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EUTANASIA

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ALUMNA : ZÚÑIGA ESTRADA MARTHA ADRIANA

MATRICULA E2003BALLDE0063

CARRERA : DERECHO

MATERIA : GARANTÍAS INDIVIDUALES Y SOCIALES

PLANTEL: CHAPULTEPEC TURNO: SABATINO

DOCENTE : LIC. JOSÉ LUIS MEZA MAGAÑA

TAREA: EUTANASIA

FECHA : 05.07.21
EUTANASIA

En este ensayo estudiaremos la palabra Eutanasia desde sus orígenes, sus


significados y sus aplicaciones en nuestra vida cotidiana, y así mismo
consideraremos cuando se aplica de manera correcta y cuando se quebrantan los
derechos de las personas. Ya que es un tema un poco delicado analizaremos
cuando sería necesario terminar con la vida de una persona, y cuando es un
abuso de poder, y cuales son los castigos ante la ley según la región en que se
aplica.

También estudiaremos la evolución de la eutanasia en nuestros tiempos, ya que


como sabemos, es una practica que tiene muchos años atrás desde la época de la
antigua Grecia. No es más que el deseo de tener una muerte digna, y es algo
positivo desde sus orígenes, así como se tiene un nacimiento digno y todos
merecemos vivir, también se desea tener una muerte sin sufrimientos y sin
condenaciones a vivir una vida de penas mientras se está postrado en una cama o
a una enfermedad incurable.

Consideraremos los derechos a los que somos acreedores ante la vida y la


muerte, como también las garantías a las cuales debemos tener acceso. Y
veremos cuales son las leyes que hablan de esta postura. Observando cuales son
los derechos que se verían violentados al no aplicar de manera correcta la
decisión de mantener o no con vida a una persona.

Terminaremos con la pequeña conclusión de lo que opinamos sobre la práctica de


la eutanasia, y cuando es necesaria, cuando es una acción humana y cuando es
un abuso de poder sobre los derechos humanos.

Sin más, comenzaremos, como dijimos antes, sobre el origen de la palabra


Eutanasia. El Centauro Quirón, era un Dios inmortal, sin embargo, sufrió una
herida incurable causada por una flecha que Heracles dirigió contra otro centauro,
Elatos. El sufrimiento que la herida le causaba era intolerable, ante lo cual Apolo le
concedió el don de la mortalidad. Pero Apolo no terminó con la existencia de
Quirón para liberarle de sus dolencias, sino que le dio la libertad de vivir, a pesar
del sufrimiento, para que, basado en su propia experiencia, mitigara el dolor de los
demás. Más tarde, Quirón ofrendará su vida para liberar a Prometeo, el héroe
encadenado por haber pretendido robar el fuego de los dioses.

El mito de Quirón nos presenta el drama de la especie humana: la vida, el


sufrimiento, la muerte. El hombre es el único ser vivo que tiene conciencia de
finitud, de ahí deviene la incesante preocupación por la muerte hasta tal punto de
haber dejado de ser un proceso estrictamente natural, para convertirse en un
auténtico acontecimiento cultural. El saberse finito le ha llevado a crear un
conjunto de mitos y de ritos, que van desde el desconcierto hasta la idea de la
inmortalidad; a la vez que a la construcción de una auténtica cultura thanática, en

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la que, al mismo tiempo que demuestra su temor, evidencia su respeto ante lo
inevitable de la muerte individual.

Cuando el hombre tiene la idea y la conciencia de que su vida en algún momento


va a terminar, es decir que morirá, contribuye en gran medida a dar valor a su
existencia y especialmente a la existencia de las otras personas. Difícilmente se
podría valorar la vida si ésta estuviese abocada a proseguir por siempre. La
conciencia de finitud es la que confiere mayor valor a la vida e incluso al
sufrimiento final de la muerte.

De manera general, la palabra Eutanasia es la suma de dos vocablos: eu y thanos


que significan “dulce muerte” y se refiere a la muerte de descanso para los que se
encuentran cansados de estar peleando la batalla contra alguna enfermedad o el
mismo pesar de los años. Principalmente este era el significado de la palabra, y de
esta legendaria practica que no era más que asistir a una persona a terminar con
su dolor y llegar al final de su sufrimiento, ya sea por alguna enfermedad, algún
accidente que los condenara a una vida de sufrimientos y de calamidades.

En la cultura griega, la eutanasia se constituyó en objeto de deseo y de petición de


todas las personas sensatas, pues se refería a una muerte buena, en la que se
han atenuado los sufrimientos extremos; de ninguna manera era una muerte
provocada bajo la premisa de la compasión, ni una muerte decidida por los
médicos. Cicerón en su carta a Ático emplea la palabra eutanasia, como sinónimo
de muerte digna, honesta y gloriosa.

La misma persona que estaba pasando por esa enfermedad o limitaciones podía
decidir terminar con su vida, o en todo caso, algún familiar cercano, cuando el
afectado no podía tomar la decisión o algún tercero que se encontraba en la
facultad de hacerlo.

Como vimos, en el comienzo la acción de la eutanasia era algo positivo, bueno y


beneficioso para los que sufrían de alguna enfermedad terminal, pues qué sentido
podría tener la vida si terminaras postrado y sufriendo terriblemente los últimos
días en una cama lamentando cada segundo de existencia, entonces la Eutanasia
era el libramiento de todos esos dolores que aquejaban a una persona.
Lamentablemente con el tiempo el significado de la palabra fue cambiando hasta
llegar a ver como algo negativo a la acción de asistir a una persona en su partida y
verlo como algo condenatorio.

La palabra Distanasia es todo lo contrario, y significa muerte lenta sufrimiento


dolor, penurias y muerte sin dignidad humana, y en muchas ocasiones es lo que
se tiene en mente cuando pensamos en la acción de la Eutanasia. Como si el dar
final a una vida en sufrimiento sea algo malo.

Claro que toda la vida es valiosa, sin distinguir de Etnias, clases sociales,
economía, color, sexo, edades, ni siquiera de la situación de salud de cada
individuo. Y el mayor interés de los médicos es preservar la vida hasta el último
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momento que sea posible. Pero en algunas ocasiones el luchar en contra del
destino de la persona lejos de ser algo bueno y positivo se convierte en una
condena y es cuando el Médico Especialista deberá tomar la decisión de dar fin a
la vida mediante una muerte asistida o una Eutanasia indolora y así llegar al fin
digno.

Es difícil entender el cambio del significado del término eutanasia desde sus
orígenes hasta nuestros días. ¿Por qué secreta razón se cambia en el curso de
los siglos el significado de la palabra griega que quiere decir: bondad, dignidad,
honestidad al momento de morir, para descender a decir muerte provocada,
muerte decidida por el médico, ¿muerte por piedad o compasión? Rabinovich
señala “que el término ‘eutanasia’, a pesar de su noble origen griego ha quedado
cargado de connotaciones harto desagradables, desde que los nazis la usaron
para cometer los aberrantes procedimientos por medio de los cuales comenzaron
exterminando a numerosos discapacitados físicos y mentales, en muchos casos
esgrimiendo la hipócrita máscara de una supuesta piedad para con aquellos
infortunados, cuya vida sólo les reportaría un inútil sufrimiento”.

