas que protagonizaron nuestra vida
universitaria. De estas fiestas, que supieron nuclear amigxs y compañer-
xs de estudios, surgieron titulares de cátedras como las de Estrategias de
Intervención Comunitaria y Psicología Laboral, entre otras. Dichos lu-
gares de encuentro fueron, para Adriana, sitios en que supo refugiarse y
formarse. La lejanía física que mantenía con su familia en Mar del Plata
la condujo a generar en Córdoba lazos de amistad sólidos, que la contu-
vieron y supieron sostener en momentos muy difíciles de su vida. Venía
de un hogar con fuertes matices políticos sociales. Su padre, con el que
mantenía una relación afectiva alimentada por discusiones políticas, era
un militante peronista muy crítico. Su madre era una señora muy culta
que trabajaba en tareas domésticas. Adriana era el sol de esa casa, a la que
a menudo retornaba para visitar a su familia, conformada además por su
hermano.
Adriana no solo brillaba entre su familia, sino que tenía una presencia
notoria y una personalidad envolvente. Era una mujer delgada, elegante y
muy bella. Se presentaba orgullosamente como antropóloga graduada en
Mar del Plata. Su origen cercano al mar tenía mucha fuerza en ella, qui-
zás razón por la cual nadaba por deporte. Esta actividad física, y el haber
hecho teatro junto a un grupo de psicólogos bajo la dirección de Chete
Cavagliatto, hicieron de Adriana una persona consciente del uso sensi-

91
“Adriana estaba siempre ahí presente”
Semblanza de Adriana Sismondi

ble de su cuerpo, como así de la significación de las técnicas corporales.


Adriana, en sus primeros años cordobeses, vivió en una casa que alquilaba
con su pareja de entonces, ubicada en la calle Deán Funes. Una casa vieja
muy sencilla y linda, que habitó hasta que se compró un pequeño depar-
tamento en los noventa.
A causa de su salud, de a poco fue ausentándose de la ahora Facultad
de Psicología, aunque hasta sus últimos días en 2009 asistió a la cátedra
de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana. Poco tiempo
antes, y a raíz de diferencias políticas en la gestión universitaria, decidió
tener menos presencia en la universidad. Fue en su última casa que atra-
vesó una prolongada enfermedad, acompañada por las amistades que supo
criar y amar, compartiendo en encuentros calurosos, reparadores y “muy
saludables”, como a Adriana le gustaba decir.

92
Imagen N° 11. Esquema de clase manuscrito de Adriana Sismondi.
Gentileza de Marcela Castro.
Imagen N° 12. Notas de clase manuscrita de Adriana Sismondi.
Gentileza de Marcela Castro.
Semblanza de Susana Ferrucci

María Victoria Díaz Marengo*

S usana Ferrucci nació el 3 de julio de 1949 en la ciudad de Córdoba.


Desde fines de 1989 formó parte del equipo docente de la cátedra An-
tropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana de la por entonces Es-
cuela de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba, declarada Fa-
cultad en el año 2001. En dicha cátedra, fue profesora titular entre los años
2000 y 2017. En la entrevista,1 se definió como “una chica muy formal”
en los primeros años de su juventud. Estudió en el colegio religioso Jesús
María, participó del movimiento católico de Schoenstatt, y luego ingresó
a la carrera de Letras Clásicas en la Universidad Católica de Córdoba. Para
esa época, específicamente a fines de 1968, Susana empezó a interesarse
por la política, y con 19 años comenzó a militar en la Agrupación de Es-
tudios Sociales de la Universidad Católica de Córdoba. Al poco tiempo,
abandona la carrera en Letras Clásicas por el cursado de la Licenciatura
en Historia en la Universidad Nacional de Córdoba, al considerar que “la
carrera, profesores y alumnas eran totalmente reaccionarios, me di cuenta
que estaba fuera de lo que era el mundo en ese momento”. De esta manera,
da inicio a una trayectoria marcada por la militancia donde, en palabras de
Susana, “se podría decir que fue un cambio muy brusco en mi vida”.
En esos años, militaba en agrupaciones estudiantiles en la Universi-
dad Nacional de Córdoba. En 1973 se integra en la recientemente creada
Juventud Universitaria Peronista, mientras su marido –un estudiante de
Derecho en la Universidad Católica–, militaba en la Juventud Trabajado-
ra Peronista. A partir de la persecución político-militar, la joven pareja
decide asilarse en la Embajada de México en julio de 1976, para luego exi-
liarse en la capital mexicana, lugar donde Susana conoce la Antropología.
Si bien en la Licenciatura en Historia existía la cátedra de Antropología
1
La entrevista fue realizada por María Victoria Díaz Marengo, Agustín Liarte Tiloca y Da-
niela Brollo el día 15 de mayo de 2019 en la residencia de Susana Ferrucci.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


mariavictoriadiazmarengo@gmail.com

95
“Me interesaba la cuestión política”
Semblanza de Susana Ferrucci

Cultural dictada por Iván Baigorria, no había llegado a cursar la materia.


Conocía la cátedra y su profesor por charlas que formaban parte de la
actividad política y que convocaban a toda la facultad. “A mí no me inte-
resaba en ese momento la antropología, me interesaba más la política y la
historia”.
La decisión de estudiar Antropología en la Escuela Nacional de An-
tropología e Historia (ENAH) de México tampoco fue una decisión lineal,
sino que esta elección derivó de un intento fallido por validar las materias
ya cursadas en la Licenciatura en Historia en Córdoba. En un principio, su
deseo fue seguir con Historia, disciplina que definió durante la entrevista
como su vocación. Sin embargo, por la situación que estaba atravesando
en ese momento, y el aliento de su amiga Mónica Maldonado quien le
aconsejaba: “tiene mejor nivel estudiar antropología que Historia”, Susana
se anota en la carrera de Antropología de la ENAH. De esta manera, co-
mienza su formación en la disciplina.
Con respecto a la formación disciplinar, Susana califica su experiencia
en la ENAH como “no muy buena”, recordando que la formación se enfo-
caba sobre todo en el materialismo histórico y se había como “secundari-
zado la cuestión típica o clásicamente antropológica”. Entre las lecturas de
esa época mencionó a Lewis Morgan, la Antropología Difusionista, Angel
Parlerm, Ruth Benedict y José Carlos Mariátegui. Entre sus profesores
recordó que “había unos cuantos argentinos dando clases, algunos que no
eran antropólogos, y que nos daban cosas más vinculadas al marxismo”, y
además mencionó a Héctor Díaz Polanco y Laura Nervi. En su experien-
cia como estudiante colaboradora, “una de las más ricas” según Susana,
trajo a colación el proyecto de investigación del antropólogo argentino
Néstor García Canclini. De esta manera, junto con Mónica se iniciaron en
el trabajo de campo en torno a la producción de artesanías en la zona de
Michoacán desde una perspectiva cultural. En cuanto a las temáticas que
fueron base de su formación de grado, recuerda lecturas sobre teorías del
Estado, el desarrollo del capitalismo, la “cuestión nacional”, y los desarro-
llos sobre culturas e ideologías.
Su formación de grado estuvo marcada por la maternidad. Al llegar a
México, Susana y su esposo ya tenían un hijo pequeño. “Ahí estábamos
solos, sin ningún apoyo familiar, nada. De 9 a 13 yo iba a clases mientras
mi hijo estaba en una guardería. Entonces nunca pude hacer la vida de los
estudiantes, que es riquísima”. De esta manera, menciona que “estudiaba

96
María Victoria Díaz Marengo

más en casa, pero también estudiaba un poco con Mónica y con otra chica
mexicana”, ya que tenían que entregar trabajos en grupo para aprobar las
materias. Susana recuerda que no participó en ningún equipo de investi-
gación por esos años, pero no asegura que hayan existido, ya que desco-
noce que sucedía en otras orientaciones de la carrera, como Antropología
Física y Antropología Lingüística. Para la finalización de la carrera de gra-
do, Susana junto con Mónica realizan un trabajo de investigación sobre
el desarrollo del capitalismo en las zonas agrarias de México, que fue diri-
gido por el profesor Eckart Boege. Este tema devino de su experiencia de
trabajo en una consultora donde participaban Susana, Mónica y varios ar-
gentinos radicados en aquel país. El resultado fue una tesis de Licenciatura
en Antropología Social titulada Los campesinos y la pequeña irrigación. Dos
estudios de caso, presentada a la Escuela Nacional de Antropología e Histo-
ria (ENAH) a finales de 1983. Susana remarca que para la realización de
esta pesquisa “no hizo mucho trabajo de campo”, por la complejidad de su
situación como madre en un contexto de exilio en otro país, donde en ese
momento la familia se había agrandado y un nuevo bebé estaba en la casa.
Conocer la formación de grado de Susana es una manera de aproxi-
marnos a la Antropología que enseñará años posteriores en la cátedra de
Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana. Su experiencia de
trabajo de campo con el profesor García Canclini y otras instancias de
aprendizaje configuraron aquellos aportes, luego materializados en los
textos y temáticas que formaron parte de la currícula de la materia, en
particular en los manuales de cátedra.
Al regresar a la Argentina, en 1983, Susana esperaba continuar sus es-
tudios en la Licenciatura en Historia, intento que no dio frutos, ya que las
aulas le recordaban el momento de intervención de los militares. A su vez,
inicia los trámites de revalidación de su título de grado en la Universidad
Nacional de Misiones, lo que le posibilitaría la presentación en concursos
docentes. En 1987 gana una Beca de Actualización por dos años, otorgada
por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-
CET), en “un llamado especial para la gente que habíamos estado afuera, y
que regresamos”. Como recordara, este trabajo fue dirigido por Iván Bai-
gorria, y realizó un informe final titulado La educación para indígenas (1850-
1930). Para Susana, este fue el inicio de su oficio como investigadora, y lo
describe como un momento en que “apenas sabía antropología, y no tenía
a nadie. Eso fue para mí terrible acá, no tener una persona que te forme

97
“Me interesaba la cuestión política”
Semblanza de Susana Ferrucci

en trabajo de campo, porque ya venía con una mala formación y recién


recibida, con poca plata para comprar libros. Así que bueno, ahí empecé”.
Susana nos comentó que para este informe visitó bibliotecas y archivos
en busca de documentación del período que estaba investigando. Como
recalcó, fue un trabajo archivístico con una mirada desde la historia.
En esos años se incorpora a la cátedra de Antropología Cultural de
la Escuela de Historia como adscripta, a cargo de Iván Baigorria. Ella re-
cuerda que eran grupos de quince alumnos y su tarea era coordinar las
discusiones que se daban a partir de la lectura de diferentes teóricos de
Antropología, como Leslie White, Jean Coppans y Robert Lowie. Por
otra parte, gracias a su amiga Mónica Maldonado –quien le notifica de
una suplencia–, comienza a dar clases en la materia Historia de la Cultura
en la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano.
En 1988, Susana fue contratada como investigadora vinculada al
plan Expansión y Mejoramiento de la Enseñanza Técnico Agropecuario
(EMETA) otorgada por el Ministerio de Educación y Justicia de la Pro-
vincia de Córdoba. “Conseguí ese trabajo a través de Luis Heredia (…) en
otra zona estaba el Cacho Ortega y Gabriel Ávalos, en distintas zonas, en
San Javier, en Río Seco”. A partir del trabajo realizado, se profundiza su
interés por la temática del género: “era para ver la situación de la mujer
en el desarrollo local, y a mí me tocó la zona de Almafuerte y Los Cóndo-
res, porque ahí se iban a implementar las escuelas, un plan de educación
para las zonas rurales, y antes de aplicarlas querían tener algún tipo de
información. Viste esas cosas que tenían que ver con organismos inter-
nacionales también que exigían una formalidad”. Es importante destacar
que el trabajo fue cofinanciado por el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID). Los resultados de esta investigación quedaron plasmados en un in-
forme titulado Niveles cualitativos de integración y participación de la mujer
en la vida comunitaria local.
Ese mismo año, en el mes de noviembre, a través de una publicidad
en el diario local La Voz del Interior, Susana se entera del concurso para
un cargo de jefe de trabajos prácticos en la cátedra Antropología Cultural,
Contemporánea y Latinoamericana de la por aquel entonces Escuela de Psi-
cología, que formaba parte de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Nacional de Córdoba; por lo que decide presentarse. El tema
seleccionado era “la cultura de la pobreza” de Oscar Lewis. Susana recuer-
da que en ese momento recurrió a María Inés Laje para que le compartiera

