Mariposa Americana
Mariposa Americana
Mariposa Americana
Realización y producción
Asociación Española para la Protección de las Mariposas y su Medio (ZERYNTHIA)
Diseño y maquetación
Ruth Escobés Jiménez
Datos técnicos: Formato: 29,7x21 cm. Tipografía: Calibri a cuerpo 10,5. Encuadernación: grapado. Papel: Igloo 90 gramos. Cubierta en
estucado semimate de 150 gramos. Impresión digital.
En esta publicación se ha utilizado papel 100% reciclado libre de cloro.
1
Índice
Presentación 3
Prólogo 5
Introducción 7
Bibliografía 53
Agradecimientos 57
3
Presentación
En definitiva, felicitar a los autores por una obra tan interesante y amena y animar a que el conocimiento
sobre ésta y otras especies de invertebrados siga creciendo, acorde a la importancia de este grupo en
España tanto por su relevancia ecológica y económica como por su singularidad, endemicidad e interés
para la conservación.
Prólogo
No puedo menos que resumir algún hecho que para mí fue cru-
cial. Allá por 1964, siendo yo un niño, la editorial Selecciones del
Reader’s Digest sacó a la luz un libro espectacular titulado “El
fabuloso reino animal”. En 6 partes y un total de 22 capítulos,
el libro ofrecía un amplio abanico de 96 textos independientes,
magníficamente ilustrados, sobre la diversidad animal, centrán-
dose tanto en especies o grupos taxonómicos concretos como
en procesos biológicos. Representó para mí todo un libro “de ca-
becera”, indispensable por aquel entonces, cuando no era más
que un pequeño aprendiz de naturalista, que acababa de reu-
nir su primera (y destartalada) colección de mariposas. La par-
te 3ª, como compruebo ahora mismo con tanta emoción como
cuando era chaval, porque sigo conservando el volumen en mi
biblioteca, llevaba por título “Una colección de prodigios”. En el
capítulo I se incluía un breve ensayo titulado precisamente “La
mariposa más bella de Europa”, escrito por quien era por aquel
entonces la máxima autoridad de la lepidopterología ibérica, Ra-
món Agenjo Cecilia, y basado parcialmente en otros textos de
título semejante publicados por el mismo autor en 1943 y 1945
en las revistas Eos, del Instituto Español de Entomología, y Arbor,
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Dicho ensa-
yo captó inmediatamente mi atención, y debí leerlo y releerlo
decenas de veces. Las fotografías de la mariposa me impactaron
6 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
profundamente, sobre todo porque ya había tenido el emocionante placer de ver algunos individuos pre-
parados en la exposición que el Instituto Español de Entomología mantenía en el piso superior del Museo
Nacional de Ciencias Naturales. Algunos años después, entre 1970 y 1972, tuve la fortuna de hallar y recolec-
tar numerosos ejemplares en el campo, sobre todo machos, en compañía de mi amigo Toni Geiger, quien ya
por entonces tenía un grupo electrógeno y una bombilla de vapor de mercurio. Con él recorrí en bastantes
ocasiones los alrededores de San Rafael, en Segovia, de Tragacete, en Cuenca, y de Orihuela del Tremedal,
en Teruel, y aprendí a disfrutar y valorar esta joya entomológica, así como a criarla. Por lo que nosotros leía-
mos y por nuestra corta experiencia personal, sabíamos que la “graellsia”, o “isabelina”, como la llamábamos
indistintamente, se localizaba en pinares de pino silvestre y laricio en las montañas del centro de España,
generalmente por encima de los 1 000 metros. Cuál no sería mi sorpresa, y puede imaginarse mi emoción y
sobresalto, cuando el 10 de mayo de 1972, al haber terminado de recorrer las luces del alumbrado público
del pueblo de Trillo, en Guadalajara, en busca de noctuidos, mi grupo de lepidópteros predilecto, regresé a
la parte baja del jardín de casa, donde tenía colocada una bombilla de vapor de mercurio de 500W, recién
adquirida aquel año, y ¡me encontré un macho en la sábana! No podía creerlo. Como después fui comproban-
do, según pasaba el tiempo la “graellsia” fue descubriéndose cada vez más en localidades situadas a menor
altitud. Quizá favorecida, pensaba yo entonces, por la política de reforestación creciente con pinos silvestres.
Durante los años 80, ya con grupo electrógeno propio, descubrí un sinfín de poblaciones en Guadalajara, hacia el
Alto Tajo, algunas en el mismo término municipal de Trillo. Durante los 90 entré en contacto con las poblaciones
del sureste ibérico, mientras llevaba a cabo trabajo de campo en la sierra de Cazorla (Jaén). Simultáneamente,
en 1992, tuve la suerte de poder formar parte del tribunal que evaluó la tesis doctoral de Josep Ylla, la primera
íntegramente dedicada a esta especie, “Biologia del saturnid Graellsia isabelae (Graells, 1849)”, en la Facultad
de Ciencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde de nuevo la fortuna me sonrió al poder compartir
estrado con uno de mis personajes más admirados, Ramón Margalef. De nuevo, la emoción a flor de piel. De nue-
vo, gracias a la “graellsia”. La tesis de Josep se publicó unos años después, convenientemente corregida y amplia-
da, en lo que podemos considerar la primera monografía sobre la biología de Actias isabelae (Ylla i Ullastre, J.,
1997. Història natural del lepidòpter Graellsia isabellae (Graells, 1849). Institut d’estudis catalans, Barcelona).
Cuando uno va cumpliendo años, va adquiriendo la tendencia a contar anécdotas; es casi inevitable. Re-
conociéndolo, no me gustaría hacerme pesado, y no me voy a extender mucho más. Simplemente voy a
mencionar el espectáculo sin parangón que representa, para cualquier amante de la naturaleza, la obser-
vación de los machos en vuelo. Describo brevemente la escena como la he vivido numerosas veces, para
quien desee experimentar unos momentos inolvidables. En alguno de esos atardeceres de la primavera
tardía, a finales de mayo o principios de junio, dependiendo de la localidad y del clima del año, instalé-
monos en un pinar de Pinus silvestris o Pinus nigra de cualquiera de los sistemas montañosos donde sa-
bemos que existe la especie. Situémonos justo debajo de la copa de algún pino alto, en algún lugar don-
de claree un poco la vegetación (porque si es demasiado densa puede que no tengamos suficiente visión
de la escena). Esperemos en silencio a que la tarde se convierta en noche, sin despegar la vista de las co-
pas. En algún momento dado, entre dos luces, un macho pasará volando nerviosamente, recordando
el vuelo de un murciélago. Luego pasará otro. Y otro. Y otro más. Si estamos en el sitio adecuado en el
momento oportuno, llegará un instante en que, por entre las copas de los pinos circundantes, se estarán
moviendo un buen número de estos supuestos “murciélagos”. Los machos de “graellsia” estarán compi-
tiendo frenéticamente por encontrar, entre las acículas de las ramas medianas y altas, o en las propias ra-
mas, a las hembras, que, quietas, aguardarán su llegada emitiendo feromona. Merece la pena intentarlo.
Introducción
LOS AUTORES
Capítulo 1 9
Un poco de historia
Unos interesantes documentos encontrados en la bi- resinosa, que cuando comen las acículas del pino em-
blioteca del Real Monasterio del Escorial, nos ayudan a piezan por la punta y acaban en la base, y que dejan
comprender como se desarrollaron los acontecimien- oír una especie de chasquido como las orugas de la
tos del descubrimiento de esta mariposa. En este lugar Saturnia pavonia. Estos apuntes concuerdan perfecta-
también figuran los borradores de la descripción de la mente con las láminas originales dibujadas por J. Du-
especie en latín, tanto del adulto como de la oruga y chen para la descripción de la especie.
la crisálida, que coincide exactamente con la primera
publicación impresa que se hizo de la misma (Media- Para comprender la importancia que este lepidóptero
villa-Martín, 2010). Lo primero que Graells encontró, tuvo en Graells, mencionamos sus propias palabras,
fue una oruga a principios del mes de agosto de 1848 en unos documentos originales encontrados en la bi-
y, nada más verla, supo enseguida que se podía tratar blioteca del Monasterio del Escorial (Figura 3): “este
de un satúrnido. Esta oruga llegó a pupar y pudo sa- precioso lepidóptero ha sido el objeto de mis deseos
ber que correspondía a un macho, pero no eclosionó. y mis investigaciones durante diez años”. Como curio-
Esta primera oruga la encontró cerca de la Portela de sidad transcribimos literalmente parte de estos do-
Cuelgamuros, actualmente Portela del Cura, la diviso- cumentos: “D. Juan Mieg, célebre profesor de Física
ria entre las provincias de Madrid y Ávila, una de las de S.M. y naturalista distinguido en este país, varias
zonas para acceder a la zona de Pinares Llanos. Se- veces me aseguró en sus conversaciones la existencia
gún documentan estos escritos, el 2º día de Pascua de la S. luna. Esta noticia sorprendente estimuló de tal
del año 1849, fue a buscar por la misma zona donde modo mi curiosidad que me propuse tomarme todas
el año anterior había hallado la oruga y encontró un las reseñas y hacer los mayores esfuerzos para encon-
ejemplar adulto hembra, según su descripción posa- trar al hermoso lepidóptero americano que el profesor
da sobre un árbol abatido de pino silvestre. Cuando la Mieg me dijo que alguna vez algún amigo suyo había
observó detenidamente y según sus propias palabras: encontrado (…) hasta que en el verano de 1848 encon-
“nunca podría ser la Saturnia luna de Mieg, por su for- tré una oruga que por su característica genérica me
ma y distribución de colores”. En un principio le puso hizo sospechar desde luego si pertenecía a la maripo-
el nombre de Saturnia diana y según sus palabras: “el sa que buscaba, pues sin quedarme dudas pertenecía
más hermoso descubrimiento que he hecho del orden a una Saturnia, tampoco lo tenía de si no lo era de al-
de los lepidópteros”. Posteriormente en este mismo guna de las cuatro especies conocidas en Europa (…).
año volvió al mismo lugar para coger más ejemplares En la primavera de este año volví al mismo sitio con la
y consiguió colectar 23 orugas. Realizó varias observa- esperanza de quizás encontrar la oruga referida, qui-
ciones, como que cuando son molestadas segregan un zás al insecto perfecto y por fin después de tres días de
líquido verdoso o parduzco por la boca de naturaleza continuas y minuciosas exploraciones en los bosques
Un poco de historia 11
tuve el placer de encontrar no el lepidóptero que bus- la época. Pero la información que aparece en las ano-
caba, pero si el que indudablemente había dado lugar taciones personales del autor contradicen estas críti-
a que el profesor Mieg creyese que la Saturnia luna cas. Los verdaderos inductores de esta omisión fueron
vivió en este país. En efecto mi Saturnia diana tiene sus amigos L.M.H. Fairmaire y el traductor al francés
cierto aire de la especie americana, pero se distingue de su descubrimiento, por instigación de su otro amigo
sin embargo de un modo muy neto por los caracteres Feisthamel (entomólogo y militar francés). Este último
que he consignado en la descripción. Como todos los pidió a Graells que guardara en secreto la información
satúrnidos de nuestro país, el insecto perfecto nace que la mayoría de los entomólogos europeos desea-
en la primavera y su oruga vive sobre los pinos en tal ban conocer. Aparte de estos documentos escritos
estado, al cabo de dos meses en crisálida para pasar del Escorial, se pueden observar también acículas del
encerrada en su capullo los diez meses siguientes del pino silvestre en las láminas originales que Duschen
año” (Mediavilla-Martín, 2010). dibujara por encargo de Graells. Por otro lado, apare-
ce tachado el nombre “Diana“, como en un principio
Circula una bonita leyenda sobre el descubrimien- se llamó a la especie, y pone muy claro “isabelae” y
to de este bello lepidóptero, que cuenta que fue el no “isabellae” como la transcribieron erróneamente
propio perro de Graells llamado “Curicus” y que solía Fairmaire y Feisthamel (Ceballos & Agenjo, 1943).
acompañarle en sus excusiones, quien le indicó a este
donde se encontraba realmente posada la mariposa. La “isabelina” se convirtió en una pieza codiciada por
El nombre de este perro aparece en una entrevista entomólogos de toda Europa y muchos coleccionistas
que hizo D. Ramón Agenjo a una de las hijas de su des- de la época realizaron viajes a España para tratar de
cubridor (Ceballos & Agenjo, 1943). La única alusión localizar y capturar a esta nueva especie. Por ejemplo,
escrita al perro aparece en el Bulletín de la Societe Otto Staudinger, realizó varios viajes a zonas costeras
Entomologuique de France: “Quoi qu´il en soit, c´est de Andalucía en su busca (1857-58 y 1880) y a San
dans des bois de pins de la Cordillière de Guadarrama, Ildefonso, en Segovia (1862 y 1884). En este último
près de Madrid, que, mis éveil par mon chien tenu en lugar halló un gran número de orugas que recolectó,
arrêt à la vue d´un papillon fixé au tronc d´un pin gi- pensando que serían de la especie que buscaba. Sin
sant sur le sol, je pris pour la première fois la Saturnia embargo, resultaron ser de Chondrostega vandalicia
isabellae” (Graells, 1877). (Millière, 1865), una especie desconocida que fue
descrita a partir de las orugas que guardó. Posterior-
En las publicaciones posteriores impresas, nunca se mente algunos, como él, contrataron los servicios de
comunica el lugar exacto de este gran descubrimiento. la guardería de la zona para que le proporcionaran
En su primera descripción figura como “en los montes ejemplares. Los adultos se pagaban a 1 peseta y a 6
de su real majestad”, e incluso en las primeras descrip- reales las crisálidas. Una revista entomológica anun-
ciones tampoco se menciona su planta nutricia y se ciaba en 1903 la venta de huevos de esta mariposa a
oculta en las láminas (por ejemplo, no figuran las ací- 10 pesetas la docena (P.A.M. 1903). También en 1918
culas del pino). En los documentos encontrados en la el periódico “España Forestal” recogía que se llegaron
biblioteca del Real Monasterio del Escorial, revisados a pagar entre 20 a 30 pesetas por cada crisálida.
con motivo de esta monografía, hay dos pequeños di-
bujos originales que creemos pudieran ser del mismo Por temor de que se le adelantara algún otro ento-
Graells, porque están junto a sus manuscritos, donde mólogo, Graells describió por primera vez la especie
sí figuran las acículas de manera perfectamente cla- en 1849 con una pequeña nota en una modesta pu-
ra (Figura 4). En la descripción impresa del macho de blicación: “Description d´un Lépidoptère nouveau de
esta especie aparece solo el nombre “sierra de Guada- la tribu des Saturnides appartenant à la faune ento-
rrama”, y una vez fallecido Graells, fue Laureano Pérez mologique espagnole“ (Graells, 1849). En esta escueta
Arcas (1824-1894), uno de sus más estrechos discípu- descripción no figura ninguna imagen de la especie.
los, quien comunicó la localidad tipo de “Pinares Lla- Esto lo haría el año siguiente, en la plancha VIII de un
nos” en Ávila. Algunos entomólogos contemporáneos trabajo con el mismo título que el anterior (Graells,
de Graells como K.T.E. von Siebold, J.P. Rambur, C. 1850) (Figura 1). Posteriormente lo publicaría en espa-
Oberthür y H. Testout, le criticaron duramente por no ñol: “Descripción de algunos insectos nuevos, pertene-
mencionar el lugar exacto ni la planta nutricia de esta cientes a la fauna central de España” (Graells, 1851),
nueva especie, con objeto de mantener el monopolio donde aparece representada la mariposa en su lámina
de la mariposa, según aseveraban sus detractores de VIII, idéntica a la de la publicación francesa, pero con
12 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
diferente disposición y el dibujo de la oruga de perfil. una ele), tal y como pretendía D. Mariano de la Paz
El siguiente año haría una breve publicación de 3 pági- Graells, en homenaje a la reina Isabel II de España.
nas de texto, mas una lámina entresacada de la publi- Fairmaire fue quien lo tradujo al francés, modifican-
cación del año anterior, añadiendo aquí la dedicatoria do la ortografía castellana de “isabela” en la francesa
a la reina, con el título “Descripción de un lepidóptero “isabella”. Previamente Graells se planteó los nom-
nuevo perteneciente a la fauna central de España de- bres de “diana” (Figura 5) y “hecate” (Figura 10) (Cer-
dicado a S.M. la Reina Dña. Isabel II” (Graells, 1852). vantes et al., 2009). El manuscrito original que mandó
El macho lo describió en el año 1853, pero apareció Graells a Fairmaire para la confección del artículo está
publicado en 1855, informando de ello en la parte desaparecido, pero se conserva el dibujo original don-
de Zoología, dentro del “Catálogo Metódico de las de el autor tacha y cambia de su puño y letra “diana”
mariposas observadas hasta el día en la provincia de por “isabelae”, (Figura 5) (Ceballos & Agenjo, 1943;
Madrid, por el vocal de la Sec-
ción zoológica D. Mariano de la
Paz Graells”, con una pequeña
reseña, en las Memorias de la
Comisión del Mapa Geológico
de España (Graells, 1855). En las
mismas memorias publicadas
en el año 1858, pero pertene-
cientes a trabajos de 1855, con
el título “Insectos nuevos de Es-
paña descubiertos y descritos
por el doctor D.M.P. Graells”
(Graells, 1858), volvió a dar por
segunda vez la descripción del
macho, esta vez con más deta-
lle y donde aparece en la lámina
VI el dibujo realizado por Juan
Mieg, ilustrando por primera vez
un macho de A. isabelae (en el
momento Saturnia isabelae).
Curiosamente, de los 83 taxones
descritos por él, este fue el único
lepidóptero. Solo 49 han mante-
nido su valor taxonómico hasta
la actualidad, la mayor parte co-
leópteros.