Efectivamente, Hitler, el 1 de septiembre de 1939 ordena lo siguiente: “El


consejero del Partido Bouhler y el Dr. Brandt asumirán la responsabilidad de
ampliar sus atribuciones a los médicos designados expresamente para que
razonablemente otorguen ‘la muerte clemente’ a enfermos incurables después de
juzgar críticamente su estado patológico.” Bajo este mandato murieron miles y
miles de seres inocentes y este detestable proceder fue cubierto bajo el membrete
de eutanasia. Excusándose en exterminar a todos los enfermos incurables, los
enfermos mentales, los retrasados psíquicos y los niños deformes, argumentando
que dichas medidas constituyen una auténtica obra de higiene pública. Y según el
garantizando An raza mas pura.

Lo que sorprende es que a partir de la utilización perversa del término eutanasia,


la medicina occidental haya incorporado la misma concepción nazi para referirse a
procedimientos cuestionables y polémicos y que, al decir de Rabinovich, tienen
una denominación mucho más franca y universal, cuando afirma que: “la muerte
es un hecho inevitable y cierto desde el punto de vista de su acontecer. De modo
que de lo que se trata en realidad, cuando de ‘eutanasia’ se habla, no es de la
muerte en sí, sino de los actos concretos del sujeto o de terceros tendientes a
provocarla o a anticiparla, o a evitar su postergación. De donde resultaría mucho
más lógico hablar de supuestos especiales de homicidio o de suicidio, con lo que
se pondría el acento en las conductas que desembocarán en la producción o
anticipación de la muerte, más que en su resultado”.

Cuando pensamos que una persona “por compasión” asesina de un disparo a una
persona de su misma progenie para evitarle el sufrimiento de inmediato
enjuiciamos que es un asesinato, mientras que si el paciente llega al hospital y es
intervenido por un médico no es más que un proceso médico, y no sería un delito
condenatorio como en el primer caso.

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El modelo médico hegemónico, centrado en el hospital, con una tecnología de
gran complejidad como instrumento de trabajo y con el fármaco como medio
terapéutico dominante, ha determinado un cambio en muchos patrones culturales
muy arraigados para ser sustituidos por nuevos paradigmas, prácticas, mitos y
ritos. El modelo clásico del hospital moderno supone la obediencia indiscutida a la
autoridad médica para solucionar todas situaciones que surgen de la enfermedad.

La mayoría de las veces los enfermos internados en un hospital, a causa de su


enfermedad, están incapacitados para tomar sus propias decisiones y dependen
del poder y la acción del médico y del resto de personal, consecuentemente se
convierten en personas hacia quienes y para quienes hay que hacer las cosas y
por lo tanto en receptores pasivos de los cuidados médicos. La agonía y la muerte
son momentos fuertemente impactados por el poder médico. De un acto familiar y
compartido pasó a ser un acto privado, recluido en una sala de hospital, bajo la
tutela y responsabilidad del médico y la asistencia del personal de enfermería, sin
la presencia de los familiares del moribundo.

La agonía se convirtió en vergonzosa y por lo tanto impropia de ser compartida por


los más íntimos. El hospital pasó a convertirse en el escenario obligado para la
muerte y el médico una especie de conductor del proceso, concediéndosele en
forma paulatina la posibilidad de poder determinar la hora y el momento de esta,
contrariando el hecho de que la muerte no es primeramente un evento médico o
científico, sino un evento personal, cultural e incluso religioso.

A esta posibilidad se le ha designado como eutanasia, desfigurando por completo


el sentido original de la palabra. La muerte se ha medicalizado. Este mismo
proceso de medicalización determina una posición extrema y contraria a la mal
denominada eutanasia, al considerar que es éticamente exigible todo lo que es
técnicamente posible.

Muchas de estas conductas extremas del personal médico se sustentan en


consideraciones altruistas, pero no pocas pecan de antiéticas puesto que en ellas
predominan intereses económicos y particulares, antes que el auténtico beneficio
del paciente. Nos encontramos, por lo tanto, ante la realidad de quedar atrapados
en un mecanismo inexorable de alta tecnología que obliga a soportar agonías
largas a un costo elevado y aisladas del contacto familiar.

La ambigüedad en torno al término y concepto eutanasia es tan grande hasta


encontrar flagrantes contradicciones y lugar a confusiones. Para algunas personas
es lo que significa, una muerte asistida para terminar con los sufrimientos de los
pacientes, mientras que para otras personas podría ser un grave delito y falta de
compasión al querer terminar una vida sin continuar luchando con la muerte.

Infinidad de clasificaciones se han hecho en torno a esta sui géneris concepción


de la eutanasia, así podemos enumerar:
- Voluntaria, si el paciente la solicita.
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- No voluntaria, si la decisión se toma sin su conocimiento.
- Involuntaria, cuando se opone a los deseos del paciente.
- Pasiva, al no administrar o suspender las medidas extraordinarias para prolongar
la vida.
- Activa, al aplicar medidas que están destinadas a terminar con la existencia del
paciente.
- Autónoma, que surge por iniciativa del moribundo.
- Heterónoma, decidida y ejecutada por otro.

La eutanasia voluntaria o autónoma apoyada por el médico constituye el


denominado suicidio asistido. Para Rabinovich la eutanasia no voluntaria,
involuntaria, o Heterónoma entra de lleno en el campo del homicidio.
Desde una perspectiva ética, la muerte provocada por otro así sea por compasión,
no es aceptable y ha merecido la condena en la mayoría de las sociedades. Un
acto socialmente condenado no puede ser valorado como eu, es decir, como
bueno. Una muerte provocada por cualquier motivo no puede ser catalogada como
buena, por lo tanto, no puede ser eutanasia.

Frente a semejante confusión se han acuñado otros términos que intentan


clarificar las diferentes posibilidades del acto de morir, muchos de los cuales han
contribuido a incrementar el desconcierto. Algunos llaman “ortotanasia” a la
muerte que ocurre a su tiempo, sin acortar la vida y sin alargarla innecesariamente
mediante medios extraordinarios. Al alargamiento de la vida mediante medios
desproporcionados se le conoce con el nombre de “ensañamiento terapéutico”,
“encarnizamiento terapéutico” u “obstinación terapéutica”. Como Distanasia se
considera al aprecio a la vida humana sin el derecho a morir dignamente. El
cuidado solidario del paciente terminal orientado a no precipitar ni alargar en forma
indebida la muerte, que incluye el control de sus dolencias físicas y reacciones
emocionales, procurando mantener la mayor actividad posible, la comunicación y
la participación familiar ha recibido el nombre de “cuidados paliativos”, que en
estricto rigor vendría a constituir lo que originariamente fue concebido como
eutanasia.

¿Pero qué pasa cuando hay que tomar una decisión? Las opciones son las
siguientes: ¿Cuándo la medicina no puede hacer más por la vida del paciente?;
¿cuándo el dolor es insoportable para el paciente?; ¿cuándo no hay uso de las
facultades mentales superiores (cerebro) y no se puede hablar más de vida
humana digna?; ¿cuándo los resultados del tratamiento médico alargan
inútilmente la vida del paciente, puesto que la muerte del paciente se presentará,
irremediablemente, poco tiempo más tarde?

