Aldana Torres-Falso Prometido
Aldana Torres-Falso Prometido
Aldana Torres-Falso Prometido
—Papá, ¿Cómo has entrado sin llave? —inquiero, una vez que han
trascurrido unos quince minutos desde que nos hemos instalado en la sala, y
el silencio se convirtió en nuestro amigo, pues nadie soltaba ni una sola
palabra, y es que la vergüenza me inundaba por completo, aunque menos mal
que no me ha visto tal cual he llegado al mundo, porque entonces me daría un
paro cardiaco.
—Fiona, ¿Cómo es eso de que estás comprometida con este tipejo?
—Va al grano y sin pelos en la lengua, todo eso mientras observa con una
mirada acusatoria a Seth, quien por supuesto no se deja amedrentar por mi
padre—. Es el hermano de tu infiel, hijo de puta es novio. Ambos están
cortados con la misma tijera, no es de confiar.
—¿Has venido a Nueva York para abroncarme, papá?
—En parte sí, pero también he venido porque extraño a mis niñas, y
no me alcanza hablarles por teléfono, no es lo mismo que personalmente.
Fiona, ¿Por qué no me avisaste que ibas a casarte con él? Me tuve que enterar
por terceros, y eso no es agradable.
La verdad que no le comentado nada a mi padre porque se supone
que este compromiso es totalmente artificial, no tenía ningún sentido
decírselo, a fin de cuentas, Seth y yo lo acabaríamos en unos meses y cada
uno retomaría su camino.
—Bueno, papá —me acomodo en el sillón—. Yo creo que puedo
confiar en tu discreción.
—¡Fiona! —me advierte Seth.
—Está bien, Seth. Mi padre es una persona bastante comprensiva,
duro, pero lo es. Podemos revelarle la verdad sin ningún problema.
—¡Estas embarazada, madre mía! —exclama mi padre, felizmente,
los rastro de enojo se le han ahuyentado—. Mi primer nieto, que noticia más
hermosa. Entiendo la razón por la quieren llegar al altar tan pronto, haberlo
aclarado mucho antes. Lo siento mucho, Seth, me alegro que te hagas cargo
de tu hijo, como todo un caballero, te cortaría las pelotas si no fuera así.
Él se levanta del sofá, se acerca a Seth y le tiende la mano, y con
una sonrisa pícara, Seth se la estrecha, como si le hubiera puesto de buen
humor que mi padre se creyera eso.
—No, no, no estoy embarazada —pongo los ojos en blanco, y a su
vez le pongo fin a sus ilusiones—. Y de ser el caso, ¿de quién sería? ¿Del
espíritu santo?
—Entonces habla, hija, que yo no soy adivino, ¿Qué tienen que
confesarme?
—Seth y yo no somos una pareja real —digo—. Estoy con él para
ayudarlo a que consiga el mandato de la firma familiar, luego de eso,
terminaremos con la farsa.
—¿No hay amor de por medio?
—Absolutamente no —apenas eso sale de mi boca, Seth gruñe por
lo bajo.
—¿Cómo qué no? —Cuestiona mi padre—. Si casi los pillo apunto
de enrollarse en el cuarto de baño.
—Bueno… Hmm… somos humanos —mis mejillas se tornan rojas
como el tomate—. Pero por favor, evitemos tocar esa parte, ¿sí?
—¿Qué les sucede a los jóvenes de hoy en día que quieren tener
sexo pero sin un sentimiento de por medio? Nunca los voy a entender,
compartir cuerpo con alguien sin amor, es simplemente impensable, se
sentirán vacíos luego.
—Papá, lo digo en serio, no quiero hablar de sexo contigo, es más,
ni repitas esa palabra, por todos los santos.
—Yo también he tenido tu edad, Fiona —responde tranquilamente,
volviendo a su asiento—. Se lo que es el sexo, lo he tenido muchas veces con
tu madre, ¿o cómo crees que tu hermana y tú han llegado a este mundo? Sigo
manteniéndome activo hoy en día con tu madre, el fuego sigue avivado en
nuestro matrimonio, porque nos amamos. Hemos aprendido varias posiciones
que ni el kamasutra se ha inventado hoy en día.
