Infancia Media
Infancia Media
Infancia Media
La infancia media (6-11 años) es el periodo en el que los niños se separan cada vez más de sus padres y
buscan la aceptación de los maestros, de otros adultos y de los compañeros. Los niños comienzan a
sentirse bajo presión para ajustarse al estilo y los ideales del grupo de iguales. La autoestima se
convierte en un tema central, ya que los niños desarrollan la capacidad cognitiva para considerar su
propia autoevaluación y la percepción de cómo les ven otras personas. Por primera vez, se ven juzgados
de acuerdo con su capacidad para producir resultados valorados en la sociedad, como obtener buenas
notas, tocar un instrumento musical o lograr triunfos deportivos.
DESARROLLO FÍSICO
La pérdida de los dientes de leche es un signo muy llamativo de maduración y comienza hacia los 6 años.
La sustitución por dientes permanentes ocurre a una tasa de alrededor de 4/año, por lo que a los 9 años
los niños tendrán 8 incisivos y 4 molares permanentes. Los premolares erupcionan a los 11-12 años
(v. cap. 333).
Los tejidos linfoides se hipertrofian y alcanzan su tamaño máximo, lo que con frecuencia da lugar a
amígdalas y adenoides impresionantes. La fuerza muscular, la coordinación y la resistencia aumentan de
forma progresiva, al igual que la capacidad para realizar movimientos complejos, como el baile o los
lanzamientos en el baloncesto. Tales capacidades motoras de orden superior son un resultado tanto de
la maduración como del entrenamiento; el grado de pericia refleja la gran variabilidad de la capacidad
innata, el interés y la oportunidad de practicar.
La forma física ha empeorado entre los niños en edad escolar. Los hábitos sedentarios a esta edad se
asocian a un aumento de riesgo durante la vida de obesidad, enfermedad cardiovascular, menor
rendimiento académico y menor autoestima. El número de niños con sobrepeso y el grado del mismo
están aumentando; aunque a un ritmo más lento últimamente. Solo un 15% de las escuelas de
educación secundaria requieren clases de educación física al menos 3 días/semana. La cuarta parte de
los jóvenes no realiza ninguna actividad física en su tiempo libre, aunque la recomendación es de al
menos 1 hora de actividad física al día.
Durante la fase precoz de este periodo se desarrollan las percepciones de la imagen corporal; incluso los
niños de 5 y 6 años expresan insatisfacción con su imagen corporal; a los 8 y 9 años muchos de estos
jóvenes manifiestan que intentan hacer dieta, con frecuencia mediante regímenes poco recomendables.
En aproximadamente el 6% de los niños de esta edad se producen ingestas con pérdida de control
(atracones).
Antes de la pubertad la sensibilidad del hipotálamo y la hipófisis cambia, lo cual produce un aumento de
la síntesis de gonadotropinas. El interés en las diferencias entre sexos y la conducta sexual aumentan
progresivamente hasta la pubertad. Aunque este es un periodo en el que los impulsos sexuales son
limitados, la masturbación es frecuente, y los niños pueden mostrarse interesados en las diferencias
entre los sexos. Las velocidades de maduración difieren en función de la geografía, la raza y el país. En
Estados Unidos la madurez sexual se produce más precozmente en ambos sexos. Las diferencias en las
velocidades de maduración tienen implicaciones en las expectativas de los demás en función de la
maduración sexual.
La infancia media es generalmente un momento de salud excelente. Sin embargo, los niños tienen
tamaños físicos, formas y capacidades variables. Los niños de esta edad se comparan con otros, lo cual
hace surgir sentimientos sobre sus atributos y sus capacidades físicas. El miedo a no ser «normal» puede
conducir a evitar situaciones en las que podrían ponerse de manifiesto las diferencias físicas, como la
clase de gimnasia o las exploraciones médicas. Es posible que los niños con incapacidades físicas reales
se enfrenten a tensiones especiales. Los riesgos médicos, sociales y psicológicos tienden a agregarse en
los niños.
