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Mi Alma en Otra Parte Jose Manuel Mora

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MI ALMA EN OTRA PARTE

de josé manuel mora

1
Personajes

HOMBRE MAYOR (en sus sesenta.)


MUJER MAYOR (en sus cincuenta. Esposa del hombre mayor.)
HOMBRE JOVEN (en sus treinta. Hijo del hombre y mujer mayor.)
MUJER JOVEN (en sus treinta. Esposa del hombre joven.)
NIÑA (unos diez años. Hija del hombre y la mujer joven.)
PERROS ENFERMOS (sugiero un número entre diez y un centenar y que los
técnicos del teatro se ocupen de sus cuidados durante la representación.)

(/) al final de una frase quiere decir que el texto siguiente ha de ir picado, casi solapado,
a la frase anterior.

Pleasant alone and watch


The folding light. My
Animals are quiet.
My heart never bangs.
I read in the evenings.
There is no-one to tell me
What is expected or not
Expected of me. There is
Nothing required of me.

It´s a question of sleep.


I need something of it,
Or how can I remain alive,
Without any true rest,
Having no solace, no
Constant solace, not even
Any damn inconstant solace.

2
a mi padre,
que aún sigue batallando.

3
Escena primera
(En una casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)

HOMBRE MAYOR/ MUJER MAYOR

-¿No te vas a acostar?


-No tengo sueño.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Quedarte ahí toda la noche?
-Ya me vendrá el sueño.
-Échate aquí a mi lado. Estarás más cómoda.
-Así estoy bien.
-Ven.
-No me toques.
-Está bien.
-¿Por qué te casaste conmigo?
-No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabes?
-No lo sé.
-¿Me has querido?
-Supongo que sí.
-¿Supones?
-Sí. Te he querido.
-¿Vas a verla hoy?
-¿A quién?
-No me voy a dormir.
-No puedo descansar viendo cómo una mujer me vigila sentada a los pies de la cama.
-¿Te espera?
-¿Quién?
-¿Quién?

(Pausa.)

-Sí, me espera.
-¿Vas a verla?
-Déjame acariciarte.
-Pero te está esperando ¿no?
-Sí.
-Piensas ir en cuanto caiga rendida del sueño. Es lo que sueles hacer ¿no?
-Sí.
-Pues venga, deja de acariciarme y vete a verla. No está bien que la hagas esperar. Es
una cría/
-Quiero hacer el amor contigo/
-No, tú no quieres hacer el amor conmigo ni yo contigo. Date prisa. Se hace tarde y el
camino está oscuro. Apenas hay farolas. Y los animales atraviesan el camino. Es difícil
no herir a ninguno.
-¿Qué no he sabido hacer bien contigo?

(La mujer mayor le acaricia la nuca al hombre mayor. Se desabrocha un viejo camisón
de dormir, le muestra sus pechos, y lo acuna en su seno.)

4
-Nada.

(La mujer mayor separa el rostro del hombre mayor de sus pechos, se miran, ella se
vuelve a abrochar el camisón de dormir y se sienta en una esquina de la cama.)

-¿No te vas a acostar?


-Aún no me ha venido el sueño.
-Me voy a la tierra.
-Que Dios te bendiga.

(Oscuridad.)

Escena segunda
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)

HOMBRE JOVEN/ MUJER JOVEN

-¿Has dormido bien?


-Tuve pesadillas toda la noche. (Pausa.) ¿Y la niña?
-Le costó coger el sueño. Ya no sé qué historias contarle.
-¿Está despierta?
-No, aún duerme. (Silencio.)Es una pena ¿no?
-¿Qué?
-Pues que es una pena.
-Que es una pena ¿qué?
-Mi padre. Que se haya ido. Que esté tan solo allí, en la tierra. Para ti también debe de
ser una pena. (Pausa.) Me he pasado la noche mirándote/
-¿Mirándome?/
-Sí, observando cómo dormías.
-¿Y por qué no me has despertado?
-No quería molestarte.
-Me hubieras hecho un favor.
-No pude/
-¿Despertarme?/
-No/
-¿Y eso?/
-Te veía dormir y pensaba en mi padre. Pensaba en mi padre y en lo mal que lo has
tenido que pasar/
-¿En lo mal que lo he tenido que pasar?/
-Mientras dormías/
-Mientras dormía. (Pausa.) Pareces mayor.
-¿Y eso te gusta?
-Ni me gusta ni me deja de gustar. Te haces mayor.
-Tú también.
-Ven. Échate aquí a mi lado. Para mí también es una pena que esté tan solo en ese trozo
de tierra/
-Si pudiera convencerle/
-¿Convencerle?/
-Para que vendiera ese trozo de tierra.

