Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Xi Jinping - Octubre 2015

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

EDICIÓN OCTUBRE 2015 | N°196

EL PRESIDENTE CHINO CONSTRUYE SU IMAGEN

Xi Jinping, ¿un nuevo Mao?


Por Emilie Frenkiel*
Mientras los reajustes de la política económica de la República Popular de China preocupan
al mundo entero, su Presidente se muestra como un justiciero capaz de acabar con las
corrupciones del Partido Comunista y se presenta como un líder de alcance global.

¿Es sensato considerar a Xi Jinping, presidente de la República Popular de China (RPC)


desde hace dos años, como un nuevo príncipe rojo, digno heredero de Mao Zedong? Es lo
que sugieren algunos analistas de Europa y Estados Unidos, tras su cambio de estilo desde
que asumió el poder en marzo de 2013: una puesta en relieve de su persona, un tono más
directo y accesible y maneras más francas y simples. Mucho se habló de un nuevo culto a la
personalidad en torno a la figura de Xi Dada (tío Xi) (1).

Lo que inquieta a los analistas extranjeros, no es el intento de dejar de lado la jerga y


austeridad habituales en el seno de la dirección colectiva del Partido Comunista Chino
(PCC), privilegiando una encarnación desacomplejada y unificada de la autoridad del
Partido en la persona del Presidente. Es más bien el bombardeo mediático del que éste se
beneficia: según China Media Project, observatorio crítico de los medios de comunicación
chinos de la Universidad de Hong Kong, durante los dos primeros años de su mandato su
nombre aparece dos veces más que el de su predecesor –Hu Jintao– en el mismo período en
la sección principal del Diario del Pueblo, órgano mayor del Partido (2). Las puestas en
escena bien orquestadas de Xi jugando al fútbol, disparando un fusil, sosteniendo él mismo
su paraguas o pasando por un pequeño restaurante de pastelitos, y sobre todo de multitudes
en adoración ante él, prueban que este hijo del héroe comunista Xi Zhongxun no es
refractario a la movilización de masas al estilo Mao.

Además, en los últimos meses, las estruendosas declaraciones contra la infiltración de los
“valores occidentales” ocuparon las primeras planas, particularmente cuando el ministro de
Educación, Yuan Guiren, se rebeló contra los manuales importados que promueven el
multipartidismo y desacreditan el socialismo, al declarar que era necesario “evitar a toda
costa difundir los valores occidentales en las clases” (3). A lo que se suman las diatribas
contra algunas empresas estadounidenses (entre ellas Cisco, Apple, Microsoft, Google e
Intel), acusadas de ser “puestos de avanzada del gobierno estadounidense” (4). El
Presidente chino, como sus predecesores y como muchos intelectuales, estimando que una
rápida e incondicional democratización del país podría ser catastrófica (5), expone una
visión esencialista de las “características chinas”: se supone que su historia y su sociedad
hacen que el país no sea apto para el multipartidismo democrático. Así, en un discurso que
pronunció ante el Colegio de Europa en Brujas, explicó que “China ya experimentó una
multitud de sistemas políticos, [que] ninguno funcionó y [que] incluso podrían tener
consecuencias desastrosas si fueran reintroducidos” (6).
También preocupa el control que exhibe Xi sobre los asuntos militares. Así como su
estrategia, consistente en colocar a sus allegados en puestos clave de la defensa, y una
agresividad sin complejos hacia el exterior. Lo atestiguan las actividades y reivindicaciones
en el Mar de China Meridional, que contrastan con la prudencia de los dirigentes desde
Deng Xiaoping, cuya táctica consistía en mantener un perfil bajo y nunca presentarse como
un líder.

El año pasado, en ocasión de su visita a Francia, Xi anunció de manera explícita el


crecimiento del poderío chino haciendo referencia a una profecía de Napoleón: “‘China es
un león dormido que hará temblar al mundo cuando se despierte’. Y bien, el león chino ya
se despertó, pero es pacífico, simpático y civilizado”. Al mismo tiempo precisó su intención
de “hacer escuchar la voz de China e inyectar más elementos chinos en las normas
internacionales” (7).

