Cuento Años 90
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NOTA PRELIMINAR
El ciclo sobre narrativa espaola actual comenz el 7 de julio del ao 2003 con el curso de verano Mujeres y Literatura en Castilla-La Mancha. Contamos con la presencia en aquella ocasin de Pilar Pedraza y Enriqueta Antoln, escritoras con entraables vivencias en la ciudad de Toledo. La narrativa de Alicia Gimnez Bartlett, ngela Vallvey y Clara Snchez, escritoras manchegas, fue analizada en las diversas sesiones tanto ponencias como mesas redondas. En el ao 2004 decidimos continuar con el gnero narrativo, considerando el xito obtenido en el primer curso de verano. El ttulo, ltima narrativa espaola y fue Hilario J. Rodrguez, escritor de la ltima generacin, quien inaugur el curso con la Ponencia Hacerse nadie. Posteriormente, Jos Romera Castillo, Nuria Carrillo, Suso de Toro, Luisa Castro, Luis Garca Jambrina, Francisco Daz de Castro y Carlos Castn profundizaron en la teora y prctica de la narrativa actual. El cuento en la dcada de los 90, La narrativa a la busca de una funcin y de sentido, La narrativa de Luisa Castro fueron algunos de los ttulos de las ponencias presentadas. El anlisis de la narracin breve actual fue el objetivo del siguiente curso de verano, Cuento y microcuento en el siglo XXI, celebrado en el mes de julio del ao 2004. Narradores e investigadores desarrollaron durante tres das aspectos destacados del cuento y microcuento en nuestra poca. Andrs Neuman, Care Santos, Marina Mayoral, ngeles Encinar, Epicteto Daz fueron algunos de los ponentes invitados al curso. Dos mesas redondas, Recepcin del relato y microrrelato en nuestra sociedad, Temas y Formas literarias en la narracin breve actual, completaron la programacin de las diversas actividades. Con esta ltima actividad decidimos cerrar el ciclo dedicado a la narrativa actual. En el futuro otros temas, sin olvidar el gnero narrativo, ocuparn nuestra atencin. Como prembulo, sealar que en el verano del ao 2006, la literatura actual volver a ser protagonista en el curso Humor e Irona en la creacin literaria actual. Adems de la narrativa nos ocuparemos de la poesa y teatro. http://www.uclm.es/curve/2006 Estas Actas recogen lo esencial de aquellos tres cursos del 2003 al 2005. La organizacin agradece a la revista digital, La Bitblioteca, su
colaboracin. Finalmente, como Directora de estos cursos, reitero mi agradecimiento a todos los investigadores y narradores que participaron en los cursos de verano de la Universidad de Castilla-La Mancha. Y especialmente, a las personas que han colaborado para que estas Actas se publicasen: Pilar Pedraza, J. Romera Castillo, Nuria Carrillo, Luis Garca Jambrina, ngeles Encinar, Epicteto Daz Navarro, Enriqueta Antoln e Hilario J. Rodrguez. Marina Villalba lvarez
ESTUDIOS
Lo fantstico, ms all del gnero literario Pilar Pedraza.
Escritora. Profesora Titular Universidad de Valencia
Agradezco a la profesora Marina Villalba la oportunidad que me brinda de hablar de mi obra en el contexto de los cursos sobre narrativa espaola contempornea, ltima narrativa espaola, en Toledo, precisamente mi ciudad natal, de la que estoy ausente desde que era nia. Quisiera referirme a mi principal motivo de preocupacin y de goce en el terreno de la escritura: lo fantstico, tanto en la ficcin como en el ensayo.
Segn Zvetan Todorov, la literatura maravillosa o sobrenatural supone la existencia de un mundo terrestre y otro superior espiritual, mientras que la literatura de lo extrao, es aquella para la que slo existe un mundo, el real, en el que pueden ocurrir cosas difciles de explicar pero no necesariamente maravillosas. Lo fantstico supone algo imposible de explicar en el mundo real, pero que sin embargo ha sucedido, o al menos el lector lo ha vivido como tal al identificarse con un personaje. Utilizando esta categora esttica se configura un gnero en sentido muy amplio, dotado de gran contenido latente, que permite la exploracin de las estructuras subconscientes y el tratamiento de temas prohibidos por la censura exterior e interior. Siempre ha habido una literatura tendente a acentuar lo fantstico sobre lo realista, pero los hitos ms importantes han sido la novela gtica del siglo XVIII, el relato fantstico del XIX, el relato expresionista, la literatura moderna del punto de vista, el surrealismo, el realismo mgico latinoamericano y la Nueva Carne del fin del siglo XX. Curiosamente, el siglo XIX, el ms inclinado al realismo, ha sido tambin el que ha producido la mayor cantidad y calidad de literatura fantstica, desde el prerromanticismo hasta el simbolismo. En el XX esta tendencia o gnero se diversific y en gran parte se desvirtu, pero produjo un excelente abanico de posibilidades y procedimientos, ligados sobre todo en la creacin de mundos regidos por unas normas que podan ir ms all de lo que nos haca ver la racionalidad burguesa realista. La literatura fantstica moderna utiliza la memoria ms a fondo que la realista, pues su recuerdo no se limita a lo real, sino que abarca tambin otros mundos,
especialmente interiores, y la posibilidad de jugar creativamente con dos registros: lo objetivo y lo subjetivo, sin necesidad de justificarlos. De m puedo decirles que he escrito novelas ambientadas en el barroco y otras contemporneas, todas ms o menos fantsticas, pero creo que no pertenecen estrictamente a un gnero codificado. En ellas he empleado el mtodo del extraamiento y la reconstruccin de una falsa memoria, falsa a conciencia, hecha de literatura y sensaciones ardientes casi impersonales. No es un camino cmodo ni da resultados que contenten a grandes auditorios, pero no conozco otro. Por otra parte, los materiales de su memoria provienen en gran medida de los libros que le cuando era adolescente, casi una nia, y sobre todo de encuentros felices con tesoros generalmente ocultos en los pliegues de la cultura. En mi primera novela, Las joyas de la serpiente (Tusquets, 1984), ambientada en el siglo XVII, utilic tramas y personajes fantsticos de tradicin romntica para trazar un itinerario inicitico que ha resultado muy del gusto de los adolescentes, aunque no est escrita para ellos en especial. Quiz les atrae la crueldad y el despliegue de mquinas barrocas de carcter alucinatorio, que por cierto estn ancladas en la tradicin histrica sin que por ello la novela sea histrica. Esto se debe a que para la creacin de la atmsfera, la ambientacin y el mundo en el que se mueven los personajes utilic materiales de mi Tesis doctoral de historia del arte, que vers sobre grandes celebraciones y fiestas religiosas del barroco valenciano, y cmo las celebraban los distintos estamentos e instituciones: la Nobleza, los gremios o la Universidad. Deca que no se trata de una novela histrica, sino ms bien gtica, pero quiz la mezcla de ambos registros y el hecho de estar escrita por una joven como entonces era yo,
rebelde y amiga de las vanguardias sigo sindolo-, influy para que mantenga ese especial atractivo para los jvenes. La segunda novela, La fase del rub (Tusquets,1987), est situada en el siglo XVIII, entre un mundo barroco que muere y una modernidad que surge. Su protagonista, la sadiana Imperatrice, es un personaje entre italiano y castellano, libertino e indomable. Me gusta pensar que puede practicarse una pedagoga de la trasgresin y una educacin sadiana, y esa es la filosofa que est en la base y que se desprende de este libro, en el que la asesina es amable y est cerca del lector porque habla en primera persona, mientras que el mundo exterior se narra de forma impersonal. Un joven realizador mallorqun, Antoni Aloy, y yo misma estamos empeados en la tarea, probablemente difcil, de llevarla al cine. La tercera novela de la serie barroca se titula Las novias inmviles (Lumen, 1994) y puede situarse tambin en un tiempo fronterizo entre el Antiguo Rgimen y la Ilustracin. Su tema es el enfrentamiento de creador y criatura, y el deseo de muerte. De tradicin gtica, da expresin a sentimientos modernos, como hicieron en su momento los maestros E.A. Poe y A. Bierce, a los que admiro arrebatadamente, en especial al primero. Ha sido publicada tambin por Valdemar en una antologa de mis relatos titulada Arcano trece (2000), que recoge casi veinte aos de trabajo en el campo de la narrativa breve de carcter fantstico. Lo fantstico contemporneo me interesa, pero me parece bastante difcil de cultivar porque nuestra sociedad no cree en lo sobrenatural ni tiene sentido de lo trascendente. Vivimos en un mundo muy angustioso, un mundo de virtualmente inmortales que un da descubren que tienen cncer y no consiguen dar sentido a su vida ni a su muerte; un mundo de
trasplantes, reproduccin asistida, prtesis prodigiosas e ingeniera gentica. Pero la muerte est ah, y la locura, y la pasin. Por eso es factible un arte fantstico, un arte de la nueva carne. He escrito bastante sobre este mundo curioso, desde dos puntos de vista: el ensayo, y la ficcin. En este sentido destacara un ensayo sobre el cine del realizador canadiense David Cronenberg (La Nueva Carne, Valdemar, 2002), que es quien mejor ha formulado las grandes inquietudes sobre el cuerpo en relacin con la tecnologa de la comunicacin y con la medicina, y dos obras de ficcin: la novela La pequea Pasin (Tusquets, 1984) y Piel de stiro (Valdemar, 1998), en la que aado un ingrediente ms: la parafernalia cotidiana de la poltica, que conozco de cerca por avatares de mi biografa. Ms de quince aos explicando arte griego en la Universidad, varios viajes a Grecia y cierto conocimiento de las fuentes clsicas, estn en la base de mi ltima novela: La perra de Alejandra (Valdemar, 2003), en la que sigo el camino de la fantasa y de la crueldad como mtodos de conocimiento y de disfrute, aunque pueda parecer una novela histrica sobre la cristianizacin del mundo helenstico. Dentro de los temas propios o afines al arte fantstico me interesan las ciudades con alma (Toledo, Praga, Turn), las casas extraas (Malpertuis), los muertos, los monstruos, los animales y las metamorfosis. Ms que los muertos, los que transitan por la frontera entre la vida y la muerte, los que vuelven o los que intentan marcharse y no lo consiguen. En cuanto a los monstruos, todos lo somos. El monstruo es el otro y tambin alguien que est dentro de m. El mal y sus metforas me apasiona como autora y como lectora y espectadora (Paisaje con reptiles, Valdemar, 1997). Desde el punto de vista esttico hay dos aspectos que me
creacin de
En nuestra cultura patriarcal, el otro es tambin la Mujer. Este es uno de los temas que me inquietan y una de las lneas de investigacin en las que trato de orientarme. En este campo he escrito Cat people de Tourneur (La Nau, 2002), La Bella, enigma y pesadilla (Tusquets, 1991), sobre figuras mitolgicas de lo femenino; y Mquinas de Amar (Valdemar, 1998), sobre la Mujer artificial, y un ensayo sobre la Mujer muerta, que lleva por ttulo Espectra. Descenso a las criptas de la literatura y el arte, Valdemar, 2004. En Espaa no hay una gran tradicin de literatura fantstica, aunque s ejemplos histricos singulares. Trabajar en este campo y soportar sus costes es duro para quien desee vivir de la literatura y tener xito en ella. No es mi caso. Afortunadamente, la editorial Valdemar, con la que trabajo desde hace aos, es especializada, prestigiosa y de calidad. Gracias en gran parte a su apoyo voy produciendo exclusivamente lo que me interesa y me gusta, procurando que mi actividad ensaystica y narrativa no se distancien entre s. No quisiera perder el norte de la coherencia y, en lo posible, el placer del texto.
2004 de la Universidad de Castilla La Mancha, sobre la ltima narrativa espaola, bajo la direccin de mi querida amiga y colega Marina Villalba -a quien agradezco su invitacin- y ocuparme de uno de los temas que ocupan mis mbitos de investigacin, el cuento a finales del siglo XX. Como es bien sabido, el gnero narrativo de la cuentstica, aunque ha tenido en todos los tiempos, desde el origen de la humanidad, una recia presencia en las vidas de los hombres y en su espacio cultural, sin embargo, histricamente, su desarrollo ha sido menos floreciente que el de sus hermanas mayores la novela y la novela corta en el mbito literario. Pese a ello, es cierto tambin que ltimamente el cuento ha florecido con inusitada fuerza, tanto en lo concerniente a la creacin como a la atencin crtica que ha merecido. Partiendo de esta base, mis reflexiones se centrarn en lo que ms a mano tengo y mejor conozco, cindome a una seleccin -todo lo limitada que se quiera- de lo que en estos ltimos aos se ha avanzado en Espaa con algunas referencias (pocas) a Hispanoamrica- en el terreno de la creacin, la teora y anlisis literarios sobre esta modalidad de escritura que florece con fuerza, como han puesto de manifiesto diversos estados de la cuestin recientes, referidos especialmente al cuento literario -sobre el que recaer exclusivamente nuestra atencin- en los ltimos aos del pasado siglo XX. Para acotar ms el mbito, sealar que en este trabajo no tendr en cuenta, por limitaciones editoriales, ni el microrrelato que goza, asimismo, de una gran pujanza entre nosotros, ni las numerosas traducciones de cuentos que desde diversas lenguas se han vertido al espaol.
1.- Una seleccin bibliogrfica Como sealaba anteriormente, el cultivo del cuento en la literatura espaola actual goza de un esplendor inusitado1. Nunca, en Espaa, se haba producido tanta cantidad y calidad de relatos breves como a finales del pasado siglo XX e inicios del nuevo. Asimismo, como es obvio, paralelamente a tan recia produccin se ha producido un fuerte inters por su estudio. Por ello, empezar trayendo a colacin unos pocos estudios que, desde mi punto de vista, son muy significativos dentro del panorama de la investigacin sobre la cuentstica en el pas de Cervantes, con el fin de refrescar la memoria, en algunos casos, y ofrecer nueva informacin, en otros. Ni que decir tiene que, por razones de espacio, en esta seleccin me referir exclusivamente a una serie de libros, dejando a un lado, en general, artculos -slo traer a colacin unos pocos-, trabajos recogidos en volmenes, prlogos a libros y antologas, as como tampoco tendr en cuenta los volmenes publicados en estos ltimos aos sobre la obra cuentstica de un autor determinado de diferentes periodos de la literatura espaola2.
Cf. Fernando Valls, El renacimiento del cuento en Espaa (1975-1990), Lucanor 6 (1991), pgs. 27-42; Juan Jos Mills, "Lo que cuenta el cuento. El auge del relato breve", El Pas, 1 de noviembre (1987), pgs. 21-22; Medardo Fraile, "El resurgir del cuento?", nsula 512-513 (1989), pg. 10, etc.
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Como por ejemplo los de ngeles Ezama Gil, El cuento de la prensa y otros cuentos. Aproximacin al estudio del relato breve entre 1890 y 1900 (Zaragoza: Universidad, 1992); Rolf Eberenz, Semitica y morfologa textual del cuento naturalista (Madrid: Gredos, 1989); Brigitte Leguen, Estructuras narrativas en los cuentos de Alarcn (Madrid: UNED, 1988); Jos Luis Martn Nogales, Los cuentos de Ignacio Aldecoa (Madrid: Ctedra, 1984); Epicteto Daz Navarro, Del pasado incierto. La narrativa breve de Juan Benet (Madrid: Editorial Complutense, 1992); Antonio Candau, La obra narrativa de Jos Mara Merino (Len: Diputacin Provincial, 1992); Francisco J. Higuero, La memoria del narrador. La narrativa breve de Jimnez Lozano (Valladolid: mbito, 1993), etc.
1.1.- Para empezar... Al referirse a la teora moderna del cuento literario en Espaa dejando a un lado los estudios sobre narrativa en general en los que se hace alusin a esta tipologa de escritura y a lo que los escritores postulan sobre ella3- es de obligado cumplimento hacer mencin a los pasos dados por Mariano Baquero Goyanes, quien tras haber realizado su tesis de doctorado sobre el cuento espaol del siglo XIX4, se interes por la teora de los gneros narrativos y public, en Argentina, dos breves eptomes sobre Qu es la novela5 y Qu es el cuento6, en la misma coleccin en la que, unos aos antes, Enrique Anderson Imbert publicara El cuento espaol7. Podemos decir, pues, que el breve ensayo de Baquero sera una piedra angular en el inicio del inters terico en Espaa por esta modalidad de escritura. Afortunadamente poseemos una nueva edicin de Qu el cuento8, con un esclarecedor prlogo de Francisco Javier Dez de Revenga, realizado desde la ptica del mtodo del perspectivismo, claro antecedente de los estudios ms formalistas y semiticos. A los trabajos de Baquero Goyanes le han seguido otros muchos sobre los que ahora no puedo detenerme en su totalidad- como puede
Cf. Santos Alonso, Potica del cuento. Los escritores actuales meditan sobre el gnero, Lucanor 6 (1991), pgs. 43-54; Jos M. Pozuelo Yvancos, Escritores y tericos: la estabilidad del gnero cuento, en Carmen Becerra et alii (eds.), Asedios conto (Vigo: Universidade, 1999, pgs. 37-48), etc.
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El cuento espaol en el siglo XIX (Madrid: CSIC, 1949). Una puesta al da de los trabajos de Mariano Baquero Goyanes sobre el cuento la ha realizado su hija, Ana Baquero, bajo el ttulo de El cuento espaol: del Romanticismo al realismo (Madrid: CSIC, 1992). 5 Buenos Aires: Columba, 1961; con otras dos ediciones en 1966 y 1975. 6 Buenos Aires: Columba, 1967; con otra edicin en 1974. 7 Buenos Aires: Columba, 1959; con otras ediciones en Buenos Aires: Marymar, 1979 y Barcelona: Ariel, 1992, 1996. 8 Murcia: Universidad, 1988.
verse en diversos estados de la cuestin9. Ah estn los volmenes, entre otros, de Eduardo Tijeras, ltimos rumbos del cuento espaol10; Erna Brandenberger, Estudios sobre el cuento espaol contemporneo11; Juan Paredes Nez, Algunos aspectos del cuento literario (Contribucin al estudio de su estructura)12; Jos Luis Gonzlez, Papeles sobre el cuento espaol13; Jorge Ferrer-Vidal, Confesiones de un escritor de cuentos14 y otros ms que se podran citar, adems de los que traer a colacin despus15.
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Cf. por ejemplo -adems del libro de Nuria Carrillo y las Actas del SELITEN@T, a los que me referir despus- los trabajos de Catharina V. de Vallejo, "El estado actual de la teora cuentstica en lengua castellana", Lucanor 1 (1988), pgs. 47-60; Fernando Valls, El cuento espaol actual. Bibliografa, Lucanor 6 (1991), pgs. 93-97; Jos Romera Castillo, Panorama del anlisis semitico del cuento en Espaa, en Peter Frhlicher y Georges Gntert (eds.), Teora e interpretacin del cuento (Berna: Peter Lang, 1995, pgs. 103-124) y El cuento, en su obra, Enseanza de la Lengua y la Literatura (Madrid: UNED, 1996, pgs. 167-184); Genara Pulido Tirado, La teora del cuento en la Espaa de los aos noventa. Un balance, en Jos Romera Castillo y Francisco Gutirrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 1993, pgs. 561-577), etc.
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Buenos Aires: Columba, 1969. Madrid: Editora Nacional, 1973. Granada: Universidad, 1986. Pamplona: Hierbaola, 1992. Pamplona: Hierbaola, 1993.
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Sobre el cuento hispanoamericano -fuera del alcance de este trabajo- conviene recordar -adems de las teorizaciones de eminentes escritores, practicantes del gnero, como, por ejemplo, las del dominicano Juan Bosch, Teora del cuento (Mrida, Venezuela: Universidad de los Andes, 1967) o Julio Cortzar, La casilla de los Morelli (Barcelona: Tusquets, 1988, 4. ed., compilacin de Julio Ortega, especialmente los apartados: "Algunos aspectos del cuento", "Del cuento breve y sus alrededores"; adems de "El cuentista", prlogo a la traduccin de Edgar A. Poe, Cuentos (Madrid: Alianza, 1970)- los trabajos de Enrique Anderson Imbert, El cuento espaol (Barcelona: Ariel, 1996); Emilio Carilla, El cuento fantstico (Buenos Aires: Nova, 1968); Mario A. Lancelotti, De Poe a Kafka. Para una teora del cuento (Buenos Aires: Eudeba, 1974); Ral Castagnino, Cuentoartefacto y artificios del cuento (Buenos Aires: Nova, 1977); Edelweis Serra, Tipologa del cuento literario. Textos hispanoamericanos (Madrid: Cupsa, 1978); Carmen de Mora Valcrcel, Teora y prctica del cuento en los relatos de Cortzar (Sevilla: Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1982); Gabriela Mora, En torno al cuento: de la teora general y de su prctica en Hispanoamrica (Madrid: Porra Turanzas, 1985; con 2. ed. corregida y ampliada en Buenos Aires: Albero Vergara, 1993); Ana Rueda, Relatos desde el vaco: un estudio crtico del cuento hispnico contemporneo (Vanderbilt University, University Microfilms International, 1985) con versin impresa: Relatos desde el vaco. Un nuevo espacio crtico para el cuento actual (Madrid: Orgenes, 1992)-; Alfredo Pavn (ed.), El cuento est en no crerselo (Tuxtla Gutirrez: Universidad
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Las revistas tambin han impulsado la investigacin sobre la cuentstica. En primer lugar, quisiera destacar que, en Espaa -adems de la atencin que diversas revistas de diferente cariz han dedicado al cuento-, se editaba, hasta no hace mucho, una extraordinaria publicacin dedicada a esta modalidad de escritura. Me refiero a Lucanor. Revista del cuento literario. La publicacin, patrocinada por la Institucin Prncipe de Viana del Gobierno de Navarra, se edita semestralmente en Pamplona, desde mayo de 1988, regida por Jos Luis Gonzlez y Jos Luis Martn Nogales. La estructura de la revista se compona de dos secciones: Creaciones, en la que se editaban -como se indica en ella- obras inditas de autores que emplean el cuento como una de sus formas habituales de expresin, con la pretensin de ser un escaparate de las diversas tendencias y mtodos narrativos de escritores actuales en la composicin del cuento; e Investigacin, donde aparecen artculos y trabajos centrados en el cuento literario espaol16 e hispanoamericano contemporneo, esencialmente. La
Autnoma de Chiapas, 1986) y Teora y prctica del cuento. Encuentro Internacional 1987 (Morelia: Instituto Michoacano de Cultura, 1987); Catharina V. de Vallejo (ed.), Teora cuentstica del siglo XX. Aproximaciones hispnicas (Miami: Universal, 1989) y Elementos para una semitica del cuento hispanoamericano del siglo XX (Miami: Universal, 1992); Carmen Lugo Filippi, Los cuentistas y el cuento (San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriquea, 1991); Lauro Zavala (ed.), Teoras del cuento I: Teoras de los cuentistas (Mxico: UNAM, 1993; 2. ed., 1995), Teoras del cuento II: La escritura del cuento (Mxico: UNAM, 1995; 2. ed., 1996) y Teoras del cuento III: Poticas de la brevedad (Mxico: UNAM, 1996); Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares (eds.), Del cuento y sus alrededores. Aproximaciones a una teora del cuento (Caracas: Monte vila, 1997; 1. ed., 1993); Enrique Pupo-Walker (ed.), El cuento hispanoamericano ante la crtica (Madrid: Castalia, 1995); Eva Valcrcel (ed.), El cuento hispanoamericano del siglo XX. Teora y prctica (A Corua: Universidade, 1997); Patricio Gayalde Palacios, La interpretacin, el texto y sus fronteras. Estudios de las interpretaciones crticas de los cuentos de Julio Cortzar (Madrid: UNED, 2001); Luis Leal, Historia del cuento hispanoamericano (Mxico: Ediciones de Andrea, 1971), etc. Hay algunas revistas dedicadas a esta modalidad de escritura como, por ejemplo, la mexicana El cuento, dirigida por Edmundo Valds, centrada en el estudio de crtica y teora literaria del gnero. Un panorama bibliogrfico al respecto puede verse en Daniel Balderston, The Latinamerican Short Story an Annotated Guide to Anthologies and Criticism (Nueva York: The Greenwood Press, 1992). Destacar dos nmeros monogrficos: el n. 6 (1991), sobre El cuento en Espaa 1975-1990 y el n. 11 (1994), en el que se recogen las ponencias presentadas en el Grand Sminaire sobre El cuento espaol contemporneo, celebrado en Neuchtel (Suiza), en mayo de 1993, con trabajos
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revista ha jugado un importantsimo papel en el desarrollo del inters por el estudio del cuento literario en Espaa17. Otras revistas, sin estar dedicadas exclusivamente al gnero, han publicado nmeros monogrficos de gran inters sobre el cuento, como, por ejemplo, nsula18, Repblica de las Letras19, Nuevas Letras (Almera)20, Monteagudo (Universidad de Murcia)21, etc.
1.2.- ltimos estudios (una seleccin) A continuacin, har una seleccin de una serie de investigaciones sobre el cuento, de diverso cariz, que han aparecido en Espaa en los ltimos aos.
imprescindibles de Jos Luis Martn Nogales, "El cuento espaol actual. Autores y tendencias" (pgs. 43-67); Irene Andres-Surez, "Notas sobre el origen, trayectoria y significacin del cuento brevsimo" (pgs. 69-82); Marco Kunz, "Cuentos sobre el cuento" (pgs. 83-99); Luis Lpez Molina, "La abandonada en el Rastro un relato ramoniano arquetpico" (pgs. 101-127); Julio Peate Rivero, "Cuento literario y teora de la argumentacin" (pgs. 129-140) y Medardo Fraile, "Ochenta cuentos en busca de su autor" (pgs. 141-156). Para ms datos sobre la revista cf. Carlos Mata Indurin, El cuento en Navarra en los aos noventa, en Jos Romera Castillo y F. Gutirrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 2001, pgs. 91-102, especialmente las pgs. 100-101).
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Cf. especialmente los nmeros monogrficos: el n. 495 (febrero, 1988), sobre El estado de la cuestin. El cuento, I -en el que se recoge una seleccin de ponencias del III Encuentro de escritores y crticos de las lenguas de Espaa-, el n. 496 (marzo, 1988), sobre El estado de la cuestin. El cuento, II coloquio- y el n. 568 (mayo, 1994), coordinado por Fernando Valls, sobre El cuento espaol, hoy -en el que conviene ver, muy especialmente, los trabajos de Jos Luis Martn Nogales, "La edicin y difusin del cuento" y Nuria Carrillo, "La expansin plural de un gnero: el cuento 1975-1993" (pgs. 6-9 y 9-11, respectivamente)-.
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N. 8 (1988), sobre El cuento hoy en Espaa", con el interesante artculo, entre otros, del escritor Fernando Quiones, "Basta de cuentos" (pgs. 66-67).
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Quisiera destacar el volumen colectivo de gran inters de Peter Frhlicher y Georges Gntert (eds.), Teora e interpretacin del cuento22. Tras la Presentacin de los editores (pgs. 7-11), el libro est dividido en cuatro apartados. El primero, dedicado a Estudios tericos (pgs. 13124), contiene los trabajos de Luis Beltrn Almera, "El cuento como gnero literario" (pgs. 15-31); Peter Frhlicher, "Modelos narrativos" (pgs. 32-45); Julio Peate Rivero, "El cuento literario y la teora de los sistemas: propuestas para una posible articulacin" (pgs. 46-65); Elsa Dehennin, "En pro de una narratologa estilstica aplicada al cuento" (pgs. 66-85); Irene Andres-Surez, "El micro-relato. Intento de caracterizacin terica y deslinde con otras formas literarias afines" (pgs. 86-102) y Jos Romera Castillo, Panorama del anlisis semitico del cuento en Espaa (pgs. 103-124). El segundo, est dedicado a El cuento espaol en el Siglo de Oro (pgs. 125-220), con trabajos de Georges Gntert, "Tipologa narrativa y coherencia discursiva de las Novelas Ejemplares" (pgs. 127-150); Aldo Ruffinato, "La ficcin ms all de la muerte (Autor, lector y personaje como 'cibernautas' en la realidad virtual del Persiles)" (pgs. 151-177); Maria Caterina Ruta, "Don lvaro Tarfe entre Cervantes y Avellaneda" (pgs. 178-190) y Pedro Ruiz Prez, "La historicidad del discurso: el carcter oral del cuento no literario (Para la caracterizacin del relato breve en los siglos XVI y XVII)" (pgs. 191-220). El tercero, se centra en El cuento espaol: siglos XIX y XX (pgs. 221417), con trabajos de Leonardo Romero Tobar, "Sobre la acogida del relato fantstico en la Espaa romntica" (pgs. 223-237); Mara-Paz Yez, "Los
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cuentos de La gaviota: punto de partida del discurso literario de Fernn Caballero" (pgs. 238-262); ngeles Ezama Gil, "Datos para una potica del cuento literario en la Espaa de la Restauracin: los prlogos de las colecciones. Otros escritos" (pgs. 263-281); Rafael Rodrguez Marn, "Teora de la lengua y prctica narrativa en los relatos breves de Clarn" (pgs. 282-302); Alan Smith, "Un cuento de Galds: Dnde est mi cabeza? (pgs. 303-321); Ta Blesa, "La puerta giratoria. Sobre un cuento de Ana Mara Moix" (pgs. 322-332); Milagros Cristbal, "La chica de abajo de Carmen Martn Gaite" (pgs. 333-357); Irene Andres-Surez, "Medardo Fraile, maestro en el arte de la evocacin" (pgs. 358-375); Sibylla Laemmel Serrano Dolader, "Contar el poeta: Oscuro dominio de Juan Larrea. Narratividad del poema en prosa" (pgs. 376-393) y Daro Villanueva, "Anlisis narratolgico de un relato enmarcado: El camino de Quita-Y-Pon" de lvaro Cunqueiro" (pgs. 394-417). Y el cuarto, sobre El cuento hispanoamericano (pgs. 419-509), contiene las investigaciones de Jaime Alazraki, "Sobre el gnero literario de El matadero" (pgs. 421436); Pier Luigi Crovetto, "Strutture narrative e segni in El matadero di Esteban Echeverra" (pgs. 437-459); Catharina V. de Vallejo, "El eje paradigmtico como dominante del cuento hispanoamericano y su funcionamiento en Rosa Mara de Rafael Arvalo Martnez" (pgs. 460474); Giovanna Minardi, "La escritura delirante de Julio Ramn Ribeyro" (pgs. 475-487) y Jos M. Pozuelo Yvancos, "Garca Mrquez y el estilo del cuento tradicional" (pgs. 488-509). He querido resear el contenido del libro porque le ser muy til al investigador, ya que, adems del gran inters de los seis estudios primeros dedicados a la teora y estado de la cuestin, en los anlisis de los tres
restantes apartados se encuentran incrustadas unas reflexiones tericas y bibliogrficas dignas de ser tenidas muy en cuenta.
1.2.2.- Las Actas de un Congreso Del 8 al 11 de abril de 1997 se celebr el II Simposio de la Asociacin Galega de Semitica en la joven Universidade de Vigo (Galicia), con el fin de impulsar los estudios sobre la cuentstica tanto en lengua espaola como gallega. Las aportaciones, expuestas en el evento de carcter internacional, fueron recogidas en el volumen de Carmen Becerra et alii (eds.), Asedios conto23. La obra, redactada tanto en una lengua como en la otra, est estructurada en dos partes (aunque no venga especificado tipogrficamente). En la primera, destacan los trabajos de los especialistas invitados que tratan aspectos relacionados con la teora del cuento, segn se puede ver en las investigaciones de Jos M. Paz Gago, Un sculo asediando conto (pgs. 10-14); Gabriela Mora, Alrededor del cuento hispanoamericano (pgs. 15-24); Jos Romera Castillo, Algo ms sobre la enseanza del cuento (pgs. 25-35) y Jos Mara Pozuelo Yvancos, Escritores y tericos: la estabilidad del gnero cuento (pgs. 3748). En la segunda, se recogen las comunicaciones expuestas en el Congreso, de carcter desigual, que se centran, fundamentalmente adems de alguna que otra terica24- en la aplicacin de pautas del marco terico al anlisis de cuentos escritos en espaol, gallego o ingls. El ramillete de trabajos, en conjunto, da muestra, una vez ms, del creciente
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24
Especialmente las de Magdalena Aguinaga Alfonso, Gnero y tipologa del cuento literario (pgs. 49-56); Jos Manuel Garca Rey, En torno al cuento (pgs. 233-238) y Antonio Cid, Contar el cuento: la autorreferencialidad en el cuento espaol (pgs. 239-244).
1.2.3.- El cuento en la dcada de los ochenta Sin duda alguna, el panorama ms completo que traza los ltimos rumbos por los que ha transitado nuestra modalidad de escritura en la penltima dcada del siglo es el de Nuria Carrillo, El cuento en la dcada de los ochenta25. El libro, con un prlogo de Fernando Valls, Nuevas cuentas del cuento (pgs. 9-12), se detiene en el anlisis de los volmenes de relatos breves y est estructurado en tres grandes direcciones: la sociolgica (pgs. 15-56), la potica (pgs. 57-112) y la histrica (pgs. 113228). Como seala la autora, la primera sita al texto en su contexto, tratando de delimitar los pros y los contras del tan mentado auge del cuento26; con la segunda, he pretendido poner sobre la mesa problemas vigentes y sugerencias que con ms propiedad habr de revisar la Narratologa27; la tercera, clasifica un corpus variado28 al que, con el
Madrid / Burgos: F.I.D.E.S.C.U. / Universidad de Burgos, 1997. Con dos apartados: uno, primero, en el que se realiza un Primer acercamiento: una sociedad y una literatura en cambio (pgs. 15-23) y otro, segundo, sobre El cuento, un gnero en auge? (pgs. 23-56), con varios epgrafes: Motivos para el escepticismo (pgs. 23-36) -en donde se estudia La posicin de la crtica (pgs. 23-28), El cauce editorial: la cenicienta de nuestras letras? (pgs. 28-32) y Un potencial lector a la altura de las circunstancias? (pgs. 33-36)-, Entre la euforia y la moderacin. Algunos motivos para el optimismo (pgs. 36-56) -en donde se analiza La expectativa lectora (pgs. 36-40) y Los medios de difusin (pgs. 40-56)-.
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25
De gran inters desde el punto de vista terico al tratar sobre Los difciles lmites del cuento moderno (pgs. 57-60), Un gnero sin nombre (pgs. 61-67) y La potica de los cuentistas de los 80 en relacin con el estado de la cuestin en la crtica hispnica (pgs. 67-112) -en donde la autora hace Algunas puntualizaciones sobre Las dimensiones: un dato no meramente externo (pgs. 67-72), Otras peculiaridades genricas (pgs. 72-84), Las propiedades del contenido (pgs. 85-95), Sobre los finales (pgs. 95-101), Su relacin con otros gneros (pgs. 101-107) y El polimorfismo del cuento espaol de los 80 (pgs. 107-112)-. En las siguientes ramificaciones: Los cuentos fantsticos (pgs. 113-168) a travs de una Introduccin (pgs. 113-119), La ficcin inverosmil (pgs. 119-162) y La ficcin verosmil (pgs. 162-168)-; Los cuentos realistas (pgs. 169-213) y La estilizacin de la realidad (pgs. 213-228).
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27
planteamiento
de
este
trabajo,
resultara
imposible
estudiar
minuciosamente en su diversidad. Adems -sigue sealando la estudiosa-, en el marco de la eclosin del gnero narrativo, el cuento de los 80 diversifica sus posibilidades temticas y formales, en una pluralidad de tendencias y estilos consecuencia tanto de una nueva sensibilidad literaria que afecta por igual a contenidos y expresin, como de la multiplicidad generacional de los escritores que lo cultivaron (pgs. 13-14). Finalmente, la cuarta parte del libro est constituida por un Apndice (pgs. 229-259) de gran inters, en el que el investigador interesado puede encontrar, adems de la Bibliografa citada en el volumen (pgs. 238-254) -una relacin de libros, artculos y prlogos muy completa sobre el tema-, una recopilacin bibliogrfica de Colecciones de cuentos (pgs. 254-258) y Antologas (pgs. 258-259). En suma, la obra de Nuria Carrillo se convierte as en una pieza fundamental dentro del tablero de estudio de la cuentstica en Espaa en la mencionada dcada, que coincide, ms o menos, con la etapa de la transicin poltica, tras la desaparicin del franquismo, en la que Espaa se renov y se actualiz en tantos y tantos rdenes. A esta trayectoria diacrnica, se une la continuacin panormica que establecimos en las Actas del X Seminario Internacional de nuestro Centro de Investigacin, a las que me referir despus, sobre el cuento en la dcada de los noventa.
2.- Investigaciones sobre el cuento en el SELITEN@T Dentro de los objetivos marcados en esta exposicin, me referir, en segundo lugar, al inters sobre el estudio y difusin del cuento que estamos llevando a cabo un equipo de trabajo. En el Centro de
Investigacin de Semitica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologas (SELITEN@T), que dirijo, desde 1991, en la Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED)29 de Madrid -cuyas actividades
(reconstruccin de la vida escnica, escritura autobiogrfica, literatura y teatro y su relacin con las nuevas tecnologas, etc.) pueden verse en la pgina web: http://www.uned.es/centro-investigacion-SELITEN@T-
hemos dedicado atencin a la cuentstica, dentro de nuestro inters por la literatura actual, a travs de diversas iniciativas.
2.1.- Actas de Congresos Internacionales Son varios y variados los Seminarios Internacionales que, anualmente y bajo mi direccin, hemos llevado a cabo30. Uno de ellos, el dcimo, que se celebr en la UNED de Madrid, del 31 de mayo al 2 de junio de 2000, puede leerse en Jos Romera Castillo y Francisco Gutirrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa31, con sesiones plenarias de
Una amplia historia del Centro de Investigacin, realizada por Jos Romera Castillo, puede verse en el n. 8 (1999), pgs. 151-177. Tambin en http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/.
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Cf. adems las Actas de los otros Seminarios: Jos Romera Castillo et alii (eds.), Ch. S. Peirce y la literatura, Signa 1 (1992), Semitica(s). Homenaje a Greimas (Madrid: Visor Libros, 1994) y Bajtn y la literatura (Madrid: Visor Libros, 1995); Escritura autobiogrfica (Madrid: Visor Libros, 1993), Biografas literarias (1975-1997) (Madrid: Visor Libros, 1998) y Poesa histrica y (auto)biogrfica (1975-1999) (Madrid: Visor Libros, 2000); La novela histrica a finales del siglo XX (Madrid: Visor Libros, 1996); Teatro histrico (1975-1998): textos y representaciones (Madrid: Visor Libros, 1999), Del teatro al cine y la televisin en la segunda mitad del siglo XX (Madrid: Visor Libros, 2002), Teatro y memoria en la segunda mitad del siglo XX (Madrid: Visor Libros, 2003), Teatro, prensa y nuevas tecnologas (1990-2203) (Madrid: Visor Libros, 2004) y Dramaturgias femeninas en la segunda mitad del siglo XX: espacio y tiempo (Madrid: Visor Libros, 2005); as como Literatura y multimedia (Madrid: Visor Libros, 1997). Distribucin: visor-libros@visor-libros.com y http://www.visor-libros.com.
