SOCIO
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Las obras de los autores clásicos de la sociología como lo son Emile Durkheim, Max Weber y Karl Marx
fueron y son de gran influencia para las ciencias sociales. Sus aportes son aceptados como marco teórico
que trascienden la época en las que fueron elaboradas para retomarlas como bases conceptuales desde las
que se analizan e investigan numerosos fenómenos sociales contemporáneos.
Estos autores plantearon los interrogantes básicos de la sociología que definen su objeto como ciencia, y
que aún hoy son motivo de debate. Sin embargo, adentrarnos en una aproximación a sus conceptos que
dan respuestas a gran escala, no nos impide el ejercicio de reflexionarlas en situaciones de la vida cotidiana.
El comienzo de este módulo refiere al objeto mismo de la sociología, el tipo de material de la realidad con el
que trabaja y la forma o perspectiva desde donde se lo aborda.
El objeto de la Sociología
La pregunta acerca del objeto de la sociología no supone una respuesta sencilla, sino de una relativa
complejidad. Carlos Lista (2000) nos aporta una buena manera de aproximarnos a esta ciencia social. Las
respuestas son varias; la “sociedad”, “los grupos”, “las instituciones”, “las organizaciones sociales”, “la acción
social”, “las formas de convivencia social”, “los métodos que la gente usa para dar sentido a la convivencia
cotidiana” y “el lenguaje”, etc.
Dicha lista afirma que el objeto de la sociología será “dependiendo de quién opine”, y esto es así porque la
opinión sobre el objeto depende de los supuestos de los que el autor o los autores parten. Ahora bien, una
primera diferencia que existe se da en torno al “tamaño” o la dimensión del objeto. No todos tienen la
misma preferencia, unos focalizan su atención en la “sociedad” como un todo, o en macroestructuras y
procesos sociales y por ejemplo analizan “la sociedad capitalista” en su conjunto (como lo hace Marx), o “la
sociedad industrial” (como lo hace el funcionalismo) o la sociedad de “consumo” o “de masas”, comparando
generalmente las sociedades entre sí o a través del tiempo.
Otros, en cambio, descomponen la sociedad en sus partes y se concentran en estudiar las “instituciones
sociales”, entendidas como estructuras formales, como por ejemplo “la educación”, “la familia” o “la
religión”. También las “organizaciones sociales” son objeto de estudio, entendidas como estructuras
formales, tal como la burocracia estatal o privada. Así lo hacen, por ejemplo, los marxistas, Weber,
Dahrendorf, Durkheim y los funcionalistas, entre otros.
Finalmente, según el planteo de Lista (2000) el enfoque del “tamaño” del objeto y considerando uno más
pequeño, están quienes optan por los microprocesos de interacción, especialmente los así llamados “cara a
cara”, y las interpretaciones (simbólicas) que los individuos hacen de sus experiencias sociales.
Estos son los interaccionistas simbólicos, los etnometodólogos y, en general, todos los representantes del
modelo interaccionista. Para estos, el objeto de la sociología está centrado principalmente en la interacción
social, en los significados que les asignamos a las acciones sociales y en cómo esa trama de interacciones
afecta nuestra subjetividad. En definitiva, en cómo sentimos, en cómo pensamos y reaccionamos frente a
este mundo social.
En otro orden de preferencia, el objeto de análisis de la sociología se divide entre orden y cambio sociales.
Algunos dan preferencia a los problemas del orden y estabilidad social como Comte, Durkheim y los
funcionalistas. Otros les dan más relevancia a los problemas del cambio social, bien sea a nivel micro o
macro, tal como lo hacen Marx, Weber y los interaccionistas. Esto no significa que el análisis se reduzca a
uno de estos dos aspectos señalados, pero dado los supuestos de los que cada autor parte, en cierto modo,
la preferencia de los autores por uno u otro problema, es lo que contribuye a constituir su objeto de
estudio.
Ahora bien, si nos preguntamos, ¿cuál es el elemento “real” o punto de referencia en común al que puede
reducirse la sociedad, las organizaciones, el orden y el cambio sociales, las estructuras y los procesos, los
comportamientos, los símbolos y los significados sociales? El elemento común presente en todos ellos es la
interacción humana, entendida como comportamiento dotado de sentido, es decir, como acción humana
orientada hacia otros, cuya presencia puede o no ser actual.
El orden y el cambio social, las estructuras y los procesos, son aspectos de la realidad social que resultan de
una red de relaciones entre actores sociales, de individuos en relación, quienes de manera permanente
actualizan el orden y las estructuras, y mantienen su dinámica o producen su transformación hacia nuevos
ordenamientos estructurales de la vida social.
La estructura social es en sí un “armazón” cuyo material constitutivo son las interacciones, así como los
procesos sociales son gestados por personas en relación. Entendido de ese mado, el capitalismo, la
revolución rusa de 1917, la organización autoritaria de la sociedad o su proceso de democratización o
dependencia internacional, aunque sean objetos de análisis legítimos en sí, tienen por base procesos de
interacción social.
Sin dudas que uno de los fenómenos sociales a escala mundial que se transformó en objeto de estudio de la
sociología es la pandemia del Coronavirus y sus efectos. Como proceso social que trascendió a todo el
planeta, el primer caso fue detectado en China el 18 de diciembre de 2019. En Argentina, la enfermedad
tiene su fecha fundamental el 20 de marzo de 2020, cuando el gobierno nacional dicta el Aislamiento Social
Preventivo y Obligatorio, por el cual se prohibe la circulación general de las personas a los fines de evitar la
propagación del virus.
Las principales variables para evaluar los efectos de una situación de emergencia social como la que se
generó fueron, entre otras, la accesibilidad a internet, fundamental en el ámbito educativo y laboral, el
acceso a la inoculación contra el coronavirus y la asistencia estatal a los sectores afectados.
En el primer caso, las posibilidades de contar con servicios informáticos en el hogar y un ordenador
resultaron determinante en el ámbito educativo para la continuidad con el dictado de clases
virtuales y en el teletrabajo a distancia o home office, que puso en discusión el paradigma sobre la
presencialidad en el campo laboral.
En segundo lugar, con el correr de los meses desde que se determinó el inicio de la pandemia, la
llegada de la vacuna contra el coronavirus en sus diferentes versiones dejó en evidencia el desigual
acceso a la inoculación, tanto entre los considerados países ricos y pobres como hacia adentro de
las mismas naciones.
Finalmente, la asistencia del Estado en sus distintos niveles generó fuertes discusiones sobre las formas y
los sectores alcanzados por esos aportes, a los fines de contener la retracción económica y la paralización
del aparato productivo que supuso la pandemia. Por las dimensiones que alcanzó, y aún repercuten en la
vida de millones de personas, la pandemia del coronavirus se convirtió en motivo de análisis en numerosos
campos del conocimiento, y constituye un buen ejercicio para intentar validar las posturas de los clásicos de
la sociología.
Continuando con los objetos de estudio que aborda la sociología, Lista (2000) sostiene que los procesos de
reproducción biológica están fundados en la interacción, como también lo está la producción y
reproducción de normas, valores y creencias, los que además se expresan a través de acciones humanas y
de los productos materiales de dicha acción.
Lista (2000) concluye con que la sociología es una ciencia social que tiene por objeto de estudio la
interacción social. En definitiva, la propuesta y el atractivo que la sociología ofrece radican en la posibilidad
de comenzar a ver de una nueva manera el mundo en el que hemos vivido toda nuestra vida.
En resumen, la sociología es una ciencia social que tiene por objeto de estudio la interacción social. El orden
y el cambio social, las estructuras y los procesos, son aspectos de la realidad social que resultan de una red
de relaciones entre actores sociales y son su objeto de estudio.
1. La sociedad como una entidad sui generis y el orden social como un orden normativo.
2. La distinción de lo “normal” y los “patológico” y el supuesto de que hay puntos de equilibrio sobre
los que se desarrolla el normal funcionamiento de la sociedad.
3. La distinción entre causa y función.
Tomaremos para nuestra aproximación el primero y más amplio de estos puntos de partida señalados. En
primer lugar, Durkheim concibe a la sociedad como una entidad en sí misma, una entidad moral que puede
distinguirse, pero no ser reducida a sus partes constitutivas.
Al concebir a la sociedad como una realidad sui géneris, Durkheim otorga prioridad analítica al todo, ya que
las partes componentes del sistema satisfacen requisitos o necesidades básicas de este. Con respecto a este
punto, en el prefacio a la publicación de su libro Las reglas del método sociológico, publicado en 1895,
Durkheim expresa lo siguiente:
[...] la vida es una y, por lo tanto, debe residir en la totalidad de la sustancia viva. Está en el todo, no
en las partes. Las partículas sin vida de la célula no son los elementos que se nutren y se reproducen
— en una palabra, que viven -; lo hace la propia célula, y solo ella. Y lo que afirmamos de la vida es
aplicable a todas las síntesis posibles. La dureza del bronce no está en el cobre, ni el estaño, ni en el
plomo — las sustancias que concurrieron a su formación, y que son cuerpos blandos o flexibles -; está
en la mezcla de los mismos. La fluidez del agua, sus propiedades alimenticias y de otro carácter no
está en los gases que la constituyen, sino en la sustancia compleja que forman mediante su
asociación. Apliquemos este principio a la sociología. Sí, de acuerdo con lo que se nos ha concedido,
esta síntesis sui generis que es toda sociedad produce fenómenos nuevos, diferentes de los que
ocurren en las conciencias solitarias, es necesario admitir que estos hechos específicos residen en la
misma sociedad que los produce, y no en sus partes, es decir, en sus miembros. Por lo tanto, en este
sentido son exteriores a las conciencias individuales consideradas como tales, del mismo modo que
los caracteres distintos de la vida son exteriores a las substancias minerales que forman el ser vivo.
