Mi Alma en Otra Parte Jose Manuel Mora
Mi Alma en Otra Parte Jose Manuel Mora
Mi Alma en Otra Parte Jose Manuel Mora
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Personajes
(/) al final de una frase quiere decir que el texto siguiente ha de ir picado, casi solapado,
a la frase anterior.
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a mi padre,
que aún sigue batallando.
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Escena primera
(En una casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)
(Pausa.)
-Sí, me espera.
-¿Vas a verla?
-Déjame acariciarte.
-Pero te está esperando ¿no?
-Sí.
-Piensas ir en cuanto caiga rendida del sueño. Es lo que sueles hacer ¿no?
-Sí.
-Pues venga, deja de acariciarme y vete a verla. No está bien que la hagas esperar. Es
una cría/
-Quiero hacer el amor contigo/
-No, tú no quieres hacer el amor conmigo ni yo contigo. Date prisa. Se hace tarde y el
camino está oscuro. Apenas hay farolas. Y los animales atraviesan el camino. Es difícil
no herir a ninguno.
-¿Qué no he sabido hacer bien contigo?
(La mujer mayor le acaricia la nuca al hombre mayor. Se desabrocha un viejo camisón
de dormir, le muestra sus pechos, y lo acuna en su seno.)
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-Nada.
(La mujer mayor separa el rostro del hombre mayor de sus pechos, se miran, ella se
vuelve a abrochar el camisón de dormir y se sienta en una esquina de la cama.)
(Oscuridad.)
Escena segunda
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)
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(Pausa.)
(Silencio.)
Escena tercera
3.1
(En medio de un olivar del sur. Un destartalado cuartucho. Un pequeño sillón en la
puerta del cuartucho. Hermosas vistas del olivar. A la izquierda del cuartucho, un
cobertizo con jaulas vacías y una camilla en el centro. Un centenar de perros enfermos
que apenas pueden caminar deambulan y descansan entre los árboles. Amanece en el
olivar. Dentro del cuartucho.)
-¿Cómo vas?
-Como puedo.
-¿Estás bien?
-Como puedo.
-¿Necesitas algo?
-Con lo que tengo aquí me apaño. Hacía tiempo que no pasabas por aquí. ¿Qué te ha
dado? Tu mujer ¿no? Ha sido ella quién te ha dicho eso de: ¡anda, hombre, pásate a
verle aunque sólo sean cinco minutos!
-He venido porque quería hablar contigo.
-¿Cómo está tu mujer?
-Bien. Acabamos de tener una niña.
-¿Cómo se llama?
-Manuela. Como mamá.
-Hermoso.
(Pausa.)
-¿La querías?
-Me acostumbré a estar a su lado.
-¿Y ella?
-Nunca supe lo que quiso tu madre.
-No la conocías.
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-Tampoco ella me conocía a mí.
-No supiste cuidarla.
-¿Y tú sabes cómo cuidar a una mujer?
(Pausa.)
-¿Por qué nunca quisiste vender este trozo de tierra? Hubiéramos vivido mejor/
-Vivíamos bien. En casa nunca faltó de nada. Y la tierra me ayudó a seguir adelante/
-¿Qué quieres decir con la tierra te ayudó?
-Me tranquilizaba tener algo para el día de mañana/
-¿Para el día de mañana?
-Tu madre y yo fuimos felices en este trozo de tierra/
-Mamá nunca pisó este trozo de tierra/
-Los domingos pasábamos el día en este trozo de tierra/
-A mamá nunca le gustó este trozo de tierra/
-Los domingos te traía a jugar en este trozo de tierra/
-¿Por qué nunca quiso mamá pisar este trozo de tierra?
-Que sé yo.
-Mamá se quedaba en casa esperando a que llegaras para limpiarte los bajos de los
pantalones llenos de fango/
-Estiércol. Los pantalones se me llenaban del estiércol para los olivos.
(Pausa.)
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me opero pero yo pensaba -no sé quién me metería a mí esta idea en la cabeza- que la
próstata serviría para algo/
-¿Qué te dijo?