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Con reseas de Francisco E. Puertas Moya, en Epos XVII (2001), pgs. 491-194; Irene Aragn Gonzlez, en Signa 11 (2002), pgs. 335-340; Olga Elwes Aguilar, en Epos XVIII (2002), pgs. 558560; Mercedes Carballo-Abengzar, en Bulletin of Hispanic Studies 80.2 (2003), pgs. 282-283 y Felipe Daz Pardo, en Anales de la Literatura Espaola Contempornea 29.1 (2004), pgs. 353-356. Las Actas se completan con los dos trabajos de los investigadores, pertenecientes a nuestro Centro de Investigacin (expuestos en el Seminario Internacional), Felipe Daz Pardo, "Reseas de cuentos
ngeles Encinar (Saint Louis University, Campus de Madrid), Fernando Valls (Universidad Autnoma de Barcelona), Jos Luis Martn Nogales (director de Lucanor y del Centro Asociado a la UNED de Navarra), Nuria Carrillo (Universidad de Burgos), Luis Beltrn Almera (Universidad de Zaragoza) -ms la participacin de la escritora Clara Snchez- y cincuenta y tres comunicaciones32. Sobre el contenido de estas Actas volver posteriormente.
2.2.- Revista Signa El Centro edita, anualmente, bajo la direccin del profesor Jos Romera, la revista SIGNA en dos formatos: a) Impreso (Madrid: Ediciones UNED)33. b) Electrnico: http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/. La revista (en los 13 nmeros editados hasta el momento) ha publicado diversos artculos sobre el cuento34. En el n 11 pueden leerse dos importantes trabajos -claro complemento de las Actas anteriormente citadas-, sobre las reseas de cuentos aparecidas en dos importantes diarios madrileos de difusin nacional en la dcada de los noventa, realizadas por investigadores del Centro: Felipe Daz Pardo, "Reseas de
aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 1991-1995" y Francisco Linares Valcrcel y Dolores Romero Lpez, "Reseas de cuentos aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 1996-1999", Signa 11 (2002), pgs. 71-111 y 113-161, respectivamente (tambin en http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/). 32 Sobre el contenido del volumen puede verse la amplia Presentacin de Jos Romera, en El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 2001, pgs. 9-30).
33
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Como, por ejemplo, el trabajo del terico mexicano Lauro Zavala, "Hacia un modelo semitico para la teora del cuento", Signa 7 (1998), pgs. 357-366 (tambin en http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/).
cuentos aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 1991-1995" y Francisco Linares Valcrcel y Dolores Romero Lpez, "Reseas de cuentos aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 1996-1999"35. Un conjunto bibliogrfico que, sin duda, puede ser de gran ayuda para los interesados en el tema.
2.3.- Publicaciones del director Desde siempre he sentido una predileccin por el gnero de la cuentstica; de ah que, adems de promocionar su estudio, algunas de mis investigaciones han versado sobre esta modalidad de escritura36. Resear algunas de ellas.
2.3.1.-Prlogos En este apartado sealar que, adems del prlogo al libro de relatos, Cuentos de la fascinacin y el misterio cotidiano37, de Felipe Serrano, he realizado tres prlogos a las X ediciones del Premio Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia -sobre el que aadir algo
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En Signa 11 (2002), pgs. 71-111 y 113-161, respectivamente. Trabajos que pueden verse en la pgina web: http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/.
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Entre otras actividades relacionadas con esta modalidad de escritura, resear que he impartido diversas conferencias: "Estructura del cuento popular y su adaptacin literaria", en un Seminario sobre el cuento, celebrado en Madrid, en el Colegio Mayor Isabel de Espaa, del 4 al 6 de febrero de 1980; "Los cuentos de Clarn" (2 conferencias), en la Universidad de Deusto (Bilbao), el 28 de marzo de 1985; "Anlisis semitico del relato breve", en el Romanisches Seminar der Universitt Kiel (Kiel, Alemania), el 14 de junio de 1988; "El cuento en la dcada de los noventa", en el Instituto Cervantes (Nueva York), el 17 de mayo de 2002; "Perspectivas del cuento literario", Departamento de Lnguas e Culturas de la Universidade de Aveiro (Portugal), el 9 de octubre de 2002; El cuento en los noventa, en Toledo, Cursos de verano de la Universidad de Castilla-La Mancha, el 12 de julio de 2004. Asimismo, he dirigido un Seminario sobre El cuento en Espaa, en el Centro Asociado a la UNED de Lanzarote (Arrecife), del 22 de abril al 8 de mayo de 1999.
37
posteriormente-, recogidos en tres volmenes38; as como hice en la Presentacin, al volumen de las Actas de uno de nuestros Seminarios sobre el cuento -ya mencionadas- una sntesis del contenido del mismo39.
2.3.2.- Edicin y estudios de piezas cuentsticas Una atencin especial ha recado en la obra cumbre de uno de los autores de la literatura medieval espaola que mejor cultiv el gnero de la cuentstica. Me refiero a Don Juan Manuel y a su obra El Conde Lucanor. Sobre ella publiqu tres trabajos, recopilados posteriormente en Estudios sobre El Conde Lucanor40, adems de otros a los que me referir despus. Pero ha sido la obra El Patrauelo, del valenciano Joan Timoneda un gran recopilador espaol de cuentos del siglo XVI-, la que ha merecido una pormenorizada investigacin. Adems de la edicin crtica de la mencionada reunin de las veintids patraas41, la recopilacin de diversos trabajos en mi libro En torno a El Patrauelo42, han sido numerosos trabajos dedicados al estudio de algunas de las narraciones breves que articulan el volumen43.
El ingenio las engendr... I y II Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1992, pgs. 5-7); ... Las pari mi pluma... III, IV y V Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1995, pgs. 7-9) y "... Y van creciendo..." VI, VII, VIII y IX Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1999, pgs. 9-18). Jos Romera Castillo y F. Gutirrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 2001, pgs. 9-30).
40 39
38
Cf. Jos Romera Castillo, edicin de El Patrauelo, de Joan Timoneda (Madrid: Ctedra, 1986, 2. ed. corregida y aumentada; Letras Hispnicas, n. 94).
42
41
43
Incluidos en Jos Romera Castillo, Calas en la literatura espaola del Siglo de Oro (Madrid: UNED, 1998, 1. reimpresin, julio de 1999, pgs. 327-502 ).
Asimismo, desde la perspectiva semitica, he analizado dos cuentos de Leopoldo Alas: "Espacio y tiempo, elementos connotadores, en El do de la tos de Clarn"44 y "Anlisis semitico de un cuento de Clarn: El viejo y la nia"45.
2.3.3.- Sobre el marco terico semitico Indicar que sobre propuestas metodolgicas para el comentario de textos del cuento, desde la perspectiva de la semitica, adems de lo reseado en mis estados de la cuestin -a los que me referir despus-, traer a colacin el modelo que desde esta modalidad crtica he realizado en varios trabajos. El primero, en "Teora y tcnica del anlisis narrativo", en el volumen colectivo de Jenaro Talens, Jos Romera et alii, Elementos para una semitica del texto artstico46, en donde, adems del modelo de anlisis, se examina el cuento de Ignacio Viar, Caperucita azul, una versin actualizada del tradicional relato; el segundo, en "Juan Timoneda: Cmo comentar un texto en prosa: la estructura de un relato"47 -sobre la patraa segunda-; y el tercero en "Cmo comentar hoy un texto literario" y "Prctica de comentario de textos: Anlisis del ejemplo VII de El Conde Lucanor", en
En Letras de Deusto 32 (1985), pgs. 199-206 (n. extraordinario sobre 'Clarn. Centenario de La Regenta). En Clarn yLa Regenta en su tiempo (Actas del Simposio Internacional, celebrado en Oviedo, del 26 al 30 de noviembre de 1984) (Oviedo: Universidad / Ayuntamiento / Consejera de Cultura, 1987, pgs. 897-910). Incluido en mi libro, Literatura, teatro y semitica: Mtodo, prcticas y bibliografa (Madrid: UNED, 1998, pgs. 152-172).
46 45
44
Madrid: Ctedra, 1978, pgs. 111-152 (con varias reediciones: 5 ed., 1995; 6 ed., 1999).
47
En Jos Rico Verd (ed.), Comentario de textos literarios (Madrid: UNED, 1980, 2. reimpresin en 2002, pgs. 67-83).
mi obra, Didctica de la Lengua y la Literatura48, en donde se analiza el citado relato de don Juan Manuel. Trabajos que, desde el punto de vista didctico, se complementan con mi participacin en la sesin plenaria del II Simposio da Asociacin Galega de Semitica, "Algo ms sobre la enseanza del cuento"49, sobre el tema monogrfico Asedios conto, celebrado del 8 al 11 de abril de 1997, en la Universidade de Vigo, al que me he referido anteriormente.
2.3.4.- Un estado de la cuestin sobre el cuento en Espaa Como estudioso de la semitica he realizado diversos estados de la cuestin sobre su cultivo en Espaa, como puede verse en mis dos volmenes, Semitica literaria y teatral en Espaa)50 y Literatura, teatro y semitica: Mtodo, prcticas y bibliografa51, en los que se pueden encontrar referencias a los estudios realizados sobre el cuento, desde esta perspectiva metodolgica. Pero ha sido en un trabajo monogrfico en el que he tenido la oportunidad de ocuparme del "Panorama del anlisis semitico del cuento en Espaa", aparecido en el volumen de gran inters de Peter Frhlicher y Georges Gntert (eds.), Teora e interpretacin del cuento52, citado anteriormente. La organizacin del panorama queda establecida del modo siguiente: primeramente, me refiero a los estudios que se han
Madrid: Playor, 1992, 8. ed., pgs. 160-172 y 173-190, respectivamente. Publicado en Carmen Becerra et alii (eds.), Asedios conto (Vigo: Servicio de Publicacins da Universidade, 1999, pgs. 25-35).
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Berna: Peter Lang, 1995, pgs. 103-124 (2. ed., 1996); con una versin ampliada en mi libro, Literatura, teatro y semitica: Mtodo, prcticas y bibliografa (Madrid: UNED, 1998, pgs. 281305).
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realizado sobre aspectos tericos del mismo; en segundo lugar, a los anlisis sobre la cuentstica de la literatura espaola, siguiendo un orden cronolgico (desde la Edad Media a nuestros das); despus, me centro en las investigaciones efectuadas sobre nuestra literatura hermana -la
iberoamericana-; sigo con otras literaturas forneas; paso a continuacin a examinar los estudios sobre la cuentstica popular y folclrica; para terminar con unos apuntes sobre la enseanza del cuento desde esta perspectiva metodolgica. Como podr comprobar el interesado lector, estamos ante una nmina abundante de estudios sobre el cuento (de diversa calidad, como es obvio) en Espaa que, unida a lo que se ha investigado en otros mbitos geogrficos, constituye un corpus de referencia obligada en el espacio de la semitica universal53.
2.4.- Grupo de Investigacin En el seno del Centro, bajo la direccin y coordinacin de Jos Romera Castillo, trabaja un grupo de investigadores sobre el cuento. Adems de las publicaciones y trabajos mencionados, se han llevado a cabo dos Memorias de Investigacin, bajo la direccin de Jos Romera Castillo: El cuento en 'El Pas' (1976-1980), de Felipe Daz Pardo (defendida en la
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Estado de la cuestin que he ampliado en otro posterior, El cuento, en mi libro, Enseanza de la Lengua y la Literatura (Propuestas metodolgicas y bibliogrficas) (Madrid: UNED, 1996, 1999 reimpresin, pgs. 166-184), en el que la selecta (para no indigestar) pero abundante bibliografa que el estado de la cuestin agavilla, est estructurada en tres partes: en la primera, "Fundamentos bsicos" (pgs. 167-174), se traen a colacin los estados de la cuestin, los estudios tericos (producidos en Espaa e Iberoamrica, sobre la cuentstica escrita en espaol, y las traducciones al espaol de la teora) y un manojo de textos de lectura (una serie de antologas de cuentos del siglo XX); en la segunda, "Didctica del cuento" (pgs. 174-177), se recogen propuestas metodolgicas, colecciones para trabajar en clase y cuentos de cine; y en la tercera (pgs. 177-184), se resea una nmina bibliogrfica (selecta) de los estudios ms importantes dedicados estrictamente a la enseanza de la cuentstica, as como una seleccin de antologas de narraciones breves para ser utilizadas en la clase.
UNED, en octubre de 1991) y La narracin oral: aspectos y caractersticas de su renacimiento en la Espaa actual (1992-2004), de Marina Sanfilippo (defendida en la UNED, en septiembre de 2004), que pronto se convertirn en tesis de doctorado.
2.5.- Premio de Relato Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia Por iniciativa ma -bajo mi coordinacin- se han convocado premios de creacin literaria (narracin breve y poesa54), as como teatral, patrocinados por la Universidad Nacional de Educacin a Distancia, desde mi funcin como Decano de la Facultad de Filologa y director del Centro de Investigacin, partiendo de la base de que la Universidad, adems de impartir las enseanzas regladas literarias -en nuestro caso- tiene la necesidad y la obligacin de fomentar la creacin artstica. Para ello, la UNED, anualmente y desde 1990, convoca un premio de cuentos. Hasta el momento se han realizado catorce convocatorias y se han publicado diversos volmenes. Los tres primeros -cuyo ttulo se basa en el clebre enunciado de Cervantes sobre sus Novelas ejemplares-, con prlogo de quien esto suscribe, recogen los relatos breves ganadores y finalistas de las distintas convocatorias: a) El ingenio las engendr... I y II Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1992); b) ... Las pari mi pluma.. III, IV y V
Dentro del panorama de los certmenes poticos espaoles, el Premio Internacional de Poesa Ciudad de Melilla, ocupa un lugar muy destacado. Desde 1994 se inici una segunda etapa del mismo, al ser copatrocinado por la Ciudad Autnoma de Melilla y la UNED. Adems de haber sido miembro de los jurados de diferentes aos, desde el citado ao, la coleccin de Poesa Rusadir -que acoge a los poemarios premiados- inici tambin una segunda etapa, bajo mi direccin, editada por la prestigiosa editorial potica Visor Libros, con un valor aadido: el libro impreso va acompaado de un Disco Compacto (CD) con la grabacin oral del poemario por el poeta ganador.
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Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1995) y c) ...Y van creciendo... VI, VII, VIII y IX Premios de Narracin Breve Universidad Nacional de Educacin a Distancia (Madrid: UNED, 1999)55. En total, en los tres primeros volmenes aparecen publicadas cuarenta y nueve narraciones breves, que corresponden a cuarenta y seis autores, ya que algunos de ellos repiten (de ngel Gonzlez Quesada aparecen tres y de Mara Jess Faria dos). Posteriormente han aparecido otros volmenes: a) X Premio UNED de Narracin Breve 1999. "Ranas" de Jess Jimnez Domnguez... y otros relatos premiados (Madrid: UNED, 2001), otorgado por un jurado compuesto por Jos M. Caballero Bonald, Eduardo Mendicutti, ngeles Caso, Miguel . Perez Priego y Jos Romera Castillo; b) XI Premio UNED de Narracin Breve 2000. "Sin prisa" de Paula Izquierdo... y otros relatos premiados (Madrid: UNED, 2001), segn la decisin del jurado, compuesto por Ana Mara Matute, Josefina Aldecoa, Miguel Munrriz, Jos Romera Castillo y Francisco Gutirrez Carbajo; c) XII Premio UNED de Narracin Breve 2001. "Monlogo del Caf Sport de Enrique VilaMatas... y otros autores premiados (Madrid: UNED, 2002), otorgado por un jurado compuesto por Luis Mateo Dez, Rosa Regs, Juan Gonzlez,
En el prlogo de Jos Romera Castillo (pgs. 9-18) a este tercer volumen se hace un balance de las nueve ediciones del Premio. En la composicin de los diferentes jurados siempre se ha tenido en cuenta que estuviesen representados diversos estamentos de la sociedad cultural espaola. As, miembros de la Real Academia Espaola: Manuel Alvar (III) -entonces Director de la RAE-, Gregorio Salvador (IV), Carlos Bousoo (V), Emilio Lled (VI) y Domingo Yndurin (IX); escritores: Antonio Hernndez (I), Luis Antonio de Villena (II), Clara Jans (II), Javier Satu (III), Jos Mara lvarez (IV), Marina Mayoral (V), Almudena Grandes (VI), Antonio Prieto (VII), Clara Snchez (VII), Luis Alberto de Cuenca (VIII) -director de la Biblioteca Nacional- y Jos Mara Merino (IX); crticos y periodistas (algunos de ellos tambin escritores): Rafael Conte (I), Mariano Antoln (II), Blanca Berastegui (III), Javier Alfaya (IV), Manuel Hidalgo (V), Juan Cruz (VI), Miguel Garca-Posada (VII), Laura Freixas (VIII), Juan Carlos Laviana (VIII) y Carmen Rigalt (IX); as como el editor, Jess Garca Snchez -Chus Visor- (I). En todas estas convocatorias han sido miembros del jurado, en representacin de la UNED, Miguel ngel Prez Priego y Jos Romera Castillo (que actu como Secretario o Vocal), catedrticos de Literatura Espaola.
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Jos Romera Castillo y F. Gutirrez Carbajo; d) XIII Premio de Narracin Breve 2002. "Sorda, pero ruidosa" de Enrique de Hriz... y otros autores premiados (Madrid: UNED, 2003), otorgado por un jurado compuesto por Carmen Iglesias, Carme Riera, Ignacio Echevarra, Miguel . Prez Priego y Francisco Gutirrez Carbajo56; e) XIV Premio UNED de Narracin Breve 2003. El nudo conyugal de Fernando Conde Parrado... y otros autores premiados (Madrid: UNED, 2004), fallado por un jurado formado por Francisco Rico, Manuel Rodrguez Rivero, Jos Romera Castillo, M. . Prez Priego y F. Gutirrez Carbajo. El XV Premio de Narracin Breve 'UNED' (2004) lo otorg un jurado compuesto por Luis Mateo Dez, Javier Goi, Jos Romera Castillo, M. . Prez Priego y F. Gutirrez Carbajo (en prensa). Me interesa destacar que el premio -con diversas ramificaciones temticas y estilsticas- ha sido ganado por escritores consagrados, como es el caso de Enrique Vila-Matas (XII), Juana Salabert (IX) o Paula Izquierdo (XI); en otras ocasiones, los premiados haban participado, con anterioridad -salvo contadas excepciones-, en diversos certmenes y haban incursionado tambin en el gnero de la narrativa y poesa, sobre todo; o son aficionados que dan sus primeros pasos en el terreno del cuento. Algunos de los que obtuvieron algn accsit -como Juan Manuel de Prada, con "Invitacin al banquete"; Eloy Tizn, con "Villa Borghese" incluido en su libro, La velocidad de los jardines57, etc.- triunfaran con el tiempo en el mbito de la literatura. En sntesis -he de decirlo-, constituye para m una gran satisfaccin,
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Los volmenes de los premios X-XIII llevan prlogo de Francisco Gutirrez Carbajo. Barcelona: Anagrama, 1992.
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que la idea propuesta, en 1989, al equipo rectoral de entonces -mimada con esmero por los posteriores-, dentro del radio de accin de la Facultad de Filologa y en el seno del SELITEN@T, haya tenido una trayectoria literaria, cuajada de granados frutos. Trayectoria que, sin duda alguna, habr que tener en cuenta tambin a la hora de estudiar el panorama del cuento actual en Espaa58.
3.- Algunas notas sobre el cuento en Espaa en los aos noventa Con un propsito de sntesis, tratar en este apartado sobre algunos rasgos que ha generado el cuento escrito en Espaa en el final del siglo XX y principios del XXI. Para ello, me centrar en algunos aspectos -no todosplasmados en el volumen de Jos Romera Castillo y Francisco Gutierrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa59 que, como he citado anteriormente, recoge las sesiones plenarias y las cincuenta y tres comunicaciones -tras previa seleccin- del X Seminario Internacional de nuestro Centro de Investigacin de Semitica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologas. Aunque el lector interesado puede encontrar una
pormenorizada gua de lectura del volumen en la Presentacin de Jos Romera Castillo (pgs. 9-30), resear, a continuacin, una breve relacin de los trabajos que lo articulan.
Para ms datos sobre este Premio, pueden verse -adems del "Prlogo" de Jos Romera Castillo en el volumen tercero (1999), ya citado- el estudio del miembro del equipo del SELITEN@T, Francisco Ernesto Puertas Moya, "El Premio de Relato Breve UNED: diez aos de historia(s)" (especialmente) y las referencias que hace del mismo Nuria Carrillo Martn, "Las antologas del cuento espaol en los noventa", en Jos Romera Castillo y F. Gutirrez Carbajo (eds.), El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 2001, pgs. 103-114 y 51, respectivamente). 59 Madrid: Visor Libros, 2001.
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3.1.- Sntesis de las Actas La obra se estructura en dos grandes apartados. El primero, Sobre el cuento (pgs. 31-635), se haya fraccionado en diferentes secciones: sobre el cuento (en) espaol (estudios panormicos, mujeres y cuentos, anlisis de autores y obras y cuentos de cine y cine de cuentos), relatos breves en diversas lenguas y aspectos tericos; y el segundo, Sobre el microrrelato (pgs. 637-742), se divide, a su vez, en varios apartados: Panoramas y anlisis de obras, as como aspectos tericos. Vayamos por partes. Por lo que respecta a la primera parte, dedicada al cuento (pgs. 31635), el investigador podr encontrar estudios agrupados bajo diversos rtulos. El primero de ellos versa Sobre el cuento (en) espaol (pgs. 33127) y est dividido en cuatro epgrafes: Estudios panormicos (pgs. 33-127) consta de siete interesantes trabajos. Los tres primeros, constituyen un panorama de la cuentstica en la Espaa de los noventa, a travs de las aportaciones de Jos Luis Martn Nogales (UNED de Navarra y director de Lucanor), "Tendencias del cuento espaol de los aos noventa" (pgs. 35-45), quien realiza un atinado estado de la cuestin de esta modalidad de escritura en el contexto literario de fin de siglo y las diversas tendencias que imperan en su seno, estableciendo que el cuento, en este periodo, se caracteriza por "la diversidad de frmulas, tcnicas, actitudes narrativas, temas y estilos". Por su parte, Nuria Carrillo (Universidad de Len) -autora del excelente estudio, El cuento literario espaol en la dcada de los 80, ya citado-, en "Las antologas del cuento espaol en los noventa" (pgs. 47-66), examina la funcin destacada que han representado las numerosas recopilaciones de cuentos, aparecidas en este periodo, con sus diversas modalidades, para
"contemplar el paisaje que dibuja actualmente el gnero, sus variedades y claroscuros. Y Antonio Domnguez Leiva (UNED), en "La violencia y lo macabro en la joven cuentstica de los noventa" (pgs. 67-78), estudia ambos temas en la esttica juvenil (tan prxima al realismo sucio), pasando revista a las violencias neorrealistas y a la esttica culturalista de la violencia que aparecen en las obras del gnero. Dos investigaciones se centran en el examen de la cuentstica en dos Comunidades Autnomas espaolas. En el de M Teresa Bermdez Montes (Universidad Autnoma de Barcelona) y Xos M Dobarro Paz (Universidade da Corua), "Tradicin y actualidad del cuento gallego" (pgs. 79-90), se realiza un estado de la cuestin del cultivo de esta modalidad de escritura en la ltima narrativa en gallego, que "se presenta rico, plural y abierto a la esperanza", a travs de la convocatoria de diversos premios y la promocin del gnero por distintas editoriales. Y en el estudio de Carlos Mata Indurin (Universidad de Navarra), "El cuento en Navarra en los aos noventa" (pgs. 91-102), se traza un panorama del gnero en esta Comunidad Autnoma para "apreciar las novedades temticas y formales que aportan los escritores navarros". Sobre los galardones de cuentos que tanto proliferan en Espaa en estos ltimos aos, Francisco Ernesto Puertas Moya (Grupo de Investigacin del SELITEN@T), examina "El Premio de Relato Breve UNED: diez aos de historia(s) (pgs. 103-114) -que amplia el estudio de Jos Romera Castillo, ya citado-; mientras que Pilar Vega Rodrguez (Universidad Complutense), en "Tipologa de los cuentos publicados en Blanco y Negro: la dcada de los noventa" (pgs. 115-127), estudia el repertorio de esta modalidad narrativa, aparecido en el semanario de ABC,
que pone de manifiesto, de un lado, las variadas tendencias y estilos, a travs de diversos textos de diferentes autores, y de otro, la labor de impulso de la prensa en el auge del gnero. El segundo epgrafe, dedicado a Mujeres y cuentos (pgs. 129217), consta de otros siete trabajos, realizados desde diversas perspectivas. ngeles Encinar Flix (Saint Louis University, Campus de Madrid), en "Escritoras actuales frente al cuento: autoras y tendencias" (pgs. 129149), hace un exhaustivo estado de la cuestin tanto de las escritoras como sobre la variedad de corrientes cultivadas en la dcada, con una interesante relacin bibliogrfica de las antologas y volmenes de cuentos de autoras espaolas, publicados desde 1990 a 1999; ampliacin que realiza Alicia Redondo Goicoechea (Universidad Complutense), en su trabajo "Para un catlogo de las escritoras espaolas de cuentos en castellano en los aos noventa" (pgs. 151-166). Nuria Prez Garca (Grupo de Investigacin del SELITEN@T), en "Cuentistas espaolas de los noventa en Italia: las traducciones" (pgs. 167-176), estudia esta modalidad narrativa, dentro del creciente inters que la literatura espaola despierta en el pas hermano. Mercedes Alcal Galn (Universidad de Wisconsin-Madison), en "Mujeres ante el espejo. Cuentos de escritoras espaolas sobre madres e hijas" (pgs. 177-186), analiza dos relatos breves (de Almudena Grandes y Carmen Martn Gaite), incluidos en la antologa de Laura Freixas (ed.), Madres e hijas60. Los restantes trabajos se detienen en el anlisis de obras de diferentes escritoras: Bettina Pacheco Oropeza (Universidad de los Andes, Venezuela), estudia "Las imgenes del cuerpo
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en Modelos de mujer61, de Almudena Grandes" (pgs. 187-195); Francisco Javier Higuero (Wayne State University), analiza las "Segmentariedades desterritorializadas en Mujeres solas62, de Adelaida Garca Morales" (pgs. 197-206) y Carolina Fernndez Rodrguez (Universidad de Oviedo), en "El cuento de hadas como germen de la novela finisecular: Red Shoes (1998) y La reina de las nieves (1994)" (pgs. 207-217), examina el paralelo germen cuentstico de las novelas de la australiana Carmel Bird y de la espaola Carmen Martn Gaite. Como continuacin de estos ltimos trabajos, el tercer epgrafe de este apartado lo componen catorce investigaciones dedicadas al Anlisis de autores y obras (pgs. 219-413). Diez de ellas examinan, desde diversas perspectivas, diversos relatos de diferentes escritores espaoles63 y otras
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Cf. Asuncin Castro Dez (Universidad de Castilla-La Mancha), "La escritura autorreflexiva de Bernardo Atxaga / Joseba Irazu" (pgs. 219-228); Noem Montetes Mairal (Universidad de Barcelona), "Juan Bonilla, el que enciende la luz" (pgs. 229-241); ngel-Raimundo Fernndez (Universidad de Navarra), "Un ciclo de cuentos para La ruina del cielo, de Luis Mateo Dez" (pgs. 243-256) y Alicia Molero de la Iglesia (Grupo de Investigacin del SELITEN@T), "El narrador psicolgico de Javier Maras" (pgs. 257-266). Tres trabajos se dedican a la cuentstica de Jos Mara Merino: Jos Luis Charcn Palacios (Universidad de Len), "Temas y modelos clsicos de la literatura fantstica en los cuentos de Jos Mara Merino" (pgs. 267-276); Natalia lvarez Mndez (Universidad de Len), "Simbologa espacial en El viajero perdido, de Jos Mara Merino" (pgs. 277-285) y Jos Manuel Trabado Cabado (Universidad de Len), "La memoria hecha relato. Escritura especular y esquizofrenia narrativa en 'El hechizo de Iris', de Jos Mara Merino" (pgs. 287-297). El resto de los trabajos se centran sobre otros autores y obras: Araceli Caedo (Universidad de Zurich), "Una estructura existencial y metaliteraria en 'Las aguas del olvido', de A. Muoz Molina" (pgs. 299-309); Fidel Lpez Criado (Universidad de A Corua), "Criptograma, criptomnesia y mythos en Camino de Etiopa, de Jos Luis Olaizola" (pgs. 311323); Eduardo A. Salas Romo (Universidad de Jan), "La razn narrativa de Antonio Pereira (notas a propsito de Las ciudades de Poniente)" (pgs. 325-332); Alfredo Martnez Expsito (University of Queensland, Australia), "La cuentstica del lvaro Pombo" (pgs. 333-345); Emilia Ochando Madrigal (Grupo de Investigacin del SELITEN@T), "El humor y la stira en El silencio del patinador, de Juan Manuel de Prada" (pgs. 347-353); Francisco Vicente Gmez (Universidad de Murcia), "Entre la memoria y los objetos. Itinerarios del cuento hispnico: Manuel Rivas" (pgs. 355-365) y Eduardo Martnez Rico (Universidad Complutense), "Francisco Umbral, teora y prctica del cuento: Historias de amor y Viagra" (pgs. 367-375).
cuatro versan sobre textos de escritores iberoamericanos64. El cuarto epgrafe, dedicado a Cuentos de cine y cine de cuentos (pgs. 415-463), se compone de tres investigaciones sobre las relaciones del cuento con el cine (temas y tcnicas flmicas como soporte de narraciones cortas, guin y textos literarios), as como de la plasmacin cinematogrfica de algunos cuentos65. La segunda seccin de esta primera parte, compuesta por siete trabajos, versa Sobre cuentos en diferentes lenguas (pgs. 465-544). Dos de ellos se centran en la cuentstica de dos literaturas muy poco conocidas, en general, en Espaa: Antnia Canilles (Universitat de Valncia) y Vibha Maurya (University of Delhi), "El susurro de los confabuladores (Sobre el cuento indio actual)" (pgs. 467-479) e Inma Prez Rocha, "El cuento en la literatura checa de la dcada de los noventa: de la clandestinidad a la oficialidad" (pgs. 481-491). Cuatro investigaciones examinan cuentos
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Los tres primeros se centran en el estudio de tres autores y obras: la nouvelle "Taratuta, de Jos Donoso: un arte de la paradoja" (pgs. 377-385), la analiza Nadine Dejong (Universit de Lige); "Mara dos prazeres": un cuento peregrino de Gabriel Garca Mrquez" (pgs. 387-396) lo examina Eva Morn Arroyo (Universidad de Granada) y "El proceso escritural en la cuentstica de Orlando Chirinos" (pgs. 397-403) lo estudia Rafael Jos Alfonzo (Universidad de los Andes, Venezuela) a travs de diversos libros del escritor venezolano. Finalmente, Carmen Virginia Carrillo (Universidad de los Andes, Trujillo), en "Sobre el cuento venezolano en la dcada de los noventa" (pgs. 405-413), examina cuatro obras de otros tantos escritores del pas, como botones de muestra seeros.
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Cf. Francisco Gutirrez Carbajo (Vicedirector del SELITEN@T), en "Antologas de cuentos de cine (dcada de los noventa)" (pgs. 415-437), estudia tres recopilaciones de relatos breves que versan sobre aspectos cinematogrficos: la de Rafael Utrera Macas (ed.), De Baroja a Buuel. Cuentos de cine (Madrid: Libros Clan, 1999); y las dos antologas del cineasta Jos Luis Borau (ed.), Cuentos de cine (Grandes narradores celebran el primer siglo del cine) (Madrid: Alfaguara, 1996) y Cuentos sin cmara (Madrid: Alfaguara, 1999) -con textos de directores de cine: Pedro Almodvar, Alejandro Amenbar, Jaime de Armin, Jos Luis Borau, Isabel Coixet, Fernando Fernn-Gmez, Jos Luis Garci, Chus Gutirrez, Manuel Gutirrez Aragn, Alex de la Iglesia, Santiago Segura, Gonzalo Surez, David Trueba y Rosa Vergs-. Otros dos trabajos versan sobre adaptaciones cinematogrficas de relatos breves: Rosa Ana Martn Vega (I.E.S. de Arvalo), "Anlisis textual de un cuento con varios cuentos: La lengua de las mariposas" (pgs. 439-450) y Emilia Corts Ibez (UNED, Albacete), "Relato y cine: Mi nombre es Sombra, de Gonzalo Surez, y Cachito, de Prez Reverte" (pgs. 451-463).
escritos en diferentes lenguas romnicas (portugus, italiano66 y francs67). Quisiera destacar el trabajo de Teresa Hernndez Fernndez (UNED), quien, en "Un paradigma moderno para el cuento espaol: Jos Saramago" (pgs. 493-506), tras examinar las constantes de la novelstica del portugus, afincado en Lanzarote, se detiene en seis relatos (cinco de ellos, incluidos en Casi un objeto68, y el sexto, en una edicin destinada a Centroamrica, El cuento de la isla desconocida, de 1998): "Silla", "Embargo", "Reflujo", "Cosas", "Centauro" y "Desquite", como muestra de la modernidad del cosmos literario del Premio Nobel. A la narracin escrita en ingls se dedica el trabajo de Mara del C. Prez Dez (Universidad de Len), "Cuentos infantiles polticamente correctos: el gnero cuentstico en la Norteamrica finisecular" (pgs. 535-544). La tercera seccin de la primera parte tiene un gran inters, ya que se centra en el estudio de algunos Aspectos tericos (pgs. 545-635) sobre el cuento. Destacan, en primer lugar, dos trabajos: el de Luis Beltrn Almera (Universidad de Zaragoza), "Pensar el cuento en los noventa" (pgs. 547-560), en donde examina el intenso auge de la reflexin terica sobre esta modalidad de escritura (una vez que el concepto gnero ha sido dinamitado), en tres direcciones: el eclecticismo, el escepticismo -sntomas de la crisis del pensamiento contemporneo en las disciplinas humansticas- y el teoricismo, postulando -como hicieran Cortzar e I.
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Cf. Flavia Cartoni (Universidad de Castilla-La Mancha), "Contar a ritmo de jazz: Novecento, de A. Baricco" (pgs. 507-513).
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Cf. Esther Laso y Len (Universidad de Alcal), "El cuento regional francs en la dcada de los noventa: Thalie de Molnes" (pgs. 515-522) y Ana I. Labra (Universidad de Alcal), "El cuento recupera la voz. Un cuento de Desplechin en la clase de francs" (pgs. 523-533).
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Calvino- una teora viva del cuento; y el de Genara Pulido Tirado (Universidad de Jan), quien en "La teora del cuento en la Espaa de los aos noventa. Un balance" (pgs. 561-577) realiza un esplndido estado de la cuestin de los esfuerzos realizados por la crtica, en Espaa, para conocer mejor lo que es y significa la cuentstica en estos ltimos aos. Le siguen otras investigaciones de Antonio Garrido Domnguez (Universidad Complutense), sobre "Modelos de ficcin en el cuento" (pgs. 579-587); Mara del Carmen Ruiz de la Cierva (Universidad Autnoma de Madrid), sobre "El proceso de intensionalizacin en la estructura del cuento actual" (pgs. 589-599); Kurt Spang (Universidad de Navarra), sobre "Aspectos genricos del cuento epistolar" (pgs. 601-607) y Margarita Iriarte Lpez (Universidad de Navarra), sobre "Libros o ciclos de cuentos? Algunos casos recientes" (pgs. 609-618). Finalmente, Eugenio Maqueda Cuenca (Universidad de Jan) estudia el "Cuento frente a relato borgiano. Nociones tericas" (pgs. 619-625) y Francisco Abad (UNED) trata "Sobre 'contar', 'cuento' y 'novela'" (pgs. 627-635). La segunda parte del volumen, Sobre el microrrelato (pgs. 637742), est destinada al estudio de una modalidad de escritura que, en espaol, tiene una prctica muy esplendorosa en la actualidad. Esta parte est dividida en dos grandes apartados. En el primero, sobre Panoramas y anlisis de obras (pgs. 639-700), resaltar, entre otras69, las que realizan Fernando Valls (Universidad Autnoma de Barcelona), en "La 'abundancia
Dos investigaciones se centran en el anlisis de un libro y de un microrrelato: las de Jos Ignacio Gonzlez Hurtado (Universidad de Castilla-La Mancha), "Las historias mnimas de Javier Tomeo" (pgs. 675-682) y Rita Catrina Imboden (Universidad de Zrich), "'La esfinge' en Misterios de las noches y los das, de Juan Eduardo Ziga" (pgs. 683-691). Finalmente, Concepcin Bados Ciria (Universidad de Alcal), en "Estado actual de la minificcin latinoamericana: antologas ms recientes" (pgs. 693-700), examina una serie de recopilaciones publicadas en este periodo sobre esta modalidad de escritura en Amrica.
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justa': el microrrelato en Espaa" (pgs. 641-657), donde analiza los problemas de la denominacin del gnero y su posible tradicin literaria propia, tanto en la literatura universal como en la escrita en castellano (Ramn Gmez de la Serna, Juan Ramn Jimnez, Juan Eduardo Cirlot, Max Aub, Ana Mara Matute, Ignacio Aldecoa, Camilo Jos Cela, Gonzalo Surez y Jos ngel Valente; as como en la literatura hispanoamericana: Rubn Daro, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Julio Cortzar, Augusto Monterroso, Juan Jos Arreola, etc.) y sus caractersticas especficas; e Irene Andres-Surez (Universidad de Neuchtel), en "Tendencias del microrrelato espaol" (pgs. 659-673), establece tres grandes categoras en el gnero (los textos con predominio del elemento puramente narrativo, los microrrelatos metaliterarios -textos hbridos en los que se mezcla lo narrativo con lo especulativo o terico- y los textos dramticos, concebidos segn tcnicas teatrales), consignando, adems, que los microrrelatos, dentro de la variedad de tendencias que se integran en su seno, pueden ser lricos, humorsticos, humorsticofantnticos, etc. En el segundo apartado, tres investigaciones se centran en algunos Aspectos tericos (pgs. 701-742) del microrrelato, al relacionar esta modalidad de escritura con el poema en prosa70, la ancdota71 y la fbula72. En sntesis, el investigador interesado en la cuentstica, tanto en su
Cf. Carlos Jimnez Arribas (Grupo de Investigacin del SELITEN@T), "Minicuento y poema en prosa: un esbozo comparativo" (pgs. 703-711). Cf. Pilar Tejero Alfageme (Universitt Jena, Alemania), "Ancdota y microrrelato: dos gneros literarios?" (pgs. 713-728). Cf. Enrique Turpin Avils (Universidad Autnoma de Barcelona), "El gnero fbula en los noventa: inflexiones y propuestas" (pgs. 729-742).