En estos párrafos vemos aún presente la analogía biológica y, además, la fundamentación que Durkheim
hace de la prevalencia del todo sobre las partes, lo que da a lo social el carácter de externalidad frente al
individuo.
Durkheim parte de la idea de que la sociedad es un todo moral, es decir, que posee una unidad psíquica que
se le llama “conciencia colectiva”, y consiste en la totalidad de creencias y sentimientos comunes de los
ciudadanos medios de una sociedad dada. Esta unidad constitutiva de la sociedad está dada entonces por
las ideas y emociones que son generadas por la interacción entre los individuos, las que adquieren una
existencia externa que los constriñe coercitivamente. Lo social se distingue entonces por su carácter
general, supraindividual, exterior y coactivo.
Volviendo sobre nuestro ejemplo sobre la conducta de las personas durante la pandemia, es posible
sostener que una gran cantidad de personas activaron mecanismos de solidaridad para acceder al
distanciamiento social y confinarse en sus viviendas, (en este sentido los medios de comunicación y las
redes sociales que veremos en el módulo 4 jugaron un papel fundamental) convencidas de que una actitud
solidaria como esa contribuiría a evitar una mayor propagación del virus.
Esta conciencia colectiva no hubiera sido posible de no existir una consideración general de un todo por
encima de las partes, es decir, ideas y pensamientos comunes compartidos por una gran parte de la
sociedad. No entramos en este aspecto a juzgar esas conductas, sino a señalar que de no tener esa
conciencia colectiva de la que refiere Durkheim difícilmente se hubiera cumplido con los decretos
presidenciales, más allá de las advertencias y mecanismos punitorios establecidos.
Retomando al doctor Lista (2000), el autor sostiene que en su propósito de dar fundamento científico
autónomo a la sociología, Durkheim encaró la tarea de atribuirle un objeto claro y único, no reducible a
otras realidades.
En tal empeño habría de afirmar, en primer lugar, que hay que tratar a los fenómenos sociales como “cosas”,
y en segundo lugar, que los fenómenos sociales solo pueden ser explicados por otro fenómeno social. Estas
afirmaciones habrían de ser muy importantes para fundar la legitimidad de la sociología como cie ca
autónoma y, en el contexto de su época, para distinguirla de la psicología, lo cual resultaba estratégico no
solo por el desarrollo que tal disciplina tenía, sino porque Durkheim atribuye a la sociedad un carácter
psíquico, mental, moral e ideal. En Las reglas del método científico expresa al respecto:
[...] los hechos sociales no difieren de los hechos psíquicos solo por la calidad, tienen otro substrato,
no evolucionan en el mismo medio, no dependen de las mismas condiciones. Ello no implica negar
que también son psíquicos en cierto modo, puesto que todos consisten en modos de pensar o de
actuar. Pero los estados de la conciencia colectiva tienen distinta naturaleza que los estados de la
conciencia individual: son representaciones de otro carácter. La mentalidad de los grupos no es igual
a la de los individuos; tiene sus propias leyes.
De esta manera, agrega Lista (2000), Durkheim se aparta del liberalismo que tan bien representará Spencer,
quien sostiene que la sociedad, a diferencia del organismo, no posee una conciencia general. El
pensamiento de Spencer concuerda con la imagen del individuo propia del liberalismo clásico: la de un ser
libre racionalmente orientado por su propio interés en un sistema de intercambio libre.
La concepción que Durkheim tiene de la realidad puede ser enrolada dentro del idealismo, que se opone a
una visión materialista de la sociedad. La esencia misma de la sociedad, tal como la sostiene el autor, es la
interacción simbólica entre seres humanos generadora de una comunión social, la que se ve reflejada en los
rituales que los individuos celebran entre sí.
El clan de los Arunta, que Durkheim analiza, toma al tótem como objeto religioso, el que en realidad
representa al clan, siendo de este modo, el símbolo de una realidad no visible, la sociedad. De ahí que los
rituales y ceremonias religiosas tengan, además de un propósito sacro, inmediato o manifiesto, un
importante efecto social no pretendido, el de generar vínculos sociales.
En su tesis doctoral, publicada con el nombre De la división del trabajo social (1893) Durkheim aplica y
ejemplifica sus ideas sobre el problema del orden social, el supuesto de consenso y la relación entre
individuo y sociedad.
En esta obra se propone analizar la naturaleza y las bases del orden social, en otras palabras, su
preocupación central del orden sintetizado en las preguntas ¿Cómo se constituye la sociedad? ¿Cómo se
forma el consenso social? Durkheim busca las respuestas en la sociedad moderna industrial de su época,
crecientemente compleja y diversificada. Allí pondrá en tela de juicio las interpretaciones individualistas y
utilitaristas de la sociedad, que parten por concebirla como compuesta por individuos que buscan en sus
actividades satisfacer sus necesidades individuales, entrando en relaciones contractuales que constituyen la
base de la sociedad.
Partirá entonces de la idea de consenso, es decir, de concebir la existencia de una unidad moral que da
coherencia social y que se basa en creencias y sentimientos comunes: la conciencia colectiva. El consenso
puede adquirir diversas formas de acuerdo a la manera en que los individuos se relacionan entre sí. Para
descubrirlas utiliza el concepto de solidaridad y provee una tipología dicotómica para su clasificación: la
solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica.
Solidaridad mecánica
Para ejemplificarla, Durkheim toma como referencia las formas de convivencia social comunitaria de los
pueblos arcaicos o primitivos. Esta forma de solidaridad se caracteriza por una marcada homogeneidad
entre los miembros del todo social, ya que los individuos se asemejan notablemente en sus ideas, valores y
creencias.
Esto hace que la conciencia colectiva sea muy fuerte e independiente frente al individuo, lo que elimina o
reduce sensiblemente la individualidad de estos, abarcando casi por completo la conciencia individual. Ello
se observa claramente en la reacción social frente a las violaciones a la conciencia colectiva. Cuando un
individuo viola las instituciones grupales, la reacción social es drástica y represiva. De ahí que el derecho
típico de estas sociedades sea, según Durkheim, el derecho penal, el derecho represivo por excelencia, cuya
orientación es castigarla violación de la conciencia colectiva.
En relación con nuestro caso, pensemos la violencia que despertó, en algunas personas y grupos, el hecho
de que otros sujetos decidieran no acatar las órdenes presidenciales y salieran igualmente a la calle. Por
supuesto que hubo quienes no pudieron elegir, de acuerdo a sus trabajos o realidad socioeconómica. Pero
fuera de estas excepciones, se generó un rechazo hacia quienes, sin necesitar hacerlo, salieron igual 0, en el
mismo sentido, decidieran no usar barbijo en espacios públicos.
Solidaridad orgánica
Se caracteriza, en cambio, por la heterogeneidad y la disimilitud entre los individuos, alcanzada por efecto
de diversas fuerzas estructurales. Esta es la forma propia de las sociedades más complejas y diversificadas,
cuyo mejor ejemplo está dado en la sociedad moderna e industrial de su época.
En estas sociedades hay mayor división del trabajo, lo que genera variedad de experiencias sociales para los
individuos, y mayor individualidad. ¿Cómo es entonces que la sociedad se mantiene como unidad?, ¿Cómo
es posible el orden social cuando hay disparidad y similitud? ¿Cómo se da el consenso social? La respuesta
está en que hay mayor diferenciación de funciones entre los individuos, lo cual hace que haya mayor
interdependencia. Por ello esta forma de solidaridad es orgánica y se ve proyectada en una mentalidad
diferente.
Las formas de reaccionar frente a las violaciones del status quo ya no serán predominantemente represivas,
como en la solidaridad mecánica, sino restitutorias, es decir, que se buscará restaurar el orden social
alterado. Eso explica, según Durkheim, el mayor desarrollo que alcanza en este tipo de sociedad el derecha
privado, en particular el civil, frente al derecho penal.
Siguiendo con nuestro ejemplo, esta es la solidaridad que pudimos vivenciar con mayor exactitud, ya que al
presente son múltiples las funciones y trabajos que conviven en la sociedad y que nos permiten mantener
un equilibrio en la misma.
Ahora bien, ¿qué factores producen el cambio de una forma de solidaridad a otra? O, más precisamente,
¿cuáles son las causas de la división del trabajo social? ¿Qué es lo que hace que haya una creciente división
de funciones? Durkheim encuentra la explicación en causas estructurales: el volumen y la densidad del
grupo.
El volumen del grupo está dado por el número de personas. A mayor número o mayor volumen, mayor
tendencia a la división de funciones, ya que hay mayor diversificación. La densidad del grupo está dada por
el contacto entre los individuos (densidad material) y por la intensidad de las comunicaciones y los
contactos entre los individuos (densidad moral).
En suma, Durkheim, en primer lugar, funda su respuesta a la pregunta sobre el orden social en un elemento
consensual, no conflictivo, como es la solidaridad. Más aún, él ve que a mayor diferenciación y complejidad
social (que parece ser una tendencia histórica de las sociedades) mayor división funcional, mayor división
del trabajo y, como consecuencia, mayor necesidad de cooperación.