5
(Pausa.)

-¿Desde cuando no lo hacemos?


-¿Qué?
-Follar.
-¿Quieres que hagamos el amor?
-No sé si podré.
-¿Quieres que lo intente?
-Cuéntame una de esas historias que le cuentas a la niña y cuando me veas casi dormida,
a punto de cerrar los ojos, hazlo rápido por favor.
-Es una pena.
-¿Qué?
-Esto.

(Silencio.)

Escena tercera
3.1
(En medio de un olivar del sur. Un destartalado cuartucho. Un pequeño sillón en la
puerta del cuartucho. Hermosas vistas del olivar. A la izquierda del cuartucho, un
cobertizo con jaulas vacías y una camilla en el centro. Un centenar de perros enfermos
que apenas pueden caminar deambulan y descansan entre los árboles. Amanece en el
olivar. Dentro del cuartucho.)

HOMBRE JOVEN/ HOMBRE MAYOR

-¿Cómo vas?
-Como puedo.
-¿Estás bien?
-Como puedo.
-¿Necesitas algo?
-Con lo que tengo aquí me apaño. Hacía tiempo que no pasabas por aquí. ¿Qué te ha
dado? Tu mujer ¿no? Ha sido ella quién te ha dicho eso de: ¡anda, hombre, pásate a
verle aunque sólo sean cinco minutos!
-He venido porque quería hablar contigo.
-¿Cómo está tu mujer?
-Bien. Acabamos de tener una niña.
-¿Cómo se llama?
-Manuela. Como mamá.
-Hermoso.

(Pausa.)

-¿La querías?
-Me acostumbré a estar a su lado.
-¿Y ella?
-Nunca supe lo que quiso tu madre.
-No la conocías.

6
-Tampoco ella me conocía a mí.
-No supiste cuidarla.
-¿Y tú sabes cómo cuidar a una mujer?

(Pausa.)

-¿Por qué nunca quisiste vender este trozo de tierra? Hubiéramos vivido mejor/
-Vivíamos bien. En casa nunca faltó de nada. Y la tierra me ayudó a seguir adelante/
-¿Qué quieres decir con la tierra te ayudó?
-Me tranquilizaba tener algo para el día de mañana/
-¿Para el día de mañana?
-Tu madre y yo fuimos felices en este trozo de tierra/
-Mamá nunca pisó este trozo de tierra/
-Los domingos pasábamos el día en este trozo de tierra/
-A mamá nunca le gustó este trozo de tierra/
-Los domingos te traía a jugar en este trozo de tierra/
-¿Por qué nunca quiso mamá pisar este trozo de tierra?
-Que sé yo.
-Mamá se quedaba en casa esperando a que llegaras para limpiarte los bajos de los
pantalones llenos de fango/
-Estiércol. Los pantalones se me llenaban del estiércol para los olivos.

(Pausa.)

-Nunca te quiso, papá -qué raro se me hace llamarte papá-.


-¿No te da vergüenza decir eso?
-Se casó contigo por/
-Por la misma razón que lo hice yo. ¿Tú sabes por qué haces -cuál es la verdadera
razón- todo lo que haces a lo largo del día? Cada noche antes de dormir me preguntaba
esto mismo que ahora te pregunto a ti. Y antes de encontrar una respuesta ya me había
quedado dormido. A la mañana siguiente, frente al espejo, con la hoja de afeitar
rasurándome la cara volvía a hacerme la misma pregunta -cuál es la verdadera razón- y
cada mañana volvía a tomarme el café y la tostada que tu madre me preparaba. El día
que encontré la respuesta tu madre ya estaba ya muy enferma. Fue la primera vez que
hablé con ella de esto. Le pregunté si ella había conseguido encontrar alguna razón
durante todo este tiempo. Me dijo que la razón eras tú. Y me dijo una de las cosas más
crueles que he oído en mi vida.
-¿Qué te dijo?
-Algo muy cruel.
-¿Qué?
-No te lo digo que se me sube el azúcar.
-Papá.
-Qué raro se me hace escuchar esto: papá. No lo vuelvas a hacer.
-Dímelo.
-Tengo un nombre. Puedes llamarme por mi nombre.
-Dime qué te dijo.
-A veces se me olvida mi nombre.
-Antonio.
-¡Eso Antonio! Cada día estoy más lento. Será el azúcar. O la próstata. A ver para lo que
me ha servido a mí la próstata. La de problemas que me está dando. Si lo llego a saber

7
me opero pero yo pensaba -no sé quién me metería a mí esta idea en la cabeza- que la
próstata serviría para algo/
-¿Qué te dijo?

(Pausa.)

