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Introducción A La Teología

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Tema:

Introducción a la Teología

Introducción

Este libro trata del hombre que busca de dios, nadie le ha visto nunca ni tenido otra
sensación de él. Sin embargo solo lo conocemos por experiencias nuestras como alegría
y tristeza, al aplicar estos conceptos a Dios nos acercamos a conocerlo.

El concepto de Dios es lo que tú piensas, sientes, esperas, temes de Dios punto conocemos
una cosa o realidad por vía de experiencia personal experimentándola previamente punto
y si esto no es posible como la mayoría de los casos, la conocemos por referencia o
relación alguna experiencia personal.

En el caso de Dios punto a Dios nadie le ha visto nunca, nadie le ha experimentado de


modo que nuestro primer principio cognoscitivo, cuando hablamos de Dios es misterio.

Esa es la voluntad de Dios Respecto a los cristianos: que viven siempre alegres, y
constantemente, en todo momento Y ocasión, se mantengan en oración y acción de gracia.

La gente suele pensar que ser hombre religioso consiste, ante todo, en rezar mucho, en
frecuentar la iglesia, en participar en retiros y otras actividades semejantes. Es decir, en
poner una serie de aptos, añadidos a la vida común y ordinaria, dejando a esta en su
realidad cerca de trabajo productivo o profesional.

En esta concepción, ser hombres religiosos consistiría en añadir algo a la vida ordinaria,
de modo que la religiosidad esté precisamente en eso añadido, así decimos comulga con
frecuencia, va a misa diariamente, reza el rosario en familia.

El hombre busca su felicidad, su paz, su plenitud. Las busca sobre sus recursos humanos,
sobre su razón y su experiencia. No las haya. Entonces las bus echándose en Dios,
confiando en él, perdiéndose en el. Y el resultado es siempre el mismo: Dios provee. El
que ama su vida, la perderá. El que ama de veras su vida debe saber que solo perdiéndola,
en esa disposición paradójica de la fe, la alcanzará.
El hombre vive su vida a partir de una serie de creencias, valores, criterios, normas. Qué
le dicen lo que debe pensar, sentir, hacer, aceptar y rechazar. Cuando el hombre vive de
acuerdo con esas creencias se siente bien, encajado en su medio, ajustado. En cambio,
cuando no puede o no sabe vivir de acuerdo con esas normas, se siente mal, frustrado,
como fuera de lugar.

En perspectiva psicológico cristiana conversión significa ese paso de gigante del hombre
auto dirigido, autosuficiente y orgulloso, del hombre mentira, al hombre necesitado de
Dios y dependiente de él para su autorrealización, al hombre verdadero.

Resumen del material

La Fé dice no necesito ni exijo ver yo mismo me bastan las palabras de testigos. La visión
se yergue altiva, autosuficiente, orgullosa y dice: exijo tocar y palpar, si no, no creo.

Normalmente, y por falta de reflexión, solemos dirigirnos a Dios como acostumbramos a


hacerlo con los hombres: queriéndole de algún modo comprar, pero Dios es insobornable.

Los hombres somos así: cuando sufrimos de un problema, y aceptamos presentárselo a


Dios, llevamos ya nuestras expectativas. Y Dios como que tiene que plegarse a ellas. Si
no, nos sentimos defraudados, desilusionados, ignorados.

Nos cuesta pensar que Dios tiene sus caminos, muy por encima, muy distintos de los
nuestros. Y seguramente, mucho más eficaces y sencillos que los nuestros. Nos cuesta y,
para sentirnos oídos, necesitamos experimentar a Dios a nuestro modo, de acuerdo con
nuestras expectativas humanas.

Orar es pues mucho más que pedir cosas a Dios: Es, sobre todo, abrirnos a él, a su misterio
de bondad y perdón, a sus planes maravillosos e inesperados, que desbordan nuestra
pequeña inteligencia humana.

El perdón es acción de Dios: idéntica con su ser e infinita como él. cuando el hombre
peca, hace algo distinto de lo que él mismo es. cuando Dios perdona, no hace algo distinto
de lo que es, porque él es perdón y misericordia. Por eso el pecado del hombre es siempre
y por esencia finito, Mientras que el perdón de Dios es infinito.