Fernández-Vidal, 1992). Feisthamel fue quien le sugi- ta”. Graells utilizó en todos sus trabajos en castellano
rió que se lo dedicase a la reina, cosa que finalmente posteriores a la descripción, la denominación isabelae
hizo con la siguiente dedicatoria: “al augusto nombre (Graells, 1852, 1855 y 1858). Por ello, esta es la grafía
de S.M. la Reina Isabel II, dedico esta magnífica Sa- usada también en este trabajo.
turnia, único representante en Europa de la sección a
que pertenece la Diana, Luna, Selene, Isis y otras di- En casi toda Europa, pero principalmente Francia,
vinidades menos positivas que la nuestra”. La monar- que en aquella época estaba a la vanguardia de la
ca, según se cuenta, lució un ejemplar engarzado de entomología, nunca creyeron este descubrimiento e
esta especie entre esmeraldas, en una recepción real incluso insinuaron que era un fraude. Graells respon-
(Graells, 1852). dió con decisión y firmeza a estas críticas tras descri-
bir al macho de la especie: “Esta magnífica mariposa,
Según el artículo 19 de Código Internacional de No- sobre cuya patria han dudado algunos entomólogos
menclatura Zoológica: “Debe conservarse la ortogra- extranjeros, sólo por la circunstancia de pertenecer a
fía original si no es evidente que tal nombre contiene un grupo cuyos miembros conocidos hasta el día son
una falta de trascripción, ortografía o impresión”. El exóticos, ¡es española!, y otro de los insectos caracte-
material tipo depositado en el MNCN está desapareci- rísticos de nuestra fauna, que, como la Chelonia La-
do, pero en las etiquetas de los ejemplares que mandó treillei et Dejeani, Megacephala euphratica y tantas
el autor a dos famosos entomólogos de la época A.H. otras especies notables de la Península son envidiadas
Graslin y J.B.A.D. de Boisduval, se puede leer “isabe- por los entomólogos del norte, reducidos a observar
lae” (Ceballos & Agenjo, 1943). Pese a que varios au- las formas triviales de su frío país” (Graells, 1858).
tores (Nässig, 1991; Renner et al., 2006) indican que
debe mantenerse el isabellae con el que se describió Tras pasar 72 años desde que se produjera su descu-
originalmente, (Vives-Moreno 2014) en un trabajo brimiento en España, en 1922 Selgas la localizó tam-
más reciente ratifica lo expuesto anteriormente (Ce- bién en los Alpes franceses. La describió Oberthür
ballos & Agenjo, 1943; Fernández-Vidal, 1992) y hace como una nueva especie, diferente de la ibérica, utili-
incapie nuevamente en el Código Internacional de No- zando el “modesto” nombre de Graellsia galliaegloria
menclatura Zoológica. Este contempla en sus artículos (la gloria de Francia). Casualmente la misma persona
32.2, 22.2.2 y 50.4 que “el propio autor puede hacer que tildó a Graells de pomposo y vanidoso.
de revisor para reemplazar la grafía original incorrec-
Taxonomía, biogeografía y
genética de poblaciones
Actias isabelae y las mariposas luna
Figuras 6 y 7. Red de haplotipos mitocondriales y su distribución geográfica en 28 poblaciones a lo largo del rango de distribución
de Actias isabelae. Los grupos genéticos se indican en seis colores diferentes: los tonos azul oscuro y claro corresponden a los
haplotipos de los Pirineos occidentales y orientales, mientras que los tonos verde y rojo a los del sistema Ibérico y montañas Bé-
ticas. El gris y naranja colorean los haplotipos únicos de los Alpes franceses y el sistema Central, respectivamente. El tamaño de
los círculos de la red es proporcional a la frecuencia de los haplotipos. Modificado de Marí-Mena et al. (2016).
18 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
Las diferencias climáticas y ecológicas que existen Francia existen bosques con el hábitat adecuado in-
entre la vertiente oriental y occidental podrían estar cluso antes del Último Máximo Glacial (Roiron, 2013).
causando la ausencia de flujo génico entre los dos Otras especies montanas como ésta y con un patrón
grupos (Chefaoui, 2007). No obstante, es necesario genético y un área de distribución similares, siguieron
realizar un muestreo más exhaustivo de la zona para las expansiones de los pinos hacia el norte durante el
confirmar su presencia entre Renanué y Baiasca y ha- Holoceno (Förschler et al., 2011).
cer nuevos análisis para desvelar los factores que ori-
ginan la estructura poblacional de A. isabelae en los
Pirineos. Las poblaciones meridionales
La historia demográfica diferente de los dos grupos Las poblaciones del sistema Bético albergan 10 de los
apunta a que estas poblaciones fueron colonizadas 41 haplotipos de la “isabelina”. Eso hace que sean,
por individuos del sistema Ibérico en eventos inde- tras las del sistema Ibérico, las más diversas genética-
pendientes y no simultáneos. Esto queda reflejado en mente. Estas se encuentran en bosques de pino lari-
las figuras 6 y 7 por la forma de estrella de los haploti- cio, a excepción de la de sierra María, descubierta re-
pos del grupo occidental, que es típica de una expan- cientemente en un bosque mixto de Pinus halepensis
sión poblacional. Mientras que las poblaciones de los y Pinus pinaster (Ibáñez-Gázquez et al., 2008). Aunque
Pirineos orientales tienen una baja diversidad genéti- la alimentación de las orugas en esta población está
ca, con sólo tres haplotipos mitocondriales (Figura 6). aún pendiente de confirmación.
bosques de pino silvestre desde su refugio glacial más A. isabelae isabelae (Graells, 1849), que se describió
meridional (Cheddadi, 2006). Las poblaciones Béticas englobando las poblaciones de los sistemas Ibérico y
mostraron huellas genéticas de una expansión pobla- Central; A. i. ceballosi (Gómez-Bustillo y Fernández-
cional, que habría facilitado la migración de un peque- Rubio, 1974) de las montañas Béticas; A. i. paradisea
ño número de individuos hacia el norte para fundar (Marten, 1955) en los Pirineos orientales; A. i. ron-
las poblaciones del sistema Central. Esto queda refle- calensis (Gómez-Bustillo et al., 1974) en los Pirineos
jado por la posición terminal del único haplotipo del occidentales y centrales; y la subespecie francesa, lla-
sistema Central en el grupo de haplotipos del sistema mada A. i. galliaegloria (Oberthür, 1922). Además, hay
Bético (Figuras 6 y 7). otras formas individuales y aberraciones que han sido
descritas como: rufina, rufa, extensa y obscura (Agen-
El uso indistinto de los pinos silvestre y laricio segura- jo, 1953), neuroflexaclara (Abós-Castel, 1983) o veni-
mente fue clave en la expansión de A. isabelae hacia rrupta (Figura 23) (Gómez-Bustillo y Fernández-Rubio,
el norte. El pino laricio era más abundante que el pino 1974). Sin embargo, su validez ha sido cuestionada, ya
silvestre en el sur de España, como ocurre también en que estas variaciones individuales no tienen vigencia
la actualidad. Sin embargo, su presencia en el sistema taxonómica según el ICZN (Código Internacional de
Ibérico Central es actualmente mínima. Nomenclatura Zoológica) (Ylla i Ullastre, 1997). Ac-
tualmente sabemos que existen seis grupos genéticos
(Marí-Mena et al., 2016), correspondientes en buena
parte con las subespecies sugeridas anteriormente.
Subespecies de Actias isabelae Sin embargo, la propuesta como A. i. isabelae, tiene
una historia evolutiva y demográfica muy distinta en
los sistemas Ibérico y Central.
Para resolver la taxonomía de las especies es impres-
cindible profundizar en la comprensión de la variación Esta información debería ser utilizada para revisar su
genética de sus poblaciones y el conocimiento de los taxonomía, algo importante para su conservación, ya
procesos evolutivos que les afectan. que, en España, no sólo las especies, sino también las
Tradicionalmente se han considerado cinco subes- subespecies pueden ser incluidas en catálogos oficia-
pecies, descritas principalmente en base a diferen- les de especies protegidas (Ministerio de Medio Am-
cias en rasgos morfológicos y geográficos. Estas son biente y Medio Rural y Marino, 2011).
R. Thompson
e
d
20
f
c
g
b
La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
Y. Monasterio
Taxonomía, biogeografía y genética de poblaciones 21
Y. Monasterio
h i
Y. Monasterio
Y. Monasterio
j
k
Figura 9. Lámina con algunas de las especies emparentadas con
Y. Monasterio
Actias isabelae.
l
Capítulo 3 23
Ecología y biología
Ecología
Plantas huésped
La oruga de la “isabelina” se alimenta exclusivamente de acículas de
pino. Sus principales fitohuéspedes en el centro y norte ibérico son
el pino silvestre (Pinus sylvestris) y el laricio (Pinus nigra ssp. salzma-
nii y P. n. ssp. nigra), mientras que las poblaciones del sur ibérico (A.
i. ceballosi) viven exclusivamente sobre este último ante la escasez
del silvestre en las sierras béticas (Gómez-Bustillo & Fernández-Ru-
bio, 1976).