-"A ti lo que te gustaría es estar tan enferma como yo para que te cuiden como a mí". Lo
mejor que le pudo pasar a tu madre fue morir de cáncer. Y lo más cruel no fue eso, lo
más cruel fue que ella había encontrado la razón que yo había estado buscando todos
esos años. Era verdad. Me moría de envidia mientras ella se moría de cáncer.

(Pausa.)

-Me gustaría que conocieras a tu nieta.


-Manuela. Hermoso. A mí también me gustaría pero no me puedo mover de aquí. Tengo
que darle de comer a mis animales. Y luego lo que yo paso con la próstata/
-A la niña le gusta jugar con la tierra.
-Una cosa mala que se me coge aquí/
-Y mancharse la cara de barro.
-Entre los riñones y el estomago/
-Luego el barro se seca y se araña la cara con las manos -si viera sus manos- y la cara se
le llena de grietas, la tierra se resquebraja y, debajo de la tierra, otra vez su rostro.
Luego sonríe feliz de su hazaña.
-Que no hay quien me mueva de aquí/
-Podríais pasar un día juntos.
-Manuela, como mi padre pero en mujer.
-Como mamá.
-Suena hermoso.
-Si viera sus manos...
-Manuela.

(Oscuridad.)

3.2
(Amanece en el olivar. En el cobertizo con jaulas de perros alrededor de la camilla. Es
el lugar donde los perros abandonados que hasta ahora corrían por la tierra han de
morir. Uno por uno, el hombre mayor conduce a los perros impedidos, ciegos, tullidos,
viejos y tarados de las jaulas a la camilla. Le acompaña Manuela, una niña de unos
diez años. Uno por uno el hombre los toca, les habla, los acaricia, los consuela al
tiempo que los despacha introduciendo una jeringuilla en la yugular y se aparta un
poco sin desviar su mirada de los ojos del animal hasta que éste exhala su último
hálito. Finalmente sella sus cadáveres en sudarios de plástico precintándolos con cinta
adhesiva negra y arrojándolos a un carro de transportar equipajes. Sólo queda uno de
ellos: el perro joven que ama el Réquiem de Mozart y con el que suele hablar de las
mujeres de su vida. Agachándose y abriéndole los brazos.)

HOMBRE MAYOR

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-Ven.

(Mozart menea su trasero inválido. La niña se acerca al animal. El perro le olisquea la


cara, le lame las mejillas, los labios y las orejas.)

NIÑA

-Ven.

(La niña lo coge entre sus brazos y lo lleva hasta la camilla.)

NIÑA/ HOMBRE MAYOR

-¿Por qué hacemos esto?


- Necesitan descansar.
- ¿Están cansados?
- Sí.
- ¿Cómo lo sabes?
- Apenas pueden moverse.
- ¿Los perros lentos se cansan más que los perros rápidos?
- Sí.
- ¿Y necesitan dormir?
- Sí.
- ¿Y tú los ayudas?
- Sí.
- ¿Cuánto tiempo duerme un perro cansado?
- Eso nadie lo sabe.
- ¿Y tú estás cansado?
- ¿Cómo lo sabes?
- Te mueves lento.
- Acércate.
- ¿Quieres que te ayude?

(El hombre mayor asiente. La niña acaricia el pelaje del perro a contrapelo hasta que
la aguja encuentra la vena. Mozart se resiste. El hombre mayor se arrepiente. Saca la
aguja de la vena del perro y permanece junto a él. La niña consuela al animal y le
susurra algo en la oreja. El perro comienza a jugar con la niña. El hombre mayor
contempla la imagen en silencio.)

3.3
(Amanece en el olivar. Dentro del cuartucho.)

HOMBRE MAYOR/ MUJER JOVEN

-¿Quieres un café?
-Solo y amargo, por favor.
-¿Como siempre?
-Como siempre.

9
(Pausa.)

-Se parece mucho a ti.


-¿Dónde está?
-En el cobertizo jugando con el perro.
-Voy a buscarla.
-Espera.
-¿Qué quieres?
-Hablar.
-Ya estamos hablando.
-Sigues igual de redicha.
-Voy a por la niña.
-No está en el cobertizo.
-¿Dónde está?
-Dormida. Está cansada. Hoy hemos tenido mucho trabajo.
-¿Qué trabajo?
-Demasiado perro enfermo.
-No puedo quedarme mucho tiempo.
-Deja que descanse un rato. Se quedó frita jugando con el animal. Quédate. Sólo el
tiempo de tomar un café.
-¿Qué quieres?
-Mirarte.
-No me mires así por favor.
-¿Cómo?
-Con esos ojos.
-No tengo otros.
-Venga, hombre, que ya tenemos una edad.