—Ay, me darán arcadas. Eso ha sido demasiada información, y
espero que mi cerebro lo elimine antes que me cause pesadillas permanentes
y tenga que recurrir a terapia.
—¡Hola, familia! —Mi hermana se adentra a la casa con varias
bolsas del super en la mano—. Papi, te he traído tus cervezas.
—¿Sabías que estaba aquí, Charlie? —le pregunto.
—Claro, me lo he encontrado a unas cuadras apenas he salido.
—¿Y por qué no me enviaste un mensaje de texto para avisarme?
—¿Por qué te alteras, hermana? —Charlie deja las bolsas en el
recibidor, y seguidamente se une con nosotros.
—Porque casi la pillo follándose a este hombre.
—¡Papá! —exclamo, llevándome las manos a la cara, y soltando
una risita nerviosa.
Mi hermana se echa a reír como foca, le tiro todas las almohadillas
posible, pero no se detiene a la hora de burlarse de mí.
—Menos mal que tu madre se ha quedado en Connecticut, mira si
los hubiera descubierto ella, hija.
—Me arranca los pelos, uno por uno —contesté—. Como la
primera y última vez, ¿lo recuerdas, papá?
—Sí, te atrapo dándote un piquito con aquel basquetbolista de
último año. En su defensa, dijiste que ibas a estudiar para lengua y ni
siquiera estaban los libros sobre tu cama.
—Pusieron en práctica la lengua —agrega Charlie—. Pobre chico,
en su vida volvió a pisar nuestra casa.
—Bueno, yo creo que estoy sobrando en esta reunión familiar, así
que lo mejor será que me vaya —Seth se levanta del sofá.
—Un momentito, muchacho.
—Dígame, señor Arthur.
—Me importa un cacahuate si lo que tienes con mi hija es falso o
no, la llegas a lastimar como lo ha hecho el gilipollas de tu hermano, y
romperé tus clavículas, ¿lo entiendes?
—Señor, quebraría mis propias manos y mi corazón antes de hacer
eso.
—L advertencia ya está hecha, así que actúa con cuidado.
Acompaño a Seth hasta el exterior luego del aviso de mi padre que
ha sido algo exagerando, pero siempre me ha protegido. Una vez afuera,
aprovecha para robarme otro beso, que pese a haber sido corto, fue tan
pasional como los dos primeros que hemos tenido.
El sabor de sus labios aún permanecen en los míos, y me preguntaba
interiormente como era posible aquello, no me había sucedido lo mismo con
Demian, jamás de los jamás.
Es como si con Seth, todo fuera un poco más allá de lo ordinario y
eso me acaloraba excesivamente, algo que no me dejaba indiferente.
—Así que es ficticio todo lo que tienen, ¿no?
—Absolutamente, papá.
—¡Rarísimo!
—No comprendo.
—Ese hombre te miraba como yo a tu madre en mi juventud, casi
perdidamente enamorado.
—Es imposible —digo rápidamente—. Solamente jugamos a estar
enamorados, para que sus padres no duden de la relación.
—Este tipo de juegos son peligros para el corazón —me dice,
completamente serio.
Capítulo 16
Al día siguiente abro los ojos solamente para encontrarme con otro
par, que me observaban desde la misma altura de la cama, y todos los
recuerdos de lo que hicimos toda la noche y parte de la madrugada me
asaltan, lo repetiría una y mil veces más.
—¿Hace cuánto te has despertado, pastelito?
—Aproximadamente hace unas… —mira el reloj de la mesilla por
un breve instante—. Ya van tres horas desde que le he dado los buenos días a
Italia.