Un hecho que queda igualmente por comprobar, ya una especie exclusivamente montana, lo cierto es que
apuntado en Viejo-Montesinos (1992), es la posibili- la subespecie A. i. paradisea vive en zonas bajas que
dad de que las orugas puedan desarrollarse en algunos rondan los 100 m.s.n.m. en algunas comarcas catala-
lugares sobre Pinus x rhaetica Brügger, resultado de la nas (Masó i Planas & Ylla i Ullastre, 1989; Morinchón
hibridación natural del pino silvestre y el negro. Este et al., 2014). En el Pirineo axial central y los sistemas
híbrido aparece en la franja de transición bioclimática Central e Ibérico coloniza pinares más fríos y elevados,
entre el piso altimontano y el subalpino u oromedite- comportándose aquí como una especie típicamente
rráneo, donde ambas especies cohabitan. Pueden ob- mesófila y euritérmica, y no termófila (Fernández-
servarse rodales o individuos salpicados en márgenes Vidal, 1992).
de pinares elevados del Pirineo axial, distribuidos en-
tre los 1 650 y 1 900 m.s.n.m. (J. Puente, com. pers.). Puede decirse por lo tanto que los rangos climático y
También aparece en los pinares de P. uncinata del sis- altitudinal de la especie son amplios, aunque dentro
tema Ibérico turolense, habiendo sido citado además de los márgenes de una especie de distribución atlan-
de la Comunidad Valenciana (Launa-Lumbreras et al., tomediterránea, colonizando diferentes tipos de pina-
2005) o León (Fajardo-Alcántara, 2011). Es por tanto res en subclimas diversos, siempre con una influencia
posible que P. uncinata y P. x rhaetica sean usados mediterránea atenuadora de los inviernos. En defi-
como planta huésped en pinares enclavados en el lí- nitiva, la “isabelina” se ha adaptado a los diferentes
mite altitudinal conocido para A. isabelae. ambientes ibéricos en los que crecen sus principales
plantas huésped, como se detalla en el capítulo de dis-
Hábitat tribución (Figuras 11, 13 a 19).
Los principales factores que conforman el hábitat de Las poblaciones francesas de los Alpes meridionales y
la “graellsia” son en definitiva la presencia de alguna el Jura se asientan sobre pinares de silvestre, y se lo-
de las especies de pinos de las que se alimentan las calizan en valles con topoclimas en los que aparece el
orugas, y el clima local, que limita la colonización de componente mediterráneo, con condiciones similares
pinares demasiado fríos, húmedos o próximos a la a los valles axiales pirenaicos de la vertiente española
costa. Aunque durante decenios se ha considerado (Demerges, 2001) (Figura 12).
A.G. Carrillo
R. Vuattoux
Ecología y biología 25
E. Murria
Figura 12. Gorges du Guil. Maison du Roi. Cerca de Guillestre. Hábitat en los Figura 13. Hábitat en el valle del Guarga (Huesca). Pinar subhúmedo con boj.
Hautes-Alpes (Francia). Pinares húmedos mixtos de silvestre.
E. Murria
J.C. Vicente
Figura 14. Hábitat en San Juan de la Peña norte (Huesca). Figura 15. Hábitat en el Alto Tajo (Guadalajara-Cuenca), formado por P. nigra.
K. Vergara
J.I. de Arce
Figura 16. Hábitat en el valle de Esteribar (Navarra), compuesto por P. sylvestris. Figura 17. Hábitat en la sierra de Gudar (Teruel), con formaciones de P. sylvestris.
A.G. Carrillo
Y. Monasterio
Figura 18. Hábitat en los pinares de Valsaín, en la sierra de Guadarrama (Se- Figura 19. Hábitat en pinares de laricio. Sierra de Cazorla (Jaén).
govia), compuestos por P. sylvestris.
26 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
Fuera de estas regiones alpinas, y salvo la pequeña días hasta el nacimiento de las orugas (Montoya-Mo-
población al parecer introducida de forma artificial en reno & Hernández-Alonso, 1974; Ylla i Ullastre, 1997).
Suiza, la “isabela” no es capaz de colonizar actualmen-
te los extensos pinares de silvestre del resto de Euro- LA ORUGA
pa debido a sus características bioclimáticas. Excepto Desde que nace hasta que se transforma en crisálida,
citas aisladas en valles orientales limítrofes con Cata- la oruga atraviesa 5 estadios producto de 4 mudas de
luña (Masó i Planas & Ylla i Ullastre, 1989), tampoco piel, en cada uno de las cuales presenta una colora-
coloniza el resto de la vertiente francesa del Pirineo ni ción distinta para adecuar el mimetismo críptico al
áreas intermedias hasta los Alpes, donde la influencia tamaño larvario. Las orugas recién nacidas son foto-
del clima continental es igualmente acusada. trópicas, de forma que se sienten impulsadas a ascen-
der hasta los extremos más iluminados de las ramas,
donde se dispersan para alimentarse. Al principio son
Biología negras (Figura 20b), volviéndose pardo-grisáceas con-
forme crecen un poco (Figura 20c), de manera que
se mimetizan bien sobre los extremos de las ramitas.
Estadios inmaduros Comienzan a comer de las acículas nuevas, que de-
jan aserradas lateralmente en su parte superior, para
EL HUEVO pasar a comer también acículas maduras conforme
La tasa de reproducción de A. isabelae se sitúa en ganan tamaño. Su color cambia entonces a pardo-
una media de 100 huevos, en un rango que va de un verdoso, que se funde con las ramitas algo gruesas
mínimo de 17 y un máximo de 200, dependiendo del del pino donde reposan (Figuras 20d,e). En la última
tamaño y peso alcanzado por la hembra (Montoya- muda (Figura 20f) aparecen los colores verde vivo, ro-
Moreno & Hernández-Alonso, 1974; Ylla i Ullastre, jizo y blanco, a base de bandas disruptivas que ayudan
1997). Los huevos, esféricos y ligeramente aplana- a la cripsis, desdibujando la silueta de la oruga sobre la
dos, son colocados en pequeños grupos de 2 a 6-10 fronda del pinar. Devoran entonces las acículas ente-
unidades, distribuidos en la base de las acículas o en ras hasta cerca de la base, sujetándolas con sus patas
pequeñas ramitas donde, gracias a su color pardo- torácicas y arqueándolas en una postura de alimenta-
verdoso, permanecen bien camuflados (Figura 20a). ción característica. En este estadio defolian las ramas
Se adhieren a la corteza gracias a una sustancia rojiza casi en su totalidad, respetando solo las acículas más
que los impregna durante la puesta, y que se solidifica viejas. Alcanzan entonces un tamaño considerable,
en contacto con el aire, dejando los huevos pegados que en los individuos bien nutridos puede superar los
por su base y unidos entre ellos. Su morfología ha sido 80 mm., con un peso próximo a los 6 g. La duración
estudiada microscópicamente mediante técnicas fo- media del estadio larvario es de 45 días, pudiéndose
tográficas (Masó & Ribes, 1989). encontrar orugas en la naturaleza desde primeros de
junio hasta finales de agosto, según la altitud y el cli-
La hembra distribuye su puesta durante varias noches ma local y anual (Ylla i Ullastre, 1997).
y sobre diferentes pinos, que selecciona por su edad y
ubicación, localizándose la mayoría de los huevos en Las orugas en los últimos estadios cuentan con un
pies jóvenes que crecen en zonas periféricas o gran- eficiente sistema de defensa activa, consistente en
des claros del bosque, en lugares algo húmedos y bien la emisión de un chasquido sordo producido por las
soleados. En áreas donde cohabitan el pino silvestre mandíbulas, perceptible por el oído humano. Al mis-
y el laricio, pone los huevos preferentemente sobre mo tiempo, arquean el cuerpo y regurgitan el conteni-
el primero, ya que se ha comprobado que el valor nu- do estomacal, de color verde vivo. Reaccionan de esta
tricional del pino laricio es menor, requiriendo mayor forma al sentirse molestadas, como reacción disuaso-
consumo de biomasa por parte de las orugas (Ylla i ria ante el ataque de aves y otros predadores.
Ullastre, 1997). La mayor parte de los huevos son
puestos durante las tres primeras noches tras la có- LA CRISÁLIDA
pula, decreciendo posteriormente su número, siendo Alcanzado el máximo crecimiento, las orugas maduras
mínimo a partir de la octava o novena noche. El perio- descienden del pino y se entierran unos centímetros
do de incubación va de los 12 a los 40 días en función bajo la pinaza, donde tejen un sólido capullo de seda
de la temperatura ambiental, con una media de 28 marrón-rojiza al que adhieren externamente acículas
Ecología y biología 27
Y. Monasterio
a b
c d
e f
g h
Figura 20. Imágenes de los diferentes estadios inmaduros que atraviesa Actias isabelae a lo largo de su desarrollo.
a) Puesta de huevos.
b, c, d, e y f) Oruga en primera, segunda, tercera, cuarta y quinta muda respectivamente.
g y h) Crisálidas macho y hembra respectivamente.
28 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
E. Murria
Figura 21. Tras la eclosión, los imagos han de expandir las alas, como este macho.
secas que lo camuflan. Terminado este, se quedan in- debido a una primavera fría o bien a un invierno de-
móviles en el interior para contraerse gradualmente. masiado templado, que produce una diapausa corta,
Tras tres días, mudan la piel por última vez y aparece la formación y eclosión del imago puede suceder al
la crisálida, primero verde traslúcida y muy frágil, cuya segundo año (Ylla i Ullastre, 1997). De esta forma en
cutícula de quitina se irá endureciendo con el paso todas las poblaciones siempre hay un reservorio de
de las horas hasta adquirir un color castaño rojizo. En crisálidas latentes, en prevención de que algún factor
este estadio ya se diferencian los sexos, apareciendo ambiental o biológico elimine una elevada cantidad
las fundas de las antenas muy grandes en la crisálida de imagos u orugas.
del macho (Figura 20g), mientras que en la de la hem-
bra estas son más reducidas, entre otras característi- En condiciones de laboratorio, con temperaturas
cas apreciables (Figura 20h). La crisálida permanecerá constantes y sin periodos de frío desencadenantes
dentro del capullo, oculta a los predadores y aislada de la diapausa, los imagos pueden tardar hasta tres
de la humedad y el frío gracias a la impermeabilidad años en emerger, si bien entonces la mayor parte de
de la cobertura de seda formada por dos capas de las crisálidas acaban muriendo por desecación. Lo
distinta densidad, con un acabado pulido en la cara mismo sucede a las alcanzadas por fuertes heladas, la
interna. mayoría de las cuales muere antes de que nazcan los
imagos (Ylla i Ullastre, 1997).
