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Derecho Del Consumidor (PR)

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DERECHO DEL CONSUMIDOR

WALTER FERNANDO KRIEGER


SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

DERECHO
DEL CONSUMIDOR

Segunda edición
Krieger, Walter F.
Derecho del consumidor / Walter F. Krieger ; Sergio Sebastián
Barocelli. - 2a edición especial - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
: El Derecho, 2020.
Libro digital, HTML

Archivo Digital: online


ISBN 978-987-8368-07-8

1. Derechos del Consumidor. I. Barocelli, Sergio Sebastián II.


Título

Todos los derechos reservados

A. M. de Justo 1300 • Segundo Piso • (C1107AAZ)


Tel. 4349-2277 • info@elderecho.com.ar
Febrero de 2020

ISBN: 978-987-8368-07-8

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723


Printed in Argentina - Impreso en la Argentina
PRÓLOGO

No tenemos dudas de que los últimos años se han converti-


do en un verdadero desafío para todos los que nos desenvolve-
mos en el mundo del Derecho Civil; jueces, abogados, docentes
y alumnos asistimos a un tiempo de cambio legislativo que no se
vivía en nuestro país desde la sanción de la Ley 17.711 en el año
1968.
Pero en el ámbito del derecho del consumidor, el desafío es
constante; la dinámica de los mercados y las sociedades obligan a
revisar una y otra vez las soluciones que hasta el momento se creían
como definitivas para adaptarlas a nuevas realidades.
Creemos además, como bien dice Gabriel Stiglitz, que el dere-
cho del consumidor es un derecho de lucha, de pugna de intereses,
en la que debe prevalecer la protección de los más débiles, de aque-
llos que están en desventaja en el mercado; dado que su protección,
además de ser beneficiosa para la dinámica de la economía, es un
acto de justicia elemental.
El derecho del consumidor no es una rama del Derecho pen-
sada para abogados o jueces; como bien lo dice su nombre, es un
derecho de los consumidores, ello es, de todos.
Por lo tanto, la tutela de los derechos debe necesariamente
comenzar por educar, por difundir los derechos de los que gozan los
ciudadanos, porque los derechos que se desconocen son derechos
que no se ejercen.
El segundo paso para la tutela eficaz es para el legislador,
quien debe tener siempre en mente, a la hora de sancionar leyes, la
frase de Scalabrini Ortiz: “Todo aquello que no se legisla expresa-
mente a favor del más débil, se legisla a favor del más fuerte; y el
más fuerte no necesita legislación que lo proteja pues lo protege su
propia fuerza”.
8 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Es este entonces nuestro aporte para la difusión de los derechos


del consumidor para todo aquél que quiera acercarse a indagar en el
área.
Una reflexión final sobre esta obra:
Es el fruto de un trabajo en conjunto de dos amigos de años
que se han formado a la par y que tienen muchas veces ideas dife-
rentes sobre el camino por seguir y sobre la interpretación de las
normas; pero que dichas diferencias, lejos de alejarlos, los han enri-
quecido mutuamente.
Es entonces una muestra de que es posible la construcción
en el disenso, el avanzar con ideas dispares y llegar a un objetivo
común.
En los tiempos que corren, esta obra deja un testimonio de que
la concordia en las diferencias es posible.

Buenos Aires, 29 de febrero de 2016


PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Con enorme alegría hemos recibido la noticia de la editorial El


Derecho del agotamiento de la primera edición de este Derecho del
Consumidor que escribiéramos hace un año atrás.
La actualidad y el interés en la materia se han visto reflejados
en la avidez de estudiantes, docentes y profesionales que han elegi-
do nuestra propuesta como puerta de ingreso al mundo de la protec-
ción jurídica de consumidores y usuarios.
En agradecimiento a todos los que han adquirido la obra, y con
la convicción de que la difusión es el mejor aporte que podemos
hacer los autores para la “educación del consumidor” como manda
el Art. 42 de la Constitución Nacional, es que nos hemos ocupado
de actualizarla y ordenarla.
Para ello, hemos revisado la sistematización de los principios
del Derecho del Consumidor, hemos agregado los impactos de
reformas que las leyes 27.250, 27.265 y 27.266 han realizado a la
Ley de Defensa del Consumidor y un análisis de los efectos de la
adhesión de la República Argentina al Convenio de Montreal sobre
Unificación de Ciertas Reglas para el Transporte Aéreo Internacio-
nal sobre el contrato de transporte aéreo y, además, hemos cam-
biado la estructura del capítulo sobre acciones de responsabilidad
estableciendo al régimen de garantías como un sistema autónomo e
independientes del sistema de responsabilidad por incumplimiento
contractuales y daños por vicios o defectos del producto o servicio.
Esperamos que esta nueva edición tenga la misma acogida que
la anterior y constituyéndose como material de consulta para todo
aquél que necesite acceder en forma simple y concreta al Derecho
del Consumidor.

Buenos Aires, mayo de 2017


Capítulo I
EL DERECHO DEL CONSUMIDOR
Y EL NUEVO CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL
Sergio Sebastián Barocelli

I. Introducción

Como hemos sostenido en otras oportunidades, el derecho del


consumidor es la respuesta del campo jurídico a las transformacio-
nes sociales, políticas, económicas, culturales y tecnológicas que
atravesaron y atraviesan las sociedades en Occidente como conse-
cuencia de la consolidación de la llamada “sociedad de consumo”.
En ese contexto de producción tecnificada y masificada, estanda-
rización y despersonalización de las condiciones de comercializa-
ción de bienes y servicios, agresivas campañas de publicidad, moda,
construcción del “poder de la marca” y otras prácticas comerciales,
masificación del crédito y situaciones de monopolio y oligopolio,
las relaciones entre quienes adquieren o utilizan bienes o servicios
para satisfacer necesidades domésticas y quienes proveen bienes y
servicios en el mercado se dan en un marco de desigualdad estruc-
tural, caracterizada por la debilidad y vulnerabilidad los consumido-
res y usuarios1.
Por tanto, el derecho del consumidor se erige como un siste-
ma de normas principiológicas, de orden público y fuente consti-
tucional, con carácter esencialmente protectorio de la parte débil y
vulnerable; esto es, de aquellos que adquieren o utilizan bienes o
servicios para satisfacer necesidades domésticas, que atraviesa todo

1. ARIAS CÁU, Esteban Javier y BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Nece-


saria acreditación de una relación de consumo para los daños punitivos”, La Ley
5-9-2014, 4.
12 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

el ordenamiento jurídico positivo, poniendo en crisis muchos de sus


paradigmas clásicos y resignificando mucho de sus postulados a
la luz de sus normas, principios e instituciones cuando se verifica la
existencia de una relación de consumo2.
En el Derecho Comparado, diversas han sido las experiencias
de desarrollo de este campo jurídico. Podemos distinguir:
a) aquellos ordenamientos jurídicos que han receptado las
normas protectorias de los consumidores dentro de los
Código Civiles (v. gr., el BGB alemán, el Código Civil de
Quebec, el Código Civil holandés);
b) aquellos Estados que han dictado leyes independientes de
defensa del consumidor, coexistiendo y conviviendo enton-
ces el Código Civil y la ley protectoria (v. gr., España, Por-
tugal, la mayoría de los países latinoamericanos, Angola);
c) aquellos países que han consolidado sus leyes protectorias
del consumidor en un “Código”, coexistiendo y convivien-
do entonces el Código Civil y el “Código de Defensa y/o
Protección al Consumidor” (por ejemplo, Brasil, Perú, Ita-
lia, Francia, Luxemburgo).
La experiencia argentina tuvo, si se nos permite la analogía
religiosa, su “bautismo” con la sanción de la Ley 24.240 de Defensa
del Consumidor (LDC) en 1993 y su “confirmación” con la eleva-
ción al rango iusfundamental con la reforma constitucional de 1994,
que incorporó los artículos 41, 42 y 43 y los tratados internacio-
nales con jerarquía constitucional del artículo 75, inciso 22, entre
otras normas directas e indirectas de protección al consumidor en
nuestra ley fundamental federal. La LDC luego sufrió varias modi-
ficaciones: la más importante, en el año 2008, por la Ley 26.361. Y
parecía inscribirse en la categorización del apartado b3.
Dicho panorama se ha transformado con la sanción de la
Ley 26.994, que aprobó el nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación. El nuevo Código ha incorporado diversas normas direc-
tas e indirectas de protección al consumidor, en especial el Libro

2. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Seguros, derecho del consumidor y


daños punitivos”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y de la Empre-
sa, Buenos Aires, La Ley, febrero 2014, p. 80 y sigs., 94.
3. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), 63.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 13

III (Derechos personales) ha establecido un Título III denominado


“Contrato de consumo”. Pero no adscripto a un modelo como el
alemán, holandés o quebequés. Si bien el Código contiene diversos
institutos tuitivos del consumidor, subsisten la Ley 24.240 –a la que
también modifica– y demás normas especiales como dos sistemas
autónomos pero entre los que se establecen puentes y relaciones4.
Como sostuvieron los autores del anteproyecto de Código en
sus fundamentos, las previsiones en materia de derecho del consu-
midor en dicho corpus normativo constituyen una “protección míni-
ma”, un “núcleo duro de tutela”, lo que tiene efectos importantes:
a. en materia de regulación, ello implica que no hay obstácu-
los para que una ley especial establezca condiciones supe-
riores;
b. ninguna ley especial en aspectos similares puede derogar
esos mínimos sin afectar el sistema;
c. también es considerable el beneficio en cuanto a la cohe-
rencia del sistema, porque hay reglas generales sobre pres-
cripción, caducidad, responsabilidad civil, contratos del
Código Civil que complementan la legislación especial pro-
veyendo un lenguaje normativo común;
d. en el campo de la interpretación, se establece un “diálogo
de fuentes” de manera que el Código recupera una centrali-
dad para iluminar a las demás fuentes5.

II. El “diálogo de fuentes” como metodología del nuevo


Código Civil y Comercial

Clásicamente se hablaba de “conflictos de las leyes en el tiem-


po” o “derecho intertemporal” y la solución del “conflicto” sería la
prevalencia de una y la consecuente exclusión (abrogación, deroga-
ción, no aplicación) de otra u otras del sistema. En esta visión “per-
fecta” y “moderna” teníamos la “tesis” (ley antigua), la “antítesis”

4. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del


derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), 63, Ídem.
5. Cf. http://www.nuevocodigocivil.com/pdf/Fundamentos-del-Proyecto.
pdf.
14 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

(ley nueva) y la síntesis (abrogación), que traía claridad y certeza al


sistema6.
Los criterios clásicos de solución de conflictos de leyes eran,
por orden de importancia creciente: 1) la anterioridad (la ley más
nueva supera y retira la ley anterior en conflicto del sistema); 2) la
especialidad (la ley general nueva no deroga la ley especial antigua,
a no ser que la incorpore o incorpore su materia totalmente); 3) la
jerarquía (la ley jerárquicamente superior, por ejemplo, por su ori-
gen constitucional, o una ley complementaria en relación a una ley
ordinaria, o una ley en relación a un decreto o una resolución admi-
nistrativa, tiene prioridad de aplicación y puede afectar o derogar a
la ley de jerarquía inferior en conflicto)7.
Cuando los campos de aplicación eran realmente coinciden-
tes, y las normas incompatibles entre sí, la solución del conflicto de
leyes, la solución clásica, era “definitiva”, sería la abrogación de una
de las leyes (abrogación total) o derogación de alguna de sus dispo-
siciones. Podemos comparar la abrogación como la “muerte” de una
norma jurídica: significa quitar la fuerza obligatoria, la vigencia de
una norma, por incompatible como las nuevas normas impuestas por
el legislador; significa su salida definitiva del sistema de Derecho8.
Los criterios clásicos de solución de conflictos se resolvían por
la abrogación (total o parcial) de una de las leyes en conflicto, si
eran incompatibles entre sí, si una regulaba enteramente la materia
que trataba la ley anterior, o por la derogación expresa9.
Erik Jayme alerta, sin embargo, que en tiempos posmoder-
nos no se permite más este tipo de claridad o “monosolución”, ni
siquiera la jerarquía de las leyes es clara, sino solamente de los
valores constitucionales10. En estos nuevos tiempos, la superación

6. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “Superaç ão das antinomias pelo diálo-


go das fontes: o modelo brasileiro de coexistência entre o Código de Defesa do
Consumidor e o Código Civil de 2002”, Revista de Direito do Consumidor, vol.
51, jul-set. 2004, p. 43 y sigs.
7. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “O ‘diálogo das fontes’ como método
da nova teoria geral do direito: um tributo a Erik Jayme”, en LIMA MARQUES,
Claudia Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora
Revista dos Tribunais, 2012, p. 33.
8. Ídem.
9. Cf. ibídem, p. 34.
10. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “Superação das antinomias pelo diálo-
go das fontes: o modelo brasileiro de coexistê ncia entre o Código de Defesa do
DERECHO DEL CONSUMIDOR 15

de los paradigmas es sustituida por la convivencia de los paradig-


mas, la derogación expresa por la incerteza de la abrogación tácita
y, por fin, por la convivencia de las leyes con campos de aplicación
diferentes, pero convergentes, en un mismo sistema jurídico, plu-
ral, fluido, mutable y complejo. Erik Jayme propone entrar en la
segunda solución: la coordinación de esas fuentes; de la retirada del
sistema (abrogación) o “monólogo” de una norma a la convivencia
de las normas o “diálogos de las fuentes”11.
Este escenario de “plurijuridismo”12, de complejidad, fragmen-
tación y pluralidad de fuentes, propia del Derecho Posmoderno,
requiere la coordinación de las normas al interior del sistema jurí-
dico. Para ello, el jurista Erik Jayme ha acuñado, desde lo metodo-
lógico, el llamado “diálogo de fuentes” al que aluden los autores
del anteproyecto. Jayme bautizó como “diálogo” de las fuentes la
aplicación simultánea, coherente y coordinada de fuentes legislati-
vas convergentes. Sostiene dicho autor que “el descubrimiento de
la finalidad de las normas se da por medio de la convivencia y del
‘diálogo’ entre ellas. La labor del juez es coordinar estas fuentes,
escuchando lo que dicen en su diálogo”13.
La expresión “diálogo de las fuentes” es semiótica y autoexpli-
cativa: di-a-logos, dos “lógicas”, dos “leyes” a seguir y a coordinar
un solo encuentro con “a”, una “coherencia” necesariamente “a res-
taurar” los valores desde el sistema, de esta nueva orden de las fuen-
tes, en que una no más “anula” a otra (en lo que sería un monólogo,

Consumidor e o Código Civil de 2002”, ob. cit., Revista de Direito do Consumi-


dor, vol. 51, jul-set. 2004, p. 43 y sigs.
11. Cf. JAYME, Erik, “Identité culturelle et integration: le droit internatio-
nale privé postmoderne”, en Recueil des Cours de l’Académie de Droit Interna-
tional de la Haye, Haye, Nihjoff, 1995, II, p. 259.
12. “El vocablo plurijuridismo se emplea para atribuir una cualidad al
ordenamiento normativo cuando en él existe ‘polisistemia simultánea’, que es
un encuentro de sistemas jurídicos en un mismo lugar y en un mismo tiempo, o
‘pluralismo jurídico’, que consiste en la existencia simultánea de sistemas jurí-
dicos diferentes aplicados a situaciones idénticas en el seno de un mismo orden
jurídico, y también en la coexistencia de una pluralidad de ordenamientos jurídi-
cos distintos que establecen, o no, relaciones de derecho entre ellos” (NICOLAU,
Noemí L., “Las fuentes de las normas y la conflictividad del plurijuridismo desde
la perspectiva del Derecho Civil actual”, en Libro Homenaje al Dr. Benjamín
Pablo Piñón, Santa Fe, Editorial Universidad Nacional del Litoral, 2004, p. 208).
13. JAYME, Erik, “Identité culturelle et integration: le droit internationale
privé postmoderne”, en Haye, Nihjoff, 1995, II, ob. cit., p. 259.
16 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

porque solo una ley “hablaría”, dialogan ambas fuentes, en una apli-
cación conjunta y armoniosa guiada por los valores constitucionales
y, hoy, en especial, por la luz de los Derechos Humanos)14.
El diálogo de las fuentes es una expresión simbólica del nuevo
paradigma de coordinación y coherencia restaurada de un sistema
legal; sistema hoy de fuentes múltiples, con diversos campos de apli-
cación, para crear, en la era pos-descodificación, una gran compleji-
dad del antes simple hecho –o acto– del aplicador de la ley de “esco-
ger” entre las fuentes (en aparente conflicto) la ley o las leyes que
iban a ser aplicadas en el caso concreto; simboliza el pasaje del con-
flicto de las leyes a la coordinación de leyes o de órdenes jurídicos15.
La solución de los conflictos de leyes emerge ahora de un diá-
logo entre las fuentes más heterogéneas. Estas fuentes no se exclu-
yen, no se anulan mutuamente; al contrario, ellas “hablan” unas a
las otras y los jueces son llevados a coordinar esas fuentes “escu-
chando” lo que las fuentes dicen16. Reconstruir la coherencia de un
sistema de derecho, en tiempos de fragmentación, internacionaliza-
ción, flexibilización de valores y jerarquías, en tiempos de necesaria
convivencia de paradigmas y de métodos, de extrema complejidad
y pluralismo de fuentes, no es tarea fácil y exige mucha ciencia y
sensibilidad de los juristas17.
El sistema jurídico presupone una cierta coherencia; el Dere-
cho debe evitar la contradicción. El juez, en presencia de dos fuen-
tes, con valores contrastantes, debe buscar coordinar las fuentes,
en un diálogo de fuentes, que significa una aplicación simultánea,
coherente y coordinada de múltiples fuentes legislativas, leyes espe-
ciales, leyes generales, de origen internacional y nacional, que tie-
nen campos de aplicación convergentes, pero no totalmente coinci-
dentes o iguales18.

14. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “O ‘diálogo das fontes’ como método
da nova teoria geral do direito: um tributo a Erik Jayme”, en MARQUES, Claudia
Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos
Tribunais, 2012, ob. cit., p. 26 y sigs.
15. Cf. MARQUES, Claudia Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San
Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribunais, 2012, ibídem, p. 27.
16. Cf. JAYME, Erik, “Identité culturelle et integration: le droit internatio-
nale privé postmoderne”, en Haye, Nihjoff, 1995, II, ob. cit., p. 259.
17. LIMA MARQUES, Claudia, Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil),
Editora Revista dos Tribunais, 2012, ibídem, p. 19.
18. Cf. JAYME, Erik, “Identité culturelle et integration: le droit internatio-
DERECHO DEL CONSUMIDOR 17

Es justamente la ausencia de coherencia que crea antinomias y


conflictos de leyes en el tiempo, con diferentes campos de aplica-
ción subjetiva y material, resurge la necesidad de coordinación en
todas las áreas del Derecho19.
Los criterios tradicionales no son más exclusivos o suficientes,
más aun frente a la constitucionalización del Derecho Privado. La
teoría de Erik Jayme del diálogo de fuentes se inserta en la tradición
de la visión sistémica y funcional del orden jurídico, actualizada por
una visión internacional y cultural del Derecho y una nueva pers-
pectiva más humanista sobre la relación entre las normas, en el que
los valores-guías serían una valorización de los Derechos Humanos
y la interpretación pro homine20.
El diálogo de fuentes es diálogo entre leyes positivas, pero
también puede alcanzar normas narrativas de inspiración, soft law,
costumbres, principios generales y reconoce la fuerza de los princi-
pios inmanentes del sistema y del bloque de constitucionalidad. Es
teoría humanista y humanizadora, porque utiliza el sistema de valo-
res, para la coordinación restaurativa de su coherencia en el conflic-
to de las leyes en colisión21.
De la misma forma, en la idea de que las leyes no son más
“castillos” estancos y compartimentados “feudos” de una sola ley,
a la orden de los valores constitucionales, las leyes por aplicar
pueden compartir “finalidades y ratios” para alcanzar un resulta-
do justo y de acuerdo con la sociedad y con el sistema de valores
positivizado en la Constitución o recibido en los Derechos Huma-
nos, como un componente político de aplicación e interpretación
del sistema22.
En el “pluralismo posmoderno” la necesidad de coordinación

nale privé postmoderne”, en Recueil des Cours de l’Académie de Droit Interna-


tional de la Haye, Haye, Nihjoff, 1995, II, ob. cit., pp. 60 y 251.
19. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “O ‘diálogo das fontes’ como método
da nova teoria geral do direito: um tributo a Erik Jayme”, en MARQUES, Claudia
Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos
Tribunais, 2012, ob. cit., p. 20 y sigs.
20. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 20 y sigs.
21. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 24 y sigs.
22. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 25.
18 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

entre las leyes de un mismo ordenamiento jurídico es una exigencia


de un sistema eficiente y justo23.
Esto no es una cuestión exclusiva en materia de derecho del
consumidor, sino que esas “relaciones dialógicas” entre Código
Civil y Comercial y leyes especiales se observan también en otras
materias, como niñez y adolescencia, salud mental, personas jurídi-
cas, ambiente, entre otras24.
Así, necesariamente, para entender el dispositivo jurídico apli-
cable a un hecho social, requerirá no solo de un “diálogo horizon-
tal” entre el Código Civil y Comercial y las leyes especiales –en
este caso, las leyes de protección al consumidor–, sino también, pre-
via, y más importante, un “diálogo vertical” de estas normas con
aquellas de fuente constitucional y convencional. En este último
caso no hay, en rigor, un “diálogo”, pero sí un “monólogo”, porque
las reglas superiores preponderan necesariamente sobre aquellas
que se sitúan en un nivel inferior25.
Es “diálogo” en virtud de las influencias recíprocas, diálogo
porque hay aplicación conjunta de las dos normas en un mismo
tiempo y en un mismo caso, sea complementariamente, sea subsi-
diariamente, sea permitiendo la opción voluntaria de las partes por
la fuente prevalente (especialmente en materia de convenciones
internacionales y leyes modelos) o mismo la opción por una solu-
ción flexible y abierta, de interpenetración, o la solución más favo-
rable al más débil de la relación26. El diálogo de las fuentes es ilu-
minado por los valores constitucionales y los Derechos Humanos o
fundamentales; valoriza los valores constitucionales que iluminan
esta solución de coherencia restaurada del sistema, en un Derecho

23. Cf. JAYME, Erik, “Identité culturelle et integration: le droit internatio-


nale privé postmoderne”, en ob. cit., pp. 60 y 251.
24. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit., 63.
25. Cf. DO AMARAL JÚNIOR, Alberto, “El ‘diálogo’ de las fuentes: frag-
mentación y coherencia en el Derecho Internacional contemporáneo”, Academia.
Revista sobre enseñanza del Derecho, año 7, número 13, 2009, p. 71 y sigs.
26. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “O ‘diálogo das fontes’ como método
da nova teoria geral do direito: um tributo a Erik Jayme”, en MARQUES, Claudia
Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos
Tribunais, 2012, ob. cit., p. 28.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 19

Privado que coloca a la persona humana en su centro27. Es una coor-


dinación flexible y útil de las normas en conflicto en el sistema, a
fin de restablecer su coherencia y resaltar los Derechos Humanos.
Se trata de una mudanza de paradigma: de retirada simple (abro-
gación) de una de las normas en conflicto del sistema jurídico (o
monólogo de una sola norma posible para “comunicar” una solu-
ción justa) a la convivencia de esas normas, al diálogo de las nor-
mas para alcanzar su ratio, y la finalidad “narrada” o “comunicada”
en ambas, a la luz de la Constitución, de su sistema de valores y de
los Derechos Humanos en general28.
En materia de derecho del consumidor, el diálogo de las fuen-
tes permite asegurar a la persona humana, consumidora y lega,
una tutela especial y digna, conforme los valores y los principios
constitucionales de protección especial, y renovar la aplicación
del propio sistema constitucional, con prevalencia de los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos, concretizando el principio
pro homine29. El método del diálogo de las fuentes es muy útil en
nuestros días, de gran pluralidad de fuentes y de incerteza en mate-
ria de Teoría General del Derecho: asegura una aplicación del con-
junto de fuentes a favor del consumidor. El diálogo de las fuentes
puede ser usado en varias áreas y disciplinas jurídicas, donde los
derechos fundamentales y los valores constitucionales iluminarán la
aplicación –simultánea y coherente– de varias fuentes. Evita, así,
la necesidad de un examen concreto de la inconstitucionalidad de
alguna de las normas, porque la aplicación conjunta y coordinada
de las fuentes tiene como consecuencia la inexistencia de lagunas,
donde el derecho del consumidor puede ser complementado por
otras leyes y principios, siempre a favor del sujeto tutelado, es decir,
el consumidor30.

27. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “Diálogo das fontes no combate ás


cláusulas abusivas”, Revista de Direito do Consumidor, vol. 45, 2003, p. 75.
28. Cf. LIMA MARQUES, Claudia, “O ‘diálogo das fontes’ como método
da nova teoria geral do direito: um tributo a Erik Jayme”, en MARQUES, Claudia
Lima (coordinadora), Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos
Tribunais, 2012, ob. cit., p. 29.
29. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 29.
30. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 30.
20 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

El método de diálogo de las fuentes es un instrumento nuevo


de coordinación de esas fuentes, de forma de restaurar la coherencia
del sistema, reducir su complejidad y realizar los valores ideales de
la Constitución y de la modernidad, de igualdad, libertad y solida-
ridad en la sociedad. Como los criterios de la escolástica eran
tres –jerarquía, especialidad y anterioridad–, esta nueva visión debe
tener “diálogos”: la nueva “jerarquía”, que es la coherencia dada
por los valores constitucionales y la prevalencia de los Derechos
Humanos; la nueva especialidad, que es la idea de la complemen-
tación o aplicación subsidiaria de las normas especiales, entre ellas,
con tiempo y orden en esta aplicación, primero la más valorativa, des-
pués, en lo que corresponda, las otras; y la nueva anterioridad, que no
viene del tiempo de la promulgación de la ley, pero sí de la necesidad
de adaptar al sistema cada vez que una nueva ley es insertada por el
legislador. Influencias recíprocas guiadas por los valores constitucio-
nales van a conducir ese diálogo de adaptación sistemático31.
Al analizar el diálogo de las fuentes entre las normas del sis-
tema de defensa del consumidor y el Código Civil y Comercial,
tradicionalmente los Códigos Civiles eran Códigos para iguales, un
Código “general” (y no más central o total), en tanto que las normas
de protección al consumidor son un “Código” para diferentes, un
microsistema, subjetivamente especial y materialmente general para
todas las relaciones de consumo32.
La noción de igualdad en el tratamiento de los sujetos des-
iguales presupone que las relaciones mismas, entre proveedores y
consumidores, serán tratadas diferenciadamente y se reconocerá la
vulnerabilidad del consumidor, con un régimen especial y más pro-
tectorio del sujeto vulnerable33.
Los “diálogos” posibles entre las normas del sistema de defen-
sa del consumidor, como leyes anteriores, especiales y jerárquica-
mente constitucionales y el nuevo Código Civil y Comercial, como
ley posterior, general y jerárquicamente inferior, pero trayendo
algunas normas de orden público, serían de tres tipos: a) una ley

31. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 31.
32. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 31.
33. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 31.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 21

puede servir de base conceptual para la otra (diálogo sistémico de


coherencia), especialmente si una ley es general y la otra especial,
si una es la ley central del sistema y la otra un microsistema espe-
cífico; b) una ley puede complementar la aplicación de otra, depen-
der de su campo de aplicación (diálogo de complementariedad y
subsidiaridad), tanto sus normas, cuanto sus principios y cláusulas
generales, que pueden encontrar un uso subsidiario o complemen-
tar; “diálogo” éste exactamente en sentido contrario de la abroga-
ción o derogación clásica, en que una ley era superada y “retirada”
del sistema por la otra, y, por fin, c) el diálogo de las influencias
recíprocas sistémicas, como la redición del campo de aplicación, la
transposición de las conquistas del Richterrecht (derecho de los jue-
ces) alcanzadas en una ley para otra, influencia del sistema especial
en el general y del general en el especial (diálogo de coordinación y
adaptación sistémica)34.
Esa terminología (diálogo sistémico de coherencia, de subsi-
diaridad y de adaptación) puede ser usada también para el diálogo
entre leyes especiales, como las normas de protección al consumi-
dor, y, por ejemplo, las leyes que regulan el sistema financiero35.
La Ley de Defensa del Consumidor es una ley especial, sub-
jetivamente, en lo que dice respecto de los sujetos (ratione perso-
nae), en lo que dice respecto a los consumidores, en sus relaciones
jurídicas con los proveedores. La LDC, sin embargo, es ley general,
materialmente (ratione materia), porque se aplica a todas las rela-
ciones, contractuales y extracontractuales, del sujeto consumidor en
el mercado de consumo36.
También entre leyes especiales hay diálogo de fuentes: diálogo
sistémico de coherencia, diálogo sistémico de complementariedad
o subsidiariedad y diálogo de adaptación o coordinación37. El legis-
lador determina esa aplicación simultánea y coherente de las leyes
especiales.

34. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 31 y sigs.
35. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 32.
36. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 33.
37. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 35.
22 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Estos diálogos de coherencia son orientados por el manda-


miento de protección de los consumidores38. El diálogo de fuentes
es el camino para asegurar la prevalencia del principio pro homine
y de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales39. Supera-
dor de las antinomias a favor de los más débiles40. El diálogo de las
fuentes es siempre una aplicación armónica y sistémica de las leyes
especiales y generales a favor de los derechos fundamentales y de
los valores elevados, sociales y públicos41.
El diálogo de fuentes es siempre a favor del sujeto vulnerable42.
Señala Lima Marques que el método del diálogo de las fuentes no
debe ser usado para retirar derechos del consumidor: el diálogo sólo
puede ser usado a favor del sujeto vulnerable, o se transformará en
analogía in pejus. Cierto es que todos los métodos pueden ser usa-
dos para “el bien o para el mal”, pero el método creado por Erik
Jayme tiene como leitmotiv, o motivo-guía, los Derechos Humanos
y, en ese sentido, sólo puede beneficiar a los consumidores y no
perjudicarlos43.
Pero ese “diálogo”, como comunicación lingüística, deberá
necesariamente realizarse con un código compartido: en el caso del
derecho del consumidor, el diálogo deberá hacerse a la luz de sus
principios. Desarrollaremos esta cuestión a continuación.

III. Fortalecimiento de los principios del derecho del con-


sumidor con el nuevo Código Civil y Comercial

Como venimos sosteniendo, los principios juegan un papel


destacado a la hora de realizar el correcto diálogo de fuentes ver-

38. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 36.
39. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 36.
40. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 63.
41. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 61.
42. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 47.
43. Cf. Diálogo das fontes, San Pablo (Brasil), Editora Revista dos Tribu-
nais, 2012, ibídem, p. 62.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 23

tical y horizontal en materia de derecho del consumidor, toda vez


que los mismos comprenden, contemplan, una serie indefinida de
situaciones. Los principios constituyen líneas directrices que infor-
man algunas normas e inspiran directa o indirectamente una serie
de soluciones por lo que pueden servir para promover y encauzar la
aprobación de nuevas normas, orientar la interpretación de las exis-
tentes y resolver los casos previstos44.
Etimológicamente, el término latino principium está compues-
to por la raíz derivada de pris, que significa “lo antiguo” y “lo valio-
so” y de la raíz cap, que aparece en el verbo capere –tomar– y en el
sustantivo caput –cabeza. Tiene, entonces, un sentido histórico (“lo
antiguo”), un sentido axiológico (“lo valioso”) y un sentido ontoló-
gico (“cabeza”)45.
Los principios generales del Derecho, siguiendo a Norberto
Bobbio46, cumplen cuatro funciones esenciales:
a) Una función creativa, también llamada directiva o finalís-
tica, establece que antes de promulgar la norma jurídica,
el legislador debe conocer los principios para inspirarse en
ellos y poder positivizarlos, es decir, comprende una finali-
dad programática.
b) Una función interpretativa, implica que al interpretar la
norma, el operador debe inspirarse en los principios, para
garantizar una cabal interpretación.
c) Una función integradora, significa que quien va a colmar
un vacío legal, debe inspirarse en los principios para que el
Derecho se convierta en un sistema hermético.
d) Una función limitativa de la autonomía privada.
El Código Civil y Comercial ha dispuesto en su artículo 2º que
los principios y los valores jurídicos son herramientas indispensa-
bles para el intérprete de la tarea hermenéutica47.