Magnon Garibay afirma que existe una argumentación de justicia jurídica y moral
en ese sentido. Explica que “si bien el derecho no obliga a nadie a terminar con la
vida indeseada, puede permitir, apelando a la bondad de alguien, atender a las
expectativas de calidad de vida de una persona en particular y procurar su
finalización. Así se resolvería el conflicto de derecho a la vida (sentido jurídico) y
derecho a elegir sobre la vida (sentido moral)”.
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Es necesario precisar que eutanasia, muerte digna o suicidio asistido no son
sinónimos. El concepto eutanasia se entiende como la terminación deliberada de
la vida de una persona a fin de prevenir sufrimientos posteriores. El suicidio
asistido se define como el suicidio solicitado por el enfermo terminal por no poder
llevarlo a cabo por sí mismo; en tanto que el derecho a la muerte digna se
considera una manifestación del libre desarrollo de la personalidad que permite
que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con
dignidad, concepto último que contiene implícitamente el derecho a una muerte
digna.

En México está prohibida la eutanasia y el suicidio asistido. El artículo 166 Bis 21


de la Ley General de Salud establece que “Queda prohibida la práctica de la
eutanasia, entendida como homicidio por piedad, así como el suicidio asistido
conforme lo señala el Código Penal Federal”. El artículo 312 del Código Penal
Federal establece que “El que prestare auxilio o indujere a otro para que se
suicide, será castigado con la pena de uno a cinco años de prisión; si se lo
prestare hasta el punto de ejecutar él mismo la muerte, la prisión será de cuatro a
doce años”.

Existe jurisprudencia sobre el tema de la muerte digna. Al respecto, la Suprema


Corte de Justicia de la Nación, al resolver la acción de inconstitucionalidad
15/2017 y sus acumuladas 16/2017, 18/2017 y 19/2017, promovidas por la
Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, determinó que el derecho a una muerte digna no puede considerarse
equiparable a la eutanasia y el suicidio asistido, ya que se trata de un derecho que
comprende tanto cuestiones clínicas y médicas, como financieras, económicas,
administrativas e incluso de integración social.

En México, durante varias legislaturas, diputados federales y senadores han


presentado iniciativas de ley para regular la eutanasia o voluntad anticipada. Aquí
se llevó a cabo una revisión a partir de la LXI Legislatura mediante el Sistema de
Información Legislativa (SIL). Durante la LXI Legislatura el diputado Jorge Antonio
Kahwagi Macari, del grupo parlamentario del PANAL, presentó una iniciativa que
buscaba reformar y adicionar diversas disposiciones de la Ley General de Salud
con la finalidad de legitimar el deseo individual e informado de poner fin a la vida
propia para terminar con una agonía que sólo culminará con la muerte de los
enfermos terminales.

La comisión dictaminadora aprobó desechar la iniciativa que buscaba otorgar el


derecho a los pacientes que se encuentren en fase terminal o en una situación de
sufrimiento insoportable para solicitar voluntariamente al médico la eutanasia,
siempre y cuando sean mayores de 18 años, debido a que la subjetividad de la
opinión del paciente con respecto al grado del dolor puede ser generadora de
múltiples confusiones que harían que la tutela de la vida se vea vulnerada de
manera fácil sin que el Estado pudiera tener un control de dicho derecho
fundamental del ser humano. Por ello, la comisión consideró incorrecto legislar y
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normar con base en definiciones vagas y subjetivas, ya que no hay manera de
poder certificar o corroborar los niveles de dolor en cada paciente.

En la LXII Legislatura el diputado Fernando Belaunzarán Méndez, del grupo


parlamentario del PRD, presentó una iniciativa que tenía por objeto establecer el
procedimiento de eutanasia. De entre los aspectos relevantes, destacaba:

• Definir la eutanasia como el acto practicado por un profesional médico que


interviene para poner fin a la vida de una persona que lo solicita debido a
que padece alguna enfermedad en fase terminal o que se encuentra en una
condición patológica incurable que lo mantiene en permanente sufrimiento
físico o mental;
• indicar que los pacientes en situación terminal, mayores de edad o en etapa
adolescente que cuenten con pleno uso de sus facultades, tendrán el
derecho de solicitar por escrito, le sea practicado dicho procedimiento, así
como de revocar la solicitud de la misma en el momento que lo deseen;
• Resaltar que ningún médico estará́ obligado a practicar tal procedimiento, si
rechaza hacerlo por objeción de conciencia;
• Determinar que no cometerá infracción ni podrá ser denunciado civil o
penalmente el médico que practique la eutanasia, siempre y cuando se
garanticen los siguientes requisitos:
i) que el paciente sea mayor de edad o en etapa adolescente y se
encuentre consciente al momento de efectuar su solicitud;
ii) que la solicitud se realice voluntariamente y sin interferencia de
ninguna presión externa;
iii) que el paciente padezca alguna enfermedad en fase terminal en un
estado permanente de sufrimiento físico o psíquico insoportable y
sin perspectiva de mejoría; y,
iv) que la persona tenga alguna condición patológica que lo mantenga
en un constante sufrimiento y que no pueda ser aliviado;
• Precisar el actuar del médico cuando se lleve a cabo el procedimiento
referido; y,
• Señalar que no se considerará homicidio al acto practicado por un
profesional médico que interviene para poner fin a la vida de una persona
que lo solicita bajo los términos señalados.

La Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados informó que la iniciativa no fue


dictaminada en el plazo reglamentario, por lo que fue archivada como asunto
concluido. En la LXIII Legislatura los diputados Javier García Chávez y Guadalupe
Acosta Naranjo del grupo parlamentario del PRD presentaron una iniciativa que
formaba y adicionaba diversas disposiciones de la Ley General de Salud y del
Código Penal Federal con el objeto de establecer el procedimiento de eutanasia.

La iniciativa retoma los mismos planteamientos del diputado Fernando


Belaunzarán Méndez.

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En la actual legislatura (LXIV), la senadora Ma. Leonor Noyola Cervantes, del
grupo parlamentario del PRD, presentó una iniciativa de reforma constitucional
que adiciona tres párrafos y se recorre el quinto, para ser el octavo, del artículo 1°
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

La iniciativa tiene por objeto elevar a rango constitucional la autodeterminación y


libre desarrollo de la personalidad, la eutanasia y la despenalización del aborto.
Para ello propone:
1) Establecer que toda persona tendrá derecho a la autodeterminación y al
libre desarrollo de su personalidad;
2) Precisar que la república garantizará que todas las personas puedan
ejercer libre y plenamente sus capacidades para vivir con dignidad;
3) Estipular que la vida humana digna es el sustento del derecho de toda
persona a una muerte libre y digna, las instituciones de salud garantizarán
sin restricción alguna el ejercicio de este derecho;
4) Señalar que no será punible la interrupción libre del embarazo cuando se
realiza antes de las 12 semanas de gestación. Las instituciones de salud
del Estado garantizarán la atención y protección de las mujeres que ejerzan
este derecho. La iniciativa se encuentra pendiente de dictamen en
comisiones unidas de Puntos Constitucionales, Derechos Humanos y
Estudios Legislativos.

