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Cantar 4

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1.

CUARTA SECCIÓN

El alma se me fue detrás de él [8]

La amada 2 Yo duermo, pero mi corazón está despierto.

La voz de mi amado llama:

“¡Ábreme, hermana mía, amiga mía,

paloma mía, hermosa mía!

Porque mi cabeza está empapada de rocío,

mis cabellos con la humedad de la noche”.

3 “Me he quitado la túnica,

¿cómo me la volveré a poner?

Me he lavado los pies,

¿cómo me los voy a ensuciar?”

4 Mi amado alargó su mano a través de la abertura,

y mis entrañas se estremecieron por él.

5 Me levanté yo para abrir a mi amado,

y mis manos destilaron mirra,

mis dedos fluyeron mirra

sobre el cerrojo de la puerta.


6 Yo misma abrí a mi amado,

pero había dado la vuelta, y se había marchado.

El alma se me fue detrás de él.

Lo busqué, pero no lo encontré.

Lo llamé, pero no me respondió.

7 Me encontraron los guardias que recorren la ciudad.

Ellos me golpearon y me hirieron.

me despojaron de mi manto,

esos guardias de las murallas.

8 ¡Júrenme, ustedes,

hijas de Jerusalén!

Si encuentran a mi amado:

¿qué le van a decir?

Que estoy enferma de amor.

El coro 9 ¿Qué distingue a tu amado de los otros amantes,

tú, la más hermosa entre las mujeres?

¿Qué distingue a tu amado de los otros amantes,

para que de esta manera nos hagas jurar?


La amada 10 Mi amado es radiante y cobrizo,

y se distingue entre miles.

11 Su cabeza es oro fino.

Sus cabellos, racimos de palmera,

oscuros como el cuervo.

12 Sus ojos como palomas junto a canales de agua,

bañándose en leche,

descansando junto a la orilla.

13 Sus mejillas,

campos de bálsamo,

un refugio de perfumes.

Sus labios, lirios,

destilan mirra que fluye.

14 Sus brazos son torneados en oro,

engastados con piedras de Tarsis.

Su vientre, marfil pulido,

incrustado de zafiros.

15 Sus piernas son columnas de alabastro,

apoyadas sobre pedestales de oro fino.


Su porte es como el Líbano,

esbelto como los cedros.

16 Su paladar es una dulzura

y todo él es un encanto.

Así es mi amado. Así es mi amigo,

hijas de Jerusalén.

El coro 6 1 ¿Adónde se fue tu amado?

Tú, la más hermosa entre las mujeres.

¿Hacia dónde se dirigió tu amado?

¡Lo buscaremos contigo!

La amada 2 Mi amado bajó a su jardín,

a los campos del bálsamo,

a pastorear en los jardines

y a recoger lirios.

3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío;

él pastorea entre lirios.

Única es ella[9]

1 Re 11,1-3; 14,17
El amado 4 Tú eres hermosa como Tirsá, amiga mía;

encantadora como Jerusalén,

imponente como un batallón.

5 Aparta tus ojos de mí,

porque ellos me cohíben.

Tus cabellos, como un rebaño de cabras,

que descienden por las laderas del Galaad.

6 Tus dientes, como un rebaño de ovejas,

que acaban de bañarse.

Todas ellas tienen crías mellizas

y entre ellas ninguna es estéril.

7 Una rodaja de granada es tu mejilla,

cubierta con tu velo.

8 Sesenta son las reinas,

ochenta, las concubinas,

y las muchachas son innumerables,

9 Pero ella es única, mi paloma, mi hermosa.

Única es ella para su madre,

intachable para quien la dio a luz.


La ven las muchachas,

y la aclaman dichosa;

las reinas y las concubinas la alaban.

El coro 10 ¿Quién es esta

que surge como la aurora,

hermosa como la luna,

brillante como el sol,

imponente como batallón?

La amada 11 Al jardín de los nogales he bajado,

para ver el verdor del valle,

para ver los retoños de la vid,

y los granados en flor.

12 Sin darme cuenta,

me sentí transportada

a la carroza del príncipe de mi pueblo.

¡Amor colmado de delicias![10]

1 Re 1,2-4

El coro 7 1 ¡Vuelve, vuelve, Sulamita!


¡Vuelve, vuelve, para que te veamos!

El amado ¿Qué es lo que admiran en la Sulamita

cuando danza entre dos coros?

2 ¡Qué hermosos son tus pies en las sandalias,

hija de príncipe!

Las curvas de tus caderas son como joyas,

obra maestra de un artista.

3 Tu ombligo es una copa redonda:

¡Que no le falte la fragancia del vino!

Tu vientre, un montoncito de trigo,

rodeado de lirios.

4 Tus dos pechos son como dos crías,

mellizas de gacela.

5 Tu cuello es una torre de marfil.

Tus ojos, como piscinas de Jesbón,

junto a la puerta de Bat-Rabín.

Tu nariz, como la torre del Líbano,

que vigila hacia Damasco.


6 Tu cabeza se eleva como el Carmelo.

Los cabellos de tu cabeza son como la púrpura:

un rey está prisionero en las trenzas.

7 ¡Qué hermosa y qué encantadora eres,

amor colmado de delicias!

8 Tu talle se asemeja a la palmera

y tus pechos, a sus racimos.

9 Me dije: “¡Treparé a la palmera, agarraré sus dátiles,

y serán entonces tus pechos como racimos de uva,

y la fragancia de tu aliento como manzanas!”.

10 Tu paladar es como el vino mejor:

que corre directamente hacia mí

y fluye entre los labios y los dientes.

Salgamos de madrugada a las viñas[11]

La amada 11 Yo soy de mi amado,

y él tiene puesto su deseo en mí.

12 ¡Ven, amado mío,


salgamos al campo,

pasemos la noche entre plantas de alheña!

13 Salgamos de madrugada a las viñas.

Veamos si ha brotado la vid,

si se han abierto los pimpollos,

si han florecido los granados.

Allí te entregaré mi amor.

14 Las mandrágoras exhalan su fragancia,

y nuestra puerta rebosa de los mejores frutos:

los nuevos y los antiguos, amado mío,

los he guardado para ti.

8 1 ¿Quién podría hacer que fueses mi hermano,

un amamantado por los pechos de mi madre?

Así, si te encontrase en público te besaría,

y nadie podría despreciarme.

2 Entonces, te llevaría,

y te conduciría a la casa de mi madre,

la que me ha educado,

y yo te daría a beber un vino de aromas,

el néctar de mis granadas.

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