Este poema describe la soledad y tristeza del hablante después de almorzar solo sin su familia. Expresa que almorzar en la casa de un amigo fue reconfortante por la compañía y cariño de su familia, aunque también le trajo recuerdos dolorosos de su propio hogar roto. Concluye que cuando se ha perdido el amor familiar, incluso la comida más sencilla sabe amarga.
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Este poema describe la soledad y tristeza del hablante después de almorzar solo sin su familia. Expresa que almorzar en la casa de un amigo fue reconfortante por la compañía y cariño de su familia, aunque también le trajo recuerdos dolorosos de su propio hogar roto. Concluye que cuando se ha perdido el amor familiar, incluso la comida más sencilla sabe amarga.
Este poema describe la soledad y tristeza del hablante después de almorzar solo sin su familia. Expresa que almorzar en la casa de un amigo fue reconfortante por la compañía y cariño de su familia, aunque también le trajo recuerdos dolorosos de su propio hogar roto. Concluye que cuando se ha perdido el amor familiar, incluso la comida más sencilla sabe amarga.
Este poema describe la soledad y tristeza del hablante después de almorzar solo sin su familia. Expresa que almorzar en la casa de un amigo fue reconfortante por la compañía y cariño de su familia, aunque también le trajo recuerdos dolorosos de su propio hogar roto. Concluye que cuando se ha perdido el amor familiar, incluso la comida más sencilla sabe amarga.
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Trilce: Poema XXVIII – He almorzado
solo ahora, y no he tenido
César Vallejo Masa He almorzado solo ahora, y no he tenido César Vallejo madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua, Al fin de la batalla, ni padre que, en el facundo ofertorio y muerto el combatiente, vino hacia él un de los choclos, pregunte para su hombre tardanza y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!» de imagen, por los broches mayores del Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. sonido. Se le acercaron dos y repitiéronle: Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la servir vida!» de tales platos distantes esas cosas, Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. cuando habráse quebrado el propio hogar, Acudieron a él veinte, cien, mil, cuando no asoma ni madre a los labios. quinientos mil, Cómo iba yo a almorzar nonada. clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!» A la mesa de un buen amigo he Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. almorzado con su padre recién llegado del mundo, Le rodearon millones de individuos, con sus canas tías que hablan con un ruego común: «¡Quédate en tordillo retinte de porcelana, hermano!» bisbiseando por todos sus viudos Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. alvéolos; y con cubiertos francos de alegres Entonces todos los hombres de la tierra tiroriros, le rodearon; les vio el cadáver triste, porque estánse en su casa. Así, ¡qué emocionado; gracia! incorporose lentamente, Y me han dolido los cuchillos de esta mesa en todo el paladar. abrazó al primer hombre; echose a andar… El yantar de estas mesas así, en que se prueba amor ajeno en vez del propio amor, torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE, hace golpe la dura deglución; el dulce, hiel; aceite funéreo, el café.