(Pausa.)
-"A ti lo que te gustaría es estar tan enferma como yo para que te cuiden como a mí". Lo
mejor que le pudo pasar a tu madre fue morir de cáncer. Y lo más cruel no fue eso, lo
más cruel fue que ella había encontrado la razón que yo había estado buscando todos
esos años. Era verdad. Me moría de envidia mientras ella se moría de cáncer.
(Pausa.)
(Oscuridad.)
3.2
(Amanece en el olivar. En el cobertizo con jaulas de perros alrededor de la camilla. Es
el lugar donde los perros abandonados que hasta ahora corrían por la tierra han de
morir. Uno por uno, el hombre mayor conduce a los perros impedidos, ciegos, tullidos,
viejos y tarados de las jaulas a la camilla. Le acompaña Manuela, una niña de unos
diez años. Uno por uno el hombre los toca, les habla, los acaricia, los consuela al
tiempo que los despacha introduciendo una jeringuilla en la yugular y se aparta un
poco sin desviar su mirada de los ojos del animal hasta que éste exhala su último
hálito. Finalmente sella sus cadáveres en sudarios de plástico precintándolos con cinta
adhesiva negra y arrojándolos a un carro de transportar equipajes. Sólo queda uno de
ellos: el perro joven que ama el Réquiem de Mozart y con el que suele hablar de las
mujeres de su vida. Agachándose y abriéndole los brazos.)
HOMBRE MAYOR
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-Ven.
NIÑA
-Ven.
(El hombre mayor asiente. La niña acaricia el pelaje del perro a contrapelo hasta que
la aguja encuentra la vena. Mozart se resiste. El hombre mayor se arrepiente. Saca la
aguja de la vena del perro y permanece junto a él. La niña consuela al animal y le
susurra algo en la oreja. El perro comienza a jugar con la niña. El hombre mayor
contempla la imagen en silencio.)
3.3
(Amanece en el olivar. Dentro del cuartucho.)
-¿Quieres un café?
-Solo y amargo, por favor.
-¿Como siempre?
-Como siempre.
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(Pausa.)
(Pausa.)
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-¿Te vas a quedar aquí?
-Me hace daño verte aquí, sólo/
-¿Vas a vivir conmigo?
-¿Aquí?
-¿No es aquí donde querías?
-De eso hace/
-Veinte años.
-Dieciocho.
-¿Y?
-Me hace daño verte así/
-¿Cómo?
(Pausa.)
(Pausa.)
-¿No te da vergüenza decirme todo esto? ¿Quieres que venda este trozo de tierra?
¿Quieres que viva contigo y con mi hijo? ¿Quieres que lleve a la niña al colegio y que
pasee todas las mañanas con los jubilados del pueblo y que luego pase por la pescadería
a comprar pescado fresco y que, si sales a cenar, cuide de la niña y, quizá alguna noche,
alguna que otra noche/
-Voy a por la niña/
-Le gusta jugar con la tierra/
-¿Dónde está?/
-Y mancharse la cara de barro. Luego el barro se seca y se araña la cara con las manos -
si viera sus manos- y la cara se le llena de grietas, la tierra se resquebraja y, debajo de la
tierra, otra vez su rostro. Luego sonríe feliz de su hazaña.
-Voy a por la niña.
(Oscuridad.)
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Escena cuarta
4.1
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio. Entra la niña
recién levantada vestida con un camisón blanco de algodón manchado de tierra.)
(Pausa.)
-A veces estas cosas ocurren. Es un camino oscuro el que va a la tierra, no hay farolas, y
a veces resulta difícil no herir a ningún animal, ¿no crees? Anda, vuelve a la cama.
-No puedo.
-Ya pasó todo.
-No puedo cerrar los ojos.
-Sólo es un sueño.
-No puedo volver a cerrar los ojos.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
-¿En la cara?
-Tienes manchas en la cara.
-Sólo es tierra.
-¿Qué has estado haciendo?