98
María Victoria Díaz Marengo

bibliografía. En ese concurso también se presentaron Adriana Sismondi


–quien ya era adscripta en la cátedra de Psicología Social–, Noemí Córdo-
ba –docente de la Escuela de Historia– y Lucila Villarreal. Si bien Susana
estuvo en el orden de mérito, sólo había dos cargos a concursar. Noemí y
Lucila, quienes ya estaban en la cátedra como profesoras interinas antes
del concurso, fueron las seleccionadas por el tribunal, que estuvo confor-
mado por Ana Correa, Ricardo Costa y Marta Giorgis. Susana recuerda
con detalle la clase que dio en el concurso: “Yo creo que mi clase estuvo
bien, pero algunas preguntas que me hicieron creo que buscaban ver en
qué me podía equivocar, y en algo no logré responder bien sobre la cues-
tión cultural separada de lo social, qué era lo estrictamente cultural en la
cultura de la pobreza, y ahí no respondí adecuadamente. Nosotros nunca
habíamos hecho tantas disquisiciones entre lo cultural... sí algo sabíamos,
pero siempre estaba muy vinculado a lo social. Y bueno, no lo habré res-
pondido bien. Ahora te lo respondería distinto, pero en ese momento, en
42 horas de enterarme un tema y tratar de responderlo, no”.
Luego de no quedar en el concurso, Susana junto con Mónica pre-
sentaron carpetas con sus curriculums en la Escuela de Psicología y en la
Escuela de Historia. A fines de 1989 se produce una vacante en Psicología
y ambas fueron llamadas para cubrir funciones en la cátedra a cargo de
Marta Giorgis. Durante esta experiencia, se encargaron de dar los trabajos
prácticos en cuatro comisiones, con 45 alumnos cada una. A diferencia
de la cátedra en Historia, Susana recuerda que la dinámica de los traba-
jos prácticos en Psicología eran exposiciones dialogadas, e implicaban la
presentación de un trabajo escrito por parte de los alumnos. No obstante,
ella también era la encargada de dar un teórico: “El teórico de cultura de
García Canclini. Me lo había ofrecido Marta, a mí me parecía una buena
oportunidad.”
El programa de la materia se basaba en ejes temáticos, de los cuales
Susana rememora la presentación de la disciplina, el eje de cultura y la
cuestión nacional. Con respecto a la lectura de “clásicos”, nos remarcó
que leían autores como Ino Rossi. Sobre cultura, los textos de Melville
Herskovits, Ralph Linton y Néstor García Canclini. Por su parte, sobre la
cuestión nacional menciona los textos de Amílcar Cabral, Frantz Fanon,
y Albert Memmi.
El programa de la cátedra estaba organizado por Marta Giorgis, quien
fue la primera profesora titular desde la creación de la cátedra. En un pri-

99
“Me interesaba la cuestión política”
Semblanza de Susana Ferrucci

mer momento, según Susana “nada de género tenía el manual, y de cultura


era una revisión de los desarrollos de Ino Rossi”. Marta le brindaba la po-
sibilidad de proponer algunas lecturas o temas. Entonces, Susana propuso
textos de Néstor García Canclini en relación a la cultura, textos de Rosana
Guber sobre etnografía, y textos sobre género que fueron incorporados
al programa de la materia. En la entrevista recuerda que finalmente el
manual contenía temáticas ligadas a la “teoría antropológica, cultura, algo
de la cuestión nacional, algo de racismo”. La primera edición de dicho
manual fue en el año 1991, donde Susana participó como colaboradora,
incorporando un texto escrito por ella titulado La problemática indígena en
Argentina, producto de su experiencia de investigación.
En el año 1994 rinde el concurso para el cargo de profesora adjun-
ta de la cátedra. Susana recuerda que “ya había problemas en la cátedra
cuando yo entré, hubo muchos problemas siempre”, y para esa instancia
el tribunal estuvo conformado por docentes externos a la universidad:
María Rosa Neufeld, Amalia Eguía y Estela Grassi. Nuevamente, el tema
resultante fue “cultura”, pero en esta ocasión salió primera en el orden
de mérito. También por aquellos años cubre el cargo de profesora titular
en la cátedra de Antropología Cultural en la Escuela de Trabajo Social,
espacio donde se desempeña por poco tiempo porque deseaba dedicar-
se a estudios de posgrado. En relación al trabajo en Antropología Cultural,
Contemporánea y Latinoamericana, entre sus tareas como profesora adjunta
remarca la incorporación de un texto de elaboración propia al programa,
titulado La mujer y el trabajo industrial, el cual forma parte de un libro
compilado por Mónica Tarducci publicado en 1990 bajo el nombre de La
producción oculta. Mesa de Trabajo, Antropología y Mujer. III Congreso Argen-
tino de Antropología Social. Es importante resaltar que su interés en esta
temática impulsó la inclusión de una unidad de género en la cátedra. De
forma paulatina, las problemáticas de género fueron incorporándose al
programa de la materia, hasta constituirse en una unidad propia, siendo
Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, una de las prime-
ras cátedras en la Universidad Nacional de Córdoba en tener una unidad
dedicada a los estudios de género.
Su interés por “el tema de la mujer” continuaba profundizándose.
Susana menciona que “algo había visto en México, o escuchado, algo de
Lourdes Aripes”, quien era profesora en donde cursó la licenciatura. Tam-
bién recuerda que el tema surgió por su cuestionamiento de los diferentes

100
María Victoria Díaz Marengo

lugares que tenían los varones y las mujeres en su familia. La investigación


para el EMETA contribuyó a consolidar el interés y le dio el impulso para
investigar sobre esta temática. Además, se incorpora al Programa Inter-
disciplinario de Estudios de Mujer y Género (PIEMG) –hoy Área Femi-
nismos, Género y Sexualidad (FemGeS)– en el Centro de Investigaciones
de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
En 1996 comenzó la Maestría en Antropología en la Universidad Na-
cional de Misiones, donde cursó dos años, pero no entregó el trabajo final.
Susana enfatiza que “ni una materia había en tema de género, así que de
vuelta la misma historia, yo quería hacer una investigación sobre mujeres
trabajadoras y en fábricas”. Entre sus tareas realizadas como investigadora,
podemos mencionar que desde 2003 participó como expositora en varios
congresos, jornadas y seminarios; escribió numerosas ponencias, publi-
caciones y capítulos de libros; y también dirigió proyectos de investiga-
ción con subsidio de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECyT-UNC),
“Yo siempre estaba interesada en el tema del género”, recuerda. Entre los
proyectos de investigación en los que participó y dirigió, se encuentran:
Experiencias de género en el trabajo por los derechos sexuales y reproductivos
(2004), Procesos y experiencias de construcción de género (2005-2007), Pro-
cesos socioculturales y dinámicas de género (2008-2009), Procesos culturales y
educación en equidad de género (2010-2011) y Procesos de construcción de gé-
nero y violencias (2012-2013).
En el 2000 fue nombrada como profesora titular interina de la cátedra
Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, tras el retorno de
Marta Giorgis a Bolivia. En todas sus experiencias en la materia, Susana
considera que “es difícil dar antropología cuando no estás en la Escuela de
Antropología, o en la carrera de Antropología, porque obviamente hay
un montón de gente que no le importa un cuerno”. Susana recuerda que
coincidía con Marta en su interés por “el área social y política”, y fue dicho
interés el que se plasmó en el programa de la cátedra. Como nos contara:
“lo que le tiene que quedar a un profesional de la psicología es entender lo
que es el racismo y la discriminación de género, el prejuicio, para entender
un poco más en qué mundo están viviendo, más que la teoría antropoló-
gica o qué relaciones hay con el psicoanálisis”.
Otros espacios en los que se desempeñó como docente fueron en di-
versas carreras de posgrado. En mensajes recientes, tras la devolución de
la presente semblanza, nos comenta que dictó el curso Enfoque Antropo-

101
“Me interesaba la cuestión política”
Semblanza de Susana Ferrucci

lógico de la Mediación entre 2010 y 2013, en la Especialización de la Me-


diación de la Universidad Católica de Córdoba. También nos cuenta sobre
el curso de Culturas Juveniles desde 2005 al presente, en la Especialización
en Adolescencia, organizada en conjunto con la Facultad de Psicología y la
Facultad de Filosofía y Humanidades.
Sobre su trabajo en espacios de gestión universitaria, Susana fue Vice-
decana de la Facultad de Psicología en dos oportunidades, entre los años
2003 y 2009. Por otro lado, entre 2013 y 2015 fue Subsecretaría de Vincu-
lación con la Comunidad en la Secretaría de Extensión de la Universidad
Nacional de Córdoba, donde propuso la creación del Programa de Diver-
sidad Cultural, coordinado por José María Bompadre. Sobre la posición
como Vicedecana, recuerda que tuvo algunos problemas por no provenir
de la Psicología, pero que tampoco buscaba dedicar tiempo al estudio de
otra carrera: “me interesaba la cuestión política”, nos dijo. Es importante
mencionar su participación en otros cargos de gestión: de 1998 a 1999 fue
Consejera Suplente en representación del Claustro Docente en el Hono-
rable Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Humanidades, entre
1999 y 2000 fue Miembro Titular del Consejo Consultivo de la Escuela de
Psicología en representación del Claustro Docente, desde 2000 a 2002 fue
Consejera Titular en el Claustro Docente en el Honorable Consejo Direc-
tivo de la Facultad de Psicología, y desde 2003 hasta 2009 fue miembro de
Consejo de Asesores de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la
UNC.
Las razones políticas también marcaron su interés por la gestión, tan-
to como consejera por el claustro docente, en su posición como Vicedeca-
na de la facultad, y especialmente en su participación en la Subsecretaría
de Vinculación con la Comunidad. En palabras de Susana: “Como conse-
jera trataba de posicionar mejor a la entonces Escuela de Psicología dentro
de la Facultad de Filo, en especial respecto a conseguir mejores recursos
y, por cierto, incidir en alguna Asamblea Universitaria siendo parte del
grupo Cambio Universitario de entonces. Como Vicedecana, trataba de
poner mayor razonabilidad y justicia en la relación entre docentes, y en la
vida de la Facultad en general. En la Subsecretaría [de Vinculación con la
Comunidad] apoyaba a ese grupo político, que era muy afín al gobierno
nacional que yo apoyaba”.
A partir de esta reconstrucción, podemos decir que se evidencia un
aporte desde la Antropología a otras disciplinas, en este caso la Psicolo-

102
María Victoria Díaz Marengo

gía. La trayectoria docente e investigadora de Susana está marcada por la


apuesta a la gestión. Tanto en sus primeros años en la universidad como
estudiante militante, como en los últimos ocupando diversos cargos de
gestión universitaria. El activismo político de Susana, en un momento
en que la participación en estos espacios no era solo institucional sino
también política, nos permite entender tanto la militancia como el hacer
gestión en la universidad.

103
Imagen N° 13. Manual de cátedra. 1994. Texto incorporado por Susana Ferrucci.
Colección Sismondi. Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
“La antropología tiene que servir para advertir”
Semblanza de Mónica Maldonado
María José Galarza*

M ónica Maldonado nació en la ciudad de Córdoba en 1954. Docente


con amplio camino trazado en investigación y gestión universita-
ria, hoy jubilada, fue parte de varios de los brotes de Antropología en
Córdoba. Entre ellos el que nos convoca aquí, donde indagamos en el sur-
gimiento y primeros años de la cátedra de Antropología Cultural, Contempo-
ránea y Latinoamérica de la Escuela de Psicología, por aquel entonces parte
de la Facultad de Filosofía y Humanidades.1
A inicios de los setenta, con gran deseo de abocarse a estudios antro-
pológicos, aunque sin la posibilidad de una formación de grado en otro
punto del país que no sea su oriunda Córdoba, comienza la Licenciatura
en Historia. Este primer paso en la Universidad Nacional de Córdoba,
dentro de un momento agitado política, social y académicamente, la lleva
a participar desde la militancia en ese momento en la Juventud Univer-
sitaria Peronista (JUP). De entre sus pasos por la cursada en la Escuela
de Historia, recuerda las clases de Iván Baigorria, referente de ese enton-
ces de la Antropología y profesor de la cátedra de Antropología Cultural,
quien estaba a cargo de las multitudinarias clases que se dictaban para va-
rias carreras dentro de la facultad.
Este clima álgido se ve oscureciendo cuando la universidad fue inter-
venida, en especial cuando lxs militantes fueron marcadxs y perseguidxs,
y lxs docentes fueron desplazadxs de sus cargos. La trayectoria de Mónica
se vio atravesada por estos procesos, provocando que en febrero de 1976,
con gran parte de la carrera cursada, se exiliara en México junto a otrxs
miembros de su familia. En este país, se encuentra nuevamente con Iván
Baigorria.