El Código Federal no regula la eutanasia.

La Eutanasia se encuentra prevista en el NCPDF, en el titulo primero del libro


segundo, dedicado a los delitos contra la vida y la integridad corporal,
específicamente en el artículo 127, que a la vez dice: “al que prive de la vida a
otro, por petición expresa, libre, reiterada, seria e inequívoca de este, siempre que
medien razones humanitarias y la victima padeciere de una enfermedad incurable
en fase terminal, se impondrá prisión de dos a cinco años”

La legislación penal no exonera de pena a la eutanasia, pero la sanciona en forma


muy atenuada: “ de dos a cinco años de prisión” punibilidad que contrasta con las
dispuestas para el homicidio simple fundamental, Articulo 123: de ocho a veinte
años de prisión; el homicidio calificado articulo128: de veinte a cuarenta años de
prisión, y aun para algunos homicidios atenuados como el infanticidio articulo 126
cuya punibilidad es de tres a diez años, y el homicidio cometido en estado de
violencia según el artículo 136, merece la tercera parte de las penas que
correspondan al homicidio.

La lesión del bien jurídico consiste en la destrucción de la vida humana debido a la


petición expresa, libre, reiterada, seria e inequívoca de que se le prive de la vida,
formulada por una persona que padece una enfermedad incurable en fase
terminal, y por mediar razones humanitarias.

La eutanasia como procedimiento médico se considera en algunos países como


un derecho fundamental (el derecho a morir dignamente). Sin embargo, la mayoría
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de los estados o consideran un crimen. Los únicos países que admiten la
eutanasia son Holanda, Bélgica, Suiza, Luxemburgo y Colombia, así como
algunos estados concretos de Estados Unidos.

El derecho a la vida es sin duda un derecho universal que ha sido objeto de


protección por diversos instrumentos jurídicos internacionales. Por ejemplo, según
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no existe el derecho a procurarse la
muerte, ya sea de manos de un tercero o con asistencia de autoridades públicas,
el derecho a la autonomía personal no es superior al deber de los Estados de
amparar la vida de los individuos bajo su jurisdicción.

En ese sentido, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, del 10 de


diciembre de 1948, establece: Artículo 3º. Todo individuo tiene derecho a la vida, a
la libertad y a la seguridad de su persona. Por su parte el Convenio Europeo para
11 la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, del 4
de noviembre de 1950, señala: Artículo 2º.

1. El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. Nadie podrá ser
privado de su vida intencionalmente, salvo en ejecución de una condena que
imponga pena capital dictada por un tribunal al reo de un delito para el que la ley
establece esa pena.
2. La muerte no se considerará infringida con infracción del presente artículo,
cuando se produzca como consecuencia de un recurso a la fuerza, que sea
absolutamente necesario:
a. En defensa de una persona contra una agresión ilegítima;
b. Para detener a una persona conforme a derecho para impedir la
evasión de un preso o detenido legalmente;
c. Para reprimir, de acuerdo con la ley, una revuelta o insurrección.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, Capítulo II, establece:
Artículo 4º. Derecho a la vida.
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho
estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la
concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá
imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia
ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una ley que
establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito.
Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se les aplique
actualmente.
3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.
4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni
comunes conexos con los políticos.
5. No se impondrá la pena de muerte a persona que, en el momento de la
comisión del delito, tuvieron menos de dieciocho años de edad o más de
setenta, ni se le aplicará a las mujeres en estado de gravidez.

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6. Toda persona condenada a la muerte tiene derecho a solicitar la
amnistía, el indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser
concedidos en todos los casos.

No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente de


decisión ante autoridad competente. Sin embargo, el derecho a la vida, tutelado
por los instrumentos jurídicos mencionados, gira en torno a dos problemas
esencialmente: la pena de muerte y la legítima defensa, y no así en cuanto a su
disponibilidad por parte de su titular, cuando éste quiere suprimirla.

Ahora bien, considerando a la vida como un derecho universal que debe ser
respetado y un bien en sí mismo, se puede hablar de tres clases de derechos
humanos que protegen el derecho a vivir, a saber:
a) Los derechos que se refieren a la conservación de la propia vida,
es decir, fundamentalmente la garantía que todo individuo tiene a
no ser privado en forma arbitraria de su vida, quedando excluidos
los casos de legítima defensa y pena de muerte entre otros;
b) Los derechos relativos a la protección de la integridad física de
las personas. Verbigracia: la conservación de los órganos
corporales, aun cuando se pueda disponer de ellos postmortem;
y
c) Los derechos a la vida y la salud. Es en este apartado, donde
surge la necesidad de hacer especial énfasis, en cuanto al
derecho a la medicina se refiere, especialmente en aquellos
casos cuyos pacientes, víctimas de una enfermedad incurable en
fase terminal o grave minusvalía, se encuentran sometidos a
tratos inhumanos y degradantes ante los avances de la ciencia
médica y el deseo de los médicos de mantener con “vida” a un
ser sin esperanzas de recuperación, mediante el empleo de
medios extraordinarios, y que resultan muy costosos y
desproporcionados ante la imposibilidad de una recuperación
exitosa del enfermo y su más grande deseo de morir con
dignidad.

Una situación fundamental en la actividad del médico es que la decisión del


enfermo o de sus parientes más cercanos, en cuanto a la aplicación de los medios
extraordinarios para prolongar la vida, siempre debe ser respetada. Para lo cual el
paciente y familiares, en su caso, deben estar debidamente informados, el médico
no puede tomar una decisión o aplicar un tratamiento sin el consentimiento
informado del paciente.

Todo tratamiento médico al menos en los niveles más graves del paciente debe
estar acompañado por el consentimiento del enfermo, mismo que debe ser
informado, voluntario y competente. Es difícil tratar para el médico un problema
complejo y universal, pero lejos de comprender lo que hasta el momento parece
incomprensible, debe evitar sentimientos propios que le dificulten su ejercicio
profesional, no debiendo permanecer al margen de la discusión, ya que uno de
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sus papeles es el de facilitar el tránsito de una vida deplorable al de la muerte y es
precisamente aquí cuando el arte de la medicina debe ser manejado con la mayor
pericia y sensibilidad.

En ese sentido, el médico debe evitar la despersonalización traducida en la mera


administración de sedantes y la lejanía con los familiares del moribundo, con su
simpatía, tacto, prudencia y habilidad profesional puede evitar traumas familiares y
hacer posible de una forma más fácil y adecuada el trance de la vida a la muerte.

Vida y muerte son las dos caras de la misma moneda, de tal manera que el
derecho a vivir implica así también el derecho a bien morir, el derecho a morir con
dignidad, el derecho a disponer de la propia vida. El mayor temor de la eutanasia
legal es que no impedirá las eutanasias ilegales, sino que las potenciará, aprobar
una ley que permite la eutanasia no impedirá que se extienda el fraude de ley, los
permisos escritos sin examinar al paciente, la laxitud en la aplicación de la ley y el
fraude de ley generalizado.

