Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
137 vistas22 páginas

Poesia Infantil

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1/ 22

RAFAEL ALBERTI

PREGÓN

¡Vendo nubes de colores:


las redondas, coloradas,
para endulzar los calores!

¡Vendo los cirros morados


y rosas, las alboradas,
los crepúsculos dorados!

¡El amarillo lucero,


cogido a la verde rama
del celeste duraznero!

¡Vendo la nieve, la llama


y el canto del pregonero!

EL MAR, LA MAR

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,


a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste


del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste


acá?

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;


que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor; la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;


que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.


Tú, en la cumbre de una rama.)

CARMEN CONDE

Llamando al hijo
  Cuando tu me llamas
todos los pájaros cantan;
la mar y sus caracolas
al corazon lo levantan.

  Cuando tú me llamas
el cuerpo se sobresalta:
que es un romero sin sed
y no necesita el agua.

  Cuando tú no me llamas
la vida se me desgana.
Se convierte en un erial
que ya no produce nada

Pero, mi niño es tan débil....


  Le dije a la luz: no quiero
que la noche me persiga.
Y la luz me contestó:
lo imposible, no lo pidas.

  Quiero que todos me vean


porque estoy desconsolada;
el amor que era mi vida,
la noche siempre lo apaga.

  Ya no vendrá por la noche,


sólo brillará en el día.
Es un amor tan pequeño
que necesita alegría.

  Yo puedo quererle siempre,


si hace sol o no lo hace.
Pero, es un amor tan débil
que necesita alumbrarse.

El pájaro ruiseñor
  A mi me canta en el pecho
un pajaro ruiseñor.

  A ti te canta en la boca


el beso que te doy yo.

   Cuántas aves se reúnen


para hacerse una canción!

  Abro la mano y espero


que se pose el ruiseñor.
  Cierras la boca y en ella
se mete mi corazón.

   Cuidalo como yo cuido


en mi pecho al ruiseñor

ANTONIO GRACÍA TEIFEIRO

Hay una corneta

A Susi

Hay una corneta


que flota en el cielo,
muy lejos del suelo
ligera y coqueta.

Hay una corneta


que imita a una nube:
ya baja, ya sube,
jamás se está quieta.

Hay una corneta


de vivos reflejos:
parecen espejos
buscando una meta.

Hay una corneta,


serpiente de espuma,
que deja a la bruma
de sueños repleta.

En un trozo de papel

En un trozo de papel
con un simple lapicero
yo tracé una escalerita,
tachonada de luceros.

Hermosas estrellas de oro.


De plata no había ninguna.
Yo quería una escalera
para subir a la Luna.

Par a subir a la Luna


y secarle sus ojitos,
no me valen los luceros,
como humildes peldañitos.

¿Será porque son dorados


en un cielo azul añil?
Sólo sé que no me sirven
para llegar hasta allí.

Estrellitas y luceros,
pintados con mucho amor,
¡quiero subir a la Luna
y llenarla de color!

Yo quiero reir

Yo quiero reir.
No quiero llorar.
Yo quiero sentir
el verde del mar.

El verde del mar


y el azul del cielo.
Yo quiero, yo quiero
tal vez navegar.

Sí, sí, navegar


arriba, en el cielo.
Tratar de volar
de espaldas al suelo.

Un pájaro, un pez,
yo quisiera ser
y poder cruzar
las nubes y el mar.

De ola en ola

De ola en ola,
de rama en rama,
el viento silba
cada mañana.

De sol a sol,
de luna a luna,
la madre mece,
mece la cuna.

Esté en la playa
o esté en el puerto,
la barca mía
la lleva el viento.

En medio del puerto

En medio del puerto,


con velas y flores,
navega un velero
de muchos colores.

Diviso a una niña


sentada en la popa:
su cara es de lino,
de fresa, su boca.

Por más que la miro,


y sigo mirando,
no sé si sus ojos
son verdes o pardos.

En medio del puerto,


con velas y flores,
se aleja un velero
de muchos colores.

Tenía una guitarra

Tenía una guitarra


cansada, ya sin cuerdas.
Decía sus canciones
con la ronca madera.
Yo le pedía flores
azules que me diera.
Ella, resquebrajado
su sueño de madera,
con lágrimas mojaba
mis manos ¡tan pequeñas!
Alrededor volaban
palomas de madera.

GLORIA FUERTES

AUTOBIO
Nací a muy temprana edad.
Dejé de ser analfabeta a los tres años,
virgen, a los dieciocho,
mártir, a los cincuenta.

Aprendí a montar en bicicleta,


cuando no me llegaban
los pies a los pedales,
a besar, cuando no me llegaban
los pechos a la boca.
Muy pronto conseguí la madurez.

En el colegio,
la primera en Urbanidad,
Historia Sagrada y Declamación.]
Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban.
Me echaron.
Nací sin una peseta. Ahora,
después de cincuenta años de trabajar,
tengo dos.
La pata mete la pata
La pata desplumada,
cua, cua, cua,
como es patosa,
cua, cua, cua,
ha metido la pata,
cua, cua, cua,
en una poza.

-¡Grua!, ¡grua!, ¡grua!


En la poza había un Cerdito
vivito y guarreando,
con el barro de la poza,
el cerdito jugando.

El cerdito le dijo:
-Saca la pata,
pata hermosa.
Y la pata patera
le dio una rosa.

Por la granja pasean


comiendo higos.
¡El cerdito y la pata
se han hecho amigos!

La oveja
La oveja bala,
(a base de balidos
las ovejas se comunica
con sus vecinos).
La oveja es torpe,
sólo se sabe una letra
la be.
Me dice: -Be,
Be,
Be.
(Me voy)

La gallinita
La gallinita,
en el gallinero,
dice a su amiga
-Cuánto te quiero.

Gallinita rubia
llorará luego,
ahora canta:
-Aqui te espero...

"Aqui te espero,
poniendo un huevos",
me dio la tos
y puse dos.

Pensé en mi ama,
¡qué pobre es!
Me dio penita...
¡y puse tres!

Como tardaste,
esperé un rato
poniendo huevos,
¡y puse cuatro!

Mi ama me vende
a doña Luz.
¡Yo con arroz!
¡qué ingratitud!

El gallo despertador
Kikirikí,
estoy aquí,
decía el gallo
Colibrí.

El gallo Colibrí
era pelirrojo,
y era su traje
de hernoso plumaje.

Kikirikí.
levántate campesino,
que ya está el sol
de camino.

-Kikiriki.

levántate labrador,
despierta con alegria,
que viene el dia.

-Kikiriki.

Niños del pueblo


despertad con el ole,
que os esperan en el "cole'.
El pueblo no necesita reloj,
le vale el gallo despertador.

JOSE DE ESPRONCEDA

Cancion del Pirata

Con diez cañones por banda,


viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman,
por su bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado; al otro, Europa;
y allá a su frente, Estambul.
«Navega, velero mío,
sin temor;
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
cien naciones
sus pendones
a mis pies.»
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.»
Que es mi barco mi tesoro...
«A la voz de ¡Barco viene!
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.»
Que es mi barco mi tesoro...
«¡ Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte
y al mismo que me condena
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo
sacudí.»
Que es mi barco mi tesoro...
«Son mi música mejor
aquilones;
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento
y del viento
al rebramar
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por la mar.»
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

TRASCIELO DEL CIELO AZUL


¡Qué miedo el azul del cielo!
¡Negro!
¡Negro de día, en agosto!
¡Qué miedo!
¡Qué espanto en la siesta azul!
¡Negro!
¡Negro en las rosas y el río!
¡Qué miedo!
¡Negro, de día, en mí tierra
-¡negro!-
sobre las paredes blancas!
¡ Qué miedo!

Alamo Blanco
Arriba canta el pájaro y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo, se me abre el alma.)
Entre dos melodías la columna de plata.
Hoja, pájaro, estrella; baja flor, raíz, agua.
Entre dos conmociones la columna de plata.
(Y tú, tronco ideal, entre mi alma y mi alma.)

Mece a la estrella el trino, la onda a la flor baja.


(Abajo y arriba, me tiembla el alma.)

Canción de Invierno
Cantan. Cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Ha llovido. Aún las ramas


están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaulas.


No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...

Yo no sé dónde cantan
los pájaros -cantan, cantan-
los pájaros que cantan.

Iba tocando mi flauta

Iba tocando mi flauta


a lo largo de la orilla;
y la orilla era un reguero
de amarillas margaritas.

El campo cristaleaba
tras el temblor de la brisa;
para escucharme mejor
el agua se detenía.

Notas van y notas vienen,


la tarde fragante y lírica
iba, a compás de mi música,
dorando sus fantasías,

y a mi alrededor volaba,
en el agua y en la brisa,
un enjambre doble de
mariposas amarillas.

La ladera era de miel,


de oro encendido la viña,
de oro vago el raso leve
del jaral de flores níveas;

allá donde el claro arroyo


da en el río, se entreabría
un ocaso de esplendores
sobre el agua vespertina...

Mi flauta con sol lloraba


a lo largo de la orilla;
atrás quedaba un reguero
de amarillas margaritas...

FEDERICO GARCÍA LORCA

EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO


A Mademoiselle Teresita Guillén
tocando un piano de siete notas

El lagarto está llorando.


La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer


su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,


ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente


monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,


lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!


¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay cómo lloran y lloran,


¡ay!, ¡ ay!, cómo están llorando!

CANCIÓN TONTA

Mamá.
Yo quiero ser de plata.

Hijo,
tendrás mucho frío.

Mamá.
Yo quiero ser de agua.

Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Bórdame en tu almohada.

¡Eso sí!
¡Ahora mismo!

MARIPOSA

Mariposa del aire,


qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
No te quieres parar,
pararte no quieres.
Mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

FRANCISCO DE QUEVEDO

Poderoso Caballero
Poderoso caballero
es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues, de puro enamorado,
de contino anda amarillo:
que, pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Es galán y es como un oro,
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Son sus padres principales
y es de noble descendiente,
porque en la venas de Oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Mas, ¿a quién no maravilla
ver su gloria sin tasa
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al baxo silla
y al cobarde hace guerrero,
Poderoso caballero
es don Dinero.

Sus escudos de armas nobles


son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismo robles
da codicia su minero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(aunque son sus duelos hartos),
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad:
pero pues da calidad
al noble y al pordiosero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
Poderoso caballero
es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
(mirad si es harto sagaz),
sus escudos en la paz,
que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre lo entierra
y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
es don Dinero.

A una nariz
   Erase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Erase un espolón de un galera,
érase una pirámide de Egito;
las doce tribus de narices era.
Erase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.

LOPE DE VEGA

Lope de Vega
Un soneto me manda hacer Violante;
en mi vida me he visto en tal aprieto,
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante


y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,


y aún parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aún sospecho


que estoy los trece versos acabando:
contad si son catorce, y está hecho.

SERVIR A BUENOS

¡Oh lágrimas de amor, dulce violencia!


¡Oh llanto poderoso, oh fuerte encanto!
¡Oh sirena fingida, a cuyo canto
calla el rigor y duerme la prudencia!

Contigo no hay valor, poder ni ciencia,


que puede tanto un amoroso llanto,
que el cielo, con poder y saber tanto
no tiene para el llanto resistencia.

Pues siendo de mujer, celos y enojos


ni aun agravios sabrán mover el labio,
sino darle mil almas por despojos.

No se fie el más cuerdo, honrado y sabio,


porque si espera ver llorar sus ojos,
perdonará después cualquier agravio.

PORFIAR HASTA MORIR

¡Oh confusión de mi amoroso engaño!


¡Esto faltaba solo a mi tormento!
¿En qué puede ofender mi pensamiento
la hermosa causa de mi eterno daño?

¡Oh ley cruel! ¡Oh injusto desengaño!


¿Que aun no quiere que sienta el mal que siento?
¿Qué honor puede quitar mi entendimiento,
con cuyos versos mi esperanza engaño?

Mandarme que no quiera es la violencia


mayor que puedo hacer a mi sentido,
y en presencia del bien sufrir ausencia;

que estando, como estoy, de amor perdido,


aumentará el amor la resistencia;
que para largo amor no hay breve olvido.

CANTAR DE SIEGA

Blanca me era yo
cuando entré en la siega;
diome el sol y ya soy morena.
Blanca solia yo ser
antes que a segar viniese
mas no quiso el sol que fuese
blanco el fuego en mi poder.
Mi edad al amanecer
era lustrosa azucena;
¡o diome el sol y ya soy morena.

El gran duque de Moscovia (1603-1606).

MAYA

En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas
Riense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores
retumba el campo.

