EUTANASIA
EUTANASIA
EUTANASIA
MATRICULA E2003BALLDE0063
CARRERA : DERECHO
TAREA: EUTANASIA
FECHA : 05.07.21
EUTANASIA
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la que, al mismo tiempo que demuestra su temor, evidencia su respeto ante lo
inevitable de la muerte individual.
La misma persona que estaba pasando por esa enfermedad o limitaciones podía
decidir terminar con su vida, o en todo caso, algún familiar cercano, cuando el
afectado no podía tomar la decisión o algún tercero que se encontraba en la
facultad de hacerlo.
Claro que toda la vida es valiosa, sin distinguir de Etnias, clases sociales,
economía, color, sexo, edades, ni siquiera de la situación de salud de cada
individuo. Y el mayor interés de los médicos es preservar la vida hasta el último
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momento que sea posible. Pero en algunas ocasiones el luchar en contra del
destino de la persona lejos de ser algo bueno y positivo se convierte en una
condena y es cuando el Médico Especialista deberá tomar la decisión de dar fin a
la vida mediante una muerte asistida o una Eutanasia indolora y así llegar al fin
digno.
Es difícil entender el cambio del significado del término eutanasia desde sus
orígenes hasta nuestros días. ¿Por qué secreta razón se cambia en el curso de
los siglos el significado de la palabra griega que quiere decir: bondad, dignidad,
honestidad al momento de morir, para descender a decir muerte provocada,
muerte decidida por el médico, ¿muerte por piedad o compasión? Rabinovich
señala “que el término ‘eutanasia’, a pesar de su noble origen griego ha quedado
cargado de connotaciones harto desagradables, desde que los nazis la usaron
para cometer los aberrantes procedimientos por medio de los cuales comenzaron
exterminando a numerosos discapacitados físicos y mentales, en muchos casos
esgrimiendo la hipócrita máscara de una supuesta piedad para con aquellos
infortunados, cuya vida sólo les reportaría un inútil sufrimiento”.
Cuando pensamos que una persona “por compasión” asesina de un disparo a una
persona de su misma progenie para evitarle el sufrimiento de inmediato
enjuiciamos que es un asesinato, mientras que si el paciente llega al hospital y es
intervenido por un médico no es más que un proceso médico, y no sería un delito
condenatorio como en el primer caso.
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El modelo médico hegemónico, centrado en el hospital, con una tecnología de
gran complejidad como instrumento de trabajo y con el fármaco como medio
terapéutico dominante, ha determinado un cambio en muchos patrones culturales
muy arraigados para ser sustituidos por nuevos paradigmas, prácticas, mitos y
ritos. El modelo clásico del hospital moderno supone la obediencia indiscutida a la
autoridad médica para solucionar todas situaciones que surgen de la enfermedad.
¿Pero qué pasa cuando hay que tomar una decisión? Las opciones son las
siguientes: ¿Cuándo la medicina no puede hacer más por la vida del paciente?;
¿cuándo el dolor es insoportable para el paciente?; ¿cuándo no hay uso de las
facultades mentales superiores (cerebro) y no se puede hablar más de vida
humana digna?; ¿cuándo los resultados del tratamiento médico alargan
inútilmente la vida del paciente, puesto que la muerte del paciente se presentará,
irremediablemente, poco tiempo más tarde?
Magnon Garibay afirma que existe una argumentación de justicia jurídica y moral
en ese sentido. Explica que “si bien el derecho no obliga a nadie a terminar con la
vida indeseada, puede permitir, apelando a la bondad de alguien, atender a las
expectativas de calidad de vida de una persona en particular y procurar su
finalización. Así se resolvería el conflicto de derecho a la vida (sentido jurídico) y
derecho a elegir sobre la vida (sentido moral)”.
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Es necesario precisar que eutanasia, muerte digna o suicidio asistido no son
sinónimos. El concepto eutanasia se entiende como la terminación deliberada de
la vida de una persona a fin de prevenir sufrimientos posteriores. El suicidio
asistido se define como el suicidio solicitado por el enfermo terminal por no poder
llevarlo a cabo por sí mismo; en tanto que el derecho a la muerte digna se
considera una manifestación del libre desarrollo de la personalidad que permite
que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con
dignidad, concepto último que contiene implícitamente el derecho a una muerte
digna.
