Lectura Complementaria - Algunasreflexiones
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Lectura Complementaria - Algunasreflexiones
2002
La gestión pública no sólo implica conocimientos, sino también técnicas o habilidades, y valores. Si
cambian los conocimientos, también hoy cambiarán las técnicas o instrumentos utilizables en ella y la
formación requerida a los profesionales de la gestión pública; y los valores a su vez cambiarán y harán
hincapié en algunos puntos relevantes.
El nuevo modelo y cultura postburocrática, pretenden, más que cumplir meramente las normas,
alcanzar resultados cumpliendo misiones, tareas y objetivos; y para ello además del importante papel
que tiene la motivación y el clima laboral en el sector público, aparece la ética pública como un
principio y un valor en alza, para lograr comportamientos deseables de forma voluntaria e interiorizada,
por el deber ser y por una filosofía de servicio a la ciudadanía. Además de lo anterior, la ética pública
constituye un instrumento de la modernización administrativa.
La ética pública no es un tema novedoso, sino permanente, que hoy aparece reforzada como una lucha
contra la corrupción; y que en algunos países como en U.S.A. con motivo del Watergate en 1978 va a
tener un lugar prioritario desde entonces.
La ética “cívica” o de “mínimos”, rescata los elementos comunes de las distintas éticas de máximos y
de ofertas propuestas de vida feliz, y es un conjunto de valores que comparten los ciudadanos
miembros de una sociedad, sean cual fueren sus concepciones de vida feliz y sus proyectos de vida
(CORTINA, 1994).
Las personas que trabajan en una organización, la caracterizan y condicionan ciertamente, siendo
esenciales los valores de éstas y dentro de ellos su concepción de la ética pública, y por tanto también
condicionarán los éxitos y fracasos de las políticas, de las estrategias y de los procesos de
modernización administrativa. Así, entre otros, CROZIER (1996) señala que: “tal y como
dolorosamente he debido aprender a lo largo de estos años, las ideas no son nada sin estrategia. Y una
estrategia carece de sentido, mientras no se disponga de un conocimiento pertinente sobre los únicos
recursos que finalmente cuentan: los recursos humanos”.
OSBORNE y PLASTRICK (1998), tras desarrollar sus tesis y propuestas estratégicas para la
“reinvención del gobierno”, y después de su papel relevante como asesores del gobierno federal
norteamericano en la puesta en práctica del Informe AL GORE, llegan a la siguiente significativa
conclusión: “Por último, la estrategia de la cultura puede comportar el cambio más duro, puesto que se
trata de un cambio que sólo el ciudadano puede hacer. En una sociedad que desdeña a los funcionarios
por considerarlos burócratas holgazanes y egoístas, resulta difícil (no imposible, pero sí difícil) crear
una cultura de corte empresarial, centrada en el cliente y dedicada a la consecución de resultados. Si
queremos tener semejantes organismos, debemos comenzar por tratar a nuestros funcionarios con
El presente artículo forma parte de una obra de próxima publicación titulada Lecciones de Administración y Gestión
Pública Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante.
VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
respeto. Esto exigirá la asunción de unos cambios enormes por parte de nuestros políticos, nuestros
medios de comunicación y nuestros ciudadanos. Pero hubo una época en la que la profesión de
funcionario era considerada hermosa y no hay motivo por el que no pueda ser considerada otra vez de
ese modo. La verdad es que la mayoría de los funcionarios son individuos trabajadores y entregados.
Como ya hemos dicho antes en muchas ocasiones, la mayoría de los funcionarios son buenas personas
atrapadas en los sistemas. Si podemos cambiar estos sistemas y demostrar que el gobierno puede
“generar excelencia”, quizá incluso los medios de comunicación se muestren dispuestos a renunciar a
sus chivos expiatorios favoritos y reconocer el valor de la calidad cuando la vean”.
Como consecuencia de los procesos de modernización en marcha, habría pues cara al futuro, dos
tendencias básicas en las Administraciones Públicas, según Luis F. AGUILAR (1996), que las limitaría
y transformaría: “ La nueva delimitación del ámbito del Estado respecto del mundo privado y social,
recorta y adelgaza a la Administración Pública como conjunto de organizaciones, programas, procesos
y personal. Por otro lado, la nueva forma de cumplir las funciones públicas, que comienza a incorporar
organizaciones privadas y no gubernamentales (lucrativas o no), transforma el ejercicio y el
instrumental administrativos. La primera tendencia de redimensionamiento del Estado impacta en la
dimensión de la cantidad: un Estado reducido conlleva un aparato reducido. La segunda tendencia,
relativa al nuevo patrón de rectoría o gobierno, impacta en la dimensión de la calidad”.
