Universidad Nacional de Trujillo Facultad de Derecho Escuela Profesional de Derecho
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FACULTAD DE DERECHO
CICLO: VII
TRUJILLO - PERÚ
2023
INTRODUCCIÓN
Argumentar consiste en la exposición de razones que justifican algo, por ejemplo una idea,
un hecho, una conducta, que para ser válida y creíble debe realizarse en base a pruebas y
razonamientos fundados. Partiendo de este concepto, se puede entender la argumentación
jurídica como una disciplina que estudia los razonamientos propios de los profesionales del
Derecho, comprendiendo tanto a los órganos del Estado encargados de la creación,
interpretación y aplicación del Derecho positivo, como a los que simplemente interpretan, y
eventualmente aplican las normas jurídicas, a fin de asesorar o enseñar, tales como los
abogados, consultores jurídicos, profesores de Derecho, etc. La finalidad de la
argumentación jurídica es conocer cuáles son los instrumentos básicos del razonamiento
jurídico de los juristas, con el objetivo de que estos puedan ser utilizados en el desarrollo de
su práctica jurídica.
DESARROLLO
En primer lugar se tiene el aspecto formal de la argumentación, el cual se ocupa del análisis
estructural de los argumentos; es decir, de la corrección formal, aunque esta sí puede
considerarse como una ciencia auxiliar del Derecho y en específico de la argumentación
jurídica.
Son dos los problemas principales que aquejan a este aspecto formal de nuestro lenguaje
ordinario y dentro de él, al lenguaje jurídico: la dificultad intrínseca propias del lenguaje, esto
debido a que existe una ambigüedad en el entendimiento de algunas normas y su forma de
interpretación, y las lagunas jurídicas o vacíos legales (as lagunas jurídicas reciben la
denominación de silencio de la ley; y, los vacíos legales, silencio del legislador). Un término
es ambiguo cuando, en nuestro lenguaje usual posee dos o más significados distintos e
independientes.
Otro de los límites a los cuales se enfrenta la concepción formal es ante la concurrencia de
normas distintas que son contradictorias entre sí. Es preciso enfatizar, una vez más, que la
concepción formal se centra en darle una estructura lógica válida al razonamiento, en la que
interviene una premisa normativa y otra fáctica, dando como resultado una conclusión.
Ejemplo: En nuestro ordenamiento jurídico se puede ejemplificar de manera precisa tal
escenario entre el artículo 62 de la Constitución Política, la cual refiere la libertad de
contratar: “(...)Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras
disposiciones de cualquier clase. (...)”; y por parte, el Código Civil en su artículo 1355
establece las reglas y límites de la contratación: “La ley, por consideraciones de interés
social, público o ético puede imponer reglas o establecer limitaciones al contenido de los
contratos.”
Pasando al siguiente punto, se tiene la concepción material de la argumentación jurídica.
Aquí lo esencial no es la forma de los argumentos, sino el contenido material, responde al
problema de en qué debemos creer o qué debemos hacer, consiste en una teorización de
las premisas.
La subjetividad en la interpretación puede generar falta de consenso y dificultades para
alcanzar una resolución justa y equitativa, es decir, al enfocarse en la relevancia sustantiva
de los argumentos, existe el riesgo de que las decisiones legales se vean influenciadas por
prejuicios personales o sesgos implícitos. Los valores y principios pueden interpretarse y
aplicarse de manera selectiva, lo que puede llevar a resultados injustos o desequilibrados.,
pues, no ofrece un método único o universal para encontrar o evaluar las premisas, sino
que depende de la tópica o del contexto, lo que puede generar incertidumbre o
arbitrariedad.
La valoración de los principios jurídicos, las políticas públicas y otros elementos sustantivos
puede requerir un análisis exhaustivo y detallado, lo que puede aumentar la complejidad y
dificultar la resolución rápida de caso, pues, no resuelve el problema de la indeterminación o
la vaguedad de algunos conceptos o normas jurídicas, sino que lo traslada al nivel de las
premisas, lo que puede dificultar la claridad y la coherencia del razonamiento jurídico.
La concepción material de la argumentación jurídica puede plantear dificultades para
establecer límites claros en la consideración de elementos sustantivos. La inclusión de
múltiples factores puede generar debates interminables y dificultades para definir cuáles son
los aspectos relevantes y cuáles no lo son, dicho de otra manera, no garantiza la aceptación
o el consenso de los destinatarios de los argumentos, sino que deja abierta la posibilidad de
la controversia y el disenso, lo que puede afectar a la seguridad y a la legitimidad jurídica.