De ahí que el consenso y la integración sociales sean ideas dominantes de la teoría de Durkheim y una de
sus contribuciones más importantes en el desarrollo de este paradigma sociológico. Como señala Lista
(2000), en lo que respecta a la relación individuo-sociedad, Durkheim da prioridad analítica a la sociedad
sobre el individuo. Esta es una característica dominante en su pensamiento. Al momento de explicar el
comportamiento social, no empezamos por el individuo, sino que debemos buscar la causa en otro hecho
social, que, como ya se mencionó antes, es supraindividual, general y coactivo.
Un buen ejemplo de los supuestos centrales de Durkheim está dado en su trabajo El Suicidio, un estudio
empírico sobre este fenómeno, publicado en 1897, Esta obra es un trabajo importante por diversas razones:
primero, Durkheim toma un hecho que podría ser considerado como absolutamente individual y psicológico
(pensemos sobre todo en la fecha de realización de esta investigación), para demostrar, en cambio, que
responde a causas sociales.
A través de un marco teórico riguroso lleva adelante una investigación empírica dentro del modelo
positivista, en donde intentará probar cómo las variaciones en la cohesión social determinan variaciones en
la tasa de suicidio. Este estudio es un buen ejemplo del tratamiento que Durkheim hace de lo que es
considerado socialmente una patología social. Allí se propone demostrar con un ejemplo “negativo” la
existencia e importancia de los vínculos sociales sobre los comportamientos individuales.
Este estudio constituye en tal sentido un buen ejemplo para ver cómo se genera y sostiene el orden social.
Las fuerzas que mantienen unida a la sociedad no son visibles ni son tomadas como un hecho por parte de
los individuos. Pueden visualizarse si analizamos situaciones en las que son débiles o están ausentes. Así,
Durkheim intenta dar una explicación sociológica del suicidio, señalando que son hechos sociales los que
producen variaciones de las tasas de suicidio en diversos países y grupos sociales y no causas psicológicas,
factores climáticos o procesos de imitación.
Para él, es el grado de cohesión o integración social lo que está en directa relación con el suicidio, es decir,
la intensidad de la adhesión que los miembros de una sociedad tienen con el orden normativo.
En resumen, Durkheim concibe a la sociedad como una entidad en sí misma que puede distinguirse, pero no
ser reducida a sus partes constitutivas. Otorga prioridad analítica al todo, en donde el consenso y la
integración social son las ideas dominantes.
Según Von Sprecher, la teoría social de Karl Marx no tiene como objetivo la descripción objetiva de la
realidad social, sino realizar un análisis crítico de la misma para contribuir a su superación por un orden
social más humano. Está guiada por ideales políticos (la igualdad económica y la justicia social), y articulada
sobre la base de una concepción filosófica: el materialismo dialéctico y un enfoque metodológico: el
materialismo histórico. El objetivo de la teoría marxista consiste en modificar el orden social burgués, que
se basa en la explotación del hombre sobre el hombre, pero no apelando exclusivamente al voluntarismo
político, sino fundamentalmente al conocimiento científico de las tendencias de la historia y las leyes del
cambio social. De esta manera, la teoría de Marx, que surge de las contradicciones del capitalismo, se
presenta como un saber que surge con un impacto transformador sobre la praxis política y social, que
posibilitaría la modificación, vía la revolución política, de las relaciones sociales injustas.
Carlos Lista refiere en su libro que Marx y Engels parten del supuesto de que la realidad social es objetiva,
dada, aunque socialmente constituida. Lo social es supraindividual, externo y coactivo (a pesar de que no
utiliza esta terminología, propia del pensamiento durkheimiano). Sociedad para Marx son individuos en
interacción y, más precisamente, en una interacción que tiene lugar en la esfera de la producción material,
es decir, del trabajo humano. Por su parte, el individuo es concebido no como un ser aislado, como una
abstracción filosófica al estilo del pensamiento de los siglos XVII y XVIII, sino como un individuo enraizado
histórica y socialmente, un ser humano inmerso en relaciones de producción concretas e históricamente
generadas, y más específicamente, sujeto a los condicionamientos de una clase social determinada.
Los individuos siempre han partido de sí mismo, pero de sí mismos tal y como eran en sus condiciones y
relaciones históricas concretas, no como individuos puros en el sentido de los ideólogos (...) La distinción
entre el individuo personal y el individuo miembro de una clase, la naturaleza accidental de las condiciones
de vida solo ha resultado posible con la aparición de una clase, que es, en sí misma, un producto de la
burguesía.
Respecto de la relación entre individuo y sociedad, Marx expresa en los Manuscritos económico-filosóficos:
Por consiguiente, el carácter social es el carácter universal de todo el movimiento; así como la sociedad
produce el hombre como hombre, el hombre la produce a ella. Tanto por el contenido como por el origen,
la actividad y la mente son sociales: son actividad social y mente social. (Marx, 2004)
Marx sostiene entonces que el ser humano crea la sociedad, y al hacerlo, se autocrea, todo lo cual parte del
proceso de producción material, de ahí la importancia que da al trabajo autoproductivo.
Los párrafos precedentes que el doctor Carlos Lista cita en su libro nos resultan más que pertinentes para
retomar los efectos del confinamiento por el Covid-19, o Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, como
se denominó en nuestro país. Sin dudas que la realidad se modificó de manera objetiva para una gran
mayoría, sino toda la sociedad. Las condiciones materiales de existencia que, según Marx, determinan la
vida de las personas, cambiaron sustancialmente “de la noche a la mañana”. Pocos fenómenos en la historia
universal comprendieron el “shock paralizante” que conllevó la decisión de la mayoría de los estados de
encerrar a las personas en sus casas para combatir el coronavirus, en donde los sectores más oprimidos
resultaron más castigados, más allá de las diferentes modalidades de asistencia estatal, muchas de las
cuales todavía se sostienen. En 2020, la propia Vicesecretaria General de las Naciones Unidas, Amina J.
Mohammed, advirtió que hacia finales de ese año entre 70 y 100 millones de personas podrían verse
empujadas a la pobreza extrema; 265 millones de personas más podrían enfrentar una grave escasez de
alimentos a fines de este año, y se estima que se han perdido 400 millones de puestos de trabajo, por
supuesto, afectando de manera desproporcionada a las mujeres. (Noticias ONU, 2020)
El covid-19 puso la lupa sobre muchas desigualdades de la economía y la sociedad capitalista. Entre otras
cosas, millones de personas sin trabajo y en situación de vulnerabilidad no pudieron acceder a pagar la
tecnología que sus hijos necesitaban para el aprendizaje a distancia en la escuela.
Marx parte de concebir al todo social como un sistema estructurado, y esa estructura, es una estructura de
desigualdad. Lista señala que este es un tema central y un punto permanente en su obra. El sistema social
es entonces estratificado. En segundo lugar, la estratificación social, la desigualdad básica, es, por clase, las
que están definidas por la propiedad o no propiedad de los medios de producción. La coexistencia de las
clases sociales no es armónica, sino que está caracterizada por una permanente tensión y oposición.
La primera cuestión que se plantea es, pues ¿qué constituye una clase? La respuesta puede encontrarse
contestando otra pregunta, ¿qué constituye a los trabajadores asalariados, a los capitalistas y los
terratenientes en las tres grandes clases sociales? A primera vista puede parecer que el factor decisivo es la
identidad de ingresos y de las fuentes de los ingresos. (Marx, 2004)
La lucha de clases es el motor de la historia, de ahí que el conflicto entre ellas sea estructural y básico para
entender a la sociedad. La existencia de dominación y opresión entre clases es la causa del cambio social.
Así lo expresa Marx en Miseria de la Filosofía:
Una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad basada en el antagonismo de clases. La
emancipación de la clase oprimida implica pues, necesariamente, la creación de una nueva sociedad. Para
que una clase oprimida pueda emanciparse es esencial que las fuerzas de producción y las relaciones
sociales existentes no puedan seguir subsistiendo las unas junto a las otras. De todos los instrumentos de
producción, la fuerza productiva mayor de todas es la fuerza revolucionaria. La organización de los
elementos revolucionarios como clase presupone la existencia de todas las fuerzas productivas capaces de
desarrollarse en el seno de la vieja sociedad. (Marx, 2004)
Marx sostiene que el cambio histórico se desenvuelve en etapas, cada una caracterizada por un modo de
producción: la etapa asiática, la antigua, la feudal y la capitalista. En nuestra época, y al menos desde la
Revolución Industrial en 1789, acontecimiento tomado como referente histórico, hasta hoy, transitamos la
etapa capitalista. A esta cuarta etapa, siguiendo la cita de Lista (pg. 172), la sociedad capitalista,
corresponde la dominación de la clase proletaria por la clase capitalista, y un modo de producción regido
por la propiedad privada y el trabajo asalariado. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels la describen de
esta manera:
(...) El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria moderna
sustituyó la manufactura; el puesto de la clase media industrial fue ocupado por los industriales millonarios,
los jefes de verdaderos ejércitos industriales, los burgueses modernos. La industria moderna creó el
mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró
prodigiosamente el desarrollo del comercio, la navegación y de todos los medios de transporte terrestre.
Este desarrollo influyó, a su vez, en la industria: a medida que se extendían la industria, el comercio, la
navegación y los ferrocarriles se desarrollaba la burguesía, multiplicaba sus capitales y relegaba a un
segundo término a las clases ligadas a la Edad Media. Vemos pues, que la burguesía es, en sí misma, el fruto
de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución de la burguesía ha sido acompañada del correspondiente éxito político (...) con
el establecimiento de la gran industria y el mercado mundial, la burguesía conquistó finalmente la
hegemonía exclusiva del poder político en el estado representativo moderno.