Es por ello, que todo fundamento para legalizar la eutanasia parte de la


delimitación del concepto que se tenga de la misma. Si bien, cada caso en
concreto crea problemas jurídicos diversos, es necesario dar solución a dicha
problemática, mediante la determinación de las bases sobre las cuales se puede
entender como eutanasia a determinada conducta, y que debido a los requisitos
más rigurosos que deberán ser observados, el incumplimiento del más mínimo
elemento dará lugar a la configuración de una conducta delictiva.

Según el Dr. José de Jesús Covarrubias Dueñas, en el cambio es la


transformación de la sociedad, los cambios son para mejorar, para evolucionar,
para que seamos seres más perfectos y que tengamos sociedades más justas y
que puedan cumplir los anhelos de los grandes humanistas: el bien común, la
justicia social, el bienestar colectivo y en áreas de dichas expectativas y metas, se
supone que se encuentran dirigidos los cambios. Los factores de los cambios
sociales los podemos ubicar en naturales y culturales, donde los factores naturales
son incidencias donde no existe intervención o voluntad humana.

Los factores culturales de cambio son transformaciones provocadas por elementos


e interrelaciones de diversos ordenes: políticos, económicos, religiosos, jurídicos y
sociales, pueden ser internos, externos, sincrónicos y diacrónicos, sin dejar de
considerar que se encuentran todos interrelacionados, o que unos pueden ser
causas y consecuencias reciprocas, pero, como ya se ha comentado, en donde
exista la fuerza centrífuga principal es el tipo de factor en comento.

Con estos conceptos, no es justo que existiendo en el mundo personas que


claman se les deje morir en paz, presas de dolor y sufrimientos insoportables, no
se legisle al respecto.

Acertadamente Binet-Sangle dice, que cuando el dolor es curable debe combatirse


con la terapéutica y cuando es incurable con la eutanasia. Y ciertamente, no es
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razonable prolongar la existencia a expensas de mantener un alto grado de
sufrimiento. Como acertadamente Dr. José de Jesús Covarrubias Dueñas dice que
la salud del pueblo es otra asignatura pendiente en nuestro país.

Las industrias lucran con el dolor y son antinaturales. Los médicos, en su lucha
contra los males, intentan matar microbios y sus errores se entierran: meten
drogas que no conocen en un cuerpo que desconocen más; si un médico es
ignorante se pierde salud. Nuestra medicina no es preventiva y no es conforme a
la naturaleza: secundum natura vivere; nos hemos desarrollado en contra de la
naturaleza, ahí empiezan nuestros males y miserias. Los avances de la tecnología
médica y la industria farmacéutica permiten hoy procesos y tratamientos que
pueden sostener a la vida aun en condiciones brutales. Muchas instituciones y
médicos los aplican para evitar que el enfermo muera y con ello se soslayen
responsabilidades legales. Otros lo hacen porque consideran que la medicina
simple y sencillamente sirve para luchar contra la muerte. Para ellos, en 17 estos
casos no cuentan la voluntad del enfermo y su familia. Esto ya no debe ser así.

Si bien no tenemos el derecho de disponer libremente de nuestra vida, tampoco


tenemos el deber de vivirla en agonía. Es en este espacio normativo donde
transita la regulación legal de los cuidados paliativos para los enfermos terminales.

A partir de la carta de derechos básicos del paciente se ha venido reconociendo


un mayor grado de autonomía de la voluntad de éste para decidir sobre
tratamientos e intervenciones sobre su cuerpo. Tiene derecho a recibir la
información pertinente acerca de los riesgos y las ventajas, así como los costos y
los beneficios en relación con las medidas recomendadas por el médico. Tiene
derecho a ser sometido a los exámenes que sean conducentes para asegurar el
mejor diagnóstico posible, y a que tales resultados sean revisados por otros
médicos. Por su parte, el médico tiene derecho a que su opinión sea respetada
por sus colegas y a ser tratado con dignidad como experto en su materia, sin
perjuicio de que es el enfermo quien decide qué hacer o qué opinión seguir.

Sólo en caso de urgencia médica, cuando el enfermo no puede decidir, le toca al


médico asumir ese papel. Lo anterior es el producto de una lenta pero persistente
mutación en las relaciones de poder involucradas para el tratamiento de las
enfermedades.

El paciente ha dejado de ser pasivo para pasar a ser un sujeto activo y


corresponsable con su tratamiento. Se trata de un nuevo paradigma médico y
legal para el caso de las enfermedades en fase avanzada, en proximidad con la
muerte. Los intentos no razonables de mantener una caricatura de vida en un
paciente moribundo o prácticamente muerto ofenden las virtudes elementales de
caridad y justicia.

Con frecuencia la profesión médica concentra sus esfuerzos de resucitación en


situaciones de emergencia aguda que no dejan tiempo para meditar acerca del
pronóstico, para días después llegar al convencimiento de haber realizado un
12
tremendo pero inútil esfuerzo, el cual consumió horas de intenso trabajo e implicó
en forma simultánea el desperdicio de horas útiles y un tremendo descalabro para
los familiares del paciente y para la misma institución.

El derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, no podrían dejar de


ser consagrados por la Declaración Francesa, esto es, la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre, al establecer: Artículo 18. Toda persona tiene derecho a
la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la
libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su
religión, o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Cabe señalar, que
la libertad de pensamiento es el derecho que toda persona tiene para realizar la
libre manifestación de sus ideas y a no ser molestado por su opinión.

Por su parte, la libertad de conciencia radica en el derecho que tiene todo


individuo para profesar cualquier religión o bien a no profesar religión alguna, lo
que prácticamente con la libertad de culto, es decir, el derecho a practicar
públicamente o en privado determinada religión, vienen a constituir la libertad
religiosa. Ahora bien, la importancia de dichas libertades radica en que la decisión
de toda persona en cuanto a la eutanasia se refiere, siempre deberá ser
respetada, ya que precisamente una de sus características esenciales es que la
misma debe ser voluntaria y con el libre consentimiento de la persona a quien se
practique. Por otra parte, parece ser que el único argumento por el que se debe
prescindir de la voluntad del paciente que desea se le aplique la eutanasia y
mantenerlo con vida, es la tesis católica, que establece que sobre todo hombre
recae el poder del quinto mandamiento, donde se prohíbe tajantemente matar, de
tal forma que el hombre al ser una creación de Dios, el que priva de la vida a 20
otro ser humano comete una injuria contra Dios. Dicha actitud que deviene lógica
tendrá que ser respetada, sin embargo, el hecho de que otras personas
mantengan una postura diferente no implica que por la existencia de dicha tesis se
contravenga su voluntad y se les obligue a seguir viviendo, no obstante su
consentimiento para que se les aplique la eutanasia, ante su enfermedad incurable
en fase terminal o grave minusvalía.