Las crisálidas de la “graellsia” no soportan tempera-
turas por debajo de -8ºC durante varios días conse- ECLOSIÓN DEL IMAGO
cutivos, y sucumben a -15ºC tras 24 h., (Ylla i Ullastre, Tras abandonar el capullo, para lo cual este está dotado
1997). Procuran por ello ubicar los capullos en zonas en el extremo anterior de un semi-orificio cerrado con
algo soleadas y protegidas de las fuertes heladas, nor- hebras de seda orientadas hacia afuera, difícil de pene-
malmente bajo los propios pinos. En este estadio son trar desde el exterior, el imago recién emergido rasga la
además muy vulnerables al ataque de hongos y nu- abertura ayudado por unos espolones quitinosos situa-
merosos macro y micropredadores. Desde hormigas, dos en la base de las alas anteriores (Montoya-Moreno
que consumen las crisálidas tras perforar los capullos, & Hernández-Alonso, 1974). Con las alas reducidas y
hasta los jabalíes, que hozan bajo los pinos buscando lacias, el cuerpo aún húmedo y el abdomen despropor-
estos y otros pequeños bocados ricos en grasas (obs. cionadamente largo, se las arregla para salir de entre
pers.). Como único mecanismo de defensa se agitan la maraña de acículas y trepar al primer elemento que
dentro del capullo si se sienten molestadas, produ- encuentra, como una rama caída o el propio tronco del
ciendo con el roce en la seda un sonido característico. pino. Una vez asegurada su posición, se cuelga ayudada
El frío del invierno hace que la crisálida entre en dia- por las uñas en forma de garfio de sus patas y comienza
pausa hasta la siguiente primavera, cuando la gradual a expandir las alas bombeando hemolinfa y aire por las
subida de las temperaturas activa de nuevo los meca- venas alares, de forma que la cutícula se va expandien-
nismos hormonales de metamorfosis. La mariposa se do junto a las nerviaciones, que actúan como armazo-
forma en pocas semanas, esperando para eclosionar nes. Las alas alcanzan el tamaño definitivo en unos 15
al momento del día y las condiciones ambientales más minutos (Figura 21).
adecuadas, generalmente una subida de temperatu-
ras tras un moderado periodo de lluvias. No obstante, En esta fase, el imago mantiene las alas en forma de
si ese año las condiciones climáticas no son propicias vela suspendidas sobre el eje del cuerpo para facili-
Ecología y biología 29
tar el flujo de sangre y aire desde el abdomen, que va mente en mayo y junio, con el pico de avivamientos
decreciendo progresivamente en tamaño. Una vez to- a primeros de este último mes, coincidiendo con el
talmente estiradas y algo secas, pliega las alas a modo de la floración de los pinos, en ciertos lugares todavía
de tejado, en su característica posición de reposo, per- pueden volar en julio, o comenzar a emerger a finales
maneciendo así inmóvil hasta el crepúsculo (Figuras de marzo, como se ha detectado que sucede algunos
25a,b). años en localidades del Prepirineo de Huesca situadas
entre 900 y 1 000 m. (obs. pers.) Existen incluso regis-
La mayor parte de los imagos emergen en las horas tros en el mes de agosto en zonas elevadas del Pirineo
centrales del día, con el pico entre las 10 y las 12 h. (Ylla i Ullastre, 1997) y en los montes Universales (J.A.
UTC. De esta forma tienen tiempo de estirar y secar García Alamá, com. pers.).
las alas, y dejar que la quitina de su exoesqueleto se
endurezca. Llegado el crepúsculo, comienzan a hacer Uno de los aspectos que más llaman la atención es
vibrar las alas con sus potentes músculos de vuelo el hecho de que los imagos de la “isabelina” no se
para generar calor interno, necesario para despegar alimentan. Como otros miembros de la familia Satur-
y mantener la actividad en el aire. Alcanzan de esa niidae, tienen su espiritrompa atrofiada y son inca-
forma una temperatura corporal que oscila entre paces de libar néctar de las flores o succionar otras
26 y 30ºC (Ylla i Ullastre, 1997), temperatura que se sustancias orgánicas, como hacen buena parte de los
mantiene mediante el vuelo y se conserva gracias al lepidópteros. Su papel no es el de un polinizador noc-
eficiente aislamiento que proporciona la cobertura de turno, sino el de una nutritiva presa de la macrofauna
escamas pilosas, largas y densas, que tapizan comple- insectívora.
tamente el cuerpo de la mariposa. La temperatura de
vuelo es normalmente superior a la ambiental y, ló- La maquinaria muscular que mueve sus alas está ali-
gicamente, a mayor temperatura externa menor será mentada por grasas y azúcares acumulados durante
el tiempo que emplee la mariposa en estar dispuesta el estadio de oruga, sintetizados a partir de las ací-
para elevarse. culas de los pinos, ricas en estos nutrientes. Tras la
En su primer vuelo los machos se dedican ya a la bús- metamorfosis, el imago vuela gracias a esta reserva
queda de rastros químicos, mientras que las hembras de combustible, almacenada en su mayor parte en el
sin fecundar suelen hacer un corto desplazamiento abdomen. Una vez agotada, muere en pocas horas. La
para posarse en un lugar seguro, normalmente la copa vida adulta de la “graellsia” es corta por este motivo,
de un pino, donde esperan a la siguiente noche para además de por el considerable desgaste mecánico
comenzar a emitir la feromona sexual. que sufre su organismo tras varias noches de frenética
actividad reproductora.
Ecología y etología del imago Pero, aparte de los predadores, también interviene
otro factor que hace que la longevidad de machos y
FENOLOGÍA Y LONGEVIDAD hembras sea variable. En condiciones naturales, los
La época de vuelo de A. isabelae es amplia, depen- adultos viven una media de 5,87 días los machos y
diendo de factores como el clima anual y local, ade- 8,40 días las hembras, con un mínimo de 2 y máximo
más de la altitud y exposición al sol de las laderas. de 15 días para los machos, y de 3 y 16 días para las
Aunque el grueso de los imagos emerge escalonada- hembras (Ylla i Ullastre, 1997). En condiciones de cría
30 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
Figura 22. Macho volando en plena noche en busca del rastro de las hembras.
E. Viñuales Cobos
Ecología y biología 31
Y. Monasterio
Figura 23. Macho con las características propias de la forma venirrupta, en la Figura 24. Detalle del ocelo de un macho, donde se aprecia el mosaico de
que algunas venas aparecen incompletas o ausentes. escamas de diferentes colores que le otorgan su aspecto característico.
Las alas presentan los ápices anteriores y posteriores desde distancias considerables hasta dar con la fuente
afilados y una mayor superficie, lo que les confiere una emisora. El viento suave y la humedad relativa baja
alta capacidad de penetración y empuje en el aire. El favorecen la dispersión y captación del rastro químico.
motivo es fácil de deducir al observar el voluminoso No obstante, al ser una especie primaveral, se ha de-
abdomen de las hembras jóvenes, cargado de huevos y mostrado que este mecanismo de atracción funciona
una reserva de grasas con un peso específico importan- igualmente en condiciones ambientales muy diver-
te. Un bocado codiciado por los predadores que debe sas, incluso casi extremas (Ylla i Ullastre, 1997; Marí-
ser preservado mediante un vuelo rápido y potente. En Mena, 2013). En la literatura se indica que los machos
el caso del macho, sus ápices alares anteriores menos pueden localizar a las hembras hasta a 3 km de distan-
afilados y lateralmente algo lobulados, así como sus cia (Agenjo, 1967; Ylla i Ullastre, 1997; Morichon, et
largas colas, le confieren precisión en las maniobras, al., 2014). En 2009 se hicieron ensayos con feromona
facilitando la huida de los murciélagos y un certero ate- sintética en el Prepirineo de Huesca, donde se libera-
rrizaje junto a la hembra una vez localizada. ron 69 machos marcados, divididos en tres lotes, cada
uno de los cuales fue llevado a un punto cardinal dis-
En definitiva, los factores reproductivo y predato- tinto, a distancias de 1,3 a 1,6 Km. De ellos, 5 machos
rio han pulido a lo largo de la evolución las alas de alcanzaron la feromona, 3 desde la última distancia
la “isabela” para un vuelo eficiente y diversificado, indicada, lo que viene a corroborar parcialmente los
adaptado a las necesidades biológicas del insecto y a datos conocidos.
las condiciones climáticas y ecofísicas del hábitat. A la
vez, durante el día cumplen una importante función La duración del apareamiento es variable, dependien-
mimética y termoaislante, protegiendo a la mariposa do de factores como la temperatura ambiental y el ta-
en reposo de los predadores y los agentes climáticos. maño de la hembra, durando entre 84 y 250 min (Ylla
32 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
i Ullastre, 1997). Las cópulas suceden casi en su totali- de alas y cuerpo desdibujan el perfil de la mariposa,
dad en las primeras horas de la noche, con el máximo haciendo que se funda con la corteza del pino. Por
durante las dos primeras horas tras la puesta de sol, si falla la estrategia críptica, cuenta con un sistema
decreciendo a partir de la medianoche. Esto se expli- de defensa activa formado por cuatro ocelos con un
ca porque las hembras empiezan a emitir la feromona centro traslúcido a modo de pupila, cada uno de ellos
durante el crepúsculo, momento en que los machos centrado en un ala (Figura 24). Si algún predador se da
se activan y comienzan a buscar los rastros, de forma cuenta de que tiene delante una presa, los ocelos ac-
que la mayoría de hembras son localizadas y fecunda- túan como elementos disuasorios a modo de ojos que
das rápidamente. miran y, en caso de desatarse el ataque, como dianas
no vitales sobre las que dirigir picotazos o mordiscos
La cópula se prolonga durante buena parte de la no- (Figura 27b).
che, siendo raro que continúe hasta el amanecer.