Para sintetizar, se tiene que, si bien la concepción material de la argumentación jurídica
aporta un enfoque sustantivo y contextualizado, también presenta desafíos en términos de
subjetividad, complejidad, objetividad y riesgo de parcialidad. La aplicación de esta
concepción requiere un equilibrio cuidadoso para garantizar resultados justos y coherentes
en el ámbito jurídico.
Como tercer punto se tiene a la concepción pragmática, en la cual son los los participantes,
sus intenciones y las reglas que dirigen su actuación las que ejercen una función primordial.
Cuando se argumenta sostiene esta postura, los sujetos que participan como oradores
siguen determinadas pautas o procedimientos con la finalidad de motivar las creencias o
estimular las reacciones de otros sujetos en cambio, ejecutan el papel de “auditorio”. Entre
las limitaciones que presenta este campo se tiene en primer lugar: El problema de
interpretación frente a la subjetividad, el cual yace en la percepción o intelecto de cada
individuo cuando interioriza o percibe la información a su modo, siguiendo su aprendizaje,
aplicando sus creencias o valores, incluso la forma de captar la información, esto resulta
desde un inicio una dificultad en la capacidad para convencer sobre determinada postura o
idea, puesto que hacer cambiar de postura al individuo conlleva a la necesidad de justificar
o en todo caso argumentar de manera sólida con conceptos acertados, construidos de
manera entendible y persuasivos, más aún cuando se tratan de problemas o conflictos
jurídicos. La problemática crea vacíos en los consensos, debido a que las dificultades de
persuadir o convencer a una persona o individuo se ve frustrada.
Se tiene también el problema del uso del lenguaje: los cuales se deben a ambigüedades o
vaguedades. Palabras técnicas en extremo, o lo contrario, usando términos precarios en
debates jurídicos o políticos. Así también está el problema en la ejecución, que presenta
similares características que el anterior, incluso la propia carencia aplicativa del lenguaje por
parte del hablante.
Entonces, se podría suponer que ante las diversas problemáticas que se han expuesto, una
medida de solución es aplicar la motivación efectiva en torno a cualquier decisión o
pronunciamiento que se plantee, puesto que es esta el refuerzo para que la estructura, sea
formal, material o pragmática por último, sea la apropiada y fundada en derecho, sin
vulnerar derechos o limitando el entendimiento de la misma. Tal es así que Roger Zavaleta
Rodríguez, en su libro “La motivación de las Resoluciones Judiciales como Argumentación
Jurídica”, precisa que: “Para fundamentar la decisión es indispensable que la conclusión
contenida en el fallo responda a una inferencia formalmente correcta (justificación interna).
Su observancia, sin embargo, no se limita a extraer la conclusión de las premisas
predispuestas, pues también comprende una metodología racional en la fijación de aquellas
(justificación externa). En lo posible las premisas deben ser materialmente verdaderas o
válidas, según el caso, a fin de garantizar la solidez de la conclusión. En caso contrario esta
no podría ser más fuerte que las premisas. Una decisión judicial está motivada si, y solo si,
es racional. A su vez, una decisión es racional si, y solo si, está justificada interna y
externamente. Mientras la justificación interna expresa una condición de racionalidad formal,
la justificación externa garantiza racionalidad sustancial de las decisiones judiciales. (…)”.
Una forma de fortalecer esta propuesta de motivar para que el argumento sea sólido,
verídico y eficaz, acorde con lo establecido en el aspecto formal, material y pragmático, se
tiene el nombrado “Canon para el control constitucional de las resoluciones judiciales”
en el Exp. N.° 03179-2004-AA/TC. FJ 23, donde se precisa que el canon interpretativo que
le permite al Tribunal Constitucional realizar, legítimamente, el control constitucional de las
resoluciones judiciales ordinarias está compuesto, en primer lugar, por un examen de
razonabilidad; en segundo lugar, por el examen de coherencia; y, finalmente, por el examen
de suficiencia.
CONCLUSIONES
Es por ello que se tienen medidas que buscan evitar o limitar este mal actuar, como se ha
podido evidenciar en algunas sentencias emitidas por el órgano supremo de justicia en
nuestro país; lo cual se logra mediante la correcta motivación o el canon para el control
constitucional de las resoluciones judiciales. A través de los tres exámenes que abarcan
este procedimiento, se busca un escrito correctamente fundamentado, válido y acorde a las
normas y al derecho.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS