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Covid

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I.

Análisis integrado de las implicancias del COVID-


19 en los Recursos Naturales en América Latina y
el Caribe
La pandemia de COVID-19 ha producido impactos sociales y económicos de gran
magnitud a escala regional y mundial. Son bien conocidas las consecuencias directas de las
medidas de restricción de movilidad aplicadas por los gobiernos de la región, pero no se
han explorado en mayor detalle las relaciones claves de los recursos naturales con los
factores precursores, la expansión de los contagios y los impactos del mismo virus. La
relación de los recursos naturales con la pandemia del COVID-19 es muy diversa
(Diagrama I.1). Por un lado, son factores esenciales para el control de la crisis (alimentos,
agua potable, biodiversidad y electricidad), y por otro, se ven impactados por sus
consecuencias (uso de combustibles, minerales, etc.). El acceso al agua potable es
fundamental por constituir el lavado de manos una de las principales medidas para evitar el
crecimiento de los contagios; la energía y electricidad son indispensables para garantizar el
suministro de agua y las condiciones de habitabilidad de los hogares, así como para
asegurar el funcionamiento de los hospitales; la actividad agrícola es la base para el
mantenimiento de la seguridad alimentaria; y por lo último, los recursos naturales no
renovables tienen gran importancia macroeconómica en la mayoría de las economías de
América Latina y el Caribe.
Las medidas de cuarentena han provocado una disminución transitoria y sostenida en el uso
de los combustibles y por lo tanto en sus emisiones y contaminación asociada, así como en
la explotación misma de los recursos. El COVID-19 es una enfermedad zoonótica (de
transmisión de animales a humanos) pero que se ha propagado de humanos a humanos con
mucha facilidad por el alto hacinamiento y conectividad de nuestra estructura social. Una
parte del problema de las enfermedades zoonóticas, al que hasta ahora no se ha prestado
mucha atención, radica en que se siguen desplazando las fronteras naturales, así como
fragmentando, destruyendo y degradando los ecosistemas que tienen la capacidad de
“controlar” la propagación de enfermedades. En todos los estudios que exploran las causas
de la propagación de enfermedades zoonóticas, el cambio de uso de suelo es la mayor
(Gottdenker, 2014). Los primeros cinco factores son: cambios de uso de suelo
(fragmentación y degradación de ecosistemas), cambios en la industria alimentaria,
susceptibilidad humana y conectividad internacional (viajes) (Suzan, 2020). Una alta
diversidad de especies, característica de los ecosistemas sanos, regula la abundancia de
aquellas que actúan como reservorios primarios de virus, lo que reduce la transmisión de
patógenos. La evidencia apunta a que la conservación de la biodiversidad y sus
servicios ecosistémicos es necesaria para proteger la salud humana directa e
indirectamente.

Diagrama I.1.
Rol de los recursos naturales en la pandemia por COVID-19 en América Latina y el Caribe
Fuente: elaboración propia (CEPAL)
Las medidas para frenar el avance del COVID-19 han tenido efectos sobre los recursos
naturales y han producido profundos impactos que afectan a las economías y en
consecuencia a los sectores sociales más vulnerables de la región. Se ha observado una
disminución de los precios globales de los combustibles fósiles, minerales y productos
agropecuarios de exportación, la caída de la demanda energética, la reducción de la
rentabilidad de las empresas, la merma de los ingresos fiscales y el debilitamiento de las
divisas regionales. Esto, a su vez, disminuye la capacidad económica de los gobiernos que
es clave para la lucha contra la pandemia y sus impactos económicos y sociales. Todo ello
contribuye al aumento de la pobreza y la pobreza extrema en la región, en un contexto en el
que el número de contagiados por el virus sigue aumentando y cuyo peak aún es incierto.
Adicionalmente, el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el año 2030
se ve seriamente dificultado por los impactos descritos. Por lo tanto, es fundamental
garantizar una recuperación económica sostenible, de manera que se pueda seguir
avanzando hacia el logro de los ODS vinculados con la gestión de los recursos naturales: el
ODS 6 (garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para
todos); ODS 7 (garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna
para todos); ODS 2 (poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la
nutrición y promover la agricultura sostenible); ODS 14 (conservar y utilizar
sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos); ODS 15 (gestionar
sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la
degradación de las tierras, detener la pérdida de biodiversidad), principalmente. De esta
forma, las medidas de recuperación post-pandemia deberán enfocarse fuertemente en
reducir la vulnerabilidad social y ambiental en el mediano y largo plazo, y así disminuir el
riesgo de sufrir impactos tan profundos como los actuales ante futuros escenarios
complejos.

Diagrama I.2.
Impactos del COVID-19 sobre los recursos naturales
y sus consecuencias económicas y sociales

Fuente: elaboración propia (CEPAL)