II

Sale el mayo hermoso


con los frescos vientos
que le ha dado marzo
de céfiros bellos.
Las lluvias de abril
flores le trujeron:
púsose guirnaldas,
en rojos cabellos.
Los que eran amantes
amaron de nuevo
y los que no amaban
a buscarlo fueron.
Y luego que vieron
mañanas de mayo,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.

El robo de Dina.
Madrid, 1638.

TREBOLE

Trébole, ¡ay Jesús, cómo gúele!


Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!

Trébole de la casada
que a su esposo quiere bien;
de la doncella también
entre paredes guardada,
que fácilmente engañada
sigue su primer amor.

Trébole, ¡ay Jesús, cómo gúele!


Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!

Trébole de la soltera
que tantos amores muda;
trébole de la viuda
que otra vez casarse espera,
tocas blancas por defuera
y faldellín de color.

Trébole, ¡ay Jesús, cómo gúele!


Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!

Peribañez.

ANTONIO MACHADO

LAS MOSCAS

Vosotras, las familiares,


inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡ Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS


POR LA MUERTE DE DON GUIDO

Al fin, una pulmonía


mato a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dán!
Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo,
y un maestro
en refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza,
era su monotonía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.
Y asentóla
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
a escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.
Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
-¡aquel trueno!-,
vestido de nazareno.

Hoy nos dice la campana


que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares


y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?
Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!...
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.

¡Oh las enjutas mejillas,


amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho!
¡O fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho;
metido en tosco sayal,
las yertas manos en cruz,
¡ tan formal!
el caballeto andaluz.

GABRIELA MISTRAL

LA MAESTRA RURAL

A Federico de Onís.
La maestra era pura. «Los suaves hortelanos»,
decía, «de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».

La maestra era pobre. Su reino no es humano.


(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!


Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
era ella la insigne flor de su santidad.

¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,


largamente abrevaba sus tigres el dolor.
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡ más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh labriego, cuyo hijo de su labio aprendía


el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!

Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste


su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!

Pasó por él su fina, su delicada esteva,


abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

Daba sombra por una selva su encina hendida


el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba donnida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

Y en su Dios se ha dorrnido, como en cojín de luna;


almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!

Como un henchido vaso, traía el alma hecha


para dar ambrosía de toda eternidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.

Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta


púrpura de rosales de violento llamear.
¡ Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!

CARICIA
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,


no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo


lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste


me los tengo que gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...

COSAS

Amo las cosas que nunca tuve


con las otras que ya no tengo:

Yo toco un agua silenciosa,


parada en pastos friolentos,
que sin un viento tiritaba
en el huerto que era mi huerto.

La miro como la miraba;


me da un extraño pensamiento,
y juego, lenta, con esa agua
como con Pez o con misterio.

Pienso en umbral donde deje


pasos alegres que ya no llevo,
y en el umbral veo una llaga
llena de musgo y de silencio.

Me busco un verso que he perdido,


que a los siete años me dijeron.
Fue una mujer haciendo el pan
y yo su santa boca veo.

4
Viene un aroma roto en ráfagas;
soy muy dichosa si lo siento;
de tan delgado no es aroma,
siendo el olor de los almendros.

Me vuelve niños los sentidos;


le busco un nombre y no lo acierto,
y huelo el aire y los lugares
buscando almendros que no encuentro...

Un río suena siempre cerca.


Ha cuarenta años que lo siento.
Es canturía de mi sangre
o bien un ritmo que me dieron.

O el río Elqui de mi infancia


que me repecho y me vadeo.
Nunca lo pierdo; pecho a pecho,
como dos niños, nos tenemos.

Cuando sueño la Cordillera,


camino por desfiladeros,
y voy oyendoles, sin tregua,
un silbo casi juramento.

Veo al remate del Pacifico


amoratado mi archipielago,
y de una isla me ha quedado
un olor acre de alción muerto...

Un dorso, un dorso grave y dulce,


remata el sueño que yo sueño.
Es al final de mi camino
y me descanso cuando llego.

Es tronco muerto o es mi padre,


el vago dorso ceniciento.
Yo no pregunto, no lo turbo.
Me tiendo junto, callo y duermo.

Amo una piedra de Oaxaca


o Guatemala, a que me acerco,
roja y fija como mi cara
y cuya grieta da un aliento.

Al dormirme queda desnuda;


no se por qué yo la volteo.
Y tal vez nunca la he tenido
y es mi sepulcro lo que veo...

También podría gustarte