Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Aldana Torres-Falso Prometido

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 161

ALDANA TORRES

Primera edición 2022


©Todos los derechos reservados
Cualquier tipo de reproducción, distribución,
comunicación pública o trasformación de esta obra
sólo puede ser efectuada con la autorización escrita de
la autora. La infracción de dichos derechos conlleva
sanciones legales.
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Epílogo
Sinopsis
La venganza es un platillo que se sirve fríamente calculado.
Fiona Russell tiene el corazón herido, es como si le hubieran
clavado un cuchillo en su espalda al tiempo que le derraman alcohol sobre la
misma. Después de descubrir que su prometido le era infiel con su mejor
amiga, ya no puede tener una relación porque en seguida piensa que van a
traicionarla, pero el destino le da la oportunidad de devolver el golpe, aunque
no esperaba colaborar con un magnate algo inmaduro, playboy, y tan ardiente
como el sol, caray, espero que eso no sea un problema para ella.
Seth Benoist es como una miel exquisita que atrae a todas las
mujeres con las que se cruza, eso es delicioso para su persona, pero no para
sus padres que ha sido testigos de las frustraciones amorosas de su hijo
mayor, el cual se niega a enamorar de verdad, se niega a dejar entrar a
alguien en su corazón, pero solo porque no le da la gana. Es por eso que le
ponen un ultimátum, o se compromete rápidamente y se casa en seis meses, o
se le arrebatara el poder que tiene dentro de la firma de arquitecto de la
familia. Él no encuentra una mejor elección que Fiona, pues además quiere
vengarse de su hermanito menor, que fue un despiadado al acostarse con su
novia, y casarse con ella por ende.
Una propuesta interesante.
Y un amor algo tan pasional como algo vengativo y dulce.
Capítulo 1

He estado en Internet desde hace aproximadamente siete horas


seguidas, tanto así que no me he dado cuenta en que momento ha amanecido,
de todas maneras no tengo intenciones de cerrar mis ojos hasta que encuentre
la manera perfecta de arruinar aquel futuro matrimonio, que va a llevarse a
cabo a las tres de la tarde en una de las iglesias más grande de esta estúpida
ciudad de Nueva York.
—Por favor, hermanita, dime que no estas convirtiéndote en este
tipo, Joe, por lo que más quieras —Charlie, mi hermana menor salta a la
cama conmigo, tiene una taza de café caliente entre las manos, cuyo café casi
cae sobre mi computadora, por la que la fulmino con la mirada, y con los
ojos verdes, como los míos, se disculpa.
—¿Quién es Joe? —frunzo el entrecejo, ignorándola para centrarme
en la pantalla de catorce pulgadas que me iluminaba más que el escaso sol,
que se filtra por mi ventana del apartamento del noveno piso—. ¿Acaso algún
ex novio tuyo del que no me he enterado?
—No, no, ¿en qué mundo vives? —Me da un suave codazo en la
costilla—. Joe, es un personaje de una serie de género thriller psicológico, es
obsesivo con sus víctimas, de las cuales dice estar enamorado.
—Sí, bueno pero yo no estoy obsesionada con nadie.
—¿Y qué me dices al respecto de estar averiguando mil maneras de
impedir la boda de Demian y Katherine?
—No voy a impedir esa boda —afirmo—. Quiero que se casen y
coman perdices, pero primero quiero que lleguen al altar con mi mirada
puesta en ellos, y luego cuando le digan que si al cura, les voy a lanzar
excremento de perro que he recolectado de los parques, ese sera mi obsequio,
¿no es fantástico?
—Ay, papá tenía razón, debíamos llevarte con un psicólogo en
cuanto fuiste consiente del engaño en donde vivías.
—No digas tonterías —pongo los ojos en blanco, y trato de
organizar cada paso de mi plan en mi mente, aunque eso me convierte en una
vengativa rencorosa y sin escrúpulos.
Hace apenas tres meses yo iba a vestirme con un hermosísimo
vestido color marfil, de seda y con unas pedrerías de otro mundo, y todo para
llegar al altar con el infiel de mi ex novio.
Pero todo eso se fue a por un tubo cuando lo descubrí enrollándose
con la que decía ser mi mejor amiga, Katherine Falls, fue una gran
conmoción para mí, tanto que me costó muchísimo asimilarlo.
Las dos personas a las que he depositado absolutamente toda mi
confianza, acabaron por destruirme al mismo tiempo. Llore un océano
completo por semanas, por poco y me quedaba sin una sola gota de lágrimas,
quedaría en la pura sequía.
Un mes más tarde, leí el periódico como todas las mañanas, y fue
ahí cuando la tristeza se convirtió en un odio profundo y creciente.
Pues resultaba que el ex infiel de mi novio, y mi ex mejor amiga, la
traidora, estaban comprometidos, y eso desde hace unos cuantos meses atrás,
según el artículo que he leído, eso significaba que me venían viendo la cara
de estúpida por meses y yo ni enterada estaba, ni cuanta me daba, ni
sospechaba de tal descares, ¿Cómo iba a poder? Se supone que yo confiaba
en esos dos seres sin alma.
—Solamente vas a ir a hacer el ridículo, Fiona. Deja que el karma
se encargue de ellos, tú no tienes que hace nada.
—Yo quiero ser el karma de los dos —vocifero—. Y aparte, parece
que el karma muchas veces viene gateando, porque jamás llega a quienes en
verdad se los merece, y no es justo, y yo no pienso esperar, no tengo
paciencia, lo sabes.
—Fiona, por todo los santos —Charlie deja la taza sobre mi mesita
de noche, y me coge de los hombros—. Eres una mujer fuerte, independiente,
una excelente maestra de primaria, y además muy hermosa hasta los huesos,
¿Por qué gastas tus energías en personas miserables?
—Porque no me puedo quedar con los brazos cruzados. No voy a
permitir que ellos se salgan de rositas, se rieron en mi cara y a mis espaldas,
entonces yo quiero pagarles con la misma moneda, pero dos veces peor. Haré
que sean el hazme reír de todos los invitados en su boda, y entonces yo voy a
poder respirar tranquila.
—Damian Benoist viene de una familia adinerada, acabara contigo
con solo chasquear los dedos si provocas que haga el ridículo con tu estúpido
e insignificante plancito.
—Sus padres son personas amorosas, jamás me harían algo así.
—Bueno, la familia de Katherine si podre aplastarte como
cucaracha entonces.
—¿De qué partes estás tú?
—Del tuyo, tonta —rueda los ojos—. No quiero que mi hermanita
se destruya al querer destruir un día muy especial para su ex cobarde novio.
—Que irónico, ¿verdad? —sonrío—. Soy dos años mayor que tú y,
sin embargo, parece que tú eres el mayor de los dos. Das muy buenos
consejos, muy convincentes y con argumentos válidos.
—¿Eso significa que desistirás de esa locura de querer cobrar
venganza? —inquiere esperanzada.
—No, eso quiere decir que serias una estupenda psicóloga —cierro
mi computadora, y voy hasta mi armario.
—Típico del signo de cáncer, ¿sabes? —Charlie se cubre con mis
mantas, aprovechando a colocarse de mi lado de la cama, donde he dejado un
hueco calentito y satisfactorio, ante el algo helado día de otoño en la ciudad
—. Según Google, usted son los más vengativos.
—Una psicóloga no diría eso, ni lo relacionaría con los signos
zodiacales —saco de mi placar un vaquero azul con algunas roturas, y una
camiseta de mangas largas de tono mostaza, que combinaba muy bien con
mis zapatos cerrados marrones de cuero, los doblo para llevarlo al baño—.
Tengo que ir a trabajar, pero no me esperes para comer, Charlie.
—¿Qué clase de ejemplo le das a tus pequeños alumnos al
vengarte?
—Ningún ejemplo, porque ellos no lo saben, y nada tienen que ver
en esto, así que deja de intenta manipularme con eso.
—Tan pronto como le diga a papá lo que va a ser su niña angelical,
te agarrará del pelo y te llevará a Connecticut con él, y te dará unos cuantos
golpes en la cabeza.
—Primero que nada, no seas chismosa —agarro mis cosas del aseo
—. Y segundo, tengo veinticinco años, edad suficiente para actuar y tomar las
decisiones que se me apetezcan.
—Loca —refunfuña, saliendo de mi cama.
—Tu abuela.
—Tenemos la misma abuela —me saca la lengua, saliendo de mi
habitación, pegándole un fuerte portazo a la puerta, y maldiciéndome a
medida que camina por el pasillo que lleva a la sala principal—. Y apúrate en
bañarte, que el desayuno va a enfriarse, Fiona. A menos que te alimentes del
aire de la venganza absurda y sin sentido.
No le doy importancia, me dirijo al baño y me dejo que el agua de
la ducha me cubra por completo, bajando mis niveles de enfado por lo que
iba a suceder hoy. No podía ir a impartir clases con una cara de pocos amigos
y el cuerpo tenso y rencoroso.
Simplemente necesitaba sacarme la furia que me carcomía, y la
única manera que le encuentro, es darle su merecido a esos dos pares de
judas.
Al salir de la ducha, me visto rápidamente, pues ya se me estaba
haciendo tardísimo. Voy hasta la cocina, y de todo lo que ha cocinado
Charlie, que es un experta en el arte culinario cuando quiere, me llevo unas
panqueques rellenos con Nutella, más una manzana por si me quedo con un
hambre voraz, soy de buen comer, por lo que me gusta mantener mi
estómago lleno y satisfecho.
Una vez dentro del salón de clases, saludo a todos mis alumnos, y
uno en particular se aproxima a mí con una nota más un dibujo agregado. Él
es Samuel Benoist, si, el hermano pequeño de los Benoist, mi ex cuñadito.
—Siempre serás mi persona favorita, Fiona. No importa que mi
hermano se case con la bruja.
Sonrío genuinamente, cogiendo la hoja.
—Y tú siempre serás mi cuñadito preferido —le beso la frente, y le
agradezco el detalle para animarme el día—. Ahora regresa a tu lugar que
vamos a comenzar la clase, ¿de acuerdo?
—Muy bien —contento por robarme una sonrisa, sale corriendo
hasta su sitio.
—Perfecto, mis angelitos, ¿Quién ha hecho la tarea que les he
enviado ayer?
Todos levantan las manos, y seguidamente juntos nos ponemos a
revisarlas. Luego jugamos un rato para que el aprendizaje sea divertido,
entretenido y que no les resulte fastidioso, después de todo apenas están en
tercer grado.
A las dos y cuarenta y cinco de la tarde, me despido de cada uno de
ellos, y tras resolver todos los pendientes que tenía dentro de la escuela, cojo
un taxi que me lleva hasta la iglesia, donde ya hay varios reporteros e
invitados, saludándose y platicando de lo que supongo es el tema principal, la
boda.
En mi bolso ya tengo bien resguardadito dos latas con mi obsequio,
pero de repente me siento algo insegura de lo que voy a hacer, si bien voy a
ser su peor karma, puede que en el futuro me arrepienta, y temo eso
precisamente.
Me cuelo entre los invitados, a medida que van adentrándose al
interior de la iglesia, tuve que esquivar perfectamente a la organizadora de
bodas que me ha echado un ojo dubitativa, me hice la tonta y me escondí en
un rincón. Decidiendo en ese instante que era mucho mejor que manchara sus
respectivas imágenes una vez que salieran al exterior, por lo que me mantuve
estática en un rinconcito, mientras la ceremonia comenzaba.
Mi corazón se volvía a romper.
Mientras que veo a las dos personas que amaba sonriéndose
mutuamente, como si no me hubieran clavado diez mil cuchillos en cada
parte de mi cuerpo.
Respiro profundamente para no echarme a llorar, y cuando el cura
les dio el permiso de besarse, yo ya estaba lista para dirigirme afuera, y darles
la sorpresa de su vida, sin embargo, antes de mover un solo pie como los
demás invitados, alguien me coge de los brazos y me tapa la boca con la
palma de su mano áspera.
El aroma a hojas de violeta, pimienta y cuero que conquistan al
olfato, me pone en alerta, pues ya se quien está atrapándome como si yo fuera
un loca delincuente, dado que yo conocía a la persona que le encantaba
utilizar fragancias costosas.
Y al levantar mi cabeza, unos ojos penetrantemente cafés oscuro me
observan, acompañado de una torcida sonrisa, mas unos hoyuelos en cada
una de sus mejillas.
Seth Benoist.
Mi ex cuñado, con el cual pocas veces he tenido el infortunio de
interactuar.
No es mi persona favorita.
¿Y ahora qué es lo que quiere de mí?
Capítulo 2

—¿Qué piensas que estás haciendo, pastelito?


¡Dios mío!
Ese es el sobrenombre que me ha colocado Seth desde el primer día
en el que su hermano me ha presentado a la familia, y todo porque he llegado
a su casa con una caja de tortitas dulces con glaseado de cerezas. Lo sé, es
estúpido, pero tampoco voy a ponerme a discutir con él por algo tan absurdo
como eso, es innecesario y una completa pérdida de tiempo.
—Suéltame, esto no te incumbe —intento zafarme de su agarre,
pero obviamente es muchísimo más fuerte que yo—. Así no se trata a una
dama, ¿eso no te lo han inculcado tus padres, idiota?
—¿Una dama? —Arquea una ceja, con una coqueta sonrisa, aquella
que utilizaba comúnmente para poder derretir bragas ajenas, pero conmigo no
es posible, y lo sabe muy bien—. Una dama como dices, no estaría en la boda
de su ex, apunto de cometer una locura con lo que sea que lleves dentro de
ese bolso, que parece tener un aroma repugnante, y la verdad ya puedo intuir
lo que es. Discúlpame, pastelito, eso es algo muy bajo viniendo de ti, ¿no te
respetas un poco al menos?
—¿Y a ti que más te da lo que voy a hacer? —Digo entre dientes—.
Apuesto a todo lo que tengo, que serias el hombre más feliz de la tierra,
después de todo Demian se ha casado con la mujer que amabas.
—No la amaba como tal, es una palabra muy fuerte. Aparte de eso,
yo ya lo he superado, aunque no puedo decir lo mismo de ti.
—Claro, y yo me chupo el dedo.
—Hmm… muéstrame —me dice, con su aliento entremezclándose
con el mío, por lo que solo le sostuve la mirada para enseñarle que en nada
me afecta su rostro a centímetros de mí—. Eres bella, ¿lo sabias? Mi
hermanito es un verdadero capullo, mira que dejarte ir, esa fue la decisión
más estúpida que ha cometido en su vida.
—Ay, Seth —me frustro—. Pareces un perro alzado.
—Auch —se le elimina momentáneamente la sonrisa—. Me dueles,
pastelito. Hieres mi corazón como ninguna otra, ¿No te pesa eso en la
conciencia?
—¡Válgame Dios! —Pongo los ojos en blanco—. Ahora resulta que
tienes corazón, ¿no? Por favor, eres la persona más inhumana del mundo
entero.
—Que tú no haya conocido esa partecita buena de mí, no significa
que no la tenga. Es más, está bien guardadita para aquella personita que me
haga ver los colores del arcoíris en un día nublado.
—Oh, ¿así que ahora eres un poeta? Hazme el favor, y pública un
libro con todos tus hermosísimos pensamientos, será un bestseller, estoy cien
por ciento segura. Hasta yo misma voy a comprarlo y a elogiarte por ello, ¿te
gusta la idea?
—¿Por qué eres tan sarcástica conmigo? ¿Qué mal te he hecho yo?
—su expresión me indica que se mofa de mí, y eso me provoca ganas de
darle una patada en su entrepierna.
—¡Siempre te has comportado groseramente conmigo! —exclamé
—. Aparte te crees la novena maravilla del mundo, solamente por tener
dinero y fama. ¿Pues qué crees? Solo eres un engreído al que muy pronto el
karma va a tocarle la puerta también.
De pronto dejamos de oír sonidos, entonces nos percatamos que ya
no hay nadie dentro de la iglesia, y todos estaban festejando en el exterior, en
donde se suponía que yo debía de presentar mi venganza mortal. Pero no,
estoy atrapada entre los brazos de esta bestia que no tiene ninguna intención
de dejarme ir tan sencillamente.
—Has arruinado mi plan, Seth —me quejo, fulminándole con la
mirada—. ¿Por qué no te metes en tus propios asuntos, y me dejas en paz de
una buena vez?
—Escúchame una cosita, señorita cruel y vengativa —Seth
chasquea la lengua, antes de volver a sonreírme seductoramente, no sé si ya
es algo natural en él y lo hace sin darse cuenta, o lo hace solo para
fastidiarme más todavía—. No voy a consentir que arruines la boda de mi
hermanito, y no porque no me haya divertido en lo que ibas a hacer, sino
porque tengo algo mejor que ofrecerte, en vez que hagas el ridículo frente a
todos los invitados y frente a la prensa, donde te tacharan de rencorosa que no
puede dejar ir a su ex, porque aún sigue locamente enamorada…
—No me digas loca, loco.
—Eso pareces —rueda los ojos—. En fin, esta noche te invito a
cenar. Ponte algo bonito, ¿quieres?
—Contigo no voy ni a la esquina, ¿me oyes?
—Bueno, bueno, bueno. ¿Qué pasarías si te dijera que si aceptas mi
invitación, podemos darle a Seth y a la persona que decía y juraba ser tu
mejor amigo una muestra de su propia medicina?
—¿A qué te refieres exactamente?
—Eso es algo que yo sé —me guiña un ojo, junto a sus abundantes
pestañas negras—. Y te lo comunicaré a ti si no rechazas mi convite.
—¿Y cómo sé que no me voy a arrepentir de salir contigo?
—Por favor, pastelito —ríe como si lo que yo hubiera dicho, ha sido
la peor broma del mundo—. Ninguna mujer en esta tierra se ha arrepentido.
Tan solo tienes que mirarme para saber el motivo de aquello, soy todo lo que
todas anhelan en un enigmático hombre como yo.
—Ya me estoy arrepintiendo y ni siquiera he aceptado todavía. Eres
tan insoportable cuando te pones en modo irresistible, Seth.
—¿Estoy mintiendo acaso?
—Creo que tienes el ego hasta la luna.
—Ay, muchísimas gracias, no podría ser menos —responde con
naturalidad—. Entonces, ¿Qué me dices?
—No lo sé, confiar en ti es como querer confiar en el diablo, y él no
tiene una muy buena reputación, ya lo sabes.
—Anda, pastelito, no voy a estar rogándote todo el día. Tengo un
banquete al que asistir, y tengo que salir afuera a felicitar a los recientes
casados. Van a extrañarse de no verme allí, por lo que vendrán a buscarme y
se darán cuenta que la ex del novio ha asistido a su boda sin autorización.
—Bien, pero me regresas temprano a casa, porque mañana trabajo.
—Igual que yo.
Con un movimiento intento soltarme nuevamente de él, pero este se
niega aún.
—¿No piensas librarme?
—No te ofendas, pero todavía dudo que no quieras ir a estropear el
día de mi hermano y su ahora esposa.
—Ya me has convencido, no voy a hacer absolutamente nada,
puedes estar tranquilito, ¿de acuerdo?
—¿Lo dices en serio? —inquiere, dubitativo—. Una mujer
despechada es muy peligroso, liberarte antes de que los novios cojan el coche
y se vayan, no creo que sea una buena elección de mi parte.
—No haré nada —marco cada palabra con los dientes apretados—.
Pero si no me sueltas, voy a gritar hasta que el siguiente estado me oigan,
¿entiendes?
—Vaya carácter demente que tienes, y eso que Samuel me cuenta
constantemente lo dulce y compasiva que eres. Veo que eres doble cara, ¿no
es así?
—Soy una persona autentica para que lo sepas, pero como todo ser
humano, tengo mis arrebatos de ira.
—Bien, quiero que me prometas de que si te suelto, no iras detrás
de tus objetivos y me darás la oportunidad de ofrecerte una mejor alternativa
para que sacies tu sed de venganza.
—Prometido.
—Promételo por tu hermana.
—Lo hago, ¿ya? —Resoplo—. Iré a casa, tomaré una ducha
tibiecita, me voy a relajar y corregiré las actividades de mis alumnos del día
de hoy.
—Perfecto, pasare a recogerte a las seis y media —entonces acerca
sus labios a mi oreja—. Lo digo, se una diosa esta noche, conocerás la razón
y saltaras de alegría. Por cierto, ¿has ido a pasear por toda la ciudad con el
único objetivo de juntar defecación?
—Una buen venganza requiere de sacrificios —me encojo de
hombros—. Eso me recuerda que tengo que ir a tirarlo a la basura, no puedo
montarme a un taxi o metro con esto en el bolso, seré repelente de personas si
lo sigo llevando conmigo.
—Ni que lo digas. Mi olfato lo está sufriendo.
Me suelta, y me alejo sacándole el dedo corazón.
Capítulo 3

Salgo de la ducha, y me dirijo a la habitación de mi hermana,


chequeo que todavía se encuentre charlando por teléfono con una de sus
amigas, y abro su armario con mucha cautela. Yo no tenía vestidos de noche,
no me gustaba usarlos, soy más de pantalones acetato, cachemir, lana, lana
virgen, de lino o polietileno, y vaqueros, por supuesto.
Mientras me cepillo los dientes con mi cepillo eléctrico, mis
hombros decaen, no sé lo que estoy haciendo realmente. Debería cerrar ese
capítulo con Demian para siempre y dejarme de boberías que ahora van a
involucrar a su hermano mayor, pero recuerdo su traición al tiempo que yo le
entregaba mi amor incondicionalmente, entonces vuelve mi perseverancia de
hacerle pagar.
—Sabía que mi olfato no me engañaba —me sobresalto cuando mi
hermana, me sorprende—. Ese aroma a jabón líquido de vainilla solo le
puede pertenecer a la única persona de esta casa, y eres tú, Fiona.
—Pues claro. Solamente nosotras dos vivimos aquí, ¿Qué
esperabas? ¿Qué fuera del alma en pena que vive con nosotros, pero que solo
que aún no se ha manifestado?
—La única alma en pena que se ha manifestado eres tú —camina
hacia a mí—. ¿Se puede saber qué es lo que busca entre mi valiosa y delicada
ropa?
—Un magnifico vestido de seda que pueda hacer resaltar mi piel —
digo con desgana—. Y antes de que me interrogues, Seth Benoist me ha
invitado a salir, vendrá a por mí en una hora aproximadamente.
—¿Y qué es lo que el papacito de tu ex cuñado pretende de ti? ¿Qué
quiere contigo?
—Bueno, todavía no tengo todos los detalles. Pero voy a
averiguarlo en una hora —me encojo de hombros—. Y por lo que más
quieras, no me sermonees, ¿sí? No estoy de ánimos para hablar ahora.
—Oh, pero yo no voy a decirte nada —y dicho eso más
acompañada de una sonrisa, me tiende el teléfono que ocultaba detrás de su
espalda—. Alguien quiere hablar contigo, hermanita mayor.
Frunzo el entrecejo, y al coger el teléfono, llevarme la bocina hasta
el oído, y escuchar de fondo una canción de pura inspiración, me percato
rápidamente con quien es qué voy a hablar. Charlie me hace a un lado de su
armario, y comienza en su búsqueda de un buen vestido para mí, por lo que
con sus labios me indica que no me preocupe, y que me dedique a hablar con
nuestro padre.
—¡Hola, papá! —respondo, tirándome en la casa de Charlie,
todavía cepillándome los dientes.
—Tu madre y yo no te hemos criado y educado para que te
humilles, hija —lo dice enojado, pero manteniendo un tono de voz neutra—.
Si hubiéramos sabido que Nueva York era una mala influencia para ti, jamás
te hubiéramos permitido abandona Connecticut.
—Oh, te has enterado de mi fracaso amoroso por lo que veo, ¿no?
—Tu hermana me ha estado manteniendo al tanto de todo.
—Charlie es una chismosa —le digo alto y claro para que llegue a
los oídos de mi querida hermanita, que hace caso omiso—. Mira, no he hecho
nada, ¿de acuerdo? Voy a superar al infiel, aquel que me ha puesto los
cuernos.
<<Después de tomar mi venganza>> pienso para mí misma.
—Te conozco como a la palma de mi mano, sé que algo te traes
entre manos, hija. Lo que seas que pienses hacer, como tomar represarías en
contra de ese sujeto, desiste ahora mismo, es una orden.
—Papá, tengo que soportar los regaños de mi hermana menor como
si fuera mamá, ¿y ahora los tuyos? Creo que soy lo suficientemente
mayorcita como para tomar mis propias decisiones, y aprender de mis
errores, por favor,
—No me obligues a ir hasta Nueva York y ponerte un alto, Fiona
Russell.
—Bueno, ya no quiero hablar del tema. Mejor cuéntame, ¿Cómo
está mamá?
—Tocándome los cojones como siempre, hija mía —resopla
fuertemente—. Quiere cambiar el tapizado de la cocina todas las semanas, no
sé qué le ha pintado a esa mujer sinceramente.
—Papá, no hables de esa forma de ella, madre mía.
—Calma, Fiona —ríe suavemente—. No está a mi lado, se ha ido a
comprar unas cositas para remodelar las cortinas de toda la sala.
—Ah, pues ni te cuento de tu hija Charlie entonces —sonrío—.
Esta igual que tu esposa, ha comprado alfombras de terciopelo largo para
adornar cada habitación de nuestra casa aquí, y no es un problema, pero luego
usa un taladro para hacer avugueros de la nada, y molesta hasta a los vecinos.
Además me quita casi la mitad de mi sueldo para entretenerse y decorar lo
que se le viene a la mente. Si no fuera porque nos ayudas económicamente,
estaríamos en la ruina.
—Ya te digo yo, que tu hermana ha salido a la viva imagen de tu
madre.
—Y yo a la tuya.
—Sí, se dice que las primogénitas suelen parecerse uno noventa por
ciento a sus progenitores.
—¡Que maldición!
—¿Cómo que maldición, hija del rigor? —exclama mi padre,
fingido estar ofendido. Mientras más lo escucho, más lo extraño.
Yo me he mudado del estado de Connecticut cuando cumplí la
mayoría de edad, eso luego de ser aceptada en la universidad de Nueva York
al graduarme de la preparatoria. Siempre ha sido mi sueño cambiar de aires, y
aunque al principio fue difícil para mí estar lejos de mi familia, ya que somos
demasiados unidos, me pude adaptar a la vida apresurada de esta ciudad, y en
menos de cinco meses ya me comportaba como toda una neoyorkina.
Dos años más tarde, mi hermana se me unió en esta aventura. Y
mis padres nos ayudaron financieramente para que pudiéremos alquilar un
apartamento completo juntas, por lo que nos quitamos el peso de estar
instalada en un solo sitio hasta que lo decidiéramos. No me quejo de la vida
que llevo, y todo es gracias a las dos personas que más amábamos y que
estaban en Connecticut.
—Bueno, lo que sucede, papá, es que he heredado tu cabello rizado
pero con muchísimo friz, y la caída del cabello a temprana edad —contesto
—. Y te culpo a ti porque no es nada hormonal, los doctores ya me lo han
aclarado una y mil veces.
—Bueno, ¿yo que culpa tengo en realidad? —se ríe—. Entonces yo
debería de culpar a tus abuelos paternos, ¿no crees?
—Exactamente —respondo, levantándome de la cama en cuando
Charlie me enseña un vestido de seda rojo, con una rotura en el lado del
muslo izquierdo—. Luego podremos reprocharles, ¿Sí? Ahora me voy, papá,
te llamo otro día. Te amo, dile a mamá que la amo también.
Cuelgo antes de que mi padre pueda replicar, y me aproximo a mi
hermana, y cojo el vestido.
—Oye, esto es una maravilla, nunca te lo he visto puesto, Charlie.
—Me lo he comprado en Zara, pero nunca tuve la chance de
ponérmelo. No hubo ningún evento especial para llevarlo, lo cual significa un
desperdicio total. Así que como vas a cenar con el protagonista de mis
fantasías sexuales, el señor cautivante, Seth Benoist, pues te lo presto para
que lo luzcas y saques a relucir todas esas curvas que Diosito te ha regalado.
Pongo los ojos en blanco.
—La verdad no entiendo la razón para la que vestirme
elegantemente —digo—. Pero definitivamente este vestido se ha robado mi
corazón. Iré a lavarme la boca y a vestirme.
—Solamente no me lo estropees, porque tú y yo tendremos serios
problemas, hermanita.
—Advertencia captada.
—Me voy a quedar despierta hasta que regreses para que me
cuentes todo el chismecito, ¿de acuerdo?
—Chismosa.
—Y con orgullo —me guiña un ojo, justo cuando salgo de su
habitación para regresar a la mía.
Luego de enjuagar mi boca, cojo el secador de pelo y comienzo a
secármelo. Mientras me paso bálsamo labial, y una sombra salmón en los
parpados, más una máscara de pestañas, digamos que no he nacido con las
pestañas largas y negras que tanto me gustaría, así que tengo que recurrir a mi
buen amigo, la máscara.
Tras vestirme, y visualízame en el espejo, pienso claramente en que
el vestido me iba un poco ajustadito y temo cometer un solo movimiento
brusco y romperlo, eso enfurecería a Charlie, ya me la puedo imaginar
gritándome.
El vestido me queda unos centímetros por encima de la rodilla, y
estaba completamente ceñido a mi cuerpo, no lo odiaba con exactitud porque
me encantaba como me lucia, sin embargo, sigo con el miedo de dañarlo.
A las seis y media en punto, salgo al exterior del edificio ya que
recibí un mensaje de texto de Seth, diciéndome que ya me estaba esperando.
Seth Benoist lucia totalmente elegante y con un buen porte, desde
su traje negro de tres piezas de Calvin Klein hasta sus zapatos negros
reluciente de Corthay.
No puedo negar que él es dueño de una su figura escultural que
resaltaba a plena vista, y más que nada poseía unas fenomenales facciones
envidiables, que causaban celos en la mayoría de los hombre, y en las
mujeres igual.
Es alguien atractivo y lo sabe perfectamente, y es por ello que
muchas veces se le infla el ego, esa es por la misma razón que solo tiene
aventurillas de una sola noche, nadie puede soportarlo más de una, y yo
pertenezco a ese club.
Así que esperaba que de esta cena sacara algo positivo, y que lo que
Seth tenga que ofrecerme sea tentador e imposible de negarme. O me
arrepentiré toda la vida de haber aceptado su intención a cenar.
—¿Lista, pastelito?
—Siempre y cuando no sea una pérdida de tiempo el irme contigo.
—Prometo que no.
Me subo a su automóvil sopesando si es una buena idea el irme con
él o no, pero antes de tener más claridad sobre el asunto, ya me estaba
abrochando el cinturón de seguridad.
Capítulo 4

Al restaurante al que llegamos es uno bastante escondido en la


ciudad, pero muy luminosos y sofisticado, con tonos dorados y blancos. Nos
recibe un camarero con una enorme sonrisa, y nos guía hasta una de las pocas
mesas que tiene, cada una de ellas están alejadas, con el único propósito de
mantener la privacidad, y funcionaba a pesar de que solamente había tres
parejas aquí.
Nos traen un aperitivo de mariscos, acompañado de vino blanco,
cosa que me ha sorprendido demasiada elegancia, no es lo mío, pero por
disfrutarlo unas horas no se iba a acabar el mundo, ¿no?
—¿Y cuál es tu propuesta, Seth?
—¿Podemos primero cenar y después hablar de negocios? —
Inquiere elevando una ceja—. Tener el estómago satisfecho te ayudara a
digerir mucho mejor lo que tengo para ti, pastelito.
—¿Cómo que negocios? —suelto una carcajada confundida—. Me
estás hablando como si estuviéramos a punto de firmar un contrato super
exclusivo, y yo formara parte de la firma de tu familia, por el amor de Dios.
—Digamos que no le has errado del todo —bebe su copa de vino,
mirando a su alrededor, y posteriormente ensancha su derretidora experta
sonrisa que enseñaba todos su dientes blancos y bien alineados—. Lo único
que quiero es que aquello no sea un problema para ti, espero que no arruine
lo que tengo que proponerte.
—¿De qué me hablas? —frunzo el entrecejo, siguiendo la dirección
en la que los ojos de Seth apuntan, y casi pierdo el equilibrio de todo mi
cuerpo, y por poco acabo por dar un colosal show al casi caerme de la silla,
afortunadamente he reaccionado justo a tiempo.
Demian Benoist y su ahora esposa, Katherine Benoist se han
instalado a una dos mesas de nosotros, pero tal parece, no se han percatado de
nuestras presencias. Al verlos juntos, sonriendo como si el universo los
iluminara a cada segundo, y como si tuvieran todo a sus pies, hace que mi
estómago se retorcije tanto de desconsuelo y de furia a la misma vez.
Cuando ella toca su mano seductoramente, recuerdo con detalle los
momentos exactos en el que ambos coqueteaban delante de mis narices y yo
estaba tan ciega de amor por ese tipejo que ni siquiera quería darme cuenta
que me engañaban a mis espaldas, en la misma cama que muchas veces he
compartido con él.
Es tan doloroso y tan desagradable ver cómo le has entregado el
corazón y cuerpo a alguien para que luego te mate internamente al destrozar
la confianza que has depositado en esa persona. Me partieron en mil
fragmentos cuando los encontré follando como dos par de animales en celo, y
sin amortiguar los gemidos.
Yo visitaba la mansión de los Benoist a menudo, sencillamente para
ver a Demian, y en una de esas tantas visitas anticipadas, y a veces de
sorpresa, fue cuando los atrapé con la masa en sus cuerpos.
Trataron de darme explicaciones absurdas, pero se rindieron casi de
inmediato al ver que yo no me tragaba ninguna de ellas, entonces fue cuando
me confesaron que tenían una relación de contrabando, y que no querían
decirme por miedo a mi reacción, a lastimarme a profundidad, pero que lo
sentían muchísimo, y esperaba que yo los perdonara, pues tampoco han
cometido un delito de otro mundo. Esas fueron sus propias palabras,
demasiado imprudentes y estúpidas sinceramente.
—¿No tendrían que estar de luna de miel? —pregunté, casi
susurrando como si nos fueran a escuchar.
—Tenían un viaje reservado para el caribe, pero lo cancelaron a
último momento —me responde Seth, bajando su copa, y devorando su
platillo de mariscos—. Mi padre lo necesitaba para solucionar unos
problemitas de la firma, y en cuanto a Katherine, ya ansiaba ser la señora de
la mansión Benoist. Deberías verla comportarse como la dueña de todo el
sitio, lanzando órdenes de aquí para allá, y eso ha sido mucho antes de que se
dirigiera al altar.
—Tú sabias perfectamente que ellos vendrían hasta aquí, ¿verdad?
—lo acuso—. ¿Por eso has insistido en que viniera a cenar contigo a este
sitio?
—No voy a mentirte, evidentemente lo sabía muy bien.
—Oh, madre mía —hago un gesto con las manos como si quisiera
ahorcarlo, y él solo me dedica una sonrisa autentica—. ¿Cómo puedes ser tan
descarado y tan canalla, Seth?
—Lo cierto es que no tenía la certeza de si traerte aquí hubiera sido
una buena idea al principio, dado que ver a aquellos dos acaramelados podría
influir para mal en tu decisión, pero ahora que lo pienso más profundamente,
creo que eso te ayudara a dar un empujón positivo para lo que tengo para ti
hoy, pastelito.
—Necesito que me hables claro, Seth. Yo no soy una adivina por lo
que te podrías dar cuenta.
—De acuerdo, de acuerdo —se limpia la boca delicadamente con
una servilleta blanca, cruza sus dedos, y apoya los codos sobre la superficie
de la mesa circular—. Lo que voy a ofrecerte va a beneficiarnos a los dos, por
lo que si lo rechazas, tienes un serio problema mental.
—Habla de una vez que estoy perdiendo la paciencia, además estar
aquí ya no me hace sentir a gusto.
—Quiero que seas mi prometida a partir de este preciso instante —
lo suelta con total normalidad—. Para todo el mundo, tú y yo seremos la
pareja perfecta, esa que ve unicornios y arcoíris, y todas esas cursilerías
absurdas de niñitos.
—¿Juegas conmigo, Seth?
—Absolutamente no —se aclara la garganta—. Dime una cosa,
¿Cuál es la mejor venganza para aquellos dos que nos han visto la cara de
idiotas?
Me cruzo de brazos, apoyándome en el respaldo de la silla, y
perdiendo por completo el apetito que sentía.
—Ver como sus ex novios han seguido adelante como si nada —se
responde a sí mismo—. ¿No te gustaría verlos rabiar como en algún momento
nosotros lo hemos hecho? Bueno, ¿Qué mejor manera que vernos tomados de
la mano y sonriendo como bobos? Le causaremos tantos celos que se
arrepentirán de habernos humillado y abandonado como si fuéramos dos
bolsas de excremento.
—¿Desde cuándo tú dices “excremento”?
—Soy humano, ¿no se me tiene permitido expresarme de esa forma
también?
—No, tú sueles ser bastante modesto con tus palabras.
—En fin, ese no es el tema de nuestra conversación, pastelito.
¿Aceptas o no aceptas?
—Básicamente el único beneficio que sacaremos de esta falsa
relación es solo causarles unos celos mortales, ¿Quién me asegura a mí que
yo no seré la que los sienta?
—La venganza es dulce, solamente sentirás placer.
—Ahora lo único que siento es incomodidad de estar aquí contigo,
con ellos a unos metros, y con las luces tenues —digo, señalando las
lámparas de araña colgando de todo el techo del restaurante.
—No me des tantas vueltas como como una montaña rusa, pastelito.
La respuesta que tienes que darme es muy sencilla, negativa o positiva, nada
más.
—Discúlpame, Seth —me despego del respaldo, y aparto a un lado
mi propio platillo, sin siquiera haberlo tocado todavía—. Mi intención no es
ofenderte, pero yo no te soporto, eres demasiado insufrible. Pasar contigo
como tu prometida, significaría un enorme sacrificio de mi parte, y no sé si
causarle celos a Demian lo valga, ¿sabes?
—Por favor, pastelito —arruga su nariz—. No hubieras asistido a la
cena y vestida tan terriblemente ardiente y elegantemente como te lo he
dicho, si no quisieras vengarte de mi hermanito.
—Ahora que tocas ese punto, ¿me has dicho que venga así para que
no me echaran del restaurante solo por mis jeans baratos y mis blusas lisas?
—Oh, no, no —menea la cabeza rápidamente—. Es el primer paso
para que mi hermanito sepa lo que ha dejado ir, y como extra, para que salgas
como toda una diosa en las fotografías.
—¿Cuáles fotografías? —exclamo, completamente desorientada, y
con mi repentino grito, llamo la atención de las únicas dos personas a las
cuales quería evadir de cabo a rabo, pero eso ya no es posible.
Tanto Demian como Katherine se quedan anonadados al verme
junto a Seth compartiendo la misma mesa, por el rabillo del ojo, observo
como sus ojos no pueden abandonarnos.
—Esto ha sido un error, Seth —cojo mi bolso—. Yo me voy de aquí
ya mismo.
Seth se levanta de la mesa al mismo tiempo que yo, y antes de salir
del restaurante, una ola de reporteros nos asalta, con sus cámaras y miles de
preguntas que me desconciertan inmediatamente.
—Señor Benoist, ¿por fin le han robado el corazón? —Esa fue una
de las primeras preguntas—. ¿Esta hermosa señorita es la afortunada de casar
al hombre más codiciado del estado de Nueva York?
Antes de poder responder yo misma, Seth me coge desprevenida al
momento en que rodea con sus brazos mi cintura, y besa una de mis mejillas.
—Es mi prometida.
—¿Qué? —inquirimos todos.
Los reposteros comienzan a dejarme ciega con sus cintos de flashes,
tengo que aferrarme al saco negro de Seth para cubrirme el rostro.
—Bésame —me susurra.
—¡Qué asco! —exclamé—. Ni que estuviera al borde de la muerte
voy a poner mis labios sobre los tuyos.
—Si queremos que esta relación sea lo más real posible, necesito
que demuestres que me amas.
—Yo no quiero ninguna relación falsa contigo —murmuro entre
dientes, todo mientras oigo el clip de las cámaras y las miles de preguntas que
jamás se detienen.
Al despegarme de Seth, observo a lo lejos como a Demian casi se le
escapan los ojos de sus orbitas mientras trata de asimilar lo que supongo ha
escuchado, así me he sentido yo al verlo desnudo junto a la traidora a su lado.
Me doy la vuelta, y en un arrebato hablo frente a todos.
—Efectivamente, Seth Benoist y yo tenemos una relación.
Oh Dios.
¿Qué acabo de hacer?
Capítulo 5

—Voy a descuartizarte —mi hermano entra a la mansión como


alma que lleva el diablo, pero antes de que me conceda el primer puñetazo, lo
esquivo despacio y sin tantos preámbulos—. ¿Cómo has sido capaz de
meterte con mi ex novia delante de mí, maldito gilipollas desvergonzado?
Mis padres bajan las escaleras atentos al gran escándalo que se ha
formado en menos de cinco segundos, iba a ir hasta mi estudio a beber un
poco de bourbon, mi bebida preferida, y luego me iba a encargar de unos
asuntos pendientes, sin embargo, supongo que debía posponerlo por un rato
más por lo visto.
—Deberías calmar tus nervios, Demian —me encojo de hombros,
quitándome el saco—. No creo que a tu querida esposa le agrade el hecho de
que me reclames por tus ex, no debe ser justo para ella, ¿no?
—¡Aléjate de Fiona!
—¡Oblígame!
Demian quiere abalanzarse en contra de mí, pero mis amadísimos
padres intervienen en esta discusión, colocándose en medio de nosotros dos
como cuando éramos unos niños peleando por cualquier estupidez sin
sentido, viejos recuerdos que siempre me hacen sonreír de vez en cuando.
Aquella época es en donde ninguno de los dos teníamos en contra del otro
ninguna rivalidad, pero todo ha cambiado cuando crecimos, y comenzamos a
competir por absolutamente todo.
—¡Suficiente los dos! —Exclama mi padre—. ¿Se puede saber a
qué viene tanto tumulto? ¿Qué les sucede a los dos? Siempre discuten
últimamente, quiero saber el motivo esta vez.
—Este malnacido se ha involucrado con Fiona Russell —dice
inmediatamente Demian—. Y ahora mismo va a llamarla y a dejarla, porque
no quiero que la vuelva a ver nunca más.
—¿Te has metido con la ex de tu hermano, cariño? —mi madre
parece sorprendida pero no enfadada, y era algo normal en ella, se toma todo
con mucho relajo, todo siempre y cuando no sea algo grande que requiera de
una alteración emocional por su parte, algo que siempre me ha gustado de
ella y yo he heredado afortunadamente.
—Seth ha anunciado a medio mundo que va a casarse con ella —
vuelve a gritar mi hermanito, al borde de la locura.
Detrás de él aparece su esposa, la mujer que yo quería para mi vida,
y que a mí me ha gustado muchísimo desde el primer instante en que la vi, y
a pesar de haber tenido una relación fugaz, quedé perdido por ella, sin
embargo, ha escogido a mi hermano pese a saber que él ya estaba en pareja,
ambos comenzaron a verse a escondidas hasta que la bomba de su romance a
explotado gracias a Fiona.
Yo he estado desde entonces tan enfadado como ella, y esa fue una
de las razones por la que le he propuesto ser mi prometida.
—¡Por fin vas a casarte, cariño! —Mi madre me abraza,
envolviéndome con su perfume a coral—. Ya pensábamos con tu padre
organizarte una boda a ciegas, no podíamos verte con tus veintiocho años,
soltero y sin ganas de enamorarte. Queremos que el presidente de la firma sea
un hombre de familia, ya pensábamos dejar todo el cargo a uno de tus dos
hermanos, pero veo que ya has reaccionado.
Bien, esta es la razón principal por la que he acudido a Fiona para
ser mi prometida, para que mis padres dejaran de presionarme. En pocas
palabras ambos estaban chapados a la antigua, se han quedado en el siglo
pasado, por lo que me han amenazado con sacarme de la firma, y no me
parecía nada justo debido a que yo me he desvivido por ella, he cumplido
desde que tengo memoria con todas las ordenes de mi padre para formarme
como un verdadero arquitecto, con el propósito de formar y heredar la firma,
y no pensaba tirar todos mis años de estudios por nada.
No me ha quedado otra alternativa que conseguir a alguien que se
hiciera pasar por mi prometida sin que me chantajee más adelante. Pensaba
en ponerle un anillo a Katherine, sin embargo, ese plan se fue a por un tubo
en cuanto supe de lo que mi hermano y ella tenían. Así que he buscado otra
opción, y fue cuando Fiona apareció en la iglesia que me ha dado la idea,
después de todo, ambos salíamos ganando con esta pequeñita mentira blanca.
—Pero, Seth —mi padre habla pensativo—. ¿Esa muchacha no
estaba enamorada de tu hermano?
—Eso mismo creía ella —apunto—. Pero tu hijo la ha puesto el
cuerno, como ya lo sabes. El amor va y viene, papá.
—¿De verdad la amas hasta el punto de compartir toda tu vida a su
lado?
—Completamente —sonrío algo perverso, mirando a mi hermanito
que echa fuego por las fosas nasales—. Y quien se interponga en lo nuestro,
acabará mal, muy mal.
—Nadie lo hará —contesta mi padre—. Estamos muy felices de
tener a Fiona de regreso a esta familia, siempre ha sido muy linda y amable
con todos nosotros. Por lo tanto queremos que venga a vivir con nosotros,
pregúntale si le apetece, digo, después de todo va a casarse con mi hijo
mayor, vendrá aquí luego del matrimonio, o al menos que decidan mudarse.
Pero mientras tanto nos gustaría tenerla conviviendo en esta mansión para
conocerla un poquito más.
—Voy a preguntárselo, pero tampoco quiero asustarla, sería
demasiado pronto para ella.
—¡Aléjate de Fiona! —Demian aprieta los puños a sus costados.
—Ya lo has repetido —digo perezosamente—. Y no lo haré,
estamos enamorados de pie a cabeza, y no voy a permitir que tus celos
arruinen lo que tenemos.
—Demian no está celoso —dice algo insegura Katherine, con los
labios titiritando—. ¿Verdad, amor?
Él no responde inmediatamente, porque sabe perfectamente que lo
que le he dicho, ha sido la absoluta verdad. Mas no iba a admitirlo frente a la
mujer que a mí me interesaba y él lo sabía.
—Papá, no puedes consentir esa relación. Fiona fue mi novia, no
puede serlo ahora de este cretino, es ilógico.
—Tú te has involucrado con la mejor amiga de tu ex novia, no
tienes derecho a reclamar ni a exigir nada. Contrólate, no eres un niño,
Demian.
Sube las escaleras, y Katherine lo sigue a pasos apresurados. Por
suerte la mansión era enorme, por lo que si discutían, nadie iba a escucharlos,
aunque lo dudaba sinceramente.
—Invítala a cenar, cariño —solicita mi madre—. Para darle la
bienvenida otra vez, seria grandioso.
—Muy bien, tengo la certeza que aceptara con gusto —respondo sin
tantos rodeos—. Ahora me iré al estudio a trabajar un rato.
—Oh, por cierto —mi padre me pisa los talones a medida que
avanzo fuera de la sala—. Quiero platicarte sobre buscar en el mercado
nuevos proyectos de construcción de más alta categoría, a pesar de que
nuestra firma sea ya de renombre, debemos seguir siendo ambiciosos, quiero
que al momento de que tomes el mando por completo, llegues mucho más
alto que yo en tu juventud y en mí vejez.
—Nunca me he conformado con nada, eso no va a ser un problema
para mí —digo con total honestidad—. No te preocupes, yo sé perfectamente
que caminos tomar para continuar creciendo, papá.
—Muy bien, para eso te he criado, para que te centres en los
negocios y ahora también en la familia que vas a formar con esa jovencita —
sonríe, palmando mi espalda—. Me has puesto muy contento con tu
compromiso, eso quiere decir únicamente que ya sientas cabeza, y que
dejaras de andar por la calle como un prostituto, hijo, eso ya me tenía al
extremo de desplome al no saber el destino de mi hijo mayor.
Solo asiento, y seguidamente, se marcha para dejarme trabajar.
Siempre he captado las órdenes de mi padre, y a pesar de que no soy
dependiente de él, es un ejemplo a seguir para mí, por lo que nunca me ha
gustado desobedecerlo, aunque debo confesar que lo he hecho muchísimas
veces en el ámbito laboral, solo por seguir mis instintos que al final siempre
resultan positivas para nosotros.
Pienso en Fiona y en cómo casi se desmaya con los reporteros
delante, se veía muy hermosa y nerviosa. No me iba a molestar en tenerla
como prometida, eso es seguro, es más, iba a divertirme probablemente,
como lo hacía antes.
Capítulo 6

Tras acabar con mi jornada laboral, y despedirme de los niños, salgo


del edificio de la escuela solamente para quedarme pasmada al ver directo en
una dirección específica, y observar a un Seth Benoist esperándome junto a
su coche de alta gama, y donde se veía que él está más elegante que nunca
con su traje azul marino oscuro, su vestimenta indicaba que dominaba cada
sitio en donde iba, además lleva la chaqueta abierta con una irreprochable
camisa blanca, y un rolex que acababan por combinar con todo lo que este
hombre representaba.
Sin entender nada de lo que estaba pasando, me acerco, mirando a
mi alrededor discretamente, no quería ser la comidilla de mis compañeras de
trabajo, lo soy normalmente desde que se enteraron de que no iba a casarme
con Demian como tanto yo lo había presumido, y que ahora vengan a verme a
la escuela, y justo el hermano de mi ex, eso sería chisme para el resto de lo
que queda de clases, y yo venía aquí a impartir clases no a escuchar cosas
sobre mi persona.
—¿Ahora tengo un chófer que me recogerá todos los días? —
pregunto, alzando una ceja.
—No has respondido a mis llamadas anoche —abre la puerta del
copiloto—. Sube, te llevaré a almorzar.
—¿Tienes preparado otras citas con reporteros?
—Lamento que nos abordaran de esa manera, pero pensaba que ibas
a negarte a mi propuesta.
—Y decidiste ponerme algo de presión, ¿no? —digo, metiéndome
dentro del coche, y abrochándome el cinturón de seguridad. Espero a que
Seth retome su lugar, tras subirse, una sonrisa va curvándose lentamente en
sus labios, pese a que yo no sonreía de la misma forma.
—Tenía que asegurarme de que aceptaras, y ha funcionado, ¿no? —
Enciende el motor y se pone en marcha para recorrer las calles colmadas de
vehículos de la ciudad de Nueva York, tan hermosa como agotadora a la
misma vez—. Y no finjas, has disfrutado tanto como yo el verles las caras de
ridículos anonadados a los recién casaditos, ¿o no? Ese ha sido el detonante
para que hicieras oficial nuestra relación.
—Y eso me ha parecido bastante risible, razón por la cual te he
seguido el rollo, pero tampoco me des por sentada, Seth. Yo no sé cuánto voy
a soportar esta farsa —le digo, cruzándome de brazos, y resoplando.
—Oh, pastelito —menea la cabeza—. ¿Tan intragable soy para ti
que un minuto, o una hora a mi lado es como vivir un infierno? Te prometo
que conmigo pasaras los mejores días de tu vida.
—Ay, esto no se trata de ti —resoplo otra vez—. Sino de Demian,
verlo con otra que resulto ser mi mejor amiga, aquella que me ha golpeado
duro, no es sencillo de ver, ¿entiendes? No lo sé, quizá ha sido mala idea
querer vengarme de esta forma, demasiado infantil de mi parte también.
—Bueno, vaya que ha resultado bastante divertido para mi ayer,
¿eh?
—¿Qué ha sucedido? —inquiero, completamente interesada.
—Bueno, Demian casi me arranca los ojos apenas he puesto un solo
pie dentro de la mansión. Me ha ordenado específicamente que me mantenga
apartado de ti, me ha sonado algo así como una fría amenaza, yo me lo he
tomado a chisto, pues a eso me ha sonado. Me dieron ganas de partirme de la
risa, pero tampoco quería ser muy cruel con él, así que solo me mantuve con
una hermosísimas encantadoras sonrisitas mías que tanto le fastidia.
—¿Y quién se cree que es para decirte eso? —Frunzo el entrecejo
—. Además de engañarme y comprometerse con otra, ¿quiere decidir con
quién salgo y con quién no?
—Ya ves —Seth se estaciona frente a un restaurante de comida
italiana—. Si ha resultado nuestro plan de causarles celos, y vaya que es solo
el principio. Vamos a hacer que broten de enfado al vernos juntos, y eso sera
el viernes por la noche.
—¿Discúlpame? —Salimos del coche, pero yo continuo con la
confusión—. ¿Qué es lo que pasará el viernes?
—Mis padres me han pedido que te invite a cenar con ellos, quieren
abrirte sus brazos por segunda vez, solo que esta vez iras de los brazos de un
hermano diferente.
Vaya, Carol y Alaric Benoist son dos grandiosas personas que me
han recibido cordial y fantásticamente el día en que conocí a la familia de
Demian de manera formal. Estuve muy nerviosa ese día, yo imaginaba que al
no ser de la misma clase social que ellos, iban a hacerme menos, pero no
pude estar más que equivocada, en seguida ellos pueden hacer que uno se
sienta como parte de su círculo íntimo sin que parezca forzoso ni fingido.
Seth ya ha reservado una mesa, por lo que nos guían a ella. Ambos
pedimos una pizza con extra de queso y pepperoni, mas unas sodas de cola,
me ha sorprendido gratamente que él fuera fan del carbohidrato, por regla
general siempre ha sido del tipo que no come nada grasiento ni que provenga
de restaurantes de menos de tres estrellas Michelin. Sin embargo, me guardo
esos pensamientos para mí, y me centro en el aroma a tomate que emana de
nuestro almuerzo, la exquisitez de la pizza calentita se me hacía agua la boca.
—Volviendo al tema de la cena —Seth se limpia la comisura de su
boca, luego de devorarse una rebana de pizza completa—. Espero que no me
dejes mal parado frente a mis progenitores, ellos ansían verte el viernes.
—¿Y Demian estará allí también?
—Claro.
—¿Crees que lo incomodaremos mucho tanto a él como a Katherine
si aparecemos juntos? —inquiero, casi en un susurro.
—Posiblemente no puedan pasar ni un solo bocado a través de su
garganta.
—Excelente —me pongo firme—. Supongo que divertirme un ratito
más con este jueguecito, no será tan descabellado después de todo, ¿no?
—Y como bono extra, me tienes a mí a tu lado —me guiña un ojo
—. ¿Qué más se le puede pedir al universo?
—Que seas un poco menos arrogante, y pedante —llevo a mi boca
casi la mitad de la pizza, unos segundos después, Seth se queda medio
hipnotizado al verme—. ¿Qué? ¿Tengo monos en la cara o qué?
—Es raro verte comer como si hubieras estado en medio de una isla
sin nada que llenar tu estomago por meses y meses, es solo eso —dice,
dedicándome una deslumbrante sonrisa.
—¿Nunca has visto a una mujer comer o qué? —pregunté,
pareciéndome algo completamente absurdo su reciente comentario.
—Oh, vaya que lo he hecho. Pero ninguna come con tantas ansias
como tú, la mayoría guarda las apariencias delante de mí, con el único
propósito de que yo me lleve una buena imagen de ellas, y que también quedé
totalmente encantado también.
—Oh, entonces lamento que eso no será así conmigo —desvío mis
ojos a la bebida con cubitos de hielo—. Yo como constantemente, cuando
estoy nerviosa, enfadada, enamorada, feliz, triste, eufórica, bueno, digamos
que me pongo de mala leche cuando no llevo comida a mi estómago por
mucho tiempo.
Levanto la mirada nuevamente, y lo encuentro mirándome.
—¿Y ahora por qué razón estás penetrándome con esos aterradores
ojos tuyos?
—Nada, nada —levanta las manos inofensivamente, rompiendo el
contacto visual por breves segundo—. ¿Es que acaso tengo prohibido pones
mis ojos sobre tu persona? Avísame, y la próxima vez voy a pedirte permiso,
su majestad.
—Muy ocurrente de tu parte —finjo una carcajada, en la que
enseguida capta es falsa y sarcástica—. Mejor aprovecha los trozos de pizza,
o yo me terminaré de devorármela toda.
—En seguida, pero antes, ¿Algo más que deba saber de ti,
prometida?
—Sí, cuando estoy muy molesta e inquieta, suelo comer barras de
chocolate amargo —le digo—. Siempre llevo una conmigo en el bolso, es
una costumbre que he adquirido desde que era un niñita y estaba en la
escuela, y debía exponer trabajos frente a todos los demás estudiantes.
—Y ahora das clases —responde—. ¿Te pones inquieta también
delante de tus alumnos?
—No, ya he superado esa etapa —digo con total honestidad—. Solo
que en esa época yo llevaba brackets bastante llamativos, estaba cubierta de
acné, y mi madre solía realizarme peinados extravagantes, y los de mi clase,
se burlaban de mí siempre, por eso me costaba mucho estar de pie frente a
todos ellos.
—Debió ser difícil.
—Los niños pueden ser muy crueles a veces —suspiro, nostálgica
—. Pero bueno, afortunadamente los años trascurren, y con ello nuevas
personas entran a nuestras vidas, y otras salen.
—¿Te has vuelto filosófica?
Le muestro el dedo corazón, y solo se ríe como consecuencia.
Cuando terminamos con el almuerzo, Seth me lleva a casa, y me
reitera que no me olvide de la cena con sus padres.
Mi hermana que aun vestía su pijama, acababa de ver toda la escena
desde la ventana, se me acerca rápidamente.
—Vaya, la primera vez que no los veo peleándose —dice—.
¿Hicieron una tregua de paz felizmente?
—¡Que va! —Me saco mi abrigo—. Sucede que nos une un
objetivo común, y eso nos convierte en algo así como amigos.
—¿Y así se van a quedar simplemente?
—No para siempre, obviamente —respondo—. Solo por un
tiempecito corto, luego cada uno retomara su propio camino por separado.
Por el momento vamos a ser esa parejita caramelizada que van a hacer
reventar de celos a su ex novios.
—Oh, ¿así que ambos son igual de rencorosos y maliciosos? —ríe
—. Has encontrado a tu pareja perfecta, Fiona. ¿Puede ser la dama de honor
de tu boda fantasiosa?
—No me fastidies —me quito los zapatos de plataforma alta—. Voy
a ir a bañarme y a ponerme a trabajar.
—Veamos una peli de terror juntas, estoy aburrida.
—Sal a buscar un empleo —le sugiero—. Pero yo, mientras tanto,
tengo cosas de las que ocuparme, quizás a la noche podamos ver una de
romance, ¿te parece?
—Siento aberración por ese tipo de género.
—Lo sé —le guiño un ojo, y me voy derechito a mi habitación.
Capítulo 7

El viernes por la noche, me encontraba frente al edificio de Fiona,


esperándola desde hace más de media hora, y no porque sea un tipo de
acosador que vigila a su víctima desde el interior de su coche, sencillamente
sucede que aquella chica me ha enviado un solo mensaje de texto donde me
avisaba que iba a salir en menos de unos cinco minutos, y vaya que se le
habrá detenido el reloj, pues va con retraso ya.
Mientras tanto aprovecho el tiempo de no estar haciendo nada más
que apoyar mi trasero en el asiento de mi Audi E-tron Sportback, y me enfoco
en resolver algunos asuntillos de la firma, no me gusta dejar las cosas
pendientes para mañana, por lo que siempre que tengo la oportunidad, estoy
metido en lleno en mi trabajo.
Y al contrario de lo que la gente ajena pueda pensar, no paso mi
tiempo libre saltando de colchón en colchón con distintas mujeres, aunque
sea esa la imagen que he dejado ver a la prensa y a mis padres, pero es que a
veces sucede los malos entendidos, y yo no tengo ganas de explicar que a
veces tengo citas con atractivas ejecutivas para poder firmar contratos o
encontrar potenciales futuros clientes, y no me voy follando a todas con las
que me reúno, quizás he tenido uno que otro desliz, pero eso no me define.
Por eso me parece algo totalmente absurdo que me califiquen como un
libertino, mis propios padres lo hacen, el resto del mundo igual.
Fiona aparece en mi campo de visión unos diez minutos más tarde.
Casi dejo caer mi laptop cuando su figura camina hacia a mí con
una cierta pequeña molestia en su rostro, casi nunca me había sentido
desbordado antes, pero al echarle una primera mirada a mi ex cuñada, que
llevaba consigo un vestido chispeante y sexy, mas sus tacones de plataforma
alta que le combinaban a la perfección, la cosa cambiaba en mi interior. El
tejido de tono vino cubría en forma de corazón sus pechos, mientras que el
resto abrazaba con delicadeza la curva de sus caderas, muslos, el dobladillo
no alcanzaba las rodillas, ella me ha deslumbrado, y eso es algo que no ha
pasado en los años que llevo de conocerla, por lo que creo que solo me ha
impactado el momento, así que desvanezco mi semblante de baboso puberto,
y le abro la puerta del copiloto desde el interior.
Sin embargo, Fiona se detiene delante de mi puerta, y se da vuelta,
enseñándome las dos manzanas jugosas que cargaba.
—¿Se me nota mucho? —inquirió—. Y se completamente honesto,
no quiero pasar vergüenza delante de tus padres.
Tenía la boca un poco seca, por lo que tardo más de lo habitual en
responderle.
—¿Qué posees unas exuberantes curvas envidiables? —Trato de
bromear para volver a recuperar el control dentro de mí que se estaba
quemando gracias a la vista que ella me ha brindado desde el segundo que la
he visto—. Definitivamente si se nota, y es el cielo para mis ojos, pastelito.
Se frota la sien, mientras suspira.
—¿Quieres que te de un coscorrón por andar de graciosito? —Me
mira sobre su hombro derecho—. Me he puesto mis calzones de abuela para
sentirme más cómoda, porque si escogía una tanga con encaje que es
nuevecita, se me iba a marcar en la tela del vestido de Charlie, y eso sería
vergonzoso. No obstante, Charlie me ha dicho que la tela es un por ciento
trasparente, y que si se me veía algo del calzón, yo le he asegurado que no,
pero ya sabes cómo es ella, terca como mula. Por lo tanto se sinceró conmigo,
y confírmame si es verdad o mentira.
—Sin lugar a dudas te ves espectacular.
—Esa no ha sido mi pregunta, por todos los santos, Seth, presta
atención —ella menea la cabeza, suspirando—. Habla ahora para que
podamos irnos ya, no quiero llegar tarde.
—Creo que lo de llegar tarde ya es un hecho, has demorado en
bajar, pastelito.
—Hoy he tenido un día muy movidito, con mis alumnos hemos
organizado una reunión donde todos los padres debían asistir para que puedan
aprender con ellos, jugando. Por cierto, Samuel no ha llevado ni a tu madre ni
a tu padre, ¿sabes el por qué?
Lo cierto es que no he visto a mi pequeño hermanito en más de tres
días, y eso que vivimos bajo el mismo techo. Bueno, en realidad es que me
paso más tiempo dentro de la firma que en mi propia casa.
—Puedes preguntárselo cuando lleguemos.
—Lo hice en la escuela, pero ha buscado una excusa para
esquivarme.
—Me encargaré de sacarte de dudas yo mismo entonces, pero luego
—pongo el motor en marcha—. Sube, ¿sí?
—No me has respondido, ¿se me nota el calzón?
—No, Fiona, no se nota. Absolutamente todo en ti está
perfectamente ardiente.
—Siempre tan pizpireta tú, ¿no? —Dice, presionando su bolso de
mano contra su torso, mientras sube y se acomoda a mi lado—. Debo
confesar que estoy muy emocionada de ver a tus padres, aunque muy
nerviosa de tener que ver a Demian.
—Bueno, es por lo que estamos actuando, ¿no?
—Correcto.
Su pelo rizado castaño oscuro caía sobre sus hombros, y dado su
rostro, sé que esta usado unos escasos cosméticos por lo visto. Sus pestañas
eran oscuras pero no demasiado largas, sus labios estaban pintados con un
labial de un tono rojo mate bastante tentador, me centro en admirarla algo
desconcertado la curva de su cuello, hasta que ella me eleva una ceja
confundida.
—¿Qué bicho te ha picado a ti, Seth? —Chasquea los dedos frente a
mis ojos—. Reacciona, estás en la tierra.
—¿Perdona, pastelito?
—Estás muy distraído, viajas a la luna y ni cuenta te das, te quedas
tildado mirándome, pareces estatua de lo duro que te pones.
—¿Duro? —le sonreí.
—Oh, típico de un tenorio como tú. Cualquier cosa les resulta
erótica, y lo usan para intentar seducir a las mujeres. No hablo de lo que
tienes guardado entre tus pantalones, hablo de la dureza de tu cuerpo, la
tensión.
—Gracias, eso es muy halagador, y eso que no le dedico mucho
tiempo al gimnasio.
—Sabes muy bien a lo que me refiero, Seth. Tienes la dureza de una
estatua, ¿Por qué te quedas paralizando mirándome? ¿Es que verme arreglada
te ha pegado fuerte, te resulta de otro mundo? —Entrecierra los ojos—. Ah,
ah, ah, he acertado, ¿cierto? Bueno, si es el efecto que te he causado,
entonces no puedo esperar menos de tu hermano.
—Tengo la certeza que lo que más y sobre todo va a afectarle a él,
es verte llegar de mi mano.
—Se lo merece —apoya su bolso sobre su regazo—. A mí más me
ha aquejado encontrarlo desnudo con mi ex mejor amiga.
—No coloques esa imagen en mi cabeza.
—Sí, lo sé, también te enferma a ti porque tienes un enamoramiento
por Katherine.
—Pusimos los ojos en las personas equivocadas, ¿verdad? —digo,
suspirando.
—Sí, el amor es una trampa total para los corazones —apoya su
cabeza sobre el asiento—. Nos ilusionan hasta la medula, y luego nos hincan
una daga justo en medio del pecho sin ninguna consideración. Y después
algunas personas se preguntan porque cerramos nuestros corazones ante
futuras posibles relaciones que quieran presentarse en nuestras vidas.
—¿Me dices que ya no quieres saber nada de nadie?
—¿Para qué? —inquiere, encogiéndose de hombros
momentáneamente—. ¿Para qué me desgarren otra vez? No, muchísimas
gracias. Prefiero concentrarme en mi trabajo, y dejar a un lado el tema de las
relaciones, no vale la pena.
—¿Y eso va a ocurrir cuando acabes tu venganza en contra de
Demian?
—Si, en cuanto vea que se ha arrepentido completamente de
haberme puesto el cuerno, ya voy a poder respirar en paz.
—Bien, vámonos entonces.
—Ya era hora, ¿no? —exclama—. Hemos charlado suficiente, más
de lo que lo hemos hecho en todos los años en que llevamos de conocernos,
¿irónico?
—Quizás tenemos muchas cosas en común y apenas lo estamos
descubriendo.
—Claro que la tenemos, nos han engañado a los dos. Somos dos
simples cornudos.
—Me refiero a algo mucho más que eso, pastelito —comienzo a
conducir para salir de su barrio—. Pero bueno, no importa ahora.
—Pon un poco de música para llenar el silencio mientras
avanzamos a tu palacio.
—No es un palacio.
—Bueno, se asemeja mucho a uno —sonríe por primera vez—. Le
hace competencia al palacio de la reina de Inglaterra.
—El de mi familia está mucho mejor.
—Presumido.
—Prefiero considerarme sencillamente honesto, no me culpes por
eso, por favor.
—Bla, bla, bla.
Enciende el reproductor, y tras escoger una serie de canciones, yo
me centro en la carretera y ella en tararear lo que escucha, perdiéndose entre
la música y las vistas que le ofrecían la ciudad cuando el sol se escondía, y
los distintos brillos resaltaban en medio de la oscuridad.
Capítulo 8

—Oh, Fiona —la voz de Carol me sorprende al instante en que nos


adentramos a la mansión, ella baja las escaleras alfombradas con una enorme
sonrisa dulce y cálida, con la cual me ha recibido la primera vez que nos
hemos conocido—. Oye, que guapa estás, déjame verte mejor.
Me coge de la mano para darme un pequeñita vueltita, y capto
inmediatamente a Seth reprimiendo una carcajada, por lo que lo fusilo con la
mirada, pero debo desvanecerla en un solo segundo apenas vuelvo mi
atención en mi ex suegra.
—¿Cómo has estado estas últimas semanas? —Me guía hasta la sala
—. ¿El trabajo todo bien? Sam no me cuenta casi nunca como le va en clases,
quizás puedas hacerlo tú.
—Oh, bueno, es un niño muy listo y maduro para su edad. Debo
felicitarte por tenerlo, Carol —contesto, sentado en uno de los sofás beige,
con el corazón latiéndome fuertemente, pues sé que pronto iba a volver a ver
a Demian iba a tenerlo muy de cerca después de nuestro rompimiento tan
cruel.
—Toda la familia Benoist siempre lo ha sido —responde Carol—.
Pero muchas gracias por tu halago, hija. Por cierto, te tenías bien escondidito
la relación con Seth, me ha sorprendido debo confesar, casi impactado, pero
no puedo reprochártelo, no después de lo que Demian te ha hecho.
Y hablando de roma, el rey se asoma.
Seth y Demian tiene un duelo de miradas que dura
aproximadamente unos treinta a cuarenta segundos, rompe contacto visual
cuando Katherine aparece, cogiendo la mano de su esposo mientras se le
tensa la mandíbula al verme, es asombroso que no se le caiga la cara de
vergüenza luego de lo que me ha hecho junto al hombre con la que esta
esposada actualmente.
Ambos lucían elegantemente bien, como si fueran los dueños del
mundo. Yo trato de mantenerme sólida, no quiero encorvarme ni demostrar
que me afecta muchísimo verlos, aunque lo cierto es que lo hacía, y mi
estómago se revolvía y retorcijaba a la misma vez.
Demian se quedó bloqueado en su lugar al verme finalmente, y yo
no tuve otra elección que voltear la mirada hacia otro lado por mi propio
bienestar, o acabaría por escupirle en la cara como tanto lo he deseado. Sin
embargo, cada emoción que debería haber fallecido en mi interior gracias
a él, aún seguían atorados dentro de mí, pero afortunadamente no eran tan
fuertes ni resistentes como lo eran antes, la desilusión que me ha causado,
fueron los responsables que mi amor por él poco a poco, estuviera cayendo a
un abismo sin retorno.
—Bueno, ¿vamos a cenar? —Carol rompe el silencio tan abrumador
—. Alaric en seguida va a bajar, está terminando de bañarse.
Seth me coge de la mano fuertemente, y yo la acepto, es como si me
reconfortara de alguna forma. Me lleva hasta el comedor, y cada uno nos
instalamos alrededor de la mesa enorme y circular, mientras hablamos de
temas variantes, claro que mis conversaciones solo eran con Carol más bien.
El señor Alaric aparece en el comedor, y como lo ha hecho su
esposa, me da un abrazo.
—Bienvenida a la familia nuevamente, Fiona —sonríe, tomando
asiento—. Dime una cosa, ¿hace cuánto están juntos mi hijo y tú?
¡Uy!
Y a pesar de que esa pregunta no ha sido mal intencionada, todos
alrededor se tensaron, era algo que se palpaba. Inclusive todo mi cuerpo
comenzaba a hormiguear de la incomodidad, y ahora quisiera tener mi bolso
a mano para comer algo de chocolate, pero lo he dejado en el recibidor
lamentablemente.
—Hace dos meses —respondí como primera alternativa a una
respuesta que pareciera real.
—Hace seis semanas que nos enamoramos perdidamente —y esa ha
sido la de Seth, quien se queda estático sin quererlo.
¿Por qué responde si me preguntó exclusivamente a mí, no a él?
¿Es que creía que no iba a poder dar una respuesta verídica para
convencer a sus padres que lo nuestro era autentico?
—¿Y cómo ha surgido ese amor tan repentino? —La maquiavélica
voz de Katherine, me hizo fruncir el ceño y el deseo de querer ignorarla era
fuerte, pero eso demostraría que aún sigo guardándole rencor—. El amor no
surge de la noche a la mañana.
—Y tú lo sabes mejor que nadie, ¿verdad? —le dedico una sonrisita
tan diabólica como la de ella—. Pero para tu queridísima información, no
hace falta años para que uno se enamore de otra persona, ni para conocerla a
profundidad, después de todo nunca acabamos por conocerla realmente.
—¡Ustedes dos no pueden estar juntos! —las palabras brotan
repentinamente de la boca de Demian, estaba rojo como un tomate de la
cólera que llevaba encima.
—¿Y por qué no, hermanito? —Interfiere calmadamente Seth—.
¿Tú puede reconstruir tu vida pero ella no? ¿O cómo funciona el asunto aquí?
¿Te interesa explicármelo, por favor?
—Es ilógico —vocifera—. ¿Mi propio hermano liándose con mi ex
novia? ¿Dónde se ha visto eso? ¡Es simplemente ridículo e incoherente! Y
una falta de respeto hacia mi persona, Seth.
—¿Quieres hablar de falta de respeto? —Ríe suavemente, señalando
a los dos novatos esposos—. No vayas por ese sendero, porque eres el que
saldrá perdiendo si revisamos como ha nacido tu matrimonio, Demian.
—Ha sido suficiente por parte de los dos —Alaric le pone un alto a
sus hijos, y ambos cierran la boca por respeto—. Estamos cenando aquí hoy,
para poder acoger en la familia otra vez a Fiona, y la están haciendo sentir
incomoda. Ya no son niños, son adultos, compórtense como tal, por favor.
Y la cena se ha puesto helada por las tensiones rodeándonos. Sin
embargo, tanto Seth como yo hemos logrado nuestro propósito, causarles
celos a los dos únicos traidores que conocemos y que nos miran con
resentimiento.
—¿Dónde está Sam? —inquiero—. No lo he visto en ningún
momento.
—Se ha dormido temprano, ha comido algo y luego ha caído sobre
la cama como la bella durmiente —responde Carol—. Pero conociéndolo, se
despertara en unas horas, o mañana.
—Ah.
—¿Y ya tiene planeado como será la boda? —Pregunta interesado
el señor Alaric—. Tiene que ser antes de los seis meses, acuérdate, Seth, que
es entonces cuando te dejaré a cargo de la firma completamente.
—¿Qué? —casi me atraganto con la pasta con salsa blanca.
¿De qué me he perdido?
—¿Y ya le has comentado de venirse a vivir aquí contigo, hijo? —
Alaric sigue con su interrogatorio.
—Papá, déjame descansar un poco, por favor —pide Seth—. No es
que llevamos años juntos, ¿de acuerdo?
—Pero yo ya quiero nietos, herederos rápido por parte de mis hijos,
para poder disfrutar de la etapa de ser abuelo, y ser un guía para ellos —dice
el señor Alaric—. Pueden concebirlos antes de que lleguen al altar si quieren.
¡Madre mía!
Esto se está intensificando, y me siento al borde un colapso.
Pero lo que me tiene sorprendida es que creo que Seth me ha
engañado, él no está haciendo esto para darle celos a su ex amante, no, todo
lo opuesto, lo hace para ganarse el puesto de CEO en la firma de su familia, y
me ha usado y yo he caigo como tonta.
Es tan mentiroso como su hermano.
Capítulo 9

—¡Esta farsa se ha acabado! —exclamé, saliendo al jardín trasero,


admirando las vista enormes que se presentaban delante de mí. Todo era muy
bonito, pero mis venas estaban a punto de reventar, que lo último que me
apetecía era perderme en las estrellas del cielo azul nocturno—. ¿Cómo
puedes ser tan trapacero, Seth?
—Ya sabía yo que en cuanto te enteraras sobre la herencia de la
firma, estarías echando humo por las orejas.
—Me has engañado —le apunto con el dedo en su pecho—. Mejor
dicho, te has aprovechado de mi sed de venganza en contra de tu hermano,
para usarme.
—No es para tanto, pastelito. Solamente no te he dicho el resto de la
verdad, pero para que te quedes tranquila, también quiero darle a probar de su
propia medicina a mi ex, tanto como tú. Sin embargo, tengo el tema de la
herencia, y cuando pusimos en marcha nuestra relación ficticia, he matado
dos pájaros de un tiro, no me puedes condenar a cadena perpetua por eso, ni
tampoco te tienes que alterar de esa forma.
—Pudiste haber sido perfectamente claro y directo con tu verdadera
finalidad a la hora de pactar nuestro acuerdo, ¿no te parece?
—Bueno, ¿Pero en que cambia que me lo haya guardado?
—En que tus padres están emocionadísimos en verme con un anillo
en mi dedo anular cuanto antes. Casi vomito toda la comida durante la cena,
creía que se me venía el mundo abajo cuando propusieron que nos casáramos
en menos de seis meses si o si, contra huracán o tormenta. Además quieren
que solicitemos una fecha desde ya en Mandarin Oriental.
Carol y Alaric ya casi que han organizado la boda entre su hijo y yo
mientras cenábamos y posteriormente degustábamos el postre. Y yo solo me
llenaba la boca de comida para no opinar, pues creía con firmeza que este
romance se nos estaba saliendo de control, mis ex suegros están
convencidísimos de que Seth y yo estamos enamorados hasta los huesos, si
tan sencillamente supieran que eso está lejos de suceder, les va a dar un
patatús.
Mientras eso pasaba, la tensión en la atmósfera del comedor no
hacía más que crecer y crecer, y no era para menos, mira que platicar de
futuros botos matrimoniales, que tipo de flores sostendría, frente a mi ex, no
es nada cómodo. Aunque verlo con otra mujer que yo adoraba con el alma,
tampoco lo es, cabe decir.
—Mantendremos este cuentito por seis meses, luego, fingiremos
una ruptura y se acabó, pastelito.
—Yo no quiero estar a tu lado seis meses completos —replico—. Y
además es demasiado cruel para tus padres, no se lo merecen.
—Lo sé, lo sé, pero ya no podemos dar marcha atrás por el
momento.
Resoplo, cruzándome de brazos y dirigiéndome lentamente hasta la
piscina, frotándome los brazos. El agua azul parecía brillar en medio de la
oscuridad, era fascinante.
—¿Tienes frío?
—¿Por qué? ¿Me vas a dar tu camisa como si fueran un verdadero
caballero?
—Soy un caballero aunque cueste mucho que te lo creas —se saca
el saco y me cubre desde atrás, su aroma impregnada en la tela no demora en
envolverme—. Y ahora que pasaremos tiempo juntos, tal vez pueda
demostrártelo.
—Nada tienes que demostrarme en realidad —aparto la vista del
agua—. Les hemos dado duro a esos dos infieles, ¿no?
—¿Has captado sus reacciones, sus semblantes? —Ríe,
chasqueando la lengua—. Qué pena que no hemos podido tomarles unas
cuantas fotografías para inmortalizarlos.
—Habrá miles de situaciones para que repitan sus reaccionen
después de todo, ¿no?
—Sí, aunque ese no era el plan inicial para ti —se inclinó hacia a
mí, con sus manos hundidas en los bolsillos de sus pantalones, y su mirada se
encuentra con la mía más de cerca—. No voltees, pero ellos están detrás de ti,
me parece que creen que no los he visto todavía.
Su mirada fue a detenerse a mi boca, y siento como mi garganta se
cierra instantáneamente, como si no pudiera hablar por ese solo movimiento
de ojos suyos, estaba confusa por eso mismo.
—¿Has perdido el buen juicio, Seth? —murmuro—. Siempre me
has parecido un buen mozo, pero eso no significa que vaya a besarte solo por
seguir con el engaño, ¿está bien?
—Si queremos que luzca real, tenemos que actuar como cualquier
pareja en este planeta.
—Ay, eres un manipulador —suelto una carcajada—. No voy a
poner mis labios sobre los tuyos, ya hemos hecho suficiente al venir hasta
aquí, creo que ya hemos cumplido con el propósito, un beso no hará
diferencia.
Giro levemente mi cabeza para cerciorarme de lo que me ha dicho
Seth sea verdad, y efectivamente, allí estaba los dos traicioneros tomados de
la mano, y con la vista fija en nosotros, como si estuviéramos a punto de
cometer un delito muy grave, y la verdad es que no se equivocaba, porque lo
íbamos a hacer, solo para que sepan que tan duro es que la persona que dijiste
amar te cambie por otra, como lo hicieron con ambos sin piedad alguna.
Mi boca choca contra la de Seth quien estaba a punto de alejarse, y
como lo he pillado por sorpresa demora un ápice en reaccionar. Pero nuestros
labios comienzan a moverse al copas, casi en seguida, no sabía si era
correcto, pero no se sentía tan mal como me lo hubiera imaginado en un
principio.
Desde que me he puesto de novia con Demian Benoist, nunca tuve
intenciones de besar a otro hombre, de verdad yo creía que el amor de mi
vida era él, y pensé lo mismo de él, por lo que creí que no me seria infiel, un
pensamiento erróneo de mi parte.
Seth deslizó su lengua contra la mía muy lentamente, y suelta un
leve jadeo en consecuencia, el sonido impacta en mi pecho de lo sorpresivo
que ha sido.
Y asombrosamente me consume con el beso, succiona todo lo que
puede de mí, sus labios eran un arma letal de lo bien que sabía, podría
destruir a cualquiera de deseo si así lo quisiese. Me deje llevar, aunque
sabiendo a la perfección que esto estaba mal, muy, muy mal, y yo odiaba
que mi cuerpo no opinara lo mismo, ¿y cómo lo sé? Pues porque no podía
evitar que mis pezones empujaran contra mi brasier o que la piel de mis
brazos se pusiera de gallina, al igual que la de mis piernas, una sensación que
espero no volver a experimentar en un futuro. Cuando me devora con un beso
francés, se me libera un gemido y yo paso una de mis manos por su cabello,
su boca me absorbe, pero en un tris repentino, me alejan de él.
¡Qué bueno!
¡Este beso se estaba yendo de nuestras manos!
Demian hace el intento de golpear a su hermano, pero Seth lo
esquiva con bastante tranquilidad.
—¡Ustedes dos son unos puercos cochinos! —Vocifera mi ex novio
—. ¿Cómo se atreven a burlarse de nosotros en nuestras narices?
—Ha hablado el trigo limpio —suelto controlando mi tono de voz,
no quería armar un show—. La pregunta aquí seria para ustedes dos, ¿no les
parece?
—Katherine y yo nos hemos visto en la obligación de casarnos.
—¿Por qué?
—Porque está embarazada.
¿Qué?
Capítulo 10

—No te veo muy bien, Fiona —detengo el coche frente a su


edificio, apenas nos han dado la noticia esta noche, ella quiso irse de la
mansión como alma que lleva el diablo, no soportaba estar allí ni un solo
segundo extra—. ¿Quieres hablarlo?
Al volverse hacia a mí, descubrí cuanto le ha afectado dado sus
ojos verdes tristes me miraban, la desilusión estaba escrito en sus rasgos
tan expresivos, sin dejar nada a la imaginación. Por lo que por un impulso,
me tome la libertad de acariciar sus mejillas, avisándole con ese simple gesto
que no estaba sola en esto.
—Yo sé que es ridículamente estúpido que tenga de repente tanta
aflicción, pero escuchaste lo que dijeron, Seth. Saben del embarazo hace tal
vez meses aproximadamente, es decir que mientras estaban con nosotros,
ellos ya estaban embarazados y ni aun así fueron valientes para
confesárnoslo. Tuve que cacharlos para que hablaran con la verdad, para que
tú y yo viéramos la realidad sin filtro por su culpa —suspira—. ¿No te
afecta? Yo no te veo en mi misma situación, a mí me ha dado fuerte y a ti no,
tal parece.
—Sospechaba de eso, por eso no me he sorprendido del todo,
pastelito.
—¿Y por qué no me lo dijiste para que yo estuviera preparada
también? —no luce enojada, todavía esta conmocionada—. Ahora ellos
tienen la idea fija de que sigo sintiendo cosas por tu hermano, y por eso mi
repentino arrebato de querer salir huyendo de su propiedad casi al instante.
—Tu reacción ha sido algo normal, después de todo no hace mucho
que has terminado tu relación con Demian —digo—. Y con respecto a lo que
me has preguntado, solo eran suposiciones de mi parte, nunca llegué a
confirmar absolutamente nada, por eso es que no te lo mencionado.
—Ahora me siento una boba —cruza sus brazos sobre su pecho—.
Yo queriéndole dar celos y él ha embarazado a mi ex mejor amiga. Válgame
Dios, que aún me cuesta una barbaridad procesarlo. Y ni siquiera se le nota el
vientre, ¿Cómo yo iba a adivinar eso?
—¿Te apetece ir a tomar una copa a un bar?
Ella mira a través de la ventanilla hacia su edificio, sopesa por
alrededor un minuto mi propuesta, y luego voltea hacia a mí.
—No es tan desatinado tu proposición —se encoge de hombros—.
De todas maneras, somos prometidos, ¿no? Tenemos que salir juntos,
¿verdad?
—Ya te vas metiendo en el papel —le guiño un ojo, comenzando a
conducir nuevamente—. Solamente no te me emborraches que no quiero que
tu hermana me asesine a sangre fría por devolverte a tu hogar con tu sistema
lleno de alcohol.
—Necesito olvidar un rato —dice con suavidad—. Y el alcohol
suele ser un buen aliado en estos casos. Pero si ves que me paso de copas,
cárgame a tu coche, ¿sí?
—¿Prometes no patalearme si eso llega a suceder?
—Hmm… depende de cuan ebria me encuentre.
En silencio llegamos a un bar nocturno, y al entrar Fiona guarda su
documento de identidad, no creyéndose lo que le acaba de suceder.
—Bueno, pastelito, la edad mínima para entrar aquí es de veintiún
años, ¿Qué esperabas?
—Muy gracioso de tu parte, Seth —grita por encima de la música
que estaba a un volumen alto, nos acercamos a la barra y allí tomamos
asiento, entre las decenas de personas que se amontonaban para pedirle a uno
de los dos barban distintos tipos de cocteles—. Tengo veinticinco años, santo
cielos, ¿y ese guarura me ha visto de dieciocho?
—¿No te pone alegre eso? Según tengo entendido a la mayoría de
las mujeres les halaga ese tipo de comentarios, donde uno le da de menos
edad.
—No, no, a mí no —apoya los brazos sobre la barra—. No quiero
que me traten ni me cuestionen como si fuera una niña. Estoy muy a gusto
con mis añitos de vida, y mientras más cumpla mejor para mí. ¿Y tú?
—Lo mismo —respondo, y luego bromeo—: Felizmente con mis
veinte añitos.
—Nunca he averiguado cuantos tienes realmente —entrecierra los
ojos.
—Me imagino que la razón es porque nunca te ha interesado
verdaderamente, ¿no? —elevo una ceja, ella se sujeta el cabello suelto con un
elástico, dejando ver un poco más su cuello desnudo—. Como no solíamos
compartir intereses en el momento que fuimos presentados, entonces nos
evitábamos a toda costa, ¿recuerdas? Lo último que a ti te interesaba era
entablar una conversación conmigo, lo cual es algo ilógico, porque una gran
parte considerable de la población femenina muere por mí.
—Has justificado el motivo por el cual te evitaba de cualquier
manera. Estar a tu lado significaba soportar a un altanero, desdeñoso,
vanidoso, y yo no quería hacerlo. Aparte, yo estaba en una relación con tu
hermano, no contigo, no tenía la obligación de tolerarte con tus grandes
rasgos de rey de los fanfarrones.
—Admito que no te he dado una buena primera impresión —
reconozco—. Pero, ahora tenemos la oportunidad de modificarlo, ¿no es así?
—Exactamente —asiente con la cabeza—. Vamos a seguir
disimulando que nos atraemos por largos seis meses, aunque confieso que eso
es demasiado tiempo.
—Vaya —doy un silbido, fingiendo estar herido—. Que el universo
te recompense gratamente por sobrellevarme entonces, pastelito. Solamente
espero que no te vuelvas loca de remate por cargar con mi persona, ¿sabes?
Una sonrisa autentica va apareciendo en la esquina de su boca, pero
desapareció en cuanto el cantinero finalmente se percata de nosotros entre la
multitud de muchedumbre. Ambos nos pedimos dos Cosmopolitan para
empezar a desahogarnos, y mi paladar enseguida capta el vodka, además el
Triple Sec, jugo de arándano y jugo de limón, me encantaba este tipo de
bebidas pese a que lo consumía muy poco.
—¡Salud por nuestro compromiso! —Fiona choca su ahora
margarita con mi mojito nuevo—. Que vivamos felices y comamos perdices.
—Dime que no vas a entrar en un coma etílico pronto, pastelito.
—¿Por qué estoy gritando y actuando como loca? —sonríe—.
Todavía estoy muy cuerda, no te preocupes.
Abandona su vaso vacío, y le pide al cantinero una cerveza fría esta
vez. Cuando la coge, salta del taburete y se desplaza entre el gentío, y por un
periquete la pierdo de vista, por lo que trato de localizarla casi
inmediatamente, la veo en el centro bailando con un tipo que no se detiene a
la hora de poner sus manos sobre su trasero, por lo que me dirigí en su
dirección con el designio de quebrarles las manos, pero ni siquiera tengo que
mover un solo dedo meñique, ya que ella lo aleja tras decirle algo al oído,
entonces el tipejo busca algo o a alguien con la mirada, y al cruzarse con la
mía, se pone cabizbajo y se pierde por ahí.
—¿Qué le has dicho a ese imbécil que casi se caga en los
pantalones?
—Que mi prometido es un asesino en serie de mucho cuidado —ríe,
moviendo su cuerpo sensualmente—. Se lo ha creído todito porque basto
mirarte para que saliera casi corriendo.
—¿Tan mala pinta doy? —Pregunté, mientras ella rodea mi cuello
con sus brazos y su cerveza—. Me parece algo completamente curioso,
porque soy muy reconocido en Nueva York, dudo que piense que soy un
criminal serial.
—Y ha vuelto el Seth Benoist arrogante.
—Lo he dicho porque es la verdad, pastelito.
—Es tan irónico.
—¿Qué cosa?
—Todo esto —señala a nuestro alrededor—. Nosotros, ni en mil
años me podría haber imaginado que estaríamos compartiendo un momento
como este. Si no me hubieras atrapado en la iglesia, nada de esto estaría
sucediendo, que raro, ¿no?
—Y pensar que ibas a hacer una maldad allí mismo, pastelito —
poso mis manos en su cintura baja—. Hubieras perdido la dignidad, sin
ofenderte, claro.
—Eres franco a veces —susurra en mi oído—. Y tienes razón,
además de hacer el ridículo y ser tachada por medio mundo como la ex novia
enfermiza que no supera nada de nada.
—Y como información extra para ti, pastelito —rozo el lóbulo de su
oreja, y ella se estremece cálidamente—. Hubiera hecho hasta lo imposible
por evitarte esa vergüenza, digamos que mi hermano no merece que te
humilles de esa forma.
—Cuidado, Seth. Voy a pensar que me estimabas, cosa que no veo
posible, dado que nunca hemos creado un vínculo en los años que llevamos
de conocernos.
—Quizás lo hacía de por de mas —suspiro, mi aliento en su oreja.
No tocamos más el tema, seguimos bailando muy pegaditos aunque
las canciones del bar eran movidas, disfrutábamos en contacto del otro, y yo
no quería despegarme de ella por alguna razón en particular.
Cuando el reloj dio las tres de la mañana, la llevé a su casa, me
recibió su hermana que estaba preocupada por Fiona, la ayudé a llevarla a su
cuarto, y allí se durmió, no pude despedirme como quería, ya que ni siquiera
yo era consciente.
Nunca antes me he sentido atraído por una mujer como ella en mi
vida, pero temo que eso cambie antes de tiempo. No lo sé con exactitud pero
algo en ella se siente diferente, como si estar cerca de Fiona fuera una
bocanada de aire fresco.
Y ni siquiera trata de impresionarme, no obstante, logra hacerlo de
alguna u otra forma. Estoy empezando a pensar en esa mujer de una
completamente opuesta a lo que lo hacía años atrás, y no puedo determinar en
qué minuto a sucedido eso, no tengo una respuesta clara. Ahora me estoy
cuestionando con seriedad si esta relación que no tiene nada de real, va a
golpearme duro, y yo lo recibiré feliz, por el simple motivo que vendrá de
ella.
Súbitamente tengo sentimientos que voy encontrando dentro de mí
y no puedo explicarlos, lo único que sé es que cuento las horas o días para
volver a verla, y no es algo que estuviera en mis planes cuando le propuse
ser mi prometida, ni siquiera lo veía venir, pero no puedo ocultármelo a mí
mismo tampoco, ocultar que siento cierta emoción y pasión al volver a
cruzármela.
El deseo de verla embozar una sonrisa, cualquiera, amarga, feliz,
irritada, o emocionada me pone a vibrar. Quiero volver a probar de sus labios
aunque sé que es un grave error, tengo que dejar pensar en ella de esa forma,
y centrarme en mi verdadero propósito, ser el único en la cabeza de la firma.
Regreso a casa, y me meto dentro de la regadera, allí me quedo,
dejando que agua helada borre cualquier sentimiento encontrado por Fiona de
una buena vez por todas.
Capítulo 11

Una semana y media después de la cena en la mansión Benoist, y


tras una buena descarga de emociones a flor de piel en una discoteca de la
ciudad, yo me encontraba saliendo de la escuela, con mis ojos enfocados en
mi bolso, creyendo que me he olvidado un bolígrafo azul que tiene unos
adornos de personajes animados hermosísimos, con ese suelo corregir a mis
alumnos, sin embargo, cuando iba a volver para buscarlo, mi cuerpo choca
contra el de alguien más, al levantar la vista tengo a Katherine delante de mis
narices, con el semblante contraído.
Con una mano en la cadera, y la otra sosteniendo su bolso de Prada,
más un perfume demasiado dulce para mi gusto, me invade casi haciendo
imposible que yo pueda respirar a pesar de estar al aire libre. Su cabello rubio
vuela al viento, y unos anteojos cubren sus cuencas oculares, por lo que no
puedo descifrar si me está quemando con la mirada en verdad.
—¿Se te ofrece algo? —inquiero, enderezándome—. Si has venido
por Samuel, ya ha venido su chófer a llevárselo.
—No nos vas a dejar vivir nuestro amor en paz, ¿verdad, Fiona? —
Habla abruptamente, algo de lo que todavía me cuesta acostumbrarme, dado
que la mayoría de las veces usaba un tono de voz suave y compasiva, antes
de mostrarme su verdadera personalidad claro—. No has podido complacer y
mantener a Demian satisfecho, y ahora vas a por su hermano, ¿no?
—¿Y a ti que más puede darte? Es mi vida después de todo, yo hago
de ella lo que se me pega la gana, tanto como tú y Demian lo han hecho.
—Puedo ver cuán remordimiento todavía llevas encima, amiga.
—No me llames amiga, nunca lo hemos sido en realidad, y lo sabes
perfectamente, y mejor que nadie.
—¿Sigues culpándome por tu ruptura? —Sonríe como si no hubiera
sido la gran cosa, lo siguiente que hace es despojarse de los anteojos—. Ya es
tiempo de que pases la página, ¿no lo crees?
—No, no, no, te estás equivocando en el primer punto, Katherine —
contesto con total calma, algo que no sé cómo lo logro, ya que mi intención
durante los últimos meses ha sido desgreñarla y arrastrarla por el suelo, para
desquitar mí enojo y tristeza—. Tanto tú como Demian son culpables de ese
rompiendo, ¿y sabes por qué? Porque para engañar, para ser infiel se necesita
de dos.
—Lo tenías insatisfecho en la cama y por eso me ha buscado a mí
—se justifica de inmediato—. Lo has descuidado al solamente centrarte en tu
estúpido trabajo, colocándolo a él la tercera prioridad dentro de tu vida.
Porque la primera es esta escuelita, la segunda es tu hermana la mantenida, y
tercero, estaba Demian Benoist.
—¿Entonces tengo que lamentar el no haberlo puesto en el centro
de mi universo? —me cruzo de brazos, riendo amargadamente—. ¿Ahora soy
la responsable de que los dos se hayan liado juntos? ¿Es eso lo que yo tengo
que comprender, Katherine?
—Lo sabes tanto como yo —golpea mi pecho con su dedo índice—.
Por supuesto que sí, y ve con cautela, no vaya a ser que se repita exactamente
la misma historia, pero esta vez con Seth.
—Aparta tu dedo de mi persona —miro hacia abajo, sus uñas
perfectamente recién salidas de la manicura.
—Oh, y si no se me da la gana, ¿Qué harás en cuanto a eso, amiga?
—Da gracias que llevas un bebé en tu vientre, o de lo contrario
estarías en el suelo pidiendo que te suelte el cabello antes de que te arranque
un mechón de él. Aunque eso significaría caer en lo más bajo posible, como
tú por ejemplo al venir a interceptarme en mi lugar de trabajo, por ejemplo.
—Bueno, bueno, bueno —ríe—. La tierna y bondadosa maestrita
miserable ha sacado las garras, las cuales tenia bien guardaditas. ¿Harás un
alboroto frente a tu lugar de trabajo? ¿Crees que al director le agrade eso?
—Otras de las razones por las que no estás ahoritita mismo en el
suelo.
—Mantente fuera del alcance de mi esposo, Fiona —esta vez su
semblante cambia a uno más serio—. Y de la familia Benoist, o te juro
lloraras otra vez, y por mi causa.
—Ve a amenazar a un coloso, y no me estés molestando —dicho
eso, la paso por al lado, y cojo el primer taxi que veo.
Sigue tan odiosa y envidiosa como siempre, algo nada nuevo, la he
conocido así, solo que me he dejado llevar por su carita de no romper un solo
plato, y he pagado las consecuencias de no poder ver su verdaderas
intenciones, ni mucho menos las de mi ex novio.
—Las brujas ya no vuelan en sus espantosas escobas, ahora solo se
visten con trajes de miles de dólares. Has cambiado los tiempos, y con ello,
ellas igual —comenta mi hermana Charlie, cuando acabo por revelarle el
pequeño enfrentamiento de esta tarde—. Pero, ¿Qué la tiene tan asustada?
¿Acaso es que Demian aun siente cosas por ti y ella ya ha pasado de moda?
—No me interesa realmente sus preocupaciones, ni lo que sienta ya
Demian —digo, lanzándome en el sofá con un plato de lasaña—. Después de
enterarme de que ella está embarazada, no tiene sentido que siga con mi
venganza, que hagan su vida y ya.
—Sin embargo, provocaras en ese tipejo, unos celos limitantes,
dado que seguirás viendo a su hermano.
—Sí —una sonrisa involuntaria se dibuja en mi rostro.
—Fiona, ¿no me digas que comienzas a sentirte atraída por tu
cuñado?
—Nada de cuñado desde hace meses —esclarezco—. Y por otra
parte, es imposible que me atraiga ese hombre, pese que al comienzo ni
siquiera podía verlo.
—Pero si está más caliente y bueno que tomar café por las mañanas
en un día gélido.
—Cuidado y te mojas, hermanita —le lanzo un almohadón—. Ve a
ducharte que se ve que te hace falta.
Me saca la lengua.
Antes de acabarme el plato de lasaña, mi celular vibra sola mesa de
cristal de la sala.
Desde mi posición veo que se trata de una llamada de Seth, pero no
llego a cogerlo, puesto que la que atiende es Charlie, guiñándome un ojo.
—Hola, cuñadito ficticio.
Le saco el dedo corazón, y ello solo se ríe en respuesta.
—Mira qué casualidad, justamente estábamos hablado de ti.
Voy a ahorcar a esa chica.
—Claro, en seguida se lo comunico. Solamente pasa la dirección
del lugar y te la envió —ella guarda silencio unos segundos—. Bien, bien,
adiós.
Tras colgar, me devuelve el dispositivo.
—Eso ha sido imprudente, Charlie, ¿ahora eres mi secretaria que
respondes mis llamadas?
—Luego me reclamas —se levanta del sofá—. Seth me ha dicho
que su familia y él están pasando un rico momento en un hipódromo, esperan
verte allí en media hora aproximadamente, ve a cambiarte, tus suegros
quieren verte.
—Oye, que yo no soy una muñeca de trapo a la que pueden manejar
como se les antoje.
—Eres un actriz que juega un papel super importante, interpretas a
la prometida de un dios griego, ni modo, debes hacer sacrificios. Además
sospecho que te pone contenta ir a ver a Seth.
—Tú no lees mis pensamientos. Simplemente iré porque nunca he
visto un caballo de cerca. Y ni se te ocurra insinuar nada.
—Y quieres montarlo, ¿verdad?
—Oye, no seas mal hablada.
—Anda ya —ríe a carcajadas—. Yo solamente hablaba de un
caballito, ¿Qué creíste? ¿Qué me refería a la polla de Seth?
—Ya no hablaré contigo —salgo corriendo a mi habitación—. Te
gusta hacerme malentender todo, Charlie.
Capítulo 12

—Allí están mis padres —cojo de la mano de Fiona, mientras


avanzamos hacia su dirección, ellos esperan mientras ven a mi hermano Sam
montándose a un caballo—. Espero que no te haya molestado esta invitación
tan inesperada.
—Hubiera preferido que me avisaras que tendríamos una reunión
“familiar” con un día o dos de anticipación —responde, resoplando—. Yo
estaba agustisimo en casa comiendo como Dios manda, y tú simplemente
marcas mi número de teléfono y ya pretendes que nos veamos, espero que no
se vuelva un hábito para ti, querido prometido.
—Admite que querías verme también —le sonrío, admirando a su
vez esa belleza angelical que carga con una energía, que mi hermano no ha
sabido valorar—. Por cierto hoy tengo una sorpresita para ti, aunque creo que
no será demasiado bien recibido por ti, pero es parte de nuestro teatro.
—Ay, no —se detiene casi a dos metros de nuestro destino—. No,
no me asustes. ¿Qué ha planeado tu mente perversa esta vez?
—Oye, creí que ya nos llevábamos bien, así como dos comadres —
bromeo, algo que muy pocas veces suelo hacer—. Mantén la calma, pastelito,
puedes darme cinco coscorrones en la cabeza si llego a incomodarte,
¿entiendes?
—¡Ya me estás incomodando! —exclama—. Más te vale que no me
pidas irme a vivir contigo a la mansión, porque ni demente voy a abandonar
mi apartamento. Además conociendo a Charlie, lo vendería y se iría de viaje,
y sin contar conmigo, claro que no.
—A tu hermana siempre le ha encantado los aviones, debería
dedicarse a algo que involucre viajar —contesto, retomando el camino hacia
mis padres, en cuanto llegamos ellos nos dan unos abrazos y nos invitan a ver
a Demian practicando equitación—. ¿Primera vez que vienes?
—Sí, Demian nunca ha querido traerme —responde—. Me
encantan los caballos.
—¿Quieres cabalgar uno?
—Ni loca que estuviera —expresa con total notabilidad lo aterrada
que se ha puesto.
—Pero has dicho que te gustan los caballos.
—De lejitos —me aclara—. Si me llego a montar a uno, me daría
un terrible patatús.
—¡Que miedosa eres, Fiona! —la voz de Sam nos distrae
inmediatamente, mi pequeño hermanito menor salta a los brazos de su
maestra de tercer grado.
—Mira que cosa, Sam —ríe ella—. Has tenido que soportarme en
clases, y ahora en el hipódromo, ¿Qué tan agotador tiene que ser ver a tu
maestra hasta en la sopa?
—Yo te quiero mucho —responde.
—El sentimiento es mutuo.
Ambos interactúan por aproximadamente una media hora, y yo lo
hago con mis padres.
Demian por otra parte se adueña de un caballo, mientras busca la
forma de mantener el equilibrio a la hora de cabalgar, y es que no es muy
bueno en ese aspecto, pero se defiende muy bien después de todo. Su esposa
no ha venido, y que suerte, lamentablemente el aire se carga muchísimo
cuando la tenemos cerca, y para ser honesto, ya no me importa un comino
que se haya casado con Demian, al principio sí, pero ya me he dado cuenta
que lo que sentía por esa mujer no era nada fuerte, ni de cerca.
—Anda, Fiona, te la pasaras muy bien —Sam anima a su maestra,
tirándole de la manga de su chaqueta de mezclilla—. Mi instructor me ha
enseñado a correr unos metros con mi caballo, tú puedes hacerlo también.
—¿Qué tal si muero de un infarto? ¿O el caballo me da una patada
voladora? ¿O no pueda montar?
—Pues Seth puede enseñarte, ¿verdad, Seth?
—Claro, no tendré un título de instructor de equitación, pero me
desempeño excelentemente en este ámbito —contesto, cojo las manos de mi
falsa novia—. Vamos, al menos toca a un potro, ellos son muy amables.
—Si llego a sufrir un solo rasguño, acabamos la relación —me
advierte una vez que nos alejamos de mi familia.
—¿Vas a romperme el corazón así como así? —Le guiño un ojo—.
Voy a demandarte por daños emocionales.
—Estoy hablando en serio, no es para que te lo tomes a chiste.
—No estoy bromeando cuando te digo que lo último que quiero en
esta tierra es terminar esta relación ficticia contigo, pastelito.
—Bueno, tampoco creo que sea muy difícil que encuentres otra
chica para ocupar mi lugar.
—No quiero a otra chica, solamente te quiero a ti —al liberar esa
verdad, ella me observa detenidamente y con cierta curiosidad, acto seguido,
me sonríe con timidez—. Este es mi caballo, Sombra.
—¿Sombra? —Ella se mantiene alejada del animal, al menos por un
metro y medio—. ¿Me está mirando de una forma bastante rara o solo es idea
mía?
—Tienes que quitarte el miedo, pastelito —extiendo mi brazo—.
Ven hasta mí, te prometo que no vas a arrepentirte.
Fiona roza sus dientes superiores con su lengua, como si estuviera
sopesando si ceder o si lo mejor es mantener las distancias. Finalmente baja
los hombros, y luego vuelve a elevarlos para dar unos pasos hasta llegar al
animal, se coloca a mi lado como una forma de protección.
—Pon tu mano sobre él, es un animal muy tranquilo y amoroso. No
por nada es como mi hijo, ¿sabes?
—¿Un hijo? —ella dibuja una cálida y sexy sonrisa, y mi
cuerpo recuerda el beso que nos hemos dado hace una semana, no lo he
olvidado por más que he tratado—. ¿Tengo un hijastro?
—Sí, es un secreto que quería mantener contigo, pero ya veo que ha
sido imposible ocultártelo —le sigo el rollo—. Pero bueno, no lo
prolonguemos más. Hazlo, acarícialo, es gentil con las personas que
considera confiable.
—¿Y si no lo soy para él?
—Lo eres para mí, por consiguiente lo eres para mí Sombra
también, no te intranquilices.
Asiente por fin, despacio y tomándose su tiempo, va colocando la
palma de su mano sobre el cuello de mi caballo, al principio le cuesta una
barbaridad calmar esa ola de nerviosas que la inundaban, pero logra
apaciguarse.
—Oh, que amable es.
—Te lo he dicho, pastelito —respondí—. ¿Quieres montarlo?
—Eso ya es pedirme demasiado, Seth.
—Hagamos una cosa —se me ocurre una idea rápidamente—.
Hagámoslo juntos, yo seré como tu chófer. Voy a cabalgar a Sombra, y
experimentaras la belleza de la verdadera vida.
—Confesaré que siempre te he imaginado solamente montado en
autos lujosos, pero no es animales.
—Tienes una imagen errónea de mí, entonces.
—Ayúdame a cambiarla —Su preciosa cabeza se inclina un poco
conforme me observa con esos ojos de tono verdes como la esmeraldas,
que me han provocado casi un cortocircuito internamente de medio segundo,
¿Tan mal me pone estar a su lado, señor?
—Bien, Sombra y yo te enseñaremos la verdadera adrenalina.
—Estupendo.
Capítulo 13

Nunca había sentido que mi vida estaba al borde de la muerte, hasta


que he aceptado subirme a un enorme caballo que me aterraba hasta los
huesos. Todavía no entiendo cómo me he dejado convencer tan
sencillamente, tenía que ponerme firme y mantener mi postura de negación
total a la oferta de Seth, pero por lo visto cada vez que algo sale de su boca,
cada una de sus propuestas logran incrustarse dentro de mí, y acabo por
acceder, algo ilógico y que me pone de muy pésimo humor.
Sin embargo, ahora esa emoción esta resguardada, porque ha salido
a flote el miedo increíble que sentía en este instante, mientras me aferraba a
la vida con todas mis fuerzas, con cada gramo de ella que poseía. Y eso por
supuesto hace que la persona a la que mis brazos rodean con resistencia, se
mofe de mí, algo que ha estado haciendo por aproximadamente unos diez a
quince minutos, si no he calculado mal el tiempo que llevamos sobre el
animal.
—Relaja tu cuerpo, pastelito —dice, por encima de su hombro—.
No adoptes una postura tan rígida, que el caballo es un animal muy
inteligente, con sentimientos, y con percepciones únicas, y puedo estar al
tanto de tu incomodidad.
—Vas a matarnos a los dos si no te enfocas hacia adelante —cierro
mis ojos, golpeando mi cabeza contra su espalda—. Yo no tengo la menor
idea de cómo es que a las personas les gusta este tipo de cosas, madre mía.
Muy a mi pesar vuelvo a levantar la cabeza para ver si ya nos
detendremos pronto.
—Porque saben lo que es la buena vida —responde Seth con esa
boca perfecta que posee, y esos ojos castaños tontos y brillantes, sin dejar
de lado su sedoso cabello negro que en ningún momento se despeina a pesar
de que monta al cabello como un jinete experto, pero con cierto movimientos
que a mi parecer son rápidos—. Después de un día arduo de trabajo, esto es
lo que más me gusta hacer para aflojarme físicamente, y emocionalmente.
—Deberías de mudarte a un rancho —sugiero completamente
asustada—. Ya vamos a parar, o no voy a sobrevivir ni siquiera una hora más,
Seth.
Seth no pone objeción alguna, y en menos de dos minutos a me
estaba ayudando a bajarme del caballo, colocando sus manos en mi cintura y
como si mi peso fuera de pluma. Al tocar tierra firme, me mira expectante y
a la vez con una mirada abrasadora, me pregunto qué pasa por su mente, pese
a que yo ya estaba a salvo con mis pies en el suelo, él no deja caer las manos
de mi cuerpo, y eso no me molestaba en lo absoluto, su presencia era algo
que yo ya valoraba cuando antes ni lo soportaba, ironías de la vida, supongo.
—Has sido muy valiente, pastelito.
—Yo lo cambiaría por cobarde —arrugo la nariz—. Casi salto del
caballo en plena carrera que te cargabas.
—No, solamente tienes que superar tu miedo a ellos, no son malo,
son muy buenos y saben en quien confiar y en quién no. Y tú le has caído
muy bien al mío, tal vez otro día podremos hacerlo mejor y sin pavor —me
guiña un ojo.
—Bueno, sinceramente lo dudo.
Los ojos de Seth siguen, permanecen sobre mí persona hasta pienso
que mi interior se estaba descontrolando por él, y eso es todo, trato de
mantenerlo fuera de mi vista por unos segundos. Pero sus grandes manos aún
están envueltas alrededor de mi cintura como si abandonarla no fuera una
opción muy viable, y yo trago saliva por esas sensaciones tan indescriptible
pero maravillosas que no tendría que estar sintiendo. Al menos anhelaría que
no fuera tan buenmozo. Este hombre es casi como un imán, y no es
tarea sencilla despegarme de su cuerpo por mi propia voluntad.
Entonces su aliento se acerca a mi oído y tiemblo como resultado
cuando dice:
—Volvamos con la familia, no quiero perder el control.
Esas simples palabras me sacuden internamente, dado que lo ha
mencionado con una doble intención, y yo lo he captado sin problema
alguno.
Pero decido ignorarlo, y al regresar con sus padres y con Demian,
siento como la tensión se puede picar con la punta de un cuchillo, y es que
aún no era fácil estar en el mismo espacio que mi ex novio después de todo,
pero como mínimo no era algo que me afectaba negativamente tanto.
—Seth, creo que ya es la hora —susurra Carol, visiblemente
emocionada.
—¿Para irnos? —interrogué.
Seth menea la cabeza, y articula con los labios una disculpa sin que
su voz se escapara de su garganta, entonces me pongo en alerta
instintivamente, tratando de prepararme para lo que sea que estuviera por
venir, entonces recuerdo de lo que me ha advertido al llegar al hipódromo.
Y deduzco instantáneamente a lo que se refería, todo cuando pone
de cuclillas ante mí, y saca de su bolsillo una caja pequeña de terciopelo
plateado, y poco a poco la abre, mi corazón late y no por emoción, sino por
euforia, y sin saber dónde esconderme, antes de que yo entrara en pánico, él
me guiña un ojo como diciéndome que todo iba a estar bien y que es parte del
show, ya lo sabía, pero eso no deja de ser una situación embarazoso para mí.
Y pensar que yo estaba y estoy completamente decidida a no volver
a enamorarme y ni siquiera a casarme con nadie nunca. Después de la
desilusión con Demian, eso ha quedado claro para mí, porque creía que todos
eran igual que él.
Aunque siempre hay una excepción a la regla, ¿verdad?
—Cada mañana al abrir mis ojos, lo primero que yo deseo es poder
ver tu esplendida sonrisa, y también lo último que deseo hacer antes de
cerrarlos es besarte. Y quiero hacerlo por el resto de mi vida sin dudarlo, por
eso quiero preguntarte ¿aceptarías casarte conmigo?
Dios.
Esto se siente tan real que me abruma de alguna forma. Pero no
puedo salir huyendo porque entonces nuestro fingimiento se iría a por un
agujero sin fin.
—Hmm… yo… s… si… creo —tartamudeo, mordisqueándome los
labios, mientras veo como Seth me pone un anillo de diamantes en el dedo, y
vuelve a estirar sus piernas—. ¿Gracias?
—¿Te ha gustado la sorpresa, Fiona? —Pregunta su padre, con un
semblante de orgullo—. Nos ha asombrado de que no tengas tu anillo de
compromiso como el resto de las personas que se prometen casarse, por lo
que se nos ha ocurrido que el futuro heredero de la firma de la familia, te lo
pidiera delante de nosotros formalmente.
—Me ha cogido bastante desprevenida, y estoy un tanto pasmada,
pero efectivamente me ha gustado —sonrío, intentando ser convincente.
—Bien, entonces, Fiona, podemos comenzar a organizar la boda
juntas, ¿no? —Carol dice emocionada.
Busco la ayuda de Seth, mientras yo recojo mi bolso y saco una
barra de chocolate.
—Bueno, mamá —habla Seth—. Tengo que llevarla a su casa, y
ustedes tienen cosas que hacer, no podemos estar todo el santo día aquí,
¿verdad?
Carol y Alaric se despiden de mí, y antes de salir del hipódromo se
van a saludar a un par de amigos, a los cuales les anuncia que pronto estarán
invitados a una boda, y eso me pone más nerviosa.
Por otra parte, Demian me coge del antebrazo.
—¡Eres una cualquiera!
—Y tú un estúpido que perderá la mano si la vuelves a tocar —
gruñe Seth, interfiriendo con total autoridad, como si tuviera un enorme
poder.
—Meterte con mi hermano, Fiona —ríe—. ¿Eso es lo más bajo que
has podido caer?
—Y tú te has liado con mi mejor amiga, sin embargo, ¿me ves
reprochándotelo? —Le hago frente—. Ocúpate de tu legítima esposa, y
déjame en paz.
—Todavía me sigues queriendo, estás con Seth para desquitarte de
mí.
Al principio era así, pero eso ha dado un giro completo.
Enfadada, me volteo hacia su hermano, decidida a darle una escena
que nunca va a olvidar.
Súbitamente yo tiro de la mano de Seth, y encuentro su boca
con la mía, conforme nos capturamos con un beso ardiente como el de la
primera vez. El aire se va acumulándose en mi pecho pero se libera sin forzar
nada en cuanto acuno mis manos en sus mejillas con una barba de unas
semanas de crecimiento ya, bastante poblada.
Muevo en un nuevo ángulo nuestras cabezas con el propósito de
ahondar el beso que nos dábamos, y esos labios de tono salmón, se mueven
contra los míos con toda experiencia, me acariciaba con ellos y era una
sensación tan grata que olvidé que lo besaba para demostrarle a Demian que
estaba equivocado.
Seth me mordisquea, casi haciendo que suelte un jadeo hasta el
punto que yo pierda la noción de que no estamos en la privacidad de su
mansión, y que había personas alrededor.
Tengo que admitir para mis adentros que se sentía tan maravilloso
esto. Pese que era el momento de ponerle un alto, pero me consumía de una
manera imposible de rechazar simplemente. Sus labios son atrapantes, y los
roces de sus manos sobre la columna de mi espalda, era fascinante.
Cuando nos separamos, conectamos nuestros ojos
momentáneamente.
Estaba que enloquecía con el beso, tanto que deseaba otro más.
Capítulo 14

—Dile que no estoy en casa —me escondí detrás de la lavadora del


baño, mi hermana mastica su chicle a la vez que se echa a reír como foca—.
No puedo verlo ahora mismo, mis emociones se contradicen demasiado, y
necesito pensar con claridad, ¿de acuerdo?
—Los has besado dos veces y ya te ha zarandeado el suelo como si
fueras una adolescente —responde ella, echando una mirada furtiva hacia el
pasillo—. Lo has estado evitando por una semana entera, no creo que espere
un solo segundo extra, Fiona.
Desde la última vez que nos besamos, él ha hecho que me sea
duramente complicado calmarme, dado que mi artero cuerpo estuvo tenso por
una llama inexplicable recorriendo desde la punta de mis pies hasta mi
cabeza, algo ardiente he venido sintiendo gracias al hombre que me espera en
la sala. Y mi mayor incógnita y la cual estoy tratando de descifrar es cómo
puedo sentirme así por alguien que no podía aguantas hasta hace unas
semanas atrás, era algo ilógico para mi siendo franca.
—Pareces una chiquilina, Fiona —mi hermana, no alcanza a
agregar nada más debido a que alguien interrumpe en nuestro lavado, y por
supuesto se trataba del mismísimo Seth Benoist, con sus labios elevándose
ligeramente hasta formar una sonrisa sensual—. Bueno, los dejo solos, voy a
ir a realizar las compras del mes, voy a tardarme muchísimo, inclusive una
hora aproximadamente, tal, tal vez unos cinco minutos más. Solo lo digo para
que lo tengan en cuenta los dos.
—Pero no tienes que irte a ninguna parte —dice Seth—. No hay
nada que ocultarte después de todo.
—Lo sé, cuñadito. Pero es preferible que yo este a kilómetros si es
posible, porque algo me dice que tendrán una larga charla de la que no quiero
ser testigo. Traeré helado de chocolate, fresa y limón para después de la cena.
Suspiro derrotada cuando finalmente Charlie desaparece de mi
campo de visión, segundos más tarde, escucho como abre la puerta principal,
cerrando al instante.
Seth mira cada rincón del baño, y lentamente va aproximándose a
mí, colocándose a mi altura posteriormente.
—Llamadas rechazadas y enviadas directamente al buzón de voz,
mensajes leídos y no contestados, ¿hay algo que quieras decirme, pastelito?
¿Acaso hice algo que te ha molestado y no me lo has mencionado? No he
sabido de ti en siete días, ni siquiera Samuel me ha querido hablar de ti
porque según sus propias palabras, se lo has pedido.
—¡Que va! —Digo, mientras me ayuda a ponerme de pie—. He
estado muy ocupada, no siempre voy a estar disponible para ti o tu familia,
tienes que comprender.
—Hay algo más y lo sé, no soy tonto —chasquea la lengua—. Dime
una cosa, ¿la causa ha sido por el beso? ¿Tan malo ha sido?
—Es difícil de explicar.
—Lo será si no me hablas con la verdad, pastelito.
—Puedo anticipar con toda seguridad que vas a burlarte de mí, Seth.
—Eso ni siquiera cruza por mi mente, ni ahora ni nunca. Habla
conmigo y quizás puedas de dejar de sentir tanta tensión, aquella que
vislumbro en tu rostro.
—Me ha gustado —suelto, cerrando los ojos rápidamente para
evitar cualquier tipo de escarnio en su semblante, pero por lo contrario, solo
siento el roce de las yemas de sus dedos sobre la piel desnuda de mis
hombros.
—Me alegra muchísimo saber que no he sido el único que ha
sentido eso entonces, Fiona —mi nombre lo pronuncia como si lo saboreara
en su paladar—. He estado luchando contra las mil y unas emociones que me
vienes provocando sin siquiera intentarlo desde hace tiempo, no sé realmente
lo que ocurre, pero las ganas de besarte aumentan cada día que trascurre, y ha
empeorado desde que he dejado de verte.
—Eso ha sido profundo —sonrío.
—Me urgía solamente liberar eso que estaba atorado dentro de mí
—se encoge de hombros con brevedad, y manteniendo una expresión neutra
—. La cuestión aquí es: ¿las cosas entre nosotros se tornaran extrañas o en
cambio, haremos algo al respecto con la confesión reciente?
—Tú eres el de las propuestas —finjo inocencia—. ¿Qué dices?
De buenas a primeras soy pillada desprevenida, Seth me ha cogido
entre sus brazos, conforme su boca arruina exquisitamente la mía
aprovechando que yo me ciño a él con total libertad, algo que todavía me
tiene impactada. En la vida he imaginado que lo besaría así, que me aferraría
a su persona de esta forma.
Sus labios eran como un tipo de droga que presiento no podré borrar
de mí en años luz.
Aprieto mi cuerpo contra el suyo, y él jadea en mi boca, sus
inquietas manos deambulan por debajo de mi camiseta blanca y larga que uso
normalmente para dormir o solo para andar por mi casa los fines de semanas
cuando no hay planes para salir a ningún sitio en particular.
A continuación arrastra sus manos hasta mi parte trasera, me las
apretuja y una sensación de placer me embriaga. Y de un momento a otro las
plantas de mis pies ya no tocaban el suelo de mármol, por lo que me aferro a
su cuello con mis brazos para no perder mi propio equilibrio.
Seth no pierde el tiempo y empotra mi espalda contra una de las
cuatro paredes. Gimo cuando sigue utilizando sus manos para tocarme
ansiosamente, con su versada boca absorbiendo la mía, mientras tanto
enciende el fuego de una pasión inexplicable. La necesidad que me expresa
sus labios es simplemente lúbrica, y que además su lengua es tan
experimentada que es capaz de arrebatarme los pensamientos de racionalidad,
esos que me indicaban que enredarme con mi ex cuñado estaba mal, era
erróneo. Esos pensamientos se esfuman al segundo que nos rozamos como si
hubiéramos estado enamorados por años y hubiéramos reprimido el deseo de
ambos, cuando eso es no es así en lo absoluto.
—No hay nada más estimulante para mí, que poder palpar tu
ardiente piel bajo mis dedos, pastelito.
Seth me ayuda a despejarme de mi camisa, lanzándola a la suerte
detrás de él. Hace palanca con sus piernas para no dejarme caer, al tiempo
que sus manos pasean por mi vientre despacio hasta llegar a mis pies,
cubiertos por un sujetador liso y beige, me lo desabrocha y lo tira sin más.
Frota mis pechos, acariciando mis pezones tan duros como una
roca. Todo eso mientras sigue explorando mi boca, aunque cada cierto tiempo
debemos alejarnos para poder respirar un poco de oxígeno, y continuar con lo
nuestro.
Frota su pelvis contra la mía, y me sentía mareada cada vez que me
goleaba con ella, era realmente eléctrico e inusual lo que me provocaba.
—¡Deseo insaciablemente hacerte el amor! —me confiesa, con su
respiración agitada, igual que la mía.
—¿Y a qué esperas?
—No, no, Charlie se ha ido a por una hora —dice—. Y yo pretendo
enterrarme en ti por horas, y horas. Con pausas claro, me entiendes.
—¿Pensaste alguna vez diciéndome algo como esto? —inquiero con
curiosidad.
—Me desagradabas, ¿tú que crees? —Suelta una ligera carcajada—.
Aparte, salías con Demian, nunca te he visto como algo mas pues los
respetaba a los dos.
—Es bueno saberlo. Por otro lado, Charlie no ha dado el tiempo
suficiente para que la aprovechemos en otra cosa —me remuevo para que me
baje, y me estiro mis manos, y antes de que él pudiera preguntarme algo, voy
hasta la hebilla de su pantalón dispuesta a quitársela, pero lo impensable me
deja estática.
—¿Fiona?
—¿Papá?
Capítulo 15