II. Análisis sectorial


A. Acceso a agua potable y electricidad
 Para frenar el avance de la pandemia global la mayoría de los países de la región han
implementado medidas de cuarentena y distanciamiento social que afectan a millones de
personas. En este contexto, el adecuado acceso al agua potable y electricidad es clave. Sin
embargo, la inequidad en el acceso a estos servicios en la región ha profundizado el
impacto de la crisis principalmente en las personas más vulnerables. Asimismo, cumplir
medidas como la cuarentena obligatoria se complejiza en hogares sin acceso o con
intermitencia en el servicio de agua y/o electricidad. Por estos motivos, esta pandemia urge
más que nunca a los gobiernos a garantizar la disponibilidad de agua potable, así como su
gestión en forma sostenible y el saneamiento para todos (ODS 6), junto a una prestación de
servicios energéticos asequibles, fiables y sostenibles para todos (ODS 7). La carencia o
ausencia de estos servicios puede generar un ciclo de privaciones con graves
consecuencias.
 El acceso a agua potable es un servicio esencial en la lucha contra la pandemia, habiéndose
convertido el lavado de manos en una de las herramientas más eficaces para la ralentización
del ritmo de contagios. En este sentido, es importante destacar que el 26% de la población
de América Latina y el Caribe (166 millones de personas) no tiene acceso adecuado a agua
potable y, por lo tanto, no disponen de agua de calidad para el consumo humano en todo
momento, o bien, que proceda de una fuente ubicada dentro de la vivienda familiar. Este
porcentaje asciende al 58% para la población rural (JMP, 2020).
 Por otro lado, el 80% de la población de América Latina y el Caribe se concentra en
grandes ciudades, por lo que la interacción social que ello implica, conlleva además a un
aumento del riesgo de contagios, sobre todo en las zonas con mayor densidad de población,
que generalmente son las más vulnerables. Pese a que la vulnerabilidad de las poblaciones
rurales es mayor si consideramos el acceso a servicios de agua potable de calidad, lo cierto
es que, en términos absolutos, la cantidad de personas sin acceso a instalaciones en sus
viviendas para el lavado de manos en ciudades es alarmante: más de 9 millones de personas
en Colombia, casi 5 millones en Bolivia y al menos 2 millones de personas en México
(gráfico II.1). Por último, el porcentaje del gasto familiar total que los quintiles de
población más pobres de América Latina y el Caribe destinan al pago del servicio de agua
potable, duplica el del gasto asumido por los quintiles más ricos (gráfico II.2). Cabe
destacar que esto es especialmente importante en el contexto mundial de impactos
económicos de gran magnitud, que muy probablemente provocará la pérdida masiva de
empleos y la incapacidad de muchos hogares de asumir los pagos por servicios básicos.

Gráfico II.1.
Número de personas sin acceso a instalaciones de lavado de manos en la población urbana
en los principales países de América Latina y el Caribe
(millones de personas por ciudad, 2017)
Fuente: Programa Conjunto OMS/UNICEF de Monitoreo del Abastecimiento de Agua,
Higiene y Saneamiento, JMP (2020)

Gráfico II.2.
Proporción del gasto en agua por quintil en América Latina y el Caribe
(promedio regional)
Fuente: CEPAL sobre la base de las últimas Encuestas de Hogares disponibles para 18
países, último año disponible.
Nota: Último año disponible: Argentina (2012), Bolivia (2013), Brasil (2008), Chile
(2012), Colombia (2007), Costa Rica (2013), Ecuador (2014), El Salvador (El Salvador
2006), Guatemala (2014), Honduras (2004), México (2012), Nicaragua (2014), Panamá
(2007), Paraguay (2011), Perú (2014), República Dominicana (2007), Uruguay (2006) y
Venezuela (2008).
El acceso a electricidad es también indispensable. No solo es clave para el desarrollo de las
actividades que se suceden en los diferentes servicios sanitarios, sino también para
garantizar los medios de vida en los hogares (iluminación, refrigeración y calefacción entre
otros). Además, el suministro de agua depende en gran medida de la energía para su
extracción, saneamiento y distribución.
Pese a que la mayoría de los países de la región presentan altos porcentajes de acceso a
electricidad, todavía existen 18 millones de personas que carecen de ella, profundizando
aún más las desigualdades y vulnerabilidad en tiempos de pandemia (gráfico II.3). Esta
inseguridad energética impacta cada día en las dimensiones físicas, sociales, económicas y
especialmente de sobrevivencia.
La mayor cantidad de personas sin acceso a servicios modernos de electricidad se encuentra
en las zonas rurales y más pobres (quintil 1). Esta población sin acceso a la electricidad
triplica a la población rural del quintil más rico y lo mismo en el caso del quintil más pobre
nacional (gráfico II.4).

Gráfico II.3.
Población sin acceso a electricidad según precariedad
de la vivienda, último año disponible
(promedio nacional %)

Fuente: CEPAL, Banco de Datos de Encuestas de Hogares (BADEOHG). Promedio


ponderado por población. Se incluyeron 16 países.
Nota: Último año disponible: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, Paraguay, Perú y Uruguay, 2017; Honduras, México y República Dominicana,
2016; Guatemala, Nicaragua y Venezuela, 2014.