La Iglesia reprueba muchas conductas incurriendo en ciertos casos en errores,


así, cuando se habla del mandamiento que señala “no desearas la mujer de tu
prójimo” tratando de evitar la propagación de hombres bígamos, parece ser que la
mujer sí puede desear el hombre de cualquier otra mujer, lo que sería bastante
arbitrario y que lo justo hubiese sido “no desearás la pareja de tu semejante”. Por
lo tanto, es necesario hacer alusión que el quinto mandamiento, también tiene sus
limitaciones, tal vez se refiere a no matar por gusto, por odio o por venganza,
quedando de dicho mandamiento excluida la hipótesis de hacerlo por piedad. El
hecho de que esta posición pueda desembocar en una matanza de inocentes es
una remota posibilidad, bastando analizar las características bajo las cuáles una
conducta puede ser considerada como eutanasia, lo que excluiría cualquier
circunstancia adversa.

13
En relación, a los problemas morales que se han generado, el Papa Pío XII en
1957, año en que se pronunció a favor de la eutanasia en un discurso,
argumentaba que cuando el tratamiento suministrado al paciente sobrepasaba los
medios ordinarios, el médico y sus familiares no están obligados a emplearlos,
siendo lícito suprimir la utilización de todo procedimiento artificial, ya mediante la
petición del paciente, o de la decisión conjunta del médico y familiares del
enfermo, en su caso.

Por otro lado, la declaración del Papa Juan Pablo II, en mayo de 1980, ante la
Congregación de la Doctrina de la Fe, al hablar de eutanasia, en el último
apartado de su discurso, en el sentido de suprimir la terminología clásica de los
medios ordinarios y extraordinarios, adopta la teoría de los medios proporcionados
y desproporcionados, de tal manera que los medios empleados en el paciente
serán de acuerdo con diversas circunstancias: riesgo, costo y probabilidades de
éxito, etcétera. Así, rechazar, asumir o interrumpir el tratamiento dependerá de
esta proporcionalidad y siempre que sea posible se debería contar con el
consentimiento del enfermo.

Sin duda con esta actitud asumida por el Papa, la sabiduría cristiana ha dado un
gran paso, fomentado por el conocimiento, la comunicación y la libertad de
pensamiento, de conciencia y religión, existiendo con ello un reconocimiento a los
derechos universales y las libertades fundamentales del hombre.

Después de analizar estos conceptos y opiniones podemos decir que en la


práctica de la eutanasia existen múltiples argumentos que condenan
continuamente toda acción directa tendente a abreviar la vida del moribundo,
alegando que se atenta contra el principio de la inviolabilidad de la vida humana
anteponiendo otros valores por encima del valor vida, señalan que en caso de que
se opte por su legalización se generará una arbitrariedad por parte de las
autoridades, además se reprueba rotundamente toda consideración utilitarista de
la vida.

Sin embargo, esa valoración no impide plantear el problema que enfrenta el valor
vida humana cuando entra en conflicto con el valor morir dignamente; en ese
sentido no todas las situaciones eutanásicas pueden ser reprobadas moralmente,
de tal manera que cuando el vivir humano se ve acompañado de un
encarnizamiento terapéutico, de una agonía prolongada y sufrimientos notables, el
valor morir con dignidad aparece como una alternativa mejor. De aquí que sea
necesaria su regulación no sólo en los ordenamientos jurídicos internacionales,
sino en el propio, sea a través de una regulación específica o mediante su
inclusión al Código Penal.

El derecho a la vida es sin duda el pilar de los derechos fundamentales del


hombre, pero también es cierto que frente a este derecho se encuentran otros del
mismo rango, sin los cuales el primero no tendría ningún sentido. Así se puede
hablar del derecho al libre desarrollo de la personalidad, que al igual que el
14
derecho a la vida se encuentra regulado por la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre, en su artículo 22, como el derecho de toda persona, a la
satisfacción de sus derechos económicos, sociales y culturales, derechos que se
traducen en 36 otros términos en la libertad del individuo para realizarse, para
cumplir sus propósitos y metas de manera íntegra, de tal manera que cuando esto
ya no es posible para el ser humano, tras llevar una vida dramática, con graves
sufrimientos físicos debido a una grave minusvalía, o bien ante una enfermedad
incurable en su fase terminal o pérdida irreversible de la conciencia, el obligar a
alguien a seguir viviendo contra su voluntad sin permitirle disponer de su propia
vida, atentaría no sólo contra su derecho a vivir con dignidad, sino contra su
libertad y pleno desarrollo de las potencialidades de la existencia humana.
“Además desde esta perspectiva, el Estado y la sociedad se estarían subrogando
la facultad de decidir sobre mi propia vida al ordenarme que debo seguir viviendo y
desarrollando mi personalidad a costa de lo que sea”.

En el mundo entero, existen personas que día a día son sometidas a un verdadero
ensañamiento terapéutico en las Unidades de Cuidados Intensivos, que ante los
avances de la ciencia médica y la actitud Distanasia de los médicos, de mantener
con vida a un ser humano acabado, que padece terribles dolores y grave
sufrimiento, ante una enfermedad incurable en su fase terminal, dichos pacientes
se convierten en verdaderas víctimas de tratos inhumanos y degradantes, no
obstante su deseo de morir, atentando contra su dignidad.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ha definido al trato inhumano como


aquel “que causa vivos sufrimientos físicos y morales y entraña perturbaciones
psíquicas agudas”. Concepto en el que, sin duda, bien podrían llegar a encuadrar
pacientes víctimas de una enfermedad incurable en su fase terminal o grave
minusvalía.

Tenemos claros ejemplos de personas que sufren de alguna lesión cerebral


causado por errores técnicos de algún medico en el hospital orillándolos a estar en
cama en estado vegetal, no queda mas que tomar la decisión de terminar con la
vida, tras ser víctima de una actitud de Distanasia por parte de los médicos que
quieren mantener a la persona conectada a una vida artificial obligándole a vivir
con dolor de una forma indigna.

Para el estudio de la dignidad humana, es menester recordar lo dicho por


Emanuelle Kant al respecto: …Existen cosas más preciadas que la vida… Vivir no
es algo necesario, pero sí lo es vivir dignamente… Ni el infortunio ni un destino
adverso deben desalentarnos para continuar viviendo, en tanto que pueda vivir
dignamente como corresponde hacerlo a un hombre.

El derecho a la dignidad de la persona humana, como el derecho a la vida, es sin


duda un valor intrínseco, inherente a todo ser humano, y así como este último es
el pilar fundamental de los demás derechos a que se ha hecho referencia, es
precisamente la dignidad humana la que bien pudiera decirse es inspiración de
todos y cada uno de esos derechos. De tal forma que esa idea permanece
15
inalterada en los instrumentos jurídicos internacionales, pues la libertad, la justicia
y la paz mundial tienen como base, el reconocimiento de la dignidad intrínseca a
todo ser humano y de los derechos humanos con que se protege y se respeta
dicha dignidad.

Es en ese sentido como se proclama la propia Declaración Universal de los


Derechos del Hombre de 1948, y el Pacto Internacional de Derechos económicos,
sociales y culturales de 1966, en cuyo preámbulo mediante dicho pacto, los
Estados Parte reconocen que los derechos humanos se desprenden de la
dignidad inherente a la persona humana, al tiempo que el Pacto Internacional de
derechos civiles y políticos, también de 1966, se conduce en el mismo sentido que
el anterior.