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En la actual legislatura (LXIV), la senadora Ma. Leonor Noyola Cervantes, del
grupo parlamentario del PRD, presentó una iniciativa de reforma constitucional
que adiciona tres párrafos y se recorre el quinto, para ser el octavo, del artículo 1°
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
1. El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. Nadie podrá ser
privado de su vida intencionalmente, salvo en ejecución de una condena que
imponga pena capital dictada por un tribunal al reo de un delito para el que la ley
establece esa pena.
2. La muerte no se considerará infringida con infracción del presente artículo,
cuando se produzca como consecuencia de un recurso a la fuerza, que sea
absolutamente necesario:
a. En defensa de una persona contra una agresión ilegítima;
b. Para detener a una persona conforme a derecho para impedir la
evasión de un preso o detenido legalmente;
c. Para reprimir, de acuerdo con la ley, una revuelta o insurrección.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, Capítulo II, establece:
Artículo 4º. Derecho a la vida.
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho
estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la
concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá
imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia
ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una ley que
establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito.
Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se les aplique
actualmente.
3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.
4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni
comunes conexos con los políticos.
5. No se impondrá la pena de muerte a persona que, en el momento de la
comisión del delito, tuvieron menos de dieciocho años de edad o más de
setenta, ni se le aplicará a las mujeres en estado de gravidez.
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6. Toda persona condenada a la muerte tiene derecho a solicitar la
amnistía, el indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser
concedidos en todos los casos.
Ahora bien, considerando a la vida como un derecho universal que debe ser
respetado y un bien en sí mismo, se puede hablar de tres clases de derechos
humanos que protegen el derecho a vivir, a saber:
a) Los derechos que se refieren a la conservación de la propia vida,
es decir, fundamentalmente la garantía que todo individuo tiene a
no ser privado en forma arbitraria de su vida, quedando excluidos
los casos de legítima defensa y pena de muerte entre otros;
b) Los derechos relativos a la protección de la integridad física de
las personas. Verbigracia: la conservación de los órganos
corporales, aun cuando se pueda disponer de ellos postmortem;
y
c) Los derechos a la vida y la salud. Es en este apartado, donde
surge la necesidad de hacer especial énfasis, en cuanto al
derecho a la medicina se refiere, especialmente en aquellos
casos cuyos pacientes, víctimas de una enfermedad incurable en
fase terminal o grave minusvalía, se encuentran sometidos a
tratos inhumanos y degradantes ante los avances de la ciencia
médica y el deseo de los médicos de mantener con “vida” a un
ser sin esperanzas de recuperación, mediante el empleo de
medios extraordinarios, y que resultan muy costosos y
desproporcionados ante la imposibilidad de una recuperación
exitosa del enfermo y su más grande deseo de morir con
dignidad.
Todo tratamiento médico al menos en los niveles más graves del paciente debe
estar acompañado por el consentimiento del enfermo, mismo que debe ser
informado, voluntario y competente. Es difícil tratar para el médico un problema
complejo y universal, pero lejos de comprender lo que hasta el momento parece
incomprensible, debe evitar sentimientos propios que le dificulten su ejercicio
profesional, no debiendo permanecer al margen de la discusión, ya que uno de
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sus papeles es el de facilitar el tránsito de una vida deplorable al de la muerte y es
precisamente aquí cuando el arte de la medicina debe ser manejado con la mayor
pericia y sensibilidad.
Vida y muerte son las dos caras de la misma moneda, de tal manera que el
derecho a vivir implica así también el derecho a bien morir, el derecho a morir con
dignidad, el derecho a disponer de la propia vida. El mayor temor de la eutanasia
legal es que no impedirá las eutanasias ilegales, sino que las potenciará, aprobar
una ley que permite la eutanasia no impedirá que se extienda el fraude de ley, los
permisos escritos sin examinar al paciente, la laxitud en la aplicación de la ley y el
fraude de ley generalizado.