Gráfico II.4.
Población sin acceso a electricidad por quintiles de ingreso
(Proporción rural, urbana y total %), último año disponible
Fuente: CEPAL, Banco de Datos de Encuestas de Hogares (BADEOHG). Promedio
ponderado por población. Se incluyeron 16 países.
Nota: Último año disponible: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, Paraguay, Perú y Uruguay, 2017; Honduras, México y República Dominicana,
2016; Guatemala, Nicaragua y Venezuela, 2014.
Las autoridades relacionadas con los servicios públicos han reportado aumentos
considerables en la demanda de agua potable y electricidad en los hogares debido al
aislamiento, teletrabajo y combate contra el virus, entre otros. Esta situación conlleva al
aumento del gasto destinado a estos servicios en los hogares, que en muchos casos han
visto reducida su capacidad de pago por pérdida de empleo o reducción de salarios.
Por otra parte, las medidas de contención frente al COVID-19 han impactado en la
producción industrial y reducido su demanda por electricidad. En Chile, durante el mes de
marzo de 2020, la demanda de electricidad del sector industrial ya había disminuido en
torno al 3,8% respecto a la semana previa a la aparición del COVID-19 en el país,
reduciéndose durante el mes de abril hasta aproximadamente un 6%. Esta situación en
ningún caso va a poder ser compensada debido al aumento de la demanda por electricidad
en los hogares, ya que la disminución de la demanda eléctrica debido a la paralización de
gran parte del sector industrial es varios órdenes de magnitud mayor. Se pronostica que la
demanda total siga a la baja, la que puede llegar, en promedio, a disminuir entre 15 y 30%,
lo que obligará a las empresas distribuidoras y generadoras a adaptarse a este nuevo patrón
de oferta y demanda. Las empresas de generación, transmisión y distribución de
electricidad usualmente cuentan con planes de contingencia típicos que permiten una
eficacia operacional después de acontecimientos como desastres naturales, incidentes
cibernéticos y cortes de electricidad, entre otros. No obstante, en la mayoría de los casos,
las empresas del sector no cuentan con un sistema de contingencia preparado para enfrentar
las situaciones que está provocando la pandemia, como el confinamiento en los hogares, los
cierres prolongados de infraestructura crítica local (ej. medios de transporte locales) y las
restricciones de viaje adicionales que pueden producirse en caso de una emergencia
sanitaria.
Por otro lado, en el sector eléctrico y de energías renovables, los impactos
macroeconómicos del COVID-19 van a perjudicar a las empresas que estaban en pleno
desarrollo de proyectos de generación. Los proyectos de energías renovables en Argentina,
Brasil, Chile y México serán especialmente afectados y enfrentarán fuertes aumentos -no
esperados- en los costos de capital, debido principalmente a la depreciación de las monedas
de la región frente al dólar y el euro. Este impacto va a limitar el logro de las metas para el
2020 y 2021 de implementación de energías renovables en la región, así como el logro del
ODS 7.
Para mitigar el impacto económico en los hogares, los gobiernos de la región han
establecido medidas como la reducción de las tarifas, la flexibilidad de los pagos y la
eliminación del corte de suministro por no pago del servicio. La implementación de estas
medidas debería contemplar mecanismos de control para evitar que usuarios que sí se
encuentran en condiciones de afrontar los pagos, no lo hagan, reduciéndole así potenciales
problemas de gestión, liquidez y sostenibilidad de las empresas encargadas de los
suministros. Lo que se debe asegurar con estas medidas es garantizar el acceso a agua
potable, saneamiento e higiene de la población más vulnerable. Los impactos que estas
medidas supondrán para las economías de la región son todavía inciertos y deben valorarse
a corto, mediano y largo plazo. Por estos motivos, será necesario un seguimiento de las
acciones tomadas junto con una evaluación a futuro de los resultados de su
implementación.
En consideración a la situación descrita, las principales recomendaciones para América
Latina y el Caribe se resumen a continuación:
 Continuar con las medidas adoptadas por varios países de América Latina y el Caribe,
diseñadas para facilitar el pago de las cuentas de agua potable, con especial atención en los
grupos más vulnerables y establecimientos de salud. Para la población sin acceso a agua
potable, establecer formas alternativas y expeditas de acceso, como camiones aljibe. Esto,
con foco en los pequeños prestadores de agua potable y poblaciones en áreas rurales, con el
fin de evitar situaciones graves de contagio en estas zonas que normalmente están además
alejadas de los establecimientos de salud.
 Evaluar los impactos en la población más vulnerable, y energética e hídricamente pobre, y
desarrollar instrumentos inclusivos y solidarios, generando políticas que disminuyan los
impactos de esta crisis en los presupuestos de los hogares más vulnerables.
 Desarrollar o fortalecer sistemas de subsidios en las cuentas de agua potable e identificar
los grupos vulnerables, a fin de focalizar dichos subsidios en quienes más lo necesitan (para
poder utilizar mejor los limitados recursos financieros disponibles en los países).
 Implementar acciones conjuntas entre los gobiernos y las empresas proveedoras de
servicios energéticos y agua potable para asegurar el suministro de estos servicios. En
particular, es importante garantizar el acceso a liquidez de las empresas y el acceso a
ingresos de los hogares.
 Fortalecer el rol del Estado como garante del derecho al acceso a los servicios básicos -
agua potable y electricidad- mediante un esquema de cooperación público-privada, que
apunte a implementar un sistema económico más inclusivo, solidario y menos desigual y
estratificado.
 Priorizar las políticas públicas, acciones e inversiones que apunten a lograr mayor
efectividad en materia de agua potable y saneamiento. Para ello, se requiere avanzar hacia
la universalización (y mejoramiento de la calidad y eficiencia) de los servicios de agua
potable y saneamiento, incluido tratamiento de las aguas servidas o residuales. Todo esto
trae como consecuencia grandes beneficios en términos de salud pública, lucha contra la
pobreza e indigencia, fomento de desarrollo sostenible, disminución de conflictividad social
y protección del medio ambiente.
 Como medida adicional de apoyo de largo plazo, y para lograr los objetivos de la Agenda
2030 se espera que agencias de cooperación, así como la banca internacional y regional,
focalicen esfuerzos en mejorar el acceso a agua potable de los países de América Latina y
el Caribe.
 Enfocar los esfuerzos de apoyo financiero, en especial el acceso a créditos blandos, a fin de
poder aumentar la tasa de desarrollo de proyectos de energías renovables. Esto, para
facilitar la continuidad del suministro energético en futuros casos de pandemia, dado que
las energías renovables, como lo son, la solar y la eólica, permiten que puedan ser operadas
de manera remota, y llegar a sitios rurales dispersos. De este modo se puede fortalecer las
capacidades para enfrentar de mejor manera otro tipo de eventos extremos y desastres.
 Reconocer los beneficios de la complementariedad e integración energética a nivel
regional. La complementariedad y el desarrollo de una integración energética regional
otorgan una mejor fiabilidad del suministro y ayudan a la estabilidad de los precios de la
electricidad, extendiendo estos beneficios a aquellos países de la región con menor
proporción de generación hidroeléctrica.
B. Agricultura y suministro de alimentos
La pandemia tiene un impacto importante tanto en la producción como en el consumo de
productos agrícolas. Por el lado de la demanda, reduce la seguridad alimentaria, debido a la
caída del empleo y los ingresos por salarios. Se estima que la pobreza extrema - altamente
correlacionada con el hambre - aumentará en casi 29 millones de personas en la región
(proyección de CEPAL del 9 de julio, 2020). Por el lado de la oferta, la pandemia pone una
presión distinta sobre cada nodo de la cadena de suministro del sector agrícola, desde la
cosecha hasta el consumo final.
La pandemia se da en un contexto reciente favorable para el sector agrícola. Las existencias
de los principales cereales han aumentado y al inicio de la crisis el sistema alimentario
mundial estaba bien abastecido de los principales productos básicos, debido a la
acumulación de existencias y a buenas cosechas en Sudamérica y en otras regiones del
mundo (OCDE, 2020). La crisis del COVID-19 también estuvo precedida de una relativa
estabilidad de precios desde mediados de 2016, después de periodos de precios altos entre
2011 y 2015, y de alta volatilidad entre 2007 y 2011. Los precios de los fertilizantes
mostraban una tendencia a la baja desde finales de 2018.
La emergencia ha generado una reducción en los precios internacionales de la mayoría de
los grupos de productos básicos. En promedio, los precios internacionales de los alimentos
disminuyeron un 9,1% entre enero y abril de 2020, frente a caídas de 12,5% de los metales
y de 47,9% de la energía. La tendencia general en la mayoría de los alimentos es a la baja.
El único de los productos, que además es uno de los pilares de la seguridad alimentaria,
cuyos precios internacionales aumentaron entre enero y mayo de 2020, fue el arroz
(15,7%); por el contrario, cayeron los precios del trigo (-8,3%) y del maíz (-16,2%).
En el ámbito nacional, sin embargo, el COVID-19 ha aumentado el riesgo de volatilidad en
la trayectoria futura de los precios de alimentos. Hasta mayo de 2020, el índice de precios
de los alimentos había aumentado casi 4 veces más rápido que el índice de precios general
en la región. Este aumento se dio principalmente durante marzo y abril, cuando se
empezaron a implementar medidas de confinamiento en la mayoría de los países, que
generaron incrementos de demanda e incertidumbre en la oferta. En la mayoría de los
países el aumento se moderó durante mayo, conforme la incertidumbre se redujo y los
países iniciaron o intensificaron programas de distribución de alimentos.
Por su naturaleza, el sector alimentario puede adaptarse de mejor manera a la crisis que el
promedio de la economía. A diferencia del sector manufacturero, sus cadenas globales de
valor son más simples, cortas y resilientes. En general, los productos alimentarios son
generados por empresas de un solo país, tienen pocos componentes (o son sustituibles) y,
cuando son exportados, incorporan servicios prestados por un pequeño número de empresas
extranjeras (seguros, transporte, marketing y otros). Esto contrasta con las cadenas globales
de valor de otras industrias con gran dispersión geográfica y en las que los productos
cruzan varias fronteras antes de llegar al consumidor final.
Sin embargo, existen riesgos en el funcionamiento de la cadena alimentaria. Es importante
destacar que cada eslabón de la cadena productiva ha tenido que adaptarse para poder
seguir operando. El desafío principal para los gobiernos regionales es evitar que la
pandemia se transforme en una crisis alimentaria.
Algunos eslabones de la cadena (como el procesamiento, y la venta final en mercados) han
sido identificados como fuentes de brotes del COVID-19 por estar altamente expuestos y
ser esenciales a la vez (gráfico II.5).
El problema de la interrupción de la cadena de pagos tiene una connotación específica en el
sector agrícola. La cadena de suministro de alimentos abarca múltiples actores, incluyendo
miles (en algunos países millones) de pequeñas empresas agrícolas informales que
producen bienes primarios; y la producción es altamente dependiente del clima y de ciclos
biológicos de largo plazo, además de la volatilidad de precios y provisión de bienes
públicos, entre otras incertidumbres y riesgos. Para mantener funcionando sus cadenas de
suministro, los gobiernos han desplegado dispositivos de coordinación con el sector
privado.