Para la constitución del modo de producción capitalista era necesario además el surgimiento de la clase
proletaria que asegure la producción de la riqueza. Según Marx, este proceso se completa con la aparición
del “trabajador libre”. En el siguiente párrafo de El Capital se refiere a ello:
Para convertir su dinero en capital, el propietario de aquel ha de encontrar, pues, en el mercado, un
trabajador libre. Libre en el doble sentido, de que como hombre libre puede disponer de su fuerza de
trabajo como una mercancía propia y que no dispone de más mercancía para la venta, le falta todo lo
necesario para la realización de su fuerza de trabajo (...) Ahora bien, está claro que la naturaleza no
produce, por un lado, propietarios de dinero o de mercancías, ni tampoco una base social común a todas las
épocas históricas. Es, a todas luces, el resultado de una evolución histórica anterior, el producto de muchas
revoluciones económicas, de la extinción de una serie de viejas formas de producción social. (Marx, 2010)
Ahora bien, si la desigualdad y la lucha de clases caracterizan a toda sociedad, es oportuno preguntar
¿cómo es posible el orden social? Esto es posible por la existencia de la dominación de una clase sobre las
otras, lo que implica desde el uso de la fuerza directa hasta el más frecuente uso de la persuasión y
legitimación del orden de cosas existentes a través de la producción y reproducción de concepciones
ideológicas. Así, por ejemplo, el orden capitalista será definido como un orden burgués, precisamente
porque está caracterizado por la dominación de la burguesía como clase dominante.
Lista destaca que la preocupación por el cambio social es central en la perspectiva marxiana, en particular el
cambio hacia el modo de producción capitalista, y de este modo de producción hacia nuevas formas
sociales. Ante la pregunta ¿qué cambia? La respuesta típica sería: un modo de producción hacia otro modo
de producción. Esta es entonces la unidad de análisis, lo que hace que el enfoque sea a nivel
macrosociológico. Las respuestas se basan así mismo en una concepción materialista de la historia. Los
seres humanos en la producción social de su vida entran en determinadas relaciones de producción que son
necesarias e independientes de su voluntad, y que corresponden a una fase determinada del desarrollo de
las fuerzas productivas materiales. Cada una de estas etapas constituye un modo de producción. (Marx,
1859, Prefacio).
En cada modo de producción el sistema económico determina la organización del resto de la sociedad, el
que a su vez se organiza en torno a la propiedad de los medios de producción. La forma de propiedad es
consagrada por el sistema jurídico y sostenida por el estado, que representa y beneficia los intereses de la
clase dominante. La oposición y la lucha de clases entre SÍ tipifica cada modo de producción: esclavos
versus amos, siervos versus señores feudales, proletarios versus capitalistas.
Para Marx la realidad social es objetiva, dada, y concibe al todo social como un sistema estructurado de
desigualdad. Realiza un análisis crítico de la realidad con el objetivo de modificar el orden social, basado en
la explotación del hombre sobre el hombre.
Su perspectiva es multidimensional como lo afirma Collins (1985), lo cual es coherente con el rechazo que
Weber tiene de soluciones simplistas y unidireccionales para explicar la estructura y los procesos sociales.
Un claro ejemplo de la relevancia causal que Weber asigna a las ideas (en este caso las religiosas) lo
encontramos en su obra titulada La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En ese trabajo Weber, al
igual que Marx, trata de explicar el surgimiento del sistema mercantil en Europa. Mientras Marx atribuye el
origen del capitalismo a contradicciones generadas en el seno del modo de producción feudal, Weber, sin
descartar causas de tipo económico, enfatiza la importancia de la aparición del protestantismo (en
particular del calvinismo) en la generación del espíritu capitalista. Una revalorización del trabajo como
camino a la salvación, propia de la teoría puritana de la predestinación, favoreció, según Weber, el
ascetismo, la producción, el ahorro, y con ello la acumulación capitalista. Esta ética, luego secularizada,
contribuiría al desarrollo de una orientación hacia el éxito y el logro económico, propio de las sociedades en
las cuales predomina el protestantismo.
Para Weber la estructura social también está caracteriza por la desigualdad social, solo que Weber ve este
sistema de manera más compleja que Marx-Engels, como conformada a partir de diversos criterios de
desigualdad, lo que da lugar a otros tantos tipos de grupos sociales que disputan entre sí los recursos
escasos. Estos son la clase, los grupos de status y de poder.
a. Clase: Weber coincide con Marx-Engels en definir a la clase social como causa de la desigualdad
social, aunque lo hace de manera distinta (...) no por la propiedad/no propiedad de los medios de
producción, Weber define la clase social por la posición dentrodel mercado (...). Al conflicto básico de
Marx-Engels entre los propietarios de los medios de producción y los proletarios que solo poseen su
trabajo, Weber agrega el conflicto entre los capitalistas financieros y los deudores de sus créditos y
también el conflicto entre vendedores y consumidores. El resultado es una teoría más compleja. El
conflicto es visto entonces como una lucha por el control de un lugar en un mercado, ya sea el de la
tierra, el del dinero o el del crédito. La clase dominante será la que se asegura el monopolio de algún
mercado lucrativo, las menos dominantes poseen sola monopolios parciales, o monopolios de bienes
menos deseables.
b. Grupos de status: mientras las clases compiten por valores económicos, los grupos de status lo
hacen por prestigio, es decir por elementos culturales. La pertenencia a un grupo racial o étnico, a
determinada religión o comunidad, es valorada socialmente de diferente manera, generando nuevas
formas de desigualdad.
c. Grupos de poder: Weber difiere substancialmente de Marx en este punto, ya que no considera al
poder y a la política como una consecuencia superestructural de lo económico, sino como una fuente
de desigualdad en sí mismos y una causa adicional de conflicto. Los grupos de interés y los grupos
políticos que surgen de la desigual distribución del poder no son reducibles, según Weber, a los
grupos económicos y grupos de status, sino que poseen intereses propios que se alojan en “la casa
del poder”, que es el estado. Su análisis del estado da origen a la teoría de la burocracia y a la
sociología de las organizaciones. Mientras que para Marx el estado es una maquinaria al servicio de
las clases dominantes, para mantener el poder y generar ideologías, la preocupación de Weber por el
estado y la autoridad está centrada en la legitimación del poder.
Para relacionar solo uno de los aspectos que desnudó la pandemia del coronavirus con las categorías
weberianas, podemos citar la enorme presión que ejercieron los laboratorios hacia los Estados, ricos y
pobres, pero en particular, de los países más poderosos a la hora de producir las vacunas contra el
coronavirus.
Recordemos: Weber sostiene que los grupos económicos y de status tienen intereses propios y se alojan en
“la casa del poder, que es el Estado”.
Después de que Pfizer anunciara los resultados preliminares exitosos de su vacuna contra la COVID-19, los
funcionarios del entonces presidente Donald Trump dijeron que esta buena noticia reflejaba el éxito de su
programa Operation Warp Speed (Operación Máxima Velocidad).
Los ejecutivos de Pfizer enfatizaron lo contrario, al señalar que la empresa había desarrollado la vacuna con
sus propios recursos, no con subvenciones gubernamentales.
En el verano, Pfizer cerró un acuerdo de “adquisición anticipada” por 1950 millones de dólares con el
gobierno de Estados Unidos, con el que aseguró una compensación considerable para cuando entregue 100
millones de dosis de la vacuna.
En otras palabras, aunque el gobierno no financió directamente el desarrollo del medicamento, preparó el
terreno para que la empresa farmacéutica pudiera invertir a manos llenas en su investigación, sabiendo que
el fruto de su trabajo sería recompensado financieramente.
Pero la costumbre y la situación de intereses, no menos que los motivos puramente afectivos y de valor
(racionales con arreglo a valores), no pueden representar los fundamentos en que la dominación confía.
Normalmente se les añade otro factor: la creencia en la legitimidad.
Para Weber existen 3 tipos duros de dominación legítima, a los que califica con precisión a partir de los
principios de dicha legitimación. Estos son:
2. Tradicional: se basa en la creencia en la santidad de las tradiciones que tienen vigencia desde
tiempos remotos y en la legitimidad de aquellos a quienes esas tradiciones atribuyen el ejercicio de la
autoridad (autoridad tradicional).
Entonces, este sociólogo considera que la creencia en la legitimación contiene un poder cohesivo dentro de
una colectividad. Si bien, las crisis de legitimidad se basan en los conflictos sociales, no son solo
económicas. Para Marx y Engels, como para Weber, el orden es conflictivo. Pero entonces, ¿cómo se
mantiene?, a través de la dominación, la que no puede fundarse solo en el uso de la fuerza si desea
perpetuarse. Para ello, es necesaria la existencia y la intervención mediadora de un sistema de valores y
creencias que justifiquen la dominación y que contribuyan a la perpetuación y reproducción de las formas
sociales. A pesar de tal coincidencia, las soluciones adoptadas por estos autores son diferentes. En
particular, en cuanto a la importancia explicativa dada a las ideas y valores en la producción y reproducción
de la vida social.
Si seguimos a Lista (2000), “las dos primeras formas de dominación [legal y tradicional] son ordinarias,
mientras que la tercera [carismática] es extraordinaria” (p. 194). Weber no establece entonces una
secuencia lógica o histórica entre estas formas de dominación. Tampoco hay pautas de sucesión política.