Las industrias lucran con el dolor y son antinaturales. Los médicos, en su lucha
contra los males, intentan matar microbios y sus errores se entierran: meten
drogas que no conocen en un cuerpo que desconocen más; si un médico es
ignorante se pierde salud. Nuestra medicina no es preventiva y no es conforme a
la naturaleza: secundum natura vivere; nos hemos desarrollado en contra de la
naturaleza, ahí empiezan nuestros males y miserias. Los avances de la tecnología
médica y la industria farmacéutica permiten hoy procesos y tratamientos que
pueden sostener a la vida aun en condiciones brutales. Muchas instituciones y
médicos los aplican para evitar que el enfermo muera y con ello se soslayen
responsabilidades legales. Otros lo hacen porque consideran que la medicina
simple y sencillamente sirve para luchar contra la muerte. Para ellos, en 17 estos
casos no cuentan la voluntad del enfermo y su familia. Esto ya no debe ser así.
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En relación, a los problemas morales que se han generado, el Papa Pío XII en
1957, año en que se pronunció a favor de la eutanasia en un discurso,
argumentaba que cuando el tratamiento suministrado al paciente sobrepasaba los
medios ordinarios, el médico y sus familiares no están obligados a emplearlos,
siendo lícito suprimir la utilización de todo procedimiento artificial, ya mediante la
petición del paciente, o de la decisión conjunta del médico y familiares del
enfermo, en su caso.
Por otro lado, la declaración del Papa Juan Pablo II, en mayo de 1980, ante la
Congregación de la Doctrina de la Fe, al hablar de eutanasia, en el último
apartado de su discurso, en el sentido de suprimir la terminología clásica de los
medios ordinarios y extraordinarios, adopta la teoría de los medios proporcionados
y desproporcionados, de tal manera que los medios empleados en el paciente
serán de acuerdo con diversas circunstancias: riesgo, costo y probabilidades de
éxito, etcétera. Así, rechazar, asumir o interrumpir el tratamiento dependerá de
esta proporcionalidad y siempre que sea posible se debería contar con el
consentimiento del enfermo.
Sin duda con esta actitud asumida por el Papa, la sabiduría cristiana ha dado un
gran paso, fomentado por el conocimiento, la comunicación y la libertad de
pensamiento, de conciencia y religión, existiendo con ello un reconocimiento a los
derechos universales y las libertades fundamentales del hombre.
Sin embargo, esa valoración no impide plantear el problema que enfrenta el valor
vida humana cuando entra en conflicto con el valor morir dignamente; en ese
sentido no todas las situaciones eutanásicas pueden ser reprobadas moralmente,
de tal manera que cuando el vivir humano se ve acompañado de un
encarnizamiento terapéutico, de una agonía prolongada y sufrimientos notables, el
valor morir con dignidad aparece como una alternativa mejor. De aquí que sea
necesaria su regulación no sólo en los ordenamientos jurídicos internacionales,
sino en el propio, sea a través de una regulación específica o mediante su
inclusión al Código Penal.
En el mundo entero, existen personas que día a día son sometidas a un verdadero
ensañamiento terapéutico en las Unidades de Cuidados Intensivos, que ante los
avances de la ciencia médica y la actitud Distanasia de los médicos, de mantener
con vida a un ser humano acabado, que padece terribles dolores y grave
sufrimiento, ante una enfermedad incurable en su fase terminal, dichos pacientes
se convierten en verdaderas víctimas de tratos inhumanos y degradantes, no
obstante su deseo de morir, atentando contra su dignidad.
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La sociedad en general y la tendencia ética de la medicina propiciaron siempre el
respeto a la vida y la dignidad a la hora de la muerte. Dignificar el morir humano,
significa aceptarla como un proceso natural; no acelerar ni posponer
indebidamente su llegada; suprimir, en la medida de lo posible: los dolores,
molestias y sufrimientos; mantener la autoestima y la comunicación familiar del
moribundo; respetar sus ideas, creencias y decisiones y acompañarle hasta el
último momento, apoyándole física y emocionalmente. De ninguna manera puede
ser un momento de dolor extremo y de horror inenarrable. Así estaremos frente a
una muerte buena, frente a un proceso eutanásico.