Cuando ya se ha quebrado el propio
hogar, y el sírvete materno no sale de la tumba, la cocina a oscuras, la miseria de amor. La rueda del hambriento ser, pero dadme [Poema - Texto completo.] una piedra en que sentarme, pero dadme, César Vallejo por favor, un pedazo de pan en que sentarme, pero dadme en español Por entre mis propios dientes salgo algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, humeando, de reposarse dando voces, pujando, y después me iré… bajándome los pantalones… Halló una extraña forma, está muy rota Váca mi estómago, váca mi yeyuno, y sucia mi camisa la miseria me saca por entre mis propios y ya no tengo nada, esto es horrendo. dientes, A mi hermano Miguel cogido con un palito por el puño de la camisa. Una piedra en que sentarme ¿no habrá ahora para mí? Aún aquella piedra en que tropieza la In memoriam mujer que ha dado a luz, Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, la madre del cordero, la causa, la raíz, donde nos haces una falta sin fondo! ¿ésa no habrá ahora para mí? Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que ¡Siquiera aquella otra, mamá que ha pasado agachándose por mi alma! nos acariciaba: «Pero, hijos…» Siquiera la calcárida o la mala (humilde océano) Ahora yo me escondo, o la que ya no sirve ni para ser tirada como antes, todas estas oraciones contra el hombre vespertinas, y espero que tú no des conmigo. ésa dádmela ahora para mí! Por la sala, el zaguán, los corredores, después, te ocultas tú, y yo no doy contigo. Siquiera la que hallaren atravesada y sola Me acuerdo que nos hacíamos llorar, en un insulto, hermano, en aquel juego. ésa dádmela ahora para mí! Siquiera la torcida y coronada, en que Miguel, tú te escondiste resuena una noche de agosto, al alborear; solamente una vez el andar de las rectas pero, en vez de ocultarte riendo, estabas conciencias, triste. o, al menos, esa otra, que arrojada en Y tu gemelo corazón de esas tardes digna curva, extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y va a caer por sí misma, ya en profesión de entraña verdadera, cae sombra en el alma. ¡ésa dádmela ahora para mí! Oye, hermano, no tardes Un pedazo de pan, tampoco habrá para en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá. mí? Ya no más he de ser lo que siempre he de Los nueve monstruos el ojo es visto y esta oreja oída, y esta oreja da nueve campanadas a la [Poema - Texto completo.] hora del rayo, y nueve carcajadas César Vallejo a la hora del trigo, y nueve sones hembras I, desgraciadamente, a la hora del llanto, y nueve cánticos el dolor crece en el mundo a cada rato, a la hora del hambre y nueve truenos crece a treinta minutos por segundo, paso y nueve látigos, menos un grito. a paso, y la naturaleza del dolor, es el dolor dos El dolor nos agarra, hermanos hombres, veces por detrás de perfil, y la condición del martirio, carnívora y nos aloca en los cinemas, voraz, nos clava en los gramófonos, es el dolor dos veces nos desclava en los lechos, cae y la función de la yerba purísima, el dolor perpendicularmente dos veces a nuestros boletos, a nuestras cartas; y el bien de ser, dolernos doblemente. y es muy grave sufrir, puede uno orar… Pues de resultas Jamás, hombres humanos, del dolor, hay algunos hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, que nacen, otros crecen, otros mueren, en la cartera, y otros que nacen y no mueren, otros en el vaso, en la carnicería, en la que sin haber nacido, mueren, y otros aritmética! que no nacen ni mueren (son los más) Jamás tanto cariño doloroso, Y también de resultas jamás tan cerca arremetió lo lejos, del sufrimiento, estoy triste jamás el fuego nunca hasta la cabeza, y más triste hasta el jugó mejor su rol de frío muerto! tobillo, Jamás, señor ministro de salud, fue la de ver al pan, crucificado, al nabo, salud ensangrentado, más mortal llorando, a la cebolla, y la migraña extrajo tanta frente de la al cereal, en general, harina, frente! a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo, Y el mueble tuvo en su cajón, dolor, al vino, un ecce-homo, el corazón, en su cajón, dolor, tan pálida a la nieve, al sol tan ardio! la lagartija, en su cajón, dolor. ¡Cómo, hermanos humanos, Crece la desdicha, hermanos hombres, no deciros que ya no puedo y más pronto que la máquina, a diez ya no puedo con tanto cajón, máquinas, y crece tanto minuto, tanta con la res de Rousseau, con nuestras lagartija y tanta barbas; inversión, tanto lejos y tanta sed de sed! crece el mal por razones que ignoramos Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer? y es una inundación con propios líquidos, ¡Ah! desgraciadamente, hombres con propio barro y propia nube sólida! humanos, Invierte el sufrimiento posiciones, da hay, hermanos, muchísimo que hacer. función en que el humor acuoso es vertical al pavimento, Los dados eternos [Poema - Texto completo.]
César Vallejo
Para Manuel González Prada, esta
emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplau- dido el gran maestro. Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: ¡tú no tienes Marías que se van! Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él! Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado. Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo. Dios míos, y esta noche sorda, obscura, ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura.