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Los Mercaderes Judeoconversos en La Cordoba Del XVI

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CITAR COMO

Rafael M. Girón Pascual, “Los mercaderes judeoconversos en la Córdoba del


siglo XVI” en Enrique Soria Mesa (coord.), Córdoba judía, Córdoba, Real
Academia de Córdoba, 2019, pp. 215-253.

Los mercaderes judeoconversos en la Córdoba del siglo XVI1

Rafael M. Girón Pascual


Universidad de Córdoba

A la memoria de Cyril Gerbron (1983-2019),


historiador del arte y Former Fellow de Villa I Tatti

Resumen

La economía de la ciudad de Córdoba durante el siglo XVI despuntaba en el comercio y


la producción de tres sectores: los paños de lana, las telas de sedas y derivados del cuero
(guadameciles y cordobanes). Más de 600 mercaderes locales no solo comercializaron
esta producción sino que muchos de ellos participaron activamente en la misma en
procesos cercanos al Domestic System. La mayoría tenían orígenes judeoconversos y
formaron redes comerciales con otros mercaderes conversos de Sevilla, Granada, Cádiz,
Gibraltar, Lisboa, Elvas, Livorno, etc. Algunos protagonizaron estrategias de ascenso
social espectaculares donde la fundación de capillas o la construcción de palacios y,
especialmente, la adquisición de rentas (juros y censos) facilitaron que sus descendientes
se integrasen –con cierta dificultad, eso sí– en la nobleza española.

Palabras clave: Comercio, mercaderes, Córdoba, siglo XVI, judeoconversos.

Abstract

The economy of 16th-century Cordoba was centred in trade and production of three
segments: wool cloths, silks fabrics, and leather (guadamecíes and cordoban). More than 600
local merchants not only commercialized this production but a lot of them actively
participated in Domestic System processes. Almost all from Converso origins, they built
commercial networks with other Converso merchants in Seville, Granada, Cadiz, Gibraltar,
Lisbon, Elvas, Leghorn, etc. Some of them developed spectacular social mobility
strategies where chapel foundations or palace constructions and, especially, the
acquisition of rents (juros and censos) facilitated the integration of their descendants in the
Spanish nobility, but with some problems.

1 Este artículo se inscribe en el marco del Proyecto de Investigación I+D (HAR2015-68577-P) “Nobles

Judeoconversos (II). La proyección patrimonial de las élites judeoconversas andaluzas” (Universidad de


Córdoba) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad que dirige el profesor Dr. Enrique
Soria Mesa.
Keywords: Trade, merchants, Cordoba, Sixteenth-century, Converso.

Introducción: Fuentes y Estado de la Cuestión.

Tanto si uno visita Highclere Castle (Newbury, Reino Unido) – en persona o a través de la
maravillosa serie Downton Abbey– es difícil pasar por alto The Saloon (el salón), “centro
físico y social” de este referente artístico británico. La estancia fue diseñada para el cuarto
conde Carnarvon por Thomas Allom siendo completada en la década de los 60 del siglo
XIX. En este espacio presidido por una chimenea blanca con un magnífico arco Tudor,
nos encontramos recubriendo las paredes unos preciosos cueros pintados con pan de
oro, que representan la escena mitológica de la cacería del jabalí de Calidón con Cupido,
Meleagro, Atalanta y Artemisa rodeados de decoraciones florales. Se trata de una serie de
paneles de cuero cosidos entre sí y conocidos como guadamecíes. Curiosamente, todo
apunta a que fueron fabricados en Córdoba.

Figura 1. Detalle de los guadamecíes de Highclere Castle.

Los estudios indican que –seguramente– fueron adquiridos en la ciudad de la Mezquita


por Henry Herbert, Lord Porchester –más tarde el III conde Carnarvon– durante su viaje
por Andalucía de 18222. Los guadamecíes eran mucho más antiguos, siendo datados a
principios del siglo XVII o antes, incluso, por lo que todo apunta a que debían decorar
las estancias de alguna casa cordobesa cuando el noble coleccionista inglés los adquirió.

Retrocedamos en el tiempo. En un documento de 1578 que se conserva en el Archivo


Histórico Provincial de Córdoba, Francisco Duarte de Mendicoa, factor de S.M. y
público veedor de las reales Galeras y Fronteras, informaba que el año pasado –1577–

2 Henry Herbert, The Moor (Londres: Charles Knight, 1825.)


había llegado a la ciudad de Córdoba desde la de Sevilla para encargar “6.000 varas de
paño rojo y mil bonetes para vestir la chusma de las Galeras de España” 3. Se estaba
refiriendo, claro está, a la vestimenta encarnada de los galeotes que remaban en la flota de
galeras que patrullaban el Mediterráneo, naves siempre recelosas de los derroteros de la
flota otomana o de los piratas berberiscos4. La pregunta no se hace esperar: ¿Por qué
encargaron estas prendas precisamente en Córdoba?.

Permítanme una última digresión para hablarles del genio Miguel de Cervantes Saavedra.
La obra de Cervantes está llena de referencias a la artesanía castellana, en general, y a la
cordobesa, en particular. Recordemos que los abuelos paternos del inmortal escritor eran
cordobeses y procedían de familias de artesanos, médicos y boticarios. No en vano, el
hermano de su abuela Leonor, su tío Ruy Díaz de Torreblanca, había sido un reputado
guadamecilero y sus hermanos y cuñados “silleros de la gineta” –fabricantes de sillas de
montar de cuero– todos en la ciudad de Córdoba. El mismo bisabuelo paterno de
Cervantes, Ruy Díaz de Cervantes, fue mercader y fabricante de paños en el siglo XV,
allí. Sea como fuere, ¿escribió Cervantes sobre guadamecíes o bonetes? Si que lo hizo.

La escena labrada en los guadamecíes de Highclere Castle nos recuerda otra escena que
Cervantes plasma en otro guadamecí del Entremés del viejo celoso:

Entra Hortigosa, y trae un guadamecí y en las pieles de las cuatro esquinas han de venir
pintados Rodamonte, Mandricardo, Rugero y Gradaso; y Rodamonte venga pintado
como arrebozado5.

Aquí son los personajes del Orlando innamorato o del Orlando furioso de Matteo Maria
Boiardo y Ludovico Ariosto, respectivamente, los que entran en escena. Cervantes
sustituye la culta mitología griega por la nueva mitología fantástica de los libros de
caballerías. No puedo evitar pensar en el fenómeno actual de Star Wars.

¿Y sobre bonetes? ¿Tenemos referencias a la producción de bonetes cordobeses en la


obra de Cervantes?. Pues sí, en la introducción a la segunda parte del Quijote
encontramos una escena que parece situarse en la plaza del Potro, lugar donde vivió el
autor en su niñez:

Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un
pedazo de losa de mármol, o un canto no muy liviano, y, en topando algún perro
descuidado, se le ponía junto, y a plomo dejaba caer sobre él el peso. Amohinábase el
perro, y, dando ladridos y aullidos, no paraba en tres calles. Sucedió, pues, que, entre los
perros que descargó la carga, fue uno un perro de un bonetero, a quien quería mucho su
dueño. Bajó el canto, diole en la cabeza, alzó el grito el molido perro, violo y sintiólo su
amo, asió de una vara de medir, y salió al loco y no le dejó hueso sano; y cada palo que
le daba decía: “Perro ladrón, ¿a mi podenco? ¿No viste, cruel, que era podenco mi
perro?” Y, repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una
alheña. Escarmentó el loco y retiróse, y en más de un mes no salió a la plaza; al cabo del
cual tiempo, volvió con su invención y con más carga. Llegábase donde estaba el perro,
y, mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra,

3 Archivo Histórico Provincial de Córdoba, 15.819, ff. 228v-229r. Agradezco al Dr. Antonio J. Díaz

Rodríguez la ayuda prestada con la endiablada caligrafía de este documento.


4 José Manuel Díaz Blanco, ‘Una armada de galeras para la Carrera de Indias: el Mediterráneo y el comercio

colonial en tiempos de Felipe II’, Revista de Indias, 74, 262 (2014), pp. 661-692.
5 Miguel de Cervantes Saavedra, Entremeses (Madrid, Cátedra, 2012), p. 103.
decía: “Este es podenco: ¡guarda!” En efeto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen
alanos, o gozques, decía que eran podencos; y así, no soltó más el canto6.

Estos ejemplos de productos cordobeses como cueros –guadameciles– y textiles –paños y


bonetes– tanto en la cultura material como en la literatura o la documentación histórica,
ponen de manifiesto, de manera minimalista, una idea que quiero desarrollar a lo largo
del presente trabajo: Córdoba en el siglo XVI y hasta los años 20 del XVII fue una
gigantesca fábrica cuya producción y excelencia desbordaron a la ciudad o incluso a la
Monarquía Hispánica. Una fábrica, claro está, sin combustibles fósiles, sin concentración
de obreros en grandes instalaciones de ladrillo, pero con miles de pequeños talleres
diseminados por los distintas collaciones de la ciudad, y con no pocos telares en casas
particulares. No solo se limitaron estas manufacturas a la ciudad de Córdoba ya que
estaban localizadas, asimismo, en diversos pueblos de su hinterland, especialmente en el
valle de los Pedroches, Bujalance, y algunas villas señoriales de la Campiña.

Para dirigir esta producción de derivados del cuero, paños de lana y sedas, la ciudad
contó con algunos de los mercaderes más poderosos y ricos de la Castilla de la Época.
Mercaderes, en su mayoría descendientes de los judíos que se quedaron, aquellos que
abrazaron la fe católica y cambiaron sus apellidos: los judeoconversos. ¿Quiénes y
cuántos fueron estos mercaderes? ¿Con qué productos comerciaron? ¿Qué supusieron
para la economía de la ciudad durante el siglo XVI? ¿Tuvieron problemas con la
Inquisición? ¿Qué ocurrió con su patrimonio y con sus descendientes?.

Para responder a estas y otras preguntas he dividido el presente trabajo en cuatro partes:
esta introducción, con las fuentes documentales empleadas y un estado de la cuestión que
se podrán leer a continuación; un segundo epígrafe que nos habla de la economía de
Córdoba en líneas generales, centrándose en los tres pilares principales de ella y donde
veremos su escala, los lugares de producción o sus mercados; un tercer epígrafe donde
me centraré específicamente en los mercaderes, tratando de definirlos como la pieza
clave de todo el engranaje económico cordobés del XVI, nexo de unión entre los
diferentes grupos productivos y suministradores de las materias primas (lana, seda, tintes,
mordientes) y de la tecnología necesaria para su procesado, así como los que se
encargaban de la distribución de los productos terminados hacia mercados locales,
regionales y, especialmente, internacionales. Y es que solo viendo su número (casi 600 en
torno a 1580) podemos definir a Córdoba como una de las ciudades con mayor densidad
de mercaderes de toda la península. Este trabajo terminará con un cuarto epígrafe donde
veremos redes y familias de mercaderes judeoconversos, sus conexiones con otros
centros comerciales como Lisboa, Granada o Gibraltar y, por último, la presentación de
una figura casi desconocida, el mercader castellano Alonso Suárez, acaso el principal
comerciante de paños de su época, con una ilustre y ennoblecida descendencia.

Las fuentes utilizadas para realizar este trabajo han sido variadas. La principal, los
documentos notariales del Archivo Histórico Provincial de Córdoba que llevo algunos
años investigando. Cabe destacar que la cantidad de documentación consultada, no
siendo nada despreciable, es una pequeñísima parte de la disponible en este archivo y que
espero ir consultando paulatinamente. Poderes, compraventas, encargos a artesanos,
transportes en carretas, testamentos, dotes, fundación de mayorazgos, inventarios de
bienes de los mercaderes… una rica tipología documental que puede ayudarnos a
conocer las variadas facetas de los aspectos económicos y mercantiles cordobeses.

6Miguel de Cervantes Saavedra, Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, (Madrid: Alianza,
1996), vii r.
Pero un estudio sobre el comercio cordobés no puede limitarse a un único archivo o una
única localidad. Hemos visitado el Archivo General del Obispado de Córdoba para tratar
de reconstruir las familias de los mercaderes a partir de los fondos parroquiales que se
conservan en él: bautismos, matrimonios y defunciones. No hemos olvidado las
fundaciones religiosas –patronatos, capellanías y obras pías– que algunos de ellos
fundaron en un claro proceso de ennoblecimiento y de Ascenso Social. La incuestionable
conexión de Córdoba con otros mercados comerciales hace indispensable investigar el
gran puerto del Sur, la puerta de Indias: Sevilla. Allí, donde las fuentes son aún más
numerosas que aquí, solo hemos podido consultar un único año de los protocolos
notariales del escribano Gaspar de León, con resultados parciales, pero satisfactorios. En
la misma Sevilla, en el Archivo General de Indias, hemos seguido los productos del
comercio cordobés en su proyección hacia las Indias Españolas y, paralelamente, la
llegada de materias primas para los talleres cordobeses (cueros de Indias y tintes
americanos), tanto in situ como a través del portal PARES. Siguiendo en la comunidad
andaluza, hemos analizado la documentación del Archivo Histórico Provincial de Jaén y
del Archivo Histórico de Protocolos de Granada, dos ciudades donde los paños de lana
cordobeses tenían buen mercado. Finalmente, un archivo internacional, el Archivio di Stato
di Firenze (Florencia, Italia) donde hemos localizado la llegada de guadameciles y
cordobanes, presumiblemente de origen cordobés.

El estudio que aquí presento no responde a un único esfuerzo individual. Detrás de él


está todo el equipo de investigación del Laboratorio de Estudios Judeoconversos que dirige el
profesor Enrique Soria Mesa. Agradezco al profesor Soria y a sus discípulos, Gonzalo
Herreros Moya, Antonio J. Díaz Rodríguez, Ángel Mª Ruiz Gálvez y José María García
Ríos y Nereida Serrano, entre otros, muchas de las sugerencias, noticias y referencias que
aquí se despliegan.

Comencemos el Estado de la Cuestión: ¿Con qué obras contamos hasta la fecha para
estudiar el comercio y los mercaderes de Córdoba del siglo XVI?. La historiografía
disponible nos muestra unas pocas publicaciones en torno a la economía y el comercio
en la Córdoba, que ponen de manifiesto el impresionante desarrollo económico y
demográfico que tuvo la ciudad durante los primeros siglos del Antiguo Régimen.

Si retrocedemos a la época medieval, John H. Edwards se ha interesado, sobre todo, por


el comercio de la lana merina y del trigo en el reino de Córdoba7. Este autor también nos
informa del poco desarrollo del sector textil de la ciudad a finales de la Edad Media y
cómo la lana de una amplia región que desbordaba el reino cordobés era exportada
masivamente en carros –tras ser lavada en los lavaderos de lana de la ciudad– a través del
puerto de Sevilla. Este comercio estaba en este momento controlado por mercaderes
burgaleses. Ricardo Córdoba dedica varios trabajos a la producción preindustrial y el
comercio de Córdoba desde el punto de vista de la tecnología8 (artefactos preindustriales,

7 John H. Edwards, ‘Oligarchy and merchant capitalism in Lower Andalusia under the Catholic Kings: The

case of Cordoba and Jerez de la Frontera’, Historia.Instituciones. Documentos, 4 (1977), pp. 11-33; ID, ‘El
comercio lanero en Córdoba bajo los Reyes Católicos’, Actas del I Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía
Medieval, Córdoba, 1978, I, pp. 423-428; ID, Christian Córdoba. The city and its región in the late Middle Ages
(Cambridge: Cambridge University Press, 1982).
8 Ricardo Córdoba de la Llave, La industria medieval de Córdoba (Córdoba: Caja provincial de Ahorros de

Córdoba, 1990). ID, ‘Los batanes hidráulicos de la cuenca del Guadalquivir a fines de la Edad Media:
explotación y equipamiento técnico’, Anuario de estudios medievales, 41 (2011), pp. 593-622.
recetarios), los transportes9 y la organización del trabajo gremial10. Su discípulo, Javier
López Rider, continúa con estos temas (la producción y el comercio del carbón de
madera, por ejemplo) y también trata la fiscalidad de la ciudad11. En torno a la ocupación
artesanal de los barrios cordobeses en la Baja Edad Media debemos consultar la obra de
José Manuel Escobar Camacho12. Otros aspectos comerciales aparecen en el estudio de
Ana Moreno y María del Rosario Relaño sobre el comercio del vino en la Córdoba del
siglo XV13. Por último, encontramos la participación en el poder local de algunos linajes
judeoconversos de origen mercantil en los trabajos de Margarita Cabrera Sánchez14.

Si nos centramos ahora en la Edad Moderna, las primeras décadas del siglo XVI son
estudiadas en la obra de Bartolomé Yun Casalilla15 en torno al comercio del trigo y las
crisis de subsistencia que se dieron en la ciudad a partir de fuentes simanquinas y del
Archivo diocesano cordobés. Prácticamente coetáneo al anterior trabajo, pero con una
cronología algo más moderna encontramos el libro de José Ignacio Fortea Pérez Córdoba
en el siglo XVI16. Esta obra es clave para nuestro estudio y el lector encontrará numerosas
referencias a la misma. El citado autor señala las principales bases de la economía
cordobesa: la producción de paños de lana y de telas de seda. Queda claro que durante el
siglo XVI la producción creció de manera exponencial en paralelo con su presión fiscal.
También analiza el mercado de los mismos que no solo se limita a los reinos cercanos
sino que tiene una llamativa relación con Portugal (las ciudades de Lisboa y Elvas, sobre
todo) reflejada por la abundancia de letras de cambio emitidas. Córdoba, según Fortea,
estaba al mismo nivel que las grandes ciudades manufactureras castellanas de su época:
Toledo, Segovia y Granada. También trata la fabricación de paños, de manera más
superficial, eso si, el libro de Alfonso Bustos Hernández, con un enfoque basado en
documentación municipal y las ordenanzas 17 . De manera menos específica, podemos
encontrar referencias al comercio cordobés del dieciséis y su relación con los diferentes

9 Ricardo Córdoba de la Llave, ‘Comunicaciones, transportes y albergues en el reino de Córdoba a fines de


la Edad Media’, Historia. Instituciones. Documentos, 22 (1995), pp. 87-118.
10 Ricardo Córdoba de la Llave, ‘Poder municipal y control gremial: legislación e impuestos en materia

industrial del cabildo de Córdoba a fines del siglo XV’, Ifigea, 5-6 (1988-1989), pp. 173-206.
11 Javier López Rider, ‘El gasto municipal de los concejos castellanos a fines de la Edad Media: El caso de

Córdoba en la segunda mitad del siglo XV (1452-1500)’, Historia. Instituciones. Documentos, 42 (2015), pp.
199-239; ID., ‘La producción de carbón en el Reino de Córdoba a fines de la Edad Media: un ejemplo de
aprovechamiento del monte Mediterráneo’, Anuario de Estudios Medievales, 46 (2016), pp. 819-858.
12 José Manuel Escobar Camacho, Córdoba en la Baja Edad Media. Evolución urbana de la ciudad (Córdoba: Caja

Provincial de Ahorros, 1989).


13 Ana Moreno Moreno y María del Rosario Relaño Martínez, ‘El comercio del vino en la Córdoba del

siglo XV’ en Andalucía entre oriente y occidente, (1236-1492): actas del V Coloquio Internacional de Historia Medieval
de Andalucía, ed. Emilio Cabrera Muñoz, (Córdoba: 1986), pp. 495-502.
14 Margarita Cabrera Sánchez, ‘El problema converso en Córdoba. El incidente de la Cruz del Rastro’, en

La Península Ibérica en la era de los Descubrimientos, ed. Manuel González Jiménez (Sevilla: 1997), pp. 331-339;
ID., ‘Los conversos de Córdoba en el siglo XV: la familia del jurado Martín Alfonso’, Anuario de Estudios
Medievales, 35 (2005), pp. 185-232; ID., ‘Cristianos nuevos y cargos concejiles: jurados conversos en
Córdoba a fines del Medievo’, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Medieval, 29 (2016), pp. 115-181.
15 Bartolomé Yun Casalilla, Crisis de subsistencias y conflictividad social en Córdoba a principios del siglo XVI. Una

ciudad andaluza en los comienzos de la modernidad (Córdoba: Diputación de Córdoba, 1980).


16 José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI: Las bases demográficas y económicas de una expansión urbana

(Córdoba: Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1981).


17 Alfonso Bustos Hernández, La pañería cordobesa en los siglos XV y XVI (Córdoba: Diputación de Córdoba,

1996).
barrios de la ciudad en la amplia obra de Juan Aranda Doncel18 y José Manuel Escobar
Camacho19.

En los últimos años el conocimiento en torno a los mercaderes cordobeses –y


especialmente los judeoconversos– ha experimentado un notable avance, de mano de la
perspectiva de la Historia Social gracias a la obra de una serie de investigadores vinculados
al profesor Enrique Soria Mesa. El mismo profesor Soria adelantó en su obra El cambio
inmóvil 20 la integración en la élite cordobesa de algunos linajes mercantiles de ascendencia
judeoconversa como los Barchilón, los Baena o los Cea, entre otros. Últimamente, ha
ahondado en la ascendencia conversa y comercial de algunas figuras claves del mundo de
la cultura, como los poetas don Luis de Góngora21 o Juan Rufo, este último preclaro
retoño de un tintorero judeoconverso que destacó en el comercio del tinte pastel22, y,
últimamente, en las inversiones patrimoniales –obras de arte en palacios y capillas– de los
judeoconversos23.

En estas líneas, son especialmente reseñables las tesis doctorales y publicaciones de dos
de sus discípulos: Francisco I. Quevedo Sánchez y Marcos R. Cañas Pelayo. El primer
autor, cuya reciente y dolorosa pérdida aún no hemos asimilado, analizó varios linajes
judeoconversos cordobeses y su proyección granadina como los Aragonés, Herrera,
Córdoba-Ronquillo o el jurado Martín Gómez de Aragón, linajes todos ellos llenos de
mercaderes en pleno ascenso social24. Marcos Cañas, por su parte, analizó en la suya las
estrategias llevadas a cabo por los “marranos” portugueses –muchos de ellos
mercaderes– para integrarse en la sociedad cordobesa de los siglos XVI y XVII y ha
publicado estudios sobre varias de estas familias25.

18 Juan Aranda Doncel, Historia de Córdoba: La época moderna (1517-1808) (Córdoba: Caja de Ahorros de

Córdoba, 1984). ID, ‘El barrio cordobés del campo de la verdad en lo siglos de la Modernidad (1570-
1807)’, Al-Mulk, Anuario de Estudios Arabistas, II, 16 (2018), pp. 171-216.
19 José Manuel Escobar Camacho, ‘La ciudad de Córdoba a fines del siglo XVI: su evolución urbana’ en

Córdoba en tiempos de Felipe II , ed. Rafael Vázquez Lesmes y Miguel Ventura Gracia (Córdoba: Caja de
Ahorros y Monte de Piedad de Córdoba, 1999), pp. 173-185.
20 Enrique Soria Mesa, El cambio inmóvil. Transformaciones y permanencias en una elite de poder (Córdoba, siglos XVI-

XIX) (Córdoba: Ayuntamiento de Córdoba, 2000).


21 Enrique Soria Mesa, El origen judío de Góngora (Córdoba: Hanover, 2015).
22 Enrique Soria Mesa, ‘Juan Rufo, judeoconverso. El origen judío del autor de La Austriada’, Creneida:

Anuario de Literaturas Hispánicas, 6 (2018), pp. 8-45.


23 Enrique Soria Mesa, ‘El patrimonio histórico-artístico de las élites judeoconversas españolas. Propuestas

de análisis desde la historia social’, Mediterranea Ricerche Storiche, 46 (2019), pp. 251-276.
24 Francisco I. Quevedo Sánchez, Familias en movimiento. Los judeoconversos cordobeses y su proyección en el reino de

Granada (ss. XV-XVII), Tesis doctoral inédita, (Granada: Universidad de Granada, 2016); ID. ‘Estrategias
familiares con fines económicos y sociales. El caso del jurado cordobés Martín Gómez de Aragón’, Historia
y Genealogía, 3 (2013), pp. 65-82; ID., ‘Inventando el pasado. La familia judeoconversa Herrera de Córdoba
y Granada’, Anahgramas: Análisis históricos de Grado y Máster, 1 (2014), pp. 235-272; ID., ‘Nobles
judeoconversos: los oscuros orígenes del linaje Córdoba-Ronquillo’, Sefarad: Revista de Estudios Hebraicos y
Sefardíes, 76, 2 (2016), pp. 363-396 y ID. ‘Juan Recio Aragonés, un judeoconverso entre la élite lucentina’,
Medievalismo: Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 27 (2017), pp. 259-283.
25 Marcos Rafael Cañas Pelayo, Los judeoconversos portugueses en el tribunal inquisitorial de Córdoba: un análisis social

(ss. XVI-XVII), Tesis doctoral inédita, (Córdoba: Universidad de Córdoba, 2016); ID., ‘Judaizantes y
Malsines: redes criptojudías portuguesas durante el seiscientos ante el Tribunal de Córdoba’, Historia y
Genealogía, 3 (2013), pp. 23-40; ID. ‘De una compañía comercial a la inserción en la élite cordobesa: Los
Fernández de Carreras (siglos XVI-XVIII)’, Espacio, tiempo y forma, Serie IV, Historia Moderna, 32 (2019), pp.
263-288.
También encontramos noticias comerciales en la obra de Antonio J. Díaz Rodríguez,
especialmente en la participación de los clérigos cordobeses en el comercio del vino26 o el
origen judeoconverso –artesano y mercantil– de las familias de muchos de ellos27. Sobre
el ascenso social de los mercaderes judeoconversos cordobeses y su inversión
patrimonial podemos citar al anterior28, junto con Gonzalo Herreros Moya29, Ángel Mª
Ruiz Gálvez30 y Nereida Serrano Márquez31.

Y, finalmente, yo mismo he publicado algunas líneas –muy recientemente– sobre la


participación de los mercaderes genoveses en el comercio de la ciudad, sobre todo, en
torno al comercio de la lana y la explotación de los lavaderos del río Guadalquivir, pero
también en la provisión de tecnología italiana (telares, cardas, pesos etc.), junto con
acero, espadas o medicinas32 . Estos mercaderes contaron con agentes judeoconversos
como Juan Jelón o Alonso Sánchez de Arias y tuvieron contactos comerciales y
financieros con mercaderes como Alonso Suárez y otros muchos.

La economía de Córdoba en el siglo XVI

Comentábamos en la introducción que tres sectores despuntaron en la producción


cordobesa del siglo XVI: los paños de lana, las telas de seda y los derivados del cuero.
Miles de cordobeses y cordobesas participaron, de una u otra manera, en las citadas
actividades preindustriales. Tejedores de paños y sedas, hiladores, torcedores, cardadores,
bataneros, bordadores, pelaires, pellejeros, curtidores, zapateros y muchos otros oficios
relacionados con estos tres sectores dotaron a la ciudad de Córdoba de un tejido
artesanal único y suministraron productos de calidad para la exportación por medio de
un comercio que alcanzó cuotas muy significativas tanto por el número de mercaderes
como por su poder y riqueza. No entraremos a analizar en este ensayo otras facetas
productivas y mercantiles menos notables de la economía cordobesa como fueron la
fabricación de lienzos y sayales, el comercio de la madera, el comercio y la
transformación del hierro (agujeteros, herreros, cerrajeros, rejeros, espaderos), de los
metales preciosos (oro y plata), los plateros y orfebres, o el barro (alfareros, tejeros)…

A. Los paños de lana

Atendiendo a las rentas reales cordobesas en el siglo XVI, el principal sector preindustrial
de la ciudad consistía en la fabricación y venta de paños de lana. Si comparamos la renta
de tres periodos al comienzo, mitad y final del siglo XVI, veremos como en el primer

26 Antonio J. Díaz Rodríguez, ‘Inversión económica y gestión patrimonial particular entre los prebendados

de la España moderna: Córdoba (1500-1800)’, Obradoiro de historia moderna, 21 (2012), pp. 157-189.
27 Antonio J. Díaz Rodríguez, El clero catedralicio en la España moderna: los miembros del Cabildo de la Catedral de

Córdoba (1475-1808) (Murcia: Editium, 2012).


28 Antonio J. Díaz Rodríguez, ‘Roma y el patrimonio judeoconverso: negocios curiales y ascenso social

entre los conversos andaluces (ss. XVI-XVII)’, Mediterranea Ricerche Storiche, 46 (2019), pp. 277-314.
29 Gonzalo J. Herreros Moya, ‘“Escudos pintan escudos”: heráldica de judeoconversos y mercaderes en

Córdoba en la edad moderna’, Mediterranea Ricerche Storiche, 46 (2019), pp. 349-382.


30 Ángel María Ruiz Gálvez, ‘Los estudios sobre el patrimonio judeoconverso en la corona de Castilla: Las

promociones artísticas como instrumento de integración social’, Mediterranea Ricerche Storiche, 46 (2019), pp.
225-250.
31Nereida Serrano Márquez, ‘“Que la penitencia no debe obstar a los descendientes que de él hubiere”.

Integración y ascenso social de una familia judeoconversa: el caso de los Ramírez de Lucena (Córdoba)’,
Historia y Genealogía, 5 (2015), pp. 79-111.
32 Rafael M. Girón Pascual, Comercio y Poder. Mercaderes genoveses en el Sureste de Castilla durante los siglos XVI y

XVII (1550-1700), (Valladolid: Universidad de Valladolid-Cátedra Simón-Ruiz, 2018).


periodo (1514-1519), la renta de los paños doblaba a la de los cueros y superaba casi diez
veces la renta que gravaba la producción y venta de telas de seda. En el segundo periodo
(1551-1553), la renta de los paños sigue doblando a la de los cueros, pero ya solo triplica
a las sedas. Y finalmente, en el tercero (1590-1595) la distancia con las sedas se había
reducido –su valor suponía solamente 1,6 veces el de aquellas– pero ya triplicaba a los
cueros.

Tabla 1. Los paños de lana en las rentas reales cordobesas en el siglo XVI33
Años y maravedíes
Rentas 1514-1519 1551-53 1590-1595
Paños 1.209.500 616.683 5.264.842
Sedas 142.500 218.000 3.238.063
Corambre 642.500 330.277 1.645.006

Queda bien claro que los paños de lana se alzaban como el sector primordial de la
economía cordobesa, pero veamos ahora cómo competía su producción con la de otras
ciudades pañeras europeas, y es que, como hemos dicho anteriormente, Córdoba en el
siglo XVI era una ciudad homologable a aquellas. El número de piezas producidas en la
ciudad estaba en la misma escala que las fabricadas en Florencia, Venecia o Segovia. Es
cierto que la calidad de la lana utilizada en las pañerías cordobesas era inferior a la de las
anteriores –no tanto en el caso veneciano, ciudad especializada en la producción de la
pannina con lanas bastas castellanas con destino a las élites de la Sublime Puerta34– lo que se
veía reflejado en el precio que alcanzaba en los diferentes mercados. En cualquier caso,
Fortea da una cifra de algo más de 16.000 piezas de paños para finales del siglo XVI, casi
igual que Segovia, si bien el precio de las lanas merinas castellanoleonesas duplicaba el de
las andaluzas. Muchos de estos paños eran terminados en la ciudad de Córdoba pero
fabricados en otras poblaciones como Castro del Río, Palma del Río, Bujalance y
especialmente el Valle de los Pedroches.

Tabla 2. Producción de las principales ciudades pañeras europeas a finales del siglo
XVI35.

Ciudad Producción
(piezas)
Florencia c. 25.000
Venecia 14.896
Segovia 16.197
Córdoba 16.083

La historiografía hasta la fecha entiende que el mercado de los paños cordobeses durante
el siglo XVI fue eminente local y regional, si bien, Portugal fue un gran mercado
también. Efectivamente, encontramos ventas de paños “del obraje de Córdoba” en

33 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…p. 259. Elaboración propia.
34 Felipe Ruiz Martín, Pequeño capitalismo, gran capitalismo. Simón Ruiz y sus negocios en Florencia (Barcelona:
Crítica, 1990), pp. 133-135.
35 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…pp. 374-375 y Felipe Ruiz Martín, Pequeño

capitalismo, gran capitalismo…, pp. 120-121. Elaboración propia.


Granada –acaso su principal mercado–, Cádiz o Málaga. Fortea indicó la importancia del
mercado portugués para los textiles producidos en Córdoba donde 2.000 piezas de paños
terminaban siendo exportados al país vecino cada año36. Nuevos indicios nos permiten
afirmar que un buen número de paños acabaron además en el mercado novohispano y
seguramente en los norteafricanos.

Empecemos con algunas referencias a la salida de los paños cordobeses hacia el mercado
de las Indias Españolas en cantidades –al parecer– modestas. Llevo algunos años
estudiado la flota de 1596 de Juan Escalante de Mendoza con destino a Tierra Firme, es
decir, los puertos de Cartagena de Indias, Nombre de Dios (etapa previa hacia Lima) y
otros destinos caribeños de menor entidad. Esta flota trasladó textiles de toda Europa y
en cuanto a los paños de lana castellanos encontramos paños veinticuatrenos (de 2.400
hilos) de Segovia, Baeza, Puertollano, Cuenca y Córdoba o rajas de Segovia o Ávila. Los
paños veinticuatrenos de Córdoba eran los más baratos de su tipo entre los castellanos
que se cargaban en la flota, seguramente por el uso de lanas de calidades inferiores al
resto. Estos precios concuerdan con los que tenían estos paños en los mercados
cordobés y granadino.

Tabla 3. Paños castellanos y sus precios en la flota de Juan Escalante de Mendoza


(1596)37

Paño de lana Precios límites (r/v) Nº de piezas Tamaños límites (varas)


24º de Segovia 27-33 360 21-32
24º de Baeza 17-25 525 22-30
24º de Puertollano 12-26 40 13-26
24º de Cuenca 13-25 19 22-27
24º de Córdoba 12-13 9 20-30

Veamos los dos casos que hemos encontrado hasta la fecha de paños cordobeses
exportados a Indias. El primero lo protagonizaba el mercader sevillano Esteban Ulloa de
Toro cuando cargó en el navío Nuestra Señora de la Concepción para el racionero Pedro
de Lizana, vecino de San Juan de Puerto Rico, las mercancías siguientes:

-Dos paños veinticuatrenos amarillos de Córdoba con 41 varas y dos tercias.


-Dos paños veinticuatrenos de Córdoba, uno escarlatín y otro azul, con 39.5 varas.
-Cuatro paños veinticuatrenos de Córdoba, uno amarillo y tres pardos, con 81.5 varas
“todo son 162 varas dos tercias a 12 reales en 79.134 maravedíes”38.

El otro caso refleja el envío a Cartagena de Indias realizado por Fernando Hurtado del
Águila de “un paño veinticuatreno pardo de Córdoba con 30 varas a 13 reales la vara”39.
Aún no hemos detectado los mercaderes cordobeses que suministraron los citados paños
a sus colegas sevillanos. Aún más importante fue el mercado granadino. Mercaderes
cordobeses como los Suárez exportaron paños cordobeses a la ciudad de la Alhambra.
Luego lo analizaremos al final del trabajo.

B. Las telas de seda

36 José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…,p. 401.


37 Fuente: Archivo General de Indias (AGI), Contratación, 1114-1117. Elaboración propia.
38 AGI, Contratación, 1.117, nº 11, f. 37r.
39 AGI, Contratación, 1.114, nº 6, ff. 197r y ss.
En el epígrafe anterior veíamos de manera indirecta cómo las telas de seda
experimentaron un desarrollo casi explosivo en la Córdoba de las primeras décadas del
siglo XVI, evitando la contracción que los otros sectores experimentaron a mediados de
la centuria y terminando el siglo como la segunda actividad preindustrial más importante
tras los paños de lana. La producción y comercio de telas de sedas cordobesas se
multiplicó por veinte a lo largo del siglo, pasando de ser una actividad casi testimonial a
alcanzar una importancia sin precedentes, como bien estudió Fortea.

Tabla 4. Las sedas en las rentas reales cordobesas en el siglo XVI40

Años y mrs
Rentas 1514-1519 1551-53 1590-1595
Paños 1.209.500 616.683 5.264.842
Sedas 142.500 218.000 3.238.063
Corambre 642.500 330.277 1.645.006

El mismo autor nos cuenta que a finales del siglo XVI casi 700 telares tejían tafetán y
terciopelo de manera prioritaria, sin olvidar otros tipos más minoritarios como el raso y
el damasco. En esas fechas la ciudad de Granada, es cierto que recuperándose del trauma
de la expulsión de los moriscos, tenía unos 1.000 y Toledo, 2.00041. No tenemos datos de
la producción total de piezas de seda como en el caso de los paños, pero no debía ser
nada despreciable. Hay una información que sitúa a la ciudad de Córdoba como la tercera
productora castellana, tras Toledo y Granada42.

Tabla 5. Telares de sedas en Córdoba (1594-1597)43.

Telares Número
Terciopelo 131
Tafetán 355
Raso 5
Damasco 10
Otros 131
Total 632

Los telares cordobeses se abastecieron de la seda producida por poblaciones como


Castro del Río, Puente Genil o Priego, si bien, esta última población puede que ya en el
siglo XVI también fabricara telas de seda, actividad que desarrollaría en los siglos
siguientes de manera intensiva44.

Los mercados para las sedas cordobesas se dirigen a los mismos destinos que sus
“hermanos mayores” los paños de lana. Luego veremos como hemos detectado la
compra de grandes cantidades de tafetanes y terciopelos por una red comercial
judeoconversa que operaba en Gibraltar y que con toda seguridad terminó vistiendo a las
élites berberiscas. Respecto al mercado americano, suponemos que el fin del monopolio

40 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…, p. 259. Elaboración propia.
41 Rafael M. Girón Pascual, ‘Mercaderes de seda, “verlegers” y veinticuatros: Los Castellano de Marquina
de Granada (1569-1644)’ en Comercio y Cultura en la Edad Moderna, ed. Juan J. Iglesias Rodríguez, Rafael M.
Pérez García y Manuel F. Fernández Chaves (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2015), pp. 715-730.
42 José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…, p. 316.
43 Fuente: Ídem, p. 328. Elaboración propia.
44 Ídem, p. 323.
de la exportación de las sedas granadinas en 1590 estimuló, en teoría, el comercio del
producto de los telares cordobeses, pero no encontramos referencias de sedas de esta
procedencia en la flota de Juan Escalante de Mendoza. Hay que tener en cuenta que
muchas sedas cargadas en la flota no tienen lugar de origen y, por tanto, podrían ser de
cualquier obraje, incluidos los de Córdoba.

C. El cuero (guadameciles y cordobanes)

Como veíamos con el ejemplo británico que abría este trabajo, la ciudad de Córdoba fue
un referente mundial en producción de derivados del cuero45. Dedicaremos más líneas a
este sector, pues podemos aportar noticias y documentos inéditos sobre él. El cronista
Ambrosio de Morales decía en 1575:

“Las badanas sirven para los guadamecís, que se labran tales en Córdoba, que de ninguna
parte de España hay competencia y tantos, que a toda España y las Indias se proveé de
allí esta hacienda. Ella da a la ciudad mucha hacienda, y da también una hermosa vista
por las principales calles della. Porque como sacan al sol los cueros dorados, ya labrados
y pintados, fijados en grandes tablas, para que se enjuguen, hacen un bel mirar aquello
entapizado con tanto resplandor y diversidad”46.

Los cordobanes y guadamecíes cordobeses se miraban con admiración desde otras


ciudades lejanas, pero también cercanas. Así, en 1628, el cronista giennense Bartolomé
Ximénez Patón, intentando mostrar la calidad de los cueros de su ciudad, no dudaba en
compararlos con los de Córdoba47.

“Los cordobanes no reconocen ventaja a otros del mundo, porque son tan buenos
como los de Córdoba, que es quien a las pieles de cabrío adobadas dio nombre
de cordobanes, como a las de pergamino Pérgamo, patria del gran médico Galeno”.

En el mismo sentido escribía un siglo y medio después el deán de Jaén Martínez de


Mazas48:

“Se trabajaban aquí hermosos guadamecíes o badanas bien labradas y de varios colores
para chapines, chinelas, borceguíes y otros usos; tan buenas como las ponderadas en
Córdoba”.

Parece que esta fama arrancaba desde época musulmana y tenía en la collación de San
Nicolás de la Axerquía su centro neurálgico. Efectivamente, encontramos numerosos

45 Son clásicos los trabajos sobre los derivados del cuero de Rafael Ramírez de Arellano Díaz de Morales,

‘Guadamecíes’, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 9, 101 (1901), pp. 154-163; ID. ‘Guadamecíes
II’, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 9, 102-104 (1901), pp. 191-203 ;José R. de la Torre Vasconi,
El guadamecil (Córdoba: Ayuntamiento de Córdoba, 1952); José Ferrandis Torres, Cordobanes y guadamecíes.
Catálogo ilustrado de la exposición (Madrid: Sociedad Española de Amigos del Arte, 1955) y Manuel Nieto
Cumplido, Cordobanes y Guadamecíes de Córdoba (Córdoba: Diputación de Córdoba, 1973). Más modernos y
desde la perspectiva de la Historia del Arte son destacables los trabajos de Antonio Urquízar Herrera,
‘Pintura y guadamecíes en la Córdoba del siglo XVI’, Mil años de trabajo del cuero, ed. Ricardo Córdoba de la
Llave (Córdoba: 2003), pp. 519-534 y el reciente trabajo de Teresa María Alors Bersabé, El gremio cordobés de
guadamecileros y su producción durante los siglos XVI y XVII, Tesis doctoral inédita, (Córdoba: Universidad de
Córdoba, 2012) y su artículo previo ID. ‘La producción y comercialización del guadamecí en Córdoba
durante el siglo XVI’, Ambitos, 25 (2011), pp. 87-96.
46 Cit. en Juan de la Torre Vasconi, El guadamecil, p. 13.
47 Bartolomé Ximénez Patón, Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén (Jaén: 1628), pp. 13

y 14.
48 José Martínez de Mazas, Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén, (Jaén: 1794), pp. 143 y 144.
curtidores y mercaderes de corambre avecindados en este barrio junto a la Ribera, donde
se encontraban las tenerías (instalaciones preindustriales en las que se curtían las pieles,
compuestas de diferentes pilas donde estas se introducían, denominadas pelambres (para
baños de cal) y noques (para el curtido)49. El agua del Guadalquivir y el fácil acceso a
curtientes como el zumaque o la corteza producidos en la región posibilitaron el
desarrollo de esta actividad.

En época medieval parece que había al menos tres tenerías y estaban en poder de los
veinticuatros Diego de Aguayo y Juan de Angulo; y del jurado Juan Muñoz50. Hemos
localizado dos tenerías en 1578, una de ellas tal vez de nueva factura. Se trata de la que
estaba en poder de la “Casa y hospital y cofradía de Nuestra Señora de la Consolación”
que tuvieron arrendada buena parte del siglo (entre 1533 y 1578) el mercader de
corambre Miguel del Álamo, su mujer y su nieta doña Catalina Ruiz51; y la otra en poder
de doña Juana de Figueroa 52 viuda del veinticuatro don Pedro de Aguayo Manrique,
posiblemente la que antes fue de los Angulo, de los que ella descendía por su madre53.
Ambas casas-tenerías estaban frente a la iglesia de San Nicolás de la Axerquía.

Salgamos un poco de nuestra cronología del siglo XVI. A mediados del siglo XVIII la
ciudad todavía contaba con seis tenerías, si bien, dos de ellas eran de pequeñas
dimensiones o no estaban a pleno rendimiento. Nuestra fuente, el Catastro de Ensenada,
nos habla igualmente de 141 pelambres, tinajones y tiestos, es decir, las diferentes pilas
donde se curtían los cueros.

Tabla 6. Las seis tenerías de Córdoba a mediados del siglo XVIII54.

Dueño de la tenería Renta (reales/año)


1 Testamentaría de don Diego de Cabrera 500
2 Don Juan González 600
3 500
4 Don Bartolomé Ruiz Calderón 800
5 Convento de Santa María de Gracia 88
6 Don Andrés Bonoso, presbítero 26

Tabla 7. Los 141 pelambres, tinajones y tiestos en el siglo XVIII55.


Dueño Número Renta (reales/año)
Cofradía de Ánimas56 40 80
Don Francisco Pérez Serrano, presbítero 17 100
Testamentaría de don Juan de Mesa 16 60
Manuel Pozuelo 12 24
Don Juan González 11 24
Fray Fernando de Figueroa, fraile jerónimo 9 50
Francisco Villagrada 8 16

49 Ricardo Córdoba de la Llave, La industria medieval de Córdoba… , p. 174.


50 Margarita Cabrera Sánchez, Nobleza, oligarquía y poder en Córdoba al final de la Edad Media (Córdoba:
Universidad de Córdoba-Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1998), pp. 246-247.
51 Archivo Histórico Provincial de Córdoba (AHPCo), 9849, ff. 213r y ss.
52 AHPCo, 16.564, ff. 283r y v.
53 Antonio Ramos, Descripción genealógica de la Casa de Aguayo, (Málaga: 1781), p. 47.
54 Fuente: Archivo General de Simancas (AGS), Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, L. 123, ff.

130 y ss. Elaboración propia.


55 Fuente: Ídem, ff. 130 y ss. Elaboración propia.
56 También tenía dos “fuentes para reparar la corambre” que rentaban 32 reales anuales.
Doña Luisa de Torres 7 14
Cofradía del Santísimo Sacramento 6 20
Juan Pérez Carrillo 6 12
Juan Jacinto de Castro 5 10
Don Juan de León 2 4
Juan Rodríguez 2 4

Confío en un futuro analizar y relacionar las tenerías y los otros accesorios con sus
poseedores a lo largo de la Edad Moderna. De esa manera podremos entender mejor la
propiedad de estas instalaciones preindustriales y, al mismo tiempo, todo el complejo
proceso del curtido del cuero y sus actores: los dueños de las tenerías, los mercaderes de
corambre, los curtidores, etc.

Recurramos, de nuevo, a Fortea para comparar las rentas del corambre con las de los
otros sectores. Su posicionamiento con respecto a los paños se mantiene estable,
suponiendo más o menos la mitad de los mismos, viéndose sobrepasado por el auge de
las telas de seda que terminan por doblarlos.

Tabla 8. La corambre en las rentas reales cordobesas en el siglo XVI57.


Años y mrs
Rentas 1514-1519 1551-53 1590-1595
Paños 1.209.500 616.683 5.264.842
Sedas 142.500 218.000 3.238.063
Corambre 642.500 330.277 1.645.006

Los mercaderes de corambre de Córdoba necesitaban adquirir grandes cantidades de


pellejos de cabras, ovejas y vacas para fabricar los guadameciles y cordobanes o abastecer
a los zapateros, odreros y borceguineros. Para ello tenían agentes en el reino de Córdoba
y los reinos cercanos para hacerse con los preciados cueros. Así, Francisco Cota y Juan
Fernández de Alcalá, mercaderes de corambre y vecinos de Córdoba, habían contratado
en 1579 la compra de 2.358 pellejos de carneros con los obligados de las carnicerías de
Guadix (Granada) y su posterior envío a Córdoba58. No debieron ser los únicos.

Del mercado de los guadamecíes contamos con noticias muy jugosas en la obra de Rafael
Ramírez de Arellano y Juan de la Torre Vasconi, seguramente, a partir de las fichas
documentales del archivero Juan de la Torre del Cerro, padre del segundo.

Ambos autores esbozan un lienzo muy llamativo. Durante todo el siglo XVI se suceden
decenas de compras de partidas de guadameciles destinadas a decorar las paredes de los
palacios de las grandes figuras políticas y religiosas de la época. Desde el Gran Capitán,
los duques de Arcos, varios marqueses andaluces, pasando por varios Papas y cardenales
en Roma, hasta el duque de Lorena, los reyes de Portugal, o los mismos reyes de España,
Carlos V o Felipe III, este último para su palacio de Valladolid59.

Para los encargos locales, la mayoría de las veces, fueron los propios guadamecileros los
que gestionaron estas transacciones, pero en otros casos contaron con mercaderes como
intermediarios, especialmente si el destino de los guadameciles implicaba viajes en barco

57 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…p. 259. Elaboración propia.
58 AHPCo, 16.860P, ff. 46v y ss.
59 Rafael Ramírez de Arellano Díaz de Morales, ‘Guadamecíes’ y ‘Guadamecíes II’ …passim y Juan de la

Torre Vasconi, El guadamecil…, passim.


de cierta magnitud. Así fue el caso del mercader genovés Otobón de Marín con un
encargo del Nuncio de Su Santidad para decorar cuatro cámaras en Roma en 155760 y
debió ser así para la mayoría de los envíos a Italia que, seguramente, contaron con la
participación de grandes mercaderes europeos. Esta idea la respalda la llegada al puerto
de Livorno –es decir el puerto de Florencia y la Toscana– de numerosos guardamesili
procedentes de los puertos de Alicante y Cartagena destinados a activos mercaderes
florentinos y castellanos, imaginamos que agentes a su vez de potentados italianos,
aunque ellos mismos podían ser los destinatarios directos de las obras de arte
cordobesas61. Entre 1550 y 1610 he localizado 81 envíos de guadamecíes entre España e
Italia, en su mayoría procedentes de Alicante y Cartagena, que analizaré en otro lugar.

La relación privilegiada entre Córdoba y Portugal también se refleja en los derivados del
cuero. Entre la ciudad de Córdoba y Lisboa, tenemos constancia de un interesante
intercambio en torno a los guadamecíes y cordobanes, no solo de producción sino
también de personal cualificado. Franklin Pereira ha publicado ventas de guadameciles
cordobeses en Lisboa y también se refiere brevemente a un guadamecilero cordobés
llamado Jerónimo Fernández que se traslada a Lisboa a finales del siglo XVI llevando
consigo a su esclavo morisco y oficial Lorenzo da Costa que tendría problemas con la
Inquisición en la ciudad portuguesa62.

Pues bien, este Jerónimo Fernández se convertirá posteriormente en un gran importador


de cueros curtidos castellanos para su taller lisboeta de la Rua dos douradores. Tenemos dos
poderes otorgados en Lisboa a su agente castellano Melchor de Palma –un
judeoconverso de Jaén– que muestran su potencial. El primero fue otorgado el 9 de
septiembre de 1590 en Lisboa apoderando a Palma para la compra de “400 docenas de
cordobâo do sumaque” y “1.000 docenas de balldres”. Estos cordobanes de zumaque y
baldreses tendrían un valor de unos 7.500 ducados63. Aún mayor fue el encargo del 12 de
septiembre de 1600 cuando Fernández apoderaba de nuevo a Palma para comprar 2.000
docenas de cordobán curtido de zumaque en las ciudades de Sevilla, Córdoba y Granada.
Se trata de un encargo por valor de más de 40.000 ducados64.

Finalmente, tenemos noticias de la llegada de guadamecíes cordobeses a Indias, tal como


anticipaba la cita de Ambrosio de Morales al comienzo de este epígrafe. Veamos un par
de ejemplos. En la flota de Luis Alfonso Flores de 1596 con destino a San Juan de Ulúa
(Veracruz) en Nueva España encontramos:

“Una caja de guadamecíes, número 10, con dos camas de guadamecíes de


Córdoba de cinco adoselados con sus antipuertas que costaron, puestos en Sevilla
con la caja, 31.434 maravedíes”65.

Estaban destinados a Alonso García Palomino, vecino de Ciudad de México, para que
los entregara a sus convecinos Coque y Hernando Rodríguez, mercaderes, a cambio de
plata y seda china que habían enviado a Sevilla con anterioridad. Desde Sevilla los
enviaba el mercader Rodrigo de León Garavito.

60 Rafael Ramírez de Arellano Díaz de Morales, ‘Guadamecíes’…, pp. 155-158.


61 Archivio di Stato di Firenze, Mediceo del Principato, 2079 y 2080, passim.
62 Franklin Pereira, ‘O comércio de “couro dourado”/guadameci entre Córdova e Lisboa: um contrato de

venda de 1525’, Medievalista Online, 13 (2013), Janeiro-Junho.


63 Archivo Histórico Provincial de Jaén (AHPJa), 699, ff. 1300r y v.
64 AHPJa, 711, ff. 522r y ss.
65 AGI, Contratación, 1118, nº 3, ff. 106r y v.
En la otra flota de ese año, la de Juan Escalante de Mendoza, encontramos varios envíos
de cueros de Córdoba. Por ejemplo, los dos cajones de guadamecíes “comunes de
Córdoba con sus antepuertas a 25 ducados cada una” que cargó Alonso Rodríguez
Crespo, vecino de Sevilla, para que el navío San Francisco lo llevara hasta la ciudad de
Nombre de Dios que se encontraba en lo que hoy es Panamá. Allí los recibiría su
hermano Juan Rodríguez de Rojas, seguramente destinados a algún miembro de la élite
limeña66.

Hemos puesto de manifiesto con estos pocos ejemplos que la producción cordobesa
tenía demanda a escala global, dentro y fuera de la Monarquía Hispánica. Muchas de
estas obras de arte permanecerán aún en poder de los descendientes de sus compradores
del siglo XVI o llenarán algún museo norteamericano, acaso desconociendo su
procedencia cordobesa. A continuación veremos los agentes que llevaron a cabo este
comercio.

Los mercaderes judeoconversos en la Córdoba del siglo XVI

Una producción tan notable como la anterior tenía que comercializarse de manera
efectiva para rentabilizarla. Para ello la ciudad contó con un elenco amplísimo de
mercaderes. En algunos sectores no se limitaron a comercializar los productos ya
elaborados sino que participaron activamente de todo el proceso productivo.

Tabla 9. Los mercaderes de Córdoba a finales del siglo XVI67.

Mercaderes 1579-1584
en paños 208
en sedas 200
en lienzos 90
en mercería 40
en especiería 50
en hierro 3
TOTAL: 591

La tabla anterior de Fortea refleja la existencia de casi 600 mercaderes en la ciudad de


Córdoba a fínales del siglo XVI. No evidencia los mercaderes de corambre, que no
debieron ser pocos. Los mercaderes adquirieron materias primas (tintes, mordientes,
lana, seda), tecnología (telares, cardas) y en buena parte coordinaron los procesos de
Domestic System que en las sedas y los paños se llevaron a cabo. Pese a su importancia, son
los grandes desconocidos de la historia cordobesa.

Figura 2. Los mercaderes como pieza clave en la producción y comercio de paños y telas

66 AGI, Contratación, 1115, nº2, ff. 105r y ss.


67 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…p. 243. Elaboración propia.
Abandonemos la teoría y entremos en un enfoque más social. Pasemos a conocer los
nombres de algunos de esos mercaderes y de sus familias.

Tabla 10. Los mayores contribuyentes a la renta de los paños de Córdoba (1581)68

Mercader de paños Renta de los paños (maravedíes)


Alonso Suárez 200.000
Diego Rodríguez de Córdoba 175.000
Juan Fernández Barchilón 125.000
Juan Ximénez de Escobar 125.000

Estos cuatro son los principales mercaderes de paños, todos ellos judeoconversos, pero
hay muchísimos más. Por cuestiones de espacio no podré sacar a la luz a todos ellos,
pero si a un número que puede ser significativo. Últimamente estoy reconstruyendo una
red comercial que abastecía de paños cordobeses la ciudad de Gibraltar. La cantidad de
textiles es tal, que no tengo ninguna duda de que este puerto era solo una etapa
intermedia hacia el mercado norteafricano, hacia los puertos de Tánger, Safi, Larache o
Cabo de Aguer y las ciudades interiores de Fez, Taroudant y Marrakesh.

La red, que estuvo activa entre 1550 y 1580, tenía en Gibraltar al mercader Álvaro
Gómez que recibía paños y sedas cordobesas de numerosos mercaderes cortubís, casi
todos judeoconversos. Su principal agente en Córdoba era el mercader Juan de Castil “el
viejo”.

Figura 3. La red cordobesa de Álvaro Gómez, mercader de Gibraltar (1550-1580)69.

68 Fuente: José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…pp. 374-375. Elaboración propia.
69 Fuente: AHPCo, Passim . Elaboración propia.
Andrés Pérez Maquedano
Diego Gutiérrez del Álamo

Alonso Suárez

Sancho de Córdoba

Álvaro Gómez
Fernando de Mesa

Juan y García Castil

Juan Fernández Barchilón

Martín Sánchez
Juan Fernández

Pedro Martínez del Molino Andrés Fernández

Luis Martín y Diego Sánchez de Arias


Alonso Díaz Aragonés

Rodrigo y Gonzalo Concha

Diego Fernández de Montilla y Juan de Montilla


Juan Pérez, escribano, y Pedro de Uceda, mercader

Juan Jiménez y Pedro de Arce Antón Sánchez de las Granas “el mozo”

Córdoba, Castil, Aragonés, Suárez, Uceda, Martínez del Molino, Barchilón, Sánchez de
Arias, Pérez Maquedano, Sánchez de las Granas, son linajes tildados todos ellos de
judeoconversos y al mismo tiempo de gran raigambre artesana y mercantil. Muchos de
ellos eran hijos de otros mercaderes o de artesanos de los tres sectores productivos de los
que he hablado. En líneas generales podemos decir que casi todos ellos, o mejor sus
padres y abuelos, habían tenido problemas con la Inquisición. Es raro que algún
mercader de esta red no tuviera parientes procesados por el Santo Oficio y que sus
apellidos no aparezcan en el famoso legajo 100 simanquino.

Volvamos a la red. Los productos comercializados entre Córdoba y Gibraltar fueron muy
variados. En su mayoría textiles fabricados en Córdoba: sedas (tafetanes, terciopelos,
rasos); paños (en general muy baratos, bastantes catorcenos (1.400 hilos), dieciochenos,
pero también veinticuatrenos, palmillas, bayetas negras), lienzos…Hay, asimismo, textiles
segovianos, valencianos o sedas de Granada, productos no textiles como el azafrán70 .
Decenas de envíos que, año tras año, llegaban a Gibraltar con arrieros y carreteros para
embarcarse con destino a Berbería.

Álvaro Gómez no era el único mercader gibraltareño que recibía textiles cordobeses.
Álvaro Carreño, Roque Machado, Pedro Hernández o Martín López y el tarifeño Toribio
Sánchez también aparecen como agentes de los locales. La ruta Córdoba-Gibraltar era,
tal vez, la más indicada para comunicar la ciudad de la Mezquita con los puertos de
Tánger y Ceuta.

Mapa 1. La ruta Córdoba-Gibraltar y los puertos de Tánger y Ceuta

70 AHPCo, 9.264, f. 78r.


Es imposible obviar la vinculación judeoconversa que existía en el siglo XVI entre
Córdoba y Gibraltar. No en vano fue el lugar de refugio de los judeoconversos
cordobeses tras las persecuciones y matanzas de 1473 71 que llevaron a la compra de
Gibraltar por parte de los exiliados 72 . Pese a que la historiografía afirma que fueron
posteriormente expulsados por el duque de Medina Sidonia, dueño anterior de la ciudad
cuando la recuperó, es llamativa la cantidad de apellidos cordobeses que aparecen entre
los procesados por el Santo Oficio en Gibraltar en las primeras décadas del siglo XVI73.
Encontramos decenas de judeoconversos apellidados Córdoba, y también Baena, Jaén,
Herrera, Membreque, de la Corredera, Chillón…Entre toda esta comunidad no es difícil
que nuestros mercaderes judeoconversos cordobeses encontraran a parientes, socios y
agentes dispuestos a ayudarles a desempeñar tareas mercantiles y distribuir sus productos.

No estamos en condiciones de evaluar y analizar la participación de estos mercaderes y


las redes comerciales que formaron en la economía cordobesa del siglo XVI, pero se nos
adivina fundamental. Intentaremos hacerlo en el futuro.

Epílogo. La vida de un mercader judeoconverso: Alonso Suárez

Dedicaremos las últimas líneas a esbozar una primera aproximación a la figura de Alonso
Suárez, el primer contribuyente a la renta de los paños de Córdoba a finales del siglo XVI
y un casi total desconocido para su historiografía. Solo hemos comenzado a conocer lo
más evidente de su actividad comercial, que se nos asemeja la punta de un iceberg de
proporciones colosales. Biografías similares a la suya podrían realizarse para el resto de
los mercaderes cordobeses del siglo XVI a partir de las fuentes citadas. Parte de este
apartado se debe a la colaboración que realizo con el citado Gonzalo Herreros Moya.