Gráfico II.5.
Impactos del COVID-19 sobre diferentes actividades relacionadas con el suministro
alimentario en términos de demanda y oferta.
Fuente: CEPAL basado en Farmer et al. (2020).
La disminución de empleo asociada al impacto del COVID-19, junto al alza de los precios
de los alimentos, muy probablemente incrementará la pobreza, pobreza extrema y
provocará hambre. La pobreza extrema podría aumentar durante 2020 en 28,5 millones de
personas, alcanzando 96 millones de personas, de los cuales unos 35 millones viven en
zonas rurales.
En este contexto y con el objeto de solventar los problemas derivados de la pandemia que
afectan al sector agroalimentario, algunas recomendaciones para los gobiernos de la región
son:
 Para los hogares: garantizar el acceso a los alimentos de las poblaciones más vulnerables
de forma inmediata y como medida fundamental. Al respecto, la CEPAL ha planteado la
necesidad de implementar un bono contra el hambre. El valor de cada bono sería
equivalente al 70% una línea de regional pobreza extrema (67 dólares en 2010). El costo
total del bono contra el hambre se estima en 27,1 miles de millones de dólares,
equivalente a 0,52% del PIB regional. Ello, incluirá a todas las personas que se
encuentren en situación de pobreza extrema en 2020. Sin embargo, este tipo de
transferencias generalmente presenta problemas operacionales en todos los países. Ante tal
situación, se propone que una parte de estos recursos se use para ampliar los programas de
alimentación escolar y/o de ayuda alimentaria a los hogares, que sirvan de base para
canalizar las ayudas alimentarias para las familias más vulnerables. Todo esto debe estar
apoyado mediante la participación de las comunidades locales, las empresas alimentarias y
otros actores de la sociedad civil.
 Para las cadenas: asegurar el funcionamiento de la cadena de suministro de alimentos,
debiendo mantener y ampliar las políticas financieras de apoyo a las empresas para que los
productores agrícolas y las empresas alimentarias y de servicios puedan seguir operando sin
interrupción.
 Para los productores y empresas: asegurar la continuidad de la producción de alimentos,
especialmente de la agricultura familiar e indígena. Se propone un aumento de créditos
blandos (en 5,5 mil millones, o 20% de la cartera) gestionado por la banca multilateral, y
bancas de desarrollo nacional. Para las fincas más rezagadas se propone una inversión no
reembolsable (un kit básico de inversión para 6,8 millones de fincas, con costo total de 1,7
mil millones de dólares). La banca multilateral, y bancas de desarrollo nacional
gestionarían el primero.
En este contexto el sector agrícola necesita "reconstruir mejor". La restricción de recursos
fiscales y la magnitud de los problemas a enfrentar hará necesario repensar las políticas
públicas aplicadas a la agricultura y al mundo rural después de la crisis. Con todo, se
requiere de nuevos programas de desarrollo agrícola y rural para enfrentar la emergencia y
sus consecuencias económicas, así como para acelerar el proceso de adaptación al cambio
climático. Se puede aprovechar la crisis como oportunidad para promover cambios en el
sistema alimentario mundial. La pandemia reafirma la necesidad de impulsar una transición
hacia modelos productivos más inclusivos y sostenibles, promovidos a través de amplios
acuerdos políticos y un buen sistema de políticas públicas.
C. Biodiversidad
Los efectos sobre la biodiversidad producidos a partir de la pandemia por COVID-19 son
diversos y aunque en general no hay suficiente evidencia disponible, sí existen casos
ilustrativos para turismo, explotación ilícita, relajación de normas ambientales y posible
disminución del presupuesto fiscal.
 El patrimonio natural de América Latina y el Caribe es muy importante para el turismo que
ha disminuido severamente debido a medidas de confinamiento, prevención y cierre de
fronteras. Si comparamos las cifras de turistas internacionales entre mayo de 2019 y de
2020, hay una variación negativa en Chile de -51 puntos porcentuales (pp) (INE-
Subsecretaría de Turismo) y en México -73 pp (INEGI).
 La contribución al PIB, empleabilidad y en algunos casos a la manutención de los parques
naturales se ha visto mermada por los efectos que el COVID-19 está provocando en el
turismo de la región, (CEPAL, 2020), por ej. en Perú, una gran parte del presupuesto del
SINANPE proviene de las visitas a Machu Picchu.
 En el caso de Costa Rica, en 2016 se estimó que el aporte del turismo al PIB fue 6.3%
directo y 8.2 % indirecto. En 2018, 44% del presupuesto del Sistema Nacional de Áreas de
Conservación (SINAC) provino de los recursos generados por las actividades del SINAC
que incluye al aporte del turismo (equivalente a 28%).
 Los países dentro del ranking del buscador Tripadvisor de las cinco mejores actividades de
interés turístico, que tienen tres o más atractivos asociados a “parques y naturaleza” son:
Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Cuba,
Ecuador, El Salvador, Guyana, Jamaica, República Dominicana, Santa Lucía, Saint Kitts y
Nevis, Trinidad y Tobago, San Vicente y las Granadinas.
Por otro lado, uno de los efectos negativos en la salud de los ecosistemas es el incremento
en la explotación ilícita de recursos naturales (extracción de madera, especies comerciales
exóticas, minería, pesca, etc.) por grupos armados ilegales y mafias regionales que
aprovechan la restricción de labores de fiscalización, tutela y defensoría de los territorios
por las medidas de cuarentena. En el caso de Brasil, según el Instituto Nacional de
Investigación Espacial, se observa un aumento de la deforestación de 64% en comparación
con cifras a enero-abril de 2019. Hay que considerar que de acuerdo a Rajao et al. (2020),
pocos casos de deforestación ilegal en las propiedades agrícolas de El Cerrado y la
Amazonía (2%) son muy destructivos (62% de toda la deforestación potencialmente ilegal).
En Colombia, que había disminuido significativamente la tasa de deforestación entre 2018
y 2019, en 2020 comenzó una tendencia creciente (López, et al., 2020).
Además, en contexto de mayor pobreza, las estrategias de subsistencia de comunidades
locales que dependen de manera directa de los recursos de su entorno para su supervivencia
seguramente aumentarán el consumo de leña, alimento, insumos de medicina tradicional y
productos para el autoempleo.
Dentro las medidas adoptadas por diversos países de la región, por razones sanitarias se han
relajado algunas normas ambientales como las de plásticos de un solo uso en el Caribe, que
estaba muy avanzado en la materia porque son el segundo mar con más plásticos del
mundo, o pospuesto en la entrada en vigor para ciertas obligaciones en Chile. A pesar de