Se entenderá por eutanasia “La acción u omisión que realizan una o más
personas motivadas por un sentido de piedad o humanitario, en consideración a
otra persona que lo solicita en pleno uso de sus facultades mentales, debido a los
graves sufrimientos de su enfermedad incurable en fase terminal o su grave
minusvalía, que de forma directa o indirecta provocan su muerte sin sufrimientos”.
De esta definición surgen cuatro elementos trascendentes:
I. Que se trate de un sujeto:
a) con una enfermedad irreversible en fase terminal, bien definida y sin
posibilidad de cura, certificada tanto por el médico tratante como por dos
médicos más, para lo cual se elaborará una lista de aquellas
enfermedades que se consideren incurables.
b) con graves minusvalías, que no le permitan llevar una vida digna y
tenga asegurada una existencia dramática.
II. La solicitud seria, expresa y reiterada del sujeto pasivo, en pleno uso de
sus facultades mentales, excluyendo cualquier caso de eutanasia
involuntaria.
III. Que se practique en consideración o en interés de la víctima.
IV. Que la provocación de la muerte sea con el mínimo sufrimiento físico.
Requisitos que de no existir alguno, se estará frente a alguna figura
delictiva. Para los efectos del punto anterior, es necesario que el médico
que intervenga en los casos de eutanasia elabore un informe
especialmente dirigido a comprobar que la declaración del paciente
solicitando la aplicación de la eutanasia ha sido completamente
voluntaria, reiterada y bien meditada
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2. En alguna fase anterior de la enfermedad ¿se habló con el paciente acerca
de la finalización activa de la vida? En caso afirmativo, ¿cuál fue su
opinión?
3. ¿Se consultó a los allegados acerca de la finalización activa de la vida del
paciente? En caso afirmativo, ¿a quién se consultó? Y ¿Cuál fue su
opinión? En caso negativo, ¿por qué no les consultó?
IV. Consultas con otros médicos
1. ¿Qué otro médico (especialista o de cabecera) consultó usted? Si lo
consultó, indique su nombre y dónde se le puede localizar. (Si consultó a
varios médicos, indique sus nombres y dónde se les puede localizar).
2. ¿Cuáles fueron las conclusiones de este/ estos médicos/ consultados? En
todo caso, con respecto a los puntos mencionados bajo los apartados I.6 y
I.7.
3. ¿Vio este (otro) médico al paciente? En caso afirmativo, ¿cuándo? y/o ¿en
qué fundamentos basó este (otro) médico sus conclusiones?
V. Aplicación de la finalización activa de la vida
1. ¿Quién aplicó la finalización de la vida? Y ¿de qué forma?
2. Previamente, ¿fue recabada alguna información sobre el método a
emplear? En caso afirmativo, ¿dónde? y/o ¿de quién?
3. La forma de morir ¿fue la que lógicamente cabe esperar con arreglo al
eutanásico administrado?
4. Durante su administración, ¿quiénes estuvieron presentes? Y ¿dónde se
les puede localizar?
5. Atendiendo a la clasificación de la eutanasia, es pertinente incluir en dicha
regulación
a) La conducta del médico en cuya intención de suprimir el dolor que siente
el enfermo terminal mediante el empleo de ciertos analgésicos, produce el
acortamiento de la vida de éste.
b) Aquella conducta del médico en que a petición del enfermo terminal deja
de seguir aplicando el tratamiento o los medios extraordinarios
(distanásicos), o bien, no aplica el tratamiento que de nada serviría al
enfermo.
6. Atento a lo anterior, se deberá aprobar la legalización de la eutanasia e
incluirla dentro del Código Penal o bien, a través de 53 una ley de eutanasia
que implicaría desde un punto de vista muy particular un tratamiento más
adecuado de cada uno de los supuestos eutanásicos, donde la especial
importancia de la vida y la decisión sobre la disponibilidad de la misma,
obligan a adoptar las medidas más estrictas en torno a garantizar que bajo
el velo de eutanasia no se cubran otras conductas que sí pueden ser
consideradas como delictivas.
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afectados por su enfermedad o grave minusvalía, para lo cual se debe contar
siempre con su consentimiento.
Conclusiones:
Bibliografía
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