Además, no habría que olvidar también algo clave, como entre otros autores ha señalado CUNILL
GRAU (1999) que: “ sin reforma política en sentido amplio no hay reforma administrativa posible de
traducirse en un cambio real y sostenido a favor de la sociedad. Nosotros creemos que tampoco la
habrá, si no se tiene en consideración que la propia reforma administrativa enfocada también como una
reforma política implica ganadores y perdedores; por ende, constituye un proceso del que cabe esperar
no sólo consensos sino, sobre todo, conflictos y luchas de intereses”.
La ética pública es la señal identificadora de la función pública, que se caracteriza por el servicio
público, o más gratificante, por el servicio al público, que son dos manifestaciones de la misma
disposición general en la medida en que se orienta a la consecución del bien común (RODRIGUEZ-
ARANA, 1993).
Las conductas éticas aunque son diferentes de las jurídicas, se complementan y están dirigidas hacia los
seres humanos. La ética pública o en el sector público, será una manifestación de la ética en general, y
es fundamental por lo anterior en el proceso de cambio de cultura administrativa y de motivación de los
empleados públicos.
Desde este punto de vista, los valores específicos de una Ética de la Función Pública, serán entre otros:
la profesionalidad, la eficiencia, la calidad en el producto final, la atención y el servicio al ciudadano, la
objetividad, la transparencia, la imparcialidad y la sensibilidad suficiente para percatarse de que el
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Según la O.C.D.E. (1997), en todos los países existe una “infraestructura ética”, que implica factores
formales e informales, en función de su cultura política, historia y de su contexto, y de los cuales se
pueden citar como más relevantes, los siguientes: a) el apoyo y el compromiso político; b) el marco
legal existente; c) los mecanismos de formación y de socialización de los empleados públicos; d) los
códigos de conducta aprobados; e) la existencia o no de mecanismos de imputación y de
responsabilidad efectivos; f) el liderazgo adecuado; g) las condiciones de trabajo y el clima laboral de
los empleados públicos; h) la existencia de una sociedad civil activa y vigilante; i) unos sistemas de
control interno y externo de la gestión pública, coordinados y eficaces.
Como causas actuales que favorecen la corrupción pública, podrían citarse entre otras las siguientes: a)
la anomia o falta de valores; b) la mayor fragmentación y diversidad de intereses sociales; c) el poder
de los expertos; d) el individualismo y el egoísmo; e) el consumismo; f) la falta de control y de
transparencia de las nuevas tecnologías; g) la mayor externalización de servicios en el sector público; y
h) la desmoralización y las bajas retribuciones del sector público.
3) El Informe Nolan.
De entre los informes y documentos más conocidos e importantes sobre esta materia en el mundo
occidental, está el Informe NOLAN, denominado así por el Presidente de la Comisión del Parlamento
británico que elaboró en 1994 a petición del entonces primer ministro un documento o informe sobre
“Normas de conducta para la vida Pública”, que afectaba a la ética y al comportamiento de la clase
política y funcionarial de éste país.
Los siete principios de la Vida Pública, según el Informe NOLAN, son los siguientes: a) Desinterés.
Los que ocupan cargos públicos deberían tomar decisiones sólo con arreglo al interés público; b)
Integridad.- Los que ocupan cargos públicos no deberían tener ninguna relación financiera u otra, con
terceros u organizaciones que puedan influirles en el desempeño de sus responsabilidades oficiales; c)
Objetividad.- En la gestión de los asuntos públicos, incluídos los nombramientos públicos, la
contratación pública, o la propuesta de individuos para recompensas y beneficios, los que ocupan
cargos públicos deberían elegir por el mérito; d) Responsabilidad.- Los que ocupan cargos públicos
son responsables de sus decisiones y acciones ante el público, y deben someterse al control que sea
apropiado para su cargo; e) Transparencia. Los que ocupan cargos públicos deberían obrar de la forma
más abierta posible, en todas las decisiones que toman y en todas las acciones que realizan. Deberían
justificar sus decisiones y limitar la información sólo en el caso de que esto sea lo más necesario para el
interés público; f) Honestidad. - Los que ocupan cargos públicos, tienen la obligación de declarar todos
los intereses privados relacionados con sus responsabilidades públicas, y de tomar medidas para
solucionar cualquier conflicto que surja de tal forma que protejan el interés público: g) Liderazgo. Los
que ocupan cargos públicos, deberían fomentar y apoyar estos principios con su liderazgo y su ejemplo.