—¿Y has estado pendiente de mi durante ese periodo de tiempo? —
susurré, acercándome a ella para besarla, mi mente se prendió apenas toque
esos labios tan adictivos como inolvidables, y sé que el sentimiento ha sido
mutuo dado la forma en que reaccionó a mí, el calor de su cuerpo se
reflejaba en la manera que su lengua se enreda con la mía, y un gemido
suave se escapa de sus labios, se aferra a mi torso desnudo hasta que damos
por finalizado aquel beso. Luego agrego—: La verdad no sé si asustarme o
sentirme halagado de tenerte vigilándome.
—Míralo a este —pone sus ojos en blanco, y salta de la cama para
modelarme unos segundos su conjunto de ropa que consistía en un pantalón
caqui, una camisa blanca que resaltaba su figura y unas zapatillas del mismo
color—. Me he estado preparando para que ya nos vayamos, además he
bajado a desayunar, por cierto, te has quedado sin comer, ya han cerrado la
cafetería.
—Afortunadamente no tengo ganas de comer ninguna sustancia
solida —estirando todos mis músculos, me arrebato el edredón de encima—.
Pero si a alguien que estoy viendo y que me tiene con una erección matutina.
—Oh, vaya que lo estoy notando —dice, pero abre el pequeño bolso
que he traído con mudas de ropa—. No obstante, eso vamos a dejarlo para
otro día. Debemos salir ya, quiero visitar la torre inclinada de pisa, y si
tenemos tiempo el Coliseo de Roma.
—Hmm… ¡eres cruel! —Me meto al cuarto de baño—. Saldremos
del país a las siete de la tarde. Nos dará tiempo para ir a un buen restaurante y
cenar aquí.
—¿Qué? —Ella se mete a continuación, mientras yo dejo que el
agua de la lluvia me empape, despertándome y refrescándome al instante—.
Llegaremos tal vez a las cuatro o cinco de la mañana, apenas voy a poder
pegar un ojo, tengo que ir a trabajar. No quiero que mis estudiantes me vean
con unas ojeras que pueden asustarlos.
—Oye, yo también tengo que ir a trabajar, y no me ves alterado, ¿o
sí?
—Tú ya eres casi el jefe de los jefes, puedes retrasarte cuando se te
pega la gana.
—No me quites responsabilidad, pastelito —me coloco un poco de
Shampoo—. Lo doy todo de mí cuando me meto en una oficina o tengo
reuniones infinitas con clientes. No por nada he logrado decenas de contratos,
eh.
—Va, lo siento —me sonríe dulcemente—. Te he menospreciado
sin quererlo.
—Puedo perdonarte si me haces compañía aquí —señalo con el
dedo la ducha, que se llena cada vez mas de vapor—. ¿O quieres que vaya a
por ti y te moje toda la ropa, estropeártela?
—Tú haces eso y juro que no te hablaré por el resto de mi vida —
dice, pero me sorprende al arrastrar su camisa por su cabeza, y juro que estoy
a nada de perder el poco autocontrol que me sostiene, solo para sustituirlo
puro deseo y fuego que solo ella puede calmar, solo ella y nadie más—. Y
yo que no quería bañarme dos veces, supongo que no pasa nada si lo haga
nuevamente.
Fiona acaba por desprenderse del resto de la ropa, y apenas se
adentra a la ducha, soy una bestia entre salvaje y apacible, una combinación
de ambas con ella.
La empotro con el mármol de la pared de la ducha y su torso
desnudo se ciñe al mío, sensual y sexy. Comienzo a unir nuestros labios con
furor, mientras mis manos se detienen justo en su cintura alta.
Recorre con sus dedos mis pectorales, casi arañándolos, y lo mismo
ocurre con mis abdominales hasta seguir descendiendo y acabar rodeando
con su pequeña mano, mi longitud.
—Ayer fuiste tú quien me hizo sexo oral, creo que hoy me toca a
mí, ¿no crees?