Se debe preguntar a los niños sobre los factores de riesgo de la obesidad. La participación en la actividad
física, incluidos los deportes organizados u otras actividades organizadas pueden favorecer la capacidad,
el trabajo en equipo y la forma física, así como un sentimiento de realización, pero la presión de la
competición cuando la actividad ya no resulta agradable tiene efectos negativos. Debería aconsejarse a
todas las familias el establecimiento de hábitos saludables de alimentación y la limitación del tiempo de
televisión. Los niños en edad prepuberal no deben practicar deportes de gran esfuerzo e impacto
elevado, como levantamiento de pesas o fútbol americano, ya que la inmadurez esquelética aumenta el
riesgo de lesiones.
DESARROLLO COGNITIVO
El pensamiento de los niños de los primeros años de escuela elemental difiere cualitativamente del de
los niños preescolares. En lugar de pensamiento mágico, egocéntrico y unido a la percepción, los niños
escolares aplican de forma progresiva las reglas basadas en fenómenos observables, con factores en
varias dimensiones y puntos de vista, e interpretan sus percepciones utilizando leyes físicas. Piaget
documentó este cambio desde preoperacional hasta operaciones (lógicas) concretas.
Cuando el niño de 5 años observa cómo se enrolla una serpiente de arcilla para formar una bola puede
insistir en que la serpiente tiene «más» arcilla, puesto que es más larga. Por el contrario, el niño de 7
años replica típicamente que la bola y la serpiente deben pesar igual, porque no se ha añadido ni
quitado arcilla, o porque la serpiente es más larga, pero también más fina. Esta reorganización cognitiva
ocurre a velocidades diferentes en distintos contextos.
En lo que respecta a las interacciones sociales con los hermanos, los niños pequeños suelen presentar
capacidad para comprender puntos de vista alternativos mucho antes de demostrar la capacidad de su
pensamiento sobre el mundo físico. La comprensión del tiempo y el espacio se produce en la última
parte de este periodo.
El concepto de estar preparado para el colegio ha evolucionado. La Academia Americana de Pediatría
recomienda seguir un modelo de «intervención relacional», el cual se centra en el niño, el ambiente y
las interacciones resultantes. Este modelo afirma explícitamente que todos los niños pueden aprender y
que el proceso educativo es recíproco entre el niño y la escuela. Se fundamenta en el desarrollo, ya que
reconoce la importancia de las experiencias previas para el desarrollo posterior. En lugar de retrasar la
entrada al colegio, los programas de educación temprana de buena calidad pueden ser la clave para el
posterior éxito en el mismo. El colegio impone al niño demandas cognitivas progresivas. El dominio de
los temas elementales requiere el funcionamiento eficiente de muchos procesos perceptuales,
cognitivos e idiomáticos (tabla 25.1), y se espera que los niños atiendan a muchos estímulos a la vez.
Los primeros 2-3 años de escuela elemental se dedican a la adquisición de fundamentos: lectura,
escritura y matemáticas básicas. En el tercer grado, los niños deben ser capaces de mantener la atención
durante un periodo de 45 minutos. El objetivo de leer un párrafo ya no consiste en descodificar las
palabras, sino en comprender el contenido; el objetivo de la escritura ya no es la ortografía o la
caligrafía, sino la composición. Aumenta el volumen de trabajo, junto con la complejidad. Las
capacidades cognitivas interaccionan con una amplia gama de factores relacionados con actitudes y
emociones para determinar el rendimiento escolar. Estos factores incluyen los refuerzos externos
(deseo de agradar a los adultos y la aprobación del grupo de amigos) e internos (competitividad,
voluntad de trabajar por una recompensa lejana, creencia en las propias capacidades y disposición a
arriesgarse cuando el éxito no está asegurado). El éxito predispone al éxito, mientras que el fracaso
supone un impacto para la autoestima y reduce la autoeficacia, lo cual disminuye la capacidad del niño
para aceptar riesgos en el futuro. La actividad intelectual de los niños se extiende más allá de la clase.