Se puede afirmar que en el mundo moderno ha habido un desplazamiento de lo tradicional por lo racional y
tal como el mismo Weber lo expresa, un creciente proceso de racionalización. Esto no implica afirmar que
en la tipología weberiana tal secuencia sea necesaria. Por un lado, Weber elabora precisamente una
tipología constituida por tres tipos ideales que tienen una función heurística, interpretativa y analítica. Por
el otro lado, el carisma es precisamente extraordinario y no está adscripto a una etapa histórica dada. Por
ejemplo, situaciones de crisis, cuando la legitimidad tradicional o legal sobre las que se basa la autoridad se
ven afectadas, son favorables para la aparición de líderes carismáticos. A su vez, uno de los principales
problemas que debe enfrentar la dominación carismática es la rutinización que se produce cuando el líder
carismático crea reglas formales, estructuras y procedimientos para organizar a sus seguidores después de
acceder a la dominación. La sucesión carismática puede adquirir cualquiera de las otras dos formas, la
tradicional o la legal, sin que haya necesidad histórica en la adopción de una u otra forma.
En resumen
Para Weber la estructura social está caracterizada por la desigualdad, concebida a partir de diversos
criterios que dan lugar a grupos sociales que disputan entre sí los recursos escasos. Estos son la clase, los
grupos de status y de poder.
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Los siguientes son algunos de los supuestos teóricos más generales y compartidos por los pensadores
funcionalistas, los que contribuyeron a dar un nuevo desarrollo y, en cierta medida, una nueva dirección al
modelo de consenso:
La prioridad del sistema y de las necesidades funcionales: el funcionalismo otorga prioridad analítica al todo
sobre las partes y a la sociedad sobre el individuo. Toma como supuesto central que el sistema posee
necesidades, imperativos o requisitos que son satisfechos por las partes que lo componen. Parsons
establece que la necesidad esencial funcional de todo sistema social es la integración. (Lista, 2000, p. 137)
Esta necesidad se da no solo dentro del sistema social en sí mismo, sino, además, entre el sistema social y el
sistema cultural y entre el sistema social y el sistema de la personalidad. A tal fin, dos requisitos funcionales
deben ser satisfechos, según Parsons, como se cita en Lista:
a. El sistema social debe poseer una proporción suficiente de actores que lo componen,
adecuadamente motivados para actuar de acuerdo con los requisitos del sistema de roles.
b. El sistema social debe evitar compromisos con patrones culturales que no lleguen a definir un
mínimo de orden o que establezcan demandas imposibles a las personas y que, por lo tanto, generen
desviación y conflicto.
A partir de ambos párrafos, podría concluirse que, para Parsons, integración significa conformidad de los
integrantes del sistema social con las pautas sociales y culturales dominantes (no desviadas). En obras
posteriores, Parsons completa la enumeración de las necesidades o imperativos funcionales que las
estructuras sociales deben satisfacer para subsistir, agregando otros tres requisitos. Este conjunto de cuatro
requisitos pasa a integrar un esquema denominado por la sigla A. G. L., la que se forma tomando la letra
inicial de la denominación inglesa de cada uno de estos imperativos. Ellos son:
a. Adaptación (Adaptation) que incluye el problema de asegurar que el sistema se provea de los
recursos ambientales necesarios, así como su distribución dentro del sistema. Esto implica cierto
control del entorno.
b. Logro de metas (Goal Attainment) que se refiere a la necesidad de establecer prioridades entre las
metas del sistema y movilizar los recursos del sistema para su logro.
c. Integración (Integration) que se refiere, como hemos visto antes, a la necesidad de coordinar y
mantener relaciones viables entre las unidades del sistema. Como la estabilidad y el orden social
dependen del sistema de valores, este requisito consiste, por lo tanto, en mantener la integridad del
sistema de valores.
Las presiones que tienden a producir el cambio en las instituciones quefavorecen la integración y pueden
resultar de dos fuentes: unas externas, aquellas que resultan de las presiones culturales originadas fuera del
sistema; y las internas, las que provienen de tensiones motivacionales sobre los miembros de la sociedad. El
primer problema consiste en que los actores desarrollen características apropiadas para la integración, tales
como motivos, necesidades, etc. y el segundo consiste en manejar las tensiones internas y conflictos de los
actores delsistema social (Lista, 2000, pp. 138-141).
Un caso palpable de integración social en el tiempo, que incorporamos como un caso paradigmático, es un
evento nacional: el Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María. Este involucra cada año a 500
voluntarios que trabajan en pos de la realización del evento tradicional más grande del país, desde el punto
de vista de su infraestructura de servicios y convocatoria. También lo es en torno a la cantidad de días de
duración, en donde comparte con otros festivales del país 10 noches en cada edición. Pero desde el
momento en que el evento tiene un fin benéfico, como es el de destinar gran parte de su recaudación a las
cooperadoras escolares de la zona de influencia, es decir, Jesús María y las localidades de Colonia Caroya y
Sinsacate, una enorme cantidad de roles y actividades deben coordinarse cada año para que la realización
del festival sea exitosa. La educación y la solidaridad como valores sociales ponen en juego funciones que
trascienden al evento y juegan un papel relevante, por ejemplo, en la economía regional, la generación de
puestos de trabajo, la gastronomía y el turismo. El consenso, el trabajo en grupo y la integración de diversas
áreas de los Gobiernos municipales y provinciales son clave en la realización del espectáculo, que se
desarrolla en un estadio con campo para la doma, un escenario y las tribunas para los espectadores. Pero
tan importante es lo que sucede en el interior como en las afueras del festival, donde espacios culturales
como peñas folklóricas, artesanías, restaurantes y puestos de venta de distintas mercaderías forman parte
del evento. El Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María toma como supuesto central a la
educación, que, a la vez, es un valor y una necesidad del sistema social. Por esa razón, moviliza una gran
cantidad de actores sociales e instituciones que persiguen satisfacer esa necesidad, ¿cuál es? La de
contribuir al sostenimiento de las escuelas de la región norte del departamento Colón, en la provincia de
Córdoba. Para ello, cuenta, entre otros recursos, con la colaboración fundamental de unas 500 personas
que trabajan ad honorem en pos de ese objetivo y forman parte de las comunidades educativas de las
escuelas beneficiadas (maestras, preceptores, alumnos, directivos, etc.) Los organizadores asumen el
compromiso con ciertos patrones culturales que llevan adelante para convocar a multitudes cada noche.
Como su nombre lo indica, la tradición, a través de la jineteada y la música folklórica, es la esencia del
espectáculo, aunque en las últimas realizaciones se han incorporado progresivamente otros géneros
musicales en la grilla de artistas.
La comisión organizadora del festival solo interrumpe por unos días su labor durante el año, luego de la
entrega final de los aportes económicos a las escuelas y la presentación de los balances correspondientes;
después, se reorganiza y comienza a trabajar en el próximo festival.
Función y disfunción: lo manifiesto y lo latente
Uno de los supuestos fundamentales del funcionalismo es, entonces, que la existencia del todo social
(definido como sistema o subsistemas sociales) depende de la contribución que hacen las partes
componentes a su estabilidad, equilibrio e integración. En realidad, cada una de estas partes (un rol, una
institución, una organización, el sistema político partidario, etc.) puede tener consecuencias objetivas, tanto
positivas como negativas, en la satisfacción de necesidades sistémicas. A estas consecuencias objetivas,
Merton las denomina funciones y disfunciones.
Merton define la función en términos del investigador, analista u observador, no en términos del actor
social. En tal sentido afirma: “...la función social se refiere a consecuencias objetivas y no a actitudes
subjetivas (intenciones, motivos, propósitos).
En el concierto anual de fiestas y eventos culturales, Córdoba cuenta con 400 fiestas populares, donde Jesús
María es la de mayor envergadura, junto con el Festival Nacional de Folklore de Cosquín y el Festival de
Peñas de Villa María. La cultura es uno de los grandes sistemas que podemos afirmar está fuertemente
ligado a la integración social. ¿Cuánto de lo que aprendemos en nuestras vidas es transmitido de generación
en generación y moldea nuestra forma de obrar, nuestras costumbres y hasta nuestra personalidad, en
muchos casos? La cultura está presente y condiciona nuestras acciones desde mucho antes de que
vengamos al mundo. Como sistema, está por encima de cada uno de nosotros y a través de algunas de sus
manifestaciones, como la gastronomía, la vestimenta, las fiestas típicas, los hábitos escolares y de familia
contribuye a sostener un todo que es la sociedad. Su aceptación y puesta en práctica cada día cumple
distintas funciones que garantizan el orden social y que le dan previsibilidad a cada una de las partes que la
integran.
Para Merton, las funciones son, entonces, consecuencias objetivas observables que contribuyen al ajuste o
adaptación del sistema, mientras que las disfunciones son consecuencias objetivas observables que
aminoran o disminuyen el ajuste o adaptación del sistema. Este autor rechaza el postulado que sostiene la
existencia de funciones universales, afirmando en cambio, que, en determinado contexto sociocultural, un
elemento social, por ejemplo, la familia nuclear, puede ser funcional o disfuncional, o aun afuncional (es
decir, sin consecuencias objetivas positivas o negativas para el mantenimiento de la estabilidad social de ese
sistema).
Son las funciones latentes, con lo cual introduce un elemento importante en el análisis funcional, que es el
estudio de las consecuencias no pretendidas, que orienta al investigador hacia todos aquellos aspectos
laterales de acciones guiadas por intenciones particulares, los que podrían ser fácilmente ignorados si
supusiéramos una relación lineal y directa entre intencionalidad y efecto. En cambio, se abre así la rica
dimensión que abarca todos aquellos efectos funcionales o disfuncionales que no son conocidos, previstos
o directamente pretendidos.