1
La entrevista fue realizada por Fabiola Heredia y María José Galarza el día 16 de mayo del
2019, en el box del Área de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones “María Saleme
de Burnichon”.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


marijo_g@live.com.ar

105
“La antropología tiene que servir para advertir”
Semblanza de Mónica Maldonado

Con el tiempo, consigue un trabajo de archivo para la Universidad del


Tercer Mundo, y al poco tiempo aplica a una beca para estudiar Antropo-
logía, dirigida a exiliados con el fin de concretar su formación, otorgada
por el Fondo Internacional de Intercambios Universitarios (FIU). Cursa
sus estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)
de México, realizando en posteriores oportunidades múltiples trabajos de
campo, tanto dentro como fuera de la currícula. Rememora sus aprendi-
zajes con Eckart Boege sobre el trabajo con campesinos, y con Néstor Gar-
cía Canclini en relación a trabajos con culturas populares; una formación
teórica y práctica particular que marcó su perfil antropológico.
Ante la hostilidad que le generaba Argentina, recuerda a México con
mucho cariño y característica amabilidad. Compartió parte de la vida uni-
versitaria junto a Susana Ferrucci, cordobesa que también había cursado
Historia y militaba en la JUP. Ambas realizaron la tesis de grado que lla-
maron Los campesinos y la pequeña irrigación: dos estudios de caso, bajo la
dirección de Eckart Boege, recibiéndose de Licenciadas en Antropología
Social. Mónica nos cuenta que fue ella quien invitó a Susana a estudiar
Antropología en aquel país, formando un vínculo que continuó en diver-
sos espacios de trabajo.
Es en México donde conoce a su marido, también cordobés, quien
brindó el impulso de volver. “No fue fácil la vuelta, me fue muy difícil.
Ni sé si más difícil la ida que la vuelta porque México fue más amable con
nosotros. El regreso, no fue muy amable” nos comentaba. Así, retornaban
a Argentina, con la vuelta de la democracia y el triunfo electoral de Raúl
Alfonsín. En 1984, embarazada, le esperaban unos meses complicados y
sin trabajo, situación que cambia tiempo después ante la obtención de una
Beca de Actualización del CONICET entre los años 1985 y 1987. Para
esta beca, realiza una indagación sobre planeamiento social en temáticas
educativas, siendo un primer acercamiento a la problemática de estudio
que caracterizará la trayectoria de Mónica: un interés antropológico por
procesos educativos.
Mónica recuerda haber atravesado estos años de beca sin conocer gen-
te vinculada al tema en la facultad: “la verdad me sentí huérfana”, nos co-
mentó en la entrevista. Al entregar el informe, la única respuesta de eva-
luación fue el cheque de pago. Así, se organizaba con su pequeña Violeta,
generando un limbo entre la Biblioteca Mayor de la Facultad de Ciencias
Económicas y su casa, paseando su máquina de escribir y pila de libros.

106
María José Galarza

Como nos dijera: “Trabajé mucho, pero trabajé muy sola”. Gladys Am-
broggio, docente de la Escuela de Ciencias de la Educación, le dio el aval
y compañía durante este proceso, aunque Mónica consideraba que fue de
buena voluntad, ya que no tenía previamente ninguna otra referencia.
Desde los vínculos que generó en México, comenzaron a aparecer op-
ciones. Entre 1985 y 1988 retornan algunxs docentes cesanteadxs. Entre
estxs docentes, se encontraba Iván Baigorria, quien la convoca como ads-
cripta una vez que fuera reincorporado a su cargo de profesor titular en
la cátedra de Antropología de la Escuela de Historia. Ya en 1986, Mónica
había conseguido un cargo de profesora en la Escuela Superior de Co-
mercio Manuel Belgrano, donde también hubo modificaciones de currí-
cula y del personal, por la anterior presencia de militares. Delia, madre de
un compañero también exiliado y vicedirectora del colegio, la llama para
presentarse a la entrevista para cubrir el cargo vacante de Antropología.
Mónica recuerda que entre la beca y las horas del colegio pudo darse lugar,
económicamente hablando, para la adscripción en Historia. En la entre-
vista nos resaltaba que aquí, junto con Susana Ferrucci, dieron trabajos
prácticos como si fuera un cargo de profesora asistente.
Este trayecto nos lleva a la cátedra convocante. Luego de una selec-
ción de antecedentes, comienza a formar parte de la recientemente creada
cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana, tras la
modificación del plan de estudios en la Escuela de Psicología. Allí, partici-
pa como ayudante rentada de primera con dedicación simple desde 1991
hasta principios de 1993. Esta cátedra fue un paso no muy extenso en el
recorrido docente de Mónica. Estaba a cargo de los prácticos, cada uno re-
ferido a una temática distinta según programaba la cátedra. Recuerda un
elevado número de alumnxs, a quienes evaluaba cada semana por escrito.
La precariedad laboral implicaba una gran carga de trabajo para el peque-
ño plantel docente, que buscaba aportar una perspectiva antropológica a
estudiantes de Psicología. Este panorama no resultaba tan distinto a las
condiciones actuales.
Sobre esos años, nos contaba que le parecía muy buena e interesante
la bibliografía, que se componía de temáticas como cuestiones indígenas,
raza/racismo y género; aunque con poco material y pocas posibilidades de
profundizar en cada una. “Para mí modo de ver, no tenía un eje vertebral”,
evaluaba al respecto durante la entrevista. Estas diferencias en el modo de
enseñar Antropología, sumado a que las relaciones entre lxs integrantes

107
“La antropología tiene que servir para advertir”
Semblanza de Mónica Maldonado

de cátedra eran tensas por conflictos personales y también políticos, mo-


vilizan a Mónica a tantear otras opciones donde continuar trazando su
camino como antropóloga en la Universidad Nacional de Córdoba.
En 1989 ingresa con un cargo de semi-dedicación en la cátedra de An-
tropología de la Escuela de Ciencias de la Información, de la por aquel en-
tonces Facultad de Derecho y Ciencias Sociales –hoy Facultad de Ciencias
de la Comunicación–. Mientras tanto, desde 1993 participa del equipo de
investigaciones de Facundo Ortega en el Centro de Estudios Avanzados
(CEA), en el Área de Investigación Educativa, una temática a la que se
inserta con mucho entusiasmo y una marca que perfila su campo de inves-
tigación. Es en esos tiempos cuando deja la cátedra que encabezaba Marta
Giorgis en Psicología y el cargo docente en el colegio Manuel Belgrano.
En la cátedra de Antropología en Ciencias de la Información pudo
conformar un espacio de acuerdo a sus convicciones, desde el trabajo en
proceso a lo largo de la cursada de prácticos sobre la entrevista antropoló-
gica. Así, se generaba un aporte a la labor periodística, saliéndose de lo que
definiera como una “entrevista apurada”. En 1995, es seleccionada como
profesora adjunta, y también por esos años participa de la Maestría en
Investigación Educativa de orientación Socio-antropológica, promovida
por Facundo Ortega. Allí ingresa, cursa la carrera y se recibe con mención
de honor. “Un nivel de exigencia atroz […] una maestría con muy buena
formación teórica, sólida”, nos comentaba. Aquella tesis titulada Una es-
cuela dentro de una escuela. Un enfoque antropológico de los estudiantes secun-
darios en la escuela pública de los ‘90, fue publicada por Editorial EUDEBA,
gracias al impulso de una de sus evaluadoras. Esta maestría también fue un
vector que atrajo a varias personas que buscaban formación en Antropo-
logía, como Gustavo Blázquez, con quien compartió cursado.
“Yo anduve mucho. Lo que se dice derecho de piso, nadie ha paga-
do tanto como yo”, concluía Mónica, tras rememorar su camino por la
universidad, por las diferentes cátedras y personalidades con las que se
vinculó. En 1997 concursa como profesora adjunta a cargo para la cátedra
de Antropología Cultural en la Escuela de Ciencias de la Educación de
la Facultad de Filosofía y Humanidades. En dicha cátedra, llega al cargo
de profesora titular, dejando el cargo en Ciencias de la Información. De
esta forma, reflexiona sobre lo difícil que es hacer carrera universitaria,
en particular por aquellos años. También recuerda que esta nueva cáte-
dra proporcionó albergue a alumnxs de Filosofía y Geografía que podían

108
María José Galarza

optar para cursarla en Ciencias de la Educación, en lugar de hacerlo en la


Escuela de Historia, cuya diferencia principal se encontraba en el conte-
nido teórico.
Participó en muchas reuniones de ideas –que no se concretaron– res-
pecto a proyectos de creación de la carrera de grado en Antropología. Ini-
ciando el nuevo siglo, se gestaba la Maestría en Antropología. Recuerda
que Córdoba atraía a gente del Equipo Argentino de Antropología Foren-
se (EAAF), también arqueólogxs de La Plata como Mirta Bonnin y Andrés
Laguens. Por otro lado, se acercaban Ludmila da Silva Catela, Gustavo
Sorá y Gustavo Blázquez; quienes habían realizado posgrados en la Uni-
versidade Federal do Rio de Janeiro (Brasil). Aunque ella no formó parte,
nos comenta que anteriormente Marta Giorgis había intentado armar la
carrera. Desde su lugar y experiencia, relaciona esta dificultad de efectuar
estos proyectos con el conservadurismo universitario y también cordobés.
Su paso por cargos de gestión fue entre 2002-2005 como secretaria de
Ciencia y Técnica en la FFYH, y directora del Centro de Investigaciones
“María Saleme de Burnichon”, en la misma facultad, entre 2005 y 2008.
También formó parte de la Comisión de Implementación de la Carrera de
Antropología, desde el 2009. En estos años, a la par, encabezó y participó
de algunos proyectos de investigación sobre la escolaridad media y dictó
algunos seminarios. Dirigió trabajos finales de grado y posgrado, así como
también proyectos de becarixs. En 2010 fue titular de la cátedra de Pro-
blemáticas de la Antropología Social de la Licenciatura en Antropología,
carrera y lugar que hubiera querido cursar desde un principio, pero del
que termina siendo parte como formadora luego de las vueltas de la vida.
Ante la pregunta ¿Antropología para qué?, en base a su experiencia
transitada –un poco de la que se recuperó aquí–, nos contestó que la An-
tropología tiene el objeto de advertir: “Yo creo que la antropología por
lo menos tiene que servir para advertir. Para desnaturalizar, para abrir
la cabeza, para advertir situaciones que se presentan. Hacer llamados de
atención. Y si de ahí, además, puede hacer propuestas mejores, sería fan-
tástico. Si de ahí, además, puede trabajar con la gente y generar otras alter-
nativas, y sumarse a proyectos colectivos, fantástico. Pero mínimo, tiene
que advertir. Advertir sobre riesgos sociales ciertos”.

109
Imagen N° 14. Manual de cátedra. 1994. “Poema de la conquista”.
Unidad II. Antropología de la cultura. Punto III: Acerca del concepto de aculturación.
Colección Sismondi. Biblioteca “Elma Kohlmeyer de Estrabou”, UNC.
“Sobre todo hacíamos mucha docencia”
Semblanza de Liliana Ledesma
Juan Pablo Sambuceti Bonetto*
María Victoria Díaz Marengo ‡

D ocente de vocación, historiadora de profesión y antropóloga por


elección. Liliana Ledesma conformó el equipo docente de la cátedra
de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana de la Licenciatu-
ra en Psicología, desde los años noventa hasta finales de la primera década
de los dos mil.1
Nació en la ciudad de Córdoba en el año 1954. Durante los años
ochenta, se formó como Profesora y Licenciada en Historia por la Facul-
tad de Filosofía y Humanidades, en la Universidad Nacional de Córdoba.
Una vez recibida, se trasladó a la ciudad de San Pablo –Brasil– junto con
su familia. Nos cuenta que sus hijos “eran muy chiquitos”. Una vez en el
país vecino trató de acercarse a espacios universitarios, pero esta tarea
se vio truncada por la imposibilidad de revalidar su título. Sin embargo,
comenzó a interesarse por la Antropología al incursionar en la temática
que denominó como “folklore”. Si bien Liliana recuerda haber cursado la
materia Antropología Cultural dictada por Iván Baigorria en su forma-
ción en Córdoba, identifica su experiencia en Brasil como el despertar de
su curiosidad sobre la disciplina.
En su retorno a la ciudad de Córdoba, a principios de los noventa, se
incorporó como adscripta en la cátedra de Antropología Cultural en la ca-
rrera de Trabajo Social, perteneciente por aquel entonces a la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales –hoy Facultad de Ciencias Sociales–. Durante
este tiempo profundizó su vínculo con Marta Giorgis, titular de la mate-
ria, a quien Liliana definiera como una “guía” en su formación sobre teoría
1
La entrevista fue realizada por Juan Pablo Sambuceti Bonetto y Rocío Rodríguez el día 5 de
junio del 2019, en el box del Área de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones “María
Saleme de Burnichon”.

* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.


juampi_sambu@hotmail.com

Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
mariavictoriadiazmarengo@gmail.com

111
“Sobre todo hacíamos mucha docencia”
Semblanza de Liliana Ledesma

antropológica. Parte de esta experiencia consistió en acompañar a Marta,


junto al equipo de ayudantes alumnos, en su trabajo de campo sobre la
festividad de la Virgen de Urkupiña en barrio Villa El Libertador. Liliana
identifica a Marta como “brillante” y una gran formadora en la disciplina.
Ella fue también quien la alentó para realizar la Maestría en Investigación
Educativa con orientación Socio-antropológica dictada en el Centro de
Estudios Avanzados (CEA). “No había mucho para formarse en esa épo-
ca”, nos mencionó en la entrevista, razón por la cual este posgrado fue
un catalizador que aunó diferentes trayectorias de cientistas sociales que
deseaban formarse en la materia. Si bien no presentó su trabajo final para
obtener el título de maestría, esta fue una instancia en donde profundizó
su interés y conocimiento sobre la temática de las escuelas en relación con
el género. En este contexto, siendo parte de la primera camada de dicho
posgrado, Liliana conoce a Mónica Maldonado.
A partir de su vínculo con Marta Giorgis, docente titular de Antropo-
logía Cultural, Contemporánea y Latinoamericana en Psicología, y por medio
de una selección de antecedentes, Liliana se incorpora al equipo de trabajo
en el año 1994, tras la renuncia de Mónica Maldonado. Este espacio tam-
bién lo compartió junto a Susana Ferrucci, Adriana Sismondi y Lucila Vi-
llarreal. Su cargo fue variando en el transcurso de los años. En un primer
momento se desempeñó como auxiliar de primera, luego fue designada
bajo un cargo de jefa de trabajos prácticos con dedicación simple, y por
último obtuvo una mejora en su cargo a semi-dedicación. Sin embargo, el
concurso de los cargos de la materia se llevó a cabo años más tarde, mo-
mento en el cual eran “varios que estábamos en la cátedra, a excepción de
Adriana y Marta, las cuales ya no estaban”.
Según Liliana, el equipo de la cátedra consideraba prioritario la for-
mación de futuros psicólogos con una perspectiva antropológica. En este
sentido, desde la materia se apostaba a las conexiones entre la Psicología
y la Antropología por medio de la enseñanza de técnicas de investigación
etnográfica, como las entrevistas en profundidad y la observación parti-
cipante. Esta propuesta se vio dificultada, en primer lugar, por el amplio
número de estudiantes –en palabras de Liliana, “más de 2000”– y el poco
equipo docente para tantos alumnos. Por esta razón, comenta que era im-
posible realizar ciertas actividades que hubieran deseado, como salidas a
campo, profundización de ciertas discusiones teóricas, y un acompaña-
miento de mayor proximidad con los alumnos en el proceso de apren-

112
Juan Pablo Sambuceti Bonetto*
María Victoria Díaz Marengo

dizaje. Aunque en la entrevista recordó experiencias de observación en


algunos trabajos prácticos, coordinados junto a Andrea Milesi –quien
había ingresado a la cátedra después que ella–, la tarea les resultaba “muy
cansadora”.
El segundo problema que identificó Liliana fue la mala formación que
tenían los alumnos que cursaban la materia en el segundo año de la carrera
de Psicología. Para la docente, además de tener dificultades en redacción
e interpretación de textos, los estudiantes no estaban interesados en la
materia, y había mucha deserción. No obstante, y en palabras de Liliana,
algunos estudiantes “empezaban a considerar que la antropología era útil
para la psicología después, no en el momento que estaban cursando la
materia, y se anotaban como ayudantes alumnos”.
Liliana reconocía un sesgo que distinguía a los alumnos que asistían a
los diferentes turnos de la cátedra. Mientras que en el turno mañana las
clases solían ser más “serenas”, en los encuentros nocturnos se gestaban
álgidas discusiones áulicas. Liliana indicó que dicha distinción era prin-
cipalmente debido a la composición del alumnado. Por el turno noche
asistían muchas personas que militaban en el Centro de Estudiantes. Se
daban extensas discusiones, ya que había una preocupación por entender
“lo social”, y la materia brindaba temas para debatir, tales como el racismo
y la identidad. A esto se le sumaban las precarias condiciones materiales
para realizar la labor docente: no contaban con insumos como tizas, ni un
espacio propio como aulas destinadas específicamente para la carrera de
Psicología –mientras era Escuela dentro de la Facultad de Filosofía y Hu-
manidades–, o un box para la cátedra donde pudieran realizar reuniones
y ofrecer horarios de consulta. Dictaban clases en las aulas de uso común
pertenecientes al pabellón Francia Anexo, hoy llamado Pabellón Repúbli-
ca de Haití.
Por último, Liliana comenta sobre el escaso sueldo de profesora uni-
versitaria y la inestable situación laboral en la que se encontraba. Este
contexto propició que varias docentes buscaran otro sostén económico,
como en el caso de Liliana ser profesora de Historia en una escuela del ni-
vel medio de la Provincia de Córdoba. En la entrevista, Liliana menciona
con énfasis: “Yo siempre sostuve que no se puede estar en la universidad
con otro trabajo, pero en ese momento la universidad no te daba sustento
de vida”. Este trabajo le brindó su principal ingreso económico y, años
más tarde, decidió jubilarse por la provincia, renunciando en el año 2011

113
“Sobre todo hacíamos mucha docencia”
Semblanza de Liliana Ledesma

al cargo docente de profesora asistente –ex jefa de trabajos prácticos– ya


concursado en la Facultad de Psicología.
Con respecto al trabajo docente de la cátedra de Antropología Cultural,
Contemporánea y Latinoamericana, Liliana lo describe como “muy teórico”.
La manera en que se armó la currícula y el dictado de clases estuvo vin-
culado a las condiciones materiales precarias en las que estaban inmersas
las docentes: “siempre en ese contexto de dos mil alumnos con todas las
exigencias. Era necesario incorporar más personal al equipo docente para
realizar las salidas de trabajo de campo deseadas, para la corrección de
parciales y prácticos”. Esta situación fue descrita como contradictoria por
Liliana, ya que ella sostiene que para una correcta enseñanza en Antro-
pología se debe lograr una articulación entre la práctica y la teoría. En
cuanto a la relación alumnx-profesorx, Liliana reconoce que nunca pudo
entablar un vínculo próximo y cercano con los estudiantes universitarios,
como sí sucedió con los estudiantes de la secundaria, ya que la masividad
de alumnos en la facultad lo imposibilitaba.
Para Liliana, la experiencia en la cátedra fue sumamente enrique-
cedora en su formación como antropóloga. Reconoce a Marta Giorgis,
Adriana Sismondi y Susana Ferrucci como personas que marcaron su
trayectoria profesional, quienes construyeron la cátedra de Antropolo-
gía en Psicología. El armado de los contenidos teóricos lo realizaban en
conjunto, se debatía qué contenido agregar y cuál quitar, y era Susana
–la docente titular en ese momento– quien daba la palabra final sobre la
incorporación de determinado texto. Liliana recuerda juntadas en donde
no sólo intercambiaban opiniones sobre la currícula de la materia, sino
también discutían sobre política: “teníamos un compromiso político so-
cial, todas éramos muy politizadas”. Por la propia mirada que aporta la
disciplina, pero también por la fuerte impronta militante y sagaz reflexión
de sus compañeras de cátedra, Liliana recuerda que abordar temas como
racismo/racialización e identidad aportaba sobre dichas cuestiones una
perspectiva profundamente crítica. Remarca que incluso las buenas rela-
ciones se establecieron con las “nuevas chicas” que se incorporaron como
docentes luego de haber participado como ayudantes-alumnas en la cáte-
dra. No dirigió tesis ni realizó otras actividades que deseaba por la falta de
tiempo al tener otros trabajos: “La universidad exige tiempo, ahora creo
que te debería brindar las condiciones”.

114
Juan Pablo Sambuceti Bonetto*
María Victoria Díaz Marengo

Algunos de los conceptos que menciona Liliana eran centrales en la


materia, como el de “cultura” de Clifford Geertz y “cultura popular” de
Néstor García Canclini, remarcados como importantes en la formación
de futuros psicólogos. Por otro lado, entre los diferentes ejes temáticos
abordados en la materia, Liliana recuerda principalmente la unidad del
género y la de salud, los cuales se articulaban con equipos de investigación
radicados en el Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon”
de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH). Nuevamente, nos
remarca que las condiciones exigentes y limitadas que tenían para reali-
zar una investigación. Liliana reconoce que se especializó en género en la
cátedra junto a Susana Ferrucci. Ellas eran las encargadas de desarrollar
esta unidad temática en las clases. A su vez, fueron parte de diversos pro-
yectos de investigación que abordaban temáticas de género y educación,
dirigidos por Susana Ferrucci. En el marco de estos espacios de investi-
gación asistió a varios eventos académicos, remarcando su participación
como expositora en el “II Congreso de la Facultad de Psicología - Ciencia y
Profesión” en el año 2008, con la ponencia Experiencias y escenarios de cons-
trucción de género en la escuela, el trabajo y la villa. A su vez, realizaron publi-
caciones dentro de estos tópicos, como un artículo en la revista “Anuario
de Investigaciones de la Facultad de Psicología” en el año 2012, titulado
Procesos socioculturales y dinámicas de género. El texto fue escrito por Liliana
en conjunto con Graciela Bocco, Silvina Buffa, Marcela Castro, Susana
Ferrucci y María Marta Gómez.
Liliana caracteriza al contexto en el cual desarrolló gran parte de su
labor profesional como un momento en el que “había muy poca investi-
gación”, siendo la docencia la principal práctica de formación y trabajo.
Como nos dijera: “sobre todo hacíamos mucha docencia”. Sin embargo,
reconoce una cuenta pendiente: el contribuir a la sociedad por medio de
una actividad de extensión territorial y comunitaria. Esta falta la ubica en
relación al contexto en el que se encontraban inmersas las docentes, aun-
que para Liliana “no se puede trabajar antropología sin articular la teoría
y la práctica. De alguna manera hay una necesidad de decir cómo funciona
esto en la realidad social”.
A pesar de no haber llevado a cabo actividades de extensión desde
la universidad, Liliana logró articular un espacio en el que confluían la
cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana y los
colegios donde desempeñaba sus tareas docentes. Realizaron talleres con

115
“Sobre todo hacíamos mucha docencia”
Semblanza de Liliana Ledesma

perspectiva de género en las escuelas, según Liliana, “antes de que se im-


plementara la ESI”, articulando de manera paralela lo que se veía en la
cátedra de Psicología. Fue durante un año que los alumnos en condición
de promocional de una escuela realizaron salidas de trabajo de campo: “los
alumnos contentos, pero era muy complicado trabajar en esas condicio-
nes”, nos dijo. Dicho proyecto se replicó a otros colegios, extendiéndose
a su vez a las comunidades barriales. Liliana insiste en que “eso hay que
hacer con la antropología”, refiriéndose al vínculo entre la disciplina y la
sociedad: “para eso sirve la universidad, cuando vos podés bajar, cuando
todos se pueden beneficiar de ese conocimiento”.
Antes de dar por concluido el presente escrito, quisiéramos rescatar la
generosidad de Liliana hacia nosotrxs. Posterior a la instancia de entrevis-
ta, y para responder a nuevas preguntas que surgieron durante el proceso
de escritura de la presente semblanza, acudimos a ella a través de mails y
mensajes por celular, que más tarde se convertirían en intercambios de
audios por WhatsApp. Gracias a estas conversaciones, advertimos que la
pasión por la docencia y generosidad de Liliana seguían intactas. Luego
de una vida dedicada a estimular a jóvenes estudiantes y a acompañar la
formación de profesionales, e incluso ya retirada de las aulas que supo
habitar, se mostraba ahora dispuesta a aportar con amabilidad la informa-
ción que fuese necesaria, alentándonos a lograr que este escrito sea una
mejor versión de sí mismo.

116
Imagen N° 15. Compendio bibliográfico de la cátedra. 1998.
Gentileza de Silvina Buffa.
Imagen N° 16. Compendio bibliográfico de la cátedra. 1998.
Gentileza de Silvina Buffa.
Impresiones

C uando pensábamos en las trayectorias de las docentes que formaron


parte de los primeros años de la cátedra Antropología Cultural, Con-
temporánea y Latinoamericana, no podíamos dejar de lado las experiencias
de quienes fueron sus estudiantes. En este apartado buscamos recuperar
parte de esos recuerdos, algunos transcurridos en los años que abarcó el
proceso de investigación, y otros centrados en años posteriores. Cada uno
de los fragmentos aquí presentes conforman impresiones evocadas por les
estudiantes, en tanto huellas vívidas que dejaron las profesoras, las temá-
ticas discutidas, los textos estudiados, los intercambios acontecidos.
Para dar cuenta de dichas experiencias, enviamos un mensaje por
WhatsApp a docentes actuales de la Facultad de Psicología y egresades
que hubieran cursado la materia entre la creación de la cátedra y finales
de los años noventa. El mensaje explicaba de manera sucinta el trabajo
realizado en el seminario que derivó en esta publicación, invitándoles a
colaborar con sus evocaciones de cursada. Si bien brindamos algunos po-
sibles ejes, la temática a focalizar quedó a libre elección de cada persona.
Dejamos aquí el mensaje enviado:

Hola compañeres, les acerco una invitación a colaborar en una publi-


cación que deseamos realizar junto al equipo de investigación en el que
participo en el CIFFyH. En el año 2019 dictamos un seminario-taller de
investigación en historia de la antropología en la UNC, y nos enfocamos
en la creación de la cátedra en la (por entonces) Escuela de Psicología. El

119
Impresiones

trabajo consistió en un relevamiento documental y entrevistas a las do-


centes que formaron parte de aquellos primeros años de la cátedra.

El pedido, para quienes lo deseen, estaría dirigido hacia quienes cursaron


como estudiantes la materia cuando Marta Giorgis fue profesora titular,
o en los primeros años de los 90s que Susana Ferrucci hizo una suplencia.
Nos serviría mucho si pudieran enviarme pequeños recuerdos sobre sus
experiencias de cursada de la materia, pudiendo enfocarse en las relacio-
nes de cursada, en las temáticas abordadas y los textos leídos, en las discu-
siones que surgían durante las clases, etc. Quienes puedan y quieran, les
pido me manden esos pequeños relatos a mi whatsapp.

Saludos y gracias

Las respuestas fueron llegando en distintos formatos: conversaciones


estilo chat, breves textos, mensajes de audio. Cada una de las rememora-
ciones traían a colación aspectos de las relaciones tanto en las aulas como
por fuera de estos espacios, el impacto que produjo la lectura de determi-
nados textos, las discusiones en torno a las problemáticas tratadas por la
materia, las impresiones sobre la vida universitaria de jóvenes estudiantes
que provenían de otras localidades, etc. Los relatos nos llevaron a esas ex-
periencias situadas como estudiantes, y a los aportes que la cátedra ofreció
en sus formaciones como psicólogues.
Para la presentación de estas impresiones, decidimos respetar el for-
mato en que llegaron las respuestas al mensaje antes enviado. Por ello,
en los casos que se trató de conversaciones o escritos, mantuvimos la
alineación de los textos y sólo realizamos pequeñas correcciones de es-
critura. Sobre los audios, primero desgrabamos los mensajes y luego los
reenviamos, para que pudieran ser revisados antes de su publicación. En
cada fragmento recordado, junto al nombre de la persona, indicamos el
año en que cursó Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana.
También incluimos algunas coordenadas acerca de sus vínculos actuales
con la Facultad de Psicología (FP), la Facultad de Filosofía y Humanidades
(FFyH), la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), u otros espacios de prác-
tica profesional.

120
Impresiones

María Eugenia Bazán (1994)


Prof. Asistente en cátedra Técnicas Proyectivas, FP, UNC

[14:21, 19/5/2021]: Recuerdo lo vivido cuando Giorgis dio la clase sobre


la colonización de América por lo espeluznante. Obviamente al venir de
escuela católica jamás me habían explicado la colonización de esa manera.
La recuerdo como una de esas experiencias que te cambian la visión del
mundo de una vez y para siempre. La otra sensación similar pasó cuando
en el teórico se habló de la sucesión de presidentes Mitre, Sarmiento y
Avellaneda. Y su participación en la oficialización de una retórica a ser
contada estratégicamente como historia nacional. Recuerdo las caras de
mis compañerxs que estaban tan asombradxs como yo

[14:22, 19/5/2021]: Es una de las profes que yo apreciaba mucho

[14:25, 19/5/2021]: Se hizo un silencio tremendo

[14:25, 19/5/2021]: Casi de duelo

[14:25, 19/5/2021]: Cuando terminó la clase

[14:27, 19/5/2021]: La primera sensación vívida del concepto de decons-


trucción

[14:27, 19/5/2021]: Me provocó lo mismo que cuando te interpretan en


la clínica

[14:28, 19/5/2021]: Y me sentí por primera vez que tenía un lugar de


alojo a lo que yo sentí en todo el secundario

[14:28, 19/5/2021]: Con ideologías conservadoras

[14:28, 19/5/2021]: En ese momento yo sentí que había encontrado un


hogar

[14:29, 19/5/2021]: Que era posible pensar diferente

121
Impresiones

Mariana Tello (1995)


Prof. Adjunta a cargo en cátedra
Taller de Trabajo de Campo - Área Social, FFyH, UNC

Me acuerdo que cuando cursé, el tema que preparé para rendir el final
fue identidad. La cátedra de antropología fue la primera que me llevó
a plantearme este tema, tan importante en mi vida, atravesada por
el terrorismo de estado. Un año después (no recuerdo muy bien los
pormenores de la invitación) Marta y Susana me invitaron junto a otros
compañerxs de HIJOS a dar una charla sobre el tema en la cátedra. Pero
corrían los 90s, y para nadie era fácil hablar de eso, así que nos invitaron
a una charla “preparatoria”. Fue en la casa de Marta, en la calle Brandsen,
recuerdo, un primer piso. Una cena que duró hasta altas horas de la noche
y donde las dos hablaron de sus trayectorias de persecución y exilio. No
sólo que fue muy impactante -ya que en ese entonces yo pensaba que era
algo que nos había pasado a pocos- sino que habilitó en mí preguntas
analíticas sobre el tema, que se revelaban desde la implicación. Siempre les
agradezco esa posibilidad y las recuerdo con cariño.

Gabriela Morales (1997)


Prof. Asistente en cátedra Teoría y Técnicas de Grupo,
y Docente Supervisora en Prácticas Pre-Profesionales Contexto
Social-Comunitario, FP, UNC

Cursé antropología en el 97, fue una materia que me permitió abrir un


modo novedoso de comprender el mundo. Recuerdo especialmente un
texto sobre Madres de Plaza de Mayo, donde se analizaban los sentidos y
significados de sus prácticas, algo que jamás había leído ni escuchado, me
conmovió, me impactó. Fue una total apertura cursar la materia. No tengo
mucha claridad sobre las profes pero estoy casi segura que iba a teóricos de
Marta Giorgis, también a Susana Ferrucci.

Sandra Ruíz (1989)


Investigadora del Programa Subjetividades
y Sujeciones Contemporáneas, CIFFyH, UNC

En un ejercicio compartido con dos compañeras para recordar las clases de


Antropología cursadas hace unos 30 años, de a poco fueron apareciendo
algunos fragmentos en forma de textos, mitos, tabúes, parentesco. Lecturas
de Lévi- Strauss, Malinowski, Margaret Mead, entre otrxs, volvieron a
nuestras memorias.

122
Impresiones

Pero lo que más recordé fue cómo aquellas clases gestaron en mí una
curiosidad antropológica la cual me condujo años después a cursar la
Maestría en Antropología. Recuerdo las primeras conexiones valiosas
entre los mundos Psi y los de la Antropología, especialmente en mi caso
con el Psicoanálisis para comprender las subjetividades sin reducirlas a lo
pulsional o al aparato psicológico ni a lo social. En efecto, eso que llama-
mos interior y exterior están implicados en lxs sujetxs en una misma y
continua superficie. Pienso que el diálogo entre ambas disciplinas es una
apuesta potente y fructífera que ojalá lxs interpele.

Prof. Asistente en cátedra Psicoanálisis, FP, UNC

Cursé Antropología en 1992 conjuntamente con las materias de segundo


año. Particularmente ya me interesaba el psicoanálisis y encontraba algu-
nas sintonías entre ambas perspectivas. El recuerdo general es de clases
que me gustaba participar. Yo trabajaba y estudiaba, y por esa razón se-
leccionaba algunas materias para darles una atención especial. Los temas
que se trataban, ampliaban mi mirada que se iniciaba en lo disciplinar.
Creo que Susana Ferrucci era mi profe de prácticos. Pero lo más vívido
que tengo fue una clase, no recuerdo quién la daba, pero no era Marta en
esa ocasión; nos presentaron una experiencia hecha en Brasil con niñxs.
El trabajo se enfocaba en dibujos, específicamente de la figura humana, y
fue hermoso ver dibujos de cuerpitos en movimiento, un aspecto que era
muy resaltado por la docente que exponía como detalle no presente tan
habitualmente. Fue una clase preciosa, aire fresco para mi ya incipiente
incomodidad con los enfoques tradicionales de la psicología evolutiva.

Prof. Asistente en cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y


Latinoamericana, FP, y Prof. Asistente en cátedra El Sujeto desde una
Perspectiva Socio Antropológica y Cultural, FCS, UNC

[AUDIO] Yo recuerdo en el ’93, una de las clases con Marta, estaba ha-
blando sobre la familia y la propiedad privada en el texto de Engels, y
tenía como compañeras dos monjas y un cura. Ella tenía particular en-
cono en hacer enojar a esa gente, y siempre se sentaban adelante. Con mi
grupo, nosotros nos sentábamos más al medio, como siempre fui medio
corta de vista, entonces no me alejaba mucho del pizarrón. En ese tiempo
fumábamos como caballos adentro del aula. Era la mañana, daba la clase
tempranito. Recuerdo eso, discusiones… largas discusiones con estos tres

123
Impresiones

personajes, que los primeros días vinieron vestidos común, y ya después


como para marcar una diferencia venían vestidos con los hábitos. Con ella
discutían permanentemente algunas cuestiones que tenían que ver con la
materia. Eso es un recuerdo de sus clases, de ser muy participativas. Para
mí fue… la verdad es que yo venía en crisis con la carrera, porque las ma-
terias de primer año no me habían gustado casi ninguna. Estadística era
un horror, Epistemología era muy fea, y nos daban unos textos espantosos
para leer. Yo quería leer otras cosas y tenía ciertas inquietudes que has-
ta ahora no habían sido cumplidas. Entonces, esta materia como que me
abrió un poco la cabeza en algunas cuestiones para pensar, y eso me hizo
de alguna forma reconciliarme con la carrera. Pensaba en que yo tenía
una idealización de la carrera, que era muy distinta a lo que estaba transi-
tando. Además, viniendo de un pueblo, para mí venir a la ciudad fue un
gran descubrimiento, y ahí decidimos con amigas que no volvíamos más
al pueblo [risas], y en ese interín mis viejos se mudan a otra provincia.
Pero bueno… fue una materia muy linda. Recuerdo también los parciales,
aunque no fui muy buena alumna. El primer parcial me lo corrigió Marta,
me bochó, el recuperatorio me lo corrigió Lili, o el segundo parcial, no
me acuerdo, y el final lo rendí con Susana. Era oral, éramos un montón, y
rendí como a las nueve de la noche. Éramos un grupo enorme en una de
esas aulas viejas en donde estaba la escuela de cine, ahí también teníamos
clases, en unos galpones enormes. Nos hizo una pregunta a cada uno y
nos fuimos. Aprobé la materia, me saqué un siete pedorro pero bueno, la
aprobé. De ahí empecé a transitar la carrera por el área más social-comu-
nitaria, y un poco por materias como social y laboral. Fui tomándole más
cariño a la carrera.