Durante este tiempo son muy vulnerables a los pre- Un aspecto que se ha comprobado en la naturaleza
dadores arborícolas, ya que no pueden huir a plena (Masó i Planas & Ylla i Ullastre, 1989) es la capacidad
luz mediante un vuelo en tándem (acopladas), como de los imagos para complementar el efecto disuasorio
hacen las mariposas diurnas mientras se aparean. de los ocelos mediante una postura de reposo inverti-
da, unida a un movimiento brusco y repetitivo de las
Los machos pueden copular con más de una hembra alas, similar al que ejecutan otras grandes mariposas
si conservan suficiente energía tras el primer aparea- nocturnas al sentirse descubiertas. En esta postura ca-
miento. Sin embargo, las hembras sólo copulan una beza abajo, las colas se unen sobre el abdomen, mien-
vez, siendo excepcional que se acoplen con dos ma- tras que las alas anteriores son proyectadas hacia ade-
chos distintos, salvo cuando el primero no ha conse- lante, haciendo que destaquen los ocelos posteriores.
guido fecundar todos los huevos o la cópula se ha in- Orientadas hacia arriba, las colas alares se agitan al
terrumpido de forma accidental (Ylla i Ullastre, 1997). mover las alas, jugando un papel complementario de
los ocelos hasta hace poco ignorado en la “isabelina”,
FUNCIÓN CRÍPTICA Y DEFENSIVA DE LAS ALAS aunque ya conocido en otras especies de mariposas.
La defensa críptica de las alas, activa cuando el insecto De alguna manera, así colocadas, las colas parecen los
reposa durante el día sobre los pinos, está reforzada penachos sobre la cabeza de un ave en actitud agresi-
por la coloración del cuerpo y la postura adoptada. Lo va, o los cuernos de un extraño animal. Para potencia-
que más llama la atención a quien se encuentra por les predadores, especialmente si estos son jóvenes e
primera vez con esta mariposa es su belleza y elegan- inexpertos, esta pantomima surte un efecto persuasi-
cia intrínsecas. Es habitual en estas circunstancias es- vo suficiente para hacerlos desistir y buscar una presa
cuchar comentarios de que “parece pintada”, “sacada menos inquietante (Figura 26).
de una vidriera de Gaudí” o que “recuerda a las lám-
paras Tiffany”. Y es que, fuera del telón de fondo del PREDADORES
pinar, el color verde esmeralda translúcido de sus alas, Evidentemente, una vez en el aire y durante la noche
adornado de líneas rojizas y ocelos multicolores, con de nada sirve el camuflaje. Los murciélagos son los
un cuerpo de peluche rematado por llamativas ante- principales consumidores de adultos de A. isabelae,
nas plumosas en los machos, parecen responder más un bocado grande y apetecible, aunque probable-
un diseño de art déco que una forma de camuflaje. mente no al alcance de todas las especies ibéricas de
Ciertamente, parece hecha para ser contemplada, y quirópteros con las que comparte hábitat. Los auto-
no para pasar desapercibida (Figura 25). res que han tratado el tema (Agenjo, 1967; Gómez-
Bustillo & Fernández-Rubio, 1976; Montoya-Moreno
Aunque para la mirada humana un individuo de & Hernández-Alonso, 1974; Viejo-Montesinos, 1992;
“graellsia” reposando en una rama de pino resulta Ylla i Ullastre, 1997;) hacen una referencia general a
casi invisible, para un ave insectívora desenmascarar estos predadores pero, hasta ahora, no se han apor-
insectos camuflados resulta relativamente sencillo, y tado datos fehacientes sobre las especies implicadas.
más si estos son de gran tamaño. Para eludir a estos A juzgar por la información bibliográfica existente,
eficientes predadores, sus las alas verdes y traslúcidas los comentarios de algunos especialistas en murcié-
se difuminan sobre la fronda de acículas, mientras lagos consultados y varias observaciones personales,
que las líneas disruptivas rojizo-anaranjadas y blancas parece lógico pensar que sólo las especies forestales
Ecología y biología 33
Y. Monasterio
a
A.G. Carrillo
b
Figura 25. Imagos macho (a) y hembra (b) de Actias isabelae, correspondientes a la subespecie isabelae. Fotografiados en la sierra de
Guadarrama
de tamaño medio o grande son capaces de dar alcan- y estimado el tamaño poblacional de las especies pre-
ce y sujetar a una presa tan vigorosa. Si lo hacen, la sentes, resultando comunes el murciélago de bosque
mayoría se verán obligadas a posarse para devorar su (Barbastrella barbastrella) y el bicolor (Vespertilius
abdomen, como se verá más adelante. murinus) (F. Carmena com. pers.). Es por tanto pre-
sumible que estos murciélagos sean predadores ha-
En las áreas del Parque Nacional de Ordesa y Mon- bituales de imagos en este sector del Pirineo central.
te Perdido (Huesca), donde abunda la “graellsia” en Otro predador aéreo hasta ahora no reportado como
varias subpoblaciones (Marí-Mena, 2013), se han lle- tal es el chotacabras europeo o gris (Caprimulgus eu-
vado a cabo inventarios de quirópteros en zonas coin- ropaeus), común en el área ibérica durante la época
cidentes con la distribución de la especie. En ellos, se de vuelo de la “Isabela”. Recién llegado de sus cuar-
han identificado mediante radiotelemetría ultrasónica teles de invernada africanos, esta ágil y silenciosa ave
34 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
E. Murria
parece encontrar en las poblaciones de A.
isabelae un valioso recurso para recuperar
parte de la energía consumida en el viaje.
Según una observación personal hecha en
el Prepirineo oscense en junio de 2014, los
chotacabras intentan capturarlas durante
el crepúsculo, y probablemente también
de noche, a juzgar por cómo uno de ellos
intentó atrapar, sin éxito, a un macho
criado en cautividad que acababa de ser
liberado, y que acabó refugiándose en un
olmo cercano para huir del acoso del ave.
Durante la primera mitad del siglo pasado se mantu- estancia de color esmeralda, dando a estos supuestos
vo viva la leyenda de la existencia de un cementerio cementerios un aspecto encantado.
de A. isabelae en la provincia de Cuenca, un llamativo
aspecto de la etología de la especie posteriormente Los ingenieros forestales Ramón Montoya y Rodolfo
recogido por lepidopterólogos como Agenjo (1967) o Hernández dieron cuenta de la existencia de otros dos
Viejo-Montesinos (1992). Los relatos de mediados del “cementerios” en la provincia de Teruel, donde las po-
siglo pasado (Muelas, 1962), adornados con la prosa blaciones de este lepidóptero son pujantes. Estos au-
científica al uso, hablaban de cuevas con los suelos tores (Montoya-Moreno & Hernández-Alonso, 1974)
tapizados de, literalmente, millones de alas de “graell- pudieron comprobar que ciertas cuevas son usadas
sia”, donde la luz filtrada desde la entrada teñía la por los murciélagos como posaderos de alimentación,
al no ser capaces de devorar en el aire presas tan gran-
des. Tras devorar el abdomen, las alas unidas a tórax
J.A. Martínez
a
Figura 27. Ejemplares de Actias isabelae víctimas de la depredación.
Distribución geográfica
Actualmente, debido al desarrollo de software de Sis- formación climática, geológica y de plantas nutricias
temas de Información Geográfica (SIG), los estudios de cuadrícula UTM de 10x10 km. de lado.
biogeográficos de esta especie se están realizando so-
bre cuadrículas de 10x10 km. de lado, tal y como se Asimismo, en Arce et al. (2010) se realizó un mapa
ha comentado anteriormente. Pero son muy pocos los predictivo de distribución en del sistema Ibérico me-
que informan de una distribución de la “isabelina” en ridional sobre una base de información corológica de
cuadrados UTM de 1x1 km. de lado (Arce et al., 2010; cuadrícula UTM de 1x1 km. de lado, utilizando tam-
Sánchez & Arce, en prensa). Los datos aportados por bién variables de las plantas nutricias (Pinus sylvestris
una cuadrícula UTM 1x1 tienen mayor relevancia, y Pinus nigra ssp. salzmanii), altitudinales, geológicas
ya que aportan una mejor localización de la cita, así y climáticas. Estas herramientas cartográficas señalan
como datos más concretos para su posterior análisis nuevas posibles localizaciones desconocidas hasta el
mediante SIG. Permite también identificar mejor valo- momento (Romo et al., 2014), de forma que los re-
res climáticos, altitudinales, geológicos o de distribu- cursos materiales y temporales de los investigadores
ción de su planta nutricia. pueden dirigirse hacia esas zonas, acotando el terri-
torio a estudiar.
Además, los estudios biogeográficos y la tecnología de
los SIG, permiten conocer si una especie se encuentra A continuación, se revisa la información sobre la distri-
incluida dentro de un espacio natural protegido, tal y bución geográfica a nivel internacional y nacional, así
como se ha realizado con A. isabelae a nivel nacional como el conocimiento de su distribución potencial. Los
(Romo et al., 2012) y local (Arce et al., 2010; Sánchez mapas se han generado con el programa QGIS 2.14.
& Arce, en prensa). Es una información necesaria para
los técnicos de la administración, asociaciones y cien-
tíficos especializados en su conservación. Distribución
Por último, la “isabela” ha sido objeto de diversos es-
tudios sobre el conocimiento de la distribución poten- En Europa (distribución global)
cial mediante el uso de SIG y de modelos estadísticos.
Los primeros estudios se realizaron a nivel nacional La “graellsia” es un endemismo de Europa occidental.
por Chefaoui & Lobo (2007, 2008) y posteriormente Se distribuye principalmente en las montañas de la mi-
se realizó un estudio de su distribución potencial en tad este de la península ibérica y en los Alpes Franceses
Romo et al. (2014). Todos ellos sobre una base de in- (Marí-Mena et al., 2016). De acuerdo con la figura 29a,
a b
a) Distribución mundial de Actias isabelae b) Distribución europea de Actias isabelae con respecto a las regiones
biogeográficas del oeste de Europa.
Distribución geográfica 39
Tabla 1. Variables seleccionadas para la elaboración del mapa potencial con los valores máximos y mínimos. Los datos de precipitación vienen en uni-
dades de grados centígrados multiplicado por 10 (ºC * 10) y la precipitación viene indicada en milímetros (mm) (explicado en http://www.worldclim.
org/bioclim-aml). Con * se indican las variables incluidas en Romo et al. (2014).
tiene una distribución biogeográfica dentro de las re- de introducciones intencionadas (Pro Natura, 2005;
giones mediterránea y alpina del Paleártico (Romo et Marí-Mena et al., en preparación).
al., 2012). En la península ibérica, habita entre los pisos
montano y oromediterráneo, teniendo un rango altitu-
dinal que va desde los 95 (Masó & Willen, 1989; Masó En la Península
i Planas & Ylla i Ulastre, 1989) hasta los 1 750 m.s.n.m.
(Romo et al., 2012; E. Murria, com. pers.). La distribución de A. isabelae se puede observar en la
figura 30. Tal y como se ha comentado en el apartado
Si se observan las figuras 29 y 30, la distribución cono- 2.1, en la península ibérica hay 5 grupos de poblacio-
cida la “isabelina” está fragmentada y compuesta por nes de los 6 que ocupa en total en todo su territorio
una gran cantidad de pequeños núcleos de población. de distribución (Tabla 1). Tal y como se puede ver en
Actualmente se conocen seis sistemas montañosos las figuras 29 y 30, las poblaciones de “isabelina” apa-
donde se encuentra la especie a nivel europeo: mon- recen en zonas de montaña con presencia de sus plan-
tañas Béticas, sistema Ibérico, sistema Central, este tas nutricias. Existen tres poblaciones con abundante
de los Pirineos, oeste de los Pirineos y Alpes franco- información corológica, la de sistema Ibérico y las dos
suizos (Marí-Mena et al., 2016). Incluye a los países de los Pirineos (Romo et al., 2012). Cabe destacar las
de España, Andorra (una cita de una cuadrícula UTM poblaciones de Cataluña y del este de Castilla La Man-
de 10x10 km. de lado, limítrofe con España), Francia cha por el número de citas publicadas. Por el contra-
y Suiza (Pro Natura, 2005; Romo et al., 2012). Las po- rio, la población del sistema Central es muy escasa si
blaciones se pueden considerar disyuntas entre ellas, se compara con el resto, ya que en esta zona existen
ya que hay una gran distancia entre las mismas y no menos registros. Asimismo, cabe destacar la variedad
se puede hablar hasta el momento de contacto repro- de ambientes en los que habita esta especie. Desde
ductivo entre las distintas poblaciones (Marí-Mena et las zonas frías y húmedas de las montañas pirenaicas,
al., 2016). del sistema Ibérico y del sistema Central, hasta las más
cálidas y secas en la sierra de María, en Almería (Romo
Muchos autores han considerado la población de los et al., 2012).
Alpes Franceses como introducida a principios del s.
XX, pero los estudios genéticos sugieren un origen au- Aunque la distribución de los Pirineos es discontinua,
tóctono (Marí-Mena et al. (2013, 2016). Por el con- los análisis genéticos han encontrado indicios de que
trario, las poblaciones suizas del Canton du Valais, no las poblaciones al este y oeste de los Pirineos podrían
representadas en las figuras 29 y 30 parecen proceder tener cierto contacto (ver capítulo de genética).
40 La “graellsia” - Actias isabelae (Graells, 1849)
Figura 30. Distribución de Actias isabelae en la península ibérica. Adaptado de Figura 31. Distribución potencial de Actias isabelae.
Marí-Mena et al. (2016).
Distribución potencial ticas (Chefaoui & Lobo, 2008; Romo et al., 2014), tales
como la precipitación anual, temperatura mínima y
Su distribución está relacionada con la presencia de máxima anuales, etc. Así mismo se han utilizado otras
sus dos plantas nutricias, los pinos salgareño o laricio variables ambientales como altitud, aridez, litología y
(P. nigra ssp. salzmanii) y albar o silvestre (P. sylvestris) pendiente, variables estadísticas y espaciales en cua-
(Chefaoui & Lobo, 2007; Arce et al., 2010; Sánchez & drículas UTM (Chefaoui & Lobo, 2008).
Arce, en prensa). Por lo tanto, un buen mapa de dis-
tribución potencial debe incluir estas dos variables. Se Para la elaboración del mapa de distribución potencial
podrían incluir en el análisis otras especies de conífe- se han utilizado las siguientes variables:
ras que también acepta como planta nutricia en labo-
ratorio (ver apartado de biología) o Pinus halepensis • Distribución de sus plantas nutricias (pinos lari-
(pino carrasco), que Ibáñez Gázquez et al. (2008) ha cio y silvestre) (http://www.magrama.gob.es/es/
sugerido como posible huésped en Almería. Sin em- biodiversidad/servicios/banco-datos-naturaleza/
bargo, esto se ha descartado por no existir evidencia informacion-disponible/mfe50_descargas_ccaa.
de que emplee esas especies en condiciones natu- aspx).
rales. En Sánchez & Arce (en prensa) se han localiza-
do dos poblaciones nuevas en la serranía de Cuenca • Variables climáticas extraídas de worldclim (Hij-
donde predominan el pino carrasco y el resinero. Sin mans et al., 2005) y se han seleccionado según
embargo, aunque de manera muy residual, aparecen Romo et al. (2014) para A. isabelae (ver tabla 2).
también algunos pies de pino laricio. Algo similar po-
dría estar ocurriendo en sierra María (Ibáñez Gázquez Para la selección de los valores mínimos y máximos de
et al., 2008). Asimismo, con respecto al pino negro las variables se ha solapado la distribución incluida en
(Pinus uncinata), el cual ha sido citado como planta la figura 30 con las variables de wordlclim indicadas en
nutricia por Masó & Ylla i Ullastre (1989), no se ha uti- Romo et al. (2014) aumentándose en otras más para
lizado como variable de distribución de la especie en afinar en la distribución potencial.
la elaboración del mapa potencial, ya que no hay con-
firmación hasta la fecha de su presencia en este tipo Además, se ha tenido en cuenta la media de la altitud
de pinares (Marta Vila com. pers.). Aclarar esto es una de la cuadrícula UTM de 10x10 km. (Hijmans et al.,
cuestión de gran interés para futuros estudios. 2005), para acotar más la distribución potencial, se-
leccionándose según la intersección de la información
Otros datos importantes para la elaboración de ma- de la figura 30 y worldclim. Los valores mínimos fue-
pas predictivos de distribución son las variables climá- ron 169 y 1 875 m.s.n.m.
Distribución geográfica 41
Conservación y divulgación
Protección legal
Tabla 3. Textos de importancia para la conservación en los que se hace mención a A. isabelae.
Conservación y divulgación 45
localizada en el tiempo. Por un lado, se han buscado mé- se incremente con los años, debido al cambio climático.
todos (como la fumigación con Bacillus thuringiensis) y Frente a las fumigaciones con cualquier producto, que
periodos del año que no afecten al desarrollo de las oru- afectará en mayor o menor medida a los lepidópteros,
gas de A. isabelae. Sin embargo, las intervenciones (tan- recomendamos el uso de trampas de atracción median-
to con diflubenzurón, como con B.t. var. kurstaki, que te feromona sintética, que permite atraer exclusivamen-
son los más habitualmente empleados) afectan a otros te a los machos de T. pityocampa (Figura 33). Por otro
lepidópteros que, incluso en invierno, se alimentan tam- lado, como indican Romo et al. (2012), sería de gran
bién de las acículas del pino. interés la promoción de investigaciones que permitan
hallar nuevas formas de control biológico. Finalmente,
En 2009, el Parlamento y el Consejo europeos prohibie- Arce et al. (2010) señalan la ausencia de estudios que
ron de forma general la pulverización de insecticidas, evalúen el grado de competencia entre T. pityocampa y
salvo en casos de especial necesidad. España lo recogió A. isabelae, ya que las defoliaciones podrían desplazar
en el Real Decreto 1311/2012, de 14 de septiembre. local y temporalmente a la “graellsia”.