(Pausa.)

-¿Por qué has vuelto?


-Vengo a por la niña.
-La puede recoger su padre ¿no?
-Está bien. Quería saber cómo estabas.
-¿Por qué no lo has hecho antes?
-¿Qué?
-Venir a verme.
-No me atrevía.
-¿Y ahora sí?
-No puedes seguir aquí.
-¿Por qué?
-Estás mayor.
-Sí que es verdad que estoy mayor.
-Y solo.
-Estoy con mi perro.
-Necesitas a alguien.
-Sí que es verdad que necesito a alguien.
-Por eso he venido.
-¿Has venido porque necesito a alguien?
-No exactamente.

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-¿Te vas a quedar aquí?
-Me hace daño verte aquí, sólo/
-¿Vas a vivir conmigo?
-¿Aquí?
-¿No es aquí donde querías?
-De eso hace/
-Veinte años.
-Dieciocho.
-¿Y?
-Me hace daño verte así/
-¿Cómo?

(Pausa.)

-He venido a por la niña/


-No quiero que la despiertes/
-Podrías venir a vivir con tu hijo y conmigo al pueblo y vender este trozo de tierra. En la
casa hay espacio de sobra. Así no estarás tan solo. Además está la niña. Te dará
compañía. Le hablo mucho de ti/
-¿Y qué le cuentas?
-Que tiene un abuelo que vive en el campo. Que cultiva la tierra. Que en la tierra hay
árboles. Que los árboles dan frutos. Que es hermoso el anochecer en la tierra. Que es
hermoso el amanecer en la tierra. Que camina rodeado de perros inválidos. Que cuida a
perros enfermos. Y que nunca he conocido a nadie en este mundo capaz de/
-¿De?
-Se te va a enfriar el café.

(Pausa.)

-¿No te da vergüenza decirme todo esto? ¿Quieres que venda este trozo de tierra?
¿Quieres que viva contigo y con mi hijo? ¿Quieres que lleve a la niña al colegio y que
pasee todas las mañanas con los jubilados del pueblo y que luego pase por la pescadería
a comprar pescado fresco y que, si sales a cenar, cuide de la niña y, quizá alguna noche,
alguna que otra noche/
-Voy a por la niña/
-Le gusta jugar con la tierra/
-¿Dónde está?/
-Y mancharse la cara de barro. Luego el barro se seca y se araña la cara con las manos -
si viera sus manos- y la cara se le llena de grietas, la tierra se resquebraja y, debajo de la
tierra, otra vez su rostro. Luego sonríe feliz de su hazaña.
-Voy a por la niña.

(Oscuridad.)

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Escena cuarta
4.1
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio. Entra la niña
recién levantada vestida con un camisón blanco de algodón manchado de tierra.)

MUJER JOVEN/ NIÑA

-¿Qué haces levantada a estas horas?


-No podía dormir. Tuve una pesadilla.
-Estás temblando.
-Tengo frío.
-Toma, ponte este abrigo.
-El abuelo conducía un coche por un camino oscuro. Tu estabas sentada a su lado. Un
animal atraviesa el camino/
-¿Qué animal?
-No lo recuerdo. Era extraño. Una mezcla de perro y lince. El abuelo lo atropella sin
querer, bueno, no sé si fue sin querer, el caso es que no pudo frenar. Te arrodillas en
medio del camino al lado del animal. El abuelo te pregunta si serias capaz de matarlo
para que no sufra.
-¿Y dónde estás tú en este sueño?
-Estoy dentro del animal.
-¿Dentro del animal?
-Si, yo vivo dentro del animal y lo veo todo con sus ojos.
-¿Y cómo se vive dentro de un perro lince?
-Como si estuviera dentro de una bañera llena de agua caliente.
-¿Qué pasa luego?
-El abuelo mata al animal golpeando su cabeza con un palo de madera. Luego tú le
besas en la boca.

(Pausa.)

-A veces estas cosas ocurren. Es un camino oscuro el que va a la tierra, no hay farolas, y
a veces resulta difícil no herir a ningún animal, ¿no crees? Anda, vuelve a la cama.
-No puedo.
-Ya pasó todo.
-No puedo cerrar los ojos.
-Sólo es un sueño.
-No puedo volver a cerrar los ojos.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
-¿En la cara?
-Tienes manchas en la cara.
-Sólo es tierra.
-¿Qué has estado haciendo?
-Ayudando al abuelo.
-¿A qué?
-A dormir perros.
-¿Cómo?
-Les acariciaba el pelo.
-¿Y el abuelo?