Sonrío traviesamente, esta iba a ser la mejor ducha que he tomado
en años, y vaya que no le he errado en absoluto. Casi nos quedamos a vivir
allí dentro, si no fuera porque teníamos las horas pisándonos los talones, no
podíamos seguir encerrados en el hotel, teníamos que ir a disfrutar de lo que
nos queda de tiempo en este país, y eso fue precisamente lo que hemos ido a
hacer.
Fiona me ha hecho sacarle cien y una fotografías de ella en la torre
inclinada para que se crea la ilusión de que está sosteniéndola, aunque debido
a la cantidad de visitantes, nos hemos visto interrumpidos varias veces, hasta
que por fin se ha conformado con una y pudimos seguir con nuestro camino.
Paseamos por varios lugares turísticos a las prisas, aunque le he
prometido que regresaríamos cuando pudiéramos, y que la próxima vez que
estuviéramos aquí, seria por una o dos semanas probablemente, y ella ha
aceptado gustosa.
Lo que más me ha fascinado y hasta anonadado a la misma vez de
nuestro recorrido por Italia, ha sido que nos hemos estado tomado de la mano
sin percatarnos de eso realmente, sin embargo, no nos ha molestado, es como
si fuéramos de repente una pareja verdadera.
Luego de degustar una deliciosa sopa en uno de los restaurantes de
cuatro estrellas, cogimos el jet y regresamos a la vida cotidiana de Nueva
York, no me hacía mucha ilusión, pero no teníamos más elección. Teníamos
una vida de la que ocuparnos allí, nos era imposible dejarla a la deriva como
si nada.
Apenas hemos conversado en el avión, dado que nos la hemos
pasado mayormente dormidos. Eso fue bueno, para retomar nuestras rutinas
sin tantos inconvenientes en cuando saliera el sol.
Cuando la dejo en su edificio, me despido de ella con un beso largo
y afectuoso.
Al regresar a la mansión, iba a subir directo a mi habitación para
darme una ducha e ir a la firma, donde seguramente ya tengo varios
pendientes atrasados y debo sacármelos de encima. Pero antes de poner un
pie en la escalera, mi hermano Demian aparece como un fantasma, ya vestido
para ir a trabajar también.
—Te las follado, ¿no?
—¿Y a ti que más te da?
—¡Eres un traidor, Seth! —Escupe con enojo—. Te pedí que te
mantuvieras alejado de ella y no lo hiciste, maldito bastardo.
—Ay, por favor, Demian —pongo los ojos en blanco, acompañada
de una compostura de indiferencia—. Deja el drama que no te queda y no
estás en una telenovela. Ya supéralo, tú la perdiste por estúpido, no supiste
valorarla, no tienes derecho a venir a reclamar nada, ¿de acuerdo?
—Tú no eres mejor que yo, hermanito —me apunta con el dedo
índice—. Todos conocemos tu reputación de donjuán empedernido. Cuando
te canses de su coño, vas a buscar otro. Ese futuro matrimonio no va a durar,
ya vas a verlo.
—Ve y desquita tu frustración con tu espejo, yo no tengo tiempo ni
ganas para escuchar tus melodramas —le guiño un ojo, y lo dejo hablando
solo.
Mi padre se interpone en mi campo de visión, y me pide que lo siga.
Capítulo 20
—Busca las luces de colores, creo que están en el sótano —me pide
mi padre, y eso es exactamente lo que hago.
No hace menos de dos días que hemos llegado a Connecticut con mi
hermana, se sentía estupendamente tocar el suelo que nos ha visto crecer por
dieciocho años, además de que cambiar de aires era lo que me hacía falta para
pensar con más calma y claridad. He estado sopesando las palabras de Seth
desde que lo he visto en la escuela, y desde que me ha plantado aquel beso
que me ha dejado un vacío enorme cuando yo misma lo he aparatado, lo cual
es irónico dado que yo así lo he querido.
Al verlo de pie esperando a por su hermanito menor, me ha
maravillado un poco debo decir, y su voz tan sensual como grave me hacían
temblar las pantorrillas, y esa cercanía que tuvo conmigo, al principio fue
dudas puras, lo veía en sus ojos, pero luego, se atrevió a venir hacia a mi
como una decisión y porte que sorprendían.
Me quede sin una gota de aliento en ese instante, que me costó
reaccionar por unos minutos. No sé cómo le he permitido que me besara con
tanta intensidad y de que me dijera todas esas cosas que hasta hoy siguen
volviéndome loca y no puedo borrar de mi mente.
Quizás se debió a que su sola presencia me hizo perder la buena
cordura y la racionalidad.
Mi primer instinto debería haber sido empujarlo los más lejos
posible, pero solamente no lo hice, porque no me apetecía, en cambio demore
en dejar que sus labios se apartaran para volver en sí y entonces poner una
pared de por medio de los dos, porque de lo contrario casi, casi hubiera
perdonado lo que ha hecho, y no se lo merece.
Pero, señor, recuerdo perfectamente cómo me he aferrado a su
cuerpo como un imán mientras me besaba como ningún otro hombre lo hizo
nunca. Me encantaba la vivacidad y las sensaciones que me causaba con
sus caricias. Pero sobre todo, lo que resaltaba de ese día ha sido sus palabras,
aquellas que me ha confesado sin miedo, pero que yo no he tomado para nada
bien, y con justa razón.
—Fiona, ¿te has mudado a Marte? —me espabilo cuando escucho la
voz de mi padre.
—¿Disculpa?
—He pensado que te ha sucedido algo, bajaste y ya no subiste más
—me señala con el mentón mis manos sobre las cajas navideñas—. Apenas
las hemos ido a recoger con tu madre al aeropuerto, te he notado desanimada,
¿es por Seth?
—Las cosas traspasaron la línea de lo ficticio, papá —suspiro,
envolviendo mis dos brazos en la caja enorme, y levantándola de la mesa de
madera algo marchitada—. Soy una tonta, no debí enamorarme de él. Acabo
siendo igual o peor que su hermano, el infiel.
—Sí, me has contado algo por teléfono —me acaricia la mejilla—.
Y no, no eres tonta, no pienses eso de ti, Fiona. Enamorarse no es de tontos,
ni tampoco de imbéciles. Cuando uno lo hace, es porque lo siente, porque es
genuino, y no mandamos en nuestros corazones.
—Pero acabamos partidos en dos.
—No obstante, nos vuelve fuerte. Recuerda, lo que no te mata te
hace más fuerte.
—Bueno, pero yo no soy Rambo, papá —digo—. No puedo estar
soportando golpe tras golpe, batalla tras batalla con el amor, no es justo.
—Ay, mi niña adora, pocas cosas en la vida es justa, créeme —besa
mi frente—. Contéstame algo solamente, ¿quieres darle una oportunidad?
—No…
—Se sincera.
—No lo sé… primero necesito estar a solas por unas semanas, y
reencontrarme conmigo misma. Sufrir dos desilusiones de amor en un
periodo corto de tiempo no fácil de lidiar. Y es por eso que Connecticut es la
mejor opción, además estaré con ustedes, las personas que más amo.
—Ay, mi chiquita, la decisión que tomes, la apoyaré siempre.
Tras la charla, subimos nuevamente y comenzamos a organizar
mejor el árbol de navidad, como a mi madre ni a mi hermana le iban mucho
esto de decorarlo, lo hacemos mi padre y yo nada más. Una tradición que
hemos implementado desde que tengo memoria, estas épocas es en donde me
sentía más unida a mi familia, y agradecida con todo lo que nos han brindado
desde que nacimos.
La cena consistió de un pavo que se ha pasado de cocción, por lo
que hemos comido alguna partecitas quemadas y apunto carbón. Además de
ponche de huevo y varios dulces que llenaron nuestros estómagos felizmente.
Los días siguientes después de que pasara las fiestas, me he
centrado en recorrer el pueblo y hacer varias comprar para llevar a Nueva
York, como pequeños suvenires.