-Ayudando al abuelo.
-¿A qué?
-A dormir perros.
-¿Cómo?
-Les acariciaba el pelo.
-¿Y el abuelo?
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-Les ponía una inyección.
-¿Y luego?
-Los perros dormían en sacos de dormir para perros.
-¿Por qué le ayudabas?
-El abuelo se cansa. Esta lento.
-¿Qué pasa luego?
-El abuelo limpia las jaulas vacías de los perros y me manda a jugar con la tierra. Quería
estar solo con Mozart.
-¿Mozart?
-Si, es un perro. Se llama Mozart porque le gusta la música clásica.
-¿Pero no dices que las jaulas estaban vacías?
-Si, todos dormían en sacos de dormir para perros menos Mozart. No tenia sueño.
Meneaba mucho la cola y cuando veía al abuelo con la inyección agachaba la cabeza
asustado.
-¿Para que quería el abuelo estar solo con Mozart?
-Decía que tenían que hablar de cosas de hombres. Me mandó a jugar con la tierra pero
yo me quede un rato mirándoles.
-¿Y qué viste?
-El abuelo puso música en un radiocasete. Se sentó en su butaca y Mozart se echo a su
lado. Hablaban de mujeres/
-¿De mujeres?
-De ti.
-¿Y que decía?
-¿Quien?
-El abuelo.
-El abuelo no decía nada.
-Y entonces ¿Quién hablaba?
-Mozart.
-¿Cómo?
-Movía el rabo.
-¿Y qué decía?
-No podía oírle.
-¿Y que hiciste?
-Nada. Estuve un rato mirándoles. El abuelo parecía triste. Muy triste. Apenas se movía.
Todo sucedía muy lento. El perro no dejaba de hablar de mujeres, de cómo las mujeres
se enamoran/
-¿No decías que no podías oírle?
-Me equivoqué. En realidad si que oí algo pero no estoy segura de recordarlo. El abuelo
miraba a lo lejos. Muchas veces el abuelo hace esto: mira a lo lejos y sonríe. Así estuvo
un rato hasta que se levantó y empezó a caminar entre los olivos. Mozart le seguía.
Caminaban muy despacio/
-¿Dónde fueron?
-Hacia el final de la tierra/
-¿No les seguiste?
-No. Cuando el abuelo camina muy despacio con Mozart significa que esta pensando.
Llevaba una cuerda de las que usa para atar a los perros apoyada en su hombro/
-¿Una cuerda?
-Sí, una soga/
-¿Cuánto tiempo hace de esto?
-¿Qué te pasa?/
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-¿Cuánto tiempo hace que ocurrió esto?
-Esta tarde, antes de que me recogieras/
-¿Por que no me lo has contado antes?
-Todas las tardes antes de que anochezca el abuelo camina con Mozart. ¿Qué te pasa?
¿Qué hay de raro? ¿Por qué lloras?
-Por el animal.
-¿Qué animal?
(Pausa.)
(Sale la niña.)
4.2
(En la misma casa vieja de un pueblo del sur. Habitación de matrimonio.)
-¿Alguna posibilidad?
-No.
-¿Algo que pueda hacer?
-No.
-¿Algo que pueda cambiar?
-No.
-Piénsalo fríamente.
-¿Fríamente?
-Fríamente.
-Está decidido.
-¿Lo has decidido?
-Está decidido.
-¿Lo tienes claro?
-No...
-¿Entonces?
-Supongo que necesito probarme.
-¿Probarte?
-Ponerme a prueba.
-¿Para?
-Saber si puedo.
-¿Si puedes?
-Sí, si puedo.
-¿Qué?
-Continuar.
-¿Conmigo?
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-No, sola.
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
-¿Qué se siente?
-¿Cuando?
-Cuando decides vivir así.
-¿Cómo?
-Con el alma en otra parte/
-¿Con mi alma en otra parte?
-Necesito saberlo/
-Te haría daño/
-Esto es lo que me hace daño/
-¿Quieres saberlo? ¿Quieres saber qué sentía cuando pisaba la tierra/
-Sigue.