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forma ms extensa como brevsima, tiene en este volumen un asidero importante por los anlisis e informaciones que en el mismo se contienen y, adems, por las muchas perspectivas que abre.
3.2.- Algunos rasgos genricos Sin nimo de exhaustividad, a travs de lo anteriormente reseado, teniendo como base las Actas del Seminario Internacional del SELITEN@T -que acabo de describir-, podemos sealar algunas pautas de la situacin del cuento en la Espaa de la ltima dcada del siglo XX.
3.2.1.- Algunas notas de sociologa literaria Desde el punto de vista de la relacin de la literatura, en general, con el mercado hay que tener en cuenta lo que apuntaba en nuestras Actas Jos Luis Martn Nogales (2001: 35-37)73. Segn datos del ISBN, en 1998, se publicaron en Espaa ms de 60.000 volmenes, de los que unos 10.000 correspondieron a los diversos gneros literarios. La novela fue la que se llev el gato al agua. La poesa y el teatro quedan relegados a larga distancia. Otro tanto ocurre con el cuento -ocurra, ya que la situacin est cambiando en los ltimos aos-. Para analizar el proceso, es preciso tener en cuenta unas circunstancias muy concretas: de un lado, los grandes grupos editoriales (Planeta, Santillana, Beterlsman, etc.), cuyo objetivo fundamental son las ganancias econmicas, promocionan -porque vendenlas colecciones de "relatos de un autor reconocido, que tiene ya unos lectores consolidados y, sobre todo, cuando renen recopilaciones
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Cf. adems el trabajo de Jos Luis Martn Nogales, "La edicin y la difusin del cuento", nsula 568 (1994), pgs. 6-9.
antolgicas" (las diacrnicas o historicistas, las de autor y las temticas -de madres e hijas, de humor, de terror, de cine, etc.-); quedando las pequeas editoriales (como Lengua de Trapo, Trieste, Valdemar, Huerga & Fierro, etc. ms las regionales: Xordica de Zaragoza, Basarai de Vitoria, Aguaclara de Alicante, Olaeta de Palma de Mallorca, etc.) con los objetivos "de descubrir autores, de mantener abierto el cauce editorial para escritores desconocidos y de servir, en la mayora de los casos, como medio editorial del cuento literario". Este hecho, un tanto negativo en el sentido de la difusin, ha generado factores positivos; lejos de la presin mercantilista el escritor de cuentos se ha visto "libre de la presin del mercado", al no estar obligado "a generar expectativas de comerciales", por lo que el cuento se ha convertido en la dcada en "un espacio de innovacin y bsqueda, en un lugar de experimentacin, en una mirada inslita, original y novedosa de la realidad" (Martn Nogales, 2001: 37). El cuento, adems, ha incentivado su creacin y, sobre todo, su difusin gracias a la labor de las antologas, como ha visto muy bien en nuestras Actas Nuria Carrillo Martn (2001: 47-66)74. Frente a la edicin restringida de colecciones de cuentos de autores -salvo las de escritores de reconocido nombre- las antologas panormicas -siguiendo una moda de la dcada anterior-, a travs de ncleos temticos, constituyen "una atalaya
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Adems de las que contienen microrrelatos -una tendencia cuntica y cualitativamente muy cultivada en la ltima dcada, de la que no podemos dar cuenta en este trabajo-, han sido de muy diverso cariz y matiz la publicadas en estos ltimos aos. Adems de las que recopilan cuentos de autores reconocidos (Manuel Vicent, Juan Madrid, Javier Maras, Antonio Gala, Juan Jos Mills, Daniel Mgica, etc.) que son muchas-, las antologas temticas (cuentos metaliterarios, amorosos, intimistas y psicolgicos, erticos, fantsticos, humorsticos, criminales, policiacos, de terror, historicistas, de realismo urbano, de cine, de ftbol, de premios, etc.) han tenido un gran xito de pblico, destacando las de temas femeninos, escritos fundamentalmente por mujeres, como muy bien pone de manifiesto la editada por Laura Freixas, Madres e hijas (Barcelona: Anagrama, 1996).
privilegiada para contemplar el paisaje que dibuja actualmente el gnero, sus variedades y claroscuros", teniendo en cuenta, adems, que "han desempeado el decisivo papel de intermediarias con el lector, han modelado la visin que el pblico tiene del ltimo cuento espaol, le han mostrado su variedad de estilos y temas y, finalmente, han filtrado los autores que podran ser sus protagonistas" (Carrillo, 2001: 47). Sirven, adems, para recoger relatos breves de novelistas importantes que, en menos medida, han cultivado la escritura cuentstica (como son los casos de Carmen Laforet, Carmen Martn Gaite, Antonio Gala, etc.). En consecuencia, en estos ltimos aos se ha incrementado la edicin de antologas de cuentos, ya que, sobre todo, los grandes grupos y diversas editoriales75 han encontrado en ellas un gran filn econmico, como indicaba anteriormente (Martn Nogales, 2001: 37). Otro punto de apoyo que ha contado el cuento en estos ltimos aos para incentivar la creacin y, sobre todo, incrementar su difusin ha sido la prensa76 y las revistas77. Numerosos medios escritos de comunicacin
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Como, por ejemplo, Acento Editorial, Aguilar, Alfaguara, Alianza, Castalia, Debate, Edelsa / Edi 6, Editorial Popular, Grupo 16, Ollero & Ramos, Siruela, Valdemar, etc. (de Madrid); Anagrama, Edhasa, Emec, Grijalbo, Lumen, Planeta, Tangar, Tusquets, etc. (de Barcelona); Mondadori (Madrid y Barcelona); Pre-Textos (Valencia); Hierbaola (Pamplona), etc. Nuria Carrillo (2001: 52) pone algunos ejemplos: El Pas Semanal, en 1994, "quiso celebrar el primer centenario de la muerte de Stevenson encargando a cinco narradores -Julio Llamazares, Juan Jos Mills, Juan Mars, Antonio Muoz Molina y Arturo Prez Reverte- un cuento que rindiera homenaje a La isla del tesoro; relatos publicados posteriormente bajo el ttulo de Cuentos de la isla del tesoro (Madrid: Alfaguara, 1994). Asimismo, el mencionado peridico, en el mismo ao, alrededor del tema de la ciudad, "seleccion un ramillete de escritores familiares al lector Almudena Grandes, Rosa Montero, Manuel Rivas, Bernardo Atxaga y Quim Monz- para que escribieran cuentos, despus reunidos en el volumen Relatos urbanos (Madrid: Alfaguara, 1994). Por su parte, el diario El Mundo, bajo el tema comn "Un verano imborrable", invit a una serie de autores a escribir relatos breves, luego seleccionados en la antologa Aquel verano (Madrid: Espasa Calpe, 1996). Cf. adems el trabajo, publicado en nuestras Actas, de Pilar Vega Rodrguez, Tipologa de los cuentos publicados en Blanco y Negro: la dcada de los noventa (2001: 115127).
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han recurrido a incluir en sus nmeros narraciones breves -muy especialmente en los meses de verano- de diferentes (y conocidos escritores, generalmente), con lo que, a la vez que incrementaban las ventas, contribuiran al desarrollo y expansin del gnero, demandado por numerosos receptores: "aunque podamos sospechar que interesa ms el relumbrn de los autores que el gnero en s mismo, el cuento se ve favorecido por la posibilidad de llegar a los miles de lectores de la prensa" (Carrillo, 2001: 52). En ocasiones, los cuentos, una vez publicados, no se volvieron a agavillar; pero en otras, se han recopilado en antologas que, tambin, han tenido gran xito de pblico. Asimismo, las noticias y las reseas, aparecidas en los medios de comunicacin, han contribuido tambin a su auge78. En el mbito de la sociologa de la literatura, esencialmente, se ha discutido bastante sobre la funcin y la importancia que han tenido -y tienen- los premios en el espacio79 literario en general. Por lo que respecta a la cuentstica -como seala en nuestras Actas Nuria Carrillo (2001: 4951), a la que seguiremos en este epgrafe-, desde que en los aos cincuenta
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Como, por ejemplo, la aparecida en el nmero 6 de la revista Lucanor (septiembre, 1991), donde se incluyen cuentos de narradores que publican su primer libro a partir de 1975 (Agustn Cerezales, Luis Mateo Dez, Cristina Fernndez Cubas, Jos Ferrer-Bermejo, Jos Mara Merino, Jos Antonio Milln, Juan Jos Mills, Antonio Muoz Molina, lvaro Pombo, Soledad Purtolas, Javier Tomeo, Pedro Zarraluki y Juan Eduardo Ziga); una nmina que, desde la perspectiva de hoy, "recoge la flor y nata de la renovacin del gnero en el ltimo cuarto del siglo XX", segn seala Nuria Carrillo en nuestras Actas.
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Sobre la recepcin del cuento en Suplementos Culturales de diversos medios de comunicacin de difusin nacional pueden verse los trabajos de los miembros de nuestro grupo de investigacin del SELITEN@T, Felipe Daz Pardo, "Reseas de cuentos aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 1991-1995", as como Francisco Linares Valcrcel y Dolores Romero Lpez, "Reseas de cuentos aparecidas en los diarios ABC (ABC Cultural) y El Pas (Babelia) 19961999", Signa 11 (2002), pgs. 71-111 y 113-161, respectivamente. Trabajos que pueden verse tambin en la pgina web: http://cervantesvirtual.com/hemeroteca/signa/
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El interesado puede consultar en Internet una pgina web con los premios disponibles en la siguiente direccin electrnica: http://www.escritores.org.
nacieran los "Premios de la Crtica", la masificacin "en la oferta de premios ligados al cuento, se origina en los aos sesenta, cuando ciudades, pueblos e instituciones como los ayuntamientos optaron por la va pseudocultural como instrumento propagandstico. La oferta se intensific en los aos de la transicin y hoy seguimos siendo testigos de su desmesurada proliferacin al abrigo de instituciones pblicas, empresas privadas, fundaciones o asociaciones". Por ejemplo, en la Gua de concursos y premios literarios en Espaa 1996/1997 -primera entrega- se recogan ms de mil concursos (con una dotacin de casi 1.000 millones de pesetas), correspondiendo 182 premios a la cuentstica. En la cuarta entrega80, correspondiente a la convocatoria 2002-2003 se recogen ms de 1.600 premios de todas las categoras (poesa, novela, relato, teatro,
periodismo, comics, etc.), especificando, adems, los premios aparecidos en la Red con sus direcciones electrnicas. Podemos sealar que, despus de los premios dedicados a la poesa, son los de cuentos los que ocupan en este mbito un espacio significativo81. Los premios, en al mbito literario actual, tanto en la cuentstica como en las otras modalidades de escritura, tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Por sealar algo al respecto -siguiendo a Carrillo-, los galardones impulsan el conocimiento y difusin del cuento al "estimular la creacin y descubrir nuevos valores, tarea que debera resultar ms
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Publicada en Madrid: Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, 2002, 326 pgs.
Son muy abundantes los premios convocados por Entidades autonmicas, Ayuntamientos, Entidades -como la Red de Ferrocarriles Espaoles, con el premio Antonio Machado, otorgado por RENFE desde 1976-, Universidades -como el de la Universidad Nacional de Educacin a Distancia desde 1990, por iniciativa del profesor Jos Romera Castillo-, Organismos privados como el Premio NH de Relatos que la cadena hotelera convoca desde 1996-, editoriales, la Escuela de Letras de Madrid-, etc.
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llevadera en el caso del cuento, menos sometido que la novela a la esclavitud de la industria editorial, a la bsqueda prioritaria de consumidores". Pero en los premios de cuentos, no es oro todo lo que reluce: "En muchos casos -como sostiene Carrillo-, lejos de constituir un acicate para cultivarlo con esmero literario, han servido a intereses extraos a la literatura, fundamentalmente la propaganda de entes pblicos y privados". Entidades que los utilizan, en ocasiones, como "autopromocin a bajo coste", eludiendo problemas de edicin, distribucin, etc. Pese a ello, es preciso resaltar la labor llevada a cabo por las antologas publicadas de ganadores y finalistas, como "nica va aunque en muchos casos la distribucin no deja de ser precaria-, para que el concurso tenga una proyeccin pblica y lectores y crticos conozcan y juzguen la vala literaria de sus participantes".
3.2.2.- Algunos rasgos genricos El cuento hay que situarlo, en primer lugar, segn mi modo de ver, en las circunstancias generales que ha vivido y est viviendo la literatura a finales del siglo XX y comienzos del nuevo siglo. Me refiero a una de las caractersticas que los tericos han visto en la llamada posmodernidad. No queda nada puro, ortodoxo, sino que la mixtura, la fusin, lo heterogneo impera por doquier. Las fronteras de los gneros literarios han saltado por los aires, sus espacios -como los de la Comunidad Europea- se han visto anulados: lo narrativo se ha impregnado de lo lrico, ste de aqul y as sucesivamente. Esta manifestacin se pone de manifiesto en diferentes aspectos. Sealar, entre otros, dos. El primero se refiere a la mixtura que se
produce en el interior del propio cuento. Es cierto, como seala en nuestras Actas Martn Nogales (2001: 43), que "el pensamiento del fin de siglo se ha caracterizado por la disgregacin y por la dispersin; los escritores han sido testigos del derrumbamiento de teoras filosficas, sociales y estticas que parecan inamovibles; las certezas han quedado desplazadas por una etapa de incertidumbre histrica; la visin de un mundo cerrado y coherente se ha roto", por lo que stos intentan "recomponer los vidrios rotos de ese paisaje. Y en ese propsito de indagar a travs de la literatura en una realidad difusa, el cuento se ha mostrado como un cauce apropiado para recoger los fragmentos dispersos de un mundo escindido. Precisamente porque el cuento se basa en la captacin de lo fragmentario, porque es la radiografa de un aspecto parcial de la realidad, el reconocimiento de un detalle que pueda ser revelador". Aspecto que se muestra muy evidente especialmente en los cuentos fantsticos y en los intimistas. El segundo aspecto al que me referir reside en el apareamiento, en el cruce, entre novela y cuento que se da en diversas manifestaciones literarias actuales, como es el caso de Luis Mateo Dez, estudiado en nuestras Actas82. "La historia del cuento espaol contemporneo es la historia de la diversidad" -como seala Martn Nogales (2001: 38)-, de lo heterogneo, en diferentes aspectos: tanto en el gnero cuentstico en s mismo (diversidad de temas, registros narrativos y estilo) como con sus
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Cf. el trabajo de ngel-Raimundo Fernndez (Universidad de Navarra), "Un ciclo de cuentos para La ruina del cielo, de Luis Mateo Dez" (pgs. 243-256), en nuestras Actas. Los ejemplos se podran multiplicar: La gran novela de Barcelona (Barcelona: Anagrama, 1998), de Sergio Pmies, "cruza la frontera entre cuento y novela, para formar un mosaico con las vidas cotidianas de unos personajes doloridos, que estn tratados con una frialdad objetiva" (Martn Nogales, 2001: 41).
cultivadores en su relacin con otros cuentistas y, tambin, en relacin con su propia produccin cuentstica83. En consecuencia, podemos afirmar que el gnero de la cuentstica, en los finales del siglo XX e inicios del presente, ha sido -y lo est siendomuy innovador, como indica Manuel Longares, en Extravos84: el cuento de hoy tiene la vocacin de romper moldes", ya que muchos de sus autores lo consideran como "un laboratorio de pruebas donde si no hay riesgo es como si faltara el aire" y a su sombra se han reclinado diversos creadores que, aunque fundamentalmente cultivan otros gneros literarios como actividad literaria principal, han incursionado en el terreno del cuento por razones diversas (a veces por designios editoriales, colaboraciones periodsticas, etc.)85. Adems de ello, es preciso sealar que en los cuentos de la ltima hornada, dentro de la pluralidad y variedad temtica y estilstica que imperan en su seno, son varias sintetizando mucho- las tipologas86 que podemos encontrar: los metaliterarios (en donde encontramos reflexiones sobre la literatura en general y el cuento en particular), los amorosos (con indagaciones en las relaciones personales vinculadas por el amor, en donde el desamor tampoco est ausente), los erticos (muy abundantes y
Cf. Jos Luis Martn Nogales, "De la novela al cuento: el reflejo de una quimera", nsula 589590 (1996), pgs. 33-35.
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Casos como los de los novelistas (Antonio Muoz Molina, Almudena Grandes, Juan Madrid, Juan Manuel de Prada, Paloma Daz-Mas, Juan Jos Mills, etc.), dramaturgos (Antonio Gala, etc.), poetas (Ramn Irigoyen, etc.) o polifacticos escritores (Javier Tomeo, etc.) as lo atestiguan. Cf. Jos Luis Martn Nogales, El cuento espaol actual. Autores y tendencias, Lucanor 11 (1994), pgs. 43-65; ngeles Encinar, Tendencias en el cuento espaol reciente, Lucanor 13 (1995), pgs. 103-118, etc.
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con gran cultivo por parte de algunas escritoras), los humorsticos, los de terror, criminales y policacos (en los que cine negro ha dejado una huella imborrable), los de ambiente histrico e historicistas (en los que se recrean pocas, sucesos, hechos significativos, personajes de la historia ms o menos remota), etc. Por ello, conviene fijarse en una serie de aspectos que, si bien algunos estaban presentes en la cuentstica anterior, sin embargo encuentran un recio cultivo en la dcada final de siglo, la que estamos examinando. En primer lugar, indicar que se ha sealado -con razn- como una de las caractersticas ms sobresalientes de la literatura espaola, a travs de toda su historia, la del (pre)dominio del realismo, en diversas modalidades. Pues bien, en la cuentstica actual tambin predomina el realismo -ms que otras modalidades narrativas como las fantsticas-, aunque muy diferente, por ejemplo, del realismo social, utilizado en los aos posteriores a guerra civil, gracias a "unas modulaciones mucho ms complejas, que incorporan desde el memorialismo al esperpento, el humor burdo o el relato oral", como muy bien ponen de manifiesto los relatos de Luis Mateo Daz, "un escritor que en su literatura parte del realismo, ha asumido la tradicin de los relatos orales y ha aadido la visin un poco fantasmagrica de los espacios turbios de la memoria" (Martn Nogales, 2001: 41). Dentro de ese realismo, es preciso resaltar un aspecto importante que se da en la cuentstica espaola ms reciente: el cultivo de un
novedoso y mltiple realismo urbano87, "que disecciona la sociedad contempornea de una forma a veces corrosiva y a veces levemente irnica", segn seala en nuestras Actas Martn Nogales (2001: 41), que puede verse en escritores como Juan Madrid, Ignacio Vidal-Folch, Sergio Pmies, Quim Monz, etc. Segn Nuria Carrillo (2001: 52), "nuestros ms recientes prosistas, desde el punto de vista cronolgico, han diseado una narrativa opuesta frontalmente a la lamentacin sistemtica por la realidad del entorno y al costumbrismo ligado al medio rural", para ello, "tomando como referencia la evasin del compromiso social a la manera tradicional, retratan a un individuo sin arraigo en su contexto que pulula por un mapa urbano a la bsqueda de los atributos de su identidad". "La realidad urbana -seala en otro lugar Nuria Carrillo88- se filtra a travs del individuo, es decir, existe en tanto vivencia individual, en tanto suma de subjetividades". Asimismo es tambin "un espacio metonmico; es decir, sus peculiaridades fsicas -el laberinto de calles, la peregrinacin por los antros nocturnos, los suburbios, los desechos urbanos- mencionan otras categoras y conflictos morales", tornndose "especialmente minucioso cuando aparecen los topnimos de las grandes urbes, Madrid y Barcelona" y cuando "la localizacin se traslada a ciudades de provincias, al reducirse el medio, se intensifican sus condicionamientos sobre el personaje"89.
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Cf. en nuestras Actas el trabajo de Antonio Domnguez Leiva, "La violencia y lo macabro en la joven cuentstica de los noventa" (pgs. 67-78); as como H. D. Fernndez LHoeste, Narrativas de representacin urbana (Berna: Peter Lang, 1998).
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El cuento literario espaol en la dcada de los ochenta (Madrid / Burgos: F.I.D.E.S.C.U / Universidad de Burgos, 1997, pgs. 169-182).
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Aspectos que vemos ver confirmados, por ejemplo, en antologas como Cuentos urbancolas (Madrid: Editorial Popular, 1990; edicin de Eduardo Carbonero), Cuadernos del asfalto (Madrid: Grupo 16, 1990; con prlogo de Juan Madrid), Relatos urbanos (Madrid: Alfaguara, 1994) -una antologa de cuentos, publicados primeramente por entregas en el diario El Pas, de Almudena
Tambin en los cuentos actuales est muy presente un realismo testimonial en consonancia con el recio vigor que en la actualidad tiene en Espaa la narracin histrica90, como muy bien ponen de manifiesto textos de Javier Delgado, Carlos Blanco Aguinaga, etc. Adems de este realismo ms o menos puro, la cuentstica utiliza un realismo mezclado con otras formas narrativas como se da, por ejemplo, en textos como los de Almudena Grandes, Modelos de mujer91, etc. Por ello, es preciso hablar de un procedimiento mixto en esta tipologa de escritura, segn el cual "el cuento nace de la realidad y deriva despus al espacio de lo fantstico, con inclinacin hacia lo terrorfico o lo fantasmagrico, lo irracional, lo enigmtico o lo disparatado", como testimonian los relatos breves de Jos Mara Merino, Juan Jos Mills, Cristina Fernndez Cubas, etc. (Martn Nogales, 2001: 42). En segundo lugar, es preciso indicar -enlazando con lo
anteriormente expuesto- que el cuento fantstico es otra de las grandes vas por las que ha transitado la cuentstica espaola actual92. En el periodo cronolgico elegido habr que tener en cuenta que el concepto de lo fantstico no es homogneo entre los autores que lo cultivan, aunque "se manifiesta una forma moderna de entender lo fantstico que indaga en el
Grandes, Rosa Montero, Manuel Rivas, Bernardo Atxaga, Antonio Muoz Molina y Arturo Prez Reverte-, etc.
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Cf. Jos Romera Castillo et alii (eds.), La novela histrica a finales del siglo XX (Madrid: Visor Libros, 1996).
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Como, por ejemplo, se puso muy bien de relieve en el nmero monogrfico sobre El cuento fantstico que le dedic la revista Lucanor 14 (mayo, 1997), con un interesante estudio, entre otros, de Jos Luis Martn Nogales, "Evolucin del cuento fantstico espaol" (pgs. 11-21). Cf. adems Enriqueta Morillas Ventura (ed.), El relato fantstico en Espaa e Hispanoamrica (Madrid: Coleccin Encuentros, 1991).
desasosiego y en la inquietud que produce la presencia de mundos extraos", transmitiendo as un "desconcierto al comprobar lo resbaladizas e inestables que son las fronteras que separan lo cotidiano y lo inaudito, el sueo y la vigilia, la cordura y el desvaro" (Martn Nogales, 2001: 43); y tambin, que la finalidad de lo fantstico en el cuento es variada: "en unos casos, les gua la voluntad manifiesta de provocar el terror esttico y asombro en el lector; su finalidad implcita es emplear la literatura como un medio de conocimiento e indagacin en las zonas misteriosas de la vida; a veces, adoptan slo una intencin burlesca; o pretenden exclusivamente la bsqueda de la comicidad. Lo fantstico se emplea, por lo tanto, al servicio de intenciones tan diversas como el humor o la burla, la parodia, el conocimiento o el horror" (Martn Nogales, 2001: 43). Finalmente, es preciso tener en cuenta que, en general, "en todos los casos se ha llegado a una tcnica bsica comn de expresar lo fantstico, que consiste en que los relatos surgen normalmente de una situacin cotidiana en la que aparecen de pronto sntomas de algo extrao que deriva despus hacia esas distintas direcciones expuestas. Los escritores indagan, as, en los aspectos enigmticos de la realidad: esas zonas oscuras de la vida que producen el desasosiego y la desazn de quien se acerca de noche a unos territorios desconocidos", siendo muy tiles para "indagar en aspectos ocultos de la realidad", como "mirada interrogante de la literatura sobre un mundo en sombras", convirtindose en "un acercamiento a lo desconocido, en metforas del asombro, del miedo y de la bsqueda de la propia identidad" (Martn Nogales, 2001: 43-44)93.
Entre los cultivadores ms sobresalientes en estos ltimos aos figuran los nombres de Gonzalo Surez, Jos Ferrer-Bermejo, Ricardo Domnech, Enrique Vila-Matas, Pedro Zarraluki, Javier
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En tercer lugar, otro de los aspectos que podemos encontrar en la produccin de este periodo hay que situarlo en los cuentos en los que el intimismo tiene una presencia muy destacada, como producto de un "mundo disperso y disgregado, en el que predomina el pensamiento frgil,, en el que ms que mirar hacia afuera, ha vuelto la mirada hacia el interior" -pese a la globalizacin que se nos impone-, retornando "al territorio de la intimidad y del individuo, al mbito de lo privado frente a lo colectivo, a la reconstruccin del sujeto, mientras las ideologas del colectivismo se han ido derrumbando", segn sealaba en nuestras Actas Martn Nogales (2001: 44), de acuerdo con una de las vas ms importantes por donde transita una parte importante de la literatura espaola actual: la escritura intimista o, dicho de otro modo, la escritura autobiogrfica, SELITEN@T94. El escritor de cuentos, como el autor de otro tipo de narrativa, recurre a la memoria personal a la hora de construir sus cuentos. Buena muestra de ello, lo encontramos tanto en escritores ms maduros como en los ms jvenes. "Por eso abundan hoy relatos memoriales (Luis Mateo Dez), evocaciones del pasado e indagaciones en la infancia (lvaro Pombo, Mendicutti, Emilio Gavilanes), incursiones en el mundo de los sueos, las ilusiones, la memoria vencida o la conciencia del fracaso (Jos una de las lneas bsicas de investigacin del
Tomeo, Enrique Murillo, Agustn Cerezales, Juan Jos Mills, Cristina Fernndez Cubas, Jos Mara Merino, Ignacio Martnez de Pisn, etc. (Martn Nogales, 2001: 42).
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Cf. Jos Romera Castillo, "Investigaciones sobre escritura autobiogrfica en el SELITEN@T de la Universidad Nacional de Educacin a Distancia", en Vicente Granados Palomares (ed.), Actas XXI Simposio Internacional de Literatura y Sociedad (Madrid: UNED, 2003, pgs. 205-220) ampliacin del aparecido en Miguel Hernando Larramendi et alii (eds.), Autobiografa y literatura rabe (Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2002, pgs. 165-183)-.
Jos Mills), libros de temtica amorosa que indagan en relaciones personales (Beln Gopegui, Marina Mayoral, Soledad Purtolas, Javier Maras, Rosa Montero), y tantas preguntas por la identidad personal (Jos Mara Merino)", como indica Martn Nogales (2001: 44). Senda que tambin han seguido otros escritores -jvenes a finales de los ochenta, hoy no lo tanto- como Felipe Bentez Reyes, Tino Pertierra, Gonzalo Calcedo, Josan Hatero, Care Santos, Bonilla, Jos Carlos Llop, Ignacio GarcaValio, Luis G. Martn, Pedro Ugarte, Juan Gracia, Juana Salabert, Martn Casariego, etc. (Martn Nogales, 2001: 45). Asimismo, los cuentos con protagonistas femeninos, en los que el intimismo tiene una presencia muy significativa -la mayora escritos por mujeres-, son muy abundantes95. Finalmente sealar que, dentro de la libertad y diversidad formal con las que se manifiesta el cuento en Espaa en estos ltimos aos, se han escrito cuentos metatericos, lricos y dramticos, "en los que destacan esos aspectos por encima del elemento narrativo: unas veces mediante la reduccin del cuento a una digresin; otras veces exaltando la capacidad de sugerencia y evocacin del cuento, tan propia de las formas poemticas; o adoptando directamente procedimientos dramticos en la composicin del cuento", segn seala en nuestras Actas Martn Nogales (2001: 40). En los relatos metaliterarios la narratividad casi se pierde (est ausente), basndose en unas digresiones, unos leves apuntes sobre algunos aspectos que configuran la semiosis literaria; en los lricos, lo que se suele poner de manifiesto es la capacidad de concentracin y sugerencia -ms que de
Para ello puede verse el epgrafe I.1.2 de nuestras Actas sobre Mujeres y cuentos (pgs. 129217).
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estructura y narratividad de acciones-; y en los dramticos, se recurre al dilogo recurso tpicamente teatral-. El estudio se podra alargar con el anlisis y estudio en la cuentstica de finales del siglo XX del simbolismo, recursos poticos, pardicos, estilsticos, etc.
4.- Final Deca Carmen Martn96, en su ensayo El cuento de nunca acabar97, lo siguiente: "El hombre o cuenta lo que ha vivido, o cuenta lo que ha presenciado, o cuenta lo que le han contado, o cuenta lo que ha soado. Aunque lo ms frecuente es que componga sus historias con elementos extrados de los cuatro montones. Y de la gracia para hacer la mezcla depende su xito como narrador. Pero tanto si cuenta lo que ha vivido como lo que ha visto, ha soado o le han contado, el narrador -unas veces de forma consciente y otras inconsciente- est tomando sustancia para su cuento de otro perenne y subterrneo material del que todos nos nutrimos desde temprana edad: el de la literatura existente antes de que l se pusiera a contar y a cuyas resonancias jams escapa". Para seguir sus dicterios, aunque sea en el mbito crtico, puede servir lo anteriormente expuesto, que, sin duda alguna, muestra el crecimiento y auge del inters por la cuentstica en Espaa98, muy paralelo -hay que decirlo- al que se muestra en otros pases occidentales. Que siga el impulso...
Tomo la cita de su artculo, "Tengo argumento", ABC Cultural 406, 6 de noviembre (1999), pg. 23 (una diatriba contra la novela Entre amigas, de Laura Freixas, cuyo argumento es muy paralelo al de su obra del mismo gnero Nubosidad variable).
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He tenido la ocasin de ocuparme de todo esto en Perspectivas de estudio del cuento literario en Espaa en los albores del nuevo siglo, Forma breve. Revista de Literatura (Universidade de Aveiro, Portugal) 1 (2003), pgs. 17-40 (en el nmero monogrfico dedicado a O conto. Teora e anlise).
Si nos propusiramos analizar la recepcin del cuento espaol actual, deberamos reservar un lugar preferente al papel que han desempeado las antologas del gnero. Ya sabemos que la poltica editorial se rige hoy por leyes de mercado, se orienta por los principios del marketing, de la moda y las inversiones sin riesgos. Las colecciones de cuentos disponen de escasa tirada y mnimas reediciones -en franco retroceso en todos los gneros, ante la avalancha de novedades. Basta hojear los catlogos con las colecciones publicadas durante las dos ltimas dcadas, para percatarse del alto porcentaje de volmenes que han visto la luz gracias a editoriales con reducidos circuitos de distribucin. Por todo ello, las antologas panormicas han desempeado el decisivo papel de intermediarias con el lector, han modelado la visin que el pblico tiene del ltimo cuento espaol, le han mostrado su variedad de estilos y temas y, finalmente, han filtrado los autores que podran ser protagonistas de la historia oficial del gnero en los ltimos tiempos. Adems, la lectura y el anlisis de las antologas del ltimo cuento espaol sita al investigador en una atalaya privilegiada para contemplar el paisaje que dibuja actualmente el gnero, sus variedades y claroscuros. Pero, sobre todo, puede servir para deslindar los fenmenos sociolgicos que rodean, en nuestro tiempo, el ejercicio de la literatura, en general y de la narrativa, en particular: antologas con cuentos escritos por
mujeres, antologas de encargo, antologas asociadas a algunos premios literarios, antologas regionales... Damos por supuesto que la moda de las antologas es una herencia de la dcada de los ochenta. El catlogo de ttulos publicados en 1990 demuestra que el filn de las antologas estaba en pleno apogeo. Ese ao salieron a la venta los Relatos erticos escritos por mujeres en edicin de Carmen Estvez, los Cuentos urbancolas seleccionados por Eduardo Carbonero, La prxima luna (Historias de horror), El fin del milenio, Los pecados capitales, los Relatos de la mar, los Cuentos Villa de Bilbao, la antologa de Mara Elvira Muiz Cuentos literarios de autores asturianos; los Cuadernos del asfalto; La mano de la hormiga, coleccin seleccionada por A. Fernndez Ferrer o las antologas de Francisco J. Uriz Espaa cuenta y Cosas que pasan (Relatos breves) (Valls, 1993: 59-65). Esta enumeracin de ttulos anuncia las lneas maestras que definen la publicacin de antologas durante los ltimos aos. Me propongo, a continuacin, clasificarlas en grandes bloques como punto de partida para destacar las fundamentales, las ms tiles para el lector interesado en el gnero.
1. ANTOLOGAS PANORMICAS
Las antologas panormicas han pretendido ofrecer al lector una amplia visin de la situacin del cuento en los ltimos tiempos y pueden convertirse en una til herramienta docente. Adems, como acabo de sealar, han servido de puente entre el gnero y la mayor parte del pblico lector. En 1993, Fernando Valls public Son cuentos. Antologa del relato
breve espaol, 1975-1993, que ha logrado un notable nmero de ventas. Agrupa a escritores nacidos como fecha lmite en 1939, que desarrollan su obra, bsicamente, entre 1975 y 1993, con al menos un libro de cuentos publicado. El mismo ao, ngeles Encinar publicaba Cuento espaol contemporneo, una antologa con cuentos escritos o publicados entre 1988 y 1992. Ambas consiguen su propsito de informar acerca de la variedad de autores, estilos y tendencias del reciente relato breve, as como de su buen nivel de calidad. Ante el lector curioso desfilan cuentos muy diferentes. En primer lugar, estn bien representados los cuentistas fantsticos, los que indagan narrativamente en las vertientes irracionales de lo real -Jos M Merino o Jos Ferrer-Bermejo, entre ellos. La fantasa de estos cuentos se caracteriza por la presencia inquietante y, a veces, problemtica, de lo sobrenatural: metamorfosis, animacin de objetos, distorsin del tiempo, el tema del doble... Su ruptura de lo habitual, de la regularidad del mundo ordinario es el motivo de que resulte amenazador. Los personajes tratan de recuperar el pulso de lo cotidiano, a pesar de intuir -como tambin lo intuye el lector-, que lo inslito sigue agazapado y dispuesta a manifestarse. Ya no es posible la paz fruto del escepticismo. Segn el "pacto de imaginacin" que requiere el gnero, concluimos que tanto fenmeno inexplicable no es una alucinacin de los sentidos ni una cuestin de exceso de credulidad. Simplemente, debemos aceptar la ocurrencia de hechos que no se pueden ni evitar ni comprender. Algunos temas de la tipologa fantstica continan una rica tradicin decimonnica -es el caso, por ejemplo, de las metamorfosis o el
motivo del doble; sin embargo, todos ellos se perfilan con unos matices que garantizan su modernidad y les aproximan, valga la paradoja, a la realidad de nuestro tiempo. La literatura imaginativa ha servido a nuestros cuentistas como instrumento para una mejor comprensin de una realidad total, no monopolizada por la lgica positivista. Despus de leer a Jos M Merino, descubrimos que temas y recursos clsicos de la literatura fantstica, le han servido para tratar temas de actualidad como la prdida (o la bsqueda) de la identidad (Valls, 1998 y Carrillo, 1997b: 51-58 y 2002a). En segundo lugar, cuentistas como Cristina Fernndez Cubas, Ignacio Martnez de Pisn o Juan Jos Mills nos presentan todo un catlogo de comportamientos anmalos, consecuencia de la inestabilidad emocional en una poca de constantes cambios, dominada por el relativismo. Ponen en entredicho los equvocos lmites entre realidad y fantasa, cuya transgresin conduce a la locura. Lo cotidiano se transforma por la introduccin de una atmsfera irreal, al ritmo de la progresiva prdida de la razn por parte de los personajes. En tercer lugar, no falta en estas antologas uno de los mximos representantes de la literatura testimonial en el ltimo cuento espaol, Juan Eduardo Ziga, excelente narrador empeado en reconstruir el ambiente moral de la posguerra desde un cuidado y ambicioso proyecto estilstico. En cuarto lugar, la introspeccin tratada en variadsimos temas y desde diferentes tonos, est perfectamente recogida tanto en la seleccin de F. Valls como en la de . Encinar. Es clara la preferencia de los cuentistas actuales por analizar la intimidad de los personajes -preferencia
en la que caben desde las ms desgarradas intimidades a los ms evanescentes conflictos, desde anlisis de las profundidades psicolgicas a planteamientos epidrmicos de la subjetividad. En la creacin narrativa actual aflora, otra vez, el sujeto, pero ya no el social sino el privado, porque el yo ha desplazado al nosotros. Se puede comprobar en estas antologas con diferentes matices:
1. La biografa psicolgica unida a la censura social de Esther Tusquets. La formacin emotiva e intelectual de la protagonista de Siete miradas en un mismo paisaje, contrasta con la fosilizacin de los esquemas sociales durante las dos primeras dcadas de la posguerra. Esther Tusquets encadena siete "cuentos de aprendizaje", a travs del arduo proceso de maduracin de una nia de la burguesa catalana con una conciencia crtica despierta e insobornable. 2. La atona moral y las imposibles aventuras ms all de lo cotidiano de Soledad Purtolas. Sus personajes padecen una introversin enfermiza, una radical incomunicacin o carecen de la visin de un mundo consistente al que poder aferrarse. Son seres con un frgil equilibrio emotivo, con vidas gobernadas por el hbito y la monotona. 3. Las tragedias del amor, la muerte y la soledad de Marina Mayoral, contadas desde diversas perspectivas porque la visin fragmentaria del mundo es nuestra nica posibilidad cotidiana de acceder a la realidad. En efecto, Marina Mayoral construye buenos ejemplos de cmo llegar a cuestionar la visin absolutista de lo real o la existencia de la verdad con el uso de una "perspectiva mltiple".