Derechos cuya contravención significaría un atentado contra la dignidad humana.


En efecto, en el fondo se trata de tener conciencia de la dignidad objetiva de la
persona humana, de que el hombre no puede ser tratado al arbitrio del poder y de
la sociedad, porque es objetivamente un ser digno y exigente, portador de unos
derechos en virtud de su dignidad, reconocidos, pero no otorgados por la
sociedad. De esta manera, la dignidad humana radica en el respeto a los derechos
universales del hombre, sin los cuales la persona no podría vivir dignamente y
alcanzar sus fines.

Desconocer esos derechos implicaría la degradación de la persona en su calidad


de ser humano, de ahí que la misión de los derechos humanos sea precisamente
proteger la dignidad del hombre. En ese sentido, cuando el ser humano no cuenta
con la plenitud físico- somática que le permita cumplir con su destino (derecho a la
vida), de tal forma que la vida haya perdido parte de su valor al no existir opción
de vivirla, y con ello viéndose vedada la libertad de la persona para realizarse,
para cumplir con sus propósitos y metas (derecho al libre desarrollo de la
personalidad), convirtiéndose así en un medio para la existencia biológica, no
obstante que la vida es un bien en sí mismo, y que toda acción tendente a abreviar
la vida del moribundo atenta contra el principio de la inviolabilidad de la vida
humana, dicha valoración no impide plantear el problema que enfrenta el valor
vida humana, cuando entra en conflicto, con el valor morir dignamente, de tal
forma que cuando el vivir humano se encuentra acompañado de un ensañamiento
terapéutico, de una agonía prolongada y graves sufrimientos, a fin de evitar se
produzcan situaciones degradantes, en que el paciente se convierte en un objeto
de experimentación (tratos crueles e inhumanos), por el principio de respeto
debido a la dignidad humana y personal del enfermo, ante la súplica reiterada del
enfermo terminal o víctima de una grave minusvalía (libertad ideológica), el valor
morir con dignidad aparece como una alternativa mejor, que deberá ser respetada
y en su momento reconocida, tanto por el derecho internacional y nacional, como
una actitud de reconocimiento a los derechos universales y libertades
fundamentales del hombre.

16
La sociedad en general y la tendencia ética de la medicina propiciaron siempre el
respeto a la vida y la dignidad a la hora de la muerte. Dignificar el morir humano,
significa aceptarla como un proceso natural; no acelerar ni posponer
indebidamente su llegada; suprimir, en la medida de lo posible: los dolores,
molestias y sufrimientos; mantener la autoestima y la comunicación familiar del
moribundo; respetar sus ideas, creencias y decisiones y acompañarle hasta el
último momento, apoyándole física y emocionalmente. De ninguna manera puede
ser un momento de dolor extremo y de horror inenarrable. Así estaremos frente a
una muerte buena, frente a un proceso eutanásico.

Con base en el reconocimiento de esos derechos por la Constitución Política delos


Estados Unidos Mexicanos, incluyendo el derecho a la disponibilidad de la propia
vida, en los casos y por las razones expuestas, es necesario precisar el término
eutanasia y determinar los requisitos bajo los cuales podrá ser considerada una
conducta como eutanásica.

Se entenderá por eutanasia “La acción u omisión que realizan una o más
personas motivadas por un sentido de piedad o humanitario, en consideración a
otra persona que lo solicita en pleno uso de sus facultades mentales, debido a los
graves sufrimientos de su enfermedad incurable en fase terminal o su grave
minusvalía, que de forma directa o indirecta provocan su muerte sin sufrimientos”.
De esta definición surgen cuatro elementos trascendentes:
I. Que se trate de un sujeto:
a) con una enfermedad irreversible en fase terminal, bien definida y sin
posibilidad de cura, certificada tanto por el médico tratante como por dos
médicos más, para lo cual se elaborará una lista de aquellas
enfermedades que se consideren incurables.
b) con graves minusvalías, que no le permitan llevar una vida digna y
tenga asegurada una existencia dramática.
II. La solicitud seria, expresa y reiterada del sujeto pasivo, en pleno uso de
sus facultades mentales, excluyendo cualquier caso de eutanasia
involuntaria.
III. Que se practique en consideración o en interés de la víctima.
IV. Que la provocación de la muerte sea con el mínimo sufrimiento físico.
Requisitos que de no existir alguno, se estará frente a alguna figura
delictiva. Para los efectos del punto anterior, es necesario que el médico
que intervenga en los casos de eutanasia elabore un informe
especialmente dirigido a comprobar que la declaración del paciente
solicitando la aplicación de la eutanasia ha sido completamente
voluntaria, reiterada y bien meditada

En los casos de pérdida irreversible de la conciencia, cuando falte esta


declaración por escrito, el médico deberá demostrar que en una fase anterior
habló con los familiares del paciente sobre la posibilidad de aplicar la eutanasia
activa y que fue solicitada verbalmente. Dicho informe deberá contener cuando
menos:
17
I. Historial Clínico:
1. ¿Cuál era la naturaleza de la enfermedad o, en su caso el diagnóstico
principal?
2. ¿Cuánto tiempo llevaba el enfermo padeciéndola?
3. ¿Qué tipo de intervención médica (medicamentos, terapéutica, u operación)
se llevó a cabo?
4. ¿Quiénes eran los médicos que asistieron al paciente, dónde se les puede
localizar y cuáles fueron sus diagnósticos?
5. ¿Se trataba de un sufrimiento físico y/o psíquico tan serio que se volviese
insoportable para el paciente y que como tal podía llegar a experimentar?
6. ¿Se encontraba el paciente en una situación crítica irreversible, y era
inevitable su muerte?
a) En esa situación, el paciente ¿había llegado por último a un extremo tal
que, según criterio médico, era de esperar la degeneración humana cada
vez más progresiva del paciente, y/o una agudización aún mayor del
sufrimiento que ya se advertía insoportable?
b. ¿Era de prever que (en adelante) el paciente ya no estaría en
condiciones de hallar una vida digna?
c. ¿Dentro de qué plazos esperaba usted que se produjera el fallecimiento
del paciente de no haber recurrido a la aplicación de la eutanasia, la
prestación de ayuda al suicidio o la intervención médica activa para acortar
la vida sin petición expresa del paciente?
7. ¿Qué posibilidades contempló o empleó usted para evitar que el sufrimiento
del paciente se hiciera insoportable? (¿Había alguna posibilidad de hacer
más soportable el sufrimiento del paciente?) Y ¿Habló usted de estas
posibilidades del paciente?
II. Solicitud voluntaria de finalización de la vida.
1. ¿Se trata de una solicitud verdaderamente manifiesta y por decisión propia,
hecha con total libertad por el paciente?
a. Mediante la información adecuada (proporcionada por usted) referente al
curso de la enfermedad y el modo de finalización voluntaria de la vida.
b. Tras discusión de las posibilidades mencionadas bajo el apartado I.7.
2. Si se trataba de una petición del paciente, ¿cuándo y en presencia de
quiénes tuvo lugar la petición? ¿Había otras personas allí presentes?
3. ¿Existe una declaración de su voluntad por escrito? En caso afirmativo
adjunte la declaración a este informe.
4. En el momento de la petición, ¿era el enfermo plenamente consciente del
significado de su petición, y de su propia situación tanto física como
psíquica? ¿De qué se deduce?
5. ¿Consideró el paciente alguna otra alternativa, además de la eutanasia? En
caso afirmativo, indique cuáles. En caso negativo, explique el por qué.
6. ¿Existió alguna influencia por parte de otras personas, al tomar usted y el
paciente la decisión? ¿De dónde se deduce?
III. Intervención médica activa para acortar la vida sin petición expresa.
1. ¿A qué se debe la ausencia de una petición expresa por parte del paciente?