Autoritarismo creciente

El estilo simple, la promoción de un dirigente fuerte, el culto a la personalidad recuerdan la


época maoísta. Además, como Mao en su época, Xi tiene una opinión formada sobre todo,
incluso sobre cuestiones que no tienen relación con la política: la religión, la educación, el
sueño o la pretendida demasiado extremada sensualidad de la sociedad. Xi llamó la
atención particularmente el pasado diciembre al denunciar la vulgaridad del mundo del arte;
propuso que los artistas fueran “enviados [al campo] todos los años para vivir en contacto
con las masas” a fin de “adquirir un correcto punto de vista sobre el arte” (8) para luego
servir mejor a los valores socialistas, como en tiempos de la Revolución Cultural y del
envío de jóvenes instruidos al campo.

Para ello el Presidente no vacila en recurrir a eslóganes y aforismos del pequeño Libro Rojo
con el fin de llevar adelante su política, lo que su rival caído en desgracia Bo Xilai también
había realizado exitosamente en Chongqing hace algunos años. Así, relanzó la “Línea de
Masas”, principio de participación popular muy apreciado por Mao, según el cual las ideas
dispersas de chinos comunes tenían que ser recolectadas y concentradas por los cuadros
comunistas a través de muchas idas y vueltas. Su campaña insignia de lucha contra la
corrupción apunta a “matar a los tigres y aplastar a las moscas”, es decir a los cuadros de
alto rango y a los cuadros subalternos. Así pues, comparecieron ante la justicia más de
doscientos mil funcionarios: Zhou Yongkang, ex responsable de la Seguridad Interior, el
máximo dirigente chino condenado desde el proceso contra la Banda de los Cuatro (9),
recibió cadena perpetua en junio de 2015. Nadie, incluso entre los “príncipes” o hijos de ex
dirigentes del Partido, parece estar a salvo. Otros cuatrocientos mil han sido sancionados.

Al mismo tiempo, aumentó la represión. El año pasado, cerca de mil personas


pertenecientes a la “sociedad civil” (abogados, militantes feministas, responsables de
asociaciones…) fueron arrestadas (10) –algo nunca visto desde la represión de 1989–. En
los últimos meses el acceso a internet se degradó significativamente, con una conexión a
Google y Gmail más limitada que nunca, a lo que se suma el bloqueo intempestivo de VPN
(Virtual Private Network), el principal salvavidas de los internautas chinos y expatriados
que necesitan un acceso libre a la totalidad de la Red mundial (redes sociales, grandes
medios de comunicación, revistas científicas, etc.). Se constata un manifiesto
endurecimiento de la censura contra los internautas, periodistas, artistas, profesores,
intelectuales.

Asimismo, se cuestiona el principio de dirección colectiva elaborado por Deng Xiaoping,


quien había creado una división del trabajo en el seno del Politburó que fomentaba la
competencia entre facciones y la construcción de coaliciones en el seno del Partido, para
evitar la emergencia de un nuevo hombre fuerte. Xi, por su parte, acumula funciones:
Secretariado General del PCC, Presidencia de la Comisión Militar Central, pero también la
dirección de muchos órganos a cargo de la Seguridad Nacional y de la ciberseguridad. Es
innegable que el Presidente se presenta como el dirigente más autoritario después de Mao.

Si bien no faltan las referencias al Gran Timonel, es importante distinguir los elementos del
maoísmo resueltamente dejados de lado. No se encuentra en la política de Xi la más
mínima utilización del campesinado como base política, ni el aislacionismo, ni el rechazo a
las instituciones mundiales y a la propiedad privada, ni el apoyo a la revolución armada, ni
la iconoclasia o rechazo a las tradiciones chinas, entre ellas el pensamiento confuciano.
Cuando Mao es mostrado como figura tutelar, para Xi se trata especialmente de
incrementar su popularidad revitalizando la legitimidad moral del PCC, apoyándose en el
aura que conservó el ex dirigente entre muchos chinos. En efecto, si en el imaginario
intelectual occidental a menudo se asocia a Mao con la hambruna, una política económica
desastrosa, las persecuciones y el voluntarismo ideológico destructor, en China éste evoca
más bien el poder y la dignidad nacional, la integridad, la igualdad socioeconómica y entre
los sexos y el progreso industrial. Según una encuesta, que por cierto en diciembre de 2013
encomendó el Global Times, diario afín al Partido, el 85% de los chinos interrogados
estimaban que el éxito de Mao prevalecía sobre sus errores y fracasos.