-¿Quieres saber qué sentía cuando pisaba la tierra pensando en desnudarme/
-Sigue.
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-En desnudarme? ¿Qué pasaba por mi cabeza mientras le esperaba? ¿Cómo estaba mi
cuerpo mientras esperaba en el cuartucho a que él llegara y se metiera en la cama,
intentando no rozarme/
-Sigue.
-Sin rozarme. Sin rozarme se metía en la cama/
-¿Qué se siente?
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Ella gira el cuello hacia la derecha, luego hacia atrás y finalmente sonríe.)
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-Imagino tu cuerpo envejecido veinte años, imagino su cara en tus rasgos avejentados, y
te pido que me folles en estado de duermevela. Luego me tranquilizo y preparo el café.
Sólo. Amargo.
(Pausa.)
-Puedo esperar.
-¿Cuánto tiempo?
-¿Cuánto necesitas tú?
-Cuando haya pasado veinte años yo necesitaré cuarenta. No es una cuestión de tiempo.
-¿Entonces?
-No vale la pena.
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
-Está a mi nombre.
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-¿Qué?
-El nombre.
-No te entiendo.
-Que es importante, el nombre.
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
-Lo mismo que hacía tu padre: calmar el sufrimiento de cientos de perros enfermos.
-Has perdido la cabeza.
-Tu padre se ha ahorcado. Cuando llegué aún respiraba. Se había colgado de un olivo.
Un perro mantuvo su cuerpo con vida hasta que ya no pudo soportar más su peso. Tu
padre me dijo algo antes de morir, no sé muy bien qué, estaba agotado, temblando, con
las manos en los bolsillos para que no se le cayeran los pantalones, gimiendo de frío,
tragándose las lágrimas y, cuando el perro ya no pudo soportarlo más y la soga se tensó,
la mierda le caía por los bajos de los pantalones. (El hombre joven abofetea a la mujer
joven que cae al suelo.) El perro me lamía los pies aliviado.
-¿Qué te dijo?
(Pausa.)
-Que le perdonaras.
(Pausa.)
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-No.
-¿Algo que pueda cambiar?
-No.
-Piénsalo fríamente.
-¿Fríamente?
-Fríamente.
-Está decidido.
-¿Lo has decidido?
-Me voy a la tierra.
(Oscuridad.)
(Anochece en medio del olivar. Dentro del cobertizo con jaulas vacías. En un rincón se
acumulan cadáveres de perros precintados en sudarios de plástico con cinta adhesiva
negra. El hombre mayor escucha en una vieja radio el Réquiem de Mozart
acompañando del último perro con vida: Mozart.)
Me tranquiliza pensar que hay cosas hermosas en este mundo que seguirán existiendo
una vez hayamos desaparecido, Mozart. Y esto no es ninguna tontería, Mozart, esto es,
quizá, lo más importante que he dicho en mi vida. Me ha costado admitir que en
cualquier vida, incluso en la tuya, Mozart, pueda suceder cosas hermosas. Y esto no es
ninguna tontería, Mozart. De un tiempo a esta parte sólo pienso en cosas hermosas. Por
ejemplo, las mujeres me parecen hermosas, las mujeres con cuellos largos; esta parte de
aquí, el espacio entre la cadera y la cintura, lo que para ti sería el lomo, la piel que cubre
ese espacio, Mozart, me parece hermosa; y luego los pies de las mujeres, y sus
clavículas; y los pechos de una mujer tendida con los brazos en cruz también... Mozart,
sí que es verdad que a las mujeres hay que atenderlas, cuidarlas, hablarles mucho,
hacerles sentir que son imprescindibles, y es verdad, Mozart, las mujeres son
imprescindibles, las mujeres son capaces de soportar el dolor -en eso se parecen a ti- sin
quejarse, siempre tienen fuerzas, y cuando uno cree que ya no puede más siempre hay
una mujer capaz de seguir adelante... yo no he conocido a muchas, es difícil conocer a
una mujer, Mozart, no te creas, no pienses que eso es cosa de una tarde, no, una vida no