Alonso Suárez pertenecía a la parentela eminentemente judeoconversa de los Suárez o


Juárez, (dos de sus hermanas, Elvira y Mencía Suárez, fueron penitenciadas por el Santo
Oficio de la Inquisición por judaizantes en una fecha tan tardía como 1595 74 ). Sus
hermanos fueron el Licenciado Fernán Suárez y el escribano cordobés Pedro Suárez, que
tuvo una escribanía en Córdoba entre 1557 y 1581. Nada sabemos de los padres de
Alonso y sus hermanos.

71 Manuel Nieto Cumplido, ‘La revuelta contra los conversos de Córdoba en 1473’, en Homenaje a Antón de

Montoro en el V centenario de su muerte (Montoro: Publicaciones del Ayuntamiento de Montoro, 1977), pp. 29-
49.
72 Diego Lamelas Oladán, La compra de Gibraltar por los conversos andaluces (1474-1476), Madrid, 1976.
73 Juan Gil, Los judeoconversos y la Inquisición sevillana, (Sevilla, Fundación el Monte, 2000-2003) 7, p. 66 y ss.
74 Archivo Municipal de Córdoba, SF/C 00025-245.
Alonso Suárez casó con Inés de Molina, hija de Alonso Martínez del Molino, otro
mercader judeoconverso con familiares procesados por el Santo Oficio. El matrimonio
tuvo, al menos, ocho hijos varones y cuatro hijas nacidos en Córdoba entre 1562 y
158175. Destacan por su faceta mercantil Diego, Alonso, Juan y Bartolomé, todos ellos
jurados de Córdoba y portadores de los apellidos Suárez, Suárez Martínez y Martínez
Suárez. Con Diego formó Alonso Suárez, su padre, algunas compañías especializadas en
el comercio de paños, como veremos luego. José Ignacio Fortea localiza hasta 60 ventas
de paños a mercaderes portugueses y más de 154 letras de cambio a su favor expedidas
desde Lisboa, Elvas, Madrid y Medina del Campo76. Su mercado comercial fue aún más
amplio, como vamos a ver a continuación.

Los primeros indicios de la actividad económica de los Suárez la encontramos ya en 1557


cuando Alonso estaba avecindado en la collación de Santa María haciendo tareas
relacionadas con el cobro de los diezmos de la fruta, vino, uva y las cebollas que tenía
arrendados del cabildo de la catedral de Córdoba77. También cobraba en especie trigo y
cebada, seguramente en nombre de la citada institución 78 . En 1565, junto con las
actividades anteriores, aparece ya vendiendo grandes cantidades de paños al mercader
gibraltareño Álvaro Gómez, como ya vimos79. Seguirá en los años siguientes. En 1571
aparece como agente para el cobro de ciertas rentas del arzobispo de Sevilla don
Cristóbal de Rojas Sandoval (que hasta ese año había sido obispo de Córdoba)80. En los
años siguientes se encargará de cobrar distintas rentas en su nombre. En 1572 apoderaba
al mercader Juan de Castil para que comprase 1.000 ducados del tinte pastel en Sevilla.
Para abonar esa cantidad pagaría 600 ducados en Sevilla y 400 por cédula de cambio a
Fernando de Molina o Fernando Sánchez, mercaderes residentes en Lisboa81.

En 1581 lo encontramos ya como mayordomo del deán y el cabildo catedralicio de


Córdoba cargo que ejercerá al menos hasta 1590. Este cargo estaba reservado a
individuos con una gran solvencia económica y una red de fiadores que lo respaldasen.
En esta fecha ya era el mayor contribuyente a la renta de los paños de Córdoba con
200.000 maravedíes 82 , es decir, vendería unos cuatro cuentos de maravedíes (10.700
ducados) anuales de paños en Córdoba.

Además de Portugal, será la ciudad de Granada un importante mercado para sus paños,
pero parece que los contactos comerciales se vieron precedidos por los servicios
financieros que los Suárez prestaron a mercaderes y oligarcas granadinos. Entre los
clientes de la compañía Suárez aparecen varios mercaderes genoveses de Granada de
primer nivel: Francisco Veneroso, los Escalla, Horacio Costa Pelegrina y los Mayolo83.
En varias ocasiones los Suárez cobraban las rentas de juros en Córdoba en nombre de
dichos genoveses, estos últimos apoderados de otros ligures residentes en la Corte de
Madrid o la ciudad de Génova, pero también de potentados castellanos. Así lo hizo en
1584 Diego Suárez con los juros cordobeses de Pascual de Grimaldos a petición de

75 Archivo General del Obispado de Córdoba (AGOC), Sagrario de la Catedral, Lº 2º de Bautismos, passim.
76 José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…, pp. 375-376.
77 AHPCo, 9.254P, f. 49r.
78 AHPCo, 9.255P, f. 153r
79 AHPCo, 9.260P, f. 4r.
80 AHPCo, 9.264P, f. 298r.
81 AHPCo, 14.064P, f. 803v.
82 José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI…pp. 374-375.
83 Para situar estos mercaderes en el contexto económico granadino ver mi libro Rafael M. Girón Pascual,

Comercio y Poder. Mercaderes genoveses en el Sureste de Castilla…


Francisco Veneroso84 y en 1590 y 1592 a petición de Francisco Escalla y de su sobrino
Juan Bautista Rosso 85 . Paralelamente cobraron para don Luis Fernández de Córdova,
alférez mayor de Granada –pero descendiente de los condes de Cabra– varios juros sobre
las alcabalas de la Rambla y Córdoba a petición de Horacio Costa y Bartolomé Veneroso
en 159386.

Será en 1596 cuando encontremos a Lorenzo Ortiz, mercader y vecino de Córdoba


afirmando que había tenido la administración de la compañía de Alonso y Diego Suárez,
vecinos de Córdoba, para el “despacho de paños y otras mercadurías” desde Córdoba a
Granada desde un tiempo que no se indica. Había sido alcanzado con 50.578 reales y deja
el cargo “en su honor y buena fama”87. Lorenzo Ortiz debía ser un pariente de la cuñada
de Alonso Suárez, Marina de la Cruz.

Un año después, el mercader Francisco Rodríguez de Santa Cruz sustituye a Ortiz en esta
labor, afirmando que el tesorero Alonso Suárez le va a enviar paños desde Córdoba y que
forman compañía para ello88. Francisco era un conocido mercader granadino de origen
segoviano, oriundo de Íscar en el condado de Miranda89. Previamente había sido socio
de Melchor Ruiz y Alonso de Valer –con el tiempo veinticuatro de la ciudad–, con los
que había formado compañías que importaban paños segovianos, con caudales cercanos
a los 30.000 ducados90. Rodríguez de Santa Cruz también había tenido a su cargo las
rentas señoriales de los Maldonado, señores de Noalejo, entre 1586 y 158991.

A partir de 1597 y hasta, al menos, 1607, muerto ya Alonso (que parece que falleció en
1599), contamos con varias cuentas de esta compañía. Entre septiembre de 1599 y el
mismo mes de 1600, Rodríguez de Santa Cruz vendió en Granada casi 250 paños de los
Suárez por valor de 41.171 reales 92 . Entre septiembre de 1600 y octubre de 1602 la
facturación ascendió a 184.931 reales por ventas a mercaderes y vecinos de Granada,
Órgiva, Alhama, Almuñécar o Alcalá la Real. No solo se incluían ventas de paños,
también encontramos préstamos, ventas de esclavos y otras cosas93. Por último, entre
octubre de 1602 y febrero de 1604 la facturación alcanzó los 70.163 reales 94 . Los
compradores se distribuían por un territorio aún más amplio: Granada, Almería, Cádiar,
Jaén, Guadix, Alcalá la Real…Los productos son de una variedad notable: paños
veinticuatrenos alegrías, avelartados, encinados, velloríes, velartes de cochinilla,
refinos…Una documentación muy rica que espero analizar pormenorizadamente en el
futuro.

Es muy posible que los Suárez tuvieran más compañías –o agentes de la suya– en otras
ciudades andaluzas además de Córdoba, Gibraltar y Granada, pero a partir de las
informaciones que tenemos en la actualidad, la red comercial quedaría tal y como aparece
en la siguiente figura.

84 Archivo Histórico de Protocolos de Granada (AHPGr), G-246, ff. 1551r y ss.


85 AHPGr, G-288, s.f. (8-III-1590).
86 AHPGr, G-303, ff. 164r y ss.
87 AHPGr, G-321, ff. 539r y 541r.
88 AHPGr, G-329, ff. 674 r y ss.
89 AHPGr, G-365, ff. 1701r y ss.
90 AHPGr, G-238, ff. 369r y ss.
91 AHPGr, G-267, ff. 799 y ss.
92 AHPGr, G-346, ff. 1052r y ss.
93 AHPGr, G-365, ff. 1575 y ss.
94 AHPGr, G-382, ff. 100r y ss.
Figura 4. Alonso Suárez y su red comercial (finales del siglo XVI)

Vemos como hay varios flujos de productos contrapuestos en la compañía Suárez. La


misma recibía de financiación de Portugal (Elvas y Lisboa vía cédulas de cambio) y
materias primas (tinte pastel), al mismo tiempo que vendía sus paños de lana allí. En
Granada, Almuñécar y Gibraltar la venta de paños y sedas se complementaba con los
servicios financieros para los genoveses de Granada (cobro de juros en su nombre en
Córdoba y su reino) y el arzobispo de Sevilla (cobro de rentas en Córdoba). Este
esquema preliminar se complicará a medida que avancemos en nuestra investigación.

Los cuantiosos bienes acumulados por Alonso Suárez por el comercio, el préstamo y el
arrendamiento de rentas debían ser transformados en items que reflejaran su riqueza y
poder: había que convertir un capital comercial en un capital simbólico. Así, Alonso
Suárez va a fundar mayorazgo, capellanía, y sus hijos van a adquirir en su nombre una
sepultura en la iglesia de San Salvador de Córdoba.

Tabla 11: Las fundaciones de Alonso Suárez en la ciudad de Córdoba95.