Un “monje Shaolin”

La postura de hombre fuerte del actual Presidente chino adquiere mayor sentido si se la
sitúa en el contexto de crisis profunda e imperativo de modernización que compelen al
equipo dirigente. En efecto, Xi se esfuerza por presentarse como el salvador de la nación
china, respondiendo así a una fuerte demanda formulada por los neoconservadores tales
como el historiador Xiao Gongqin (11) desde comienzos de los años 90. Al movilizar, para
seducir a la población, las técnicas de comunicación perfeccionadas en Europa y Estados
Unidos basadas en la personalización del poder y el carisma (más que sobre un culto a la
personalidad a la soviética), Xi se presenta como un justiciero suficientemente poderoso y
resuelto, que busca sanear el PCC en momentos en que una parte de la población se rebela
ante la amplitud de las desigualdades y la opulencia de los cuadros del Partido y sus
allegados. Lo prueban las ciento cincuenta mil huelgas registradas por año, así como los
debates en la Red china. Xi se exhibe pues como un “monje Shaolin”, justiciero hábil y
poderoso, que oportunamente llega al rescate de una República Popular y un Partido
Comunista a punto de ser arrasados por la corrupción, pero también por la contaminación,
la amenaza terrorista, la inestabilidad en Tíbet, Xinjiang y Hong Kong, el freno del
crecimiento económico, etc.

La estrategia de Xi consiste en presentarse como el hombre providencial, del temple de


Mao, que permitirá a China superar momentos difíciles. Así, insiste sobre la idea de que el
país atraviesa una crisis sin precedentes: “La tarea que incumbe a nuestro Partido para la
reforma, desarrollo y estabilidad del país es más pesada que nunca, y los conflictos,
peligros y desafíos más numerosos que nunca”, declaró ante el Politburó el pasado mes de
octubre (12).

Para responder a esta situación de urgencia, monopoliza algunos elementos del repertorio
maoísta al tiempo que se afirma como un dirigente moderno. La prensa se divirtió con la
puesta online de la pequeña “Aplicación Roja” para smartphones, versión moderna de un
pequeño Libro Rojo, que reúne los pensamientos y poemas favoritos de Xi (13). Su
recepción permite medir de manera indirecta la acogida que le reserva la población china.
Si bien algunos ven allí la sombra de una nueva Revolución Cultural, la aplicación recibió
de los usuarios la puntuación de 3,5 (sobre 5) y figura entre las cinco primeras aplicaciones
educativas descargadas en China. Lo que es muy importante debido a que la mitad de la
población utiliza un smartphone. Una encuesta del Pew Research Center confirmó este
indicador un poco fantasioso: en 2014, el 92% de los chinos interrogados decían confiar en
su Presidente, o sea un 10% más que su predecesor Hu Jintao (14).

Por supuesto, los resultados de dicha encuesta siempre son cuestionables. Pero señalan la
brecha que separa la manera en que los chinos evalúan a sus dirigentes y la de los
observadores exteriores. Lo que hace manifiestamente popular a Xi en distintos sectores de
la sociedad, son sus esfuerzos por imponer aun más a China en la escena internacional
(hecho que complace a gran parte de la juventud) así como su impresionante lucha contra la
corrupción, que demuele la imagen de cuadros del Partido intocables y da la impresión de
acercar a los dirigentes y los ciudadanos comunes. Sin duda, las clases medias y superiores
son más sensibles a su voluntad de proseguir y profundizar la reforma económica. Siempre
y cuando el freno en el crecimiento no afecte sus conquistas (15).

En efecto, el actual secretario general del PCC no puso de ningún modo en entredicho la
cooptación, radicalmente anti-maoísta, de los empresarios capitalistas en el Partido, que el
ex dirigente Jiang Zemin había formalizado con la “Triple Representatividad” (16). Pero
ahora, se trata para él de promover su propio pensamiento más que el de sus predecesores,
con el fin de marcar la historia con nuevas consignas como el “sueño chino” y los “cuatro
objetivos globales”, que teoriza la construcción completa de una sociedad moderadamente
próspera, la profundización de la reforma, el Estado de Derecho y la disciplina en el seno
del Partido.

Esto debería situarlo un escalón por encima de Jiang Zemin y Hu Jintao, a nivel de los
dirigentes del temple de Mao y Deng. Las grandes reformas anunciadas de la política del
hijo único (se autoriza tener un segundo hijo cuando uno de los progenitores es a su vez
hijo único) y de los campos de reeducación por el trabajo (ya se anunció su abolición), que
en 2013 tuvieron grandes titulares, por el momento no son tan radicales como se preveía.
En todo caso hay que cuidarse de generalizaciones, dado que las reformas que emprendió
Xi van en el sentido de una mayor apertura al mercado y a la competencia, y ciertamente no
implican un retorno a la planificación maoísta.

1. Tom Phillips, “Xi Jinping: the growing cult of China’s ‘Big Daddy Xi’”, The Telegraph,
Londres, 8-12-14.
2. Andrew Jacobs y Chris Buckley, “Move Over Mao: Beloved ‘Papa Xi’ Awes China”,
The New York Times, 7-3-15.
3. Sébastien Falletti, “Tour de vis marxiste en Chine”, Le Point, París, 30-1-15.
4. Esas acusaciones estuvieron en portada de un gran semanario económico Zhongguo
Jingji Zhoukan. Véase también Carlos Tejada, “Microsoft, the ‘Guardian Warriors’ and
China’s Cybersecurity Fears”, Wall Street Journal’s Digits, 29-7-14,
http://blogs.wsj.com/digits
5. Parler politique en Chine, les intellectuels chinois pour ou contre la démocratie, Presses
Universitaires de France, París, 2014.
6. Yves Logghe, “Xi Jinging says multi-party doesn’t work for China”, Reuters, 2-4-14.
7. Véase Philip Stevens, “Now China starts to make the rules”, Financial Times, Londres,
28-5-15.
8. Sarah Williams, “Mixed Reaction to China’s Plan to Send Artists to Countryside”, Voice
of America, 12-12-14.
9. El proceso de la Banda de los Cuatro, de la cual formaba parte Jiang Qing, la mujer de
Mao Zedong, tuvo lugar al terminar la Revolución Cultural, durante el invierno 1980-1981.
10. Véase el informe anual de Chinese Human Rights Defenders.
11. Este profesor de Historia de la Universidad Normal de Shanghai es uno de los teóricos
del neoconservadurismo chino tras la represión de junio de 1989.
12. “Xi Jinping ante el Comité Central del PCC” (en chino), Xinhua, octubre de 2014,
http://cpc.people.com.cn
13. Matthew Bell, “Mao had little red book, Xi Jinping has little red app”, Public Radio
International, 9-4-15, www.pri.org
14. “How much confidence do you have in Chinese Président?”, Pew Research Center,
www.pewglobal.org
15. Emilie Frenkiel, “La Chine n’est pas (encore) en crise. Entretien avec Jean-François
Huchet”, La Vie des idées, 28-8-15, www.laviedesidees.fr
16. Teoría elaborada por Jiang Zemin en 2000-2001 según la cual el PCC debe representar
las “fuerzas productivas progresistas”, la “cultura china moderna” y los “intereses
fundamentales de la mayoría de la población” china.

* Sinóloga, profesora en la Universidad Paris Est Créteil, autora de Parler politique en


Chine, les intellectuels chinois pour ou contre la démocratie, Presses Universitaires de
France, París, 2014.

Traducción: Teresa Garufi

También podría gustarte