De tal manera, Merton propone un análisis funcional más complejo que supone el balance que resulta del
conjunto de consecuencias objetivas, tanto funcionales como disfuncionales, manifiestas y latentes. (Lista,
2000, pp. 142-143)
Una de las cuestiones centrales del funcionalismo es la de establecer cuáles son las necesidades funcionales
del sistema. La propuesta teórica de Parsons incluye cuatro necesidades funcionales (A. G. |. L.) y afirma
implícitamente la primacía de la integración. Este autor sostiene, además, la universalidad de tales
requisitos, es decir, que están presentes en todo el sistema social. Merton, en cambio, plantea que la
existencia de tales necesidades funcionales debe establecerse empíricamente para cada sistema específico.
Una pregunta íntimamente relacionada con la anterior está referida a cómo se satisfacen las necesidades
funcionales o, mejor dicho, por qué estructuras sociales. El problema es el de la indispensabilidad de estas
para cumplir una función, lo que podría sintetizarse en la pregunta, ¿hay alguna o algunas estructuras
sociales que son indispensables para cumplir cada función? En otras palabras, una determinada estructura
social, como, por ejemplo, la familia, ¿cumple siempre las mismas funciones sociales, satisface siempre las
mismas necesidades en diversos sistemas sociales? Y una determinada necesidad social, por ejemplo, la de
procreación, ¿es siempre satisfecha por la misma estructura social, como, por ejemplo, la familia, en
diversos sistemas sociales? La respuesta de Merton es negativa, ya que las evidencias empíricas muestran
que pueden existir estructuras alternativas que satisfagan los mismos requisitos o necesidades funcionales
en sistemas sociales diversos. Merton postula, de este modo, que, en el sistema social, existen alternativas,
sustitutos o equivalentes funcionales para la satisfacción de necesidades sociales y que, por lo tanto, si una
estructura deja de cumplir una determinada función, esta puede desplazarse a otras estructuras.
En resumen
Desde la mirada funcionalista de Merton y Parsons, la integración del sistemasocial no solo es un supuesto y
un punto de partida, sino que adquiere el carácter de fin u objetivo que se debe satisfacer. Le otorga
prioridad analítica al todo sobre las partes, ya que establece como supuesto central que el sistema posee
necesidades, impeativos o requisitos que son satisfechos por las partes que lo componen.
En relación con la crítica sobre la orientación conservadora del funcionalismo, Lista advierte:
La preferencia del funcionalismo por visualizar los problemas sociales desde el punto de vista del orden, lo
que hace que las respuestas dadas por el modelo tiendan a ser conservadoras. Fundamentalmente, esta
crítica al funcionalismo ha sido realizada a partir del modelo de conflicto... ¿Serán necesariamente
conservadoras las consecuencias de responder a la pregunta sobre cómo es posible el orden social?
Obviamente no, más aún, este es uno de los interrogantes centrales de la sociología. [Carlos Lista cree que]
tampoco es conservador afirmar que el orden social existe, aunque con cierto grado de imperfección y que
se trata de explicar bajo qué condiciones se da su existencia. Las que pueden ser conservadoras (o críticas)
son las respuestas a esos interrogantes y, en términos generales, el modelo consensual tiende a serlo,
precisamente porque parte del supuesto de que la naturaleza del orden social es primordialmente
consensual o, mejor dicho, que el consenso no es primordialmente conflictivo.
En cuanto al problema tautológico como crítica a la visión funcionalista, Carlos Lista señala que:
Existe la tendencia en el funcionalismo a explicar la existencia de las partes componentes de un sistema por
la función que cumplen dentro de ese sistema, supuesto este que tiende a resultar en la formulación de
proposiciones tautológicas del tipo “dado que el sistema existe y que un elemento es parte componente del
sistema, este elemento es funcional para su mantenimiento”. En otras palabras, los efectos producen
aquello que causa tales efectos, lo que implica, además, un problema teleológico.
Finalmente, el último aspecto señalado como crítica al funcionalismo es, precisamente, la preeminencia del
sistema y el problema teleológico.
Tanto en Durkheim como en los funcionalistas, el sistema, la estructura social o el todo tiene preeminencia
explicativa y analítica sobre las partes y el individuo. El sistema social es percibido como una entidad con
necesidades propias, las que determinan la acción y la interacción humanas. (Lista, 2000, p. 149)
La Mass Communicattion Research – Primeros estudios sobre los medios de comunicación de masas
A continuación, recorreremos de forma sintética los principales conceptos que refieren a la propuesta de la
Mass Communication Research.
Nos referiremos a los primeros estudios de Harold Lasswell, para continuar con los aportes de Paul Félix
Lazarsfeld y Robert Merton, y finalizar con la ruptura que se produce luego de la propuesta de Katz,
Gurevitch y Blummer en su teoría de usos y gratificaciones.
La propuesta de Lasswell
Entre los comienzos del siglo XX y hasta los años 30, la creencia en torno a los medios de comunicación era
que ejercían una fuerte influencia sobre las actitudes y las conductas de las personas. Los primeros medios
masivos fueron el cine (cuyas primeras proyecciones estuvieron a cargo de los hermanos Lumiere en 1895)
y la radio (cuyos desarrollos se extendieron por años hasta que comenzó a transmitirse regularmente en
1920).
En 1927, Harold Lasswell comienza a trabajar sobre los efectos que producía en las personas la propaganda
bélica difundida a lo largo de la Primera Guerra Mundial. Lasswell indicaba que la propaganda era uno de
los instrumentos más poderosos del mundo moderno. El receptor, así era considerado por Lasswell, era de
carácter pasivo y respondía a estímulos en forma mecánica (su propuesta era de base mecanicista =
estímulo-respuesta). Los receptores eran considerados, entonces, como de carácter homogéneo y
desarrollaban acciones a partir de procesos irracionales (conductas heredadas).
El modelo de la aguja hipodérmica o bala mágica tenía como fundamento la idea de que la persuasión se
producía por un efecto directo entre el contenido de los medios y los receptores. Según Lasswell, cualquier
persona alcanzada por la propaganda podía ser controlada, manipulada e inducida a actuar.
El mayor ejemplo de esta teoría se vio reflejado en el relato de La guerra de los mundos. Esta obra escrita,
expresada en un libro, fue llevada a la radio en 1938 por Orson Welles, a través de una dramatización de
radionovela. Más de seis millones de personas lo siguieron a través de la radio y creyeron que, realmente,
estaba sucediendo una invasión alienígena, lo que provocó el pánico y el caos social.
Lasswell explica, entonces, el acto comunicativo a partir de su conocido paradigma: Quién - Dice qué - Por
qué canal - A quién - Con qué efectos
Cuando Lasswell habla del “quién” se refiere, por supuesto, al emisor del mensaje y a los factores que
inician y guían el acto comunicativo. El “dice qué”, el contenido, es abordado tiempo después, a partir de
una técnica específica que fue el análisis de contenido (y permitía sistematizar y estructurar el mensaje
emitido para ser luego interpretado).
Y, finalmente, el aporte más significativo de Lasswell a las teorías de la comunicación: el preguntarse “cuáles
eran los efectos” que los medios producían en sus receptores.
Siguiendo con el ejemplo del Festival de Doma y Folklore de Jesús María, podemos analizar este modelo en
una de sus gráficas publicitarias:
¿A quién? Audiencia en general (es decir, todas las personas que consuman o se expongan al mensaje).
¿Con qué finalidad? La de difundir y ampliar la convocatoria al evento. La finalidad, en este modelo, siempre
favorece al emisor y es guiada por él.
En los años 40, Lazarsfeld, Berelson y Gaudet se ocupan de estudiar los efectos de la campaña presidencial
en Erie County (Ohio), Estados Unidos. Su intención era comprender cómo influía la propaganda política en
las decisiones personales de los votantes. Lo que concluyeron fue que, si bien los medios eran de gran valor
para reforzar actitudes o valoraciones preexistentes, no funcionaban como una aguja hipodérmica
persuadiendo a las audiencias sin más. Es por ello que, a partir del trabajo de Lazarsfeld, pierde vigencia el
modelo estímulo - respuesta. Se pone el acento, entonces, en la situación particular de los receptores (se
deja de considerarlos como una masa). Al mismo tiempo, cobran mayor importancia los estudios
psicológicos que trabajan sobre el concepto de actitud y comienza a hablarse de mediaciones en la
comunicación. Se impone el modelo estímulo - mediación — respuesta, en el que la influencia social de los
grupos y comunidades (el papel de los líderes de opinión) adquiere una fuerte importancia. Lo que sostenía
Lazarsfeld era que los individuos tenían valores y normas que preexistían a las campañas propagandísticas, y
que estas tenían la capacidad de persuadir o reforzar las ideas que las personas ya tenían incorporadas. Su
teoría se llamó 7wo Step Flow, (traducida al castellano como “comunicación en dos pasos”).
En referencia a nuestro caso, la función de los líderes de opinión se puede ver representada en la
recomendación que ciertos personajes, tanto públicos como privados, hagan del festival. Por ejemplo, si un
amigo o amiga en quien confías te recomienda asistir, lo tendrás en cuenta, pero si, aparte de tu amigo/a,
también lo recomiendan algunos influencers que sigas en las redes, tu decisión sobre asistir será más fuerte
y, lo más probable, es que termines haciéndolo.