A partir del tercer o cuarto curso a los niños les gustan cada vez más los juegos de estrategia y de
palabras (crucigramas y palabras cruzadas), que ejercitan una pericia cognitiva y lingüística cada vez
mayor. Muchos se convierten en expertos en temas elegidos por ellos mismos, como los cromos de
deportes, o desarrollan aficiones, como la colección de tarjetas especiales. Otros se convierten en
lectores ávidos o inician una carrera artística. Mientras que antes los juegos de mesa y de cartas eran la
actividad habitual en el tiempo libre de los niños, actualmente el vídeo y los juegos de ordenador y otros
juegos electrónicos cumplen esta función.
Los pediatras tienen una importante función en la preparación de sus pacientes para el inicio del colegio
mediante la promoción de la salud en forma de vacunaciones, una nutrición adecuada, un tiempo de
ocio adecuado y la detección de trastornos físicos, del desarrollo y cognitivos. La Asociación Americana
de Pediatría recomienda que los pediatras fomenten las «5 R» de la primera etapa educativa: 1) la
lectura (del inglés reading) como actividad familiar diaria; 2) las rimas, los juegos y los mimos en familia;
3) las rutinas y los horarios regulares de comidas, juego y sueño; 4) las recompensas mediante el elogio
por los éxitos y 5) las relaciones mutuamente enriquecedoras.
Las operaciones concretas permiten a los niños comprender explicaciones simples sobre la enfermedad
y el tratamiento necesario, aunque quizá reviertan al pensamiento prelógico cuando se encuentran bajo
tensión. El niño con neumonía puede ser capaz de explicar que sus leucocitos están luchando con los
«gérmenes» en los pulmones, pero en secreto quizá crea que la enfermedad constituye un castigo por
haber sido desobediente. Conforme los niños se enfrentan a conceptos más abstractos surgen
problemas académicos y de conducta en la clase, los cuales pueden ser motivo de consulta al pediatra.
Cuando sea necesario se derivará al colegio o a los recursos comunitarios (médicos o psicológicos) para
que sean resueltos. Las causas pueden ser una o más de las siguientes: defectos en la percepción (visión
y audición); incapacidades específicas de aprendizaje; retraso cognitivo global (discapacidad intelectual);
déficits de atención y de la función ejecutiva, y defectos de atención secundarios a disfunción familiar,
depresión, ansiedad o enfermedad crónica.
Los niños cuyo estilo de aprendizaje no se ajuste a la cultura de la clase pueden tener dificultades
académicas y necesitar valoración antes de que se instaure el fracaso. El simple hecho de repetir curso
rara vez tiene efecto beneficioso alguno y suele socavar gravemente la autoestima del niño. Además de
encontrar las áreas con problemas, la identificación de las fortalezas de cada niño es importante. Las
estrategias educativas que valoran una amplia gama de talentos («inteligencia múltiple»), más allá de los
tradicionales de lectura, escritura y matemáticas, pueden aumentar el número de niños que consiguen
el éxito. El cambio cognitivo permite al niño comprender las frases de «si/entonces». El aumento de las
posibilidades y expectativas está acompañado de un incremento en los derechos y privilegios. Las
estrategias de disciplina deberían dirigirse hacia la negociación y un entendimiento claro de las
consecuencias, incluida la retirada de privilegios tras los incumplimientos.
El comienzo del colegio coincide con una mayor separación del niño respecto a la familia y la
importancia progresiva de las relaciones con los maestros y los compañeros. Los grupos sociales
tienden a ser del mismo sexo, con cambios frecuentes en sus miembros, lo cual contribuye a un
desarrollo y una competencia social crecientes del niño. La popularidad, un ingrediente central de la
autoestima, se puede obtener a través de las posesiones (tener los últimos aparatos electrónicos o las
prendas de vestir adecuadas), así como a través del atractivo personal, los éxitos y las capacidades
sociales reales. Los niños perciben las diferencias raciales y comienzan a formarse opiniones sobre los
distintos grupos raciales, lo cual tiene impacto sobre sus relaciones. La identidad de género, que
comenzó en la primera infancia, sigue evolucionando y puede tener repercusiones importantes en las
relaciones con los compañeros y en la consciencia de sí mismo. Algunos niños se adaptan con facilidad a
las normas del grupo y gozan de éxito social. Aquellos que adoptan estilos individualizados o presentan
diferencias visibles pueden ser objeto de burlas o acoso. Tales niños pueden ser dolorosamente
conscientes de su diferencia, o sentirse desconcertados por su falta de popularidad. Los niños con
déficits de habilidades sociales pueden tardar mucho en obtener la aceptación, solo para encontrarse
con el fracaso repetido. Los atributos asignados por los compañeros, como divertido, estúpido, malo o
gordo, pueden quedar incorporados en la autoimagen del niño y afectar a su personalidad y su
rendimiento escolar. Los padres pueden ejercer la máxima influencia a través de acciones que cambian
el grupo de compañeros (cuando se trasladan a una nueva comunidad o insisten para que el niño
participe en actividades estructuradas después del colegio).