12
-Les ponía una inyección.
-¿Y luego?
-Los perros dormían en sacos de dormir para perros.
-¿Por qué le ayudabas?
-El abuelo se cansa. Esta lento.
-¿Qué pasa luego?
-El abuelo limpia las jaulas vacías de los perros y me manda a jugar con la tierra. Quería
estar solo con Mozart.
-¿Mozart?
-Si, es un perro. Se llama Mozart porque le gusta la música clásica.
-¿Pero no dices que las jaulas estaban vacías?
-Si, todos dormían en sacos de dormir para perros menos Mozart. No tenia sueño.
Meneaba mucho la cola y cuando veía al abuelo con la inyección agachaba la cabeza
asustado.
-¿Para que quería el abuelo estar solo con Mozart?
-Decía que tenían que hablar de cosas de hombres. Me mandó a jugar con la tierra pero
yo me quede un rato mirándoles.
-¿Y qué viste?
-El abuelo puso música en un radiocasete. Se sentó en su butaca y Mozart se echo a su
lado. Hablaban de mujeres/
-¿De mujeres?
-De ti.
-¿Y que decía?
-¿Quien?
-El abuelo.
-El abuelo no decía nada.
-Y entonces ¿Quién hablaba?
-Mozart.
-¿Cómo?
-Movía el rabo.
-¿Y qué decía?
-No podía oírle.
-¿Y que hiciste?
-Nada. Estuve un rato mirándoles. El abuelo parecía triste. Muy triste. Apenas se movía.
Todo sucedía muy lento. El perro no dejaba de hablar de mujeres, de cómo las mujeres
se enamoran/
-¿No decías que no podías oírle?
-Me equivoqué. En realidad si que oí algo pero no estoy segura de recordarlo. El abuelo
miraba a lo lejos. Muchas veces el abuelo hace esto: mira a lo lejos y sonríe. Así estuvo
un rato hasta que se levantó y empezó a caminar entre los olivos. Mozart le seguía.
Caminaban muy despacio/
-¿Dónde fueron?
-Hacia el final de la tierra/
-¿No les seguiste?
-No. Cuando el abuelo camina muy despacio con Mozart significa que esta pensando.
Llevaba una cuerda de las que usa para atar a los perros apoyada en su hombro/
-¿Una cuerda?
-Sí, una soga/
-¿Cuánto tiempo hace de esto?
-¿Qué te pasa?/

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-¿Cuánto tiempo hace que ocurrió esto?
-Esta tarde, antes de que me recogieras/
-¿Por que no me lo has contado antes?
-Todas las tardes antes de que anochezca el abuelo camina con Mozart. ¿Qué te pasa?
¿Qué hay de raro? ¿Por qué lloras?
-Por el animal.
-¿Qué animal?

(Pausa.)

-El perro lince del sueño.


-Pero eso no es verdad.
-Si, tienes razón, sólo es un sueño. Anda, vuelve a la cama y descansa. Pero antes lávate
la cara y límpiate esas manchas de tierra. ¿Crees que podrás cerrar los ojos y dormir
sola?
-Si, creo que podré cerrar los ojos y dormir sola.

(Sale la niña.)

4.2
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)

HOMBRE JOVEN/ MUJER JOVEN

-¿Alguna posibilidad?
-No.
-¿Algo que pueda hacer?
-No.
-¿Algo que pueda cambiar?
-No.
-Piénsalo fríamente.
-¿Fríamente?
-Fríamente.
-Está decidido.
-¿Lo has decidido?
-Está decidido.
-¿Lo tienes claro?
-No...
-¿Entonces?
-Supongo que necesito probarme.
-¿Probarte?
-Ponerme a prueba.
-¿Para?
-Saber si puedo.
-¿Si puedes?
-Sí, si puedo.
-¿Qué?
-Continuar.
-¿Conmigo?

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-No, sola.

(Pausa.)

-He intentado hacerlo lo mejor que he podido.


-Déjalo.

(Pausa.)

-¿Por qué has estado todo este tiempo conmigo?


-Me sentía a salvo/
-¿A salvo de qué?/
-Segura.
-¿Sólo por eso?
-No/
-¿Y entonces?
-Tenía miedo/
-¿Miedo?
-Hubiera formado una familia con el primero que me lo hubiera pedido.
-¿Sentías miedo?
-No sabía qué hacer y tú estabas cerca.
-¿Miedo a qué?
-Podía haber elegido a otro/
-Pero me elegiste a mí/
-Sí, te elegí a ti.

(Pausa.)

-¿Qué te daba miedo?


-Cómo me miraban. Sentía que cualquiera podía hacerme daño. Cualquiera podía
destrozarme con sólo mirarme. Me daba miedo pensar que debía pasar el resto de mis
días sin/
-Verle.
-Por eso me casé contigo.

(Pausa.)

-¿Qué se siente?
-¿Cuando?
-Cuando decides vivir así.
-¿Cómo?
-Con el alma en otra parte/
-¿Con mi alma en otra parte?
-Necesito saberlo/
-Te haría daño/
-Esto es lo que me hace daño/
-¿Quieres saberlo? ¿Quieres saber qué sentía cuando pisaba la tierra/
-Sigue.
-¿Quieres saber qué sentía cuando pisaba la tierra pensando en desnudarme/
-Sigue.

15
-En desnudarme? ¿Qué pasaba por mi cabeza mientras le esperaba? ¿Cómo estaba mi
cuerpo mientras esperaba en el cuartucho a que él llegara y se metiera en la cama,
intentando no rozarme/
-Sigue.
-Sin rozarme. Sin rozarme se metía en la cama/
-¿Qué se siente?

(Pausa.)

-¿Qué sentías tú?


-¿Yo?
-Sí. ¿Qué sentías, qué pensabas, cómo estaba tu cuerpo?
-¿Cómo estaba mi cuerpo/
-Mientras me mirabas?
-¿Te miraba?
-Me mirabas escondido detrás de la puerta.

(Pausa.)

-Sí, te miraba escondido detrás de la puerta y/


-Nunca he conocido a nadie capaz de comprar un trozo de tierra y dedicarse por
completo a ella sólo porque allí hicimos algo muy delicado. Tan delicado como el hilo
que atraviesa el ojo de la aguja.
-Tomaba notas/
-¿Notas?
-Tomaba notas acerca de cómo debía hacerlo. Qué movimientos se adaptaban a tu
cuerpo. Qué gesto. Qué ritmo. Cómo parecía no importarte nada.
-Me decía "así se hace el amor".
-¿Eso te decía?
-"Así se hace el amor".
-Uno hace el amor como le enseñaron.
-Eso era para nosotros el amor.
-El amor no es eso.
-¿Y qué es el amor? ¿Tú lo sabes?

(Pausa.)

-Desde entonces siempre he pensado, he buscado -créeme me he esforzado- de qué


manera, de qué forma podía -pensaba que habría alguna forma, créeme- de qué forma
podía hacer que repitieras ese gesto, el gesto que te hacía girar el cuello hacia la
derecha, luego hacia atrás y finalmente sonreír/
-No hay ninguna forma. Por eso me voy.
-Una última cosa.
-¿Qué?

(Pausa.)

-¿Piensas en él cuando haces el amor conmigo?

(Ella gira el cuello hacia la derecha, luego hacia atrás y finalmente sonríe.)

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-Imagino tu cuerpo envejecido veinte años, imagino su cara en tus rasgos avejentados, y
te pido que me folles en estado de duermevela. Luego me tranquilizo y preparo el café.
Sólo. Amargo.

(Pausa.)

-Puedo esperar.
-¿Cuánto tiempo?
-¿Cuánto necesitas tú?
-Cuando haya pasado veinte años yo necesitaré cuarenta. No es una cuestión de tiempo.
-¿Entonces?
-No vale la pena.

(Pausa.)

-¿Ha firmado las escrituras?


-Sí.
-Es la primera vez en su vida que hace algo sensato.
-Tenía sus razones.
-¿Qué razones?
-Nunca le habéis entendido.
-¿Y tú qué sabes? Nunca has vivido con él.
-Tu padre tenía sus razones.
-¿Qué razones?
-Pasar en ese trozo de tierra el resto de sus días.
-¿Sólo?
-Con sus perros.

(Pausa.)

-Lo importante es que ha firmado. ¿Vas a pasar aquí la noche?


-No, no quiero dormir.
-¿Ni siquiera si te doy un masaje en los pies?
-No estoy cansada/
-Pero yo te doy un masaje en los pies y tú te quedas frita/
-No tengo sueño/
-Pues te tomas un ansiolítico/
-Esta noche no voy a dormir.
-¿Sabes qué es lo que me gustaría hacer en este momento?
-¿Qué?
-Follar contigo muy despacio, pensando en mi padre y en su trozo de tierra.
-¿En tu padre?
-En la tierra y en todo lo que podríamos hacer allí.
-Esa tierra no es tuya.
-¿Qué quieres decir?

(Pausa.)

-Está a mi nombre.

17
-¿Qué?
-El nombre.
-No te entiendo.
-Que es importante, el nombre.

(Pausa.)

-Nunca te había visto así.


-¿Cómo?
-Así.

(Pausa.)

-Así lo deseó él.