44. PLÁ RODRÍGUEZ, Américo, Los principios del derecho del trabajo,
Buenos Aires, Ediciones de Palma, Buenos Aires, 1978, pág. 9.
45. Cf. SÁNCHEZ DE LA TORRE, Ángel, Los principios del Derecho
como objeto de investigación jurídica, Seminario de la Sección de Filosofía del
derecho de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Madrid, Editorial
Actas, 1993, p. 17.
46. BOBBIO, Norberto, Teoría general del Derecho, Bogotá, Temis, 1987,
p. 865.
47. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “El orden público como principio
24 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Los principios, como directrices políticas que suponen una pre-


ferencia axiológica y poseen una dimensión valorativa acentuada,
cumplen un rol fundamental para asegurar la autonomía de la disci-
plina y tienen, por tanto, carácter normativo y su imperatividad no
depende de lo que establezcan las reglas de Derecho Positivo, sino
que constituyen el armazón de la disciplina, y pueden ser utilizados
por los jueces para desactivar aquellas reglas de Derecho Positivo
que, en apariencia, contradigan la finalidad protectoria del derecho
del consumidor.
En este sentido, el nuevo Código Civil y Comercial ha con-
sagrado expresamente como fuente interpretativa del Derecho los
principios y los valores jurídicos; es decir, no sólo los principios
generales del Derecho, sino también los principios propios de cada
“sección” del ordenamiento jurídico48.
Respecto del derecho del consumo, haciendo una lectura sisté-
mica de todo el Código podemos sostener que el mismo ha recep-
cionado y consolidado los siguientes principios.

a) Principio protectorio

El principio protectorio es uno de los principios fundamentales


del derecho del consumidor. Tiene su razón de ser en la situación
de debilidad y vulnerabilidad estructural en la cual se encuentran
situados los consumidores en la “sociedad de consumo”. Encuentra
su anclaje constitucional en el artículo 42 de la Ley Fundamental
que, entre otras importantes cuestiones, establece como deber de las
autoridades, entendidas como los Poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial en los tres niveles de gobierno (federal, provincial y de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal), proveer a la pro-
tección de los derechos de usuarios y consumidores. El principio
protectorio, por tanto, trasciende lo estrictamente jurídico, erigién-
dose también como faro para el diseño e implementación de políti-
cas públicas.

general. Transformaciones y alcances a partir del Código Civil y Comercial”,


elDial.com – DC2041, 23-11-2015.
48. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit., 63.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 25

El nuevo Código Civil y Comercial lo ha recepcionado expre-


samente, en su artículo 1094, al establecerlo no solo como criterio
de interpretación, sino también de aplicación del derecho del con-
sumidor, por lo que de esta manera se ve fortalecido y consolidado.
Para su aplicación, el principio protectorio se suele expresar en
tres formas: A) regla in dubio pro consumidor, B) regla de la norma
más favorable y C) regla de la condición más beneficiosa.
El in dubio pro consumidor como regla de interpretación del
Derecho ya encontraba reconocimiento en el artículo 3º de la LDC,
en tanto que como regla de interpretación convencional tenía ya su
sustento en el artículo 37 de la LDC. Dicha regla constituía, asi-
mismo, un criterio interpretativo de otras vicisitudes de la relación
de consumo, como la oferta o la publicidad (artículo 7º del Decre-
to reglamentario 1.798/1994), y también propugnamos que resul-
ta aplicable a la duda del juzgador en la valoración de las pruebas
aportadas por las partes en el procedimiento o respecto a la subsun-
ción de un hecho en la norma.
En su contenido, la regla in dubio pro consumidor determina
que cuando una norma, general o particular, puede llevar a dos o
más posibles interpretaciones, el intérprete debe privilegiar aquella
que fuese más favorable al consumidor en el caso concreto.
También el in dubio pro consumidor se ha visto fortalecido
en el nuevo Código Civil y Comercial, al expresarse en el artículo
1094 como regla de interpretación del Derecho y en el artículo 1095
como regla hermenéutica de las relaciones de consumo.
La regla de la norma más favorable establece que en caso de
que haya más de una norma aplicable a una situación jurídica, se
opte por aquella que sea más favorable para el consumidor, sin
importar su jerarquía, generalidad o especialidad, orden temporal o
clasificaciones de otro tipo49. Dicha regla también se ha visto con
mayor arraigo en el nuevo Código.
Así, además del artículo 3º de la LDC, encuentra también
su sustento en el artículo 1094, 2ª parte del nuevo Código Civil y
Comercial, en general, y esa regla se extenderá aun para la aplica-
ción retroactiva de leyes supletorias, conforme prevé el 3er párrafo
del artículo 7º del nuevo Código.

49. Cf. RUSCONI, Dante (coordinador), Manual de derecho del consumi-


dor, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2009, p. 133.
26 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Por último, el principio protectorio se ve reflejado también en la


regla de la condición más beneficiosa. Dicha regla prescribe que la
aplicación de una nueva norma nunca debe servir para disminuir las
condiciones más favorables en que pudiera hallarse un consumidor.
Esta regla supone la existencia de una situación más beneficio-
sa anterior, concreta y determinada, que debe ser respetada en la
medida en que sea más favorable. Por tanto, si una situación ante-
rior es más beneficiosa para el consumidor se la debe respetar, esto
es, toda modificación normativa, general o particular, debe ser para
ampliar y no para disminuir derechos.
Dicha previsión encuentra su fundamento iusfundamental en el
artículo 26 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
y en el artículo 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales, que consagra los principios de progre-
sividad y no regresividad de los derechos humanos económicos,
sociales y culturales. El principio de progresividad de los derechos
humanos económicos, sociales y culturales, que resulta aplicable
a los derechos de los consumidores como Derechos Humanos de
tercera generación, contiene una doble dimensión: la primera a la
que podemos denominar positiva, la cual “está expresado a través
del avance gradual en orden a la satisfacción plena y universal de
los derechos tutelados, que supone decisiones estratégicas en miras
a la preeminencia o la postergación de ciertos derechos por razo-
nes sociales, económicas o culturales” y la otra a la que podemos
denominar negativa, que “se cristaliza a través de la prohibición del
retorno, o también llamado principio de no regresividad”50.
Otras previsiones del Código que, entendemos, apuntalan el
principio protectorio son:
1) La previsión del artículo 14 in fine, que dispone que “la ley
no ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales
cuando pueda afectar al ambiente y a los derechos de inci-
dencia colectiva en general”. Mediante tal previsión legal el
legislador ha privilegiado los derechos de incidencia colec-
tiva, como son los derechos de los consumidores, por sobre
los derechos individuales;

50. TOLEDO, Omar Toribio, “El principio de progresividad y no regresividad


en materia laboral”, en Revista Derecho y Cambio Social, Nº 23, en http://www.
derechoycambiosocial.com/revista023/progresividad_y_regresividad_laboral.pdf.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 27

2) La regulación del “abuso de posición dominante” como


supuesto especial de ejercicio abusivo del derecho (artículo
11);
3) El reconocimiento expreso de la inviolabilidad de la perso-
na humana y el respeto de su dignidad (artículos 51 y 52);
4) El derecho a no cumplir obligaciones que impliquen actos
peligrosos (artículo 54)51.

b) Principio de sustentabilidad

El artículo 1094 también consagra como principio de apli-


cación e interpretación del Derecho el principio del “acceso al
consumo sustentable”. Dicho principio, que llamábamos de sus-
tentabilidad52, para establecer necesarios puentes con el Derecho
Ambiental53 subsume dos contenidos: el derecho de acceso al con-
sumo y el derecho al consumo sustentable.
El derecho de acceso al consumo, recordemos, es el primer
derecho de “entrada” al sistema54 y constituye un derecho míni-
mo de inclusión de toda persona humana y, por tanto, de acceso al
consumo de determinados bienes y servicios básicos garantizados

51. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del


derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit., 63.
52. ARIAS CÁU, Esteban J. y BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Juicio eje-
cutivo, títulos de crédito y derecho del consumidor. El Superior Tribunal de Jujuy
ratifica doctrina plenaria, pero siembra alguna incertidumbre”, Revista de Dere-
cho Mercantil, Microjuris, 18-12-2012, MJ-DOC-5999-AR | MJD5999.
53. Así lo denomina la Ley 25.675 General del Ambiente, en su artículo 4º.
54. Si bien no se encuentra enumerado expresamente en el texto constitu-
cional argentino, el derecho de acceso al consumo se encuentra implícito en el
mismo y surge de una interpretación sistémica de las diversas normas constitu-
cionales (artículos 41, 42, 33, 75 inc. 19 y 125) y de los tratados internacionales
con jerarquía constitucional, conforme el artículo 75, inc. 22, CN (v. gr., el artícu-
lo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el
artículo 11 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre;
los artículos 22 y 25.1. de la Declaración Universal de Derechos Humanos, entre
otros) y las Directrices de Naciones Unidas de Defensa del Consumidor. En el
ámbito provincial, ha sido mencionado en el artículo 4º del Código de Imple-
mentación de los Derechos de los Consumidores y Usuarios de la Provincia de
Buenos Aires (Ley Nº 13.133).
28 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

por el Estado (alimentación, vivienda, salud, educación, etc.)55, que


permitan un estándar de vida digno, de modo de cubrir sus nece-
sidades indispensables56. De esta manera, se garantiza a toda per-
sona un estándar razonable de calidad de vida, para la satisfacción
de sus necesidades básicas y las de su familia, como elementos
imprescindibles de la autonomía individual que permita alcanzar el
desarrollo humano, entendido como el desarrollo de la plena poten-
cialidad del ser57.
El consumo sustentable58, en tanto, es el derecho “de cierre”.
Implica, conforme prescriben las Directrices de Naciones Unidas de
Protección al Consumidor, que las necesidades de bienes y servicios
de las generaciones presentes y futuras se satisfacen de modo tal
que puedan sustentarse desde el punto de vista económico, social y
ambiental. Sabido es que el desarrollo sustentable requiere la elimi-
nación de los dos polos de la sociedad de mercado –el consumismo
y la pobreza–, por ser contrarios al equilibrio ecológico, económi-
co y social, presupuesto base de la sustentabilidad59. En este pri-
mer punto, la eliminación de la pobreza encuentra su vinculación
con el ya mencionado derecho de acceso al consumo como un piso
mínimo de inclusión social de todos los habitantes. En cuanto al
consumismo, la cuestión resulta más compleja. La satisfacción con-
sumista, sostiene Bauman, es un programa de vida en la sociedad

55. Cf. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura, Derechos del consumidor, Buenos


Aires, Astrea, 2004.
56. Cf. RUSCONI, Dante (coordinador), Manual de derecho del consumi-
dor, ob. cit., p. 70.
57. Cf. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura, en REGAZZONI, Carlos Javier
(Editor); GARRIDO CORDOBERA, Lidia (Directora), Salud y conciencia públi-
ca, Buenos Aires, Fundación Sanatorio Güemes, 2011.
58. Este derecho se encuentra reconocido de manera expresa en las Direc-
trices de Naciones Unidas sobre protección al consumidor y en algunos textos
constitucionales provinciales, como la Constitución de Entre Ríos, en sus artícu-
los 30, 78 y 83 o en el Código Provincial de Implementación de los Derechos de
los Consumidores y Usuarios de la Provincia de Buenos Aires (Ley N° 13.133),
en sus artículos 3º, inc. f y 8º y 9º. Asimismo, se encuentra implícito en nuestra
Constitución Nacional, a través de una interpretación sistémica del preámbulo y
los artículos 33, 41, 42, 43, 75 inc. 2, 18 y 19 y 125 y constituye una de las atri-
buciones de la autoridad de aplicación federal, conforme el artículo 43 inciso a de
la LDC.
59. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura, en REGAZZONI, Carlos J., Salud
pública y conciencia pública, Buenos Aires, Fundación Sanatorio Güemes, 2009.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 29

de consumo60. Requiere, por tanto, de acciones de concientización


social sobre el uso de bienes y servicios, de forma racional, la bús-
queda de herramientas eficaces para el aprovechamiento equitativo
y sostenible de los recursos naturales sin que afecte las necesidades
de las generaciones futuras, en toda la cadena de producción, dis-
tribución, comercialización y consumo, como así también la regu-
lación de las conductas de mercado que lo promueven, como publi-
cidades ilícitas y técnicas de marketing inapropiadas y otros medios
indirectos como la industria cultural61.
Resulta acertada la inclusión expresa de este principio en mate-
ria de derecho del consumidor, que erige nuevos puentes en las
cuestiones vinculadas al ambiente y el consumo, y que reafirma el
carácter de derecho de tercera generación de los derechos de los
consumidores.

c) Principio de irrenunciabilidad de los derechos

De conformidad con el artículo 65 de la LDC, las normas de


defensa del consumidor son disposiciones de orden público. Por
ser normas de orden público, los derechos de los consumidores son
irrenunciables y las normas de protección a los consumidores deben
ser aplicadas por las autoridades públicas administrativas y jurisdic-
cionales, aun de oficio62.
El principio de irrenunciabilidad de los derechos también se
ha visto reforzado con las previsiones de los artículos 12 y 13 del
nuevo Código Civil y Comercial, que consagra que las convencio-
nes particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya obser-
vancia está interesado el orden público (artículo 12), que está pro-
hibida la renuncia general de las leyes y que los efectos de la ley
pueden ser renunciados en el caso particular, excepto que el orde-
namiento jurídico lo prohíba (artículo 13), situación esta última

60. BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, Buenos Aires, Fondo de Cultu-


ra Económica, Buenos Aires, 2007.
61. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit., 63.
62. Argumento sostenido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
“Uriarte Martínez, Héctor V. otro vs. Transportes Metropolitanos General Roca
S.A. y otros”, del 9/3/2010, Fallos: 333:203.
30 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

de aplicación al derecho del consumidor por su carácter de orden


público de protección.
Por lo tanto, los consumidores no podrán hacer renuncia expre-
sa o tácita de sus derechos, tanto de manera previa como posterior.
El derecho del consumidor debe ser aplicado por los jueces aún
a falta de invocación específica de las partes, a cuya luz debe ser
interpretada la normativa específica aplicable y los argumentos rele-
vantes para la consideración del caso.

d) Principio de buena fe

La buena fe es un principio general de Derecho, presente en


todos sus campos y en las relaciones jurídicas. De raíz constitucio-
nal63, emerge en el nuevo Código del artículo 9º, en general, y en el
artículo 961 en materia contractual.
Sostiene Morello que la buena fe engendra una norma jurídica
completa que se eleva a la categoría de principio general del Dere-
cho, de manera que cabe enunciarla en una comprensión amplia y
abarcativa de suerte que todas las personas deben obrar de buena fe
en sus recíprocas relaciones, adoptando un comportamiento leal64.
En este sentido, suele distinguirse entre buena fe subjetiva, tam-
bién conocida como concepción psicológica de la buena fe, y buena
fe objetiva, también denominada de concepción ética de la buena fe65.
Así, esta última funciona como regla de conducta o comporta-
miento, fundada en la honestidad, en la rectitud, en la lealtad y en
la consideración de los intereses de la otra parte, especialmente en
el sentido de no ocultarle informaciones relevantes66. La buena fe,
tanto en su concepción objetiva como subjetiva, baliza el ejercicio

63. Cf. BIDART CAMPOS, Germán J., “Una mirada constitucional al prin-
cipio de la buena fe”, en CÓRDOBA, Marcos M. (director); GARRIDO COR-
DOBERA, Lidia M. R. y KLUGER, Viviana, Tratado de la buena fe en el Dere-
cho, T. I, Buenos Aires, La Ley, 2.004, T. I, p. 45 y sigs.
64. MORELLO, Augusto Mario, “El principio de la buena fe en la sociedad
del riesgo”, en CÓRDOBA, Marcos M., (director); GARRIDO CORDOBERA,
Lidia M. R. y KLUGER, ob. cit., p. 37.
65. FARIA DE CARVALHO, Diógenes y GONZAGA E CASTRO, Ingrid
Paula, “La buena fe objetiva y la responsabilidad civil contractual en el Dderecho
brasileño”, Revista Jurídica de Daños, Nº 2, 14-3-2012, IJ-LI-485.
66. Derecho brasileño, Revista Jurídica de Daños, Nº 2, 14-03-2012, IJ-LI-
485. Ídem.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 31

de los derechos y compone una verdadera válvula del sistema por


donde surge el elemento moral, posibilitando no sólo la constante
adecuación a la realidad socioeconómica, sino también a la efectiva
realización de la justicia contractual67.
En el campo del derecho del consumidor, el principio de buena
fe, que ya era mencionado expresamente en el artículo 37 de la
LDC, juega como obligación en cabeza tanto del proveedor como
del consumidor. Señala Álvarez Larrondo que la buena fe es coope-
ración y respeto, es conducta esperada y leal, tutelada en todas las
relaciones sociales68.
Del mismo derivan dos “subprincipios” de vital importancia en
el derecho del consumidor: el principio de confianza y el principio
de transparencia.
Respecto del principio de confianza debemos recordar que en
la sociedad de consumo la publicidad, la difusión de la marca y
la imagen corporativa, las promociones y otras configuraciones y
prácticas de mercado generan en el consumidor diversas expectati-
vas respecto de la solvencia, la calidad, la seriedad y eficiencia de
las empresas de las que adquieren o utilizan bienes o servicios. Por
tales configuraciones, los consumidores, de manera lógica y razo-
nable, depositan su confianza en los proveedores de estos bienes
y servicios69. El principio de confianza se perfila, entonces, como
la expectativa que surge dentro de una comunidad de comporta-
miento normal, honesto y cooperativo, basada en normas comunes
compartidas por todos los miembros de esa comunidad70. Por lo
tanto, en el valor confianza importa que el consumidor sustente
la aceptación –como hito del consentimiento contractual– en la
apariencia generada por el proveedor a partir de la profesionalidad
presumida71.

67. Revista Jurídica de Daños, Nº 2, 14-03-2012, IJ-LI-485. Ídem.


68. ÁLVAREZ LARRONDO, Federico M., “La buena fe en la ley 24.240”,
La Ley 9/6/2009, 1.
69. Cf. ARIAS CÁU, Esteban J. y BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Servi-
cios públicos, trato digno y daños punitivos”, Revista Jurídica de Daños, IJ Edi-
tores, 14-3-2012, IJ-LI-177.
70. FUKUYAMA, Francis, Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad
de generar prosperidad, Buenos Aires, Atlántida, Buenos Aires, 1996.
71. Cf. FALCO, Guillermo E., “Cuantificación del daño punitivo”, La Ley
23-11-2011, 1.
32 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

El principio de confianza encuentra su especial arraigo en el


nuevo Código en el artículo 1067, como pauta de interpretación de
los contratos y en el artículo 1725, para la valoración de la conducta
en supuestos de responsabilidad civil.
El principio de transparencia, en tanto, se vincula también con
la actuación en el mercado de los proveedores en cuanto generan
una plena accesibilidad a la información a los consumidores acerca
de los productos o servicios que ofrecen72.
Emparentado directamente con el derecho a la información,
disciplinado en el artículo 42 de la Constitución Nacional, el artícu-
lo 4º de la LDC y numerosas normas especiales, encuentra también
un nuevo refuerzo en el artículo 1100 del nuevo Código.

e) Principio de realidad

El principio de realidad, que tiene su origen en el derecho del


trabajo, y que ha sido recepcionado expresamente por el Código
de Protección al Consumidor del Perú, hace prevalecer, en caso de
discordancia, lo fáctico, es decir, lo que realmente ocurre, sobre
lo establecido en documentos o que ha sido asentado de alguna
manera73.
De esta forma, hace aflorar la relación de consumo o relación
fundamental que le subyace y fundamenta, sin perjuicio del disposi-
tivo jurídico enmarcado por los proveedores.
Este principio ha venido también a encontrar mayor sustento
en el artículo 10, que regula el abuso del derecho y la situación
jurídica abusiva (también regulada por el artículo 1120); situación
esta que comprende la abusividad originada en la pluralidad de
actos jurídicos conexos. Aquí también vienen en auxilio las pre-
visiones en materia de conexidad contractual (artículos 1073 a
1075).
Estas previsiones contribuirán además en todo lo desarrollado
por la doctrina y jurisprudencia en materia de negocios jurídicos

72. Cf. Código de Protección y Defensa del Consumidor del Perú, artículo 4º.
73. Cf. FERREIRÓS, Estela Milagros, “Principio de primacía de la reali-
dad”, en Revista de la Sociedad Argentina de Derecho Laboral (SADL), en http://
www.laboral.org.ar/Doctrina/Principio_De_Primacia_De_La_Re/principio_de_
primacia_de_la_re.html.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 33

conexos y especialmente en la cuestión vinculada a los pagarés en


el marco de las relaciones de consumo74.

f) Principio de dignidad

La dignidad de la persona humana está en el epicentro de la


cosmovisión de los Derechos Humanos. Esta dignidad es un atri-
buto del ser humano, de todo ser humano en cuanto tal, anterior
y superior a toda autoridad, la cual, en consecuencia, no la crea,
sino que la descubre; no la otorga sino que simplemente la recono-
ce, porque tiene que reconocerla. Está íntimamente vinculada con
el libre desarrollo de su personalidad y los derechos a la integridad
física y moral.
En cuanto al concepto de dignidad, desde el plano filosófico,
podemos recurrir a Kant, quien entendió que dignidad implica enten-
der que “hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí
mismo, no sólo como medio”75. Siguiendo a Ekmekdjian, la dignidad
es “el derecho que tiene todo hombre a ser respetado como tal, es
decir, como ser humano con todos los atributos de su humanidad”76.
El principio de dignidad alude específicamente al hecho de que
el hombre debe ser reconocido en su humanidad integral. Que el
hombre no debe ser considerado como un objeto; que no debe tener
un precio; que no debe ser cosificado o reificado durante todo el
desarrollo de su periplo vital; que no debe ser utilizado como medio

74. Para profundizar sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián
y RODRÍGUEZ, Gonzalo M., “Sobreendeudamiento y pagarés de consumo”, JA
2013- IV; SJA 23-10-2013 - 3 y ARIAS CÁU, Esteban J. y BAROCELLI, Sergio
Sebastián, “Juicio ejecutivo, títulos de crédito y derecho del consumidor. El Supe-
rior Tribunal de Jujuy ratifica doctrina plenaria, pero siembra alguna incertidum-
bre”, Revista de Derecho Mercantil, Microjuis, 18/12/ 2012, MJ-DOC-5999-AR
| MJD5999ob. cit. Así lo denomina la Ley 25.675 General del Ambiente, en su
artículo 4º.
75. KANT, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costum-
bres, traducción de Manuel García Morente. Edición digital basada en la 6ª ed.,
Madrid, Espasa-Calpe, 1980, http://www.cervantesvirtual.com/obra/fundamenta-
cion-de-la-metafisica-de-las-costumbres--0/.
76. EKMEKDJIAN, Miguel Ángel, “El valor de la dignidad y la Teoría del
Orden Jerárquico de los Derechos Individuales”, en BIDART CAMPOS, Germán
J. (Coord.), Los valores en la Constitución Argentina, Buenos Aires, Ediar, Bue-
nos Aires, 1999.
34 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

sino como un fin en sí mismo; al que hay que facilitarle el desarro-


llo de todas sus facultades. Resuenan, aquí, los ecos del pensamien-
to kantiano77.
La dignidad de la persona, como principio jurídico, pasa a
designar no sólo el “ser de la persona”, sino la “humanidad de la
persona”. Y ésta se considera desde una perspectiva que no la con-
funde conceptualmente con el “sujeto jurídicamente capaz”, ni con
el individuo atomísticamente considerado, significando, por el con-
trario, “la reunión simbólica de todos los hombres en aquello que
ellos tienen en común, a saber, su cualidad de seres humanos”. En
otras palabras, es ella la que permite el reconocimiento de perte-
nencia (appartenance) a un mismo “género”: el género humano. La
modificación de grado en el significado está en que la dignidad es
el atributo o cualidad de esta pertenencia: “[…] si todos los seres
humanos componen la humanidad es porque todos ellos tienen esta
misma cualidad de dignidad en el ‘plan’ de la humanidad; deci-
mos que ellos son todos humanos y dignos de serlo”. Es por ello
que, más que una “expresión vacía”, como podrían pensar quienes
siguen aferrados a la concepción legalista estricta del ordenamiento
jurídico, la afirmación del principio, que ha sido considerado como
principio estructurador del orden constitucional en los más diver-
sos países –asignándosele incluso un valor “refundacional” de toda
la disciplina privada–, significa que la personalidad humana no es
pasible de reducción, ni aun mediante la ficción jurídica, únicamen-
te a su esfera patrimonial, poseyendo una dimensión existencial que
es valorada jurídicamente en la medida en que la persona, conside-
rada en sí y en (por) su humanidad, constituye el “valor fuente” que
anima y justifica la existencia misma de un ordenamiento jurídico78.
El principio de dignidad del consumidor permite al derecho
del consumidor apropiarse del “capital social” que poseen los Dere-
chos Humanos79. Se vislumbra, así, como la “esencia” del derecho

77. BELANTRO, Rubén Santos, “La dignidad del anciano en el Derecho


iInternacional Privado”, elDial.com – DCA40, 24-11-2006.
78. MARTINS-COSTA, Judith, “Los daños a la persona en el Derecho Bra-
sileño y la naturaleza de su reparación”, RCyS 2001, 101.
79. SOZZO, Gonzalo, “Consumo verde y digno: humanización y ambien-
talización del derecho del Cconsumidor. (Sobre los principios de dignidad del
consumidor y de consumo sustentable)”, http://cec.mpba.gov.ar/sites/default/
files/150608_Consumo_digno_y_verde.pdf.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 35

del consumidor el respeto de la persona humana como centralidad,


de su dignidad y su calidad de vida, y no sólo como una “regula-
ción del mercado”, como lo conciben quienes adscriben al llamado
“derecho del consumo”.
El mismo tiene su fundamento principal en la Constitución
Nacional, en el artículo 42 y en los diferentes Tratados de Derechos
Humanos con jerarquía constitucional, conforme el artículo 75, inc.
22, CN.
Dicho principio, inspirador del artículo 8º bis de la LDC,
constituye también el sustento del artículo 1097 del CCC, que dis-
pone: “Los proveedores deben garantizar condiciones de atención
y trato digno a los consumidores y usuarios. La dignidad de la per-
sona debe ser respetada conforme a los criterios generales que sur-
gen de los Tratados de Derechos Humanos. Los proveedores deben
abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumido-
res en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias”.
De esta manera, se establece aquí un “puente” con la mate-
ria de los Derechos Humanos, que enriquecen con sus normas,
principios e instituciones al derecho del consumidor, como capí-
tulo de los Derechos Humanos de tercera generación, tanto en su
dimensión individual como de incidencia colectiva. Todas las eta-
pas, circunstancias y efectos de las relaciones de consumo deben
respetar, por tanto, este principio de dignidad, especialmente
en cuanto al diseño, implementación y monitoreo de prácticas
comerciales.
Otras previsiones del Código que, entendemos, apuntalan el
principio protectorio son:
– El artículo 51 del CCC, que reconoce la inviolabilidad de la
persona humana;
– El artículo 52 del CCC, que reconoce el derecho a toda per-
sona humana lesionada en su dignidad personal a reclamar
la prevención y reparación de los daños sufridos;
– El artículo 279 del CCC, al establecerlo como requisito del
objeto de los actos jurídicos.

g) Principios de responsabilidad y solidaridad

El mundo contemporáneo avanza en el campo tecnológico en


progresiones geométricas, transformando la forma de vida de sus
habitantes en proporciones antes desconocidas. Este fenómeno
36 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

actualiza aquellas visiones proféticas y a veces apocalípticas acerca


de la técnica que surgió en la literatura y en la filosofía del siglo
XX, y reformula interrogantes acerca de si el avance tecnológico es
un beneficio o un peligro para la calidad de vida o incluso para la
supervivencia misma del género humano80.
El principio de responsabilidad, desarrollado por Hans Jonas81,
aparece como una proclama de buena voluntad necesaria, para los
peligros que encierran, para la vida humana, los avances tecnológi-
cos. El principio de responsabilidad en materia de consumo adopta
el contenido de un factor de atribución objetivo y una responsabili-
dad solidaria o concurrente de toda la cadena de comercialización.
El principio de responsabilidad nace, precisamente, como una
necesidad, entre cuyos objetivos fundamentales se encuentra la obli-
gación de reparar los daños y perjuicios causados (función reparado-
ra), así como evitar, mediante la amenaza de una sanción o perjuicio
patrimonial, conductas ilícitas o irresponsables (función preventiva).
Tiene, entonces, sus implicancias respecto a la seguridad de bienes
y servicios, como así también tanto respecto a su inocuidad e idonei-
dad, como a la prevención, reparación y punición de daños.
El nuevo Código Civil y Comercial ha fortalecido y consolida-
do el principio de responsabilidad, especialmente en la función pre-
ventiva, que se ha regulado de manera explícita e integral. El artí-
culo 1710 del Código Civil y Comercial establece que toda persona
tiene el deber, en cuanto de ella dependa, de:
a) evitar causar daños injustificables;
b) adoptar, de buena fe y de acuerdo con las circunstancias,
las medidas razonables para evitar el daño de productos, o
disminuir su magnitud; si estas medidas impiden o dismi-
nuyen la magnitud del daño del cual un tercero sería res-
ponsable, tiene derecho a que éste le reembolse el importe
de los gastos realizados, de acuerdo con las reglas del enri-
quecimiento sin causa;
c) no agravar el daño, si ya se produjo.

80. GLÜCK, Mario, “El principio de responsabilidad: ¿una ética imprac-


ticable?. Reflexiones en torno a la propuesta política de Hans Jonas”, en www2.
pucpr.br/reol/index.php/rf?dd99=pdf&dd1=95.
81. JONAS, Hans, El principio de responsabilidad: ensayo de una ética
para la civilización, Barcelona, Herder, 1994.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 37

El artículo 1711, por su parte, establece que la acción preven-


tiva se presenta cuando se espera una acción u omisión ilícita para
producir un daño, su continuación o agravamiento y no se requiere
la concurrencia de ningún factor de atribución. En cuanto a la legi-
timación, con correcta amplitud, el artículo 1712 la otorga a todo
aquel que demuestre un interés.

h) Principio de equidad

La equidad es también un principio general del Derecho que


alcanza contornos particulares en el Derecho del Consumidor.
Se sostiene que el principio de equidad, conforme lo entende-
mos actualmente es hijo de la concepción griega o epieikeia y la
concepción romana clásica o aequitas.
La concepción griega parte de la Ética a Nicómaco de Aristó-
teles, donde se perfila una función rectificadora-correctora que la
equidad tiene respecto de la ley cuando su cumplimiento resulte, por
razón de circunstancias particulares, pernicioso o desfavorable al bien
común. Dicha función surge ante casos no corrientes naturalmente
obviados en la generalidad de la ley. “Allí donde no alcanza el legis-
lador y yerra al simplificar, entonces está bien - puntualiza el filósofo
- corregir la omisión, aquello que el legislador mismo habría dicho si
hubiera estado allí y habría hecho contar en la ley si hubiera sabido”.
La “rectificación” no lleva necesariamente a prescindir de la norma,
sino contrariamente, a ser fiel al espíritu o fin de la misma. Por esto,
la “corrección” no importa la enmienda o modificación del texto, sino
que simplemente se trata de moderar su rigor literal en situaciones
fácticas no previstas por la naturaleza abstracta y general de la ley82.
La concepción romana de equidad, por su parte, se vincula con
el concepto mismo de derecho en la época correspondiente al naci-
miento y apogeo del derecho romano. Es más, la equidad (aequitas)
es sinónimo de derecho (ius). Esta sinonimia lleva a los juristas
romanos a concebir al ius como la disciplina de la equidad. Para
comprender el alcance de esta vinculación, y por ende la signifi-
cación de la aequitas, es preciso recordar a qué alude el concepto
de derecho en este período del derecho romano. El ius propiamen-

82. Conf. ÁLVAREZ, Georgina I., “La equidad en los contratos de consu-
mo: máxima de protección”, Id SAIJ: DACF020045.
38 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

te significa lo justo, es decir, el orden judicial socialmente admiti-


do, formulado por los que saben de lo justo. A su vez lo justo no
se refiere a una norma sino a una “cosa” preexistente. Esto lleva
a decir que, sólo a partir de la mirada a la realidad del problema
concreto (a sus peculiaridades y a las consecuencias que de ellas se
derivan) la prudencia judicial puede inferir la solución ajustada, o lo
que es lo mismo, el derecho (ius o aequm) de cada litigante83.
De estas dos acepciones de la equidad muy brevemente expues-
tas surgen, en general, claras diferencias conceptuales. Mientras la
epieikeia griega funciona para el intérprete como un criterio recti-
ficador de la generalidad de la ley frente a la polifacética realidad,
la aequitas romana lleva a descubrir el derecho mismo en un caso
puntual. Además, mientras la epieikeia contribuye a buscar la inten-
ción común de los contratantes cuando el intérprete encuentra una
divergencia entre la voluntad declarada y la real, la aequitas permite
delimitar el derecho de cada una de las partes sobre la base de lo
acordado por ellas y atendiendo al equilibrio de las prestaciones84.
El principio de equidad en el Derecho del Consumidor proyecta
su contenido en diversas cuestiones en las relaciones de consumo:
a) En el derecho a recibir condiciones de atención y trato
equitativo y no discriminatorio en el marco de las relacio-
nes de consumo, reconocido en el artículo 8 bis de la LDC,
y fortalecido por el artículo 1.098 del CCC;
b) En materia de interpretación de las relaciones de consumo
y del derecho del Consumidor en general;
c) En materia de conexidad contractual y sus proyecciones en
las relaciones de consumo (art. 1.073 y ss. CCC y 36 LDC)
y situaciones jurídicas abusivas (art. 1120 y 1122 CCC);
d) En materia de cláusulas abusivas, los efectos de evaluar
desequilibrios significativos entre los derechos y las obliga-
ciones de las partes, en perjuicio del consumidor (art. 1119
CCC), respecto de la reciprocidad de trato, equivalencia de
las prestaciones, etc. y en cada supuesto en particular (art.
988 y concordantes CCC y 37 LDC)

83. Conf. ÁLVAREZ, Georgina I., “La equidad en los contratos de consu-
mo: máxima de protección”, Id SAIJ: DACF020045.
84. Conf. ÁLVAREZ, Georgina I., “La equidad en los contratos de consu-
mo: máxima de protección”, Id SAIJ: DACF020045.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 39

e) En particular, respecto a la reciprocidad de trato entre las


partes, reconocido en materia de servicios públicos domi-
ciliarios para los reintegros o devoluciones respecto de los
cargos por mora, en el artículo 26 LDC;
f) En la construcción del concepto de consumidores hipervul-
nerables85.