18
2. En alguna fase anterior de la enfermedad ¿se habló con el paciente acerca
de la finalización activa de la vida? En caso afirmativo, ¿cuál fue su
opinión?
3. ¿Se consultó a los allegados acerca de la finalización activa de la vida del
paciente? En caso afirmativo, ¿a quién se consultó? Y ¿Cuál fue su
opinión? En caso negativo, ¿por qué no les consultó?
IV. Consultas con otros médicos
1. ¿Qué otro médico (especialista o de cabecera) consultó usted? Si lo
consultó, indique su nombre y dónde se le puede localizar. (Si consultó a
varios médicos, indique sus nombres y dónde se les puede localizar).
2. ¿Cuáles fueron las conclusiones de este/ estos médicos/ consultados? En
todo caso, con respecto a los puntos mencionados bajo los apartados I.6 y
I.7.
3. ¿Vio este (otro) médico al paciente? En caso afirmativo, ¿cuándo? y/o ¿en
qué fundamentos basó este (otro) médico sus conclusiones?
V. Aplicación de la finalización activa de la vida
1. ¿Quién aplicó la finalización de la vida? Y ¿de qué forma?
2. Previamente, ¿fue recabada alguna información sobre el método a
emplear? En caso afirmativo, ¿dónde? y/o ¿de quién?
3. La forma de morir ¿fue la que lógicamente cabe esperar con arreglo al
eutanásico administrado?
4. Durante su administración, ¿quiénes estuvieron presentes? Y ¿dónde se
les puede localizar?
5. Atendiendo a la clasificación de la eutanasia, es pertinente incluir en dicha
regulación
a) La conducta del médico en cuya intención de suprimir el dolor que siente
el enfermo terminal mediante el empleo de ciertos analgésicos, produce el
acortamiento de la vida de éste.
b) Aquella conducta del médico en que a petición del enfermo terminal deja
de seguir aplicando el tratamiento o los medios extraordinarios
(distanásicos), o bien, no aplica el tratamiento que de nada serviría al
enfermo.
6. Atento a lo anterior, se deberá aprobar la legalización de la eutanasia e
incluirla dentro del Código Penal o bien, a través de 53 una ley de eutanasia
que implicaría desde un punto de vista muy particular un tratamiento más
adecuado de cada uno de los supuestos eutanásicos, donde la especial
importancia de la vida y la decisión sobre la disponibilidad de la misma,
obligan a adoptar las medidas más estrictas en torno a garantizar que bajo
el velo de eutanasia no se cubran otras conductas que sí pueden ser
consideradas como delictivas.

Cabe puntualizar, que la legalización de la eutanasia podría traer como


consecuencia una gran aportación en materia de donación de órganos, toda
vez que la persona que manifiesta su libre voluntad para disponer de su propia
vida, solicitando se le aplique la eutanasia, podría manifestarse a favor de la
donación de aquellos órganos de su cuerpo que no hubiesen resultado

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afectados por su enfermedad o grave minusvalía, para lo cual se debe contar
siempre con su consentimiento.

Conclusiones:

Ante el uso perverso del término eutanasia, es necesario iniciar un proceso de


recuperación del sentido positivo de la palabra, tal cual como la concibieron
quienes la acuñaron, los griegos. El acto de morir debe ser asumido como un
momento trascendente en la vida de la persona, la familia y el grupo social.

Por las condiciones propias del desarrollo de la humanidad seguirá siendo un


proceso medicalizado y ante esta realidad estamos en la obligación de impedir
que se destruya una larga tradición de confianza de la sociedad en los médicos
como defensores de la vida y no como dispensadores de la muerte. El
proceder ético del médico frente al paciente terminal debe estar orientado
hacia la eutanasia real, que de ninguna manera puede ser interpretada como
muerte provocada, o suicidio asistido u obstinación terapéutica.

Para dignificar la muerte es imperativo dignificar primero la vida de cada


persona, ofreciéndole todas las condiciones que conlleven la plenitud de la
existencia porque “todo el tiempo que vivimos, se lo quitamos a la vida. El
continuo quehacer de nuestra existencia levanta el edificio de nuestra propia
muerte. Si la vida fue llena de provecho, tenemos ya bastante y podemos ir
satisfechos”. En ocasiones la enfermedad del paciente rebasa al núcleo
familiar, creando una mala calidad de vida.

Los países en los cuales se ha despenalizado la eutanasia se basaron en los


principios constitucionales de dignidad humana, respeto por la autonomía y
solidaridad. Los argumentos en contra se basan en la inviolabilidad de la vida.
Existen particularidades en las cuales se debe profundizar la discusión, como
la eutanasia en niños o en personas con capacidades diferentes, así como el
suicidio asistido.

Es necesario contar con una garantía real de acceso a cuidados paliativos y


buena atención en salud, las cuales formen importante de las discusiones por
venir con relación a la muerte digna y la eutanasia.

Generar una cultura sana sobre la voluntad anticipada, en donde participe la


familia del paciente con objetividad.

El artículo 6 de la Constitución Política de la Ciudad de México, relativo a


libertades y derechos, establece, entre otros, el derecho a la autodeterminación
personal y ello implica que:
1) toda persona tiene derecho a la autodeterminación y al libre
desarrollo de una personalidad,
20
2) El derecho humano fundamental deberá posibilitar que todas las
personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con
dignidad.

La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna.


Especialistas en la materia coinciden en la necesidad de legislar sobre eutanasia a
partir de los aportes de la ciencia con la plena conciencia de que la muerte no se
puede evitar, pero se debe llegar a ella de la mejor manera.

Bibliografía

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/ UDG / UNAM. Edición. 2º, 2014.
La sociología jurídica en México. José De Jesús Covarrubias Dueñas. Editorial Porrúa
México. Edición: 4, 2015.
Los Mexicanos Raza Planetaria. Rafael Covarrubias Flores José de Jesús Covarrubias
Dueñas. Editorial Umbral.
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Sesión del Consejo Divonne-les-Bains, Francia. (Mayo 2005). Consultado en
www.diputados.gob.mx/sedia/sia/spe/SPE-ISS-02-07.pdf
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En contexto, la muerte tiene permiso. Eutanasia o derecho a la muerte digna, salvador
moreno, cesop, centro de estudios sociales y de opinión pública. (Abril 2019) disponible
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