que en este momento no existe evidencia concluyente, se puede observar en noticias en la
región que los sectores económicos tradicionales como infraestructura, minería, agricultura,
etc., están generando presión a los gobiernos para que relajen ciertas normas ambientales o
los estudios de impacto ambiental a los que consideran meras trabas burocráticas y así
puedan “reactivar la economía de forma más rápida”. Sin embargo, hay que tener presente
que “lo barato sale caro”, y si no se cambia de conducta y se sigue aumentando el
desequilibrio de los ecosistemas, las consecuencias pueden ser mucho mayores en costos y
bienestar social.
Probablemente el recorte presupuestal del Estado dado por la crisis económica derivada de
la pandemia tendrá su máxima expresión en 2021, dado que en algunos países las
asignaciones presupuestarias de este año solo podrían tener modificaciones restringidas. Sin
embargo, hay países en donde la contracción de las actividades o personal contratado por el
Estado, en especial en el sector medioambiental, ya se han expresado. En México, el
impacto es de -75% del gasto para operaciones de la Administración Pública Federal. En
Ecuador y en Uruguay la nueva institucionalidad ambiental surgida de estrategias para
reducir el tamaño del Estado y en plena crisis por COVID-19 ha impactado el número de
trabajadores y/o presupuesto. En el caso del primero, al fusionar la institucionalidad de
medio ambiente con la de la ex Secretaría del Agua, que en 2019 recibieron un poco más de
45 millones de dólares (sumados ambos presupuestos) y que este año tienen una suma de
32 millones. En el caso de Uruguay, con la creación de un ministerio de Medio Ambiente
se llevó a cabo una reducción de 15% de los gastos de funcionamiento y 40% los gastos por
contratos de personal.
Otra merma de ingresos del Estado en el sector medio ambiente se debe a la disminución de
las visitas a las áreas naturales, como se mencionó anteriormente, por lo tanto, un recorte
presupuestal crearía dificultades no solo para mantener su personal, sino en su capacidad de
ser un polo de desarrollo sostenible como lo ha sido a la fecha.
Algunas de las recomendaciones para América Latina y el Caribe se resumen a
continuación:
 La transición hacia una economía sostenible brindará beneficios significativos que superan
los costos de inversión. Los incentivos económicos y financieros deben incluir valoraciones
de la naturaleza como un activo rentable (así como su valor intrínseco o de existencia) y
considerar las externalidades negativas de la extracción de recursos naturales. La protección
y uso sostenible de los recursos naturales puede generar empleos y crecimiento económico
a través de turismo, agricultura, acuicultura entre otros servicios ecosistémicos y pueden
generar rentas hasta cinco veces más altas que su costo en términos anuales.
 Se recomienda no relajar los esfuerzos de protección de la naturaleza por los desequilibrios
económicos post-pandemia puesto que hay un riesgo muy alto de perder el beneficio de los
servicios ecosistémicos, incluso de forma permanente.
 La crisis debe ser un momento de inflexión de aprendizaje de la interconexión entre
ecosistemas, humanos y distintas regiones del planeta. Parte de esta crisis (la del
desequilibrio ambiental y la desigualdad en la salud y bienestar social) es pre-COVID y
solo abordando las causas directas y subyacentes podemos reconstruir un futuro más
seguro.
 El concepto integral de NNUU de una salud debe ser una guía para el futuro (involucra la
interrelación entre la salud de humanos, animales domésticos y ecosistemas). La inversión
en prevención es menos costosa que en el tratamiento y cura de enfermedades.
 Se necesita implementar interfaces entre ciencia, evidencia y toma de decisiones para la
planificación e implementación de soluciones. Será especialmente relevante determinar
seguimiento al impacto ambiental en el corto y mediano plazo.
D. Recursos naturales no renovables
Las actividades extractivas y de producción de minerales y combustibles fósiles han sido
consideradas en muchos de los países de la región como exentas de las medidas de
restricción por la pandemia, al tratarse de eslabones iniciales de las cadenas de suministro y
de valor. En muchos casos, son actividades claves para la economía en su conjunto. Por
ello, no se han paralizado de forma completa. Esto significa que gran parte de los proyectos
activos continúan en operación, pese a tener capacidades reducidas, además de estar bajo
medidas de prevención y protocolos de salud. Sin embargo, nuevos proyectos se han visto
afectados por suspensiones o aplazamientos.
No obstante, las medidas de contención a gran escala implementadas a nivel global (como
el cierre de fronteras y las cuarentenas obligadas), casi de manera sincronizada, están
teniendo profundos efectos en las economías. Esto se traduce en la desaceleración de la
actividad extractiva, al provocar restricción de la oferta (por cierres e interrupciones de las
cadenas globales de suministro) y la demanda (por fuertes caídas en los gastos en turismo,
recreación, comercio minorista y transporte, que genera pérdidas masivas de ingresos).
Estos efectos sobre la oferta y demanda, tanto agregada como sectorial, conllevan a una
disminución de los precios internacionales de los productos básicos, lo que es
particularmente relevante para las economías de la región.
Respecto a los precios, hasta junio de 2020 se puede observar un aumento del precio del
oro mientras que los precios de la mayor parte de minerales están tendiendo a disminuir
respecto a 2019. En relación con los combustibles fósiles, es notable la caída del precio del
petróleo, que genera a su vez, una disminución en el precio de las gasolinas. En este
contexto de precios generalmente a la baja, junto con una menor demanda externa y una
desaceleración de la producción, se mermarán los ingresos fiscales y la disponibilidad de
divisas de los países cuyas economías son dependientes de la explotación de estos recursos.
Por lo tanto, se reducirán las capacidades de sus gobiernos en el corto plazo de responder a
la pandemia y ayudar a la recuperación económica. Aquellos países que cuentan con fondos
de ahorro y estabilización acumulados, con ingresos provenientes directa o indirectamente
de los recursos naturales no renovables (extractivos), estarán en mejor posición para
acompañar al propio sector durante la contingencia y financiar parte de los gastos que
demanda la emergencia sanitaria y social, así como la recuperación económica posterior.
Gráfico II.6.
Evolución de los precios de los minerales metálicos
y combustibles fósiles: índices de precios, 2000-2020
(Base 2015 = 100)
A. Minerales metálicos