—Papá, ¿Cómo has entrado sin llave? —inquiero, una vez que han
trascurrido unos quince minutos desde que nos hemos instalado en la sala, y
el silencio se convirtió en nuestro amigo, pues nadie soltaba ni una sola
palabra, y es que la vergüenza me inundaba por completo, aunque menos mal
que no me ha visto tal cual he llegado al mundo, porque entonces me daría un
paro cardiaco.
—Fiona, ¿Cómo es eso de que estás comprometida con este tipejo?
—Va al grano y sin pelos en la lengua, todo eso mientras observa con una
mirada acusatoria a Seth, quien por supuesto no se deja amedrentar por mi
padre—. Es el hermano de tu infiel, hijo de puta es novio. Ambos están
cortados con la misma tijera, no es de confiar.
—¿Has venido a Nueva York para abroncarme, papá?
—En parte sí, pero también he venido porque extraño a mis niñas, y
no me alcanza hablarles por teléfono, no es lo mismo que personalmente.
Fiona, ¿Por qué no me avisaste que ibas a casarte con él? Me tuve que enterar
por terceros, y eso no es agradable.
La verdad que no le comentado nada a mi padre porque se supone
que este compromiso es totalmente artificial, no tenía ningún sentido
decírselo, a fin de cuentas, Seth y yo lo acabaríamos en unos meses y cada
uno retomaría su camino.
—Bueno, papá —me acomodo en el sillón—. Yo creo que puedo
confiar en tu discreción.
—¡Fiona! —me advierte Seth.
—Está bien, Seth. Mi padre es una persona bastante comprensiva,
duro, pero lo es. Podemos revelarle la verdad sin ningún problema.
—¡Estas embarazada, madre mía! —exclama mi padre, felizmente,
los rastro de enojo se le han ahuyentado—. Mi primer nieto, que noticia más
hermosa. Entiendo la razón por la quieren llegar al altar tan pronto, haberlo
aclarado mucho antes. Lo siento mucho, Seth, me alegro que te hagas cargo
de tu hijo, como todo un caballero, te cortaría las pelotas si no fuera así.
Él se levanta del sofá, se acerca a Seth y le tiende la mano, y con
una sonrisa pícara, Seth se la estrecha, como si le hubiera puesto de buen
humor que mi padre se creyera eso.
—No, no, no estoy embarazada —pongo los ojos en blanco, y a su
vez le pongo fin a sus ilusiones—. Y de ser el caso, ¿de quién sería? ¿Del
espíritu santo?
—Entonces habla, hija, que yo no soy adivino, ¿Qué tienen que
confesarme?
—Seth y yo no somos una pareja real —digo—. Estoy con él para
ayudarlo a que consiga el mandato de la firma familiar, luego de eso,
terminaremos con la farsa.
—¿No hay amor de por medio?
—Absolutamente no —apenas eso sale de mi boca, Seth gruñe por
lo bajo.
—¿Cómo qué no? —Cuestiona mi padre—. Si casi los pillo apunto
de enrollarse en el cuarto de baño.
—Bueno… Hmm… somos humanos —mis mejillas se tornan rojas
como el tomate—. Pero por favor, evitemos tocar esa parte, ¿sí?
—¿Qué les sucede a los jóvenes de hoy en día que quieren tener
sexo pero sin un sentimiento de por medio? Nunca los voy a entender,
compartir cuerpo con alguien sin amor, es simplemente impensable, se
sentirán vacíos luego.
—Papá, lo digo en serio, no quiero hablar de sexo contigo, es más,
ni repitas esa palabra, por todos los santos.
—Yo también he tenido tu edad, Fiona —responde tranquilamente,
volviendo a su asiento—. Se lo que es el sexo, lo he tenido muchas veces con
tu madre, ¿o cómo crees que tu hermana y tú han llegado a este mundo? Sigo
manteniéndome activo hoy en día con tu madre, el fuego sigue avivado en
nuestro matrimonio, porque nos amamos. Hemos aprendido varias posiciones
que ni el kamasutra se ha inventado hoy en día.
—Ay, me darán arcadas. Eso ha sido demasiada información, y
espero que mi cerebro lo elimine antes que me cause pesadillas permanentes
y tenga que recurrir a terapia.
—¡Hola, familia! —Mi hermana se adentra a la casa con varias
bolsas del super en la mano—. Papi, te he traído tus cervezas.
—¿Sabías que estaba aquí, Charlie? —le pregunto.
—Claro, me lo he encontrado a unas cuadras apenas he salido.
—¿Y por qué no me enviaste un mensaje de texto para avisarme?
—¿Por qué te alteras, hermana? —Charlie deja las bolsas en el
recibidor, y seguidamente se une con nosotros.
—Porque casi la pillo follándose a este hombre.
—¡Papá! —exclamo, llevándome las manos a la cara, y soltando
una risita nerviosa.
Mi hermana se echa a reír como foca, le tiro todas las almohadillas
posible, pero no se detiene a la hora de burlarse de mí.
—Menos mal que tu madre se ha quedado en Connecticut, mira si
los hubiera descubierto ella, hija.
—Me arranca los pelos, uno por uno —contesté—. Como la
primera y última vez, ¿lo recuerdas, papá?
—Sí, te atrapo dándote un piquito con aquel basquetbolista de
último año. En su defensa, dijiste que ibas a estudiar para lengua y ni
siquiera estaban los libros sobre tu cama.
—Pusieron en práctica la lengua —agrega Charlie—. Pobre chico,
en su vida volvió a pisar nuestra casa.
—Bueno, yo creo que estoy sobrando en esta reunión familiar, así
que lo mejor será que me vaya —Seth se levanta del sofá.
—Un momentito, muchacho.
—Dígame, señor Arthur.
—Me importa un cacahuate si lo que tienes con mi hija es falso o
no, la llegas a lastimar como lo ha hecho el gilipollas de tu hermano, y
romperé tus clavículas, ¿lo entiendes?
—Señor, quebraría mis propias manos y mi corazón antes de hacer
eso.
—L advertencia ya está hecha, así que actúa con cuidado.
Acompaño a Seth hasta el exterior luego del aviso de mi padre que
ha sido algo exagerando, pero siempre me ha protegido. Una vez afuera,
aprovecha para robarme otro beso, que pese a haber sido corto, fue tan
pasional como los dos primeros que hemos tenido.
El sabor de sus labios aún permanecen en los míos, y me preguntaba
interiormente como era posible aquello, no me había sucedido lo mismo con
Demian, jamás de los jamás.
Es como si con Seth, todo fuera un poco más allá de lo ordinario y
eso me acaloraba excesivamente, algo que no me dejaba indiferente.
—Así que es ficticio todo lo que tienen, ¿no?
—Absolutamente, papá.
—¡Rarísimo!
—No comprendo.
—Ese hombre te miraba como yo a tu madre en mi juventud, casi
perdidamente enamorado.
—Es imposible —digo rápidamente—. Solamente jugamos a estar
enamorados, para que sus padres no duden de la relación.
—Este tipo de juegos son peligros para el corazón —me dice,
completamente serio.
Capítulo 16

El miércoles me encontraba dentro del gimnasio donde la escuela ha


organizado un evento deportivo, donde todas las familias estaban
completamente invitadas a asistir.
Mientras controlo a mis alumnos que están preparándose para jugar
un campeonato de fútbol junto a sus padres, visualizo a Samuel en un rincón,
esperando a que todo comience, no he visto ni a Carol ni a Alaric, e
imaginaban que iban a venir, pero ya no estoy tan convencida de ello.
—¿No les has dicho que tenían que venir hoy? —me acerco a él,
arrodillándome—. ¿Quieres que les hable para que vengan a hacerte
compañía y a alentarte?
—Si les he dicho lo del evento, pero ellos tenían trabajo que hacer
—responde—. No importa, ya estoy acostumbrado a que nadie venga a
verme.
—Ay, mi niño —lo abrazo—. Yo estoy aquí de todas maneras,
levanta los ánimos, ¿de acuerdo? Hoy tenemos un fantástico día soleado, cosa
que es rarísimo en esta época, pero debemos aprovecharlo.
Apenas me enderezo, choco mi espalda contra algo duro detrás de
mí. Al voltearme veo a Seth con una gorra y vestido informalmente, estaba
muy guapo y tentable, pero sobre todo, me ha sorprendido demasiado tenerlo
aquí, nunca en su vida ha pisado la escuela, creía que estaría trabajando, no
me ha mencionado que se aparecía aquí.
—Hermano —Samuel salta a los brazos de Seth, y ambos se
trasmiten todo el cariño que siente mutuamente—. Pero no me has dicho que
venias, gracias, gracias.
—Por supuesto, ¿tú creías que iba a perderme tu partido? Ni loco,
me he saltado todas las reuniones que tenía programas solamente para venir
a animarte, y traerte suerte —lo baja al suelo—. ¿Por qué aun no tienes
puesta la camiseta como la mayoría de tus compañeros, campeón?
—¡Rayos! —exclama—. Me lo he olvidado, en seguida vuelvo, no
te vayas, por favor.
Cuando Sam se aleja, ambos nos miramos recíprocamente, en sus
ojos se ve una chispa de deseo, la misma que tenía el sábado antes de que mi
padre nos encontrara en una situación comprometedora. Una brizna de su
auténtica y sensual sonrisa se eleva en la comisura de su boca, y gracias
a eso me provocan un impulso algo desconocido de volver a besarlo y cruzar
la línea después de eso, llegar más lejos sin arrepentimientos luego.
Acorta las distancia que nos separan, y con bastante disimulo me
echa con suavidad y lentitud un mechón de mi cabello detrás de la oreja y
aprovecha para rozarme la mejilla con el dorso de la mano, y casi llega a
tocar con el pulgar mi labio superior, una escena sexy para mi gusto, y me
encantaba pero dudaba que a las personas alrededor les sucediera lo mismo,
es inapropiado realmente.
—¿Sabes una cosa? —Susurro—. Estamos dentro de una escuela,
no puedes acariciarme así.
—Solo verte me da ganas de atacar tu boca hasta que se seque —
Suelta, y casi, casi siento como se me va entrecortando mi respiración.
Sostengo mis ojos en los suyos, preguntándome una y cien veces como es
posible que de pronto desordene mis pensamientos y mi cuerpo de esta
forma, anhelando que me tomara aquí y ahora—. Pero tal parece que en cada
lugar que nos encontramos, hay algo que se interpone en eso. Lo cual me ha
hecho meditar al respecto, y se me ha ocurrido una cosita que llevaremos a
cabo el próximo sábado.
Un leve matiz de confusión hace que yo frunza el entrecejo.
—Seth, ¿Qué hay el próximo sábado?
—Bueno, voy a raptarte y a retenerte por todo el fin de semana —
dice, con total naturalidad y pizcas de picardía—. Sin embargo, no me
preguntes dónde te voy a llevar, es una sorpresa.
—Espera un segundo, vaquero —digo, retrocediendo unos pasos
cortos para apartar su contacto de mi—. Tú no puedes decidir cuando
tenemos que vernos y cuando no. ¿Qué te hace pensar que me voy a ir
contigo?
—Porque ansias tanto como yo estar a solas, lejos de cualquier
interrupción —dice.
Se lame el labio superior, mirándome de arriba abajo con una
seducción atrapante.
—¿Ahora tienes alguna clase de telepatía? —Me cruzo de brazos,
entrecerrando los ojos—. ¿Crees que sabes lo que pienso?
—Con la mano en el corazón —se me detiene la respiración cuando
imagino que va a intentar rozar otra vez mi mejilla derecha, apenas se acerca,
pero se controla por todas las personas que están rodeándonos—. Júrame que
no ansias alejarte de la ciudad conmigo, y desatar ese deseo que tenemos y no
podemos ignorar.
—No… —trato de sonar indiferente—. Salir contigo por todo el fin
de semana, creo que es una muy mala y perversa idea.
—Ese es el punto —me dice con un tono demasiado hipnotizador
—. Te voy a enviar un mensaje de texto para avisarte a qué hora te pasaré a
buscar. Probablemente sea temprano, alrededor de las ocho de la mañana.
Llévate una pequeñita maletita de mudas de ropa, solamente.
—¿Y si no me apetece?
—Bueno, puedes estar desnuda por dos días seguidos —dice Seth,
distanciándose de repente pero todavía mirándome luxuriosamente—. ¿Y a
qué hora comienza el partido? ¿Debo ir a sentarme en las gradas? Lo cierto es
que no sé cómo funcionan los eventos que se organizan aquí.
Quiero reírme en serio, no me puedo creer que ya de por sentado
una cosa y cambie de tema como si nada.
—¿Cómo te has enterado del evento? —inquiero, quitándome toda
la tensión sexual que siento por este hombre, solamente para continuar
ejerciendo con mi trabajo con normalidad.
— Hablé con mi padre hace una hora, me dijo que Sam le había
pedido que viniera a apoyarlo, pero se negó porque tenía que viajar a Turquía
por un cliente, no está en el país. Y a mi madre la ha pillado de sorpresa
Katherine, seguro que están comprando juntas ropa para el futuro Benoist.
—Es bueno que Samuel tenga a alguien de su familia aquí —digo,
sonriendo— Ya has visto por ti mismo lo contento que se ha puesto.
—Sí, y ya le he encontrado una explicación de la razón por la que
trata de no decirle nada a nuestros padres sobre reuniones, o de cualquier
celebración de su escuela, sabe que no puede contar con ellos mucho. Lo
aman, pero el trabajo a veces les hace olvidar que aún tiene que criar y estar
para su hijo menor.
—Nunca he dudado del amor incondicional que Carol y Alaric
tienen por ustedes —digo—. Pero sería lindo para Sam que ellos lo
acompañaran alguna vez a este tipo de cosas, ¿entiendes?
—Lo sé, pastelito. Pero mientras eso ocurra, espero que se
conforme conmigo.
—Hmm… bien dice que poco es nada, ¿no? —bromeo.
—Auch —exagera—. De acuerdo, ¿Dónde tengo que ir a sentarme?
—Trata de no enamorar a las mujeres, ¿de acuerdo?
Le señalo un espacio en una de las tantas gradas que hay.
—¿Celosa?
—No, simplemente no quiero que piensen que me pueden volver a
poner los cuernos, y menos a quien se supone que será “mi esposo”.
—Lastimarte no está en mis planes.
Sus palabras no me habrían significado nada para mí si esas
hubieran salido de otra persona. Pero salieron de él, que timbraban en mi
oído todavía, gritándome cuan sincero ha sido.
El resto del día ha ido de maravilla, pasamos momentos
extraordinariamente bonitos. Todos mis estudiantes reían y se divertían
muchísimo con todos los juegos que había, y más con el partido.
Momentos como este es que yo amaba tanto de mi trabajo, aunque a
veces hay instantes en los que tengo dolor de cabeza, sé que estoy echa para
ser maestra, siempre ha sido mi sueño, nunca lamentaré haberme inscrito en
esta carrera.
Capítulo 17

—¿Por qué no podemos viajar como todas las personas normales en


un avión del aeropuerto? —inquiere ella, refunfuñando desde que la he
sacado de la cama y casi me rompe la cabeza con su despertador de búho, el
cual suena más fuerte que cien altavoces juntos.
Me volteo a observarla conforme bajamos del automóvil, y le
entrego las llaves a uno de mis empleados. Ella resopla con su aliento algo
helado por el clima, y apenas el poco sol que había en el cielo apuntaba
sobre su cabellera larga y negra, era una obra de arte debo decir, como
también se ve demasiado preciosa cada vez que habla, tanto que dudo que lo
sepa en realidad.
Lo cierto es que después de cómo nos hemos tratado desde que nos
hemos conocido, no merezco tenerla conmigo aquí, ni siquiera merezco que
me ayude con mi propósito de tener el control absoluto de la firma, pero aquí
estamos. De todas formas no puedo no evitar acercarme, y abrazarla por
detrás, mientras hunde sus manos en los bolsillos de su jersey azul, y
contempla sin tanto entusiasmo el jet familiar.
—Me gusta la privacidad —es lo único que respondo, y me la llevo
hasta el interior, donde el personal nos da la bienvenida—. Coge el asiento
que más te complazca, ¿Quieres un poco de vino blanco o tinto?
—Ay, por favor —exclama, abrochándose el cinturón de seguridad
—. Son las ocho y media de la mañana, nadie toma vino en ese horario.
—Pues te sorprenderías de la cantidad de personas que lo hacen,
pastelito.
—Me has hecho traer mis documentos y ni siquiera te has
molestado en decirme cuál será nuestro destino, ¿vas a hablar ahora?
—Voy a darte una pista muy obvia y fácil de descifrar, ¿Te dice
algo la torre de Pisa y el Coliseo romano? —Elevo una ceja, y ella lo capta en
menos de dos segundos—. Bueno, dada tu expresión facial, ya sabes a dónde
vamos.
—Santa cachucha —dice, y aquello me hace soltar una carcajada—.
Pero apenas tendremos tiempo a respirar el aroma a pizza de ese país, o a ver
los paisajes de allí, el vuelo es largo y seguramente llegaremos cansadísimos.
—No, si aprovechamos las horas de vuelo para dormir
plácidamente.
—De verdad, mi cuerpo descansaría perfectamente en una cama,
dudo mucho que pueda acomodarme en el asiento, por muy cómodo que sea,
¿sabes?
—No hay problema, hay una cama esperándonos.
—¿También hay una sala de estar? —inquiere, con un tono
sarcástico—. Bueno, en un rato podremos ir a cerrar nuestros ojitos, aunque
cabe recalcar que tú iras a los pies, ni creas que te acostaras al lado mío.
—Y yo que pensaba desnudarnos y entregarnos a las llamas de la
pasión.
—Chistosito —reprime una sonrisa—. ¿Tu familia sabe que nos
estas sacando del país?
—Aman a mi prometida, están feliz de que me la lleve a disfrutar de
los verdaderos placeres de la vida —respondo con honestidad.
—Prometida que engaña a todos diciendo que tenemos una relación
real —murmura ella—. Todavía me siento completamente culpable por no
confesarles la verdad, espero que lo puedan entender al final.
A veces suelo olvidar que tan falso es lo que tenemos, y es que los
momentos con esta chica son tan genuinos que hasta me sorprende de una
manera inquietante. Y con respecto a mis padres, se enfadaran conmigo por
haber inventado una relación solamente para ganarme el derecho de estar al
frente de la firma, pero tampoco creo que vayan a crucificarme por ello
siempre, sin embargo, por otra parte muy escondidita dentro de mí, me
negaba a soltarla, me negaba a acabar mi trato con Fiona Russell.
Nueve horas más tarde, ya habíamos llegado a Italia, alquilamos un
coche que nos lleva hasta nuestro hotel, y en donde dejamos nuestras pocas
pertenencias. Seguidamente nos tomamos una ducha cada uno y salimos a
admirar las bellas vistas que nos ofrece el país europeo, el más hermoso y
esplendido que he conocido en toda mi existencia.
Nuestra primera parada ha sido el Foro Romano, ella misma lo ha
escogido y es a donde nos hemos dirigidos sin tanto preámbulos, tampoco
podíamos pensar demasiado ni cuestionar nada, es decir, nos queda poco
tiempo para disfrutar del viaje.
—Es tan sobrenatural estar rodeada de por edificios, monumentos y
ruinas que tienen gran valor histórico, aun me cuesta tantísimo creerme que
estemos aquí —Fiona saca su celular, y me lo entrega—. Sácame una
fotografía, ¿sí? Quiero tener en fotos este enorme momento, los enmarcaré y
lo pondré al lado de mi mesita de noche.
Con una pose atractiva va perfilando una lenta sonrisita que se
amplía a medida que me mira. Estoy a nada de hacer clic en su celular, pero
una pequeña cantidad de turistas como nosotros pasan justo en medio y tengo
que esperar a que desaparezcan, obstruyen nuestras vistas brevemente.
—Di Italia, Amore mio.
—Oh, que sexy te ves hablando otro idioma —insinúa—. Me
pregunto que más sabes decir en italiano.
—Lo sai che la maglietta che indossi mi fa venire voglia di
strappartela con la bocca? —digo, y al segundo siguiente le tomo la
fotografía que tanto quería, seguidamente ella aprovecha para sacar la mayor
cantidad de fotografías a su alrededor.
—¿Y qué significa lo que me has dicho?
Me aproximo a ella aún más cerca y por detrás, y juro que puedo oír
a su corazón latiendo a mil por hora y a su vez intentado salir de su pecho,
conforme yo inclino mi cabeza para poder susurrarle al oído.
—Para no andarme con tantos rodeos —aparto un poco de su
cabello del costado de su cuello—. He confesado que quiero arrancarte la
ropa con los dientes, ¿he ido muy lejos, pastelito?
—Yo creo que debemos continuar nuestra travesía —dice, con su
aliento entrecortado—. Y después, quizás, puedas llevar a cabo lo que te
propones.
—No voy a poder respirar hasta entonces.
—Me parece que sí —me da un besito furtivo en la mejilla—. De lo
contrario, morirías, querido prometido.
Quiero cogerla entre mis brazos darle un beso con más profundidad,
largo y que nos deje sin una gota de oxígeno, pero no era el momento ni el
lugar, por lo que proseguimos hacia adelante.
Horas más tarde, el apetito ya nos estaba picando el estómago, por
lo que decidimos parar en un restaurante que disponía de una terraza con una
vista hermosísima de Italia, allí pedimos una pizza completa más dos vasos
de agua, para poder digerir bien la comida.
—Dieciocho euros me parece algo baratísimo —me dice, dándole
grandes mordiscos a una rebana de pizza—. Yo voy a invitarte.
—Me corresponde hacer eso a mí, dado que ha sido mi idea venir
aquí, ¿o no?
—No vamos a ponernos a discutir por eso, ¿o sí? —arquea las dos
cejas, como diciéndome que será mejor que no ponga ninguna otra objeción
—. Nada mejor que comer una buena pizza en el país donde ha nacido. Me he
quedado perdidamente enamorada, y eso que he visto muy poco en realidad
de todo lo que tiene que ofrecernos este hermosísimo país.
—Mañana nos podemos levantar temprano para seguir recorriendo.
—Lo sé —me guiña un ojo pícaramente.
A medida que comemos, le enseño a pronunciar algunas simples
frases en Italiano, aunque le cuesta una barbaridad memorizarlas.
Me la pasaba estupendamente bien a su lado, y eso me ponía sobre
pensar y a debatir mis propios sentimientos una vez más.
Capítulo 18

—¿Solo me has traído a Italia para saciar tus sucios deseos? —


murmuro, con mis piernas alrededor de su cintura mientras nos adentramos a
nuestra habitación.
—Son nuestros, y nada mejor que dar la vuelta al mundo para
hacerlo especial, y mágico.
—Nunca te he visto como un hombre que le van las cursilerías.
—Mientras que yo, si te visualizaba como una mujer que le iban
esas cosas, y lo digo por esa mirada angelical que posees, pastelito.
Mis brazos se dejan caer conforme él hace el trabajo de sostenerme,
toma mi mentón con algo de posesión, y acerca su boca a la mía para
besarme con fervor.
Los labios de Seth Benoist son innegablemente candentes como
también mandantes, en todo momento quieren tener el control sobre los míos.
En un primer intento trata de empujar su lengua un poco más lejos de mis
dientes, con el anhelo de que yo abra en total mi boca, pero lo único que
logra es que me resista, divirtiéndome en el proceso, sin embargo, no podía
alargar demasiado debido a que yo también lo deseaba y tanto.
Y algo extraño me sucedió que hasta me inquieto unos segundos
solamente, la cosa es que mi corazón late a una velocidad que nunca antes he
sentido, eso me asusta a la vez que me encanta. No comprendía la razón por
la que mi corazón se alegraba de tenerlo pegadito a mi cuerpo, casi
devorándome sin frenos, no tenía nada de sentido para mí.
Seth asalta tanto mi boca que acaba por robarme el aliento a su
propio ritmo, pierdo los sentidos de tan solo sentirlo de esa forma, esto no se
compara a los besos que ya nos hemos robado mutuamente los dos, esto es
otro nivel, mejor y mucho más excitante.
Una de su mano sube hasta la parte superior de mi cabeza, para
saborearme el cuello con salvajismo para luego regresar a mi boca, mis uñas
se clavan en sus hombros en consecuencia, y él libera sin miedo un gemido
ronco, y un calor va descendiendo desde la punta de mis pies hasta el resto de
mi cuerpo débil y cachondo por su culpa.
En cuanto sentimos que debemos tomar un poco de aire, él se aparta
unos centímetros de mí, aunque sigue sosteniéndome entre sus brazos, claro
que sí.
Sé que yo tengo una mirada lujuriosa, y él me devuelve la misma,
me acaricia con su pulgar una de mis mejillas, dedicándome una maldita
sonrisa que lo identificaba, más esos ojos hechizantes que hacen que mi
mente se confunda por lo que de verdad siento por él.
Seth me vuelve a atrapar, queriendo más.
El beso que me ha dado fue un poco más suave, pero igual de
excitante que su cuerpo, que era todo menos delicado. Cada parte de él era
todo músculo sólido y tan agradablemente maravilloso de apreciar.
Seth me lleva hasta la cama de dos plazas y media, y me sitúa de
espaldas lentamente en el colchón, y desde arriba, pasa sus dedos por mis
cuervas, mirándome tan libidinosamente.
—¿Cómo puedes parecer un siemple ángel pero besar como el
infierno? —dice—. La suerte que he tenido en la vida de haberte encontrado
aquel día en la iglesia, es innegable.
—Sin embargo, para mí en ese instante fue lo peor que me ha
podido pasar —reconozco, encogiéndome de hombros—. Pero viendo en
retrospectiva, ya no lo es.
Seth me brinda una picante sonrisa, y se inclina para poder
depositar otro beso en mis labios.
—Quiero desvestirte y follarte tanto esta noche, tanto hasta que
acabemos física y mentalmente desechos sobre la cama, el suelo o cualquier
otro rincón del mundo si quieres. Pero eso no se detendría aquí, por el simple
motivo que después lo volveríamos a repetir hasta el punto en que tú ni yo
podamos respirar ni navegar por nuestros cuerpos mutuamente —apenas eso
brota de su boca, mi cuerpo inicia a subir su temperatura llegando casi al
extremo, traspasando lo común—. Lo cual es algo de otro universo, dado que
no he pensado en ti de esa forma durante muchos años, y de pronto estoy
necesitándote como el mismo agua para vivir.
En cuanto Seth vuelve a ponerse derecho, decido que es hora de
actuar, por lo que con un leve impulso de mis pies, hago que retroceda hacia
atrás unos centímetros, y me levanto de la cama.
—¡Mantente quietecito!
—Haré mi mejor esfuerzo.
Voy embozando una sonrisa juguetona a medida que comienzo a
retirándome la ropa que tanto estorba, lo hago despacio, tomándome todo mi
tiempo.
El pulso se me eleva hasta los límites cuando lo veo separar sus
labios, con un ademan sensual y encantado por la escena que yo le estaba
regalando, una que en mi vida he hecho con nadie, y tendría que sentir
vergüenza quizá por ser la primera vez, pero es todo lo opuesto.
Mientras seguía con mi espectáculo, Seth ha tenido el impulso de
querer estirar sus manos para tocarme, pero me aparto rápidamente, ladeando
la cabeza de un lado a otro.
—Creí haberte dejado claro que tenías que estar quietito.
—Y yo he dicho que haría mi mejor esfuerzo, pero me la has puesto
complicada y me he rendido.
—Ya casi termino, seño impaciente.
Las bragas y el sostén son las únicas dos prendas que termino por
quitarme, quise dejar lo mejor para lo último, y vaya que casi llevo a Seth al
borde de orgasmo y sin tocarlo, puedo sentirlo al mirar hacia su entrepierna.
—Juro que no tienes ni la más mínima idea de lo que cruza por mi
mente ahora, Fiona.
—Bueno, creo que no está muy alejado a lo que estoy pensando
también —susurro—. No obstante, creo que uno de nosotros dos aún tiene
demasiada tela cubriéndolo, ¿no te parece?
Apenas se quita la parte superior de sus prendas, Seth me deja ver
sus brazos musculosos que tienen unos cuantos tatuajes que no me llamaban
la atención hasta la fecha, pero que se ve tan sexy como el infierno.
—Hmm… ¡atractivamente delicioso! —paso mis dedos por
aquellos tatuajes.
—Dime por favor que no te atrae esto solamente, pastelito.
—Lo cierto es que me pone muy cachonda, es tan tentador.
—Me duele que solo sean mis músculos lo que más te atrae.
—¿Cuál es el significado de cada uno?
—Me los hice cuando era un adolescente que se quería revelar ante
sus padres, mi etapa de rebeldía.
—Oh, ¿eras un chico malo? —Antes de que pueda responder,
agrego—: Perdón, lo sigues siendo todavía, en tu adultez.
—Aunque con un poquito más de conciencia —me guiña un ojo—.
¿Domaras al chico malo?
Seth coge el mayor oxígeno en sus pulmones cuando yo bajo mis
manos la cremallera de sus pantalones de vestir negros.
Y madre mía, un gemido imprevisto se me termina por escapar,
cuando mi mano roza su viviente y dura, más enorme erección. Causa que
mi cuerpo se estremezca gratamente y mis pezones se pongan duros antes su
vista.
—Tu piel arde en un profundo deseo, pastelito.
—Me sorprende lo duro que te pones por mí, y eso que no hemos
hecho demasiado, apenas hemos empezado.
—No puedo evitarlo, eso solo verte y que mi amiguito se despierte
sin mi permiso.
Reprimo una sonrisita, y con lentitud voy bajando la cremallera de
su pantalón, gracias a eso me gano unos gruñidos sexys de su parte.
Mientras yo jugueteo con su miembro por encima de sus
calzoncillos negros sin un solo estampado, él se dedica solamente a quitarse
los pantalones para ser un poco más libre.
—Tienes algo realmente duro, ¿Qué tal si la liberamos?
—Solo tú eres la indicada para hacerlo.
Hormigueos desconocidos para mí, me corren por mi columna,
mientras voy bajando sus calzoncillos lentamente.
Instantáneamente, mis muslos se aprietan al ver su erección que
es igual que un tubo de hierro, liberándose de aquella prenda de ropa.
Finalmente ambos estamos tal cual hemos llegado al mundo, Seth
acorta los centímetros que nos mantenían separados. Y con una delicadeza,
me coloca el cabello detrás de mi espalda.
Y sin poder simplemente resistirme, me hago de puntillas para
poder besarlo.
Seguidamente me lleva de nuevo en la cama, me recuesta en ella, se
coloca a mi lado, y yo aprovecho para trazar una línea con mis dedos en sus
tatuajes.
—Eres hermosa, y lo único que me apetece es darte el mayor placer
del mundo.
—¿Qué esperas entonces?
Con su boca en mi cuello, va deslizándose hacia abajo hasta que
llega a mis pechos, me los acaricia con las palmas de sus manos ásperas, y
posteriormente entierra por completo su rostro entre ellos, apretándolos y
causándome descargas de una energía inigualable, rota sus labios de uno
a otro de mis pezones, lamiéndolos insaciablemente, hasta que yo siento su
erección clavándose en mis piernas, y eso me sube todavía más la
temperatura, si es que eso es posible a estas alturas.
Mi boca se abre de par en par conforme arqueo mi espalda dándole
más libertad a seguir deleitándose a su gusto y a su antojo. Sin embargo, por
mucho que me encante su boca en mis pechos, yo sabía perfectamente que no
iba a soportarlo mucho más para mi mala suerte, y la cosa es que de verdad lo
necesitaba.
—Seth… yo…
Pero mis palabras se cortan inmediatamente cuando baja sin previo
aviso hasta mi sexo, su aliento no se hace esperar y mucho menos mis jadeos
descontrolados.
La lengua tan experta de Seth, va dándome pequeños circulitos
sobre mi clítoris, provocándome descaradamente, me cubre sin piedad con su
boca y me succiona, al mismo tiempo que uno de sus dedos entra y sale
dentro de mí, presionando mi punto G en el proceso.
—Maravilloso, simplemente maravilloso —susurra.
—Te necesito dentro de mí, Seth.
—Pero si aún no he hecho que te corras.
—No quiero correrme así hoy… por favor.
Seth busca en su billetera un preservativo plateado que rasga con los
dientes y se lo coloca a una velocidad asombrosa.
—Te vuelves impaciente, deseosa de sexo cuando quieres, ¿no? —
me besa en los labios cuando estira mis piernas para colocarlas sobre sus
hombros.
Sin desconectar nuestras miradas, va metiendo cada pulgada en mi
abertura, haciendo que todo encaje perfectamente y sin problemas, y vaya
que es como resulta al final.
Me retuerzo como si estuviera poseída de alguna manera, mis ojos
se cierran fuertemente cuando me encuentro con cada una de sus duras
embestidas. Me frustro cuando la saca por completo, solo unos segundos para
ver cuán necesitada estoy de él.
Seth roza su glande en mi centro, para luego volver a deslizarse en
mi interior, con un empuje lento pero que va incrementado su velocidad.
Estaba tan mojada que claramente lo podía sentir en el momento
que su cuerpo chocaba con el mío. Me aferro a las sabanas con mis dedos,
conforme me acerco a un poco más a Seth para encontrarme mucho más con
sus profundas y duras embestidas, los jadeos son tan inestables, a veces creo
que me podrían oír hasta china, y otras no me escucho ni yo misma por las
diferentes sensaciones de placer que Seth me hacía atravesar.
Aunque lo único que puedo tener seguro es que el hotel vendrá a
reclamarnos mas adelante, no somos tan discretos como nos gustaría, y es por
ello que Seth se ha encargado de reservar una planta libre para nosotros.
Seth me indica con unos gruñidos que estaba a punto de llegar a su
clímax, y yo al no poder soportarlo un solo segundo más, acabo corriéndome
con todos mis músculos contraídos al sentir las duras embestidas de su parte.
Y finalmente, él es quien termina por explotar.
Él sigue moviéndose con lentitud y sin sacar una sola pulgada de su
virilidad de mí, su cuerpo cubierto de sudor me encendía detonaba como una
bomba a punto de hacer Bum, de nuevo. Su boca se aproxima a la mía y me
hace abrir la mía fervientemente, cojo su cabellera para aprisionarlo mucho
más, me entrego a él una vez más.
Mi cerebro aun veía mariposas, luego de que se quitara el condón y
cayera a mi lado, abrazándome por detrás.
—Tengo algo para ti —susurra, rebuscando entre un cajón de la
habitación del hotel algo en particular—. Ábrelo, y dime que tal te parece.
Es una cajita rectangular terciopelada de un tono cobre, y al ver lo
que hay adentro, me siento como la mismita reina.
—¡Esto debe valer miles y miles de dólares! —exclamé, inclinando
mi cabeza hacia atrás—. Siento como si estuvieras pagándome por haber
tenido sexo contigo.
—Nada de eso, no digas boberías, pastelito —coge la cadena para
ayudarme a colocármela—. Apenas te has distraído hoy, aproveche para
escaparme hacia una joyería donde este hermoso collar estaba en la vitrina,
era preciosa como tú, y supe que tenías que tenerla.
—Gracias, Seth…
—Gracias a ti por ser mi rayo de luz —dice, seguidamente,
volvemos a la acción, como si no estuviéramos para nada agotados.
Es la mejor noche de mi vida.
Capítulo 19

Al día siguiente abro los ojos solamente para encontrarme con otro
par, que me observaban desde la misma altura de la cama, y todos los
recuerdos de lo que hicimos toda la noche y parte de la madrugada me
asaltan, lo repetiría una y mil veces más.
—¿Hace cuánto te has despertado, pastelito?
—Aproximadamente hace unas… —mira el reloj de la mesilla por
un breve instante—. Ya van tres horas desde que le he dado los buenos días a
Italia.
—¿Y has estado pendiente de mi durante ese periodo de tiempo? —
susurré, acercándome a ella para besarla, mi mente se prendió apenas toque
esos labios tan adictivos como inolvidables, y sé que el sentimiento ha sido
mutuo dado la forma en que reaccionó a mí, el calor de su cuerpo se
reflejaba en la manera que su lengua se enreda con la mía, y un gemido
suave se escapa de sus labios, se aferra a mi torso desnudo hasta que damos
por finalizado aquel beso. Luego agrego—: La verdad no sé si asustarme o
sentirme halagado de tenerte vigilándome.
—Míralo a este —pone sus ojos en blanco, y salta de la cama para
modelarme unos segundos su conjunto de ropa que consistía en un pantalón
caqui, una camisa blanca que resaltaba su figura y unas zapatillas del mismo
color—. Me he estado preparando para que ya nos vayamos, además he
bajado a desayunar, por cierto, te has quedado sin comer, ya han cerrado la
cafetería.
—Afortunadamente no tengo ganas de comer ninguna sustancia
solida —estirando todos mis músculos, me arrebato el edredón de encima—.
Pero si a alguien que estoy viendo y que me tiene con una erección matutina.
—Oh, vaya que lo estoy notando —dice, pero abre el pequeño bolso
que he traído con mudas de ropa—. No obstante, eso vamos a dejarlo para
otro día. Debemos salir ya, quiero visitar la torre inclinada de pisa, y si
tenemos tiempo el Coliseo de Roma.
—Hmm… ¡eres cruel! —Me meto al cuarto de baño—. Saldremos
del país a las siete de la tarde. Nos dará tiempo para ir a un buen restaurante y
cenar aquí.
—¿Qué? —Ella se mete a continuación, mientras yo dejo que el
agua de la lluvia me empape, despertándome y refrescándome al instante—.
Llegaremos tal vez a las cuatro o cinco de la mañana, apenas voy a poder
pegar un ojo, tengo que ir a trabajar. No quiero que mis estudiantes me vean
con unas ojeras que pueden asustarlos.
—Oye, yo también tengo que ir a trabajar, y no me ves alterado, ¿o
sí?
—Tú ya eres casi el jefe de los jefes, puedes retrasarte cuando se te
pega la gana.
—No me quites responsabilidad, pastelito —me coloco un poco de
Shampoo—. Lo doy todo de mí cuando me meto en una oficina o tengo
reuniones infinitas con clientes. No por nada he logrado decenas de contratos,
eh.
—Va, lo siento —me sonríe dulcemente—. Te he menospreciado
sin quererlo.
—Puedo perdonarte si me haces compañía aquí —señalo con el
dedo la ducha, que se llena cada vez mas de vapor—. ¿O quieres que vaya a
por ti y te moje toda la ropa, estropeártela?
—Tú haces eso y juro que no te hablaré por el resto de mi vida —
dice, pero me sorprende al arrastrar su camisa por su cabeza, y juro que estoy
a nada de perder el poco autocontrol que me sostiene, solo para sustituirlo
puro deseo y fuego que solo ella puede calmar, solo ella y nadie más—. Y
yo que no quería bañarme dos veces, supongo que no pasa nada si lo haga
nuevamente.
Fiona acaba por desprenderse del resto de la ropa, y apenas se
adentra a la ducha, soy una bestia entre salvaje y apacible, una combinación
de ambas con ella.
La empotro con el mármol de la pared de la ducha y su torso
desnudo se ciñe al mío, sensual y sexy. Comienzo a unir nuestros labios con
furor, mientras mis manos se detienen justo en su cintura alta.
Recorre con sus dedos mis pectorales, casi arañándolos, y lo mismo
ocurre con mis abdominales hasta seguir descendiendo y acabar rodeando
con su pequeña mano, mi longitud.
—Ayer fuiste tú quien me hizo sexo oral, creo que hoy me toca a
mí, ¿no crees?
Sonrío traviesamente, esta iba a ser la mejor ducha que he tomado
en años, y vaya que no le he errado en absoluto. Casi nos quedamos a vivir
allí dentro, si no fuera porque teníamos las horas pisándonos los talones, no
podíamos seguir encerrados en el hotel, teníamos que ir a disfrutar de lo que
nos queda de tiempo en este país, y eso fue precisamente lo que hemos ido a
hacer.
Fiona me ha hecho sacarle cien y una fotografías de ella en la torre
inclinada para que se crea la ilusión de que está sosteniéndola, aunque debido
a la cantidad de visitantes, nos hemos visto interrumpidos varias veces, hasta
que por fin se ha conformado con una y pudimos seguir con nuestro camino.
Paseamos por varios lugares turísticos a las prisas, aunque le he
prometido que regresaríamos cuando pudiéramos, y que la próxima vez que
estuviéramos aquí, seria por una o dos semanas probablemente, y ella ha
aceptado gustosa.
Lo que más me ha fascinado y hasta anonadado a la misma vez de
nuestro recorrido por Italia, ha sido que nos hemos estado tomado de la mano
sin percatarnos de eso realmente, sin embargo, no nos ha molestado, es como
si fuéramos de repente una pareja verdadera.
Luego de degustar una deliciosa sopa en uno de los restaurantes de
cuatro estrellas, cogimos el jet y regresamos a la vida cotidiana de Nueva
York, no me hacía mucha ilusión, pero no teníamos más elección. Teníamos
una vida de la que ocuparnos allí, nos era imposible dejarla a la deriva como
si nada.
Apenas hemos conversado en el avión, dado que nos la hemos
pasado mayormente dormidos. Eso fue bueno, para retomar nuestras rutinas
sin tantos inconvenientes en cuando saliera el sol.
Cuando la dejo en su edificio, me despido de ella con un beso largo
y afectuoso.
Al regresar a la mansión, iba a subir directo a mi habitación para
darme una ducha e ir a la firma, donde seguramente ya tengo varios
pendientes atrasados y debo sacármelos de encima. Pero antes de poner un
pie en la escalera, mi hermano Demian aparece como un fantasma, ya vestido
para ir a trabajar también.
—Te las follado, ¿no?
—¿Y a ti que más te da?
—¡Eres un traidor, Seth! —Escupe con enojo—. Te pedí que te
mantuvieras alejado de ella y no lo hiciste, maldito bastardo.
—Ay, por favor, Demian —pongo los ojos en blanco, acompañada
de una compostura de indiferencia—. Deja el drama que no te queda y no
estás en una telenovela. Ya supéralo, tú la perdiste por estúpido, no supiste
valorarla, no tienes derecho a venir a reclamar nada, ¿de acuerdo?
—Tú no eres mejor que yo, hermanito —me apunta con el dedo
índice—. Todos conocemos tu reputación de donjuán empedernido. Cuando
te canses de su coño, vas a buscar otro. Ese futuro matrimonio no va a durar,
ya vas a verlo.
—Ve y desquita tu frustración con tu espejo, yo no tengo tiempo ni
ganas para escuchar tus melodramas —le guiño un ojo, y lo dejo hablando
solo.
Mi padre se interpone en mi campo de visión, y me pide que lo siga.
Capítulo 20

Dos semanas después estaba ayudando a mi padre a organizar sus


maletas, ya se marchara para Connecticut de vuelta, mamá lo ha llamado
varias veces en el trascurso de tres días para decirle que un cliente le ha
pedido un encargo de unos cuadros de sus perros, por lo que ya se le han
acabado las vacaciones.
—Ha pasado el tiempo volando, ¿verdad? —Inquiero, cerrando la
cremallera de la primera maleta—. Parece como si no hubiéramos tenido ni la
oportunidad de salir a conocer un poco de la ciudad contigo. Me hubiera
gustado muchísimo mostrarte las cosas hermosas que hay aquí.
—Bueno, en parte ha sido culpa mía. Mira que haber decidido venir
en época de clases, cuando mi hija es una docente, que imparte clases de
lunes a viernes, ha sido una tontería. Tendría que haber esperado hasta las
vacaciones, pero bueno, ya sabes lo que me ha traído hasta aquí.
—Lo sé, y te quiero mucho.
—Mi niña adorada —me acurruca entre sus brazos—. No importa
cuántos años cumplas, siempre serás la bebé de papá.
—Me siento un poco excluida de ese pequeño vínculo, ¿saben? —
Charlie, se apoya sobre el marco de la puerta—. Pero está bien, a mí no me
va mucho ese tipo de cariñitos ni nada.
—Y porque eres la favorita de mamá, de lo contrario, estarías
lamiéndole la cara —respondo.
—Nadie es la favorita de nadie, no vuelvan a mencionarlo nunca —
dice mi padre, levantando los manos en el aire—. Ambos las amamos por
igual, no porque tengamos más cosas en común con una de las dos, significa
que nuestro amor hacia una en específico, es menos que la otra. ¿De acuerdo?
Así que quítense eso de la cabeza.
—¿A qué hora sale tu vuelo, papá? —le pregunta Charlie.
—En cinco horas y cuarenta y cuatro minutos aproximadamente.
Pero ya saben que tengo que estar en el aeropuerto dos horas antes, así que
podemos aprovechar el tiempo que tenemos aún y comer algo, o mirar una
peli de comedia romántica.
—¡Me parece fantástico! —contesto emocionada.
—Oh, no, no, a mí con esas chorreadas no —Charlie se niega
rotundamente—. Es que no yo no sé qué tanto le ven a las películas de ese
género en realidad, solo causan que las personas idealicen a sus parejas, y es
estúpido.
—Bien, ¿Qué quieres ver, hermanita?
Charlie no llega a responder dado que tocan el timbre, como nadie
más se movía para ir a abrir, pongo los ojos en blanco, y me encamino hasta
la entrada yo misma.
Carol es la primera imagen que veo, embozo una sonrisa que pronto
se disminuye al ver a Katherine detrás de ella, con el semblante de: “Tierra,
mátame”
—Tengo una sorpresa para ti, Fiona —me dice Carol, apenas la
invito a pasar al igual que a su insufrible acompañante—. La verdad estaba
sopesándolo bastante pero he optado finalmente en obsequiártelo.
—Oh —suelto, gratamente sorprendida, al prestarle más atención a
la enorme caja de oro rosa, y con un listón de seda que ha traído con ella.
Mi padre y mi hermana se nos unen en la sala, los dos saludan a
nuestras recientes invitadas, aunque son un poco menos cordiales con la
traidora de mi ex amiga, lo cual es entendible.
Luego, todos estamos esperando a que Carol terminara por desatar
el nudo del listón de la caja, y al quitarle posteriormente la tapa que lo cubría,
se me viene la mandíbula al suelo, golpea duro y sin frenos.
—Este es el vestido que he usado el día de mi boda con Alaric —lo
extiende para que yo pueda verlo más claramente—. Me haría muchísima
ilusión de que lo lleves puesto el día que camines hacia el altar, ¿te gusta?
Me quedo casi pasmada al ver una falda con vuelo hermosa, un
escote barco muy chic, mangas cortas y línea A, que marca la cintura y da
vuelo a la falda, es muy clásico y ni siquiera parece que le han pasado los
años, Carol lo ha mantenido muy bien por lo visto, por lo que me tiene con el
alma apretujada.
Si tan solo supiera…
—No sé si ya tienes un vestido escogido, o quieres que un sastre te
lo haga, pero eso ya es decisión tuya —agrega ella—. No voy a presionarte,
puedes pensarlo y luego confirmarme cual ha sido, ¿muy bien?
—Claro.
—¡Arthur! —Exclama Carol—. ¿Qué opinas de que nuestros hijos
se casen?
Mi padre se queda de piedra dado que sabe de la farsa.
—Muy bien por ellos, ¿te gustaría tomar una taza de café?
—Por supuesto, pero solo unos minutos. Tengo unos pares de
pendientes de los que ocuparme en un rato.
Ellos se dirigen directamente a la cocina, mientras que yo sigo
consternada al ver en el gran lio en el que me he metido junto a Seth. Y todo
ha comenzó con esa estúpida venganza que quería ejercer en contra de
Demian, se nos ha salido de las manos. Aunque bueno, el lado positivo ha
sido el gran fin de semana con Seth.
—¿Y este collar? —Katherine intenta coger la piedra, pero me
aparto—. Deduzco que con tu suelo de maestrita barata no podrías
costeártelo, así que te lo ha regalo de mi cuñado, y mi ex amante, ¿verdad?
—¿Te afecta en algo?
—A ti debería —ríe con malicia—. Dicen que cuando más grande o
costoso sea un obsequio de tu pareja, más grande es la infidelidad. Y no sería
la primera vez que te ponen el cuerno después de todo.
—Perra desgraciada —gruñe Charlie, que iba a lanzarse sobre ella,
sin embargo, la detengo justo a tiempo—. Déjame que la desgreñe.
—Está embarazada —le advierto—. Contrólate, Charlie.
—Cuando tengas a tu hijo, no seré benevolente contigo. Con mi
hermana nadie se mete y menos una envidiosa como tú. Porque a ella quizá si
le han puesto el cuerno, quizás le vieron la cara de alelada, pero a ti, mil
veces más seguramente.
—Charlie, hermanita —digo—. Ya no me defiendas más, por favor.
Minutos después Carol y mi padre salen relajados y riéndose de la
cocina, ella coge su bolso y la acompaño hasta la salida.
—Oh, ¿Seth no te ha contado las buenas noticias?
—No, ¿Cuáles?
—Ya es oficialmente el CEO de la firma de los Benoist —me dice
alegremente—. Vamos a celebrarlo esta noche, así que te espero en la
mansión a las ocho de la noche, tienes que estar presente, eres su prometida
después de todo.
Mi padre me frunce el ceño una vez que las dos se han marchado
finalmente.
—Carol es una mujer extraordinaria, hija, me parece una total
desfachatez que la engañen de esa forma. Tendrías que haberla escuchado de
lo emocionada que se sentía por intuir que usarías el vestido de su propia
boda.
—No tengo el corazón de hielo —respondo, mirando la caja—. Yo
también me siento mal… pero solo es que no sé qué pasara realmente entre
Seth y yo después de…
—¿Después de todas las cosas que han vivido juntos? —interviene
por mí—. ¿Después de un fin de semana en Italia? ¿Crees que pudo haber
surgido el amor y no te das cuenta?
A lo mejor me estoy adelantando con todo esto, pero me siento una
mujer viva al lado de Seth Benoist, y al volver del viaje imprevisto, las cosas
revolucionaron en mi interior, mis sentimientos cambiaron pero me cuesta
tantísimo poder aceptarlos.
—Escucha, Fiona —mi padre me coge de los hombros—. Sea lo
que sea que pueda estar sintiendo, no lo ignores porque te hará daño, mi
consejo es que lo platiques con Seth para saber a dónde va a ir realmente esto
que ambos tienen, porque claramente ya ha traspasado lo ficticio, y lo físico.
Y si creen que hay algo más dando vuelta alrededor de ustedes, vayan
adelante, y si no es así, corten con esto por el bienestar de ambos.
Asiento con la cabeza y lo abrazo, él siempre tiene las palabras
adecuadas. Ojala hubiera recurrido a mi progenitor cuando me rompieron el
corazón en miles de fragmentos, tal vez, nada de esto estaría sucediendo.
Aunque no sé si me arrepiento de haber aceptado la propuesta de Seth
entonces. Y si lo pongo en una balanza, no, no lo hago. Lo cual me lleva a
preguntarme de que si yo pudiera retroceder el tiempo, hubiera vuelto a
aceptarlo o no.
Charlie y yo nos despedimos de mi padre en el aeropuerto, antes de
que embarcara y ambas regresamos a casa.
—¿Quieres acompañarme a la cena, Charlie?
—¿En serio? ¿Por qué?
—Umm… no me apetece ir sola esta noche —respondo
honestamente—. Además Katherine estará encima de mí para intentar
fastidiarme, y tú eres como un spray para los irritantes mosquitos.
Capítulo 21

—¿Por qué no me dijiste que ya te han puesto al mando de todo,


Seth? —pregunto, mientras salgo por la puerta trasera del jardín, no hace
mucho hemos llegado junto a mi hermana a la mansión, y ahora ella está
hablando con Carol, para que yo pueda tener una conversación más privada
con su hijo.
Él llevaba puesto un traje gris oscuro que lo lucia a la perfección,
abrazaba todos los ángulos de su cuerpo firme y bien dotado, también le
brindaba una imagen mucho más sofisticada por el que muchísimas personas
sentirían envidia, hasta yo inclusive. Otra cosa que me distraía un poco del
tema principal por el cual he querido tener un momento a solas, es su
fragancia envolvente con hojas de violeta, pimienta y cuero, que
predominaba en todos los sentidos, una que provocaba que fuertes abejas se
me revolotearan en el estómago, por lo que tenía que retomar mi buena
compostura y dejar de perderme en todo lo que representa.
—Yo mismo lo he sabido desde que volvimos de nuestro viaje a
Italia —confianza, cogiéndome de las manos—. No me malinterpretes, me he
alegrado muchísimo, pero no he saltado de la emoción, porque eso solo iba a
significar que romperíamos nuestro pacto. No quiero alejarme de ti, y no sé
como decírtelo sin que salgas huyendo de mí.
Me mira con cierta indecisión interna, como si estuviera
debatiéndose algo importante, y posteriormente, ciñe las palmas de sus
manos sobre mis antebrazos, para acercarme a él con confianza y voluntad.
—Soy plenamente consciente que no hemos tenido el mejor de los
primeros encuentros, y que eres la ex de mi hermano, y que para rematar, lo
que tenemos ha comenzado solamente por venganza, pero me gustas tanto,
que la sola idea de separarme de ti me tiene a punto de renunciar a la
presidencia de la firma ya mismo —traga saliva para poder proseguir—. La
cuestión aquí es: ¿tú sientes lo mismo?
—Es bastante curioso —respondo—. Mi padre me ha aconsejado
que hablara contigo de esto, y tú has sido el primero en sacar el tema. Porque
me regalas sensaciones que nunca he experimentado, besos que nunca he
recibido y caricias que me derriten al segundo que me tocas. Pero yo disfruto
estar contigo, se siente bien, y es irónico, porque yo te odiaba demasiado.
—Bueno, primero que nada, tu padre es un sabio y me alegro que te
haya dicho eso —saca mi cabello de mi costado para colocarlo en mi espalda,
y de paso, aprovecha para sacarme un suspiro al rozar las yemas de tres dedos
sobre mi columna vertebral—. Y segundo, dicen que del odio al amor hay un
solo paso, ¿no?
—Yo no pensaba de esa manera contigo.
—Porque te he dado motivos para que me aborrecieras, me
comportaba como un orangután —Sonríe, sin percatarse de lo mucho que se
le iluminan los ojos en el proceso, y lo mucho que me fascinaba—. Sin
embargo, es bueno que la vida nos de segundas oportunidades para
remediarlo, porque he hecho que cambies de opinión sobre mí totalmente,
¿cierto?
—Hmm… —finjo estar dubitativa—. Bueno, si porque tienes unos
abdominales que me hacen agua la boca, y aparte eres fantástico en el sexo.
Podrías pasar como un actor porno, ¿lo sabias?
Su cabeza se sacude lentamente, conforme va estirando la comisura
de sus labios hasta formar un sexy sonrisa.
—Oye, no me ofendas —Seth roza mi labio inferior con los suyos
—. Me halaga saber que soy bueno en la cama, aunque no es novedad para
mí, cabe destacar. Pero yo preferiría que te enamoraras de mi personalidad y
mi lindo corazoncito que de mis abdominales.
—Eres injusto —hago un pequeño puchero—. Pero a mí solo me
atrae tu musculoso cuerpo y tu gran longitud, por cierto, te han dotado muy
bien con eso.
—Te doy la razón en tus últimas palabras —se ríe, pero volvemos a
ponernos serios—. Quiero que empecemos de cero, volver a salir pero esta
vez, que sea de verdad.
—Me hubiera puesto de rodillas si no hubieras aceptado —dice—.
Y no precisamente para convencerte con palabras.
—Vaya, depravada me has salido, pastelito.
Sonrío antes de enrollar mis brazos alrededor de su cuello, y sin
más, lo beso para rápidamente entrelazar nuestras lenguas ansiosas y
deseosas.
En ese mismo acto él profundiza un poco más nuestro beso, como
si no tuviera suficiente de mí, tengo la sensación de desequilibrarme de lo
intenso que está siendo. Y encima, creo que una creciente humedad se
encuentra cediendo el paso entre mis piernas.
Tendría que detenernos, pero el problema es que yo podría estar
besándolo por horas y nunca me cansaría, creo que lo he sabido desde el
primer beso, pero no quise admitirlo entonces, no obstante, hoy lo hago.
—¡Fiona! —el grito de mi hermana nos interrumpe inevitablemente
—. ¡Fiona!
—¿La he oído desesperada? —inquiere Seth.
—Lo mismo me ha parecido —me suelto—. Mejor voy adentro a
ver quién está torturándola, ¿vienes?
Justo en ese instante timbra su móvil.
—Atiendo esta llamada y voy con ustedes —dice.
—De acuerdo.
Me volteo, pero antes de caminar, me atrapa nuevamente entre sus
brazos para succionar casi mi alma al momento de darme un beso con su
lengua reclamadora.
Me rio entre sus labios, y acto seguido, corro hasta el interior de la
mansión, busco con la mirada a mi hermana que tiene una expresión de horro,
mientras que Carol sigue hablando.
—¿Qué te sucede? —le pregunto con un tono bajito, y sentándome
a su lado.
—Me ha dicho que quiere costearme la universidad —responde.
—Oh, ¿y eso es malo?
—No quiero ir a la universidad, quiero convertirme en tripulante de
cabina, y no necesito asistir a un campus universitario para eso.
—Hasta que al fin has decidido que quieres hacer de tu vida.
—No me fastidies —me pone los ojos en blanco—. Pero ella sigue
insistiendo que puede pagarme la mejor universidad de Nueva York, parece
que no entiende de un no.
—Carol —interfiero—. Muchísimas gracias por tu ofrecimiento
pero el dinero para la universidad de mi hermana no es un problema, mis
padres muchas veces han querido pagarle las clases universitarias, sin
embargo, ella aún estaba indecisa sobre qué carrera seguir.
—Lo siento, lo siento, no quería entrometerme —levanta sus manos
—. Bueno, ¿vamos a comer?
—Claro —respondemos Charlie y yo simultáneamente.
—Bien, voy a buscar a Alaric que está en su despacho —ella sale de
la sala, no sin antes indicarnos que podemos ir a ocupar asiento en el
comedor.
Charlie es la primera en ir hasta allí, mientras tanto yo soy detenida
por unas manos fuertes.
—Ven conmigo —la repentina voz de Demian apenas me da tiempo
a poder reaccionar.
—¿Estás loco?
—Ya no quiero seguir con Katherine, voy a dejarla.
—¿Y qué quieres que haga? —me suelto de su agarre cuando me
lleva detrás de una puerta de servicio—. ¿Qué te aplauda? A mí no me
interesa en nada de tu vida.
—¿No te hace feliz? Podemos volver a estar juntos como en los
viejos tiempo.
—Claro porque me muero por estar contigo, y rehacer mi vida el
infiel de Nueva York —disimulo una sonrisita—. ¿Quiere irte a vivir a mi
casa? Como sabes es un apartamento, es pequeño pero cabemos los tres,
porque también vive Charlie, pero podemos correrla a la calle, o conseguirle
otro lugar para vivir. ¿Qué te parece?
No tengo la menor idea de si ha entendido que estoy siendo
sarcástica, o disimula para seguir haciéndose falsas ilusiones.
—Comprare un penthouse para los dos. Será en el centro de
Manhattan. Nos casaremos como lo hemos tenido planeado desde un
comienzo.
—Y podemos tener muchísimos hijitos y nombrarlos como a ti te
apetezca —me cruzo de brazos—. Oh, y nos iremos de luna de miel, y a
tomar por culo a los demás que se interpongan en lo nuestro.
El silencio se posa sobre los dos, por mi parte es solo que quiero ver
cómo reacciona al ver mi sonrisa de completa indiferencia a todo lo que
quiere conmigo ahora. Y por su parte, me parece que ya ha puesto los pies
sobre la tierra.
—Ya no me amas.
—Me rompo la cabeza preguntándome si alguna vez lo he hecho.
—Fiona… ella me ha envuelto en una red de pasión que yo no…
—Oh, no, no, querido —le pongo un alto—. No vayas por ese
camino, no la culpes completamente.
—¿La defiendes?
—Es imposible defender lo indefendible. No lo hago, porque ella no
es la única que merece cargar con la culpa, tú también, porque eras mi novio,
yo te era fiel mientras que tú te enredabas con otra a mis espaldas, confiaba
en ti y me abofeteaste sin consideración alguna.
—Ya he aprendido mi lección, no volverá a suceder.
—Ve a venderle ese teatrito a Hollywood que seguro te lo compra, a
un dólar nada más. A mí no me vas a poder conquistar de nuevo, y grábatelo
muy bien. Solamente me quieres porque estoy con alguien más, y eso a ti te
jode la mente, admítelo.
—Pero estás con mi hermano, mi sangre.
—Al cual también han traicionado, ¿o te olvidas? ¿O es que acaso
te crees una santa blanca paloma de repente? —se queda callado—. Sigue
con tu vida, que yo hago lo mismo con la mía. Y ya déjame en paz.
Salgo de aquella habitación corriendo, cuando voy de camino hasta
el comedor, escucho unas voces provenientes de un pasillo, me detengo al
sentir unos escalofríos. Pues al mirar furtivamente, veo a Seth y a Katherine
entrelazando sus bocas.
El alma se me derrumba.
—¿Qué significa esto? —vocifero, ambos se separan—. Vaya, y yo
pensando que no eras igual a tu hermano, Seth.
Seth ni siquiera hace el intento por justificarse.
—¿No dirás ni una sola palabra? —Hablo, con mi voz rompiéndose
segundo a segundo—. ¿Nada?
Como si me afectara el aire de la mansión, salgo corriendo hasta la
sala y cojo mi bolso.
—Charlie, nos vamos —grito con la poca fuerza que me queda.
—¿Qué pasa, Fiona? —Carol y Alaric son los primeros en
presentarse en la sala, mientras que yo abro la puerta principal—. ¿Por qué
estás llorando? ¿Mi hijo ha roto el compromiso?
—No existe tal compromiso —estallo dolida—. Fue solo una cruel
farsa para que Seth Benoist consiguiera ser el amo y señor de la firma de la
familia. Y su objetivo ya está cumplido, no me necesita más.
Ambos quedan boquiabiertos.
—Lo siento mucho, señor y señora Benoist.
Una vez que aparece Charlie, nos largamos de esa mansión como si
fuéramos los mismísimos correcaminos.
—Fiona…
—No quiero hablar.
Capítulo 22

Me sentía tan enojado que quería tirar cada objeto contundente de


mi habitación, pero en vez de eso, comencé a sacar todas mis pertenencias de
mi armario para acomodarlas con descuido en las maletas. Quería una media
hora aproximadamente para estar solo mientras lo hacía, sin embargo, eso fue
posible, y eso era algo predecible.
—Eres el ser humano más estúpido que he conocido —Demian se
recuesta en mi cama, pero evito mirarlo o juro por lo que más quiero que voy
a cometer un delito con prisión perpetua—. La verdad hubiera preferido que
la cagaras antes de esta noche, pero aunque no he ganado nada con eso, me
da igual ahora. En fin, dudo muchísimo que mi ex novia te perdone por esto,
no lo hizo conmigo, mucho menos lo hará contigo.
Cada prenda de ropa va a parar violentamente a la maleta, conforme
me trago las ganas de arrancarle hasta las muelas a ese desgraciado. Trato de
calmarme por el bien de ambos, y decido que lo mejor sera ignorarlo, sin
embargo, no me ayuda, dado que sigue soltando veneno tras veneno.
—Y te crías mejor que yo, Seth. Vaya gilipollas has resultado
finalmente, ¿no?
Resoplo.
—Bueno, que tonto de mi parte hacerme el sorprendido —ríe—.
Porque desde que tengo uso de razón siempre te has creído el rey del mundo,
el que puede hacer y deshacer. Además de que he sido testigo de los miles de
corazón que has roto a lo largo de los años. No por nada te conocen como el
seductor de Nueva York. Tenía mis dudas desde la primera vez que te vi con
ella en aquel restaurante que todo ha sido una farsa para darme celos, tanto
ella como tú estaban dolidos, pero es entendible, ¿sabes?
—No todo gira en torno a ti, así que cállate la boca, cretino.
—¿Todavía te rehúsas a negármelo? —apoya los codos sobre el
colchón, meneando la cabeza de un lado a otro—. Sí, yo comprendo que
también lo has hecho porque ha sido un requisito de nuestros progenitores
para que puedas tener el liderazgo de la firma en la que tanto has dado, pero
lo hiciste por nosotros, por Katherine y por mí. No pudiste soportar que yo la
conquistara, aunque fue sin planearlo, quiero ser claro ante todo, eh.
—¿No tienes nada más importante que hacer que seguir
fastidiándome? —gruño.
—Sí, tengo que ir a contactarme con mis abogados para comenzar
el trámite de mi divorcio.
Cierro mis puños hasta que siento que estoy a punto de chocarlos
contra su rostro, pero me mantengo estático en un solo espacio.
—Que poco te ha durado el amor con Katherine, ¿no? ¿O ha sido
solo un caprichito del niño rico?
—Lo mismo debería preguntarte yo a ti, ¿no? —se levanta—. Sé
que te gusta Fiona o quizás sea algo más allá de eso simplemente, lo veo en
tus ojos, no la miras como lo hacías antes. Pero lo has jodido y bien jodido…
pero, pero me cuestiono lo que acabo de decir, porque después de lo de hoy,
ya no me confío tanto en eso.
—Lo mío no era un capricho, y nunca lo será.
—Bueno, pues no lo ha parecido hoy.
—¡Vete a comer mierda! —Rugí, cerrando la cremallera de mis
maletas—. Ya no soporto verte más.
Salgo de mi habitación, y en el pasillo me encuentro con mis
padres, completamente decepcionados de mí.
—Ahórrense sus chorreadas con respecto a la mentira que les he
dicho, no estoy de ánimos para eso —cruzo por su lado, pero me detienen.
—Es que ni siquiera nos importa que nos hayas engañado con tu
relación falsa —habla mi madre—. Lo que nos molesta es que hayas roto el
corazón de una chica como Fiona. Ella solo te ha dado la mano, y tú no has
hecho otra cosa que destrocársela.
—En parte nosotros hemos tenido la culpa, supongo —esta vez
habla mi padre—. Te impusimos sentar cabeza y formar una familia, cuando
no era estrictamente necesario para que estuvieras al frente de la firma,
sabemos muy bien que lo mereces por lo duro que has trabajado por ello.
—No obstante, lo han hecho —me volteo—. Durante mis
veintiocho años de vida, he seguido sus órdenes, he estudiado una carrera que
no me convencía del todo solamente por ustedes y por continuar con el
legado, pero al trascurrir el tiempo me ha gustado y lo he entregado todo. Y
luego me exigen que me case, y como otra vez no pude negarme, busque a
alguien para que piensen que así seria, algo absurdo y estúpido si quieren mi
opinión, pero lo hice al fin y al cabo.
—¿Por qué lo hiciste? —Inquiero mi padre—. ¿Por qué lastimarla
de esa forma?
—Porque soy un capullo que ha actuado de una manera pueril.
—Todavía no lo entiendo.
—Yo tampoco —susurro—. Vendré por el resto de mis cosas
mañana, ya es hora de que tenga mi propio lugar, así que es mejor que me
largue. Algo que debí hacer hace muchísimos años, de hecho, desde que
cumplí la mayoría de edad.
Al cabo de dos minutos ya estaba bajando el último escalón de las
escaleras, cuando Samuel aparece en la sala con un vaso de leche entre las
manos.
—Oye, ¿Fiona se ha ido de repente por culpa de Demian?
—No, ¿Por qué lo dices?
—Es que los he visto pelearse hace un ratito —dice, y mi semblante
cambia—. Él le estaba insistiendo en que volvieran a estar juntos, pero ella ya
le ha dejado clarito que no va a ser así la cosa. Se ha enfadado muchísimo
con Demian.
¡Oh no!
Entonces lo que yo he escuchado solo lo he malinterpretado.
¡Carajo!
Por consecuencia de ello, me he dejado besar por Katherine.
¡Jodida mierda!
Capítulo 23

—Caray, si has salido de la cama —mi hermana, se muestra


claramente sorprendida—. ¿Te sirvo una taza de café o de té?
—Cualquier cosa caliente me vendría muy bien —respondo,
dejando mi bolso sobre la encimera—. Y efectivamente, si estoy de pie dado
que tengo un trabajo al que asistir como todas las semanas, ¿o no?
—Como quiero ser honesta contigo, he concluido que buscarías
formas de darle en las pelotas al potro de Seth luego de lo que te ha hecho,
así como su hermano. Pero me ha anonadado verte dormida y no con las
ojeras de mapache o los ojos de una magdalena de tanto llorar por todo lo que
has vivido, Fiona.
—No voy a hacer nada, porque no tengo nada que hacer —
respondo, y cojo la bebida caliente que me entrega, una deliciosa taza de café
con leche cremosa—. Con los únicos dos hombres que he salido en mi años
de vivir en esta ciudad han sido infieles, que carguen ellos mismo con la
culpa, yo no tengo porque hacerlo.
—Hasta que por fin has reaccionado, hermanita —agarra mi mano
libre—. Y aunque sé que te duele este golpe por parte de Seth, me alegro
muchísimo que seas fuerte, eres un ejemplo a seguir.
—Hmmm… no puedo asegurarte de que sea un ejemplo en realidad
—me rio momentáneamente—. Pero es lindo escucharte decir eso.
Miro su mano en la mía mientras mi mente vuela a ese recuerdo en
la mansión que aun hace eco en mi mente una y otra vez, hasta que
finalmente tengo que coger vuelo hacia la escuela, no puedo faltar solo por
estar con el corazón roto por segunda vez, mis estudiantes no tienen culpa de
que yo haya puesto mis ilusiones completitas en otro hombre.
Mientras estoy en el taxi, me es inevitable dejar de repasar todo lo
sucedido, intento arrancarlo de mí pero es inevitable, y siento con
profundidad cómo me duele el pecho al no escuchar ni una sola silaba de su
parte cuando lo he atrapado con sus labios en los de ella.
Comenzaba a creer firmemente y hasta jurar que a pesar de que yo
no lo habría catalogado jamás como un hombre amoroso, afable y hasta a
veces quebradizo, en su interior era alguien diferente a la imagen que me he
creado de él antes de que nuestro juego diera inicio en aquel restaurante en el
que me ha citado.
Al llegar al edificio, me encuentro cara a cara con la serpiente en
persona. Tengo la absoluta intención de ignorar su presencia, pero como su
hobby favorito es hacerme la vida de cuadritos, no me lo permite.
—Esto de venir a visitarme a mi trabajo se está haciendo una
costumbre para ti, ¿no te parece, Katherine?
—Supongo que al vernos a Seth y a mis juntos, te ha traído a la
memoria lo que te he dicho sobre ese collar que aun tienes el descaro de
llevar —trata de tocármelo, pero retrocedo, no voy a medirme si pone una
mano encima.
—Escucha, sé que tú no tienes nada indispensable que hacer el día
de hoy, pero yo sí, trabajo para comer tres veces al día, así que si me
disculpas, tengo que irme.
—Nadie puede estar contigo —ríe amargadamente—. Porque me
conocen a mí y se enamoran perdidamente. A mi lado no eres absolutamente
nada, yo soy superior a ti.
—No soy de las que cree eso de: Soy superior a ti o soy inferior —
me encojo de hombros—. Ahora, si tú quieres creértelo, pues bien por ti, a mí
en nada me afecta.
Agarra mi muñeca izquierda para tirarme hacia atrás, dado que yo
estaba a punto de adentrarme al edificio de la escuela.
—¡No te atrevas a volver a agredirme esa forma! —me suelto de
ella, con las mejillas encendidas de furia.
—Desde que te he conocido siempre has sido un ave voladora,
Fiona. Fui tu amiga en el mismo bar donde trabajábamos juntas, éramos
camareras y recibíamos el mismo sueldo, pero siempre sobresalías de las dos,
y todo porque tu única aspiración era ser una maestrucha de mierda. ¿Y
adivina qué? Mientras tú hacías eso, yo destacaba para los hombres, para
aquellos que solían fijarse en ti, pero terminaban conmigo, y a ti eso te dejaba
herida y con la autoestima por el suelo.
—Oh, ya comprendo.
—¿De qué hablas? —se cruza de brazos nerviosamente.
—Me acabas de aclarar las ideas. He comprendido que no te
gustaba Demian genuinamente, te gustaba, te sentías atraída porque estaba
conmigo nada más. Es la misma situación que tienes Seth también, y esto no
se trata de que puedas ser tan atractiva en cuestión de físico o que seas muy
astuta, en realidad se trata de que siempre necesites sabotearme de alguna u
otra forma. Y por el único motivo que lo haces, es porque no estás conforme
con tu vida, no hay satisfacción en ella. Para que tú finjas sentirte
enamorada de alguien, primero tengo que enamorarme yo, ¿verdad?
—¡Zorra! —me da una bofetada con su anillo de boda dado vuelta,
por lo que me lastima el pómulo derecho.
Cuando noto una gotita de sangre deslizándose por mi rostro, le
devuelvo la misma cachetada, pero utilizando un mínimo de mí fuerza,
debido a que no he olvidado que está embarazada después de todo.
Katherine ni siquiera se inmuta por mi golpe, pero
sorprendentemente se deja caer en el suelo, y comienza a quejarse de dolor.
Estoy demasiado atónita como para reaccionar, por lo cual apenas me percato
de que algunas compañeras de trabajo salen al exterior para ver que es todo
ese escándalo, y al ver la escena, es más que evidente que todas lo
malinterpretan al instante.
—Ella intentó darle patadas a mi vientre —la muy desgraciada me
apunta con el dedo acusador—. Por favor, llamen a la ambulancia o a la
policía.
—Pero bueno, ¿tú de que vas, chiflada? Estás loca como una cabra,
¿verdad? —Inquiero, riéndome por el ridículo de sus palabras—. ¿Te han
dejado caer de la cuna cuando eras una bebita o qué? Porque no es posible de
que seas tan desquiciada, superas los límites.
Katherine derrama lágrimas de cocodrilo, y unos cinco minutos más
tarde, llega dos patrullas de policía.
Ay, desearía que esto fuera un sueño.
—Señorita Fiona Russell, usted queda detenida —uno de los
oficiales, me esposa las muñecas por detrás, quitándome mi bolso, y
seguidamente leyéndome los cargos más mis derechos de permanecer en
silencio y de que todo lo que diga va a utilizarse en mi contra, y todo el lema
que dicen los polis siempre, ninguna novedad, lo cierto es que no estaba
asustada, sé que soy inocente.
Katherine es trasladad al hospital en la ambulancia, mientras que yo
soy trasladada al rincón de los criminales.
Lo único que me preocupaba era que mi empleo corría peligro luego
del tremendo show que ha montado la desequilibrada aquella.
Una vez en la estación de policía, me permiten realizar mi única
llamada, la que tengo por derecho.
—Charlie, en la agenda que está dentro de mi mesita de luz, está el
número del abogado del amigo de papá, puedes llamarlo y enviarlo a la
estación de policía, por favor.
—¿Pero qué demonios haces ahí, Fiona? —grita desesperada.
—Me ha mordido una perra rabiosa —apenas esos sale de mi boca,
algunos oficiales me observan de reojo y frunciendo el ceño, está claro que
ellos creen en la versión que ha dado Katherine—. Es una historia entre larga,
chistosa, y algo dramática, bueno, depende del punto en que lo veas.
—Voy a llamar a nuestros padres.
—No lo hagas, por favor —digo rápidamente—. Van a alterarse
muchísimo, y no vale la pena.
—¿Y si te dan treinta años de prisión?
—Me traerás cigarros y barras de chocolate todos los meses —
pongo los ojos en blanco—. Anda, si lo haces de prisa estaré durmiendo en
casa esta noche.
—Bien, bien, lo voy a citar allí y yo iré también.
Un oficial insiste en que cuelgue con la llamada.
—Nos vemos, luego —resoplo, y devuelvo la bocina del teléfono a
su lugar.
Acto seguido me llevan a una de las tantas celdas que tienen
disponibles. Afortunadamente no he tenido que compartir mi habitación
temporal con nadie.
No sé cuánto tiempo llevo dentro de las cuatro paredes heladas y
opacas, cuando de pronto una figura familiar aparece detrás de las rejas. Seth
estaba delante de mí con su camisa blanca de vestir y sus pantalones negros
con un cinturón de cuero, él era como el epítome de la belleza, y era
complicado no darse cuenta de ello a plena vista, resaltaba incluso bajo la
tenue luz de la comisaria.
—¿Y tú que haces aquí? —inquiero—. No eres el abogado que he
pedido.
—Me enteré de lo que Katherine ha hecho contigo, Fiona.
—¿Cómo? ¿Ahora me vigilas?
— No, Sam y sus compañeros lo han visto todo y me ha llamado —
dice, y me levanto de prisa—. Umm… bueno… ha salido un video que se ha
publicado en YouTube también.
—Ay, no me digas —me cubro el rostro—. Mi carrera está hundida.
—En realidad no —suelta inmediatamente.
—¿Cómo?
Seth no me llega a responder, dado que un oficial de policía hace su
aparición con llaves en mano, y abre la celda.
—Puede irse, señorita, los cargos han sido retirados.
—En primer lugar, nunca se me debió de acusar de nada, porque no
he hecho nada —me quejo, saliendo de esas cuatro paredes asfixiantes—.
Pero gracias por sacarme de aquí.
Casi, casi que corro hacia el exterior por mi libertad.
Luego de firmar unos papeles, me encuentro afuera con el abogado
que le he mencionado a Charlie, y con mi hermana también. Pero
sorprendentemente quien ha llegado primero a rescatarme ha sido Seth con el
suyo, por lo que le doy las gracias al amigo de papá por asistir de todos
modos, y luego se marcha.
—Gracias a la cámara de seguridad de la escuela, se ha verificado
que no empujaste a Katherine como ella lo ha declarado—me comunica Seth.
—Porque además de ser envidiosa, esa mujer es tonta —estalla
Charlie—. Obviamente iba a ver cámaras de seguridad tanto en el exterior
como en el interior, es una escuela, por el amor de Dios.
—Se ha creído que estaba dentro de una telenovela —agrego—.
Que no iba a ver pruebas en su contra, esto es la vida real, tiene que
entenderlo.
—Fiona, yo quiero explicarte lo que…
—Nada de explicarme —lo detengo—. Estoy cansada, quiero ir a
casa y tomar una ducha.
—Pero…
—Ocúpate de tu cuñadita a la que has besado, y sugiérele que visite
un terapeuta que buena falta le hace —evito el contacto con sus ojos, o mis
lágrimas no demoraran en aparecer—. Mándale saludos a Sam, y lamento lo
que ha tenido que ver, con suerte seguiré siendo su maestra.
Charlie y yo nos dirigimos hacia la estación del metro.
—¿Qué dirá el director después de todo esto, Fiona?
—Estoy en la misma inquietud que tú —respondo—. Vamos a
hacer una parada en la escuela, tengo que hablar con él, y saber si mañana
tengo que asistir al trabajo como normalmente lo hago, o de lo contrario
tengo que buscar otro.
—De acuerdo, ¿y qué pasa con Seth?
—Qué tenga bonita vida —susurro, con mi voz rompiéndose.
Yo siento la misma tristeza que he visto en los ojos de Seth, o tal
vez ha sido imaginación mía. ¿Es una pena que lo nuestro haya terminado
de una forma dramática? Probablemente. Sin embargo, no puedo ignorar
todo las cosas que hemos pasado, fue magnifico mientras duro.
Capítulo 24

Aproveche que era el último día de clases antes de las vacaciones


navideñas, y fui a buscar a mi hermano, estaba de paso por las calles que
rodeaban la escuela, y le envié un mensaje al chófer que siempre lo recogía
para avisarle que yo me encargaría esta vez, y para no ser un total farsante,
también lo hago para poder verla, ella me ha rechazado cada una de mis
llamadas, e ignorado todos los mensajes de textos, hasta incluso, creo que ya
me ha bloqueado el número, lo cual no me parece una total ridiculez después
de lo que hice.
Espero apoyado en el capo del coche, estiro mi cuello al ver a las
docenas de niños que salen en busca de sus respectivos padres, hasta que al
final capto a mi objetivo a la vista. Me abrocho el saco azul marino mientras
voy avanzando hacia ellos, tendría que estar en la oficina revisando unos
portafolios, pero eso será para más adelante.
Fiona se despide de la mayoría de sus estudiantes con una enorme
sonrisa en el rostro, y luego escanea con la mirada al responsable de pasar por
mi hermano, algo que hace que su semblante cambie repentinamente después
de que me ve.
—¡Hola, Seth! ¿Y Mark? —inquiere Samuel, abrazándome.
—Yo voy a llevarte a casa —le digo, cogiendo su mochila—.
¡Buenas tardes, Fiona! ¡Me alegro que todavía sigas conservando el empleo!
—Sí, la he batallado un poco con el director, pero me ha dado una
segunda oportunidad, aunque claro, espera que no vuelva a protagonizar
ningún otro escándalo, o acabaré de patitas en la calle.
Estaba pensando en que decirle para que no me implemente la ley
del hielo, quería decirle algo que me dé una ligera esperanza de que nosotros
podemos volver a intentarlo, pese a que cada instinto de mi me gritaba que la
tomara en mi brazos y la besara como llevo ya una semana y media
deseándolo.
En cambio de eso, y de que no me brinde una palmada en la mejilla
si llego a hacer lo que ansió, yo agarro la mano de Samuel para guiarlo hacia
el coche, la escuela estaba vaciándose cada vez más.
No puede no detenerme y mirarla otra vez, pero esta vez por el
rabillo de mi ojo.
Ella siempre se veía extraordinariamente preciosa, hoy llevaba unos
vaqueros negros con algunas roturas en el muslo, y un abrigo de lana de
tono salmón holgado, pero lo que más llamaba mi atención era su expresión
triste. La miseria en mi pecho nació de nuevo y de repente, porque
comenzó a hacerme recordar lo cruel que me he comportado con ella, el
mismo día en que confesamos lo que sentíamos, lo eche a perder y todo
porque escuchar conversaciones a medida, una que no me incumbía pero que
pensé que era la realidad, al pasar por aquella habitación y oír las palabras de
Fiona, unas que solo eran sarcásticas, y yo no supe comprenderlo al principio.
Hago que Sam se suba al asiento trasero, lo aseguro con el cinturón
de seguridad y le entrego de nuevo su mochila.
Acto seguido, me percato que ella continuaba afuera. Por lo que le
pido a mi hermano que se me espere unos segundos, y corro hacia ella.
—¿Qué se te ha olvidado…?
Antes de que su pregunta prosiguiera, ya estoy tirando de ella hacia
mí, sé que es una completa estupidez y que me he dicho que no debía de
actuar de tal forma, pero me ha ganado mis ganas por ella, era imposible
luchar contra lo que sentía por esta mujer.
La beso con la mayor suavidad posible, con una delicadeza como
nunca, y eso provoca que se me queme el corazón por primera vez en años, y
es que estos sentimientos abrumadores que ella ha despertado en mi
internamente, es algo que nunca antes había tenido que vivir.
—Me encantaría deslizarte el abrigo y el resto de la ropa que cubre
tu torso, solo para recorrer con mi boca desde tu ombligo hasta tu pecho, y
posteriormente llegar otra vez a tu boca —ciño nuestras frentes—. Después, y
aunque no merezco que me oigas, quiero mordisquear tus senos y
succionarlos hasta que jadees mi nombre a cada segundo que pase. Como lo
hice en Italia, mis dientes acariciaban y rozaban tus puntiagudos pezones y tú
era la viva imagen de una diosa sobre la cama. Apuesto a que ya sientes esas
palabras extendiéndose por el interior de tus piernas y muslos, ¿no? Pero no
es el sexo lo que me hace perder el buen juicio por ti, solo… solo eres tú.
Todo lo que eres, tus pensamientos, tu voz, tu personalidad, tu persona…
—Me has causado sensaciones salvajemente vibrantes, Seth… mi
cuerpo solo quiere ser tocado por ti, y no puedo evitarlo… pero no puedo
perdonar tu engaño —nos separa, y veo cómo va quitándose el collar del
cuello—. Es tuyo, llévatelo, por favor.
—Yo te lo he obsequiado.
—Ya no lo quiero —dice con seriedad, y al notar que estoy lejos de
tomarlo, me coge un puño, y con fuerza me lo abre, depositando en la palma
ya abierta el collar—. ¡Y por favor, mantente alejado de mí!
—¿Por qué finges que no te parte el alma al igual que a mi estar
separados?
—¿Cómo puedes decir eso, si tú mismo ha sido el causante de eso?
—Ese beso con Katherine apenas ha ocurrido, y solo quise
desquitarme.
— ¿Desquitarte de qué?
—Escuché una pequeña parte de tu conversación de con Demian
donde le decías que iban a volver…
—No lo decía en serio, Seth —me interrumpe—. Antes de regresar
a su lado, preferiría quedarme para vestir santos, es más tentable, te lo
aseguro.
—Lo supe esa misma noche —digo, avergonzado—. No supe
cargar con mi culpa, me fui de mi casa en la que he vivido toda una vida para
poder pensar con claridad, y desde entonces lo único que he estado
preguntándome un millón de veces es como puedo hacer para recuperarte.
—Que sencillo es para ti, ¿verdad? —inquiere—. Interpretas mal
algo, tomas medidas drásticas y luego quieres que te perdone como si nada.
¿Era así como iba a funcionar nuestra relación? ¿Cada vez que tengas dudas,
me esquivaras e iras a por una mujer para quitar tu frustración dentro de una
cama?
—No, ¿Por quién me tomas? —exclamo, dolorido por esa ofensa.
—Vaya cara dura que eres, te he visto haciéndolo con Katherine, la
besaste, y ni siquiera trataste de justificarte. Nos escuchaste a Demian y a mí
hablando pero no me preguntaste absolutamente nada, y decidiste suponer
cualquier cosa.
—Y merezco que me castigues, pero necesito saber si tengo al
menos una segunda oportunidad contigo, Fiona.
—Debo volver adentro, tomar mis cosas e ir a hacer mis maletas.
—¿Te vas?
—Voy a ir a pasar navidad con mis padres.
—Voy a extrañarte.
Ella solo asiente lentamente.
—¿Cómo está Katherine? —Inquiere de repente—. ¿Ya se ha
calmado?
—Mis padres le han puesto un ultimátum. O se comporta bien con
las personas a su alrededor, o tendrá que marchase de la casa con Demian, no
soportan la mala educación.
—Dile que agradezca que no le he puesto una denuncia por
difamación. Lo que me ha hecho no tiene perdón, es una piantada —suspira
—. Bien, ya me voy, bonita navidad para ti y tu familia, Seth.
—Igualmente.
Capítulo 25

—Busca las luces de colores, creo que están en el sótano —me pide
mi padre, y eso es exactamente lo que hago.
No hace menos de dos días que hemos llegado a Connecticut con mi
hermana, se sentía estupendamente tocar el suelo que nos ha visto crecer por
dieciocho años, además de que cambiar de aires era lo que me hacía falta para
pensar con más calma y claridad. He estado sopesando las palabras de Seth
desde que lo he visto en la escuela, y desde que me ha plantado aquel beso
que me ha dejado un vacío enorme cuando yo misma lo he aparatado, lo cual
es irónico dado que yo así lo he querido.
Al verlo de pie esperando a por su hermanito menor, me ha
maravillado un poco debo decir, y su voz tan sensual como grave me hacían
temblar las pantorrillas, y esa cercanía que tuvo conmigo, al principio fue
dudas puras, lo veía en sus ojos, pero luego, se atrevió a venir hacia a mi
como una decisión y porte que sorprendían.
Me quede sin una gota de aliento en ese instante, que me costó
reaccionar por unos minutos. No sé cómo le he permitido que me besara con
tanta intensidad y de que me dijera todas esas cosas que hasta hoy siguen
volviéndome loca y no puedo borrar de mi mente.
Quizás se debió a que su sola presencia me hizo perder la buena
cordura y la racionalidad.
Mi primer instinto debería haber sido empujarlo los más lejos
posible, pero solamente no lo hice, porque no me apetecía, en cambio demore
en dejar que sus labios se apartaran para volver en sí y entonces poner una
pared de por medio de los dos, porque de lo contrario casi, casi hubiera
perdonado lo que ha hecho, y no se lo merece.
Pero, señor, recuerdo perfectamente cómo me he aferrado a su
cuerpo como un imán mientras me besaba como ningún otro hombre lo hizo
nunca. Me encantaba la vivacidad y las sensaciones que me causaba con
sus caricias. Pero sobre todo, lo que resaltaba de ese día ha sido sus palabras,
aquellas que me ha confesado sin miedo, pero que yo no he tomado para nada
bien, y con justa razón.
—Fiona, ¿te has mudado a Marte? —me espabilo cuando escucho la
voz de mi padre.
—¿Disculpa?
—He pensado que te ha sucedido algo, bajaste y ya no subiste más
—me señala con el mentón mis manos sobre las cajas navideñas—. Apenas
las hemos ido a recoger con tu madre al aeropuerto, te he notado desanimada,
¿es por Seth?
—Las cosas traspasaron la línea de lo ficticio, papá —suspiro,
envolviendo mis dos brazos en la caja enorme, y levantándola de la mesa de
madera algo marchitada—. Soy una tonta, no debí enamorarme de él. Acabo
siendo igual o peor que su hermano, el infiel.
—Sí, me has contado algo por teléfono —me acaricia la mejilla—.
Y no, no eres tonta, no pienses eso de ti, Fiona. Enamorarse no es de tontos,
ni tampoco de imbéciles. Cuando uno lo hace, es porque lo siente, porque es
genuino, y no mandamos en nuestros corazones.
—Pero acabamos partidos en dos.
—No obstante, nos vuelve fuerte. Recuerda, lo que no te mata te
hace más fuerte.
—Bueno, pero yo no soy Rambo, papá —digo—. No puedo estar
soportando golpe tras golpe, batalla tras batalla con el amor, no es justo.
—Ay, mi niña adora, pocas cosas en la vida es justa, créeme —besa
mi frente—. Contéstame algo solamente, ¿quieres darle una oportunidad?
—No…
—Se sincera.
—No lo sé… primero necesito estar a solas por unas semanas, y
reencontrarme conmigo misma. Sufrir dos desilusiones de amor en un
periodo corto de tiempo no fácil de lidiar. Y es por eso que Connecticut es la
mejor opción, además estaré con ustedes, las personas que más amo.
—Ay, mi chiquita, la decisión que tomes, la apoyaré siempre.
Tras la charla, subimos nuevamente y comenzamos a organizar
mejor el árbol de navidad, como a mi madre ni a mi hermana le iban mucho
esto de decorarlo, lo hacemos mi padre y yo nada más. Una tradición que
hemos implementado desde que tengo memoria, estas épocas es en donde me
sentía más unida a mi familia, y agradecida con todo lo que nos han brindado
desde que nacimos.
La cena consistió de un pavo que se ha pasado de cocción, por lo
que hemos comido alguna partecitas quemadas y apunto carbón. Además de
ponche de huevo y varios dulces que llenaron nuestros estómagos felizmente.
Los días siguientes después de que pasara las fiestas, me he
centrado en recorrer el pueblo y hacer varias comprar para llevar a Nueva
York, como pequeños suvenires.
No he vuelto a tener más noticias por parte de Seth, y lo cierto es
que no sé si eso me tiene alegre o triste. Soy como una montaña rusa en estos
ocasiones, ni yo misma podía balancear mis sentimientos, pero a medida que
trascurrían los días, mi mente se aclaraba y eso era algo positivo para mí al
menos.
Finalmente teníamos que volver a nuestras rutinas, por lo que ya
nos encontrábamos en el aeropuerto a punto de embarcar.
—No entiendo que tanto le ven a esa ciudad —mi madre se cruza de
brazos—. Es sucia, y las personas de allí son indiferentes con todos. Deberías
de mudarse de nuevo a aquí, cerquita de nosotros.
—Sofía, ella son adultas, pueden hacer lo que quieran —mi padre la
abraza por detrás—. Ya tienes que soltar de una buena vez por todas el
cordón.
—Aparte en el pueblo no hay nada interesante —agrega Charlie—.
Yo necesito salsa, adrenalina y la gran ciudad me da la todo el tiempo.
—También necesitas estudiar, cariño.
—Lo haré pronto. Voy a convertirme en tripulante de cabina,
viajare por todo el mundo, y nunca me mantendré quieta.
Mi madre pone los ojos en blanco, y seguidamente nos abraza a
cada una individualmente.
—Y tú dibújame una sonrisa —dice ella—. Eres una preciosura
como para que estés amargada. No dejes que un mal momento eclipsé toda tu
vida.
Asiento con la cabeza.
Luego es el turno de despedirnos de nuestro padre.
—Iré a visitarlas en cuanto pueda, y trataré de llevar a tu madre, a
ver si así se suelta un poco de este pueblo, y ve que hay un mundo más allá
de estar aquí encerrada.
—¡Yo no pienso montarme a un avión nunca en la vida! —Exclama
mi madre—. No pienso apanicarme con las turbulencias que provoca.
A ella se le hubiera revuelto el estómago sin piedad como estuviera
sentada dentro de un avión que apenas hubiera despegado y este ya se
encuentre a unos cuantos metros alejados del suelo de la pista. Los odia
profundamente, y todo por una película que ha visto cuando era una
adolecente donde uno se estrella, eso ya la ha marcado. Yo no tenía idea de
cuánto te marcaba una peli de Hollywood, hasta que conocí el verdadero
motivo por el cual ella odia volar.
Capítulo 26

—¡Que voy tarde! ¡Qué voy tarde! ¿Cómo me he quedado dormida,


señor mío? —voy exclamando por toda mi habitación, mientras trato de
encajar una pierna en mis vaqueros, intentando no darme la mandíbula contra
el suelo mientras hago la maniobra, apenas me da tiempo a lavarme los
dientes y ya, tendré que comer algo en el receso, por lo que mi pobre
estomago va a sufrir durante gran parte de la mañana—. ¡Mi bolso! ¿Dónde
está mi bolso? ¿Dónde lo he dejado?
Maldigo a la alarma una y mil veces, nunca en lo que llevo viviendo
en esta ciudad me ha fallado, y de repente se le suelta un tornillito, y no
enciende cuando tiene que hacerlo. Corro de un lado a otro, y al no ver mis
pertenencias, decido que ir al cuarto de baño a por el cepillo de dientes y la
pasta dental. Conforme hago eso, me pongo los zapatos negros cerrados, y
salgo disparada a la sala.
Mi hermana estaba comiendo en un tazón, cereal de chocolate con
leche.
Ella se ríe de mí al verme casi al borde de un colapso nervioso, pero
vuelve a centrar su atención en la pantalla de la televisión, donde pasaban un
programa que construyen casas y todas esas cosas que a veces no sé si son
reales.
—¿Hace cuánto llevas despierta? —inquiero, examinando toda la
sala con los ojos rápidamente,
—Una hora.
—¿Y se puede saber por qué demonios no te has percatado de que
se me ha pasado la alarma y casi pierdo un día de trabajo por dormilona?
—Relájate, hermanita —coloca un brazo sobre el respaldo del sofá,
y me señala con el dedo detrás del buró, ahí es cuando finalmente encuentro
el bolso—. No van a despedirte si llegas una hora o dos tarde, no estas
infringiendo la ley.
—Desde que ha ocurrido lo de la loca de Katherine, estoy en el ojo
de la tormenta. No quiero darle al director otro motivo para pensar que seré
un problema para su escuela, ¿entiendes?
—Eres una excelente maestra, todo estará bien. Además, ese
director parece bastante majo.
—Pues no lo conoces tanto, entonces.
Vuelvo a mi habitación, me peino el cabello y me lo sujeto con una
cinta roja, seguidamente, me enjuago la boca y salgo como alma que lleva el
diablo hacia mi destino.
Como era de esperarme ya las puertas estaban cerradas, tuve que
decirle al conserje que me abriera, y así lo hizo.
Corro hasta mi salón de clases, y cuando intento entrar, me doy
cuenta que la puerta tenía algún tipo de cerrojo dado que no me dejaba
empujarla hacia atrás. Toco con mis puños unas cuantas veces para que algún
niño del otro lado me abriera, sin embargo, no he obtenido respuesta, quiero
mirar por las ventanillas, y me llevo la sorpresa que estaba cubierto por papel
negro.
—Niños, no es momento para juegos, tengo que corregir la tarea
que les he enviado ayer, por favor —golpeo tres veces seguidas—. ¿No ha
venido nadie? Vaya, sé que he llegado tarde, pero al menos tendrían que estar
con un suplente.
Miro la hora en mi reloj de muñeca, y definitivamente no era tan
tarde. Antes de dar un solo paso que me llevara hasta la oficina del director,
oigo un sonido y la puerta se entreabre, eso me causa un tanto de escalofrío,
sino fuera que es de mañana, pensaría que estoy en alguna película de terror o
algo por el estilo.
Yo termino por abrir la puerta de par en par desde detrás del
umbral, y busco el interruptor de luz para encenderlo, ya que todo estaba
oscuro. Y poco me faltaba para que la mandíbula me fuera a parar al suelo.
Las cuatro paredes, incluido la pizarra, estaba decorado con hermosísimas
flores de varios tipos, aunque la que más predominaba era las rosas rojas,
hermosas y elegantes. Cada uno de los pupitres tenía una fotografía distinta
de mi viaje a Italia con Seth, y para mi enorme sorpresa, algunas eran
espontáneas y mis ojos querían llenarse de lágrimas instantáneamente.
Una música comenzó a sonar de fondo, no había letra, solamente
una melodía que la estremecía gratamente. Todos mis alumnos me dieron la
sorpresa de mi vida cuando salieron de por debajo de sus asientos con una
sonrisa angelical y dándome la bienvenida, aunque eso ya ha ocurrido cuando
regresamos de las vacaciones navideñas en realidad.
Sam se acercó hasta a mí, y me entrego una carta con un lazo
dorado.
Lo abro aunque sigo completamente atónita por todo lo que está
pasando, me dan ganas de pellizcarme para saber si lo estoy soñando o tal vez
alucinando.

“No soy bueno escribiendo cartas, nunca en mi vida lo hice, porque


nunca tuve la necesidad de expresar lo que siento en un papel blanco, en
medio de la madrugada y con el corazón jodido porque la he jodido,
simplemente con la mujer que me ha robado el aliento sin darme cuenta. Me
detesto a mí mismo por haberte dañado el alma aquella noche, me arrepiento
tanto que haría un pacto con el diablo para retroceder el tiempo y haberlo
evitado. No tengo justificación alguna, y aunque fue solo un beso de
despecho que no duro ni cinco segundos, me siento el peor hombre que ha
pisado la tierra. No debería de escribírtelo aquí, porque es probable que solo
empeore la situación, pero es necesario que te lo aclaré, pastelito. Jamás he
tenido tanto pavor de perder a alguien para siempre como lo tengo contigo, y
estoy abrumado, desesperado, y hasta exasperado al no saber cómo
recuperarte. Se me ocurrió algo mientras miraba a la nada dentro de mi
oficina, ni concentrarme para trabajar podía, pero mi mente se ilumino, así
que eso haré. Va a ser mi última oportunidad para que vuelvas a mi lado, por
el amor incondicional que te tengo, si tu respuesta sigue siendo un rotundo
no, entonces daré un paso al costado, pero quiero que sepas que te amo, y
que nada va a cambiar lo que mi corazón siente por ti.
PD: He metido a tus estudiantes en mi plan, no me asesines, por fa”

Apenas podía aguantar la respiración por todo esto, que se me corta


por completo cuando unas manos aprietan mi cintura por detrás. No hace
falta que adivine quién era, su fragancia y su aliento golpeando mi nuca era
algo demasiado evidente.
—¿Cómo te dieron el permiso para casi derribar la escuela para
organizar todo esto? —pregunté, admirando todavía las decoraciones que
tenían un gran significado para mí.
—Le he llorado al director.
—No, el director no se conmueve con lágrimas simplemente, y
menos para hacer algo como esto.
—Bueno, también le he prometido asistir a cada evento que se
organice aquí, y brindarle fondos financieros para futuras obras, y también,
mis habilidades en arquitectura —ríe—. Te amo, Fiona, y si me das una
oportunidad para demostrártelo, verás que voy a luchar contra todas las
tormentas que se nos puedan presentar en el futuro si es necesario, solo por
nuestro amor.
—Los has hecho cómplices —me giro, con sus manos que se
rehusaban a soltarme—. Sus padres van a quejarse como se den cuenta que
no están estudiando.
—Tanto sus padres como tus alumnos han sido felices en ayudarme
a montar todo esto solamente para ti, preciosa —acuna sus manos en mis
mejillas—. Te juro que me he esforzado por darte tu espacio, por no verte y
gritarle al mundo entero lo que te quiero, pero ya no he podido soportarlo
más. Y aquí estoy, mirando esa carita tan hermosa que apenas me deja
dormir, pero que es el motivo más maravilloso de mis desvelos.
Mi única respuesta la gestiono con una sonrisa.
—No sé muy bien cómo debo interpretar esa sonrisa —él sabe que
la guerra no la tiene perdida—. Pero me gusta muchísimo, se quedará
guardada en mi mente hasta que sea un ancianito de noventa años.
Mi boca va a la suya sin preámbulos, pero nos colocó en un ángulo
para que mis alumnos no fueran espectadores, eso no sería bueno. Seth ha
despertado en mi cabeza con este beso sensaciones únicas e irrepetibles, dejo
que sus labios me llenen, me deleito en ellos, que eran suaves y a la vez
exigentes.
—¿Qué tal si sigues sorprendiéndome todos los días así? —sugiero
—. Pero no aquí, porque seguramente el director vaya cansarse y me eche.
—Hay mil maneras de sorprenderte, pastelito —me roba otro beso
—. Y una de ellas, está en nuestra casa.
—¿Nuestra casa?
—Bueno, me refiero a que mi casa es tu casa —susurra, se acerca a
mi oído, para hacerlo más personal—. Allí hay un jacuzzi que aún no he
probado, pero quiero hacerlo contigo.
—Tú no pierdes el tiempo, ¿eh?
—La vida no está para pensárselo demasiado. Entonces, ¿estoy
perdonado?
—Podrías agradecérselo a mi padre, él ha intervenido por ti —elevo
las cejas—. Y vaya que nunca lo hizo por nadie, debes sentirte especial.
—Puedo hacerlo ahora —tras esas palabras, tanto mis padres como
los de Seth, se adentran al salón, y mi hermana los acompaña.
—Dios —me llevo la mano al pecho—. Esto es increíble. ¿Me has
escondido el bolso apropósito, Charlie?
—Tenía que darle una manito a mi cuñadito —se justifica.
—Ya —ruedo los ojos—. Mamá, ¿Qué ha sucedido con tu miedo a
volar?
—Sigue en mí, pero tu padre y Seth me han convencido de venir y
aquí estoy, apoyando a mi niña.
Los abrazos, y finalmente las lágrimas brotan como si no hubiera un
mañana.
—No quiero llorar tanto, aún tengo que impartir clases.
—¡Nooooo! —exclaman todos los niños.
—¿Cómo qué no? —Finjo seriedad—. ¿Se han olvidado de la tarea
que tengo que revisar?
Se quejan simultáneamente, y yo no puedo hacer otra cosa que
echarme a reír.
Seth me coge del brazo y me atrae a su cuerpo, que era la
representación de la dureza, y me quemaba por dentro. Mis manos mientras
tanto fueron a parar a sus anchos hombros, nos miramos unos segundos antes
de que me ganaran las ganas, y lo abrazara emocionada por todo lo que ha
hecho.
—Todavía tengo algo que entregarte.
En una cajita de terciopelo, viene el collar que me ha regalado en
Italia.
—Si es que aún lo quieres llevar en tu cuello, pastelito.
—Te quiero a ti —susurro—. Por consiguiente también esto.
Me ayuda a ponérmelo, y cerramos aquel amor con otro beso
profundo, pero lejos de la vista de los niños otra vez.
No creía que esto fuera posible, pero estaba feliz y dichosa de la
vida.
Capítulo 27

—¿Por qué no pudimos simplemente ir a un lindo restaurante con


vista preciosas a Manhattan? —Va quejándose desde hace una media hora, es
igualita a una niña chiquita, pero tienes razones cuestionables para estar con
la cara larga—. Al menos allí ella no estará tratando de apuñalarme con un
tenedor.
—Dudo muchísimo que ella arriesgue sus ocho meses de
embarazado para poder subirse a la mesa y clavarte un tenedor como si fueras
Drácula —me rio, cogiéndola de la cintura, para detenernos frente a la
mansión—. ¿Te he dicho cuan hermosa te ves hoy, y que tan jodidamente
sexy eres?
Todavía no puedo creer que ya han pasado unos meses desde que
me disculpé con ella dentro de su salón de clases, en ese entonces tenía un
ochenta por ciento de posibilidades de que me dijera que se quedaría
conmigo y, a su vez, tenía un veinte por ciento de posibilidad de que él se
negara rotundamente, por lo que tendría que resignarme sin importar cuánto
me matara.
—Mmm… si… me lo has repetido incansablemente desde que
salimos de nuestra casa —pica mi nariz con la punta de su dedo índice—. Y
también mientras no dejabas de embestirme en el ascensor, al cual has
detenido hasta que llegamos al éxtasis. Eso ha sido grosero de tu parte, no
puedes detenerlo solo porque se te da la gana.
—Y vaya que te has quejado durante todo el tiempo que estuvimos
entre las paredes metálicas de él, ¿no? —con la yema de mis dedos recorro su
escote de corazón, lentamente—. Umm… ¿Cómo me gritabas? Oh… Ah…
Madre mía… dame más duro… pon tu mano en mi cuello, jálame el cabello
hacia atrás… Oh… Oh… Seth… eres increíble…
—Oye, para de imitarme y de gemir delante del hogar de tus padres,
que es bochornoso —Fiona era como un hermoso e insaciable sueño que
estaba envuelta en un destacado vestido color carmesí fuego, y ella encendía
una hoguera dentro de mí que eran imposibles de apagar no importa el tiempo
que trascurra. Cada día, cada vez que se entregaba a mí, y yo a ella, lo
hacíamos de una manera que nunca mejor que la anterior, somos uno solo y
lo disfrutábamos, aunque nos llegan protestas de los vecinos de vez en
cuando, algo que no es para tanto—. Y tú tampoco te quedas atrás, señor que
ruge como un león hambriento.
—Pero los míos son roncos.
—Oh, y los míos son puros chillidos, ¿no? —Me quita mi mano de
encima de ella, y la entrelaza con la suya—. Anda, al terminar la cena con tus
padres, te desafío a no emitir ni un solo sonido en la cama.
—¿Qué te parece contra la ventana? —sugiero—. ¡Es más caliente!
—Veremos, veremos —me guiña un ojo, y lo único que quiero es
partir su boca con un beso.
Nos adentramos a la mansión, y nos dirigimos directamente al
jardín trasero, donde una mesa ya estaba situada en el centro, justo a unos
cuantos metros de la piscina.
Localizo a mis padres hablando con mi querido hermano Demian, y
con su esposa.
Saludamos a todos sin tantos preámbulos, y de pronto la
incomodidad hace su acto de presencia.
—Fiona, cariño —habla mi madre—. Katherine tiene algo que
comunicarles.
Miramos a la rubia, quien no está para nada contenta, bueno, si es
que alguna vez lo está en realidad.
—¿Vas a inventar otra mentira más? —Inquiere Fiona, poniéndose
a la defensiva, todavía no podía perdonarle que levantara una falsa
declaración en su contra, y no es para menos—. ¿Ahora eres mitómana?
—Solo quiero disculparme contigo, ¿vale? —Exclama Katherine,
casi escupiendo cada una de sus palabras—. Pero no lo hago porque es algo
que me nace del alma, sino porque me están obligando.
—No tienes que humillarte de esa manera, porque estoy segura que
así te sientes. Me basta simplemente con que no intentes atacarme por la
espalda, y por favor, no vuelva a aparecerte por mi escuela nunca más.
—Bien.
—Promételo, Katherine. Porque la próxima vez seré yo quien te
envié a la prisión, bruja.
—Está insultándome y gritándome, ¿no le dirán nada? —Katherine
se siente ofendida.
—Katherine, eres la última persona que necesita ser defendida, tú
empezaste la guerra. Ahora, prométeme que no volverás a intentar
sabotearme.
—Lo prometo.
—Más te vale, porque yo puedo ser muy vengativa cuando quiero.
Que sea buena no significa que sea ingenua y tonta.
—Bien, ahora vamos a cenar —mi madre parece satisfecha con la
resolución de enemistad de ambas mujeres.
Cada uno tomamos nuestro lugar en la mesa, cojo la mano de mi
chica por debajo de la mesa.
—Así que vengativa, ¿eh? —Susurro en su oído—. Esto me
recuerda al día de la boda, te veías muy tierna.
—No tengo que verme tierna, tengo que verme ruda, de esas que
amedrentan a cualquiera.
La beso, ya que no puedo estar tanto tiempo sin sus labios sobre los
míos.
—¡Qué asco! —Exclama Sam desde la punta de la mesa—. ¿Por
qué los adultos hacen eso?
—Cuando estés en la adolescencia lo entenderás —digo,
encogiéndome de hombros.
—Me gusta que estén juntos, pero no sigan haciendo eso, por favor.
—Sí, general —pongo los ojos en blanco—. Oye, ¿Por qué no has
venido tú hermana, pastelito?
—Oh, es que se ha marchado para Texas, allí ha entrado a una
aerolínea que la instruirá para convertirse en aeromoza.
—¿Y cuándo ha sucedido eso?
—Esta mañana —responde—. Estaba muy emocionada, el brillo en
sus ojos era indescriptible.
—Te veo muy orgullosa de ella.
—Lo estoy, después de años por fin ha encontrado su pasión.
Miro en dirección a Sam, tras ver que se encuentra platicando con
mi padre, lo aprovecho para robarle otro beso a mi novia, pero somos
interrumpidos por Demian.
—Seth, ¿podemos hablar antes de comer?
—De acuerdo.
Me levanto e ingresamos al interior de la mansión.
—Quiero decirte que Katherine y yo nos mudaremos a Los Ángeles.
—Oh, eso suena bien. Pero, ¿Qué ha pasado con el divorcio?
—Sigue en pie, pero queremos criar a nuestro hijo en una ciudad
nueva y lejos del mal que les hicimos a ustedes dos.
—Está bien, hermano.
—Perdóname, entendí que la he cagado con Fiona, y que la perdí
mucho antes de que me encontrara con su mejor amiga. Ella no es para mí, y
yo no soy para ella. Tú eres el verdadero amor de su vida, cuídala.
—No tienes que pedírmelo, siempre voy a hacerlo —palmeo su
hombro—. Buena suerte en California.
—Gracias, trabajaré desde allí, y vendré de vez en cuando a la firma
para saber cómo van las cosas.
—Las puertas siempre estarán abiertas para ti.
Sopesa la idea de darme un abrazo corto, pero finalmente lo hace.
Seguidamente sale al exterior de nuevo, y Fiona reaparece en su
lugar.
—¿Todo bien con tu hermano?
—Sí, eso supongo —contesto, y acto seguido la abrazo alrededor de
su cintura, inhalando su aroma a floral, y antes de que me pueda perder entre
sus labios libremente, son sus propios sus labios que me atrapan y yo me dejo
por ellos, feliz—. ¿Por qué no nos saltamos la cena y vamos directo al postre,
pastelito?
—No, no, yo si tengo hambre.
—Te voy a dar algo muy grande y delicioso para probar —digo, y
su risa fue tan sexy que estaba a nada de cogerla sobre mi hombro para
sacarla de la mansión y llevarme a nuestro hogar, al que se ha mudado
conmigo hace un mes atrás.
—Ve a explicarle eso a tus padres, a ver qué tal reaccionan —
responde—. Vamos, pasemos una noche familiar. Luego tendremos la
nuestra propia.
—Lo estoy deseando.
—Estoy segura —sonríe, y sé que me tiene en sus manos ahora, y
siempre.
Epílogo

UN AÑO DESPUÉS
—Los declaro marido y mujer, ya pu…
—Ya puedo besar a mi mujer —se adelanta Seth, y no espero a que
se le diera una respuesta, desde que me ha visto caminar hacia el altar, no me
ha quitado los ojos de encima, y sobre todo de mis labios, los cuales sienten
como él va arrasando con ellos poco a poco, envolví mis brazos alrededor de
su hombros cubierto por ese caliente traje de tres piezas que ya imaginaba
quitárselo apenas comience nuestra luna de miel, tengo que alejarlo de mí en
los segundos siguientes o acabaría por hacerme el amor frente a todos
nuestros invitados que han dejado de aplaudir y se han quedado calladitos.
—Tu demostración de amor creo que incomoda a los demás —me
rio, en cuanto nos separamos unos centímetros, y en contra de su voluntad,
claramente.
—Bueno, que se larguen de aquí, y me dejen catar tus deliciosos
labios que son como morfina para mí.
—Ya, Seth —mis mejillas toman un tono bermejo—. ¡Ya estamos
casados oficialmente! ¡Yo estoy casada con el mismo hombre que me ha
hecho odiarlo y luego amarlo sin condiciones, eso es insólito!
—Y pensar que todo empezó dentro de una iglesia —me recuerda
—. Y todo finaliza dentro de otra también.
—No, solo es el principio.
—Ay, pastelito, prometo amarte y cuidarte hasta que mis ojos se
cierren para siempre. Y si hay una reencarnación como algunos dicen, te
buscaré y lo seguiré haciendo.
—¿Independientemente de que a veces me levante con unos cuantos
tornillos sueltos y un humor de perros? —arqueo una ceja, con una media
sonrisa en mis labios.
—He despertado contigo casi los trescientos sesenta y cinco días del
año, ya te he visto en tus peores momentos, y aun así, eres la persona que me
regala un rayo de luz y un bote completo de energía todas las mañanas.
Roce la punta de mi nariz con la suya, cerrando los ojos y
disfrutando de su compañía. Pero un minuto más tarde, ya era hora de irnos a
celebrar a un banquete que mi suegra ha mandado a organizar en su mansión.
Me encamino por todo el jardín trasero para llegar a la mesa donde
se hallaban las bebidas alcohólicas, pues yo pretendía conmemorar este día a
lo grande, y eso significaba beber hasta caer desmayada en los brazos de mi
esposo, o tal vez solo voy a acabar tirada en el césped junto a todos los demás
que le dan bonito a las copas de champagne, vino, y cerveza.
—¡Fiona!
—Dime, Demian —digo, escogiendo que iba a saborear esta vez.
—No voy a mentir sobre que me siento completamente feliz
viéndote con mi hermano, pero te felicito. No has podido encontrar uno
mejor que él, te hará la mujer más dichosa todos los días. Algo que yo he
botado a la basura por mentecato.
—Creí que habíamos dejado eso en el pasado —lo miro de frente—.
¿Por qué te empeñas en mencionarlo?
—No es con mala intención, lo juro —responde apresuradamente
—. Ha pasado un año y todavía no siento la certeza de que tú me hayas
perdonado.
—Lo hice, con el tiempo. Solamente que no te lo he comunicado,
no veía la necesidad, Demian. Te he perdonado por mí, no por ti, para estar
bien conmigo misma.
Baja la mirada por ser aun cortante con él, pero no es porque aun
sienta animadversión, sino porque prefiero mantener las distancias, yo no le
creía del todo su arrepentimiento, después de todo seguir siendo el mismo de
siempre, aunque se haya mudado de ciudad.
—¿Cómo está tu hija?
—Grandecita ya —sonríe genuinamente—. Es una amante de la
playa a pesar de su edad, es feliz en California.
—Me alegro muchísimo por ti —lo digo con sinceridad—. Y
gracias por haber venido a la boda, Seth se ha puesto contentísimo.
—No podía faltar a este día tan especial, ¿no?
—Por supuesto.
—Bien, iré a platicar con mis padres que hace tanto que no los he
visto personalmente, que parecen años —toca mi hombro derecho—. Gracias
por tu perdón.
Luego de mi asentamiento de cabeza, él se aleja y tal cual me ha
dicho, se reúne con Carol y Alaric.
Antes de poder coger una copa de cristal, unas manos me toman de
la cintura, y me monta en la mesa que afortunadamente es lo suficientemente
resistente para soportar mi peso, y para que nada de lo que se encuentra
encima se tambalee.
—¿Qué tal si te rapto de la fiesta a hurtadillas? —Se sumerge en mi
cuello, y me absorbe sin un gramo de vergüenza.
—¿Y los invitados?
—¡Que continúen festejando en nombre de nosotros!
—Eso sería de mala educación — reprimí un gemido cuando
sentí como su erección me empujaba abruptamente—. Bueno, podemos ir a
disfrutar de la luna de miel ahora.
—Perfecto —tras darme un beso corto, me baja de la mesa—. Hora
de coger la carretera.
Disimuladamente, y a pesar de que somos el centro de la fiesta, nos
marchamos, como si fuéramos dos par de adolescentes escapando de casa a
mitad de la madrugada.
Al llegar hasta su coche, que estaba ridículamente decorado con
flores, gracias a mi hermana y a mis padres que lo han hecho, arranca el
motor y nos alejamos de la mansión.
—¿Lista para nuestra nueva vida de casados, señora Benoist?
—Estoy lista, señor Benoist.

Fin

También podría gustarte