IV. Principales modificaciones y ampliaciones en materia de


derecho del consumidor a partir del nuevo Código Civil y
Comercial

Como señaláramos anteriormente, la sanción del Código Civil


y Comercial ha implantado una importante ampliación del conteni-
do del derecho del consumidor argentino.
Sin duda que el apartado más importante es el Título III, del
Libro III, titulado “Contratos de consumo”. Cabe señalar que, de
esta manera, el Código ha deconstruido la noción unitaria de contra-
to para reglar diversos supuestos: contratos paritarios, contratos de
adhesión y contratos de consumo86.
El referido Título III consta de cuatro capítulos, a saber:
1) El Capítulo 1, “Relación de consumo”, que caracteriza la
relación de consumo y al consumidor, el contrato de consu-
mo y explicita como principios de aplicación e interpreta-
ción el de protección del consumidor y el de acceso al con-
sumo sustentable y la regla in dubio pro consumidor, en la
interpretación del derecho del consumidor y de los contra-
tos de consumo. El contrato se interpreta en el sentido más
favorable para el consumidor.
2) El Capítulo 2, “Formación del consentimiento”, que compren-

85. Sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Incumplimiento


del trato digno y equitativo a consumidores hipervulnerables y daños punitivos:
la Suprema Corte de Buenos Aires confirma su procedencia”, DJ 29/05/2013, 3 Y
barocelli, Sergio Sebastián-ORTÍZ, Diego O., “Deber de seguridad en playas de
estacionamiento en hipercentros de consumo. Consumidores hipervulnerables”,
LL 13/07/2.016, p. 4.
86. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit., 6.
40 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

de una Sección 1ª, “Prácticas abusivas”, donde reconoce a los


consumidores expuestos a prácticas comerciales y los dere-
chos al trato digno, equitativo y no discriminatorio y a la liber-
tad de contratar, y una Sección 2ª, “Información y publicidad
dirigida a los consumidores”;
3) El Capítulo 3, “Modalidades especiales”, donde se estable-
cen regulaciones respecto a los contratos celebrados fuera
de los establecimientos comerciales, a distancia, y con utili-
zación de medios electrónicos o similares; y
4) El Capítulo 4, “Cláusulas abusivas”, que remite al régimen
de los contratos de adhesión en “diálogo” con las legisla-
ciones específicas, regulando también la situación jurídica
abusiva.
Pero dicho apartado no es el único ámbito donde se regulan
normas directas e indirectas de derecho del consumidor.
Entre las normas directas, podemos señalar:
a) El reconocimiento expreso de la regla de la norma más
favorable al consumidor en el artículo 7º, in fine, cuando
dispone: “[…] las nuevas leyes supletorias no son aplica-
bles a los contratos en curso de ejecución, con excepción
de las normas más favorables al consumidor en las relacio-
nes de consumo”;
b) La inaplicabilidad de la regla de interpretación restrictiva
a los contratos de consumo, conforme dispone el artículo
1062;
c) El deber de indicar con precisión y en forma destacada si la
operación corresponde a la cartera de consumo o a la cartera
comercial de toda publicidad, propuesta y documentación con-
tractual en los contratos bancarios, conforme dispone el artícu-
lo 1379. Aclara, asimismo, dicha norma, que esa calificación
no prevalece sobre la que surge del contrato, ni de la decisión
judicial, conforme a las normas del Código;
d) La posibilidad de iniciar acciones en el marco del derecho
del consumidor, tras el vencimiento del plazo de oposición
a la información al cliente en los contratos bancarios, de
conformidad con el artículo 1382;
e) La incorporación del Parágrafo 2º, “Contratos bancarios con
consumidores y usuarios”, de la Sección 1ª, del Capítulo 12,
“Contratos bancarios”, en el Título IV, del Libro III (artícu-
DERECHO DEL CONSUMIDOR 41

los 1384 a 1389)87. En dicho parágrafo se regulan cuestiones


vinculadas a: la publicidad (artículo 1385), la forma y con-
tenido del contrato (artículo 1386), las obligaciones precon-
tractuales del banco (artículo 1387), la prohibición de exigir
al consumidor de sumas que no se encuentran expresamente
previstas en el contrato, de comisiones o costos por servicios
no prestados efectivamente y la inaplicabilidad de las cláu-
sulas relativas a costos a cargo del consumidor que no están
incluidas o que están incluidas incorrectamente en el costo
financiero total publicitado o incorporado al documento con-
tractual (artículo 1388) y previsiones relativas a la informa-
ción en contratos de crédito (artículo 1389);
f) La exclusión expresa de las controversias vinculadas a dere-
chos de usuarios y consumidores del contrato de arbitraje
(artículo 1651);
g) La caracterización de la relación entre el propietario,
emprendedor, comercializador y administrador del tiempo
compartido con quien adquiere o utiliza el derecho de uso
periódico como una relación de consumo y la aplicación,
por tanto, del derecho del consumidor (artículo 2100);
h) Análoga caracterización para la relación entre el propietario
y el administrador del cementerio privado con los titulares
de las parcelas (artículo 2111);
i) La inaplicabilidad de la regla de autonomía de la volun-
tad en la elección del derecho aplicable, en los contratos
de consumo en el Derecho Internacional Privado (artículo
2651);
j) La regulación en materia de contratos de consumo de Dere-
cho Internacional Privado de la elección de foro por el con-
sumidor y la prohibición de elección de foro fuera del domi-
cilio del consumidor, en las acciones entabladas contra el
consumidor por la otra parte contratante (artículo 2654) y del
derecho aplicable (artículo 2655).

87. STIGLITZ, Gabriel A.; HERNÁNDEZ, Carlos A. y BAROCELLI, Ser-


gio Sebastián, “La protección del consumidor de servicios financieros y bursáti-
les”, Revista Código Civil y Comercial, edición especial, Buenos Aires, octubre
de 2015, Thomson Reuters, La Ley, octubre de 2015, p. 139.
42 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Asimismo, el Anexo II de la Ley 26.994 dispuso la modifica-


ción de los artículos 1º, 8º, 40 bis y 50 de la Ley 24.240 de Defensa
del Consumidor (LDC), a saber:
a) El artículo 1º de la LDC es compatibilizado con el texto del
artículo 1092 del CCC;
b) El artículo 8º de la LDC, por el siguiente: “Las precisiones
formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, cir-
culares u otros medios de difusión se tienen por incluidas
en el contrato con el consumidor y obligan al oferente. En
los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen
mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos
o por correos, publicados por cualquier medio de comuni-
cación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de
CUIT del oferente”;
c) El artículo 40 bis de la LDC, por idéntico texto al que ya
había dispuesto la Ley 26.99388; y
d) El artículo 50 de la LDC, que dispone: “[…] las sanciones
emergentes de la presente ley prescriben en el término de
tres (3) años. La prescripción se interrumpe por la comi-
sión de nuevas infracciones o por el inicio de las actuacio-
nes administrativas”89.
Respecto a las normas indirectas, es decir, aquellas que si bien
no tienen como finalidad inmediata la protección de los consumido-
res, pero que de manera mediata constituyen herramientas tuitivas
de los mismos, podemos destacar:
a) Las regulaciones del título preliminar, en particular, la car-
dinalidad del principio de buena fe (artículo 9º, CCC), el
abuso de derecho y la situación jurídica abusiva (artículo
10, CCC), el abuso de posición dominante (artículo 11,
CCC), el principio de orden público y el fraude a la ley

88. Para ampliar sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián,
“Aproximaciones a la Ley Nº 26.993 de sistema de resolución de conflictos en las
relaciones de consumo”, DJ 12-11-2014, 81.
89. Para ampliar sobre este punto, ver: GARRIDO CODOBERA, Lidia M.
R., “La aplicación de la prescripción del art. 50 LDC y el principio ‘“pro consu-
midor’”, en STIGLITZ, Gabriel y HERNÁNDEZ, Carlos A. (directores), Tratado
de derecho del Cconsumidor, T. IV, Buenos Aires, La Ley, 2015 y CHAMATRO-
PULOS, Demetrio Alejandro, “La prescripción en la relación de consumo y su
regulación en el Código Civil y Comercial”, RCCyC 2015 (julio), 229.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 43

(artículo 12, CCC), el reconocimiento de los derechos indi-


viduales y de incidencia colectiva y la estipulación de que
la ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos indi-
viduales cuando pueda afectar al ambiente y a los derechos
de incidencia colectiva en general (artículo 14, CCC);
b) Las regulaciones de la parte general, en especial, las previ-
siones en materia de derechos y actos personalísimos (artí-
culo 51 y sigs.);
c) Las regulaciones de la teoría general de los contratos, en
especial, las prescripciones en materia de los contratos por
adhesión (artículos 984 a 989, CCC), suspensión del cum-
plimiento (artículo 1031, CCC) y tutela preventiva (artícu-
lo 1032, CCC), obligación de saneamiento (artículos 1033
y sigs., CCC), contratos conexos (artículos 1073 a 1075,
CCC), frustración de la finalidad del contrato (artículo
1090, CCC), etc.;
d) Las regulaciones en materia de responsabilidad por daños,
en especial la función preventiva de la responsabilidad civil
(artículos 1710 a 1713, CCC), la ampliación y/o reconoci-
miento expreso de nuevos rubros indemnizatorios (artículo
1738, CCC) y legitimados activos (damnificados indirectos,
convivientes, etc.), entre otros90.

90. STIGLITZ, Gabriel A., “La defensa del consumidor en el Código Civil
y Comercial de la Nación”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial 2014
(noviembre), 137.
Capítulo II
ÁMBITO DE APLICACIÓN
DEL DERECHO DEL CONSUMIDOR
Sergio Sebastián Barocelli

I. Introducción

En el presente capítulo abordaremos la problemática relativa


al ámbito de aplicación del derecho del consumidor. Dicha temá-
tica es sin duda uno de los aspectos claves respecto a la delimita-
ción del derecho del consumidor y el que ha sufrido importantes
transformaciones a lo largo del tiempo, tanto en nuestro ámbi-
to como en el Derecho Comparado. Dicho ámbito de aplicación
está delimitado por una idea-fuerza: la relación de consumo. El
nuevo Código Civil y Comercial ha producido modificaciones en
dicho ámbito, pero, como veremos, no ha cambiado los sujetos
alcanzados.
Aquí también tenemos doble regulación: en el Código Civil y
Comercial y en la Ley de Defensa del Consumidor, por lo que se
requiere necesariamente realizar un adecuado diálogo de fuentes
para su interpretación y aplicación.
A lo largo de este capítulo intentaremos abordar la proble-
mática de la conceptualización de la relación de consumo, los
sujetos intervinientes, equiparados y excluidos y sus cuestiones
conexas.

II. Conceptualización

Primeramente, cabe recordar que la expresión “relación de


consumo” es adoptada por el artículo 42 de la Constitución Nacio-
46 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

nal como el eje sobre el cual gira el sistema de protección a los con-
sumidores y usuarios, para evitar circunscribirse a lo contractual y
referirse así con una visión más amplia. Con anterioridad a la san-
ción de la Ley 26.361, la normativa infraconstitucional no preveía
dicho instituto, el cual, no obstante, tenía plena acogida en la doctri-
na y jurisprudencia.
Con la sanción de la Ley 26.361 se compatibilizó el texto de
la LDC a la terminología de nuestra Ley Fundamental Federal y se
incorporó expresamente la noción de “relación de consumo”. Así, el
artículo 3º de la Ley 24.240, modificado por la Ley 26.361, define
la relación de consumo como el vínculo jurídico entre el proveedor
y el consumidor o usuario. Esa misma definición adoptó el Código
Civil y Comercial en el artículo 1092.
Esta escueta definición legal podemos complementarla con las
caracterizaciones que le ha dado ampliamente la doctrina y jurispru-
dencia, entendiéndola como “todas las circunstancias que rodean o
se refieren o constituyen un antecedente o son una consecuencia de
la actividad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y ser-
vicios para destino final de consumidores y usuarios”1; que “com-
prende todas las etapas, circunstancias y actividades destinadas a
colocar en el mercado bienes y servicios para ser adquiridos por los
consumidores y usuarios, existiendo en esta relación, desde su ini-
cio, un acto voluntario –cuando el bien se produce, fabrica o elabo-
ra–, cuyo objetivo negocial –indiscutida intención de todos los que
desempeñan esta actividad– es llegar a los consumidores en forma
directa o indirecta, incluyendo en ésta la promoción del produc-
to, siendo responsables todos los que intervienen en la relación de
consumo, ante los consumidores y usuarios por la protección de su
salud, seguridad e intereses económicos”2. Insiste la doctrina que la
relación de consumo debe definirse de modo que abarque todas las
situaciones en que el sujeto es protegido: antes, durante y después de
contratar; cuando es dañado por un ilícito extracontractual, o cuando

1. Cf. FARINA, Juan M., Defensa del consumidor y del usuario, Buenos
Aires, Astrea, 1995, p. 7 y Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala
“F”, “Greco, Gabriel c/ Camino del Atlántico S.A. y otro s/ daños y perjuicios” y
“Borneo, Mario Blas Andrés c/ Camino del Atlántico S.A. s/ cobro de sumas de
dinero”, votos de la Dra. Highton de Nolasco.
2. Cf. RINESSI, Antonio J., Relación de consumo y derechos del consumi-
dor, Buenos Aires, Astrea, 2006, pág. 13.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 47

es sometido a una práctica del mercado; cuando actúa individualmen-


te o cuando lo hace colectivamente. Siendo la relación de consumo el
elemento que decide el ámbito de aplicación del derecho del consu-
midor, debe comprender por tanto todas las situaciones posibles3.
Desde esta perspectiva, la relación de consumo no se refiere
sólo a las relaciones contractuales en sentido estricto (las partes del
contrato, sus sucesores universales y singulares, las estipulaciones a
favor de terceros, etc.), sino que comprende también las etapas pre-
contractual4 y poscontractual5, vínculos no contractuales de Dere-
cho Público y Privado, actos unilaterales del proveedor, situaciones
que clásicamente eran inscriptas dentro de la órbita extracontractual
o de simple “contacto social”, ofreciendo de esta manera un espec-
tro de protección más amplio que el contrato, siendo éste sólo una
especie del género “relación de consumo”.
El nuevo Código también ha caracterizado una de las especies
más importantes de la relación de consumo: el contrato de con-
sumo. Así, el artículo 1093 del CCC lo ha conceptualizado como
“el celebrado entre un consumidor o usuario final con una perso-
na humana o jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con
una empresa productora de bienes o prestadora de servicios, pública
o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su
uso privado, familiar o social”.
Se desprende, por tanto, que los consumidores serán los depo-
sitarios del plexo de derechos en el marco de protección del sistema
y los proveedores, junto a Estado, los sujetos obligados.

III. Sujetos protegidos: los consumidores

El concepto de consumidor, construido a partir de su reconoci-


miento como sujeto débil y vulnerable –presunción esta iure et de

3. LORENZETTI, Ricardo L., Consumidores, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni,


2009, p. 74.
4. Sobre este punto ver: LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., “Responsabili-
dad precontractual; aportes para su estudio”, en La Ley 1998-D, 1229.
5. Sobre este punto ver: LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., “La responsa-
bilidad postcontractual”, La Ley 19-7-2002 y LÓPEZ MESA, Marcelo J., “La
responsabilidad postcontractual”, www.eldial.com.
48 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

iure–, que merece la protección del ordenamiento jurídico positivo


y del Estado, ha puesto en jaque los dogmas de la teoría clásica del
contrato, que partían de la concepción del mismo como el instru-
mento por excelencia de intercambio de bienes y servicios para la
satisfacción de las necesidades humanas, en el que sujetos económi-
camente iguales, con un poder de negociación similar, pactaban en
igualdad de condiciones, logrando un equilibrio, un contrato en un
plano de justicia, buscando en paridad un intercambio razonable6.
Y ello tiene sustento en que las condiciones en que el legislador
decimonónico concibió a los sujetos co-contratantes han variado
significativamente merced a las transformaciones políticas, econó-
micas, socioculturales y tecnológicas por las que han atravesado y
atraviesan nuestras sociedades, sumado a la visibilización de reivin-
dicaciones de diferentes grupos, como el movimiento consumerista
y ambiental, que han puesto de relieve que el consumo tiene pleno
impacto en los tres subsistemas que conforman el ambiente (ecoló-
gico, económico y social)7.
En tal sentido, resulta oportuno tener presente que la catego-
ría jurídica de consumidor se construye a partir de la existencia
de dos elementos estructurales: a) la vulnerabilidad o debilidad, y
b) el destino final de los bienes incorporados, para beneficio pro-
pio o de su grupo familiar o social. Dichos elementos justifican la
especial tutela protectoria que le confiere el ordenamiento jurídico
argentino8.
La Ley 26.994, que aprobó el nuevo CCC, incorpora en su
artículo 1092 el concepto de consumidor; también en su anexo de
derogaciones y modificaciones sustituyó el artículo 1º de la LDC,
texto según Ley 26.361, disponiendo similar texto al nuevo artículo
1092, CCC. Asimismo, el artículo 1096 “reubicó” el concepto de
“sujetos expuestos”.

6. Cf. MOSSET ITURRASPE, Jorge y LORENZETTI, Ricardo Luis,


Defensa del consumidor, Ley 24.240, 1ª edición, Santa Fe, Rubinzal Culzoni,
1993, p. 21.
7. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura, Los derechos de la sustentabilidad.
Desarrollo, consumo y ambiente, Buenos Aires, Colihue Universidad, 2007, Bue-
nos Aires, p. 13.
8. Cf. Despacho de la Comisión de Consumidor de las XXIII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, en http://ideconsultora.com.ar/bcderechocivil2011/
conclusiones2011/CONCLUSIONES_COMISION_8.pdf.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 49

El concepto de consumidor continúa comprendiendo tres


supuestos: el “consumidor directo”, el “consumidor indirecto” y el
“consumidor expuesto”.
Analizaremos a continuación cada uno de estos supuestos.

1. Consumidor directo

El concepto de consumidor directo no encuentra modificacio-


nes en el nuevo Código. Se encuentra definido como señaláramos
de manera análoga tanto en la LDC como en el CCC.
El artículo 1092 del CCC lo conceptualiza como “persona
humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma gratuita u one-
rosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio pro-
pio o de su grupo familiar o social”. El artículo 1º de la LDC, por
su parte, lo caracteriza como “toda persona física o jurídica que
adquiere o utiliza bienes o servicios en forma gratuita u onerosa
como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social”.
De dichos artículos surge, en consecuencia, que son considera-
dos consumidores:

a) “Tanto las personas humanas como jurídicas”. En este sen-


tido, nuestra legislación comprende dentro de la noción de consumi-
dores tanto a las personas humanas –como las llama el CCC– como
a personas jurídicas, en tanto cumplan con el resto de los requisi-
tos (que lo hagan como destinatarios finales, para beneficio propio
o de su grupo familiar o social). En cuanto a las personas huma-
nas, la ley no hace distingo entre personas por su poder económi-
co, conocimiento técnico o realidad sociocultural, sin encontrarse
expresada, como en algunas legislaciones comparadas, la categoría
de consumidor hipervulnerable9. Asimismo, pueden encuadrarse

9. La noción de consumidor hipervulnerable no se encuentra expresa-


mente consagrada en nuestro Derecho Positivo pero sí ha sido acogida por la
doctrina y jurisprudencia. Podría sostenerse que encuentra una mención tan-
gencial, tras la reforma de la Ley Nº 26.361, en el artículo 60 de la LDC, refe-
rida a los planes de educación al consumidor, en el que se establece que deberá
garantizarse “la implementación de programas destinados a aquellos consumi-
dores y usuarios que se encuentren en situación desventajosa, tanto en zonas
rurales como urbanas”. En las conclusiones de la Comisión de Consumidor
50 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

dentro de la noción de consumidores, además de las personas físi-


cas, las personas jurídicas no lucrativas: los consorcios de propie-
dad horizontal, las asociaciones civiles y fundaciones, sindicatos,
confesiones religiosas y en general organizaciones sin fines de lucro
que adquieran o utilicen bienes o servicios para beneficio de sus
socios o adherentes o de las actividades por ellos desarrolladas (v.
gr., materiales para el mantenimiento de sus entidades, alimentos
para comedores infantiles, insumos para el desarrollo de activida-
des deportivas, artísticas, culturales o de beneficencia, elementos
para el culto religioso, productos o paquetes de servicios adquiri-
dos mediante convenios, etc.), cuando no constituya una actividad
comercial. Entendemos que el nuevo Código ha contribuido más a
desvanecer los argumentos de quienes propugnan la existencia de
un supuesto “consumidor empresario”10, al prescribir expresamente
en el artículo 1093 que el destino de los bienes y servicios, para ser
calificado como consumidor, tiene que ser no solo final, sino tam-
bién privado. Asimismo, el nuevo Código regula expresamente los
contratos de adhesión, tanto entre dos empresas, como entre empre-
sas y consumidores, en los artículo 984 y subsiguientes, estable-
ciendo prescripciones especiales en materia de formalismo de pro-
tección, interpretación, cláusulas abusivas, entre otros. Por tanto, los
argumentos de “pobreza” del ordenamiento jurídico para “estirar” la
noción de consumidor, desnaturalizándola y comprendiendo estos
supuestos, carecen ya, desde nuestro punto de vista, de fundamen-

de las XXIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil se estableció: “Tratándose


de consumidores especialmente vulnerables, en razón de concretas condicio-
nes personales tales como la minoridad, la ancianidad, la pobreza o la mar-
ginalidad, entre otras, debería acentuarse el principio protectorio”. (http://
ideconsultora.com.ar/bcderechocivil2011/conclusiones2011/CONCLUSIO-
NES_COMISION_8.pdf). Sobre el concepto de consumidores hipervulnera-
bles, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Los consumidores hipervulnerables
como colectivos de especial protección por el Derecho del Consumidor”, en
STIGLITZ, Gabriel A. y ÁLVAREZ LARRONDO, Federico M., Derecho del
consumidor. Problemática general del régimen de defensa del consumidor, Bue-
nos Aires, Hammurabi, 2013, p. 165 y BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Incum-
plimiento del trato digno y equitativo a consumidores hipervulnerables y daños
punitivos: la Suprema Corte de Buenos Aires confirma su procedencia”, DJ
29-5-2013, 3.
10. Para profundizar sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián
y ARIAS CÁU, Esteban J., “Necesaria acreditación de una relación de consumo
para los daños punitivos”, La Ley, 05/09/2014ob. cit., 4.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 51

tos. Como hemos sostenido en otras oportunidades, el Derecho del


siglo XXI es el derecho de los vulnerables: pacientes, contribuyen-
tes, migrantes, personas con discapacidad, consumidores, minorías,
administrados, trabajadores, pequeñas y medianas empresas y un
largo etcétera, encuentran en sus relaciones jurídicas y sociales asi-
metrías, debilidades y por qué no abusos. La noción de consumidor
se construye desde la idea de debilidad y vulnerabilidad, pero no
todos los débiles y vulnerables son consumidores. La vulnerabili-
dad es el género y los consumidores y usuarios una de sus especies.
Pero no todos los vulnerables están convidados a llevar la etiqueta
de “consumidores”; sostener lo contrario sería, a nuestro humilde
juicio, desnaturalizar la esencia del derecho del consumidor11.

b) “Que adquieren o utilizan”. Sostiene Ramsay, en el Derecho


Comparado, que con el correr de las últimas dos décadas hubo un
crecimiento de la “consumerización” de relaciones, con gran pre-
sión para mayor responsabilidad y por más exposición a fuerzas de
mercado. Tal tendencia ha representado también un desafío al man-
tenimiento de grados elevados de profesionalismo en la prestación
de esos servicios. Estos desarrollos reflejan la creciente imperso-
nalidad de las relaciones y el deterioro del profesionalismo12. Al
haberse eliminado el sistema de numerus clausus que establecía el
sistema anterior (adquisición o locación de cosas muebles, presta-
ción de servicios, adquisición de inmuebles nuevos destinados a
vivienda), la extensión de los tipos contractuales a los que es apli-
cable hoy día el régimen del consumidor permite afirmar que las
normas del derecho del consumidor se han “ramificado” por la gran
mayoría de los contratos típicos civiles y comerciales y en innume-
rables contratos atípicos legales o con tipicidad social13. También

11. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “El concepto de consumidor en el


nuevo Código Civil y Comercial”, http://www.nuevocodigocivil.com/wp-con-
tent/uploads/2015/08/El-concepto-de-consumidor-en-el-nuevo-CCyC-por-Baro-
celli1.pdf.
12. RAMSEY, Ianin, Consumer Protection Text and Materials, London,
Weidenfeld and Nicolson, 1989, p. 11, citado por PORTO MACEDO, Rolan-
do Jr., Contratos relacionales y defensa del consumidor, Buenos Aires, La Ley,
2006, p. 169.
13. Nos referimos por “tipicidad social” a los contratos que si bien carecen
de regulación legislativa, su frecuente reiteración lleva a que adquieran un “nom-
bre” e incluso una “normativa”, que no está incorporada en ley alguna, pero que
52 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

incluye al cesionario: de una relación contractual y al tercero bene-


ficiario de una estipulación a favor de terceros. Por otra parte, como
señaláramos anteriormente, incluye también relaciones jurídicas en
las que la fuente no es un contrato, tanto de Derecho Público (adju-
dicación de viviendas, microcréditos, bienes o servicios otorgados
por entes gubernamentales, usuarios de rutas, etc.) como de Dere-
cho Privado [tiempo compartido (artículo 2100), cementerio priva-
do (artículo 2111), etc.].

c) “Bienes o servicios”. Conforme lo señalado anteriormente, el


objeto de las relaciones de consumo puede abarcar infinidad de bie-
nes o servicios, comprendiendo así cosas muebles como inmuebles,
tanto nuevas como usadas, bienes inmateriales y servicios en sentido
amplio –no sólo la figura de la locación de servicios del Código Civil,
sino que incluye también los contratos de locación de obra, transporte,
estacionamiento y/o garaje, depósito, hospedaje, mandato, concesio-
nes viales, servicios turísticos, financieros, bancarios, de seguros, de
previsión, comunicaciones (telefonía, transmisión de datos, internet,
postales y mensajería, etc.), de comunicación audiovisual por suscrip-
ción (televisión por cable, satelital, etc.), médico-asistenciales (por ej.,
medicina prepaga, asistencia al viajero, etc.), de esparcimiento, cultu-
rales y de ocio, educativos, gastronómicos, animación y/u organiza-
ción de eventos (v. gr., planificación de bodas, servicios de catering
o lunch), espectáculos públicos, sastrería y costura, peluquería, esté-
tica y belleza, fúnebres, custodia y seguridad privada, bancos de datos
crediticios, servicios de cobranzas, juegos y apuestas, de reparación,
mantenimiento, acondicionamiento, limpieza o cualquier otro similar,
servicios públicos domiciliarios y seguramente un largo etcétera–, con
las exclusiones de las prestaciones de profesionales liberales (artículo
2º, 2º párrafo, LDC, salvo en las previsiones de la publicidad o cuando
hagan publicidad, según las diferentes interpretaciones14) y la aplica-
ción supletoria al transporte aéreo (artículo 63, LDC).

surge de los usos y costumbres y llega a ser aceptada por la doctrina y la jurispru-
dencia. (Cf. MOISSET DE ESPANÉS, Luis, “Contratos atípicos en la doctrina y
jurisprudencia argentinas”, en Doctrina de la Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales de Córdoba, http://www.acaderc.org.ar).
14. Cf. WAJNTRAUB, Javier H., “La noción de consumidor tras la Refor-
ma de la ley 24.240”, Sup. Esp. Reforma de la Ley de defensa del consumidor
2008 (abril), 153.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 53

d) “En forma gratuita u onerosa”. No se hace distingo entre


relaciones jurídicas a título gratuito u oneroso. La extensión del
régimen tuitivo del consumidor a los supuestos de relaciones jurí-
dicas a título gratuito ya tenía como antecedente el Decreto Regla-
mentario 1.798/1994 que en su artículo 1º, inciso a), ya contem-
plaba la aplicación de la LDC a sujetos que “en función de una
eventual contratación a título oneroso, reciban a título gratuito
cosas o servicios (por ejemplo: muestras gratis)”. Entre los gra-
tuitos, podemos enumerar, v. gr., las muestras gratis de bienes de
consumo, regalos, degustación de productos, pases gratuitos de
transporte, entradas sin cargo para espectáculos públicos, promo-
ciones de uso sin cargo de determinados servicios, premios obteni-
dos en sorteos o concursos o por sistemas de fidelización de clien-
tes (“millajes”, acumulación de puntos, etc.), atracciones de centros
comerciales o determinados supuestos de comodato15, sean estos de
manera autónoma como accesorios de una prestación principal. En
todos estos casos, detrás de dicha aparente “gratuidad” se encuen-
tran generalmente estrategias de marketing destinadas a atraer o
mantener el caudal de clientes por parte de los proveedores de bie-
nes y servicios16.

e) “Como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo


familiar o social”. Esta característica constituye el factor definitivo
que determina a un sujeto como consumidor. Es el Endverbraucher
del Derecho alemán. Los bienes o servicios que adquiere o utiliza
deben ser como último receptor de la cadena de producción, esto es,
no ser objeto a posteriori de reventa o reinserción en el mercado.
Asimismo, la causa fin de la adquisición o utilización debe ser la
satisfacción de necesidades personales del consumidor, su familia
en sentido amplio, abarcando las diferentes realidades de nuestro
tiempo, o su grupo social de referencia (amistades, compañeros/
as de trabajo o estudio, vivienda, camaradas de actividad deporti-
va, política o gremial, vínculos de solidaridad u otras actividades
no lucrativas, etc.). En este sentido la Ley 24.240, en la redacción

15. Sobre este punto ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián, “El comodato y
el régimen de defensa del consumidor”, Doctrina Judicial, 19/8/2009.
16. Cf. SANTARELLI, Fulvio G., “Hacia el fin de un concepto único de
consumidor”, La Ley, 7/9/2009.
54 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

original del artículo 2º, establecía: “[…] no tendrán el carácter de


consumidores o usuarios, quienes adquieran, almacenen, utilicen o
consuman bienes o servicios para integrarlos en procesos de pro-
ducción, transformación, comercialización o prestación a terce-
ros”. Si bien este párrafo fue omitido en la redacción actual, cierto
es que quien adquiere o utiliza bienes o servicios para su reventa o
para integrarlos a un proceso productivo no cumple con el requisito
de hacerlo en beneficio propio o de su grupo familiar o social, por
lo que igualmente no se encontraría encuadrado en las normas de
protección al consumidor17. Tampoco sería encuadrado dentro del
concepto de consumidor, a nuestro juicio, el empresario, el pro-
fesional liberal o las sociedades comprendidas en la Ley 19.550
que adquieren o utilizan bienes o servicios para el desarrollo de su
explotación comercial, industrial, profesional, minera, agropecuaria,
etc., con independencia de si dicho bien o servicio constituye o no
un insumo productivo directo18.

2. Sujetos equiparados al consumidor.

En segundo término, se encuentra equiparado al consumidor, el


llamado “consumidor indirecto”, también llamado “usuario no con-
tratante”19, “consumidor fáctico”20 o “consumidor extra relación de

17. Cierto es que ante esta modificación, y aun con la redacción anterior,
se dan casos de ciertas situaciones “fronterizas”, tales como el uso promiscuo
de bienes o servicios para personal y comercial o profesional, la situación del
adquirente empresario sobre bienes y servicios distinto de su actividad profesio-
nal, particularmente en el caso de pequeñas y medianas empresas y sujetos con
superioridad técnica y económica (seguros, servicios financieros, etc.), las ventas
de subsistencia, entre otras, en las que la doctrina y jurisprudencia no es unívoca
respecto a la aplicación del sistema de defensa del consumidor. Cierto es también
que habrá que analizar cada caso en particular, teniendo en presente los principios
del Derecho del consumo, en particular el de interpretación favor consumitoris,
como así también de lege ferenda, instar a la inclusión de determinados institutos
del derecho del consumidor al derecho común.
18. Para profundizar sobre el tema, ver: MORO, Emilio F., Las Sociedades
Comerciales frente al derecho del Cconsumidor, Paraná, Delta Editora, Paraná,
2014.
19. Cf. WAJNTRAUB, Javier, en MOSSET ITURRASPE, Jorge; WAJN-
TRAUB, Javier y GOZAÍNI, Osvaldo, La ley de defensa del consumidor, Santa
Fe, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2008, p. 39.
20. Cf. SANTARELLI, Fulvio, en PICASSO, Sebastián y VÁZQUEZ
DERECHO DEL CONSUMIDOR 55

consumo”21. Tanto el 2º párrafo de artículo 1º de la LDC como el


2° párrafo del artículo 1092 lo definen como el que “sin ser parte
de una relación de consumo, como consecuencia o en ocasión de
ella adquiere o utiliza bienes o servicios como destinatario final, en
beneficio propio o de su grupo familiar o social, y a quien de cual-
quier manera está expuesto a una relación de consumo”.
En primer término, intentaremos desentrañar qué implica la
idea de equiparación. Señala el Diccionario de la Real Academia
Española22 que equiparar consiste en “considerar a alguien o algo
igual o equivalente a otra persona o cosa”. Por lo tanto, las figuras
enunciadas en el 2º párrafo del artículo 1º, de la LDC, si bien no
se encuadran estrictamente en la definición de consumidor del 1er
párrafo del artículo 1º de la LDC, siendo por tanto sujetos diferentes
a esa noción, tendrán iguales o equivalentes tratamientos en el siste-
ma de protección al consumidor.
Nos referimos a quienes, sin ser parte del contrato o víncu-
lo de origen con el proveedor, en virtud de un vínculo con el otro
co-contratante, que puede o no ser consumidor, son los destinatarios
finales de la prestación objeto del mismo o de sus efectos jurídi-
cos23, generalmente por estar vinculado familiar o socialmente con
el adquirente.
Se encuadran en esta categoría, por ejemplo, quien recibe
como regalo o presente de estilo, quien es invitado/a a una comida
en la que se sirven productos contaminados o adulterados, suceso-
res singulares o universales del consumidor directo, los beneficia-
rios de contratos a favor de terceros (titulares de extensión de tar-
jetas de créditos, usuarios de medicina prepaga que comprenden el
grupo familiar del titular, beneficiarios de un seguro de riesgos del
trabajo o seguros de vida obligatorios, beneficiario-víctima-acree-

FERREYRA, Roberto A. (directores), Ley de Defensa del Consumidor, anotada y


comentada, T. I, Buenos Aires, La Ley, 2009, p. 51.
21. ÁLVAREZ LARRONDO, Federico M., “Los centros comerciales
ante el derecho del consumo argentino”, en PICASSO, Sebastián y VÁZQUEZ
FERREYRA, Roberto A. (Directores), Ley de Defensa del Consumidor, anotada
y comentada., ob. cit., p. 603.
22. www.rae.es/equiparar.
23. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Principios y ámbito de aplicación del
derecho del consumidor en el nuevo Código Civil y Comercial”, DCCyE 2015
(febrero), ob. cit. , 63.
56 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

dor en los supuestos de seguros de responsabilidad civil24, etc.), el


fiador de una deuda que es considerada de consumo, entre otros
supuestos.

3. Sujetos expuestos a una relación de consumo

Si uno hiciera una primera lectura gramatical parecería que


los que han desaparecido son los sujetos expuestos a la relación de
consumo25. Recordemos que a los sujetos expuestos a la relación
de consumo los caracterizábamos como aquellos sujetos que, sin
haber adquirido o utilizado directamente un bien o servicio introdu-
cido en el mercado por los proveedores, sufrían o estaban en peli-
gro de sufrir un daño o lesión en sus derechos, como consecuen-
cia de una acción u omisión originada en una actividad encaminada
a satisfacer la demanda de bienes y servicios para destino final de
consumidores y usuarios, comprendiendo tanto a potenciales con-
sumidores frente a prácticas de mercado (oferta a persona indeter-
minada, publicidad, prácticas de marketing, condiciones generales
de la contratación, etc.) como a víctimas no contratantes de daños
por defectos de producto o incumplimiento del deber de seguridad.
En el Derecho Comparado podemos encontrar sus antecedentes en
el Derecho brasileño (artículos 2º, 17 y 29 del Código de Defen-
sa del Consumidor del Brasil), en el Derecho Comunitario Europeo
(Directiva Nº 85/374/CEE, relativa a la materia de responsabilidad
por los daños causados por productos defectuosos26, modificada por

24. Para profundizar sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián,
“Contratos de seguros y derecho del consumidor. Diálogo de fuentes y perspecti-
vas a la luz del nuevo Código Civil y Comercial”, RDCO 273 – 1021.
25. Para profundizar sobre el punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián,
“Los sujetos expuestos a una relación de consumo”, DJ 11-5-2011, 1; BAROCE-
LLI, Sergio Sebastián, “Protección de las víctimas expuestas a una relación de
consumo por el sistema de defensa del consumidor”, Revista Trabajos del Centro,
Rosario, Centro de Investigaciones de Derecho Civil de la Facultad de Derecho
de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Nº 9/10 (2011), en http://cideci.
org/revista/index.php/trabajos/article/viewFile/114/157 y BAROCELLI, Sergio
Sebastián, “Las víctimas de daños como sujetos expuestos a una relación de con-
sumo”, en http://www.astrea.com.ar/resources.php?what=%2Ffiles%2Farticles%-
2Fdoctrina0352.pdf.
26. Un producto es defectuoso según el artículo 6º de la Directiva: “[…]
cuando no ofrece la seguridad a la que una persona tiene legítimamente dere-
DERECHO DEL CONSUMIDOR 57

la Directiva Nº 1999/34/CE), en el Derecho Comunitario del Mer-


cosur (Resolución Nº 123/GMC/96 sobre conceptos fundamenta-
les del derecho del consumidor y Declaración Nº 10/96 denomina-
da “Protocolo de Santa María sobre Jurisdicción Internacional en
Materia de Relaciones de Consumo”) y en la figura del “bystan-
der”27 del Derecho estadounidense.
Pero ello no es así, ya que los sujetos expuestos no han sido
“eliminados” del concepto de consumidor sino “reubicados” en
el artículo 1096 del CCC. Dicho artículo prescribe: “Las normas
de esta Sección y de la Sección 2ª del presente Capítulo son apli-
cables a todas las personas expuestas a las prácticas comerciales,
determinables o no, sean consumidores o sujetos equiparados
conforme a lo dispuesto en el artículo 1092”. Vale tener presente
que dicho artículo está inserto en la Sección 1ª, titulada “Prácti-
cas abusivas, que reglamenta las cuestiones referidas a los dere-
chos al trato digno, al trato equitativo y no discriminatorio y a la
libertad de contratar de los consumidores” y que la Sección 2ª,
titulada “Información y publicidad dirigida a los consumidores”,
regula el derecho/deber de información, las ilicitudes publicitarias
y los efectos de la publicidad. Resulta, por tanto, decisivo echar
luz sobre el alcance del concepto de “prácticas comerciales”, para
determinar entonces el alcance del concepto de sujeto expuesto a
la relación de consumo. Al respecto, señala Rubén Stiglitz que las
prácticas comerciales son todos los mecanismos, técnicas y méto-
dos que sirvan, directa o indirectamente, a facilitar la salida de la
producción y que se trata de un concepto extremadamente amplio
que incluye el marketing, las garantías, los servicios posventa, la
ejecución del contrato y la extinción de las obligaciones derivadas
de los contratos28.

cho, teniendo en cuenta todas las circunstancias, incluso: a) la presentación del


producto; b ) el uso que razonablemente pudiera esperarse del producto; c ) el
momento en que el producto se puso en circulación.”
27. Según el Cambridge Advanced Learner’s Dictionary, bystander es:
“[…] a person who is standing near and watching something that is happening
but is not taking part in it.”, esto es:, aquella persona que se encuentra cerca de
algo o mirando algo, pero sin ser parte. (http://dictionary.cambridge.org).
28. STIGLITZ, Rubén S., “Lealtad comercial, prácticas comerciales abusi-
vas y publicidad en el Código Civil y Comercial de la Nación”, Sup. Esp. Nuevo
Código Civil y Comercial, 2014 (noviembre), 103.
58 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

En el Derecho Comparado, la Directiva Comunitaria N°


29/2005 de la Unión Europea ha caracterizado a las “prácticas
comerciales” como “todo acto, omisión, conducta o manifestación,
o comunicación comercial, incluidas la publicidad y la comercia-
lización, procedente de un comerciante y directamente relaciona-
do con la promoción, la venta o el suministro de un producto a los
consumidores”. En ese sentido entendemos que puede caracterizar-
se a las prácticas comerciales como toda conducta desplegada en
el mercado por un proveedor de bienes y servicios como antece-
dente, durante la ejecución, como consecuencia o en el contexto de
una relación de consumo, comprendiendo las etapas de producción,
importación, distribución, intermediación, promoción, comerciali-
zación y atención a consumidores de bienes y servicios y activida-
des conexas.
Si bien el principio general es la libertad de los proveedores
de desplegar en el mercado toda clase de prácticas comerciales, su
límite estará dado por el cumplimiento, como acto jurídico de los
requisitos de licitud, es decir, de no contrariariar la ley, la moral, las
buenas costumbres, el orden público, los derechos ajenos o la dig-
nidad humana, de conformidad con los art. 259 y 279 CCC. Caso
contrario, estaremos ante una práctica comercial ilícita, como hecho
jurídico. En tal entendimiento creemos que puede caracterizarse a
las prácticas comerciales ilícitas como toda conducta, por acción u
omisión, desplegada en el mercado por un proveedor como antece-
dente, consecuencia, o en el contexto de la actividad encaminada a
proveer bienes o servicios en el mercado, que afecte los derechos de
los consumidores y usuarios.
Creemos que la remisión a los derechos al trato digno y equi-
tativo, a la libertad de elección, a la información y a la buena fe son
meramente enunciativos, debiendo leerse en clave constitucional,
comprensivo a todos los sujetos expuestos a prácticas comerciales
respecto de los derechos reconocidos a los consumidores.
Así, la noción de expuesto a una relación de consumo conti-
núa comprendiendo tanto a los consumidores potenciales, como a
las víctimas de daños que no tienen un vínculo contractual con el
proveedor, sea el daño originado por el incumplimiento del deber de
seguridad o por un defecto del producto o servicio, especialmente
fundamentado en el defecto de información sobre riesgos y daños.
Por consiguiente, el concepto de consumidor no ha sufrido morige-
DERECHO DEL CONSUMIDOR 59

ración alguna, sino que han sido pulidas ciertas indefiniciones que
despertaban dudas y controversias29.
Los consumidores potenciales son aquellos que no se
encuentran unidos con uno o más proveedores por un vínculo
jurídico, encuentran su protección en las regulaciones sobre ofer-
ta a persona indeterminada (artículo 7º de la LDC), en las regula-
ciones en materia de publicidad (artículo 8º de la LDC y normas
especiales), prácticas abusivas (artículo 8º bis), cláusulas abusivas
en condiciones generales de la contratación (artículos 37 a 39 de
la LDC), o violación de los deberes de información, trato digno,
salud, seguridad, libertad de elección u otros derechos de los con-
sumidores de manera uniforme y generalizada (derechos de inci-
dencia colectiva).
En cuanto a las víctimas no consumidoras, dicha conceptuali-
zación comprende a las potenciales y/o efectivas víctimas, ajenas a
la relación de consumo (esto es, distinto de las personas del consu-
midor o de los diferentes miembros de la cadena de proveedores),
que tampoco son dependientes de este último30, que sufra un daño
como consecuencia o en ocasión de una relación de consumo, por
causa de la acción de cualquiera de los proveedores, sus dependien-
tes, las personas que se encontraren bajo su tutela o cuidados, o los
consumidores en la relación del consumo o los bienes o servicios
introducidos por ellos en el mercado, ya sea por incumplimiento del
deber de seguridad (artículos 5º y 6º, LDC), o por vicios o riesgo
de la cosa o de la prestación del servicio (artículo 40, LDC)31. Este
es el criterio que había ya adoptado el fallo de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en la causa “Mosca, Hugo A. c/ Provincia de
Buenos Aires y otros”, del 6 de marzo de 2007. De esta manera, se
procura alcanzar y regular las consecuencias de la introducción de
bienes o servicios en el mercado y en la sociedad civil, cualquiera
fuere el camino o la vía para esa incorporación, y el rol cumplido

29. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “El concepto de consumidor en el


nuevo Código Civil y Comercial”, http://www.nuevocodigocivil.com/wp-content/
uploads/2015/08/El-concepto-de-consumidor-en-el-nuevo-CCyC-por-Barocelli1.
pdf, cit.
30. En este caso serían de aplicación las normas del derecho del trabajo.
31. Posición que sustentáramos en nuestra ponencia en la Comisión de Con-
sumidor de las XXIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, http://ideconsultora.
com.ar/bcderechocivil2011/ponencias2011/C8/C8-005.pdf.
60 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

por los agentes que facilitaron o posibilitaron que tales bienes o ser-
vicios estuvieran presentes32. Se sostiene que el vínculo se concreta
con la materialización de los efectos de una relación de consumo
que refleja sus consecuencias en terceros o con el riesgo de que ello
ocurra, comprendiendo a la gran masa de consumidores espectado-
res de las relaciones de consumo que los circundan, por lo cual se
trata de relaciones de consumo de vínculo indeterminado ex ante33.

IV. Sujetos obligados: los proveedores

La contratara de la relación de consumo, frente a los consu-


midores, son los proveedores. Señala la LDC que todo proveedor
está obligado al cumplimiento de la ley, estableciendo en cabeza
de los mismos determinados deberes y responsabilidades. Dichas
previsiones tienen su fundamento en la situación de asimetría que
se vislumbra en las relaciones de consumo entre proveedores y
consumidores, asimetría que se proyecta en el plano económico,
técnico, informativo, jurídico y en algunos casos hasta sociocul-
tural. En el marco de las relaciones de mercado imperantes en
nuestro tiempo, confluyen del lado de la oferta de bienes y ser-
vicios diferentes sujetos, con diferentes roles y relaciones jurídi-
cas entre sí. A efectos de proteger a los consumidores y usuarios
el derecho del consumidor engloba a todos los partícipes de la
actividad económica de oferta de bienes y servicios como sujetos
obligados.

En este sentido, en cuanto a la conceptualización de los pro-


veedores, el artículo 2º de la LDC lo define como:

I. “La persona física o jurídica”. La provisión de bienes y


servicios a consumidores puede ser realizada tanto por personas
humanas actuando de manera individual como por personas de
existencia ideal, con o sin fines lucrativos. Ejemplo de ellos pue-

32. SANTARELLI, Fulvio Germán, “Hacia el fin de un concepto único de


consumidor”, La Ley, 2009-E, 1055, cit.
33. RUSCONI, Dante D., “La noción de ‘consumidor’ en la nueva Ley de
Defensa del Consumidor”, JA 2008-II-1225 - SJA 28-5-2008.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 61

den ser tanto sociedades como otros entes de Derecho Público o


Privado que realizan actividades de provisión de bienes o servicios;
v. gr., asociaciones civiles que regentean el buffet de un estableci-
miento, sindicatos o mutuales que brindan productos o servicios a
sus afiliados con o sin retención de haberes, fundaciones o confe-
siones religiosas que organizan festivales o ferias, etc. Comprende
también tanto a empresarios que ejercen su profesión de manera
individual como a “cuasi-empresarios” u emprendimientos u opera-
ciones ocasionales.

II. “De naturaleza pública o privada”. El legislador no distin-


gue entre sujetos públicos o privados. Por tanto, podemos hablar de
sujetos obligados los referidos a 1) empresas de capital privado; 2)
empresas de capital total o parcialmente de capital público (nacio-
nal, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o muni-
cipal), esto es, el Estado como empresario (ejemplos de ellos lo
constituyen, v. gr., el Correo Oficial de la República Argentina S.A.,
Agua y Saneamientos Argentinos S.A., Lotería Nacional Sociedad
del Estado, bancos públicos, compañías de seguros provinciales,
empresas provinciales de energía, de transportes, etc.; 3) cuando el
Estado provee bienes y servicios, con o sin contraprestación (planes
de vivienda, distribución de medicamentos, libros escolares, usua-
rios de rutas, microcréditos de fomento, rutas con peaje, cobertura
de salud, etc.)34.

III. “Que desarrolla de manera profesional, aun ocasional-


mente”. El sistema de derecho del consumido abandona la idea
clásica del derecho mercantil de la habitualidad y pone el acento
en la profesionalidad como nota distintiva. No obstante, la propia
norma atenúa el carácter profesional, ya que también se incluirán
aquellas relaciones en las que el proveedor realiza dicha actividad
ocasionalmente35.

34. Cf. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Derecho del Cconsumidor fren-


te al Estado como proveedor de bienes y servicios”, IJ Editores, 20-12-2010,
IJ-XLII-6.
35. En esta tesitura, en las XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil se
concluyó que a los fines de establecer la noción de proveedor resultará determi-
nante su carácter profesional; no obstante agregaron los Dres. Frustagli, Flass,
Calderón, Bargaballo, Canteros, Gutiérrez Juncos, Ramírez, Castillo, Di Gius-
62 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Respecto del requisito de profesionalidad, sostiene Santarelli36


que constituyen algunas de sus notas distintivas las siguientes:
a. Debe mediar una vocación de oferta a persona indetermina-
da; es decir, una perspectiva de “clientela” destinada a cap-
tar y mantener a varios adquirentes de una clase o segmento
por reducido o selecto que éste sea.
b. Además –dentro del contexto expuesto–, debe estarse al del
fin de lucro (directo o indirecto) en el desarrollo de la acti-
vidad de mercado.
c. Debe también estarse a la arista organizacional del provee-
dor de bienes y servicios, en tanto la realización organizada
de una actividad de producción, distribución y/o comercia-
lización de bienes y servicios.
d. La profesionalidad se distingue por el agregado de valor
dirigido a satisfacer una necesidad de consumo, en el sen-
tido de adicionar al producto alguna cualidad intrínseca
(diseño, utilidad, etc.) o bien participando en la cadena de
comercialización, así en las transacciones entre profesio-
nales lo ofrecido adquiere carácter de bien de cambio o de
insumo. Siguiendo con estas generalizaciones, la adquisi-
ción por el consumidor final tiene carácter de bien de uso.

Creemos, en este sentido, que el requisito del fin de lucro debe


interpretarse de manera amplia, incluyendo por ejemplo las acti-
vidades de provisión de bienes y servicios por organizaciones no
lucrativas (v. gr., una asociación que explota la concesión de un
buffet, una fundación titular de un sanatorio, un sindicato que pro-
vee bienes o servicios a sus afiliados por retención de haberes, etc.),
como sostuviéramos anteriormente, cuando es el Estado quien pro-
vee bienes o servicios, con o sin contraprestación por parte de los
beneficiarios.
En este sentido, el nuevo Código, en el artículo 1093, pone en

to, Aita Tagle, Franco, Hernández y Tinti: que “[…] a los fines de determinar
la noción de proveedor, excepcionalmente, podrá considerarse que es proveedor
quien se vale de un profesional para ofrecer productos y servicios en el mercado
y, en consecuencia, quedar sujeto al estatuto de defensa del consumidor” (http://
www.derechocivilcba.com.ar/docs/com09_%20conclusiones_consumidor.doc).
36. SANTARELLI, Fulvio G., “Hacia el fin de un concepto único de consu-
midor”, La Ley, 7-9-2009, cit.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 63

pie de igualdad al profesional como el ocasional, comprendiendo


tanto a las empresas como las cuasi-empresas (sujetos que desarro-
llan de manera ocasional una actividad de provisión de bienes y ser-
vicios en el mercado).

IV.a. Actividades de producción, montaje, creación, construcción,


transformación, importación, concesión de marca, distribución y
comercialización de bienes y servicios

En este punto, es importante tener presente que cuando habla-


mos de proveedores, abarcamos a todos los sujetos que intervienen
en la oferta de bienes y servicios en el mercado, esto es, a todos los
agentes económicos intervinientes en el proceso de producción, cir-
culación, distribución y comercialización37.

La LDC enumera los siguientes:


1) Producción: Comprende a los actores responsables de las
actividades primarias (bienes producto de explotaciones agrícolas,
pesqueras, mineras, forestales, de caza o recolección de frutos),
secundarias (productos industriales elaborados) y terciarias (servi-
cios) de la actividad económica.
2) Montaje: Técnicamente es la combinación de las piezas
de un objeto. Molina Sandoval sostiene que es la combinación de
acciones para la utilización del bien por parte del consumidor 38.
El montaje, incluso, puede incluir servicios posteriores al efec-
tivo montaje o instalación del artefacto o utilización del servicio.
En cierto modo, esta interpretación incluye nociones conexas tales
como la puesta a disposición del consumidor, instalación, estableci-
miento del producto, organización y preparación de los elementos
que permiten la adquisición o utilización del bien o servicio adqui-
rido por el consumidor39.
Se incluye aquí, por ejemplo, el ensamble o montaje de: pie-

37. WEINGARTEN, Celia y otros, Derecho del consumidor, Buenos Aires,


Universidad, 2007, p. 243.
38. Cf. MOLINA SANDOVAL, Carlos A., Derecho de consumo, Córdoba,
Advocatus, 2008, p. 22.
39. MOLINA SANDOVAL, Carlos A., “Reformas sustanciales a la Ley
de Defensa del Consumidor”, La Ley, Suplemento especial (Reforma a la Ley de
Defensa del Consumidor), de abril de 2008, p. 81 y sigs.
64 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

zas de productos fabricadas en el extranjero o la organización de un


evento social o espectáculo o la instalación de maquinarias, electro-
domésticos, antenas, etc.
3) Creación: Se refiere no a la idea de manufactura de un bien,
idea comprendida en el concepto de producción, sino a la invención
intelectual de un bien o servicio, registrado como patente40, mode-
lo industrial41, software42 u otro tipo de propiedad intelectual43. La

40. La Ley 24.481 de Patentes de invención y modelos de utilidad, en su


art. 4º, establece que serán patentables las invenciones de productos o de pro-
cedimientos, siempre que sean nuevas, entrañen una actividad inventiva y sean
susceptibles de aplicación industrial: a) A los efectos de esta ley se considerará
invención a toda creación humana que permita transformar materia o energía para
su aprovechamiento por el hombre. b) Asimismo será considerada novedosa toda
invención que no esté comprendida en el estado de la técnica. c) Por estado de
la técnica deberá entenderse el conjunto de conocimientos técnicos que se han
hechos públicos antes de la fecha de presentación de la solicitud de patente o,
en su caso, de la prioridad reconocida, mediante una descripción oral o escrita,
por la explotación o por cualquier otro medio de difusión o información, en el
país o en el extranjero. d) Habrá actividad inventiva cuando el proceso creati-
vo o sus resultados no se deduzcan del estado de la técnica en forma evidente
para una persona normalmente versada en la materia técnica correspondiente. e)
Habrá aplicación industrial cuando el objeto de la invención conduzca a la obten-
ción de un resultado o de un producto industrial, entendiendo al término industria
como comprensivo de la agricultura, la industria forestal, la ganadería, la pesca,
la minería, las industrias de transformación propiamente dichas y los servicios.
41. En materia de modelos industriales resultarán de aplicación las dispo-
siciones del Decreto Ley 6.673/1963, ratificado por la Ley 16.478, de Modelos
y Diseños Industriales, que en su artículo 3º dispone que se considera modelo o
diseño industrial a las formas o el aspecto incorporados o aplicados a un producto
industrial que le confieren carácter ornamental.
42. Los programas de computación se encuentran contemplados dentro de
las obras protegidas por el Derecho de Autor regulado por la Ley 11.723, merced
a la modificación de la Ley 25.036. Cabe igualmente recordar que el art. 5° de la
Ley 25.922 de Promoción de la industria del software define al software como la
expresión organizada de un conjunto de órdenes o instrucciones en cualquier len-
guaje de alto nivel, de nivel intermedio, de ensamblaje o de máquina, organizadas
en estructuras de diversas secuencias y combinaciones, almacenadas en medio
magnético, óptico, eléctrico, discos, chips, circuitos o cualquier otro que resulte
apropiado o que se desarrolle en el futuro, previsto para que una computadora o
cualquier máquina con capacidad de procesamiento de información ejecute una
función específica, disponiendo o no de datos, directa o indirectamente.
43. El artículo 1º de la Ley 11.723 establece: “A los efectos de la presente
ley, las obras científicas, literarias y artísticas comprenden los escritos de toda
naturaleza y extensión, entre ellos, los programas de computación fuente y obje-
DERECHO DEL CONSUMIDOR 65

inclusión del creador o inventor resulta de vital importancia ante


eventuales daños por defectos de diseño o información.
4) Construcción: Implica la realización material u objetiva de
un producto. Usualmente está prevista para “inmuebles”, pero tam-
bién puede incluir maquinarias, vehículos, artefactos electrónicos u
otros muebles44.
5) Transformación: La “transformación”, por su parte, incluye
la realización de actividades sobre un producto ya existente con la
finalidad de realizar o coadyuvar para la preparación del producto
de consumo. La transformación no sólo incluye un cambio radical
de la forma de un producto, sino que también incluye el mejora-
miento de ciertos productos. En materia de inmuebles, y teniendo
en cuenta que los inmuebles usados se incluyen en el espectro de la
ley, podría abarcar las tareas de modificación o mejoramiento de la
construcción ya realizada45.
6) Importación: El artículo 9º, inciso 1, del Código Aduanero
establece que importación es la introducción de cualquier mercade-
ría a un territorio aduanero (ámbito terrestre, acuático y aéreo some-
tido a la soberanía de la Nación Argentina). El artículo 10 de dicho
Código establece que es mercadería todo objeto que fuere suscepti-
ble de ser importado o exportado. El apartado 2 agrega que se con-
sideran igualmente como si se tratare de mercadería:
a) las locaciones y prestaciones de servicios realizadas en el
exterior, cuya utilización o explotación efectiva se lleve a
cabo en el país, excluido todo servicio que no se suministre
en condiciones comerciales ni en competencia con uno o
varios proveedores de servicios;

to; las compilaciones de datos o de otros materiales; las obras dramáticas, com-
posiciones musicales, dramático-musicales; las cinematográficas, coreográficas
y pantomímicas; las obras de dibujo, pintura, escultura, arquitectura; modelos y
obras de arte o ciencia aplicadas al comercio o a la industria; los impresos, planos
y mapas; los plásticos, fotografías, grabados y fonogramas; en fin, toda produc-
ción científica, literaria, artística o didáctica, sea cual fuere el procedimiento de
reproducción.
La protección del derecho de autor abarcará la expresión de ideas, proce-
dimientos, métodos de operación y conceptos matemáticos pero no esas ideas,
procedimientos, métodos y conceptos en sí.”
44. Cf. MOLINA SANDOVAL, Carlos A., “Reformas sustanciales a la ley
de defensa del consumidor”, ob. cit., p. 81 y sigs.
45. Ídem.
66 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

b) los derechos de autor y derechos de propiedad intelectual.


Por su parte, el artículo 91 del Código Aduanero dispone que
son importadores las personas que en su nombre importan merca-
dería, ya sea que la trajeren consigo o que un tercero la trajere para
ellos. En los supuestos previstos en el apartado 2 del artículo 10,
serán considerados importadores las personas que sean prestatarias
y/o cesionarias de los servicios y/o derechos allí involucrados.
7) Concesión de marcas: Este concepto debe tener un alcance
amplio y debe abarcar la posibilidad de que el proveedor de produc-
to o servicio pueda utilizar la marca en el producto o servicio o en
la forma de su comercialización. Incluye no sólo la “licencia” de la
marca en sentido estricto, sino también cabe entender lo siguiente:
(i) Puede tratarse de una marca registrada o no, ya que también
podría incluirse designación de actividades, con o sin fines de lucro
(art. 27, Ley 22.362), marcas notorias o directamente marcas que no
han sido inscriptas.
(ii) Puede consistir en una marca registrada que no haya sido
renovada dentro de los cinco años previos a su vencimiento (art. 5º,
Ley 22.362), ya que el fundamento de la inclusión en la noción de
proveedor radica en la apariencia o garantía que genera la marca
frente a terceros.
(iii) Incluye las marcas adquiridas por cualquier medio, ins-
cripción, transferencia, reivindicación u otras formas.
(iv) La concesión (latu sensu) puede estar incluida en cual-
quier convenio o licencia que permita o autorice a utilizar la marca
a un tercero y no es necesario que sea un contrato autónomo sino
que puede ser incluido en el marco de otros contratos más amplios
(franquicia, distribución, comercialización, etc.) o incluso en la
transferencia de un fondo de comercio (art. 7º, Ley 22.362).
(v) Las limitaciones contractuales que se establecen para la
explotación de la marca no son oponibles al consumidor.
Por ello, si el empresario (que explota una marca ajena)
comercializa el producto en contravención a lo pactado (v. gr., lo
hace dentro de un radio geográfico no permitido o en un mercado
especialmente restringido). Tampoco es oponible al consumidor la
exención de responsabilidad pactada entre el titular de la marca y el
licenciante.
Eventualmente, y en lo que a resarcimiento se refiere, deberá
demostrar el titular de la marca o designación que la causa del daño le
ha sido ajena para eximirse de los daños que pudieran serle imputables.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 67

(vi) Si la utilización de la marca se ha realizado de manera


clandestina (esto es, sin licencia, “concesión” o autorización del
titular) es razonable interpretar que no puede responsabilizarse al
titular de la marca por los daños que se han ocasionado con produc-
tos viciosos (ni menos exigir el cumplimiento de las disposiciones
en la LDC).
(vii) La licencia de la marca puede abarcar la consignación de
la marca en el producto (o incluso ser comercializado un produc-
to de una determinada marca directamente por el distribuidor) o
la denominación del negocio o empresa en la cual se comerciali-
zan productos variados. En este último caso, y dependiendo de sus
circunstancias, deberá analizarse el grado de confusión que puede
generar en los consumidores la utilización de la marca en el negocio
explotado46.
Comprende, por tanto, los supuestos de los sujetos de los con-
tratos de merchandising, esponsoreo, a quienes realizan “alian-
zas de marcas” (contratos de joint branding o co branding47) y al
franquiciante en el contrato de franchising, en concordancia con
el artículo 40 de la LDC, que hace referencia a “todo aquel que ha
puesto su marca”.
8) Distribución: Aquí cabe señalar que no debe entenderse dis-
tribución en sentido estricto, sino incluir a todos los contratos que
tienen una finalidad económica de distribución de bienes con fines
de comercialización: concesión, agencia, distribución, suministro,
franquicia, consignación. También quedan incluidas aquellas cate-
gorías de contratos que tienen por objeto la sola distribución, sin un
objeto de comercialización que integre la causa del negocio48, como
por ejemplo, agencia, concesión, franquicia, etc.
9) Comercialización: En este apartado incluimos a toda perso-
na que ofrece bienes o servicios, organizados en forma de empresa
o no, ya sea mayorista o minorista. Incluye aquí a los vendedores
mencionados en el artículo 12 de la LDC.
Creemos igualmente que la enumeración es enunciativa e
incumbe a todo el que obtenga provecho de la oferta de bienes y

46. Ídem.
47. Sobre este punto ver: WEINGARTEN, Celia y otros, Derecho del con-
sumidor, ob. cit., p. 98 y sigs.
48. LORENZETTI, Ricardo L., Consumidores, ob. cit., p. 100.
68 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

servicios. Debemos agregar, como sujetos obligados, por ejemplo,


a los transportistas, mencionados en el artículo 40 de la LDC, a los
organizadores de espectáculos públicos, a los concesionarios de
rutas con peaje, a los publicistas y agencias publicitarias y protago-
nista del mensaje publicitario49, a los prestadores de servicios con-
forme el artículo 58 de la LDC y a todos los intermediarios, tam-
bién en virtud de la norma antes mencionada.
También, teniendo presente que el art. 1.093 CCC comprende
dentro de la caracterización a las “empresas”, creemos que quedan
comprendidas las empresas que conforman un grupo económico50
y las organizaciones empresarias sin personalidad jurídica (contra-
tos asociativos, fideicomisos, etc.) y a la protección de la aparien-
cia, conforme el artículo 367 y concordantes CCC, en pos de la
protección de la confianza y las legítimas expectativas de los con-
sumidores51.
Por último, y conforme hemos sostenido en diversos foros
científicos52, creemos importante la inclusión en el ordenamiento
del consumo del instituto del levantamiento del velo societario. En
tal caso, el juez, de oficio o a pedido de parte, mediante resolu-
ción fundada, frente a acción u omisión en perjuicio del consumi-
dor, dispondrá el levantamiento del velo societario cuando la per-
sonalidad jurídica encubra la consecución de fines extrasocietarios;
constituya un mero recurso para violar la ley, el orden público, la
buena fe; configure abuso del derecho o violación del estatuto o del
contrato social; o sea utilizada para frustrar derechos de terceros
o del consumidor. Creemos que dicho instituto, que se encuentra
regulado en otras áreas y es aplicado en numerosos fallos labora-
les y societarios, puede extenderse razonablemente a la protección
de consumidores y usuarios. El levantamiento del velo societario

49. Cf. WEINGARTEN, Celia y otros, Derecho del consumidor, ob. cit.,
p. 122.
50. Sobre este punto ver: WEINGARTEN, Celia, “Las “prácticas empresa-
riales abusivas” en las II Jornadas Rosarinas de Derecho Civil”, JA 2001-I-1237.
51. Sobre este punto ver, BAROCELLI, Sergio Sebastián, Comentario al
art. 367, en ALTERINI, Jorge H. (director) Código Civil y Comercial comentado.
Tratado exegético, Buenos Aires, La Ley, 1° edición, 2015, T. II, p. 893 y ss.
52. Jornadas preparatorias a las XXII Jornadas Nacionales de Derecho
Civil, Resistencia, 6 de junio de 2009; XXII Nacionales de Derecho Civil, Córdo-
ba, 24 de septiembre de 2009.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 69

tiene por finalidad crear un punto de inflexión en la perspectiva


limitadora de los riesgos empresarios generales propugnando la no
separación de las personalidades involucradas en la organización de
negocios, pero siempre frente a determinadas situaciones. Éste ins-
tituto se encuentra vinculado a las decisiones judiciales y no impli-
ca anular la personalidad jurídica, sino que apunta al levantamien-
to del velo en determinados casos, principalmente en aquellos en
que la persona jurídica es utilizada para incumplir el ordenamiento
jurídico y cumple con la protección de los consumidores y usuarios
que es el fin de ordenamiento especial y del mandato constitucional
(art. 42, CN). En el Derecho Comparado, contamos con la experien-
cia de Brasil, a través del Código de Defensa del Consumidor (Ley
8.078/1990). En nuestro derecho podemos fundarlo en el artículo
144 CCC y 58 de la Ley Nº 19.550 General de Sociedades.

IV.b. Destinados a consumidores o usuarios

Los bienes y servicios deben estar destinados a los sujetos pro-


tegidos por el sistema para la satisfacción de necesidades personales
o de su familia o grupo social. Quedan por tanto excluidos aquellos
contratos entre empresas, independientemente de que las mismas
sean grandes, medianas o pequeñas, cuando el destino del produc-
to sea un insumo para una actividad productiva, comercial o profe-
sional, sea dicho insumo parte o no de la actividad principal de la
actividad. Por ejemplo, la jurisprudencia ha excluido como supuesto
de relación de consumo si los vehículos se adquirieron para prestar
servicios a terceros (en el caso, 32 autos para flota de remises)53.

V. Sujetos excluidos

En el presente apartado analizaremos los casos de aquellos pro-


veedores de bienes y servicios que se encuentran excluidos del sis-
tema de protección a los consumidores, ya sea de manera total o
parcial.

53. CNac. Com., Sala B, 21-/12-/2005, “Blue Way S.A. vs. Cidef Argentina
S.A. y otro”, Lexis Nº 1/70022923-2.
70 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

a) Profesionales liberales

El 2º párrafo del artículo 2º de la LDC establece que no están


comprendidos en esta ley los servicios de profesionales liberales
que requieran para su ejercicio título universitario y matrícula otor-
gada por colegios profesionales reconocidos oficialmente o autori-
dad facultada para ello.
Dicha excepción al régimen protectorio ha merecido numero-
sas críticas por parte de la doctrina nacional, que la consideran con-
traria al principio de igualdad y al ejemplo que dichos profesionales
deben brindar a la comunidad54.
Para poder ser comprendido dentro de esta previsión legal debe
cumplimentarse con los siguientes requisitos:

1) “Debe tratarse de servicios de profesionales liberales”.


Cuando hablamos de “profesión” podemos afirmar que se trata de
toda actividad desarrollada públicamente, de modo habitual y como
fuente principal de ingresos55. Constituyen notas características de
la profesionalidad: autonomía técnica, habitualidad, reglamenta-
ción, habilitación, presunción de onerosidad, sujeción a normas
reglamentarias y éticas, no siendo imprescindible el título univer-
sitario56. Dentro del género “profesión” encontramos las llamadas
“profesiones liberales”, comprendiendo la especie servicios pura-
mente intelectuales. La calificación de “liberal” apunta a la libertad,
a la ausencia de controles, a la autonomía y soberanía con que desa-
rrollan sus actividades57. En materia tributaria se consideran pro-
fesiones liberales aquellas que se encuentren regladas por ley, que
requieren matriculación o inscripción en los respectivos Colegios o
Consejos Profesionales, acreditación del grado universitario con el

54. En este sentido: GOZAÍNI, Osvaldo A., “¿Quién es consumidor, a los


fines de la protección procesal?”, LL 2003-C, 1054; GHERSI, Carlos A. y WEIN-
GARTEN, Celia, “Visión integral de la nueva ley del consumidor”, DJ 23-4-2008
y XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil de 1995.
55. NICOLAU, Noemí Lidia (directora), Fundamentos de Derecho Con-
tractual, T. II, Avellaneda, La Ley, 2009, p. 349.
56. Cf. Primeras Jornadas Nacionales de Profesores de Derecho, Lomas de
Zamora, 1988; V Jornadas Rioplatenses de Derecho, San Isidro; II Encuentro de
Abogados Civilistas, Santa Fe, 1989, entre otros encuentros jurídicos.
57. NICOLAU, Noemí Lidia (directora), Fundamentos de Derecho Con-
tractual, ob. cit., p. 351.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 71

correspondiente título expedido por universidades nacionales o pri-


vadas debidamente reconocidas, realizadas en forma libre, personal
y directa y cuya remuneración por la prestación efectuada se mani-
fiesta con la forma de honorarios58. Esta “libertad”, “autonomía” y
casi “soberanía” de los profesionales liberales en la etapa decimo-
nónica en que fue redactado el Código Civil de Vélez Sarsfield ha
venido a sufrir importantes transformaciones, como la masificación
de las relaciones profesionales, la despersonalización de las condi-
ciones de trato y atención y una creciente “proletarización” de los
profesionales liberales, que en muchos casos no son más que traba-
jadores en relación de dependencia con su autonomía limitada a los
aspectos técnicos de su profesión. A aquellos profesionales liberales
que ejercen en forma libre su profesión apunta la norma en cues-
tión. En esta categoría podemos mencionar a los profesionales del
derecho (abogados, escribanos, procuradores, traductores públicos,
calígrafos públicos), de la salud (médicos, psicólogos, odontólogos,
enfermeros, kinesiólogos, nutricionistas, fonoaudiólogos, radiólo-
gos, bioquímicos, farmacéuticos, obstétricos, veterinarios), de las
ciencias económicas (contadores públicos, economistas, actuarios),
de las ciencias sociales (trabajadores sociales, sociólogos, politólo-
gos, antropólogos) y otras disciplinas (arquitectos, ingenieros, bió-
logos, agrimensores, geólogos, etc.). Quedan excluidos, por tanto,
aquellos profesionales donde prima el conocimiento manual y téc-
nico, como electricistas, plomeros, gasistas o carpinteros59.

2) “Que requieran para su ejercicio título universitario”. Otro


requisito que establece la norma es que la prestación de dicho servi-
cio sea incumbencia profesional exclusiva de graduados de institucio-
nes de educación superior universitaria con título reconocido a nivel
nacional por las autoridades educativas, de conformidad con la Ley
de Educación Superior (Ley 24.521). En este punto dejamos afuera
de la exclusión, y por tanto dentro del sistema de protección al consu-
midor como proveedores, a los profesionales con títulos de educación
secundaria técnico-profesional (maestros mayores de obra, construc-

58. Artículo 8º de la Resolución Nº 180/88 de la Dirección Provincial de


Rentas de Santa Fe.
59. Cf. YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, La responsabilidad civil del
profesional liberal, Buenos Aires, Hammurabi, 1998, p. 14 y sigs.
72 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

tores, técnicos electricistas, electrónicos, mecánicos, informáticos,


agropecuarios, etc.) o superior no universitaria (técnicos terciarios en
sistemas, higiene y seguridad en el trabajo, gastronomía, jardinería,
enfermería, locutores, agentes de propaganda médica, etc.), regulados
por las Leyes 26.058 de Educación Técnico Profesional y 24.521 de
Educación Superior. Cabe dicha aclaración porque en algunos de los
casos poseen matrícula profesional e incluso colegiación (v. gr., maes-
tros mayores de obra, gestores, agentes de propaganda médica, etc.).

3) “Con matrícula otorgada por colegios profesionales recono-


cidos oficialmente o autoridad facultada para ello”. Debe tratarse de
profesiones que requieran para su ejercicio la matriculación obli-
gatoria. Dicha matrícula puede ser organizada por la Administra-
ción (por ej., en el ámbito territorial de la Ciudad de Buenos Aires,
la matrícula de profesionales de la salud) o por entes públicos no
estatales, como son colegios o consejos profesionales (por ej., en el
ámbito territorial de la Ciudad de Buenos Aires, la matrícula de pro-
fesionales del derecho y las ciencias económicas). Quedan exclui-
das de esta previsión aquellas profesiones universitarias que no
requieran matriculación obligatoria.
Esta exclusión general tiene una primera excepción en la publi-
cidad que se haga del ofrecimiento de los servicios de profesionales
liberales. Ello implica que si los profesionales utilizan publicidad
la misma estará comprendida por el sistema de defensa del con-
sumidor, en cuanto a las previsiones de los artículos 7º y 8º de la
LDC y respecto a las regulaciones en materia de ilicitudes publicita-
rias. Otros autores, en tesis minoritaria en doctrina60, entienden que
cuando los profesionales en su ejercicio libre hagan publicidad, se
someten voluntariamente al régimen de la LDC.
En segundo lugar, podemos mencionar a aquellos profesionales
que incurran en las prácticas abusivas prohibidas en el artículo 8º bis
(condiciones de atención y trato indigno y/o inequitativo, conduc-
tas que coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes,
vejatorias e intimidatorias, diferenciaciones sobre precios, calidades
técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre los
bienes y servicios a consumidores extranjeros u otorgar apariencia

60. Cf. WAJNTRAUB, Javier H., La noción de consumidor tras la Reforma


de la ley 24.240, 08 (abril), ob. cit., 153.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 73

de reclamo judicial a reclamos extrajudiciales de deudas). Ante tales


prácticas abusivas los profesionales serán pasibles de las sanciones
administrativas previstas por el artículo 47 de la LDC y responsables
de la reparación de daños a los consumidores, incluidos los daños
punitivos o multa civil establecida en el artículo 52 bis de la LDC.
El fundamento normativo de dicha afirmación es el último párrafo
del artículo 8º bis, cuando prevé hacerlas “extensivas solidariamente
a quien actuare en nombre del proveedor”. Esta previsión tiene espe-
cial trascendencia para los profesionales del derecho, especialmente
en el supuesto de cobranzas extrajudiciales de deudas61.
Otra excepción que hace incluir a las profesiones liberales den-
tro del régimen tuitivo del consumo son los supuestos de bienes o
servicios que no constituyen incumbencias exclusivas de los pro-
fesionales involucrados. Así, se inscriben los tratamientos estéticos
que puedan brindar médicos dermatólogos o kinesiólogos, produc-
tos de perfumería vendidos en una farmacia, el servicio de ambien-
tación o el servicio de decoración de interiores desarrollada por un
arquitecto, los llamados “pet shops” dirigidos por un veterinario,
etc. En este entendimiento, la jurisprudencia entendió que resulta-
ban aplicables las normas de defensa del consumidor al supuesto de
una persona que había comprado un perro en una veterinaria, que
murió a los pocos días62.
También se encontrarán comprendidos dentro del ámbito del
sistema de defensa de los consumidores los profesionales libera-
les que desarrollan su actividad organizada en forma de empresa63.
Así, el médico que dirige una clínica, el contador público que pre-
side una firma de auditoría externa o el abogado que regentea una
empresa de atención integral de víctimas de accidentes de tránsito,
entre otros. Sostiene Wajntraub, que cuando se ejerce la actividad

61. En jurisprudencia anterior a la reforma: “Ocasiona un daño moral por su


carácter intimidatorio y amenazante la nota con apariencia de cédula judicial que
el letrado apoderado del banco enviara a la escuela donde trabajaba la deudora
docente, con indicación de la decisión de ejecutar, aviso de embargo, sin indicar
monto adeudado ni fijar plazo para recibir el mismo, dando cuenta de la existen-
cia de deuda en mora y de lo infructuoso de las diligencias de cobro intentadas,
máxime si la deudora había cuestionado el monto de la deuda”. (CNCom., Sala
E, 10-/02-/2006, “Lloyds TSB. Bank vs. F., M. E.”, JA 2006‑ III‑ 43).
62. CNFed. CA, Sala II, “Poggi, José M. F. c/ Secretaría de Comercio e
Inversiones”, 06-/05-/1999, JA, 2000-III-387, ED, 189-471.
63. Cf. LORENZETTI, Ricardo Luis, Consumidores, ob. cit., p. 102.
74 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

en forma de empresa, se diluye la figura del profesional liberal para


conformarse la de proveedor64. Establece la norma antes menciona-
da que ante la presentación de denuncias por los usuarios y consu-
midores que no se vincularen con la publicidad de los servicios, la
autoridad de aplicación de esta ley informará al denunciante sobre
el ente que controle la respectiva matrícula a los efectos de su tra-
mitación.

b) Transporte aeronáutico

El artículo 63 de la LDC establece que para el supuesto de con-


trato de transporte aéreo, se aplicarán las normas del Código Aero-
náutico, los tratados internacionales y, supletoriamente, la presente
ley.
Dicho artículo había sido derogado por el artículo 32 de la Ley
26.361, pero dicha derogación fue observada por el artículo 1º del
Decreto 565/2008.
En este sentido, es preciso formular las siguientes considera-
ciones. En primer término, cabe recordar que el contrato de trans-
porte aéreo es aquel en virtud del cual “una parte se obliga a tras-
ladar a personas o cosas, de un lugar a otro, en aeronave y por vía
aérea, y la otra a pagar un precio como contraprestación”65.
En los casos derivados del contrato de transporte aéreo se apli-
can las normas del Código Aeronáutico para el transporte interno de
cabotaje.
Para el caso de los vuelos internacionales, rigió hasta el
14.02.2010 la Resolución Nº 1532/1998 del ex Ministerio de Eco-
nomía y Obras y Servicios Públicos sobre Condiciones Generales
del Contrato de Transporte Aéreo y las convenciones internaciona-
les a las cuales adhirió nuestro país –“Sistema de Varsovia”– para el
transporte internacional de pasajeros, equipajes y carga, siendo de
carácter supletorio sólo para lo no previsto por sus normas específi-
cas, las normas del derecho del consumidor66.

64. WAJNTRAUB, Javier H., Protección jurídica del consumidor, Buenos


Aires, LexisNexis – Depalma, 2004, Lexis Nº 3201/000704.
65. VIDELA ESCALADA, Federico, Manual de Derecho Aeronáutico,
Buenos Aires, Zavalía, 1996, p. 373.
66. AGOSTINELLI, Carlos, “Transporte aéreo y derechos de los consumi-
dores. Análisis del Decreto 565/2008”, en ARIZA, Ariel, La reforma del Régimen
DERECHO DEL CONSUMIDOR 75

Luego de dicha fecha, entró en vigencia la Ley 26.451 por la


que se aprobó la adhesión de la República Argentina al Convenio de
Montreal de 1999 sobre unificación de ciertas reglas para el Trans-
porte Aéreo Internacional.
A partir de entonces, rige dicho convenio, en forma supletoria
con la Ley de Defensa del Consumidor y con las particularidades
que señalaremos más adelante67.
Esta exclusión entendemos que es inconstitucional, por vul-
nerar los principios de igualdad y no discriminación; sin embargo,
no obsta la aplicación de los artículos 42 y 43 de la Constitución
Nacional en el supuesto de contratos de transporte aéreo (derecho a
la información, a la protección de salud, seguridad e intereses eco-
nómicos, a la libertad de elección, a condiciones de trato digno y
equitativo, a sistemas eficaces de prevención y resolución de con-
flictos y al acceso a la justicia).
A su vez, no podemos dejar de señalar la existencia de un
doble estándar de protección en función de si se tratan de vuelos de
cabotaje o de vuelos internacionales.
En el primer caso, donde rige el Código Aeronáutico, resulta-
rán aplicables de este el régimen de responsabilidad que imponen
los Arts. 130 a 154 del Código Aeronáutico y los plazos de prescrip-
ción de un año que allí se disponen para las acciones.
Al no regular dichas normas los casos de “overbooking”, en
dichos casos, se aplicará la ley de defensa del consumidor.
Por otro lado, nada impide que se le apliquen a las compañías
aéreas en los vuelos de cabotaje, los daños punitivos del Art. 52 bis
de la LDC en caso de corresponder.
Sin embargo, las limitaciones al régimen de responsabilidad
que impone el Código Aeronáutico frente al régimen de responsa-
bilidad del Código Civil y Comercial y de la Ley de Defensa del
Consumidor resultan una clara desprotección al usuario.
Es que claramente, la aparente responsabilidad objetiva que
impone el Código Aeronáutico en sus Arts. 139 a 141 –en los que

de Defensa del Consumidor por Ley 26.361, Buenos Aires, Abeledo Perrot, Gerli,
2008, p. 221.
67. AGOSTINELLI, Carlos, Transporte aéreo y derechos de los consumido-
res. Análisis del Decreto 565/2008, en ARIZA, Ariel, La reforma del Régimen de
Defensa del Consumidor por Ley 26.361. Abeledo Perrot, Gerli, 2008, p. 221.
76 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

se establece la responsabilidad por daños al pasajero, al equipaje o


derivados del retraso– se diluye con el texto del Art. 142 que esta-
blece expresamente: “El transportador no será responsable si prueba
que él y sus dependientes han tomado todas las medidas necesarias
para evitar el daño o que les fue imposible tomarlas”.
La norma referida resulta una perfecta cláusula de escape para
el transportista aéreo, quien probando su debida diligencia puede
eximirse de reparar daños derivados del riesgo propio de su activi-
dad; trasladando los riesgos al usuario.
Una lectura de esta norma a la luz de los principios de repara-
ción integral y del deber de seguridad que impone el Art. 42 de la
Constitución Nacional nos hace dudar de su apego al texto consti-
tucional.
Más agraviante resulta aún la situación del pasajero en los vue-
los internacionales que se encuentran alcanzados por las normas del
Convenio de Montreal de 1999.
Si bien contará con un plazo de prescripción más beneficioso
–2 años a contar desde la llegada a destino o desde que la aeronave
debió haber despegado, conforme el Art. 35.1 del Convenio–, los
alcances de la responsabilidad serán menores.
Así, el Art. 29 del Convenio señala que el transportista podrá
eximirse de la responsabilidad derivada del retraso si “acredite
haber tomado todas las medidas razonables para evitar el daño o
que le fue imposible tomarlas”.
A su vez, el Art. 22 limita en sus incisos 1º y 2º el monto de la
indemnización a abonar por pasajero en caso de retraso o pérdida o
avería del equipaje.
O sea, que no sólo la empresa puede diluir su responsabilidad
señalando que tomó las medidas para evitar el retraso, sino que ade-
más, de ser condenada, podrá limitar su responsabilidad, pudiendo
así especular con el monto de las indemnizaciones a abonar.
Este accionar está además alentado por propio Convenio, en
tanto su Art. 29 señala que las demandas contra los transportistas
aéreos en los que se aplica esta norma, no podrán reconocer indemni-
zaciones punitivas ni de ningún otro tipo que no sean compensatorias.
A la luz de estos postulados, urge entonces una revisión desde
la justicia de la validez de la adhesión de la Argentina a alguna de
estas normas, en tanto, claramente y tal como ya lo hemos sosteni-
do, atentan contra derechos fundamentales de los usuarios del trans-
porte aéreo.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 77

VI. Situaciones controvertidas

En este apartado abordaremos algunos supuestos que se


encuentran rayanos con la exclusión del sistema del derecho del
consumo, como es el de los bienes y/o servicios de uso promiscuo.
Se trata de bienes o servicios adquiridos o utilizados por un
sujeto para consumo privado (esto es, consumo personal o de su
grupo familiar o social) y, asimismo, para el desarrollo de una acti-
vidad profesional, comercial, industrial, etc. En este caso, un conta-
dor que utiliza una caja de ahorros para uso personal y para que le
realicen depósitos de honorarios sus clientes, un abogado que com-
pra una computadora portátil para uso privado y para desarrollar su
actividad profesional o un comerciante que asegura un automóvil,
que a su vez utiliza para su actividad comercial. En estos casos,
creemos que corresponde al proveedor probar que dicha adquisición
o utilización del bien tiene características principales de uso no pri-
vado, y en caso de duda, se estará a la interpretación más favorable
al consumidor, esto es, a ser incluido dentro del régimen de consu-
mo68. Este criterio ha tenido la jurisprudencia, en relación al adqui-
rente de una camioneta como herramienta laboral y para beneficio
propio o del grupo familiar69.

68. Cierto es que este tipo de operaciones pueden tener un valladar probato-
rio desde el ámbito fiscal, si el sujeto ha adquirido del bien o servicio solicitando
la facturación mediante Factura “A” (responsable inscripto).
69. CNCom., Sala B, “Manessi, Alberto c/ General Motors de Argentina
S.A.”, 28-6-2002, LL, 2002-F, 324.
Capítulo III
REGULACIÓN DE LAS PRÁCTICAS ABUSIVAS
EN EL DERECHO DEL CONSUMIDOR
Walter Fernando Krieger

1. Definición

Señala Lorenzetti1 que las prácticas comerciales son los proce-


dimientos, mecanismos, métodos o técnicas utilizados para fomen-
tar, mantener, desenvolver o garantizar la producción de bienes y
servicios.
En este sentido, Japaze2 enuncia estas técnicas en forma no
taxativa y señala como prácticas comerciales: 1) la publicidad, 2) la
oferta combinada, 3) la promoción de productos con sorteos y rifas,
4) la venta a distancia, entre otros.
Va de suyo que todos estos elementos son parte de nuestra vida
cotidiana y resultan esenciales para los proveedores para instalar sus
productos y servicios en el mercado.
Así, hay acuerdo en la doctrina (Japaze, Hernández, Frustra-
gli) en sostener la licitud de estas prácticas como norma general;
tornándose en ilícitas cuando se lesionen derechos o libertades del
consumidor o se vulneren las buenas prácticas mercantiles.
Estas situaciones de abusividad en el ejercicio de las prácticas
comerciales denotan en la práctica una alteración de la libertad y
dignidad del consumidor, en tanto o bien lo exponen a situaciones
humillantes y vejatorias; o bien lo incitan a la adquisición de bienes
y servicios mediante el engaño o la coacción.

1. LORENZETTI, Ricardo L. Consumidores, ob. cit., 2009, p. 136.


2. JAPAZE, Belén en RUSCONI, Dante, Manual de derecho del consumi-
dor, ob. cit., p. 297.
80 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Puede decirse entonces que la práctica comercial abusiva se


puede dar tanto en el marco de un contrato de consumo en curso,
como en la etapa previa a la concreción del mismo, y en la etapa
posterior; estando igualmente todos los supuestos tutelados por la
ley.
Todas estas afirmaciones encuentran su sustento en la Directiva
del Parlamento Europeo Nº 2005/29/CE sobre prácticas comerciales
desleales; norma que clasifica las prácticas comerciales desleales en
dos ramas:
a) las prácticas comerciales engañosas (que pueden darse por
acción o por omisión);
b) las prácticas comerciales agresivas.
Sin perjuicio de la clasificación que realiza la normativa refe-
rida, teniendo en cuanta que las prácticas abusivas son aquellas que
vulneran o tienen la potencialidad de vulnerar los derechos de los
consumidores, podemos clasificar a las mismas en:
a) prácticas comerciales engañosas, cuando las mismas con-
trarían el derecho a la información, al principio de buena fe
o van en contra de la educación de los consumidores;
b) prácticas comerciales inseguras, cuando las mismas vulne-
ran el derecho a la protección de la salud y seguridad;
c) prácticas comerciales agresivas, como aquellas que son
contrarias al derecho al trato digno y equitativo;
d) prácticas comerciales contrarias a los intereses económi-
cos de los consumidores;
e) prácticas comerciales desleales, como aquellas que lesio-
nan el derecho a la libertad de elección de los consumidores
y a la libre competencia en el mercado;
f) prácticas comerciales insustentables, respecto de aquellas
que contravienen el derecho de acceso al consumo y/o al
consumo sustentable;
g) Otras prácticas comerciales ilícitas, cuando contrarían
otros derechos, como el entorpecimiento del acceso a la
justicia, la organización y participación de los consumido-
res u otros derechos o intereses jurídicos reconocidos por el
ordenamiento jurídico.
Cabe aclarar igualmente que muchas prácticas abusivas pue-
den comprender la vulneración de dos o más derechos de los con-
sumidores, por lo que la clasificación propuesta es meramente
orientativa.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 81

a. Prácticas comerciales engañosas

Como bien dice la norma referida, las prácticas comerciales


engañosas pueden darse por acción o por omisión.
Las primeras se darán cuando el proveedor dé información
inexacta sobre:
a) existencia o la naturaleza del producto;
b) las características principales del producto (su disponibili-
dad, sus beneficios, sus riesgos, su composición, su origen
geográfico, los resultados que pueden esperarse de su utili-
zación, etc.);
c) el alcance de los compromisos del comerciante;
d) el precio o la existencia de una ventaja específica con res-
pecto al precio;
e) la necesidad de un servicio o de una reparación.
En tanto, la omisión se configurará cuando se omite o se ofrece
de manera poco clara, ininteligible, ambigua o en un momento que no
es el adecuado la información sustancial que necesita el consumidor
medio, según el contexto, para tomar una decisión sobre una transac-
ción, lo que, en consecuencia, hace o puede hacer que el consumi-
dor tome una decisión sobre la compra que de otro modo no hubiera
tomado.
La tutela del consumidor frente a este tipo de prácticas se sus-
tentará entonces en la regulación de la publicidad y las exigencias,
en el cumplimiento adecuado del deber de información.

b. Prácticas comerciales agresivas

Conforme la directiva europea, son prácticas comerciales


agresivas las que vulneren la libertad de elección del consumidor
forzándolo a tomar decisiones en situación de acoso, coacción o
influencia indebida.
Serán, según la norma señalada, indicios a considerar a la hora
de valorar la agresividad de una práctica:
a) la naturaleza;
b) el lugar y la duración de la práctica agresiva;
c) el posible empleo de un lenguaje o un comportamiento
amenazador o insultante;
d) la explotación por parte del comerciante de una circunstan-
82 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

cia específica que afecte al consumidor, para influir en su


decisión;
e) cualesquiera condiciones no contractuales desproporciona-
das impuestas al consumidor que quiere ejercitar sus dere-
chos contractuales (por ejemplo, el de poner fin al contrato
o el de modificarlo).
Se observa entonces que la práctica agresiva es una cuestión de
“hecho” que debe ser ponderada por el juez en cada caso en particu-
lar, considerando la acción del proveedor respecto del consumidor.
Los límites frente a estas prácticas se encuentran en la tutela
del trato digno (art. 8º bis de la Ley 24.240 y art. 1098 del Código
Civil y Comercial), la consagración del derecho del consumidor a
la libertad de contratar (art. 1099) y la limitación al ejercicio de la
posición dominante en el mercado (art. 11).

2. Protección frente a las prácticas abusivas

El legislador ha querido, mediante la introducción del artículo


1096 del Código Civil y Comercial, la protección de los consumi-
dores frente a cualquier tipo de práctica abusiva.
Esta tutela sólo puede alcanzarse con la extensión de los efec-
tos no sólo a los “consumidores” en el sentido que expone el artícu-
lo 1092 del CCyC, sino también a todos aquellos “expuestos” a las
prácticas comerciales.
Estos sujetos expuestos, debe entenderse, son aquellos que
sin ser parte de la relación de consumo, son afectados en algu-
na forma por una práctica comercial desleal, ya sea “engañosa”,
como “agresiva”.

2.1. Protección frente a prácticas comerciales engañosas

a. El deber de información

La primera herramienta con la que el consumidor cuenta para


protegerse frente al ejercicio de prácticas comerciales engañosas es
la de exigir del proveedor el cumplimiento del deber de información
que la norma coloca en cabeza de este último.
El derecho del consumidor al acceso a la información se cons-
tituye en uno de los ejes principales de la tutela legal.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 83

Tal es su importancia, que el constituyente lo ha incluido junto


con la seguridad, como una de las garantías constitucionales en el
artículo 42 de la Constitución Nacional. Su importancia radica en la
necesidad de tutelar la última esfera que queda de autonomía de la
voluntad en el consumidor.
En efecto, los contratos de consumo –en su gran mayoría– son
celebrados por adhesión, no teniendo el consumidor más posibili-
dad de ejercer su libertad de contratar que determinar si quiere o no
quiere celebrar el contrato.
Resulta menester, por lo tanto, tutelar al consumidor en esta
etapa de decisión, garantizándole el rango más amplio de libertad
posible para poder decidir; lo que se logra únicamente proveyéndo-
le de toda la información que resulte determinante para formar su
decisión.
Por otro lado, y tal como lo explica el economista Joseph Sti-
glitz en su teoría de la información, el desequilibrio natural de los
mercados se debe a la diferencia de información que poseen los
actores que intervienen en él. Enseña el mencionado economista
que siempre el proveedor tendrá acceso a mayor conocimiento res-
pecto del funcionamiento de su propio negocio que el consumidor.
Por ello, la legislación debe tender a equilibrar –aun reconociendo
que un equilibrio completo es una utopía– el conocimiento garan-
tizando al consumidor el acceso a la información pertinente. Es
desde esta óptica que el legislador ha consagrado en el artículo 4º
de la LDC el deber de información en cabeza del proveedor, texto
que se reitera en el artículo 1100 del Código Civil y Comercial.
Sobre este deber, la doctrina coincide en señalar las siguientes cua-
lidades que debe poseer la información para tener por cumplido el
deber:

1. Debe ser cierta. Va de suyo que el primer requisito del deber


de información es que la misma sea verdadera. La información no
puede aseverar cosas que no lo son, ni esconder tampoco datos
determinantes para formar la decisión del consumidor.

2. Debe ser eficaz. Aun cuando la información proporciona-


da sea verdadera, no se tendrá por cumplido con el deber de infor-
mar, si esta carece de “eficacia”. La eficiencia de la información
tiene dos planos; uno objetivo –relacionado con la información en
sí misma– y otro subjetivo –relacionado con la posibilidad de ser
84 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

comprendida por el consumidor–. En el plano objetivo, la infor-


mación será eficaz cuando las afirmaciones vertidas no constitu-
yan datos confusos, de difícil constatación o análisis por el con-
sumidor o usuario. Tampoco será eficaz la información excesiva,
entendiendo por ella al cúmulo de datos –aún verdaderos– que por
su cantidad impidan el juicio del consumidor. El plano subjetivo
está relacionado con la capacidad del consumidor de comprender
la información que se le presenta. Así, no podrá entenderse que se
cumplió con el deber de información si la misma contiene términos
técnicos, no está en el idioma nacional o presentada en forma com-
prensible para el público al que está destinado el producto o ser-
vicio. Por ejemplo, la información sobre los riesgos de un juguete
para niños tiene que ser diseñada para poder ser comprendida por
estos.

3. Debe ser gratuita. El acceso a la información nunca puede


traer un costo adicional para el consumidor.

4. En soporte físico. La modificación del artículo 4 LDC por


la Ley 27.250 introduce de manera explícita un nuevo carácter que
debe reunir la información: que debe ser proporcionado por el pro-
veedor en soporte físico. Este principio solo puede ser suplantado
en el supuesto que el consumidor o usuario optase de forma expre-
sa por utilizar cualquier otro medio alternativo de comunicación
que el proveedor ponga a disposición. De esta manera se garanti-
za en primer término la accesibilidad a la información para todos
los consumidores. El avance tecnológico, la sustentabilidad econó-
mica, ecológica y social y la protección al consumidor encuentran
muchas veces puntos de tensión y conflicto en su interpretación y
aplicación. En ese sentido, el Derecho toma partido privilegian-
do el principio protectorio por sobre los otros derechos e intereses
involucrados. La “digitalización” y “despapelización” es un camino
insoslayable, pero el mismo no debe imponerse compulsivamente,
sin atender otras cuestiones involucradas. La norma tiene en miras
también la protección de consumidores hipervulnerables. Muchos
adultos mayores, personas con discapacidad, analfabetos digitales
o, personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica o geo-
gráfica no saben o tienen dificultades cognoscitivas para operar dis-
positivos electrónicos o no tienen acceso a internet. Por esa razón,
el Derecho del Consumidor tiene en cuenta estas vulnerabilidades
DERECHO DEL CONSUMIDOR 85

como el prisma sobre el cual debe perfilarse el ordenamiento jurídi-


co y las políticas públicas de protección al consumidor3.
Establecidos los requisitos que debe reunir el deber de infor-
mación, cabe indagar luego sobre la carga de la prueba respecto del
cumplimiento.
En este sentido, la jurisprudencia es unánime en que es el pro-
veedor el que debe demostrar que ha cumplido, en tanto una postu-
ra contraria impondría al consumidor el deber de probar un hecho
negativo; circunstancia prohibida por el derecho.

2.2. Protección frente a prácticas comerciales agresivas

Las prácticas comerciales agresivas son aquellas que intentan


vulnerar la libertad de contratación del consumidor mediante el
ejercicio de la coacción, la intimidación o la violencia.
A modo de ejemplo, el Anexo I de la Directiva Nº 2005/29/
CE refiere como prácticas agresivas el evitar que el consumidor se
retire de un lugar sin contratar; inducir en publicidades dirigidas a
niños que compren un producto o que convenzan a sus padres de
hacerlo, entre otras.
A su vez, el artículo 1099 del CCyC ha establecido como prác-
tica agresiva la de obligar al consumidor a adquirir un producto o
servicio para acceder a otro (por ejemplo, el banco que obliga a la
contratación de tarjetas de crédito u otro producto financiero para
otorgar un préstamo).
La celebración de un contrato en estas condiciones traerá al
consumidor la posibilidad de revisarlo de la misma manera en que
pueden revisarse las cláusulas abusivas, pudiendo requerir su nuli-
dad parcial o total; así como también la reparación de los perjuicios
sufridos, y de corresponder, la imposición de daños punitivos.

3. La publicidad

La sociedad de consumo para poder funcionar requiere de


mecanismos que permitan dar a conocer un producto o servicio,

3. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Comentarios a la Ley N° 27.250”.


Revista Antecedentes Parlamentarios, La Ley, N° 6, julio 2016, 31.
86 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

instalarlo en la sociedad y generar la creencia de la necesidad del


mismo para que sea demandado en el mercado.
Esta función se cumple a través de la publicidad y el marketing.
La primigenia Ley 24.240 fue pionera en regular la publicidad
en algunos aspectos, completándose la regulación con la sanción
del Código Civil y Comercial y el contenido de los artículos 1101 a
1103.
En nuestro Derecho argentino no contábamos hasta el año
2009 con una conceptualización de la publicidad, sin perjuicio de
otras normativas que regulan ciertos aspectos publicitarios.
Debido a ello la doctrina se había encargado de presentar algu-
nas definiciones sobre la materia. Se dice entonces que la publici-
dad es: “[…] una forma de comunicación producida por una per-
sona física o jurídica, pública o privada, con el fin de promover la
contratación o el suministro de productos o servicios”4. Por otro
lado, también puede ser definida como “la comunicación en el ejer-
cicio de una actividad, generalmente comercial, con el fin de pro-
mover de forma directa o indirecta la contratación”5.
Posteriormente, y con el arribo de la Ley 26.522 de Servi-
cios de Comunicación Audiovisual (en adelante, LSCA), hemos
encontrado una definición legal de la publicidad. Así el artícu-
lo 4º considera como publicidad: “Toda forma de mensaje que
se emite en un servicio de comunicación audiovisual a cambio
de una remuneración o contraprestación similar, o bien con fines de
autopromoción, por parte de una empresa pública o privada o de
una persona física en relación con una actividad comercial indus-
trial, artesanal o profesional con objeto de promocionar, a cam-
bio de una remuneración, el suministro de bienes o prestación de
servicios, incluidos bienes, inmuebles, derechos y obligaciones”.
La fuente de esta definición está principalmente en la Directiva
Europea Nº 65/2007 de Servicios de Comunicación Audiovisual
Sin Fronteras6.

4. LORENZETTI, Ricardo L., Consumidores, ob. cit., p. 182.


5. PÉREZ BUSTAMANTE, Laura, Derechos del consumidor, Buenos
Aires, Astrea, 2005 ob. cit., p. 162.
6. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Novedades legislativas de protección al
consumidor frente a la publicidad”, Revista IJ Editores, IJ-XXXVIII-616.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 87

a. Efectos vinculantes de la publicidad

El primer aspecto regulado de la publicidad en el artículo 8º de


la Ley 24.240 ha sido el efecto vinculante que tiene la publicidad
respecto del contrato con el consumidor; norma ratificada en el con-
tenido del artículo 1103 del Código Civil y Comercial.
El texto legal es absolutamente claro y establece: “Las preci-
siones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circu-
lares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contra-
to con el consumidor y obligan al oferente”.
Es claro entonces que el contenido de la publicidad deberá res-
petarse luego en el contrato, incluyendo el precio del bien o servicio
y las cualidades anunciadas.
El incumplimiento de esta norma es asimilable al incumpli-
miento de la oferta y dará al consumidor el derecho de ejercer las
acciones que establece el artículo 10 bis de la LDC.
Cabe recordar, además, que esta norma es de aplicación a las
profesiones liberales, en función de lo cual aquellos profesionales
que garanticen un resultado mediante una publicidad responderán
frente a su cliente si este no se cumple en los términos del artículo
774, incs. b) o c), de acuerdo a lo que se haya prometido.

b. Publicidad ilícita

Uno de los avances más interesantes del Código Civil y


Comercial es la regulación de la publicidad ilícita que realiza en el
artículo 1101.
Allí la norma establece la prohibición de tres tipos de publi-
cidades:
a) la que contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que
induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando
recaigan sobre elementos esenciales del producto o servicio;
b) la que efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando
sean de naturaleza tal que conduzcan a error al consumidor;
c) sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a
comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud
o seguridad.
Claramente las prohibiciones de los incisos a) y b) están desti-
nadas a evitar la existencia de prácticas comerciales engañosas.
88 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Por su lado, la prohibición del inciso c) está relacionada con el


trato digno y el respeto a la integridad del consumidor.
Por ello, deben considerarse las publicidades que encuadren
en el último inciso como afrenta a los derechos consagrados en el
artículo 8º bis de la LDC, y en consecuencia, imponer a quien la
elaboró y a quien la emitió las sanciones punitivas del artículo 52
bis de la LDC.
Misma sanción se podrá imponer a las publicidades que encua-
dren en los dos primeros incisos, en tanto se reúnan los requisitos
para su procedencia.

4. Derecho al trato digno

En todo momento de la relación de consumo, el consumidor


tiene derecho a recibir un trato digno (arts. 1097 y 8º bis de la LDC).
Este derecho implica que en el marco de las relaciones de con-
sumo, el consumidor no puede ver afectada su dignidad como per-
sona (art. 52 del Código Civil y Comercial).
El derecho se constituye esencialmente a no ser expuesto a
situaciones vergonzantes, humillantes o vejatorias; tales como lar-
gas filas sin asientos ni acceso a baños, o la obligación de iniciar
acciones judiciales para obtener el cumplimiento de prestaciones
básicas del contrato, o la requisa humillante de las personas o perte-
nencias a la salida de un comercio.
En esta inteligencia, podemos citar como ejemplo la Ley 4.399
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que en su artículo 1º esta-
blece como prácticas contrarias al trato digno las siguientes:
a. Toda práctica de atención al público que implique permane-
cer en filas con esperas mayores a 30 minutos.
b. Toda práctica de atención al público que implique permane-
cer en filas a la intemperie en el exterior de instituciones y/o
locales comerciales.
c. Toda práctica de atención al público que obligue a esperas
en instituciones y locales comerciales mayores a 90 minu-
tos, incluso aunque: se provea de suficientes asientos, exis-
tan instalaciones sanitarias y el orden de atención sea según
ticket numerado.
Esta regulación efectuada por la CABA da la pauta, además, de
que cada jurisdicción puede ampliar la tutela de los consumidores y
DERECHO DEL CONSUMIDOR 89

reconocer prácticas como contrarias a dicho derecho, estableciéndo-


se así la posibilidad de imponer sanciones en forma directa.
Tampoco puede el proveedor efectuar trato discriminatorio
alguno, lo que incluye la prohibición de establecer tarifas diferen-
ciadas para extranjeros.

1. Incumplimientos del deber de trato digno

El incumplimiento del proveedor del derecho al trato digno


implicará el deber de este de reparar todos los perjuicios patrimo-
niales y extrapatrimoniales causados al consumidor.
Sin embargo, no debe dejar de destacarse que además el artí-
culo 8º bis de la Ley de Defensa del Consumidor, en su último ren-
glón, ha señalado que dada la trascendencia del bien jurídico tutela-
do por la norma –la dignidad de las personas–, la violación de este
deber deberá traer aparejada como consecuencia, además del deber
de reparar el daño, la imposición de una sanción punitiva al provee-
dor en los términos del artículo 52 bis de la Ley 24.240.

5. Diferenciación de clientela. Protección contra


la discriminación

Ciertamente puede suceder que por un determinado tipo de


actividad, el proveedor necesite diferenciar el trato a la clientela en
razón de su actividad.
Nace, desde esta perspectiva, la duda respecto de cómo puede
hacerlo y en qué medida, sin incurrir en un trato discriminatorio.
El tema ha sido tratado en la doctrina peruana por Agüero Miña-
no y Rodríguez García7, y del análisis por ellos realizado, y coinci-
diendo con el mismo, podemos señalar que el parámetro de conducta
a seguir por el proveedor es parecido a lo que la Sala J de la Cáma-
ra Nacional de Apelaciones en lo Civil señalara en el fallo “Hertzri-
ken”8, y en donde impuso para los contratos paritarios lo siguiente:

7. MIÑANO AGÜERO, Maritza y, RODRÍGUEZ GAERCÍA, Gustavo, El


derecho y la economía de la discriminación en el consumo, Lima, ECB Edicio-
nes, 2014, p. 43.
8. C. Nac. Civ., Sala J, 11-10-2006, “Hertzriken, Luciano c/. Sanfuentes
Ferndández, Magdalena s/ daños y perjuicios”.
90 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

a) El trato diferenciado debe basarse en cuestiones objetivas y


razonables, existentes con anterioridad a la elección.
Se entiende que las cuestiones son objetivas cuando la toma
de decisión se funda en hechos que no están relacionados
con la subjetividad del consumidor (sexo, raza, religión,
nacionalidad, orientación sexual, etc.); en tanto el trato
diferenciado por cuestiones subjetivas claramente nos hará
presumir la existencia de un trato discriminatorio.
En cuanto a la razonabilidad, si bien es una cuestión de
hecho a ponderar en cada caso en concreto, entendemos
como “razonable” el hecho objetivo con entidad suficiente
para determinar la necesidad de realizar una selección.
b) El trato diferenciado debe obedecer a una situación de
hecho que justifique el trato diferente.
El trato diferenciado debe estar dado en una situación de
hecho concreta y real, ya existente al momento de realizar-
se la diferenciación. Ello se funda en la necesidad de evitar
que el proveedor vaya disfrazando la necesidad de un trato
diferenciado en necesidades posteriores y con ello oculte un
trato discriminatorio.
c) Debe existir proporcionalidad entre el trato diferenciado
proporcionado y el fin perseguido.
La diferenciación debe ser siempre lo menos gravosa posi-
ble, tendiente a consagrar el trato igual entre iguales.

6. Protección frente a las prácticas comerciales restricti-


vas de la libertad de elección

Otra innovación importante del nuevo Código es la regulación


del derecho a la libertad de elección de los consumidores y la prohi-
bición de las prácticas comerciales que la restringen.
El derecho a la libertad de elección, reconocido por el artí-
culo 42, CN, reafirmación del clásico principio de la autonomía de
la voluntad en materia contractual y del principio de “soberanía del
consumidor”, tiene por contenido la posibilidad de elegir, por parte
de los consumidores, diferentes productos y servicios dentro del
mayor surtido y a los precios más bajos.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 91

Sostiene Rusconi9 que la libertad de elección importa el ejerci-


cio libre e irrestricto de la voluntad en el marco de las relaciones de
consumo, exteriorizado mediante la posibilidad de efectuar verda-
deras opciones, sin condicionamientos arbitrarios o ilegítimos. Afir-
ma dicho autor que las restricciones a la libertad de elección pueden
darse por ser la consecuencia del funcionamiento corrompido del
mercado o en el marco de relaciones interindividuales entre provee-
dores y consumidores, contractuales o no.
En cuanto al derecho a la libertad de elección y las restric-
ciones referidas al funcionamiento corrompido del mercado, cabe
señalar que este derecho tiene como presupuesto la existencia de
una economía de mercado capitalista de libre competencia privada,
donde los proveedores pueden ofertar libremente sus productos y
servicios a los consumidores.
Enseña Kemelmajer10 que un mercado se desarrolla en un régi-
men de competencia si se presentan los siguientes elementos:
a) Formación autónoma de los precios; es decir, ningún
empresario tiene capacidad, por sí solo, para fijar el precio
del mercado.
b) Imposibilidad de que las empresas concurrentes basen su
política industrial, comercial y de ventas exclusivamente en
decisiones propias.
c) Libertad de elección de los consumidores.
En este esquema, los consumidores pueden optar de manera
racional y voluntaria entre diferentes alternativas de bienes y ser-
vicios para la satisfacción de sus necesidades. Si bien esta premisa
llevada al extremo es en cierta medida una utopía, cierto es que para
propender a una mayor libertad de elección de los consumidores las
autoridades públicas deben garantizarles la defensa de la competen-
cia contra toda forma de distorsión de los mercados, propendiendo
al control de los monopolios y oligopolios y el acceso a variedades
de productos y servicios.
En este sentido, cabe recordar que la competencia no es un fin
en sí misma y tiene significación sólo en la medida que mejore la

9. RUSCONI, Dante (coordinador), Manual de derecho del consumidor,


Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2009, ob. cit., p. 88.
10. KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Derechos de los consumidores
y derecho de la libre competencia, Separata Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales de Buenos Aires, Buenos Aires, La Ley, abril 2001, p. 29.
92 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

relación calidad-precio de los productos y servicios puestos en el


mercado, en beneficio de los consumidores. Puede observarse, por
tanto, la íntima vinculación que existe entre el derecho del consumi-
dor y el derecho de la competencia11.
En el grupo de las relaciones interindividuales de tipo contrac-
tual podemos ejemplificar los supuestos de “cláusulas abusivas” que
impidan, dificulten o condicionen inequitativamente la capacidad
de elección, ya sea en supuesto de “ventas atadas”, programas de
“fidelidad” o cláusulas relativas a la rescisión contractual.
En las relaciones extracontractuales podemos mencionar la uti-
lización de prácticas de comercialización abusivas y/o agresivas.
Sobre el artículo 1099, CCyC, en particular corresponde tener
presente que la norma protege, en general, la libertad de contrata-
ción de los consumidores.
Esto implica, por tanto, que la decisión de contratar o no con-
tratar, qué contratar y en qué condiciones, debe ser adoptada por los
consumidores de forma libre e informada. Por consiguiente, toda
acción generalizada por desvirtuar el ejercicio de este derecho por
los consumidores deberá entenderse como una práctica abusiva12.
Asimismo, establece como un supuesto particular de vulnera-
ción a la libertad de contratación las prácticas que limitan la libertad
de contratar del consumidor, en especial, las que subordinan la pro-
visión de productos o servicios a la adquisición simultánea de otros,
y otras similares que persigan el mismo objetivo. Son las denomina-
das “ventas atadas”. Podemos aproximarnos al concepto de “venta
atada” diciendo que se trata de aquellas operaciones mediante las
cuales un proveedor condiciona la contratación de un bien o un ser-
vicio a la adquisición por parte del consumidor de otro bien o servi-
cio diferente al principal13.
La venta atada se presenta, generalmente, a través de una cláu-
sula en la relación de consumo, aunque también puede presentar-
se en la forma de descuentos o premios. Suelen distinguirse varios
tipos de ventas atadas. Uno de dichos tipos estaría conformado por
las ventas en bloque obligatorias (pure bundling o block booking),

11. BAROCELLI, Sergio Sebastián, “Libertad de elección del consumidor


y ‘ventas atadas’” en el Proyecto de Código”, LL Act. 22-5-2014, 1.
12. 14, 1 Ídem.
13. Ídem.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 93

en las cuales los bienes sólo se ofrecen en paquetes que contienen


proporciones fijas de los productos involucrados. Otra clase de
venta atada es la que implica la existencia de requerimiento de com-
prar otros bienes (requirement tying) para poder acceder a un deter-
minado producto o servicio, siendo un caso especial de esta última
las situaciones en las cuales el producto vinculado es el manteni-
miento o los repuestos de un bien durable (aftermarket tying). Sería
un ejemplo de este último la obligación de contratar un servicio de
instalación de aire acondicionado impuesto por el proveedor para
que el consumidor, a futuro, pueda hacer valer garantías legales o
convencionales14.
Podemos sostener que constituyen elementos para que se confi-
gure una venta atada:

a) La existencia de dos bienes diferentes. En primer término,


para saber si estamos en presencia de una venta atada corresponde
determinar si la relación de consumo objeto de examen implica la
venta de dos productos diferenciados o si, por el contrario, ha de ser
vista como la venta de un solo producto compuesto. La forma más
rápida de evadir la calificación de una venta atada es sostener que
no existen dos bienes diferentes sino que se trata de uno solo, como
sucede por ejemplo con un automóvil y todos los accesorios que
contiene (vidrios, espejos, llantas, etc.), ya que el hecho de que pue-
dan venderse por separado no impide que sean componentes de un
mismo producto. Para poder ser calificada como venta atada, y por
tanto, susceptible de encuadrar en la práctica abusiva contemplada
por el artículo 1099, CCC, debe existir un bien o servicio “principal”
o “de anclaje” y un bien o servicio “secundario” o “atado”. Asimis-
mo, debe existir entre esos dos bienes o servicios una vinculación
artificial o innecesaria. Podemos ilustrar como ejemplos de ventas
atadas la contratación de un préstamo bancario en la que se impone
un contrato de seguro a contratarse con una compañía impuesta por
el proveedor y los servicios profesionales de un escribano.

b) Que la venta del bien principal esté condicionada a la com-


pra conjunta del bien atado. Este es otro elemento fundamental.
Necesariamente tiene que existir la imposibilidad de contratar el

14. Ídem.
94 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

bien o servicio principal sin la conjunta contratación del bien o ser-


vicio “atado”. En el campo del derecho de la competencia se sos-
tiene que lo fundamental para distinguir si esta práctica tiene poten-
cial lesivo es si la unión de productos posee sentido desde un punto
de vista económico o si de esa vinculación no se deduce una justi-
ficación económica aparente, esto es, la posibilidad de disociación
económica. Se deben tener presentes a los efectos de su evaluación
los intereses de los productores, de los consumidores, la naturaleza
de los productos, los usos mercantiles y de mercados diferenciales
para cada uno de los productos. En este punto, resulta importante
tener en cuenta si existe “posición dominante” en el mercado del
producto primario o de anclaje. Esta posición dominante permite
forzar al interesado en este producto primario a la compra del pro-
ducto secundario. De esta forma se produce un doble efecto: se está
abusando del dominio en el primer mercado y se está distorsionan-
do el segundo mercado, ya que se impide o dificulta a eventuales
oferentes en éste proveer sus productos en igualdad de condiciones.
En el primer caso, se trata de un abuso de posición dominante y
en el segundo, se trata de una subvención cruzada, ya que apoyán-
dose en el poder en un mercado se compite en un segundo merca-
do, relegando a la competencia de este segundo mercado que, al
no poseer el producto de anclaje, se encuentra en inferioridad de
condiciones15.

15. Ídem.
Capítulo IV
RELACIONES DE CONSUMO FUERA DE LOS
ESTABLECIMIENTOS COMERCIALES Y A DISTANCIA
Sergio Sebastián Barocelli

1) Introducción

En el presente capítulos analizaremos la regulación que el sis-


tema de protección al consumidor, a partir de la sanción del nuevo
Código Civil y Comercial (CCC), realiza sobre las relaciones de
consumo que se han perfeccionado fuera de los establecimientos
comerciales y a distancia.
Esta es otra de las cuestiones en las que se conjuga una doble
regulación, tanto en la Ley 24.240, como en el Código Civil y
Comercial, en el capítulo “Modalidades especiales”. Por consi-
guiente, su interpretación y aplicación requieren de un adecuado
“diálogo de fuentes” a la luz de los principios del derecho del con-
sumidor.
Como ya hemos señalado a lo largo de la obra, en varias opor-
tunidades en los últimos años la humanidad ha atravesado –y sigue
atravesando– diferentes transformaciones en el campo político,
económico, sociocultural y tecnológico, que impactan en la forma
en que se desarrollan las condiciones de vida de las personas, sus
relaciones, intereses y valores, a partir de la consolidación de la lla-
mada “sociedad de consumo”1. En el campo de las relaciones de

1. El sociólogo polaco Bauman explica que cuando decimos que la nues-


tra es una sociedad de consumo debemos considerar algo más que el hecho tri-
vial, común y poco diferenciador de que todos consumimos. La nuestra es “una
comunidad de consumidores” en el mismo sentido en que la sociedad de nuestros
abuelos merecía el nombre de “sociedad de productores”. En esta segunda moder-
96 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

mercado, y por consiguiente, de las relaciones jurídicas, también


pueden observarse importantes transformaciones. Así, los térmi-
nos de intercambio han pasado de relaciones contractuales celebra-
das tras un período de negociaciones en las que las partes, en pie
de igualdad, acordaban las condiciones de sus relaciones jurídicas
patrimoniales, a relaciones de cambio masificadas, tecnificadas y
despersonalizadas, con condiciones muchas veces prerredactadas y
uniformizadas a nivel global.
Una de las características del programa de vida consumista
es la inversión del valor acordado a la duración y la transitoriedad
respectivamente. Sostiene Bauman que el “síndrome consumista”
es velocidad, exceso y desperdicio2. Aquí se inscribe el explosivo
desarrollo de la publicidad y el marketing como dispositivos de pro-
moción y comercialización de los bienes y servicios en el merca-
do que han transformado las prácticas comerciales, no sin generar,
muchas veces, situaciones inequitativas, abusivas o desleales. En
esta carrera alocada del programa consumista, los consumidores son
sistemáticamente “seducidos” por la publicidad, la moda y la cons-
trucción del “poder de las marcas” y “arrinconados” muchas veces
mediante estrategias de marketing y prácticas comerciales insisten-
tes y persuasivas3. A ello cabría agregarle también el geométrico
crecimiento del acceso al crédito para consumo.
Así, los consumidores ya no van al “mercado” a conocer, apre-
ciar, comparar y, en su caso, contratar los bienes y servicios, sino

nidad, o posmodernidad, la sociedad humana impone a sus miembros principal-


mente la obligación de ser consumidores. La forma en que esta sociedad moldea
a sus integrantes, está regida, ante todo y en primer lugar, por la necesidad de
desempeñar ese papel; la norma que les impone, la de tener capacidad y voluntad
de consumir. La diferencia reside en el énfasis que se ponga en cada sociedad; ese
cambio de énfasis marca una enorme diferencia casi en todos los aspectos de esa
sociedad, en su cultura y en el destino individual de cada uno de sus miembros.
Las diferencias son tan profundas y universales, que justifican plenamente hablar
de la sociedad actual como de una comunidad totalmente diferente de la ante-
rior: una sociedad de consumo. (Cf. BAUMAN, Zygmunt, Trabajo, consumismo
y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa, 2005, p. 44).
2. BAUMAN, Zygmunt, Vida de consumo, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2007, p. 120.
3. Una de las más recientes “innovaciones” de esta disciplina es el desarro-
llo del “neuromarketing”, que estudia el cerebro de las personas frente a una serie
de fenómenos, como los colores, olores y sabores, sin dudas un ejemplo de la
llamada “colonización del deseo”.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 97

que es el mercado el que, valiéndose de dispositivos cada vez más


tecnificados e invasivos, penetra en los hogares, en los lugares de
trabajo o estudio, en la vía pública o través de los medios de comu-
nicación o tecnológicos en condiciones sorpresivas y/o agresivas.
Por tal razón, en el derecho del consumidor, la regulación de
las prácticas comerciales constituye, en todo el mundo, un capítulo
destacado, en pos de proteger y tutelar los derechos a la informa-
ción, al trato digno y equitativo y a la protección de sus intereses
económicos; derechos éstos que en el sistema jurídico argentino tie-
nen anclaje constitucional en el artículo 42 de nuestra Ley Funda-
mental Federal.

2) Ámbito de aplicación

En primer término, en necesario remarcar, aunque resulte


obvio, que para la aplicación de las normas que analizaremos en
este trabajo corresponde estar en presencia de una relación de con-
sumo. Esas relaciones de consumo se perfeccionaron fuera de los
establecimientos comerciales o a distancia.

El Capítulo VII de la Ley 24.240 de Defensa del Consumidor


(LDC) adoptó como título: “De la venta domiciliaria, por corres-
pondencia y otras”. Dicho título no sufrió cambios por las leyes
posteriores que modificaron la LDC. Creemos, no obstante, que
dicha enunciación es errónea y que corresponde hablar, como lo
hace el Código Civil y Comercial de la Nación, siguiendo la Direc-
tiva Comunitaria Europea Nº 577/85, de relaciones de consumo
“fuera de los establecimientos comerciales y a distancia”. Y remar-
camos relaciones de consumo y no contratos, porque, como se ha
visto, las relaciones de consumo pueden ser incluso de tipo no con-
tractual. Ello así, teniendo en cuenta que el ámbito de aplicación de
dichas disposiciones no se aplica con exclusividad a contratos de
compraventa, es decir, a la adquisición en propiedad de cosas, sino
que resulta aplicable a todo tipo de relaciones de consumo en la que
adquieran o utilicen bienes (tanto cosas muebles como inmuebles,
nuevas o usadas como bienes inmateriales) o servicios de cualquier
tipo, conforme a las previsiones que se detallan a continuación.
Dentro de este género la ley distingue dos supuestos: la lla-
mada “venta domiciliaria”, descripta en el artículo 32 de la LDC
98 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

y en el artículo 1104 del nuevo Código Civil y Comercial con el


término “contratos fuera de los establecimientos comerciales” y
la “venta por correspondencia, por telecomunicaciones, electró-
nica y similares”, disciplinada en el artículo 33 y en el artículo
1105 del Código Civil y Comercial como “contratos celebrados a
distancia”.

a) Venta domiciliaria, “contratos fuera de los establecimientos


comerciales”

Respecto a la llamada “venta domiciliaria”, el artículo 32 de la


LDC la conceptualiza como “[…] la oferta o propuesta de venta de
un bien o prestación de un servicio efectuada al consumidor fuera
del establecimiento del proveedor”. El artículo 1104 del Código
Civil y Comercial, por su parte, caracteriza los contratos celebra-
dos fuera de los establecimientos comerciales como “el que resulta
de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido en el
domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o
por medio de correspondencia [...]”.
La característica determinante en la mayoría de los casos –que
lo diferencia de la “venta a distancia”– es la intervención en la expli-
cación o demostración personalizada y en la comercialización, de un
vendedor, denominado en el ámbito comercial como vendedor direc-
to, distribuidor, representante, dealer, asesor de belleza, counselor,
revendedor, etc.4.
Constituyen algunos ejemplos de “venta domiciliaria” aquellas
operaciones realizadas:
– por el proveedor de manera ambulante o en un medio de
transporte público;
– con la modalidad de “ventas directas”: ventas “puerta a
puerta” o comercialización por catálogo, con intervención
de un agente “revendedor”, en el lugar donde el consumi-
dor reside, en forma permanente o transitoria;
– en el lugar donde el consumidor trabaja, estudia, practica
un deporte o disciplina o se encuentra ingresado por razo-
nes de salud o similar;

4. Cf. ONGALLO, Carlos, El libro de la venta directa, Madrid, Ediciones


Díaz de Santos, 2007, p. 5 y sigs.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 99

– en el domicilio de un tercero, ya sea para demostraciones


individuales o presentaciones o sesiones de muestra en gru-
pos a domicilio;
– en locales cedidos para la ocasión, como hoteles, cafeterías,
ferias, salones o cualesquiera otros, excluidos siempre los
locales minoristas permanentes;
– en el contexto de excursiones, tours u otras atracciones
turísticas;
– mediante promotores, stands, puestos, sombrillas u otros
similares en la vía pública, centros comerciales, super-
mercados, etc. En esta modalidad se ubican, por ejemplo,
los automotores que son colocados en centros comerciales
como exhibición y captación de clientes para su comerciali-
zación;
– a través de máquinas expendedoras o dispositivos similares.
La oferta al consumidor aparece, en la mayoría de los casos,
de manera sorpresiva, al encontrarse este en un ámbito distinto al
que suele hallarse cuando es él mismo quien se pone en “situación
de consumo” (por ejemplo, yendo a un local comercial), además de
que esta situación aparece de manera inesperada o le es impuesta.
También contempla el artículo 32 de la LDC como supuesto
de “venta domiciliaria”: “[…] la contratación que resulte de una
convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del pro-
veedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea
total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un
premio u obsequio”. Análoga prescripción realiza el artículo 1104
del CCC.
Muchas veces se recurre a concursos, sorteos, regalos, vales,
premios u otras estrategias similares para atraer a potenciales con-
sumidores al establecimiento del proveedor o a otro sitio. Muchas
veces se involucran también prácticas comerciales agresivas, como
por ejemplo, proyección de videos, disertaciones o presentaciones
de larga duración o se establece como requisito que deba concurrir
con su cónyuge o pareja para acceder al premio. En ese contexto
se comercializan tiempos compartidos, adquisición de derechos en
fideicomisos de inversión inmobiliaria, productos financieros, entre
otros.
En otras ocasiones, se le adicionan también prácticas contra-
rias al trato digno al consumidor, conforme los artículos 8º bis de
la LDC y 1097 y 1098 del CCC, como ser colocar al consumidor
100 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

en posiciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias, como por


ejemplo obligarlo a manifestar por qué quiere retirase del lugar o no
desea el producto ante el público. También en algunas oportunida-
des el contexto de la presentación es un cóctel o fiesta, con música,
comida y bebidas alcohólicas.
Por tal razón, a efectos de proteger al consumidor ante estas
prácticas comerciales abusivas se los encuadra a estas situaciones
también dentro de la venta domiciliaria, ya que el consumidor es
sorprendido en su buena fe y en un ámbito agresivo e inesperado,
aun en el establecimiento del proveedor, se encuentra en una situa-
ción de especial vulnerabilidad.

b) Venta por correspondencia o similares, “contratos celebrados a


distancia”

Por su parte, el artículo 33 de la LDC, “Venta por correspon-


dencia o similares”, la define como “la propuesta que se efectúa por
medio postal, telecomunicaciones, electrónico o similar y la res-
puesta a la misma se realiza por iguales medios”. El artículo 1105
del nuevo Código señala que los contratos celebrados a distancia
“son aquellos concluidos entre un proveedor y un consumidor con
el uso exclusivo de medios de comunicación a distancia, entendién-
dose por tales los que pueden ser utilizados sin la presencia física
simultánea de las partes contratantes. En especial, se consideran los
medios postales, electrónicos, telecomunicaciones, así como servi-
cios de radio, televisión o prensa”.

Se trata de relaciones de consumo perfeccionadas a distancia.


Quedan comprendidas en este apartado:
1) las propuestas realizadas mediante catálogos por correspon-
dencia o suscripción;
2) las operaciones de telemarketing, cuando se utiliza el telé-
fono fijo o móvil para contactarse con potenciales consumi-
dores y comercializar los bienes y servicios por ese medio;
3) las operaciones de marketing móvil, como por ejemplo, el
envío de SMS o MMS a través de dispositivos móviles de
un contenido determinado, con propuestas de contratación
de bienes o servicios;
4) los contenidos, aplicaciones, promociones, concursos o sor-
teos que se perfeccionan por la adhesión del consumidor
DERECHO DEL CONSUMIDOR 101

mediante la conformidad o el envío de uno o varios SMS,


MMS, descarga u otros métodos que generan suscripciones
o adhesión a sistemas de cobro;
5) los sistemas de “televenta” o “teletienda” e “infomercia-
les”5, en los que a través de la radio, televisión o en con-
tenidos de internet se ofertan bienes o servicios al público,
con la indicación o exhibición de un contacto telefónico y/o
remisión a página de internet a fin de que el consumidor
realice por esas vías la contratación del bien o servicio que
se ofrece;
6) las operaciones que pueden realizarse a través de televiso-
res “inteligentes”;
7) las relaciones de consumo cuyo perfeccionamiento se da
por vía informática, indiferentemente de cuál sea su obje-
to. En este apartado comprendemos contracciones realiza-
das en páginas de internet mediante el uso de tarjetas de
crédito u otros modos de pago, las plataformas de comer-
cio electrónico, a precio fijo o en la modalidad de subastas,
operaciones realizadas a través de la cajeros automáticos o
banca hogareña (home banking), adquisición de cupos de
descuento recibidos por correo electrónico, redes sociales,
en sitios de internet u otros, etc.
En cuanto al término “similar” contempla tanto las situaciones
actuales como las futuras en las cuales las partes no se encuentran
presentes al momento de la conclusión del acuerdo6.
Lo que caracteriza a este tipo de operaciones es que el consu-
midor no tiene la posibilidad de apreciar el bien o servicio, ni tener

5. Esto puede desarrollarse dentro del espacio publicitario o en la propia


programación, dentro de programas ordinarios o espacios contratados al efecto
por los proveedores de bienes y servicios, en formato de programa o micropro-
grama que presenta las características, aplicaciones y utilidades de uno o varios
bienes, marcas y/o servicios o bajo en la modalidad de “publirreportaje”, que
bajo con la apariencia de géneros periodísticos como la entrevista o la crónica,
promocionan bienes, marcas y/o servicios. Dichas modalidades fueron reguladas
por el artículo 81, inciso k), de la Ley Nº 26.522 de Servicios de Comunicación
Audiovisual y la Resolución Nº 499/2010 de la Autoridad Federal de Servicios de
Comunicación Audiovisual.
6. Así lo ha entendido la jurisprudencia en el fallo: CCAyTrib. CABA, Sala
I, 2-/12-/2004, “Sprayette S.A. c/. Ciudad de Buenos Aires”, RCyS, 2005-785 –
AR/JUR/4585/2004.
102 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

contacto directo con el proveedor. También muchas de estas técni-


cas comerciales se vuelven agresivas o acosadoras. Por esta razón,
englobamos a estas operaciones como “a distancia”, con indepen-
dencia de su encuadre dentro de la noción clásica de formación del
consentimiento “entre ausentes” o no.

3) Formalidades y deber de información

En materia de solemnidades, el artículo 32 de la LDC estable-


ce que en las relaciones de consumo fuera de los establecimientos
comerciales el contrato debe ser instrumentado por escrito.
Aquí se vislumbra nuevamente otro ejemplo del llama-
do “neoformalismo”7 o “formalismo de protección”8, una de las
notas típicas del derecho del consumidor, que viene a transfor-
mar el paradigma consensualista del Derecho Privado clásico que
enarbolaba el principio de libertad de formas. Sostiene la doc-
trina que las formas estipuladas se encuentran destinadas a dar
un sustrato material indispensable para que el consumidor pueda
ejercer sus derechos y de esa forma hacer efectiva la protec-
ción querida por el legislador9; asimismo se sostiene que de esta
manera se otorga mayor seguridad a los consumidores sobre las
condiciones de contratación10. Por tanto, podrá ser instrumentada
tanto en documento público como privado (en general, será en
esta última solemnidad).
El mencionado artículo 32 de la LDC prescribe también que el
contrato deberá instrumentarse con las precisiones establecidas en
los artículos 10 y 34 de la LDC.

7. Ver GHESTIN, Jacques, Traité de Droit Civil – La Formation du Contrat,


3ª edición, París, L.G.D.J., 1993, Nº 429 y sigs., De igual forma, ver a FLOUR,
Jacques y AUBERT, Jean-Luc., “Les Obligations – 1. L’acte Juridique, 5ª edi-
ción, París, Ediciones Armand Colin, 1991, p. 239 y sigs.
8. REZZÓNICO, Juan C., Principios fundamentales de los contratos, Bue-
nos Aires, Astrea, 1999, p. 279.
9. Cf. BENGOLEA, Adrián, “Juicio ordinario posterior. Análisis de la carga
de la prueba y de su estructura procesal”, en http://aprendiendoderechotuc.blogs-
pot.com.ar/2012/04/juicio-ordinario-posterior-analisis-de.html.
10. Cf. LOVECE, Graciela, Manual de los derechos de usuarios y consu-
midores, Ventas domiciliarias y por correspondencia”, Buenos Aires, La Ley,
2011.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 103

Cabe recordar que el artículo 10 de la LDC establece que en el


contrato deberá hacerse constar:
a) La descripción y especificación del bien (agregamos noso-
tros: o servicio).
b) Nombre y domicilio del proveedor.
c) Nombre y domicilio del fabricante, distribuidor o importa-
dor cuando correspondiere.
d) La mención de las características de la garantía conforme a
lo establecido en esta ley.
e) Plazos y condiciones de entrega.
f) El precio y condiciones de pago.
g) Los costos adicionales, especificando precio final a pagar
por el adquirente.
Disciplina también dicha norma que la redacción debe ser hecha
en idioma castellano, en forma completa, clara y fácilmente legi-
ble, sin reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa
o simultáneamente y que cuando se incluyan cláusulas adicionales,
aquellas deberán ser escritas en letra destacada y suscritas por ambas
partes. Agrega la norma que deben redactarse tantos ejemplares
como partes integren la relación contractual y suscribirse a un solo
efecto y que un ejemplar original debe ser entregado al consumidor.
Si bien el artículo 33 de la LDC no hace referencia a que el con-
trato deba hacerse por escrito, al establecer la prohibición de la publi-
cación del número postal como domicilio, dicho requerimiento va de
la mano con lo establecido por el artículo 10, inciso c), como requisi-
to del contenido del documento de venta, por lo que se busca impedir
que el proveedor se escude tras el anonimato. Por tanto, y haciendo una
interpretación de las normas de manera sistémica y a la luz del princi-
pio protectorio, entendemos que las relaciones de consumo a distancia
deben también formalizarse por escrito con las previsiones del artículo
10, entregando con posterioridad el documento de referencia.
Cabe señalar que respecto a los contratos por medios elec-
trónicos el artículo 1106 del CCC establece que siempre que en
este Código o en leyes especiales se exija que el contrato conste
por escrito, este requisito se debe entender satisfecho si el contrato
con el consumidor o usuario contiene un soporte electrónico u otra
tecnología similar. Sigue así análogo criterio de la Ley 25.506 de
Firma Digital.
El artículo 34 de la LDC, al que haremos referencia más deta-
llada a continuación, establece el deber de informar al consumidor
104 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

la potestad de ejercer el derecho de arrepentimiento, información


que debe ser incluida en forma clara y notoria; esto también refuer-
za la idea de que en ambas modalidades deberá formalizarse la rela-
ción de consumo por escrito. El artículo 1111 del nuevo Código,
por su parte, dispone: “El proveedor debe informar al consumidor
sobre la facultad de revocación mediante su inclusión en caracte-
res destacados en todo documento que presenta al consumidor en la
etapa de negociaciones o en el documento que instrumenta el con-
trato concluido, ubicada como disposición inmediatamente anterior
a la firma del consumidor o usuario. El derecho de revocación no se
extingue si el consumidor no ha sido informado debidamente sobre
su derecho”.
El incumplimiento de dichas solemnidades, además de ser
pasible de las sanciones administrativas previstas por el artícu-
lo 47 de la LDC, facultará al consumidor, de conformidad con el
artículo 37, 2º párrafo, de la LDC, a poder solicitar la nulidad del
contrato o la de una o más cláusulas. Cabe señalar que dicha pre-
visión corresponde a los supuestos en que el proveedor viole el
deber de buena fe en la etapa previa a la conclusión del contrato o
en su celebración o transgreda el deber de información o la legis-
lación de defensa de la competencia o de lealtad comercial. En
este caso, sería referido principalmente a los deberes de buena fe
e información.
Asimismo, traerá aparejado como consecuencia que podrá ejer-
cerse el derecho de arrepentimiento aun cuando haya vencido el
plazo de los artículos 34 de la LDC y 1110 del CCC.
También refiere al deber de información el artículo 1107 del
CCC, que establece que si las partes se valen de técnicas de comu-
nicación electrónica o similares para la celebración de un contrato
de consumo a distancia, el proveedor debe informar al consumidor,
además del contenido mínimo del contrato y la facultad de revocar,
todos los datos necesarios para utilizar correctamente el medio ele-
gido, para comprender los riesgos derivados de su empleo, y para
tener absolutamente claro quién asume esos riesgos. En relación a
este artículo podemos señalar que implica, ante todo, un deber de
información calificado, que debe conjugarse con la Resolución Nº
21/2004 del Grupo Mercado Común del Mercosur sobre comercio
electrónico a través de internet, incorporada al ordenamiento jurídi-
co nacional mediante la Resolución Nº 104/2005 de la Secretaría de
DERECHO DEL CONSUMIDOR 105

Coordinación Técnica11. Asimismo, aun cuando se informe de ries-


gos, ello no conllevará una renuncia del consumidor a gozar de la
protección que la normativa específica en materia de contratos de
consumo establece para su tutela12. Así, las traslaciones de riesgos
inequitativas, que impliquen renuncia de derechos, desnaturaliza-
ción de obligaciones o limitaciones de la responsabilidad por daños
al consumidor, implicarán cláusulas abusivas en los términos de los
artículos 37 de la LDC y 988 del CCC.
El artículo 1108 del CCC, por último, complementando el
artículo 7º de la LDC, dispone que las ofertas de contratación por
medios electrónicos o similares deben tener vigencia durante el
período que fije el oferente o, en su defecto, durante todo el tiem-
po que permanezcan accesibles al destinatario. El oferente debe
confirmar por vía electrónica y sin demora la llegada de la acepta-
ción. Sobre este punto se ha sostenido que el ciclo que cierra con
un requisito no establecido para otro tipo de contratos, en los que
el consentimiento queda perfeccionado por la recepción de la acep-
tación de una oferta o por una conducta concluyente de las partes
(art. 971, CCC y cc.), pues aquí se impone al oferente comunicar
por la misma vía y en forma inmediata, sin demora, la llegada de
la aceptación y como no se adoptó en este tema el criterio previs-
to en el artículo 973, CCC, se trata de un requisito para dar clari-
dad y seguridad al consumidor; pero no hace al perfeccionamiento
del contrato, que debe considerarse concluido por la recepción de
la aceptación por el oferente, aun cuando él no dé cuenta de ella
al consumidor. Tal criterio evita, por otra parte, situaciones lesivas
de los intereses del consumidor, como las derivadas del empleo
de medios electrónicos de pago que pueden generar débitos en su
cuenta, aun cuando el proveedor no haya cumplido con esta exigen-

11. Cabe recordar que dicha normativa establece cuestiones vinculadas con
el deber de información, la posibilidad del consumidor de corrección de errores
y la regla del “doble click” en materia de consentimiento del consumidor. En tér-
minos técnico, esta formación del consentimiento se denomina “regla del doble
click”, por el cual el consumidor debe en dos oportunidades manifestar su volun-
tad de realizar la operación y de esta manera garantizarle la transparencia y posi-
bilidad de rechazar eventuales operaciones realizadas por error.
12. Cf. STIGLITZ, Rubén, “Comentario al artículo 1107”, en HERRERA,
Marisa; CARAMELO, Gustavo y PICASSO, Sebastián (directores), Código Civil
y Comercial de la Nación Comentado, T. III, Buenos Aires, Infojus, 2015, T. III,
p. 512 y sigs.
106 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

cia normativa. Tal interpretación, por otra parte, habrá de contribuir


a que los empresarios que eligen esta vía para la formulación de
ofertas adopten los recaudos necesarios para cumplir con el aviso
exigido por la norma, por no obtener ninguna ventaja en dilatarlo
o soslayarlo13. Entendemos igualmente que hubiese sido adecuado
que la norma hubiese establecido un plazo de caducidad para enviar
la confirmación de la aceptación (por ej., 48 o 72 horas).

4) Lugar de cumplimiento

El artículo 1109 del CCC establece, respecto del lugar de cum-


plimiento, que en los contratos celebrados fuera de los estableci-
mientos comerciales, a distancia, y con utilización de medios elec-
trónicos o similares, se considera lugar de cumplimiento aquel en
el que el consumidor recibió o debió recibir la prestación. Señala
también la norma que ese lugar fija la jurisdicción aplicable a los
conflictos derivados del contrato. La cláusula de prórroga de juris-
dicción se tiene por no escrita.
Se dispone, de manera análoga al artículo 36 in fine de la LDC,
la prohibición de la prórroga de jurisdicción en perjuicio del consu-
midor a un foro diferente al del lugar de cumplimiento del contrato.
En muchos de los casos el lugar de cumplimiento será el domicilio
del consumidor, o el de su lugar de trabajo o donde desarrolle acti-
vidades de su vida de relación. Dicha cláusula se la reputará abusi-
va, en los términos de los artículos 37 de la LDC y 988 del CCC y
se la tendrá, en consecuencia, como no escrita.
En los supuestos de consumidor transfronterizo, le resultará
aplicable al consumidor la posibilidad de elección de foro previs-
ta por el artículo 2654, pudiendo interponerse las reclamaciones, a
elección del consumidor, ante los jueces del lugar de celebración
del contrato, del cumplimiento de la prestación del servicio, de la
entrega de bienes, del cumplimiento de la obligación de garantía,
del domicilio del demandado o del lugar donde el consumidor reali-
za actos necesarios para la celebración del contrato.

13. Cf. Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Buenos Aires,


Infojus, 2015, T. III, ibídem, p. 513 y sigs.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 107

5) Derecho de arrepentimiento

Como hemos sostenido anteriormente en este tipo de relacio-


nes de consumo, el consumidor se encuentra en una situación de
especial vulnerabilidad, ya sea por estar a merced de técnicas de
comercialización agresivas, en circunstancias en que el consumidor
no estaba preparado para la contratación o por haberse comerciali-
zado a distancia.
Por dichas razones el legislador previó en el artículo 34 de la
LDC lo siguiente: “Revocación de aceptación. En los casos previs-
tos en los artículos 32 y 33 de la presente ley, el consumidor tiene
derecho a revocar la aceptación durante el plazo de diez (10) días
corridos contados a partir de la fecha en que se entregue el bien o se
celebre el contrato, lo último que ocurra, sin responsabilidad algu-
na. Esta facultad no puede ser dispensada ni renunciada.
El vendedor debe informar por escrito al consumidor de esta
facultad de revocación en todo documento que con motivo de venta
le sea presentado al consumidor.
Tal información debe ser incluida en forma clara y notoria.
El consumidor debe poner el bien a disposición del vendedor y
los gastos de devolución son por cuenta de este último”.
El nuevo Código sobre el particular dispone en el artículo
1110: “En los contratos celebrados fuera de los establecimientos
comerciales y a distancia, el consumidor tiene el derecho irrenun-
ciable de revocar la aceptación dentro de los diez días computados
a partir de la celebración del contrato.
Si la aceptación es posterior a la entrega del bien, el plazo
debe comenzar a correr desde que esta última se produce.
Si el plazo vence en día inhábil, se prorroga hasta el primer
día hábil siguiente.
Las cláusulas, pactos o cualquier modalidad aceptada por el
consumidor durante este período que tengan por resultado la imposi-
bilidad de ejercer el derecho de revocación se tienen por no escritos”.

a) Naturaleza jurídica

Existen diversas posturas en relación a esta potestad del consu-


midor, llamada derecho de “arrepentimiento” o “desistimiento”.
La redacción del artículo habla de “revocación de la acepta-
ción”, por lo que de esta manera, se transformaría el régimen de
108 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

formación del consentimiento previsto por el Código Civil, estable-


ciendo este derecho de revocación de la aceptación en un contrato
ya perfeccionado.
La doctrina ha erigido grandes críticas en torno al nombre
que la ley le da a esta potestad en cabeza del consumidor, sos-
teniendo que incurre en un equívoco terminológico al referirse a
la facultad como “Revocación de la aceptación”14. Tinti explica15
que incluso si se trata de un contrato entre ausentes (de ser entre
presentes la formación del contrato sería instantánea), enviada la
aceptación al oferente, queda perfeccionado el contrato, pudiendo
retractarse la aceptación solo hasta el momento en que haya llega-
do a conocimiento del oferente; por lo que la voluntad revocato-
ria del consumidor siempre se dirige a un negocio ya configurado
y no a su mera aceptación. Lo que se deja sin efecto (resuelve)
cuando se ejerce el derecho de arrepentimiento es el contrato pro-
piamente dicho.
En doctrina se sostiene que correspondería establecerle los
alcances de la denominada “venta a satisfacción del comprador”,
prevista en el artículo 1160, inciso b), del nuevo Código Civil y
Comercial, reputando a la operación en condición suspensiva, la
cual, transcurrido el término legal sin que el consumidor declare su
voluntad de rescindir el contrato, se considerará como eficaz16.
Otra postura sostiene que este ius poenitendi se trataría de un
pacto de displicencia (ex lege)17.
En el Derecho Comparado18, se sostienen criterios diver-
sos como el de la “formación progresiva del consentimiento” o de
“perfección sucesiva”, en el que el perfeccionamiento del contrato

14.CALDERÓN, Maximiliano R. y MÁRQUEZ, José F., El arrepentimien-


to en el derecho del consumo, Buenos Aires, La Ley, 2009.
15. TINTI, Guillermo P., Derecho del consumidor, Córdoba, Alveroni,
2001.
16. Cf. DE LORENZO, Miguel F., “Contrato de consumo y derecho al arre-
pentimiento”, LL 2004-A, 790; ARICO, Rodolfo, “La oferta en la formación del
consentimiento negocial”, LL, 1996 - B, 829.
17. ALTERINI, Atilio A., Contratos. Teoría General, Buenos Aires, Abele-
do Perrot, 1998, p. 409; LORENZETTI, Ricardo L., Tratado de los contratos, T.
1, Buenos Aires, Ed. Rubinzal Culzoni, 1999, p. 308; AGUIRRE, Sebastián F.,
“El panorama contractual de nuestros días”, LLNOA, 2000-719.
18. Cf. BELUCHE RINCÓN, Iris, El derecho de desistimiento del consumi-
dor, Valencia, Tirant lo Blanch, 2009, p. 48.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 109

queda diferido hasta la finalización del plazo durante el cual es eje-


cutable esta facultad o asimilable a la nulidad.
Sin embargo, lo que no tienen presente dichas posturas es que
estamos en presencia de un contrato ya concluido y perfeccionado,
en el que se otorga una opción a favor del consumidor para dejar
sin efecto el vínculo, esto es, un supuesto de extinción 19. En esta
línea, Arico manifiesta20 que la potestad de arrepentirse que la Ley
24.240 confiere al consumidor es una nueva causa de resolución, y
que resulta inconveniente recurrir a viejos cánones para explicar su
naturaleza, posición que compartimos.
Así, el derecho de arrepentimiento se perfila como un Derecho
Subjetivo potestativo y discrecional, que no requiere motivación ni
origina responsabilidad alguna y que es transmisible a sus herederos
y se sustancia en un acto jurídico unilateral recepticio21.
Por último, cabe recordar con De Lorenzo que definir la natu-
raleza jurídica no se reduce a un problema meramente dogmático,
sino que tiene un gran impacto en las cuestiones prácticas vincula-
das con la responsabilidad derivada de la pérdida o destrucción del
bien objeto de la contratación como de una eventual responsabilidad
civil frente a terceros22.

b) Formalidades

El ejercicio del derecho de arrepentimiento no estaba sujeto a


solemnidad alguna por la LDC. El artículo 1112 del nuevo Código
dispone: “Forma y plazo para notificar la revocación. La revoca-
ción debe ser notificada al proveedor por escrito o medios electró-
nicos o similares, o mediante la devolución de la cosa dentro del
plazo de diez días computados conforme a lo previsto en el artículo
1110”.
Por tal razón, la manifestación del consumidor de ejercer dicha
potestad deberá realizarse por escrito, mediante nota presentada en

19. Cf. MOSSET ITURRASPE, Jorge, Defensa del consumidor, Santa Fe,
Ed. Rubinzal, 2003, p. 108.
20. ARICO, Rodolfo, “La oferta en la formación del consentimiento nego-
cial”, ob. cit.
21. DE LORENZO, Miguel. F., “Contrato de consumo y derecho al arre-
pentimiento”, cit.
22. Ídem.
110 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

el establecimiento del proveedor, por vía postal, con o sin acuse de


recibo, telegrama, carta documento o incluso notificación notarial,
por fax, correo electrónico u otros canales de comunicación estable-
cidos por el proveedor. Es decir, algún modo que permita su ulterior
prueba ante un eventual conflicto. También con la devolución del
bien en el establecimiento del proveedor.
Cualquier exigencia del proveedor al consumidor relativa a la
forma de ejercicio del derecho de arrepentimiento, como cualquier
otra limitación o desnaturalización, será de ningún efecto23, consti-
tuyendo una práctica abusiva o una cláusula abusiva en el supuesto
en que se hubiese plasmado por escrito.
De todos modos, la declaración debe manifestar de forma clara
la intención del consumidor de ejercer este derecho.
El ejercicio del derecho de arrepentimiento no requiere por
parte del consumidor de expresión de causa. Se fundamenta que el
plazo legal constituye un “período de reflexión” que permite a los
consumidores merituar sobre las ventajas o desventajas del bien o
servicio al tenerlo a la vista, como también la posibilidad de evaluar
alternativas en el mercado.
Asimismo, el ejercicio de esta potestad no implica responsabi-
lidad alguna para el consumidor. No podrá imponérsele, por tanto,
para el ejercicio de este derecho costo alguno.
El nuevo Código agrega en el artículo 1114 que “la imposibi-
lidad de devolver la prestación objeto del contrato no priva al con-
sumidor de su derecho a revocar. Si la imposibilidad le es imputa-
ble, debe pagar al proveedor el valor de mercado que la prestación
tiene al momento del ejercicio del derecho a revocar, excepto que
dicho valor sea superior al precio de adquisición, en cuyo caso la
obligación queda limitada a este último”.

c) Plazo

El derecho de arrepentimiento del consumidor en las relaciones


de consumo fuera de los establecimientos comerciales y a distan-
cia podrá ejercerse dentro del plazo de diez días corridos. La norma
sigue así el criterio del artículo 6º del nuevo Código Civil, apartán-

23. Cf. BELUCHE RINCÓN, Iris, El derecho de desistimiento del consumi-


dor, ob. cit., p. 62.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 111

dose de otras normativas comparadas, que computan los plazos no


por días corridos o naturales, sino por días hábiles o útiles.
Nada obsta a que en virtud de la autonomía de la voluntad se
convenga en el contrato un plazo superior, surtiendo el mismo efec-
to que la previsión legal.
Dicho plazo se computará desde la entrega del bien o desde la
celebración del contrato, lo último que hubiese ocurrido, aplicándo-
se así el criterio que resulte más favorable al consumidor.
Resulta interesante el agregado de artículo 1110, tercer párrafo,
del CCC, que establece: “[…] si el plazo vence en día inhábil, se
prorroga hasta el primer día hábil siguiente”, toda vez que muchas
veces pueden encontrarse dificultades para el consumidor para ejer-
cer dicho derecho en un día inhábil, por ejemplo, si el proveedor no
tiene abierto su establecimiento, no están habilitados los canales de
atención telefónica o no puede recurrir al correo postal para remitir
una notificación fehaciente.
Este plazo opera, conforme entiende De Lorenzo, como un
“período de reflexión” que otorga al consumidor el tiempo necesario
para sopesar la oportunidad de la operación económica24; es decir,
de poner el consentimiento en ralenti25, con el fin de reintegrarle a
aquél la posibilidad de ponderar la conveniencia –con nuevos ele-
mentos de juicio– de una contratación que estas técnicas de comer-
cialización agresivas o mediante acoso le han arrebatado26. Incluso
cuando el consumidor pudo haber tenido tiempo para reflexionar, no
ha existido interacción directa entre las partes, y el producto o servi-
cio podría no adecuarse a sus expectativas o necesidades27.

24. Cf. DE LORENZO, Miguel Federico, “Contrato de consumo y derecho


al arrepentimiento”, La Ley 2004-A, 790 - Derecho Comercial Doctrinas Esencia-
les, Tomo V, 721.
25. ALTERINI, Atilio A. y LÓPEZ CABANA, Roberto M., “La formación
del consentimiento y la protección del consumidor”, Revista Derecho del Consu-
midor, Rosario, Ed. Juris, Nº 5, año 1994, p. 7; ALTERINI, Atilio A., Contratos.
Teoría General, ob. cit., p. 409; MALINVAUD, Philippe, Droit des Obligations,
5ª edición, París, Ed. Litec, 5ª ed., 1990, p. 113.
26. Cf. STIGLITZ, Gabriel, A., “El derecho contractual y la protección
jurídica del consumidor”, La Ley, 1990-E, 1048 y sigs.; CAPUA, Juan Manuel y
GIMÉNEZ, Luis A., “Los contratos de consumo celebrados fuera de los locales
comerciales”, La Ley, 1990-B, 1091 y siguientes.
27. LOVECE, Graciela, Manual de los derechos de usuarios y consumido-
res., Ventas domiciliarias y por correspondencia, ob. cit.
112 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Cumplido el término legal se producirá, en principio, la cadu-


cidad del derecho del consumidor de ejercer el derecho de arrepen-
timiento. Por consiguiente, la inactividad del consumidor operará
ipso iure la extinción del derecho28. Esta caducidad no operará, con-
forme señala el artículo 1111, cuando el proveedor no haya cumpli-
mentado debidamente las obligaciones de información y documen-
tación29 que mencionáramos anteriormente, pudiendo el consumidor
ejercer el derecho de arrepentimiento, en estos casos, con posterio-
ridad.

d) Carácter irrenunciable del derecho de arrepentimiento

La potestad de ejercer el arrepentimiento de la operación por el


consumidor como los derechos del consumidor en general son irre-
nunciables. El carácter de irrenunciabilidad surge como principio en
materia del derecho del consumidor, en virtud del orden público de
protección dispuesto por el artículo 65 de la LDC.
Por consiguiente, toda cláusula inserta en los contratos que
implique una renuncia, restricción o desnaturalización del ejercicio
de este derecho implicará una cláusula abusiva en los términos del
artículo 37 de la LDC, y se la tendrá por no convenida.
El carácter irrenunciable es reafirmado por el propio artículo
34 de la LDC y el artículo 1110 del nuevo Código, cuando dispone
que esta facultad no puede ser dispensada ni renunciada.

e) Deber de información

También se dispone, tanto en la LDC como en el nuevo Códi-


go, que el proveedor tiene el deber de informar por escrito y con
caracteres destacados al consumidor sobre la existencia del derecho
de arrepentimiento en todo documento que con motivo de contrata-
ción le sea presentado al consumidor.
Dicha previsión deberá conjugarse, por tanto, con los alcances
y caracteres del deber de información prescritos por los artículos
42 de la Constitución Nacional, 46 de la Constitución de la Ciudad

28. Cf. BELUCHE RINCÓN, Iris, El derecho de desistimiento del consumi-


dor, ob. cit., p. 66.
29. Cf. ibídem, p. 67.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 113

Autónoma de Buenos Aires, 4º de la LDC y 1110 del nuevo Código,


es decir, ser adecuada, veraz, cierta, clara, detallada, gratuita, com-
prensible, transparente y oportuna.
También dispone el artículo 34 de la LDC que tal información
debe ser incluida en forma clara y notoria. Agrega el nuevo Código
en el artículo 1111 que la redacción debe estar en caracteres desta-
cados, es decir, en negrita y/o subrayado.

f) Gastos

La norma dispone que el consumidor cumplirá con las previ-


siones legales comunicando al proveedor que va a ejercer esta facul-
tad. Por tanto, no es obligación del consumidor devolver el bien o
desafectar el servicio, ni siquiera cuando fuese libre de gastos, sino
simplemente poner el bien a disposición del proveedor. Será a su
cuenta, por consiguiente, encargarse de recoger el bien, desconectar
el servicio, hacerse de los accesorios, etc. El lugar de disposición
será, generalmente, el domicilio del consumidor.
El ejercicio del derecho de arrepentimiento es gratuito para
el consumidor y, por tanto, no puede generar ninguna erogación
a su cargo de ningún tipo. Así, los gastos de devolución (restitu-
ción, transporte, embalajes, etc.) quedarán siempre a cuenta del
proveedor.
El artículo 1115 del nuevo Código reafirma que el ejercido del
derecho de arrepentimiento no puede implicar gasto alguno para el
consumidor. Agrega dicho artículo: “En particular, el consumidor
no tiene que reembolsar cantidad alguna por la disminución del
valor de la cosa que sea consecuencia de su uso conforme a lo pac-
tado o a su propia naturaleza, y tiene derecho al reembolso de los
gastos necesarios y útiles que realizó en ella”.
En caso de que el precio del bien o servicio haya sido total o
parcialmente cubierto mediante un crédito concedido por el provee-
dor, o por un tercero o sin acuerdo con el proveedor, entendemos,
siguiendo el criterio del artículo 6.4 de la Ley española 47/2002,
que traspuso la Directiva Comunitaria Nº 7/97, relativa a la protec-
ción de los consumidores en materia de contratos a distancia, que el
contrato de crédito quedará resuelto sin penalización en caso de que
el consumidor ejerza su derecho de revocación. Como se advierte,
nos hallamos en presencia de un contrato conexo, lo que significa
que a estar a lo dispuesto por el artículo 1075, CCC, nos hallamos
114 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

frente a un supuesto de frustración de la finalidad económica del


contrato30.

g) Consecuencias del ejercicio del derecho de arrepentimiento

El ejercicio del derecho de arrepentimiento tiene efectos ex


tunc. Por tanto, manifestada por el consumidor su decisión de ejer-
cer el derecho de arrepentimiento, el mismo, como se ha sostenido,
pondrá a disposición del proveedor el bien o la cancelación o des-
continuar del servicio, como las cosas accesorias al servicio.
El proveedor podrá entonces procurarse del bien, desvincular
al consumidor del servicio y hacerse de las cosas accesorias que se
hubiesen entregado con motivo de la prestación del servicio.
Asimismo, deberá restituir al consumidor lo pagado o inte-
rrumpir los sistemas de cobro en caso de prestaciones de servicios o
adquisiciones en cuotas. El ejercicio del derecho de arrepentimiento
se proyecta también a los contratos conexos de financiación realiza-
dos por el proveedor o un tercero, con o sin vinculación.
Agrega el nuevo Código en el artículo 1113: “Si el derecho de
revocar es ejercido en tiempo y forma por el consumidor, las partes
quedan liberadas de sus obligaciones correspectivas y deben resti-
tuirse recíproca y simultáneamente las prestaciones que han cum-
plido”.

h) Imposibilidad de devolución

El artículo 1114 prescribe: “La imposibilidad de devolver la


prestación objeto del contrato no priva al consumidor de su derecho
a revocar. Si la imposibilidad le es imputable, debe pagar al pro-
veedor el valor de mercado que la prestación tiene al momento del
ejercicio del derecho a revocar, excepto que dicho valor sea superior
al precio de adquisición, en cuyo caso la obligación queda limitada
a este último”.
Pensemos, por ejemplo, en supuestos de contratos de dura-
ción, como la contratación de abonos de telefonía móvil, servicios

30. Cf. STIGLITZ, Rubén, “Comentario al artículo 1107”, en Código Civil


y Comercial de la Nación Comentado, Buenos Aires, Infojus, 2015, T. III, ob. cit.,
p. 518.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 115

de internet, televisión por suscripción, provisión de agua en dispen-


sers, etc., en los que junto con la prestación del servicio se hubiese
dado de manera accesoria un bien en comodato31 o con cargo con-
juntamente con la prestación del servicio. El ejercicio del derecho
de arrepentimiento libraría al consumidor de continuar con la pres-
tación del servicio en lo sucesivo, sin perjuicio de que se hubiese
destruido el modem, decodificador u otro aparato, por el que deberá
responder en caso de que se demuestre que la imposibilidad le es
imputable. En este sentido, de conformidad con el artículo 53 de la
LDC, será el proveedor quien deba probar esta situación y cualquier
cláusula que invierta esta carga de la prueba será considerada abusi-
va, en los términos del artículo 37 de la LDC.
Señala sobre este punto la doctrina que si tal imposibilidad se
produjo sin culpa del deudor, nada adeudará al proveedor, pues el
sistema legal coloca en cabeza de este los riesgos de este tipo de
operaciones. Si le es imputable al consumidor, por haberse perdido
la cosa por su culpa o dolo, deberá pagar al proveedor el valor de
mercado de la prestación al momento del ejercicio del derecho a
revocar, en tanto no supere el precio de adquisición; por lo que, en
tal supuesto, el consumidor podrá tener que pagar un monto menor
al de la suma pagada por el producto o servicio, pero nunca más32.

i) Exclusiones al derecho de arrepentimiento

En principio, la única exclusión que realiza el texto de la LDC


para el ejercicio del derecho de arrepentimiento es en materia de
“venta domiciliaria” para las compraventas de bienes perecederos
recibidos por el consumidor y abonados al contado. Comprendería,
por ejemplo, la venta ambulante o en el espacio público de alimen-
tos y bebidas pagadas en efectivo.
Asimismo, teniendo en cuenta la aplicación de los principios
protectorio –con la regla de interpretación in dubio pro consumi-
dor– y de irrenunciabilidad de derechos –en base al orden público

31. Sobre este punto, ver: BAROCELLI, Sergio Sebastián, “El comodato y
el régimen de defensa del consumidor”, ob. cit., 2275.
32. Cf. STIGLITZ, Rubén, “Comentario al artículo 1107”, en Código Civil
y Comercial de la Nación Comentado, Buenos Aires, Infojus, 2015, T. III, ob. cit.,
p. 518.
116 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

de protección–, entendemos que cualquier otra restricción o limi-


tación, tanto fáctica como contractual, resultaría, en principio, una
cláusula abusiva, o, para el caso debidamente justificado, deberá
interpretarse de manera restrictiva y excepcionalmente.
No resultaría aplicable, verbigracia, la restricción al ejercicio
del derecho de desistimiento por el hecho de que el consumidor
haya retirado el envoltorio, o abierto el embalaje o empaque, haya
probado el producto o el servicio esté en curso de ejecución.
En materia de servicios, alguna doctrina sostiene admitir el
derecho de arrepentimiento cuando el servicio contratado es de eje-
cución diferida (o inmediata pero continuada o de tracto sucesivo o
“de duración”), antes de que se haya prestado o terminado de pres-
tar, pero no cree que corresponde que el consumidor se arrepienta
en el caso de servicios que se prestan de manera inmediata e ins-
tantánea, ya que se entiende que el servicio se ha agotado con su
prestación y no es factible su restitución33. Por ejemplo, un servicio
de peluquería, lavado de automotores, etc.
El nuevo Código, en su artículo 1116, dispone que “excep-
to pacto en contrario, el derecho de revocar no es aplicable a los
siguientes contratos:
a) los referidos a productos confeccionados conforme a las
especificaciones suministradas por el consumidor o clara-
mente personalizados o que, por su naturaleza, no pueden
ser devueltos o puedan deteriorarse con rapidez;
b) los de suministro de grabaciones sonoras o de video, de dis-
cos y de programas informáticos que han sido decodifica-
dos por el consumidor, así como de ficheros informáticos,
suministrados por vía electrónica, susceptibles de ser des-
cargados o reproducidos con carácter inmediato para su uso
permanente;
c) los de suministro de prensa diaria, publicaciones periódicas
y revistas”.
Resulta discutible la inserción de estas excepciones, sobre todo
teniendo en cuenta el alcance que pueda hacerse a los conceptos de

33. Cf. ESBORRAZ, David y HERNÁNDEZ, Carlos, “La protección del


consumidor en los contratos celebrados fuera de los establecimientos comercia-
les”, J.A, 1997; CALDERÓN, Maximiliano R. y MÁRQUEZ, José F., El arre-
pentimiento en el derecho del consumo, ob. cit.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 117

“especificaciones” o “personalizados” o a la exclusión de publica-


ciones o revistas.
Sin perjuicio de ello, y a la luz de los principios antes mencio-
nados, de resultar vigente dicho texto legal deberá interpretarse de
manera restrictiva y excepcionalmente y si existiesen dudas sobre
su exclusión o no, se estará por la no inclusión de la exclusión.
Capítulo V
RÉGIMEN DE LAS CLÁUSULAS ABUSIVAS
Walter Fernando Krieger

1. La protección frente a cláusulas abusivas

La forma en la que se ha legislado respecto de las cláusulas


abusivas en el artículo 988 del CCyC y la lectura de la norma en
una forma armoniosa con las que consideramos sus fuentes –las
Secciones 307 a 310 del Código Civil alemán (BGB)– permi-
ten diseñar un sistema de regulación de las cláusulas abusivas,
tanto para los contratos de consumo, como para los contratos en
general.
Encontramos fundamentos en darle carácter expansivo –con
consideraciones particulares para cada caso– al artículo 988 del
CCyC en tres argumentos:

1) La norma fuente establece claramente supuestos de aplica-


ción a los contratos paritarios y a los contratos de consumo;
2) La aplicación de principios del derecho del consumo a la
teoría general del contrato ha sido aceptada por parte de la doctrina
nacional, siendo recomendado por unanimidad en la Comisión de
Contratos de las XXIV Jornadas Nacionales de Derecho Civil, que
“hay principios de los contratos de consumo que se aplican a todos
los contratos”;
3) El artículo 1117 del CCyC señala expresamente que las
normas del artículo 988 CCyC son aplicables a los contratos de
consumo.
120 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

a. El régimen de cláusulas abusivas de los artículos 988 y 989 del


CCyC

El artículo 988 del CCyC entenderá que son abusivas las cláu-
sulas insertas en un contrato de adhesión cuando:
a) se desnaturalicen las obligaciones del predisponente (texto
tomado de la Sección 307 del BGB);
b) las cláusulas importen una renuncia o restricción a los dere-
chos del adherente, o amplían derechos del predisponente
que surgen de normas supletorias (síntesis de los conteni-
dos de las Secciones 308 y 309 del BGB);
c) las que por su contenido, reducción o presentación, no son
razonablemente previsibles (Sección 305, subsecc. c del
BGB).
Por otro lado, luego de señalar, en forma no taxativa a nuestro
criterio, los supuestos de cláusulas abusivas, el CCyC brinda pautas
de interpretación en el artículo 989.
La regla referida, con alguna diferencia respecto del texto de
la Sección 306 del BGB, remite a la potestad judicial de integrar
el contrato cuando se encontraren cláusulas abusivas y establece
la posibilidad de la revisión por parte del juez del contenido de la
cláusula aún cuando hubiere existido autorización administrativa.
A partir, entonces, de las reglas señaladas, podemos efectuar
un análisis de la aplicabilidad del sistema en cada uno de los grupos
de contratos que trae el CCyC.

b. La extensión de los artículos 988 y 989, CCyC, a los contratos


paritarios

Hemos señalado con antelación que el BGB alemán, en una


modalidad similar a la elegida por nuestro legislador, reguló el régi-
men de cláusulas abusivas en el marco de los contratos por adhesión
en las Secciones 305 a 310.
Tomamos, además, como cierto que dicho plexo normativo es
la fuente de nuestros artículos 988 y 989 del CCyC.
Por otro lado, la doctrina ha sido coincidente en sostener que
las cláusulas de un contrato paritario pueden ser consideradas abu-
sivas por la existencia de un abuso del derecho, y que su revisión se
sustenta en el principio general de la buena fe.
Así dadas las cosas, al leer la Sección 310 del BGB se observa
DERECHO DEL CONSUMIDOR 121

que se excluye de la aplicación de ciertas normas –no todas– a los


contratos de adhesión suscriptos entre empresas.
Las normas excluidas son las subsecciones 2 y 3 de la Sección
305; y los contenidos de las Secciones 308 y 309. Las subsecciones
2 y 3 de la Sección 305 regulan la validez y la forma de incorpora-
ción de cláusulas predispuestas a un contrato.
A su vez, las Secciones 308 y 309 regulan las cláusulas abusi-
vas que podrán ser consideradas válidas luego de una revisión judi-
cial (Sección 308) y las cláusulas abusivas que no podrán ser acep-
tadas ni aún con revisión (Sección 309).
Estas exclusiones normativas, de ningún modo presuponen
una indefensión del empresario en la suscripción de un contrato de
adhesión, sino que remiten a dos normas generales contenidas en la
Sección 307 del BGB; la primera, que podrán ser consideradas abu-
sivas las cláusulas que generen ventajas al predisponente en forma
contraria al principio de la buena fe, situación que puede configu-
rarse cuando una estipulación resulta poco clara o incomprensible;
la segunda, que la inclusión de algunas de las cláusulas enunciadas
en las Secciones 308 o 309 también podrá ser abusiva cuando ello
no obedezca a los usos y costumbres comerciales.
Podemos señalar, entonces, que existen en el Derecho alemán
supuestos especiales de interpretación de las cláusulas abusivas en
los contratos de adhesión entre empresas, fundado ello, principal-
mente, en el principio general de la buena fe.
Sostenemos además que en los contratos de adhesión empre-
sariales, la limitación de la autonomía de la voluntad se manifiesta
en forma diferente, dado que el empresario, al momento de adhe-
rir, hace todo un análisis de conveniencia o no del negocio, que los
individuos no realizan.
Desde esta perspectiva, es evidente que no es la misma la situa-
ción de un sujeto que adhiere a un contrato de franquicia para cons-
tituirse en franquiciado, que un individuo adhiriendo en el marco de
un contrato de consumo.
También cabe destacar que la solución que se impone en estos
supuestos es la de la Sección 306, ello es, el juez debe integrar el
contrato, salvo que el cumplimiento de las obligaciones luego de la
integración derive en un resultado disvalioso para las partes.
Ambas soluciones, evaluar las cláusulas contractuales en fun-
ción del principio de buena fe y la potestad del juez de integrar con-
122 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

tratos paritarios, se han receptado en nuestro Código Civil en los


artículos 960 y 961 del CCyC.
Por lo tanto, si la autonomía de la voluntad en los contratos de
adhesión entre empresarios se considera que no se encuentra dis-
minuída en la misma manera que en el resto, nada impide que las
excepciones contenidas en la Sección 307 del BGB funcionen como
pautas orientadoras para el juzgador a la hora de detectar cláusulas
abusivas en los contratos paritarios.
En consecuencia, y al interpretar en forma conjunta el artículo
988 del CCyC, con los artículos 960 y 961 del mismo cuerpo nor-
mativo, y a la luz de las excepciones contenidas en la Sección 307
del BGB alemán, puede sostenerse que serán abusivas las cláusulas
en los contratos paritarios que vulneren el principio general de la
buena fe mediante alguna de las siguientes formas:
a) generen deventajas económicas para una de las partes sin
una debida contraprestación;
b) su aplicación devenga en efectos contrarios a la finalidad
específica del contrato;
c) los efectos de la cláusula sean contrarios a los que alguna de
las partes normalmente espera del desarrollo del negocio.
Sale a la luz además que el Código Civil y Comercial ha modi-
ficado el fundamento para la revisión del contrato paritario y la
declaración de abusividad de una determinada cláusula; el principio
rector ha dejado de ser la doctrina del abuso del derecho, para cen-
trarse ahora en la vulneración del principio general de la buena fe.
Así, ante la existencia de alguna de las situaciones descrip-
tas, el juez en ejercicio de las facultades del artículo 960 del CCyC
puede integrar el contrato en las formas a las que nos referiremos
más adelante.

c. Las cláusulas abusivas en los contratos de adhesión

Ciertamente, y a la luz de lo hasta aquí señalado, la interpre-


tación del artículo 988 del CCyC, en el marco de los contratos de
adhesión, resulta la más sencilla a la luz de la traspolación referida.
Entendemos, entonces, que resulta útil a los fines de entender
la extensión de la norma en estos supuestos señalar las diferencias
legislativas más notorias.
Así encontramos que la técnica elegida por el legislador argen-
tino ha diferido en relación con la enunciación de cláusulas abusivas
DERECHO DEL CONSUMIDOR 123

susceptibles de confirmación o no que realizó el legislador alemán


en las Secciones 308 y 309 del BGB.
Esta elección por un tipo abierto de definición, y el conteni-
do del artículo 989 del CCyC, en cuanto a la posibilidad de revisar
judicialmente aun las clásulas que hubieren sido aprobadas en sede
adminstrativa, nos lleva a la conclusión de que no existen en nuestro
Derecho cláusulas suceptibles de ser confirmadas como lo dispone
la Sección 308 del BGB alemán.
Así dadas las cosas, quedarán abarcadas por el artículo 988,
CCyC, las denominadas “cláusulas sopresivas”, descriptas en el
inciso c) de la norma, como también las enunciadas en los incisos a)
y b) de la misma.
Además nos echará luz para la interpretación el contenido
de la subsección 2 de la Sección 307, en cuanto nos definirá los
supuestos de “desventajas económicas irrazonables”. Señala la
norma del BGB que dicho extremo queda configurado cuando: a)
la cláusula se desvía de los principios esenciales perseguidos por
ella; o b) limita o modifica obligaciones y derechos inherentes al
tipo contractual al extremo de alterar la concreción de los efectos
del contrato.
Cierto es que ambos supuestos se encuentran contenidos en los
incs. a) y b) del artículo 988 del CCyC, pero la remisión a su fuente
nos ayuda a comprender cuál fue el efectivo alcance perseguido.

d. Cláusulas abusivas en los contratos de consumo

El régimen de cláusulas abusivas en los contratos de consumo


se complementa entre el sistema hasta aquí reseñado e impuesto por
el artículo 988, el impuesto por los artículos 1118 a 1122 y el conte-
nido del artículo 37 de la LDC; conforme lo dispuesto en el artículo
1117 del Código Civil y Comercial.
Se denota también en esta regulación una fuerte influencia del
BGB alemán en tanto la redacción de las normas sigue criterios que
allí se exponen con claridad.
En este sentido, el texto del artículo 1119 del Código Civil y
Comercial es más claro que el artículo 988, en cuanto pone el acen-
to donde corresponde para determinar la abusividad de una cláusu-
la; se considera que una cláusula es abusiva cuando por aplicación
de la misma se generen desequilibrios “significativos” en los dere-
chos y obligaciones de las partes.
124 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

En este sentido, la nota de “significativo” es el elemento a pon-


derar por el magistrado a la hora de evaluar si una cláusula es abu-
siva o no. En efecto, el desequilibrio que no es “significativo” es
parte del normal acontecer de los contratos, los que redundan en
ventajas para las partes; situación que es lícita.
La abusividad requiere, entonces, de una ruptura del equilibrio
contractual; la obtención de una de las partes de beneficios despro-
porcionados en función de los compromisos asumidos a cambio.
Entendemos que en la regulación de las cláusulas abusivas se
encuentra comprometido el orden público, en tanto su incorpora-
ción al contrato vulnera el principio general de la buena fe.
Esta conclusión queda de manifiesto con el texto del artículo
1118 del Código Civil y Comercial, en que se autoriza la revisión
de las cláusulas contractuales aún cuando para su incorporación
en un determinado contrato se haya efectuado con la conformidad
expresa del consumidor; lo que denota la sustracción de la aproba-
ción de su esfera de autonomía de la voluntad.