Los niños que se identifican con un género diferente del sexo asignado al nacer, o cuya forma de ser y de
vestir se consideran más como del sexo «opuesto» al asignado al nacer, pueden ser objeto de burlas o
acoso. Esto puede aumentar la confusión de estos niños, que están formulando su propio concepto del
«yo».
En el vecindario, los peligros reales como calles apiñadas, matones, violencia y desconocidos ponen a
prueba el sentido común y los recursos de los niños. Las interacciones con los compañeros sin
supervisión estrecha de adultos exigen mayores capacidades para la solución de conflictos. La
exposición a través de los medios de comunicación al materialismo, la sexualidad, el consumo de drogas
y la violencia de los adultos puede asustarle y reforzar la sensación de impotencia del niño en un mundo
más amplio. Las fantasías compensadoras sobre poderes imaginarios pueden alimentar la fascinación
por los héroes y superhéroes. Un equilibrio entre la fantasía y una capacidad adecuada para negociar las
dificultades del mundo real es indicativo de un desarrollo emocional sano.
Desarrollo moral
Aunque a los 6 años la mayoría de los niños tendrán una conciencia (internalización de las normas de la
sociedad), el nivel de su desarrollo moral es muy variable. En los primeros años de la juventud, muchos
aún suscriben la noción de que las normas están establecidas y reforzadas por una figura de autoridad
(padres o profesor) y la toma de decisiones está guiada por el interés propio (evitar las consecuencias
negativas y recibir las positivas). Las necesidades de los otros no son muy consideradas a la hora de
tomar decisiones. Según crecen, la mayoría reconocerá no solo sus propias necesidades y deseos, sino
también los de los demás, aunque las consecuencias personales son aún el principal estímulo de la
conducta. Se consideran incorrectas las conductas socialmente indeseables.
A la edad de 10-11 años la combinación de la presión por parte de sus iguales, el deseo de complacer a
las figuras de autoridad, así como la comprensión de la reciprocidad (tratar a los demás como a él le
gustaría ser tratado) moldean la conducta del niño.
Los niños necesitan apoyo incondicional y demandas realistas cuando se aventuran en un mundo
muchas veces temible. Las preguntas diarias de los padres en la mesa o a la hora de acostarse sobre las
cosas buenas y malas que han ocurrido durante el día del niño pueden descubrir los problemas de forma
precoz. Los padres pueden tener dificultades para permitir la independencia de los niños o pueden
ejercer una presión excesiva sobre sus hijos para que consigan éxitos académicos o deportivos. Los niños
que se esfuerzan por cumplir tales expectativas pueden tener problemas de conducta o síntomas
somáticos.
Muchos niños se enfrentan con factores de estrés que superan la dificultad normal de la separación y el
éxito en el colegio y el vecindario. El divorcio afecta a casi el 50% de los niños. La violencia doméstica, el
abuso de sustancias por parte de los padres y otros problemas de salud mental también pueden afectar
a la capacidad del niño para usar el hogar como una base segura para recargar las energías emocionales.
En muchos vecindarios, la violencia aleatoria hace muy peligroso el desarrollo de la independencia
normal. Los niños mayores pueden unirse a bandas como un medio de autoprotección, y como una
forma de obtener poder y pertenecer a un grupo coherente. Los niños que acosan a otros y los que son
víctimas de acoso, deberían ser evaluados, ya que el acoso se asocia a trastornos del estado de ánimo,
problemas familiares y de ajuste escolar. Los padres deberían reducir la exposición a los peligros cuando
sea posible. Debido al riesgo de lesiones no intencionadas por armas de fuego en los niños, se debe
animar a los padres a preguntar a los padres de los compañeros de juegos si guardan una pistola en su
casa y, si la tienen, cómo está asegurada.
