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Origen de Sirenas

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AL PRINCIPIO FUERON PÁJAROS

El origen de las sirenas: cómo surgió el


mito de las mujeres mitad pez
La sirena, como tantos otros personajes mitológicos, sigue siendo una
constante en el imaginario colectivo

Una sirena viendo a los


niños jugar en el siglo XIX. (iStock)
Por
Ada Nuño
31/07/2022 - 17:20



Es la más fotografiada de Copenhague y el personaje favorito de


muchos amantes de la factoría Disney. Tiene cola de pez y rostro de
mujer, y en la antigüedad, además de viajar por las profundidades del
océano, cantaba para llevar a los hombres a la locura. La sirena, como
tantos otros personajes mitológicos, sigue siendo una constante en el
imaginario colectivo. Hasta el punto de que algunos se preguntan si es
que quizá llegó a existir un legendario ser parecido, o si, simplemente,
los marineros se confundían cuando avistaban manatíes.
Pero, en realidad, las sirenas no siempre fueron seres mitad mujer, mitad
pez. Las primeras referencias que se tienen sobre ellas son en la Odisea
de Homero, cuando el héroe griego Ulises (aconsejado por la
hechicera Circe) escapa del peligro de su canto, tapando con cera los
oídos de la tripulación. Él mismo se amarra al mástil del barco para evitar
desviar el barco de su curso. Y Odiseo no es el único, pues en 'Jasón y
los argonautas' también tienen que evitar problemas con ellas.
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gigantes
Ada Nuño
Por entonces, Homero señalaba que había dos sirenas en una isla en el
mar occidental, entre Aeaea (donde vivía Circe) y las rocas de Escila.
Los antropólogos también las relacionan con el paso entre Escila y
Caribdis. Más tarde, se ubicaron en la costa oeste de Italia, cerca de
Nápoles, y se decía que eran hijas del dios del mar Forcis o del dios del
río Aqueloo. En algunos mitos también eran compañeras de Perséfone,
diosa del Inframundo, y fueron transformadas en monstruos alados por
su madre Deméter. Porque en la mitología griega, aunque atraían a los
marineros hacia el caos y la destrucción con su canto, tenían una forma
muy diferente: criaturas mitad pájaro, mitad mujer, un poco parecidas a la
figura del 'ba' egipcio.

Podrían haber evolucionado de algo así como un


pájaro del alma o fantasma alado que roba a los
vivos, con bastante afinidad con las arpías

Según algunos antropólogos, habrían evolucionado a partir de un cuento


antiguo sobre los peligros de las primeras expediciones, combinados con
una imagen de procedencia asiática que mostraría a una mujer-
pájaro. Algo así como un pájaro del alma o fantasma alado que roba a
los vivos, con bastante afinidad con las arpías. Aunque incluso durante el
periodo griego su representación iría cambiando (en algún arte tardío
aparecen sin atributos aviares), sería con las traducciones posteriores de
la Odisea cuando se iría transformando en lo que hoy conocemos.

La representación griega de la sirena. (Wikimedia commons)


La Edad Media marcaría definitivamente ese cambio simbológico de
mujer-pájaro a la mujer-pez mucho más sexualizada, que está presente
en la mente de todos en la actualidad. Isidoro de Sevilla parece dudar
en su 'Etimologías' (compilado entre el 615 y el 630 d.C), hablando de
"tres doncellas en parte pájaros, que tenían alas y garras", y asegura que
en Arabia "hay serpientes con alas, también llamadas sirenas". En
su 'Comentario al profeta Isaías', Jerónimo habla de estas sirenas
como algún tipo de monstruos, incluso grandes dragones, que vuelan.

En el Bestiario de Northumberland eran una especie


de híbrido humano-pájaro-pez con patas parecido a
un anfibio

Los bestiarios también tuvieron mucho protagonismo en esta


transformación. El bestiario medieval del siglo VII, 'El libro de los
monstruos', las describe como seres humanos desde la cabeza hasta el
ombligo, con cuerpo de doncella y cola de pez. En el de Bartholomaeus
Anglicus, las menciona con las dos formas por si acaso. Aunque el
Physiologus original no las menciona, en las diferentes versiones que
aparecieron fueron variando (una edición de Berna del siglo IX las
describe como seres aviares. Después, por un error, un ilustrador las
pintó con forma de serpiente).
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medievales
Ada Nuño
En el Bestiario de Northumberland eran una especie de híbrido
humano-pájaro-pez con patas parecido a un anfibio, y en general,
en casi todas las ilustraciones de la época, esas sirenas 'de transición'
iban dominando, hasta que su identidad actual se estandarizó en el siglo
XIV.

Estatua funeraria de una sirena del 370 a.C. (Cedida)


El siglo XIX también trajo consigo un gran número de iconografías de
sirenas victorianas, sexualizadas y peligrosas. Pintores como Herbert
James Draper o Edward Armitage las retratan como seductoras
ninfas que tocan el arpa y la lira, y como argumenta un
artículo publicado en 'Vice', si nos atenemos a esa evolución estética de
la sirena como demonio mortal a una mujer sensual, se podría
argumentar que se convirtió en la encarnación de los temores sociales
sobre los peligros de la sexualidad femenina, lo que cuadra bastante con
las ideas profundamente religiosas del medievo, así como con la imagen
de vampiresa que surgió en el siglo XIX.

En el siglo XIX, pintores como Herbert James


Draper o Edward Armitage las retrataron como
seductoras ninfas que tocaban el arpa y la lira

De cualquier manera, la sirena como mujer-pez ha formado parte de


muchas historias a lo largo del mundo. En la mitología siria, Darceto era
una diosa con forma de pez, pero cabeza y brazos de mujer que tuvo una
hija que llegaría a ser reina de Babilonia. En las islas británicas, estos
personajes eran sinónimo de mala suerte, las rusalkas que viven en los
ríos y lagos son la contraparte de los pueblos eslavos e incluso en China
algunos cuentos antiguos hablan de unas figuras parecidas con lágrimas
que se convierten en perlas preciosas. Y, por supuesto, en el norte de
España proliferan historias como la Mariña griega, las Lamias del Mar
vascas o la Sirenuca cántabra.

Un rótulo sobre las sirenas en Ribadesella. (Cedida)


Lógicamente, es difícil imaginar que dos criaturas tan diferentes como
son las aves (que vienen de los dinosaurios) y los seres humanos
pudieran mezclarse en un solo cuerpo, formando un único ser. Teniendo
en cuenta que jamás se han encontrado restos fósiles de criaturas
semejantes, la evidencia científica también se inclina hacia el lado de la
balanza que niega su existencia.

La mítica isla de la que hablaba Homero pudo


existir. Se trataba de un lugar de paso difícil para los
marineros

Lo que sí pudo existir fue esa mítica isla de la que habla Homero. La
explicación más consistente sería que, efectivamente, se trataba de un
lugar de paso difícil para los marineros que se adentraban en lo
desconocido, sin saber si esas zonas eran rocosas o no. El griego
podría haber imaginado esa historia fantástica para advertir de los
peligros de esos lugares a los navegantes curiosos. Nada de manatíes
confundidos, mujeres aladas o ninfas sensuales y peligrosas.
Simplemente, pura necesidad de supervivencia.

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