-No sé adónde quieres ir a parar.
-El trozo de tierra está a mi nombre.
-¿Qué quieres decir?/
-No voy a vender nada/
-Piénsalo fríamente/
-Está decidido.
-¿Y qué vas a hacer?

(Pausa.)

-Lo mismo que hacía tu padre: calmar el sufrimiento de cientos de perros enfermos.
-Has perdido la cabeza.
-Tu padre se ha ahorcado. Cuando llegué aún respiraba. Se había colgado de un olivo.
Un perro mantuvo su cuerpo con vida hasta que ya no pudo soportar más su peso. Tu
padre me dijo algo antes de morir, no sé muy bien qué, estaba agotado, temblando, con
las manos en los bolsillos para que no se le cayeran los pantalones, gimiendo de frío,
tragándose las lágrimas y, cuando el perro ya no pudo soportarlo más y la soga se tensó,
la mierda le caía por los bajos de los pantalones. (El hombre joven abofetea a la mujer
joven que cae al suelo.) El perro me lamía los pies aliviado.
-¿Qué te dijo?

(Pausa.)

-Que le perdonaras.

(Pausa.)

-¿Qué vas a hacer ahora?


-Me voy.
-¿Adónde?
-A la tierra.
-¿Y la niña?
-Se viene conmigo.
-¿Alguna posibilidad?
-No.
-¿Algo que pueda hacer?

18
-No.
-¿Algo que pueda cambiar?
-No.
-Piénsalo fríamente.
-¿Fríamente?
-Fríamente.
-Está decidido.
-¿Lo has decidido?
-Me voy a la tierra.

(Oscuridad.)

Escena quinta y última

(Al parecer, ambos cuadros van a la vez.)


CUADRO 1

(Anochece en medio del olivar. Dentro del cobertizo con jaulas vacías. En un rincón se
acumulan cadáveres de perros precintados en sudarios de plástico con cinta adhesiva
negra. El hombre mayor escucha en una vieja radio el Réquiem de Mozart
acompañando del último perro con vida: Mozart.)

Me tranquiliza pensar que hay cosas hermosas en este mundo que seguirán existiendo
una vez hayamos desaparecido, Mozart. Y esto no es ninguna tontería, Mozart, esto es,
quizá, lo más importante que he dicho en mi vida. Me ha costado admitir que en
cualquier vida, incluso en la tuya, Mozart, pueda suceder cosas hermosas. Y esto no es
ninguna tontería, Mozart. De un tiempo a esta parte sólo pienso en cosas hermosas. Por
ejemplo, las mujeres me parecen hermosas, las mujeres con cuellos largos; esta parte de
aquí, el espacio entre la cadera y la cintura, lo que para ti sería el lomo, la piel que cubre
ese espacio, Mozart, me parece hermosa; y luego los pies de las mujeres, y sus
clavículas; y los pechos de una mujer tendida con los brazos en cruz también... Mozart,
sí que es verdad que a las mujeres hay que atenderlas, cuidarlas, hablarles mucho,
hacerles sentir que son imprescindibles, y es verdad, Mozart, las mujeres son
imprescindibles, las mujeres son capaces de soportar el dolor -en eso se parecen a ti- sin
quejarse, siempre tienen fuerzas, y cuando uno cree que ya no puede más siempre hay
una mujer capaz de seguir adelante... yo no he conocido a muchas, es difícil conocer a
una mujer, Mozart, no te creas, no pienses que eso es cosa de una tarde, no, una vida no
es suficiente para conocer a una mujer, yo no he conocido a muchas: a la madre de mi
hijo a la que apenas conocí -te conozco a ti o a cualquier otro perro mejor que a ella-; a
la mujer de mi hijo... apenas recuerdo lo que pasó, Mozart, como el resto de un dibujo
que un niño borra después de haberse equivocado cientos de veces, así recuerdo lo que
pasó: su cara manchada de barro, el barro seco, las grietas, debajo de las grietas su
rostro, el cuerpo de una niña de diez años tendido en unas sábanas inmaculadas, el
placer que me daba sentir la presión de los músculos de sus entrañas, la alegría de un
cuerpo desnudo corriendo por la tierra -como tú, Mozart-, la tierra que compro para
vivir con ella apartado del resto del mundo, la tierra, Mozart, "la tierra, Mozart, le
pertenece a la mujer", me decía mi abuela, y luego los ojos de mi hijo, si pudiera
borrarlos de mi cabeza... pero a esta edad, Mozart, lo que no se ha borrado ya... mejor