es suficiente para conocer a una mujer, yo no he conocido a muchas: a la madre de mi
hijo a la que apenas conocí -te conozco a ti o a cualquier otro perro mejor que a ella-; a
la mujer de mi hijo... apenas recuerdo lo que pasó, Mozart, como el resto de un dibujo
que un niño borra después de haberse equivocado cientos de veces, así recuerdo lo que
pasó: su cara manchada de barro, el barro seco, las grietas, debajo de las grietas su
rostro, el cuerpo de una niña de diez años tendido en unas sábanas inmaculadas, el
placer que me daba sentir la presión de los músculos de sus entrañas, la alegría de un
cuerpo desnudo corriendo por la tierra -como tú, Mozart-, la tierra que compro para
vivir con ella apartado del resto del mundo, la tierra, Mozart, "la tierra, Mozart, le
pertenece a la mujer", me decía mi abuela, y luego los ojos de mi hijo, si pudiera
borrarlos de mi cabeza... pero a esta edad, Mozart, lo que no se ha borrado ya... mejor
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vamos a seguir pensando en cosas hermosas, Mozart: en las plantas que crecen en la
tierra, en los ramos de flores que los chicos regalan a las chicas -algunos porque hay
cada mendrugo por ahí suelto-, a mí siempre me ha gustado regalar flores, Mozart,
aunque no haya sabido muy bien a quién, ver cómo las flores se secan, no, esto no, esto
no es hermoso, las flores secas no, las niñas nórdicas sí, sí, eso sí me parece hermoso,
mira tú, las árabes no, las sudamericanas dependen, las rumanas no que son muy
peligrosas y tú y yo no estamos ya para guerrillas... cepillar a un perro, esto sí que es
hermoso, el sonido del cepillo sobre la piel del perro, acariciar a un perro, acariciarles
mientras mueren, ver cómo parpadean sus ojos, ver el último parpadeo antes de morir,
ver su alma ascendiendo, el hueco que deja su alma en la tierra, eso sí que es hermoso...
Manuela, mi nieta, es hermosa, ir al cine y ver una película donde la vida es fácil
también es hermoso... lo triste, Mozart, lo más triste es que nos hayamos dado cuenta
ahora, cuando ya estamos lentos, cuando ya pensamos en la extinción, cuando ya nos
preparamos para caminar, lentamente -¡qué remedio!- hacia la extinción, nos apagamos,
Mozart, nos apagamos, pero es hermoso ¿no?, es hermoso saber que todo esto seguirá
existiendo, el cine, los perros, las flores, la piel, las mujeres y la tierra, Mozart, la tierra.
(El hombre mayor abandona el cobertizo seguido de Mozart. Caminan despacio. A los
dos les cuesta moverse con facilidad. Sus movimientos son lentos y torpes. El hombre
mayor lleva una cuerda apoyada en su hombro. Se dirigen hacia el final del trozo de
tierra a través de un pequeño sendero entre el olivar. El perro deja de caminar. El
hombre mayor se gira. Lo mira. Le dice: vamos, Mozart, vamos, que ya queda poco. El
hombre mayor y el perro desaparecen entre los árboles al tiempo que anochece por
completo. Oscuridad.)
CUADRO 2
MUJER JOVEN
-Ven.
(El perro menea su trasero inválido. No le hace caso. La niña se acerca al animal. El
perro le olisquea la cara, le lame las mejillas, los labios y las orejas.)
NIÑA
-Ven.
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(La niña lo coge entre sus brazos y lo lleva hasta la camilla.)
(La mujer joven asiente. La niña acaricia el pelaje del perro a contrapelo hasta que la
mujer introduce lentamente la aguja en la vena. El animal se retuerce en silencio. La
niña consuela al animal. Una vez el animal exhala su último soplo de aire, la mujer
joven sella su cadáver en el sudario de plástico precitándolo con cinta adhesiva negra.)
FIN
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