4. El comportamiento social en el crculo cerrado de una ciudad de provincias que refleja Luis Mateo Dez, del que se deducen diversas lecturas simblicas. 5. Muchos de los factores que inciden en el desnortamiento de los protagonistas de estos cuentos y en su crisis de identidad se repiten, casi como leitmotiv, en las pginas de Ana M Navales. Sus personajes sienten la imperiosa llamada del sueo y la aventura pero, como en los relatos de Soledad Purtolas, la ruptura con la asfixiante monotona llega a ser un imposible. La recurrente metfora del viaje alude a un viaje interior, un paseo por la ciudad ntima, en el que se ratifica la incompatibilidad de los sueos con una realidad persistentemente gris y mediocre. Aunque no constituye la lnea predominante, no falta alguna pincelada culturalista: Ana Mara Navales trata los temas de la literatura como
autodestruccin, como lucha suicida con los terrores ntimos y el de la pgina en blanco. Cristina Fernndez Cubas nos presenta la desazonante bsqueda de identidad literaria, la lucha entre originalidad y tradicin para lograr una voz singular en el concierto de voces y ecos en que se resume la historia literaria. Laura Freixas juega con una nueva visin del Augusto Prez unamuniano y un desolado personaje decide visitar a su autor. Paloma Daz-Mas nos traslada a fabulosos mundos medievales. Puesto que la realidad emprica cede su puesto referencial a la cultura, los personajes de carne y hueso se sustituyen por Zeus; un Juan de Valds
visitante del siglo XX o la estatua yacente de una dama normanda del siglo XII. Enrique Vila -Matas plantea el trabajo del escritor como lucha de contrarios: doloroso y autodestructivo, al tiempo que necesario. La bsqueda de lectores genera un estado de ansiedad porque no basta con tener talento; tambin se busca, denodadamente, el reconocimiento pblico. Marina Mayoral describe la relacin entre realidad y ficcin. La segunda puede ejercer una funcin terapetica sobre la primera, por la posibilidad de trasladar los conflictos emocionales a las criaturas de papel. Todos estos relatos rebaten nuestras certezas sobre las supuestas divisiones tajantes entre la realidad y los mundos imaginarios y cuestionan la supremaca de la realidad real frente a la realidad ficticia, que puede contaminarla y hasta suplantarla. El lector curioso puede observar el relevante papel que desempea la materia argumental y el buen nivel de calidad en la elaboracin lingstica de los textos. Junto a algn final con sorpresa, abundan sobre todo los cuentos anticlimticos que grficamente se pueden representar con una lnea recta porque su ancdota retrata la ms antiheroica cotidianidad. Y todo ello sazonado con un amplio abanico de tonos: lirismo, humor y, particularmente, irona. En efecto, un relevante sector de cuentistas abunda en un propsito comn: sustituir la literalidad del texto por una lectura irnica (Carrillo, 1997a). Muy variados matices enriquecen este recurso. La densidad temtica de los relatos de lvaro Pombo, habitados por personajes ensimismados y maniticos, se moldea con un peculiar tono irnico, tan significativo en textos como "To Eduardo". El recurso tiene un carcter
intertextual en ttulos como "La dama boba", de Paloma Daz-Mas o "El autntico caso del joven Hamlet", de Gonzalo Surez. Bien se puede rastrear en los socarrones cuentos de Antonio Pereira, en el juego con narradores y narratarios de Enrique Murillo y en el sutil tono de algunos relatos de Jos Jimnez Lozano o Javier Garca Snchez. Y desde la irona se deben explicar otras narraciones de Jos Antonio Milln, Jos M Merino o Juan Jos Mills. No otro recurso gobierna los contrastes de visin y la finalidad relativizadora de la tcnica perspectivstica de Marina Mayoral. Es magistral el juego irnico de Agustn Cerezales en Perros verdes (Carrillo, 1998b). Otra antologa publicada el mismo ao 93 completa la fotografa de la situacin literaria del cuento en los ochenta y primeros aos de la dcada de los noventa: ltimos narradores. Antologa de la reciente narrativa breve espaola. Sus responsables, Jos Luis Gonzlez y Pedro de Miguel, organizan su seleccin con el siguiente criterio: escritores que editan su primer libro de cuentos a partir de 1980. La publicacin de un libro es sntoma, a su entender, de una dedicacin no eventual. El resultado, tras aplicar la correspondiente criba, sorprende por la disparidad generacional: las fechas de nacimiento oscilan entre 1929 (Juan Eduardo Ziga) y 1964 (Eloy Tizn). Es decir, la heterogeneidad temtica y formal del ltimo cuento espaol viene respaldada por la enriquecedora convivencia generacional. Adems, esta antologa apuesta declaradamente por las jvenes promesas de aquel momento (Juan Miana, Eloy Tizn, Pedro Ugarte y otros tantos). Algunos de los cuentistas presentes en la antologa de Jos Luis Gonzlez y Pedro de Miguel se estrenaron como
narradores con un libro de relatos. Es el caso de Jos Ferrer-Bermejo o Javier Cercas. Este propsito de dar cabida a un buen nmero de cuentistas jvenes se convierte en fundamental para Sabas Martn en Pginas amarillas (1997). Escoge treinta y ocho narradores nacidos entre 1960 y 1971, que han publicado sus obras en una editorial de reconocida difusin nacional. Aspira a convertirse, segn su editor, en brjula literaria con la que orientarse en medio de la abrumadora serie de novedades firmadas por autores con menos de cuarenta aos. El resultado, como en todo trabajo de esta ndole, se caracteriza por la heterogeneidad. Coinciden excelentes autores, reconocidos en los crculos literarios como Felipe Bentez Reyes, con narradores que van consolidndose con una obra de mrito -Pedro Ugarte o Juan Manuel de Prada-; cuentistas que surgen en los noventa y que aparecen las ltimas antologas del gnero -Eloy Tizn, Josan Hatero- junto a otros que estn dando sus primeros pasos. Si toda antologa es provisional, sta de Sabas Martn corre el riesgo, asumido, de apostar por escritores incipientes. En 1998, Juan Antonio Masoliver y Fernando Valls recopilan en Los cuentos que cuentan una nmina de narradores nacidos a partir de los aos cincuenta con, al menos, un libro de cuentos que contenga piezas de inters. Excluyen a todos aquellos que, cumpliendo esta condicin, ya estn presentes en otras antologas o han obtenido premios literarios y, en definitiva, el reconocimiento de crtica y pblico. Es una antologa de cuentos de la dcada 1987-97 que puede leerse como una prolongacin de aquella otra, Son cuentos, que Fernando Valls public en el 93. El resultado es una recopilacin particularmente de voces jvenes. Por
primera vez se incluye en una antologa a un cuentista excelente que, por diversos motivos, no haba sido seleccionado en los trabajos anteriores: Antonio Soler. Con una tcnica expresionista, empapada de un intenso pesimismo vital, Soler nos introduce en los bajos fondos del alma humana. Maneja con habilidad los hilos anecdticos, ajusta bien el ritmo y nos ofrece un fresco de vidas rotas, desgarradas, en un ambiente tan propicio como la Espaa posblica. El lector que se asoma a estas ltimas antologas del gnero vuelve a descubrir mltiples universos literarios, un amplio muestrario de temas y de modos de contar. No obstante, se pueden detectar algunos elementos de interseccin con aquellos relatos que se incluyen en las antologas publicadas durante el ao 93. Vuelve a describirse la irracionalidad de la vida moderna, la precaria condicin del individuo condenado a la soledad, las crisis de identidad, la problemtica del amor y de la muerte; la incomunicacin: lo que se presupone dilogo se convierte en suma de soliloquios; la llamada del sueo y la aventura apagada por la frustrante monotona; la metfora del viaje como huida del sinsentido de una realidad mediocre y la convivencia de lo familiar con lo absurdo. Pero tambin podemos descubrir nuevos matices expresivos gracias a uno de los mejores cuentistas que apareci en los 90: Gonzalo Calcedo. Con una esttica prxima a los cuentistas del relato ultracorto norteamericano, Calcedo presenta escenas cotidianas, los detalles del deambular de los personajes, desde la voz asptica de un narrador objetivo, sin comentarios aadidos. No es preciso bucear en las psicologas; la imagen certera de la cruda realidad, las actitudes, los gestos,
lo que se dice y lo que se calla bastan para que el lector perciba la precaria condicin de las relaciones humanas en la sociedad moderna. Un grupo de jvenes narradores, a travs de personajes a la deriva, con intensos deseos de huida -Biografa de la huida se titula una de estas colecciones-, reflejan problemas como el paro, la violencia o el fracaso amoroso, con un lenguaje gil y funcional, al servicio de la ancdota y con tcnicas muy diversas: a veces, se sirven del realismo fotogrfico y otras, no dudan incluirse en la ficcin con su nombre y apellidos para que nos volvamos a cuestionar los lmites y las relaciones entre la realidad y la literatura. Ejemplos significativos podemos encontrarlos en Josan Hatero y su Biografa de la huida (1996) o Javier Gonzlez y sus Frigorficos en Alaska (1998). Un paso ms en esta lnea nos lo proporcionan otros narradores que debutan en estas antologas como Roger Wolfe con su coleccin Mi corazn es una casa helada en el fondo del infierno (1996). Protagoniza estos cuentos una larga serie de escritores -entre los que no falta el propio autor-, que buscan mitigar su depresin con el alcohol, el sexo o las drogas, al tiempo que se reflexiona sobre el hasto vital, el desengao y la literatura como terapia. Un humor cido y un tono amargo que deriva hacia la caricatura acompaan la visin de la estulticia del mundillo literario. El lenguaje se inclina ms hacia el tono coloquial que hacia la elaboracin retrica, aunque no faltan referencias literarias y cinematogrficas. En el ao 2002, se public una antologa titulada Pequeas resistencias, editada por Andrs Neuman. Rene a cuentistas nacidos a partir de 1960, que han publicado al menos un libro de cuentos entre 1990 y 2001. Estos requisitos persiguen un doble fin: asegurar la juventud de los
autores y el carcter estrictamente contemporneo de los textos. Evita repetir cuentos ya antologados y los relatos de encargo, con las miras puestas en un objetivo muy ambicioso: reunir los mejores cuentos que han publicado sus respectivos autores. Se incluye, como novedad respecto a otras antologas, una potica de cada cuentista que quiere ser un inventario de experiencias prcticas. En la nmina final, se suman a los autores de sobra conocidos -Felipe Bentez Reyes, Almudena Grandes, Ignacio Martnez de Pisn o Juan Manuel de Prada-, otros de menor difusin -Flix J. Palma, Graciela Baquero o Jos Manuel Bentez Ariza. Como reconoce Merino en una breve nota inicial, varios son los puntos en comn de estos cuentos dentro de la variedad: el realismo tratado desde una perspectiva expresionista, la irona, el humor ms o menos esperpntico, la destreza metaliteraria, el lirismo bien medido y el sentido de la extraeza de lo cotidiano. Tales coincidencias quizs procedan de una nmina de maestros comunes, citados en sus poticas: Poe, Kafka, Gmez de la Serna, Borges y Cortzar. La nmina de antologas panormicas que se publicaron en la dcada de los noventa presenta al lector un escaparate de cuentos con un alto nivel medio y con algunos narradores excelentes. Este listado de antologas confirma, adems, el florecimiento del cuento en el ltimo cuarto de siglo, como gnero flexible y heterogneo. Un gnero, en fin, que nos habla de los eternos problemas humanos a travs de los problemas de nuestro tiempo (Carrillo, 1994). Aunque nadie pueda negar la importancia del gusto personal del antlogo, han cumplido adecuadamente esa tarea fundamental de enlace entre el lector medio y el gnero, dadas las peculiares caractersticas de edicin y distribucin del cuento que ya he
mencionado. No cabe duda de que el tiempo se encargar de elaborar la antologa definitiva, seleccionando lo realmente memorable. Pero, hoy por hoy, las recopilaciones generales que he citado, satisfacen la curiosidad de cualquier lector exigente e incluso -sta debera ser su mxima ambicin-, pueden ser capaces de captar nuevos aficionados al gnero.
2. LAS ANTOLOGAS DE AUTOR Y LOS REPASOS A LA HISTORIA DEL CUENTO Quiero continuar esta revisin de las ltimas antologas con la mencin de los repertorios de autor, ttulos que recopilan lo mejor de los ms ingeniosos cuentistas. Entre ellos, dos imprescindibles: Antonio Pereira y Jos Jimnez Lozano. Antonio Pereira figura entre los mejores narradores de nuestros das porque acierta a encontrar, con variadas ancdotas, la medida lingstica exacta en cada relato. Por todo ello, Relatos de andar el mundo (1991), Me gusta contar (1999) y Cuentos del medio siglo (2000) son antologas necesarias, dignas sucesoras de aquella primera seleccin de sus relatos Cuentos para lectores cmplices (1989) que prologara Ricardo Gulln. Un puado de cuentos inditos se suma a los que proceden de las colecciones que ha venido publicando pertinazmente -como dice el mismo Pereira- desde los aos sesenta (Alonso, 1988: 45-71; Gulln, 1989: 9-29; Martn Nogales, 1992: 113-136; Huerta Calvo, 1999: 21-22). En 1993, Objetos perdidos recoga lo ms sobresaliente de la trayectoria en el gnero de otro veterano, el abulense Jos Jimnez Lozano. El lector amante del cuento encuentra en esta antologa un catlogo de obras maestras, pocas pginas en cada ttulo, que sintetizan un
universo de inteligencia histrica y de orfebrera literaria (Higuero, 1990, 1991 y 1993, Rossi, 1992 y Carrillo, 2002b). Gracias a una antologa titulada El atentado (1994) podemos recorrer la evolucin literaria de Jorge Campos, un cuentista de posguerra an no suficientemente valorado, desde los aos cuarenta hasta los ochenta; es decir, desde Seis mentiras en novela (1940) hasta los Cuentos sobre Alicante y Albatera, publicados pstumamente en 1985. El mismo ao 94, Recuerdos inventados seleccionaba el trabajo como cuentista de Enrique Vila-Matas (Nunca voy al cine, Suicidios ejemplares, Hijos sin hijos), un narrador excntrico porque apuesta por la libertad de escritura, sumando al placer de contar los hallazgos del experimentalismo. Esta antologa permite descubrir a un cuentista maduro en su particular apuesta narrativa. Finalmente, gracias a una serie de antologas podemos repasar la historia del gnero desde sus orgenes, en su evolucin a lo largo del siglo XX o en perodos significativos de esta centuria. Arturo Ramoneda presentaba, en 1999, dos volmenes con la trayectoria del cuento desde el siglo XIII hasta los aos sesenta del siglo XX. Jos Mara Merino repasa Cien aos de cuentos (1898-1998) siguiendo un criterio selectivo que afecta a la concepcin del gnero: un hecho narrativo que se produce con la mayor intensidad, en la menor extensin. La Antologa del cuento espaol 1900-1939, de Jos Mara Martnez Cachero, recorre el panorama del gnero en las cuatro primeras
dcadas del siglo XX, a partir de la obra de treinta escritores de diferentes generaciones y tendencias. Se sigue reeditando el trabajo de Medardo Fraile Cuento espaol de Posguerra. Con motivo del centenario del 98, surgi una antologa, Gentes del 98, en la que diez escritores actuales rememoran el ambiente social y literario de aquel otro fin de siglo. Quiero recordar, en este apartado, el nmero 242-243 de la revista Quimera, correspondiente a abril de 2004, porque en l se recoge una encuesta enviada a escritores, historiadores de la literatura, crticos y especialistas en el gnero, con dos preguntas: 1. Cules son los diez mejores libros de cuentos espaoles, en castellano, del siglo XX 2. Cules son los diez cuentos que deberan figurar en una antologa del gnero Su objetivo consiste, sencillamente, en destacar unos cuantos libros y unos cuantos cuentos, con el fin de que aquellos que se acercan a los textos por el mero placer de la lectura, puedan conocer juicios de valor de unos lectores cualificados y, a partir de estas recomendaciones, releer unos ttulos e incitar a la lectura de otros. Despus de revisar este nmero de Quimera, se est en condiciones de decidir qu se debe leer de este gnero, entre lo publicado a lo largo del siglo XX.
3. LAS TENDENCIAS LITERARIAS Los cuentistas de los ochenta buscaron alternativas a la forma tradicional del gnero y se inclinaron por acortar su extensin, por el
microrrelato. Dado que el gnero se presta, como casi ningn otro, a la experimentacin, el autor se acerca a los lmites de la condensacin, la intensidad y la imaginacin. As surgieron colecciones de microrrelatos como Historias mnimas (1988), Bestiario (1988) y Zoopatas y zoofilias (1989), de Javier Tomeo; El sabor del viento (1988), de Ramn Gil Novales; El grano de maz rojo (1988), de Jos Jimnez Lozano o La piedra Simpson (1987), de Alberto Escudero. Desde contenidos e intenciones dispares, esta tendencia se consolida a lo largo de los noventa como una lnea novedosa para narradores de diferentes edades e inclinaciones literarias, desde los ms veteranos como Antonio Pereira Picassos en el desvn (1991)-, Jos Jimnez Lozano -El cogedor de acianos (1993) y Un dedo en los labios (1996)-, Gonzalo Surez -El asesino triste (1994)- y Juan Eduardo Ziga, Misterios de las noches y los das-, pasando por Luis Mateo Dez -Los males menores (1993)-, hasta las ltimas promociones representadas por Pedro Ugarte -Noticia de tierras improbables (1992)-, Gustavo Martn Garzo -El amigo de las mujeres (1992)-, Jos Ferrer-Bermejo -La msica de Ariel Caamao (1992)- o Agustn Cerezales -Escaleras en el limbo (1991). Esta pretensin de contar un mundo en unas cuantas lneas disfruta de una slida tradicin en nuestra literatura -nos podemos remontar a Gmez de la Serna o a los Crmenes ejemplares (1957), de Max Aub)-, ha fascinado a los mejores cuentistas hipanoamericanos -Borges, Cortzar, Monterroso- y en los ltimos aos se ha puesto de moda entre los narradores de Norteamrica con la llamada short-short story (Raymond Carver, John Updike, Robert Fox, Tobias Wolff, Ray Bradbury, Charles, Baxter), que pudimos conocer gracias a una antologa traducida por Jess
Pardo y que se titul Ficcin Sbita (1989). La primera antologa de los noventa dedicada a recoger microrrelatos se la debemos a A. Fernndez Ferrer, La mano de la hormiga. Los cuentos ms breves del mundo y de las literaturas hispnicas (1990). En el ao 94, Erna Brandenberger public, en edicin bilinge hispano-alemana, Cuentos brevsimos. Y, ms recientemente, Jos Luis Gonzlez recoge en Dos veces cuento. Antologa de microrrelatos (1998) narraciones firmadas por cuentistas
latinoamericanos y cuentistas espaoles de varias promociones. La tendencia esttica parece lo suficientemente consolidada para convocar un Premio Internacional de Relato Hiperbreve, cuyos resultados se recogen en la antologa Quince lneas (1996) (Andres-Surez, 1994: 69-82 y 1995: 155-173; Noguerol, 1992: 117-133; Fernndez Rodrguez, 1999 : 71-87 y Daz, 1998 :79-119). Junto a esta tendencia a escribir microrrelatos, cada vez ms consolidada entre nuestros cuentistas, una serie de antologas anuncia otra de las pautas en la actual construccin del relato: el espacio urbano. Nuestros ms recientes prosistas se han decantado por una narrativa opuesta frontalmente a la lamentacin sistemtica por la realidad entorno y al costumbrismo ligado al medio rural. El ltimo cuento espaol retrata a un individuo sin arraigo en su contexto que pulula por un mapa urbano a la bsqueda de los atributos de su identidad (Carrillo, 1997a: 169-182). Es, tambin, un espacio metonmico; es decir, sus peculiaridades fsicas -el laberinto de calles, la peregrinacin por los antros nocturnos, los suburbios, los desechos urbanos- mencionan otras tantas categoras y conflictos morales. Este espacio da pie a diversas antologas como los
Cuadernos del asfalto (1990), los Cuentos urbancolas (1990) o los Relatos urbanos (1994).
En los aos ochenta comenzaron a aparecer antologas con cuentos espaoles escritos por mujeres. La primera de estas recopilaciones, Doce relatos de mujeres, se public en el 82, bajo la responsabilidad de Ymelda Navajo. En el 88, la editorial Popular sac a la venta dos volmenes con el ttulo Relatos de mujeres, seleccionados por Beatriz Fernndez Casasnovas y Mercedes Iglesias Vicente. En la dcada de los noventa, se ha insistido en la misma lnea y han visto la luz ttulos como los Relatos erticos escritos por mujeres (1990) editados por Carmen Estvez; los Relatos de novelistas espaolas (1939-1969) ( 1993), de Alicia Redondo; Cuentos de este siglo: 30 narradoras espaolas contemporneas (1995), recopilados por ngeles Encinar; Madres e hijas (1996), de Laura Freixas, inspirada en el tema anunciado en el ttulo o las Vidas de mujer (1998), con cuentos seleccionados por Mercedes Monmany. Esta serie de antologas pone en evidencia la sustanciosa aportacin de un buen nmero de mujeres escritoras a la literatura espaola y, ms especficamente, a la narrativa corta. La reivindicacin del papel de la mujer en nuestra historia literaria no es, segn Laura Freixas, editora de una de las antologas ms vendida, tan innecesaria como a primera vista pudiera parecer. Antologar cuentos de mujeres significa unir en un volumen dos sectores que no ocupan, acadmicamente, el lugar que por sus mritos merecen.
No es menos interesante reunir bajo el mismo ttulo a varias promociones de mujeres cuentistas, tarea que cumple particularmente la seleccin de ngeles Encinar, cuyo arco temporal abarca desde la generacin del 27 hasta las jvenes narradoras. Sirven tambin estas antologas para recordar la produccin breve de novelistas consagradas como Carmen Martn Gaite o Carmen Laforet y el impecable trabajo de mujeres que iniciaron con el cuento su carrera literaria veinte aos atrs como Cristina Fernndez Cubas.
Una de las vas de promocin del cuento en los ltimos aos ha consistido en la convocatoria masiva de premios dedicados al gnero (Acn, 1991 y 1996: 71-95). En muchos casos, lejos de constituir un acicate para cultivarlo con esmero literario, han servido a intereses extraos a la literatura, fundamentalmente la propaganda de entes pblicos y privados. Es ste un mal endmico que no slo afecta al relato breve, sino que se difunde por igual a todas las formas de expresin literaria. El fenmeno no tiene nada de novedoso. Al mediar la dcada de los cincuenta, los "Premios de la Crtica" nacieron con la pretensin de poner orden en el laberntico espacio creado por los premios literarios (Acn, 1990: 171-173). La masificacin en la oferta de premios ligados al cuento, se origina en los aos sesenta, cuando ciudades, pueblos o instituciones como los ayuntamientos optaron por la va pseudocultural como instrumento propagandstico. La oferta se intensific en los aos de la transicin y hoy seguimos siendo testigos de su desmesurada proliferacin al abrigo de
instituciones pblicas, empresas privadas, fundaciones o asociaciones. Hasta tal extremo llega el fenmeno que se han editado recopilaciones con las convocatorias clasificadas para orientar al posible participante, que ya dispone en Internet de una pgina web con los premios a los que se puede optar (http://www.escritores.org). En la Gua de concursos y premios literarios en Espaa 1996/1997 (Talleres de Escritura Creativa
Fuentetaja), por citar slo un caso, se recogen ms de mil concursos, premios y certmenes. Ciento ochenta y dos de estos premios corresponden al gnero cuento. Buena seal de que lo que interesa en muchos de estos concursos no es otra cosa que la autopromocin a bajo coste, son las escassimas convocatorias para volmenes de relatos. Crticos y cuentistas han subrayado este dato. El resultado final de tal amalgama de condicionantes encierra al cuento en un callejn sin salida, un autntico absurdo desde la perspectiva puramente literaria, a saber: estimular la creacin y descubrir nuevos valores, tarea que debera resultar ms llevadera en el caso del cuento, menos sometido que la novela a la esclavitud de la industria editorial. De esta situacin harto criticable pueden salvarse aquellos premios de los que surge una antologa recopilatoria de los cuentos ganadores y finalistas, nica va -aunque en muchos casos la distribucin no deja de ser precaria-, para que el concurso tenga una proyeccin pblica y lectores y crticos conozcan y juzguen la calidad literaria de sus participantes. Valgan algunas muestras. 1. En este grupo se sitan premios como el Antonio Machado, al que honra una larga trayectoria. Convocado por primera vez en el ao 1976 por el Gabinete de Informacin y Relaciones Externas de Renfe, desde
el ao 1985 el certamen corre a cargo de la Fundacin de los Ferrocarriles Espaoles. Anualmente, esta Fundacin publica un libro con los cuentos premiados. Entre sus ndices figuran narradores consagrados como Francisco Umbral, Alfonso Martnez-Mena o Ana M Matute. 2. En esta misma lnea, de los Premios de Narracin Breve convocados por la UNED desde 1990, han surgido ya tres volmenes recopilatorios, con los cuentos ganadores, finalistas y seleccionados para su publicacin. Entre sus pginas podemos leer relatos de autores jvenes, que publicaran despus colecciones de cuentos presentes en las ltimas antologas del gnero. Me refiero a Eloy Tizn o Juan Manuel de Prada. 3. A otra institucin privada se debe la convocatoria, desde 1996, del Premio NH de Relatos, ahora llamado Premio Mario Vargas Llosa, destinado tanto a cuentos independientes como a la mejor coleccin de relatos inditos presentada al certamen. Los cuentos y el libro premiados, tal como se expresa en la convocatoria, se publican poco tiempo despus. Como excepcin a tantos premios irrelevantes literariamente, el Premio NH tiene en su haber el apoyo a la carrera de un cuentista como Gonzalo Calcedo, ganador del I certamen gracias a su libro Otras geografas. Calcedo se haba estrenado editorialmente en 1996 con una notable coleccin, Esperando al enemigo y en los ltimos aos se ha consolidado su produccin con Liturgia de los ahogados (Premio Alfonso Grosso 1998) y La madurez de las nubes (1999), lo que le convierte en uno de los cuentistas ms sobresalientes de cuantos han aparecido en la dcada de los noventa.
El mismo afn de propaganda que mueve la convocatoria de premios, induce a las instituciones a publicar antologas de cuentos con un espritu autonmico o local. As han surgido ttulos como los Cuentos literarios de autores asturianos. Antologa (1945-1990), de M Elvira Muiz; Retablo y geografa de cuentos canarios (1993), recopilados por Sebastin de la Nuez y Flora Lilia Barrera; Narradores vascos. Antologa de la narrativa breve vasca actual (1992), editados Por Jos Luis Gonzlez y Pedro de Miguel, por citar slo algunos casos. Al margen de la va editorial, imprescindible para la normalizacin y consolidacin del gnero, el cuento ha podido contar, en el ltimo cuarto de siglo, con otros puntos de apoyo como la prensa y las revistas, que han permitido su difusin entre el gran pblico (Martn Nogales, 1994: 6-9). Siguiendo la moda decimonnica de coleccionar los cuentos que previamente podan leerse en la prensa y en las revistas, han surgido diversos ttulos recopilatorios. En los aos ochenta Manuel Vicent aparece como ejemplo prototpico. La carne es yerba, No pongas tus sucias manos sobre Mozart, Crnicas urbanas y Daguerrotipos recogen los relatos previamente publicados en las pginas de El Pas. Garca Hortelano haca lo propio con los relatos publicados entre 1978 y 1986, tanto en El Pas como en diversas revistas, bajo el ttulo Mucho cuento (1987). Daniel Mgica agrupa en Mar Calamidad (1990) relatos en su mayora publicados en ABC. Crnicas del Madrid oscuro: una mirada al subterrneo, de Juan Madrid, rene narraciones escritas a lo largo de 1993, antes publicadas en Diario 16. Lo mismo ocurre con las colecciones: Mientras ellas duermen (1990), de Javier Maras, En mitad de ninguna parte (1995), de Julio Llamazares; Cuentos a la intemperie (1997), de Juan
Jos Mills y Amantes y enemigos. Cuentos de parejas (1998), de Rosa Montero. Algunas iniciativas periodsticas de los aos noventa han propiciado la edicin de antologas con cuentos previamente publicados en los meses de verano por autores con cierto xito de ventas. En el ao 94, El Pas Semanal quiso celebrar el primer centenario de la muerte de Stevenson encargando a cinco narradores -Julio Llamazares, Juan Jos Mills, Juan Mars, Antonio Muoz Molina y Arturo Prez Reverte- un cuento que rindiera homenaje a La isla del tesoro. Posteriormente se reunieron en el libro Cuentos de la isla del tesoro (1994). El mismo periodico escogi otro motivo actual -la ciudad- y seleccion un ramillete de plumas familiares para lector -Almudena Grandes, Rosa Montero, Manuel Rivas, Bernardo Atxaga y Quim Monz- que escribieron los cuentos de la antologa Relatos urbanos (1994). Un nutrido grupo de narradores colabora en Aquel verano (1996), seleccin de cuentos con un tema comn -un verano imborrable- ya publicados en las pginas de El Mundo. Aunque podamos sospechar que interesa ms el relumbrn de los autores que el gnero en s mismo, el cuento se ve favorecido por la posibilidad de llegar a los miles de lectores de la prensa. Respecto a las antologas publicadas en revistas, sobresale la que apareci en el nmero 6 de la revista Lucanor, correspondiente a septiembre del 91. Rene un catlogo de narradores que publican su primer libro de relatos a partir de 1975. Vista desde la perspectiva de hoy en da, su nmina recoge la flor y nata de la renovacin del gnero en el ltimo cuarto del siglo XX: Agustn Cerezales, Luis Mateo Dez, Cristina Fernndez Cubas, Jos Ferrer-Bermejo, Jos Mara Merino, Jos Antonio
Milln, Juan Jos Mills, Antonio Muoz Molina, lvaro Pombo, Soledad Purtolas, Javier Tomeo, Pedro Zarraluki y Juan Eduardo Ziga.
6. ANTOLOGAS DE ENCARGO Junto a las antologas llammoslas coyunturales que surgieron con motivo del fin del milenio -El fin del milenio (1990), Relatos para un fin de milenio (1998)-, a comienzos de la dcada de los noventa las editoriales promovieron antologas "de gnero", paralelas a otras ideadas la dcada anterior y que lograron un notable xito de ventas. Me refiero a los Cuentos erticos (1988) y los Cuentos de terror (1989). En el ao 90, coincidieron en las libreras ttulos como La prxima luna (Historias de horror), Las autoridades sanitarias advierten y otros cuentos de humor o los Relatos erticos escritos por mujeres. Otra estrategia editorial se ha orientado hacia las antologas de encargo con cuentos que versan sobre un tema atractivo "a priori" para el lector, como Los pecados capitales (1990), 29 dry martinis (1999) y Lo del amor es un cuento (1999), que rene en dos volmenes a veintiocho escritores jvenes. Este listado de antologas viene a confirmar que hoy en da resultan rentables las colecciones de cuentos de varios autores. Paloma Daz-Mas me confesaba, en una entrevista, su sorpresa ante esta ventaja de las antologas en el difcil, por competitivo, mercado del libro:
Por qu una coleccin de cuentos se vende bien si la han escrito entre varios, y mal si la ha escrito uno solo, es un autntico misterio para m. Mi experiencia con Nuestro
milenio lo confirma: de mis libros publicados, es el que peor se ha vendido. Pero varios de sus relatos han sido incluidos en colecciones de cuentos de varios autores, tanto en Espaa como en otros pases europeos y en Amrica. Algunas de esas colecciones, a su vez, han tenido mejor acogida que el libro originario (Carrillo, 1998a: 98).
Algo tendr que ver en esta rentabilidad comercial el tema propuesto, visto desde mltiples perspectivas y que, sin duda, se promociona mejor un ttulo en el que colaboran varias firmas que el consumidor reconoce. Pero ciertamente, los cuentistas an no se han visto recompensados con polticas de promocin que incentiven las ventas del gnero.
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Sin duda, Soldados de Salamina1 es uno de los fenmenos ms importantes y llamativos de la narrativa espaola de los ltimos aos. Y, como era de esperar, el proyecto de llevar al cine la novela de Javier Cercas2 surgi muy poco tiempo despus de su publicacin. Segn parece, en un principio, David Trueba3 la ley sin la intencin de hacer una
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Javier Cercas, Soldados de Salamina, Tusquets, Barcelona, 2001. De ahora en adelante, las
referencias a esta obra irn entre corchetes, con la abreviatura SS y el nmero de pgina correspondiente.
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Javier Cercas (Ibahernando, Cceres, 1962) es autor de un libro de artculos, Una buena
temporada (1998), otro de crnicas, Relatos reales (2000), un ensayo, La obra literaria de Gonzalo Surez (1994) y cuatro novelas: El mvil (1987), El inquilino (1989 y 2000), El vientre de la ballena (1998) y Soldados de Salamina (2001).
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David Trueba (Madrid, 1969) es director de cine, guionista y novelista. Hasta la fecha, ha
dirigido tres pelculas: La buena vida (1996), Obra maestra (2000) y Soldados de Salamina (2003); ha escrito, solo o en colaboracin, los siguientes guiones: Amo tu cama rica (1991, de Emilio Martnez-Lzaro), Los peores aos de nuestra vida (1994, de Emilio Martnez-Lzaro), Two Much (1995, de Fernando Trueba), La buena vida (1996), Perdita Durango (1997, de Alex de la Iglesia), La nia de tus ojos (1998, de Fernando Trueba), Vengo (2000, de Tony Gatlif), Obra maestra (2000), Balseros (2002, documental de Carles Bosch y J. M. Domnech) y Soldados de Salamina (2003); y ha publicado las novelas: Abierto toda la noche (Barcelona, Barcelona, 1995) y Cuatro amigos (Anagrama, Barcelona, 1999).
pelcula. Pero, al final, el libro lo atrap, sobre todo esa mirada en torno a la cual gira la novela, cuando tiene lugar el encuentro entre el fascista fugado y el miliciano que le perdona la vida. Esto hizo que se decidiera a adaptarla, a pesar de los muchos riesgos y las enormes dificultades que ello entraaba. De hecho, el guin se termin de escribir y se rod ya en el ao 2002 y la pelcula pudo estrenarse el 21 de marzo de 20034, justo dos aos despus de la publicacin del libro. Segn el propio David Trueba, su intencin fundamental ha sido trasladar las mismas sensaciones y provocar o recrear las mismas emociones de la novela. Por eso, todas las variaciones con respecto a la obra original perseguan la misma finalidad: cmo llevar lo interior a lo exterior, cmo visualizar sentimientos, ideas, emociones. Y, para ello, ha tratado de buscar siempre soluciones cinematogrficas a propuestas de la trama. Veamos, pues, algunas de las estrategias seguidas y de los cambios realizados por el guionista y director en la adaptacin. Contamos, para ello, con la ayuda de la versin publicada del guin5, que, como es habitual, dista mucho del montaje final, y de un valioso libro de conversaciones, en torno a la pelcula y a la novela, de Javier Cercas y David Trueba, titulado
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Ficha artstico-tcnica.- Una produccin de Lolafilms, S.A., y Fernando Trueba P. C., S.A. Ao:
2002. Pas: Espaa. Duracin: 112 minutos. Produccin: Andrs Vicente Gmez y Cristina Huete. Direccin: David Trueba. Guin: David Trueba, basado en la novela de Javier Cercas. Fotografa: Javier Aguirresarobe. Montaje: David Trueba. Direccin artstica: Salvador Parra. Vestuario: Lala Huete. Interpretacin: Ariadna Gil (Lola), Ramn Fontser (Rafael Snchez Mazas), Joan Dalmau (Miralles), Mara Botto (Conchi), Diego Luna (Gastn), Alberto Ferreiro (joven miliciano), Luis Cuenca (padre de Lola), Lluis Villanueva (Miguel Aguirre), Ana Labordeta (empleada residencia), Julio Manrique (Pere Figueras joven) y la participacin de Joaquim Figueras, Daniel Angelats, Jaume Figueras y Chicho Snchez Ferlosio. Rodada en Gerona, Madrid y Dijon.
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David Trueba, Soldados de Salamina. Guin basado en la novela de Javier Cercas, prlogo de
Javier Cercas, Plot, Madrid, 2003. De ahora en adelante, las referencias a esta obra irn entre corchetes, con la abreviatura SS-G y el nmero de pgina correspondiente.
Dilogos de Salamina6. Por falta de espacio, aqu tan slo me ocupar de las transformaciones operadas en los personajes, as como del tiempo y la estructura en la pelcula y la novela. Los personajes Naturalmente, lo primero que llama la atencin en la pelcula son los cambios que afectan a algunos personajes, y, sobre todo, la conversin del protagonista y narrador, llamado Javier Cercas, en una mujer: Lola Cercas. Segn Trueba, para hacer suya la novela, necesitaba hacer el viaje a una nueva primera persona, a un nuevo yo para contar la historia [DS, 92]. Por otra parte, le pareca indispensable potenciar al personaje protagonista, narrador e investigador de toda la historia. Y el hecho de que Cercas fuera una mujer le daba ms conflicto y tensin a la trama [DS, 94]: Temas sugeridos en el libro como la prdida del padre, la crisis personal, la paternidad, cobraban, aplicados a una mujer, una mayor tensin, un mayor conflicto. Su soledad en el bosque, su recreacin de la guerra, su encuentro con Miralles. Cada pequeo momento me pareca doblemente eficaz con una mujer en su centro. Me gusta la mirada de las mujeres sobre las cosas. Y me gusta la mirada de Ariadna Gil. Era sta una pelcula donde en muchos momentos se retrata una mirada y slo eso7. La pelcula, por lo dems, adopta siempre el punto de vista de Lola Cercas. E, incluso, puede decirse que toda la peripecia de Snchez Mazas y los amigos del bosque pasa dentro de su cabeza o la vemos a travs de sus
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Javier Cercas y David Trueba, Dilogos de Salamina, ed. de Luis Alegre, Plot-Tusquets, Madrid-
Barcelona, 2003. De ahora en adelante, las referencias a esta obra irn entre corchetes, con la abreviatura DS y el nmero de pgina correspondiente.