Cristo fue un sí perpetuo, generoso, total. Un sí nunca ha negado, nunca disminuido,


nunca retirado. Y de ese modo, Cristo fue un sin pecado, un sin pleno, un amor
incondicional. Los hombres inseguros por dentro, mantenemos nuestro Sí precariamente
y con frecuencia lo retiramos, de modo que podemos decir que somos pecado y
cometemos pecados.

Cuando corregimos a otro, Cristo dice que tenemos que tener mucho cuidado, porque
corregir es siempre peligroso. En cambio cuando perdonamos, todo lo contrario. Perdonar
es curar, perdonar es sanar, es acoger, es amar, es crear.

La toma de conciencia no busca cambiar, busca descubrirme tal como soy, verme amado
tall como soy, aceptarme tal como soy. El cambio vendrá como consecuencia, y vendrá
callado, inadvertido, silencioso, como un don de Dios que jamás me atreveré a atribuirme
a mí mismo y apoyarme en él. El poder de cambiar pertenece al poder de creer. El hombre
no puede otra cosa que poner las condiciones propicias al cambio.

Tendríamos que aprender qué, en cuanto cristianos, nuestras riquezas nuestra miseria.
Porque es ella la que nos lleva a Cristo. Llegamos a ser ricos, aceptando nuestra propia
miseria, nos echamos en los brazos de Cristo. Nuestra riqueza es Cristo, sus méritos y
amor incondicional, no nuestros pretendidos logros. Sin duda esas conductas son
necesarias, son la expresión de nuestra sinceridad ante Dios, pero nunca nuestra riqueza,
en que podríamos apoyarnos. A Dios no se va con méritos sino con fe.

Tentación es la vida del hombre sobre la tierra. Vivir es enfrentar dificultades, superarlas
y así crecer. Solo el vencedor se lleva la corona. Pero eso, llegar a ser vencedor, implica
saber luchar. Lo que a su vez conlleva enfrentarse a las dificultades, a las tentaciones.
Superar dificultades o tentaciones, y así crecer y desarrollarse, es el principio de toda vida
humana. Solo se crece venciendo.

Dos cosas fundamentales, creo yo, quiere enseñarnos aquí Cristo: 1a que la vida es espera
y 2a que en ese esperar, que es la vida, hay siempre dos tipos de personas, prudentes y
necias. Con una prudencia o necesidad no meramente humanas, discutibles o falibles,
sino tales que son aceptadas así, para siempre, en el tribunal eterno de Dios.

Los psicólogos nos dicen que la alegría es la conciencia de un don. La persona que tiene
conciencia de un don está alegre en el mismo grado en que es consciente de ese don. El
que sabe que tiene buena voz, se alegra en ese don. Igual el que sabe que es amado de
otros. Igual el que oye que le ha tocado la lotería. Alegría es la conciencia de un don.
La alegría es la meta que Cristo señala a todo cristiano. Es por tanto el sentido último de
la vida Cristiana. Las palabras de Cristo son inequívocas les he dicho estas cosas para
que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. La alegría es pues la voluntad de
Dios para nosotros.

Análisis personal del material

Pienso que los que no creen en Dios no es tanto porque rechacen que Dios sea la respuesta
a nuestras preguntas humanas, sino porque no se han hecho en serio las preguntas. O les
faltan datos, o les falta ambiente, o les falta realismo, y así no se hacen de veras la
pregunta, o no dejan que la vida les haga la pregunta del caso. Y sin la pregunta previa,
claro, no tiene sentido la respuesta.

Sin embargo, parece que hoy en día somos muy diferentes: no tenemos inquietudes.
Muchas personas excluimos de nuestras vidas toda referencia a la religión. En principio,
no tenemos mucho en contra, pero el tema de Dios sencillamente no nos interesa. No se
trata de un rechazo muy consciente, sino de una cierta insensibilidad hacia la cuestión
religiosa.

Sí, Dios es la respuesta. Pero no automáticamente, sino solo para aquellos que antes,
empujados por los sufrimientos de la vida, reflexionan y se hacen la pregunta. Quién hace
las preguntas es pues la vida, la vida misma con sus problemas y sufrimientos. Y que en
haya La respuesta es el corazón del hombre abierto y sincero.

No pocas personas parecen carecer de la inquietud del corazón. Parecen hasta alegres en
su nihilismo cotidiano, no nos preocupamos del porqué de la vida, y no nos hacemos la
pregunta elemental por el sentido de la existencia. Esto, de alguna manera, se puede
entender. Nuestra vida se ha convertido, en muchos sentidos, en un ajetreo continuo.
Muchas personas sufrimos del estrés o de un cansancio crónico.

La dureza de la vida profesional, y también las exigencias exageradas de la industria del


ocio, traen consigo obligaciones excesivas, así que, en muchas ocasiones, lo único que
deseamos por la noche es descansar, distraernos de los problemas cotidianos, y no
esforzarnos en lo más mínimo: no podemos pensar en las grandes cuestiones de la vida,
porque tenemos mucho que hacer. En nuestra sociedad de bienestar tan saciada, con
frecuencia, no conseguimos detenernos a reflexionar.
Sin embargo, somos personas humanas, inteligentes y libres. De vez en cuando, tal vez
suframos lo que podríamos llamar un “ataque filosófico”: llegará entonces el momento
de preguntarnos: ¿por qué estoy aquí, en el mundo? ¿Qué sentido tiene la vida, mi vida?
¿Por qué me levanto todas las mañanas y me esfuerzo, si al final me espera el cementerio?
¿O hay realmente algo más? Alguna tendencias hacia Dios estan inscritas entre nuestros
corazones, algún pensamiento que nos inquiete.

Todos tenemos de vez en cuando (o, al menos, una vez en la vida, o unas veces en la vida)
“momentos sinceros” en los que nos damos cuenta de ello. Es el ansia hacia lo infinito,
hacia alguien que nos comprende completamente, el anhelo de seguridad, de protección,
de un sentido completo de la existencia. Muchas personas viven la experiencia, que ni el
amor humano más bello y profundo nos satisface completamente.

Un camino hacia Dios parte de la soledad radical del ser humano. Cada persona nota de
vez en cuando, que incluso sus mejores amigos, incluso los casados, las personas más
confiadas, no le comprenden completamente. Se siente sólo, en lo más profundo de su
ser.

A veces, caemos en la conciencia que nosotros mismos somos responsables de nuestra


vida. Nosotros mismos tenemos que tomar las decisiones y llevar las consecuencias. Y
algún día tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho. Experimentamos la soledad
en distintos niveles. Algunos no quieren verla y huyen hacia el activismo en el que se
refugian; otros sufren hasta tener depresiones.

Parece que la soledad es, hoy en día, una de las causas más corrientes, por las que muchas
personas buscan a Dios: es el ansia de ser comprendido, de ser aceptado completamente.
Esto no quiere decir, que Dios sea una droga inventada por el hombre. Todo lo contrario,
la naturaleza humana está hecha de tal manera, que sin Dios hay mucho sufrimiento.

Las personas necesita un punto de apoyo, una última protección. Consciente o


inconscientemente, tienen ansia de Dios. Es un “ser religioso”. Todos buscamos amor y
felicidad; queremos encontrar un sentido completo a nuestra existencia, pero pocos
hacemos el esfuerzo de eencontrarlo.

¿Cómo aplicarias estos conocimientos teológicos a su área profesional o personal?

Para aplicar estos conocimientos primero debemos recibir a Cristo como nuestro Salvador
y Señor, entonces debemos reconocer que todo en nuestra vida le pertenece. Eso incluye
las cosas más cotidianas. La teología no es algo que hacemos con libros y sermones: es
algo que debería vivir todos los días. Es necesario reflexionar teológicamente en todo lo
que se hace en la vida diaria para que de una manera práctica, pueda ser confrontado con
las verdades de Dios para vivir en obediencia a Dios.

Si no buscamos la voluntad de Dios en la manera en que nos relacionamos con otras


personas, trabajamos en la oficina, criamos nuestros hijos, o cuidamos nuestros cuerpos,
buscaremos hacer estas cosas de nuestra manera. La teología sana para el cristiano es la
que apunta a la obra salvadora de Cristo como la única solución para toda la vida.
Entonces, cuando experimentamos verdaderamente la salvación de Dios, este nos debe
llevar a tener un pensamiento transformado, dirigido, y determinado por Dios.

Solo una persona que haya reconocido su culpabilidad de pecado y su necesidad del
sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz es capaz de tener una verdadera experiencia de
adoración, un entendimiento de lo que adora, una devoción personal con Dios, y el
conocimiento para poder defender la fe. La teología no es un lujo de unos cuantos; es una
necesidad para la vida de toda la iglesia, no importa su trabajo.

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