[AUDIO] Me olvidaba. Después, cuando ya estoy terminando la carrera,


me tocaba hacer la tesis. Entonces, con una amiga trabajábamos sobre la
participación política de mujeres en un movimiento campesino en Santia-
go del Estero, y ahí la buscamos primero a la Maite Rodigou para que nos
dirigiera. La Maite estaba re ocupada en ese momento y nos mandó a ha-
blar con Susana. Ella tuvo la mejor, y ahí nos dice que para que tuviéramos
una relación más fluida, que nos acercáramos a la cátedra. Ahí vuelvo a la
cátedra como adscripta, ya recibida de profe, y hago como cuatro períodos
de adscripciones, y con Adriana empecé a trabajar como ayudante alumna
en los ingresos. Ese cargo a los ayudantes lo pagaban en su momento, y
esas fueron mis primeras armas en la docencia. Después pasó que ya en la
cátedra como adscripta, hubo un año que se enfermaron todas las docen-
tes, creo que quedaban Susana y la Lili, y terminamos dando clases con la
Kari [Generoso] y la Vale Cotaimich, y ya empezamos a tener comisiones
a cargo, porque se había diezmado la cátedra. Ahí Marta ya no estaba. Ya
después no me fui más de la cátedra.

124
Impresiones

Ariel Aybar (1994)


Docente Supervisor en Prácticas Pre-Profesionales Contexto Social-Co-
munitario, FP, y Docente seminario Género, Sexualidades y Espacios
Educativos, FFyH, UNC

[AUDIO] Yo cursé antropología en el año ’94. Para mí fue todo como


escuchar algo nuevo, porque no era algo con lo que venía. Había ido a una
escuela que nada que ver, que tenía una formación bachiller común, una
escuela católica privada donde no había mucha información con respecto
a la antropología, o lo que nos daban era bastante pobre y muy general.
Una anécdota que tengo fue cuando conocí a Marta Giorgis. Me parece
que ahí nos encontramos con nuestros prejuicios en relación a una ma-
teria y en relación también a la estética de las profes. Eran las jipis, mu-
jeres con pelos largos, muy vestidas de una forma que para nosotros, que
éramos chicos estudiantes universitarios de clase media, era como medio
rara. Me acuerdo que mis compañeras, que teníamos un grupo de estu-
dios, un grupo de amigas, todas chicas muy chetas, criticaban y les parecía
sorprendente. Era algo que nos llamaba la atención, mujeres vestidas de
una forma que no era convencional para nosotras, más lo que entendemos
como jipis, y no jipi chic. También estaba la cuestión del cuerpo feme-
nino distinto al cuerpo feminizado que nosotros conocemos como más
hegemónico. Eran cuerpos sin ninguna estética que, por lo menos en ese
momento, hicieran que no sean la “típica mujer”.

[AUDIO] Mi experiencia con la cátedra, con la profe, fue que ella me


tomó el examen final de la materia, y me acuerdo que había sido con una
seguidilla de personas bochadas, y me tocó entrar a mí. Entré con toda esa
carga, y lo primero que me dice es que esperaba… me dice que lo que ve-
nía viendo -con bronca me lo dice, con un malestar- era que la gente que
había venido a rendir antropología ninguneaba la materia, como que no
le daban importancia. Entonces así empezó, planteándome eso, que había
notado que la gente no estudiaba y estaba enojada porque había bochado
a muchos. Fue lo primero que me planteó, que esa materia como no era
troncal, o como no era de la psicología de alguna forma, no la teníamos
en cuenta. También veníamos de una psicología muy evolucionista, muy
biologicista, toda una cosa muy dura, la antropología era como un mundo
muy distinto. Era leer sobre familias, sobre gente pobre. Me acuerdo de
un texto de Oscar Lewis que hablaba sobre una familia en México [Los
hijos de Sánchez], una descripción densa. Ahí nos encontramos con textos
con mucha complejidad, y para mí eso fue muy importante, aunque difí-
ciles de entender en ese momento. Creo que entendí antropología mucho
después. Sinceramente en ese momento era una materia que decía “¿y esto
para qué?”, típica de pibe que no tiene idea de la vida, y después fui des-

125
Impresiones

cubriendo el sentido de la antropología cuando me fui encontrando con


otras cosas. Fue la primera materia social, donde hablaba de problemáticas
sociales, donde te encontrabas con relatos sobre lo que pasaba.

Prof. Asistente en cátedra Psicología Social y Docente Supervisora en


Prácticas Pre-Profesionales Contexto Educativo, FP, y Prof. Asistente en
cátedra Didáctica General - Módulo Enseñanza y Currículum del Área
Profesorado de la Escuela de Ciencias de la Educación, FFyH, UNC

[AUDIO] Mi principal recuerdo es una cuestión más de sensaciones,


como la sensación de una materia que me voló la cabeza en el segundo
año de la carrera. Me acuerdo a la Marta dando los teóricos, me la acuerdo
así como muy precisa, como que me transmitía que había otra ciencia,
que había una ciencia no positivista. Yo venía de un secundario que había
hecho orientación en ciencias naturales, entonces era como que sabía lo
típico que te enseñan en los secundarios. Entonces como que había otra
ciencia, otra manera de hacer ciencia, con una mirada más social, y me
acuerdo que los textos me volaron la cabeza. También me acuerdo que
había mucho trabajo en grupo, mucho intercambio grupal, que creo fue
una de las primeras materias que tenían como esa lógica del intercambio
grupal por el intercambio en sí, y no por el “resolvamos más fácil la di-
námica porque si hacemos grupos es más rápido”. No era desde ese lugar,
sino desde el lugar de valorar el intercambio. Me acuerdo mucho de la
Sismondi. También esto de intercalar discursos de lo político, que después
lo vi con mucha más claridad en tercer año con psicología social, porque
además ya ahí hablan de la dictadura, y con educacional también. Pero
antropología fue la primera materia que, me acuerdo más en la voz de
Adriana, los planteos de orden político, de politizar la educación. Era la
previa al ’95 con la Ley de Educación Superior de Menem, entonces todo
ese proceso de politización estaba haciéndose como más evidente, o por lo
menos a mis oídos desde inicio de carrera, desde mi experiencia.

[AUDIO] Otra cuestión que recuerdo con mucha claridad es lo que te


decía, que me habían volado la cabeza, eran los textos y las discusiones
que estos textos daban, en especial el de Albert Memmi. Yo hasta hoy lo
cito al “Retrato del colonizado”, que había dos subtextos, el retrato del
colonizador y el retrato del colonizado. Fue impresionante, a mí eso me
dio una claridad para pensar la colonización desde lo cultural, que no lo
había visto, y desde lo identitario, produciendo subjetividad, este proceso
de mirarse en el espejo del otro y rechazar lo propio. No lo podía creer,
magnífico me pareció ese hallazgo de la antropología. Hasta hoy te digo.
Tengo un hijo que empezó la universidad y hace historia, y tiene antro-
pología por supuesto, y se puso a buscar en los apuntes, porque les dan

126
Impresiones

Geertz y la descripción densa, observación participante y Guber, y todo


eso. Los clásicos que dan. Y yo le decía “¿y no te dan Memmi?” Quedé
como marcada.

Prof. Titular en cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y La-


tinoamericana, y Docente Supervisora en Prácticas Pre-Profesionales
Contexto Social-Comunitario, FP, UNC

[AUDIO] Respecto al recuerdito, tenía varios. Se me ocurre uno que digo


siempre, que me quedó ahí resonando, y tiene que ver con la primera
clase, esas clases masivas de presentación, donde en aquel tiempo eran
aulas muy chiquitas y era re difícil entrar, había que estar horas antes y
toda esta cosa que siempre se quiere saber el primer día de clase en rela-
ción a cuestiones de la cursada. Me acuerdo que me llamó la atención que
tanto Marta, que fue quien primero se presentó, después Susana, después
también estaba Liliana me acuerdo, y Adriana, todas empezaron con su
presentación haciendo referencia a quiénes eran, qué estudiaban. Marta
compartió que estaba casada con un señor que era boliviano, que había
vivido en Bolivia, eso a su vez lo articuló en algún momento de su con-
versación con los temas que investigaba. En el caso de Susana recuerdo
que ella planteó que ese año iba a estar menos en la cátedra porque ha-
bían acordado que se iban a dar un tiempo, como un año sabático para
hacer sus estudios de posgrado. Como ella estaba avanzando con su tesis
de maestría, entonces ese año las compañeras iban a cubrir más el dictado
de las clases. Adriana también compartió algunas cuestiones que había
estado o que iba a estar en México, algunas referencias a su formación
también. Y me llamó siempre la atención eso, lo de Marta sobre todo,
hacer referencia a su historia personal, a cuestiones de su familia, aún en
una primera clase masiva, donde la gente quiere saber otras cosas. Pero
fue como… después de eso me resonó con los años cuando leí su libro de la
virgen prestamista, donde hace referencia a su historia y la entrelaza con
el tema de investigación y por qué lo elige. Y me parece que fue la primera
vez que vi eso en una clase, en que alguien se presente desde esos lugares,
intentando hacer una combinación tanto de su historia personal como de
su historia de formación académica, que no es algo que en general ocurra,
donde pareciera que quienes están ahí adelante siempre son profes desde
cierto saber, o desde cierta experticia en algún tema de la psicología. Pero
en este caso apareció esto otro, quiénes eran ellas. Eso siempre me resonó.

127
Impresiones

Karina Generoso (1993)


Prof. Asistente en cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y
Latinoamericana, FP, UNC

[AUDIO] Cursé antropología en el año 1992, cuando estaba en el segundo


año de la carrera de Psicología, la titular era Marta Giorgis y mi profe
de trabajos prácticos fue Mónica [Maldonado]. Bueno, un tiempo des-
pués, circulando en los pasillos y todo eso, lo que se rumoreaba, lo que
se decía de Marta, es que era muy brava. Y parece que así era, porque
después conversando con otras profes que la conocieron, sí, era brava,
era de confrontar. Pero bueno, cursar antro fue para mí una experien-
cia que me marcó. Me encantaba, me encantaban los prácticos. El primer
práctico que me acuerdo es el práctico de Mitos de la Unidad de Cultu-
ra, donde ya estábamos trabajando cuestiones de género porque estaban
analizando un material de mitos respecto de la construcción de la figura
femenina con una santa popular y la virgen. No me acuerdo cuál era el
tema específicamente pero era sobre eso. Tanto que salíamos de clase con
mis compañeros de estudio y veníamos charlando en el colectivo todo el
tiempo. Otra de las cosas así que recuerdo patente, y creo que a los que
cursamos en aquella época nos dejó el recuerdo permanente, fue haber
leído completo los libros El retrato del colonizador y El retrato del colonizado,
de Memmi, y toda la introducción a lo que era en aquella época, digamos,
como una corriente nueva que presentaban ellas que era la Antropología
de la Descolonización, donde explicaban los orígenes. Teníamos varios
autores, referentes de la antropología de la descolonización, sobre todo
africanos. Los teóricos eran interesantes, yo hasta no hace mucho tuve
los cuadernos donde tomaba nota, y durante muchísimo tiempo también
tuve guardado -y creo que lo debo tener en algún lado, si la consigo le
tendría que sacar foto- un teórico sobre salud que dio Adriana Sismondi,
que me pareció una de las clases más hermosas que tuve en todo el año,
donde hablaba de procesos de salud-enfermedad-atención desde el punto
de vista de Menéndez. Muy, muy lindo. Para mí fue... a veces me com-
paro con los chicos que están estudiando ahora, que vienen del interior,
como vengo yo de otra provincia, una provincia llena de leyendas, con
mucha tradición oral, el haber trabajado las primeras unidades la cues-
tión de los mitos me encantó. Después, bueno, más adelante se sacó y se
empezó a trabajar con ritos y rituales. Me hubiera gustado que siguiera
estando. Pero, bueno, esto de poder trabajar desde otra perspectiva lo que
una vivió como algo cotidiano y poder estudiarlo a la luz de esta cuestión
de género, la cultura, los símbolos, me pareció una experiencia novedosa y
la comparo con mucho de lo que atraviesan los chicos que están haciendo
antro hoy, con el tema de las otredades, el racismo, empiezan a entender
el concepto de alteridad... eso me trae esa remembranza.