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ojos. Slo vemos lo que ella ha visto o le han contado o ha descubierto o imaginado. Lo que importa, en efecto, es la mirada de la protagonista. Y, en este sentido, es evidente que Lola Cercas experimenta una gran evolucin o transformacin a lo largo de la pelcula, como resultado, por un lado, de su propia historia interior y, por otro, de las peripecias de la trama principal bsqueda, investigacin, resolucin del enigma y de las relaciones con uno de los personajes secundarios, Conchi, que es la que la lleva a enfrentarse consigo misma. De la inhibicin y la ingenuidad iniciales (la Guerra Civil no me afecta) pasar a la madurez y la implicacin activa, cuando comprende las repercusiones morales de la Guerra Civil. Pero el cambio de sexo del personaje protagonista trajo consigo, adems, la potenciacin del personaje de Conchi, que, entre otras cosas, tiene esa fuerza y ese instinto de la virtud que a Lola Cercas le faltan: me pareci que mantener el personaje de Conchi como mujer ha declarado Trueba creaba una nueva tensin. Intensificaba el conflicto de Lola, su sensacin de derrota, de frustracin y de represin. Supona abrirle una nueva puerta a la duda y la tensin [DS, 102]. Y eso obligaba a que Conchi tuviera un poco ms de fuerza y carcter, un mayor desarrollo [DS, 105]. De hecho, en la pelcula, junto a la trama principal, existe una subtrama de amistad entre ambos personajes, con su propio
planteamiento, nudo y desenlace. Lo que implica, claro est, la creacin de nuevas escenas, como esa en la que Lola llama al programa de la televisin en el que Conchi trabaja como pitonisa y, fingiendo ser otra, le pide perdn y le transmite su deseo de proseguir la amistad. Otro cambio notable es la creacin del personaje de Gastn, que viene a cumplir la funcin del escritor Roberto Bolao en la novela. Se trata de un
joven estudiante mexicano, descendiente de exiliados espaoles y alumno de Lola, a la que desea. Aunque no llega a desarrollar una subtrama propia, refuerza, desde el principio, la bsqueda de la protagonista. Sobre este personaje, ha dicho Trueba: ...me pareca que el personaje de Bolao deba ser un actor, porque Bolao no poda interpretarse a s mismo: era un papel demasiado importante o complejo. Aparte de que no quera molestarle. Adems, pensaba que otro escritor igual era excesivo, que iba a convertir la historia en una pelcula de escritores, cosa que en una novela funciona, pero en una pelcula es distinto. Me resultaba muy importante fortalecer la transicin del personaje de Miralles hacia Lola, que se hiciera de una manera natural, que el personaje no apareciera de pronto para cumplir la misin de introducir a Miralles. [DS, 113-114] Otro de los aciertos de la pelcula es la visualizacin del padre de Lola Cercas al comienzo de la pelcula. En la novela, se dice, al principio: Tres cosas acababan de ocurrir: la primera es que mi padre haba muerto [SS, 17]. Y la memoria del padre surge de vez en cuando, ligada sobre todo al proceso de bsqueda de Miralles. En la pelcula, sin embargo, vemos al padre de Lola Cercas en la residencia de ancianos, cuando ella va a visitarlo y le lee el artculo sobre Antonio Machado y Snchez Mazas. Das despus, tendr que ir de nuevo a la residencia, para recoger sus pertenencias, pues su padre ha muerto. Se le da, pues, una mayor presencia en la pelcula, lo que, entre otras cosas, refuerza la motivacin de la protagonista, subraya la importancia del tema de la bsqueda del padre y de la pervivencia de la memoria de los muertos y sirve para establecer
algunos paralelismos con el personaje de Miralles, que, como l, vive en una residencia de ancianos. Al buscar a Miralles, Lola Cercas est buscando tambin a su padre. Otro personaje visualizado es el de Luz, la prostituta que Miralles haba conocido en el camping Estrella de Mar. Por otra parte, hay que recordar que en la pelcula se han eliminado algunos personajes significativos de la novela, como el de Mara Ferr, la joven campesina que ayuda a Snchez Mazas despus de su fuga y, por lo tanto, uno de los amigos del bosque8, el archivero que ayuda al protagonista a encontrar el expediente carcelario de Pere Figueras [SS, 6367], Rafael Snchez Ferlosio, el hijo de Snchez Mazas, que le cuenta, por primera vez, al narrador la historia del fusilamiento [SS, 18-21], o Andrs Trapiello, que aporta nuevos datos sobre el escritor falangista [SS, 39-41]. Estos dos ltimos han sido sustituidos, en cierto modo, por otro hijo de Snchez Mazas, Chicho Snchez Ferlosio, que, entre otras cosas, le refiere a Lola Cercas la versin de la historia que le cont su padre cuando era nio, mientras que el papel del archivero aparece ahora incorporado al de Miquel Aguirre. En cuanto al personaje de Snchez Mazas, es evidente que tiene mucho menos relieve y presencia en la pelcula que en la novela, lo que hace que apenas tenga desarrollo dramtico. Este tratamiento del personaje coincide con la lectura que han hecho algunos comentaristas de la obra,
Como puede comprobarse, este personaje, s estaba en el guin original [SS-G, 64-67 y 75-77],
pero cay en el montaje final: Me haba quedado un montaje muy sugerente declara Trueba, al respecto, pero tena que quitar quince minutos a la historia y, de pronto, una tarde, uno de mis colaboradores ms ntimos me dijo: La peripecia de Mara Ferr retarda el conflicto principal []. Y tena razn [DS, 63-64].
como el profesor y crtico Jordi Gracia9 o el novelista Mario Vargas Llosa10, que han sealado que Rafael Snchez Mazas es, en realidad, un mero pretexto, puesto que lo verdaderamente relevante es la historia de Javier Cercas en el trance de escribir una novela. Y as lo reconoce tambin el propio autor: Snchez Mazas es eso que Hitchcock llamaba un macguffin, una especie de cebo para llevarnos a Miralles, ese viejo luchador republicano que ahora se encuentra en un asilo de ancianos situado en una pequea localidad francesa (y que muy bien podra ser aquel antiguo miliciano que le perdon la vida a Snchez Mazas). En realidad, toda la novela est subordinada a ese personaje, todo es un pretexto para llegar a l. [DS, 127] No obstante, hay que advertir que, como luego veremos al hablar de la estructura, en la versin publicada del guin, David Trueba sigue dando a Snchez Manzas demasiado protagonismo: Todo este estudio del personaje de Snchez Mazas, todas estas cosas yo las iba metiendo en la pelcula. Hasta que a medida que voy desarrollando el guin me doy cuenta de que, de las ocho lecturas que puedes hacer del libro, unas son prescindibles y otras esenciales, y que para hacer la pelcula tienes que ser sinttico, ir al conflicto bsico. Entonces, un da me digo cmo he podido ser tan estpido de creer un solo minuto que este libro trata, entre otras cosas, de Snchez
Jordi Gracia, Hijos de la razn. Contraluces de la libertad en las letras espaolas de la Mario Vargas Llosa, El sueo de los hroes, El Pas, Madrid, 3 de septiembre de 2001.
Mazas?. Este libro ni trata de Snchez Mazas ni quiere ser la biografa de Snchez Mazas. Eso era algo obvio que yo deba haber entendido en una primera lectura. Pero mi torpeza me lo impidi. La gran revelacin fue comprender que Snchez Mazas es slo una metfora de esta historia. Una historia que tiene un protagonista absoluto que es Cercas, el personaje Cercas, y ese encuentro del personaje Cercas con el personaje Miralles. [DS, 44] El tiempo y la estructura La novela est dividida en tres partes de extensin muy similar: Los amigos del bosque [SS, 17-74], Soldados de Salamina [SS, 77-140] y Cita en Stockton [SS, 143-209]. Y, en ella, se distinguen dos lneas temporales bsicas: la del presente (correspondiente a la historia principal, la de Javier Cercas) y la del pasado (la de la historia de Snchez Mazas). La del presente discurre por la primera y la tercera partes, y va desde 1994 hasta el ao 2000. En el relato, sigue un orden lineal y presenta varias elipsis narrativas. Al principio, la historia se remonta al verano de 1994, cuando el narrador-protagonista oye hablar, por primera vez, del fusilamiento de Snchez Mazas. Despus, hay una elipsis de cuatro aos y medio, que nos sita en febrero de 1999. A lo largo de ese ao, tienen lugar la investigacin sobre la historia de Snchez Mazas y la decisin de escribir la novela l lo llama relato real, con el ttulo de Soldados de Salamina [SS, 74]. En un momento de ese perodo, hay tambin una elipsis de varios meses, despus de varios intentos infructuosos de avanzar en la bsqueda.
Entre la primera y la tercera parte, nos encontramos de nuevo con una elipsis de varios meses o semanas, que es el tiempo invertido por el narrador en la escritura del relato sobre Snchez Mazas que acabamos de leer en la segunda parte, y que constituye, como veremos, la primera versin de la novela, si bien es cierto que, al comienzo de la tercera parte, se narra de forma muy sumaria la escritura de la misma. Esta tercera parte va desde febrero del ao 2000, momento en el que descubre que a su novela le falta algo11, hasta varios meses despus, cuando tiene lugar el encuentro entre Cercas y Miralles y el primero decide escribir la segunda versin de su novela, que es la que el lector est acabando de leer en ese momento. La segunda lnea temporal nos sita en el pasado: desde el 18 de febrero de 1894, fecha del nacimiento de Mazas, hasta octubre de 1966, en que muere. Pero se centra, sobre todo, en el episodio del fallido fusilamiento y la posterior fuga, que tuvo lugar en los primeros meses del ao 39. En el relato, por otra parte, hay una alteracin temporal, puesto que comienza con la narracin de la liberacin de Pere Figueras, gracias a la intervencin de Snchez Mazas, en 1939 [SS, 77-79]. En la tercera parte, por otro lado, Roberto Bolao le cuenta al protagonista, de forma sumaria, la historia de Miralles, que se extiende desde 1936, en que lo reclutaron para ir a la guerra, hasta el ltimo verano en que Bolao lo vio, en 1981 [SS, 153-164].
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Esto es lo que dice, al respecto, el narrador: el libro no era malo, sino insuficiente, como un
mecanismo completo pero incapaz de desempear la funcin para la que ha sido ideado porque le falta una pieza [SS, 144].
Estamos, pues, ante una estructura bastante peculiar, puesto que la segunda parte de la novela interrumpe el desarrollo argumental, la peripecia de Javier Cercas, para dar paso a la biografa de Snchez Mazas, que es tambin una reflexin sobre el fascismo espaol y la Guerra Civil. Por otro lado, el sentido de esta estructura lo explica muy bien el propio Trueba: Hay un personaje central, el investigador, que va
acumulando pistas en una determinada direccin. Pero cuando llega al final de ese camino se da cuenta de que la direccin es fallida, que ha fracasado, que ha errado el tiro, que ha estado buscando por el camino equivocado. En el enfrentamiento entre Snchez Mazas y el miliciano (que le salv la vida), haba optado por Snchez Mazas, pero, luego, da un giro de 180 y se da cuenta de que quien en verdad le interesaba es el que est enfrente, el miliciano. Y ah comienza la pesquisa de la ltima parte. [DS, 85-87] Pero todo esto, en la pelcula creara, lo que Trueba llama una disfuncin estructural: En los primeros veinte minutos cuentas el planteamiento, la primeras pruebas y el encuentro del protagonista con gente que le impulsa a ir en una determinada direccin. Luego, esta persona emprende durante otros treinta minutos un camino, pero sabes que ese camino es errado. T ests guiando al espectador por ese camino, le ests dando informacin intil, porque el protagonista variar su objetivo algo despus. El problema entonces es cmo conseguir que esa frustracin del
personaje no se transforme en una frustracin del espectador, que puede pensar que para qu me han dado toda esa informacin si no es la que de verdad importa. Esa segunda parte de la novela, que es tan larga como las otras, en la pelcula haba que sujetarla con unas riendas muy firmes para no provocar esa frustracin. [] Hasta que no nos dimos cuenta de eso, narrativamente la pelcula no funcionaba. [DS, 87] De hecho, podemos comprobar cmo en la versin publicada del guin, Trueba sigue todava muy de cerca la estructura de la novela, por medio de la insercin, en el segundo acto del guin, de una larga entrevista apcrifa a Snchez Mazas, donde ste nos habla en primera persona de s mismo y de su vocacin literaria, al tiempo que el entrevistador nos va suministrando abundante informacin sobre la vida del personaje [SS-G, 45-48 y 79-81]12. Tambin se han eliminado, en esa misma direccin, bastantes secuencias relacionadas con los amigos del bosque [SS-G, 61-62, 64-67, 69-71 y 75-79]13. As pues, en la adaptacin, desaparece la mayor parte de la segunda seccin de la novela, y el resto aparece integrado en el relato principal. Segn Cercas, Trueba no elude lo que la novela tiene de historia, de biografa, de ensayo o de periodismo, sino que diluye o integra todos esos ingredientes en la narracin hasta el extremo de que resultan casi
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Toda esta parte fue rodada, y puede verse ahora en los extras del DVD de la pelcula
(distribuida por Warner Home Video Espaola, S.A., 2003), bajo el ttulo de Escenas complementarias: Algo ms sobre Snchez Mazas. Tambin se recogen declaraciones sobre Snchez Mazas de Jos-Carlos Mainer, Jordi Gracia, Marino Gmez-Santos, Carlos Sents y Cndido.
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Vase en los extras del DVD Escenas complementarias: Los amigos del bosque.
invisibles y, en vez ralentizarla o entorpecerla, la vuelven ms fluida [SSG, vii]. De hecho, en la pelcula tambin hay dos lneas temporales, pero mucho ms concentradas y dispuestas en alternancia a lo largo del segundo acto. De ah que las peripecias de Snchez Mazas esto es, su fallido fusilamiento, la fuga y los das de supervivencia en el bosque se vayan contando en alternancia con el relato principal: el de la bsqueda y la escritura de la novela. Incluso, llega establecerse un paralelismo entre la huida de Snchez Mazas y la investigacin de Lola Cercas. Lo que hace que, justo en el centro de la pelcula (en el llamado midpoint o punto medio), se crucen, por as decirlo, las dos lneas temporales. Los dos personajes coinciden entonces en el bosque del Collell, slo que en dos tiempos muy diferentes, por medio de un montaje de acciones. En ese momento, Lola Cercas, naturalmente, recrea e imagina, a partir de los datos que ha ido obteniendo, la fuga de Snchez Mazas en su escenario real. Por ltimo, habra que mencionar tambin las abundantes imgenes de archivo reales o apcrifas que aparecen en la pelcula, a manera de insertos contextualizadores o visualizadores de algunos momentos o pasajes de los dilogos, lo que, en conjunto, da lugar a continuos saltos espaciotemporales, entre el presente, el ao 1939 y otros momentos histricos. En cuanto a la organizacin del relato, hay que decir que, dejando aparte la secuencia prlogo (los cadveres de los fusilados) y la secuencia eplogo (el plano en cmara lenta del miliciano), la pelcula sigue
claramente el paradigma de la estructura cinematogrfica en tres actos, de acuerdo con el siguiente esquema14:
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Para los aspectos tericos relacionados con la estructura del guin, vase el libro de Antonio
Snchez-Escalonilla, Estrategias de guin cinematogrfico, Ariel, Barcelona, 2001, y la exposicin resumida que aparece en Antonio Snchez-Escalonilla (coord.), Diccionario de creacin cinematogrfica, Ariel, Barcelona, 2003, pp. 93-149. En este ltimo, define as el paradigma de la estructura en tres actos: un esquema que concreta el planteamiento, nudo y desenlace del relato en cuatro nudos de accin bsicos para la estructura del futuro guin. Estos cuatro momentos destacados son el detonante, el clmax y los dos puntos de giro que dividen la trama en tres actos. / Con el detonante, la accin se inicia y el protagonista se encamina hacia su objetivo. En el clmax, el protagonista satisface su bsqueda. Un clmax no slo resuelve el problema planteado, sino que necesariamente ha de ser el momento de mayor intensidad dramtica del guin. / Los puntos de giro son las dos columnas que sostienen el nudo y, al mismo tiempo, marcan la divisin en tres actos cinematogrficos. [] [Por un lado,] el espectador puede distinguir un momento dramtico en que el nudo, ya planteado en el detonante, comienza a tensarse y se complica ms todava: es el primer punto de giro, suceso inesperado que hace ms ardua [o complicada] la bsqueda del objetivo por parte del protagonista. Avanzada la historia con nuevos impulsos, el nudo alcanza un nivel de intensidad ms alto con otro suceso que revoluciona la accin hacia su desenlace, al tiempo que dificulta las expectativas de xito: es el segundo punto de giro, que cierra el acto segundo del guin y anticipa el clmax (pp. 128-130).
PLANTEAMIENTO / < NUDO > DESENLACE Abreviaturas empleadas.- MA = Miquel Aguirre LC = Lola Cercas JF = Jaume Figueras ADB = Los Amigos del Bosque RSM = Rafael Snchez Mazas M = Miralles C = Conchi
Conclusin
Estamos, pues, ante algo muy distinto y, al mismo tiempo, muy fiel a la novela. Por un lado, hay cosas que slo estn aludidas en el libro y que Trueba ha desarrollado cinematogrficamente en la pelcula; por otro, estn los cambios ya comentados en los personajes y las supresiones en la peripecia de Snchez Mazas y los amigos del bosque, todos ellos al servicio del espritu de la novela. De hecho, como dice Javier Cercas, la nica forma de ser fiel al espritu de la novela era traicionando su letra. [] / Eso es lo que ha hecho admirablemente David Trueba en Soldados de Salamina (el guin): despojar a Soldados de Salamina (la novela) de todo cuanto en ella es exclusivamente literario, y acto seguido buscarle una traduccin cinematogrfica [SS-G, vi]. Y aade despus: la pelcula ha traicionado a la novela, pero slo para que lo verbal se convierta en visual [SS-G, vii]. De ah que Javier Cercas hable del arte de la traicin15 a la hora de definir la labor realizada por David Trueba. Y es que, para conseguir un resultado anlogo al de la novela, hay que traicionar la letra de la obra original y buscar siempre soluciones cinematogrficas: una pelcula slo puede ser fiel a una novela si la traiciona. Con todos los cambios que hay,
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yo siento que esta pelcula es muy fiel, no a la letra que en gran medida tambin, pero s a su espritu [DS, 102]. Se trata, en fin, de una manifestacin ms de eso que podramos llamar la paradoja de la adaptacin, esa que dice que cuanto ms fiel es una pelcula a la letra de la obra literaria, ms infiel es a su espritu, y al revs. Y as lo ve tambin el propio director: Para ser fiel en la esencia a un libro, se deben transformar muchas cosas de su superficie16. En este caso, adems, lo ha hecho sin salirse, en ningn momento, de la novela, pero, a la vez, siendo muy consciente de que lo que ha adaptado no es la novela, sino su propia lectura de la obra literaria: No creo que las novelas puedan llevarse al cine. Lo que puede llevarse al cine es la historia de las novelas, sus emociones, sus sucesos. La novela no. La novela siempre ser otra cosa, intocable por cualquier adaptacin. La novela siempre
permanece. Ni se estropea ni se engrandece con la pelcula. Estaba antes y queda despus. Por eso, quiz las adaptaciones slo funcionan si proporcionan otra pieza diferente, si alcanzan la independencia de la obra original. En la pelcula, se propone una lectura personal de la novela, pero sobre todo lo que se propone es una pelcula, sin ms17.
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Desde que Care Santos se iniciara en el mundo de la literatura con un volumen de relatos, Cuentos ctricos, en 1995 hasta el da de hoy ha publicado cinco volmenes de cuentos, adems del ya mencionado, Intemperie (1996), volumen con el que obtuvo el Premio de Narrativa Ciudad de Alcal, Ciertos testimonios (1999), Solos (2000) y Matar al padre (2004). Tambin han aparecido las novelas El tango del perdedor (1997), Trigal con cuervos (1999), IV Premio Ateneo Joven de Sevilla, y la ms reciente Aprender a huir (2002). Durante este tiempo ha
compaginado esta actividad con la publicacin de otras novelas dirigidas a un pblico juvenil (Los ojos del lobo obtuvo el premio Gran Angular 2004) y con sus colaboraciones asiduas en el suplemento cultural de distintos peridicos. Las cinco colecciones de cuentos escritas por Care Santos demuestran su inters y su extraordinaria capacidad para moverse dentro del gnero. En Cuentos ctricos, a pesar de ser su primer libro, ya puede verse el germen de lo que ser su dominio tcnico. Est compuesto por doce relatos agrupados en tres apartados cuyos ttulos generales indican cierta lnea comn a los cuatro que incluyen. La fantasa, las situaciones lmites y la muerte son elementos unificadores en cada grupo; por otra parte todos ellos tienen en comn el lado cido de la existencia humana
que presentan y al que se hace referencia en el ttulo, pero sin olvidar yuxtaponerlo a una adecuada dosis de humor y de ternura. El hilo de unin ms evidente entre los seis relatos que componen Ciertos testimonios es el uso de la primera persona, una voz narradora que por diversas circunstancias adquiere primaca en el conjunto de cada historia. No en vano, la inclusin de una frase introductoria de Alfredo Bryce Echenique alerta al lector en este sentido: las historias siempre les ocurren a los que saben contarlas. Sin embargo, el receptor nunca dejar de sorprenderse al constatar que es un cadver quien en Serafina aprendiendo a volar narra la difcil relacin mantenida con su sobrina, enajenada mental, o que una estatua situada en una plaza de Managua cuente los avatares de una nia hurfana que, con los aos, se convertir en una guerrillera sandinista. Tanto en estos dos volmenes como los que enfocaremos ms adelante, Intemperie, Solos y Matar al padre es conveniente acuar el trmino ciclo de cuentos. Denominacin que permitir descubrir el entramado esttico de la obra y la meditada potica de su autora, teniendo como ltima consecuencia una mejor comprensin del conjunto y con gran probabilidad un mayor disfrute por parte del lector. La idea del ciclo de cuentos, trmino propuesto por Forrest Ingram, o cualquiera de las otras denominaciones, otra de las ms interesantes es secuencia de cuentos de Robert Luscher, nos permiten hacer referencia al ttulo de nuestra presentacin, una narrativa coral, pues el lector escucha la voz propia de cada cuento pero la suma de las distintas voces produce una composicin vocal armonizada, en palabras musicales, o una narracin totalizadora. Cada relato (o voz narrativa) es autosuficiente pero al mismo tiempo
tambin est interrelacionado. El lector es capaz de entender cada historia por s misma, y, por otro lado, todas las historias funcionan como una totalidad, creando algo que no podra obtenerse con un solo relato1. En Intemperie la temperatura, a primera vista, es el punto unificador pues los quince relatos se encuentran a su vez agrupados en tres apartados: cuentos fros, cuentos tibios y cuentos calientes. Pero ms que la temperatura, el hilo de unin entre todos los cuentos proviene de los personajes. Hay que hablar de un ciclo de personajes, segn Mann. Se trata de tres mujeres que aparecen cada una en cinco relatos en los que se ir viendo el rumbo que va tomando sus vidas. Clara es la protagonista del primero y el ltimo del volumen dando al libro una idea de circularidad y est presente, asimismo, en el sptimo donde comparte protagonismo con frica, en el dcimo y en el undcimo. En estos cinco cuentos se presenta un tringulo amoroso entre las dos mujeres mencionadas y Javier. Evelyn es la protagonista del segundo relato y su historia se ir conformando en otros cuatro ms (4, 5, 8 y 12). Esta mujer caribea se ver obsesionada por conocer el fro y con ese objetivo abandonar su entorno laboral y personal para viajar a pases de temperaturas glidas, sin embargo, slo conseguir percibir la sensacin de frialdad a travs de una experiencia psicolgica y no fsica. Su pasin por el fro le llevar a convertirse en escultora de un material exclusivo: el hielo, ancdota
desarrollada en la siguiente narracin dedicada al personaje. El quinto relato protagonizado por la pintora Beatriz Durn, en principio inconexo, permitir que Evelyn entable amistad con Isabel como se ver ms
Vase Susan Garland Mann, The Short Store Cycle. A genre Companion and Reference Guide, New York, Greenwood, 1989, p. 15.
adelante. La amistad profunda entre las dos mujeres se quebrantar por la muerte de la ltima, anunciada en una prolepsis narrativa, con la que se concluye el relato octavo. La sustitucin y suplantacin de personalidad de Isabel realizada por su otra mejor amiga, Marta, se relatar en el relato doce con el que se cerrar la historia duplicada de amistad (Evelyn, Beatriz e Isabel) y amor (Isabel, Javier, Marta). Sara es la tercera gran protagonista, su historia y la de su ta gueda se narrar en el resto de los cuentos (3, 6, 9, 13 y 14). En contraposicin directa con Evelyn, Sara padecer un fro persistente y explicable slo desde una perspectiva psicolgica. Hurfana de padre y con una madre enajenada mentalmente, cae bajo la tutela de su ta cuyo resentimiento ante la vida lo plasmar manteniendo una relacin tirnica con su sobrina. En el siguiente relato dedicado a estos personajes, en concreto a ta gueda, se sintetizan los acontecimientos que, con posterioridad narrativa pero no cronolgica, tendrn lugar en el desarrollo de esta historia familiar: el suicidio de Sara, el asesinato premeditado de Encarna -madre de Sara- a su marido y la infancia traumtica de ta gueda. Intemperie es un ciclo compuesto concebido como tal por su autora. La lectura progresiva de los cuentos permite ver el sutil entramado
construido por Care Santos, las tres lneas narrativas que se van engrosando hasta formar un tapiz. A ello ha contribuido no slo la recurrencia de algunos personajes y el factor de que la imagen completa de sus vidas se pueda reconstruir al tejer las distintas narraciones-piezas que la forman sino tambin una serie de caractersticas comunes a todos ellos que les ha hecho formar parte de una misma comunidad. En primer lugar, todas las protagonistas son mujeres y todas ellas se encuentran en el
proceso de establecer relaciones con una pareja que por diversas circunstancias terminan truncndose. Otra importante conexin entre todas las protagonistas es el compartir un destino similar que termina siendo la desgracia o la muerte. Por ltimo, la unidad de Intemperie est determinada tambin por una temtica comn. Todos los personajes, como enfatizaba el estudio de Mann, padecen un sentimiento de soledad y aislamiento de su entorno, de vivir una existencia fragmentada, a pesar de que buscan desesperadamente a alguien con quien poder comunicarse. En la lnea terica de Luscher, se puede confirmar que esta secuencia de cuentos, como en una serie musical, ha repetido y desarrollado de manera consecutiva, temas y motivos, su unidad se ha derivado de esa recurrencia y sucesin que han proporcionado continuidad a la experiencia del lector2. Con Solos Care Santos se propone hacer una coleccin que est unificada por la soledad de los personajes y la idea teatral del soliloquio. No slo eso, Solos forma parte de un proyecto de mayor envergadura, una triloga de relatos en la que este primer libro est dedicado a la msica, el segundo publicado en el ao 2004, Matar al padre, es un homenaje a la literatura, y el tercero estar enfocado hacia la pintura, la escritura de un texto directamente relacionado a un cuadro3. En la solapa de la portada de Solos, a modo de marco, se incluyen cuatro acepciones de la palabra solo que, sin lugar a dudas, se constituyen en hilo de unin entre todos los relatos. Los dos primeros significados hacen referencia a una persona que est sin compaa o que no tiene quien
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Vase Robert M. Luscher, The Short Story Sequence: An Open Book en Susan Lohafer y Jo Ellyn Clarey, eds., Short Story Theory at a Crossroads, Baton Rouge, Louisiana State University Press, p. 149. 3 Algunos de estos comentarios los realiz la autora en la conferencia que imparti en Saint Louis University, Madrid campus, el 25 de abril de 2002.
la ampare, socorra o consuele en sus necesidades o aflicciones. sta es la situacin de la mayora de los protagonistas del volumen. Los dos ltimos significados de solo que se mencionan, hacen referencia al mundo artstico, bien a la danza, un paso que se ejecuta sin pareja, o bien a la msica, una composicin que canta o toca una sola persona. Ambas significaciones tambin estn presentes en el conjunto. Todos los protagonistas de estos cuentos ejecutan un solo pues en todos los relatos se adopta el punto de vista de la primera persona, un narrador que realiza un monlogo o soliloquio con intenciones distintas y dirigido a muy diversos narratarios: el mago que posiblemente contrate a la cantante, el profesor Dalmases -contrabajista suplente de la orquesta nacional-, una compaera de vagn de tren, un juez, la profesora de lengua de un nio, el transcriptor de las memorias de un famoso cantante, un psiquiatra y la madre priora de un convento. Asimismo, un nexo comn a todos los cuentos, como ya se ha indicado, es la msica. Los ambientes que se muestran dentro de este mundo son diversos. La msica clsica esta representada por el contrabajo, el violinista, la mujer casada con el fabricante de instrumentos de cuerda, los componentes de la orquesta padres del nio que escribe la redaccin- y la novicia, aprendiz de rgano. En el lado de la msica popular y moderna se encuentran el resto de los protagonistas: la cantante de boleros, el famoso cantante de los Beattles, el divo latino y el grupo de bailaor y guitarrista convertidos ms tarde en tanguistas argentinos. Solos esta unificado por un grupo de personajes que pertenecen a una misma comunidad, aunque procedan y desenvuelvan su existencia en ambientes diversos, y que adems poseen y comparten un destino comn:
el fracaso. En algunos casos se trata del fracaso profesional, pero en la mayora de las narraciones se habla del fracaso personal o de pareja. Se puede hablar de un ciclo de cuentos unidos por el tema. El aislamiento del ser humano, la soledad y la falta de comunicacin estn muy presentes en estos relatos. El instrumento del contrabajo se erige en el yo narrador que pone de manifiesto al instrumentista, el t narrativo, su fracaso profesional pero sobretodo su fracaso personal al haber sido el ltimo en reconocer la imposible relacin entre la exitosa soprano y l: asumas que la habas perdido para siempre, que era lo mismo que asumir que nunca seras otra cosa que un msico del montn, relegado a la tercera o cuarta fila (33). En otro cuento, ser una mujer, Betty Grey, quien sin
escrpulos haga saber a su compaera de viaje el matrimonio de conveniencias que se atrevi a efectuar en su primera juventud marcado por una total barrera lingstica- y las posteriores bodas, todas por inters, que le han asegurado un bienestar econmico y material en la edad madura pero no han logrado erradicar su sentimiento de soledad. El solipsismo al que el ser humano es capaz de llegar est expuesto de forma admirable en el ttulo Vara la sensacin en la misma proporcin que la excitacin fsica que la provoca? El protagonista, violinista de renombre, acude a la consulta del psiquiatra y entre sus innumerables preguntas no deja de cuestionarse por el abandono y la ruptura de relaciones efectuada por la mujer con la que convivi durante un tiempo y a la que ha traicionado abiertamente en respuesta directa a su comportamiento, llevndola al fracaso profesional. El machismo y el egocentrismo del
Le recriminaba que no quisiera hacer el amor ms de una vez por semana? Me recordaba que se levantaba todos los das a las seis Me quejaba de que nunca guisaba para m? Me regalaba un libro de cocina Le propona despedir a la mujer de la limpieza para que ella pudiera trabajar en casa? Me llamaba degenerado machista ... y sabe usted lo que me dijo cuando le propuse que dejara de trabajar y tuviramos un hijo? Hay algo ms hermoso que esa propuesta? Pues no supo valorarla: me dijo que lo que yo necesitaba era un gato y que me fuera a dormir al saln. Al da siguiente trajo a Micifuz. Y se canje por l4.
En su estudio del ciclo de cuentos, Susan Mann sealaba que en muchas ocasiones, el ltimo relato sirve para desafiar whatever sense we have made of the book thus far(38) (cualquier sentido que se haya dado al libro hasta ese momento). Es interesante destacar que as parece suceder en este volumen. En todos los relatos se ha enfatizado la incomunicacin entre los seres humanos, sean de la condicin que sean, y en consecuencia la profunda soledad a la que los individuos estn sujetos. En casi todas las narraciones las relaciones entre parejas han estado condenadas al fracaso. El egoismo, la insatisfaccin, los intereses personales y la infidelidad han evidenciado la dificultad de mantener una relacin armoniosa. Sin embargo, el ltimo cuento de la coleccin aporta una perspectiva esperanzadora. Estructurado mediante una carta, la antigua novicia escribe a la madre priora del convento para comunicarle su determinacin de no regresar. La soledad y el enclaustramiento de la vida en clausura han sido sustituidas por una convivencia fructfera con el que fuera su profesor
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de msica. La aceptacin y la apertura hacia el cambio han sido el motor de esta transformacin. Esta joven manchega ha estado dispuesta a recibir las diferentes posibilidades que se le han ido presentando a lo largo de los aos y esta disposicin positiva ha causado su gozo final: se siente muy bien acompaada por el profesor Pavanetti(163), asegura a la priora al inicio de su misiva, y la hija que esperan les anuncia que no volvern a estar solos, palabras con las que se cierra el texto. Es importante subrayar el dilogo intratextual que se ha producido en el volumen. El protagonista de Marcial y Graciela al buscar en el peridico ofertas de trabajo se topa con el pintoresco anuncio que da ttulo al primer cuento. El contrabajo del profesor Dalmases fue comprado en el taller del seor OGready, tercer marido de la maquiavlica Betty Grey, a quien sta no dud en vender, una vez viuda, los secretos profesionales de su primer esposo. Esta protagonista que se aprovecha de todos los hombres que van formando parte de su vida, se puede yuxtaponer con facilidad al personaje del violinista que se vanagloria de la explotacin sexual que ha hecho con todas las mujeres de su existencia. La admiracin por Schubert del contrabajista encuentra eco en el director de orquesta aficionado cuyo hijo, protagonista del cuento La seorita Elena quiere que haga una redaccin de extensin libre sobre qu quiero ser de mayor, manifiesta que su padre necesita una mujer capaz de compartir su pasin por este msico. La curiosa transicin de lo religioso a lo profano se contrasta entre el asesino de John Lennon, antiguo seminarista que abandon los hbitos y al integrarse en el mundo laboral lo hace como streaper latino, dejndose llevar en su insercin social por la violencia sin sentido, y la novicia que tambin descubrir su falta de vocacin, pero ser capaz de integrarse en
la sociedad de una forma digna. A todo ello se suman el uso de la primera persona narrativa y la tcnica oral que han contribuido a fortalecer esta impresin de conjunto5. Matar al padre es, por tanto, el segundo volumen de la proyectada triloga. Como en los anteriores libros podemos hablar de un ciclo de cuentos cuyo punto de unin, en este caso, sera el homenaje o el dilogo intertextual que la autora ha querido establecer con ocho autores hispanoamericanos, indudables maestros del gnero. Al analizar esta coleccin es interesante referirnos a los marcos narrativos que se plantean en estas historias. Por un lado, estas narraciones han sido enmarcadas por un mediador textual, sin ninguna duda la propia autora; por otro lado, por el conjunto de suposiciones que cualquier lector puede llevar a un texto. Hay que hablar, por ello, de cuatro tipos de marcos aunque en ocasiones algunos de ellos se solapen o entrelacen6. En primer lugar, y podramos decir que salta a la vista, est el marco circumtextual, aquel que est relacionado con el formato fsico del libro, la informacin preliminar o de las tapas, el ttulo o cualquier otro indicador paratextual. En la contraportada de Matar al padre se ha incluido un fragmento de la denominada Invitacin al parricidio, un texto que a modo de eplogo cierra el volumen. En dicho fragmento se dice: Mis ocho textos after Quiroga, Garca Mrquez, Cortzar, Rulfo, Carpentier, Arreola,
Monterroso y Borges, adems del fruto de una pasin arraigada desde la adolescencia, son el resultado de un capricho adulto: el de tratar de
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Parte de las ideas expuestas hasta aqu las he desarrollado de manera ms extensa en La excepcional maestra de Care Santos: los ciclos de cuentos, en Mujeres novelistas. Jvenes narradoras de los noventa, ed. Alicia Redondo Goicoechea, Madrid, Narcea, 2003, pp. 131-147. 6 Sigo las propuestas de Ian Reid en Destabilizing Frames for Story, en Susan Lohafer, pp. 299310.
establecer un dilogo con mis autores favoritos. Ms que eso: el de jugar con ellos a algo cuyas reglas hubiramos decidido a medias y comprobar, acaso, si yo era capaz de ponerme a tal altura7. El receptor de estas historias sin haber abierto el libro se encuentra ya con un paradigma establecido, la autora pretende que el lector sea capaz de participar en ese juego que se le plantea y que, con certeza, aprovechar mucho ms quien conozca los textos originarios, condicin, sin embargo, completamente prescindible. En su Invitacin Care Santos explicita la razn de este homenaje y pone de manifiesto que ha sido un uso comn en otras artes como la pintura y la msica aportando ejemplos famosos, entre ellos, las variaciones de Picasso sobre Las Meninas y las versiones de Haydn sobre obras de Brahms. Tambin el libro se inaugura con otro marco circumtextual, la inclusin de dos citas en relacin directa con estas ficciones. Una de ellas proviene del bien conocido Declogo del perfecto cuentista de Quiroga Cree en un maestro como en Dios mismo, la otra del Manifiesto futurista de Marinetti, Vendrn contra nosotros nuestros sucesores. Ambas frases parecen haber sido preceptos para nuestra escritora. Seis es el ttulo del primer relato del volumen que rinde homenaje a la impresionante narracin de Horacio Quiroga La gallina degollada. El nmero que nomina el cuento se convierte en marco intratextual. La reiteracin del seis y la fijacin especfica de la narradora, que intenta desentraar el por qu de la continua referencia a este nmero por parte de sus padres y otras personas cercanas frente al cinco y el cuatro de otras
Care Santos, Matar al padre, Sevilla, Algaida, 2004, p. 176. Todas las citas al texto pertenecen a la misma edicin.
ocasiones, se convierte en una especie de recuadro textual dentro de la propia historia. El desarrollo narrativo consiste en la indagacin y final descubrimiento del yo narrador de que es la sexta hija de un matrimonio que ha debido afrontar la trgica muerte de su anterior hermana la quinta- a manos de sus otros cuatro hermanos deficientes psquicos. La originalidad del relato de Care Santos radica en la nueva perspectiva que presenta. El narrador omnisciente de La gallina degollada se ha sustituido por una primera persona muy involucrada en el devenir de los hechos y la temtica del cuento no tiene su epicentro en la relacin amorodio entre el matrimonio Mazzini-Ferraz consecuencia de la fatalidad que de forma sucesiva acaece a su descendencia ni se culmina con el dramtico suceso del final sorpresivo. La narradora de Seis rememora sus aos infantiles y el modo en que el ocultamiento de su realidad familiar produjo en ella una imperiosa necesidad de conocimiento, insatisfecha durante largo tiempo, y cmo condicion de forma ineludible su educacin y la relacin con sus padres. La autora ha inventado un nuevo personaje, esta sexta hija, en quien ha depositado toda la responsabilidad narrativa, convirtindola en herramienta y foco de la historia desde el comienzo del relato: Siempre supe que hubo otros antes que yo (...) Pero yo no imaginaba monstruos. Imaginaba al hermano que no tuve, desdichado de aburrimiento, como yo, all en las alturas de aquella casa inmensa (...) Creo que mis padres nunca supieron de mi aburrimiento (...) De nia me preguntaba a menudo qu hacamos en Madriguera (15-16). El tono dramtico del cuento de Quiroga se ha transformado en un tono impregnado de inocencia y de misterio.
La estirpe de la Guajira tiene de referente a La increble y triste historia de la cndida Erndida y de su abuela desalmada de Gabriel Garca Mrquez. Ms que en ningn otro relato de la coleccin, se puede constatar que, an habiendo utilizado elementos y personajes del cuento del autor colombiano, Santos ha realizado una autntica transformacin. Como sugera Ian Reid al reflexionar sobre el marco intertextual, no se trata de comprobar las influencias sino de ver como el conjunto de significados de la historia depende tanto de sus similitudes como de sus diferencias con el otro texto8. En La estirpe de Guajira la autora relega la historia de la cruel abuela y la desafortunada Erndida a ser una nica referencia en la conclusin del relato cuya importancia radica en que la joven es el motivo por el que Ulises abandonar su hogar. El primer plano narrativo de La estirpe lo ocupan los personajes secundarios del cuento de Mrquez. El holands, Amads, padre e hijo, la India madre de Erndida y de Ulises- y este ltimo son los protagonistas de la nueva historia. La pasin que la joven indgena desata en el holands y Amadshijo es la rivalidad mayor, entre tantas otras, y la menos aceptada por ambos terratenientes. Cinco de las seis secuencias narrativas en las que est estructurado el cuento desarrollan el hilo argumental de esta lucha por apropiarse del objeto de su deseo. La voluntad de la India subrayada al comienzo del texto (Venan de todas partes para quererla, y ella escoga a su clientela con una superioridad tan condescendiente que dejaba admirados a los elegidos y al borde de la muerte a los rechazados pero le gustaba enorgullecerse de su carrera jalonada de hombres derrotados como pajarillos tras la tormenta
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[45]), pero anulada por el rapto y la esclavitud a la que se ve sometida por los Amadises, se recupera con su huda e inmediata decisin de reencontrarse con el holands. El cuento se podra considerar como una historia de violacin y de amor donde la mujer consigue pasar de ser objeto a convertirse en sujeto amoroso y an ms, la culminacin del cambio se hace patente porque el fruto de su aceptada relacin con el holands, Ulises (tendrs la pureza y la suerte de quienes son concebidos con amor [60]), posibilitar la liberacin de su hermanastra Erndida, consecuencia de la violacin. Los dos ltimos fragmentos concluyen con el vaticinio de la libertad total para ambos. Es interesante observar la magnfica asimilacin que la escritora hace del realismo mgico tan presente en la obra del colombiano. La ancdota del huerto de naranjas preciosas se asume con toda naturalidad en el contexto de la narracin y permite al lector escuchar el eco de las ficciones hispanoamericanas. En terminologa semitica se dira que esta intertextualidad permite el paso de un sistema de signos a otro9. A esa misma funcin contribuira la especificacin del narrador omnisciente al sealar que el cliente a quien el viejo Amads perdona la vida era un Buenda y afirmar que asesinarle all mismo habra sido mutilar la historia (49).Tambin el tema del incesto tan presente en el cuento remite a la celebrada obra de Garca Mrquez. El advenimiento que se prev en el cuento de Juan Jos Arreola se hace realidad en el relato de Care Santos. Las tres palabras con que finaliza El guardagujas dan ttulo a Un ruidoso advenimiento. El viajero X que all ansiaba coger el tren que le llevara a T, se encuentra ahora recin
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llegado a esta estacin y rodeado del mismo ambiente de desolacin que imperaba en el otro lugar, incluso se hace referencia al viejo guardagujas parlanchn de la estacin de origen, el personaje interlocutor en el cuento del escritor mexicano. Si en la ficcin de Arreola se haca una clara crtica al sistema de ferrocarriles de su pas, adems de una profunda reflexin sobre el modo de ser y estar el ser humano en el mundo, Care Santos transmutar estas preocupaciones existenciales a la actualidad. El hombre que llega a T, al perder su maleta en el tren en marcha, se ve despojado de todas sus pertenencias y se encuentra forzado a aceptar las condiciones de ese mundo al que ha ido a parar. No nos parecen fortuitos los comentarios del hombre que dialoga con el protagonista e intenta convencerlo de que no es apropiado recordarlo todo: Si recordamos demasiado corremos el peligro de perder la nocin de realidad (...) Crame, el signo de los tiempos es olvidar (72). Esta referencia lleva sin duda al lector espaol a las ltimas dcadas de la historia espaola y de forma muy puntual al perodo de la transicin donde el olvido fue un hecho aceptado por la gran mayora. Pero el relato tambin supera toda coordenada precisa e ironiza sobre un universo obsesionado con la idea del progreso, un progreso que conlleva el conformarse con todo tipo de consecuencias como preconizan las autoridades de T. El absurdo de este mundo llega hasta el extremo de la creacin de un Instituto del Suicidio Asistido que parece haber encontrado un gran nmero de seguidores10 o la prohibicin de enfermar impuesta por las Autoridades. T se dibuja como un microcosmos que parodia conductas
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Alicia Gimnez Bartlett tiene una interesante novela, Exit, cuyos protagonistas acuden a una residencia para suicidarse del modo que ms les plazca dentro de un perodo limitado de tiempo.
y modelos del mundo contemporneo para hacer una stira valiente y desenfadada de la realidad que afronta el ser humano de nuestros das. En Irene de vuelta el punto de partida tambin est al final del relato original de Cortzar, Casa tomada, aunque en este caso, en la nueva historia, se haga patente el transcurso de un largo intervalo de tiempo entre una narracin y otra. La importancia de la casa como espacio en el que se desencadenan todos los incidentes narrativos se evidencia en la cita intertextual que enmarca el cuento de Santos: A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dej casarnos (111). La casa es portadora de todo un pasado familiar y, a pesar de su amplitud y gran tamao, resulta asfixiante y limitadora para la pareja de hermanos. El yo narrador del hermano se ha sustituido por una primera persona un yo testigo- que presencia el regreso de Irene. El primero de los tres fragmentos narrativos, el ms extenso, describe con minuciosidad el encuentro de la protagonista con el espacio que fue smbolo de toda su vida. Los objetos abandonados por una huida sin sentido la pipa, los ovillos de lana, las estampillas y los quince mil pesos- son la prueba de una prdida irrecuperable y la evidencia del aburrimiento, la soledad y la indiferencia que se instaur en sus vidas y a travs de ellos, desde el presente, la protagonista retrocede al tiempo pasado y se pregunta Quien les enga aos atrs (117) y piensa que Acaso no haba motivos para huir as (118). El magnfico sentimiento de impotencia y de imposicin de una extraa y desconocida presencia que forz a los habitantes de la casa al abandono inmediato, es decir, la aceptacin de un fenmeno sobrenatural, latente en el cuento de Cortzar, desaparece y se reemplaza por la ms
banal de las realidades: la llegada de unas mquinas demoledoras que reducirn el edificio a polvo. El misterio sobrecogedor de unos ruidos inexplicables, provocadores de pavor, se han transformado ahora en la consideracin del absurdo y la insensatez de los personajes ante unos hechos comunes, segn se contempla. La ambigedad fantstica sugerida en la conclusin del cuento cortazariano ha sido reducida en ste a la dimensin ms trivial de una realidad adversa que la protagonista se prepara a asumir. El escritor y crtico argentino Ricardo Piglia afirma en su reciente ensayo El ltimo lector, que Quiz la mayor enseanza de Borges sea la certeza de que la ficcin no depende slo de quien la construye sino tambin de quien la lee y ms adelante al reflexionar sobre Kafka como lector de otros textos precisa que para entender la conexin hay que narrar otra historia. O narrar de nuevo una historia, pero desde otro lugar, y en otro tiempo11. Estas ideas parecen haber sido intuidas por Care Santos y puestas a la prctica en su volumen. As mismo, la consigna borgeana es abanderada por la escritora y en El silencio y Juliana nos ofrece su nueva lectura, y escritura, de La intrusa. El yo narrador del relato de Santos se propone dar la autntica versin de una historia casi legendaria y, si bien admite algunos de los sucesos de la otra narracin, desmiente la conclusin final de aquella que resulta ser la del cuento de Borges. En El silencio y Juliana el protagonismo anunciado en el ttulo mediante el nombre propio se hace real. Juliana, cosificada por los hermanos, logra, sin embargo, ganarse su condicin de sujeto lejos de ellos y en la distancia planea su venganza con una manifiesta duplicidad: por un
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lado, provoca los celos de ambos; por otro, el profundo conocimiento de sus caracteres le permite engaarles doblemente, con el crimen de la mujer equivocada y con el hecho de que nunca supieran que fue as. La mujer pasiva que ellos crean dominar termina por controlarles a ellos. La relacin cainita tan solo insinuada en el cuento de Borges cobra protagonismo total en el nuevo relato. Los hermanos Nilsen se dejan llevar por sus instintos y la referencia al Gnesis incluida antes de la cita que encabeza el relato (diferente de la alusin bblica incluida en el cuento del autor argentino) se hace realidad en el final, denegando la complicidad y el vnculo redentor que se estableca en el texto original. Matar al padre se concluye con una serie de micro-relatos. El famossimo minicuento de Monterroso ha inspirado otros siete a nuestra autora (Quiz uno por cada una de las palabras que conforman El dinosaurio!). La originalidad, la paradoja, la irona, el humor, la stira y el juego intertextual rasgos reconocidos del microcuento estn presentes en la diversidad de posibilidades que se nos ofrece. Tambin es oportuno en esta ocasin hacer referencia a una de las tesis propuestas por Piglia al estudiar este gnero: la historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes12. Care Santos propone al lector un ramillete de opciones distintas entre las que aventuramos ms de una coincidente con el pensamiento furtivo de algunos lectores. En ste, ms que en ningn otro de los cuentos de la coleccin, se resalta la intencin ldica de esta escritura como puede comprobarse en las siguientes alternativas: Ay, si ustedes supieran qu cansado estoy de todo esto..., exclam el gran reptil, ajeno a la euforia del profesor universitario.
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Y esto es todo lo que se te ocurre?, exclam muy irritado, el dinosaurio, devolvindome la cuartilla (170). A los tres marcos textuales que hemos enumerado al estudiar este volumen hay que aadir un ltimo, el extratextual. En ste se incluyen la amplitud de conocimiento y las expectativas que, teniendo en cuenta las indicaciones proporcionadas por los otros marcos, el receptor trae a la interpretacin de un texto especfico13. El lector conocedor de la obra de Care Santos, consciente del inters y del buen hacer de la autora dentro del gnero, que adems sea un lector asiduo de cuentos y, por tanto, reconozca de inmediato los referentes emblemticos de estas ficciones, podr disfrutar en mayor profundidad y de forma interactiva del juego especular que se le propone. La naturaleza de estos relatos alcanza entidad propia mediante la adecuada percepcin de las proyecciones sugeridas. El enfoque de Intemperie, Solos y Matar al padre permite corroborar la cualidad polifnica de la cuentstica de Santos. La lectura de los relatos que integran cada volumen no slo presentan distintas voces narradoras sino que instan al lector a organizarlas y darlas forma en un todo armnico. La historia de las tres protagonistas de Intemperie nicamente se puede entender con plenitud al reunir y escuchar los distintos fragmentos que la componen. El solo que ejecuta cada uno de los protagonistas de Solos forma parte de una unidad de mayor alcance que se ha construido a base de la recurrencia y sucesin temtica de los cuentos, de ah que el diseo del conjunto modifica significativamente la experiencia de cada uno de ellos. Por debajo de cada relato de Matar al
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padre se oye con sordina los sonidos de la composicin original. La habilidad autorial y lectora en segundo plano- ha sido la responsable de dirigir y orquestar el conjunto para proporcionar una experiencia de totalidad. Para finalizar, no nos parece inapropiado sealar que la narrativa breve de Care Santos indaga y profundiza, desde unas coordenadas socio-histricas actuales en aquellas premisas que con tanto entusiasmo preconizaba la desaparecida escritora Carmen Martn Gaite: la necesidad de encontrar un oyente utpico y la consideracin de la literatura como una empresa ldica en sus races.
LOS RELATOS DE ANTONIO MUOZ MOLINA Y ENRIQUE VILA-MATAS Epicteto Daz NAVARRO
Universidad Complutense, Madrid
Al empezar a escribir sobre el tema que nos ocupa el lector interesado siente dos impulsos contradictorios: uno, el ms sensato, sera no arriesgarse en juicios generalizadores y dejar que otros arriesguen sus apuestas hacia un futuro impredecible; y tambin, el otro, intentar explicarse uno mismo lo que un conjunto de lecturas ms o menos circunstanciales permiten ver en un presente que ya ha dejado de serlo. Desde hace ya tiempo, cuando se repasan los nmeros dedicados por revistas literarias al estudio del cuento actual, las antologas que recogen relatos de los aos 80 y 90, y los trabajos de mayor extensin, se prefiere, o casi dira, nos vemos obligados a posponer para ms adelante
las conclusiones y lo que al final se presenta es un abanico de narraciones cuya ms notoria caracterstica es la de no ser asimilable a un sola tendencia, estilo o ideologa. Enrique Murillo bromeaba, en un entretenido artculo, sobre los males que aquejan a una narrativa que no se puede encasillar en los antiguos moldes de la literatura de ndole poltica enfrentada al franquismo o dentro del concepto de vanguardia artstica.1 En otros casos, creo que ms numerosos, la crtica adopta ante la situacin actual de la narrativa, de la literatura en general, cauces ms bien pesimistas y el discurrir por criterios ideolgicos a veces difumina la complejidad de las variables artsticas. Pero al igual que el teatro o la poesa, la narrativa presenta problemas especficos, y dentro de ella el cuento es el hermano enclenque y flacucho, para unos, que lamentan el estado de postracin en que se encuentra; mientras que para otros, el cuento habra experimentado algunos periodos de crecimiento, desde aquella poca dorada que fueron los aos cincuenta. Hay pocos criterios que resulten incuestionables, y si pensamos en los materiales (nmero de ediciones, ejemplares vendidos, etc.) sigue existiendo hoy, en un pas de persistente anemia cultural, la sospecha de que hay una marcada distancia entre el nmero de volmenes que se publican, que se venden, y el de lectores. Hay un criterio poco cientfico pero que quiz conviene mencionar con respecto a las ciudades o las grandes ciudades: si echamos un vistazo a las lecturas en los transportes
1.Enrique Murillo, La actualidad de la narrativa espaola, pp.299-305, en Daro Villanueva y otros, Los nuevos nombres: 19751990, Historia y crtica de la literatura espaola, vol. 9, Barcelona, Crtica, 1992. Vanse tambin, en ese volumen, los artculos de Daro Villanueva y Santos Sanz Villanueva, entre otros.
pblicos creo que llevan una enorme ventaja El cdigo da Vinci, y La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafn, sobre sus inmediatos seguidores. Quiz, como los denominaba Andrs Neuman, cuyas reflexiones sobre el cuento se han escuchado aqu, los relatos breves suponen en el presente pequeas resistencias, en un mundo en el que, como afirmaba T.S. Eliot, la poesa no importa (the Poetry does not matter). Analizar la enorme variedad de relatos que se han publicado en los ltimos veinte aos es una tarea que necesitara la labor de ms de un estudioso as que me he propuesto no ocupar demasiado tiempo y referirme a dos escritores que creo resultan representativos de la riqueza del cuento actual. Antonio Muoz Molina y Enrique Vila-Matas constituyen dos direcciones en las que cabe ver el influjo de tradiciones ajenas a la nacional y un origen de lo que puede ser no solo una obra que sigue creciendo sino el estmulo de aquellos que comenzarn a escribir relatos dentro de diez o veinte aos. Quiz, antes de entrar en materia, sea conveniente expresar mi opinin de que en los ltimos aos se han publicado un buen nmero de interesantes volmenes de relatos, y por no sealar los de los autores ms citados mencionar tres. Los Cuentos del lejano oeste (2003) de Luciano G. Egido, van desde una mnima extensin de dos palabras (casi la mitad seran microrrelatos) hasta alcanzar el relato de extensin media, y son una muestra del talento de un escritor que de manera discreta ha venido publicando alguna de las pginas ms personales de nuestra narrativa actual. Junto a l hay que citar un excelente volumen de Juan Pedro Aparicio, La vida en blanco (2005), quien ya public hace aos uno de los mejores volmenes de los aos setenta, El origen del mono. Y como l y Antonio Pereira o Medardo Fraile, otro de los escritores que han tenido
que pagar por su talento en la extensin breve es Juan Eduardo Ziga, del que Capital de la gloria (2004), contina una de las ms brillantes trayectorias en el cuento espaol. Ziga est recibiendo un tardo reconocimiento y solo ahora es posible encontrar en edicin de bolsillo alguno de los mejores textos que se han escrito en este siglo tanto en la literatura fantstica como en aquellos que, como el volumen citado y Largo noviembre de Madrid, tratan la cruel guerra civil del 36 y su dilatada posguerra. Uno de los aspectos en que resulta ms interesante en la narrativa breve de Antonio Muoz Molina es su capacidad imaginativa al utilizar los moldes genricos. Tal y como han sealado diversos crticos ha sido una constante en las ltimas dcadas de la narrativa espaola la utilizacin de tipos o gneros literarios como el policiaco, el ertico, el histrico, o el de terror, que gozan del favor del pblico y que permite recoger en una sola antologa o en una coleccin a muy diversos escritores. Pero tambin en algunas antologas, o libros que responden sobre todo a un criterio comercial, si se permite la comparacin, se da una situacin semejante a la de las pelculas que renen una decena de conocidos actores, algo que, segn se sabe, no excluye la posibilidad del fracaso. En lo ltimos aos es evidente la importancia que ha cobrado el relato policiaco y de intriga, puesto que son muy numerosos los narradores que, sin ser especialistas en l, como Vzquez Montalbn o Juan Madrid, han publicado una o varias narraciones de este tipo, y luego veremos algo ms sobre esos relatos. Al hablar de Muoz Molina es justo sealar que ltimamente ha aumentado la cantidad de trabajos que se le han dedicado y ya son varios
los volmenes publicados sobre el conjunto de su obra. Sin embargo, como ya puede suponerse, una de las secciones menos estudiadas en esta bibliografa son sus relatos breves, quiz tambin por el hecho de que sus ltimas aportaciones en este terreno han sido versiones extensas de relatos que ya haba publicado antes: en 1999, Carlota Fainberg, el ms interesante, y En ausencia de Blanca, publicado en 2001. La ficcin breve de Muoz Molina se recoge fundamentalmente en Nada del otro mundo, cuya ltima edicin es del ao 1995, y con posterioridad solo tengo noticia de un par de textos que todava no han pasado a libro. A ellos habra que aadir, junto a las anteriormente citadas, una tercera nouvelle titulada El dueo del secreto (1994), y sealar que una de sus mejores novelas Sefarad (2001) est formada por una serie de relatos entretejidos, alguno de los cuales podra leerse con independencia del resto del volumen. No es de extraar esto si tenemos en cuenta que el autor ha sealado la importancia que tuvieron en su formacin los relatos orales que oy de pequeo, especialmente a su abuelo, y los que escuch por la radio, en una infancia que transcurri en una cultura que quiz ya ha desaparecido. Hay que recordar con respecto a sus cuentos, publicados en los aos 80 y 90 que, a diferencia de las novelas, la mayor parte de ellos fueron escritos por encargo, para volmenes o publicaciones peridicas de diferente temtica, y durante estos ltimos aos han cesado esas colaboraciones. Cuando Andrs Soria prolog la ficcin breve de Muoz Molina vea como su rasgo principal la atencin a la realidad y, como consecuencia, la reflexin sobre el conocimiento de la vida de los dems, sobre las otras
vidas. 2 En mi opinin podemos aadir algo ms, ahora que gozamos de una perspectiva ms amplia, y afirmar que esto puede verse en otras obras del autor. Justo Serna, en otro interesante trabajo, dice que el volumen de relatos es un compendio de los temas que trata antes y despus en sus novelas, y destacar el componente autobiogrfico perceptible en la narracin que titula el volumen.3 Variando un poco el ngulo, se dira que en la narrativa breve de Antonio Muoz Molina cabe distinguir dos tipos, cuya lnea divisoria la marcara la aparicin de lo extraordinario, de lo fantstico. Por un lado, a los primeros cabra denominarlos realistas, pues en ellos aparece un mundo reconocible por el lector, y por otro estn aquellos en que ocurre algo que viola las leyes fsicas. Pero la alternancia entre unos y otros, la proximidad entre ambos, y la utilizacin de recursos semejantes hace imposible establecer una separacin tajante; adems, tampoco creo que pueda afirmarse que el realismo es predominante. As, en los relatos fantsticos como Nada del otro mundo, veremos que lo fantstico no solo est en contraste con un orden normal, con un mundo normal, sino que surge de aquello que puede considerarse lo ms banal, lo que rechazamos como vulgar en nosotros mismos o en nuestro medio. Igualmente en algunos relatos podramos ver en unos casos una observacin de lo real, que seala Andrs Soria, y, en otros, la crtica de esa realidad se sita en primer plano. En estos ltimos puede encontrarse crtica social, de costumbres, del mundo de la cultura (Carlota Fainberg), y esa crtica se puede dirigir al mundo de la provincia, de poetas locales y
Antonio Muoz Molina, Nada del otro mundo, prlogo de Andrs Soria Olmedo, Madrid, Espasa Calpe, 1993. 3 Justo Serna, Pasados ejemplares. Historia y narracin en Antonio Muoz Molina, Madrid, Biblioteca Nueva 2004.
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juegos florales, de reporteros intrpidos y profesores cuyo saber es difcilmente cuantificable, al modo de El cuarto del fantasma, donde los miembros de una tertulia escuchan la historia de la vida de un emigrante armenio que tuvo que pasar mltiples penalidades hasta labrarse una posicin en Latinoamrica y, posteriormente, retirarse a vivir en nuestro pas, en la provincia de su mujer. En otros casos, como en el titulado El ro del olvido, se critica la atmsfera y el modo de vida de los nuevos ricos que caracterizaron los aos 80: uno de estos personajes explica que el nombre del ro Guadalete tendra un origen griego y rabe, que correspondera al Leteo, y de ah el ttulo del cuento y los hechos que suceden. En este tipo de relatos son frecuentes el humor y la irona, que se orientan hacia la funcin crtica sealada, pero tambin la crtica resulta perceptible en muchos otros, aunque sea de manera sutil. A travs de mltiples argumentos, sea cual sea el tipo de relato que emplea, casi siempre se trasluce su inters en la vida cotidiana, ya sea en un pequeo pueblo andaluz, como beda-Mgina, o sean escenarios urbanos como Granada o Madrid, o en su ltimo libro, Nueva York, Manhattan. No se trata de una literatura costumbrista pues no intenta enaltecer ni embellecer un mundo presente o en vas de desaparicin. El mundo no se refleja a travs de la nostalgia, puesto que el narrador tiende a actuar ms bien como un notario que da fe de lo que ve o de lo que cree recordar, y adems no es difcil percibir la inquietud del narrador muchas veces por establecer desde qu posicin habla.
La realidad cotidiana puede ser dejada de lado por diversos motivos, entre otros por preferir el mundo elaborado del arte o el aislamiento en una torre de cristal para intentar construir un mundo posible. En diversos lugares Muoz Molina ha recordado que en su juventud era de los que prefera en secreto el arte, la tcnica y lo artificioso, aunque ya en los 80, y en particular en alguna de sus narraciones breves, podemos encontrar una atencin a la vida que se mostrara en una representacin de lo cotidiano, en detalles de la realidad fsica del comportamiento o de formas de hablar, que se reparten a lo largo del argumento, a veces como digresiones. Muchos personajes suyos son solitarios que observan el mundo, que forman parte de la normalidad, pero quedan en definitiva fuera de l, no por deseo propio. Igual que el protagonista del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa, mira las cosas y las gentes, las calles de Lisboa, no desde una posicin elitista, sino desde la distancia que su irrealidad le impone, los personajes de Muoz Molina se sienten semejantes al empleado que reflexiona sobre un jefe al que ve a diario pero del que no sabe nada, o sobre la gentileza de un camarero.4 A veces es la realidad ms menuda o la ms srdida la que nos muestra nuestra semejanza con el otro, y esa actitud de prestar atencin a pequeos detalles, a hechos sin importancia, es la que convierte en poticas las percepciones del narrador, la atencin a unos momentos fugaces que contienen, segn Baudelaire, fragmentos de eternidad.
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, Barcelona, Acantilado, 2002. Traduccin de Perfecto E. Cuadrado. Vanse, por ejemplo, las pginas 47 y siguientes, donde la reflexin sobre la semejanza al otro, es lo que hace que perciba el poeta su condicin: me da la celda de presidiario, me hace apcrifo y mendigo.
Desde este punto de vista, el realismo de Antonio Muoz Molina consistira ms en investigar una realidad ajena al yo que en una confianza en poder explicar esa realidad, o asumir la creencia en que existe un conocimiento (cientfico o no) que puede explicarnos lo real.5 Realismo as sera quedar fascinado por la realidad, conocida y extraa, por un mundo ancho y ajeno, en buena medida cuestionable y rechazable. Me detendr brevemente en dos de sus mejores relatos, que segn creo, ejemplifican bien su labor en este gnero. La poseda y La colina de los sacrificios son cuentos en los que hay un argumento cuidadosamente elaborado, y un inters en la realidad que va ms all del entretenimiento. El autor deca, al explicar sus ideas sobre el cuento, que estos deben tener un comienzo indudable y un final definitivo. Cree que hay que graduar los efectos, sostener el tono e ir aumentando las expectativas hasta el final. Vemos, por tanto, una concepcin que hay que relacionar con la de Edgar Allan Poe, y con alguno de los autores que conoce muy bien, como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortzar
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, si bien est
claro que la combinacin de esas influencias da como resultado la originalidad del escritor.7 La poseda est protagonizado por un oficinista, llamado Marino, probablemente de mediana edad, y la accin se desarrolla en un presente que podra ser los aos ochenta o los noventa, suponemos que en una ciudad por algunas alusiones. El relato comienza in medias res con la
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Vase al respecto las pginas dedicadas al tema por Juan Oleza en Un realismo posmoderno, nsula 589-590 (1996), pp.3 y 4. 6 Vase en Lucanor 6 (1991) una breve potica del cuento, junto a las de otros autores espaoles actuales. 7 En Pura alegra (Madrid, Alfaguara, 1998) incluye entre otros, un brillante anlisis de los cuentos de Juan Carlos Onetti.
descripcin de una joven que ve por las maanas, cuando va a desayunar a un bar, de manera que lo que se cuentan son las acciones habituales de un personaje comn, que no resulta particular por nada excepto por el amor que de manera repentina siente hacia esa joven. En los treinta minutos de que dispone para el desayuno la observa mientras finge leer el peridico, y al ver que cada da espera a un hombre mucho mayor que ella imagina que seran amantes, y que sus citas seran furtivas, pues l por su edad y actitud sera un hombre casado. A esta luz interpreta sus ojeras, el aspecto descuidado de no dormir bien, y a veces las expresiones de ansiedad que ella tiene mientras espera. En lo que nos cuenta el narrador en tercera persona, limitado al punto de vista de Marino y por tanto no omnisciente, lo que percibimos es la soledad del protagonista, semejante a la de otros personajes de sus relatos: nada sabemos de su trabajo, de su pasado o de sus relaciones fuera de esos treinta minutos diarios. La rutina cotidiana aparece como estabilidad, a veces amable, como el gesto del camarero que le da el peridico sin pedirlo. Tambin se nos dice que sus compaeros, por la exactitud con la que cumple su horario, dicen que su puntualidad es de cristal lquido (p.130).8 La vida se reduce a media hora, a un breve recorrido, a miradas sin respuesta, y su situacin es descrita mediante una larga comparacin en que la dicha de estar cerca de su amada se compara a la vida en un pequeo pas europeo, de esos que tienen las calles extremadamente limpias, carecen de ejercito y sus instituciones ms conocidas son tranquilos y discretos bancos. Su soledad, y la relacin de
Cito por la mencionada edicin de Nada del otro mundo, Madrid, Espasa Calpe, 1993.
distancia con sus compaeros de trabajo quedan aludidas con esa diferencia que aprecian en l respecto a su trabajo. A lo largo del relato se van dispersando indicaciones que cobrarn sentido cuando llegamos al final, y vemos que las conjeturas del protagonista sobre la joven han resultado un tanto ingenuas. Al final, al ver una maana que la chica no vuelve del lavabo, de manera sorprendente entra a buscarla y la descubre tirada en el suelo, vctima no de una dependencia amorosa, sino de una dependencia ms brutal y destructora. La historia y los pormenores son comunes, la desgracia de la joven tambin lo es, pero es el tejido verbal, y una composicin sabiamente calculada lo que resalta la singularidad de la narracin. Recordemos que siguiendo una conviccin expresada en sus ensayos, el estilo para Muoz Molina no debera ser percibido por el lector, de manera que el uso de figuras retricas debe ser controlado, y as es efectivamente, pero las que emplea resultan muy eficaces. Por ejemplo, al pasar la chica a su lado siente como un golpe de viento, o como el curso de un ro (p.131). Esas comparaciones y otras figuras (como la que se refiere a la vida en un pequeo pas europeo), procedentes tambin de un campo de significado comn, son elementos fundamentales en el relato. Como en otras narraciones, en un notable equilibrio que evita los excesos emocionales, lo que queda al final es lo demasiado humano. En aspectos como el trabajo de oficina, y en la ciudad que sirve de marco, podemos ver una referencia autobiogrfica a los aos en que el escritor vivi en Granada, donde public sus primeros textos antes de trasladarse a Madrid. Sin embargo, esto no quiere decir que sea autobiogrfico; podramos decir que lo autobiogrfico est desfigurado,
como en otros textos, de manera que la ficcionalizacin termina por componer una imagen en que los rasgos del pasado han sido alterados. Se dira que en algunos personajes de Muoz Molina se unen la figura del flaneur, el paseante de Baudelaire, que observa el mundo y sus accidentes, la belleza y la belleza del mal y, por otra parte, la reflexin que no ve la experiencia humana o el mundo solo desde un punto de vista esttico. Es decir, nunca puede dejarse a un lado la reflexin moral, como un residuo del pasado, o encerrada en una maleta, a la manera del Ub de Alfred Jarry. Como ejemplo de relato de gnero creo que puede citarse La colina de los sacrificios, pues es uno de los casos en que el escritor maneja sabiamente la intriga para llegar tambin a un final sorprendente. Al igual que luego har en su novela Plenilunio, aqu la narracin tiene que ver con una investigacin policaca, y el polica que la lleva a cabo presenta unos rasgos onettianos que tambin se dan luego en la novela extensa. El cuento comienza tambin in medias res y muestra unas caractersticas que lo aproximan a la novela negra, en la lnea de Dashiell Hammett y otros escritores que se dieron a conocer en revistas y publicaciones populares. El protagonista es denominado el inspector y aparece interrogando a un sospechoso, que ha confesado haber asesinado a su mujer aos atrs. La conversacin luego es interrumpida por una seccin que nos lleva al pasado inmediatamente anterior, cuando las excavadoras de unas obras, que derriban las casas donde viva el sospechoso, descubren un crneo. Luego en una tercera seccin se produce un desenlace, que no depende del desganado interrogatorio del acusado, sino de las pruebas del forense.
Como en otros casos, la articulacin de las tres secciones grada el inters del lector, y la eficacia de la prosa aparece tanto en la escasa informacin que tenemos sobre el polica como del sospechoso y el ambiente en que se desarrolla el relato. Cuando comienza todo el protagonista en un coche oficial se dirige al lugar en que se han encontrado los restos humanos. Si hubiera salido cinco minutos antes, no habra tenido que seguir trabajando en su tiempo libre, y as al atravesar los arrabales de la ciudad se fija en el aspecto que ofrece la tarde: Todos los aos haba en octubre un anochecer exactamente as, prematuro e inhspito, ilimitado y desierto como una estepa boreal, y el inspector pensaba ahora mismo est empezando el invierno, sintindose como si cruzara una frontera hacia el exilio. (p.209) En estos pequeos detalles, en la creacin del tono destaca un investigador que presenta las caractersticas del gnero, escptico, distante, que realiza su labor con profesionalidad pero sin conviccin. Aqu su estado de nimo aparece en relacin con ese anochecer que va acompaado nada menos que por cuatro adjetivos que intensifican progresivamente la visin negativa, que termina con dos comparaciones: una primera con un espacio fsico hostil para el hombre y, la segunda, esa sensacin de soledad y desamparo que denomina exilio. El protagonista presenta un claroscuro en sus rasgos que lo aleja del hroe clsico: recuerda haber maltratado a otros detenidos en ocasiones anteriores, y para l los golpes o las amenazas, los malos tratos psicolgicos no son sino gajes del oficio.
Esta vez se encuentra con un acusado que no responde a las caractersticas habituales, no solo en su aspecto fsico, como muchos criminales, sino en la conducta que ha mantenido desde que ha sido detenido o en los aos anteriores a su captura. Hay algo que no encaja con la experiencia del polica en casos anteriores, a pesar de que ha confesado su culpa: reconoce haber asesinado a su mujer y luego haber escapado. Como en los clsicos de la novela negra el investigador no es superdotado, de gran inteligencia, que necesita solo un proceso de anlisis para encontrar al culpable. La tercera persona tambin se utiliza aqu desde un punto de vista limitado, pues las reflexiones que conocemos, y el punto de vista es el del personaje. Los dilogos aaden poco al principio, y sirven para confirmar su desorientacin. La solucin del caso es siempre el resultado de una mecnica, y parece existir una distancia entre la justicia y la realidad, los aos de ejercicio le han dado una visin poco optimista de la naturaleza humana. Uno de los mejores logros del relato, del interrogatorio y los sucesos de la investigacin, es el reflejo de los ambientes, desde la casa en que viva el acusado a las dependencias de la comisara: las bombillas blancas, la pintura plstica, los rumores de pasos y voces, las mquinas de escribir y los telfonos recrean perfectamente un escenario que conocemos bien gracias al cine. La singularidad del acusado, de sus gestos y sus palabras, sus manos blandas y sudorosas, su traje gris y frente sudorosa, hacen que el lector siga con atencin hasta el ltimo de los detalles. Al final, el inspector no estaba equivocado, pero la sorpresa en el desenlace no es solo para el lector sino tambin para l: el crneo encontrado no pertenece a una mujer muerta hace aos, sino que tiene
una antigedad de quince siglos pues en esa zona hubo un santuario donde se realizaban sacrificios humanos. El lector, solo con la informacin que da el relato puede ver quiz rebuscados algunos pormenores, pero lo curioso, segn ha sealado el autor, es que el caso est basado en un hecho real que apareci en los aos ochenta en los medios de comunicacin. Ortega deca que los mejores escritores nos copian, que saben poner en el papel lo que hemos sentido alguna vez, lo que es difcil de precisar, de expresar mediante palabras. En ese sentido Muoz Molina es un aventajado seguidor de la mejor tradicin narrativa pues sabe encontrar la palabra, el matiz que no solo convence de la verosimilitud de lo narrado, sino que hace que ese mundo imaginario sea, tenga una realidad tan cierta como la nuestra. Hasta ahora Enrique Vila-Matas ha publicado en los aos ochenta y noventa cuatro volmenes de relatos Nunca voy al cine, Un casa para siempre, Suicidios ejemplares e Hijos sin hijos y, despus de este, una antologa que incluye algn texto indito, Recuerdos inventados (1994).9 Cualquier lector que se adentre en sus pginas se sorprender de la diversidad que presentan ese conjunto de relatos, y si se comparan los dos primeros libros con los ltimos podr verse su desarrollo en los ltimos aos. La antologa mencionada, Recuerdos inventados, reeditada en
2002, da buena muestra de lo dicho. Su ttulo, como otros del autor, exhibe una de las paradojas a partir de las que se construye su literatura: si
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Las referencias son: Nunca voy al cine, Barcelona, Laertes, 1982; Una casa para siempre, Barcelona, Anagrama, 1988; Suicidios ejemplares, Barcelona, Anagrama, 1991; Hijos sin hijos, Barcelona, Anagrama, 1993; y Recuerdos inventados. Primera antologa personal, Barcelona, Anagrama, 1994. Adems Los Tabucchi se incluye en Aunque no entendamos nada (2003).
son recuerdos entonces deben ser hechos ocurridos realmente en el pasado; si son inventados no pueden haber ocurrido, y as el calificativo niega el nombre y viceversa. Aqu no se trata solo de afirmar que la literatura es fbula, y que hay que partir de que todo relato es en definitiva una mentira. No creo que est dems puntualizar que cuando hablamos de imaginacin en la narrativa de Vila-Matas no supone recurrir a lo extraordinario o a la literatura fantstica. El lmite con que cuenta el escritor ms bien, como deca en Lejos de Veracruz, es el espacio al que llevaron la ficcin Kafka o Beckett, dada la falta de sentido y la insuficiencia del lenguaje, un lugar que solo conduce al silencio. La situacin frente a ese silencio al que la literatura del siglo XX nos condena quedara simbolizada en la contraposicin de ttulos como Una casa para siempre, un deseo ms o menos ingenuo, y Suicidios ejemplares e Hijos sin hijos, donde quedan excluidos el futuro, la lgica o la vida. En la literatura de Vila-Matas nos encontramos con la exploracin de un territorio en el que caben pocas seguridades, empezando porque no se niega el carcter de realidad sino que se cuestiona; no se llega a una negacin definitiva, pero tampoco a una afirmacin. Luego vemos otras contradicciones en planos diferentes, empezando, por ejemplo, por la del gnero en que debera incluirse el texto. As en un rpido repaso a la mencionada antologa vemos que un artculo publicado primero en la prensa y luego en El viajero ms lento (1992), El otro Frankfurt, aparece aqu como cuento (un texto que, adems, refleja unos hechos autobiogrficos y por tanto reales), o tambin que aparezca como tal el
prlogo de su Historia abreviada de la literatura porttil (1985)10. En otro libro, Hijos sin hijos, el prlogo ser un relato ms del libro, y por tanto, no un autntico prlogo. En general vamos a ver saltos constantes que pueden desconcertar en un principio, por parecer arbitrarios, pero luego vemos que responden a un claro designio del autor de ser arbitrario. Quiz en diferente proporcin a la de sus novelas, veremos que tambin se despreocupa de las convenciones del realismo, de ajustarse a unos patrones conocidos para afirmar la verdad del texto, y as no se preocupa de su credibilidad, de la verdad o verosimilitud de lo narrado. En una de sus mejores novelas, El mal de Montano (2002) el narrador se encomienda al Dios de la Verdad y la Veracidad, para a continuacin negar la realidad de lo que ha contado antes a lo largo de un buen nmero de pginas, y niega incluso la existencia del personaje que da ttulo al libro, de manera que en ello no puede caber duda de que hay una reminiscencia cervantina. Si la memoria y la invencin son los dos elementos que se mencionan como componentes de la literatura, la proporcin suele decantarse por el lado de la imaginacin, de no poner trabas a una construccin que aunque que se base en lo autobiogrfico no pretende ser reflejo de una realidad. Una frase que Franz Kafka incluye en su Diario le sirve a Vila-Matas para dar pie a Hijos sin hijos, un texto que incluye otras
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regla. Historia abreviada de la literatura porttil, 1", en Ta Blesa y Mara Antonia Martn Zorraquino (eds.), Gaudioso Gimnez Resano,
Zaragoza,
Institucin
Catlico/Universidad de Zaragoza, 2003, pp.123-133; y "Un fraude en toda regla. Historia abreviada de la literatura porttil, 2", Tropelas 12-13, 2003, pp.45-58.
referencias al escritor checo: Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a nadar /2 de agosto de 1914 (p.9)11 En esta cita inicial vemos que hay una gran desproporcin entre los dos hechos: uno histrico, nada menos que una guerra entre dos potencias, y por tanto sinnimo de una gigantesca destruccin, y por otra el hecho nimio, de la vida privada de un desconocido a quien la posteridad asignara la identidad de un gran escritor. Evidentemente Kafka busca ese contraste, entre el individuo y la historia, y as seala la enajenacin del sujeto en una historia en la que participa o por la que debera sentirse afectado. En el caso de Vila-Matas la cita resulta significativa si adems tenemos en cuenta que el libro contendra algo as como unos episodios nacionales contemporneos, pues se incluiran diferentes referencias a unos cuarenta aos de la historia de Espaa. Ahora bien, podemos definir el texto como episodio nacional, o decir que se ficcionaliza la historia en Hijos sin hijos? No se tratara realmente de mostrar la imposibilidad de esa amalgama entre historia y ficcin? No creo que sea fruto de un olvido involuntario el que los relatos de este libro cuando se incluyen en la antologa aparezcan sin la referencia histrica y geogrfica con la que comenzaban en el volumen.12 Habra al menos, entonces, dos posibilidades de lectura, una en la que cabe establecer la relacin con el contexto histrico-social, y otra en la que
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Cito por la edicin en Barcelona, Anagrama, 1993. Sobre este libro puede consultarse un esclarecedor anlisis de Fernando Valls, Hijos sin hijos: los episodios nacionales de Enrique VilaMatas, en Irene Andrs-Surez y Ana Casas, eds., Enrique VilaMatas, Universidad de Neuchtel, Suiza, 2002, pp.95-111. 12 Por ejemplo, los dos primeros llevan los siguientes ttulos Los de abajo (Sa Rapita, 1992), y Mandando todo al diablo (Granada, 1968). Los subttulos suponen una referencia al tiempo y al espacio que no puede evitarse al interpretar el relato.
este es ms bien un residuo, un teln de fondo sin importancia con el que contrasta lo narrado, o su relacin es irnica. Me voy a referir con brevedad a dos textos, que creo representativos de buena parte de los relatos se Vila-Matas: por un lado, el falso prlogo a la antologa, titulado tambin Recuerdos inventados, y uno de los Suicidios ejemplares, el que se titula Rosa Schwarzer vuelve a la vida. El falso prlogo que denomina Recuerdos inventados es un mosaico compuesto por 27 fragmentos, unos de carcter ensaystico otros narrativos que, se nos dice, formaran parte de los textos expuestos en un tabln de madera que hay en un bar de las Azores llamado Peters. As, ya en un primer momento se aludira a los pequeos equvocos sin importancia caractersticos del mundo de Antonio Tabucchi, pues ese bar y ese tabln de anuncios provienen de un libro suyo titulado Dama de Porto Pim.13 En el tabln hay mensajes, telegramas, voces que solo existen en ese lugar, que seran mensajes lanzados en una botella cuyo destinatario es desconocido. De esta manera se recuerda justamente lo que una teora literaria viene defendiendo desde hace ya dcadas: la necesidad de considerar, en la interpretacin de un texto, el papel del receptor, no como un elemento pasivo sino, como queran Julio Cortzar, Tabucchi y otros, un lector que actualiza el texto, le suma elementos, lo completa o lo cambia segn direcciones que el autor no puede prever. En la situacin inicial del libro vemos por tanto un bar que tiene mltiples funciones, lugar de encuentro, oficina de informacin y agencia
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En Aunque no entendamos nada (Santiago de Chile, J. C. Sez Editor, 2003), reconoce haber plagiado por completo toda la descripcin del bar.
postal (p.7). Desde ese espacio, una voz no identificada, afirma la arbitrariedad de los textos, su indeterminacin, y tambin en esos fragmentos empezamos a ver los temas que conforman el universo de VilaMatas: la indagacin en la identidad humana, lo inexplicable en la vida, o la recurrente e inevitable presencia de la literatura. Ms adelante, el cierre, el ltimo de estos 27 fragmentos, nos reenva la mundo de la literatura y parece al fin cumplir su funcin de prlogo: En otro tiempo yo escrib libros de relatos y en cada uno de estos libros haba una, dos o tres ficciones que prefera a las otras, y pese a que esas preferencias variaban cada da y a cada instante, lleg un da y un momento en que caprichosamente las fij en una antologa personal de invenciones recordadas que titul Recuerdos inventados. (p.17) Segn se ve al tematizar el momento en que se escribe su comienzo, se convierte en metaficcin, y no deja de reflejar su naturaleza arbitraria, la imposibilidad de argumentar sobre las razones que determinan su labor de antlogo. En algunos fragmentos sorprenden las diferentes denominaciones que utiliza el narrador: primero asume la identidad de otro escritor, Cuando yo me llamaba Carlos Drummond de Andrade escrib este verso A veces un pitillo a veces un ratn (p.8), para a continuacin afirmar que la vida no existe por s misma si no se narra. Luego aade Me llamo Sergio Pitol (p.9) y ms tarde, proponiendo el texto que figurara en su lpida, que aunque ha sido conocido como Ettore su nombre no es otro que Giosefine. Uno de los verbos que utiliza es recordar y claro est esos recuerdos no corresponden a una figura del narrador sino que vemos como
usurpa otras personalidades y ninguna es definitiva. Hay quien ha relacionado ese rasgo en su narrativa con los heternimos de Fernando Pessoa, cuya influencia llegara tambin a travs de Antonio Tabucchi, pero no parece ser una influencia nica. Dice en el fragmento 8 Yo fui la sombra de Tabucchi. En otro tiempo me atrajo la idea de convertirme en una mirada fuera de mi: estar fuera de mi y mirar. Como haca Pessoa (p.10), y como aclara en otro lugar, al creerse el escritor italiano la sombra del portugus, sera entonces el yo la sombra de la sombra de una sombra. 14 Esta influencia, visible tambin en otros textos del escritor, no sera nica. La idea viene de lejos pues Rimbaud fue uno de los primeros que tuvo la clara sospecha de no ser uno. Esa experiencia es vista ahora con una distancia irnica que a veces se expresa como angustia, otras como diversin o como sorpresa. Una y otra vez la identidad se posterga para ms adelante, y unas veces se dice que el yo ha escapado de un libro de lvaro Mutis y otras que ha fugado del manicomio. Lo ledo, lo recordado y lo inventado se funden de manera que nada puede delimitarse claramente en esa amalgama. En el remolino de esas vidas diferentes, de esos recuerdos ntidos pero que son de otro, est la tensin, la energa del deseo de algo emocionante, de bebidas fuertes, de conversacin animada (p.17). Si recordamos que una caracterstica del realismo es que cada sujeto tiene un lenguaje singular aqu encontramos, de manera sospechosa, que el lenguaje de la mayor parte de los fragmentos es semejante y por tanto
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Vase Orlando Grossegesse, La caravana de Tabucchi: la potica heteronmica espaola contempornea, en Hans Felten y Ulrich Prill, eds., Juegos de la interdiscursividad, Bonn, Romanistischer Verlag, 1995.
tendran un nico autor, que ira aadiendo uno a uno elementos a la caravana de textos; la unidad no resulta defendible , adems de lo dicho, si tenemos en cuenta que un mensaje se sita en 1891, el da que habra decidido quitarse la vida el autor. Evidentemente al pasar de un fragmento a otro vemos que no se sitan en un plano semejante, real, sino que, como ocurre en el resto de las historias, relatar consiste en asumir una identidad ficticia, que se va inventando al mismo tiempo que se desarrolla el relato y que es tan autntica como la que dice yo, en un texto autobiogrfico, gnero que queda as definido como un disfraz ms. Cada uno de los narradores se sita frente al silencio, el momento anterior y posterior a la narracin, y su verosimilitud resulta secundaria o insignificante El cuento que se titula Rosa Schwarzer vuelve a la vida, procede en parte de un artculo en el que se relataba un viaje del autor a Alemania, pero el resultado final sera un texto inventado que trata de unas horas en la vida de una vigilante de un museo. El comienzo del texto es una
muestra de la calidad de la prosa que encontramos en Suicidios ejemplares: Al fondo de este museo de Dusseldorf, en una austera silla del incmodo rincn que desde hace aos le ha tocado en suerte, en la ltima y ms recndita de las salas dedicadas a Klee, puede verse esta maana a la eficiente vigilante Rosa Schwarzer bostezando discretamente al tiempo que se siente un tanto alarmada, pues desde hace un rato, mezclndose con el sonido de la lluvia que cae sobre el jardn del museo, ha empezado a llegarle, procedente del cuadro El prncipe negro, la seductora llamada del oscuro prncipe que, para invitarla a adentrarse y perderse en el lienzo, le
enva el arrogante sonido del tam-tam de su pas, el pas de los suicidas. (p.72) El prrafo resulta un comienzo indudable, como los que buscaba Muoz Molina. La impresin visual que produce la escena desemboca en un final complejo en que a lo visual se une el sonido en formas elementales (la lluvia y el tam-tam), que supone una llamada imperativa hacia ese territorio desconocido que el narrador bautiza como el pas de los suicidas. Habra que aadir que Schwarz, el apellido de la protagonista, Schwarzer, en alemn significa negro, y puede tener otros significados como solo o triste.15 Si pensamos en el contexto que supone una sala escondida en un tranquilo museo alemn no es de extraar la figura aburrida de la vigilante que da tras da repite una tarea montona. Se trata tambin del contraste entre el arte, su brillantez y su lejana, y una vida comn para la que ese arte no tiene mucho significado. Ese contraste entre forma artstica y vida se repite a lo largo de otros relatos del autor. Aqu adems un arte enigmtico como el de Paul Klee, ante el que permanece el obligado espectador muchas horas, adquiere otra dimensin pues sirve de extrao vehculo para sugerir un escape a lo que supone una vida infeliz. Haciendo un breve parntesis podra aadirse que la eleccin de Klee no resulta casual, primero, si tenemos en cuenta su inters desde joven por la msica y las estructuras musicales, y sobre todo por sus ideas acerca del arte. Para Klee el arte, la pintura no reproduce la realidad, la hace visible. Para l el arte anterior se dedicaba a reproducir cosas vistas o
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Puede consultarse los catlogos, o en las pginas web dedicadas al pintor, como Paul Klee Tag, estas dos obras de Klee: Schwarzer Frst y Monsieur Perlenschwein.
que se deseaban ver, pero ahora, el arte, la pintura, lo que deberan hacer es revelar la realidad detrs de las cosas visibles. No solo existira una realidad, sino que detrs de la habitual hay realidades latentes que pueden plasmarse en el cuadro. Tambin, y esto no parece ajeno al relato, el pintor afirmaba que el arte puede tener un efecto saludable, y puede no solo entretener sino ayudar a nuestra mente, cuando despus de su contemplacin volvemos a la gris realidad (el adjetivo es de Paul Klee).16 El narrador se mantiene todo el relato prximo a Rosa, contando desde su punto de vista, y a veces especificando irnicamente que ella no ha llegado a darse cuenta de algo que l sabe: Esta vida para qu./Yo s que Rosa Schwarzer dijo eso en la duermevela de ayer y que tambin lo ha dicho en la de hoy, pero que a diferencia de esta maana, ayer se despert sin la conciencia de haberlo dicho (p.73). No cabe duda de que este tipo de interpolaciones del narrador deben hacernos cuestionar el saber y el conocimiento que muestra, aunque se limite a la conciencia de un solo personaje. Hay en las pginas que siguen poca accin, una conversacin con un borracho, una visita a un parque y breves resmenes de conversaciones con sus hijos y su marido, de manera que lo interesante aqu es la accin interior, es la conciencia de una mujer, cuya vida se ve sacudida cuando empieza a preguntarse por su sentido. Despus de mucho tiempo sale de la rutina para preguntarse si tiene sentido vivir con un marido que la engaa, de forma vergonzosa con una vecina, con el dolor que supone saber que su hijo menor padece una enfermedad mortal (que l desconoce), y con un
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La teora del arte de Paul Klee puede encontarse en algunas formulaciones bsicas en Herschel B. Chipp, Theories of Modern Art,(With Contributions by Peter Selz and Joshua C. Taylor), Berkeley, University of California Press, 1969, pp.182-186.
hijo mayor cuyas palabras rara vez van ms all de preguntar si est la comida. Es el cumpleaos de Rosa y los objetos en la cocina, los cielos de color gris, sirven de fondo para que piense en las diferentes posibilidades de suprimirse, la leja, arrojarse a la calle, a un coche, posibilidades que sorprenden por su facilidad. Todo esto es relatado por el narrador en un tono sereno, tranquilo, como si el suicidio fuera un acto comn, sin importancia, ni relevancia. De este modo, un recurso como la enumeracin, en la que encontramos una ensalada, el asfalto, el marido, los cubiertos y el mantel, el hijo menor (p.77), da una sensacin de absurdo que a lo largo del texto es puntuada con la mencin del prncipe negro y la llamada desde el lejano pas, elementos cuya dolorosa poesa contrasta con la nimiedad de lo dems. Pero junto a la sensacin de desaliento se dan impulsos contrarios, de asirse a la vida, como la necesidad de cuidar del hijo, el recuerdo del da en que conoci a su hoy marido sin alma, etc. Rosa llega a la conclusin de que tambin la felicidad mata y que la irrealidad es tan desagradable como la realidad. El relato termina con un viaje de ida y vuelta al pas de los suicidas que sera injusto parafrasear. Baste decir que en el lado desconocido hay que cometer otro suicidio para volver a este y que Rosa ve que hay que dejar el lado de la belleza para caer en el gris de la vida, y que quiz es mejor que las cosas sean as, escasas a propsito (p.92). En un mundo como el que describe la paradoja o la irona no pueden entenderse como figuras retricas, sino que en ellas se ve el resultado de la observacin, del anlisis de los hechos y los personajes, un
resultado no deseado y que no cabe maquillar con buenas intenciones. El lector a veces comparte la mirada de los protagonistas de Vila-Matas, pero otras la distancia que les separa es insalvable. El movimiento al que es sometido es una oscilacin entre sentido y prdida de sentido que no termina de concluir. Lo ilgico, el disparate, lo inesperado se dejan ver en y detrs de la normalidad del mundo; si observamos con un poco ms de atencin lo extrao es, en definitiva, el hombre, y la incertidumbre, lo nico cierto que cabe esperar.
NARRACIONES
La puchera ferroviaria Enriqueta Antoln
Escritora
Cada
ollero
alaba
su
puchero,
decan
nuestros
antepasados/antepasadas hace muy poco tiempo. Porque todos y todas nosotros y nosotras tuvimos un abuelo que andaba por el campo a pedrada limpia. Pero ven? Con esta obsesin por el lenguaje polticamente correcto ya me he perdido. Me haba propuesto contarles cmo se hila una historia, cmo se capta la atencin del lector y la lectora, como se le anima
a seguir leyendo... Descubrirles, as porque s, graciosamente, los trucos del escritor. O de la escritora, qu pesadilla. No, si tienen razn. Si ya s que la culpa la tenemos las mujeres. Las mujeres feministas, para ser ms exactos. O sea: yo misma. Pero una cosa es que reivindiquemos el derecho a no seguir absorbidas en el nombre, pronombre o substantivo hombre, y otra es que no se nos haya ocurrido nada mejor que multiplicar hasta la nausea nuestro discurso... Tampoco a m no se me ocurre una solucin, lo admito, pero nadie me paga por buscarla. Yo no soy acadmica. Si lo fuera (quin sabe si algn da...) Si lo fuera, lo primero que hara es reparar una injusticia histrica, un agravio al cuerpo de ferroviarios tan castigado ya. Me refiero -como sin duda habrn adivinado- al olvido de la acepcin ms autntica y tambin ms entraable de la palabra puchera. Pucheros los hay para dar y tomar (hasta pucherazo recoge la Real), pero de la honrada puchera ferroviaria, nada. A pesar de que fue un invento digno de una patente y de que sus nostlgicos luchan por mantener vivo su recuerdo... Pregunten. Pregunten a un factor de circulacin, a un jefe de estacin o a un maquinista. Yo lo he hecho, no hablo por hablar. Yo he recorrido Galicia, Asturias, Cantabria y Euzkadi. He hecho todo el viaje en tren, pero no en cualquier tren: en los ferrocarriles de Va Estrecha. Trenes lanzados a ochenta kilmetros por hora por vas de un metro de anchura; de estrechura, diramos mejor. Ah pero es que eso existe? No digo que ustedes se lo estn preguntando, digo que otros me lo han preguntado. Y si casi nadie sabe de la existencia de este extraordinario ferrocarril qu podemos esperar que sepan de la puchera de sus ferroviarios?
Tampoco yo nac sabindolo, pero algo haba odo hablar de la dura vida en los trenecillos mineros que transportaban el carbn hasta los puertos del Cantbrico; de los ingleses que intentaron (intilmente) crear en Espaa una red de ferrocarriles como la del resto de Europa; de un bisabuelo ingeniero de Caminos que trabaj (y fracas) en el proyecto; de una Golondrina que lleg de ultramar; de una traicin y dos muertes... Vagos recuerdos de la infancia, ya saben. Retazos deslavazados de conversaciones en voz baja, aclaraciones que pides y nadie te da. En una palabra: un misterio. El mejor regalo para un escritor... y para una escritora. Yo lo acept. No quise desvelarlo ni que me lo desvelaran. Prefer enterrarlo como una semilla, incontaminado en el fondo de la memoria y ah ha estado, esperando sin impacientarse toda una vida. Hasta que hace cosa de un ao, recin publicados mis Cuentos con Rita, supe que mi prxima novela hablara de aquel lejano antepasado de quien apenas saba, de aquel pjaro con alas de mujer, de los ferrocarriles de va estrecha... y de la Puchera Ferroviaria. Con maysculas. Todos los de la Va Estrecha tenemos un gran respeto por la puchera, porque a ella le debemos los ferroviarios la hermandad que siempre hubo entre nosotros. Gracias a la puchera pudimos soportar la dureza de nuestro trabajo, aquellas terribles noches invernales, cuando quedbamos atrapados en un tasco de nieve... As me habl Jos, un veterano que aguanta la soledad en la estacin perdida de un hermoso paraje gallego. El da que yo llegu nadie baj del tren conmigo, pero el hombre que estaba en el andn, perfectamente uniformado, se alegr de tener cerca a alguien con tantas ganas de escuchar. Y hablamos, ya lo creo, sentados en su despacho y sin mirar el reloj hasta que a los dos nos entr el hambre, y mientras
compartamos mi bocadillo y su tartera, yo, por asociacin de ideas, le pregunt por la puchera. La puchera es dos cosas: el guiso y el recipiente donde se guisa, una especie de estufa de hierro fundido empez diciendo. La ponamos en la mquina del tren, cerca de la caldera, y la llenbamos hasta la mitad con carbones encendidos. Luego metamos dentro una olla de loza y ah cada uno echaba lo que poda: garbanzos, alubias, un cacho de tocino, unas costillas, patatas... lo que fuera. Lo dejbamos cocer a fuego lento, durante horas, y luego nos sentbamos todos alrededor y comamos juntos y en buena armona.... Se me qued mirando y estaba triste. Juntos. Lo mismo que nosotros dije yo para alejar tanta melancola. Entonces los dos alzamos nuestros vasos y brindamos con su vino por los buenos recuerdos del pasado y por un largo futuro para nuestra amistad.
Gueloz Nsingui (recuerdo la msica de su nombre, pero no estoy muy seguro de que ste se escriba como yo lo acabo de hacer) era un africano que trabaj conmigo en una pizzera londinense hace ya muchos aos, hacia 1985 ms o menos. Todo el mundo a su alrededor lo consideraba una persona afable y muy trabajadora, cuya formidable altura me llam la
atencin desde nuestro primer encuentro. A l lo haban destinado a la cocina y a m, a servir mesas. Solamos coincidir de vez en cuando durante nuestra media hora de descanso, porque casi siempre ramos los ltimos en cogerla. En ocasiones, si poda esquivar la atenta mirada del dueo de aquel local, yo le bajaba una cerveza al stano donde comamos, aunque estaba prohibido beber alcohol mientras no terminbamos nuestros turnos; Gueloz, a cambio, me preparaba pequeas empanadillas rellenas con gambas, que me gustaban mucho y que yo mismo le haba dicho cmo se hacan. Un da le cont que aquellas empanadillas me recordaban a mi madre, que cocinaba muy bien y que tambin sola hacerlas en casa, slo que las suyas llevaban atn en lugar de gambas. No s cmo, acabamos hablando sobre nuestras familias, intercambiando atributos, sangre fluyendo por las venas de los recuerdos. Atravesamos los viejos jardines de la infancia, permanecimos un rato en torno a una mesa camilla, nos encaramamos a rboles enormes para ver regresar a nuestros padres del trabajo, vimos hogueras encendidas en mitad de la noche, omos la voz de personas que haban vivido mucho tiempo... Juntos construimos ciudades en mitad de una jungla y plantamos baobab, euforbios y palmeras al lado de edificios de siete plantas; vimos fluir arroyos sobre el asfalto y respiramos el olor a tierra mojada confundido con el humo de varios coches parados delante de un semforo. S, aquel da dijimos muchas cosas, sin realmente aadir nada demasiado original a lo que se suele contar en ocasiones as. Slo me llam la atencin la gran cantidad de palabras que Gueloz usaba en su lengua materna, intentando explicarme poco despus qu significaban: el sabor de un tipo concreto de comida, los rugidos que a menudo emitan los estmagos de la gente cuando tena
muchas ganas de comer, el chapoteo de las gotas de lluvia sobre las hojas de algunas plantas... Despus de fumar un cigarrillo, un poco antes de regresar cada uno a su puesto, yo saqu una fotografa de mis padres y hermanos de mi cartera y se la ense; sin embargo, l no hizo siquiera el amago de buscar una suya en los bolsillos de sus pantalones, de modo que me atrev a pedirle que me dejase ver a sus familiares. Fue entonces cuando me dijo que en Sudn, el pas donde haba nacido, a casi nadie le gusta que le fotografen, porque mucha gente teme perder de esa manera sus recuerdos, sustituidos por imgenes sin vida. Everything I remember from my country -me cont Gueloz- has noises, tastes and smells. At night, when I close my eyes, theres always a river where I used to swim when I was young, and as soon as I wake I still very often come back wet from it, specially during the long summer nights (Todo lo que yo recuerdo de mi pas tiene ruidos, sabores y olores. De noche, al cerrar los ojos, hay un ro que atraviesa mis sueos, un ro donde me baaba cuando era un nio, y todava hoy regreso mojado de all muchas veces, en cuanto me despierto, especialmente durante las largas noches de verano). Recuerdos
sensoriales, tctiles. Un mundo que se puede saborear con los cinco sentidos. As nos gustara que fuese nuestro universo interior: sonoro y lleno de matices, sin las brumas de la duermevela; un mundo cristalino como el agua y al mismo tiempo profundo e inagotable. Hay quienes dicen que en ciertos lugares, al primer contacto, uno entiende las cosas de pronto, como si le golpeasen con fuerza y no pudiese escapar de ellas; ya nunca las olvida. Al menos, Graham Greene describa una sensacin muy semejante al comienzo de su novela El americano tranquilo. Un occidental en H Chi Minh (la antigua Saign) debe de
sentirse confundido en cuanto se ve asaltado por el aroma de las especias; por la humedad que produce la selva, una pulmn aspirando y expirando sin descanso; por el bullicio de motos y bicicletas, sinfonas carentes de un director de orquesta; transentes, vendedores, altavoces anunciando gangas y extraperlo en las tiendas... Marcel Proust fue capaz de recrear con intensidad y profusin de detalles un mundo que desapareca con l. James Joyce nos abri las puertas de Babel. Gabriel Mir, Bruno Schultz y Ea de Queiroz, entre otros muchos, construyeron Europa. Gracias a los inventarios que introdujeron en sus obras, hoy conocemos mejor nuestro propio continente, no slo su pasado sino tambin su presente, y puede que hasta su futuro. Esa capacidad que ellos tuvieron para hacernos entender lo ms cercano, la tuvieron otros para llevarnos a sitios lejanos. Euclides da Cunha, por ejemplo, fue ingeniero, topgrafo, periodista y profesor de lgica, y supo trasladar a sus escritos sus conocimientos. En Los sertones cartografi de forma minuciosa, con los mtodos de un entomlogo describiendo una especie desconocida, una zona de Brasil cuyas desventajosas condiciones fsicas, polticas y climticas slo podan desembocar en una revuelta, la de Antonio Conselheiro. Lo anterior, pese a todo, parece a estas alturas algo imposible: la literatura actual raramente nos sabe ubicar en un universo concreto. Tampoco el cine, ni el arte en general. Pocas veces sentimos la realidad en las fantasas que nos rodean. La pelcula Medrana (2004, Juan Luis Ruiz) resulta una excepcin porque sabe colocarnos en Asturias, con el mar golpeando las costas, el rugido del viento, la orografa caprichosa, la enfermedad...
Me viene a la memoria este cmulo de cosas al pensar en la reaccin de Samuel ayer, mientras veamos viejos lbumes de fotos. Como el lunes l y yo nos iremos a vivir a Nueva York, donde Eva, que es la madre de Samuel y mi esposa, nos espera desde hace varias semanas, cre que sera una buena idea ensearle a mi hijo un par de lbumes en los que aparecemos Eva y yo en la ciudad estadounidense cuando Samuel an no haba nacido. Una antigua fotografa del skyline de Manhattan cubierto por la bruma le gust mucho y enseguida quiso saber si podra subir al ltimo piso de las Torres Gemelas, que se elevaban por encima de los dems edificios. No, le dije. Cuando le expliqu lo que le haba sucedido a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, Samuel se mostr muy contrariado porque, segn l, las fotografas confunden las cosas que existen y las que no existen. No sabe cunta razn tiene. Las fotografas lo confunden todo, incluso a los vivos y a los muertos. Quizs por eso Samuel me pidi que esta vez no haga fotografas en Nueva York, para que de ese modo la ciudad exista siempre en nuestras cabezas (en nuestros sueos) y nada desaparezca, ni siquiera el viento. Un da, Eva me cont que su primer viaje a Amrica lo hizo cuando apenas tena cinco aos. Cogi con su madre el autobs que iba de Hinojal, su pueblo, a Cceres. Fue un trayecto corto, de apenas cuarenta kilmetros, pero a ella le pareci largusimo. En aquella poca no slo se montaba gente en los pueblos, tambin en la carretera, al lado de los caminos, por eso se tardaba tanto, por eso y porque los autobuses eran de antes de la guerra. La mitad de la gente iba de pie, y nadie protestaba. Los padres tenan que llevar cogidos a sus hijos; yo iba en el regazo de mi madre, mirando por la ventanilla y buscando la ciudad a lo lejos, porque todos los nios queramos ser los primeros en
verla, para decrselo a los dems, como si fusemos en un barco y de pronto hubisemos divisado tierra. Cceres por aquel entonces era una ciudad pequea, pero a Eva le pareca un mundo donde caba todo: Amrica. Haba edificios de ms de dos plantas, algunos de ocho o nueve pisos, y muchas tiendas. Un viaje all significaba una blusa nueva, unos zapatos, quizs incluso un abrigo si el invierno vena riguroso y sobraba algo de dinero en la casa. Tambin significaba desayunar chocolate con churros, que era algo reservado slo para la Semana Santa y para las Navidades. Segn Eva, de Cceres se iba siempre con las manos llenas, por eso para ella era como ir a Amrica y encontrar una mina con un filn de oro. Algo parecido. Durante semanas ya no necesitaba ms. Su madre aprovechaba para comprar harina y azcar, que en Hinojal estaban ms caros y a veces ni siquiera se podan encontrar en la nica tienda que haba en el pueblo. Gaseosas de sabores, yogures, latas de sardinas... Era un viaje que se haca una o dos veces al ao como mximo y haba que aprovechar. Mi primer viaje a Amrica fue muy diferente. Yo viva en Vigo el da que fui all por primera vez. Creo que tena ocho aos y me gustaban mucho las pelculas, igual que al resto de los nios de mi edad. Los domingos solamos ir al cine Disol, a la sesin de tres y media, que sola ser infantil. El cine estaba cerca de nuestra casa y, poco ms o menos, a l iba el barrio entero. Mis hermanos y yo encontrbamos bastante a menudo a los hijos de unos vecinos de nuestro edificio con quienes jugbamos cada tarde en la calle, despus de hacer los deberes. Lo que ms nos atraa de aquellos tres muchachos era que ellos tenan cartucheras y revlveres como los de los vaqueros de las pelculas. De vez en cuando, si sus padres les daban algn duro extra para el cine, en lugar de chucheras compraban
rollos de martinicas, para que los disparos de sus pistolas fuesen ms realistas. Eran ellos quienes decidan el papel de cada cual en los juegos, y a nosotros nos tocaba ser indios invariablemente si jugbamos a indios y vaqueros. Aunque no nos haca demasiada gracia aquel papel, mis hermanos y yo al final nos lo tomamos en serio. Hicimos nuestros propios arcos e incluso conseguimos unas plumas de gallina para ponrnoslas en la cabeza. Pero nuestras armas rudimentarias nada podan contra los flamantes revlveres de los vecinos. Un ao, sin embargo, cuando las vacaciones de Navidad estaban a punto de acabar, los Reyes Magos trajeron regalos inesperados, porque ni nuestras notas haban sido para echar cohetes ni creamos que fuese a haber ms sorpresas despus de las que ya haba dejado Pap Noel en casa. No recuerdo cules fueron los regalos de mis hermanos, recuerdo, eso s, que el mo era un colt con una cartuchera preciosa y un cinturn lleno de balas de plstico. Baj a la calle enseguida, en cuanto termin el desayuno, a buscar a nuestros vecinos, que todava no haban salido. Aquello no me import. Estaba dispuesto a esperar lo que fuera para decirles que en adelante no sera nunca ms indio porque al fin tena un revlver. A las doce mis hermanos y varios chicos del barrio me rodeaban, esperando todos que bajasen los vecinos, pero cuando aparecieron no traan consigo sus pistolas; las haban dejado en casa para poder jugar con los coches teledirigidos que les haban regalado los Reyes Magos. Aunque les ped que subiesen a por sus armas, no lo hicieron. Quedamos en encontrarnos por la tarde, al acabar de comer. Si quera dejar de ser indio en los juegos, me dijeron que antes iba a tener que enfrentarme a ellos. Eran tres y yo no tena a nadie ms a mi
lado. Haba visto un par de pelculas donde un vaquero mataba a dos o a tres pistoleros, o sea que pens que quizs poda vencerles. Por la tarde, mis hermanos y algunos amigos de los edificios colindantes al nuestro se acercaron a m mientras esperaba a que nuestros vecinos bajasen; se haba corrido la voz de que bamos a enfrentarnos, y nadie quera perderse el espectculo. Cuando por fin aparecieron los vecinos, la gente su fue apartando, para dejarme frente a ellos. Yo me puse en pie y les mir a la cara directamente, como haba visto hacer en las pelculas. Entonces saqu el revlver aprisa, dispar un par de veces y me dej caer al suelo, desde donde segu disparando. Tambin ellos dispararon, al mismo tiempo. Golpeaban el gatillo, porque as el sonido de las martinicas era ms ensordecedor. Uno de los vecinos se fue al suelo de repente y los otros dos se quejaron por mis disparos; les haba alcanzado a los tres. Por desgracia, no haba sido lo bastante rpido para esquivar sus balas y me haban acribillado. La calle entera estaba en silencio. Hubo un muchacho que se acerc a m y me pregunt qu pasaba a continuacin. No dejis que mis hermanos me vean as, le dije. Y comenc a morir. Fue una muerte dulce que ya haba visto en una pelcula donde un viejo vaquero miraba las montaas de espaldas a la cmara y de pronto se desplomaba. Es posible que estuviese demasiado tiempo disfrutando de aquella muerte, en cualquier caso mis hermanos al cabo del rato se cansaron y me pidieron que volviese a ser indio para jugar contra los vecinos una vez ms. Amrica es un lugar que se construy mientras Eva viajaba en aquel autobs que haca la ruta entre Hinojal y Cceres, el mismo lugar que yo encontr en las pelculas que animaron mis tardes de domingo. Antes
muchos chicos pensaba que all se podan encontrar las cosas que uno no tena a su alcance en su pueblo y que todo resultaba bastante fcil, incluso morir con estilo. Luego crecimos. Recuerdo que la primera vez que Eva se vino conmigo a trabajar a Londres, nos despedimos de sus padres, que en aquel momento estaban solos en Hinojal, despus de que todos sus tos, primos y hermanos se hubiesen ido al acabar las fiestas del pueblo, hacia finales de agosto. Por aquel entonces, los padres de Eva ya eran unas personas mayores, poco acostumbradas a ciertas cosas, una de ellas a ver marcharse a una cualquiera de sus hijas, posiblemente para no regresar nunca ms como la haban conocido hasta ese momento. Quizs por eso comenzaron a llorar. Su pequeo mundo estaba a punto de desmembrarse; pronto vendra el invierno de sus vidas y no tendran a nadie a su lado. Haban empezado a sufrir esas prdidas irreparables que convierten a los seres humanos en hurfanos a la intemperie, sin nadie a quien acudir en caso de sentir fro o miedo, en caso de tener problemas respiratorios en mitad de la noche y no encontrar una sola compaa amiga cerca. Es difcil saber cules fueron sus pensamientos en tales instantes, mientras yo les aseguraba que su hija estara bien y que la cuidara siempre, mientras Eva se abrazaba a ellos con fuerza, derramando lgrimas tambin. Fue una experiencia muy dramtica, en parte por su propia tosquedad, por la sinceridad descarnada de aquellas personas mayores a quienes la naturaleza slo les haba enseado a llorar profiriendo al mismo tiempo gritos de dolor. Ay, ay, ay, se lamentaban, pensando en su hija y en el viaje que iba a emprender en unos minutos.
Por qu tenis que iros tan lejos?, nos pregunt la madre un poco antes de que nos montsemos en el autobs que cubre la lnea entre Hinojal y Cceres. Pero no pudimos contestar nada. Ni una palabra. Quin saba entonces por qu nos bamos tan lejos, quin lo sabe ahora, cuando de nuevo emprendemos el viaje, esta vez Samuel y yo solos, porque Eva se ha ido a Nueva York hace casi un mes, para realizar cursos, conseguir su nmero de la Seguridad Social e ir arreglando su situacin administrativa con New York Public Schools, donde la han contratado para dar clases de espaol durante los prximos tres aos. La vida es extraa. De pronto un da alguien entiende que debe montarse en un autobs o en un tren porque de lo contrario se arrepentir para el resto de su vida, y lo hace. Es as de sencillo. No hay grandes reflexiones al respecto, tampoco se duda a la hora de escoger el equipaje. Uno mete lo que puede en una maleta o en una mochila y poco despus mira desde su ventanilla cmo el paisaje se descompone y se vuelve extrao, cmo los muros de piedra, los cercados y los rboles que le resultaban familiares han quedado atrs. Los sueos entonces nos impiden ser demasiado conscientes de nuestro propio temblor, de nuestra incertidumbre. Hemos cogido lo poco que nos perteneca sin darle muchas vueltas, pensando nicamente que en nuestro destino nos espera una cueva de tesoros donde encontraremos cuanto nos apetezca en adelante. Somos como esos estadounidenses a quienes hemos visto en alguna pelcula o sobre quienes hemos ledo en algn libro, que apagan la luz de sus casas y cierran la puerta al salir, luego de haberlas vendido y haber liquidado sus deudas con los vecinos, dispuestos a jugarse el resto en algn casino de Las Vegas, para demostrarle a los dems y para demostrarse a s
mismos que todava son capaces de sentir la sangre fluyendo en sus venas, que todava esperan cosas de la vida y no estn dispuestos a cruzarse de brazos ante el televisor. En general, nadie ms vuelve a or hablar sobre ellos. La mayora de la gente cree que perdieron hasta el ltimo centavo y a continuacin se vieron obligados a aceptar un trabajo fregando platos en un restaurante de segunda categora o haciendo chapuzas en una residencia de jubilados. Aun as, es imposible estar seguro de nada. Tambin pudieron ganar y marcharse a vivir a Las Bahamas. O bien montaron ellos mismos un casino. Hay tantas posibilidades. Qu estamos intentando demostrar nosotros? A quin queremos vencer? Qu pretendemos ganar? Yo llevo muchos aos de aqu para all; he perdido la sensacin de pertenecer a ningn lugar. Cuando me fui de Galicia, dejando all mi lengua materna enterrada para siempre, uno de mis rganos respiratorios se muri en m y lo que lo sustituy me provoca serios ahogos si me quedo mucho tiempo en un sitio. Alguna vez he pensado que debera intentar regresar a Galicia, aunque slo fuese para comprobar si tambin all el clima me es poco propicio y no puedo quedarme quieto. Eva es diferente. Le gusta viajar, ver lugares, pasear por calles nunca antes transitadas, pero quiere regresar a casa en cuanto cae la noche. Ella siempre regresa, yo siempre me voy. Y ahora Samuel est a merced de nuestras fuerzas pugnando, cada una en una direccin. Para l, irse a Estados Unidos es una aventura que no quiere dejar pasar. Sabe que all no tendr a sus amigos, la gente le hablar en ingls y en la casa adonde vayamos a vivir apenas habr juguetes; nada de eso, sin embargo, le ha echado para atrs. Tiene una mezcla de irresponsabilidad e hiperestesia que le impide darse cuenta de lo que nos espera en apenas
unas horas. Ya habr tiempo de mejorarlo todo sobre la marcha, debe de pensar. Ojal los contratiempos puedan arreglarse sobre la marcha. Muchos amigos, como Juan Carlos y la gente de Marchamalo, nos han intentado desaconsejar que vinisemos, otros, como Igor y Estbaliz, nos han escuchado con inters, adems de con cierta envidia, mientras les contbamos nuestros planes. La palabra Nueva York es bastante grande, genera tanta admiracin como respeto, tanta pasin como recelo. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 han aumentado la confusin. Y ahora la guerra en Irak, con las torturas de Abu Ghraib, ha avivado el sentimiento de antiamericanismo de los europeos una barbaridad. Nosotros, pese a todo, no nos vamos a Estados Unidos, nos vamos a Amrica, a ese otro lado del espejo al que antes se queran ir los jvenes de los pueblos como Hinojal. Eva me cont que los quintos de la generacin de su padre, al regresar de frica, adonde los haban mandado a hacer el servicio militar, decidieron volver a irse al poco de llegar al pueblo. Ninguno tena estudios ni demasiadas expectativas. Lo mejor que les esperaba era cuidar del ganado de sus padres hasta que stos se muriesen. Eran siete muchachos de poco ms de veinte aos. Seis se fueron y uno se qued. El que se qued era el padre de Eva, a quien le he odo decir muy a menudo que para prosperar y sacar algo en claro en la vida, es necesario irse lejos. Aqu nunca hubo nada. Viajar en tren jams me haba puesto nervioso hasta los atentados del 11 de marzo de 2004. Aquel da yo poda haber estado en uno cualquiera de los trenes en los que estallaron bombas, porque todos recorran la lnea del corredor del Henares, desde Guadalajara a Madrid,
que es por donde yo suelo viajar cuando tengo que ir a ver pases de prensa de alguna pelcula o cuando quedo con amigos como Jos Miguel Sanfeliu o Eloy Tizn en la Casa del Libro de Gran Va o en el FNAC de Callao. Tuve suerte; otras doscientas personas no fueron tan afortunadas. Al principio, mientras vea la dimensin de los acontecimientos y mientras escuchaba el testimonio de quienes haban sobrevivido a una explosin y slo recordaban que despus, cuando todo volvi a estar en silencio, se oan los telfonos mviles abandonados entre los hierros torcidos del tren, me sucedi algo similar a lo que me suele ocurrir al leer en el peridico una noticia sobre una catstrofe area: pens en m mismo como una de las posibles vctimas de aquella tragedia y ese pensamiento lo he llevado conmigo cada vez que me he montado en tren en adelante. Que yo recuerde, viajar en avin siempre me ha puesto lo pelos de punta. Sin embargo, durante la espera en el aeropuerto de Barajas, antes de despegar rumbo a Estados Unidos con Samuel, pens que Eva nos esperaba a ambos en Nueva York y que por lo tanto nuestro avin no se poda venir abajo. Por supuesto, en ningn momento se me ocurri hacer partcipe a Samuel de los miedos que suelo tener cada vez que vuelo, como hago con Eva, a quien mareo con mil comentarios angustiosos y luego remato con la tez blanquecina de mi rostro, adems de un silencio espeso y una inmovilidad mortal, cada vez que el aparato se agita un poco al atravesar una zona de turbulencias. No me gustara que mi hijo heredase mis aprensiones; ya es suficiente con que a Eva la haya hecho tener miedo cuando vuela (conmigo) o que ya no haya podido volver a montarse en una montaa rusa, despus de haberlo hecho una sola vez conmigo, suficiente
para que le contagiase el pnico que me entra en cuanto se comienza a ir pendiente abajo, a una velocidad endiablada. Mientras Samuel y yo hacamos tiempo deambulando por la zona comercial del aeropuerto, procur aparentar una absoluta normalidad, aunque a cada poco tena que sacar un pauelo de papel para secarme la frente. Luego, cuando llamaron a los pasajeros de nuestro vuelo para abordar el avin, tampoco me dej llevar por las emociones e incluso quise asomarme un par de veces a la ventanilla. Slo durante el despegue me qued rgido en el asiento, sin ser capaz de responder a mi hijo, que quera saber si ya estbamos por encima de las nubes. A nuestro lado vena sentado un hombre que me ech un cabo y le dijo a Samuel que, en efecto, acabbamos de dejar las nubes por debajo de nosotros. Creo que comprendi mi situacin, porque al intentar darle las gracias hizo un gesto restndole importancia y aconsejndome mantener la misma postura hasta que me hubiese conseguido relajar. Se llamaba Mario Agreda y era un indio de Bolivia que se haba ido a vivir a Espaa haca veinte aos. Tena un puesto de antigedades en el Rastro y rodaba documentales cada vez que consegua reunir algo de dinero. Ahora iba a New Jersey, a casa de unos amigos que estaran esperndole en el aeropuerto; un poco despus tena previsto volar de nuevo, esta vez desde Nueva York a Colorado, donde quera rodar a un chamn de una tribu apache con quien haba coincidido antes en un congreso indio celebrado en Sevilla. Ni l habla espaol ni yo hablo ingls, aun as nos entendemos; al fin y al cabo, nuestra sangre es la misma. Nosotros ramos los autnticos habitantes de Amrica cuando todava no haban llegado los europeos, nos dijo. A lo largo del viaje, habl sobre el nmero de tribus indias que haba en todo el
continente americano y tambin sobre el elevado nmero de equvocos que la gente comete al hablar de los indios, a quienes segn l- prcticamente nadie se ha preocupado por entender. Mientras contaba estas cosas, Samuel, que tiene una capacidad de concentracin bastante limitada, en especial cuando alguien comienza a hablar con cierta seriedad, le pidi a Mario que le hiciese cosquillas en una pierna, para que as yo pudiese hacerle cosquillas en la otra al mismo tiempo. Por extrao que parezca, consegu dormirme despus de la primera comida que sirvieron las azafatas. Slo me despert porque de pronto o la palabra indio con la brusquedad tpica de mi hijo al hablar, en cuanto ya tiene confianza con alguien. En efecto, le estaba dando rdenes a Mario para que le hiciese mejor un masaje en la espalda, dicindole indio a cada poco. Yo le record que se llamaba Mario, pero Mario insisti en que Samuel siguiese llamndole indio porque, segn l, lo era. Ms tarde, cuando Samuel se durmi echado encima de su regazo, Mario no se quej ni una sola vez y sigui hacindole el masaje a Samuel, que tiene un vicio preocupante a ese respecto. Como quera corresponderle de algn modo a aquella persona tan amable y comprensiva, tan dulce y sabia, le ment al contestarle una pregunta sobre si poda tener problemas con los oficiales de aduanas. Le dije que no. Tambin le rellen los impresos verde y blanco que todos los pasajeros tienen que presentar junto con su pasaporte cuando intentan entrar en Estados Unidos. No le coment nada acerca de las fotografas que le tomaban a algunos viajeros slo porque les resultaban sospechosos a algn funcionario ni acerca de las huellas digitales que podan llegar a tomarle si a su oficial de aduanas le daba por ah. Ni siquiera le dije que a veces en Estados Unidos te hacen sentir como
si fueras un vulgar criminal y te mandan descalzarte o te cachean de arriba abajo o te someten a un interrogatorio absurdo durante horas. Aunque le haba prometido pasar con l el control de pasaportes para ayudarle con el ingls, una polica nos separ y l fue a parar a una cola y yo fui a dar a otra bastante alejada con Samuel. De vez en cuando le dedicaba alguna mirada y le haca una sea si me estaba mirando. Curiosamente, l pas sin problemas y a nosotros nos retuvieron ms de media hora haciendo comprobaciones. Al salir, ya no volvimos a encontrar a Mario, pero Eva estaba all, esperndonos. Aunque a Eva se la nota profundamente cansada, nos recibe con una sonrisa. Samuel, al verla, corre hacia ella y la abraza; ella se agacha para besarle y para rodearle con sus brazos. Luego, cuando vuelve a ponerse en pie, ella y yo tambin nos besamos, casi sin tocarnos, inclinndonos uno hacia el otro, como con timidez. Al fin estamos juntos despus de tanto tiempo. Ha sido la primera vez que ella y Samuel no se vean durante ms de diez das. Las palabras no acuden a nuestros labios con facilidad. Hacemos preguntas cuyas respuestas no nos interesan de verdad y desviamos la mirada hacia todas partes, como si eso pudiese ayudarnos para saber qu decir. No queremos volver a or lo que ya sabemos unos de otros, pero tampoco deseamos mostrar indiferencia. Samuel, en ese sentido, es quien mejor parado sale, porque a l le basta con ir cogido de la mano de su madre y caminar, no tiene necesidad de decir nada en particular, por eso se contenta con sonrer. Yo procuro mantener algn tipo de conversacin, mientras Eva quiere saber cmo fue el vuelo. Tuviste miedo?, me
pregunta, y le contesto que no. Le hago un par de comentarios sobre Mario el indio para ver si consigo hacerla rer, sin conseguirlo. Luego nos vamos a la cafetera de la terminal donde ha aterrizado nuestro avin. Pedimos unos refrescos y entonces Eva comienza a contarnos cmo ha ido todo desde su llegada, hace ya algo ms de cinco semanas. Al parecer, no haba nadie esperndola en el aeropuerto, pese a que le haban asegurado que sera as. Tuvo que coger un taxi e ir ella misma al hotel donde la haban alojado con el resto de profesores espaoles del programa. Era uno de esos hoteles antiguos que ocupa una manzana entera; tena cientos de habitaciones en cada piso y la mayora estaban desocupadas porque en realidad slo una parte del hotel estaba abierta, mientras se haca reparaciones en el resto del edificio. Por desgracia, a ella le toc en una planta donde no haba nadie ms, salvo su compaera de habitacin, Lola, porque a todos los profesores espaoles de su programa los haban metido all por parejas. Lo malo es que en su piso era donde ms trabajos de renovacin se estaban haciendo en aquel momento y los albailes solan comenzar muy pronto su jornada laboral, que inclua sbados y domingos; de modo que al cabo de unos das de despertarse con los golpes de un martillo en una pared o de alguien picando en el suelo, ella y Lola pidieron que las cambiasen a cualquier otro lugar. Aunque no pudieron hacerlo en seguida porque no haba habitaciones disponibles, en la recepcin les prometieron que en cuanto hubiese una habitacin vacante se la daran a ellas. Las avisaron dos das antes de irse del hotel, cuando les daban un poco igual los martillazos y los ruidos, cuando apenas oan a los albailes, que deban haberse ido a cualquier otro piso.
La primera noche, Eva lleg bastante tarde al hotel, cuando ya se haba cerrado el restaurante, y decidi irse a la cama sin probar bocado, con el estmago medio vaco porque en el avin no haba sido capaz de comer ms que unos cacahuetes. Al da siguiente ella y los dems profesores espaoles bajaron al restaurante a las seis y media para desayunar, poco antes de que comenzase el curso intensivo que estuvieron haciendo durante la semana entera. Durante el curso, les metan tantas cosas en la cabeza que cinco minutos despus de escuchar cada una la haban olvidado. Segn Eva, era ridculo. Les decan cmo dar clase de espaol a sus futuros alumnos, cmo motivarlos, cmo mejorar su rendimiento... Sin embargo, cualquier cuestin relacionada con dnde iban a trabajar la dejaban de lado, como si fuera secundaria; daba igual que eso fuese lo que ms les interesaba a los profesores espaoles, tambin a Eva. Sirvi de poco que les intentasen explicar a los estadounidenses que les daban aquel curso que para alquilar una casa, era preciso saber con anterioridad dnde iba a dar clase uno, porque de lo contrario poda vivir en un extremo de la ciudad y trabajar en el contrario, y perder ms de tres horas viajando cada da. Desgraciadamente, nadie pareca saber cundo les comunicaran a los profesores cules eran sus respectivos centros. Lo peor vino al acabar la primera semana. De pronto ya no haba ms curso y los profesores espaoles perdieron contacto con los asesores del programa. La nica persona a quien podan acudir en busca de ayuda era Vctor Oroval, un experto en no solucionar nada, cuyas respuestas solan ser tan poco convincentes como para que, en el mejor de los casos, nadie volviese a hacerle una sola pregunta al cabo de unos das (y maldijese por lo bajo). Una de las veces en las que habl con Eva por
telfono, le dije que no se preocupase por la casa donde bamos a vivir, en cuanto Samuel y yo llegsemos; le insista en que procurase tranquilizarse y pasear, ir a los museos, as no tendra tiempo para pensar. Si se quedaba en el hotel, con los otros profesores espaoles, conseguira aumentar su incertidumbre y su miedo, se estancara como el agua de un charco. Yo haba pasado por una situacin similar en varias ocasiones y ya saba las consecuencias de estar demasiado rato con gente en tu misma situacin cuando esa situacin es, por as decirlo, peculiar. A menudo Eva se levantaba temprano, antes que los dems, y se iba, sin rumbo. Comenzaba a pasear por Manhattan, entre los rascacielos, y en lugar de sentirse mejor, se senta peor, insignificante. Nueva York entonces le pareca un monstruo carnvoro donde una persona puede desaparecer sin que nadie se d cuenta. Y ella no quera desaparecer. Iba de aqu para all, perdindose a veces en calles por donde nunca haba pasado. Le resultaba imposible leer; no poda concentrarse. Ni siquiera en el cine poda mantener la atencin en una pelcula cualquiera durante mucho tiempo; la realidad le pesaba mucho y no se vea con ganas de dejarse llevar por ningn argumento fantasioso. Adems, al regresar al hotel y encontrarse con sus compaeros, ellos volvan a recordarle la precariedad de la situacin en la que estaban, Eva incluida. Faltaban tres das para que a ella y al resto de profesores se les acabase la estancia gratuita en el hotel donde les haban alojado, cuando Eva decidi salir a buscar un lugar donde quedarse. Haba visto varios anuncios de sublets (subarriendos) y tena asimismo la direccin de una amiga que estaba a punto de dejar un apartamento en Harlem, dos semanas antes de que se le acabase el contrato. Al final, se acerc primero
al apartamento de Harlem y decidi cogerlo, sin darle demasiadas vueltas al asunto, porque quera dejar arreglado aquello lo ms pronto posible. Le dio igual la zona. Necesitaba un sitio donde esconderse aprisa, para no tener que volver al hotel y encontrar en l a sus compaeros de programa hablando siempre sobre las mismas cosas y llegando a la misma conclusin: que Nueva York era una mierda y que Estados Unidos era otra mierda y que el programa en el que se haban metido era la peor mierda. Tambin necesitaba un lugar para estar en l sola, sin ruidos ni conversaciones, lejos de aquella ciudad, de los clxones, de los neones... Un lugar adonde pudiese llevarnos a Samuel y a m en cuanto llegsemos. De momento le bastaba con reducir las dimensiones de todo a su alrededor. Quera dejar de escuchar a tanta gente y quera quedarse ms a menudo en un lugar donde no se vieran rascacielos, miles de personas caminando en todas direcciones, coches atrapados en atascos infinitos... Crea que nunca ibais a llegar. Esta es una aventura muy grande para una sola persona; menos mal que ahora ya estamos de nuevo los tres, juntos. Pero al decir eso, ella mira a Samuel, aunque sabe que yo la miro a ella. Nuestras miradas no se cruzan. Antes de venir a Nueva York, nuestro amigo Oswaldo, que lleva viviendo aqu desde hace ms de veinticinco aos, nos haba aconsejado a Samuel y a m que lo dejsemos para cualquier otro momento. Es la convencin republicana, o sea que no pienso salir de casa en toda la semana y vosotros tampoco deberais salir de la vuestra hasta que todo esto se acabe, aadi enseguida, para aclarar que la cosa tambin le afectaba a l, no slo a nosotros. En realidad, quera darnos a entender que
aquello afectaba al mundo entero. Segn pareca, la presencia de George W. Bush en la ciudad iba a traer cola. Y as fue. Miles de estadounidenses venidos desde los rincones ms alejados del pas quisieron dejar claro en las calles colindantes a Times Square, donde se celebraban bastantes actos polticos, que en Estados Unidos hay un descontento generalizado. Durante varios das, hubo pocos conductores que se animasen a atravesar Manhattan en coche. La ciudad haba dejado de pertenecer a los neoyorquinos, a quienes se haba desplazado del centro, obligndoles a quedarse en sus respectivos barrios o, en el caso de los mendigos, a buscar mejor suerte en otro sitio. El taxista que nos llev a nosotros desde el aeropuerto a casa prefiri hacer un recorrido ms largo y atraves el barrio de Queens antes de dejarnos en Harlem. Como Samuel y yo al fin estbamos con Eva, no le di demasiada importancia al hecho de que el taxista nos cobrase, adems de la tarifa fijada, veinte dlares ms para cubrir el peaje de un puente que acabbamos de cruzar y el tiempo invertido, que haba sido superior al normal. Ya antes habamos tenido que pagar ciento veinticinco dlares por cada uno de los visados, que son slo por doce meses pese al contrato de Eva, de tres aos; eso por no incluir las llamadas para pedir una cita en la embajada, facturadas a un euro por minuto, o el elevado precio de los gastos para recibir el pasaporte, porque lo envan por un servicio privado de mensajera. No cabe duda de que estar aqu tiene un precio. Tambin tiene un precio cruzar el Estrecho en una patera. Viajar es caro. Nuestra ventaja, eso s, es que al menos estuvimos protegidos por unas medidas de seguridad espectaculares y ni nuestro avin se vino abajo, en mitad del ocano, ni los pilotos nos obligaron a saltar al vaco en mitad del vuelo; y tampoco nos estrellamos contra el
Empire State o el Chrysler Building. Lo nico que tuvimos que hacer fue rellenar varios formularios, mostrar al oficial de Inmigracin pruebas de nuestros ingresos econmicos y dejar que registrasen nuestras huellas digitales para tenernos localizables en caso de que nos diese por delinquir. A menudo me pregunto en qu soamos quienes vamos de un sitio a otro, dejando atrs nuestros autnticos hogares o el sonido de nuestra lengua. Mientras nos acercbamos a nuestra casa temporal, en el barrio de Harlem, me preguntaba si mi hijo Samuel, al ver los edificios oscurecidos por la contaminacin, edificios enormes que cubren una manzana entera y que pueden llegar a elevarse por encima de veinte plantas, tendra la sensacin de estar entrando en un territorio inhspito o si, por el contrario, todo le sonara familiar, despus de haberlo visto mil veces en pelculas, libros, fotografas o documentales. Fundar tambin l su hogar all donde estn sus seres queridos? Da igual. Ahora ya es tarde para hacerse preguntas y para especular. Estamos aqu, para bien o para mal. Cuando el taxi aparc frente a nuestro bloque de apartamentos en la calle 139, entre las avenidas Lenox y Clayton, Harlem estaba sumida en una tranquila siesta. Luego, haca las seis de la tarde, los vecinos fueron sacado sus sillas a la calle y comenzaron a charlar animadamente o a jugar al domin. Pareca como si no estuvisemos en Nueva York, una ciudad tomada por el espectculo de masas que estaba desplegando el partido republicano, a no ser por alguien que haba colgado a la entrada de nuestro edificio un cartel con una consigna en contra de Bush sin consultar con el resto de inquilinos, por lo que me cont Eva. Una cosa as me llam la atencin. Si alguien me hace partcipe de una actitud poltica o social por las buenas, olvidndose de hablar conmigo antes, suelo sentirme molesto.
Por eso me disgust aquel cartel en el cristal de la puerta de nuestro edificio, dando una imagen de quienes vivimos en l que quizs no todos queremos ofrecer. En Estados Unidos, sin embargo, republicanos y demcratas se creen con derecho a vocear donde y como quieren sus particulares ideas. Son capaces de matar si alguien se cruza en su camino o les contradice. No sera la primera vez que un defensor de la vida mata a un mdico abortista o que un demcrata vaca el cargador de un revolver sobre quien le contradiga. Un adulto mat a otro en Navarra despus de los atentados del 11 de marzo slo porque el segundo se neg a poner un cartel en contra ETA en uno de los cristales de su propio negocio. Vivimos en un mundo cambiante, familiar y extrao al mismo tiempo. Nueva York, sin ir ms lejos, se enrareci muchsimo durante la convencin republicana y mucha gente prefiri quedarse en sus casas, en barrios perifricos, para no tener que soportar la presencia del ejrcito y una cantidad ingente de policas en el centro de la ciudad, donde a uno podan pararlo y pedirle la documentacin sin necesidad de haberse comportado de forma extraa. Por estar all. Los inmigrantes ilegales no se acercaron porque tenan ms posibilidades que nadie de ser detenidos e interrogados. Oswaldo, el amigo que lleva ms de veinticinco aos aqu, se qued en Brooklyn. Samuel, Eva y yo fuimos a Staten Island, para ver el lugar y sopesar si ella aceptaba o no un trabajo que le haban ofrecido en un instituto de all, pero al final casi huimos, al comprobar que sin un vehculo uno no es nadie en un sitio como aqul, psimamente urbanizado. Mientras tanto en Harlem la gente sala a las calles en cuanto el ltimo sol se perda ms all del horizonte y comenzaba a soplar una ligera brisa. A Samuel, de vuelta a nuestro barrio, le sorprendi que una persona
estuviese durmiendo a la intemperie, sobre las escaleras de entrada a un edificio. Todava no es consciente de que en esta parte de la ciudad no importan las convenciones republicanas, pese a que el alcalde de Nueva York sea demcrata. Esta es una zona a salvo de las contradicciones de un pas como Estados Unidos, donde la gente seguir en la misma situacin sin importar el partido que est en el poder. Eso explica que en Harlem hubiese disturbios cuando una manifestacin demcrata recorra las calles intentando sacar de su letargo a la gente con gritos y coros de tragedia griega. What the hell is going on? (Qu demonios ocurre?), dijeron los vecinos del barrio. Y acto seguido repartieron lea, porque, aunque aqu haya muchos pobres, a la gente le gusta vivir tranquila. Hace unas semanas, el huracn Frances azot el estado de Florida, dejando a su paso varias vctimas mortales y a miles de personas sin hogar. Cuando los fuertes vientos cesaron y la gente pudo salir al fin de sus refugios, hubo quienes lo haban perdido absolutamente todo. Las cadenas de televisin repitieron una y otra vez la imagen de una madre desorientada, recogiendo objetos irreconocibles del suelo, quizs trozos de una vajilla o figurillas sin forma, mientras su hija, de unos cinco o seis aos, la segua, abrazada con fuerza a una mueca de cabellos alborotados. Aquello, no s por qu, me hizo pensar en los habitantes de Bagdad durante los bombardeos que sufrieron antes de la cada del rgimen de Sadam Hussein. Tambin me hizo pensar en el libro de W. G. Sebald Historia natural de la destruccin, donde se habla sobre la
americanizacin que sufrieron muchas ciudades alemanas despus de la Segunda Guerra Mundial, porque haban sido reducidas a escombros y era preciso volver a levantar la mayor parte de sus casas. Soy consciente de
que los efectos de un huracn no tienen relacin alguna con los de una guerra, aunque me parece llamativo que el resultado final pueda ser muy similar. Perder el hogar, sea por el motivo que sea, desnuda a las personas, las expone a los caprichos y la aleatoriedad de la naturaleza, las despersonaliza. Quienes sufren las consecuencias de un huracn o de cualquier fenmeno climtico deben entender mejor que nadie la sensacin de impotencia y frustracin que se experimenta al ser vctima de una guerra, en cuanto los muros y los tejados de los edificios se vienen abajo y sepultan las pertenencias de la gente. Es como si de pronto se borrase su pasado. Su identidad. La duea del apartamento que hemos alquilado en Brooklyn, donde vamos a vivir los prximos dos o tres aos, se llama Mary y es portorriquea. Se vino a Estados Unidos con apenas un ao y ya nunca regres a su patria; ahora se siente norteamericana y casi no recuerda su lengua materna, a no ser palabras sueltas que pronuncia con una entonacin espectral en mitad de las conversaciones. Lleg a Nueva York hace veinte aos, tras un fracaso matrimonial que la oblig a irse de Florida con su hijo Christopher, donde dej al resto de su familia. Segn ella, lo que no consiguieron los huracanes en muchos aos lo consigui un solo hombre, que le hizo la vida imposible desde el mismo da de su boda. Tuvo que irse de all porque l no dejaba de hostigarla, llamndola por telfono a altas horas de la madrugada, amenazndola de muerte y rondando a veces por su casa, pese a la orden de alejamiento que haba dictado un juez tras una sentencia condenatoria por malos tratos. Supongo que uno puede construir viviendas ms y ms slidas con el paso de los aos para mantenerse a resguardo del viento, del fro o de la lluvia, por
desgracia no hay ninguna vivienda lo bastante estable como para protegerle a uno de la amenaza de sus semejantes si stos quieren hacerle dao. El lunes pasado Mary haba hablado con los miembros de su familia que todava viven en Florida, al restablecerse las lneas en las zonas ms afectadas por el paso del huracn Frances. Una de sus hermanas haba perdido su casa por tercera vez y lloraba de rabia. What have we done to deserve this? (Qu hemos hecho para merecernos esto?), se preguntaba. Por desgracia, no existe una respuesta que pueda aliviarla a ella o a las dems vctimas, a esa madre desorientada y su hija con una mueca de cabellos alborotados cuya imagen se ha repetido en las pantallas de los televisores a lo largo de la semana. Tampoco hubo explicaciones para los miles de europeos que huyeron de sus pases cuando el fascismo y la sombra de la guerra se proyectaban sobre sus destinos. De pronto,
familias enteras tuvieron que hacer el equipaje en plena noche y salir furtivamente por la puerta trasera de sus casas, para no ser vistos por sus vecinos, que podan denunciarles o simplemente gritar desde sus ventanas y alertar as a la polica. Los ms afortunados consiguieron salvar las joyas heredadas de sus padres y abuelos, una porcelana fina o algn objeto simblico donde se condensaba la historia de todos sus seres queridos. Cada uno de nosotros le da un valor especial a las cosas. En el hogar de Mary, por ejemplo, no hay nada que llame la atencin, puede que porque all vive alguien que conoce la precariedad de la existencia, su fragilidad. Apenas tiene adornos y, como ella dice, no le importara demasiado perder lo que tiene. Theyre just things (Son slo cosas), explica. Puede que ella, y tanta gente en Estados Unidos, crea que el capitalismo siempre permite
reemplazar una cosa por otra, para que de ese modo ninguna acabe de tener un valor sentimental. Mi amigo Horacio Lanero, sin embargo, vive con su compaero Oswaldo en un agradable apartamento en Grand Army Plaza (una de las mejores zonas de Park Slope), en el que ellos han ido construyendo con mimo su propio espacio, trayendo cosas de los destinos ms lejanos y documentando con ellas sus viajes y sus experiencias. Bastan unos segundos despistando la mirada por las paredes o por encima de las mesillas para ver fragmentos del pasado en los elementos decorativos que hay a su alrededor; son partes de sus vidas a las que no quieren renunciar, aunque puedan sustituirlas por otras mejores. Hoy es sbado 11 de septiembre de 2004. Las previsiones meteorolgicas no son muy halageas para Florida y anuncian fuertes vientos de nuevo. Muchas localidades costeras han sido evacuadas y en el interior los tenderos ha apuntalado tablones para proteger los cristales de sus comercios. Mientras tanto, en Manhattan, en la Zona Cero, los padres y familiares de las vctimas que perecieron al desplomarse las Torres Gemelas pronuncian sus nombres, pues eso fue cuanto sobrevivi al enorme amasijo de vidrio y metales. Nadie sabe cul ser el monumento que se erija all en recuerdo de los muertos; a estas alturas lo nico seguro es que va a levantarse un rascacielos que sustituya a los dos anteriores. Hoy mismo, Eva, Samuel y yo nos mudamos a nuestra casa definitiva, en Brooklyn. En adelante no tendremos que soportar el desagradable olor del cuarto de bao del apartamento de Harlem ni el intenso calor que haca por las noches, aunque casi nos habamos acostumbrado a esas pequeas calamidades. A cambio, tendremos que hacer nuestro un espacio que todava recorre el fantasma de su anterior
inquilino, que, segn nos dijo Mary, se fue una noche sin decir nada y sin pagarle el alquiler del ltimo mes.
es Profesora Titular de
Literatura espaola en la Facultad de Humanidades, de Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha. Trabaja actualmente en el campo de la literatura actual. Ha editado trabajos en publicaciones peridicas y en volmenes colectivos: -(1999): "El espacio narrativo en el relato corto de Miguel Delibes", Lucanor, 16, 43-52 -(1999): "Simbologa escenogrfica en la obra teatral de Jos Ruibal: Teatro urderground espaol", La esttica de la transgresin. Revisiones crticas del teatro de vanguardia. Cuenca, UCLM, 149-160 -(2000): "Encuentro con la vida: a propsito de Cuentos, de Elena Santiago", Mujeres Novelistas en el panorama literario del siglo XX. Cuenca, UCLM, 231236 -(2000): Amor & Desamor en la narrativa femenina espaola de los 90, Actas XIII Congreso de la Asociacin Internacional de Hispanistas (Madrid, 1998). II: Siglo XVIII-XIX-XX. Madrid, Castalia, 785-789 -(2002): Temblor o la rebelin contra la norma, Espculo, 21 (julio-Octubre) -(2002): Entrevista (Diciembre) a Pilar Pedraza,
Ciberletras.
[revista
electrnica]
-(2003): Acerca del mundo de Soledad Purtolas, Trbede, 71 (Enero), 91-94 Monografas y captulos de Libros. Ediciones -(2000) [Ed.]: Mujeres Novelistas en el panorama literario del siglo XX. Cuenca, UCLM -(2003): Dos narradoras de nuestra poca: Gabriela Bustelo y Marta Sanz,
PILAR PEDRAZA
Se doctor en Historia por la Universidad de Valencia. Profesora de Historia del Arte en la universidad valenciana desde 1982, Consejera de Cultura de la Generalitat y miembro del Consejo de Administracin de la Radiotelevisin valenciana. Autora de numerosas colaboraciones en revistas cientficas y literarias y traductora de lengua italiana, ha escrito tambin guiones para televisin. Actualmente compagina la docencia y la investigacin con la creacin literaria. Cultiva el ensayo: Barroco efmero en Valencia, 1980. Versin
castellana y estudio del Sueo de Polifilo, tratado renacentista, 1981. La Bella, enigma y pesadilla (Esfinge, Medusa, Pantera...), 1983 y 1991. Fellini, 1993
OBRA NARRATIVA (1984): Las joyas de la serpiente. Valencia, Fernando Torres [1988, Barcelona, Tusquets]. Premio Ciudad de Valencia de Novela 1984 y Premio de la Crtica (1985): Necrpolis. Valencia, Victor Orenga [relatos] (1987): La fase del rub. Barcelona, Tusquets (1990): La pequea Pasin. Barcelona, Tusquets (1994): Las novias inmviles. Barcelona, Lumen
narradoras
espaolas
contemporneas
[Ed.
de
ENCINAR].
Barcelona, Lumen, 265-275 (1996): Paisaje con reptiles. Madrid, Valdemar (1997): Piel de stiro. Madrid, Valdemar
-Director y Fundador del Centro de Investigacin de Semitica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologas (UNED, de Madrid), desde 1991 hasta la actualidad.. -Ha ejercido la docencia en la Universidad de Valencia y en otros niveles educativos, desde 1970. Asimismo, ha dado cursos y conferencias en Universidades de Espaa, Europa (Alemania, Blgica, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido, Rusia), Amrica (Estados Unidos, Mxico, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Per, Puerto Rico, Repblica Dominicana, Brasil, etc.), Asia (Japn, Corea, Filipinas y Tailandia) y frica (Marruecos y Camern). Ha dirigido veinticuatro tesis de doctorado y ha participado en ms de 150 Congresos (impartiendo numerosas sesiones plenarias) en Espaa y en el extranjero. -Especialista en Literatura y Teatro espaoles del Siglo de Oro y del siglo XX; as como en Semitica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologas.
a) Literatura espaola: Estudios sobre 'El Conde Lucanor' (Madrid: UNED, 1980); Frutos del mejor rbol. Estudios sobre Teatro Espaol del
Siglo de Oro (Madrid: UNED, 1998); Con Antonio Gala (Estudios sobre su obra) (Madrid: UNED, 1996); etc.
b) Editor de clsicos: Timoneda, Caldern de la Barca, Argote de Molina, Antonio Gala, Jos M. Rodrguez Mndez, Jernimo Lpez Mozo, Jos Luis Alonso de Santos, etc. c) Teora de la literatura: El comentario semitico de textos (Madrid: SGEL, l981);
Literatura (Madrid: Playor, 1992, 8. ed.); Enseanza de la Lengua y la Literatura (Propuestas metodolgicas y bibliogrficas) (Madrid: UNED,
1996); etc. e) Editor de Actas y homenajes: La literatura como signo (Madrid, Playor, 1981); y en colaboracin: "Ch. S. Peirce y la Literatura", Signa 1 (1992); Ex Libris. Homenaje al profesor Jos Fradejas Lebrero (Madrid: UNED, 1993, 2 vols.); Escritura autobiogrfica (Madrid: Visor, 1993);
Semitica(s). Homenaje a Greimas (Madrid: Visor, 1994); Manual de estilo (Madrid: UNED, 1994, 1995, 1996); Bajtn y la literatura (Madrid:
Visor, 1995); La novela histrica a finales del siglo XX (Madrid: Visor, 1996); Literatura y multimedia (Madrid: Visor, 1997), Biografas
literarias (1975-1997) (Madrid: Visor, 1998); Teatro histrico (19751998): textos y representaciones (Madrid: Visor, 1999); Poesa histrica y (auto)biogrfica (1975-1999) (Madrid: Visor Libros, 2000); El cuento en la dcada de los noventa (Madrid: Visor Libros, 2001); Del teatro al cine y la televisin en la segunda mitad del siglo XX (Madrid: Visor
Libros, 2002); Teatro y memoria en la segunda mitad del siglo XX (Madrid: Visor Libros, en prensa) etc. 2.- Artculos: ha publicado ms de un centenar de artculos en prestigiosas revistas de Espaa y del extranjero. Otros mritos -Fundador, en 1983, de la Asociacin Espaola de Semitica y organizador de dos de sus Congresos Internacionales (1984 y 1988), as como editor de sus Actas (1990). Director de Signa. Revista de la
Asociacin Espaola de Semitica; Editor de S. European Journal for Semiotic Studies y director de la coleccin potica Rusadir (2. poca),
editada por Visor. -Presidente y fundador de la Asociacin Espaola de Semitica, Vicepresidente de la Federacin Latinoamericana de Semitica y miembro del Comit cientfico del Instituto Internacional de Teora y Crtica de Teatro Latinoamericano; de la Junta Directiva de
Semiotics Institute; Vocal de la Junta Directiva de ALFAL; etc. Ha organizado diversos Congresos y Seminarios Internacionales. Autor y coordinador de diversos programas educativos en TVE2 y Canal Internacional de TVE. jromera@flog.uned.es
http://www.uned.es/centro-investigacion-SELITEN@T/
NURIA CARRILLO
Doctora en Filologa Hispnica por la Universidad de Valladolid y profesora titular del Departamento de Filologa de la Universidad de Burgos. Sus trabajos de investigacin se han centrado en el anlisis de la narrativa actual, aunque ha publicado tambin estudios sobre clsicos como Unamuno o Pedro Muoz Seca. Al gnero cuento le ha dedicado los libros El cuento literario espaol en la dcada de los 80 (1997) y Ensayos sobre narrativa actual (narradores castellano-leoneses) (1997), en el que analiza la narrativa corta de autores como Luis Mateo Dez, Antonio Pereira y Jos M Merino. Ha presentado numerosas comunicaciones y ponencias en Congresos y ha colaborado en revistas especializadas con estudios sobre diversos aspectos del ltimo cuento espaol: la potica (Castilla. Estudios de Literatura); la irona (La nueva literatura hispnica); su
pluralidad (nsula); crtica bibliogrfica (Lucanor, La nueva literatura hispnica); el microrrelato (Quimera)... Ha participado, adems, en importantes obras colectivas como el Diccionario de Literatura Espaola e Hispanoamericana (Alianza, 1993) y el volumen El cuento en la dcada de los noventa (Visor, 2001). Desde el ao 2002, organiza un Taller de escritura dedicado a jvenes, sobre "Cmo rescribir un cuento".
Es autor de los libros Gua de lectura de Claudio Rodrguez (1988), La vuelta al Logos. Introduccin a la narrativa de Miguel
Espinos (1998), De la ebriedad a la leyenda. La trayectoria potica de Claudio Rodrguez (1999) y Claudio Rodrguez y la tradicin literaria
(1999), por el que recibi el Premio Fray Luis de Len de Ensayo, as como diversas ediciones crticas y antologas de Claudio Rodrguez (Claudio Rodrguez para nios, 1988, Hacia el canto, 1993, Don de la
ESO, 2 (Crulla, 1997), Los cuentos que cuentan (ed. de Juan Antonio
Masoliver Rdenas y Fernando Valls, Anagrama, 1998) y El cuento
NGELES ENCINAR
Catedrtica de Literatura Espaola en Saint Louis University, Madrid Campus. Entre sus numerosas publicaciones, destacamos:
Novela espaola actual: la desaparicin del hroe [Pliegos, 1990]. Cuento espaol contemporneo [Editores: Encinar & Percival. Ctedra,
1993].
Cuentos
de
este
siglo:
treinta
narradoras
espaolas
crticas al mundo narrativo de Jos Mara Merino [Edilesa, 2000] y La pluralidad narrativa: Escritores espaoles contemporneos (19842004) [Biblioteca Nueva, 2005]
Siete ensayos sobre la narrativa de Juan Benet, Zaragoza, 2000 El cuento espaol en el siglo XX, con Jos Ramn Gonzlez, 2002
Articulos sobre Valle, Lorca, Jarns, Max Aub o Cortzar. Profesor en la Universidad Complutense de Madrid
ENRIQUETA ANTOLN
Entre 1992 y1997 public la triloga compuesta por La gata con
HILARIO J. RODRGUEZ
Licenciado en Filologa Anglogermnica y en Filologa Hispnica. Durante varios aos, dio clases de lengua, literatura e ingls en Espaa, Repblica de Irlanda, Gran Bretaa y Estados Unidos. Ha ganado varios certmenes literarios y ha publicado la coleccin de relatos Aunque
Imgenes de actualidad o Abc, y es director adjunto de la revista Versin original. En 1995, la Asociacin Re Bross le concedi el premio
al Mejor Crtico del Ao. Entre sus libros, cabe destacar Eyes Wide
Shut: Los sueos diurnos, Museo del miedo, Lars von Trier: El cine sin dogmas (finalista del premio al Mejor Libro del Ao)