Desde este momento las fumigaciones con este produc-
to se han reducido, pero aún se producen. Andalucía, Especie paraguas
Baleares, Extremadura, País Vasco, Madrid y Murcia ob- Este concepto se emplea para taxones cuya conser-
tuvieron un permiso excepcional en 2015, aduciendo ur- vación, favorecida por su vistosidad, atractivo y/o
gencia ante la “inviabilidad de tratamientos terrestres”, aceptación social, permiten de manera colateral la
fumigando en conjunto 40 000 hectáreas. En ningún protección de otras muchas especies y del conjunto
caso se realizó en lugares con presencia de A. isabelae. del ecosistema. Pocos animales se prestan con tanta
Hodar et al. (2012) proponen la puesta en marcha de facilidad a cumplir estos requisitos y esto debe apro-
una estrategia integral preventiva de manejo del hábitat vecharse para facilitar el trabajo de todas aquellas ad-
buscando una mayor diversificación de la vegetación. Y ministraciones, entidades y personas que trabajan por
es que la afectación de la procesionaria se espera que la conservación de la naturaleza en España.
Implicacion social
Una de las mejores maneras de lograr la conservación de esta mariposa es la implicación de las comunidades loca-
les. Es bueno que los/las niños/as, especialmente los de localidades situadas dentro de su área de distribución, des-
cubran desde pequeños su existencia e incluso que puedan conocerla sobre el terreno. Para ello desaconsejamos
completamente el uso de ejemplares naturalizados
Y. Monasterio
a
Figura 34. Algunas actividades dirigidas a público familar en 2016.
Protección y conservación de los pinares de especie con una distribución disyunta y fragmenta-
Pinus sylvestris y Pinus nigra da como esta requiere la elaboración de un Plan de
Gestión de ámbito nacional que establezca un plan de
Especialmente de aquellos que permiten, por un lado,
acción, unas prioridades y objetivos a corto, medio y
que exista continuidad entre las masas forestales para largo plazo. Además, dada la existencia de distintas
facilitar la colonización de nuevas áreas y el flujo ge- subespecies y la diferente casuística existente en los
nético entre subpoblaciones y, por el otro, limitar el distintos territorios, sería de gran importancia la eva-
aislamiento. Además, es importante el mantenimien- luación de cada una de las poblaciones por separado,
to del equilibrio ecológico integral del ecosistema, estableciendo la categoría de amenaza de cada una.
evitando tanto como sea posible el uso de pesticidas, Para ello es imprescindible la coordinación entre las
como se ha detallado en el punto anterior. distintas administraciones. Esta hoja de ruta debería
identificar las zonas que requieren protección para
garantizar la supervivencia a largo plazo de sus pobla-
Creación de microrreservas ciones (Marí-Mena, 2013).
Estas sirven como lugar para su protección, conoci-
miento y observación. Las poblaciones más aisladas y
también aquellas con mayor diversidad genética po-
drían ser las primeras candidatas. Marí-Mena (2013) Iniciativas para su estudio, protección,
señala que la población del Parque Natural de la Pue- conservación y divulgación
bla de San Miguel (Valencia) es una de las que tienen
mayor diversidad genética y, al mismo tiempo, puede
verse amenazada por la configuración del bosque,
que la sitúa en una posición de aislamiento, y por ser Históricas
una zona de alto riesgo de incendios forestales. Estos Al margen de los numerosos escritos y trabajos de
enclaves poseen un gran potencial educativo, descu- investigación básica que esta preciosa mariposa ha
briendo a todo tipo de visitantes espontáneos una ri- suscitado desde su descubrimiento (ya señalados en
queza natural que a menudo les es desconocida. anteriores capítulos de esta monografía), queremos
centrarnos en proyectos que destacaron por su carác-
ter más conservacionista y de transmisión de su im-
Reintroducción portancia.
Chefaoui & Lobo (2007) proponen la reintroducción
en hábitats potenciales, dado el éxito obtenido en al- Han existido diversas iniciativas de reproducción en
gunas zonas de Francia a partir de 1922 y el carácter cautividad con fines tanto de investigación como de
sedentario de las hembras (Ylla i Ullastre, 1997), que conservación. En Orleans (Francia) se instaló un cria-
limita su capacidad expansiva. Existen amplias zonas dero por parte del Institut Na-
con hábitat óptimo donde no se ha encontrado tras tional de la Recherche Agrono-
reiteradas búsquedas y nunca se ha observado que mique (INRA) que desde 1990
suponga ninguna amenaza como defoliador impor- hasta 2011 ha permitido a los
tante de los pinos. No obstante, esto tan solo podría investigadores disponer de
hacerse tras un meditado estudio y con amplia plani- ejemplares para, entre otras
ficación. Preferiblemente en zonas colindantes con su cosas, haber logrado sintetizar
área de distribución o en zonas donde tuvo presencia la feromona de la hembra y
histórica y actualmente no se encuentra. Y respetando producirla de manera sintética
siempre las características genéticas de las poblacio- (Millar et al., 2010). Esto ha su-
nes autóctonas más próximas. puesto una valiosa herramien-
ta para conocer mucho mejor
su distribución y genética en
Plan de gestión España, Francia y Suiza.
A pesar de que las competencias en la gestión del
medio recaen en las comunidades autónomas, una Figura 35. Placa Escudo heráldico del municipio de Peguerinos (Ávila), hacien-
do honor al hecho de que la “isabelina” fuera hallada en su término municipal.
Conservación y divulgación 49
A.G.Carrillo
morativo que existe en el valle de Pinares
Llanos, en la frontera entre Ávila y Ma-
drid, junto a la localidad de Peguerinos
y a la que puede accederse desde esta
localidad, o desde los puertos del León
y de Malagón, motivando la ya conocida
como “ruta de la graellsia” o “ruta de la
mariposa”, que cuenta con el aliciente de
alcanzar este lugar. Se trata de una gran
placa de bronce de aproximadamente
2x1 m inaugurada en 1973, aunque su
estado de conservación lleve a pensar
que se trata de algo mucho más moder-
no. No cuenta con ninguna inscripción y Figura 37. Placa conmemorativa del descubrimiento de Actias isabelae en
plasma la imagen de un macho de “isabelina” volando Peguerinos (Ávila).
sobre los pinares de la zona. Es un merecido home-
naje a esta mariposa que recuerda tanto a sus habi-
tantes como a los visitantes el gran valor natural que También cabe mencionar dos homenajes a la maripo-
habita en esta sierra (Figura 37). sa y a su descriptor. El primero de ellos se llevó a cabo
en San Lorenzo del Escorial (Madrid), en el lugar don-
J.C. Vicente
Y. Monasterio
En el plano audiovisual, la Televisió de Catalunya
(TV3), en su programa “Bèsties”, dedicó un capítulo a
las mariposas, muy centrado en A. isabelae, recogien-
do valiosas imágenes de su ciclo biológico. También
en Telemadrid el programa “Guadarrama, biografía de
un paisaje” emitió en mayo de 2015 un capítulo titula-
do “Leyenda de la Graellsia isabelae”, de casi una hora
de duración. En Francia se filmó asimismo un largo-
metraje dedicado a la “isabela”, titulada “Le Papillon”
y dirigida por Philippe Muyl en 2002.
Discusión
La divulgación y la conservación siempre se necesitan
mutuamente. Es imprescindible divulgar el valor de los
recursos naturales si se pretende su protección. Más Figura 40 Cartel elaborado en el marco del proyecto “Mariposa del año”
aún si se trata de un valor natural, difícil de cuantificar
económicamente, como un insecto. Es importante ex- tivar proyectos locales y regionales de estudio, conser-
plicar por qué se protege tanto legislativamente como vación y disfrute respetuoso de ella y de su entorno.
físicamente un espacio natural o una especie. Esto per-
mite no solo que se entienda, sino que nos hagamos Es una reflexión muy habitual el pensar qué trata-
partícipes, interioricemos este valor y nos impliquemos miento tendría una especie de estas características si
en el proceso a diferentes escalas (individual, munici- se encontrara en países como el Reino Unido, Estados
pal, etc.). Unidos, Canadá u Holanda. Seguramente sería un icono
nacional. Este es el objetivo que debemos lograr, po-
La gran belleza y tamaño de esta especie, apreciada por niendo también en España en valor aquellas especies
cualquier persona interesada en la naturaleza, la con- (también invertebrados) que tenemos el privilegio de
vierte en una valiosa herramienta para invitar a la gente atesorar. Como emblema, la “graellsia” es, dentro del
a participar en su conservación. Su protección no debe mundo de los insectos, el equivalente al urogallo o al
consistir únicamente en la aplicación de sanciones ante lince ibérico. Una especie capaz de alegrar el día (la no-
eventos, por ejemplo, de capturas, sino que de manera che, en este caso) a cualquier amante de la naturaleza y
principal debe entenderse como la necesidad de incen- con la que se pueden conseguir grandes logros.
Figura 41. A lo largo de 2016 se realizaron multitud de actividades por toda España para dar a conocer al gran público la importancia de la “graellsia”.
En las imágenes, actividades en el Valle de Aranguren (Navarra) y en Peguerinos (Ávila).
Asociación ZERYNTHIA
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Agradecimientos
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