No he vuelto a tener más noticias por parte de Seth, y lo cierto es
que no sé si eso me tiene alegre o triste. Soy como una montaña rusa en estos
ocasiones, ni yo misma podía balancear mis sentimientos, pero a medida que
trascurrían los días, mi mente se aclaraba y eso era algo positivo para mí al
menos.
Finalmente teníamos que volver a nuestras rutinas, por lo que ya
nos encontrábamos en el aeropuerto a punto de embarcar.
—No entiendo que tanto le ven a esa ciudad —mi madre se cruza de
brazos—. Es sucia, y las personas de allí son indiferentes con todos. Deberías
de mudarse de nuevo a aquí, cerquita de nosotros.
—Sofía, ella son adultas, pueden hacer lo que quieran —mi padre la
abraza por detrás—. Ya tienes que soltar de una buena vez por todas el
cordón.
—Aparte en el pueblo no hay nada interesante —agrega Charlie—.
Yo necesito salsa, adrenalina y la gran ciudad me da la todo el tiempo.
—También necesitas estudiar, cariño.
—Lo haré pronto. Voy a convertirme en tripulante de cabina,
viajare por todo el mundo, y nunca me mantendré quieta.
Mi madre pone los ojos en blanco, y seguidamente nos abraza a
cada una individualmente.
—Y tú dibújame una sonrisa —dice ella—. Eres una preciosura
como para que estés amargada. No dejes que un mal momento eclipsé toda tu
vida.
Asiento con la cabeza.
Luego es el turno de despedirnos de nuestro padre.
—Iré a visitarlas en cuanto pueda, y trataré de llevar a tu madre, a
ver si así se suelta un poco de este pueblo, y ve que hay un mundo más allá
de estar aquí encerrada.
—¡Yo no pienso montarme a un avión nunca en la vida! —Exclama
mi madre—. No pienso apanicarme con las turbulencias que provoca.
A ella se le hubiera revuelto el estómago sin piedad como estuviera
sentada dentro de un avión que apenas hubiera despegado y este ya se
encuentre a unos cuantos metros alejados del suelo de la pista. Los odia
profundamente, y todo por una película que ha visto cuando era una
adolecente donde uno se estrella, eso ya la ha marcado. Yo no tenía idea de
cuánto te marcaba una peli de Hollywood, hasta que conocí el verdadero
motivo por el cual ella odia volar.
Capítulo 26
UN AÑO DESPUÉS
—Los declaro marido y mujer, ya pu…
—Ya puedo besar a mi mujer —se adelanta Seth, y no espero a que
se le diera una respuesta, desde que me ha visto caminar hacia el altar, no me
ha quitado los ojos de encima, y sobre todo de mis labios, los cuales sienten
como él va arrasando con ellos poco a poco, envolví mis brazos alrededor de
su hombros cubierto por ese caliente traje de tres piezas que ya imaginaba
quitárselo apenas comience nuestra luna de miel, tengo que alejarlo de mí en
los segundos siguientes o acabaría por hacerme el amor frente a todos
nuestros invitados que han dejado de aplaudir y se han quedado calladitos.
—Tu demostración de amor creo que incomoda a los demás —me
rio, en cuanto nos separamos unos centímetros, y en contra de su voluntad,
claramente.
—Bueno, que se larguen de aquí, y me dejen catar tus deliciosos
labios que son como morfina para mí.
—Ya, Seth —mis mejillas toman un tono bermejo—. ¡Ya estamos
casados oficialmente! ¡Yo estoy casada con el mismo hombre que me ha
hecho odiarlo y luego amarlo sin condiciones, eso es insólito!
—Y pensar que todo empezó dentro de una iglesia —me recuerda
—. Y todo finaliza dentro de otra también.
—No, solo es el principio.
—Ay, pastelito, prometo amarte y cuidarte hasta que mis ojos se
cierren para siempre. Y si hay una reencarnación como algunos dicen, te
buscaré y lo seguiré haciendo.