Mayorazgo

–Casas principales junto al convento de Santa Ana.


–Casas accesorias junto a las anteriores encima de la fuente de Santa Ana.
–Una tienda junto a las casas accesorias y la fuente.
–Un censo sobre el estado del conde de Alcaudete de 8.000 ducados al
20.000/1.000 (5%): rentaba 400 ducados al año.
–Un juro sobre las tercias reales que renta 380 fanegas de trigo y 20 de cebada
(unos 700 ducados al año).
–Un juro sobre las alcabalas de Córdoba de 7.000 ducados al 20.000/1.000
(5% anual): rentaba 350 ducados al año

Capellanía

95 Fuente: AHPCo, 12.407P, ff. 1838r-1845v y 15.876P, ff. 20-25v.Elaboración propia.


–Unas casas en la calle de la Feria
–Unas casas en la plaza de San Agustín
–75.000 maravedíes de censo 14.000/1.000 (7.14 % anual) sobre sus casas de
Santa María

El mayorazgo rentaba unos 1.500 ducados anuales, una cifra más que notable, y la
capellanía, aunque no conocemos la cifra concreta de sus rentas, suponemos que serían
suficientes para mantener la capilla y sus capellanes. Cuando Alonso Suárez fundó la
capellanía, aún no había adquirido la capilla y encargó a sus sucesores su adquisición.
Sabemos que el mercader fue enterrado en “las gradas y hueco del altar mayor de la
iglesia del Salvador de Córdoba”96. La iglesia del Salvador no se conserva en la actualidad.
Estaba situada en la confluencia de las calles Alfonso XIII y García Lovera. No obstante,
el retablo fue trasladado a la iglesia de la Compañía, actual parroquia de Santo Domingo
de Silos y el Salvador. La adquisición o construcción de capillas y retablos forma parte de
las estrategias de los mercaderes judeoconversos de integración y ennoblecimiento.
Hemos detectado estos comportamientos en casi todos los grandes mercaderes
judeoconversos que hemos investigando 97 . Es pronto para afirmarlo categóricamente,
pero hay ciertas tendencias en la elección de temas religiosos, de unas advocaciones
frente a otras que tal vez pudieran asociarse con los judeoconversos.

Junto a las inversiones en patrimonio hemos detectado ciertas estrategias matrimoniales


por parte de los Suárez. En los primeros momentos el linaje casa con otras familias de su
entorno mercantil. Quizás sea paradigmático el enlace en torno a 1583 de Diego Suárez,
mercader y jurado de Córdoba, hijo mayor de Alonso Suárez, con doña Inés Rodríguez
de Córdoba, hija de Diego Rodríguez de Córdoba y de María Díaz98. Efectivamente, se
trata de la hija del segundo mayor productor de paños de Córdoba. En ese mismo
sentido encontramos el enlace en 1595 de la hija de Alonso Suárez, Beatriz de Molina,
con el mercader Francisco del Carpio. Su padre la dotó con 11.200 ducados, una cantidad
excepcional 99 . Necesitamos encontrar otras dotes de los Suárez para entender mejor
todos estos procesos.

Unos pocos años y una generación después, los Suárez apuntaron más arriba en sus
casamientos. Diego Suárez Martínez, hijo de Diego e Inés Rodríguez, casó en 1615 con
doña Catalina de Saavedra Hoces, hermana de don Alonso Pérez de Saavedra, caballero
de Santiago y XXIV de Córdoba, antepasado de los marqueses de Quintana de las
Torres, ambos hijos de don Gonzalo de Saavedra Hoces y de doña Leonor de
Córdova100. Por la familia paterna descendía de la ilustre familia de los Saavedra, nobles
antiguos y reconocidos, pero por su madre todo apunta a que procedía de unos orígenes
tan manchados como los de los Suárez. Efectivamente, doña Leonor de Córdova era hija
de Luis González de Córdoba –y no don Luis Fernández de Córdova como aparecen el
expediente de Santiago de su nieto– y de doña Juana Sánchez de Castro, sobrina –o hija
bastarda por otras fuentes– del canónigo cordobés Juan de Castro, mayordomo del

96 AHPCo, 15.876, ff. 20-25v.


97 En este sentido ver Rafael M. Girón Pascual, ‘Capital comercial, capital simbólico. El patrimonio de los
cargadores a Indias judeoconversos en la Sevilla de los siglos XVI y XVII’, Mediterranea. Ricerca storiche, 46
(2019), pp. 315-348.
98 Archivo de la Real Chancillería de Granada, 1915-5.
99 AHPCo, 10.762P, ff. 206r y ss.
100 Archivo Histórico Nacional (AHN), OM, Santiago, exp. 6409.
obispo Leopoldo de Austria y fundador de la preciosa capilla del Santo Nombre de Jesús de
la Catedral de Córdoba101.

El aristocrático apellido Saavedra se incorporó al Suárez y encontramos a un hijo del


matrimonio anterior accediendo al cabildo municipal. Así, don Gonzalo Suárez de
Saavedra fue veinticuatro de Córdoba en 1661, si bien, su ascendencia conversa quedó
reflejada en las pruebas que hizo para acceder al ayuntamiento. Allí aparecieron los
procesos inquisitoriales de Elvira y Mencía Suárez, hermanas de Alonso, nuestro
mercante y bisabuelo del pretendiente, del que se dice “fue mercader de paños de los
mayores que hubo en esta tierra”102.

La hermana de don Gonzalo Suárez de Saavedra, doña Sebastiana de Hoces Saavedra,


fue dotada estratosféricamente en 1645. Sus hermanos y tíos acumularon una dote de
17.292 ducados en casas, censos y alhajas 103 , una cantidad solamente observada en
enlaces entre la alta nobleza castellana104. El novio, don Luis Pérez de Saavedra Feijoó,
era el hijo segundo de don Juan Francisco Pérez de Saavedra Cárdenas, caballero de
Santiago, rama de los condes de Castellar que contaba con tierras, casas y capillas en
Córdoba, entre ellas la de la Concepción de la iglesia de Santo Domingo de Silos (hoy
Archivo Histórico Provincial de Córdoba) y la sevillana doña Isabel Feijoó de Novoa.
Esta estrategia de matrimonio entre los hijos segundos de las grandes casas cordobesas
con familias de origen mercantil o judeoconverso no son raras en la élite municipal de la
ciudad. En este caso, el hermano mayor de don Luis falleció sin herederos y también lo
hicieron los hermanos de doña Sebastiana, con lo que los Saavedra Suárez con el tiempo
heredaron la casa de los Saavedra y también los mayorazgos y patronatos de los Suárez.

La culminación del ascenso social de los Suárez se concretó con la concesión de un título
nobiliario al hijo de doña Sebastiana. Así, don Juan Francisco Pérez de Saavedra Suárez
tituló como primer marqués del Villar por merced de Carlos II. Antes había recibido,
junto con su hermano don Luis, sendas mercedes de hábitos de caballeros de Calatrava,
cuyas pruebas no fueron tan bien como ellos habrían deseado. La ascendencia conversa
de los Suárez está presente a lo largo de todo el expediente de don Juan Francisco, con
testigos que recrean las facetas mercantiles y judeoconversas del linaje, detectivescas
búsquedas de sambenitos y otras situaciones infamantes, lo que no les impidió que las
pruebas finalmente se aprobaran y ambos profesaran como caballeros en 1685105. Para
ello inventaron un ficticio origen familiar afirmando que los Suárez o Juárez eran en
realidad Suárez Baizán, hidalgos montañeses, algo que no se sostiene de ninguna manera
y se asemeja a otras estrategias similares llevadas a cabo por otros linajes mercantiles
judeoconversos 106 . De ambos hermanos descienden los Saavedra cordobeses, que
titularon como marqueses del Villar, marqueses y duques de Rivas, entre ellos el famoso
literato don Ángel de Saavedra Ramírez de Baquedano, autor del drama don Álvaro o la
fuerza del sino (1835).

101 Antonio J. Díaz Rodríguez, ‘Diccionario bibliográfico de la catedral de Córdoba (II): Los miembros del
cabildo en época Moderna’, Historia y Genealogía, 6 (2016), pp. 38.
102 Archivo Municipal de Córdoba SF/C 00025-245. Agradezco a Gonzalo Herreros esa referencia.
103 AHPCo, 10.547, 600r y ss.
104 Ver Enrique Soria Mesa, La nobleza en la España moderna: cambio y continuidad (Madrid: Marcial Pons,

2007).
105 AHN, OM, Calatrava, exps. 2017 y 2310.
106 Ver Enrique Soria Mesa, ‘‘El patrimonio histórico-artístico de las élites judeoconversas…’, pp. 260, 268

y 276; Rafael M. Girón Pascual, ‘Capital comercial, capital simbólico…’, pp. 319 y 324.
Muy recientemente, he encontrado un documento que confirma una hipótesis de
Gonzalo Herreros en torno a que la casa de los duques de Rivas, actual sede de Vimcorsa
(calle Ángel de Saavedra, número 9), ocupa hoy el lugar que lo hacía la casa principal del
mercader Alonso Suárez, aquella que a finales del XVI vinculó en su mayorazgo. Aparece
entre los bienes de este vínculo que había sido poseído por don Diego Suárez Martínez
(padre de doña Sebastiana) en 1627: aquellas “casas principales junto al convento de
Santa Ana” que vimos antes107.

Figura 5. La casa del duque de Rivas (hoy sede de Vimcorsa) ocupa el lugar donde se
situaban las casas principales del mercader Alonso Suárez

Figura 6. Árbol genealógico de la familia Suárez

Esta es la breve historia de Alonso Suárez, uno de aquellos casi seiscientos mercaderes –
en su mayoría judeoconversos– que habitaron la Córdoba del siglo XVI. Es verdad que
se trata de uno de los más importantes y exitosos, pero estoy seguro de que los otros
tuvieron vidas parecidas, tal vez sin un ascenso social tan espectacular, sin unos
descendientes tan ilustres o palacios tan notables, pero, no tengo ninguna duda, que
llenarán muchas páginas de artículos y libros de historiadores presentes y futuros con sus
semblanzas cuando se investiguen. El tiempo lo dirá.

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107 AHPCo, 12.407P, ff. 1838r-1845v


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