B. Combustibles fósiles
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base
estadística del World Bank Commodity Price Data (The Pink Sheet) (base de datos en
línea) https://www.worldbank.org/en/research/commodity-markets .
Nota: valores anuales de los índices y para 2020 corresponde al valor del mes de junio.
En lo que respecta a la oferta y demanda de petróleo y sus derivados, las medidas de
contención de la pandemia también han tenido efectos sobre la producción y el consumo de
combustibles fósiles. Tanto la demanda como la oferta, a nivel mundial y regional, han
decrecido para los primeros meses de 2020 respecto al año anterior. La demanda lo ha
hecho a un ritmo superior y sin precedentes, mientras que la oferta estuvo más sostenida
por una guerra de precios, lo que ha ocasionado un excedente de la producción y un mayor
empuje de los precios a la baja, antes de que llegaran a un acuerdo los principales
productores mundiales de petróleo. El acuerdo de reducción de producción de abril de 2020
puso un freno a la disputa, pero no impidió una caída del precio del crudo a un mínimo
récord, ante la liquidación de contratos a futuro con vencimiento próximo, a la vez que se
generaba una corrida en la búsqueda de depósitos para almacenamiento del excedente. El
acuerdo entre los países de la OPEC+ (países miembros de la OPEC y países aliados) y
otros países productores del G20, como Canadá, Estados Unidos y México, es considerado
histórico y establece un corte de la producción de 9,7 millones de barriles por día por parte
de la OPEC+ durante mayo y junio de 2020; esto es, cerca de 10% de la producción
mundial actual. Los países fuera de la OPEC+ también harían un corte a su producción,
pero no se tienen todavía cifras exactas de sus compromisos. La incertidumbre es aún
considerable en el mercado mundial y se ha proyectado que el corte de la producción
necesaria para reducir la brecha en los próximos meses podría duplicarse (es decir, ser
próxima a 20%), dependiendo de las capacidades de almacenamiento (por ejemplo, de las
reservas estratégicas) y de la recuperación de la demanda (por ejemplo, si no ocurre una
segunda ola de la pandemia).
Esto tiene implicancias para los países productores de petróleo de la región. Sus
explotaciones están basadas en un precio del barril superior al actual y a aquel que se
proyecta para los próximos meses. La rentabilidad de las empresas estará afectada en el
corto plazo provocando una retracción de la inversión y el empleo de estas. La búsqueda de
eficiencia y reducción de costos a través de mejoras tecnológicas y de los procesos está
limitada por el esfuerzo que han realizado las empresas en los últimos años.
En el caso de los minerales, las medidas de contención también han tenido efectos sobre la
oferta y demanda mundial. La demanda se contrajo luego de diciembre de 2019, aunque no
en la magnitud y el ritmo que ha sucedido para los combustibles fósiles. La oferta, por su
parte, se desaceleró en los primeros meses del año, pero posteriormente, en marzo y abril,
ha mostrado una muy leve recuperación, por un retorno gradual a las actividades en China y
otros países asiáticos. Esto se ha podido evidenciar a partir de la evolución de los
inventarios (stocks, entradas y salidas) de los depósitos de minerales metálicos no ferrosos
de dos de los principales mercados, LME y SHFM. Se debe señalar también que, primero,
el escenario global antes de la pandemia no era el más propicio para los minerales: China,
siendo su primer comprador mundial, estaba en disputa comercial con los Estados Unidos y
presentaba un crecimiento más lento, y esto ya estaba limitando su demanda. Segundo, el
estado de situación de la industria y los mercados de cada mineral previo a la pandemia no
era homogéneo, por lo que el impacto del apagón económico podrá diferir en grado y
tiempo para cada uno. Por ejemplo, para el oro la demanda y el precio se mantienen firmes;
mientras que la plata, el platino y el mineral de hierro, que mostraban una tendencia
positiva de su precio en el primer trimestre de 2020 respecto a 2019, han presentado desde
enero de 2020 una variación acumulada negativa incluso hasta junio 2020. Por último, la
reactivación de China estará sujeta tanto a la recuperación de su demanda interna, como
también, a la demanda externa para sus productos.
La región, que agrupa varias economías que dependen de la producción y comercio de
minerales metálicos, como cobre, plata, oro y, en menor medida, estaño, hierro y zinc,
también está condicionada a la reactivación de China, su principal socio en el comercio de
estos recursos. El país asiático ha mostrado una actividad económica negativa en el primer
trimestre, lo que puede ejemplificarse por su manufactura de minerales, a partir de las
operaciones de fundición y refinería de cobre y la de acumulación de stock de productos de
acero: en ambos casos la variación interanual muestra un marcado deterioro. Además, si se
observa la evolución de la producción y de las exportaciones de cobre de Chile y Perú y de
mineral de hierro de Brasil, la menor actividad y la caída de los flujos se confirma, pero con
un leve desfase en el tiempo dado que las medidas de contención en la región que
paralizaron las cadenas de suministro se aplicaron con posterioridad a las de China. Las
empresas de la región también han comenzado a reducir inversiones (principalmente, en
desarrollo, equipamiento y exploración) y empleo (con distinta gravedad según el país y el
tamaño de empresa).
Por último, un problema que se ha visto fortalecido por la situación actual, es la minería
informal e ilegal. En el presente escenario podría incrementarse y producir múltiples
impactos negativos en las comunidades y los territorios.
En este contexto y con el objeto de solventar los problemas derivados de la pandemia que
afectan al sector de los recursos naturales no renovables, algunas recomendaciones para la
región son:
 Incrementar la eficiencia y reducir los costos por medio de nuevas tecnologías. Para esto, es
necesario el apoyo de los gobiernos, principalmente para reimpulsar y orientar la inversión,
y con ello minimizar el impacto sobre el empleo formal.
 Garantizar el funcionamiento de las actividades extractivas en aquellos países donde son
claves para la economía, sin comprometer la salud de los trabajadores y comunidades de las
áreas de influencia. Esto requiere como mínimo asegurar el funcionamiento de los
transportes y las comunicaciones en los territorios donde se localicen los proyectos y la
unificación y fiscalización de los protocolos de cuidado y salud en las empresas y en las
comunidades aledañas, con especial énfasis en las comunidades indígenas.
 Evitar alivios fiscales innecesarios y la desregulación ambiental, laboral y tributaria.
 Fortalecer los procesos de fiscalización de las regulaciones ambientales y las relativas a los
compromisos sociales, en los territorios de explotación de recursos naturales no renovables
(extractivos).
 Fortalecer las capacidades para controlar y limitar la actividad informal e ilegal de la
minería, que pudiera desarrollarse en esos territorios, tanto durante, como después, de la
pandemia.
 Iniciar un proceso de evaluación de la gobernanza de los recursos extractivos para mejorar
o desarrollar instituciones y capacidades para una mejor gestión de la volatilidad de los
precios de estos recursos como commodities, de la agregación de valor a los mismos a
través del desarrollo tecnológico e innovación de sus cadenas productivas; así como del
ordenamiento y desacoplamiento de los presupuestos públicos a la explotación (renta
económica) de estos recursos. Algunos ejemplos de estas instituciones son los fondos
soberanos (para estabilización y/o ahorro e inversión), las agencias de promoción de la
inversión, las agencias de desarrollo e innovación y las asociaciones público-privadas,
como los centros tecnológicos.