—¿Independientemente de que a veces me levante con unos cuantos
tornillos sueltos y un humor de perros? —arqueo una ceja, con una media
sonrisa en mis labios.
—He despertado contigo casi los trescientos sesenta y cinco días del
año, ya te he visto en tus peores momentos, y aun así, eres la persona que me
regala un rayo de luz y un bote completo de energía todas las mañanas.
Roce la punta de mi nariz con la suya, cerrando los ojos y
disfrutando de su compañía. Pero un minuto más tarde, ya era hora de irnos a
celebrar a un banquete que mi suegra ha mandado a organizar en su mansión.
Me encamino por todo el jardín trasero para llegar a la mesa donde
se hallaban las bebidas alcohólicas, pues yo pretendía conmemorar este día a
lo grande, y eso significaba beber hasta caer desmayada en los brazos de mi
esposo, o tal vez solo voy a acabar tirada en el césped junto a todos los demás
que le dan bonito a las copas de champagne, vino, y cerveza.
—¡Fiona!
—Dime, Demian —digo, escogiendo que iba a saborear esta vez.
—No voy a mentir sobre que me siento completamente feliz
viéndote con mi hermano, pero te felicito. No has podido encontrar uno
mejor que él, te hará la mujer más dichosa todos los días. Algo que yo he
botado a la basura por mentecato.
—Creí que habíamos dejado eso en el pasado —lo miro de frente—.
¿Por qué te empeñas en mencionarlo?
—No es con mala intención, lo juro —responde apresuradamente
—. Ha pasado un año y todavía no siento la certeza de que tú me hayas
perdonado.
—Lo hice, con el tiempo. Solamente que no te lo he comunicado,
no veía la necesidad, Demian. Te he perdonado por mí, no por ti, para estar
bien conmigo misma.
Baja la mirada por ser aun cortante con él, pero no es porque aun
sienta animadversión, sino porque prefiero mantener las distancias, yo no le
creía del todo su arrepentimiento, después de todo seguir siendo el mismo de
siempre, aunque se haya mudado de ciudad.
—¿Cómo está tu hija?
—Grandecita ya —sonríe genuinamente—. Es una amante de la
playa a pesar de su edad, es feliz en California.
—Me alegro muchísimo por ti —lo digo con sinceridad—. Y
gracias por haber venido a la boda, Seth se ha puesto contentísimo.
—No podía faltar a este día tan especial, ¿no?
—Por supuesto.
—Bien, iré a platicar con mis padres que hace tanto que no los he
visto personalmente, que parecen años —toca mi hombro derecho—. Gracias
por tu perdón.
Luego de mi asentamiento de cabeza, él se aleja y tal cual me ha
dicho, se reúne con Carol y Alaric.
Antes de poder coger una copa de cristal, unas manos me toman de
la cintura, y me monta en la mesa que afortunadamente es lo suficientemente
resistente para soportar mi peso, y para que nada de lo que se encuentra
encima se tambalee.
—¿Qué tal si te rapto de la fiesta a hurtadillas? —Se sumerge en mi
cuello, y me absorbe sin un gramo de vergüenza.
—¿Y los invitados?
—¡Que continúen festejando en nombre de nosotros!
—Eso sería de mala educación — reprimí un gemido cuando
sentí como su erección me empujaba abruptamente—. Bueno, podemos ir a
disfrutar de la luna de miel ahora.
—Perfecto —tras darme un beso corto, me baja de la mesa—. Hora
de coger la carretera.
Disimuladamente, y a pesar de que somos el centro de la fiesta, nos
marchamos, como si fuéramos dos par de adolescentes escapando de casa a
mitad de la madrugada.
Al llegar hasta su coche, que estaba ridículamente decorado con
flores, gracias a mi hermana y a mis padres que lo han hecho, arranca el
motor y nos alejamos de la mansión.
—¿Lista para nuestra nueva vida de casados, señora Benoist?
—Estoy lista, señor Benoist.
Fin