128
Impresiones

[AUDIO] En ocasión del primer… nosotros cursábamos antro en una de


las aulas, en la que está más hacia la puerta que da a la avenida del Francia
Anexo, ahí cursábamos antro, los teóricos con Marta. Y los prácticos los
hacíamos en una de las aulas grandes de la Casa Verde, cuando la Casa
Verde tenía solo dos aulas grandes. Siempre estaba llena el aula, éramos
un exceso de alumnos también. Me acuerdo que después del primer par-
cial, una amiga, compañera también, se había sacado un dos, y en la mues-
tra de parciales fue a discutirle a Marta, y discutieron, no sé, media hora,
sobre cómo ella había escrito y qué es lo que se estaba preguntando. Marta
le cambió y le puso un seis en antro. Y decían que era brava, pero tenía
este espacio para discutir, para escuchar también a los estudiantes. Des-
pués en esta época ella ya estaba empezando su trabajo en Villa El Liberta-
dor, unos de mis compañeros, que después fueron ayudantes alumnos, la
acompañaron en el trabajo de campo, fueron con ella a esa experiencia de
la Virgen de Urkupiña. Ya hacia finales de la carrera, cuatro años después
cuando estaba en el último año, entré como ayudante alumna y a la mitad
de ese año, del primer año que entré como ayudante, Marta se fue a Bo-
livia. Siguió como adjunta a cargo Susana Ferrucci y como adjunta estaba
también Adriana Sismondi.

María Elena Previtali (1998)


Prof. Asistente en cátedra Psicología Social, FP, y Prof. Asistente en
cátedras Teoría Antropológica I y Taller de Trabajo de Campo - Área
Social, FFyH, UNC

Comencé a estudiar la Licenciatura en Psicología allá por el año 1998, sin


mucha expectativa respecto a qué querría hacer con esa profesión una vez
tuviera el título en mano. El primer año de cursado fue un mareo entre
materias, corrientes y miradas (biologicistas algunas, psicoanalistas otras)
sobre la psicología en las que tampoco sentí reorientando mis búsquedas.
Llegué a segundo año de la carrera y aparecieron materias troncales como
neuropsicología, psicoanálisis, adolescencia y antropología. Estas cuatro
materias marcaron puntos nodales en mi formación que me ayudaron a
ir delimitando rumbos a seguir, ya sea por distanciamientos o cercanías
a algunos de sus planteos. Es ahí donde comienzo a asistir a los teóricos
que daba Adriana Sismondi en Antropología Cultural, Contemporánea y
Latinoamericana. Recuerdo esas primeras clases en donde Adriana habla-
ba de la salud y la enfermedad como un proceso, algo que yo escuchaba
por primera vez. Recuerdo que a lo largo de esa cursada iban apareciendo
contenidos que me costaba comprender en ese entonces, qué era aquello
que los anudaba por detrás. Adriana parecía tenerlo claro, yo no tanto.
Sin embargo, algo me atrapaba de todo eso, algo me hacía querer estudiar
más esa materia que otras. Me fue bien en la aprobación de parciales y

129
Impresiones

prácticas, pero no tan bien como para llegar a promocionarla, cuestión


que agradezco porque de ese modo tuve que prepararme para rendir el
examen final en julio del año siguiente: julio de 2000. Ese invierno me
interné en casa de mis padres en Río Cuarto y pegando cola en la silla
estudié tres materias en las que quería rendir como regular. Una de ellas,
antropología. La consigna para el examen de antropología ese año era
preparar uno de los textos completos que la materia brindaba. Yo elegí la
“La Virgen prestamista” de Marga Giorgis. Me quedaban pocos días para
el examen pero al libro me lo devoré en un día o dos. Lo leí rápidamente
y sentí que me metí en un viaje veloz y profundo a Villa El Libertador.
Yo, nativa riocuartense, que sólo recientemente había salido de su ciudad
natal para vivir en la monotonía de Nueva Córdoba, sentí que de golpe
allí esta autora me hablaba de procesiones, de la imagen venerada a la
virgen, de la gente preparándose todo el año para el evento, y de todo lo
que iba y venía en términos de promesas, pedidos, agradecimientos entre
estos pobladores y esta virgen. Me costaba creer que un evento de esa
envergadura sucediera a tan pocas cuadras de donde yo vivía en Córdoba
y nunca había sabido de su existencia. Sentí que todo lo que Marta Giorgis
contaba allí de algún modo entró en mí y no sé cómo cuando fui a rendir
lo vomité en el examen. No había mediado entre tanto ningún mecanismo
pedagógico de retención de esa información. Simplemente yo me conecté
con el modo en que ella describía ese acontecimiento y cuando me senté
en el examen ante la hoja en blanco empecé a escribir y no pude parar.
Escribí y escribí y escribí y conté todo lo que Marta en su libro me había
contado a mí. De algún modo me volví a trasladar a Villa El Libertador en
esa experiencia de examen. Lo recuerdo muy bien, porque creo que nunca
me volví a sentir así en un examen. Salí y dije: qué habré escrito, lo habré
hecho bien… salía como de un estado trance.

Al otro día volví a buscar la nota y me había sacado un diez. Además de


la gratificación por la nota, me sentí a gusto con esa experiencia de eva-
luación, en la que pude volcar todo lo que aquella lectura de “La virgen
prestamista” había dejado en mí.

130
Imagen N° 17. Compendio bibliográfico de la cátedra. 2000.
Gentileza de Andrea Milesi.
Epílogo
Gustavo Blázquez*

A riesgo de repetir lo ya dicho, esta publicación resume discusiones y


resultados del seminario interdisciplinar “Taller de pesquisa en His-
toria de la Antropología Social” que, entre nosotrxs, llamábamos impuro.
La palabra, utilizada para nombrar a colegas sin formación de grado en
Antropología, tenía algo de tabú. Su uso solía reservarse al espacio amical
y correr por los pasillos o charlas en bares. No se empleaba en público.
Nos divertía jugar con esa categoría que describía a varixs docentes del
seminario y no se aplicaba a otrxs. Nos acusábamos mutuamente buscan-
do confrontar lúdicamente la fuerza mágica que otorgaba la “Licenciatura
en Antropología”, el “grado”, capaz de sancionar identidades profesionales
¿Qué quería decir/hacer la separación entre antropólogxs purxs e impurxs?
¿Cómo se hacía en Córdoba y qué hacía, en nuestro medio académico y
profesional, esta distinción? ¿Cómo impacta en la narración de una histo-
ria de la Antropología en Córdoba y en Argentina? ¿Qué relación guarda
con las políticas de filiación del Colegio de Graduados en Antropología de
la República Argentina que distingue entre miembros regulares y extraor-
dinarios? ¿Acaso la existencia de dos espacios, que alguna vez fueron uno,
de investigación en Antropología (CIFFyH y Museo de Antropología) en
* Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.
gustavoblazquez3@hotmail.com

132
Gustavo Blázquez

la Facultad de Filosofía y Humanidades se conecta con la separación entre


purxs e impurxs? Teníamos muchas más preguntas que respuestas.
La curiosidad nos aventuró por espacios de enseñanza universitaria de
la disciplina en Córdoba: las cátedras. Procuramos concentrarnos en un
tiempo de reconformación de un mundo de la Antropología después del
regreso de la democracia y en los albores de la implantación del modelo
neoliberal. Por aquellos años, la ausencia de carreras relacionadas directa-
mente con las ciencias sociales era una marca de la Universidad Nacional
de Córdoba. La Antropología se enseñaba en cátedras específicas, distri-
buidas en cuatro Escuelas de dos Facultades en la UNC: Historia y Psicolo-
gía (Facultad de Filosofía y Humanidades), y Ciencias de la Comunicación
y Trabajo Social (Facultad de Derecho y Ciencias Sociales).
Nos detuvimos específicamente en el espacio curricular de la Escuela
de Psicología. Resultaba interesante la novedad de su creación asociada
con el Plan ‘86 que reemplazó la currícula establecida por la última dic-
tadura. El Plan ‘78 desapareció a la Antropología Social presente en el
Plan ‘69 y la suplantó por una Antropología Filosófica. El regreso de la
Antropología a la formación en Psicología se asociaba con la vuelta a las
formas democráticas y la necesidad de pensar al sujeto en su dimensión
social. Nos llamó la atención el nombre, extenso y rimbombante, de la
materia: Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana ¿De qué
otras Antropologías se buscaba tomar distancia? ¿Qué se quería marcar
con esta larga denominación? ¿Qué decía esa localización en el Sur y desde
el presente?
De acuerdo a las ideas que manejábamos en el seminario-taller, focali-
zarnos en esta cátedra nos permitiría entender con mayor complejidad el
proceso de formación en y de la Antropología en la Facultad de Filosofía
y Humanidades, y la Universidad Nacional de Córdoba. A poco de an-
dar, tomamos conciencia que todas las docentes eran mujeres. Sin querer,
arribábamos a un capítulo que hablaba de las relaciones de género en la
formación de los mundos académicos ¿Existiría alguna relación entre la
identidad de género de esas trabajadoras y la escasa o nula atención que
le prestaban los relatos existentes sobre la historia de la Antropología en
Córdoba?
Otra de las razones que nos orientaron hacia esa cátedra fue la relación
profesional y afectiva que Agustín Liarte Tiloca y yo teníamos con ese

133
Epílogo

espacio académico de la hoy Facultad de Psicología. Esta “familiaridad”


nos atraía.

***

En 1987 ingresé a la carrera de Psicología y al año siguiente “descubrí”


la Antropología en una cátedra tan novedosa como revoltosa. Cursé la
asignatura en 1988 en una universidad masiva y con un exiguo cuerpo
docente. Éramos más de 800 alumnxs y sólo cuatro profesoras. Giorgis
y Sagristani daban los teóricos mientras que Lucila, Noemí y varixs estu-
diantes de Historia se encargaban de los prácticos. Como en las otras ma-
terias, las clases eran multitudinarias además de obligatorias. Para conse-
guir una buena ubicación había que llegar temprano y si no, se escuchaba
desde las ventanas. Se fumaba y tomaba mate o algo más espirituoso en el
turno noche. El invierno era cruel y las ratas corrían encima del precario
cielorraso de telgopor del Aula 1 del pabellón Francia Anexo.
Las clases eran muy divertidas y polémicas. Una de las profes, la que
tenía el pelo colorado, era más teatral y sus exposiciones cortaban el aire.
Ella era la titular. Se decía que entró por concurso, lo que representaba para
nosotrxs una garantía de calidad. Marta Giorgis traía ejemplos etnográfi-
cos de los Andes donde había vivido. Hablaba de México, Ecuador, Bolivia
e ilustraba sus argumentos con objetos, para muchxs de nosotrxs, exó-
ticos. Recuerdo que enseñaba un peine hecho con espinas de cardones.
Hablaba de vírgenes, el Tío del socavón, sincretismos religiosos y cultura
de la pobreza. Mostraba un libro con fotografías de hermosos jóvenes Kau
desnudos y pintados, tomadas por Leni Riefensthal. También planteaba
discusiones relacionadas con el racismo, el colonialismo, el nacionalismo,
la lucha armada y el rol de lxs antropólogxs.
El programa de la cátedra realizaba una crítica abierta al sistema colo-
nial y a las lecturas esencialistas del “ser nacional” y el “folklore”. Leíamos
a Hernández Arregui, Lombardi Satriani, Oscar Lewis. Se discutía, a la
luz de los escritos de Amílcar Cabral, el carácter ineludible de la lucha
armada en el proceso de liberación nacional. Las clases eran un fuego.
Con una gran participación estudiantil se armaban importantes debates
que leían el presente. La Giorgis se apasionaba. Citaba a Frantz Fanon y
a un jesuita antropólogo boliviano, Xavier Albó. Se hablaba de raza, de
Guamán Poma, de Pachakutik. Los exámenes finales eran largas horas de

134
Gustavo Blázquez

espera. Recuerdo que había que tener cuidado con “cultura de la pobreza”.
Sabíamos que las profes no estaban de acuerdo en cuanto a esta noción y
había que adecuar estratégicamente las respuestas según quien tomara el
examen.
Los temas tratados escapaban a las expectativas de parte del alumnado,
especialmente de quienes se interesaban por el psicoanálisis y su versión
lacaniana. La fiebre estructuralista, aún no se hablaba de posestructuralis-
mo, requería de la lectura de Lévi-Strauss y sus teorías del parentesco, el
mito y el inconsciente. Interesaba el incesto y la universalidad del Com-
plejo de Edipo, no el retrato del colonizador y el colonizado, y mucho
menos las máscaras blancas y las pieles negras. Una porción de estudiantes
consideraba que el enfoque resultaba anacrónico, “sartreano”, “fenome-
nológico” o “demasiado” marxista. Se contaba que el año anterior hubo
otro profe, Iván Baigorría, que daba esos temas. Ahora había una nueva
cátedra. El Plan ‘86 estaba en marcha. Era la primera vez que se dictaba
esa cátedra. Para mí, y muchxs compañerxs, fue todo un descubrimiento.
Al año siguiente me acerqué a esa cátedra donde conocí a Marta Sa-
gristani y a Noemí Córdoba, con quienes después nos volvimos a encon-
trar en la Escuela de Historia. También me encontré con Lucila, quien
estaba casada con un artista plástico colega a quien conocía del mundo
del arte. Luego llegaron Mónica Maldonado, Susana Ferrucci, Adriana
Sismondi.
Marta Giorgis orientó mis lecturas, especialmente aquellas que politi-
zaban el concepto de cultura. Marta se enojaba con Lévi-Strauss, a quien
yo leía y fichaba con gran placer, y se irritaba cuando acusaba a Marx de
evolucionista. Ella siempre recordaba la existencia del “modo de produc-
ción asiático”.
Con los meses, trabamos una particular amistad. Conocí a sus hijos
y a su madre, y ella a Marcelo, mi pareja. Pasábamos tiempo juntos, la vi
actuar en un teatro del Paseo de las Artes; una noche se le cayó el decora-
do encima y nos reímos mucho. Con Marta nos divertimos a lo grande,
cenamos y brindamos en su departamento de Martín García, veíamos pe-
lículas en VHS, viajamos a Bolivia y llegamos hasta el Cuzco, realizamos
sueños, vivimos aventuras y nos peleamos en 1991.
Recuerdo esos años como tiempos efervescentes de grandes encuen-
tros y peleas descomunales. Poco después de ingresar como adscripto a la
cátedra, Giorgis y Sagristani se enemistaron a causa de los resultados del

135
Epílogo

concurso para profesor adjunto. Se produjo cierta grieta y se formaron


bandos. Hubo impugnaciones y pedidos de reconsideración. Casi como en
una telenovela, unas profesoras no se hablaban con otras y, en ocasiones,
las reuniones de cátedra se transformaban en instantes catárticos de gritos
y malestares. Eran momentos tensos y dramáticos, dignos de un análisis
turneriano o una pieza de vaudeville.
En la época, y más en una carrera de Psicología, esos conflictos se ex-
plicaban en función de las características personales de las participantes.
Hoy, y a la luz de los análisis que construimos durante el seminario-taller,
podemos pensar esas disputas en función de la intensidad afectiva y el
grado de compromiso sentimental con la labor docente. En un sentido,
tan metafórico como literal, estas mujeres le ponían el cuerpo a la An-
tropología. Preparaban las clases con detenimiento y desarrollaban sus
argumentos con gran pasión, abrían sus bibliotecas para que pudiéramos
fotocopiar los libros, nos recomendaban películas y obras literarias. En
las clases teóricas multitudinarias no había sistemas de amplificación de
la voz para las docentes que debían exponer a pura garganta. Las jefas de
trabajos prácticos corrían de comisión en comisión, donde alumnxs avan-
zadxs cumplían el rol de profesorxs. En más de una oportunidad, ante la
falta de aulas, los prácticos se cursaban en el departamento de algunx com-
pañerx. Las docentes corregían cientos de parciales escritos en desprolija
letra cursiva en hojas arrancadas de un cuaderno de apuntes.
La intensidad del compromiso laboral se conjugaba con la precariedad
a la que se enfrentaban estas mujeres universitarias, de mediana edad, al
regreso del exilio. Ellas buscaban iniciarse en su carrera profesional como
docentes y contribuir al proceso general de redemocratización de la socie-
dad argentina. Sin embargo, el escenario no resultó tan prometedor como
suponían. El número de puestos de trabajos para docentes universitarios
no se incrementó notablemente, acotando con fuerza las posibilidades
laborales. Las dedicaciones horarias nunca eran a tiempo completo; en
el mejor de los casos eran semi y mayoritariamente simple. Esta precarie-
dad salarial las obligaba a acumular cargos y a luchar con ferocidad para
obtener uno. Ellas tampoco ingresaron al, muy restringido y clientelar,
sistema de becas que otorgaba CONICET en la época. Las promesas de la
primavera democrática parecían no cumplirse. La vocación por lo colecti-
vo y las dificultades para llevarlo a cabo marcaban esos primeros años de la
cátedra de Antropología Cultural, Contemporánea y Latinoamericana.

136
Gustavo Blázquez

Quizá sea posible pensar a esta cátedra, con los profundos amores y
odios que animaban los vínculos y en la precariedad laboral del cuerpo
docente, como un laboratorio político, epistemológico y afectivo. En este
nuevo espacio, que trajo la recuperación democrática y el resurgimiento
de un ethos reformista, se gestó una Antropología cordobesa por fuera de
la tradición de Alberto Rex González, asociada con el Instituto de Antro-
pología y la cátedra de Antropología Cultural de la Escuela de Historia.
Desde la cátedra de la Escuela de Psicología se proponía una renova-
ción de las perspectivas teóricas con una fuerte impronta marxista y anti-
colonial, que posteriormente se enriqueció con los aportes del feminismo.
Estos cambios abrieron nuevos temas como los sentimientos, las emocio-
nes, las subjetividades y los cuerpos. También trajo preguntas acerca de su
construcción social en medio de fuertes procesos de dominación que in-
cluían la cuestión racial y colonial. Esta renovación fue encarada por mu-
jeres con algún tipo de militancia política y de trabajo con comunidades
que acercaba su labor a la “Antropología aplicada”, un tanto descalificada
frente a la Antropología pura que se hacía por fuera de las aulas.

137
Doctor en Antropología Social por la Universidad Federal
de Rio de Janeiro. Es Investigador Principal del CONICET,
con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades, profe-
sor titular en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Nacional de Córdoba a cargo de la cátedra de
Teoría Antropológica III, e Investigador Formado del Cen-
tro de Investigaciones de la misma facultad, donde dirige el
Programa Subjetividades y Sujeciones Contemporáneas.
Sus pesquisas recientes se preocupan por una Antropología
de la vida nocturna, con especial énfasis en las formas de
sociabilidad y la producción social de la sexualidad. Orga-
nizó diversas muestras y festivales artísticos en Córdoba y
dirige la Especialización en Estudios de Performance de la
Facultad de Artes. En 2018 recibió el Premio Nacional, ca-
tegoría ensayo antropológico, por su libro Bailaló! Género,
Raza y Erotismo en el Cuarteto Cordobés. Actualmente es
Director del Complejo Histórico Cultural Manzana de las
Luces, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación.

Doctora y Magíster en Antropología Social por la Uni-


versidad Federal de Río de Janeiro, y Licenciada en His-
toria por la Universidad Nacional de Córdoba. Es becaria
de posdoctorado por el CONICET con lugar de trabajo en
el Instituto de Humanidades, e integra el Programa Sub-
jetividades y Sujeciones Contemporáneas (CIFFyH). Se
desempeña como profesora asistente del Departamento de
Antropología, en las cátedras de Teoría Antropológica I e
Historia Social Argentina (FFyH-UNC). Sus áreas de inte-
rés incluyen: Antropología urbana, activismos cannábicos
y antiprohibicionistas, gestiones y prácticas de gobierno, y
performances sociales.

139
Licenciada en Antropología y Doctoranda en Ciencias An-
tropológicas, ambas por la Facultad de Filosofía y Huma-
nidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Es becaria
doctoral en el CONICET con lugar de trabajo en el Insti-
tuto de Humanidades. Se desempeña como adscripta en la
cátedra Antropología en Contextos Urbanos del Departa-
mento de Antropología de la misma facultad. Sus áreas de
interés incluyen: Antropología urbana, formas de habitar,
clases medias, movilidades residenciales y cotidianas.

Magíster en Antropología por la Universidad Nacional de


Córdoba y Licenciada en Ciencia Política por la Universi-
dad Católica de Córdoba. Se desempeña como docente de la
Licenciatura en Antropología de la Facultad de Filosofía y
Humanidades (UNC) en las cátedras Etnografía de Grupos
Indígenas y Teoría Antropológica III. Integra el Programa
Subjetividades y Sujeciones Contemporáneas (CIFFyH).
Actualmente es Directora de las carreras de posgrado de
Especialización en Antropología Social y Maestría en An-
tropología, y Directora del Museo de Antropología (UNC).

Estudiante de la Licenciatura en Antropología de la Facul-


tad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional
de Córdoba, y de la Licenciatura en Composición Coreo-
gráfica de la Facultad de Arte y Diseño en la Universidad
Provincial de Córdoba. Se encuentra dando inicio a su Tra-
bajo Final de Licenciatura en Antropología. Sus áreas de
interés son: Antropología del cuerpo, prácticas artísticas,
corporalidades, performance, danza.

140
Licenciado en Antropología y Doctorando en Ciencias
Antropológicas, ambas por la Facultad de Filosofía y Hu-
manidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Inves-
tigador del Centro de Investigaciones de la misma facultad.
Integra el Programa Subjetividades y Sujeciones Contem-
poráneas (CIFFyH). Se desempeña como profesor asisten-
te en la cátedra Antropología Cultural, Contemporánea y
Latinoamericana de la Facultad de Psicología (UNC). Su
investigación de grado buscó analizar la construcción de
masculinidades entre varones que asistían a fiestas de osos,
mientras que su pesquisa doctoral apunta a indagar por la
producción de la categoría consenso en eventos BDSM.

Doctora y Magíster en Antropología por el Programa de


Posgrado en Antropología Social del Museu Nacional de la
Universidad Federal de Rio de Janeiro. Profesora de Histo-
ria por la Universidad Nacional de Córdoba. Trabaja como
Investigadora, codirectora del Programa Subjetividades y
Sujeciones Contemporáneas, y Coordinadora del Área de
Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones de la Facul-
tad de Filosofía y Humanidades. Se desempeña como Pro-
fesora Titular de Antropología Cultural en la Facultad de
Lenguas (UNC). Sus temas de interés son las antropologías
de las gestiones.

Técnica Superior en Turismo y Hotelería por la Facultad


de Turismo y Ambiente de la Universidad Provincial de
Córdoba, y estudiante de la Licenciatura en Antropología
en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universi-
dad Nacional de Córdoba. Se desempeña como Ayudante
alumna en las cátedras Taller de Trabajo de Campo - Área
Social y Arqueología Pública, del Departamento de Antro-

141
pología (FFyH-UNC). Actualmente, se encuentra dando
inicio a su Trabajo Final de Licenciatura en Antropología.
Sus áreas de interés son: Antropología de lo visual, con-
sumos culturales, prácticas artísticas, cinefilias, fotografía.

Licenciado en Antropología en la Facultad de Filosofía y


Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. In-
vestigador del proyecto “Emociones, temporalidades, imá-
genes: hacia una crítica de la sensibilidad neoliberal” y del
Programa Subjetividades y Sujeciones Contemporáneas
(CIFFyH). Sus áreas de interés incluyen: antropología del
ritual, performances sociales, estudios de las emociones y
giro afectivo.

Doctora en Ciencias Antropológicas y Licenciada en His-


toria, ambas por la Universidad Nacional de Córdoba.
Trabaja como profesora asistente en las asignaturas Teoría
Antropológica III y Taller de Trabajo de Campo - Área So-
cial del Departamento de Antropología de la Facultad de
Filosofía y Humanidades (UNC), y como profesora adjunta
en la cátedra Antropología del Arte de la Facultad de Artes
(UNC). Es becaria posdoctoral del CONICET, con lugar de
trabajo en el Instituto de Humanidades. Desde 2010 integra
el Programa Subjetividades y Sujeciones Contemporáneas
(CIFFyH). Desarrolla investigaciones etnográficas en tor-
no a prácticas de gobierno, antropología de las gestiones y
estudios de la performance. También, explora interseccio-
nes entre prácticas artísticas y etnográficas, y dimensiones
políticas de prácticas artísticas.

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