III. Conclusiones y principales recomendaciones


de políticas públicas
El mantenimiento de las actividades de cada uno de los sectores analizados es indispensable
para garantizar los medios de vida y la lucha contra la pandemia. El rol del Estado es clave
para proporcionar las medidas necesarias para el desarrollo de estas actividades en un
ambiente seguro. Se recomienda a los gobiernos de la región que consideren las dificultades
de la sociedad frente a la pandemia y adopten un rol facilitador, impulsando la creación de
programas y políticas de ayuda que vayan dirigidas principalmente a la población más
vulnerable y que garanticen su seguridad hídrica, alimentaria y energética.
Las líneas de trabajo más importantes para cada uno de los sectores analizados en este
boletín se resumen a continuación.
 La Agenda 2030 y las metas de biodiversidad, agua, energía y alimentación son aún más
relevantes. La pandemia incrementa la necesidad de proteger la biodiversidad, la urgencia
de respetar y proteger los espacios naturales, así como el de asegurar sus servicios a la
población de manera sostenible. Es posible que la recuperación económica se construya en
coherencia con recuperar la salud de los ecosistemas, pero se requieren cambios
estructurales.
 Impulsar el rol del Estado como garante de los servicios básicos de agua y energía con
facultades para priorizar a los más vulnerables. El Estado juega un papel clave para
impulsar las políticas públicas relacionadas con el suministro de servicios básicos;
desarrollar sistemas de subsidios para el pago de las facturas de los hogares más
vulnerables; y junto con las empresas proveedoras, asegurar la continuidad del suministro.
 Garantizar el acceso a alimentos para las poblaciones más vulnerables mediante el
fortalecimiento de programas de alimentación, con apoyo monetario estatal y con el
compromiso de toda la sociedad civil. Es necesario además asegurar el funcionamiento de
las cadenas de suministro alimentario, a partir del establecimiento y consolidación de
políticas financieras de ayuda a la producción agrícola y a la industria alimentaria. Se
recomienda también impulsar la transición hacia nuevos modelos productivos más
sostenibles, inclusivos y adaptados al cambio climático.
 Garantizar que el funcionamiento de las actividades ligadas a las industrias extractivas de
recursos naturales no renovables en aquellos países donde éstas son claves para la
economía, salvaguardar la salud de los trabajadores y las poblaciones de las comunidades
aledañas. Evitar alivios fiscales innecesarios, la desregulación ambiental y social y reforzar
las medidas de fiscalización orientadas principalmente a la prevención de actividades
ilegales. Por último, es importante promover el desarrollo de nuevas tecnologías que
incrementen la eficiencia de los procesos, su resiliencia tras emergencias y su
sostenibilidad.
 Un elemento fundamental, vinculado a todas las recomendaciones previas, es aunar
esfuerzos para preservar la diversidad e integridad de los ecosistemas, respetando sus
fronteras naturales y evitando la fragmentación, degradación y destrucción de hábitats. Esto
constituye una tarea clave para proteger la salud humana, ya que regula la dispersión y
disminuye el riesgo de contagio de las enfermedades zoonóticas.
 La educación y conciencia son factores clave para asegurar un cambio de paradigma con
respeto a la valorización de los recursos naturales. La pandemia ha hecho una división entre
bienes y servicios esenciales y no-esenciales, y un resultado evidente ha sido que la
valoración de una actividad pre-COVID no corresponde a su valor durante la pandemia o
post-COVID, por ej. los trabajadores menos pagados están entre los más esenciales, y lo
esencial (alimentación, salud, agua limpia) muchas veces depende de un uso sostenible de
los recursos naturales y la biodiversidad.

Bibliografía
Actualidad Ambiental (2020), “¿Es posible plantear una nueva moratoria para transgénicos
en agricultura?”, 3 de julio (en línea) https://www.actualidadambiental.pe/es-posible-
plantear-una-nueva-moratoria-para-transgenicos-en-agricultura/ .
BlackRock (2020), “A Fundamental Reshaping of Finance” (en
línea), https://www.blackrock.com/corporate/investor-relations/larry-fink-ceo-letter .
Castro, M. (2020), “Ecuador: polémica tras fusión del Ministerio del Ambiente con
Secretaria del Agua”, 17 de marzo (en
línea), https://es.mongabay.com/2020/03/ecuador-fusion-ministerio-del-ambiente-
senagua-polemica .

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