Además del antes citado Informe, numerosos países occidentales (U.S.A. tiene una “Oficina del
Gobierno de Ética” dependiente del Presidente, y una “Oficina de Consultas Especializadas” para
proteger a los empleados públicos que denuncien presuntos supuestos de fraude y corrupción públicas)
y del tercer mundo; han aprobado normas, han elaborado recomendaciones, han diseñado y
desarrollado cursos de formación de empleados públicos, etc., entre otras medidas; con la finalidad de
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erradicar la corrupción pública, e implantar los valores de la ética pública; siendo una tarea nada fácil,
puesto que en primer lugar ésta se relaciona muy directamente con la tradición y cultura político-
administrativa de cada país; y en segundo término, como todo proceso de cambio, el reforzamiento de
ciertos valores implica tiempo y esfuerzo para su implantación y desarrollo. Ahora bien las normas y
prácticas, para intentar concretar las ideas sobre la ética pública, difieren en los distintos países.
a) las normas de ética para el servicio público deberán ser muy claras.
b) las normas de ética deberán plasmarse en el ordenamiento jurídico en una disposición concreta.
c) una conducta ética debe ser exigida a los empleados públicos.
d) los empleados públicos tienen derecho al conocimiento de sus derechos y obligaciones, cuando
se les exige explicaciones por sus actuaciones indebidas.
e) debe existir un compromiso y un liderazgo político, que refuerce y apoye la conducta ética de
los empleados públicos.
f) el proceso de toma de decisiones, debe ser transparente y permitir la investigación.
g) las líneas generales o maestras de la relación entre sector público y sector privado deben ser
claras.
h) los directivos públicos deben de tener y fomentar una conducta ética.
i) las políticas de gestión, los procedimientos y las prácticas administrativas deben incentivar una
conducta ética.
j) la regulación y la gestión de los recursos humanos, deben motivar una conducta ética.
k) deben establecerse mecanismos adecuados de responsabilidad para el servicio público.
l) deben fijarse procedimientos y sanciones disciplinarias adecuadas, a fin de castigar las
conductas irregulares.
Por último, no quisiera finalizar estas reflexiones sin señalar que en mi opinión, existe una gran
relación entre el contenido de la ética pública y la teoría política. Aspectos de ésta, como la lucha
contra la corrupción, la “razón de Estado”, la garantía de los derechos de los ciudadanos (ya sean
económicos, sociales o políticos) y la justicia (distibutiva, equitativa y solidaria), son también aspectos
y fines, por tanto, de la ética pública.
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VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
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José Manuel Canales Aliende es Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto (Bilbao),
Graduado en Ciencias Empresariales por ICADE de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid) y
Diplomado en Sociología Política por el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, y Doctor en
Derecho por la Universidad Complutense.
En la actualidad es Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de
Alicante, desde julio de 2001. Anteriormente desarrolló su docencia en la Universidad Complutense de
Madrid (Facultad de Ciencias Políticas y Sociología).
Ha sido Profesor Visitante en las Universidades de Georgetown (EEUU), Bath (Reino Unido), Instituto
de Estudios Políticos de Burdeos IV (Francia), Santa María la Antigua (Panamá) y Unifacs (Salvador
de Bahía, Brasil), así como de varias universidades españolas.
Ha participado como profesor en numerosas y diversas instituciones de formación de empleados
públicos en España y en el extranjero.
Ha trabajado como funcionario de carrera en la Administración General del Estado (Ministerios de
Trabajo y Seguridad Social, Sanidad y Presidencia), Comunidad de Madrid (Consejerías de
Presidencia y Hacienda) y en el Tribunal de Cuentas (Secretaría Técnica de la Presidencia).
Secretario del Consejo de Redacción de la Revista “Gestión y Análisis de Políticas Públicas”, editada
por el Instituto Nacional de Administración Pública, así como vocal de varias revistas especializadas.