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vamos a seguir pensando en cosas hermosas, Mozart: en las plantas que crecen en la
tierra, en los ramos de flores que los chicos regalan a las chicas -algunos porque hay
cada mendrugo por ahí suelto-, a mí siempre me ha gustado regalar flores, Mozart,
aunque no haya sabido muy bien a quién, ver cómo las flores se secan, no, esto no, esto
no es hermoso, las flores secas no, las niñas nórdicas sí, sí, eso sí me parece hermoso,
mira tú, las árabes no, las sudamericanas dependen, las rumanas no que son muy
peligrosas y tú y yo no estamos ya para guerrillas... cepillar a un perro, esto sí que es
hermoso, el sonido del cepillo sobre la piel del perro, acariciar a un perro, acariciarles
mientras mueren, ver cómo parpadean sus ojos, ver el último parpadeo antes de morir,
ver su alma ascendiendo, el hueco que deja su alma en la tierra, eso sí que es hermoso...
Manuela, mi nieta, es hermosa, ir al cine y ver una película donde la vida es fácil
también es hermoso... lo triste, Mozart, lo más triste es que nos hayamos dado cuenta
ahora, cuando ya estamos lentos, cuando ya pensamos en la extinción, cuando ya nos
preparamos para caminar, lentamente -¡qué remedio!- hacia la extinción, nos apagamos,
Mozart, nos apagamos, pero es hermoso ¿no?, es hermoso saber que todo esto seguirá
existiendo, el cine, los perros, las flores, la piel, las mujeres y la tierra, Mozart, la tierra.

(El hombre mayor abandona el cobertizo seguido de Mozart. Caminan despacio. A los
dos les cuesta moverse con facilidad. Sus movimientos son lentos y torpes. El hombre
mayor lleva una cuerda apoyada en su hombro. Se dirigen hacia el final del trozo de
tierra a través de un pequeño sendero entre el olivar. El perro deja de caminar. El
hombre mayor se gira. Lo mira. Le dice: vamos, Mozart, vamos, que ya queda poco. El
hombre mayor y el perro desaparecen entre los árboles al tiempo que anochece por
completo. Oscuridad.)

CUADRO 2

(Amanece en el olivar. En el cobertizo con jaulas de perros alrededor de la camilla. Es


el lugar donde los perros abandonados que hasta ahora corrían por la tierra han de
morir. Uno por uno, la mujer joven conduce a los perros impedidos, ciegos, tullidos,
viejos y tarados de las jaulas a la camilla. Le acompaña la niña. Uno por uno la mujer
los toca, les habla, los acaricia, los consuela al tiempo que los despacha introduciendo
una jeringuilla en la yugular y se aparta un poco sin desviar su mirada de los ojos del
animal hasta que éste exhala su último hálito. Finalmente sella sus cadáveres en
sudarios de plástico precintándolos con cinta adhesiva negra y arrojándolos a un carro
de transportar equipajes. Sólo queda uno de ellos: Mozart. Agachándose y abriéndole
los brazos.)

MUJER JOVEN

-Ven.

(El perro menea su trasero inválido. No le hace caso. La niña se acerca al animal. El
perro le olisquea la cara, le lame las mejillas, los labios y las orejas.)

NIÑA

-Ven.

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(La niña lo coge entre sus brazos y lo lleva hasta la camilla.)

MUJER JOVEN/ NIÑA

-¿No será mejor dejarlo para mañana?


-Y que más da un día que otro.
-Quizá mejore y se recupere
-Algún día tendrás que hacerlo.
-No soy capaz.
-Se trata de un perro más.
-No. Mozart me conoce. Le hablaron mucho de mí.
-¿Quieres que te ayude?

(La mujer joven asiente. La niña acaricia el pelaje del perro a contrapelo hasta que la
mujer introduce lentamente la aguja en la vena. El animal se retuerce en silencio. La
niña consuela al animal. Una vez el animal exhala su último soplo de aire, la mujer
joven sella su cadáver en el sudario de plástico precitándolo con cinta adhesiva negra.)

NIÑA/ MUJER JOVEN

-Mamá, ¿volverás algún día a casa?


-No, ellos me necesitan y alguien tiene que calmar el sufrimiento de tanto perro
enfermo.
-Puedo venir de vez en cuando y echarte una mano.
-No te preocupes, ya me las apaño yo.
-¿Por qué haces todo esto, mamá?
-Es mi trabajo. Esto es lo que tengo que hacer.
-¿Eres feliz aquí, en este trozo de tierra?
-Sí, soy feliz, muy feliz. Ahora ayúdame a enterrar a Mozart.

(La niña y la madre entierran el cadáver de Mozart debajo de un olivo. La niña y la


madre se arrodillan en la tierra y rezan por el alma del perro. Suena Réquiem. Lenta
oscuridad.)

FIN

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