La alta prevalencia de trastornos del ajuste entre niños en edad escolar atestigua los efectos de tales
factores de estrés formidables sobre el desarrollo. Las consultas al pediatra son infrecuentes en este
periodo; por tanto, cada visita es una oportunidad para valorar el funcionamiento de los niños en todos
los contextos (hogar, colegio, vecindario). Los comportamientos desadaptativos, tanto internalizadores
como externalizadores, se producen cuando la presión en cualquiera de estos ambientes supera la
respuesta de afrontamiento del niño. Debido a la exposición continuada y la importante influencia de los
medios de comunicación (programación y publicidad) sobre las creencias y actitudes de los niños, los
padres deben permanecer alerta a la exposición a la televisión y a internet. Un joven americano medio
pasa más de 6 horas al día con diferentes medios y aproximadamente el 65% de estos niños tiene una
televisión en sus dormitorios. Se debe aconsejar a los padres retirar la televisión de las habitaciones de
sus hijos, limitar el tiempo de verla a 2 horas diarias y controlar qué programas ven. Las pruebas
de «dibujar una persona» (para las edades comprendidas entre 3 y 10 años, con instrucciones de
«dibuja una persona entera») y «dibuja a la familia en acción» (desde los 5 años, con instrucciones de
«dibuja a todos los miembros de la familia haciendo algo») son instrumentos útiles en la consulta para
valorar el funcionamiento de un niño.
campana
pelota de tenis
caja de canicas
sonajero
lápiz
8 cubos de 23 mm
Interpretación de la prueba de Denver
Primero hay que preguntar a la familia si el niño realiza los
elementos que quedan a la izquierda de la línea trazada o
aquellos que atraviesan la línea.
Si el niño o niño falla en la realización de una prueba que
normalmente es realizada por el 90% de los niños de su
edad cronológica, debe considerarse como un fallo
absoluto.
Se considera fallo relativo cuando el niño no supera una
prueba que hace el 75% de los niños/as de su edad, en
este caso se les recomienda a los padres una mayor
estimulación.
En la valoración del test sólo se contabilizan los fallos absolutos,
y estos pueden valorarse como problemático o dudoso. Se
considera problemático cuando existen dos o más fallos en dos o
más áreas y dudoso si sólo una área tiene 2 o más fallos.
Los retrasos en el desarrollo pueden ser debidos a la falta de
colaboración por parte del niño debido a factores como
cansancio, miedo, enfermedad o algún factor orgánico como la
sordera. O puede que exista un retraso real en el desarrollo
psicomotor. Descubre aquí algunos tipos de trastornos
psicomotores.
Tenemos que tener presente que no es una prueba de
inteligencia. Se ha propuesto como una herramienta de
evaluación con el objetivo de observar si el desarrollo de un niño
o niña se encuentra dentro de los parámetros estandarizados
respecto su edad.
Tabla del Test de Denver
A continuación vemos una tabla resumen de la tabla de cribado
del test de Denver de las funciones adquiridas según el desarrollo
motor habitual.
Este artículo es meramente informativo, en Psicología-Online no
tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un
tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate
tu caso en particular.
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mental.
Bibliografía
Kliegman, R. M. a. Tratado de pediatría de Nelson (Vigésima edición.). Barcelona: Elsevier.
Frankenburg, W. K., and Dodds, J. B. The Denver
Developmental Screening Test. J. Pediat. Tratado de
Pediatría, Nelson Vaughan Mc Kay.
González, R. R., Sánchez, C., Guille, I. C., Olea, M. F.,
Limón, K. S., Vázquez, I. M., ... & Martínez, M. O. (2013).
Edad de presentación de los reactivos del Test de Denver II
en Niños de 0 a 4 años de edad del Estado de Morelos.
Salud mental, 36(6), 459-47.