2. La situación jurídica abusiva

El texto del artículo 1120 del CCyC ha incorporado además la


noción de situación jurídica abusiva.
Existen para esta definición dos acepciones; la que surge del
BGB alemán, que determina que la situación jurídica abusiva es
aquella que sorprenda al consumidor y lo fuerza a suscribir un con-
trato; y la tomada por la norma citada, en el que la abusividad se
obtiene mediante la celebración de contratos conexos.
En nuestro régimen, el consumidor se encuentra protegido
frente a las vertientes; la primera de ellas, será una práctica comer-
cial agresiva y se analizará con las normas que regulan dichas prác-
ticas; la segunda, conllevará la revisión de los contratos conforme la
regulación de cláusulas abusivas.

3. Remedios contra las cláusulas abusivas

Detectada la existencia de una cláusula abusiva en el contrato,


el juez deberá integrarlo conforme lo establece el artículo 37 de la
LDC y el artículo 964 del Código Civil y Comercial.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 125

Este ejercicio importará que el juez deberá tener por no escrita


la cláusula abusiva y rellenar su lugar con los efectos que manda la
ley si este lo estableciere (por ejemplo, en un caso de prórroga de
jurisdicción prohibida se le debe dar la jurisdicción correspondien-
te), la voluntad perseguida por las partes, o los usos y costumbres.
Este ejercicio de integrar el contrato, cabe decir, sólo es posible
si por los efectos de la integración se pueden mantener las obliga-
ciones principales vigentes; en tanto si la declaración de abusividad
recae sobre algún elemento esencial del contrato, la nulidad de este
será total (art. 1122, inc. c).
Entendemos que esta revisión en el caso de cláusulas abusivas,
en cualquier tipo de contrato, puede ser efectuada por el juez inclu-
sive de oficio conforme las facultades que le confiere el artículo 960
del Código Civil y Comercial, en tanto, la inclusión de cláusulas
abusivas afecta el orden público dado que contraría el principio
general de la buena fe.

4. Límites a la declaración de abusividad

El artículo 1121 establece que no pueden ser declaradas abu-


sivas:
a) las cláusulas relativas a la relación entre el precio y el bien
o el servicio procurado;
b) las que reflejan disposiciones vigentes en tratados interna-
cionales o en normas legales imperativas.
En este sentido, cabe aclarar respecto del inciso a), que dicha
prohibición no abarca las cláusulas que autorizan al proveedor a
modificar unilateralmente el precio conforme la doctrina de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el fallo “PADEC c/ Swiss
Medical”1, en el que se admitió una acción colectiva contra la posi-
bilidad de la empresa de medicina prepaga de modificar el precio en
forma unilateral.

1. CSJN, 21-8-2013, Fallos: P.361.XLIII.


Capítulo VI
ACCIONES DE RESPONSABILIDAD
Walter Fernando Krieger

1. Tipos de incumplimientos

En el devenir de las relaciones de consumo, el consumidor se


encuentra expuesto a sufrir daños y perjuicios en su persona o en
sus bienes.
El riesgo es inevitable, por lo que el legislador se ha ocupado
de analizar las causas de dichos daños, estableciendo dos regímenes
según el origen del daño:
a) Un sistema para los incumplimientos contractuales, el cual
comienza con el incumplimiento de la oferta (art. 10 bis) y
alcanza la inejecución de los términos del contrato.
b) Otro sistema diferenciado para los daños derivados del
riesgo o vicio del producto o del servicio prestado (art. 40
bis) en los que se causen daños a la persona o bienes del
consumidor.
c) Un tercer sistema de garantías en los que el producto o
servicios presenta deficiencias que no trascienden de la
esfera del bien o servicio.
Asimismo, y para situaciones excepcionales que se puedan sus-
citar en cualquiera de los dos sistemas, se ha contemplado la potes-
tad judicial de imponer una multa civil o daño punitivo en el artícu-
lo 52 bis.

A. Incumplimientos contractuales

El artículo 10 bis de la Ley de Defensa del Consumidor es


claro respecto de las acciones que posee el consumidor tanto fren-
128 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

te al incumplimiento de la oferta, como del contrato en sí mismo,


estableciendo lo siguiente: “Incumplimiento de la obligación. El
incumplimiento de la oferta o del contrato por el proveedor, salvo
caso fortuito o fuerza mayor, faculta al consumidor, a su libre
elección a:
a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre
que ello fuera posible;
b) Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente;
c) Rescindir el contrato con derecho a la restitución de lo
pagado, sin perjuicio de los efectos producidos, conside-
rando la integridad del contrato.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios
que correspondan”.

El texto legal es asimilable al del artículo 730 del CCyC, en


tanto redunda en las mismas posibilidades en los incisos a) y c) de
ambas normas: o bien obtener el cumplimiento forzado de la obliga-
ción prometida (inc. a); o bien, rescindir el contrato (inc. c).
La diferencia sustancial entre ambas normas (el art. 730, inc. b
del CCyC y el inc. b del art. 10 bis) radica en la imposibilidad del
consumidor de procurar la ejecución de la prestación por otro pro-
veedor a costa del primero.
Claramente, el legislador teniendo en miras la realidad del
tráfico comercial y a los fines de evitar situaciones abusivas, no le
ha otorgado el derecho al consumidor de obtener la ejecución de
la obligación por otro, sino que, en su lugar, le ha dado el derecho
a exigir un producto o servicio similar al que se le está incum-
pliendo.

1. La solidaridad de la cadena de comercialización en los


incumplimientos contractuales

Un análisis de la jurisprudencia emanada de la Cámara Nacio-


nal de Apelaciones en lo Comercial da cuenta de la existencia de
una serie de planteos equivocados por parte de los abogados de los
consumidores, en procura de obtener la extensión de la responsa-
bilidad que emerge del artículo 40 bis de la LDC en supuestos de
incumplimiento contractual.
Tal como veremos más adelante, el texto del artículo 40 bis
de la Ley 24.240 es claro respecto de que su aplicación se limita a
DERECHO DEL CONSUMIDOR 129

los supuestos de responsabilidad por vicio o riesgo del producto o


servicio, lo que excluye los casos de incumplimiento que regula el
artículo 10 bis.
¿Quiere decir lo expuesto que no existe solidaridad frente al
consumidor, por ejemplo, entre las concesionarias que venden auto-
móviles y sus fabricantes?
La respuesta es negativa, pero los argumentos no radican en la
aplicación del artículo 40 bis, sino en la teoría de la conexidad con-
tractual regulada en los artículos 1073 a 1075 del Código Civil.
En efecto, señala el artículo 1073 del CCyC que habrá conexidad
contractual cuando dos o más contratos autónomos se hallan vincula-
dos entre sí por una finalidad económica común previamente estable-
cida, de modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el
logro del resultado perseguido. Esta finalidad puede ser establecida
por la ley, expresamente pactada, o derivada de la interpretación.
Así, en el ejemplo que hemos señalado de la responsabili-
dad de la concesionaria de autos y la terminal frente al consumi-
dor, podemos ver que el contrato de compraventa del automotor se
encuentra vinculado con el contrato de concesión que une a la ter-
minal con la concesionaria.
Desde esta perspectiva, y conforme la aplicación del artícu-
lo 1075, probada la conexidad, un contratante puede oponer las
excepciones de incumplimiento total, parcial o defectuoso, aún
frente a la inejecución de obligaciones ajenas a su contrato. Aten-
diendo al principio de la conservación, la misma regla se aplica
cuando la extinción de uno de los contratos produce la frustración
de la finalidad económica común.
Por lo tanto, probada la conexidad contractual, ello es el vínculo
contractual relevante que une en el caso del ejemplo a la concesio-
naria con la terminal, el consumidor puede demandar por el incum-
plimiento a ambas partes, sin perjuicio de los derechos de regreso
que puedan asistirlas entre ellas.

B. Responsabilidad derivada de los vicios o riesgos del producto o


servicio

El artículo 42 de la Constitución Nacional ha establecido como


uno de los derechos esenciales del consumidor el de la seguridad en
las relaciones de consumo.
Esta garantía constitucional ha sido regulada legislativamente
130 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

en el texto del artículo 5º de la LDC, que señala expresamente: “Las


cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal
que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no
presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los
consumidores o usuarios”.
La obligación allí consagrada consiste pues en una obligación
de resultados, en la que el proveedor debe reparar todo daño que
sufra el consumidor a raíz del vicio que padecía el producto o el
servicio, o del riesgo propio que el mismo conlleva.
Esta obligación, señala Gabriel Stiglitz1, tiene su origen en el
principio general de la buena fe, y es caracterizada como las deno-
minadas en el Código velezano como “obligaciones de resultado”.
Esto indica que la responsabilidad del proveedor es de tipo
objetivo, independientemente de las previsiones que hubiera tomado
para evitar el daño, lo que no lo exime de responder conforme el
texto del artículo 1757 in fine del CCyC.

C. Las garantías debidas al consumidor

El régimen legal de la tutela del consumidor establece en el


Art. 11 de la LDC las garantías mínimas y obligatorias que debe
otorgar el proveedor respecto de los bienes muebles no consumi-
bles, mientras que el Art. 30 de la LDC, establece la garantía exigi-
ble en las prestaciones de servicios.

a. Garantías de bienes muebles no consumibles

La norma establece que en los casos en que se comercialicen


(lo que implica no sólo compra venta, sino también locaciones,
comodatos, etc) bienes muebles no consumibles, el proveedor debe-
rá garantizar el buen funcionamiento de la cosa, así como también
su identidad con lo ofertado por un plazo de 3 meses si se trata de
bienes usados, y de 6 meses si son bienes nuevos.
Los obligados para la prestación de la garantía son todos aque-
llos que componen la cadena de producción y distribución (Art. 13

1. STIGLITZ, Gabriel, “El deber de seguridad en el derecho del consumi-


dor”, en STIGLITZ, Gabriel y HERNÁNDEZ, Carlos A., Tratado de derecho del
consumidor, Buenos Aires, La Ley, 2015, T. III, p. 73.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 131

LDC) y deben garantizar la adecuada reparación y prestación del


servicio técnico (Art. 12 LDC).
Una vez prestado el servicio técnico, se le debe entregar al con-
sumidor una constancia de reparación donde se le informe detalla-
damente la calidad de los trabajos detallados, las piezas reemplaza-
das, etc. (Art. 15 LDC).
Si luego de la reparación la cosa no puede ser empleada en forma
óptima para el uso de la misma, el consumidor puede optar por:
a) la sustitución del bien por otro de igual valor; haciendo
renacer la garantía respecto del nuevo bien;
b) devolver la cosa y que se le restituyan todas las sumas abo-
nadas, así como también si es un pago en cuotas el cese del
pago de las sumas restantes;
c) una quita en el precio de la cosa.
Estas acciones, son acumulables además con las de reparación
de daños y perjuicios.
El plazo de vigencias de las garantías establecido es de orden
público, en razón de lo cual no puede ser renunciado ni disminuido
de ninguna forma, aunque si puede ser ampliado convencionalmente;
quedando establecido además que durante el tiempo en que el usua-
rio no puede utilizar el bien por cualquier causa relacionada con su
reparación, el tiempo de la garantía se prolonga (Arts. 11 y 16 LDC).
Asimismo, el legislador ha dejado a salvo el derecho del con-
sumidor de optar por el régimen de vicios redhibitorios contempla-
do en el Código Civil y Comercial (Art. 18 LDC).

b. Garantías sobre bienes inmuebles

Los bienes inmuebles se rigen por el sistema de vicios redhi-


bitorios y garantías del contrato de obra que se regulan en los Arts.
1271 y 1272 del CcyC; y 1273 del mismo cuerpo normativo para
los supuestos de ruina.

c. Garantías sobre servicios

A diferencia de lo establecido para la comercialización de bie-


nes, el legislador ha establecido una garantía mucho más laxa en
todo sentido para las prestaciones de servicios.
Decimos que es más flexible a tenor de la regulación que de
esta hace el Art. 30 de la LDC.
132 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Primeramente, el plazo que se estipula de garantía para la pres-


tación de servicios es de 30 días corridos a contar desde la fecha en
que se prestó el servicio. Si aparecieren deficiencias o defectos en
el trabajo realizado en dicho plazo, el prestador del servicio deberá
corregirlas a su propia costa. La otra diferencia notable respecto de
la garantía sobre cosas muebles, es que la misma es renunciable por
escrito. Sin embargo, la renuncia a la garantía, entendemos, no deja
al consumidor librado a su suerte; en tanto, si el surgen defectos en
la prestación del servicio, quedará a salvo el derecho a accionar por
incumplimiento de contrato.

2. Eximentes

Uno de los grandes debates que tiene la doctrina se refiere a esta-


blecer cuál es el límite a la responsabilidad del proveedor frente al daño
causado por vicios de la cosa o servicio, o riesgos propios del mismo.
Existe cierto acuerdo en la doctrina en sostener que al tratarse
de una responsabilidad con un factor de atribución de responsabi-
lidad objetiva, los eximentes son los mismos que se entiende que
destruyen el nexo de causalidad; ello es: 1) hecho de la víctima, 2)
culpa ajena, 3) caso fortuito o fuerza mayor.
Sin embargo, en un criterio que compartimos, tanto Lorenzet-
ti2 como Gabriel Stiglitz3 señalan que a partir del particular estado
de vulnerabilidad que tiene el consumidor, y en razón de ser este
un sujeto que merece especial tutela por parte del Derecho, exis-
ten limitaciones a la aplicación de estas causales exonerativas en el
marco de las relaciones de consumo.

a. El hecho de la víctima

Señala Stiglitz4 que el hecho de la víctima debe interpretarse


en las relaciones de consumo con carácter restrictivo a los fines de
exonerar al proveedor de su responsabilidad.

2. LORENZETTI, Ricardo L., Consumidores, ob. cit., p. 537 y sigs.


3. STIGLITZ, Gabriel, Restricciones a la exoneración por causa ajena, en
STIGLITZ, Gabriel y HERNÁNDEZ, Carlos A., Tratado de Derecho del consu-
midor, ob. cit., p. 362 y sigs.
4. Cit. Ant. Ídem.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 133

Ello, según el autor, conforme la interpretación armónica del


artículo 3º de la LDC con el texto del artículo 42 de la Constitución
Nacional.
Así, y siguiendo estos criterios, el hecho de la víctima sólo
puede funcionar como eximente cuando “el comportamiento de la
víctima manifieste un rechazo a las precauciones más elementales
que estuvieran a su alcance, o cuando su comportamiento atestigüe
una temeridad activa, es decir, un esfuerzo hecho para desafiar las
reglas de la seguridad”5.

b. Culpa de un tercero o causa ajena

Tal como explica Lorenzetti6, la causa ajena no será considera-


da como tal si el hecho generador es responsabilidad de la cadena
de comercialización.
Así, entendemos que la “causa ajena” sólo opera como eximen-
te cuando el daño es producido por un tercero ajeno a la cadena de
comercialización y sobre el cual ninguno de sus integrantes tiene la
posibilidad de intervenir sobre sus actos ni prevenir.
No debe olvidarse tampoco que el daño causado por el tercero
tiene que ser, además, inevitable o irresistible por parte del proveedor;
así, por ejemplo, el daño sufrido por un pasajero a bordo de un tren
por una piedra arrojada por el exterior debe ser reparado por la empre-
sa de trenes no pudiéndose amparar en la eximente de la causa ajena.

c. Caso fortuito

El CCyC ha equiparado los conceptos de “caso fortuito” y


“fuerza mayor”, aclarando que sólo funcionarán como eximentes
cuando el hecho fortuito no se encuentra alcanzado por las excep-
ciones que contiene el artículo 1733 del CCyC, a saber:
a) si ha asumido el cumplimiento aunque ocurra un caso for-
tuito o una imposibilidad;
b) si de una disposición legal resulta que no se libera por caso
fortuito o por imposibilidad de cumplimiento;
c) si está en mora, a no ser que ésta sea indiferente para la

5. Stiglitz Gabriel, idem. Cit. Ant. Ídem.


6. LORENZETTI, Ricardo L., Consumidores, ob. cit., p. 537 y sigs.
134 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

producción del caso fortuito o de la imposibilidad de cum-


plimiento;
d) si el caso fortuito o la imposibilidad de cumplimiento
sobrevienen por su culpa;
e) si el caso fortuito y, en su caso, la imposibilidad de cumpli-
miento que de él resulta constituyen una contingencia pro-
pia del riesgo de la cosa o la actividad;
f) si está obligado a restituir como consecuencia de un hecho
ilícito.

3. Responsabilidad de la cadena de comercialización


El artículo 40 bis de la LDC establece: “Si el daño al consumi-
dor resulta del vicio o riesgo de la cosa o de la prestación del ser-
vicio, responderán el productor, el fabricante, el importador, el dis-
tribuidor, el proveedor, el vendedor y quien haya puesto su marca
en la cosa o servicio. El transportista responderá por los daños
ocasionados a la cosa con motivo o en ocasión del servicio. La res-
ponsabilidad es solidaria, sin perjuicio de las acciones de repeti-
ción que correspondan. Sólo se liberará total o parcialmente quien
demuestre que la causa del daño le ha sido ajena”.
De este modo, la norma establece frente al consumidor una res-
ponsabilidad concurrente (art. 850 y sigs. del CCyC), más allá de
que la norma emplee el término solidaria.
Es que, claramente, el deber de reparar tiene causas diferentes,
en tanto no es la misma fuente la que impone la responsabilidad
del vendedor (el contrato), que la que impone la responsabilidad del
fabricante (la ley).
Esta distinción resulta clara a los fines de determinar la pres-
cripción, en tanto será de cinco años contra el vendedor, y de tres
años contra el resto de la cadena de comercialización.
Aclara la norma, respecto del transportista, que este puede exi-
mirse de responder debiendo probar que el daño sufrido por el con-
sumidor no guarda relación con el transporte de la cosa.
La duda surge después respecto de cómo ha de repartirse la
responsabilidad entre los participantes de la cadena en la acción de
repetición posterior, luego de satisfecho el crédito del consumidor.
Pues bien, quien persiga el reintegro deberá demostrar la res-
ponsabilidad del demandado, quedando el porcentual sujeto a la
estimación judicial.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 135

Si resulta imposible determinar la responsabilidad de un sujeto


determinado, el juez puede establecer porcentuales diferentes con-
forme la sana crítica o dividir lo pagado a prorrata entre los compo-
nentes.

4. Daños punitivos

Uno de los instrumentos más controversiales incorporados a la


Ley de Defensa del Consumidor, mediante la modificación instaura-
da por la Ley 26.361, es el de los daños punitivos establecidos en el
artículo 52 bis.
Este instituto ha sido de los más discutidos, en tanto le otorga
facultades al juez de imponer sanciones a favor del consumidor por
hasta cinco millones de pesos, lo que ha disparado un sinfín de peti-
ciones; la mayoría rechazadas.
Entendemos que esta herramienta es de suma utilidad a la hora
de prevenir conductas, en tanto, aplicado debidamente, sirve como
elemento disuasorio de conductas que afecten los derechos de los
consumidores.

a. Definición

El artículo 52 bis de la LDC define al instituto como una “multa


civil”, es decir, una sanción que deriva de un reproche de conducta al
proveedor.
Por ello, la doctrina es coincidente en sostener que la
procedencia de los daños punitivo no se encuentra atada a un
mero “incumplimiento” en sí mismo, sino que se necesita una
actitud clara de desprecio por los derechos de consumidores y
usuarios 7.
Asimismo, y en razón de este carácter “punitivo” de la sanción,
la misma sólo puede ser impuesta a quien ejecutó la conducta, no
siendo posible, como sucede con la indemnización, perseguir el
cobro en forma solidaria a toda la cadena de comercialización.
En todo caso, si hubo conductas merecedoras de reproche de
varios integrantes de la cadena, el juez debe imponer una sanción

7. Ibídem, p. 563.
136 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

específica para cada uno de ellos. Esto surge claro de la forma en la


que se deben imponer las penas; si varios comenten un delito, no se
divide entre los autores la pena, sino que se lo sanciona a cada uno
por separado en función de su accionar.

b. Requisitos para la procedencia

La doctrina y la jurisprudencia han construido de a poco una


serie de requisitos para la imposición de los daños punitivos, a saber:

1. Grave desprecio por los derechos del consumidor

Como dijéramos recién, la sanción no procede frente al mero


“incumplimiento” del proveedor, sino cuando este obrare a sabien-
das del perjuicio que cause (dolo), o a sabiendas de que puede
causar un perjuicio y sin tomar medidas para evitarlo (lo que en el
Derecho Penal se denomina “dolo eventual”), o con un obrar cul-
pable sin ningún tipo de cuidado por los derechos de los consumi-
dores, cuando ello le es exigible (la llamada “culpa por representa-
ción” del Derecho Penal).
Va de suyo que el grave desprecio por los derechos del consu-
midor se puede dar tanto por acción, como por omisión en los con-
textos referidos.

2. Procura de obtención de un lucro indebido

Alguna jurisprudencia ha señalado que debe requerirse, ade-


más, que el proveedor mediante el accionar que se describe en el
punto 1 procurare obtener un lucro indebido.
No es necesario que efectivamente lo obtenga, pero sí que esté
encaminado a ello (por ejemplo, si lanza una campaña publicitaria
engañosa y la misma es removida por alguna acción antes de que
procure beneficios).
No somos partidarios de esta postura, en tanto no todas las
acciones encuadradas en el punto anterior pueden tener la finalidad
de obtención de un lucro indebido.
Es que de imponerse a rajatabla este requisito, caería en letra
muerta la especial recomendación de imposición de daños punitivos
que efectúa el artículo 8º bis de la LDC a los supuestos de violación
al trato digno.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 137

El trato discriminatorio, la exposición a situaciones ultrajantes


o vejatorias no siempre parten del interés económico, sino de posi-
ciones asumidas por los proveedores; asumidas por convicción, que
resultan intolerables en la vida en sociedad y, por lo tanto, han de
ser penalizadas (es el caso del dueño del boliche que no permite
el ingreso de personas discapacitadas, las requisas ultrajantes por
personal de seguridad privada a quienes son sospechados de haber
sustraído algo de un supermercado, etc.).
Es claro, entonces, que este requisito debe ser ponderado como
un elemento más a la hora de cuantificar el daño punitivo, pero no
puede resultar determinante para decidir su procedencia.

3. Existencia de un daño

Existe unanimidad en la jurisprudencia y en la doctrina en


insistir en la necesidad de la existencia de un daño al consumidor
para la procedencia de la imposición del daño punitivo8.
Es nuestra postura que el daño no necesariamente debe recaer
sobre algún consumidor en particular en forma directa, sino que el
requisito del daño también se reúne cuando se dañan intereses tute-
lados del consumidor como colectivo.
Es que, volviendo al ejemplo de la campaña publicitaria enga-
ñosa, puede darse el caso en que no haya un consumidor dañado en
forma directa, pero ciertamente por vía de dicha conducta se viola-
ron intereses de consumidores como grupo e igualmente procederá
la imposición de un daño punitivo.

4. Destino de la multa

El texto de la norma es claro cuando indica que el destino de la


sanción debe ser en beneficio del consumidor que accionó y lo peti-
cionó; o del colectivo, en el caso de las acciones colectivas.

Sin embargo, esta disposición ha recibido fuertes críticas por


parte de la doctrina, las que consideramos injustas.

8. GALDÓS, Jorge M., en STIGLITZ, Gabriel y HERNÁNDEZ, Carlos,


Tratado de derecho del consumidor, T. III, Buenos Aires, La Ley, 2015, p. 292.
138 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

Primeramente, debemos señalar que una quita del derecho a los


consumidores, mediante una reforma legislativa, del derecho a per-
cibir los daños punitivos, atentaría contra el principio de progresivi-
dad de los derechos de los consumidores y sería, a nuestro criterio,
inconstitucional.
Sin perjuicio de ello, no podemos dejar de sostener que la prin-
cipal acusación que recibe el beneficio que otorga el artículo 52 bis
de la LDC, a este respecto, reside en afirmar que el consumidor que
percibe los daños punitivos “se enriquece sin causa”.
Ello de modo alguno es así. Claro es que la “causa” de las obli-
gaciones son dos, o el contrato o la ley. Razón por lo cual, si la ley
establece el beneficio, la causa del enriquecimiento es la norma, y
por lo tanto, este no es “ilícito”.
Pero por otro lado, cabe señalar que este argumento se encuen-
tra superado en el derecho del trabajo donde no se discute el dere-
cho del trabajador a percibir las sanciones que imponen los artí-
culos 80 y 132 bis de la Ley de Contrato de Trabajo 20.744, los
artículos 1º y 2º de la Ley 25.323, o las multas de los artículos 8º,
9º, 10 y 15 de la Ley 24.013.
En ninguno de los casos señalados, se ha cuestionado que sea
el trabajador el beneficiario de las sanciones que se le imponen al
empleador por el incumplimiento de sus obligaciones frente al pro-
pio trabajador, o frente al Estado.
Consecuentemente, es claro, pues, que no hay obstáculo algu-
no para que sean los consumidores los beneficiarios de la sanción
punitiva.

5. Potestad judicial

Los daños punitivos sólo pueden ser impuestos en sede judi-


cial, careciendo los órganos administrativos de capacidad para
dicho fin.

6. Petición de parte

Los daños punitivos sólo pueden ser impuestos a petición de


parte y no de oficio, aunque la doctrina y la jurisprudencia les ha
reconocido a los jueces la facultad de apartarse de los montos esti-
mados por la parte otorgándoles plena libertad para determinar la
cuantía de la sanción.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 139

c. Cuantificación

Uno de los aspectos más complejos respecto de los daños puni-


tivos es la determinación del quantum de la sanción.
Entendemos que, en definitiva, la determinación del monto
deberá realizarse por el magistrado siguiendo algunas pautas con-
cretas. En este sentido, resulta útil como pauta orientadora para el
magistrado, a la hora de cuantificar el monto de la sanción, las indi-
caciones que el artículo 49 de la LDC da a la autoridad de apli-
cación, a saber: “En la aplicación y graduación de las sanciones
previstas en el artículo 47 de la presente ley se tendrá en cuenta
el perjuicio resultante de la infracción para el consumidor o usua-
rio, la posición en el mercado del infractor, la cuantía del beneficio
obtenido, el grado de intencionalidad, la gravedad de los riesgos
o de los perjuicios sociales derivados de la infracción y su genera-
lización, la reincidencia y las demás circunstancias relevantes del
hecho”.
Asimismo, el juez no podrá, por imperio normativo, imponer
sanciones que superen los $ 5.000.000 (cinco millones) en razón de
la remisión que el texto del artículo 52 bis efectúa al artículo 47,
inc. b), de la LDC.

d. Asegurabilidad

Es unánime el criterio doctrinario respecto a la imposibilidad


del proveedor de asegurarse frente a la posibilidad de imposición
de daños punitivos, por cuanto un criterio en contrario privaría al
instituto de su función disuasoria, además de que chocaría con las
previsiones de la Ley de Seguros 17.418.

5. Garantías procesales

Por último, nos ocuparemos de las dos garantías procesales que


la Ley de Defensa del Consumidor otorga a estos:

a) el derecho al proceso más breve que establezca la legisla-


ción local;
b) gratuidad en el proceso.
140 WALTER FERNANDO KRIEGER – SERGIO SEBASTIÁN BAROCELLI

No podemos avanzar sin señalar que asombra en el análisis de


la jurisprudencia el nivel de inaplicabilidad de estas normas por parte
de los Tribunales, los que insisten sistemáticamente en rechazar los
pedidos de aplicación de las garantías de las que nos ocupamos.

a. Derecho al proceso más breve que establezca la legislación

El derecho del consumidor al proceso más breve que establezca


la legislación, regulado en el artículo 53 de la LDC, es la respuesta
del legislador al mandato constitucional contenido en el artículo 42
de la Constitución Nacional, que ordena consagrar “procesos efica-
ces” para la tutela del consumidor.
En este sentido, existe acuerdo en la doctrina y la jurispruden-
cia en que el tipo de proceso al que refiere la norma es el juicio
sumarísimo, y no el amparo, en tanto refiere al proceso de conoci-
miento más breve.
Sin embargo, los Tribunales en su mayoría han transformado
la excepción del artículo 53, que establece la posibilidad del juez a
pedido de parte y por resolución fundada de apartarse de la norma,
en regla, rechazando sistemáticamente los pedidos de que se tramite
la acción por la vía del juicio sumarísimo y ordenando tramitar la
causa en forma ordinaria.
Este accionar claramente disuade al consumidor de accionar, y
violenta el derecho al acceso a un “procedimiento eficaz” tal como
ordena la Carta Magna.

b. Beneficio de gratuidad

No menos controversia y obstáculos sufre el beneficio de gra-


tuidad en los procesos que establece el artículo 53, último párrafo,
de la LDC.
Más allá de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
reiterado en varias oportunidades que la interpretación de dicha
norma debe hacerse en sentido amplio y que “beneficio de gratui-
dad”, en el caso de la Ley de Defensa del Consumidor, equivale a
“beneficio de litigar sin gastos”, la jurisprudencia de todo el país
insiste en interpretaciones restrictivas que limitan el derecho sola-
mente al pago de la tasa de justicia, o a veces, ni siquiera eso, adu-
ciendo que la norma es una intromisión en la legislación local.
DERECHO DEL CONSUMIDOR 141

Nuevamente, nos encontramos frente a un obstáculo al consu-


midor para que acceda a la justicia contrariando sendos mandatos
constitucionales.
Cabe, por último, señalar que el beneficio de gratuidad se pre-
sume; lo que implica que es clara la voluntad del legislador respec-
to de que el consumidor goza de un beneficio de litigar sin gastos
presumido, y que en todo caso, el proveedor posee la posibilidad de
iniciar un incidente de solvencia para desvirtuar la presunción.
SUMARIO

Prólogo...................................................................................... 7
Prólogo a la segunda edición.................................................... 9
I. El derecho del consumidor y el nuevo código civil
y comercial,
Sergio Sebastián Barocelli................................................. 11
II. Ámbito de aplicación del derecho del consumidor,
Sergio Sebastián Barocelli................................................. 45
III. Regulación de las prácticas abusivas en el derecho del
consumidor,
Walter Fernando Krieger.................................................... 79
IV. Relaciones de consumo fuera de los establecimientos
comerciales y a distancia,
Sergio Sebastián Barocelli................................................. 95
V. Régimen de las cláusulas abusivas,
Walter Fernando Krieger.................................................... 119
VI. Acciones de responsabilidad,
Walter Fernando Krieger.................................................... 127

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