En resumen
Las primeras teorías comunicacionales surgieron de los estudios de la Mass Communication Research. Estas
fueron:
La teoría de la aguja hipodérmica, que establecía que la audiencia era pasiva y fácil de manipular, y
que consumía de manera autómata toda aquella información que le brindaban los medios de
comunicación masiva. Se basó en el modelo comunicacional de Lasswell, que reconoce los
siguientes elementos: Quién (emisor) — Dice Qué (el mensaje) - A través de qué canal (el medio de
comunicación) — Para quién (la audiencia) — Con qué efecto (manipulación).
La teoría de Two Step of Flow: expresaba que, entre emisor y receptor, existía una mediación que,
generalmente, estaba representada en sujetos, tanto públicos como privados, cuya opinión era
importante para la audiencia. A estos sujetos se los llamó líderes de opinión.
Dejó de hablarse de efectos para comenzar a pensar en términos de funciones de los medios. Es decir, la
pregunta para formular era: ¿cómo contribuyen los medios al equilibrio social?
Esta idea tiene como fundamento una concepción de la sociedad como un todo. El sistema social, de
acuerdo a la teoría funcionalista, buscaría permanentemente el equilibrio (aparece el concepto de
homeostasis). Ese sistema estaría compuesto por subsistemas que se relacionarían entre sí. Los diferentes
grupos desarrollarían funciones o disfunciones. Es decir, algunos colaborarían para lograr el equilibrio
buscado y otros no.
Merton propuso una definición de las funciones que explicaba que una función era una consecuencia
objetiva y observable, que contribuye al equilibrio del sistema; una disfunción, era entonces, para él, una
consecuencia objetiva y observable, que no contribuye al equilibrio del sistema social. En este sentido,
Lazarsfeld y Merton generaron dos funciones y una disfunción.
Estas eran 3:
Describe cómo los medios “bañan” de legitimidad a los personajes que por ellos circulan (periodistas,
locutores, conductores). Un ejemplo que podemos ofrecer al respecto tiene relación con los reality show,
programas que toman a personas comunes y, a partir de su exposición mediática, los convierten en
celebridades: Gran Hermano (Big Brother) y sus repercusiones mediáticas (muchos de sus participantes son
hoy famosos).
Apunta a reproducir comportamientos, valores y normas sociales que son considerados como válidos y
legítimos. El modo en que funciona es a partir de la censura pública de actitudes o prácticas consideradas
socialmente inadmisibles: por ejemplo, si una persona expresa conceptos discriminatorios hacia algún
grupo (racial, de género, sexual, religioso), habrá quien (el conductor, el periodista) le señale su
equivocación, y así se estará reafirmando la norma o el valor que se considera adecuado (en este caso, la no
discriminación).
* Disfunción narcotizante.
Parte de la sensación que puede tener un receptor de que, por el solo hecho de estar muy informado (ver
todos los noticieros, escuchar la radio, leer el diario, informarse por las redes sociales) ya se encuentra
realizando algo, es decir, se encuentra aparentemente en acción (aunque, en realidad, permanece inmóvil,
solo escucha, lee y se informa a través de los medios). Quizás, la persona está perfectamente actualizada
del panorama político de su país reflejado por los medios de comunicación, pero en la realidad, no participa
de ninguna manera en la sociedad formando parte de alguna institución, organización social o partido
político.
Por su parte, las funciones que definió Harold Laswell relativas a los medios de comunicación son las
siguientes:
Los medios nos permiten saber qué sucede en el afuera, si hay peligros, lo que ocurre en el día a día.
Funcionan como una suerte de periscopio que nos permite asomarnos al exterior.
* Correlación de las partes en respuesta al entorno.
Los medios ofrecen pautas de comportamiento, de pensamiento, que son las consideradas socialmente
válidas y adecuadas.
Siguiendo con el caso del Festival de Doma y Folklore, podemos observar y analizar las funciones desde dos
enfoques de los medios: aquellos que estén a favor del evento y los que no.
-A favor: estos medios resaltarán la tradición y la cultura que se expresa mediante el festival, por ejemplo, la
música, la jineteada, el encuentro, los valores y costumbres del campo, etc. Al ser un evento tan
multitudinario, los cantantes o músicos que pasen por su escenario serán reconocidos nacionalmente,
ampliarán su prestigio y, por lo tanto, los sujetos adquirirán status.
-En contra: mientras los medios a favor lo toman como un evento favorable, los medios en contra
denunciarán el maltrato animal y acusarán a los medios a favor de aplicar el efecto narcotizante a través de
una sobreinformación y visibilización de ciertas características del evento. Es decir, potenciar las tradiciones
sin reconocer o preguntarse el accionar de estas.
En los años 40 del siglo pasado, Elihu Katz, Jay Blumler y Michael Gurevitch pusieron la mirada sobre los
receptores y comenzaron a variar la pregunta que formulaba: ¿qué hacen los medios a las personas?, a
¿qué hacen las personas con los medios? En la hipótesis de usos y gratificaciones, los estudios de los
medios dan un fuerte avance, ya que empieza a considerarse la capacidad de los receptores de hacer uso de
los medios y no solo de ser manipulados por ellos. Esta teoría refuta el poderío de los medios en la medida
en que no satisfagan ciertas necesidades del público. El receptor comienza a tener la característica de sujeto
activo, se distancia de la visión pasiva de las teorías anteriores: un agente que selecciona y utiliza los
contenidos de los medios y sus mensajes (esa acción es intencional y motivada).
Según los autores, el uso de los medios por parte de los receptores responde a cinco tipos de necesidades:
Está relacionada con la incorporación de información, conocimiento y comprensión a través de los medios.
Básicamente, se trata del acceso a los distintos espacios informativos que proporcionan los medios y
también es el caso de la recepción de canales educativos que, mediante documentales, hablan sobre la vida
de los animales o la historia de la humanidad.
Está vinculada a experiencias emocionales y de placer. Podría ser satisfecha por películas o series en donde
los sentimientos estén presentes; y la necesidad estética, a partir de la exposición a contenidos de valor
artístico (algún film de autor, documentales, cortometrajes, etc.).
Refiere a procurar fortalecer la credibilidad, confianza, estabilidad individual y el estatus. Esta podría
satisfacerse, por ejemplo, a través de la recepción de publicidades en donde se refuercen los valores o los
intereses del receptor (una concepción reciente es la de mostrar modelos más realistas, cuerpos
despegados de estereotipos mantenidos por largo tiempo por los propios medios).
Refiere al fortalecimiento de los lazos familiares y amistosos. Una manera de percibirlo en estos días está
plasmada en el seguimiento que personas pertenecientes a un grupo de amigos hacen de los mismos sitios
y personalidades (influencers) en las redes sociales. Eso les permitiría acoplarse en el grupo que se cuenta
día a día lo que sucede en los medios.
* De evasión.
Podría satisfacerse a través de programas de humor, concursos, espacios de contenido liviano que, a través
de la risa, permitan a la persona relajarse y dejarse llevar sin pensar en sus preocupaciones (también es el
caso de los programas de chismes o los programas ómnibus).
En resumen
A partir de la tercera etapa de la Mass Communication Research surgieron dos estudios en relación con los
medios de comunicación: la teoría funcionalista, que establecía cuáles eran las funciones que los medios
ejercían en la sociedad en pos del mantenimiento del equilibrio social; y la teoría de usos y gratificaciones,
donde se pone el foco en las audiencias y en las necesidades que buscan satisfacer a través del consumo de
los medios de comunicación.
Adentrarnos en algunos conceptos de la escuela de Frankfurt* supone acceder, como señala Carlos Lista, a
otra fuente importante de crítica a la idea predominante de ciencia positivista, a partir de la tradición
intelectual que tiene sus raíces en Hegel y Marx. Uno de sus miembros más representativos es Jiúrgen
Habermas, sobre cuyas ideas se basa esa sección. El foco de crítica de estos autores es la concepción del
positivismo tradicional del científico social como observador desinteresado, el que resulta del principio de
objetividad del conocimiento científico.
*Escuela de Frankfurt es la denominación más habitualmente utilizada para identificar a los representantes
de la corriente intelectual neomarxista que tuviera su origen en /ns tut fúr Sozialforschung, fundado en
Frankfurt en 1923. Debido a los acontecimientos políticos de la Alemania nazi, sus integrantes emigraron
hacia los Estados Unidos y, más tarde, a fines de los cuarenta, retornaron a Alemania. Entre sus más
destacados miembros figuran Max Horkheimer, quien fuera por largo tiempo su director, y Theodor Adorno.
Habermas critica el abandono que han hecho las ciencias positivas del concepto griego de theoria, el que
concebía que el conocimiento estaba orientado a educar al ser humano y emanciparlo de la esclavitud que
le imponía la doxa u opinión. Era una forma de acceso a la sabiduría, un “proceso de cultivo de la persona”
para lograr su autonomía, lo que, según Habermas, como consecuencias de “prescripciones metodológicas”
que postulan la neutralidad valorativa ha sido eliminado como un supuesto de la teoría científica. El punto
crítico es que las ciencias se han tornado ideológicas. Y lejos de proveer a la liberación del ser humano, se
han tornado instrumentos de dominación y manipulación. Lo que la escuela de Frankfurt precisamente
critica es la separación entre teoría y praxis. Con referencia a ello, Horkheimer (1972 pp. 209-10) expresa:
El estudioso como científico pone atención en la realidad social y sus productos como extrínsecos a
sí mismo y como ciudadano ejercita su interés en ellos a través de artículos políticos, de su calidad
de miembro en partidos políticos y organizaciones de servicios sociales y de la participación en
elecciones. Pero él no unifica estas dos actividades, así como tampoco lo hace con sus otras
actividades, excepto, en el mejor de los casos, por interpretación psicológica.
Este es el foco de la atención central de la crítica de estos autores al modelo naturalista de la ciencia, en
particular, cuando es aplicado a las ciencias sociales: la ruptura entre la teoría y la práctica social. A la
escuela crítica le parece forzada la separación entre teoría y acción social. Para la teoría crítica la tarea
teórico-científica debe estar guiada por un interés práctico. Pero desde el punto de vista del positivismo,
¿no conduce asimismo la ciencia a resultados prácticos proveyendo soluciones a problemas concretos a
través de la tecnología? La respuesta está en que el significado que ambas posiciones dan al interés práctico
difiere. El interés práctico de la teoría científica es el mejoramiento de la existencia humana, el que se
realizaría a través de la autoconciencia y de la comprensión de las condiciones sociales y políticas
existentes, de tal modo que el ser humano pueda ser un sujeto consciente y determinar activamente su
propio modo de vida. En otras palabras, la crítica de las condiciones sociales existentes tiene un propósito
liberador, hay una intención liberadora del ser humano, esclarecedora, podríamos decir, desenmascaradora.
De acuerdo a la escuela crítica, la ciencia, tal como la conciben los positivistas, no solo no provee esta
dimensión crítica, sino, precisamente, opera en sentido contrario, contribuye a su manipulación, se vuelve
ideológica. La autoconciencia favorecerá la práctica de los actores sociales para que estos autónomamente
establezcan sus propias condiciones de existencia. De ahí el sentido de una crítica orientada a la acción
práctica, no solo del científico, sino del actor social.
¿Debe lo crítico necesariamente negar y primar sobre lo empírico o viceversa? ¿Cómo compatibilizar un
modelo con otro?
La propuesta superadora de Habermas Carlos Lista señala que Habermas presenta entonces una propuesta
superadora a través de una integración que sintetiza ambos modelos.
Parte de la idea de que, para entender el conocimiento, debemos comenzar por reconocer la existencia de
diferentes intereses que son constitutivos de este, ya que ellos determinan lo que constituyen objetos y
tipos de conocimiento. Él admite la existencia de tres intereses cognitivos: el técnico, el práctico y el
emancipatorio, a los que corresponden tres formas o niveles de conocimiento: el empírico-analítico, que se
acerca a la idea de ciencia del modelo positivista o naturalista; el histórico-hermenéutico y el de las ciencias
orientadas críticamente. Cada interés se basa en una dimensión de la existencia humana: el trabajo
corresponde al interés técnico; la interpretación, al interés práctico y el poder, al emancipatorio.
a) El interés técnico
Para manipular y controlar su entorno y, por lo tanto, para sobrevivir y preservarse. Los seres humanos
desarrollan un primer nivel de acción: el trabajo, que constituye lo que Max Weber llama un tipo de acción
intencional y racional. Es una acción instrumental:
(...) gobernada por reglas técnicas basadas en conocimiento empírico (...) que implica predicciones
convencionales sobre eventos observables, físicos o sociales. Estas predicciones pueden ser probadas
como correctas o incorrectas. La conducta de la elección racional está gobernada por estrategias
basadas en conocimiento analítico. Ellas implican deducción de reglas de preferencia (sistemas de
valores) y procedimientos de decisión; estas proposiciones son correctas o incorrectamente
deducidas. La acción intencional- racional logra metas definidas bajo condiciones dadas. Pero
mientras la acción instrumental organiza medios que son apropiados o inapropiados de acuerdo a
criterios de un control efectivo de la realidad, la acción estratégica depende de la correcta evaluación
de posibles elecciones alternativas, las que resultan de cálculos provistos por valores y máximas.
La validez de este tipo de conocimiento se logra por contrastación empírica de este con los hechos.
Habermas, por esta vía, incorpora el conocimiento empírico sin desnaturalizarlo ni considerarlo imposible o
inferior. Lo que sí está atacando implícitamente es el reclamo de que este tipo de conocimiento es la única y
legítima forma de conocer, y de que, en última instancia, constituye el patrón para la evaluación de todo
otro tipo de conocimiento.
b) El interés práctico
Vincula a la necesidad de los seres humanos con una acción en la que interviene el lenguaje, con lo cual
desarrollan un segundo nivel: la interacción o acción comunicativa. Se trata de la interacción simbólica
mediada por el lenguaje y gobernada por normas consensuales que definen expectativas recíprocas entre
los actores sociales, “(...) su significado está objetivado en comunicación de lenguaje ordinario”.
Respecto a la validación de este tipo de conocimiento, ya no puede ser la verificación como en el tipo de
conocimiento empírico.
Mientras que la validez de las reglas técnicas y estratégicas depende de que las proposiciones sean
empíricamente verdaderas y analíticamente correctas, la validez de las normas sociales está basada solo en
la intersubjetividad de la comprensión mutua de las intenciones y asegurada por un reconocimiento general
de las obligaciones.
[Es importante puntualizar que, para Habermas] la interacción entendida como acción comunicativa no es
reducible al interés técnico. En otras palabras, el conocimiento práctico que corresponde a esta clase de
acción es, precisamente, otro tipo distinto del saber empírico analítico. El conocimiento referido a la
interacción simbólica es el históricohermenéutico que se logra dentro de otro marco metodológico
diferente al del conocimiento empírico-analítico. Estas teorías:
(...) no se construyen deductivamente y la experiencia no está organizada con respecto al éxito de las
operaciones. El acceso a los hechos se provee por comprensión del significado, no por observación.
La verificación de hipótesis tipo ley en las ciencias empírico-analíticas tiene su contraparte aquí en la
interpretación de textos. Por lo tanto, las reglas de la hermenéutica determinan el posible significado
de la validez de las afirmaciones de las ciencias culturales (Habermas, 1971, p. 301).
El interés práctico busca clarificar las condiciones de comunicación e intersubjetividad, a diferencia del
técnico, que intenta controlar y manipular.
De acuerdo con Marx, Habermas concibe que la interacción simbólica se lleva a cabo dentro de un marco de
prácticas e instituciones sociales concretas que hacen que esta comunicación deje de ser libre y abierta.
Esto solo será posible bajo condiciones materiales que no sean alienantes ni de explotación. Es aquí cuando
Habermas introduce la dimensión crítica.
c) El interés emancipatorio
Es la culminación de la síntesis que Habermas intenta realizar, con la justificación epistemológica del
conocimiento crítico. Este tipo de conocimiento, para él, se funda en el interés emancipatorio que los seres
humanos poseen, el que los lleva a la búsqueda de la libertad para crecer y mejorar. Está orientado, por lo
tanto, al desenmascaramiento de las condiciones que constriñen, dominan y oprimen a los seres humanos.
La interacción entre los seres humanos en sociedad es fundamentalmente comunicativa e interpretativa, el
objetivo del pensamiento crítico es favorecer una acción comunicativa libre de distorsiones. Esto se lograría
exponiendo y descubriendo las condiciones que distorsionan tal comunicación, como, por ejemplo, la
dominación.
La utopía de Habermas consiste en una sociedad “(...) donde los actores son capaces de comunicarse sin
distorsión, de lograr un sentido de los estados subjetivos de cada uno y de reconciliar abiertamente sus
diferencias a través de la argumentación libre de resistencias externas y de coerción”.
La ciencia, según Habermas, reduce los asuntos políticos a problemas técnicos. Al hacerlo, sustrae estos
asuntos del debate público y los coloca fuera del alcance de los actores sociales, de manera que se legitima
el poder del experto y de las organizaciones burocráticas. En otras palabras, la ciencia, según Habermas, se
ha transformado en una ciencia que legitima el poder del tecnócrata. La conciencia tecnocrática como
ideología propagada por el Estado no provee solo de solucione técnicas a problemas sociales, sino que es
una manera particular de organizar la vida social. La acción emancipadora debe ser, entonces, un medio
para liberar al actor social de estructuras de dominación burocráticas y tecnocráticas. El conocimiento de lo
social no puede concebirse desde tal perspectiva como empírico e instrumental, sino que debemos
incorporar esta otra instancia, la crítica.
Siguiendo con el ejemplo del Festival de Doma y Folklore de Jesús María, podemos concebir a este evento
como una representación de la sociedad y su funcionamiento. Su organización y accionar se materializa a
través del trabajo y la reproducción de modelos culturales y tradicionales. Los sujetos interpretan esta
reproducción de modo naturalizado y estructurado. Este modelo es transmitido de generación en
generación y avalado por el Estado y la sociedad a través de su legitimación social. Ahora bien, la acción
emancipadora permitiría que, en ese contexto, surjan sujetos que comiencen a preguntarse el porqué de
ese accionar y esas costumbres, es decir, que aporten una mirada crítica sobre las estructuras de
dominación que mantienen las tradiciones.
En resumen
En esta lectura, abordamos el pensamiento de Habermas, uno de los referentes de la escuela de Franckfurt.
El autor parte de la idea de que, para entender el conocimiento, debemos comenzar por reconocer la
existencia de diferentes intereses que son constitutivos de este, ya que ellos determinan lo que constituyen
objetos y tipos de conocimiento. Admite la existencia de tres intereses cognitivos: el técnico, el práctico y el
emancipatorio. A ellos les corresponden tres formas o niveles de conocimiento: el empírico-analítico, que se
acerca a la idea de ciencia del modelo positivista o naturalista; el histórico-nermenéutico y el de las ciencias
orientadas críticamente. Cada interés se basa en una dimensión de la existencia humana: el trabajo
corresponde al interés técnico; la interpretación, al interés práctico; y el poder, al emancipatorio.